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Full text of "Historia de Mexico"

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HISTORIA 


DE 


MÉXICO 


POR 


DON  LUCAS  ALAMAN. 


CON  UNA  NOTICU  PREUMINAB 


DSL  SISTEMA  DE  GOBIERNO  QUE  REGIA  EN  1808  Y  DEL  ESTADO 


EN  QUE  SE  HALLABA  EL  PAÍS  EN  EL  MISMO  Al^O. 


TOMO  I 


MÉXICO. 


Imprenta  de  Victoriano  Agüeros  t  Gomp.,  Editoxis. 

Despacho:  Calle  de  San  Felipe  de  Jesús  nAm.  i, 

1883. 


A34I0.  a.S"     /'), 


\      r 


biografía 


DE 


DON  LUCAS  ALAMAN, 


Alón  nona  le  vlmes  B'onblier  Im-mdme, 
et,  comine  un  sage  pilote,  san»  s'étonner 
ni  des  vagaes,  ni  des  orages,  ni  de  son  pxo- 
pre  péríl,  aller  droit,  comme  an  tenne  oni- 
que  d'une  si  périlleiisc  navigation,  k  la- 
oonservation  da  oorpa  de  Tétat,  et  an  ré- 
tabliasement  de  raatoríté 

Tout  le  royanme  faisait  des  voenx  ponr' 
la  prolongation  de  aes  jonrs;  on  se  reposait 
sor  sa  prévoyance:  ses  longnes  ezpenenoear 
atoient  ponr  Tétat  nn  tréeor  inépnisable  de 
sages  conseils:  et  sa  justice,  sa  prudence, 
la  facilité  qn*il  apportoit  anz  a&ires,  Ini 
méritoient  la    vénération   et    ramonr  de 

toas  les  penples Mais  sa  vie  ne  Ini  fdt 

pas  préciease,  ponrvn  qa'il  fút  fidóle  k  son 
ministóre. 

Bomnrt.'—Oraitonjkmébre  de 
Micha  Le  TeUier, 


Si  ha  sido  costumbre  en  todos  los  pueblos  civilizados  consenrar 
la  memoria  de  los  varones  esclarecidos,  que  los  ilustraron  con  sus 
acciones  y  sus  virtudes,  es  un  deber  trasmitir  á  la  posteridad  la 
noticia  de  los  hechos  de  aquellos  hombres,  que  dotados  de  cuali- 
dades extraordinarias,  empleadas  siempre  en  servicio  de  su  patria^ 
no  recibieron  de  ésta  más  recompensa  que  la  ingratitud,  j  solo  de 
la  posteridad  esperan  la  justicia  que  les  negaron  sus  contempo-^ 
ráneos. 

Tal  fué  la  suerte  de  D.  Lúeas  Alaman,  cuya  vida  nos  propone- 
mos bosquejar,  no  para  conservar  su  memoria  que  durará  tanto 
cnanto  la  fama  que  supo  ganar  con  sus  inmortales  obras,  sino  para 
que  la  posteridad  conociendo  y  apreciando  debidamente  el  mérito 
de  tan  ilustre  mexicano,  le  haga  la  justicia  que  desconocieron  sus 
coetáneos. 

D.  Lúeas  Alaman,  descendiente  por  la  linea  materna  de  Pedro 


HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^^^^^^^^^m^fm^0m^mm^^^f^^^t^^^^t^^m^^^^m^'m^^^^n^^^'t,^*'m0-»,^^t^*m^^^^'^i^^m^^^^^m^^^tm^\^0» 


de  Busto  que  en  1475  hizo  proclamar  en  Ocafia  á  la  reina  Doña 
Isabel,  y  de  D.  Francisco  Matías  de  Busto  y  Moya,  primer  mar 
qués  de  San  Clemente  y  vizconde  de  Duarte,  fué  hijo  de  D.  Juan 
Vicente  Alaman,  natural  de  Ochagavia  en  el  valle  de  Salazar  en 
Navarra,  y  de  Doña  María  Ignacia^Escalada,  y  nació  en  la  ciudad 
de  Guanajuato  el  dia  18  de  Octubre  de  1792,  pudiendo  considerar- 
se como  agüero  la  circunstancia  de  haber  nacido  el  futuro  historia- 
dor de  México,  el  dia  que  la  Iglesia  venera  la  memoria  del  más  ele- 
gante y  limado  de  los  sagrados  evangelistas,  cuyo  nombre  se  le  pu- 
so, según  la  piadosa  costumbre  de  nuestros  mayores  que  daban  al 
recien  nacido  el  nombre  del  Santo  que  se  celebraba  el  dia  que  ha- 
bía venido  al  mundo.  A  Alaman  se  puso  también  el  nombre  de 
Ignacio,  por  la  devoción  que  su  familia  profesaba  á  este  Santo,  ha- 
biendo sido  fundado  el  colegio  é  iglesia  de  los  Jesuítas  de  Guana- 
juato por  una  hermana  del  primer  marqués  de  San  Clemente. 
--  Teniendo  Alaman  la  edad  necesaria  para  comenzar  su  educa- 
ción, fué  puesto  á  aprender  las  primeras  letras  en  la  amiga  de  Do- 
fia  Josefa  Camacho,  en  la  calle  de  los  Pozitos,  y  después  aprendió 
á  escribir,  siendo  su  iniiostio  Fr.  José  de  San  Jerónimo,  en  la  es- 
cuela de  Belén,  en  agradecimiento  de  lo  cual  D.  Juan  Vicente,  pa- 
dre de  D.  Lúeas,  costeó  el  levantar  el  pisó  de  dicha  escuela. 

Después  de  estos  primeros  rudimentos  pasó  Alaman  á  estudiar 
él  latín  con  el  preceptor  D.  Francisco  Cornelio  Diosdado,  dando 
desde  entonces  pruebas  de  su  claro  ingenio,  pues  en  un  solo  año 
cursó  mínimos,  menores  j  medianos,  y  en  diez  meses  del  siguiente 
aprendió  con  perfección  mayores,  ejercitándose  en  traducir  las  epís- 
tolas de  San  Jerónimo,  Cornelio  Nepote,  Quinto  Curcio,  Virgilio, 
Horacio  y  Ovidio,  todos  cuyos  autores  presentó  á  examen  en  la 
oposición  pública  que  sostuvo  el  dia  6  de  Setiembre  de  1805,  sien- 
uno  de  los  sinodales  el  intendente  de  Guanajuato  D.  Juan  Antonio 
Eiafio,  quien  quedó  muy  complacido  del  aprovechamiento  de  Ala- 
man, por  el  cual  le  dio  su  catedrático  la  calificación  de  óptimo  entre 
todos. 

Siguiendo  el  sistema  de  educación  adoptado  en  aquellos  tiempos, 
por  el  que  se  daba  gradualmente  la  instrucción  y  no  se  pretendía 
que  los  niños  aprendiesen  á  un  tiempo  multitud  de  cosas,  que  no 


HISTORIA  DE  M¿XICO. 

llegan  á  saber  nunca  sino  muy  superficialmente,  Alaman  se  dedicó 
al  estudio  de  las  matemáticas  bajo  la  dirección  de  D.  Rafael  Dá- 
valos,  fusilado  después  por  el  general  Calleja  en  Noviembre  de  1810, 
y  sostuvo  un  acto  muy  lucido  de  esa  materia. 

Como  el  padre  de  nuestro  D.  Lúeas  habia  resuelto  que  éste  se  de- 
dicase al  estudio  de  la  minería,  para  que  fuese  adquiriendo  los  cono- 
cimientos prácticos  de  este  ramo  lo  hacia  concurrir  todos  los  dias  á  la 
mina  de  Cata,  en  cuyo  laborío  se  ocupaba  entonces  su  familia,  y  á  una 
hacienda  de  beneficar  metales  que  habia  establecido  recientemen- 
te, reservando  paia  más  adelante  el  estudio  de  la  parte  teórica,  que 
se  retardó  por  el  viaje  que  hizo  Alaman  á  la  colonia  del  Nuevo  San- 
tander, hoy  Tamaulipas,  de  que  era  go})emador  su  cuñado  el  coro- 
nel D.  Manuel  de  Iturbe,  y  de  dónde  regresó  en  1808  con  motivo 
de  la  muerte  de  su  padre. 

En  el  mismo  año  vino  á  México,  y  habiendo  aprovechado  la  per 
manencia  en  esta  capital  en  aprender  el  francés,  regresó  á  Guana- 
juato,  donde  siguió  cultivando  las  matemáticas,  la  música  y  el  di- 
bujo, dedicándose  principalmente  al  estudio  de  los  clásicos  latinos, 
en  que  adquirió  profundos  conocimientos. 

Parece  que  la  Providencia  divina^  que  lo  habia  predestinado  pa- 
ra ser  el  historiador  de  su  patria,  quería  presenciase  aquellos  sü- 
cesos  que  después  habia  de  referir,  y  así  como  se  habia  hallado  en 
México  en  1808  cuando  acababa  de  suceder  la  prisión  del  virey  Itu- 
rrigaray,  ahora  lo  conduce  á  Guanajuato  á  presenciar  la  gran  ca- 
tástrofe de  1810  y  los  horrores  de  la  sangrienta  revolución  del  cu- 
ra Hidalgo,  cuya  entrada  en  Guanajuato  presenció  y  le  hizo  una 
vivísima  impresión,  que  le  obligó  á  condenar  siempre  unos  hechos, 
que  se  ha  pretendido  después  presentar  como  gloriosos,  haciendo 
de  esta  suerte  la  apoteosis  del  crimen. 

Asesinados  ó  presos,  por  las  hordas  del  -cura  Hidalgo,  todos  los 
dependientes  de  la  casa  de  Alaman,  y  habiendo  corrido  gi^andes 
riesgos  aun  él  mismo  por  haber  sido  tomado  por  español,  tuvo  que 
manejar  los  negocios  de  su  casa  á  pesar  de  sus  pocos  años,  y  en 
Diciembre  de  1810  vino  á  México  con  su  familia  huyendo  los  es- 
tragos y  peligros  de  aquella  revolución . 

Con  su  laboriosidad  acostumbrada  se  dedicó  inmediatamente  al 


HISTORIA   DE    MÉXICO. 

estudio  de  la  química  y  mineralogía  en  el  Colegio  de  Minería,  sien- 
do sus  maestros,  de  lo  primero  D.  Manuel  Gotero,  y  de  lo  segundo 
D.  Andrés  del  "Rio,  quienes  le  dieron  certificados  muy  honoríficos, 
y  por  la  afición  que  tenia  á  las  ciencias  naturales  estudió  también 
botánica  bajo  la  dirección  de  D.  Vicente  Cervantes. 

Deseando  ejercitarse  en  el  cálculo  aplicado  á  la  geometría,  resol- 
vió todas  las  cuestiones  de  cristalografía  de  Haüy,  haciendo  menu- 
damente todos  los  cálculos,  y  como  el  trato  frecuente  con  D.  Ra- 
fael Jimeno,  director  de  pintura  de  la  Academia  de  [San  Carlos,  y 
la  lectura  de  algunos  viajes,  le  despertó  el  deseo  de  hacer  uno  á 
Europa,  para  prepararse  á  él  se  dedicó  á  perfeccionarse  en  el  francés 
y  á  aprender  el  inglés  y  el  italiano. 

Ocupado  Alaman  en  el  estudio  de  las  ciencias,  que  debían  al  pa- 
recer constituir  su  carrera,  publicó  en  1812  en  el  Diario  de  México 
un  artículo  poniendo  en  ridículo  una  impugnación  absurda  del  sis- 
tema de  Copérnico.  Este  opúsculo,  que  fué  la  primera  obra  de  Ala- 
man, descubre  el  secreto  en  que  consiste  el  mérito  de  las  poste- 
riores, pues  en  él  se  establece  el  principio  que  siempre  observó  el 
autor,  de  que  «»lo  primero  que  se  debe  hacer  antes  de  publicar 
"ninguna  obra,  es  imponerse  á  fondo  del  asunto  que  se  vá  á  tratar 
lien  ella.it 

Resuelto  por  fin  el  viaje  por  que  tanto  habia  anhelado  Alaman, 
partió  en  Enero  de  1814  y  pasando  por  la  Habano  llegó  á  Cádiz, 
donde  se  detuvo  algunos  dias,  como  también  en  Sevilla  y  Córdoba, 
visitando  los  monumentos  que  describe  Ponz  en  su  Viaje  á  Espa- 
ña, cuya  obra  llevaba  consigo  con  ese  objeto.  En  Madrid  se  detu- 
vo poco  tiempo,  y  habiendo  visitado  los  sitios  reales  y  el  Escorial 
marchó  para  Francia,  haciendo  el  viaje  por  Burgos,  Victoria  y  Tolo- 
sa,  y  finalmente  llegó  á  Paris,  donde  conoció  al  P.  Mier,  por  cuya 
recomendación  fué  presentado  al  obispo  Gregoire,  en  cuya  casa  co- 
noció á  las  pocas  personas  célebres  que  quedaban  del  tiempo  de  la 
revolución. 

En  aquella  capital  cursó  física  con  Biot,  química  con  Thenard  y 
mineralogía  con  Hatty,  asistiendo  de  noche  á  las  sesiones  del  Ate- 
neo y  comenzando  á  estudiar  el  alemán. 

Reflexionando  sobre  los  primeros  estudios  de  Alaman  que  tuvie^ 


HISTORIA   DE   MÉXICO. 


ron  por  objeto  las  ciencias  naturales  y  fueron  emprendidos  bajo  la 
dirección,  de  los  profesores  más  célebres  de  aquella  época;  cono- 
ciendo por  otra  parte  el  gran  talento  de  nuestro  D.  Lúeas,  no  pue- 
de menos  de  ocurrir  el  pensamiento  de  cuan  diversa  hubiera  sido 
su  suerte  si  continuando  en  cultivar  esas  ciencias,  no  hubiese  toma- 
do parte  en  la  política.  En  un  país  virgen  y  abundante  en  rique- 
zas naturales^  se  presentaba  ancho  campo  á  sus  observaciones,  y 
tranquilo  en  medio  de  los  campos  y  de  las  montañas  habría  adqui- 
rido fácilmente  renombre,  sin  que  sus  dias  fueren  amagados,  como 
tan  frecuentemente  lo  fueron,  por  la  injusticia  y  la  saña  de  los  par- 
tidos; pero  era  otro  su  destino  y  desde  muy  temprano  debia  ser 
lanzado  á  la  arena  de  la  política  á  sostener  los  principios  conserva- 
dores de  la  sociedad. 

Con  motivo  de  la  guerra  suscitada  por  el  regreso  de  Napoleón 
de  la  isla  de  Elba,  cuya  entrada  en  París  presenció,  salió  Alaman 
para  Inglaterra  llevando  consigo  al  P.  Mier  que  no  tenia  recurso 
ninguno  para  subsistir,  y  habiendo  recorrido  en  el  verano  de  1815 
la  parte  principal  de  aquella  isla  y  la  .Escocia,  volvió  á  Francia  á 
fines  del  mismo  año. 

En  casa  de  un  profesor  de  mineralogía  del  colegio  de  Francia 
habia  hecho  conocimiento  Alaman  con  Mr.  Colombelle,  con  quien 
concertó  hacer  un  viaje  á  Italia,  como  lo  efectuaron,  y  pasando  por 
el  Mont-Cenis,  llegaron  á  Turin.  En  seguida,  después  de  visitar  los 
campos  de  batalla  de  Pavía  y  Marengo,  se  dirigieron  á  Milán,  y 
pasando  por  Bolonia  y  Florencia,! llegaron  finalmente  áEoma,  po- 
cos dias  antes  de  la  festividad  de  S.  Pedro,  á  que  asistió  Alamfin, 
habiendo  sido  colocado  por  el  Cardenal  español  Bardají  ¡entré  la¿ 
personas  de  su  familia. 

*  De  Boma  pasó  á  Ñapóles,  y  habiendo  recorrido  á  su  regreso  de 
aquella  corte  la  Romana,  se  reunió  en  Bolonia  con  D.  Francisco 
Fagoaga  y  juntos  visitaron  las  principales  ciudades  del  reino  Lom- 
bardo-Véneto, dirigiéndose  en  seguida  para  Suiza  por  el  lago  Ma- 
yor y  camino  del  Simplón.  Después  de  una  corta  mansión  en  Gi- 
nebra y  de  haber  visto  los  montes  de  yelo  de  Chamouny,  recorrie- 
ron nuestros  viajeros  las  montañas  de  la  Suiza  y  |las  fuentes  del 
£hin,  cuya  ribera  izquierda  siguieron  hasta  Maguncia,  pasando  de 


8  HISTORIA  PE  MÉXICO. 

allí  á  Francfort  sobre  el  Mein,  donde  se  separaron,  volviendo  Fa- 
goaga  á  Francia  y  continuando  Alaman  á  Sajonia,  donde  visitó  las 
minas  de  Freyberg,  de  que  se  ocupó  mucho,  recogiendo  ejemplares* 
curiosos  de  piedras  de  aquel  mineral. 

De  vuelta  á  Dresde,  fué  á  BerHn,  donde  conoció  al  célebre  na- 
turalista Leopoldo  de  Buch,  y  habiendo  visto  las  minas  del  Harz 
y  las  Universidades  de  Gottingen  y  Marburg,  regresó  á  Francfort 
y  Maguncia.  En  seguida  bajó  el  Hhin  hasta  Colonia,  y  habiendo 
recorrido  las  principales  ciudades  de  Holanda  y  los  Países  Bajos, 
volvió  á  Francia  en  1818.  Las  cartas  de  recomendación  que  habían 
dado  á  Alaman  personas  respetables,  le  fueron  nmy  útiles  en  to- 
dos estos  viajes,  sirviéndole  de  introducción  para  con  los  hombres 
más  distinguidos  en  las  ciencias  naturales,  con  quienes  tuvo  rela- 
ciones, especialmente  con  el  célebre  botánico  DecandoUe,  á  quien 
después  mandó  muchas  plantas  del  Departamento  de  Guanajuato, 
por  lo  que  en  su  ^Itegni  vegetalis  systema  naturalen  hay  en  la  fa« 
milia  Snigenesia  tantas  especies  con  el  nombre  de  Alaman. 

Ocupado  en  París  en  sus  antiguos  estudios  y  en  el  del  griego 
que  había  emprendido,  recibió  la  noticia  de  la  quiebra  de  Bustillos 
en  cuyo  poder  estaban  los  intereses  de  su  familia,  que  se  habían 
podido  salvar  de  la  ruina  de  Guanajuato  y  se  perdieron  en  esta 
ocasión,  que  le  hizo  pensar  en  aprovecharse  de  los  estudios  que 
habia  hecho,  planteando  en  México  el  método  del  apartado  del  oro 
y  plata  por  medio  del  ácido  sulfúrico  que  se  seguía  en  Francia  y  de 
que  se  hacia  un  secreto. 

Para  realizar  sus  miras,  no  habiendo  aceptado  el  ofrecimiento  que 
Rivadavia,  enviado  de  Buenos  Aires  en  París,  le  hizo  de  pasar  á 
dirígir  la  casa  de  moneda  y  minas  del  Potosí,  se  encaminó  á  Espa- 
ña, y  habiendo  visitado  á  sus  parientes  en  Navarra,  llegó  por  fin  á 
Madríd  á  entablar  su  solicitud.  Esta  se  contraía  á  que  se  le  per- 
mitiese establecer  por  su  cuenta,  ó  dándole  el  gobierno  algimaa 
ventajas,  el  mencionado  método  de  apartar  el  oro  de  la  plata  por 
medio  del  ácido  sulfúrico  en  lugar  del  nítrico  que  era  el  usado  en 
la  oficÍBft  de  México,  apoyando  su  pretensión  en  los  grandes  servi- 
cios hechos  por  su  familia  á  la  minería,  comprobados  con  los  docu-^ 
montos  que  exhibió.  * 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  O 


»^'K^^m  ^  fc^fci^^^^^^^a^w  ^^m^^^^m^^0^^f^^^^^^^^0^ 


Dejando  este  negocio  en  buen  estado,  volvió  á  París  á  adquirir 
más  profundos  conocimientos  en  el  citado  método,  y  bien  provisto 
de  ácido  sulfúrico  y  crisoles  se  embarcó  en  el  Havre  para  regresar 
á  su  patria,  adonde  llegó  en  Febrero  de  1820,  casi  al  mismo  tiem- 
po que  la  noticia  del  restablecimiento  enEspaila  de  ia  Constitución 
de  1812. 

El  decreto  de  las  Cortes  de  23  de  Junio  de  1813,  conteniendo  la 
instrucción  para  el  gobierno  económico  político  de  las  provincias, 
prevenia  que  en  la  capital  de  cada  una  de  ellas  se  estableciese  una 
junta  de  sanidad  compuesta  de  varias  de  las  autoridades  civiles  y 
eclesiásticas  de  la  misma  y  del  número  de  vecinos  que  se  estimase 
conveniente.  Alaman  fué  nombrado  á  moción  del  virey  conde  del 
Venadito,  vocal  de  la  junta  establecida  en  México,  siendo  este  el 
primer  cargo  público  que  desempeñó,  recibiendo  después  la  comi- 
sión de  visitar  el  Apartado,  y  en  seguida  fué  electo  diputado  para 
las  cortes  de  España,  por  la  provincia  de  Guanajuato. 

Para  desempeñar  este  importante  encargo  se  trasladó  Alaman  á 
Veracruz,  donde  estaban  ya  reunidos  varios  de  los  diputados  nom- 
brados por  la  Nueva  España,  y  antes  de  salir  para  la  Antigua,  el 
Sr.  D.  Juan  Gómez  de  Navarrete,  que  era  uno  de  ellos,  les  comu- 
nicó en  Enero  de  1821  el  plan  que  el  Sr.  Iturbide  habia  formado, 
y  que  iba  á  ejecutar  saliendo  para  el  Sur  con  las  fuerzas  que  se 
hablan  puesto  á  sus  órdenes.  A  este  efecto  se  tuvo  una  junta  en 
el  convento  de  Betlemitas,  prestándose  á  estas  concurrencias  en  su 
convento  el  general  de  aquel  Orden,  Fr.  José  de  San-  Ignacio,  que 
también  tenia  conocimiento  de  lo  que  se  intentaba.  En  ella  propu- 
so Navarrete  por  encargo  del  Sr.  Iturbide,  que  s©  suspendiese  el 
embarque  de  los  diputados,  y  que  con  cualquier  pretexto  se  volvie- 
sen á  algún  punto  del  interior,  para  estar  prontos  á  contituirse  en 
congi*eso,  luego  que  él  levantase  en  el  Sur  el  estandarte  de  la  inde- 
pendencia. La  dificultad  de  ejecutar  esto  sin  llamar  mucho  la  aten- 
ción, la  desconfianza  que  á  algunos  diputados  inspiraba  el  Sr.  Itur- 
bide, y  el  riesgo  de  permanecer  por  algún  tiempo  en  aquel  mortífero 
clima,  hicieron  vacilar  la  opinión  de  muchos,  aunque  todos  estu- 
vieron de  acuerdo  en  cuanto  á  la  idea  esencial  de  aprovechar  las 
circunstancias  para  efectuar  la  independencia.   Se  convino  por  en- 


10  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

tónces  en  observar  un-  secreto  inviolable,  para  no  aventurar  el  áxi- 
to  de  la  empresa:  secreto  que  se  guardó,  quedando  de  acuerdo  en 
tener  otra  reunión  á  los  dos  dias;  mas  toda  incertidumbre  cesó  con 
el  aviso  de  que  algún  sujeto  de  Veracruz  había  dado  parte  al  virey 
de  aquellas  reuniones,  y  que  aun  se  sospechaba  el  objeto;  con  lo 
que  ya  no  se  trató  de  otra  cosa  que  de  embarcarse,  como  lo  hicie- 
ron todos  los  diputados,  aun  los  que  no  pensaban  seguir  á  España, 
sino  que  se  proponían  esperar  en  la  Habana,  á  saber  el  rumbo  que 
la  nueva  revolución,  que  iba  á  verificarse,  podría  tomar. 

Antes  de  embarcarse  escribió  Alaman  en  Veracruz  la  contesta- 
ción á  la  impugnación  que  se  habia  publicado  de  un  artículo  escri- 
to por  él  sobre  las  causas  de  la  decadencia  de  la  minería  de  Nueva 
España,  inserto  en  el  núm.  3  del  Semanario  Político  y  Literario, 
en  cuyo  periódico  apareció  también  dicha  contestación. 

Habiéndose  hecho  á  la  vela  en  la  fragata  Tres  Hermanas  para 
la  Habana  y  Burdeos,  el  mal  tiempo  lo  obligó  á  desembarcar  en  la 
Rochelle  y  siguiendo  la  carretera  de  Bayona  y  Burgos,  llegó  á  Ma- 
drid, prestando  el  juramento  en  las  Cortes  el  2  de  Mayo  de  1821. 
En  el  desempeño  del  cargo  de  diputado  no  olvidó  Alaman  que  ha- 
bia sido  elegido  para  representar  una  provincia  cuya  principal  fuen- 
te de  riqueza  era  la  minería,  y  desde  luego  procuró  conseguir  ven- 
tajas para  este  ramo,  promoviendo  y  obteniendo  el  decreto  do  las 
Cortes  bajando  los  derechos  á  la  minería  y  declarando  libre  el  apar- 
tado: aunque  este  decreto  se  recibió  en  México  después  de  hecha 
la  independencia,  fueron  adoptados  los  artículos  con  que  concluía, 
por  la  Junta  provisional  gubernativa. 

No  fueron  estos  trabajos  los  únicos  á  que  se  dedicó  D.  Lúeas 
Alaman  en  aquella  legislatura  en  obsequio  de  su  patria.  Los  dipu- 
tados americanos  habían  logrado  varias  disposiciones  benéficas  á 
sus  provincias,  pero  no  liabia  sido  posible  tocar  el  punto  esencial 
que  era  la  independencia  de  ellas,  no  produciendo  resultado  ningu- 
no algunos  pasos  dados  con  este  objeto.  La  proximidad  de  la  clau- 
sura de  las  sesiones  ordinarias  del  año  de  1821  que  debía  efectuar- 
se el  80  de  Junio,  les  hacia  perder  las  esperanzas  que  habían  con- 
cebido, y  no  pudiendo  contar  por  esa  misma  causa  con  el  cun^pli- 
miento  de  la  oferta  hecha  por  los  Sres  Toreno  y  Calatrava,  de  pro- 


HISTORIA  DE   MÉXICO.  11 


poner  el  establecimiento  en  América  de  una  sección  del  Poder  le- 
gislativo y  del  ejecutivo,  resolvieron  dar  por  sí  solos  algún  paso 
que  condujese  á  su  intento. 

Con  este  fin  los  diputados  mexicanos  tuvieron  una  junta,  en  que 
se  promovió  la  cuestión  de  si  convendría  hacer  una  exposición  enér- 
gica á  las  Cortes  proponiendo  el  establecimiento  en  México  de  un 
Poder  ejecutivo  y  una  sección  del  legislativíJ:  se  habló  mucho  y  aca- 
loradamente en  favor  y  en  contra  del  proyecto,  estando  muchos 
desalentados  por  lo  desfavorable  de  las  noticias  comunicadas  al 
gobierno  por  Apodaca  sobre  el  plan  de  Iguala,  pudiendo  muy  bien 
suceder,  según  ellas,  que  en  aquella  fecha  estuviese  preso  y  tal  vez 
fusilado  Iturbide.  El  Sr.  Gómez  Navarrete,  que  era  uno  de  los 
concurrentes,  manifestó  el  poco  crédito  que  debia  darse  en  tales 
materias  á  las  noticias  oficiales;  la  confianza  que  inspiraba  el  ca- 
rácter y  cualidades  de  Iturbide,  y  que  aun  cuando  por  de.ágracia 
hubiera  sucumbido,  por  lo  mismo  se  debia  promover  siquiera  aque- 
lla semi-independencia,  y  que  estando  de  acuerdo  desde  un  princi- 
pio en  auxiliar  la  causa  de  la  independencia,  la  exposición  que  se 
proyectaba  era  el  único  medio  de  hacerlo. 

Convinieron  todos  en  que  se^hiciera  la  exposición  y  se  nombró 
una  comisión  para  que  la  formase  dentro  de  tercero  dia,  recayen- 
do el  nombramiento  en  los  Sres.  Molinos  del  Campo,  Zavala  y  Na- 
varrete, quienes  convinieron,  por  consideración  á  la  distancia  en 
que  se  hallaban  sus  casas  y  á  la  premura  del  tiempo,  que  cada  uno 
extendiese  su  proyecto  y  lo  llevase  el  dia  señalado  para  que  en  la 
junta  se  eligiese  el  que  pareciera  mejor.  Así  se  hizo,  pero  en  la 
junta  no  se  quiso  preferir  ninguno  sino  que  se  nombró  á  los  Sres. 
Alaman  y  Michelena  para  qiie  de  las  tres  presentadas  redactasen 
una  sola  exposición,  procurando  igualar  el  estilo,  suprimiendo  lo 
que  parecía  un  poco  fuerte  y  declamatorio,  y  añadiendo  lo  que  les 
pareciese,  quedando  encargados  de  recojer  las  firmas  de  todos  los 
diputados  americanos,  y  el  Sr.  D.  Miguel  Kamirez,  diputado  por 
Guadalajara,  nombrado  para  leer  la  exposición  en  las  Cortes. 

La  elección  de  Alaman  para  tan  difícil  comisión,  manifiesta  el 
alto  aprecio  que  de  él  hacian  sus  compañeros  de  diputación,  y  co- 
rrespondió dignamente  á  la  prueba  de  confianza  que  le  dieran.  Pa- 


12  HISTORIA  BE   MÉXICO. 

ra  que  el  estilo  fuese  igual  dejó  Michelena  que  Alaman  redactase 
por  sí  solo  dicha  exposición,  lo  que  tuvo  que  hacer  en  pocas  horas, 
y  aunque  por  no  ofender  el  amor  propio  de  las  personas  que  ha- 
bian  formado  las  anteriores  se  vio  precisado  á  conservar  varias  ex- 
presiones exageradas  y  jactanciosas,  y  arrastrado  por  el  fuego  de 
la  juventud  y  una  imaginación  viva  asentó  algunas  especies  que 
no  hubiera  sostenido  en  la  madurez  de  su  edad,  ciertamente  le  hon- 
ra ese  escrito,  cuyo  objeto  era  que  se  formasen  en  América  gobier- 
nos que  pudiesen  en  breve  hacer  ellos  mismos  la  independencia 
sin  choque  ni  contradicción,  teniendo  ya  organizado  un  sistema  de 
administración,  para  que  se  verificase  lo  que  sucedió  en  los  Esta- 
dos-Unidos, demostrando  al  mismo  tiempo  la  imposibilidad  de 
practicar  en  América  la  Constitución  del  año  de  1812. 

La  exposición  se  leyó  por  Bamirez  en  la  sesión  del  dia  25  de 
Junio  de  1821,  y  por  primera  vez  fué  atacado  con  vigor  en  el  seno 
mismo  de  las  Cortes  aquel  código,  á  que  hasta  entonces  se  prodi- . 
gaba  el  incienso  de  la  mas  servil  admiración.  Ningún  resultado 
dio  este  paso  de  los  diputados  americanos,  no  habiéndose  dado 
ni  aun  segunda  lectura  á  la  exposición,  bien  que  sí  se  insertó  en 
en  la  acta  á  pesar  de  la  oposición  dpi  diputado  D.  Dionisio  San- 
cho, que  ademas  dijo  debia  declararse  haber  lugar  á  formación  de 
causa  contra  las  personas  que  la  hablan  suscrito. 

La  referida  exposición  no  fué  el  único  escrito  que  publicó  Ala- 
man en  Madrid,  sosteniendo  la  independencia  de  su  patria:  antes 
de  adoptar  esa  medida  como  último  recurso,  los  diputados  ameri- 
canos habian  concertado  que  se  escribiesen  varios  opúsculos  en 
apoyo  de  la  independencia,  pagándose  entre  todos  á  prorata  los 
gastos  de  impresión.  En  tal  virtud,  Alaman  publicó  en  el  periódi- 
co intitulado  * 'Miscelánea,"  un  artículo  en  contestación  á  un  comu- 
nicado inserto  en  el  "Universal,"  en  que  se  trataba  de  la  revolu- 
ción de  la  América  española.  La  mayor  parte  de  los  diputados  no 
cumplieron  con  su  compromiso  de  contribuir  á  los  gastos  de  impre- 
sión y  esta  fué  la  causa  de  que  no  se  siguiesen  publicando  los 
opúsculos  convenidos. 

Terminadas  las  sesiones  extraordinarias  á  que  fueron  llamadas 
las  Cortes  y  en  que  Alaman  fungió  de  secretariO|  resolvió  volverse 


HISTORIA  DE  MÉXICO,  13 

á  SU  país,  y  entonces  el  gobierno  español  le  hizo  ofrecer  empleos 
de  cierta  categoría,  por  conducto  del  Sr.  D.  Juan  Antonio  Yandio- 
la,  tesorero  general  á  aquella  sazón  y  después  ministro  de  hacien- 
da, quien  le  manifestó  que  aquel  gobierno  deseaba  se  estableciese 
en  Europa,  con  el  fin  de  que  España  aprovechase  la  aptitud  pa- 
ra los  negocios  que  en  él  reconocía,  y  que  no  podía  menos  de  ser 
perjudicial  á  sus  intereses  si  la  empleaba  en  seryício  de  su  antigua 
colonia.  Rehusó  Alaman  estos  ofrecimientos,  prefiriendo  consagrar 
esa  aptitud  cualquiera  que  fuese  al  país  que  lo  había  visto  nacer. 
¡Decisión  generosa  de  que  su  patria  no  supo  aprovecharse 

Habiéndose  trasladado  nuestro  D.  Lúeas  á  París  con  el  objeto 
indicado  de  regresar  á  su  país,  después  de  recorrer  el  Mediodia  de 
la  Francia  que  no  había  visitado  antes,  comenzó  á  solicitar  fondos 
para  la  habilitación  de  la  mina  de  Cata  en  Guanajuato,  cuya  gran 
bonanza  á  principios  del  siglo  anterior  había  hecho  ricos  á  sus  abue- 
los y  en  la  que  su  casa  tenía  una  parte  considerable;  mas  pensan- 
do que  seria  mas  fácil  conseguirlos  en  Londres  dio  el  encargo  á  un 
amigo  suyo  residente  en  aquella  capital.  Poca  esperanza  tenía  de 
obtenerlos  según  las  noticias  que  este  lé  había  comunicado,  cuan- 
do se  presentó  en  su  posada,  un  Mr.  Andríel,  con  una  carta  del 
Barón  de  Humboldt,  en  que  le  recomendaba  diese  á  aquel  sujeto 
los  informes  que  le  eran  necesarios,  para  las  empresas  que  proyec^ 
taba  formar  en  México.  Encontrando  Alaman  impracticables  to- 
das las  meditadas  por  aquel  aventurero,  le  dijo  que  la  mejor  espe- 
culación que  se  podía  hacer,  era  desaguar  las  minas  anegadas  du- 
rante la  guerra  de  insurrección;  le  pareció  bien  la  idea,  pero  no 
contando  el  mismo  Andríel  con  fondos  bastantes  para  tal  objeto, 
se  trató  de  formar  por  sus  relaciones,  una  compañía  por  acciones 
con  seis  millones  de  francos  de  capital  (1.200,000  ps.)  á  que  se  dio 
el  nombre  de  Compañía  Franco-Mexicana;  mas  como  los  france- 
ses eran  poco  inclinados  á  especulaciones  distantes,  se  procuró  co- 
locar una  parte  de  las  acciones  en  Inglaterra,  cuyo  encargo  dio 
Alaman  á  una  casa  de  comercio  de  aquel  reino,  y  creyendo  ésta 
necesarío  trasladar  todo  el  negocio  á  Inglaterra,  se  formó  en  Lon- 
dres la  compañía  á  que  se  dio  el  nombre  de  Unida  por  la  circuns-, 
tancia  de  haberse  incorporado  en  ella  la  Franco-Mexicana.    A  su 


14  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


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ejemplo  se  formaron  después  otras  varias,  derramando  en  la  Re- 
pública mas  de  24.000,000  de  pesos,  y  fomentando  de  esta  manera 
eficazmente  el  ramo  de  minería.  Beneficio  inmenso  que  México  de- 
bió á  nuestro  Alaman. 

Después  de  una  molesta  navegación,  arribó  éste  finalmente  á 
Veracruz  en  Marzo  de  1823,  encontrando  emprendida  la  revolu- 
ción para  destronar  al  Sr.  Iturbide,  que  se  consumó  con  la  caída 
de  este  jefe  y  el  restablecimiento  del  congreso,  antes  de  que  Ala- 
man llegare  á  la  capital,  en  la  que  halló  establecido  ya  el  Poder 
ejecutivo. 

La  celebridad  que  habia  adquirido  Alaman  en  ^las  Cortes  espa- 
ñolas, su  talento  y  vastos  conocimientos  cuando  apenas  contaba 
treinta  años  de  edad,  no  podian  menos  de  llamar  la  atención  del 
nuevo  gobierno,  que  lo  nombró  ministro  de  relaciones  exteriores  é 
interiores,  en  12  de  Abril  del  mismo  afio  de  23.  Tenemos  ya  á 
nuestro  D.  Lúeas  ejerciendo  un  cargo  importante  en  la  adminis- 
tración política  de  la  República,  y  si  bien  desde  luego  dio  prueban 
del  acierto  y  laboriosidad  que  constituyeron  su  carácter  público, 
desde  luego  también  tuvo  que  sufrirlos  sinsabores  que  tan  frecuen- 
temente le  causó  el  injusto  odio  de  sus  contrarios,  habiéndosele 
exigido  por  un  diputado  la  responsabilidad  por  haber  señalado  suel- 
do á  los  jefes  políticos;  pero  la  propocision  fué  desechada  por  una- 
nimidad del  congreso. 

Muchas  é  importantes  cosas  se  hicieron  en  este  período,  en  el 
cual  el  Poder  ejecutivo  y  sus  ministros,  á  pesar  de  ser  opuestos  al 
sistema  federal  que  se  trataba  de  establecer,  sobreponiéndose  ¿I  sus 
opiniones  privadas,  trabajaron  con  buen  celo  en  plantear  lo  mismo 
que  repugnaban,  y  el  dia  que  cesaron  en  el  ejercicio  de  la  autoridad 
dejaron  restablecida  la  tranquilidad  y  la  paz,  abundantes  recur- 
sos y  removidos  todos  los  obstáculos  que  pudieran  embarazar 
la  acción  gubernativa.  En  aquella  época  se  dictaron  varias  me- 
didas que  deben  atribuirse  exclusivamente  á  Alaman,  como 
son  la  creación  del  Museo  y  formación  del  Archivo  nacional, 
establecimientos  á  que  se  debe  la  conservación  de  monumen- 
tos preciosos  de  la  historia,  y  de  todos  los  papeles  del  gobierno  es- 
pañol, en  que  habia  el  mayor  desorden  y  extravío;  y  por  último, 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  15 


hizo  se  decretasen  fondos  para  la  subsistencia  de  la  Academia  de 
Bellas  Artes  de  San  Carlos,  que  por  su  falta  estaba  á  punto  de  ce- 
rrarse. . 

Ademas,  la  República  le  debió  otros  dos  servicios  importantes: 
uno  filé  la  conservación  de  la  estatua  ecuestre  de  Carlos  IV,  que 
repetidas  veces  se  había  intentado  destruir,  y  Alaman  para  evitar- 
lo, hizo  trasladar  de  la  plaza  principal  al  patio  de  la  Universidad, 
salvando  así  de  la  ruina  al  único  monumento  de  esa  clase  que  exis- 
tia en  América:  el  otro  servicio  aun  mas  importante  que  el  prime- 
ro, fué  evitar  la  profanación  que  se  intentó  hacer  de  las  cenizas  de 
Hernán  Cortés,  lo  que  se  logró  haciendo  destruir  en  una  noche  el 
sepulcro  que  lo  habia  erigido  por  escitacion  del  virey  conde  de  Re- 
villagigedo,  en  la  iglesia  del  Hospital  de  Jesús,  de  que  era  funda- 
dor y  patrono  aquel  ilustre  conquistador. 

Ofendida  la  delicadeza  del  ministro  de  relaciones,  por  ciertas  in- 
culpaciones que  injustamente  se  le  habian  hecho  en  el  público,  y 
por  haber  hecho  correr  por  distinta  cuerda  un  negocio  que  corres- 
pondia  al  ministerio  de  su  cargo,  presentó  su  dimisión  el  5  de  No- 
viembre de  dicho  año  de  23,  y  al  siguiente  dia,  todos  los  emplea- 
dos del  ministerio  hicieron  un  ocurso  al  gobierno,  suplicándole  no 
admitiese  la  renuncia  de  Alaman,  pues  su  prontitud  y  acierto  en 
el  despacho,  el  tino  con  que  habia  dirigido  los  más  delicados  ne- 
gocios que  habian  -ocurrido  en  las  difíciles  circunstancias  en  que 
áe  habia  visto  la  patria,  su  amor  á  esta,  su  celo  por  el  bien  y  feli- 
cidad pública,  y  el  conjunto  de  circunstancias  de  todas  clases  que 
lo  adornaban,  les  hacían  sentir  demasiado  su  separación.  '»V.  A. 
"ha  visto  (decían  en  dicho  ocurso)  su  desinterés  y  probidad:  la 
"Nación  ha  visto  un  funcionario  dedicado  exclusivamente  á  las  ta- 
rreas de  su  ministerio,  y  ha  palpado  el  celo  que  lo  anima  por  su 
»»prosperidad  y  engrandecimiento.  Sus  conocimientos  adquiridos 
"en  los  viajes  á  Europa,  los  ha  tomado  'en  objetos  útiles  á  la  pa- 
"tria,  y  aunque  parezca  aventurarnos,  creemos  que  difícilmente 
"podrá  reemplazársele,  n 

Este  ocurso  de  los  empleados  del  ministerio,  es  quizá  la  califi- 
cación más  honorífica  que  pueda  hacerse  de  la  conducta  de  Ala- 
man en  aquel  cargo,  y  muestra  el  afecto  que  le  profesaban  sus  su- 


16  HISTORIA  DE  MJ^.XICO. 

balternos,  afecto  que  supo  granjearse  en  todos  los  que  desempeñó. 

El  Pod^r  ejecutivo,  desde  antes,  se  había  negado  ya  á  admitir  la 
reifuncia,  dando  al  mismo  tiempo  una  cumplida  satisfacción  á  Ala- 
man,  con  lo  que  se  vio  precisado  á  continuar  en  el  ministerio,  bien 
que  por  poco  tiempo,  pijes  á  consecuencia  de  la  revolución  del  ge- 
neral Lobato,  hizo  nueva  renuncia,  la  que  le  fué  admitida  en  Ene- 
ro de  1824.  Bien  pronto  se  echó  de  ver  la  falta  que  hacia  Alaman, 
y  en  13  de  Mayo  siguiente  se  le  volvió  á  nombrar  ministro  de  re- 
laciones, expresándose  en  el  oficio  en  que  se  le  comunicó  este  nom- 
bramiento, que  antes  se  le  habia  admitido  la  renuncia  por  haberla 
presentado  repetidas  veces;  pero  se  habia  hecho,  "sintiendo  la  pér- 
lidida  que  la  patria  sufría  con  la  separación  de  un  ministro  tan  ap- 
»»to  como  justificado,  y  que  como  el  transcurso  del  tiempo  no  ha- 
"bia  hecho  más  que  confirmar  este  concepto,  se  ponia  de  nuevo  á 
»su  cargo  un  ministerio,  cuyos  deberes  habia  llenado  tan  cumpli- 
damente, h 

El  siniestro  rumbo  que  las  cosas  fueron  tomando,  y  el  haber 
puesto  el  presidente  Victoria  todo  en  manos  de  la  facción  llamada 
de  los  yorkinos,  causó  el  que  Alaman  volviese  á  renunciar  el  mi- 
nisterio, separándose  de  ól  en  27  de  Setiembre  de  1825.  Antes  de 
su  salida,  sus  enemigos,  empeñados  en  perseguirle,  presentaron 
contra  él  en  el  senado  dos  acusaciones,  que  fueron  desechadas. 

Lejos  Alaman  de  los  negocios  públicos,  se  dedicó  enteramente 
á  la  dirección  de  la  Compaüía  Unida  de  minas,  que  tuvo  á  su  car- 
go hasta  1830,  haciendo  con  este  motivo  varios  viajes  á  diversos 
puntos  de  la  República,  emprendiendo  establecer  en  el  cerro  de 
Mercado,  cerca  de  Durango,  la  primera  ferrería  que  ha  habido  des- 
pués de  la  independencia,  y  ejecutando  otras  obras  importantes 
como  la  conclusión  del  tiro  general  de  la  mina  de  Bayas,  estable- 
ciendo, por  último,  eu  México,  el  Apartado  por  medio  del  ácido 
sulfúrico,  que  como  antes  vimos  fué  uno  de  los  primeros  proyec- 
tos de  nuestro  D.  Lúeas. 

Por  este  mismo  tiempo,  el  duque  de  Terranova  y  Monteleone 
encargó  á  Alaman  la  administración  de  sus  bienes,  que  consistían 
en  el  antiguo  marquesado  del  Valle  de  Oaxaca,  y  la  de  los  pertene- 
cientes al  Hospital  de  Jesús,  de  cuyo  piadoso  establecimiento  es 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  l7 


patrono,  como  descendiente  de  su  fundador.  Esta  administración 
en  las  circunstancias  era  bien  difícil,  estando  atacados  violentamen- 
te aquellos  bienes,  como  procedentes  de  la  Conquista,  y  pertene- 
cientes á  un  descendiente  de  Cortés,  título  que  debiera  ser  respe- 
table, y  que  las  preocupaciones  hacían  odioso.  En  la  cámara  de  di- 
putados se  presentó  un  proyecto  de  decreto,  para  que  se  declara-  "* 
se  pertenecer  á  la  Nación  los  indicados  bienes,  lo  que  no  se  llevó 
á  cabo,  merced  á  la  representación  que  con  ese  fin  hizo  Alaman  á 
la  misma  cámara,  cuyo  documento  está  lleno  de  noticias  curiosas,. 
y  demuestra  la  capacidad  de  su  autor,  aun  tratando  puntos  de  de- 
recho, que  eran  ágenos  á  su  profesión. 

Aunque  siempre  se  habian  administrado  con  pureza  las  ren- 
tas del  Hospital  de  Jesús,  se  habia  tenido  empeño  en  redimir 
los  capitales  con  que  sus  fincas  estaban  gravadas,  destinando  á  es- 
te objeto  todos  los  sobrantes;  descuidando,  entre  tanto,  la  asisten- 
cia de  ks  enfermos,  de  los  que  no  habia  mas  que  doce  permanen- 
tes y  tres  eventuales,  cuando  Alaman  tomó  á  su  cargo  la  adminis- 
tración de  los  bienes.  Los  permanentes  lo  eran  tanto,  que  más  bien 
que  enfermos  que  se  recibian  para  su  curación,  eran  pobres  con 
enfermedades  crónicas,  que  se  mantenian  allí  toda  su  vida,  siguién- 
dose de  aquí  fuese  muy  reducido  el  número  de  personas  que  dis- 
frutasen los  beneficios  que  se  propuso  el  ilustre  fundador  de  aquel 
establecimiento.  Alaman  duplicó  el  número  de  camas  para  la  asis- 
tencia de  los  pobres  enfermos,  procurando  se  hiciese,  no  solo  con 
cuidado,  sino  con  esmero,  y  arregló  de  tal  manera  la  administra- 
ción de  sus  rentas,  que  no  solo  bastasen  para  las  atenciones  dia- 
rias, sino  para  amortizar  gradualmente  los  c&,pitales  que  reconocía, 
haciendo  al  mismo  tiempo  que  no  se  recibiesen  sino  enfermos  sus- 
ceptibles de  curación,  y  formando  los  planes  de  mejora  y  au- 
mento, que  se  iban  realizando  según  el  que  las  rentas  fueron  te- 
niendo, cuando  los  sucesos  del  año  de  1833  vinieron  á  cambiar  el 
destino  de  la  fundación. 

Amigo  siempre  de  la  verdadera  y  sólida  instrucción,  sua.  amista- 
des privadas  con  sabios  respetables  de  Francia,  procuraron  en  esta 
época  al  colegio  de  Guanajuato  una  buena  colección  de  máquinas 
para  la  enseñanza  de  las  ciencias  exactas  y  una  selecta  biblioteca. 

TOMO  I. — 3 


18  HISTOEIA.BE  MÉXICO. 

Además  de  tantas  ocupaciones,  y  algunas  de  ellas  tan  complica- 
das, tenia  que  atender  á  las  personales  y  al  cuidado  de  su  familia, 
habiendo  contraido  matrimonio  el  ano  de  23  con  la  Sra.  Doña  Nur- 
cisa  García  Castrillo,  llenando  cumplidamente  tantos  deberes,  por 
la  laboriosidad  que  siempre  lo  distinguió. 

Entre  tanto,  la  Nación  había  quedado  enteramente  en  manos 
del  partido  conocido  con  el  nombre  de  yorkino,  y  habia  sufrido  to- 
dos los  excesos  a  que  éste  ha  acostumbrado  abandonarse  siempre 
que  se  ha  apoderado  del  mando.  La  expulsión  de  los  españoles,  el 
escándalo  de  Ja  revolución  de  la  Acordada,  y  tantos  otros  atenta- 
dos habian  producido  un  profundo  disgusto,  que  díó  por  resultado 
la  reacción  conocida  con  el  nombre  de  nPlan  de  Jalapa,  n  procla- 
mado por  el  vicc-presidente  Bustamante  con  las  tropas  del  ejército 
de  reserva,  acuartelado  en  aquella  ciudad. 

Corta  resistencia  pudo  oponer  el  gobierno  del  general  Guerrero, 
pues  fatigada  la  gente  sensata  con  tanto  desorden,  deseaba  un  cam- 
bio, y  el  plan  que  so  Imbia  proclamado  encontró  general  apoyo  y 
aceptación.  Secundada  la  revolución  en  la  capital  de  la  República, 
entró  á  ejercer  el  mando,  conforme  á  la  Constitución,  por  no  estar 
reunido  el  congreso,  el  presidente  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia 
D.  Pedro  Velez,  con  dos  asociados,  nombrados  por  el  consejo  de 
gobierno,  que  fueron  el  general  Quintanar  y  D.  Lúeas  Alaman,  en 
quien  de  hecho  vino  á  recaer  el  gobierno  en  los  pocos  dias  que  du- 
ró bajo  esta  forma^  pues  Quintanar  deferia  siempre  al  parecer  del 
otro  asociado,  y  Velez  era  indeciso  para  el  despacho  de  los  ne- 
gocios. 

El  1.^  de  Enero  de  1830,  entró  al  ejercicio  del  poder  ejecutivo  el 
general  Bustamante,  y  llamó  á  desempeñar  el  ministerio  de  reía- 
cienes  á  Álaman.  No  corresponde  á  la  naturaleza  de  este  opúscu- 
lo juzgar  a  aquella  administración  en  que  tanto  influjo  tuvo  Ala- 
man, por  lo  que  dejamos  este  cuidado  á  la  posteridad,  la  que  sin 
duda,  le  tributará  toda  la  justicia  que  so  le  debe,  y  nos  limitare- 
mos á  mencionar  las  providencias  en  que  Alaman  tuvo  una  parte 
más  directa. 

Sus  primeros  pasos  en  el  ministerio,  tuvieron  por  objeto  el  res- 
tablecimiento del  crédito  en  los  países  extranjeros,  cosa  que  con 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  19 


razón  reputaba  de  la  mayor  importancia,  y  que  se  hubiera  conse- 
guido, si  la  revolución  del  año  de  1833  no  hubiera  estorbado  llevar 
á  cabo  la  ventajosa  transacción  celebrada  con  los  acreedores,  con- 
forme á  las  instrucciones  dadas  por  Alaiman,  valiéndose  éste,  ade- 
más, de  sus  relaciones  particulares  con  una  casa  muy  principal  de 
Londres.  Otro  asunto  habia  de  graves  consecuencias  para  la  Re- 
pública, y  en  que  el  nuevo  ministro  fijó  inmediatamente  su  aten- 
ción. Este  era  el  de  la  colonización  de  Tejas,  en  la  que  Alaman 
previo  la  causa  de  todos  los  desastres  que  después  ha  sufrido  la  • 
República,  y  para  evitarlos,  consiguió  diese  el  congreso  la  ley  de  ' 
6  de  Abril  de  1830,  cuya  iniciativa  escribió  y  presentó,  bastando 
por  sí  sola  para  crear  su  reputación  como  político,  por  la  claridad 
y  precisión  con  que  manifiesta  las  miras  y  manejos  secretos  de  los 
Estados  Unidos,  para  absorber  poco  á  poco  toda  la  República.  Con 
el  mismo  fin  de  evitar  esto,  concluyó  un  tratado  en  que  los  Esta- 
dos Unidos  reconocian  los  mismos  límites  que  se  habian  estable- 
cido con  España,  in\  el  celebrado  en  1819  por  D.  Luis  de  Onis. 

El  descuido  que  en  las  administraciones  anteriores  habia  habido 
acerca  de  las  obras  del  desagüe,  las  habia  reducido  á  un  estado  rui- 
noso, y  la  capital  estaba  en  peligro  inminente  de  una  inundación: 
nuestro  D.  Lúeas  emprendió  su  reparación  con  el  mayor  empeño, 
visitando  por  sí  mismo  los  trabajos,  y  para  que  en  lo  sucesivo  no 
se  repitiese  aquel  peligro,  propuso  al  congreso  el  establecimiento 
de  una  dirección  de  trabajos  del  desagüe,  y  que  se  continuasen  has- 
ta verificar  el  desagüe  directo,  de  que  tan  gran  beneficio  resultaría 
á  todo  el  valle  de  México. 

Extendiéndose  á  todos  los  ramos  el  cuidado  del  ministro  de  re- 
laciones, solicitó  y  obtuvo  del  congreso  se  asignasen  de  los  produc- 
tos de  la  aduana  fondos  suficientes  á  las  cárceles  y  hospitales  pú- 
blicos de  la  capital  que  no  los  tenian,  gravitando  su  subsistencia 
sobre  los  municipales,  é  igualmente  obtuvo  se  consignase  al  Mu- 
seo y  Academia  el  edificio  de  la  Inquisición,  restituido  á  su  antiguo 
uso  por  el  gobierno  que  succedió  al  de  Bustamante,  destinándolo 
á  prisión  de  Estado. 

Como  la  opinión  de  Alaman  no  fué  nunca  destruir  lo  existente 
para  pretender  después  establecerlo  enteramente  de  nuevo,  sino 


20  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

aprovechar  lo  ya  establecido  modificándolo  y  perfeccionándolo,  de- 
seando regularizar  la  instrucción  pública  propuso  un  plan  por  el 
cual  se  destinaba  el  colegio  Seminario  á  la  enseñanza  de  las  ciencias 
eclesiásticas,  conforme  á  su  instituto;  el  de  San  Ildefonso,  á  la  del 
derecho,  ciencias  políticas  y  económicas,  y  literatura  clásica;  el  de 
Minería  á  la  de  las  ciencias  físicas  y  matemáticas,  agregando  allí 
*  algunos  ramos  generales,  que  por  no  ser  de  una  aplicación  inme- 
diata á  las  minas,  no  se  cultivaban  con  toda  la  extensión  necesaria, 
contribuyendo  para  elk»  el  gobierno  con  alguna  parte  de  los  gastos, 
por  no  ser  justo  que  los  reportasen  solo  los  mineros,  siendo  el  co- 
legio de  utilidad  general;  y  por  último,  el  de  San  Juan  de  Letran 
quedaba  destinado  á  las  ciencias  médicas,  aplicándose  los  fondos 
del  de  San  Gregorio,  que  ya  no  tenia  objeto,  y  los  del  colegio  do 
Santos,  á  pagar  las  cátedras  que  fuese  preciso  aumentar  en  los  otros 
colegios  y  los  gastos  de  una  Dirección  general  de  estudios,  que  ten- 
dría por  objeto  la  ejecución  de  este  nuevo  plan  y  el  nombramiento 
de  los  profesores.  Aunque  este  proyecto  se  llevó  en  parte  á  cabo 
por  la  administración  establecida  á  consecuencia  del  plan  de  Zava- 
leta,  se  hizo  sin  mentar  el  nombre  de  su  verdadero  autor  y  come- 
tiendo un  atentado  para  procurarse  fondos. 

Persuadido  por  otra  parte  de  los  inconvenientes  que  se  seguían  de 
que  no  hubiese  abierta  á  la  juventud  mas  carrera  que  la  eclesiásti- 
ca y  la  del  foro,  lo  que  producía  que  muchos  jóvenes  de  poca  for- 
tuna, dedicándose  á  la  segunda,  so  encontraban  al  fin  sin  medios 
de  subsistencia,  y  para  procurárselos,  ó  bien  inquietaban  á  los  pue- 
blos de  indígenas  alucinándolos  con  pretensiones  injustas  sobre 
tierras,  ó  asaltaban  los  escaños  de  las  legislaturas;  para  remediar  es- 
te mal  se  ocupó  con  empeño  en  plantear  una  escuela  de  artes  me- 
cánicas, á  la  que  se  asignaron  fondos;  pero  no  llegó  á  establecerse 
por  el  trastorno  que  sobrevino  con  la  revolución,  bien  que  poste- 
riormente teniendo  á  su  cargo  la  Dirección  de  industria  volvió  á 
trabajar  en  ello  como  veremos  á  su  tiempo. 

Las  misiones  do  Californias  no  habían  recibido  auxilios  ningunos 
pecuniarios  hacia  mucho  tiempo,  y  los  fondos  destinados  atan  pia- 
doso objeto  habían  sido  enteramente  descuidados,  en  términos  que 
los  inquilinos  de  algunas  casas  de  su  propiedad  no  sabían  ni  á  quién 


HISTORIA   DE   MÉXICO.  21 

Dertenecian  éstas  ni  habían  pagado  renta  largo  tiempo  hacia.  Ala- 
man  arregló  la  administración  de  estos  bienes  y  á  él  debieron  los 
apóstoles  del  cristianismo  y  de  la  civilización,  empezarla  percibir 
los  auxilios  de  que  hablan  carecido  por  muchos  años. 

Para  balancear  en  la  riqueza  pública  la  decadencia  de  la  minería 
que  consideraba  inevitable,  se  esforzó  en  crear  ramos  productivos, 
dando  impulso  especialmente  á  la  industria  y  á  la  agricultura.  Con 
tal  objeto  se  erigió  el  Banco  de  Avío,  proponiéndolo  al  congre- 
so nuestro  D.  Lúeas:  por  su  empeño  y  eficacia  se  levantaba  al  mis- 
mo tiempo  una  fundición  de  fierro  en  el  vallo  de  las  Amilpas,  tres 
fábricas  de  algodón  en  Tlalpam,  Puebla  y  Celaya,  y  una  de  pa- 
ños en  Querétaro:  pronto  debían  de  establecerse  dos  fábricas  de 
papel,  y  habían  llegado  ya  á  México  varios  telares  para  medias  con 
un  maestro  de  ese  arte.  De  Francia  se  hizo  trasladar  un  número 
considerable  de  ovejas  merinas  y  cabras  del  Thivot,  y  se  contrató  la 
conducción  de  camellos  de  África,  remitiéndose  igualmente  fondos 
al  Perú  para  traer  las  especies  de  ganado  propias  de  aquel  país  y 
que  se  propagarian  en  México  con  facilidad  y  provecho.  Comenzá- 
ronse á  formar  crías  de  gusanos  de  seda,  fomentándose  el  plantío 
de  moreras,  y  el  fomento  dado  al  ramo  de  la  cera,  hacia  multipli- 
car las  colmenas  en  muchas  partes. 

No  solo  los  ramos  de  utilidad  fijaron  su  atención:  ésta  se  dedicó 
también  á  aquellos  que  son  el  adorno  del  espíritu  ó  que  procuran 
un  recreo  digno  de  la  civilización  de  una  gran  capital.  Para  lo  pri- 
mero cuidó  de  que  se  escribiese  un  periódico  puramente  literario,  el 
Registro  trimestre,  destinado  á  despertar  él  gusto  de  las  antigüeda- 
des, de  la  buena  literatura  y  de  las  ciencias;  y  para  lo  segundo  pro- 
curó el  establecimiento  de  un  teatro  en  la  capital,  cual  nunca  lo  ha- 
bía habido  en  ella. 

Tales  fueron,  en  compendio,  las  operaciones  de  Alaman  en  el  mi- 
nisterio de  relaciones  durante  la  administración  del  general  Busta- 
mante,  en  cuya  época  México  pudo  concebir  la  esperanza  de  ser 
una  nación  poderosa  y  floreciente,  y  parecía  haber  llegado  la  época 
de  ventura  que  se  prometían  los  que  proclamaron  la  Independen- 
cia y  que  los  enemigos  de  ella  consideraban  como  una  quimera. 

Extraño  p. crecerá  que  la  recompensa  de  tantos  é  importantes  ser- 


22  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

vicios  fuese  una  atroz  persecución,  en  la  que  se  procuró  destruir 
cuanto  habia  hecho  Alaman;  se  arruinaron  sus  intereses  y  sus  ene- 
migos no  hubieran  quedado  satisfeclios  sino  con  un  asesinato  jurí- 
dico; pero  esto  se  explica  con  el  espíritu  de  partido  y  el  furor  de 
las  faccciones. 

Consumada  con  el  convenio  celebrado  en  la  hacienda  de  Zavale- 
ta  en  23  de  Diciembre  de  1832  la  revolución  iniciada  en  Veracruz, 
con  el  pretexto  de  pedir  el  cambio  del  ministerio,  y  que  continuó 
á  pesar  de  la  separación  de  los  ministros,  éstos  quedaron  abando- 
nados á  las  venganzas  del  partido  a  cuyas  manos  se  entregaba  a  la 
República,  por  aquel  convenio,  en  que  se  atendió  á  asegurar  los 
empleos  y  grados  militares  dados  por  una  y  otra  de  las  partes  beli- 
gerantes, pero  de  ninguna  manera  se  proveyó  a  la  segm'idad  de  los 
ministros,  que  sin  duda  iban  á  ser  el  blanco  de  las  iras  del  partido 
vencedor. 

Instalado  el  nuevo  gobierno,  quedó  la  dirección  de  los  negocios 
al  cuidado  del  vice-presidente,  por  haber  tomado  el  presidente  el 
mando  del  ejército,  y  como  aquel  profesaba  las  ideas  del  liberalis- 
mo mas  exagerado  y  era  secundado  por  un  congreso  compuesto  de 
hombres  de  su  facción,  se  dejó  arrastrar  ciegamente  por  el  espíritu 
de  partido  y  constituyó  una  época  de  funesto  recuerdo  para  la  Re- 
pública,  en  que  los  excesos  de  la  impiedad  se  mezclaron  con  los  de 
la  licencia  mas  desenfrenada  y  la  tiranía  demagógica. 
-  Buena  parte  de  las  calamidades  de  aquella  época  cupo  á  Ala- 
man: presentada  al  congreso  en  Abril  de  1833  una  acusación  con- 
tra el  ministerio  del  general  Bustamante  y  admitida  por  la  cáma- 
ra de  diputados,  pasó  á  la  sección  del  gran  jurado,  la  que  comenzó 
á  formar  el  proceso  instructivo  con  tal  empeño,  que  se  habilitaron 
desde  luego  los  dias  y  las  horas,  manifestando  todas  las  actuacio- 
nes un  empeño  decidido  para  acumular  acusaciones  sobre  acusa- 
ciones; y  niuy.  lejos  de  limitarse  como  debia  á  instruir  la  que  habia 
sido  admitida,  abrió  un  campo  ilimitado  á  la  calumnia  y  á  la 
venganza,  recibiendo  todas  las  que  de  nuevo  quisieron  hacer  diver- 
sas personas.  En  todos  sus  procedimientos  mostró  la  sección  del 
gran  jurado  que  era  movida  únicamente  por  un  espíritu  de  ven- 
ganza: amontonó  los  cargos  más  absurdos  y  otros  completamen- 


HISTORIA  DE   MÉXICO,  23 


te  desvanecidos  por  documentos  intachables;  consideró  como  prue- 
bas el  testimonio  aislado  de  un  testigo,  la  reticencia  estudiada  de 
personas  insignificantes;  en  una  palabra,  admitió  todo  lo  que  podia 
conducir  á  que  so  declarase  habia  lugar  á  la  formación  de  causa 
contra  todos  los  ministros  acusados,  que  fué  con  lo  que  terminó  el 
dictamen  presentado  por  dicha  sección. 

Así  se  declaró  por  la  cámara  erigida  en  gran  jurado,  excepto  so- 
lamente en  cuanto  al  ministro  de  hacienda,  con  la  circunstancia  de 
que  los  únicos  dos  diputados  que  con  respecto  á  Alaman  votaron 
por  la  negativa^,  retractaron  en  seguida  su  voto,  quizá  por  no  ha- 
cerse criminales  con  los  de  su  partido. 

Todas  estas  formas  legales  con  que  se  vestian  los  procedimien- 
tos no  eran  más  que  el  disfraz  con  que  se  pretendía  ocultar  una 
venganza  calculada  á  sangre  fria.  Para  facilitarla  se  habia  cuidado 
de  preparar  la  opinión  por  medio  de  los  periódicos,  y  necesi- 
tando jueces  que  condenasen  á  los  acusados  y  no  que  los  juzgasen, 
conociendo  que  los  magistrados  que  componían  la  Suprema  Corte 
d©  Justicia  no  se  dejarían  arrastrar  del  espíritu  de  partido,  inten- 
taron contra  varios  de  ellos  diversas  acusaciones  y  formaron  un 
tribunal  supletorio  de  jueces  interinos,  por  la  premeditada  suspen- 
sión ó  vacante  natural  de  los  propietarios,  siendo  elegidos  ilegal-» 
mente  los  que  los  sustituyeron. 

Ninguno  de  estos  manejos  se  ocultaba  á  Alaman,  y  usando  del 
derecho  que  todo  hombre  tiene  de  defender  su  vida  injustamente 
amenazada,  tomó  el  único  recurso  que  le  quedaba,  que  era  ocultar- 
se, mientras  pasaba  la  borrasca  y  podia  hallar  jueces  donde  no  mi- 
raba más  que  acusadores.  Despechados  sus  enemigos  porque 
se  les  escapase  de  las  manos  la  víctima  que  tanto  deseaban  inmo- 
lar,  dictaron  providencias  eficaces  para  lograr  su  aprehensión,  li- 
brándose órdenes  estrechas  á  los  gobernadores  y  comandantes  ge- 
nerales para  que  solicitasen  por  todas  partes  y  asegurasen  la  per- 
sona de  Alaman,  y  aun  las  autoridades  del  Estado  de  Querétaro 
pagaron  á  sus  espensas  hombres  que  recorriesen  el  camino  por  don- 
de presumían  habia  de  pasar  para  trasladarse  á  Guanajuato,  y  en 
aquella  ciudad  varios  jóvenes  perdidos  formaron  una  especie  de 
junta  que  tomó  á  su  cargo  esiñonar  las  casas  y  parajes  en  que 
presumían  podia  haberse  ocultado. 


y 


24  HISTORIA  DE   MÉXICO. 

Fácil  será  suponer  los  muchos  padecimientos  de  Alaman  du- 
rante* su  ocultación  por  más  de  un  ano.  Separado  do  su  esposa  y 
de  sus  hijos,  mientras  que  una  peste  asoladora  hacia  desaparecer 
en  pocas  horas  familias  enteras,  y  arruinados  sus  intereses,  llegaba 
á  sus  oidos  la  noticia  del  destierro  de  los  buenos,  del  despojo  del 
santuario,  y  el  rumor  de  la  guerra  civil. 

Una  nueva  reacción  hizo  cesar  aquel  orden  de  cosas  y  Alaman 
pudo  salir  de  su  reclusión,  conociendo  bien  pronto  que  nada  ha- 
bía perdido  su  reputación  en  el  concepto  público  á  pesar  de  los  es- 
fuerzos de  sus  enemigos,  pues  el  Estado  de  Guanajuato  lo  nombró 
diputado  al  nuevo  congreso  que  entonces  se  convocó,  bien  que  no 
llegó  á  ejercer  ese  cargo  por  estar  pendiente  aún  la  causa,  que  se 
terminó  el  año  de  do'  1835,  siendo  absuelto  por  la  Suprema  Corte 
de  Justicia  constituida  legítimamente. 

En  1836,  siendo  presidente  interino  de  la  República  el  Sr.  D. 
José  Justo  Corro,  deseando  arreglar  las  relaciones  con  Francia,  ha- 
ciendo las  modificaciones  convenientes  al  tratado  celebrado  con 
aquel  reino  el  año  de  32,  y  que  no  habia  sido  ratificado  todavía, 
confirió  tan  delicado  encargo  á  nuestro  D.  Lúeas,  nombrándolo  ple- 
nipotenciario por  parte  de  México,  siéndolo  por  la  de  Francia  el 
Barón  Defíaudis  cuyas  excesivas  pretensiones,  de  que  no  quiso  de- 
sistir por  estar  prevenidas  en  sus  instrucciones,  según  dijo,  hicie- 
ron imposible  todo  arreglo. 

En  el  mismo  año  formó  compañía  con  los  Sres.  Legrand  herma- 
nos, con  objeto  de  establecer  en  las  inmediaciones  de  Orizaba  una 
fábrica  de  hilados^y  tejidos  de  algodón,  que  del  nombre  del  lugar 
en  que  se  construyó  tomó  el*de  Cocolapan.  Al  mismo  tiempo  for- 
mó en  Celaya  otra  de  tejidos  ordinarios  de  algodón  y  una  de  hila- 
do de  lana.  Con  estas  empresas  no  solamente  se  lisonjeaba  de  re- 
poner las  pérdidas  que  habia  resentido  en  sus  intereses  durante  la 
persecución  que  habia  sufrido,  sino  que  también  se  abria  un  vasto 
campo  á  su  carácter  laborioso  y  propenso  á  introducir  mejoras  y 
adelantos;  pero  todas  ellas  tuvieron  un  éxito  desgraciado. 

La  demasiada  extensión  que  se  dio  á  la  negociación  de  Cocola- 
pan; por  lo  que  se  necesitaron  más  fondos  de  los  que  se  habían  cal- 
culado, y  el  precio  exorbitante  que  tomó  el  algodón  en  rama,  hicie- 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  25 

ron  necesario  tomar  dinero  al  fuerte  interés  de  uno  y  medio  ó  dos 
por  ciento  mensual,  con  lo  que  abrumada  la  empresa,  tuvo  que  sus- 
pender sus  pagos.  Aunque  Alaman  era  solo  socio  en  comandita, 
teniendo  sobre  sí  la  responsabilidad  de  las  libranzas  que  habia  acep- 
tado para  fomento  de  la  negociación,  se  halló  envuelto  en  la  rui- 
na de  ésta.  Una  persona  que  no  hubiese  tenido  la  probidad  y  pun- 
donor de  Alaman  fácilmente  se  habría  libertado  de  ella:  en  Agos- 
to de  1839,  un  año  antes  de  la  referida  suspensión  de  pagos,  se  ha- 
bia derogado  la  ley  inmoral  de  1833,  que  no  sujetaba  el  mutuo  usu- 
rario á  más  límites  que  los  que  se  estableciesen  en  los  mismos  con- 
venios que  acerca  de  él  se  celebrasen,  de  suerte  que  las  leyes  mis- 
mas que  prohibían  bajo  severas  penas  el  interés  que  excediese  de 
medio  por  ciento  a)  mes,  presentaban  el  medio  de  salvarse  de  tan 
grave  compromiso;  pero  Alaman  creyéndolo  indecoroso,  prefirió  de- 
jar perecer  la  fábrica  y  pasar  por  la  maledicencia  que  todo  esto  trae 
consigo,  IX  faltar  á  óu  palabra  y  á  su  firma.  Sus  acreedores,  á  cuya 
disposición  puso  todos  sus  bienes,  en  un  convenio  que  ellos  mis- 
mos formaron,  le  dejaron  los  que  le  pertenecían  en  lo  particular,  y 
se  contentaron  con  tomar  solo  la  fábrica  de  Cocolapan,  en  la  que 
todavía  le  dejaron  una  parte,  á  condición  sin  embargo  de  enterar 
una  suma  que  satisfizo.  Las  desavenencias  que  se  suscitaron  entre 
los  mismos  acreedores  fueron  causa  de  que  la  empresa  no  siguiese 
adelante  y  la  vendiesen,  así  como  Alaman  tiivo  también  que  ven- 
der las  fábricas  que  habia  establecido  en  Celaya. 

Después  de  terminar  la  narración  de  las  empresas  industriales  de 
nuestro  D.  Lúeas  y  de  su  mal  éxito,  volvamos  á  la  época  en  que 
las  emprendió,  pues  hemos  anticipado  la  relación  de  algunos  suce- 
sos por  no  interrumpir  aquella. 

La  Constitución  formada  después  de  la  reacción  que  arrancó  el 
poder  de  manos  de  los  demagogos  y  conocida  con  el  nombre  de  Las 
siete  leyes,  establecía  un  consejo  de  gobierno,  cuyos  miembros  eran 
nombrados  por  el  presidente,  el  cual  confirió  este  empleo  á  Ala- 
man, quien  fué  electo  vice-presidente  de  aquel  cuerpo  por  el  con- 
greso. Ciertamente  no  se  ocultaban  al  gobierno  los  servicios  que 
podía  prestar  en  ese  cargo,  pero  creyendo  más  importantes  los  que 
prestaria  como  ministro  plenipotenciario  en  Francia,  lo  nombró  pa- 

TOMO  I,— 4 


26  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

ra  tal  puesto,  que  renunció  por  motivos  de  familia,  á  pesar  de 
ser  conforme  a  sus  deseos.  También  fué  incluido  en  las  ternas  pa- 
ra presidente  de  la  República  que  formaron  el  gobierno  y  el  con- 
greso, habiéndole  dado  su  voto  el  Departamento  de  Monterey. 

En  el  consejo  de  gobierno  permaneció  hasta  que  fué  extinguido 
á  consecuencia  de  la  nueva  revolución  de  1841,  y  aunque  después 
se  formó  un  nuevoconsejo  no  se  le  colocó  en  él.  Desempeñó  las  fun- 
ciones de  consejero  con  la  dedicación  en  él  acostumbrada,  y  con  el 
valor  civil  y  sano  juicio  que  lo  distinguian,  sostuvo  con  el  mayor 
empeño  que  debia  admitirse  la  mediación  de  Inglaterra  para  el  re- 
conocimiento de  la  independencia  de  Tejas;  con  este  fin  extendió  un 
luminoso  y  fundado  dictamen  que  fué  reprobado  por  el  consejo, 
sustituyéndose  con  otro  que  de  acuerdo  con  Jas  ideas  dominantes 
extendió  la  nueva  comisión  á  que  se  pasó  ese  grave  asunto.  El  re- 
sultado de  la  guerra  con  los  Estados-Unidos  en  1847  justificó  ple- 
namente la  opinión  de  Alaman. 

En  medio  de  las  desazomes  consiguientes  á  la  complicación  de 
los  negocios  de  Cocolapan,  tuvo  Alaman  la  satisfacción  de  que  el 
dia  23  de  Abril  de  1841  se  volviese  á  abrir  á  los  pobres  enfermos 
el  hospital  de  Jesús,  cuyos  bienes  hablan  sido  arbitrariamente  con- 
fiscados cuando  la  persecución  de  Alaman  en  el  año  de  1833,  y  que 
el  congreso  devolvió  á  su  piadoso  objeto  en  1835  reparando  de  es- 
ta manera  aquel  atentado.  Ya  hemos  visto  que  habia  aumentado 
hasta  veinticinco  el  número  de  camas,  reducido  á  doce  cuando  se 
encardó  de  la  administración  de  sus  bienes:  en  la  reorganización  del 
hospital  se  establecieron  cuarenta  camas,  habiéndose  hecho  par  ^ 
ello  en  lo  material  del  edificio  todas  las  obras  necesarias,  y  se  puso 
bajo  un  pié  de  servicio  tal,  que  puede  competir  con  los  mejores  es- 
tablecimientos de  su  clase,  habiéndose  además  mejorado  mucho  la 
iglesia  y  provístola  do  ornamentos. 

El  general  D.  Nicolás  Bravo,  siendo  presidente  interino  en  1842, 
encargó  á  Alaman  organizase  la  industria  fabril,  lo  que  ejecutó  ba- 
jo el  plan  de  la  ordenanza  que  el  gobierno  español  hizo  para  la  mi- 
nería, teniendo  en  esta  ocasión  su  complemento,  el  fomento  de  la 
industria  á  que  Alaman  dio  principio. en  1831  con  la  erección  de 
Banco  de  Avío.  A  propuesta  de  la  junta  general  de  industriales 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  27 

fué  nombrado  director  general  de  aquel  cuerpo,  pudiéndose  ver  en 
las  memorias  que  publicó  y  corren  impresas  los  adelantos  que  se 
obtuvieron,  así  como  las  representaciones  y  ocursos  hechos  al  go- 
bierno manifiestan  el  celo  con  que  desempeñó  ese  cargo.  Durante 
ese  tiempo  se  le  dieron  algunas  otras  comisiones  por  el  gobierno, 
como  hacer  la  liquidación  genei  al  de  la  deuda  exterior,  á  que  agre- 
gó una  relación  histórica  de  los  contratos  de  que  procede,  y  la  re- 
forma del  arancel  de  aduanas  marítimas  y  fronterizas,  para  lo  que 
se  nombró  una  comisión  de  que  Alaman  fué  presidente. 

Habiéndose  autorizado  al  gobierno  en  1844  para  la  compra  jdo 
una  ñnca  en  que  se  estableciese  la  Escuela  de  agricultura  y  para 
hacer  los  gastos  que  exigiese  el  establecimiento  de  la  misma  y  de 
la  de  artes,  Alaman  trabajó  eh  ello  con  empeño,  habiéndose  com- 
prado con  ese  objeto  la  hacienda  de  la  Ascensión  y  el  edificio  del 
antiguo  hospicio  de  San  Jacinto,  que  presentaban  grandes  venta^ 
jas  para  el  fin  á  que  se  destinaban,  frustrándose  el  llevar  á  cabo 
esta  empresa,  por  los  trastornos  y  revoluciones  posteriores. 

En  el  mismo  año  44  comenzó  á  publicar  las  "Disertaciones  so- 
bre la  historia  de  la  Kepública  Mexicana,  desde  la  conquista  hasta 
la  independencia,  t!  que  habia  comenzado  á  escribir  con  objeto  de 
leerlas  en  el  Ateneo  Mexicano,  y  que  además  del  mérito  literario 
y  noticias  curiosas  que  encierran,  tienen  el  muy  relevante  de  ha- 
berlas publicado  en  una  época  en  que  todavía  se  consideraba  como 
un  crimen  decir  la  verdad  en  las  cosas  concernientes  á  ki  conquis- 
ta, y  los  descendientes  de  los  conquistadores  se  creían  obligados  á 
profesarles  un  odio  mortal. 

La  revolución  de  1846  por  la  que  se  restableció  el  sistema  fede- 
ral, dio  grande  influjo  en  el  gobierno  á  los  enemigos  de  Alaman 
que  tanto  lo  habían  perseguido  en  1833.  Ahora  no  tenia  pretexto 
ninguno  para  hacerlo,  porque  hacia  tiempo  estaba  separado  de  los 
negocios  públicos:  sin  embaído,  para  mortificarlo  y  creyendo  sin  du- 
da sorprenderlo  en  un  mal  manejo,  el  gobierno  nuevamente  esta- 
blecido mandó  pasar  una  rigurosa  visita  á  las  oficinas  de  la  Direc- 
ción de  industria,  siendo  el  informe  que  dio  el  visitador  D.  Bernar- 
do González  Ángulo  la  mejor  vindicación  de  Alaman.  Igual  resul- 
tado tuvo  la  visita  que  practicó  al  hospital  de  Jesús  una  comisión 


28  HISTORIA  DE    MÉXICO. 

del  Ayuntamiento,  cuyo  cuerpo  estaba  formado  de  hombres  de 
aquel  mismo  partido.  En  el  informe  que  presentó  dijo  que  el  hos- 
pital de  Jesús  merecia  la  mayor  consideración  y  aprecio  del  Ayun- 
tamiento por  el  aseo,  limpieza  y  exactitud  eu  el  servicio  de  los  en- 
fermos, y  al  concluir  asentó  que  los  otros  hospitales,  excepto  el  de 
Jesús  y  exigian  mejoras, 

Refundida  la  Dirección  de  industria  en  la  de  colonización  por 
decreto  de  27  de  Noviembre  de  1846,  aunque  permanecieron  en  la 
nueva  oficina  todos  los  empleados  de  la  antigua,  Alaman  fué  sepa- 
rado de  ella,  siendo  este  quizá  el  principal  objeto  de  aquel  decreto. 
Reducido  nuevamente  á  la  vida  privada,  no  por  eso  dejó  de  prestar 
los  servicios  que  le  fueron  posibles,  y  cuando  los  desastres  de  la 
guerra  hacieron  temer  con  fundamento  que  la  capital  de  la  Repú- 
blica fuese  ocupada  por  el  ejército  de  los  Estados  Unidos,  tomó 
grande  empeño  en  que  se  pusiesen  en  salvo,  por  lo  menos,  los  do- 
cumentos más  importantes  del  archivo  general.  Durante  la  perma- 
nencia de  las  tropas  norte-americanas  en  la  ciudad  se  mantuvo 
alejado  de  todos  los  negocios  públicos,  habiéndole  manifestado  el 
mayor  aprecio  varios  de  los  principales  jefes  de  aquel  ejército,  con 
quienes  tuvo  relaciones,  con  el  decoro  y  reserva  que  exigia  su  cua- 
lidad de  mexicano,  y  cuyas  relaciones  aprovechó  para  libertar  al 
hospital  de  Jesús  de  ser  ocupado  por  los  invasores. 

Habiéndose  mandado  renovar  en  totalidad,  en  1849,  el  Ayunta- 
miento de  México,  Alaman  fué  nombrado  presidente  de  este  cuer- 
po, por  elección  popular,  que  por  entonces  ganó  el  partido  com- 
puesto de  la  gente  más  respetable  de  la  ciudad,  y  á  ella  pertenecian 
todos  los  individuos  nombrados  para  componer  el  nuevo  Ayuntf^- 
miento.  Este,  en  los  pocos  meses  que  duró,  estableció  el  orden  en 
la  administración  de  los  fondos,  mejoró  el  servicio  de  las  cárceles 
y  hospitales,  y  se  ocupaba  de  otros  proyectos  muy  útiles  á  la  po- 
blación, en  todo  lo  cual  tenia  Alaman  la  parte  que  le  correspondia 
y  la  principal  en  las  materias  de  hacienda,  de  cuya  comisión  es  pre- 
sidente nato  el  de  la  corporación,  cuando  el  -general  Arista,  minis- 
tro de  la  guerra  á  la  sazón,  y  que  pretendia  ser  presidente  de  la 
República,  con  el  apoyo  de  D.  José  Joaquin  de  Herrera  que  lo  era 
entonces,  viendo  que  no  obtendría  .  el  voto  de  México,  mientras 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  29 

permaneciese  aquel  Ayuntamiento,  suscitó  una  asonada  de  la  gen- 
te más  perdida,  la  que  cometió  varios  excesos  en  las  calles,  sin  que 
el  gobierno  general  ni  el  del  Distrito  tratasen  de  evitarlo,  por  lo 
que  el  Ayuntamiento  todo  presentó  una  enérgica  renuncia  que  le 
fué  admitida. 

El  dia  de  tan  escandaloso  motin  dio  Alaman  una  prueba  del  va- 
lor civil  de  que  estaba  dotado^  pues  á  pesar  de  que  princijpalmente 
contra  él  se  procuraba  excitar  las  pasiones  del  populacho,  se  pre- 
sentó en  palacio  al  presidente  Herrera  á  reclamar  la  píroteccion 
debida  para  el  Ayuntamiento  y  que  no  fuese  vilipendiada  su  auto- 
ridad. Igualmente  fué  digno  de  notarse  que  todas  las  comisiones 
de  aquel  cuerpo  pudieron  en  el  acto  dar  cuenta  hasta  del  último 
centavo  que  habian  manejado,  no  obstante  lo  repentino  é  imprevis- 
to de  la  renuncia. 

En  el  mismo  año  de  1849  publicó  Alaman  el  primer  tomo  de  la 
obra  de  más  importancia  que  escribió  y  que  será  uno  de  los  más  só- 
lidos fundamentos  de  su  gloria,  no  solamente  como  historiador  sino 
también  como  literato  y  como  político.  Esta  obra  es  la  "Historia  de 
México,  desde  los  primeros  movimientos  que  prepararon  su  indepen- 
dencia en  el  año  do  1808,  hasta  la  época  presente;"  la  comenzó  á 
escribir  con  la  intención  do  que  no  se  publicase  hasta  después  de 
su  muerte,  y  puso  el  mayor  empeño  en  asegurarse  de  la  verdad, 
hasta  de  las  circunstancias  más  insignificantes  de  los  sucesos  que 
refiere;  para  lograrlo  no  excusó  trabajo  alguno,  consultando  á  los 
testigos  presenciales  de  aquellos  hechos  ó  que  habian  tenido  parte 
en  ellos,  haciendo  indagaciones  por  medio  de  sus  numerosos  ami- 
gos y  reuniendo  multitud  de  documentos  impresos  y  manuscritos, 
de  manera  que  podía  decir  con  Horacio  (1):  ''Quid  veimm?...  curo 
et  rogo,  et  omnis  in  hoc  sujn" 

Acabado  de  escribir  el  primer  tomo,  lo  enseñó  á  varios  amigos 
de  confianza,  y  tanto  por  las  instancias  de  éstos,  como  por  creer 
bastante  rectificadas  las  ideas  generales,  por  el  trascurso  del  tiem- 
po y  los  desengaños  causados  por  las  desgracias  de  la  guerra  ex- 
tranjera, se  resolvió  á  dar  á  luz  la  obra;  pero  antes  quiso  tantear  la 
opinión  pública,  para  lo  cual  escribió  y  publicó  bajo  el  anónimo  la 

(1)  Epístola  1*  á  Mecenas. 


30  HISTOEIA  DE  Ml5;XIC0. 

"Biografía  de  D.  Carlos  María  Bustamante,"  pues  habiendo  toma- 
do parte  este  personaje  en  muchos  de  los  sucesos  de  la  guerra  de 
independencia  desde  sus  principios  y  por  haber  sido  su  historiador 
aunque  tan  apasionado  que  muchas  veces  se  apartó  de  la  verdad, 
por  esa  causa,  se  le  presentaba  á  Alaman  ocasión  de  tratar  ligera- 
mente los  puntos  que  abrazaba  su  obra. 

Recibido  con  aceptación  ese  opúsculo,  dio  á  luz  en  seguida  el 
primer  tomo  de  la  Historia  de  México:  no  dejó  de  causar  sensa- 
ción, manifestándose  irritados  los  que  estaban  interesados  en  sos- 
tener la  mentira,  aunque  también  hubo  personas  que  creyeron  que 
el  autor  se  dejaba  llevar  de  prevenciones,  atribuyendo  á  éstas  el 
que  vituperase  los  delitos  cometidos  por  los  llamados  insiti^gentes: 
guia  plerigue^  qucB  delicia  repreheiideris,  malivolentia  et  invidia  dic- 
ta putant.  (1) 

Sin  embargo,  difícil  era  refutar  una  obra  apoyada  en  testimonios 
fidedignos  y  documentos  auténticos,  por  lo  que  se  adoptó  el  singu- 
lar medio  de  hacerlo  con  mandar  erigir  estatuas  al  cura  Hidalgo 
en  los  lugares  sin  duda  menos  á  propósito  para  recuerdo  de  sus 
glorias.  Todo  este  alboroto  fué.  calmándose  poco  á  poco  y  Alaman 
continuó  publicando  los  demás  tomos  de  su  obra,  siendo  el  último 
el  quinto,  que  salió  á  luz  pocos  meses  antes  de  la  muerte  del  autor. 

Poco  tiempo  después  de  haber  cesado  en  las  funciones  de  pre- 
.  sidente  del  Ayuntamiento,  tuvo  Alaman  que  ejercer  las  de  dipu- 
tado al  congreso  general,  habiendo  sido  nombrado  diputado  por 
Jalisco,  por  los  electores  de  Tepic,  formando  minoría  según  la  ley 
de  elecciones  entonces  vigente,  y  habiendo  sido  maltratados  por  es- 
ta elección  por  los  de  la  facción  contraria.  En  los'^dos  años  que  duró 
en  ese  cargo  manifestó  que  en  nada  habian  disminuido  la  elocuen- 
cia y  sano  juicio  que  mostrara  en  otras  ocasiones,  y  frecuentemente 
ganó  la  admiración  de  sus  mismos  contrarios.  Por  este  mismo  tiem- 
po una  persona  que  ejercia  un  alto  cargo  hizo  publicar  en  un  pe- 
riódico que  dependia  de  ella,  y  que  no  respetaba  ni  la  creencia  ni 
las  costumbres,  varios  artículos  difamatorios  contra  Alaman,  quien 
los  persiguió  conforme  á  las  leyes,  aunque  aparecian  responsables 
de  ellos  personas  insignificantes.    Una  casualidad  vino  á  poner  en 

(1)  Salustio:  Guerra  de  Catilina. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  31 

claro  cuál  era  el  verdadero  móvil  de  todo  esto:  sabiendo  Alaman 
que  muchas  veces  se  venden  como  papeles  inservibles,  algunos  que 
realmente  lo  son  para  los  ignorantes,  pero  que  presentan  interés  á 
los  ojos  del  anticuario  y  del  literato,  hacia  registrar  los  que  se  com- 
praban en  la  botica  del  hospital  de  Jesús  para  envolver  medicinas 
y  otras  cosas,  y  entre  papeles  de  esta  especie  apareció  una  carta  de 
aquel  personaje  al  director  inmediato  de  este  sistema  do  difama- 
ción, descubriéndose  toda  la  trama  por  tan  increíble  torpeza.  Todo 
esto  llegó  á  hacerse  público  y  aun  los  periódicos  se  ocuparon  de 
ello. 

Concluidas  á  fines  de  1851  las  sesiones  del  congreso,  para  que 
Alaman  fué  electo  diputado,  el  año  siguiente  quedó  de  nuevo  se- 
parado de  los  negocios  públicos,  pues  aunque  el  gobierno  lo  nom- 
bró presidente  de  una  comisión  destinada  á  examinar  las  propues- 
tas que  se  presentasen  para  contratar  la  ejecución  de  la  comunica- 
ción inter-oceánica  por  el  istmo  de  Tehuantepec,  se  excusó  de  ha- 
cerlo por  haber  manifestado  ya  antes  su  opinión  .en  favor  de  uno 
de  los  licitantes,  á  quien  al  fin  se  le  adjudicó  la  empresa,  habiendo 
influido  para  ello  esta  opinión  sabida  de  nuestro  D.  Lúeas. 

Consumada  por  los  convenios  celebrados  en  México  el  6  de  Fe- 
brero de  1853  la  revolución  comenzada  en  la  capital  de  Jalisco  el 
año  anterior,  fué- llamado  á  ocupar  la  presidencia  de  la  República 
el  general  Santa- Anna,  y  como  aquella  revolución  tomó  un  giro 
favorable  a  los  principios  conservadoras,  este  jefe  al  formar  su  mi- 
nisterio puso  la  vista,  para  que  lo  presidiese  como  ministro  de  rela- 
ciones, en  D.  Lúeas  Alaman.  La  opinión  pública  de  antemano  lo 
habia  designado  ya  para  puesto  tan  importante:  el  capítulo  XII 
del  tomo  5.  ^  de  la  ••Historia  de  México, n  manifestaba  claramen- 
te que  su  sabio  autor  conocia  demasiado  las  causas  de  los  hondos 
males  de  la  República  y  quizá  habia  encontrado  el  remedio  de  ellos. 
Libre  del  abatimiento  general  producido  por  la  convicción  de  que 
no  lo  habia  ya,  y  por  el  cual  se  dejó  tanto  tiempo  á  la  República  á 
merced  de  la  anarquía,  como  un  bajel  sin  timón  abandonado  al  ca- 
pricho de  las  olas,  D.  Lúeas  Alaman  en  sus  profundas  meditacio- 
nes, invocando  la  experiencia  de  los  siglos,  habia  concebido  un  sis- 
tema de  gobierno  que  satisfaciese  no  solo  las  necesidades  sino  aun 


32  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

las  aspiraciones  creadas  por  los  muy  diversos  que  antes  habian  re- 
gido á  la  nación.  Pero  si  Alaman  tenia  la  conciencia  de  su  capaci- 
dad para  plantear  ese  sistema,  debia  también  sentir  gran  repugnan- 
cia para  admitir  un  puesto  que  le  habia  hecho  sufrir  tantos  pesa- 
res: fresca  debia  estar  en  su  memoria  la  persecución  del  año  de  33, 
pues  si  su  generoso  corazón  era  incapaz  de  conservar  rencor  algu- 
no, su  salud  quebrantada  desde  entonces  se  la  recordaba  constan- 
temente: no  podia  haber  olvidado  el  odio  salvaje  de  sus  enemigos 
que  en  su  venganza  destruyeron  tantas  cosas  útiles  al  país,  y  pre- 
veía fácilmente  que  volverian  á  sacar  las  armas  gastadas  de  la  ca- 
lumnia con  que  en  otro  tiempo  le  hicieran  la  guerra. 

Sin  embargo,  Alaman,  íntimamente  persuadido  de  que  esa  oca- 
sión era  la  última  con  que  brindaba  la  Providencia  á  la  República 
para  el  remedio  de  sus  males,  arrostró  todos  los  incovenientes  y 
admitió  el  ministerio,  mostrando  que  no  habia  perdido  con  la  edad 
los  sentimientos  más  puros  del  honor  y  el  amor  á  la  patria  y  bien 
común:  Non  modo  Jionoris  stüdium  non  consenescere,  sed  multo  mi- 
ñus  communitatis  atque  reiptíblicae  (1).  Admitió  pues  el  ministerio  y 
prestó  el  juramento  de  estilo  el  mismo  dia  que  entró  el  general 
Santa- Anna  á  la  capital,  comenzando  inmediatamente  á  ejercer  las 
funciones  correspondientes.  '» Entonces  ío  vimos  olvidarse  á  sí  mis- 
'»mo,  y  como  un  sabio  piloto,  sin  asustarse  con  las  olas  ni  con  las 
íitempestades,  ni  con  su  propio  peligro,  ir  en  derechura  como  al 
ntérmino  único  de  tan  peligrosa  navegación,  á  la  conservación  del 
"Cuerpo  del  Estado  y  al  restablecimiento  de  la  autoridad,  m 

Aquel  hombre  acusado  tantas  veces  por  sus  enemigos  de  ser  pro- 
penso á  la  arbitrariedad  y  al  despotismo,  no  quiso  que  los  mexica- 
nos permaneciesen  en  el  estado  extraordinario  y  anómalo  que  ha- 
bia producido  la  última  revolución,  é  inmediatamente  por  su  influ- 
jo se  promulgaron  las  bases  para  la  administración  de  la  Repúbli- 
ca, que  pueden  considerarse  como  obra  suya.  Otras  varias  disposi- 
ciones importantes  se  dictaron  en  el  tiempo  que  estuvo  en  el  mi- 
nisterio y  que  alimentaban  las  lisonjeras  esperanzas  que  todos  ha- 
bian concebido.  Cifrábanse  éstas  también  en  el  tesón  y  prodigiosa 
actividad  de  Alaman  que  no  habian  disminuido  con  los  años:  ocu- 

(1)  Plutarco. 


HISTORIA  DE  MÍXICO.  33 

pado  enteramente  en  el  despacho  de  los  negocios  se  dedicaba  á  él 
desde  muy  temprano,  sin  interrumpirlo  hasta  la  noche;  sobrepo- 
niéndose á  las  molestias  de  una  salud  delicada,  que  no  permitia 
tan  ímprobo  trabajo,  *»Todo  el  país  hacia  votos  por  la  prolonga- 
••cion  de  sus  dias;  se  descansaba  en  su  previsión:  su  larga  experien- 
"cia  era  para  el  Estado  un  tesoro  inagotable  de  sabios  consejos,  y 
•»su  justicia,  su  prudencia,  la  facilidad  que  tenia  para  los  negocios, 
»»le  captaban  la  veneración  y  el  amor  de  todos  los  pueblos...  Pero 
»»su  vida  no  filé  preciosa  para  él  mismo,  con  tal  que  fuese  fiel  á  su 
"ministerio,  ir 

El  esfuerzo  que  Alaman  hacia  para  dominar  sus  males  físicos  no 
podia  ser  de  larga  duración,  y  él  así  lo  conocía.  Viendo  sus  amigos 
el  abandono  con  que  miraba  lo  relativo  á  su  persona  y  á  su  salud, 
le  instaban  por  que  pusiese  método  en  sus  trabajos  y  se  diese  algu- 
na tregua  para  no  contraer  alguna  enfermedad,  ó  aumentar  las  que 
ya  padecía.  El  respetable  ministro  les  contestó  con  tono  tranquilo  y 
aun  con  fría  indiferencia:  nSé  que  me  voy  á  morir  muy  pronto;  pe- 
it  ro  el  tiempo  es  precioso,  no  hay  que  perderle,  y  yo  estoy  resuel- 
it  to  á  consagrar  á  mi  patria  mis  últimos  dias.n 

Poco  tardó  en  cumplifse  tan  funesta  predicción:  el  dia  26  de 
Mayo,  después  de  haber  asistido  á  la  función  de  iglesia  con  el 
Exmo.  señor  presidente  eñ  la  Catedral,  se  sintió  Alaman  atacado 
por  síntomas  que  presagiaban  una  enfermedad  grave,  poro  que  no 
indicaban  cuál  era;  así  continuó  hasta  la  madrugada  del  29  en  que 
se  declaró  una  pulmonía  aguda  con  todas  las  señales  de  mortal,  y 
reagravada  por  los  padecimientos  crónicos  que  sufría  á  consecuen- 
cia de  la  enfermedad  contraída  durante  su  ocultación  el  año  de  33. 

No  podia  sorprender  la  muerte  á  un  hombre  que  de  tan  lejos  la 
había  visto  venir.  Durante  su  vida  había  encargado  repetidas  ve- 
ces que  cuando  llegase  su  última  hora,  no  se  usase  de  rodeos  ni 
demoras  para  ammciárselo,  y  frecuentemente  elogiaba  la  serenidad 
de  Felipe  II  en  sus  últimos  momentos,  que  fué  tanta,  que  cuidó 
de  las  velas  que  ardian  en  su  cuarto,  diciendo  habían  de  servir  pa- 
ra su  entierro.  Consecuente  en  todo,  oyó  tranquilo  ese  aviso  *  que 
hace  estremecer  á  tantos,  é  inmediatamente  se  preparó  para  la 
muerte  recibiendo  los  Santos  Sacramentos,  teniendo  hecho  muy 

TOMO  I. — 5 


34  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

de  antemano  su  testamento.  La  enfermedad  fué  corta,  y. en  los  po- 
.cos  dias  que  duró  se  mantuvo  siempre  tranquilo  y  completamente 
resignado  en  la  voluntad  de  Dios.  Aunque  la  enfermedad  pareció 
haber  cedido  un  poco,  este  alivio  fué  solo  aparente  y  bien  pronto 
se  perdió  toda  esperanza,  siendo  privado  del  uso  de  la  razón  pocas 
horas  antes  de  morir.  En  este  estado  todavia  sus  labios  balbucien- 
tes pronunciaron  palabras  inconexas,  que  manifestaban  sin  embar- 
go que  á  su  imaginación  ya  descarriada,  se  presentaban  ideas  de 
reorganización  del  país  y  amor  á  la  patria,  así  como  las  manecillas 
de  un  reloj,  cuya  cuerda  se  ha  roto,  señalan  por  algunos  instantes 
con  movimientos  irregula^res  aquellas  mismas  horas  que  antes  mar- 
caban con  tanta  precisión.  Por  fin  á  las  dos  y  media  de  la  mafiana 
del  día  2  de  Junio  de  1853  espiró,  rodeado  de  su  familia  y  soste- 
nido por  los  consuelos  de  la  religión  que  le  hizo  ver  más  allá  de  la 
tumba  un  mundo  mejor  que  el  que  habitamos  y  lo  iluminó  con  sus 
inefables  esperanzas. 

Grande  fué  el  pesar  qno  manifestó  públicamente  toda  la  pobla- 
ción, considerando  la  muerte  de  Alaman  como  una  calamidad  para 
el  país.  Este  sentimiento  general  se  hizo  conocer  princij)almente  en 
los  funerales  del  ministro  difunto,  a  que  concurrió  gran  número  de 
personas  respetables  que  creyeron  un  deber  pagar  este  último  tri- 
buto a  la  memoria  del  grande  hombre,  que  acababa  de  morir  de 
una  manera  tan  gloriosa,  sacrificándose  al  bien  común,  y  esta  ma- 
nifestación fué  más  notable,  por  haber  sido  enteramente  espontá- 
nea, no  habiendo  ni  aun  siquiera  asistido  á  los  funerales  los  otros 
secretarios  del  despacho,  por  tener  que  concurrir  á  una  función 
religiosa  á  que  estaban  invitados  con  anterioridad. 

Conforme  á  los  deseos  de  Alaman,  su  cadáver  fué  sepultado  en 
la  iglesia  del  hospital  de  Jesús,  disponiendo  la  Providencia  que  el 
historiador  de  México  descansase  en  paz  en  ol  mismo  templo  en 
que  en  otro  tierap<i  reposaron  las  cenizas  del  ilustre  conquistador 
del  imperio  mexicano,  libertadas  por  el  mismo  Alaman  de  la  pro- 
fanación de  una  mano  sacrilega.  De  esta  suerte  ol  sepulcro  de  Ala- 
man no  fué  la  tumba  solitaria  del  impío,  ni  uno  de  esos  monumen- 
tos que  los  hombres  levantan  á  su  propia  vanidad  más  bien  que  á 
la  memoria  de  los  que  ya  no  existen,  sino  un  lugar  sagrado  en  que 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  35 


la  Iglesia  elevará  sus  lúgubres  plegarias  unidas  á  las  bendiciones 
de  los  pobres  que  encuentran  el  alivio  de  sus  males  en  aquel  pia- 
doso establecimiento,  que  guardará  las  cenizas  de  quien  tanto  bien 
le  hizo,  hasta  que  el  soplo  de  la  Divinidad  las  reanime  en  el  últi- 
mo dia. 

Era  D.  Lúeas  Alaman  bajo  de  cuerpo,  pero  bien  formado:  la 
blancura  de  su  tez  revelaba  la  sangre  española  que  corria  por  sus 
venas:  su  frente  espaciosa  y  despejada  daba  desde  luego  á  conocer 
que  era  el  asiento  de  una  inteligencia  superior,  y  su  pelo  natural- 
mente rizado,  le  daba  el  aspecto  de  un  busto  modelado  por  algún 
escultor  griego.  Una  expresión  de  bondad  moderaba  el  vigor  de 
sus  miradas  profundas  más  bien  que  penetrantes,  y  esa  misma  ex- 
presión de  bondad  que  tenia  en  las  facciones,  unida  á  la  dignidad 
de  sus  modales,  hacian  se  le  reconociese  fácilmente  por  un  hombre 
de  bien,  y  sin  trabajo  por  un  grande  hombre.  Bonun  virumfacile 
crederis,  rnagnum  libenter  (1). 

Si  la  naturaleza  no  fué  avara  con  Alaman  en  dotes  físicos,  fué 
mas  pródiga  todavía  en  las  cualidades  del  espíritu.  Dotado  de  una 
capacidad  vastísima,  abrazaba  con  ella  multitud  de  conocimientos 
diversos  y  era  igualmente  hábil  para  las  cosas  más  minuciosas,  co- 
mo para  las  más  grandiosas  concepciones.  Con  profunda  instrucción 
en  la  historia  referia  oportunamente  varios  pasajes,  sin  que  jamás 
olvidase  ni  las  fechas  de  los  sucesos,  ni  los  nombres  de  los  perso- 
najes; siendo  igualmente  instruido  en  todo  lo  relativo  á  la  ciencia 
que  se  ocupa  de  la  riqueza  de  las  naciones  y  administración  de  los 
caudales  públicos.  No  se  limitaba  á  estos  ramos  su  instrucción, 
sino  que  teniendo,  nociones  más  ó  menos  extensas  en  casi  todos  los 
del  saber  humano,  y  suma  facilidad  para  expresarse,  su  conversa- 
ción era  muy  agradable  é  instructiva.  Habiendo  concurrido  cierta 
ocasión  con  el  secretario  de  una  legación  extranjera,  que  habia  es- 
tado en  Persia,  se  halló  éste  sorprendido  al  encontrar  en  Alaman 
una  persona  que  podia  sostener  una  conversación  sobre  la  historia 
y  geografía  de  aquel  remoto  reino. 

Los  estudios  serios  no  le  estorbaron  dedicarse  al  de  la  bella  li- 
teratura. Sabia  los  idiomas  griego  y  latino,  conociendo  á  fondo  los 

(1)  Tácito.— J.  Agricolae  vita.— XLI7. 


86  líISTORLA.  DE  MÉXICO. 

autores  clásicos,  principalmente  del  segundo,  siendo  sus  autores 
predilectos  Tácito  y  Horacio.  Hablaba  con  perfección  el  francés, 
inglés  é  italiano  y  poseía  el  alemán,  aunque  lo  hablaba  con  dificul- 
tad por  falta  de  práctica,  conociendo  la  literatura  de  estos  países  y 
la  de  España,  cuyo  idioma  hablaba  y  escribia  correctamente,  cosa 
poco  común  en  México.  Tan  variados  conocimientos  en  nada  <ilte- 
raron  su  moderación  natural,  'siendo  afable  con  todo  el  mimdo,  es- 
pecialmente con  sus  inferiores,  cuyo  afecto  se  captó  siempre,  no 
obstante  la  puntualidad  que  les  exigia  en  el  cumplimiento  do  sus 
deberes. 

Su  laboriosidad  era  extremada,  de  manera  que  seguía  una  exten- 
sa correspondencia  con  diversas  pers(»nas  de  la  República  y  de  fuera 
de  ella,  y  sin  perjuicio  de  sus  ocupaciones  ordinarias  escribió  de  su 
propio  puño  sus  obras,  no  habiéndose  servido  de  amanuense  ni  aun 
para  escribir  la  Historia  de  México,  que  consta  de  cinco  tomos 
abultados,  todos  de  su  letra  y  que  hizo  encuadernar  cuidadosamen- 
te. Al  considerar  lo  mucho  que  leyó  y  escribió  da  gana  de  pregun- 
tar con  un  antiguo  (1)  ¿si  no  deberá  creerse  que  no  tuvo  otras  obli- 
gaciones, ni  cultivó  la  amistad  de  sus  semejantes?  Nonne  videtur 
tibi,  recordanti  quantum  legeriU  quantum  sci'ipserity  nec  in  officiis 
ullis  nec  in  amicitia  principum  fuisse? 

No  fueron  por  cierto  tan  agradables  estudios  las  únicas  ocupa- 
ciones de  nuestro  D.  Lúeas.  En  el  curso  de  estos  apuntes  se  ha 
visto  ya  cuan  temprano  fué  lanzado  en  la  carrera  política  y  las  re- 
petidas veces  que  desempeñó  los  más  elevados  cargos  de  la  Repú- 
blica. Aun  en  los  intervalos  que  cesaba  de  ejercerlos  era  consultado 
con  frecuenciaporel  gobierno,  oficialmente,  ó  en  lo  particular  por  los 
que  lo  componían  y  que  recurrían  á  su  ilustración  y  experiencia  en  los 
casos  difíciles.  Teniendo  relaciones  de  amistad  con  gran  número  de 
personas,  nunca  faltaba  ni  á  los  más  insignificantes  deberes  de  la  ur- 
banidad y  sus  amigos  hallaban  en  él  un  sabio  consejero,  que  les 
decia  siempre  la  verdad,  y  tomaba  parte  sinceramente  en  sus  go- 
zos y  pesares.  Incapaz  de  guardar  rencor  á  nadie,  trató  y  favore- 
ció á  personas  que  lo  habian  zaherido  groseramente  en  los  periódi- 

(1)   Plinio.^Lib.  III,  epist.  VI. 


HI8T0BU  DE  MÉXICO.  37 

eos,  Ó  habian  hecho  el  papel  de  delatores  y  testigos  de  delitos  su- 
puestos durante  la  persecución  del  año  de  33. 

No  contento  con  dejar  en  su  propia  conducta  á  sus  hijos  tan  aca- 
bado modelo,  desempeñó  para  con  ellos  las  veces  del  más  digno  de 
los  preceptores,  enseñándoles  por  sí  mismo  diversos  idiomas  y  ra- 
mos de  literatura,  iniciándolos  en  otros  conocimientos,  y  vigilando 
inmediatamente  su  educación,  que  prefirió  fuese  privada  para  con- 
servar su  moralidad,  siendo  su  más  dulce  complacencia  verlos  lle- 
gar al  término  de  su  carrera  literaria. 

Un  espíritu  tan  elevado  no  podia  estar  envuelto  en  los  errores 
de  una  filosofía  llena  de  impiedad,  ni  tener  ese  indiferentismo  en 
materias  de  religión,  fruto  de  la  preferencia  que  nuestro  siglo  ha 
dado  á  los  intereses  materiales  sobre  los  iborales.  Criado  Alaman 
en  una  capital  de  provincia  y  en  un  tiempo  en  que  se  atendía  tanto 
á  la  educación  religiosa  de  los  niños,  mamó  con  la  leche  la  fe  sin- 
cera de  nuestros  mayores,  y  profesando  á  cara  descubierta  la  reli- 
gión revelada,  observaba  las  prácticas  que  prescribe.  Así,  pues, 
aquel  hombre  que  había  viajado  tanto,  que  poseía  una  instrucción 
poco  común,  que  habia  ocupado  puestos  elevados  y  que  tenía  por 
el  aprecio  general  un  lugar  distinguido  en  la  sociedad,  frecuentaba 
los  Santos  Sacramentos,  asistía  con  exactitud  á  las  ceremonias  de 
la  Iglesia  y  observaba  sus  leyes  hasta  el  punto  de  prevenir  en  la 
imprenta,  cuando  estaba  dando  á  luz  sus  obras,  que  se  limitasen  los 
días  festivos  á  formar  la  planta,  sin  tirar  ejemplares,  por  ser  esto 
obra  servil. 

Practicaba  estos  actos  de  religión  públicamente,  no  con  la  osten- 
tación de  un  hipócrita,  pero  tampoco  con  la  cobardía  de  un  cristia- 
no que  se  avergüenza  de  serlo,  y  sus  enemigos  jamás  se  atrevieron 
á  burlarse  de  él  por  ellos,  pues  veían  que  su  creencia  estaba  confir- 
mada con  sus  costumbres.  Tan  grande  era  su  probidad,  que  mane- 
jando intereses  de  diversos  dueños,  tenia  con  separación  hasta  el 
papel  destinado  á  la  correspondencia  y  cuentas  de  unos  y  otros,  á 
pesar  de  la  molestia  que  esto  le  causaba,  y  no  permitía  que  nadie 
fuese  perjudicado  por  su  causa  ni  en  pocos  centavos.  Carecía  aun 
de  esas  aficiones  que  suelen  llamarse  pequeños  vicios,  como  fumar 
y  otras  cosas  semejantes,  siendo  su  recreo  solamente  los  goces  del 


38  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

espíritu,  por  lo  que  tenia  gran  afición  á  los  libros,  encontrando  tam- 
bién placer  en  el  cultivo  de  las  plantas.  Su  exactitud  en  todo  llegó 
á  ser  proverbial.  Incapaz  de  cometer  excesos  de  ninguna  especie, 
á  esto  debió  sobrevivir  veinte  años  á  la  persecución  del  año  de  33 
en  que  contrajo  una  enfermedad,  que  lo  sujetó  á  mil  privaciones  el 
resto  de  su  vida. 

£n  el  desempeño  de  los  cargos  públicos  se  manejó  no  solanleute 
con  la  integridad  que  debia  esperarse  de  su  reconocida  probidad, 
sino  que  jamás  se  aprovechó  de  su  posición  ó  influjo  para  sacar  al- 
guna ventaja  perscmal.  Muchas  perdonas  ha  habido  que  han  ma- 
nejado con  pureza  los  caudales  públicos,  y  que  han  merecido  el  tí- 
tulo de  honradas,  pero  no  han  descuidado  asegurar  para  lo  futuro 
algún  empleo  lucrativo  y  que  no  teniendo  conexión  estrecha  con  la 
poítica,  no  esté  sujeto  á  las  mudanzas  que  causan  las  revoluciones, 
y  cuando  no  les  ha  sido  posible  esto,  por  lo  menos  sé  han  hecho 
conferir  títulos  y  honores  que  halaguen  su  vanidad.  D.  Lúeas  Ala^ 
man  no  sacaba  estas  ventajas  de  su  posición,  y  al  separarse  de  la 
escena  pública  generalmente  no  le  esperaba  más  recompensa  que 
la  persecución  y  la  calumnia. 

Sus  opiniones  políticas,  como  nacidas  de  una  profunda  convic- 
ción, fueron  inalterables,  no  dejándose  jamás  vencer  por  el  temor 
ó  el  interés  para  cambiarlas,  sin  que  por  esto  le  sirviesen  de  pre- 
texto para  excusarse  de  servir  á  su  país,  cualquiera  que  fuese  el. 
partido  dominante,  siempre  que  el  servicio  exigido  no  envolvía  el 
sacrificio  de  aquellas,  las  cuales  eran  efecto  del  convencimiento  y 
no  de  sistema. 

Raras  veces  se  hallarán  reunidas  en  una  misma  persona  las  di- 
versas cualidades  que  adornaban  á  Alaman,  de  quien  podemos  de* 
cir  con  un  orador  célebre  (1),  »que  ha  sido  un  hombre  de  una  vir- 
il tud  antigua  y  nueva,  que  supo  reunir  la  urbanidad  de  su  época  á 
illa  buena  fé  de  nuestros  padres,  en  quien  la  fortuna  no  ha  hecho 
*»mas  que  acreditar  el  mérito,  que  ha  santificado  el  honor  y  la  pro- 
iibidad  por  las  reglas  y  los  principios  del  cristianismo,  que  se  ha 
11  elevado  por  una  austera  sabiduría  sobre  los  respetos  humanos,  y 
Mque  &iempre  pronto  á  dar  á  la  virtud  las  alabanzas  que  le  son  de- 
tábidas,  ha  hecho  temer  á  la  iniquidad  el  juicio  y  la  censura,  n 

(1)  Flechiér. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  39 


Promovedor  y  partidario  decidido  de  la  independencia  de  su  pa- 
tria, pero  de  la  independencia  hecha  sin  crímenes,  benemérito  de 
la  minería,  creador  de  la  industria  nacional,  profundo  político,  ex- 
celente escritor,  y  católico  sincero,  fué  el  ornamento  de  su  país,  el 
cual  registrará  con  orgullo  su  nombre  en  los  anales  de  sus  hijos  es- 
clarecidos. 

Habiendo  ejecutado  cosas  que  merecen  ser  escritas,  quizá  es  ma- 
yor todavía  la  gloria  que  ganó  como  escritor,  siendo  sus  obras  dig- 
nas de  ser  leídas  por  todos  los  amantes  de  la  verdad  y  de  la  buena 
literatura,  consiguiendo  Alaman  de  esta  manera  aquel  grado  de  fe- 
licidad que  Plinio  calificaba  como  supremo  (1):  Equidem  beattis pu- 
to, quibtis  deorum  muñere  datum  est  aut  faceré  scribenda  aut  scribe- 
ie  legenda;  beatissimos  vero,  quibus  utrumque. 

Privilegio  es  de  los  grandes  hombres  sobrevivir  á  sí  mismos  por 
la  memoria  de  sus  acciones,  pues  aunque  las  pasiones  de  sus  con- 
teiaporáneos  los  hayan  deprimido  y  calumniado^  la  posteridad  les 
ha(3  al  ñn  la  justicia  debida  y  conserva  su  memoria  con  venera- 
ción Así  pues,  todo  lo  que  hemos  apreciado  en  Alaman  y  hemos 
adm^ado  en  él,  permanece  y  permanecerá  eternamente  en  la  memo- 
ria délos  hombres,  por  la  fama  de  sus  acciones:  referidas  á  la  pos- 
teridac  sobrevivirá  á  sí  mismo  (2),  Quidquidexeo  amavimus,  quid- 
quid  miati  sunrns,  manet  mansurumque  est  in  animis  hominum,  in 
aetemita^, iemporum,  fama  rerum...  posteritati  narrattis  et  tradi- 
tus,  supei^es  erit. 


(1)  Lib.  \  epist.  XVI. 

(2)  Tácitovida  de  Agrícola  cap.  46. 


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PROLOGO. 


En  los  dos  años  de  1844  y  45  destiné  los  ratos  de  descanso  que 
me  dejaban  mis  multiplicadas  ocupaciones,  á  presentar  en  una  se- 
rie de  disertaciones,  de  que  se  publicaron  entonces  dos  tomos,  los 
hechos  principales  relativos  á  la  conquista  de  México  por  los  espa- 
ñoles, al  establecimiento  de  su  gobierno  y  de  la  religión  católica 
que  sus  misioneros  propagaron,  y  á  la  formación  y  progresos  de  la 
capital.  Parecióme  necesario  este  trabajo,  porque  veia  el  poco  co- 
nocimiento que  se  tenia  acerca  de  este  género  de  nociones,  tan  in- 
dispensables en  un  país  en  que  todo  cuanto  existe  trae  su  origen 
de  aquella  prodigiosa  conquista,  y  el  público  en  general  recibió  con 
aprecio  esta  obra,  que  no  dejó  de  producir  bástante  bien,  rectifi- 
cando algún  tanto  las  ideas  que  hablan  padecido  notables  extra- 
víos.  Preparábame  á  seguir  publicando  el  tercer  tomo,  que  debia 
contener  la  historia  compendiada  de  la  administración  española  en 
los  tres  siglos  que  duró,  terminando  con  presentar  el  estado  en  que 
se  hallaba  el  reino  de  Nueva  España  cuando  comenzó  la  revolución 
que  ha  hecho  olvidar  este  nombre,  sustituyendo  en  su  lugar  el  de 
México;  pero  la  serie  no  interrumpida  de  trastornos  políticos  que 
desde  entonces  se  han  seguido,  ha  impedido  verificar  mi  intento. 
Reservé  pues  continuar  esta  publicación  en  menos  azarosas  cir- 
cunstancias, como  he  comenzado  á  efectuarlo,  dando  mayor  exten- 
sión y  amplitud  á  mi  primitivo  plan;  pero  como  no  he  considerado 
las  disertaciones  mas  que  como  la  introducción  á  la  historia  de  la 
independencia,  el  escribir  ésta  ha  sido  el  objeto  final  de  mis  tareas. 

Me  he  creído  en  cierto  modo  obligado  á  ello,  como  por  una  deu- 

TOMO  I. — 6 


•  42  '  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

da  de  justicia  que  debo  á  la  posteridad.  Vi  nacer  en  Guanajuato^ 
mi  patria,  la  revolución  que  comenzó  D.  Miguel  Hidalgo,  cura  do 
Dolores,  en  16  de  Setiembre  de  1810:  conocí  personalmente  á  és- 
te y  á  muchas  de  las  personas  que  en  aquellos  sucesos  hicieron  un 
papel  muy  principal:  he  intervenido  después  frecuentemente  en  los 
negocios  públicos  desde  1820,  ya  como  diputado  en  las  cortes  de 
España,  ya  como  ministro  en  este  gobierno  y  en  otros  altos  pues- 
tos: he  tratado  muy  de  cerca  á  casi  todos  los  que  desde  aquella 
época  han  tenido  parte  en  los  acontecimientos  políticos,  y  he  podi- 
do con  esto  penetrar  sus  miras  é  intenciones:  pocos  hombres  pues 
de  los  que  hoy  existen  se  hallan  con  los  conocimientos  que  yo,  de 
las  personas  y  de  las  cosas,  de  lo^  tiempos  y  de  las  circunstancias. 
Veo  por  otra  parte  que  todos  aquellos  de  mis  contemporáneos  que 
hubieran  podido  tratar  con  acierto  esta  materia,  van  desaparecien** 
do  sin  dejar  nada  escrito:  que  todo  cuanto  hasta  ahora  so  ha  publi- 
cado sobre  los  acontecimientos  de  esta  época  tan  importante,  está 
plagado  de  errores,  hijos  unos  de  la  ignorancia,  otros  de  la  mala 
fé  y  á%  las  miras  siniestras  de  los  escritores,  que  todos  se  han  de- 
jado llevar  del  espíritu  de  partido,  como  sucede  casi  siempre  en  los 
que  escriben,  recientes  todavía  los  odios  de  las  facciones  á  que  han 
pertenecido.  Por  todas  estas  razones  me  ha  parecido  deber  ocu- 
parme de  esta  parte  de  nuestra  historia,  de  preferencia  á  la  conti- 
nuación de  las  disertaciones,  que  no  dejaré  sin  embargo  de  la  mano, 
antes  que  me  falte  el  tiempo  ó  la  salud,  y  bajen  conmigo  al  sepul- 
cro las  noticias  que  con  tanta  diligencia  he  recogido,  quedando  por 
falta  de  ellas  la  historia  de  México,  desde  el  año  de  1808  en  ade- 
lante, reducida  como  hoy  está,  á  relaciones  fabulosas  y  cuentos  ri- 
dículos, con  los  que  se  ha  alterado  de  tal  manera  la  verdad  de  las 
cosas,  que  la  generación  que  se  va  formando  y  en  la  que  pocos 
quedan  ya  que  sepan  cómo  verdaderamente  fueron  los  sucesos, 
procede  con  las  ideas  más  extraviadas,  lo  que  está  dando  lugar  á 
males  de  la  mayor  trascendencia. 

Mi  intención  no  era,  sin  embargo,  que  esta  obra  viese  la  luz  pú- 
blica en  mis  dias:  No  llevando  en  ella  mas  objeto  que  presentar 
los  acontecimientos  que  refiero  conforme  á  la  verdad,  me  parecía 
que  eta  menester  esperar  á  que  el  tiempo  hiciese  prevalecer  la  bue- 


HISTOKIA  DE  MÉXICO.  143 


na  razón,  ofuscada  frecaentemente  entre  los  contemporáneos  por 
la  efervescencia  de  las  pasiones,  y  que  una  generación  nueva,  en  la 
que  no  obrasen  los  intereses  que  so  agitan  en  el  momento  en  que 
se  pasaii  íos  sucesos,  vieniese  á  fallar  con  severa  imparcialidad  so- 
bre los  hechos  que  se  le  presentasen,  despojados  de  los  disfrace»  y 
atavíos  con  que  los  desfiguran  los  escritores  en  el  calor  de  la  polé- 
mica, según  el  partido  que  cada  uno  pretende  hacer  prevalecer;  pe- 
ro aígilnos  amigos  á  quienes  comuniqué  lo  que  llevaba  escrito  y  mi 
intención  d^-tit)  publicarlo  durante  mi  vida,  han  pensado  de  diver- 
so ttítíSo  y  han  creido  qué  ya  era  tiempo  de  hacerlo,  á  lo  menos  en 
cuanto  al  periodo  que  comprende  desde  el  año  de  1808  hasta  la 
muerte  de  B.  Agustin  de  Iturbide.  El  público  se  manifiesta  deseo- 
so de  saber  la  verdadera  historia  de  unos  sucesos  que  han  sido 
presentados  con  tanta  infidelidad,  y  las  desgracias  que  la  nación 
ha  sufrido,  han  acelerado  los  desengaños  que  suelen  ser  efecto  del 
trascurso  del  tiempo.  Estas  y  otras  razones  me  han  decidido  á  pu- 
blicar la  parte  de  historia  que  corresponde  al  periodo  expresado, 
y  para  corresponder  como  se  debe  á  este  deseo,  me  he  propuesto 
/^esentar  los  hechos  con  toda  la  fidelidad  que  requiere  la  verdad 
de  la  historia,  informándome  de  éstos  con  diligente  cuidado,  y  con- 
sultando no  solo  todo  lo  que  se  ha  escrito  acerca  de  ellos,  sino 
.  preguntando  á  los  que  los  presenciaron  y  examinando  todos  los  do- 
V^umentos  fidedignos  que  he  podido  conseguir.  De  mucho  de  lo  que 
refiero  soy  testigo  ó  he  intervenido  en  ello:  de  lo  demás  he  tenido 
á  la  vista  documentos  originales,  algunos  de  los  cuales  copiaré  en 
el  apéndice  á  cada  uno  de  los  libros  en  que  dividiré  la  obra  en  apo- 
yo de  lo  que  asiente,  y  en  todo  citaré  exactamente  las  autoridades 
que  me  hayan  servido  de  fundamento,  para  que  puedan  consultar-  » 
se  siempre  que  se  quiera.  Omitiré  en  cuanto  lo  permita  la  materia,  j 
toda  observación  propia,  dejando  que  el  lector  ejerciendo  su  juicio,  I 
califique  por  sí  mismo  el  mérito  de  cada  acción,  cuando  esté  ins-  : 
truido  á  fondo  de  su  esencia.  Acaso  caerán  algunas  reputaciones 
mal  adquiridas  ó  mentirosamente  formadas:  muchos  juicios  pronun- 
ciados por  el  espíritu  de  partido,  parecerán  injustos  6  infundados; 
pero  esto  no  será  el  resultado  de  mis  raciocinios,  sino  de  los  que  el 
lector  imparcial  hag^,  en  vista  de  los  hechos  que  se  le  presenten. 


44  HISTORU  DE  M¿ZieO. 

Mi  posición  eu  el  tiempo  en  que  he  escrito,  me  ha  colocado  en  la 
situación  más  ventajosa  para  juzgar  con  imparcialidad  de  todo  lo 
pasado.  En  el  curso  rápido  de  las  revoluciones,  han  dejado  de  exis- 
tir los  partidos  á  que  he  pertenecido  ó  que  me  han  sido  contra- 
rios: la  posteridad  ha  llegado  para  todos:  otros  intereses,  otras  opi- 
niones han  sucedido  á  las  que  aquellos  hablan  creado  ó  sostenido; 
y  cuando  todo  se  ha  cambiado,  la  pluma  corre  con  libertad,  olvida- 
da de  la  parte  que  el  que  la  lleva  tuvo  en  unas  escenas  Cuyas  de- 
/  coraciones  se  han  mudado  y  cuyos  actores  han  desaparecido.    Mis 
'    opiniones  también  se  han  rectificado,  y  la  experiencia  ha  venido  á 
i     hacerme  ver  las  cosas,  bajo  aspectos  bien  diversos  que  los  que  an- 
j     tes  me  ofrecía  un  deseo  siempre  puro  y  una  intención  recta,  pero  á 
i    veces  extraviada  por  los  ensueños  de  las  teorías  y  los  delirios  de 
\los  sistemas.    Por  otra  parle,  las  revoluciones  se  explican  unas  por 
otras,  y  lo  que  en  el  tiempo  en  que  sucedieron  fué  motivo  de  aca- 
loradas disputas  y  de  muchos  escritos  en  oposición  unos  de  otros, 
viene  á  comprenderse  después  con  la  mayor  claridad  por  el  mis- 
mo curso  de  los  sucesos,  y  por  la  diversa  posición  en  que  se  en- 
cuentran las  personas  que  en  ellos  figuraron. 

La  parte  de  historia  que  ahora  publico  abraza  cerca  de  diez  y 
seis  años,  en  cuyo  período  los  acontecimientos  se  han  multiplicado 
extraordinariamente  y  se  ha  cambiado  todo  en  el  país,  forma  de 
gobierno,  instituciones,  costumbres  y  en  mucha  parte  hasta  los  ha- 
bitantes. Era  pues  necesario  dar  idea  de  lo  que  hubo,  para  venir 
en  conocimiento  de  la  alteración  que  ha  sufrido,  omitiendo  no  obs- 
tante hablar  con  demasiada  menudencia  de  cada  cosa,  para  no  de- 
bilitar el  interés  que  presenta  el  conjuijto  do  todas,  sin  dejar  por 
esto  de  presentar  aquellos  pormenores  que  tanto  excitan  la  curio- 
sidad cuando  están  recientes  los  acontecimientos,  pero  que  no  la 
mueven  igualmente  cuando  éstos  van  siendo  más  lejanos,  fijándose 
la  atención  del  lector  únicamente  sobre  los  grandes  sucesos,  para 
encontrar  el  enlace  de  éstos  y  las  consecuencias  que  han  produci- 
do. Dejaré  pues  aparte  todos  los  incidentes  que  no  tengan  una  co- 
nexión precisa  con  el  asunto  principal,  ó  los  consignaré  en  notas  al 
pié  de  los  folios  si  su  extensión  lo  permitiere,  6  en  el  apéndice,  si 
hubieren  de  ocupar  demasiado  espacio  y  su  importancia  así  lo  pi- 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  45 

diere.  No  obstante  esto  trataré  con  alguna  extensión  aquellos  pun- 
tos que  me  pareciere  requerirlo,  por  ser  más  importantes  ó  poco 
conocidos  entre  los  nacionales  y  todavía  menos  entre  los  extranje- 
ros, tales  como  la  forma  de  gobierno  que  tuvo  este  país  desde  la 
conquista  y  el  estado  de  prosperidad  a  que  llegó,  para  que  con  pre- 
sencia de  lo  que  hubo  y  de  los  felices  resultados  que  produjo  se 
!  procure,  en  cuanto  la  variación  que  necesariamente  producen  los 
tiempos  lo  permita,  obtener  iguales  ventajas,  sirviéndose  de  los 
medios  ya  conocidos  y  comprobados  por  la  experiencia. 
.     En  cuanto  á  los  autores  cuyas  obras  hubiere  de  citar,  como  se- 
ria una  digresión  agena  del  asunto  y  que  interrumpiría  el  curso-de 
la  narración,  entrar  á  discutir  el  grado  de  confianza  que  cada  uno 
merezca,  me  propongo,  si  el  tiempo  alcanzare,  dar  al  fin  una  noti- 
cia crítica  de  las -obras  que  he  consultado,  con  la  biografía  de  los 
I  autores,  que  de  muchos  merece  ser  conocida  y  conservada,  perdién- 
Idose  cada  dia  su  memoria,  por  la  incuria  en  escribir  que  por  des- 
agracia es  común  entre  nosotros. 

Ademas  de  las  obras  que  se  han  publicado  y  andan  en  manos 
de  todos,  tengo  á  la  vista  multitud  de  folletos  impresos  y  relacio- 
nes manuscritas  de  muchos  de  los  principales  sucesos  de  que  he  de 
ocuparme,  que  citaré  con  puntualidad,  habiéndome  sido  de  suma 
utilidad  la  extensa  colección  que  poseo  mi  amigo  D.  José  María 
Andrade,  sin  cuyo  auxilio  me  habría  sido  imposible  escribir  esta 
obra,  aprovechando  esia  oportunidad  de  manifestarle  mi  recono- 
cimiento, así  como  á  todas  las  demás  personas  que  con  el  mayor 
empeño,  se  han  ocupado  en  procurarme  documentos  y  en  esclare- 
cer las  dudas  que  me  han  ocurrido,  á  quienes  citaré  para  compro- 
bación de  mis  asertos  según  la  ocasión  se  presente;  pero  n^jj^uedo 
omirir  el  hacer  mención  desde  ahora  de  una  de  las  obras  manus- 
critas que  me  han  sido  más  útiles,  precisamente  para  el  período  en 
que  menos  puedo  juzgar  por  mí  mismo,  por  ser  el  tiempo  que  ocu- 
pé en  mis  viajes  en  Europa,  desdo  1814  hasta  1820.  Esta  obra  es 
los  I!  Apuntes  históricos  de  la  revolución  del  reino  de  Nueva  Espa- 
ña, i?  que  formó  mi  difunto  hermano  el  Dr.  D.  Juan  Bautista  Are- 
chederreta,  canónigo  que  fué  de  esta  santa  Iglesia  Catedral.  Sin 
otra  pretensión  que  la  de  dejar  consignada  la  verdad,  para  que  pu- 


46  HISTORIA  DE    M¿XICO. 

diera  saberse  en  los  años  venideros,  formó  un  diario  muy  exacto 
de  todo  lo  ocurrido  desde  1.*^  de  Octubre  de  1811  hasta  19  de  Ju- 
nio de  1820,  en  cuyo  mes,  restablecida  la  Constitución  de  las  cortes 
de  Cádiz  de  1812,  se  dejaba  ver  en  este  acontecimiento  el  principio 
de  nuevos  trastornos,  que  el  autor  dejó  para  que  otros  se  ocupasen 
de  referirlos.  Cada  cuatro  meses  formó  una  sinopsis  de  lo  aconte- 
cido en  aquel  período,  con  muy  juiciosas  observaciones  sobre  el  es- 
tado de  la  revoluciqn,  y  para  que  la  historia  quedase  completa, 
agregó  después  un  resumen  de  todo  lo  acontecido  desde  la  prisión 
del  virrey  Iturrigaray,  hasta  el  1.^  de  Octubre  de  1811  en  que  em- 
pezó sus  apuntes  diarios.  Todo  hace  cuatro  tomos  en  cuarto  escri- 
tos de  mano  de  mi  citado  hermano,  y  al  fin  de  cada  uno  reunió  los 
impresos  más  importantes  que  sirven  de  comprobación  y  amplia- 
ción de  lo  que  en  el  Diario  refiere.  Esta  herencia,  muy  preciosa  pa- 
ra mí,  no  solo  por  el  afecto  verdaderamente  fraternal  que  profesé 
al  autor,  sino  por  la  entera  confianza  que  merece  su  veracidad  y 
buena  fe,  llena  casi  el  período  en  que  no  estuve  presente  ó  no  tuve 
parte  en  los  acontecimientos  que  refiero,  pues  aunque  queda  toda- 
vía un  vacío  y  no  poco  importante,  desde  1821  que  regresé  á  Eu- 
ropa como  diputado  de  la  provincia  de  Guanajuato  á  las  cortes  de 
España,  hastg,  principios  de  1823  en  que  me  restituí  á  mi  patria,  y 
en  este  espacio  de  tiempo  se  verificó  la  independencia  hecha  por 
D.  Agustin  de  Iturbide,  la  elevación  de  éste  al  imperio  y  su  caida, 
son  cosas  ya  muy  conocidas  y  sobre  que  no  me  ha  sido  muy  difícil 
recoger  buenos  datos.  Sin  embargo  de  todas  estas  noticias  que  tan 
útiles  me  han  sido,  la  fuente  principal  '4,  que  he  ocurrido  es  el  ar- 
chivo general,  en  que  hallándose  reunidos  todos  los  papeles  de  la 
secr^ría  del  virreinato,  es  donde  he  encontrado  todos  los  datos 
necesarios  para  rectificar  los  errores  divulgados  en  muchas  de  las 
obras  que  se  han  publicado  y  para  presentar  los  hechos  desde  su 
origen.  Debo  agregar,  que  para  asegurarme  más  en  la  verdad  de 
mi  narración,  he  leido  á  varios  amigos  lo  que  he  ido  escribiendo, 
para  rectificar  con  su  opinión  cualquier  error  en  que  hubiese  podi* 
do  caer,  y  nunca  he  dado  por  acabada  ninguna  parte  de  esta  histo- 
ria, mientras  ha  habido  alguna  noticia  que  recojer  ó  algún  docu- 
mento que  examinar;  de  lo  que  podrá  inferirse  que  recibiré  con 


I 


HIITORIA  DE  MÉXICO.  47 

aprecio  cuantas  noticias  se  me  comuniquen,  y  que  enmendaré  de 
buena  voluntad  todos  cuantos  errores  se  me  manifestare  que  he 
cometido  en  los  hechos,  que  son  los  que  deseo  queden  bien  esta- 
blecidos; pues  en  cuanto  á  las  consecuencias  que  de  ellos  puedan 
deducirse  y  las  opiniones  que  den  lugar  á  formar,  cada  uno  es  li- 
bre para  tener  la  suya,  y  no  pretendo  sujetar  á  nadie  á  seguir 
la  mia. 

La  división  en  libros  corresponde  á  las  épocas  principales  en  que 
puede  distribuirse  el  período  que  abraza  esta  historia,  y  por  esto 
no  puede  ser  la  extensión  de  tiempo  y  de  volumen  la  misma  en  ca- 
da uno,  aunque  he  atendido  á  darles  igual  magnitud,  en  cuanto  lo 
han  permitido  el  número  é  importancia  de  las  materias  que  con- 
tienen. 

/    Como  la  utilidad  de  la  historia  consiste,  no  precisamente  en  el 
I  conocimiento  de  los  hechos,  sino  en  penetrar  el  influjo  que  éstos 
!  han  tenido  los  unos  sobre  los  otros;  en  ligarlos  entre  sí  de  manera 
I  que  en  los  primeros  se  eche  de  ver  la  causa  productora  de  los  últi- 
•  mos^  y  en  estos  la  consecuencia  precisa  de  aquellos,  con  el  ñn  de 
i  guiarse  en  lo  sucesivo  por  la  experiencia  de  lo  pasado:  mi  principal 
atención  ha  sido,  considerando  el  conjunto  de  los  sucesos,  desde 
los  primeros  movimientos  del  año  de  1808  hasta  la  época  en  que 
escribo,  demarcar  bien  las  ideas  que  se  presentaron  desdo  el  prin- 
cipio, como  base  y  medios  de  la  revolución,  y  seguirlas  en  todo  su 
progreso:  hacer  notar  el  influjo  que  tuvo  sobre  la  moralidad  de  la 
masa  de  la  población  el  primer  impulso  que  á  aquella  se  dio,  y  las 
consecuencias  que  ha  producido  el  pretender  hacer  cambiar  no  so- 
lo el  estado  político,  sino  también  el  civil,  atacando  las  creencias 
religiosas  y  los  usos  y  costumbres  establecidos,  hasta  venir  á  caer 
en  el  abismo  en  que  estamos:  y  como  el  extravío  de  las  ideas  y  la 
falsa  luz  bajo  que  se  han  considerado  las  cosas,  ha  sido  la  causa 
de  los  desaciertos  que  se  han  cometido,  si  mi  trabajo  diese  por  re- 
sultado hacer  que  la  generación  venidera  sea  más  cauta  que  la  pre- 
sente, podré  lisonjearme  de  haber  producido  el  mayor  bien  que 
puede  resultar  del  estudio  de  la  historia;  pero  si  los  males  hubie- 
ren de  ir  tan  adelante  que  la  actual  nación  mexicana,  víctima  de 
la  ambición  extranjera  y  del  desorden  interior,  desaparezca  para 


48  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

dar  lugar  á  otros  pueblos,  á  otros  usos  y  costumbres  que  hagan  ol- 
vidar hasta  la  lengua  castellana  en  estos  países,  mi  obra  todavía 
/  podrá  ser  útil  para  que  otras  naciones  americanas,  si  es  que  alguna 
sabe  aprovechar  las  lecciones  que  la  experiencia  agena  presenta, 
vean  por  qué  medios  se  desvanecen  las  más  lisonjeras  esperanzas, 
y  cómo  los  errores  de  los  hombres  pueden  hacer  inútiles  los  más 
bellos  presentes  de  la  naturaleza. 


México,  Agosto  27  de  1849. 


HISTORIA  DE  MÉXICO 

DS9DE  1^8  PltUCEROS  MOVIMIENTOS 

QUE  PREPARARON  SU   INDEPENDENCIA  EN  EL  ASO  DE  1808. 

HASTA  EL  AÑO  DE  1 852 


Que  comprende  desde  el  principio  de  las  inquietudes  en  1808, 

hasta  la  completa  pacificación  del  reino  en  1820, 

'  terminada  la  guerra  de  la  insurrección. 

LIBRO  PRIMERO. 

Estado  de  la  Nueva  España  en  1808. — Sucesos  que  promovieron 

LA  revolución  DE   1810. 

CAPITULO  I. 

Yireinato  d«  la  Nueva  Eapafta. — Primitivos  habitantes  de  ella.-*Nnevft  poblaoioii  origiaad*  en  la 

conquista. — Españoles  europeos  7  americanos  — ^Rivalidad  entro  ambos. --Mujeres-  ctioUss.^-No- 
bleza. — Ilustración. — Población  total. — Proporaion  de  las  diversas  clases. — Indios. — Castas. — Ca** 
lidades  é  ignorancia  de  estas  dos  clases  — Distribución  de  la  población  sobre  la  superficie  dsl  reino. 

El  vireinato  de  Nueva  España  comprendia  en  la  época  en  que 
esta  historia  comienza,  no  solo  el  territorio  á  que  dio  este  nombre 
D.  Fernando  Cortés  cuando  hizo  el  descubrimiento  y  conquista  de 
él,  sino  también  el  antiguo  reino  de  Michoacan:  lá  Nueva  Galicia> 
conquistada  por  Ñuño  de  Guzman,  que  formaba  la  intendencia  de 
Guadalajara:  otras  provincias  centrales  que  sucesivamente  se  agre- 
garon: las  internas  de  Oriente  y  Occidente:  las  Californias,  y  la  pe- 
nínsula de  Yucatán.  Al  Norte  confinaba  con  los  Estados-Unidos 
de  América,  desde  el  golfo  de  México  hasta  el  océano  Pacífico, 
siendo  inciertos  los  límites,  hasta  que  se  fijaron  claramente  en  el 
tratado  celebrado  por  el  rey  de  España  con  el  gobierno  de  aquella 

TOMO  I. — 7 


60  HISTORIA  DB  MÉXICO. 

república^  en  22  de  Febrero  de  1819.  Se  extendía  por  el  Sur  hasta 
tocar  con  la  provincia  de  Chiapas  y  su  anexa  de  Soconusco,  depen- 
dientes de  la  Capitanía  general  de  Guatemala;  y  las  costas  de  Yu- 
catán, desde  el  golfo  de  Honduras,  con  el  vasto  contorno  del  Seno 
mexicano,  señalaban  sus  términos  por  el  Oriente;  así  como  por  el 
Poniente  los  formaba  el  mar  del  Sur,  ú  océano  Pacífico,  desde  el 
istmo  de  Tehuantepec  hasta  el  Norte  de  la  Alta  California. 

La  cordillera  de  los  Andes,  que  en  toda  la  América  meridional 
corre  aproximada  al  mar  del  Sur,  se  reduce  á  tan  corta  altura  y  es- 
pacio en  el  istmo  de  Tehuantepec,  que  hace  practicable  en  aquel 
punto  la  comunicación  entre  ambos  océanos,  y  vuelve  á  alzarse 
luego  desde  la  provincia  de  Oaxaca,  extendiéndose  en  anchura  á 
medida  que  camina  hacia  el  Norte.  Entre  las  ásperas  sierras  que 
van  siguiendo  la  dirección  de  la  cordillera  principal,  coronadas  en 
algunas  partes  por  la  nieve  perpetua  que  cubre  los  antiguos  volca- 
nes elevados  á  inmensas  alturas,  se  forman  llanos  espaciosos,  le- 
vantados algunos  más  do  d(»s  mil  varas  sobre  el  nivel  del  mar,  que 
se  suelen  conocer  con  el  nombre  de  valles  y  que  se  denominan  por 
las  principales  poblaciones  que  en  ellos  se  encuentran.  Al  conjun- 
to de  estas  llanadas,  colocadas  á  tanta  elevación,  se  ha  dado  im- 
propiamente el  nombre  de  la  ««Mesa  central  de  México.»  Su  des- 
censo es  muy  rápido  hacia  las  costas  del  Seno  mexicano,  pero  por 
el  lado  del  mar  del  Sur,  va  graduándose  como  por  escalones,  que 
forman  los  diversos  ramos  de  la  cordillera,  la  cual  continúa  hasta 
los  Estados-Unidos  por  el  medio  del  continente,  formando  un  pla- 
no suavemente  inclinado  hacia  las  riberas  del  Rio  Grande  del  Norte 
y  las  llanuras  de  Texas.  (1) 

Esta  estructura  particular  del  terreno  combinada  con  la  latitud , 
produce,  no  solo  la  gran  variedad  de  climas  y  de  frates  que  se  co- 
nocen en  México,  sino  que  también  influye  en  la  diversidad  de  cas- 
tas que  forman  su  población,  y  en  sus  usos,  costumbres,  buenas  y 

(1)  VéanBe  las  vistas  de  las  cordilleras  del  barón  de  Humbold.  El  nombre 
de  mesa  central  da  la  falsa  idea,  de  que  hay  una  llanura  que  forma  el  dorso 
de  la  cordillera:  lo  que  no  es  así,  pues  son  muchas  las  llanuras  que,  á  diver- 
sas elevaciones,  se  forman  entre  las  cadenas  de  montañas  que  siguen  la  direc- 
ción de  la  cordillera,  y  que  son  como  las  crestas  de  ella;  pero  tampoco  se  po- 
dría encontrar  otro  más  adecuado. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  51 


^^^"  m'^m 


malas  calidades,  tanto  físicas  como  morales.  De  la  misma  causa 
procede  la  mayor  ó  menor  facilidad  de  las  comunicaciones  de  unos 
puntos  á  otros,  según  que  los  separan  entre  sí  llanuras  secas  y  ári- 
das  en  una  parte  del  año,  pantanosas  ó  anegadas  en  la  otra;  cordille- 
ras inaccesibles  por  su  aspereza,  ó  valles  y  profundidades  ardientes  y 
enfermizas,  para  todos  los  que  no  están  habituados  á  aquellos  cli- 
mas mortíferos.  Los  efectos  de  esta  conformación  del  país,  han  sido 
también  de  la  mayor  trascendencia  en  los  acontecimientos  de  que 
voy  á  ocuparme,  y  por  esto  el  conocimiento  de  esta  constitución  fí- 
sica es  indispensable,  para  comprender  su  historia  política  y  mi- 
litar. 

Ademas  de  la  conquista  que  los  españoles  hicieron  á  principios 
del  siglo  XVI,  y  á  que  fueron  dando  mayor  extensión  en  los  dos 
siguientes,  el  país  se  hallaba  poblado  por  diversas  naciones,  que  se- 
gún sias  historias,  habían  emigrado  en  distintas  épocas  de  las  re- 
giones septentrionales,  estando  trazado  con  mucha  precisión  en  sus 
pinturas  geroglíficas,  el  camino  que  algunas  de  ellas  siguieron  des- 
de el  Norte  de  Californias  hasta  las  lagunas  mexicanas;  y  todo  in- 
clina á  creer  que  estas  emigraciones  procedieron  de  la  gran  llanu- 
ra central  del  Asia,  que  por  un  lado  lanzó  sobre  la  Europa  los  en- 
jambres de  bárbaros  que  contribuyeron  á  destruir  el  imperio  ro- 
mano, y  por  el  otro,  las  tribus  que  poblaron  el  continente  americano, 
sin  negar  por  esto  que  hubiese  otra  emigración  por  el  Atlántico, 
más  antigua  y  de  pueblos  más  adelantados  en  cultura,  de  los  que 
ya  no  quedaba  ni  memoria  en  el  siglo  de  la  conquista,  y  solo  son 
conocidos  por  los  gigantescas  ruinas  del  Palenque  y  las  que  se  ven 
todavía  en  varios  puntos  de  Yucatán.  De  estas  varias  naciones  la 
mexicana,  gobernada  bajo  la  forma  de  una  monarquía,  electiva,  era 
la  más  poderosa,  y  con  sucesivas  conquistas,  se  habia  ido  exten* 
diendo  desde  la  laguna  que  fué  su  primer  asiento,  hasta  el  Seno 
mexicano  por  el  Oriente,  comprendiendo  las  provincias  do  México, 
Puebla  y  Veracruz:  sus  límites  por  el  Poniente  eran  más  estrechos 
pues  solo  llegaban  á  pocas  leguas  de  la  capital,  lindando  con  la  se- 
rranía de  Tula  y  rio  de  Moctezuma  ó  de  Tampieo;  mas  por  el  Sur 
se  prolongaba  hasta  el  mar  Pacífico,  en  todo  el  resto  de  la  provin- 
cia de  México  y  parte  de  la  de  Michoacan.  Dentro  de  aquel  impe- 


62  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

rio  se  hallaba  enclavada  la  república  aristocrática  de  Tlaxcala,  con 
su  pequeño  territorio,  excepto  por  el  Norte  que  tenia  por  vecinos 
á  los  bárbaros  chichimecas:  siempre  en  guerra  con  los  mexicanos 
para  defender  su  independencia,  el  odio  nacional  que  se  habia  crea- 
do entre  ambos  pueblos  por  estas  hostilidades  continuas,  fué  el 
gran  resorte,  que  con  admirable  sagacidad,  supo  emplear  Cortés 
para  subyugar  á  unos  y  otros.  Estas  naciones  ocupaban  en  su  parte 
principal  las  llanuras  más  elevadas  de  la  Mesa  central,  en  el  clima 
templado  y  frió:  las  monarquías  de  Oaxaca  y  Michoacan,  se  halla- 
ban situadas  en  el  descenso  de  la  cordillera  hacia  el  mar  del  Sur, 
y  tenian  la  misma  extensión  que  las  intendencias  que  llevaron  des- 
pués estos  nombres;  varios  caciques  independientes  dominaban  las 
costas  de  Jalisco  ó  Nueva  Galicia,  y  quedaban  también  algunos  otros 
que  no  hablan  sido  sometidos  al  yugo  mexicano  en  las  del  Norte, 
hacia  la  embocadura  del  Panuco.  Estos  eran  los  pueblos  que  por 
sus  leyes,  instituciones  políticas  y  conocimientos  en  la  astronomía 
y  en  las  artes,  habían  llegado  á  un  grado  más  ó  menos  elevado  de 
civilización,  especialmente  los  mexicanos,  y  todavía  más  el  reino 
de  Tezcuco,  que  así  como  el  de  Tíicuba  se  hallaban  unidos  á  aque- 
llos por  una  especie  de  triple  alianza,  de  que  sería  difícil  encontrar 
otro  ejemplo  en  la  historia.  Todo  el  resto  del  país  hacia  el  Norte 
estaba  ocupado  por  tribus  vagantes,  en  estado  de  completa  barba- 
rie, que  costó  mucho  tiempo  y  trabajo  á  los  españoles  reducir  y 
civilizar,  más  por  medio  de  los  misioneros  que  por  las  armas,  y  aun 
este  género  de  población  iba  disminuyendo  á  medida  que  se  apar- 
taba del  centro  de  la  civilización  que  era  el  valle  mexicano,  hasta 
terminar  en  regiones  casi  del  todo  despobladas  y  yermas.  (2) 

•  (2)  El  mayor  ó  meuor  grado  de  civilización  á  que  habian  llegado  las  nacio- 
nes que  poblaban  el  continente  americano  antes  de  la  conquista,  ha  sido  ma- 
teria de  graves  discusiones,  ch  que  los  intereses  de  los  conquistadores,  y  des- 
pués el  espíritu  de  partido,  ban  tenido  no  pequeña  parte.  No  puede  sin  em- 
bargo ponerse  en  duda  que  México,  Tezcuco,  y  otros  pueblos,  habian  llegado 
á  un  alto  grado  de  perfección  en  sus  instituciones  políticas,  en  el  arreglo  de 
sa  calendario  y  en  diversas  artes  y  manufacturas,  como  se  ve  por  las  cartas  de 
Cort<*,  las  obras  de  los  misioneros  y  otros  escritos  imparciales,  cuyas  noticias 
han  sido  recopiladas  y  presentadas  de  una  manera  amena  y  aun  poética  por  el 
Sr.  l^rescott,  en  su  "Hstoria  de  la  conquista  de  México,"  publicada  en  tres  to- 
mos en  Nueva  York  en  el  año  de  1843.  Véase  también  nuestro  historiador  na- 
cional Clavijero,  de  cuya  excelente  obra  se  aprovechó  mucho  Prescott.  Las 


"S 


HISTORIA  DS  MÉXICO.  53 

La  conquista  introdujo  en  la  población  de  Nueva  España,  y  en 
general,  de  todo  el  continente  de  América,  otros  elementos  que  es 
indispensable  conocer,  tanto  en  su  número  como  en  su  importan- 
cia y  distribución  sobre  la  superficie  del  país,  pues  todas  estas  cir- 
cunstancias, y  aun  todavia  más,  la  distinción  que  las  leyes  hicieron 
entre  las  diversas  clases  de  habitantes,  fueron  do  grande  influjo  en 
la  revolución  y  en  todos  los  acontecimientos  sucesivos.  Estos  nue- 
vos elementos  fueron  los  españoles  y  los  negros  que  ellos  trajeron 
de  África.  Distinguiéronse  poco  tiempo  después  los  españoles  en 
nacidos  en  Europa,  y  en  naturales  de  América,  á  quienes  por  esta 
razón  se  dio  el  nombre  de  "criollos,"  el  que  con  el  trascurso  del 
tiempo  vino  á  considerarse  como  una  voz  insultante,  pero  que  en 
su  origen  no  significaba  más  que  nacido  y  eriado  én  la  tierra.  De 
la  mezcla  de  los  españoles  con  la  clase  india  procedieron  los  "mes- 
tizos," asi  como  de  la  de  todos  con  los  negros,  los  mulatos,  zambos, 
pardos,  y  toda  la  variada  nomenclatura,  que  se  comprendía  en  el 
nombre  genérico  de  "castas."  (3)  A  los  españoles  nacidos  en  Europa, 
y  que  en  adelante  llamaré  solamente  "europeos,"  se  les  llamaba 

institucionefl  indias  ea  las  naciones  que  los  conquistadores  encontraron  en  el 
país,  tenian  en  lo  general  el  carácter  de  haber  sido  tomadas  ó  trasladadas  de 
otra  parte,  sin  haber  hecho  después  progreso  alguno,  y  esto  se  advierte  princi- 
palmente en  BUS  conocimientos  artronómicos.  Tampoco  puede  dudarse  que  «n 
tiempos  muy  antiguos,  estuvieron  en  comunicación  con  otras  naciones  del«an- 
tiguo  continente,  y  que  de  ellas  recibieron  nociones  del  cristianismo,  no  en 
los  primitivos  tiempos,  sino  cuando  se  habia  introducido  ya  el  cuitó  de  las 
imágenes,  sobre  lo  que  puede  verse  la  ingeniosa  disertación  del  Dr.  Mier,  en 
el  apéndice  de  documentos,  al  fin  del  tomo  S"?  de  su  Historia  de  la  revolución 
de  Nueva  España,  que  publicó  en  Londres  en  dos  tomos'^en  1813,  con  el  nom- 
bre del  Dr.  D.  José  Gueira,  fol.  VIII  hasta  el  fin.  De  la  referida  obra  del  Dr. 
Mier  haré  un  uso  muy  frecuente  en  esta  historia. 

(3)  Llamábanse  mestizos^  los  hijos  de  español  é  india:  mulatos  los  de  espa~ 
nal  y  negra:  zambos^  los  de  india  ó  negra,  y  como  se  suponía  que  la  sangre  ne* 
graera  la  que  contaminaba  de  infamia  átodas  las  demás,  habia  denominaciones 
muy  extrañas  que  demarcaban  la  permanencia^  por  enlaces  sucesivos,  a  la  mis- 
ma distancia  del  tronco  africano,  y  se  llamaban  teníe  en  el  aire  a  los  que  se 
hallaban  en  este  caso,  y  salta  atrás,  cuando  se  rotrocedia  hacia  aquel¿orígen. 
Estas  diversas  generaciones  se  representaban  en  cuadros  y  figuras  de  cera,  con 
los  trajes  y  ocupaciones  á  que  cada  casta  se  inclinaba.  En  las  Antillas  y  en 
los  Estados  Unidos,  las  mezclas  siendo  solo  entre  negros  y  blancos,  sus  des- 
cendientes se  llaman  tercerones,  cuarterones,  etc.,  según  que  por  la  tercera]^  ó 
cuarta  generación  se  han  mezclado  con  los  blancos. 


54  HISTORIA  DE    MÉXICO. 

"gachupines,"  (4)  que  en  lengua 'mexicana  significa  ''hombres  que 
tienen  calzados  con  puntas  ó  que  pican,"  con  alusión  á  las  espue- 
las, y  este  nombre  lo  mismo  que  i)\  de  criollo,  con  el  progreso  de 
la  rivalidad  entre  unos  y  oíros,  vino  también  á  tenerse  por  ofen- 
sivo. 

Regulábase  en  sesenta  mil  el  número  de  loa  españoles  nacidos  en 
Europa  que  residían  en  la  Nueva  Esoáfia  en  el  año  de  1808.  Ellos 
ocupaban  casi  todos  los  principales  empleos  en  la  administración, 
la  Iglesia,  la  magistratura  y  el  ejército:  ejercían  casi  exchisivamente 
el  comercio,  y  eran  dueños  de  grandes  caudales  consistentes  en  nu- 
merario, empleado  en  diversos  giros,  y  en  toda  clase  de  fincas  y 
propiedades.  Los  que  no  venian  con  empleos,  dejaban  su  patria  ge- 
neralmente muy  jóvenes,  y  pertenecían  á  familias  pobres,  poro  ho- 
nestas, en  especial  los  que  procedian  de  las  Provincias  vascongadas 
y.  de  las  montañas  de  Santander,  y  por  lo  común  eran  de  buenas 
costumbres.  Siendo  su  fin  hacer  fortuna,  estaban  dispuestos  á  bus- 
carla, destinándose  á  cualquier  género  de  trabajo  productivo:  ni  las 
distancias,  ni  los  peligros,  ni  los  malos  climas  les  arredraban.  Los 
unos  llegaban  destinados  á  servir  en  casa  de  algún  pariente  6  amigo 
de  su  familia;  otros  eran  acomodados  por  sus  paisanos:  todos  entra- 
ban en  clase  de  dependientes,  sujetos  á  una  severa  disciplina,  y  desde 
sus  primeros  pasos  aprendían  á  considerar  el  trabajo  y  la  economía 
conro  el  único  camino  para  la  riqueza.  Alguna  relajación  había 
en  esto  en  México  y  Veracruz,  pero  en  todas  las  ciudades  del 
interior,  por  ricas  y  populosas  que  fuesen,  los  dependientes  en  ca- 
da casa  eran  tenidos  bajo  un  sistema  muy  estrecho  de  orden  y  re- 
gularidad casi  monástica,  y  este  género  do  educación  espartana 

• 

(4)  El  nombro  mexicano  de  calzado  ó  zapato  es  cací/i  y  el  verbo  tzopinia 
ú%x¿A.^  punzar  y  picar  ^  6  dar  herronaday  como  lo  defino  el  P.  Molina  en  su 
Diccionario.  De  la  combinación  de  ambos  resultaría  cactli-tzopinia^  mas  como 
los  nombres  mexicanos  pierden  en  la  composición  las  ultimas  sílabas,  queda 
cac-tzopinia  "punzar  con  el  zapftto  ó  punta  de  él,"  y  siendo  el  participio  da 
presento  de  este  verbo  tsopini^  que  usado  como  sustantivo  júerde  la  i  final^ 
resalta  el  nombre  cactzopin^  ''el  que  punza  ó  pica  con  el  zapato,"  que  por  laa 
modiñcaciones  que  los  espa&oles  hacían  en  los  nombres  mexicanos  que  no  se 
acomodaban  á  la  pronunciación  de  la  lengua  castellana,  y  de  que  hay  milla- 
res de  ejemplos,  quedó  ^xa  gachupín.  Esta  interpretación  me  ha  sido  comuni- 
cada por  el  Sr.  Líe.  D.  Faustino  Cbimalpopocatl  Galicia,  pxofesqr  de  lengua. 
mexicana  en  el  colegio  de  San  Gregorio  de  esta  capital. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  65 


hada  de  los  españoles  residentes  ^fi  América,  una  especie  de  hom- 
bres que  no  hábia  en  la  misma  España,  y  que  no  volverá  á  haber 
en  América.  Según  adelantaban  en  su  fortuna,  ó  según  los  méritos 
que  contraian,  solían  casar  con  alguna  hija  de  la  casa,  mucho  más 
si  eran  parientes,  ó  se  establecian  por  sí,  y  todos  se  enlazaban  con 
mujeres  criollas,  pues  eran  muy  pocas  las  que  venían  de  España, 
y  éstas  generalmente  casadas  con  los  empleados.  Con  la  fortuna  y 
el  parentesco  co^  las  familias  respetables  de  cada  lugar,  venia  la 
consideración,  los  empleos  municipales  y  la  influencia,  que  algu- 
nas veces  degeneraba  en  preponderancia  absoluta.  Una  vez  ^esta-  ^ 
Mecidos  los  españoles,  nunca  pensaban  en  volver  á  su  patria,  y 
consideraban  como  el  único  objeto  de  que  debían  ocuparse,  el  au- 
mento de  sus  intereses,  los  adelantos  del  lugar  de  su  residencia  y 
la  comodidad  y  decoro  de  su  familia;  de  donde  resultaba  que  cada 
español  que  se  enriquecía,  era  un  caudal  en  beneficio  del  país,  una 
familia  acomodada  que  en  él  se  arraigaba,  ó  á  falta  de  ésta,  era  orí- 
gen  de  fundaciones  piadosas  y  benéficas,  destinadas  al  amparo  d& 
1^  huérfanos  y  al  socorro  de  los  menesterosos  y  desvalidos,  de  que 
especialmente  la  ciudad  de  México  presenta  tan  grandiosas  mues- 
tras. Estas  fortunas  se  formaban  por  las  tareas  laboriosas  del  cam* 
po,  por  un  largo  ejercicio  del  comercio,  ó  por  el  más  aventurado 
trabajo  de  las  minas;  y  aunque  estas  ocupaciones  no  abriesen  por 
lo  común,  un  camino  de  llegar  rápidamente  á  la  riqueza,  ayudaba 
á  formarla  la  economía  que  había  en  las  familias,  en  las  que  se  vi- 
vía con  frugalidad,  sin  lujo  en  muebles  y  vestidos,  y  así  se  habían 
ido  creando  porción  de  capitales  medianos,  que  estaban  repartidos 
en  todas  las  poblaciones,  aun  en  las  de  menos  importancia,  sin  que 
esta  parsimonia  impidiese  los  actos  de  liberalidad  que  manifesta- 
ban en  ocasiones  dé  públicas  calamidades,  ó  cuando  el  servicio  del 
Estado  lo  exijia,  de  lo  que  veremos  muchos  y  muy  señalados  ejem- 
plos. 

Kara  vez  los  criollos  conservaban  el  orden  de  economía  de  sus 
padres  y  seguían  la  profesión  que  habia  enriquecido  á  éstos,  los  \^ 

s/  cuales,  en  medio  de  las  comodidades  que  les  proporcionaba  el  cau- 
dal que  habían  adquirido,  tampoco  sujetaban  á  sus  hijos  á  la  seve- 
ra disciplina  en  que  ellos  mismos  se  habían  formado.  Deseosos  de 


56  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

darles  una  educación  más  distinguida  y  correspondiente  al  lugar 
que  ellos  ocupaban  en  la  sociedad,  los  destinaban  4  los  estudios  que 
conducían  á  la  Iglesia  ó  á  la  abogacía,  ó  los  dejaban  en  la  ociosi- 
dad y  encuna  soltura  perjudicial  á  sus  costumbres.  Algunos  los 
mandaban  al  seminarío  de  Vergara,  en  la  provincia  ele  Guipúzcoa 
en  España,  cuando  éste  se  estableció  bajo  un  pié  brillante  de  ins- 
trucción general,  y  si  esto  se  hubiera  generalizado,  habría  contri- 
buido mucho  no  solo  á  propagar  los  conocimientos  útiles  en  la  Amé- 
rica española,  sino  también  para  unir  esta  con  la  metrópoli  con  la- 
zos más  duraderos.  De  este  género  de  educación  viciosa  provenia 
que  mientras  los  dependientes  europeos  casados  con  las  bijas  del 
amo,  sostenían  el  giro  de  la  casa  y  venian  á  ser  el  apoyo  de  la  fa-* 
milia,  aumentando  la  porción  de  herencia  que  había  tocado  á  sus 
mujeres;  los  hijos  criollos  la  desperdiciaban  en  pocos  años  y  que- 
daban arruinados  y  perdidos,  echándose  á  pretender  empleos,  pa- 
ra ganar  en  el  trabajo  flojo  de  una  oficina  los  medios  escasos  de 
subsistir,  mas  bien  que  asegurarse  una  existencia  independiente, 
eon  una  vida  activa  y  laboriosa.  (5)  La  educación  literaria  que  ^ 
les  daba  á  veces  y  el  aire  de  caballeros  que  tomaban  en  [h,  ociosí* 
dad  y  en  la  abundancia,  les  hacia  ver  con  desprecio  á  los  europeos, 
que  les  parecian  ruines  y  codiciosos  porque  eran  económicos  y  ac- 
tivos, y  los  tenían  por  inferiores  á  ellos,  porque  se  empleaban  en 
tráficos  y  profesiones  que  consideraban  como  indignos  de  la  clase 
á  que  con  ellos  los  habían  elevado  sus  padres.  Sea  por  efecto  de  es* 
ta  viciosa  educación,  sea  por  influjo  del  clima  que  inclina  al  aban* 
donó  y  á  la  molicie,  eran  los  criollos  generalmente  desidiosos  y  des- 
cuidados: de  ingenio  agudo,  pero  al  qiie  pocas  veces  acoinpaflaba 

(5)  De  aquí  provino  el  proverbio  tan  conocido:  *'E1  padre  mercader,  el  hi- 
jo caballero,  el  nieto  pordiosero,"  que  caracterizaba  en  pocas  palabras,  este 
tránsito  de  la  riqueza  ganada  con  el  trabajo,  á  la  ociosidad  y  prodigalidad,  y 
de  ésta  á  la  miseria. 

Esta  prodigalidad  venia  de  tiempos  muy  anteriores.  Valbuena  en  su  "Gran- 
desa  mexicana,"  poema  que  escribió  en  1603,  cuenta,  entre  laa  circunstancias 
que  hacían  deliciosa  la  vida  en  México,  má^  que  en  ninguna  otra  parte  del 
mundo, 

^^  Aquel  pródigamente  darlo  todo^ 

Sin  reparar  en  gastos  excesivos^ 

Las  perlas^  oro,  platay  seda  á  rodo?'* 
Cap.  3?  Arg.  Caballos,  calles^  trato,  cumplimiento. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  57 


el  juicio  y  la  reflexión;  prontos  para  emprender  y  poco  prevenidos 
en  los  medios  de' ejecutar;  entregándose  con  ardor  á  lo  presente  y 
atendiendo  poco  á  lo  venidero;  pródigos  en  la  buena  fortuna  y  pa- 
cientes y  sufridos  en  la  adversa.  El  efecto  de  estas  funestas  pro- 
pensiones era  la  corta  duración  de  las  fortunas,  y  el  empeño  de  los 
europeos  en  trabajar  para  formarlas  y  dejarlas  á  sus  hijos,  pudie- 
ra compararse  al  tonel  sin  fondo  de  las  Danaides,  que  por  mas  que 
se  le  echara,  nunca  llegaba  á  colmarse.  De  aquí  resultaba  que  la  raza 
española  en  América  necesitaba  para  permanecer  ep- prosperidad. 
y  opulencia,  una  refacción  continua  de  españoles  europeos  que  ve- 
nian  á  formar  nuevas  familias,  á  medida  que  las  formadas  por  sus 
predecesores,  caian  en  el  olvido  y  la  indigencia. 

Aunque  las  '  leyes  no  establecian  diferencia  alguna  entre  estas 
dos  clases  de  españoles,  ni  tampoco  respecto  á  los  mestizos  nacidos 
de  unos  y  otros  de  madres  indias,  vino  á  haberla  de  hecho,  y  con 
ella  se  fué  creando  una  rivalidad  declarada  entre  ellas,  que  aunque 
por  largo  tiempo  solapada,  era  de  temer  rompiese  de  una  manera 
funesta,  cuando  se  presentase  la  ocasión.  Los  europeos  ejercían^ 
como  antes  se  dijo,  casi  todos  los  empleos,  (6)  tanto  porque  asi  le 
exigía  la  política,  cuanto  por  la  may^r  oportunidad  que  tenían  de 
solicitarlos  y  obtenerlos,  hallándose  cerca  de  la  fiíente  de  que  di- 

(6)  De  los  ciento  setenta  vi  reyes  que  había  habido  en  América  hasta  el  año 
de  1813,  solo  cuatro  habían  nacido  en  ella,  y  esto  por  casualidad,  por  ser  hijos 
de  empleados.  Tres  dé  estos  fueron  vireyes  de  México,  y  son  D.  Luis  de  Ve- 
lasco,  hijo  del  primero  de  este  nombre  que  obtuvo  aquella  dignidad  y  murió 
en  México  en  1564:  B.  Juan  de.  A  cufia,  marques  de  Casafuerte,  nacido  en  Li- 
ma, que  sirvió  el  víreínato  d^sde  1722  á  1734,  en  que  murió,  y  esté  •nterrado 
en  la  iglesia  de  S.  Cosme  de  México:  el  tercero  fué  el  conde  de  Revilla  Gige* 
do,  que  nació  en  la  Habana  siendo  su  padre  capitán  general  de  la  isla  de  Cu- 
ba, de  donde  pasó  al  vireínato  de  México.  Los  tres  fueron  un  modelo  de  pro- 
bidad, capacidad  y  zelo.  De  seiscientos  dos  capitanes  generales  y  presidentes,, 
catorce  habían  sido  criollos.  En  el  año  de  1812,  según  la  recapitulación  que 
publicó  en  Cádiz  el  Dr.  Alcocer,  diputado  en  las  cortes  por  Tlaxcala,  en  el 
núm.  37  del  Censor  de  1?  de  Mayo  de  aquel  año,  todos  los  empleos  de  prime- 
ra clase  los  tenían  en  Nueva  España  los  europeos,  excepto  el  obispado  de  Pue- 
bla y  la  dirección  de  la  Lotería,  que  se  did  al  que  la  obtuvo,  por  haberse  casa- 
do con  una  anciana  alemana,  favorecida  de  la  reina  María  Luisa.  Véase  la  His- 
toria del  Dr.  Mier,  tom.  2*?  líb.  XIV  fol.  625.  Aunque  la  secretaría  del  vireí- 
nato la  había  tenido  un  mexicano,  estaba  ya  separado  entonces.  A  la  noticia 
de  Alcocer  es  menester  agregar,  que  había  varios  oidores  y  canónigos  ameri- 
canos. 

TOMO  I.- 


58  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


manaban  todas  las  gracias:  los  criollos  los  obtenían  rara  vez  por 
alguna  feliz  combinación  de  circunstancias,  ó  cuando  iban  á  la  cor- 
te á  pretenderlos,  y  aunque  tenian  todas  las  plazas  subalternas, 
que  eran  en  mayor  número,  esto,  antes  excitaba  su  ambición  de 
ocupar  las  superiores,  que  la  satisfacía.  Aunque  en  los  dos  pri- 
meros siglos  después  de  la  conquista,  la  carrera  eclesiástica  hubie- 
se presentado  á  los  americanos  mayores  adelantos/siendo  muchos 
los  que  entonces  obtuvieron  (7)  obispados,  canongías,  cátedras  y 
pingües  beneficios;  se  habían  cercenado  para  ellos  e&tas  gracias,  y 
á  pesar  do  haberse  mandado  por  el  rey  que  ocupasen  por  mitad  los 
coros  de  las  catedrales,  á  consecuencia  de  la  representación  qu9  el 
Ayuntamiento  de  México  hizo  en  2  de  Mayo  de  1792,  había  preva- 
lecido la  insinuación  del  arzobispo  D.  Alonso  Núñez  de  Haro,  que 
dio  motivo  á  aquella  exposición,  para  que  solo  se  les  confiriesen 
^npleos  inferiores,  á  fin  que  permaneciesen  sumisos  y  rendidos, 
pues  que  en  1808  todos  los  obispados  de  la  Nueva  España,  excep- 
to uno,  las  más  de  las  canongías  y  muchos  de  los  curatos  más  pin- 
gües, se  hallaban  en  manos  de  los  europeos.  En  los  claustros  pre- 
valecieron también  éstos,  y  para  evitar  los  disturbios  frecuentes 
que  la  rivalidad  del  nacimiento  causaba  en  algunas  órdenes  reli- 
giosas, se  estableció  por  las  leyes  la  alternativa,  nombrándose  en 
una  elección  prelados  europeos  y  en  otra  criollos;  pero  habiéndose 
introducido  la  distinción  entre  los  europeos  que  habían  venido  de 
España  con  el  hábito  y  los  que  lo  habían  tomado  en  América,  en 
cuyo  favor  se  estableció  otro  turno,  resultaban  dos  elecciones  de 
europeos  por  una  de  criollos.  Si  á  esta  preferencia  en  los  empleos 
políticos  y  beneficios  eclesíástic(»s,  que  ha  sido  el  motivo  principal 
de  la  rivalidad  entre  ambas  clases,  se  agrega  el  que,  como  hemos 
visto,  los  europeos  poseían  grandes  riquezas,  que  aunque  fuesen  el 
justo  premio  del  trabajo  y  la  industria,  excitaban  la  envidia  de  los 

(7)  De  setecientos  seis  obispos  que  habla  habido  eQ  toda  la  América  hasta 
1812,  ciento  cinco  fueron  criollos,  aunque  pocos  en  las  mitras  de  primer  orden. 
Toda  esta  materia  de  postergación  en  los  empleos,  ha  sido  copiosamente  tra- 
tada por  el  Dr.  Mier  en  su  citada  obra,  y  por  el  Dr.  Alcocer  en  los  censores 
publicados  en  Cádiz,  que  puede  ver  el  que  desee  mas  extensión,  habiendo  si- 
do este  punto  de  muy  empeñadas  discusiones  en  las  Cortes,  con  cuyo  motivo 
ambos  escribieron,  como  veremos  en  su  lugar. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  59 

americanos  y  eran  consideradas  por  éstos  como  otras  tantas  usur- 
paciones que  se  les  habían  hecho;  que  aquellos  con  el  poder  y  la 
riqueza  eran  á  veces  más  favorecidos  por  el  bello  sexo,  proporcio- 
nándose mas  ventajosos  enlaces;  que  por  todos  estos  motivos  jun- 
tos, habían  obtenido  una  prepotencia  decidida  sobre  los  nacidos  en 
el  país;  no  será  difícil  explicar  los  celos  y  rivalidad  que  entre  unos 
y  otros  fueron  creciendo,  y  que  terminaron  por  un  odio  y  enemis- 
tad mortales. 

En  todo  lo  que  he  dicho  en  general  sobfe  el  carácter  de  los  es- 
pañoles europeos  y  americanos,  deben  hacerse  las  excepciones  qup 
naturalmente  exigen  las  pinturas  ó  definiciones  genéricas.  Entre  los 
últimos  hubo  muchos  que  por  su  aplicación  y  economía,  se  eximieron 
de  los  defectos  que  se  atribuyen  en  genei'al  á  esta  clase,  y  en  el  de* 
sempeño  de  los  empleos  que  obtuvieron,  se  distinguieron  en  la  Igle- 
sia muchos  prelados  ejemplares  por  su  zelo  y  virtudes,  en  la  toga  mu- 
chos magistrados  de  integridad  y  saber,  y  en  las  oficinas  muchos  em- 
pleados recomendables:  así  como  entre  los  europeos,  especialmente 
en  los  de  las  provincias  meridionales  de  España,  no  eran  pocos  los 
que  desmentían  con  una  conducta  poco  regular  la  laboriosidad  y  eco- 
nomía de  sus  paisanos,  y  por  la  expresión  »íun  gachupín  perdido,  h  se 
entendía  un  resumen  de  todos  los  vicios,  que  á  veces  los  precipita- 
ban en  los  crímenes  más  atroces. 

En  los  aftos  inmediatos  á  la  conquista,  vinieron  muchas  mujeres 
españolas  casadas  con  los  conquistadores,  6  á  procurarse  con  ellos 
enlaces  más  ventajosos  que  los  que  por  su  escasa  fortuna  pudieran 
esperar  en  España.  De  ellas  eran  muchas  de  familias  muy  distin- 
guidas, entre  las  que  pueden  contarse  las  hijas  del  comendador  de 
Santiago  Leonel  de  Cervantes,  de  las  que  proceden  varias  de  las 
principales  familias  de  México,  y  las  que  llevó  consigo  á  Guatema- 
la D*  Beatriz  de  la  Cuieva,  de  la  casa  de  los  duques  de  Alburquer- 
que,  cuando  vino  casada  con  D.  Pedro  de  Al  varado;  pero  en  el 
transcurso  del  tiempo,  no  venian  otras  que  las  casadas  con  los  em- 
pleados, éstas  eran  muy  pocas,  de  manera  que  todas  las  mujeres 
blancas  que  había  en  Nueva-España  eran  de  la  clase  criolla.  No 
solían  participar  éstas  de  los  defectos  de  sus  hermanos,  por  lo  que 
se  consideraba  como  principio  establecido^  que  en  América  las  mu- 


60  HISTORIA  DE  MÉXICH:). 


jeres  Taliaix  más  que  los  hombres;  y  dejando  aparte  las  excepcio- 
nes que  todas  las  reglas  generales  suponen^  y  muy  especialmente 
las  que  deben  hacerse  respecto  á  la  capital  y  á  algunas  otras  ciu- 
dades grandes,  en  las  que  la  corrupción  de  costumbres  era  bastan- 
te común;  es  menester  confesar,  que  nada  habia  más  respetable  que 
las  familias  de  mediana  fortuna  de  las  provincias,  siendo  las  muje- 
res criollas,  amantes  esposas,  buenas  madres,  recojidas,  hacendo- 
sas, bondadosas,  y  el  único  defecto  que  solia  imputárseles  era,  que 
por  la  benignidad  de  su  carácter,  contribuían  no  poco  á  los  funes- 
tos extravíos  de  sus  hijos. 

Los  pocos  descendientes  que  quedaban  de  los  conquistadores,  y 
otros  que  derivaban  un  origen  distinguido  de  familias  que  en  Espa* 
ña  lo  eran,  ccm  los  empleados  superiores  y  los  acaudalados  que  ha- 
bían obtenido  algún  titulo  ó  cruz,  ó  adquirido  algún  empleo  munici- 
pal perpetuo,  formaban  una  nobleza  que  no  se  distinguía  del  resto 
de  la  casta  española  sino  por  la  riqueza,  y  que  cuando  ésta  se  aca- 
baba volvía  á  caer  en  la  clase  común.  Conservaba  sin  embaído  aun 
en  su  decadencia  ciertas  prerogativas,  pues  se  necesitaba  pertene- 
cer á  ella  para  ser  admitido  en  el  clero,  la  carrera  del  foro  y  la  mi- 
licia. Como  esta  clase,  á  la  que  se  agregaban  todos  los  que  adquirían 
fortuna,  pues  todos  pretendían  pasar  por  españoles  y  nobles,  se 
distinguía  del  resto  de  la  población  por  su  traje,  estando  más  ó  me- 
nos bien  vestidos  los  individuos  que  la  formaban,  cuando  el  pueblo 
generalmente  no  lo  estaba,  se  conocía  con  el  nombre  de  "gente  de* 
centén  y  esto,  más  bien  que  el  nacimiento,  era  el  carácter  distinti- 
vo con  que  se  le  designaba.  Un  título  de  conde  ó  marqués,  (8)  con 
una  cruz  de  Santiago  ó  Calatrava,  y  después  de  Carlos  III  cuando 
esta  orden  se  erigió,  era  todo  el  objeto  de  la  ambición  del  que  se 

(8)  Muchos  de  estos  títulos  eran  comprados,  de  los  que  los  reyes  concedian 
para  que  los  vendiera,  á  algún  establecimiento  que  querían  favorecer,  en  su 
advenimiento  al  trono,  nacimiento  de  algún  infante,  ú  otro  motivo  plausible: 
sin  embargo,  siempre  para  obtenerlos  era  menester  hacer  información  de  no- 
blesa. 

Cede  un  indiano  el  fruto  de  sus  minas 
Porque  le  den  de  conde  el  tratamiento, 

Becia  Iriarte  en  una  de  sus  poesías,  hablando  de  las  extravagancias  de  los 
hombres.  Llánmse  bonanzas  en  las  minas  encontrar  un  espacio  neo  en  la 
veta;  á  imitación  de  la  voz  de  la  marina  que  indica  navegar  en  mar  tranquilo 
y  con  vieúto  favorable. 


mSTOftlA  DB  míxico.  61 

enriquecía  por  el  comercio  ó  hallaba  una  bonanza.en  las  mínaa.  Es- 
tos títulos  llevaban  consigo  la  fundación  de  un  vinculo,  aunque  no 
siempre  se  cumplía  con  esta  condición,  y  además  habia  otros  mu-* 
chos  mayorazgos  sin  títulos,  por  cuyo  medio  se  habia  pretendido 
dar  duración  á  las  fortunas;  pero  este  intento  se  frustraba  con  los 
gravámenes  que  se  imponían,  con  permiso  de  la  audiencia,  sobre 
los  bienes  vinculados,  con  lo  que  asi  estos,  como  todas  las  propie- 
dades raices  del  país,  tanto  rústicas  como  urbanas,  estaban  afectos 
en  gran  parte  á  reconocimientos  á  censo  redimible  en  favor  del  do- 
ro y  fundaciones  piadosas.  £n  todos  los  países  en  que  han  existido 
las  vinculaciones,  han  sido  notados  los  mayorazgos  de  pródigos, 
descuidados  y  desidiosos,  y  en  Nueva-Espafia,  donde  por  desgra- 
cia la  clase  española  americana  tanto  propendía  á  estos  defectos, 
los  mayorazgos  podían  ser  considerados  como  el  tipo  del  carácter 
que  de  ella  he  delineado. 

No  puede  decirse  que  la  dase  espailola,  comprendiendo  en  esta 
expresión  tanto  á  los  nacidos  en  España  como  en  América,  fue<ie 
la  clase  ilustrada;  pero  sí  que  la  ilustración  que  habia  en  el  país, 
estaba  exclusivamente  en  ella.  De  los  europeos, .  los  que  venían  con 
empleos  en  la  magistratura  y  en  el  clero,  tenían  la  instrucción  pro- 
pia de  sus  profesiones,  sin  exceder  sino  rara  vez  de  los  límites  que 
prescribía  el  ejercicio  de  éstas,  y  lo  mismo  sucedía  entre  los  ofici- 
cinistas:  los  que  venían  á  buscar  fortuna,  no  tenían  instrucción  al- 
guna y  adquirían  á  fuerza  de  práctica  la  necesaria  para  el  comer- 
cío,  las  minas  y  la  labranza.  Entre  los  americanos  habia  más  y  más 
profundos  conocimientos,  y  esta  superioridad  era  una  de  las  cau- 
sas, que  como  he  dicho,  les  hacia  ver  con  desprecio  á  los  europeos, 
y  que  no  poco  fomentaba  la  rivalidad  suscitada  contra  ellos.  Sin 
embargo,  esta  instrucción  casi  estaba  reducida  á  las  materias  del 
foro  y  eclesiásticas,  y  se  limitaba  á  México  y  á  las  capitales  de  los 
obispados  en  que  habia  colegios.  Durante  muchos  años  no  hubo 
otro  establecimiento  de  enseñanza  pública  que  la  Universidad  de 
México,  que  fué  distinguida  por  los  reyes  de  España  con  todos  los 
privilegios  que  tenía  la  de  Salamanca  y  muy  favorecida  por  los  ví- 
reyes.  (9)    Los  jesuítas,  que  llegaron  á  México  en  1572,  fundaron 

(9)  La  universidad  mandada  fundar  por  cédula  del  emperador  Carlos  Y, 


62  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

según  su  instituto,  colegios  en  varias  ciudades  príncipates  en  que  se 
establecieron,  y  más  tarde  se  abrieron  en  las  capitales  de  los  obis- 
pados los  seminarios,  en  virtud  de  lo  mandado  en  el  concilio  de 
Trento.  Pero  en  los  colegios  de  la  Compañía  fué  donde  se  dio  ma- 
yor extensión  á  la  enseñanza,  pues  ademas  de  la  filosofía  y  la  teo-* 
logia,  se  cultivaban  en  ellos  las  bellas  letras,  y  muchas  composicio- 
nes latinas  en  prosa  y  en  verso  que  nos  quedan  de  los  discípulos 
que  en  ellos  se  formaron,  prueban  el  buen  gusto  que  se  les  inspi- 
raba en  las  lecciones  que  recibían.  La  expulsión  de  los  religiosos 
de  esta  orden  en  1767  causó  un  atraso  muy  considerable  en  la  ilus- 
tración, pues  con  ellos  cesaron  los  colegios  que  tenían  á  su  cargo, 
y  aunque  algunos  siguieron  administrados  por  el  gobierno,  estuvie- 
ron lejos  de  conservar  el  lustre  que  tenían.  Los  jesuítas,  por  sus 
principios  religiosos  y  políticos,  hubieran  hecho  más  duradera  la 
dependencia  de  la  metrópoli,  pero  también  la  independencia  hecha 
con  mayor  instrucción  en  la  clase  alta  y  media  de  la  sociedad,  hu- 
biera sido  mas  fructuosa.  (10)  Había  también  colegios  á  cargo  de 
los  franciscanos,  pero  eran  únicamente  para  las  ciencias  eclesiásti- 
cas y  nunca  tuvieron  gran  nombradía.  Eeducidos  pues  los  estudios 
á  la  filosofía,  como  estudio  preparatorio;  á  la  teología,  leyes  y  me- 
dicina, esta  última  poco  apredada,  se  dedicaban  á  ellos  los  que  los 
consideraban  como  una  carrera  lucrativa;  mas  la  gente  acomodada 
no  veía  necesidad  de  instruirse,  y  dejando  el  cultivo  de  las  letras 

de  V  de  Setiembre  de  1551,  se  abrió  ea  1553.  El  Di\  D.  Prtancisco  Cervantes 
Salazar  nos  ha  dejado  en  sus  diálogos  una  descripción  muy  cariosa  de  su  pri- 
mitivo estado,  que  publicaré  en  el  tomo  3"  de  mis  Disertaciones  sobre  la  his- 
toria de  México,  y  en  el  2*,  disertación  8*  puede  verse  lo  que  he  dicho 
sobre  la  fundación  y  sitio  que  se  le  destinó.  Aunque  también  habia  el  colegio 
de  Sta.  Cruz  en  Santiago  Tlaltelolco,  fundado  pocos  años  después  de  la  con- 
quista, era  solo  para  indios,  y  no  duró  mucho  tiempo  en  vigor.  El  colegio  de 
Santos,  cuya  fundación  se  hizo  en  1573,  era  colegio  mayor  en  que  no  se  daban 
estudios,  sino  que  ya  los  tenian  los  que  eran  admitidos  en  él.  El  de  Letran 
que  tuvo  principio  en  los  tiempos  de  la  conquista,  no  era  mas  que  una  escue- 
la de  primeras  letras  en  que  se  enseñaba  también  gramática  latina.  Para  mu- 
jeres no  habia  mas  que  el  de  las  Niñas  contemporáneo  del  de  Letran^  y  los 

conventos  de  monjas  en  que  se  les  enseñaban  las  labores  propias  de  su  sexo 

• 

(10)  Esta  es  la  opinión  que  manifiesta  un  escritpr  protestante,  David  Barry, 
editor  del  Informe  secreto  sobre  el  Perú,  de  D.  Jorge  Juan  y  de  D.  Antonio 
ülloa,  al  gobierno  español,  publicado  en  Londres  en  folio,  en  1826,  en  la  nota 
del  fol.  636  y  siguientes. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  63 

á  los  eclesiásticos  y  á  los  abogados,  que  se  llamaban  exclusivamen- 
te i* letrados, \t  en  vez  de  buscar  en  el  adorno  del  espíritu  la  más  no- 
ble ocupación,  ó  por  lo  menos  una  honesta  distracción  y  entreteni- 
miento, se  abandonaba  al  juego  y  á  la  disipación,  ó  pasaba  su  tiem- 
po en  la  ociosidad  y  la  ignorancia:  solo  algunos  pocos  individuos 
aplicados,  adquirían  instrucción  en  la  historia  y  otros  ramos,  en 
virtud  de  lectura  y  estudios  privados,  que  se  dificultaban  por  la  es- 
casez y  alto  precio  de  los  libros;  y.aunque  en  las  facultades  que  se 
enseñaban  hubiese  habido  hombres  muy  distinguidos,  especialmen^ 
te  entre  los  eclesiásticos,  para  quienes  las  canongias  de  oposición 
eran  un  fuerte  incentivo  al  estudio,  en  general  era  grande  la  ign  o- 
rancia  en  materias  politicas  y  aun  en  la  geografía  y  otras  ciencias 
elementales.  Sin  embargo,  lo  que  se  estudiaba  era  bien  y  sólida- 
mente, y  en  esta  parte,  cuanto  en  tiempos  posteriores  ha  podido 
aventajarse  en  superficie,  se  ha  perdido  en  profundidad:  especial- 
mente el  clero,  y  en  esto  todavía  mas  el  regular  que  el  secular,  ha 
tenido  desde  aquel  tiempo  un  atraso  notable.  Las  ciencias  exactas 
útiles  para  la  minería,  se  cultivaban  en  ^1  seminario  de  este  nom- 
bre de  muy  reciente  fundación;  pero  aunque  este  establecimiento 
fué  fomentado  con  especial  empeño  y  produjo  algunos  pocos  hom- 
bres distinguidos,  nunca  su  utilidad  ha  correspondido  al  gasto  que 
en  él  se  ha  erogado,  y  lo  misino  sucedió  con  la  Academia  de  bellas 
artes,  fundada  en  el  reinado  de  Carlos  III,  pudiendo  decirse  que 
hubo  buenos  pintores  antes  que  hubiese  escuela  en  que  se  forma- 
sen, y  que  dejó  de  haberlos  desde  que  ésta  se  estableció. 

La  clase  española  era  pues  la  predominante  en  Nueva  España, 
y  esto  no  por  su  número,  sino  por  el  influjo  y  poder,  y  como  el  nú- 
mero menor  no  puede  prevalecer  sobre  el  mayor  en  las  institucio- 
nes políticas,  sino  por  efecto  de  los  privilegios  de  que  goce,  las.  le- 
yes habian  tenido  por  principal  objeto  asegurar  en  ella  esta  prepo- 
tencia. Ella  poseía  casi  toda -la  riqueza  del  país;  en  ella  se  hallaba 
la  ilustración  que  se  conocía;  ella  sola  obtenía  todos  los  empleos  y 
podia  tener  armas,  y  ella  sola  disfrutaba  de  los  derechos  políticos 
y  civiles.  Su  división  entre  europeos  y  criollos  fué  la  causa  de  las 
revoluciones  de  que  voy  á  ocuparme:  los  criollos  destruyeron  á  los 
europeos,  pero  los  medios  de  que  para  este  fin  pusieron  en  acción, 


64  HIBTOBIA  DE  MÉXICO. 

minaron  también  la  parte  de  poder  que  ellos  tenían.  En.  cuanto  á 
su  número  y  proporción  en  la  totalidad  de  la  población  de  la  Nue- 
va España,  no  es  posible  determinarlo,  y  es  menester  limitarse  á 
meras  aproximaciones,  en  cuyo  punto  difieren  notablemente  los  au- 
tores que  han  tratado  esta  materia.  El  barón  de  Humboldt  (11) 
regula  que  habia  en  el  año  de  1804  diez  y  seis  blancos  en  cada  cien 
habitantes.  El  Doctor  Mora  (12)  hace  subir  esta  proporción  has- 
ta la  mitad,  en  lo  que  padece  manifiesta  equivocación,  bastando  pa- 
ra  convencerse  el  echar  una  simple  ojeada  sobre  la  masa  de  la  po« 
blacion,  en  especial  fuera  de  las  ciudades  populosas  y  en  los  campos; 
ademas,  que  siendo  fundado  el  cálculo  de  Humboldt  en  buenos  da^ 
tos,  todas  las  circunstancias  que  desde  entonces  han  intervenido, 
han  debido  producir  una  diminución  notable  y  no  un  aumento  en 
la  proporción  de  la  población  blanca,  tales  como  la  emigración  ó 
destrucción  de  porción  de  familias  de  esta  clase  por  la  expulsión  de 
los  españoles;  la  ruina  de  las  fortunas  que  estaban  en  sus  manos  y 
pasaban  á  sus  hijos,  y  la  venida  de  extranjeros  á  ocupar  el  lugar 
de  aquellos,  que  no  se  radican  en  el  país,  sino  que,  á  diferencia  de 
los  españoles,  lo  abandonan  luego  que  han  hecho  fortuna  en  él 
Creo,  pues,  que  atendida»  todas  estas  razones,  la  población  blanca 
ni  era  ni  es  en  la  actualidad  más  de  la  quinta  parte  de  la  total  del 
país.  (13)  Los  otros  cuatro  quintos  pueden  considerarse  distribui- 
dos por  mitad  entre  los  indios  y  las  castas,  y  en  esta  razón,  de  los 
seis  millones  á  que  podia  ascender  la  población  total  de  la  Nueva 
España  en  1808,  un  millón  y  doscientos  mil  eran  de  la  raza  espa- 
ñola, inclusos  setenta  mil  españoles  europeos;  dos  millones  y  cua- 
trocientos mil  indios,  y  otros  tantos  de  castas. 

(11)  Humboldt.  Essai  politique  sur  le  royanme  de  la  Nouvellc  Espagne. 
Paas  1811,  tom.  2?  chap.  VII  liv.  II  fol.  8. 

(12)  Mora.  México  y  sus  revolociones.  París  1836,  fol.  166. 

(13)  Para  mas  amplio  conocimiento  de  lo  dicho  sobre  la  raza  española  j  las 
demás  que  poblaban  la  Nueva  España,  on  la  época  en  que  comienza  esta  his- 
trria,  puede  verse,  1?  Lo  que  dice  el  obispo  Abad  y  (iueipo  en  la  muy  juicio- 
sa representación  que  redactó  en  nombre  de  su  antecesor  D.  Fr.  Antonio  de  S. 
Miguel  en  11  de  Diciembre  de  1799.  Hállase  en  la  colección  de  sus  obras,  im- 
presa en  México  en  1813. — Véase  el  fol.  50,  y  la  ha  reimpreso  el  Dr.  Mora 
en  sus  obras  sueltas.  Paris  1837,  fol.  64,  con  todas  las  obras  de  dicho  obispo 
Abfid  y  Q^ueipo,  excepto  su  testamento  político  hecho  antes  de  embarcarse  pa- 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  66 

Las  leyes  habían  hecho  de  los  indios  una  clase  muy  privilegiada 
y  separada  absolutamente  de  las  demás  de  la  población.  La  pro- 
tección especial  que  se  ies  dispensó  provino,  de  la  opinión  que  de 
ellos  se  fonnaron,  en  el  tiempo  en  que  fueron  descubiertas  y  ocu- 
padas por  los  españoles  las  islas  Antillas  y  las  playas  de  Costa  fir- 
me, tanto  sus  enemigos  como  sus  amigos  y  defensores.  Los  prime- 
ros pretendían  que  eran  incapaces  de  razón  é  inferiores  á  la  espe- 
cio humana,  por  lo  que  querían  condenarlos  á  perpetua  esclavitud: 
los  que  sostenían  lo  contrario,  estaban  de  acuwdo  con  aquellos  en 
cnanto  á  la  inferioridad,  respecto  á  las  razas  del  antiguo  continen- 
te, por  su  escasa  capacidad  moral  y  debilidad  de  sus  fuerzas  físicas; 
pero  de  esto  deducían  que  necesitaban  ser  protejidos  contra  las 
violencias  y  artificios  de  aquellas.  Esta  inferioridad  en  que  estaban 
todos  conformes,  dio  motivo  á  que  se  calificasen  los  españoles  y 
castas  con  el  nombre  de  gente  de  razón,  como  si  los  indios  carecie- 
sen de  ella,  y  fué  también  el  origen  de  la  traslación  en  gran  nú- 
mero de  los  negros  de  África  á  los  nuevos  establecimientos,  que 
promovió  con  empeño  el  P.  Casas,  tan  zeloso  abogado  de  los  in- 
dios, para  eximir  á  éstos  de  los  duros  trabajos  en  que  los  emplea- 
ban los  conquistadores,  sustituyendo  en  su  lugar  los  africanos,  que 
son  de  una  constitución  mucho  más  fuerte  y  vigorosa.  Esto  tam- 
bién fué  lo  que  movió  á  los  reyes  de  España,  cuyas  intenciones 

ra  España  en  1815,  de  que  parece  no  tuvo  conocimiento  Mora.  2"*  El  barón  de 
Humboldt,  Essai  politique  ya  citado  tom.  1?  lib.  2?  cap.  6*"  y  en  el  tom.  2?  el 
cap.  y II  continuación  del  mismo  Hbro.  Esta  obra  fué  traducida  en  París  y 
publicada  en  el  año  de  1822  por  D.  Vicente  González  Arnao.  3**  El  Dr.  Mieji- 
en  su  Historia  de  la  levolucion  de  Nueva  España,  en  diversos  lugares,  y  mds 
particularmente  en  el  tomo  2?  lib.  XIV.  4?  El  Dr.  Mora.  México  y  sus  revo- 
luciones, tom.  V\  fol.  69  á  169.  5?  Zavala,  en  su  Ensayo  histórico  de  las  re- 
voluciones de  México,  París  1831,  toca  ligeramente  esta  materia,  tom.  1",  cap. 
1%  fol.  33  y  34.  6"  Si  se  quiere  ver  pintado  con  el  colorido  fuerte  de  las  pa- 
siones exaltadas  en  el  momento  de  su  mayor  efervescencia  el  carácter  de  los 
habitantes  de  Nueva  España,  véase  la  representación  que  hizo  á  las  Cortes 
reunidas  en  Cádiz,  el  consulado  de  México  en  27  de  Mayo  de  1811,  publica- 
da por  D.  Carlos  Bustamante  en  el  Suplemento  á  la  historia  del  P.  Cavo, 
tom.  3*^,  fol.  345,  que  se  reimprimirá  en  el  apéndice  al  tomo  2"  de  esta  his- 
toria. 

Mo  podía  ser  mi  objeto  entrar  en  todos  los  pormenores  que  algunos  de  es- 
tos autores  han  presentado.  El  Dr.  Mora  en  su  regulación  de  la  población 
blanca,  se  refiere  á  una  época  posterior  de  treinta  años  4  la  obra  de  Hnmboldt, 
pero  no  por  eso  es  menos  errado  su  cálculo. 

TOMO  I.- 


66  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

siempre  fueron  las  de  conservar  y  protejer  á  los  indios,  ^  hacer  en 
su  favor  esta  legislación,  que  puede  decirse  toda  de  excepciones  y 
privilegios.  Autorizóseles  desde  luego  á  conservar  las  leyes  y  cos- 
tumbres que  antes  de  la  conquista  teniau,  para  su  buen  gobierno  y 
policía,  con  tal  que  no  fuesen  contrarias  á  la  religión  católica,  ve- 
servándose  los  reyes  la  facultad  de  aOadir  lo  que  tuviesen  por  con- 
veniente- (14)  Mandóse  y  reiteróse  continuamente,  que  fuesen  tra- 
tados como  hombres  libres  y  vasallos  dependientes  de  la  corona  de 
Castilla.  Por  libertar  su  sencillez  de  los  fraudes  de  los  españoles, 
se  declararon  en  su  favor,  como  en  el  de  las  iglesias,  los  privilegios 
de  menores:  no  estaban  sujetos  al  servicio  militar,  ni  al  pago  de 
diezmos  y  contribuciones,  fuera  de  un  moderado  tributo  personal 
que  pagaban  una  vez  al  ano,  (15)  una  parte  del  cual  se  invertía  en 
la  manutención  de  hospitales  destinados  á  su  socorro,  y  del  que  es- 
taban exentos  los  tlaxcaltecas,  los  caciques,  las  mujeres,  los  niños, 
enfermos  y  ancianos  (16);  no  se  les  cobraban  derechos  en  sus  jui- 
cios, que  debían  ser  á  »« verdad  sabida,  ir  para  evitar  dilaciones  y 
costos:  (17)  tenian  abogados,  obligados  por  la  ley  á  defenderlos  de 
balde:  los  fiscales  del  rey  eran  sus  protectores  natos;  la  Inquisición 
no  les  comprendía  y  en  lo  eclesiástico  tenian  también  muchos  con- 
siderables píuvilegios.  Vivian  en  poblaciones  separadas  de  los  es- 
pañoles, gobernados  por  sí  mismos,  formando  municipalidades  que 
se  llamaban  repúblicas,  y  conservaban  sus  idiomas  y  trajes  pecu- 

(14)  Reqop.  de  Indias:  Ley,  4*  tit.  r  lib.  2« 

(15)  Véase  en  la  Ordenanza  de  intendentes  publicada  en  1786,  todo  lo  re- 
lativo d  tributos  desde  el  articulo  120  haíjta  el  151.  La  cuota  se  tija  enr  el  129 
á  diez  y  seis  reales  (dos  pesos)  desde  la  edad  de  diez  y  ocho  afios  á  la  de  cin- 
cuenta, ademas  de  un  real  de  ministros  y  hospital,  sin  diferencia  de  solteros 
6  casados.  Los  negros  y  mulatos  libres  estaban  sujetos  á  pagar  veinticuatro 
reales  (tres  pesos)  en  los  mismos  términos.  En  años  de  escasez  ú  otilas  calami- 
dades públicas,  se  establece  por  el  art.  141  que  se  den  esperas  para  el  pago  do 
esta  contribución,  informando  al  rey  cuando  hubiese  justas  causas  para  ilis- 
pensjir  absolutamente  de  él.  El  conde  de  Revilla  Gigedo,  en  la  instrucción 
que  dejó  su  sucesor,  expone  desde  el  párrafo  931  al  942,  el  estado  do  este  ra- 
mo, y  haciéndose  cargo  muy  juiciosamente  de  los  inconvenientes  que  ofrecía  el 
sistema  establecido  en  su  cobranza,  propone  se  sustituya  otra  contribución 
que  no  estuviese  sujeta  á  ellos. 

(16)  Ley  47,  tit.  1",  lib.  6? 

(17)  Leyes  11,  13  y  14,  tit.  10,  lib.  5?  Véase  para  tqdo  esto  la  obra  del  Dr 
Mier,  lib.  XIV,  tom.  2^,  fol.  689  y  siguientes. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  67 

liares.  Ocupábanse  especialmente  de  la  labranza,  ya  como  jornale- 
ros en  las  fincas  de  los  españoles,  ya  cultivando  las  tierras  propias 
de  sus  pueblos,  que  se  les  repartian  en  pequeñas  porciones,  por 
una  moderada  renta  que  se  invertía  en  los  gastos  de  la  iglesia  y 
otros  de  utilidad  general,  cuyo  sobrante  se  depositaba  en  las  cajas 
de  comunidad.  Todo  esto  hacia  de  los  indios  una  nación  entera- 
mente separada:  ellos  consideraban  como  extranjeros  á  todo  lo  que 
no  era  ellos  mismos,  y  como  no  obstante  sus  privilegios  eran  veja- 
dos por  todas  las  demás  clases,  á  todas  las  miraban  con  igual  odio  y 
desconfianza.  (18) 

Los  mestizos,  como  descendientes  de  españoles,  debian  tener  los 
mismos  derechos  que  ellos,  pero  se  confundian  en  la  clase  general 
de  castas.  De  estas,  las  derivadas  de  sangre  africana  eran  reputa- 
das infames  de  derecho,  y  todavía  más,  por  la  preocupación  gene- 
ral que  contra  ellas  prevalecía.  Sus  individuos  no  podian  obtener 
empleos;  aunque  las  leyes  no  lo  i^npedian,  no  eran  admitidos  á  las 
órdenes  sagradas:  los  estaba  prohibido  tener  armas  (19),  y  á  las 
mujeres  de  esta  clase  el  uso  del  oro,  sedas,  mantos  y  perlas  (20): 
los  de  la  raza  española  que  con  ellas  se  mezclaban  por  matrimonios, 
cosa  que  era  muy  rara,  sino  en  artículo  de  muerte,  se  juzgaba  que 
participaban  de  la  misma  infamia:  y  lo  que  seria  de  admirar  si  los 
hombres  y  su?  leyes  no  presentasen  á  cada  paso  las  más  notables 
contradicciones,  estas  castas,  infamadas  por  las  leyes,  condenadas 
por  las  preocupaciones,  eran  sin  embargo  la  parte  más  útil  de  la 

^18)  El  Consulado  de  México  en  la  representación  ya  citada,  calcula  el  nú- 
mero de  los  indios  en  tres  millones,  porque  estaban  matriculados  para  el  tri- 
buto, en  la  última  matrícula  que  se  hizo,  784,616  varones  do  diez  y  ocho  á 
cincucTita  anos,  lo  que  regula  serla  cuarta  parte  de  la  familia  toda,  y  esto  mis 
nio  asienta  D.  Fernando  Navarro  en  el  censo  qué  publicó,  fundado  en  los  da- 
tos que  sacó  de  los  libros  de  tributos:  pero  este  cálculo  es  poco  seguro,  tanto 
por  las  excepciones  que  como  se  ha  dicna  había,  cuanto  porque  do  solo  loi  in- 
dios, sino  también  los  mulatos  estabaii  sujetos  al  pago  de  esta  contribución, 
aunque  con  diversa  cuota,  según  la  nota  15.. 

Véase  sobre  esta  materia  de  castas  al  Dr.  Mier,  especialmente  en  el  lib.  XIV, 
tom.  2",  fol.  662  y  siguientes,  así  como  para  los  privilegios  de  los  indios,  basta 
ver  en  el  índice  de  las  leyes  de  Indias,  la  multitud  de  las  que  se  dictaron  en  su 
favor,  sobre  todo  en  los  libros  4*?  y  6? 

(19)  Ley  14,  tit.  5?,  lib.  7? 

(20)  Ley  28  del  mismo  tit.  y  lib. 


^  HISTORIA  DE  MáxiCO. 

población.  Los  hombres  que  á  ellas  pertenecían  endurecidos  por  el 
trabajo  de  las  minas,  ejercitados  en  el  manejo  del  caballo,  eran  los 
que  prcveian  de  soldados  al  ejército,  no  solo  en  los  cuerpos  que  se 
componían  exclusivamente  de  ellos,  como  los  de  pardos  y  morenos 
de  las  costas,  sino  también  á  los  de  línea  y  milicias  disciplinadas 
del  interior,  aunque  éstos,  según  las  leyes,  debiesen  componerse  de 
la  raza  española  (21):  de  ellos  también  salían  los  criados  de  con- 
fianza en  el  campo  y  aun  en  las  ciudades:  ellos,  teniendo  mucha  fa- 
cilidad de  comprensión,  ejercían  todos  los  oficios  y  las  artes  mecá- 
nicas, y  en  suma,  puede  decirse  que  de  ellos  era  de  donde  se  saca- 
ban los  brazos  que  se  empleaban  en  todo.  Careciendo  de  toda 
instrucción,  estaban  sujetos  á  grandes  defectos  y  vicios,  pues  con 
ánimos  despiertos  y  cuerpos  vigorosos,  eran  susceptibles  de  todo 
lo  malo  y  todo  lo  bueno. 

En  los  tiempos  que  siguieron  inmediatamente  á  la  conquista,  se 
tuvieron  ideas  muy  liberales  para  la  instrucción  y  fomento  de  los 
indios.  Antes  de  pensaron  formar  mingun  estaWecimiento  público 
de  instrucción  para  los  españoles,  se  fundó  el  colegio  de  Santa  Cruz 
para  los  indios  nobles,  en  el  convento  de  Santiago  Tlaltelolco  de 
religiosos  franciscanos,  cuya  apertura  solemne  hizo  el  primor  virrey 
de  México  D.  Antonio  de  Mendoza  (22).  Hubo  de  pensarse  des- 
pués que  no  convenia  dar  dpmasiada  instrucción  á  aquella  clase, 
de  que  podía  resultar  algún  peligro  para  la  seguridad  de  estos  do- 
minios, y  no  solo  se  dejó  en  decadencia  aquel  colegio,  sino  que  se 
embarazó  la  formación  de  otros,  y  por  esto  el  cacique  D.  Juan  de 
Castilla  se  afané  en  vano  durante  muchos  años  en  Madrid,  á  fines 
del  siglo  pasado,  para  conseguir  la  fundación  de  un  colegio  para 
sus  compatriotas  en  su  patria  Puebla.  El  virrey  marqués  de  Bran- 
ciforte  decía  por  el  mismo  tiempo,  que  en  América  no  se  debía  dar 
más  instrucción  que  el  Catecismo;  no  es  pues  extraño  que  conforme 
á  estos  priicipios,  las  clases  bajas  de  la  sociedad  no  tuviesen  otra, 

• 

(21)  D.  Matías  Martiado  Agiiirre,  español  europeo,  coronel  que  fué  del  bi- 
zarro regimiento  do  "Pieles  del  Potosí,"  siendo  diputado  en  las  Cortes  de  Ma- 
drid de  1821,  la  única  vez  que  en  ellas  tomó  la  palabra,  fué  para  hacer  el  más 
completo  eloi^io  de  los  mulatos   que  servían  en  el  ejército  de  Nueva  España. 

(22)  Véase  mi  Disertación  1%  tom.  2*?,  fol.  167. 


HISTERIA  DE  MÉXICO.   *  6^ 

y  aun  esa  bastante  inperfecta  y  escasa.  La  expulsión  de  los  jesuí- 
tas fué  para  ellas  tan  perjudicial  como  para  las  más  elevadas,  pues 
si  para  estas  habian  fundado  estudios  en  las  ciudades,  daban  á  to* 
das  instrucción  religiosa  y  formaban  la  moral  del  pueblo  con  fre- 
cuentes ejercicios  de  piedad.  (23).  Los  indios,  sin  embargo,  como 
que  eran  admitidos  al  sacerdocio,  entraban  en  los  colegios  para 
aprender  las  ciencias  eclesiásticas,  pero  en  lo  general  se  limitaban 
á  solo  los  conocimientos  precisos  para  ordenarse  é  ir  á  administrar 
algún  pequeño  curato  6  vicaría,  en  algún  pueblo  remoto  y  en  mal 
temperamento. 

Tenian,  pues,  estas  clases  todos  los  vicios  propios  de  la  ignoran- 
cia y  el  abatimiento.  Los  indios  propendían  excesivamente  al  robo 
y  á  la  embriaguez:  culpábaseles  de  ser  falsos,  crueles  y  vengativos, 
y  por  el  contrarío  se  recomendaba  su  frugalidad,  su  sufrimiento  y 
todas  las  demás  calidades  que  pudieran  calificarse  de  resigna- 
ción (24).  En  los  mulatos,  estos  mismos  vicios  tomaban  otro  (^rác- 
ter,  por  la  mayor  energía  de  su  alma  y  v'gor  de  su  cuerpo:  lo  que 
en  el  indio  era  falsedad,  en  el  mulato  venía  á  ser  audacia  y  atrevi- 
miento; el  robo,  que  el  pi'imero  ejercía  oculta  y  solapadamente,  lo 
practicaba  el  segundo  en  cuadrillas  y  atacando  á  mano  armada  al 
comerciante  en  el  camino;  la  venganza,  que  en  aquel  solía  ser  un 
asesinato  atroz  y  alevoso,  era  en  éste  un  combate  en  que  más  de 
una  vez  perecían  los  dos  contendientes. 

Como  las  castas  eran  las  que  formaban  la  plebe  de  las  grandes 
ciudades,  en  las  que  en  tiempos  anteriores  la  gente  de  servicio  do- 
méstico era  en  la  mayor  parte  esclava,  los  vicios  que  les  eran  pro- 
pios se  echaban  de  ver  en  ella  en  toda  su  extensión.  Uno  de  los  vi- 
rreyes más  ilustrados,  el  duque  de  Linares,  en  la  ínstrucccion  que 
dio  á  su  sucesor  el  marqués  de  Valero,  al  entregarle  el  mando  en 
el  año  de  1716,  describe  esta  parte  de  la  población  en  los  términos 
siguientes:  n Despiertan  ó  amanecen  sin  saber  lo  que  han  de  comer 
aquel  día,  porque  lo  que  han  adquirido  en  el  antecedente,  ya  á  la 

(33)  Vuelvo  á  citar  con  este  motivo  á  Barry,  en  el  mismo  lugar.  Es  cosa 
singular,  que  los  escritores  protestantes  modernos  hagan  á  los  jesuítas  la  jue- 
ticia  que  les  niegan  los  católicos. 

(24)  El  V.  Sr.  Palafox,  obispo  de  Puebla,  escribió  un  tratado  do  las  virtu- 
des del  indio,  que  se  halla  entre  sus  obras  y  es  digno  de  consultarse. 


70  •HISTORIA  DE  MÉXICO. 

noche  quedó  en  la  casa  del  juego  ó  de  la  amiga,  y  no  queriendo 
trabajar,  usan  de  la  voz  de  que  Dios  no  faltad  nadie,  y  esto  es  por- 
que recíprocamente,  los  que  actualmente  se  hallan  acomodados  con 
amos,  en  su  temporada,  por  obra  de  caridad,  alimentan  á  los  que 
pueden;  con  una  jicara  de  chocolate  y  unas  tortillas  les  es  bastan- 
te, y  así  cuando  estos  se  desacomodan  y  se  acomodan  los  otros,  va 
corriendo  la  providencia,  de  donde  se  origina  que  como  en  México 
se  halla  la  abundancia  de  la  riqueza,  se  atrae  a  si  la  multiplicidad, 
y  deja  los  reales  de  minas  y  lo  interno  del  país  sin  gente,  y  cuan- 
do hacen  algún  delito,  no  arriesgan  en  mudarse  de  un  lugar  á  otro, 
más  que  el  cansancio  del  camino,  porque  todos  sus  bienes  los  lle- 
van consigo  en  sus  habilidades,  pues  aun  las  camas  encuenüan 
hechas  en  cualquier  parte  que  se  paran,  en  medio  de  que  en  Méxi- 
co, basta  el  mudarse  de  un  barrio  á  otro,  para  estar  bien  escondi- 
do. II  Hasta  aquí  el  informe  del  citado  virrey  (25). 

La  distribución  de  estas  diversas  clases  de  habitantes  en  la  vas- 
ta extensión  del  territorio  de  la  Nueva  España,  dependía  de 
la  población  que  existia  antes  de  la  conquista,  del  progreso 
sucesivo  de  los  establecimientos  españoles,  del  clima j^  del  género 
de  la  industria  propia  de  cada  localidad.  La  población  indígena 
predominaba  en  las  intendencias  de  México,  Puebla,  Oaxaca,  Ve- 
racruz  y  Michoacan,  situadas  en  lo  alto  de  la  cordillera  y  en  sus 
declives  hacia  ambos  mares,  que  habían  formado  las  antiguas  mo- 
narquías mexicana,  mixtcca  y  michoacana.  En  las  costas  de  uno  y 
otro  mar,  y  en  todos  aquellos  climas  calientes  en  que  se  produ- 
ce la  caña  de  azúcar  y  demás  frutos  de  los  trópicos,  abundaban  los 
negros,  y  mucho  mas  que  estos,  porque  su  introducción  había 
cesado  años  hacia,  los  mulatos  y  otras  mezclas  de  origen  africano, 
procedentes  de  los  esclavos  introducidos  para  el  cultivo  de  aque- 

(26)  Este  informe  que  es  sumameDte  interesante,  se  publicará  en  la  conti- 
nuación de  mis  disertaciones  sobre  la  historia  de  México  hasta  la  independen* 
cia.  El  duque  de  Linares  murió  en  México  en  principios  de  1717:  hizo  varias 
fundaciones  piadosas,  de  las  que  existe  todavía  en  vigor,  la  solemne  novena 
de  ánimas  que  se  hace  todos  ios  años  antes  del  dia  de  finados,  en  la  iglesia 
que  fué  Casa  profesa  de  los  jesuitas  y  ahora  Oratoriode  S.  Felipe  Neri:  el  mar- 
qués de  Talero,  duque  de  Arion,  su  sucesor,  á  quien  fué  dirigida  esta  instruc- 
ción, fundó  en  la  misma  ciudad  el  convento  de  capuchinas  indias  de  Corpus 
Christi,  en  cuya  iglesia  está  depositado  bu  corazón. 


HISTORIA  BE  MÉXICO.  71 


Has  plantas,  de  los  cuales  unos  permanecian  en  el  estado  de  escla- 
vitud, y  los  otros  aunque  libres,  se  quedaban  casi  siempre  en  las 
fincas  á  que  habian  pertenecido.  El  mismo  erigen  reconocian  los 
mulatos,  que  habia  en  gran  número  en  México  y  otras  ciudades 
populosas.  En  las  provincias  que  ocuparon  las  tribus  vagantes  de 
los  chichimecas  y  otros  salvajes,  en  las  que  la  dominación  españo- 
la se  fué  extendiendo  lentamente,  mas  bien  que  sujetando,  destru- 
yendo ó  arrojando  hacia  el  Norte  á  los  antiguos  habitantes,  como 
en  las  intendencias  de  San  Luis  Potosí,  Durango,  y  otras  en  aque- 
lla dirección,  la  población  era  de  la  raza  española,  ocupada  toda- 
vía en  rechazar  los  ataques  de  las  tribus  salvajes  que  subsistían  in- 
dependientes. 
Los  españoles  europeos  residian  principalmente  en  la  capital,  en 

Veracruz,  en  las  poblaciones  principales  de  las  provincias,  en  espe- 
cial en  las  de  minas,  sin  dejar  de  hallarse  también  en  las  poblacio- 
nes menores  y  en  los  campos,  y  de  estos  sobre  todo  en  los  climas  ca^ 
lientes,  en  las  haciendas  de  caña,  cuya  industria  estaba  casi  exclu- 
sivamente en  sus  manos.  Los  criollos  seguian  la  misma  distribu- 
ción que  los  europeos,  aunque  proporcionalmente  abundaban  más 
en  las  poblaciones  pequeñas  y  en  los  campos,  lo  que  procedia  de 
estar  en  sus  manos  las  magistraturas  y  curatos  de  menos  importan- 
cia, y  ser  más  bien  propietarios  de  fincas  rústicas  que  ocuparse  en 
el  comercio  y  otros  giros  propios  de  las  ciudades  grandes. 

Esta  diversidad  de  clases  de  habitantes,  su  número  relativo  y  su 
distribución,  ha  tenido  el  mayor  influjo  en  los  acotatecimientos  po- 
líticos del  país;  y  el  no  haber  parado  suficientemente  la  atención  en 
estos  puntos,  ha  sido  ocasión  de  graves  errores  en  los  escritores 
que  han  tratado  estas  materias,  sobre  todo  en  Europa,  y  por  des- 
gracia mucho  más  en  los  legisladores,  que  han  procedido  sin  com- 
sideracion  ninguna  á  estos  diversos  elementos,  cuya  prudente  con- 
binacion  debia  haber  sido  el  objeto  de  todos  sus  esfuerzos. 


HISTOBIA  DB  MÉXJOQ.  73 


CAPITULO  n. 


Sistuna  gvnenl  adoptado  por  lo*  mjoi  da  Espafia  para  elgobierae  de  sos  poMAÍone»  tst  América,'  y 
varíacionea  que  eq  él  se  hicieron.  Cgnaejo  de  Indias. — Gobierno  edeaiáatico.— «GobienM)  d^ioa  rei- 
nos 6  provincias  de  América. — Audiencias. — Virreinatos. — Gobierno  particular  de  Nueva  Espafia  é 
individuos  que  lo  ejercían  — ^Vii  leinato. — Virrey  D.  José  de  Iturrigiray.— Audiencias.  — Magistral 
dos  inflnentes  en  ellas. — Acordada. — ^Ayuntamiento  de  Hézioo. — CoBBnladOB  de  Uézko  y  Ae  Tent- 
cruz. — Cuerpo  de  minería — Clero  secular  y  regular. — Su  inflinjo. — Sus  riquezas.— Indivídooa  diar 
tinguidos  de  él. — Inquisición. — Gobierno  político  de  las  provincias. — Eiaño. — Flon. —Fuerza  mi^» 
litar. — Tropas  veteranas.— Muidas.-— Fuerza  totsL — ^Tropas  de  piúTÍttelas  iñtemas  y  de  Yucatán. 
— Observaciones  generales. 

Bntre  los  muchos  reinos  y  señoríos  que  se  fueron  reuniendo  en 
los  reyes  de  España  por  herencias,  casamientos  y  conquistas,  se 
contaban  las  Indias  orierf  tales  ypccidentales,  islas  y  Tierra  Jirme  dec 
mar  Océano^  con  cuyo  nombre  se  designaban  las  inmensas  pose- 
siones que  tenían  en  el  continente  de  América  é  islas  adyacentes, 
las  islas  Filipinas  y  otras  en  los  mares  de  Oriente.  Estos  vastos  do- 
minios se  regían  por  leyes  especiales,  dictadas  en  diversos  tiempos 
j  circunstancias,  que  reunidas  después  en  un  código,  foriparon  la 
Recopilación  de  leyes  de  los  reinos  de  las  Indias,  sancionada  por  el 
rey  Carlos  II  en  18  de  Mayo  de  1680,  mandando  sin  embargo  que 
continuasen  en  vigor  todas  las  cédulas  y  ordenanzas  dadas  á  las 
audiencias,  que  no  fuesen  contrarias  á  las  leyes  recopiladas,  y  don- 
de éstas  faltasen  se  supliesen  con  las  de  Castilla,  llamadas  de 
Toro.  (1) 

£1  descubrimiento  y  conquista  del  continente  do  América,  coin- 

(1)  En  la  cédula  de  18  de  Mayo  de  1680,  por  la  que  se  mandaron  observar 
las  l^yes  de  esta  recopilación  se  da  noticia  del  tiempo  en  que  se  concluyeron 
sus  diversas  partes  y  quiénes  fueron  los  jurisconsultos  célebres  encargados  de 
este  trabajo.  El  Di.  Mier  se  admira  con  razón,  de  no  haber  encontrado  un  ejem- 
plar de  un  código  por  el  cual  se  habia  gobernado  medio  mundo  durante  tres- 
ci  entos  años,  en  ninguna  de  las  bibliotecas  públicas  de  Londres. 

TOMO  I.— lO 


74  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


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cidió  con  las  alteraciones  que  Carlos  V  hizo  en  las  fundamentales 
de  Castilla,  y  que  su  hijo  Felipe  II  completó,  echando  por  tierra  los 
fueros  de  Aragón,  de  Valencia  y  Cataluña  que  antes  so  reunían  sepa- 
radamente, mudaron  de  forma  (2)  y  fueron  perdiendo  de  impor- 
tancia, hasta  quedar  reducidas  á  la  concurrencia  en  Madrid  de  al- 
gunos procuradores  ó  diputados  de  pocas  ciudades,  juntos  de  Cas- 
tilla y  Aragón,  para  solo  la  "ceremonia  del  reconocimiento  y  jura 
de  los  príncipes  herederos  del  trono  (3)  Todas  las  altas  funciones 
del  gobierno,  tanto  legislativas  como  administrativas,  residían  en 
los  consejos,  de  los  cuales  se  establecieron  en  Madrid  tantos,  cuan- 
tas eran  las  diversas  partes  de  la  monarquía,  que  no  tenían  depan* 
d^ncia  ninguna  entre  si,  ni  otra  relación  que  la  de  ser  uno  mismo  el 
monarca.  Así  hubo  el  Consejo  de  Castilla,  que  se  denominaba 
"real  y  supremo,"  que  los  reyes  habían  tenido  siempre,  aunque  con 
diversas  formas,  para  auxiliarse  con  sus  luces,  y  con  cuya  concu- 
rrencia, las  disposiciones  del  monarca  tenían  fuerza  de  leyes,  como 
si  ftLesen  ptiblicadas  en  cortes^  con  cuya  frase  se  suplia  la  falta  de 
éstas.  Húbolos  también  de  Aragón,  de  Flandes,  de  Italia,  además 
de  los  que  tenían  bajo  su  inspección  algunos  ramos  particulares, 
como  el  de  la  Inquisición,  para  los  asuntos*^de  fe;  el  de  las  Ordenes 
para  los  pueblos  que  pertenecían  á  las  órdenes  militares  de  caba- 
llería; y  el  de  la  Mesta  para  los  negocios  procedentes  de  los  gana- 
¿os  trashumantes  6  merinos.  De  estos  los  tres  primeros  fueron  su- 
primidos, 'cuando  la  monarquía  quedó  reducida  en  Europa,  por  la 

j 

4 

(2)  En  1638  excluyó  á  los  grandes  prelados  de  la  asistencia  á  las  Cortea  de 
Castilla,  quo  quedaron  reducidas  á  los  procuradores  de  .las  ciudades  con  voto. 

(3)  LlBis  últimas  Cortes  que  se  celebraron  fueron  en  el  año  1769,  para  jurar 
por  príncipe  de  Asturias  á  Fernando  VIL  Concurrieron  á  ellas  por  los  reinos 
de  Castilla,  los  diputados  de  veintiuna  ciudades  6  villas,  siete  de  Aragón,  dos 
de  Valencia,  seis  de  Cataluña  y  una  de  Mallorca.  Las  sesiones  se  tuvieron  .en 
el  salón  llamado  de  los  Reinos,  en  el  palacio  del  Buen  Retiro  en  Madrid.  Tra- 
tóse en  ellas  éobre  la  derogación  de  la  ley  sálica  hecha  por  Felipe  V,  que  ex- 
cluía á  las  hembras  de  la  sucesión  á  la  corona;  de  la  reforma  de  la  Ordenanza 
de  montes;  del  señalamiento  de  cuota  para  la  reunión  de  mayorazgos  y  prohibi- 
ción de  nuevas  vinculaciones;  pero  toda?  las  consultas  y  peticiones  quedaron 
sin  efecto,  aunque  el  rey  contestó  que  S.  M.  quedaba  en  tomar  providencia  so- 
bre ellas  conforme  a  los  deseos  del  reino,  y  todo  lo  relativo  á  ellas  quedó  en 
el  archivo  de  la  primera  secretaría  de  Estado,  en  un  pliego  sellado  y  cerrado 
con  un  rótulo  que  decia:  '-''Reservado  á  solo  S,  M^^  Capmany:  Práctica  y  esti- 
lo de  celebrar  cortes,  fol.  235  á  240. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  76 

guerra  de  sucesión,  á  principios  del  siglo  XVIII,  á  la  península  es- 
pañola é  islas  adyacentes:  pero  aunque  estos  cuerpos  estuviesen  re- 
vestidos de  tantas  facultades,  su  autoridad  la  derivaban  enteramen- 
te de  la  del  monarca,  en  cuyo  nombre  ejercían  todos  sus  actos  y 
que  era  el  origen  y  principio  de  todo  poder. 

Aunque  las  Indias:  estuviesen  incorporadas  en  la  corona  de  Cas- 
tilla, «»de  la  que  no  podian  ser  enagenadas  en  todo  ni  en  parte,  en 
ningún  (*aso,  ni  en  favor  de  ninguna  persona;  h  (4)  no  por  esto  su 
gobierno  tenia  dependencia  alguna  del  consejo  instituido  para  aquel 
reino:  antes  por  el  contrario,  se  habia  tenidoespecial  cuidado  en  es- 
tablecer  para  ellas  un  gobierna  enteramente  independiente  y  sepa- 
rado  del  de  aquel,  creando  desde  1524  i»el  consejo  de  Indias,  h  al 
que  se  le  declararon  las  mismas  exenciones  y  privilegios  que  al  de 
Castilla;  la  misma  facultad  de  hacer  leyes  con  consulta  del  rey;  la 
misma  jurisdicción  suprema  en  las  Indias  orientales  y  occidentales 
y  sobre  sus  naturales,  aimque  residiesen  en  Castilla;  sujetando  áél 
la  audiencia  de  la  contratación  de  Sevilla  y  declarando  expresa- 
mente inhibidos  á  todos  los  consejos  y  tribunales  de  España,  ex- 
cepto el  de  la  Inquisición,  de  tomar  conocimiento  en  nada  tocante 
á  las  Indias.  (5) 

Era  pues  el  consejo  de  éstas  el  cuerpo  legislativo  donde  se  for* 
maban  las  leyes  que  habían  de  regir  en  aquellos  vastos  dominios, 
estando  declarado  que  no  debia  obedecerse  en  éstos  ley  ni  provi^ 
dencia  alguna  que  no  hubiese  pasado  por  él  y  fuese  cc(municada 
por  el  mismo:  el  tribunal  superior  donde  terminaban  todos  los  plei- 
tos que  por  su  cuantía  eran  susceptibles  de  éste  último  recurso:  y 
por  último,  el  cuerpo  consultivo  del  gobierno  en  todos  los  casos 
graves  en  que  juzgaba  oportuno  oir  su  opinión.  Estaba  también  en- 
calado de  proponer  al  rey,  por  medio  de  su  cámara  compuesta 
de  cinco  consejeros,  ternas  para  la  provisión  de  los  obispados,  ca- 
nongías  y  togas  de  las  audiencias,  y  para  que  pudiese  hacerlo  con 
acierto,  los  virreyes  debían  informar  en  tiempos  determinados  reser- 
vadamente, de  todos  los  sujetos  residentes  en  el  territorio  de  su 

(4)  Ley  1%  tít.  1?,  lib  3?  Rec.  de  Indias. 

(6)  Véase  el  tom.  1°,  lib.  2?  tít.  2  de  la  Recopilación  de  Indias,  y  por  el  copio- 
so índice  de  ella  al  fin  del  tom.  4?,  todo  lo  relativo  á  las  facultades  del  consejo. 


7Q  HI8T0BIA  DE  M¿XICO. 


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mando,  dignos  de  obtener  estas  plazas.  Para  poder  pasar  á  Amé- 
rica ó  Filipinas  se  necesitaba  licencia  del  consejo,  y  los  que  se  em- 
barcaban sin  ella,  estaban  sujetos  á  graves  penas,  y  eran  llamados 
"polizones: it  calificación  que  se  tenia  por  injuriosa,  y  de  que  se  usa- 
ba con  generalidad  como  palabra  de  ofensa,  dándola  á  todos  los 
europeos  residentes  en  América,  los  máade  los  cuales  pertenecían  á 
esta  clase. 

Muchos  de  los  magistrados  que  componían  el  consejo,  habían  he* 
cho  una  larga  carrera  en  las  audiencias  de  América  y  Filipinas,  y 
habiendo  pasado  de  unas  á  otras,  habían  adquirido  glandes  cono- 
cimientos prácticos  de  aquellos  dilatados  y  remotos  países.  Además 
de  los  ministros  togados,  habla  también  los  consejeros  que  se  lla- 
maban de  capa  y  espada,  que  solo  entendían  en  los  negocios  de  go- 
bierno, y  que  se  escogían  entre  los  que  habían  sido  gobernadores 
de  provincias,  ó  habían  ejercido  otras  funciones  importantes  (6). 

En  nuestra  época  ha  parecido  monstruosa  esta  reunión  de  facul- 
tades legislativas,  judiciales  y  administrativas  que  el  consejo  de  In- 
dias ejercía;  pero  sí  bien  so  considera,  esta  reunión  no  solo  no  estar 
ba  sujeta  á  los  inconvenientes  que  tanto  se  han  ponderado,  sino 
que  era  grande  la  ventaja  que  resultaba  de  que  las  leyes  se  hicie- 
sen por  hambres  prácticos  en  su  ejecución,  y  muy  versados  en  el 
conocimiento  de  los  paires  para  los  que  «aquellas  se  dictaban.  Lo 
que  con  más  razón  podría  objetarse  contra  este  sistema,  es  la  falta 
de  libertad  de  estos  legisladores  magistrados,  nombrados  por  la  co- 
rona; pero  puede  tenerse  como  prueba  de  la  independencia  con  que 
obraban,  la  propensión  de  los  ministros  á  eximirse  de  la  interven- 
ción del  consejo,  procediendo  por  medio  de  irreales  órdenes,  h  (7)  y 
en  materias  judiciales,  son  repetidos  los  ejemplares  de  casos  en  que 
el  consejo  resistió  las  providencias  arbitrarías  del  gobierno,  y  el 

(6)  El  consejo  de  Indias  se  dividía  en  dos  salas  de  gobierno  y  una  de  jus- 
ticia. El  presidente  era  siempre  algnn  grande  de  Espafía.  Tenia  nn  fiscal  y  nn 
secretario  para  los-  negocios  do  Nueva-Espa&a  y  otro  para  los  del  Perd.  Los 
individuos  de  la  cámara  hacían  parte  de  las  salas,  y  tenían  el  tratamiento  de 
liustrlsimo,  los  demás  el  de  V.  S. 

(7)  Se  llamaban  asi  las  disposiciones  reales  que  no  pasaban  por  el  consejo, 
por  la  frase  con  que  terminaban:  '^De  real  orden  lo  comunico  á  Y.  para  su 
cumplimiento.^'  Las  cédulas  eran  las  leyes  y  disposiciones  que  pasaban  por 
ei  consejo,  y  que  firmaban  los  consejeros. 


HIStORIA  DE  WüéxiCO.  77 


historiador  Bobertson,  á  quien  no  puede  tacharse  de  pardal,  dice 
que  no  habia  ejemplo  de  una  sentencia  injusta  emanada  del  conse- 
jo de  Indias. 

Este  orden  de  cosas  se  observó  con  regularidad,  durante  el  go- 
bierno de  los  príncipes  de  la  dinastía  austríaca;  mas  desde  que  su- 
bió al  trono  la  familia  de  Borbon,  se  procedió  con  un  poder  más 
absoluto,  y  sin  respetar  las  trabas  que  los  mismos  monarcas  se  ha- 
bi£m  impuesto  por  medio  de  las  leyes.  Comunicábanse  directamen- 
te por  los  ministros,  sin  pasar  por  el  consejo,  las  providencias  más 
importantes,  y  asi  se  hizo  con  la  Ordenanza  de  intendentes,  man- 
dada guardar  en  1786,  por  la  que  se  estableció  una  nueva  división 
de  provincias,  y  un  orden  de  administración  en  ellas  muy  diverso 
y  mucho  más  regular  y  sencillo  que  el  que  antes  habia.  Se  conser- 
varon pues  las  formas  establecidas  por  el  código  de  Indias,  pero  el 
monarca  se  dispensaba  de  observarlas  siempre  que  quwia,  y  todo 
pendía  únicamente  de  su  voluntad  (8). 

En  lo  eclesiástico,  el  gobierno  de  las  Indias  quedó  separado  en- 
teramente, no  solo  de  España,  sino  también  de  la  Rota  y  Nuncia- 
tura apostólica,  á  virtud  del  patronato  amplísimo  concedido  á  los 
reyes  católicos  por  el  Papa  Julio  II  en  el  año  de  1508.  Las  apela* 
cienes  á  la  Silla  apostólica  en.  Indias  se  hacian  de  unos  obispos  á 
otros,  y  éstos,  por  solo  el  nombramiento  real,  usaban  distintivos 
episcopalos  (9)  y  entraban  á  gobernar  las  diócesis.    El  consejo  de 

9 

Indias  no  solo  tenia  el  derecho  do  conceder  ó  negar  el  pase  de  las 
bulas  y  breves  que  venían  de  Éoma,  sino  que  nada  pedia  impetrar- 
se de  la  Silla  apostólica  sin  su  permiso,  y  los  concilios  provinciales 
que  debían  celebrarse  cada  doce  años,  no  podian  publicarse  ni  mu- 
cho menos  ejecutarse,  sin  que  antes  fuesen  enviados  al  consejo  y 
por  éste  examinados  y  aprobados.   Para  que  la  independencia  on 

(8)  "Obedecer  y  callar  es  el  deber  del  vasallo,"  dijo  el  virrey  marq^ués  de 
Croix,  en  la  proclama  ó  bando  en  que  hizo  saber  la  extinción  délos  jesuítas, 
prohibiendo  que  ni  aun  se  hablase  de  las  cansas  que  la  motivaron,  que  queda- 
ban reservadas  en  la  real  conciencia. 

(9)  Lo8  obispos  electos  no  usaban  la  vestidura  morada  propia  de  aquella 
ílignidad.  pero  llevaban  el  sombrero  grande  de  canal  forrado  en  verde  lo  inte- 
rior d«  la  ala,  y  con  unos  cordones  de  seda  verde  al  rededor  de  la  copa,^  con 
l>orIas  que  colgaban  hasta  fuera. 


78  íflSTORlA  DÉ  MÍXICd. 


este  punto  fuese  más  completa,  pretendieron  los  royes  establecer 
un  patriarca  de  las  Indias,  con  todos  los  fueros  que  en  la  antigüe- 
dad eclesiástica  eran  anexos  á  esta  dignidad,  j  aunque  el  Papa  lo 
resistió,  se  le  concedió  sin  embargo  el  título  y  los  honores  anexos 
al  cardenalato,  siendo  al  mismo  tiempo  capellán  mayor  del  palacio 
real  y  vicario  general  castrense  de  EspafSa  é  Indias. 

Si  en  los  descubrimientos  y  conquistas  se  hubiese  observado  el 
orden  establecido  por  los  reyes  y  prevenido  por  sus  leyes  y  dispo- 
siciones, el  gobierno  de  América  se  hubiera  reducido  al  sistema 
feudal  en  toda  su  extensión,  pues  haciéndose  aquellos  por  conve- 
nios ó  capitulaciones  con  los  descubridores  y  conquistadores,  éstos 
quedaban  señores  de  la  tierra,  remunerándoseles  con  la  perpetui- 
dad de  los  feudos  y  títulos  de  marqueses  ú  otros  que  el  rey  tuviese 
á  bien  concederles  (10).  Este  sistema  no  se  siguió,  y  mucho  menos 
en  Nueva  España,  cuya  conquista  no  se  hizo  por  capitulación  (II), 
sino  en  nombre  del  rey  de  Castilla,  de  quien  se  reconocieron  por 
vasallos  Moctezuma  y  los  demás  príncipes  y  señores  del  país:  pero 
no  obstante  esto,  se  establecieron  las  encomiendas,  repartiendo  á 
los  indios  entre  los  encomenderos,  primero  á  perpetuidad  y  después 
con  restricciones  de  tiempo,  que  estuvieron  á  punto  de  causar  la 
independencia,  por  la  gran  resistencia  que  se  halló  por  parte  de  los 
conquistadores  y  de  sus  hijos,  y  por  vía  de  compensación  se  decla- 
ró nque  los  descendientes  de  los  primeros  descubridores  de  las  In- 
dias  y  después  los  pacificadores  y  pobladores,  y  los  que  hubiesen 
nacido  en  aquellas  provincias,  n  fuesen  preferidos  en  la  provisión 
de  empleos,   nporque  nuestra  voluntad  es,  dice  la  ley  14,  tít.  2^, 
lib.  3^  de  la  Recopilación  de  Indias,  que  los  hijos  y  naturales  de 
ellas  sean  ocupados  y  premiados,  donde  nos  sirvieron  sus  padres:?? 
ley,  que  aunque  definía  bien  claramente  (Jue  la  preferencia  se  de- 
claraba en  favor  de  los  hijos  de  los  descubridores  y  xle  los  que  ha- 
bían prestado  servicios,  fué  después  el  ftmdamento  en  que  se  hizo 

(10)  Véase  para  todo  esto  el  lib.  XIV  de  la  Historia  del  Dr.  Mier,  que  ha 
tratado  profundamente  esta  materia.  Estos  títnios  de  marqueses,  solo  se  die- 
ron á  Cortés  y  ¿  Pizarro,  pues  aunque  después  se  concedieron  a  muchos,  rara 
vez  fué  á  titulo  de  servicios  %n  conquistas. 

(11)  Véase  todo  lo  relativo  á  la  conquista  de  Nueva  España,  en  mi  Diser- 
tación 2%  tom.  1? 


HISTORIA  DE  MÍ^XICO.  79 


^^^^^^^^^^^^^^^^^^^ 


estribar  el  derecho  preferente  que  pretendían  tener  todos  los  espa- 
ñoles amexñcanos  á  los  empleos  en  Indias,  aunque  no  tuviesen  nin- 
guna de  las  condiciones  que  aquella  requería. 

A  medida  que  los  españoles  formaban  poblaciones  con  cierto 
número  de  vecinos,  establecían  cuerpos  municipales  ó  Ayuntamien- 
tos, cuya  elección  variaba,  pues  á  veces  la  haciañ  los  vecinos  ó  los 
Ayuntamientos  mismos,  y  otras,  los  individuos  que  habían  de  com- 
ponerlos eran  nombrados  por  los  gobernadores,  los  cuales  hicieron 
también  las  ordenanzas  que  se  habian  de  guardar,  que  fueron  las 
primeras  leyes  de  Indias  (12).  ^Acostumbrados  al  sistema  represen- 
tativo que  entonces  regia  en  Castilla,  siempre  que  los  intereses  ge- 
nerales lo  requerían,  los  procuradores  nombrados  por  los  Ayunta 
míentos  se  reunían  en  Móxico,  por  lo  respectivo  á  la  Nueva  tEspn- 
ña  (13):  mas  ya  se  deja  entender  que  cuando  este  sistema  había  ido 
decayendo  en  España,  bajo  el  poder  preponderante  de  los  reyeB> 
no  lo  habian  de  dejar  establecer  éstos  en  sus  posesiones  ultramari- 
nas, y  así  fué  que  en  las  mismas  leyes  en  que  se  declaró  quo  Méxi- 
co en  Nueva  España  y  la  ciudad  del  Cuzco  en  el  Perú,  tuviesen  el 
primer  lugar  después  de  la  justicia  ó  gobernador  en  los  respectivos 
congresos,  como  Burgos  lo  tenia  en  las  Cortes  de  Castilla,  se  aña- 
dió que  estos  congresos  solo  se  habian  {de  celebrar  por  mandato 
del  rey,  uporque  din  él  no  es  nuestra  intención  ni  voluntad  que  se 
puedan  juntar  las  ciudades  y  villas  de  las  Indiasn  (14).    Con  tal 
restricción  no  volvieron  á  reunirse  estas  juntas,  y  la  [Nráctica  cayó 
enteramente  en  desuso/ 

Los  descubridoics  y  conquistadores  tenían  el  derecho  de  dar 
nombres  á  la  tierra,  á  sus  ciudades,  rios  y  provincias  (15)  y  dividir 
éstas,  estando  señalíidos  los  límites  entre  sus  respectivas  jurisdic- 

(12)  Véanse  en  el  tomo  1?  (le  mis  Disertaciones,  apéndice  fols.  105  á 
143,  las  ordenanzas  que  D.  Fernando  Cortés  hizo  para  los  Ayuntamientos  de 
Nueva  España. 

(13)  Véanse  en  mis  Disertaciones  tomo  1",  fols.  167y259y  tora.  S^,fol.  315, 
las  juntas  que  se  celebraron  con  diversos  motivos. 

(14)  La  ley  relativa  á  México  que  es  la  2*  del  üb.  IV  tít.  8?,  ed  eacada  de 
la  cédula  de  (Jarlos  V,  y  por  su  ausencia,  hallándose  en  Flándes,  de  la  empe- 
ratriz gobernadora,  de  25  de  Junio  de  1530  en  Madrid^cuando aquel  monarca 
había  triunfado  de  las  comunidades  de  CaBti]la, 

(15)  Ley  8*?  tít.  1'  lib.  4?  Debe  verse  todo  el  lib,  4?  ea  que  se  trata  espe^ 
cialmentc  do  los  derechos  de  los  descubrídoites.y  poblad^^f^s- 


80  HISTOBIA  BE  MÉXICO. 

cienes  por  sus  capitulaciones;  pero  como  todo  esto  se  hacia  sin  co- 
nocimientos geográficos,  era  materia  de  disputas  entre  ellos  mis- 
moS|  que  á  veces  se  decidían  por  la  vía  de  las  armas,  é  interesados 
cada  uno  en  engrandecer  su  conquista,  procedieron  de  aquí  tantos 
nomb^iDS  de  reinos,  que  no  tenían  una  existencia  ó  régimen  distinto, 
y  de  que  no  se  hizo  atención  en  la  creación  de  los  virreinatos,  ni 
menos  en  la  formación  de  las  intendencias  en  1786,  que  era  la  di- 
visión  política  del  país  en  1808  (16). 

Los  primeros  gobernadores  fueron  los  mismos  conquistadores, 
ya  por  ser  condición  de  sus  capitulaciones,  como  Pizarro  en  el  Pe- 
rú; ya  por  elección  de  los  soldados,  confirmada  después  por  el  rey, 
como  Cortés  en  Nueva  España.  Trasladóse  después  la  auteridad 
gubernativa  á  los  mismos  cuerpos  que  so  nombraron  para  admi- 
nistrar 1&  justicia,  y  se  llamaban  ff  Audiencias,  n  (17)  y  por  último, 
el  enqierador  Carlos  V  creó  en  Barcelona  en  20  de  Noviembre  de 
1642  los  dos  virreinatos  de  México  y  del  Perú,  que  después  se  au- 
mentaron en  el  siglo  XVIII  con  los  de  Santa  Fé  y  Buenos  Ayres, 
quedando  las  demás  provincias  gobernadas  por  capitanes  generales 
ó  presidentes,  los  cuafes  ejercian  las  mismas  facultades  que  los  vi*- 
rreyes  y  no  se  diferenciaban  de  éstos  más  que  en  el  nombre. 

La  autoridad  de  estos  altos  funcionarios  varió  mucho  según  los 
tiempos.  En  la  época  de  la  creación  de  los  primeros  virreinatos  fué 
casi  ilimitada,  pues  el  rey  declaró:  (18)  «»que  en  todos  los  casos  y 
negocios  que  se  ofrecieren,  hagan  lo  que  les  pareciere  y  vieren  que 
conviene,  y  provean  todo  aquello  que  Nos  podríamos  hacer  y  pro- 
veer, de  cualquiera  calidad  y  condición  que  sea,  en  las  provincias 
de  su  cargo,  si  por  nuestra  persona  se  gobernaran,  en  lo  que  no  tu- 

(16)  Entre  los  nombres  puestos  por  los  conquistadores  á  sus  conquistas,  hu- 
bo algunos  tan  extravagantes,  que  no  se  aprobaron  por  el  consejo  ''Nueva 
Castilla  de  la  Mejor  Espafia^^  fué  el  que  Ñuño  de  Guzman  dio  á  Jalisco,  y  re- 
probado este  por  el  consejo,  se  mandó  que  se  llataase  "Nueva  Galicia." 

(17)  Auduncias  de  oir,  porque  oian  los  alegatos  de  las  partes.  Sus  indivi- 
duos usaban  un  trage  negro,  que  se  llamaba  toga  por  semejanza  del  trago  ro- 
mano, y  T4ilgarmente  se  llamaban  golillas^  porque  tenían  estas  en  el  cuello, 
coma  se  ven  los  retraros  antiguos. 

(18)  La  ley  1",  tit.  3?,  lib.  3?  de  la  Recopilación  de  Indias,  que  trata  de  las 
facultades  de  los  virreyes,  es  la  misma  que  Carlos  V  dio  en  Barcelona  en  20 
de  Noviembre  de  1542,  repetida  por  Felipe  II  en  Bruselas  en  15  de  Diciem- 
bre  de  1668,  y  por  Felipe  II  en  el  Escorial,  en  19  de  Julio  de  1614. 


D.  FRANCISCO  JAVIER  DELIZANA 

y  Beaumonl 

Arzobispo  deMihacoyVirey  da  Nueva  España. 


HISTORIA  DE  MÉXICa  81 

vieren  especial  prohibición,  n  Bedújose  después  demasiado,  segre- 
gando del  vireinato  el  manejo  de  la  real  hacienda,  que  se  confirió  á 
un  superintendente  general  de  ella,  lo  que  no  duró  por  mucho  tiem- 
po, uniénd(»se  á  aquel  este  título  y  funciones.  En  la  época  de  que 
tratamos,  el  poder  de  los  virreyes  estaba  moderado  por  prudentes 
temperamentos^  tomados  en  la  intervención  que  tenían  otras  cor- 
poraciones en  los  actos  del  gobierno  en  diversos  ramos,  conservan- 
do sin  embargo  los  virreyes  todo  el  brilló  y  la  pompa  de  la  autori- 
dad suprema.  En  las  materias  arduas  é  importantes  de  la  adminis- 
tración pública,  dobian  consultar  para  resolver  con  mejor  acierto, 
con  el  »*Real  Acuerdo :ii  nombre  que  se  daba  á  la  junta  de  los  oi- 
dores, que  venia  á  ser  el  consejo  del  virrey,  aunque  éste  no  estaba 
obligado  a  seguir  sus  opiniones.  Para  evitar  disensiones  con  las  au- 
diencias, tenian  los  virreyes  la  facultad  de  calificar  cuáles  debian  te- 
nerse por  negocios  de  gobierno,  y  cuales  pertenecían  á  la  autoridad 
judicial;  (19)  pero  si  alguno  se  creia  agraviado  por  auto  ó  determi- 
nación del  virrey  por  vía  do  gobierno,  podia  apelar  á  la  audien- 
cia. (20)  En  asuntos  de  hacienda  tenian  que  proceder  de  acuerdo 
con  la  junta  superior  de  ella,  compuesta  de  los  principales  jefes  de 
oficina  y  del  fiscal  del  ramo.  No  podían  conferir  en  lo  militar  em- 
pleos algunos  sino  solo  proponerlos  á  la  corte,  y  en  la  administra- 
ción eclesiástica,  como  vice-patronos,  sus  facultades  se  reducían  á 
ejercer  la  exclusiva  en  la  provisión  de  cuartos,  cuyas  listas  se  les 
pasaban  á  este  efecto  por  los  obispos  y  gobernadores  de  las  mitras. 
En  la  ^administración  de  justicia,  los  virreyes  que  antiguamente  ha- 
l^ian  ejercido  jurisdicción,  especialmente  en  los  pleitos  de  los  indios, 
y  que  presidian  la  audiencia  con  voto,  no  tenian  facultades  algunas, 
pues  la  presidencia  de  ésta  había  quedado  reducida  á  un  mero  tí- 
tulo, especialmente  desde  que  se  crearon  los  regentes,  que  eran  en 
realidad  los  que  presidian  aquel  cuerpo.  Estaban  además,  sujetos 
á  residencia,  que  era  el  juicio  que  contra  ellofte  abría  luego  que 
concluían  su  gobierno,  y  al  que  eran  convocados  por  el  juez  que  para 
ella  se  nombraba,  todos  los  que  tenian  que  reclamar  algún  agravio 
6  injusticia,  de  cuyas  sentencias  solo  había  apelación  al  consejo  de 

(19)  Rec.  de  Ind.,  lib.  2?,  tít.  15,  ley  33. 

(20)  Id.,  el  mismo  lib.  y  tít.,  ley  35. 

TOMO  I. — II 


82  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

Indias:  pero^aunque  todas  estas  restricciones  tuviesen  por  objeto 
[/muy  laudable,  limitar  y  reducir  al  ámbito  de  las  leyes  una  autori- 
dad que  frisaba  con  la  real,  la  distancia  y  la  extensión  misma  de 
esta  autoridad,  hacian  frecuentemente  ilusorias  estas  precauciones. 
Un  virrey  de  México  cuya  instrucción  á  su  sucesor  hemos  tenido  ya 
ocasión  de  citar,  decia  con  este  motivo:  «isi  el  que  viene  á  gober- 
nar (este  reino)  no  se  acuerda  repetidas  veces,  que  la  residencia 
más  rigurosa  es  la  que  se  ha  de  tomar  al  virrey  en  su  juicio  parti- 
cular por  la  majestad  divina,  puede  ser  más  soberano  que  el  gran 
turco,  pues  no  discurrirá  maldad  que  no  haya  quien  se  la  facili- 
te, ni  practicará  tiranía  que  no  se  le  consienta^/  (21)  La  corte  con- 
tribuia  á  estos  abusos  dispensando  á  veces  del  juicio  de  residencia, 
y  estas  dispensas  no  siempre  recalan  en  los  menos  exento.s  de  res- 
ponsabilidcid,  cuando  por  el  contrario  eran  tratados  severamente 
los  más  justificados;  y  así  se  había  visto  con  escándalo  en  los  últi- 
mos anos,  que  mientras  el  insigne  virrey  conde  de  Revilla  Gigedo 
sufría  todas  las  moloíátias  do  un  juicio  riguroso,  en  que  so  pi^esen- 
taba  como  acusador  el  Ayuntamiento  de  México,  ciudad  que  tan- 
to le  debió  en  el  arreglo  de  todos  los  ramos  de  comodidad  y  poli- 
cía; su  sccesor  el  marqués  de  Branciforte,  no  ciertamente  el  más 
inmaculado  de  los  que  habian  desempeñado  este  empleo,  quedó  li- 
bre de  la  residencia,  declarando  el  rey  Carlos  IV,  ó  más  bien  su  vali- 
do Godoy,  cuñado  del  agraciado,  que  estaba  satisfecho  de  su  inte- 
gridad y  buenos  sorvicios. 

El  tiempo  que  los  virreyes  debían  permanecer  en  el  mandoi^fué  al 
principio  arbitrario,  y  los  dos  primeros  que  hubo  en  Nuevu-Espa- 
fla  lo  conservaron  por  muchos  años.  Fijóse  después  un  periodo  de 
tres  de  éstos,  que  se  solia  duplicar  en  favor  de  algunos  que  se  distin- 
guían por  sus  servicios,  ó  á  quienes  el  rey  dispensaba  esta  gracia: 
y  por  último  se  aumentó  á  cinco,  que  era  lo  establecido  en  la  épo- 
ca á  que  esta  histoA  se  refiere.  El  sueldo  también  varió,  y  en  Mé- 
xico desde  el  marqués  de  Croix  en  1766,  era  de  sesenta  mil  pesos 
anuales,  de  los  cualcá  se  entendia  corresponder  doce  al  empleo  de 
capitán  general  por  los  que  no  se  pagaba  media- anata,  y  los  cna- 

(21)  Instrucción  del  virrey  duqne  de  Linares,  a  hu  sucesor  el  marqn^s  de 
'     Valero.  M.  S. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  83 

renta  y  ocho  al  de  vivey.  A  esto  se  agregaban  algunas  gratificacio- 
nes legales  y  autorizadas,  como  la  de  cuatro  mil  pesos  que  el  Con 
sulado  les  daba  por  visitar  anualmente  las  obras  del  desagüe,  que 
hacían  subir  esta  suma  á  una  cantidad  considerable. 

A  la  manera  que  el  consejo  ejercía  su  autoridad  sobre  todas  las 
Indias,  las  audiencias  la  tenian  de  la  niisma  naturaleza  en  sus  dis^ 
tritos  respectivos.  Estos  cuerpos  eran  respetables^  no  solo  por  la 
importancia  de  sus  facultades,  ya  como  consejo  de  los  virreyes  con 
el  nombre  de  »•  Acuerdo;  n  ya  por  ser  el  tribunal  supremo,  dd  que 
no  habla  apelación,  sino  én  casos  determinados,  al  consejo:  sino 
también  por  el  concepto  de  integridad  que  en  lo  general  gozaban 
sus  ministros;  por  el  decoro  de  sus  personas;  aun  por  el  traje  que 
los  distinguía  en  los  actos  públicos,  y  por  las  comisiones  que  de- 
sempeñaban como  jueces  protectores  de  diversos  ramos,  ó  encar- 
gados de  la  inspección  de  otros,  las  que  además  solían  ser  muy  lu- 
crativas; y  toda  esta  reunión  de  circunstancias  hacia  muy  apeteci- 
bles y  envidiados  estos  empleos,  para  cuya  provisión  había  una  es- 
cala establecida,  pasando  de  las  audiencias  menos  importantes  á 
las  de  mayor  jerarquía.  Para  que  estos  magistrados  fuesen  ente- 
ramente  independientes,  y  se  consagrasen  á  la  administración  de 
justicia  sin  relaciones  de  intereses,  amistades  ni  parentesco  en  el 
lugar  en  que  ejercían  sus  funciones,  les  estaba  severamente  prohi- 
bido tener  ninguna  especie  de  tratos  y  grangerías;  dar  ni  recibir 
dinero  prestado;  poseer  tierras,  huertas  ó  estancias;  hacer  visitas, 
asistir  á  desposorios  y  bautismos;  dejarse  acompañar  por  negocian* 
tes;  recibir  dádivas  de  ninguna  especie;  asistir  á  partidas  de  diver- 
sión y  á  juegos,  y  estas  prohibiciones  eran  extensivas  á  sus  muje- 
res é  hijos.  (22)  Para  casarse  necesitaban  licencia  del  rey,  so  pena 
de  pérdida  del  empleo,  y  al  concedérselas  se  les  trasladaba  por  lo 
general  á  otra  audiencia.  El  número  de  oidores  era  vario  según  las 
audiencias,  y  de  estas  había  no  solo  en  las  capitales  de  los  virreina- 
tos, sino  en  otros  lugares  según  lo  requería  la  administración  de 
justicia. 

Tal  era  el  sistema  general  de  gobierno  de  los  reinos  ó  grandes 

(22)  Rec.  de  lad.  Todo  el  lib.  2,  tit.  16,  que  trata  de  presidentes  y  oidores 
de  las  audiencias  y  chancillerias. 


84  HISTORIA  DE   MÉXICO. 


^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^■^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^«^^M^^^^^^^^^^^^^*^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^ 


divisiones  de  las  Indias:  veamos  ahora  el  particular  de  la  Nueva- 
Espafia  y  los  individuos  que  en  ella  ejercían  la  autoridad  pública 
en  los  diversos  ramos  en  1808. 

No  era  la  del  virrey  igual  en  las  diversas  provincias  que  compo- 
nian  el  virreinato.  Con  prudencia  se  habia  dado  mayor  poder  á  las 
autoridades  subalternas,  en  aquellos  puntos  en  que  así  lo  exigia  su 
distancia  ú  otras  circunstancias  particulares.  En  las  provincias  del 
Norte,  en  que  la  población  española  estaba  en  continua  lucha  con 
las  tribus  salvajes,  y  en  las  que  los  habitantes  formaban  colonias 
militares,  estando  todos  obligados  ¿  tomar  las  armas  cuando  el  ca- 
so lo  pedia,  se  necesitaba  ima  autoridad  inmediata,  absoluta  y  en- 
teramente militar,  y  así  habia  en  ellas  una  comandancia  general 
independiente  del  virrey  en  todo  lo  relativo  al  ramo  de  guerra,  aun- 
que siyeta  á  él  en  el  de  hacienda.  Llamábase  Comandancia  Gene- 
ral de  Provincias  Internas,  y  comprendía  las  provincias  de  Duran- 
go,  á  la  que  estaba  unida  Chihuahua,  Sonora  y  Sinaloa,  Nuevo- Mé 
xico,  Coahuila  y  Tejas.  Estas  dos  últimas  unidas  á  Nuevo-Leon  y 
Nuevo-Santander  que  ahora  se  llama  Tamaulipas,  que  dependian 
del  virreinato,  formaron  más  adelante  la  comandancia  general  de 
las  provincias  de  Oriente,  cuando  éstas  se  separaron  de  las  de  Oc- 
cidente, como  en  tiempos  anteriores  lo  habían  estado.  Yucatán 
era  también  independiente  del  vireinato  en  lo  militar,  por  estar 
aquella  península  mas  expuesta  á  ser  atacada  en  las  guerras  marí- 
timas, y  á  quedar  sin  comunicación  con  la  capital. 

.  El  alto  empleo  de  virrey  lo  obtenía,  en  la  época  de  que  vamos  á 
tratar,  D.  José  de  Iturrigaray,  quien,  como  casi  todos  los  que  eran 
provistos  en  este  encargo,  durante  el  gobierno  de  los  príncipes  de 
Borbon  en  España,  tenia  el  grado  de  teniente  general  en  los  ejér- 
citos españoles.  Era  nativo  de  Cádiz,  y  debía  su  origen  á  una  fa- 
milia decente,  pero  distinguida:  en  la  milicia  habia  hecho  una  ca- 
rrera honrosa,  y  se  habia  conducido  con  valor,  como  coronel  de  Ca- 
rabineros Reales,  en  la  campaña  del  Rosellon  en  la  guerra  entre 
España  y  Francia,  al  principio  de  la  revolución  de  ésta  en  1792, 
Sin  embargo,  no  fueron  estos  méritos  los  que  lo  elevaron  al  virrei- 
nato, sino  el  favor  de  D.  Manuel  Godoy,  príncipe  de  la  Paz,  que  á 
la  sazón  gozaba  el  valimiento  del  débil  y  candoroso  rey  Carlos  IV. 


HISTORIA  DE   MlixiCO.  86 

Desde  que  fué  nombrado  virrey,  su  objeto  principal  no  fué  otro  que 
aprovechar  la  ocasión  de  hacerse  de  gran  caudal,  y  su  primer  acto 
al  ir  á  tomar  posesión  del  gobierno,  fué  una  defraudación  de  las 
rentas  reales,  pues  habiéndose  concedido  que  llevase  sin  hacer,  la 
ropa  que  no  hubiese  podido  concluir  al  tiempo  de  su  embaxqué 
para  sí  y  para  su  familia,  (23)  introdujo  con  este  pretexto  y  sin  pa- 
gar derechos,  un  cargamento  de  efectos  que  vendido  en  Vwacruz 
produjo  la  cantidad  de  119.125  ps.  Todos  los  empleos  se  proveían 
por  gratificaciones  que  recibían  el  virrey,  la  virreina  y  sus  hijos:  (24) 
alteró  el  orden  establecido  para  la  distribución  del  azogue  á  los  mi- 
neros, haciendo  repartimientos  extraordinarios  por  una  onza  ú  on- 
za y  media  de  oro,  con  que  se  le  gratificaba  por  cada  quintal:  (25) 
en  las  compras  de  papel  para  proveer  la  fábrica  de  tabacos,  hacia 
poner  precios  supuestos,  quedando  en  su  beneficio  la  diferencia  con 
respecto  á  los  verdaderos,  que  le  era  pagada  por  los  contratistas. 
26)  Todos  estos  manejos  se  hacian  con  tal  publicidad  y  escándalo, 
que  se  llegó  á  creer  que  eran  autorizados  y  que  el  príncipe  de  la 
Paz  tenia  su  parte  en  lo  que  producían.  Con  ellos  consiguió  Itu- 
rrigaray  reunir  un  capital  muy  considerable,  que  consistía  en  gran 
cantidad  de  dinero  en  oro  y  plata,  alhajas  y  vajilla,  y  en  más  de 
cuatrocientos  mil  pesos  que  tenia  en  los  fondos  de  Minería,  (27) 
imposición  que  entonces  se  tenia  por  la  mas  segura,  y  esto  no  obs- 
tante que  sus  gastos  excedían  con  mucho  del  sueldo  de  sesenta 
mil  pesos  anuales  que  disfrutaba.  (28)  Al  descrédito  que  causaba 

(23)  Este  permiso  se  le  concedió  por  real  orden  de  12  de  Setiembre  de  1802 
El  hecho  consta  eo  la  Relación  que  hizo  el  Real  Acuerdo  en  9  de  Noviembre 
de  1808,  que  existe  en  el  archivo  general.  Todo  se  probo  en  el  proceso  de  re- 
sidencia, como  se  verá  en  su  lugar  en  la  parte  relativa  de  la  sentencia,  que  se 
insertará  en  el  apéndice  á  este  libro. 

(24)  El  instrumento  de  estos  sórdidos  manejos  era  una  dama  de  la  reina,  ya 
adelantada  en  edad,  llamada  Doña  Joaquina  Aranguren,  nacida  en  Mavarra, 
y  casada  en  México  con  D.  Gabriel  Palacios. 

(25)  Véase  la  representación  de  la  Diputación  de  minería  en  Gnanajuato  de 
31  de  Octubre  de  1808,  cuyo  extracto  se  pondrá  en  el  apéndice. 

(26)  Por  las  dos  contratas  de  papel  que  se  hicieron  en  1806  y  1807,  reci- 
bió de  gratificación  la  virreina  6633  onzas  do  oro. 

(27)  En  el  apéndica  se  dará  el  inventario  de  los  bienes  que  le  fueron  em- 
bargados cuando  su  prisión,  y  que  despues-se  le  devolvieron. 

(28)  Asi  lo  declaró  en  la  causa  de  residencia  fin  mayordomo  D.  Antonio 
Paul. 


86  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

la  venalidad  del  virrey,  se  agregaba  la  conducta  poco  recatada  de 
la  virreina  D.  ^  Inés  de  Jáuregui  y  de  sus  hijos,  y  la  inclinación  de 
aquel  al  juego  de  gallos,  concurriendo  á  la  plaza  pública  en  que 
se  lidian  en  el  pneblo  de  S.  Agustín  de  las  Cuevas  en  la  Pascua  de 
Pentecostés,  y  todo  unido  había  contribuido  á  hacer  desaparecer 
el  respeto  con  que  se  veia  esta  suprema  autoridad,  en  tiempo  de 
los  Casafuertes  y  Revilla  Gigedos. 

Era  en  lo  demás  Iturrigaray  un  hombre  de  una  capacidad  que 
no  pasaba  de  la  raya  de  común.  En  su  administración  siguió  la 
norma  que  dejaron  establecida  sus  predecesores,  y  como  en  el  orden 
politico  lo  mismo  que  el  físico,  una  vez  dado  un  impulso,  las  cosas 
siguen  por  mucho  tiempo  el  movimiento  que  se  les  imprimió,  los 
funcionarios  del  reinado  de  Carlos  IV  continuaron  por  el  sendero 
que  les  dejaron  trazado  los  grandes  hombres  que  ocuparon  todos 
los  empleos  en  el  reinado  precedente,  hasta  que  todo  se  perdió  en 
el  abismo  de  inmoralidad  y  de  despilfarro,  en  que  hundió  á  la  mo- 
narquía el  influjo  funesto  del  favorito  Godoy.  Así  Iturrigaray  fa- 
voreció las  empresas  de  los  caminos  nuevos  de  Veracruz  por  dos 
distintos  derroteros,  de  los  cuales  el  que  pasa  por  las  villas  de  Ori- 
zaba  y  Córdoba  y  estaba  a  cargo  del  Consulado  de  México,  se  ha- 
bía comenzado  por  el  virrey  Branciforte,  (29)  y  pro  tejió  los  esta- 
blecimientos literarios  ya  formados,  sin  que  en  ello  hubiese  esfuer- 
zo ni  mérito  particular  de  su  parte.  La  minería,  el  comercio  inte- 
rior, la  agricultura  prosperaban  en  el  tiempo  de  su  gobierno,  por- 
que sus  predecesores  habían  dejado  asentados  los  cimientos  del 
engrandecimiento  de  estos  ramos. 

Las  audiencias  de  América  variaban  como  se  ha  dicho,  en  su 
forma  y  número  de  ministros,  según  la  importancia  de  los  países 
en  que  residían.  La  de  México  era  chancillería;  se  componía  de 
un  regente  y  diez  oidores  que  formaban  dos  salas  para  los  nego- 
cios civiles,  y  otra  con  cinco  alcaldes  de  corte  para  los  criminales. 
Solo  los  oidores  formaban  el  acuerdo  ordinario,  al  que  eran  llama- 
dos en  casos  de  mucha  gravedad  los  alcaldes  de  corte,  y  éstc>s  te- 
nían al  mismo  tiempo  á  su  cargo  cinco  de  los  ocho  cuarteles  ma- 

(29)  Se  di6  principio  $  $1  el  día  9  de  Diciembre  de  1797,  por  ser  el  cumple 
atlos  de  la  reiim  Dof^a  HarlA  {^uiaa  de  Borbon,  esposa  del  rey  Carlos  lY , 


HISTORIARE  MÉXICO.  87 


^^^^^^^^^^^^ri'^S^^^^^^^^^rf*^^'*^ 


yores  en  que  estaba  dividida  la  ciudad:  tenia  tres  fiscales,  de  lo  ci* 
vil,  de  lo  criminal  y  de  real  hacienda.  El  distrito  de  esta  audiencia 
o  formaban  las  provincias  llamadas  propiamente  Nueva  España, 
con  las  de  Yucatán  y  Tabasco,  Nuevo  Leen  y  Tamaulipas  de  las 
internas  de  Oriente  en  el  mar  del  Norte,  y  en  el  del  Sur  desde 
donde  acababan  los  términos  de  la  audiencia  de  Goatemala,  hasta 
donde  comenzaban  los  de  la  Nueva  Galicia.  (30)  Esta,  que  residía 
en  GuadaJajara,  era  de  una  sala  de  cuatro  oidores  y  el  regente  con 
un  fiscal,  que  despachaban  tanto  lo  cífíI  como  lo  criminal,  y  su  ju- 
risdicción que  se  extendía  á  las  provincias  de  Guadalajara  á  Ja- 
lisco, Zacatecas,  Durango,  y  todas  las  internas  de  Occidente,  (31) 
con  inclusión  de  Coahuila  y  Tejas.  Su  presidente  era  xil  mismo 
tiempo  comandante  militar  é  intendente  de  la  provincia  de  Guada- 
lajara. Era  á  la  sazón  regqnte  de  la  audiencia  de  México  D.  Pe- 
dro Catani,  anciano  catalán,  lleno  de  pretensiones  y  vacilante  de 
carácter:  pero  los  ministros  de  influjo  en  ella  eran  el  decano  D. 
Guillermo  de  Aguirre  y  Viana  y  D.  Miguel  Bataller;  este  último 
era  gobernador  de  la  sala  del  crimen  y  auditor  de  Guerra:  ambos 
eran  europeos,  sujetos  de  capacidad,  de  gran  conocimiento  de  los 
hombres  y  de  los  negocios,  aunque  en  instrucción  excedía  mucho 
el  segundo  al  primero:  firmes  de  carácter,  adheridos  invariable- 
mente á  los  intereses  de  España,  y  capaces  de  atrepellar  por  cua- 
lesquiera trabas  cuando  se  versaban  éstos.  En  la  sala  del  crimen 
había  un  hombre  distinguido  por  su  carrera,  por  el  fomento  que 
habia  dado  á  las  artes  y  á  la  instrucción  pública  en  Goatemala, 
donde  siendo  oidor  habia  establecido  una  sociedad  patriótica  y  un 
periódico  semanario  que  el  gobierno  español  hizo  cesar:  este  era 
D.  Jacobo  de  Villa  Urrutia,  nativo  de  Santo  Domingo  en  la  i  sla 
de  este  nombre,  de  donde  pasó  á  México  de  corta  edad,  y  cuya  fa- 
milia estaba  enlazada  con  la  de  los  Fagoagas,  que  era  la  de  los 
marqueses  del  Apartado.  En  1805  estableció  el  Diario  de  México, 
periódico  literario,  en  que  se  insertaban  poesías  que  hacen  honor 
á  sus  autores,  noticias  estadísticas  y  otras  piezas  interesantes,  aun- 
que sin  tocar  en  materias  políticas,  no  obstante  }o  cnal  sufrió  gr^Q'- 

(30)  Rec.  de  lud.  lib.  2,  tit.  15,  ley  3? 

(31)  Ley  7%  Ub.  2%  tit.  15  de  la  Reo.  de  Ind, 


88  HISTOBIA  DB   MÉXICO. 

des  contradicciones  y  se  suspend¡(S  su  publicación  por  orden  del 
virrey  Iturrigaray,  qué  solo  permitió  continuase,  pagando  quinien- 
tos pesos  el  autor  para  la  casa  de  Recogidas,  y  siendo  el  mismo  vi- 
rrey el  revisor  de  las  pruebas.  (32)  El  regente  de  la  audiencia  de 
Guadalajara  era  D.  Antonio  de  Villa  Urrutia,  hermano  de  D.  Ja- 
cobo,  del  cual  y  de  otros  de  los  individuos  do  aquel  tribunal,  ten- 
dré ocasión  de  hablar  en  el  curso  de  esta  historia. 

Siempre  estuvieron  las  provincias  de  la  Nueva  España,  compren- 
diendo en  esta  las  dependientes  de  la  audiencia  de  Guadalajara, 
sujetas  á  verse  plagadas  de  bandoleros  en  los  caminos,  y  conti- 
nuamente molestadas  las  poblaciones  por  ladrones  que  atacan  las 
casas  y  despojan  de  noche  á  los  transeúntes,  aun  en  las  calles  más 
públicas  de  las  ciudades  principales.  Contribuye  mucho  á  este 
mal,  la  corta  población  diseminada  en  tan  vasta  extensión  de  te- 
rreno, lo  que  hace  que  quede»  grandes  espacios  yermos  y  despoblados, 
ofreciendo  las  sierras  y  asperezas  que  en  varias  direcciones  cortan 
el  país,  asilo  seguro  á  los  malhechores,  que  abundan  también  en 
las  poblaciones  por  la  mucha  gente  ociosa,  vugabunda  y  perdida 
que  en  ellas  vive.  Con  el  fin  do  castigar  estos  crímenes  y  suplir 
así  la  falta  de  tribunales,  pues  las  dos  audiencias  de  México  y 
Guadalajara  no  podían  bastar  para  sustanciar  y  sentenciar  el  gran 
número  de  causas  que  había  que  formar,  se  dispuso  que  todos  los 
jueces  de  cualquiera  clase  que  fuesen,  pudit^sen  imponer  á  los  de - 

(32)  La  familia  de  Villa-Urrutia  era  antigua  en  la  toga.  D.  Jacobo  nació 
siendo  su  padre  oidor  de  Santo  Domingo,  de  donde  pasó  á  México  y  en  esta 
ciudad  casó  una  hermajia  del  último,  con  el  primer  maríjués  del  Apartado. 
D.  Jacobo  fué  á  España  en  calidad  de  paje  del  arzobispo  Lorenzana,  cuando 
este  pasó  á  la  mitra  de  Toledo:  siguió  allí  la  carrera  del  foro  dejando  la  de 
la  Iglesia:  se  casó  y  fué  durante  cinco  años  corregidor  de  Alcalá  de  Henares, 
de  donde  fué  de  oidora  Guatemala-.  Era  hombre  sumamente  laborioso,  de  rec- 
tas intenciones,  pero  muy  fácil  de  dejarse  engañar.  Cuando  estableció  el  Dia- 
rio de  México,  puso  por  redactor  de  él  al  Lie.  D.  Carlos  María  de  Bustaman- 
te,  de  quien  tendré  frecuente  ocrsion  de  hablar,  ó  intentó*  introducir  un  nue- 
vo sistema  de  ortografía,  que  siendo  muy  diverso  del  usado  y  adoptado  por 
la  Academia  española,  fué  motivo  de  las  primeras  contradicciones  que  sufrió  y 
tuvo  que  decistir  de  él.  Un  Manual  de  ayudar  á  bien  morir  que  publicó,  está 
impreso  según  su  sistema  de  ortografía,  y  es  muy  difícil  de  leer.  Imprimid 
también  en  España  una  traducción  de  la  novela  francesa  titulada  "Memorias 
para  la  historia  de  la  virtud.'' 

Bastanuuite:  Suplemento  ala  historia  del  P.  Cavo,  tom.  3?,  fol.  216. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  89 


^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^■^^^^^^^^■^^^^ 


lincuentes  todo  género  de  castigos  y  ejecutar  sus  sentencias,  aun- 
que fuesen  de  la  pena  capital,  administrando  justicia  con  toda  la 
libertad  conveniente;  mas  los  abusos  que  se  cometieron  hicieron 
que  por  auto  acordado  en  la  audiencia  de  México  el  año  1601,  se 
prohibiese  la  ejecución  do  las  sentencias  de  mutilación  y  muerte, 
sin  dar  cuenta  primero  los  jueces  á  las  audiencias  de  sus  distritos 
y  con  acuerdo  de  éstas.  Esto  dio  lugar  á  que  los  robos  en  poblado 
y  despoblado  se  multiplicasen  tanto  que  se  creyó  indispensable  pa- 
ra perseguir  y  castigar  á  los  ladrones,  establecer  contra  ellos  una 
jurisdicción  especial;  y  por  estos  motivos  se  dispuso  por  cédula  de 
Felipe  IV  de  27  de  Mayo  de  1631,  que  hubiese  provinciales  y  al- 
caldes de  la  hermandad,  pudiendo  éstos  poner  oficiales  y  cuadri- 
lleros y  entender  en  la  ejecución  de  la  justicia,  conforme  lo  practica- 
ba la  hermandad  de  Sevilla,  exceptuando  a  los  indios,  con  respecto 
á  los  cuales  debian  limitarse  a  hacer  la  averiguación  sumaria,  re- 
mitiendo los  reos  a  la  cárcel  pública,  para  que  fuesen  juzgados  por 
los  jueces  ordinarios,  (33)  y  no  bastando  este  remedio,  por  otra  cé- 
dula del  mismo  monarca  de  25  do  Agosto  de  1664,  se  mandó  que 
todos  los  jueces  y  justicias  quedasen  facultados  para  hacer  ejecutar 
sus  sentencias,  aunque  fuesen  de  muerte,  (34)  según  lo  estaban  an- 
tes del  auto  acordado  en  1601.  No  obstante  estas  medidas,  el  mal 
fué  creciendo,  multiplicándose  los  robos  por  todas  partes,  á  lo  que 
contribuia  no  poco  el  asilo  que  los  ladrones  encontraban  en  todas 
las  iglesias,  lo  que  hizo  se  ocurriese  á  los  medios  mas  rigurosos, 
habiendo  propuesto  á  fines  del  siglo  XVII  el  alcalde  del  crimen  D. 
Simón  Ibañez,  que  cualquier  hurto  leve  se  castigase  con  pena  de 
muerte,  dispensando  de  las  formalidades  de  la  prueba,  y  el  virrey 
conde  de  Moctezuma,  a  pedimento  del  fiscal  D.  Antonio  Abarca, 
de  ambas  salas  de  la  audiencia,  determinó  se  sellasen  los  ladrones 
por  primero  y  segundo  robo  para  ahorcarlos  al  tercero,  todo  lo  cual 
fué  desaprobado  por  el  rey.  El  duque  de  Alburquerque,  segundo 
virrey  de  ese  título,  hizo  salir  en  comisión  á  principios  del  siglo  si- 
guiente, tres  alcaldes  de  corte  á  perseguir  á  los  salteadores,  y  entre 

(33).  Recopilación  de  Indias.  Todo  el  tit.  4?  del  libro  5?  qne  trata  solo  de 
lo8  provinciales  y  alcaldes  de  la  hermandad. 

(34)  Es  la  ley  16  del  lib.  7%  tit.  8"?  de  la  Recop.  de  Ind. 

TOMO  I. — 12 


90  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

oti-as  providencias  dictó  la  de  que  no  se  permitiese  por  los  obispos 
que  ningún  reo  estuviese  en  los  sagrados  más  de  tres  dias,  derogó 
el  fuero  militar  en  materia  de  robos,  prohibió  la  portación  de  ar- 
mas cortas  y  persiguió  los  juegos  y  los  vagos,  considerándolos  co- 
mo semillero  de  ladrones;  pero  no  surtiendo  todo  esto  más  que  un 
efecto  poco  duradero,  el  duque  de  Linares  á  solicitud  de  los  veci- 
nos de  Querétaro,  nombró  en  1710  alcalde  provincial  de  la  her- 
mandad en  aquel  distrito  á  D.  Miguel  Velazquez  de  Lorca,  nati- 
vo de  aquella  ciudad,  (35)  y  su  sucesor  el  marqués  de  Valero  en 
1719  amplió  sus  facultades,  eximiéndolo  de  dar  cuenta  con  sus  sen- 
tencias á  la  sala  del  crimen  y  declarando  éstas  inapelables:  cuya 
providencia  dictada  con  acuerdo  de  la  audiencia,  de  donde  vino  el 
nombre  de  ''Acordada,"  fué  aprobada  por  la  corte  en  22  de  Mayo 
de  1722,  y  dio  origen  al  juzgado  privativo  de  este  nombre,  habién- 
dose agregado  por  real  cédula  de  26  de  Noviembre  de  1747,  al  em- 
pleo de  alcalde  provincial  y  juez  ó  capitán  de  la  Acordada  de  Ite 
gobernaciones  de  Nueva  Espatla,  Nueva  Galicia  y  Nueva  Vizcaya 
(Durango)  el  de  guarda  mayor  de  caminos,  y  posteriormente  el 
juzgado  de  bebidas  prohibidas.  D.  Miguel  Velazquez  y  su  hijo  D. 
José  que  le  sucedió  en  el  empleo,  lo  ejercieron  con  mucha  severi- 
dad, logrando  exterminar  los  ladrones,  de  los  cuales  ahorcaron  mu- 
chos y  á  otros  asaetaron,  que  era  la  pena  usada  por  la  hermandad, 
y  restablecer  la  seguridad  en  los  caminos  y  poblaciones;pero  habien- 
do suscitado  la  sala  del  crimen  repetidamente  oposición  al  uso  de 
tan  extensas  facultades,  éstas  sufrieron  diversas  alteraciones,  suje- 
tando nuevamente  á  revisión  las  sentencias  del  capitán  de  la  Acor- 
dada; mas  el  virrey  marqués  de  Casafuerte,  autorizado  especial- 
mente por  el  rey  para  el  arreglo  de  este  punto,  sostuvo  á  Velaz- 
quez en  el  uso  de  la  jurisdicción  que  ejercía,  la  que  se  confirmó  en 
1756  por  el  virrey  marqués  de  las  Amarillas,  nombrando  juez  de  la 
Acordada  por  muerte  de  los  Velazquez,  á  D.  Jacinto  Martínez  de 
k  Concha,  en  tiempo  que  los  robos  hablan  vuelto  á  ser  frecuentes 
habiendo  casi  en  cada  distrito  algún  facineroso  de  nombradla,  co- 
mo en  el  bajío  de  Guanajuato  el  llamado  Pillo  Madera,  que  con  su 

(35)  Glorias  de  duerét^ro:  obra  escrita  por  D.  Carlos  de  Sigüenza,  añadida 
por  el  Br.  Pr  José  M^rífj  ZeUa  é  Hidí^lpo.  Méwo  1803,  fol,  30. 


HISTOBIA  DE  MÉXICO.  91 

cuadrilla  atacó  y  robó  la  conducta  ó  convoy  que  conducía  las  ba- 
rras de  plata  de  aquel  mineral  á  México,  á  todos  los  cuales  Con- 
cha  persiguió  y  castigó,  y  mereció  por  sus  distinguidos  servicios, 
i^er  condecorado  con  los  honores  de  oidor  de  la  audiencia  de  Mé- 
xico. La  formo  de  los  juicios  se  modificó  por  real  cédula  de  21  de 
Diciembre  de  1765,  quedando  establecido  que  el  juez  con  dos  ase- 
sores, oyendo  al  defensor  nombrado  para  los  reos,  acordasen  ver- 
balmente  las  sentencias,  quedando  firmadas  por  todos  y  precedién- 
dose á  ejecutarlas  sin  otro  trámite  ni  apelación:  pero  gobernando 
el  conde  de  Revilla  Gigedo,  por  otra  real  cédula  se  dispuso  que  és- 
tas siendo  de  pena  capital  ó  que  irrogasen  infamia,  no  se  ejecuta- 
sen si  no  fuesen  confirmadas  por  el  virrey  con  dictamen  de  una  jun- 
ta compuesta  de  un  .alcalde  de  corte,  del  asesor  del  virreinato  y  de 
un  abogado  de  la  confianza  del  virrey.  El  capitán  de  la  Acordada 
ejercía  su  autoridad  por  medio  de  cerca  de  dos  mil  y  quinientos 
dependientes,  con  el  nombre  de  tenientes  ó  comisarios,  distribui- 
dos tanto  en  las  poblaciones  como  en  los  campos,  los  cuales  servían 
gratuitamente  por  el  honor  y  consideraciones  que  disfrutaban,  y 
formaban  un  cuerpo  de  policía  muy  activo  y  vigilante.  Este  tribu- 
nal podía  considerarse  como  el  complemento  de  la  administración  de 
justicia  en  lo  criminal,  entendiendo  en  ella  igualmente  la  sala  del 
crimen,  según  que  ésta  ó  aquel  aprehendían  á  los  reos  y  empezaban 
á  conocer  del  delito;  pero  el  modo  expedito  de  proceder  de  la 
Acordada,  hizo  que  fuese  grandejel  número  de  criminales  que  juz- 
gó mientras  existió,  considerándosele  como  el  verdadero  apoyo  de 
la  seguridad  de  las  propiedades  y  de  los  individuos,  habiéndose  lo- 
grado por  sus  redoblados  esfuerzos  y  saludable  rigor,  corregir  de 
tal  manera  el  mal  de  los  ladrones,  á  que  por  desgracia  tanto  pro- 
pende el  país,  (36)  que  se  transitaba  por  todos  los  principales  ca- 
minos sin  recelo,  y  las  conductas  de  plata  venían  mensualmente  á 
México  desde  los  reales  de  minas  y  regresaban  á  ellos  con  dinero, 

(36)  El  duque  de  Linares  dice  sobre  esto  en  su  instrucción  á  su  sucesor. 
'^La  plebe  es  pusilánime,  pero  muy  mal  inclinada,  y  por  esto  y  su  gran  mul- 
titud merece  alguna  reflexión.  Esta  se  mueve  con  gran  facilidad  á  los  con- 
cursos con  el  fin  de  robar  en  todas  ocasiones,  pues  sin  escrúpulo  diré  á  Y.  E., 
creo  que  el  que  tiene  la  felieídad  de  no  ponerlo  por  obra,  si^mpr^  $st$  reii^- 
pidiendo  ep  3U  pensamiento, 


92  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

llevando  también  grandes  sumas  de  éste  á  Veracruz,  con  muy  pe- 
queñas escoltas  y  casi  sin  má¿2  resguardo  que  las  banderas  que  se 
fijaban  en  las  extremidades  de  las  líneas  de  barras  de  plata  y  talo- 
gas  de  pesos,  en  los  campos  en  que  hacían  noche  los  conductores, 
y  con  las  cuales  se  designaba  que  aquellos  caudales  estalfen  bajo 
la  protección  de  la  autoridad  real,  ó  como  vulgarmente  se  decía, 
eran  "la  plata  del  rey,"  (37)  cuyo  nombre  era  respetado  y  acatado. 

Habia  en  lo  civil  otras  jurisdicciones  privilegiadas  en  favor  del 
fisco,  como  la  de  los  intendentes,  y  la  tenían  también  los  jefes  ó 
directores  de  varios  ramos  de  rentas.  En  cuanto  á  Señoríos  no  ha- 
bia otros  que  el  ducado  de  Atlixco  y  el  marquesado  del  Valle  de 
Oajaca:  éste  fué  concedido  á  D.  Fernando  Cortés,  y  los  alcaldes 
mayores  ó  subdelegados  nombrados  por  el  gobernador  de  su  Esta- 
do, administraban  justicia  en  primera  instancia  en  los  pueblos  de 
la  comprensión  de  éste,  y  en  segunda  conocía  el  juez  privatiro,  que 
era  siempre  un  oidor;  pero  sus  sentencias  en  caso  de  pena  capital 
Vi  otra  de  las  mayores,  necesitaban  ser  confirmadas  por  la  sala  del 
crimen  (38).  Habia  ademas  los'juzgados  de  los  alcaldes  ordinarios, 
y  los  privativos  de  las  municipalidades  y  de  otros  cuerpos  que  eran 
al  mismo  tiempo  administrativos,  de  que  paso  á  tratar. 

Entre  las  diversas  corporaciones  de  esta  clase  que  existían  en  la 
época  de  que  hablamos,  el  Ayuntamiento  de  la  capital  y  el  Consu- 
lado fueron  las  que  más  parte  tuvieron  en  los  acontecimientos  de 

(37)  Informe  que  dio  el  capitán  de  la  A  cordada  D.  Manuel  de  Santa  María 
y  Escobedo,  en  20  de  Octubre  de  1786,  en  el  expediente  instruido  por  el  su- 
premo gobierno  para  dar  cumplimiento  a  la  real  orden  de  12  de  Junio  de  1785, 
sobre  reformar  dicho  tribunal.  M.  S. — Beleña:  Recopilación  de  todos  los  au- 
tos acordados  de  la  real  audiencia  y  sala  del  crimen  de  Nueva  España.-Méxi- 
co  1787  tom.  II.  Tercer  fol.  desde  la  Providencia  IX  á  la  XXI  fol.  70  á  74: 
la  DCÓLXXIX  fol.  369,  y  la  nota  9  al  fin  del  tomo.  Revilla  Gigedo:  Instruc- 
ción reservada  á  su  sucesor  el  marqués  de  Brancíforte,  párrafos  108  d  110. 

Véase  en  el  apéndice  documento  núm.  1  el  número  de  los  reos  juzgados  por 
este  tribunal,  en  qué  periodos,  y  con  qué  penas  fueron  castigados,  siendo  de 
advertir,  que  en  este  documento  se  dice,  que  la  Acordada  comenzó  en  1703 
poí  alguna  comisión  que  entonces  se  dio  á  Volazquez,  pero  su  existencia  for- 
mal no  tuvo  principio  hasta  1810.  Concha,  que  fué  el  otro  capitán  de  la  Acor- 
dada de  celebridad,  era  nacido  en  la  provincia  de  Guanajuato.  Todavía  con- 
serva en  México  el  nombre  del  "Egido  de  Concha'  el  campo  junto  al  Paseo 
Nuevo,  en  que  se  ejecutaban  los  criminales  condenados  por  la  Acordada,  inme- 
diato al  edificio  de  la  cárcel  de  esta. 

(38)  Revilla  Gigedo,  párrafos  100  a  107. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  93 


que  vamos  á  ocuparnos.  'Se  componía  el  primero,  como  todos  los 
Ayuntamientos  en  aquel  tiempo,  de  cierto  número  de  regidores 
perpetuos  y  hereditarios,  y  éstos  nombraban  cada  ano  dos  alcaldes 
y  cada  dos,  seis  regidores  incluso  el  síndico.  Los  regidores  perpe- 
tuos en  húmero  de  quince,  eran  antiguos  mayorazgos,  de  muy  cor- 
ta instrucción  en  lo  general  y  los  más  de  ellos  arruinados  en  sus 
fortunas.  Los  alcaldes  y  regidores  electivos,  que  se  llamaban  hono- 
rarios, se  escogían  entre  las  personas  más  notables  del  comercio  ó 
de  la  clase  propietaria,  y  so  tomaban  también  de  entre  los  aboga- 
dos más  distinguidos  á  los  que  siempre  pertenecía  el  síndico,  y  es- 
tos últimos  eran  los  que  generalmente,  por  la  superioridad  de  sus 
luces,  ejercían  un  grande  influjo  sobre  la  corporación;  así  se  verifi- 
caba en  1808  con  respecto  á  los  licenciados  D.  Francisco  Primo  de 
Verdad  y  Ramos  y  D.  Juan  Francisco  Azcárate,  síndico  el  primero 
y  regidor  el  segundo,  cuyo  nombramiento  había  obtenido  por  influ- 
jo del  virrey.  Los  regidores  perpetuos  eran  casi  todos  americanos, 
habiendo  heredado  estos  empleos  de  sus  padres,  quienes  los  habían 
comprado  para  dar  lustre  á  sus  familias,  y  por  esto  el. Ayuntamien- 
to de  México  puede  ser  considerado  como  el  representante  de  aquel 
partido:  los  alcaldes  y  los  regidores  honorarios  se  solían  nombrar 
por  mitad  europeos  y  americanos.  La  presidencia  de  la  Corpora- 
ción había  sido  motivo  de  muchas  disputas  y  representaciones,  re- 
sistiendo el  Ayuntamiento  tener  á  su  cabeza  á  los  corregidores  ó 
intendentes,  y  en  el  período  de  que  hablamos  presidía  el  alcalde 
más  antiguo  que  lo  era  D.  José  Mariano  Fagoaga.  El  Ayuntamien- 
to gozaba  los  honores  de  grande  de  España^  y  la  ciudad  debía  te- 
ner el  primer  lugar  en  los  congresos  de  la  Nueva  España,  que  como 
hemos  visto,  cesaron  de  reunirse  mucho  tiempo  hacía.  Los  alcaldes 
y  el  corregidor  cuando  lo  había,  estaban  encargados  de  tres  de  los 
cuarteles  mayores  de  la  capital,  estándolo  de  los  otros  cinco  los  al- 
caldes de  corte,  y  administraban  justicia  en  primera  instancia:  el 
Ayuntamiento  tenia  á  su  cuidado  todos  los  ramos  municipales  y 
sus  fentas  eran  muy  considerables. 

SI  los  Ayuntamientos  y  especialmente  el  de  México,  eran  los  re- 
presentantes del  partido  criollo  ó  americano,  los  consulados  lo 
eran  del  europeo,  porque  como  hemos  visto  en  su  lugar,  casi  to- 


94  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

dos  los  que  ejercían  el  comercio  procedían  de  aquel  origen.  Tres 
eran  las  Corporaciones  mercantiles  que  con  este  nombre  habia  en 
la  !Nueva  España,  en  México,  Veracruz  y  Guadalajara;  pero  de  ellas 
las  dos  primeras  eran  las  más  importantes.  Establecido  el  Consula- 
do de  México  cuando  no  se  permitía  pasar  á  Indias  más  que  á  los 
subditos  de  la  corona  de  Castilla,  se  dividió  desde  muy  al  principio 
en  dos  bandos  de  Montañeses  y  Vizcaínos,  que  eran  las  provincias 
de  aquella  corona  de  que  solían  venir  á  México  mayor  número  de 
individuos.  Todos  los  que  ejercían  el  comercio  en  esta  capital,  aun 
los  pocos  americanos  que  de  él  se  ocupaban,  tenían  que  afiliarse  al 
uno  de  estos  bandos,  los  cuales  se  disputaban  entre  si  las  eleccio- 
nes anuales  de  prior  y  cónsules  con  tanto  calor,  que  no  pocas  veces 
habia  sido  menester  interviniese  la  fuerza  armada  para  que  se  hi- 
ciesen con  tranquilidad;  pero  nunca  estas  divisiones  de  provincia- 
lismo eran  taii  trascendentales,  que  llegasen  á  distraer  á  los  espa- 
ñoles de  los  grandes  intereses  de  su  patria,  y  de  ejercer  á  una  su 
predominio  en  Nueva  España.  D.  Antonio  Bassoco  era  considera- 
do como  el  jefe  de  los  vizcaínos.**  los  dos  hermanos  D.  Francisco  y 
D.  Antonio  Terán  lo  eran  de  los  montañeses.  El  Consulado  de  Mé- 
xico se  regia  por  las  ordenanzas  del  de  Burgos  en  España:  por  los 
cuantiosos  fondos  que  habia  tenido  á  su  disposición,  ya  por  los  de 
su  dotación,  ya  por  las  alcabalas  de  que  habia  sido  arrendatario,  y 
ya  por  los  de  otros  ramos  que  se  le  habían  encargado,  había  hecho 
grandes  servicios  al  gobierno,  y  habia  ejecutado  magníficas  obras, 
erigiendo  en  la  capital  suntuosos  y  útiles  edificios,  tales  como  la 
aduana  y  el  hospital  de  Belemitas,  abriendo  caminos,  y  excavando 
el.  célebre  canal  del  desagüe  de  Huehuetoca,  obra  digna  de  los  ro- 
manos. Todas  estas  circunstancias  hacían  á  este  cuerpo  uno  de  los 
más  importantes  del  reino,  de  grande  poder  c  influjo,  extendiendo 
éste  en  todas  las  ciudades  que  tocaban  á  su  jurisdicción,  por  medio 
de  los  comisionados  que  en  ellas  tenia.  El  de  Veracruz  era  de  más 
reciente  creación;  dominaban  en  él  los  vizcaínos,  y  se  regía  por  las 
ordenanzas  de  Bilbao.  Unidos  con  los  d«  México  por  iguales  miras 
é  intereses,  se  comunicaban  entre  si  los  comerciantes  de  uno  y  otro 
punto,  y  eran  movidos  por  los  mismos  resortes.  En  la  época  de  que 
tratamos^  estos  dos  cuerpos  con  noble  emulación  estaban  haciendo 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  95 

los  dos  magníficos  caminos  de  México  á  Veracruz,  el  uno  que  es- 
taba concluido  por  Jalapa  á  cargo  del  Consulado  de  Veracruz,  y  el 
otro,  con  que  coma  el  de  México  por  Córdoba  y  Orizaba,  del  que 
habia  de  desprenderse  un  ramal  á  Oaxaca,  habia  llegado  hasta  Cór- 
doba, y  en  las  cumbres  de  Aculcingo  se  habían  ejecutado  los  in- 
mensos cortes  de  montañas  que  el  viajero  admira  todavía,  y  con 
los  cuales  se  hicieron  fáciles  y  practicables  para  carruajes  unos  sen- 
deros que  antes  apenas  lo  eran  para  caballerías,  en  la  parte  del 
más  precipitado  descenso  de  la  mesa  central. 

A  la  manera  de  los  comerciantes,  los  mineros  quisieron  también 
formar  un  cuerpo,  con  tribunales  que  administrasen  justicia  en  los 
negocios  peculiares  de  su  ramo,  y  con  un  fondo  para  fomento  de 
éste.  Solicitáronlo  por  medio  de  una  representación,  que  á  su  nom- 
bre dirigieron  al  rey  en  25  de  Febrero  de  1774,  sus  apoderados  D. 
Juan  Lúeas  do  Lassaga  y  D.  Joaquín  Velazquez  de  León,  (39)  y 
el  gobierno  de  Madrid,  que  ya  antes  habia  mandado  por  cédula  de 
20  de  Julio  de  1773,  se  formasen  nuevas  ordenanzas  de  minería, 
accedió  á  lo  que  se  pedia;  en  cuya  consecuencia,  los  diputados  de 
los  principales  reales  de  minas,  en  junta  que  celebraron  en  4  de 
Mayo  de  1774,  procediron  á  la  erección  formal  del  cuerpo,  con  el 
título  del  «importante  cuerpo  de  la  minería  de  Nueva  Espafia^u  y 
nombraron  por  administrador  general  á  Lassaga,  y  director  á  Ve- 
lazquez, eligiendo  al  mismo  tiempo  los  demás  individuos  que  de- 
bían componer  el  tribunal  general  (40).  Para  dotación  de  éste,  for- 
mación del  fondo  de  avío  para  habilitación  de  los  mineros  que  tu- 
viesen necesidad  de  este  auxilio  para  fomento  de  sus  negociaciones, 
establecimiento  y  manutención  del  colegio,  se  concedió  la  mitad  ó 

(39)  Se  imprimió  en  México  en  casa  de  D.  Felipe  de  Zúñiga  y  OntivéroB, 
1774. 

(40)  Véase  el  proemio  de  la  Ordenanza  de  minería  y  el  bando  del  virey  Bu- 
careli  de  11  de  Agosto  de  1777,  en  el  que  hizo  saber  la  erección  del  cuerpo  y 
el  nombramiento  de  individuos  del  tribunal.  P.  Joaquín  Yelazqnez  Cárdenas 
y  Leon^  del  consejo  de  S.  M.,  alcalde  de  corte  honorario  de  la  real  audiencia 
de  México,  célebre  astrónomo,  nació  en  la  hacienda  de  Santiago  Acebedocla, 
cerca  de  Tizicapan,  en  21  de  Julio  de  1732.  Véanse  en  Humboldt,  Essai  po- 
litique,  tom.  2?,  lib.  2^  fols.  20  y  21,  París  1811,  las  noticias  sobre  su  carre- 
ra. Lassaga  era  minero  de  Mazapil  y  regidor  perpetuo  de  México,  contador  de 
menores  y  albaceazgos. 


96  HISTORIA  DE  M¿XICO. 


las  dos  terceras  partes  del  real  por  marco  de  plata,  del  derecho  de 
señoreaje  que  se  pagaba  doble,  y  el  rey  dispensó  con  este  motivo,  y 
habiendo  sido  las  dos  terceras  partes  lo  que  se  fijó,  se  aumentó  des- 
pués hasta  el  real  completo,  con  motivo  de  préstamos  hechos  al  go- 
bierno y  otras  erogaciones.  Las  ordenanzas  que  se  formaron  y  se 
publicaron  en  22  de  Mayo  de  1783,  propuestas  por  el  tribunal,  y 
fundadas  en  lo  que  Gamboa  habia  dicho  en  sus  comentarios  sobre 
las  ordenanzas  antiguas,  (41)  son  un  modelo  de  prudencia  é  inte- 
ligencia, y  un  monumento  glorioso  de  la  sabiduría  de  Velazquez,  y 
del  ministerio  de  D.  José  de  Gal  vez,  visitador  que  fué  de  Nueva 
España,  y  después  ministro  universal  de- Indias  con  el  titule  de 
marqués  de  la  Sonora.  Por  ellas  se  estableció  con  la  mayor  clari- 
dad el  modo  de  adquirir  el  dominio  útil  de  las  minas,  pues  el  so- 
berano se  reservaba  el  directo;  se  fijaron  las  reglas  para  laborearlas 
sin  destruirlas,  para  habilitarlas  y  para  el  rescate  ó  compras  de 
platas;  y  para  decidir  las  cuestiones  -que  sobre  todos  estos  puntos 
se  suscitasen,  se  crearon  tribunales  especiales,  formados  de  mine- 
ros que  juzgasen  los  pleitos  brevemente  _y  sin  costas,  y  de  los  cua- 
les se  apelaba  al  tribunal  general  que  residía  en  la  capital,  y  de  és- 
te al  de  alzadas.  En  el  colegio  debia  haber  veinticinco  alumnos  gra- 
tuitos españoles  ó  indios  nobles,  prefiriendo  para  ser  recibidos  á  los 
hijos  ó  descendientes  de  mineros,  y  además  se  admitian  pensionis- 
tas y  todos  los  que  quisiesen  concurrir  á  las  lecciones,  para  que  se 
instruyesen  no  solo  en  las  ciencias  relativas  al  laborío  de  las  minas 
y  beneficio  de  sus  metales,  sino  también  en  las  artes  mecánicas  ne- 
cesarias para  construir  máquinas,  formándose  con  esto  y  con  la  prác- 
tica en  que  debían  ejercitarse  en  los  reales  de  minas,  bajo  la  di- 
rección de  peritos  instruidos,  hombres  útiles  para  todas  las  opera- 
ciones del  ramo.  El  plan  fué  sin  duda  grandioso,  pero  por  desgracia 
los  efectos  no  correspondieron  á  las  esperanzas.  La  profesión  de  la 
minería  se  ennobleció  sin  duda,  y  los  tribunales  ó  diputaciones  de 
los  reales  de  minas  fueron  de  grande  utilidad:  pero  el  tribunal  ge- 

(41)  Comentarios  á  las  ordenanzas  de  miuas,  por  D.  Francisco  Javier  de 
Gamboa.  Un  tomo  en  folio,  Madrid,  impenta  de  Ibarra  1761.  Esta  obra,  lle- 
na de  noticias  cariosísimas  sobre  la  minoría,  ha  sido  traducida  en  inglés  por 
Mr.  Richard  Heathfíeld,  6  impresa  en  Londres  en  dos  tomos  en  4?  mayor,  en 
1830. 


HisreRiA  Ds  mksaso.  W 


^MP^^'^^^ta^^^^'^^^^^^^^^a^^a^^^^^a^^M^^^^^^^^^^^^^^^^^ 


neral  coma  ádmiiiistirádor  de  los  fotidos,  causó  á  la  minería  grave' 
y  duradero  perjuicio,  poique  habiéndolos  invertido  pródigamente 
en  gastos  ágenos  del  fin  áqwe  se  consignaron,  ó  dilapidádolos  I09 
empleados  encargados  de  su  manejo,  acabó  por  una  bancarrota  de 
cuatro  millones  de  pesos,  dejando  á  los  iiiifaieros  sujetos  al  pago  dé 
una  contribución  permanente  para  pagar  los  réditos,  y  que  no  le» 
produce  otra  ventaja*  <{\xe  la  manutención  del  colegio,  en  el  que  si 
bien  se  han  formado  algunos  sujetos  instruidos  en  las  matemáticas, 
física  y  química,  los  cuales  han  llevado  este  género  de  conocimien^ 
tos  á  los  reales  de  minas  y  á  las  provincias  del  interior  en  que  an- 
tes eran  ignorados,  por  su  ubicación  y  otros  graves  defectos  ha  es¿ 
tado  muy  lejos  de  proveer  a  las  negociaciones  de  '«sujetos  instrui- 
dos en  toda  la  doctrina  necesaria  para  el  más  acertado  laborío  de 
las  minas  I  f  que  fué  el  objeto  de  su  fundación,  pues  éstos  escasean 
tanto  al  cabo  de  cincuenta  años  de  establecido  el  colegio  y  de  ha- 
berse erogado  en  él  grandes  gastos,  como  antes  de  su  establecimien- 
to. En  la  época  de  que  tratamos,  el  marqués  de  Rayas,  natural  de 
G-uánajuato,  de  una  familia  célebre  en  la  minería,  era  administra- 
dor general:  el  empleo  de  director  lo  tenia  D.  Fausto  de  Elhuyar, 
que  habia  hecho  en  Alemania  y  Francia  una  canrera  distinguida  en 
las  ciencias,  y  entre  los  catedráticos  se  señalaba  B.  Andrés  del  Itio> 
que  habia  adquirido  grandes  conocimientos  en  los  mismos  paísesr,  y 
que  publicó  en  México  el  primer  tratado  de  mineralogía  que  se  ha 
impreso  en  lengua  castellana. 

Si  fuese  necesario  un  ejemplo  que  salga  de  la  esfera  de  los  casos 
comunes,  para  comprobar  lo  que  hemos  dicho  acerca  del  uso  que 
los  americanos  solían  hacer  de  sus  caudales,  comparativamente  ccm 
el  modo  económico  de  formarlos  y  administrarlos  de  los  eoropeoSi 
k)  hallaríamos  en  el  contraste  que  presentan  los  fondos  del  Consu- 
lado de  México  manejados  por  estos,  y  los  de  la  minería,  cuerpo 
en  que  predominaban  los  primeros.  £1  Consulado  en  una  larga  serie 
de  años,  administró  los  fondos  de  su  dotación  y  otros  que  le  fueron 
encargados,  con  economía:  construyó  grandes  y  útiles  obras,  y  en 
el  momento  de  su  extinción,  no  dejó  más  deuda  que  la  procedente 
de  los  capitales  tomados  para  los  caminos  que  emprendió,  asegu*- 
rados  sus  réditos  con  los  peajes  de  éstos:  la  minería  en  pocps  años 

TOMOl. — 13 


98  HISTORIA  DB  MÉXICO. 

de  existencia,  levantó  para  colegio  un  soberbio  edificio  con  visos 
de  palacio,  poco  acomodado  para  sa  instituto,  j  dejó  una  deuda 
que  grava  á  los  mineros  con  una  contribución,  que  no  tenia  más  ob- 
jeto que  el  pago  de  los  réditos  de  los  capitales  que  el  cuerpo  que- 
dó reconociendo,  y  se  evaporaron  sin  dejar  casi  rastro  alguno  de  su 
inversión.  Pudiera  por  desgracia  llevarse  más  adelante  este  con- 
traste, V  encontrar  en  la  administración  de  los  fondos  de  ía  mine^ 
ría,  él  presagio  de  lo  que  habia  de  ser  la  de  la  hacienda  de  la  na- 
ción cuando  ésta  llegase  á  ser  independiente,  así  como  los  del  Con- 
sulado presentan  el  recuerdo  de  lo  que  esa  misma  hacienda  fué  en 
la  época  precedente. 

Grande  fué  el  influjo  del  clero  por  el  triple  resorte  del  respeto  á 
la  religión,  del  recuerdo  de  grandes  beneficios  y  por  sus  cuantiosas 
riquezas.  El  pueblo,  poco  instruido  en  el  fondo  de  la  religión,  ha- 
cia consistir  ésta  en  gran  parte  en  la  pompa  del  culto,  y  careciendo 
de  otras '  diversiones,  se  las  proporcionaban  las  funciones  reli- 
giosas, en  las  quo,  especialmente  en  la  Semana  Santa,  se  repre- 
sentaban en  multiplicadas  procesiones,  los  misterios  más  venera- 
bles de  la  Redención.  Las  fiestas  de  la  Iglesia  que  debían  ser  todas 
espiritualeí^,  estaban  pues  convertidas  todas  en  vanidad,  (42)  ha- 
biendo muchos  cochetes,  danzas,  loas,  toros  y  juegos  de  gallos,  y 
aun  los  vedados  de  naipes  y  otras  diversiones,  para  celebrar  á  gran 
costa  las  solemnidades  de  los  santos  patronos  de  los  pueblos,  en 
cuyos  objetos  invertiati  los  indios  la  mayor  parte  del  fruto  de  su 
trabajo;  y  esta  pompa  profana  con  poca  piedad,  es  lo  que  hizo  de- 
cir al  virrey  que  con  frecuencia  he  citado,  que  "en  este  reino  todo 
es  exterioridad,  y  viviendo  poseídos  de  los  vicios,  les  parece  á  los 
más,  que  en  trayendo  el  rosario  al  cuello  y  besando  la  mano  á  un 
sacerdote  son  católicos,  que  los  diez  mandamientos  no  sé  si  los 
conmutan  en  ceremonias,  n  (43)  *  Los  indios  conservaban  al  clero 
regular  el  respeto  que  los  pritneros  misioneros  habían  ganado,  con 
el  muy  justo  título  de  protejerlos  contra  la  opresión,  defendiéndo- 
los de  las  violencias  de  los  conquistadores,  y  siendo  sus  maestros 

(42)  Para  que  estas  expresiones  no  parezcan  poco  piadosas,  las  tomo  literal- 
mente del  V.  P.  Fr.  Luis  de  Gnanada,  quien  lo  dice  así  en  su  serínon  del  San^ 
tísimo  Sacramento,  hablando  de  la  fiesta  del  C*orpus  on  España, 

(43)  Instrucción  del  duque  de  Linares.  MS. 


HISTOBIA  DE   wksiCO.  99 

no  solo  en  la  religión,  sino  también  en  las  artes  necesarias  para  la 
vida.  Este  respeto,  que  llegaba  á  ser  fanática  veneración,  nada  tenia 
de  peligroso  mientras  se  tributaba  á  hombres  venerables  por  su 
virtud,  y  el  gobierno,  á  quienes  eran  muy  adictos  y  obedientes, 
encontraba  en  estos  ejemplares  eclesiásticos  su  más  firme  apoyo; 
pero  podría  venir  á  serlo  en  alto  grado,  si  corrompidas  las  costum^ 
bres  del  clero,  éste  por  miras  particulares  quisiese  abusar  de  este 
influjo,  lo  cual  preveía  el  mismo  ilustrado  virrey,  de  cuya  Instruc- 
ción á  su  sucesor  he  hecho  frecuente  uso,  cuando  recomendaba  á 
éste  la  circunspección  con  que  debia  evitar  choques  con  los  ecle- 
siásticos, recordando  acaso  el  motin  contra  el  marqués  de  Gelves 
en  1624,  aporque  son  capaces,  dice,  de  atropellar  el  respeto  de  la 
persona,  é  inquietar  los  ánimos  de  los  seglares,  pues  la  cantidad  de 
eclesiásticos  ignorantes  no  es  poca,  y  el  todo  del  pueblo  de  la  voz 
de  católicos  en  apariencia  es  común,  tt  (44)  Este  peligro  para  el  go- 
bierno lo  hacia  mayor  la  precaución  misma  que  el  arzobispo  Haro 
hemos  dicho  aconsejó  para  evitarlo,  pues  estando  las  altas  dignida- 
des eclesiásticas  en  manos  de  los  europeos,  los  americanos  ejer^ 
cian  mayor  influjo  sobre  el  pueblo,  con  el  que  los  ponia  en  más  in- 
mediato <^ontacto  el  no  conferírseles  en  lo  general  sino  los  benefi- 
cios y  administraciones  menos  importantes* 
'La  riqueza  del  clero  no  consistía  tanto  en  las  fincas  que  poseia, 
aunque  éstas  eran  muchas,  especialmente  las  urbanas  en  las  ciuda- 
des principales,  como  México,  Puebla  y  otras,  sino  en  los  capitales 
impuestos  á  censo  redimible  sobre  las  de  los  particulares;  y  el  trá- 
fico de  dinero  por  la  imposición  y  redención  de  estos  caudales,  ha- 
cia que  cada  juzgado  de  capellanías,  cada  cofradía,  fuese  una  espe- 
cie de  Banco.  La  totalidad  de  las  propiedades  del  clero  tanto  secu- 
lar como  regular,  así  en  fincas  como  en  esta  clase  de  créditos,  no 
bajaba  ciertamente  de  la  mitad  del  valor  total  de  los  bienes  raíces 
del  paísj  El  Ayuntatamiento  de  México,  viendo  la  multitud  de  con- 
ventos de  uno  y  otro  sexo  que  se  iban  levantando,  y  la  muchedum- 
bre  de  personas  que  se  dedicaban  al  estado  eclesiástico,  así  como 
las  grandes  sumas  invertidas  en  fundaciones  piadosas,  pidió  al  rey 

.    (44)  Instniceion  del  daque  de  Linares.  MS. 


y 


100  HISTORIA  D¿  MÍXrCO. 

Felijié  IV  en  1644,  (45)  ««que  no  se  fundasen  más  conventos  de 
iñobjas  ni  de  religiosos,  siendo  demasiado  el  número  de  las  prime- 
ras y  mayor  eí  de  las  criadas  que  tenian:  que  se  limitasen  las  ha- 
ciendas de  los  címventos  de  religiosos  y  se  les  prohibiese  el  adqui- 
rir de  nuevo,  lamentándose  de  que  la  mayor  parte  de  las  propie- 
dades estaban  con  dotaciones  y  compras  en  poder  de  religiosos,  y 
que  sí  nó  se  ponia  remedio  en  ello,  en  breve  serian  señores  de  to- 
do: que  no  se  enviasen  religiosos  dé  España  y  se  encargase  á  los 
obispos  que  no  ordenasen  mas  clérigos  que  los  que  habia,  pues  di- 
ce se  contaban  más  de  sois  mil  en  todos  los  obispados  sin  ocupa- 
ción ninguna,  ordenados  á  título  de  tenues  capellanías,  y  por  últi- 
mo, que  se  reformase  el  excesivo '  número  de  fiestas,  porque  con 
éllks  se  acrecentaba  la  ociosidad  y  los  daños  que  ésta  causaba,  n 
Lo  mismo  pidieron  las  Cortes  reunidas  en  Madrid  por  aquel  tiem- 
po, y  antes  lohaMa  propuesto  el  Consejo  de  Castilla,  pero  no  es 
tomó  providencia  y  las  cosas  siguieron  lo  mismo.  Esta  riqueza  del 
clero  sufrió  sin  embargoí  notable  rebaja  por  la  expulsión  de  los  je- 
suítas en  1767,  habiendo  sido  aplicados  al  fisco  sus  cuantiosos  bie- 
nes; aunque  respetando  las  fundaciones  piadosas  que  eran  á  su  car- 
go, no  obstante  16  cual,  al  principio  del  siglb  presente  ascendían  á 
lo  que  arriba  se  ha  dicho.  (46)  Además  de  las  rentas  producidas 
por  estas  fincas  y  capitales,  tenia  el  clero  secular  los  diezmos,  que 
en  todos  los  obispados  de  la  Nueva  España  montaban  á  cosa  de 
ün  millón  y  ochocientos  mil  pesos  anuales,  aunque  de  esta  suma 
percibía  el  gobierno  una  parte,  como  en  su  lugar  se  dirá.  (47)    En 

(46)  El  maestro  Gil  González  Dávila,  cronista  mayor  de  las  Indias.  Teatro 
de  las  Iglesias  de  América.  Iglesia  de  México,  tomo  1?,  folios  16  y  17. 

(46)  En  la  representación  de  los  vecinos  de  Valladolid  al  virrey  Iturrigaray, 
de  24  de  Octubre  de  1805,  de  que  habla  Humboldt  en  el  tom.  3T,  lib  5*?,  fol. 
38(>,  se  dice  con  especificación  de  obispados,  que  los  bienes  eolesiá^iticos  as- 
cendían a.  44,500,000;  pero  evidentemente  es  mucho  más,  no  solo  por  lo  que 
resulta  de  los  padrones  de  contribución  directa  formados  en  estos  últimos  años, 
Bvao  por  el  hecho  de  no  haber  casi  finca  nin^na  qne  no  reconociese  capitales, 
mucl]Laff  por  la  mayor  parte  de  su  valor  y  otras  por  mas  que  este,  lo  que  obli- 
gó á  exigir  que  para  nuevas  imposiciones,  hiciesen  constar  los  dueños  por  cer- 
tifioaciones  de  los  oficios  de  hipotecas  y  avalúos  de  las  fincas,  qué  éstas  esta- 
ban libres  á  lo  menos  en  una  tercera  parte. 

(47)  Según  el  estado  publicado  por  Humboldt,  todtt.  3?,  lib.  4?,  fol.  233,  la 
gruesa  decimal  de  todos  los  obispados  de  Nueva  España  en  los  diez    afiosde 


HlgTQBJA  DE  MÉXICO.  101 


el  obispado  de  Michoacan,  los  diezmos  se  acrendabau  ea  p^a^ura 
pública,  lo  que  hacía  más  riguroso  y  opresivo  su  cobro^  iuventaiMlp 
di  interés  particular  mil  arbitrios,  para  hacer  pxteusiva  esta:  contri: 
bucion  hasta  á  los  menores  productos  de  la  agricultura. 

£1  clero  tenia  una  jurisdicción  privilegiada  coq  tjribupales  e^^per 
cialesj  y  un  fuero  personal  que  en  épocas  antevío^os  ñxé  mujr  e^X; 
tenso,  pero  que  se  habia  disminuido  mucho  con  }a  interve^on  4^ 
los  jueces  reales  en  los  casos  criminales,  j  con  la  declaración  ^ 
que  se  conociese  en  los  juzgados  seculares  de  los  principales  y  rér 
ditos  de  las  capellanías  y  obras  pías.  Las  competencias  entre  los 
ju2^dos  eclesiásticos  y  los  civiles,  así  como  entre  todos  los  demás 
tribunales,  las  decidía  el  virrey,  y  esta  prerrogativa. era  una  de  la? 
que  daban  mayor  realce  á  su  autoridad.  {^) 

Por  lo  que  vemos  en  la  Instrucción  del  duque  de  Linares;  y  por 
el  informe  secreto  hecho  al.  rey  Fernando  Yl  por  D.  Jorge  Juan  y 
D.  Antonio  Ulloa,  las  costumbres  del  clero  habían,  llegado  á.  prJAcl- 
yios  del  siglo  XVIII,  á  un  grado  de  corrupción  escandaloso,  espe: 
(talmente  en  los  regulares  encargados,  de  la  administración  de  los 
curatos  ó  doctrinas.  £u  la  época  de  que  tratamos,  esta  corrupción 
se  lotaba  particularmente  en  las  capitales  d^e  algunos  obi^ados,  y 
en  loi  lugares  cortos;  pero  en  la  capital  del  reino,  la  presencia  de 
las  auoridades  superiores  hacia  que  hubiese  mayor  decoro,  ha- 
biendo Cambien  en  todas  partes  eclesiásticos  verdaderamente  ejem- 
plares, yen  esto  se  distinguían  algunas  órdenes  religiosas.    Entre 
todas,  lofe^esuitas  se  habían  hecho  recomendables  por  la  pureza 
de  sus  cosv^nibres  y  por  su  zelo  religioso,   siendo  notable  el  con- 
traste que  Pesentan  los  mismos  D.  Jorge  Juan  y  Ulloa  en  su  ci" 
tada  obra,  enio  que  dicen  acerca  de  estos   religiosos,  con  lo  que 
refieren  de  otr.^.  gu  expatriación  dejó  un  gran  vacío,  no  solo  en 
las  misiones  enta  bárbaros  que  tenían  á  su  cargo,  sino  en  la  insr 

17794a  1789  importó'  ^.353^821  ps.,  que  oorreBponde>  1.835,388  amxdw  por 
térmioo  medio  en  el  de^nio,  y  en  los  años  siguientes  basta  1808  más  bien  tu- 
vo aumento  que  dimmusn.  Este  estado  lo  sacó  Huinboldt  de  la  Memoi  ia 
oficial  escrita  por  D.  Joa^jn  Mániau,  titulada:  Compendio  da  la  historia  de 
la  real  hacienda  de  Nueva^gp^^j^^   j^q 

(48)  Bevilla  Gigedo:  Inst^^j^^^  ¿  g^^  snoes^r^  párrafon  92  ^  95. 


102  HISTORIA  DE  MÍXICO. 


tracción  y  moral  del  pueblo,  que  en  alguna  parte  llenaron  los  co- 
legios apostólicos  11  de  propaganda  fide,if  tanto  en  la  administración 
de- las  referidas  misiones,  como  en  las  quede  cuando  en  cuando 
hacian  en  las  ciudades  y  poblaciones,  y  el  fruto  que  de  ellas  se  13a- 
caba  demuestra,  que  el  pueblo  dispuesto  á  recibir  las  impresiones 
saludables  de  la  religión,  hubiera  mejorado  mucho  si  hubiera  teni- 
do mas  instrucción,  y  si  los  curas  hubiesen  cuidado  de  dársela,  más 
que  de  atender  á  sus  utilidades  personales,  fomentando  acaso  ellos 
mismos,  supersticiones  que  les  eran  provechosas.  No  eran  menos 
recomendables  los  dieguinos,  los  felipenses,  cuyos  oratorios  habían 
reemplazado  en  muchas  partes  á  los  jesuitas,  y  de  las  religiones 
hospitalarias  los  belemitas,  que  se  ocupaban  de  la  enseñanza  de  las 
primeras  letras  y  cuidaban  de  los  hospitales. 

En  las  mismas  religiones  se  habia  introducido  la  rivalidad  del 
nacimiento,  exceptuando  también  en  este  punto  á  los  jesuitas,  que 
no  tenian  capitules  ni  elecciones  estrepitosas,  y  cuyos  prelados 
eran  nombrados  on  Boma  por  el  general  de  la  orden,  sin  atender 
más  que  al  mérito  y  virtud  de  los  individuos.   No  solo  habia  en  í<- 
gunas  de  ellas  la  alternativa  entre  "gachupines  y  criollos,  m  sino  fue 
habia  comunidades  enteras,  casi  exclusivamente  compuestas  d^  los 
unos  (S  de  los  otros:  los  primeros  formaban  las  del  Carmen  /  los 
colegios  apostólicos  de  S.  Fernando  de  México,  la  Cruz  de  k^^^^- 
taro  y  algunos  otros,  así  como  los  criollos  tenian  el  de  Gi^dalupe 
de  Zacatecas,  y  de  las  órdenes  hospitalarias  las  de  S.  Jua/de  Dios 
y  S.Hipólito.  > 

Hallábase  al  frente  déla  Iglesia  mexicana  en  1808,  i  arzobispo 
B.  Francisco  Javier  de  Liz^na  y  Beauraont,  descendí^*©  de  una 
familia  ilustre  de  Navarra,  y  cuyo  apellido  recordal/los  antiguo 
bandos  de  Beaumonteses  y  Agramonteses  en  aque^^ino:  hombre 
virtuoso,  animado  de  mucho  zelo  por  el  cumplimi^to  de  sus  obli- 
gaciones, desinteresado  y  caritativo,  pero  de  c(/^  talento  é  ins- 
trucción; al  mismo  tiempo  débil  y  tenaz,  cré<^^  1  desconfiado; 
dejándose  gobernar  enteramente  por  su  priir  *^-  Isidoro  Saenz 
de  Alfaro,  que  era  canónigo  é  inquisidor,  al'vo  de  carácter,  satis- 
fecho de  sí  mismo  y  que  gustaba  de  lleva/^  ^^^^o  á  su  voluntad. 
EnLre  los  individuos  del  cabildo  eclesiást^»  ®ran  los  más  distinguí- 


\ 


HIOTOIOA  DE  MÉXICO.  108 


dos  por  sus  conocimientos  y  por  la  parte  que  tuvieron  en  los  suce- 
sos políticos,  el  arcedean  D.  José  Mariano  Beristain,  natural  de 
Puebla,  y  el  magistral  D.  José  María  Alcalá.  £1  primero  era  hom^ 
bre  de  mucha  y  general  instrucción,  hablaba  bien  en  público,  y  se 
distinguía  por  la  amenidad  de  su  trato:  había  estudo  en  España, 
en  donde  obtuvo  su  prebenda,  y  el  grado  de  docW>r  en  las  universi- 
dades de  Valencia  y  Yalladolid;  se  manifestaba  adicto  al  favorito 
Godoy  y  trataba  con  bastante  intimidad  al  virrey  Iturrigaray.  (49) 
£1  sesudo  hizo  su  carrera  en  curatos  y  cátedras,  era  muy  popular 
y  poco  inclinado  á  los  espafloles. 

£1  único  obispo  americano  que  había  en  las  ocho  diócesis,  en  que 

adema3  del  arzobispado  de  México  estaba  dividido  el  virreinato^ 

era  el  de  Puebla  D.  Manuel  González  del  Campillo,  que  siempre 

se  mantuvo  fiel  á  los  intereses  espa&oles.  £n  el  clero  de  las  proyin* 

cías  había  un  iiombre  do  quien  tendré  frecuente  ocasión  de  hablar. 

Sus  conocimientos  en  materias  políticas  y  económicas,  de  que  se 

^dcu^aban  muy  poco  los  individuos  de  su  clase,  le  hacían  sobresalir 

^icho  entre  ellos,  y  aunque  nacido  en  España,  su  larga  residencia 

y  elaciones  en  América^  le  habían  hecho  abrazar  con  calor  los  m-. 

t^r^es  del  país  en  las  varias  ocasiones  en  que  so  habían  hallado 

com^ometídos.  Desempeñó  por  muchos  años  el  juzgado  de  cape* 

Uanía^de  la  mitra  de  Michoacan,  y  habiendo  obtenido  una  canon^ 

gia  de  posición,  le  fué  disputada  por  defecto  de  nacimiento.  Pasó 

á  EspaQ^^fon  este  motivo  y  de  allí  viajó  en  Francia,  en  la  época 

más  brillí^te  del  reinado  de  Napoleón,  y  á  su  regreso  á  México  se 

le  nombró  ^ra  la  mitra  del  mÍ3mo  Michoacan,  cuyo  gobierno  ejw* 

ció.  Eáte  ervp,  Manuel  Abad  y  Queipo,  que  tanto  papel  hizo  wáfj 

adelante  en  J^paña.  ) 

El  tribunal  ^  ¡^^  Inquisición  de  México  extendía  su  jurisdicción^ 

no  solo  á  todo  *.  virreinato  de  Nueva  España,  sino  también  á  la 

capitanía  generan^  Guatemala,  islas  de  Barlovento  y  Filipinas. 

Este  tribunal  prQ4ia  con  absoluta  independencia,  sujeto  solo. al 

(49)  El  Dr.  Benst^t^i^o  un  gran  servicio  á  la  literatura  mexicana  con  la 
publicación  de  su  ^i^uoy^  hispano^^mericana,  que  es  la  continuación  d^  la 
Biblioteca  mexicana  del  k  Eguiara.  Se  imprimió  eu  México  en  tres  tomos 
en  folio,  el  primero  de  los  ^j^^  ^,.g  ^  j^^^  jgj^     ^^  ^^^^^  ^^  jg^j^  ^^^ 


f 


IM  mSRMRIA  DC  MÉoce. 


■I  mi— ii~i<~ti —  i~«r~  ■~t'-~  —  —  ^    ~    -    ~    »^»^»^ 


coüBejo  d()ia  gi^reinaiep  Madrid;  msís  desde  el  gobierno  del  oonde 
de  Revilla'  Gigedo  y  por  mforme  de  esté  se  dispuso,  que  antes  de 
publicacr  edicto  alguao,  diese  parte  al  virrey  (60),  para  que  de  esta 
manera  pudiese  haber  la  &eoesaria  armonía  entre  las  autoridades*, 
la  cual  se  destruye  conr  gra^e  pei^uicio  de  los  intereses  nacionales, 
siempre  que  aquellas  proceden  sin  sujeción  alguna  al  gobierno  sn- 
prismio. 

A  los  repartimientos  de  indios  habian  sucedido  los  gobiernos, 
cot96gimientos  y  alcaldías  mayores,  cuy^s  empleos  se  proveían  por 
tiempo  determinado,  algunos  por  el  rey,  y  otros  por  los  virreyes  eH 
sos  respectivos  territorios,  siendo  á  cargo  de  estos  empleados  el 
gobierno  de  las  provincias  y  distritos  en  que  estaba  dividido  el  vi- 
rreinato.   Algunos  estaban  á  sueldo,  otros  eran  pagados  con  una 
parte  que  se  les  asignaba  de  los  tributos  que  estaban  encalcados 
de  cobrar,  haciéndose  los  encabezamientos  ó  matriculas  pw  los  jue« 
ees  comisionados  especialmente  para  esto:  pea^o  el  apróVechamien* 
to  principal  de  los  alcaldes  mayores  provenía  de  los  comercios  y 
grangerías  que  hadan,  á  pretexto  de  hacet  trabajar  á  los  indio^ 
como  les  estaba  recomendado  pov  las  leyes,  distribuyéndoles  tar^As 
y  recibiendo  á  bajo  precio  los  frutos  de  su  industria,  para  darle/ en 
pago  los  artículos  necesarios  para  su  vestuario  y  alimentos  ^re* 
dos  excesivos;  y  como  tenían  la  autoridad  en  sus  manos,  Ig/  obli- 
gaban á  cumplir  con  todo  rigor  estos  contratos  usurarios,  insultan- 
do de  aquí  grandes  utilidades  para  los  que  hadan  este  tráfico,  par- 
ticularmente en  aquellos  distritos  en  que  se  cosechaba  a^^m  fruto 
precioso,  como  la  grana^  en  Oaxa^^  H^ue  consCituia  uiv*^ónopolio 
para  aquellos  empleados  y  para  loe  oomerdántes  quci^s  proveían 
de  fondos  y  efectos  mercantiles,  pero  los  indiüs  erA  cruelmente 
vejados  y  oprimidos  (51).  ¡Funesto  sistema  de  adí^^^istracion,  en 
que  las  ventajas  pecuniarias  del  que  gobeij&aba,  h^^^^  de  dimanar 
de  la  opresión  y  miseria  del  gobernado!    El  duo^  de  Linares,  en 
6U  estilo  fuerte  y  conciso,  lo  caracterizó  én  po\)^  palabras,  dicien- 

'    (60)  Revilla  Oigedo:  Instrucción,  párrafos  96  y  QIT' 

(61)  Véase  en  las  noticias  secretas  6  informe  sob'  ^^  estado  del  Perú,  por 
I>.  Jorge  Juan  y  D.  Antonio  Ulloa,  publicadas  pojf?"'7  ««^  Londres  en  1826, 
ya  citado,  la  relación  circunstanciada  de  estos  pi¿¡fed¡niiento8  opresivos.  Part.- 
2%  caps,  le  á  B%  desde  el  fol.  229. 


\ 


.fii«¥«BIA  DE  MÉXICO.  105 

do:  tt Siendo' la  provinfcía  de  los  alcaldes  mayores  tau  dilatada,  ten* 
go  de  d^fimria  muy  breve,  pues  se  reduce  á  que  desde  el  ingreso 
á  su  empleo  faltan  á  Dios,  en  el  juramento  que  quiebran;  al  rey  en 
los  Tepartimientos  que  hacen;  y  al  común  de  los  naturales,  en  la 
forma  en  que  los  tiranizanu  (52).  Todo  este  orden  de  cosas  tan  in- 
justo j  opresivo,  cesó  con  la  Ordenanza  de  intendentes,  publicada 
por  el  ministro  Galvez  en  4  de  Diciembre  de  1786,  limitada  por 
entétioes  á' solo  la  Nueva  Espafia,  pero  que  después  se  generalizó 
con  convenientes  modificaciones,  á  toda  la  América  española.  En 
ella,  bajo  Iqs  títulos  de  ttlas  cuatro  cansas  de  justicia,  policía,  ha- 
cienda y  goen  a,  n  se  lestáblecieron  las  reglas  más  convenientes  para 
la  administración  interior  de  todos  estos  ramos,  y  para  el  fomento 
de  la  agricultura,  industria  y  minería.  Todo  el  territorio  del  virreí- 
natoj  incluso  Yucatán  y  las  provincias  internas,  quedó  dividido  en 
doce  intendencias,  que  tomaron  el  nombre  de  sus  capitales,  subsis- 
tiendo él  corregimiento  de  Querétaro  para  todo  lo  civil  y  judicial, 
aunque  dependiendo  de  la  intendencia  da  México  para  lo  de  ha- 
deuda^  y  para  los  empleos  de  intendentes  se  nombraron  hombres 
de  probidad  é  inteligencia  en  el  desempeño  de  sus  funciones,  entre 
los  que  se  distingiERan  por  su  mérito  particular,  los  de  Guanajuato 
y  Puebla.  El  ministro  Galvez  en  el  tiempo  de  su  poder,  quiso  colo- 
car en  pueirtos^  distinguidos  á  todos  sus  parientes,  y  éstos  por  su 
capacidad  y  servicios,  hicieron  ver  que  no  eran  indignos  de  esta 
predilección.  D.  Matías,  hermano  del  ministro,  y  D.  Bernardo,  hijo 
del  primero,  fueron  sucesivamente  virreyes  de  México:  el  último 
casó  en  Nueva  Orleans,  cuando  fué  mandando  Ja  expedición  que 
reconquistó  las  Floridas,  con  D*.  Felicitas  Saint-Maxent,  (53),  cu- 
yap  dos  hermanas  D*.  Victoria  y  D*.  Mariana,  casaron,  la  primera 
con  D.  Juan  Antonio  de  Riaño,  y  la  segunda  con  D,  Manuel  de 
Ron,  conde  que  después  fué  de  la  Cadena,  ambos  oficiales  en  aquel 
ejército.  Cuando  se  crearon  las  intendencias,  se  dio  al  primero  la 
de  Valladolid,  en  que  permaneció  poco  tiempo,  pasando  én  seguida 

(52)  Instrucción  del  virrey  duque  de  Linares  á  sa  sucesor  el  marqués  de 
Valero.  M8. 

(53)  La  hermana  mayor  D^  Isabel  casó  con  D.  Luis  de  Unzaga,  goberna- 
dor de  la  Lnifiiana,  y  después  capitán  general  de  Caracas  y  de  la  isla  de  Cu- 
ba. 

TOMO  I.— 14 


106  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

á  la  más  importante  de  Guanajuato,  y  á  Flon  la  de  Puebla.  Este, 
de  carácter  severo  y  de  una  grande  integridad,  reformó  grandes 
abusos,  fomentó  todos  los  ramos  de  industria  en  su  provincia  y  her- 
moseó notablemente  la  capital  (54).  Riaflo,  de  no  menos  probidad, 
pero  de  genio  ameno  y  afable,  habia  servido  en  la  marina,  y  á  los 
conocimientos  de  matemáticas  y  astronomía  propios  do  aquella  ca- 
rrera, unia  el  cultivo  de  la  literatura  y  de  las  bellas  artes^  con  lo 
que  introdujo  el  gusto  de  éstas  en  Guanajuato  y  en  especial  de  la 
aiquitectura:  por  su  influjo,  se  levantaron,  no  solo  ert  la  capital, 
sino  en  toda  la  provincia,  magníficos  edificios  (55),  cuya  construc- 
ción inspeccionaba  él  mismo,  enseñando  hasta  el  corte  de  las  pie- 
dras á  los  canteros:  fomentó  el  estudio  de  los  clásicos  latinos  y  de 
los  buenos  escritores  españoles,  debiéndosele  el  cultivo  de  la  len- 
gua castellana  y  la  correcta  pronunciación  que  hizo  tomar  á  todos 
los  jóvenes  de  Guanajuato  de  aquel  tiempo.    Comí»  en  el  interior 
de  su  familia  se  hablaba  francés,  que  era  la  lengua  de  su  esposa, 
introdujo  entre  la  juventud  de  aquella  capital  la  afición  á  este  idio- 
ma y  el  cultivo  de  su  literatura,  con  una  elegancia  de  trato  que  no 
era  conocida  en  otras  ciudades  de  provincia:  á  él  se  le  debió  la  afi- 
ción al  dibujo  y  á  la  música,  el  cultivo  de  las  matemáticas,  física  y 
química  en  el  colegio  que  habia  sido  de  los  jesuitas,  para  lo  que 
protegió  con  empeño  á  D.  José  Antonio  Rojas,  catedrático  de  ma- 
temáticas en  aquel  colegio  y  alumno  del  de  minería;  estableció  un 
teatro,  fomentó  el  cultivo  de  olivos  y  viñas  y  tuvo  el  mayor  empe- 
ño en  impulsar  el  trabajo  de  las  minas,  ramo  principal  de  la  rique- 
za de  la  provincia,  haciendo  que  entre  los  vecinos  acaudalados  de 

(54)  Entre  los  beneñcios  que  la  ciudad  de  Puebla  le  debió,  uno  de  los  ma- 
yores fué  haber  desterrado  las  guerras  que  se  hacían  los  de  un  barrio  con  otro, 
y  que  casi  todos  los  domingos  se  señalaban  con  batallas  en  forma,  cou  no  po- 
cas muertes  y  desgracias,  y  no  solo  consiguió  con  prudencia  y  firmeza  extin- 
guirlas, sino  que  hizo  que  los  de  un  barrio  fuesen  á  las  fiestas  y  procesiones 
de  los  otros  con  los  estandartes  de  sus  cofradías.  La  policía,  limpiessa,  hermo- 
sos embanquetados  y  alumbrado  en  que  tanto  se  distinguía  Puebla,  todo  fué 
obra  de  Flon. 

(55)  En  su  tiempo,  se  construyó  en  Guanajuato  la  Albóndiga,  la  hermosa 
casa  del  conde  de  Rui,  ahora  de  la  familia  de  Otero,  y  otras*  y  en  Celaya  la 
célebre  iglesia  del  Carmen  y  el  puente  sobre  el  rio  de  la  Laja,  obras  del  ar- 
quitecto D.  Francisco  Eduardo  Tresguerras,  nacido  en  la  inisma  Celaya,  4 
quien  Riaño  distinguió  y  favoreció  mucho. 


HISTORIA  DE   MÉXICO.  107 

Guaaajuato,  se  formasen  compañías  para  el  laborío  de  las  minas 
antiguas  abandonadas  ó  de  otras  nuevas  (56). 

Más  de  dos  siglos  se  pasaron  sin  que  hubiese  en  Nueva  España 
más  tropas  permanentes  que  la  escolta  de  alabarderos  del  virrey,  y 
algx)  más  adelante  las  dos  compañías  del  palacio:  formáronse  luego 
el  cuerpo  del  comercio  de  México  y  los  de  algunos  gremios,  y  en 
las  provincias  milicias  pon  poca  disciplina,  4  las  que  se  agregaban 
las  fu^zas  que  se  s(<lian  levantar  en  determinadas  ocasiones;  pero 
en  el  reinado  de  los  monarcas  de  la  casa  de  Borbon,  además  de  ha- 
ber mandado  algunos  regimientos  de  España,  se  fueron  formando 
los  cuerpos  veteranos  y  las  malicias  provinciales,  esto  último  no  sin 
resistencia^  que  algunas  veces  terminó  en  motines,  que  se  sosega- 
roa  fácilmente.  Al  mis;no  tiempo  se  dio  grande  extensión  al  fuero 
y  a  la  jurisdicción  militar,  que  ejercía  el  virrey  como  capitán  gene- 
ral con  un  auditor  de  guerra  que  era  un  oidor,  apelándose  de  las 
aettiencias  dadas  con  su  dictamen  al  mismo  capitán  general,  quien 
en  la  segunda  instancia  nombraba  otro  ministro  para  que  acompa- 
flase  al  auditor.  (57)  Hubo  después  dos  auditores,  y  lo  eran  en  la 
época  de  que  tratamos,  los  oidores  D.  Miguel  Bataller  y  D.  Mel- 
chor deiFoncerrada,  éste  americano  y  aquel  europeo.  La  coman- 
dancia general  de  Provincias  internas  tenia  su  jurisdicción  indepen- 
diente, y  para  desempeñar  las  funciones  judiciales,  el  comandante 
general  tenia  un  asesor  letrado.  El  mando  particular  de  las  provin- 

(56)  Entre  las  empresas  de  minas  formadas  por  influjo  del  Sr.  Riaño,  se 
cuentan  la  de  Mellado,  negociación  antigua  abandonada  y  qne  hizo  trabaja- 
sen los  varios  iodividnos  de  la  casa  de  Valenciana,  y  la  de  Cata  que  trabajó  mi 
familia:  la  primera  ha  tenido  el  mis  feliz  resultado,  ^n  el  muy  debido  elogio 
que  hago  del  Sr-.  Ria&o,  no  solo  le  pago  un  tributo  de  justicia,  sino  también 
de  gratitud,  por  la  parte  que  tuyo  en  mi  educación.  Es  cosa  que  hace  mucho 
honor  á.este  digno  magistrado,  que  ni  aun  la  calumnia  osase  acusarlo  de  nin< 
guna  falta  grave:  en  el  archivo  secreto  de  los  virreyes  que  hace  parte  del  gene- 
ral, hay  una  denuncia  hecha  contra  él  por  un  sujeto  desconocido  de  Guanajua- 
to  al  conde  de  Revilla  Gigedo,  y  solo  le  inculpa  que  se  manejaba  con  tanta 
dignidad  que  parecía  ser  el  virrey,  y  que  no  queria  oir  las  demandas  que  los 
pobres  ponían  ante  él,  mandándolos  con  los  alcaldes  ordinarios,  á  quienes  cier- 
tamente tocaba  el  conocimiento  de  tales  querellas:  la  correspondencia  que  so- 
bre esto  se  siguió  es  tan  honrosa  para  el  virrey  como  para  Riaño. 

(57)  Revilla  Gigedo:  Instrucción  á  su  sucesor,  párrafo  98,  y  en  los  párrafos 
117  á  119  pueden  verse  sus  juiciosas  observaciones,  sobre  los  mfdes  produci- 
dos por  esta  multiplicidad  de  fueros,  y  á  lo  que  debieran  reducirse. 


108  HISTORIA  DE  MÉXICO, 

cias  variaba:  en  la  de  México  lo  tenia  inmediatamente  el  virrey;  en 
Oaxaca,  Querétaro  y  San  Luis  Potosí,  estaba  encargado  á  los  co- 
mandantes de  brigada,  y  en  las  demás  á  los  intendentes,  siendo 
además  los  de  Guadalajara,  Veracruz  y  Puebla,  comandantes  de 
las  brigadas  de  aquellas  demarcaciones. 

La  fuerza  militar  consistía  en  una  compañía  de  alabarderos  de 
guardia  de  honor  del  virrey;  cuatro  regimientos  y  un  batallón  de 
infantería  veterana  ó  permanente  que  componían  el  número  de  cin- 
co mil  hombres:  dos  regimientos  de  dragones  con  quinientas  plazas 
cada  uno:  un  cuerpo  de  artillería  con  setecientos  veinte  hombres, 
distribuidos  en  diversos  pimtos:  un  corto  número  de  ingenieros  y 
dos  compañías  de  infantería  ligera  y  tres  fijas  que  guarnecían  los 
puertos  de  la  isla  del  Carmen,  San  Blas  y  Acapulco.  De  los  cuatro 
regimientos  de  infantería,  el  uno  estaba  en  la  Habana,  con  lo  que 
la  fuerza  total  permanente,  dependiente  del  virreinato,  no  excedía 
de  seis  mil  hombres.  (58) 

Por  una  disposición  tan  política  como  económica,  la  fuerza  prin* 
cipal  destinada  á  la  defensa  del  país  consistía  en  los  cuerpos  que  se 
llamaban  de  milicias  provinciales,  los  cuales  no  se  ponían  sóbrelas 
armas  sino  cuando  el  caso  lo  pedia.  Componíansede  gente  del  cam- 
po ó  artesana,  que  sin  separarse  de  sus  ocupaciones  en  iiempo  de 
paz,  estaba  dispuesta  á  servir  en  el  de  guerra,  sin  otro  gasto  qae 
el  pequeño  del  pié  ó  cuadro  veterano  que  tenían  para  su  or^amica- 
cion  y  disciplina,  reuniéndose  en  períodos  determinados  para  reci- 
bir la  instrucción  necesaria.  Estos  cuerpos  estaban  distribuidos  por 
distritos,  y  en  cada  uno  de  éstos  lais  compañías  por  los  pueblos,  y 
los  caballos  de  los  regimientos  de  caballería  se  repartían  entre  las 
haciendas  de  cada  distrito,  que  estaban  obligadas  á  presentarlos  en 
buen  estado  cuando  se  les  pedían.  La  oficialidad  la  forinaban  los 
propietarios  de  las  provincias,  y  era  un  honor  muy  pretendido  y 
que  se  compró  á  caro  precio  cuando  estos  cuerpos  se  levantaron, 

(58)  ]LiOs  cuerpos  de  infanterí  de  línea  eran  los  regimientos  de  la  Corona; 
Nueva  España,  llamado  vulgarmente  de  los  verdes,  por  usar  vtieltaverde  so- 
bre casaca  blanca;  México  (los  colorados,  por  el  mismo  motivo);  Puebla  (los 
morados)  y  el  batallón  fijo  de  Veracruz.  Los  regimientos  de  dragones  se  lla- 
maban de  España  y  de  México.  El  regimiento  do  Puebla  era  el  que  estaba  en 
la  Habana  y  habla  estado  el  de  México^ 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  109 

el  empleo  de  coronel  ó  teniente  coronel  de  ellos.  Eu  las  provincias 
centrales,  las  más  pobladas  y  de  temperamento  frió  ó  templado,  se 
formaron  siete  regimientos  de  infantería  de  dos  batallones  y  otros 
tres  batallones  sueltos,  (59)  que  teniendo  cada  batallón  la  fuerza 
de  ochocientas  .veinticinco  plazas,  hacian  el  total  de  catorce  mil 
hombres,  á  lo  que  deben  agregarse  los  dos  cuerpos  urbanos  del  co- 
mercio de  México  y  Puebla,  que  entre  ambos  tenian  novecientos 
tireinta  hombres.  La  caballejía  consistía  en  o(^ho  regimientos  de 
cuatro  escuadrones,  con  trescientas  sesenta  y  una  plazas  en  tiempo 
de  paz,  que  en  el  de  guerra  se  aumentaban  á  seiscientas  diez  y  sie- 
te, lo  que  hacia  una  fuerza  de  cuatro  mil  novecientos  treinta  y  seis 
dragones:  (60)  en  las  inmediaciones  de  Veracruz  babia  un  cuerpo 
de  mil  lanceros:,  otros  tres  para  el  resguardo  de  las  antiguas  fron- 
teras de  Sienta  Gorda,  Colotlan  y  Nuevo  Santander,  con  la  fuerza 
de  mil  trescientas  veinte  plazas,  y  un  escuadrón  urbano  en  Méxi- 
co con  doscientas. 

Las  tropas  destinadas  para  eji  resguardo  de  las  costas,  estaban 
organizadas  en  compafus^  sueltas  en  distintos  puntos,  que  forma- 
ban divisiones  mixtas  de  infantería  y  caballería,  con  muy  poca  dis- 
ciplina y  que  ni  aun  usaban  uniforme  militar:  eran  i\tiles  en  sus 
respectivas  demarcaciones,  para  excusar  emplear  en  ellas  t^^opas  de 
linea  del  interior  del  país,  que  hubieran  perecida  víctimas  del  mor- 
tífero temperamento  de  las  costas.  De  estas  divisiones  habia  cinco 
eu  las  del  mar  del  Norteó  Seno  mexicano,  que  con  las  dos  compa- 
ñías de  pardos  y  morenos  de  Veracruz,  componían  la  fuerza  de  tres 
mil  cuatrocientos  hombres^  y  en  las  del  Sur  siete,  con  tres  mil  se- 
tecientos cincuenta, 

I^as  Californias  estaban  guarnecidas  con  cinco  compañías  perma- 
nentes de  caballería  volante,  y  las  provincias  internas  dependien- 

(59)  Los  regimientos  de  milicias  provinciales  de  infantería  eran  los  de  Mé- 
xico, Tlaxcala,  Puebla,  las  tres  villas  Orizava,  Córdova  y  Jalapa;  Toluca,  Ce- 
laya  y  Valladolid:  los  tres  batallones  sueltos  eran  los  de  Guanajuato,  Oaxaca 
y  Guadalajara. 

($0)  Los  r^mientos  provinciales  de  ea1)alkría  eran  los  siguientes:  Clueréta- 
ro;  Príncipe  y  Reina  en  la  provincia  de  Guanajuato:  Puebla;  S.  Luis  y  S. 
Carlos,  en  la  provincia  de  S.  Luis;  Michoacan  y  Aguascalientes  6  Nueva  Gali- 
ci&  El  fegimiento  de  Michoaean  era  mas  conocido  con  el  nombre  de  Pázcua^ 
ro. 


lio  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

« 

tes  del  virreinato,  con  una  en  Nuevo  León  y  tres  en  Nuevo  Santan- 
der, ademas  de  las  compañías  de  milicias  de  los  vecinos  que  habia 
en  cada  población,  para  defenderla  de  las  irrupciones  de  los  bár- 
baros. 

La  totalidad  de  los  cuerpos  de  milicias  provinciales  de  infantería 
y  caballería,  con  las  siete  compañías  de  artillería  miliciana  de 
Veracruz  y  otros  puntos  de  las  costas,  suponiéndolos  completos  y 
en  el  pié  de  guen^a,  lo  que  casi  nunca  se  verificaba,  acenderia  á 
veintinueve  mil  cuatrocientos  once  hombres;  pero  dt^duciendo 
de  este  número  las  divisiones  de  ambas  costas  que  no  sallan 
de  sus  demarcaciones,  y  que  componían  siete  mil  doscientos  hom- 
bres, quedan  de  fuerza  efectiva  y  útil  veintidós  mil  doscientos  once 
hombres,  que  unidos  á  seis  mil  de  tropa  permanente,  hacen  un  to- 
tal de  veintiocho  mil  hombres,  que  era  la  fuerza  de  que  podía  dis- 
poner el  virrey  para  la  campaña. 

Los  cuerpos  de  milicias  disciplinadas  y  las  divisiones  de  las  cos- 
tas, estaban  distribuidos  en  diez  brigadas,  con  un  comandante  ca- 
da una,  que  lo  era  el  comandante  militar  d^  la  cabecera,  excepto 
las  de  México,  Oaxaca,  Querétaro  y  San  Luis,  que  tenian  un  jefe 
especialmente  encargado  de  ellas.  La  mayor  parte  de  los  jefes  y 
muchos  oficiales,  tanto  de  las  tropas  veteranas  como  de  las  milicias, 
eran  europeos;  los  sargentos,  cabos  y  soldados  todos  mexicanos, 
sacados  de  las  costas,  pues  los  indios,  como  se  dijo  en  su  lugar,  es- 
taban exentos  del  servicio  militar. 

En  esta  enumeración  no  he  comprendido  las  tropas  de  las  Pi'O- 
vincias  internas  ni  las  de  Yucatán,  porque  ni  unas  ni  otras  depen- 
dían del  virreinato:  las  primeras  consistían  en  las  compañías  pre- 
sidíales y  volantes,  distribuidas  en  las  provincias  de  Durango  ó 
Nueva  Vizcaya,  de  la  que  entonces  dependia  Chihuahua,  Nu^vo 
México,  Sonora  y  Sinaloa,  Coahuila  y  Tejas,  las  cuales  con  las  com- 
pañías de  indios  ópatas  y  pimas  de  Sonora,  estaban  destinadas  á 
protejer  aquella  dilatada  frontera  contra  las  irrupciones  de  los  apa- 
ches y  demás  naciones  bárbaras,  uniéndose  á  estas  fuerzas  los  ha- 
bitantes, que  todos  dependían  de  la  autoridad  mistar,  mediante 
un  sistema  de  colonización  armada,  sabiamente  combinado  y  esta- 
blecido  por  el  caballero  de  Croix,  primo  del  virrey  marqués  de 


HISTOBIA  DE  MÉXICO.  111 

Crmx.  El  empleo  de  comandante  general  de  estas  Provincias  lo 
obtenía  D.  Nemesio  Salcedo,  brigadier  y  militar  de  buena  repu- 
tación. En  Yucatán  habist  un  batallón  veterano  y  algunos  cuerpos 
provinciales,  con  la  competente  artillería. 

Vése  por  lo  que  llevo  expuesto  en  este  capitulo,  acerca  dc^l  sis- 
tema general  de  gobierno  de  las  Indias  y  del  particular  de  los  gran- 
des distritos  en  que  se  hallaban  divididas,  que^da  uno  de  estos,  /^ 
fuese  con  el  nombre  de  virreinato  ó  capitanía  general,  formaba  una 
monarquía  enteramente  constituida  sobre  el  modelo  de  la  España, 
en  la  que  la  persona  del  rey  estaba  representada  por  el  virrey  ó  ca- 
pitán general,  así  como  la  audiencia  ocupaba  el  lugar  del  consejo, 
y  entre  ambos  tenían  la  facultad  de  hacer  leyes  en  todo  lo  que  fue- 
se necesario,  pues  los  autos  acordados  tenían  fuerza  dótales  mien- 
tras no  eran  derogados  ó  modificados  por  el  rejj  El  ejercicio  de 
la  autoridad  estaba  sujeto  á  prudentes  restricciones;  nada  se  había 
dejado  al  arbitrio  de  los  hombres,  y  todos  sus  actos  públicos  de- 
pendían de  reglas  ciertas,  y  su  manejo  se  examinaba  por  otras  auto- 
ridades superiores,  ó  se  sometía  á  juicios  que  tenían  sus  trámites 
precisos  y  determinados.  Las  partes  todas  de  la  administración 
tenían  una  dependencia  necesaria  unas  con  otras,  y  cuando  la  ins- 
pección era  recíproca,  el  abuso  era  difícil  y  pudiera  decirse  imposi- 
ble, si  algo  hubiese  im^sible  á  la  malicia  humana.  Las  leyes  ha- 
bían provisto  los  medios  de  evitar  los  inconvenientes  de  la  distan- 
cia de  la  metrópoli  y  de  la  interrupción  de  comunicación  con  ella 
que  causaban  las  frecuentes  guerras  marítimas,  habiendo  preveni- 
do el  modo  de  llenar  provisoriamente  las  vacantes  que  resultasen 
en  todos  los  empleos,  aun  en  los  coros  de  las  catedrales.  Cada  una 
de  estas  monarquías  tenia  su  jerarquía  eclesiástica,  sus  universi- 
dades, consulados  y  cuerpos  administrativos;  su  sistema  de  hacien- 
da adecuado  á  sus  circunstancias  peculiares;  su  ejército  para  su 
defensa,  y  en  ñn,  todos  los  medios  de  existir  de  una  manera  inde- 
pendiente, de  tal  suerte  que  para  ser  naciones,  no  necesitaban  otra 
cosa  que  hacer  hereditario  el  poder  que  los  virreyes  ejercían  por 
tiempo  limitado.  Todos  los  resortes  de  esta  máquina,  que  parecía 
complicada  por  su  inmensa  mole,  pero  que  era  muy  sencilla  en  sus 
movimientos,  dependían  de  una  mano  que  residía  á  dos,  tres  ó 


112  HIOTORiA  DE*  MáXICO. 

cuatro  mil  leguas  de  distancia,  pero  que  no  obstante  ésta,  híEtcía 
sentir  su  impulso  ea  todas  paictes  con  imperio,  yiera  en  todas^  paifr 
tes  obedecida  con  respeto  y  sumisión.  Si*  alguna  vez  estos  resortes 
se  relajaban  por  la  dístanda  del  centro  del  poder,  éste  se  bacía 
presante  en  todas  parces  por  medio  de  los  visitadores  que  de  tiem- 
po en  tiempo  se  nombraban,  y  que  con  plenitud  de  facultades  pri- 
vaban del  empleo  al  magistrado  culpable,  aun  á  los  de  las  más  al- 
tas clases;  suspendian  ó  haeian  juzgar  al  menos  criminal;  visitaban 
las  oficinas,  reformaban  los  abusos  que  en  su  manejo  notaban^  les 
daban  nueva  forma  y  nuevos  reglamentos,  y  creaban  nuevas  ren- 
tas ó  haeian  más  productivas  las  ya  establecidas.  Por  estos  medios, 
los  unos  estables  y  ordinarios,  los  otros  --temporales  y  do  las  cir- 
cunstancias, todo  el  inmenso  continente  de  América^  caos  hoy  de 
confusión,  de  desorden  y  de  miseria,  se  movia  entonces  con  unifor? 
midad,  sin  violencia,  puede  decirse  sin  esfuerzo,  y  todo  él  camina- 
ba en  un  orden  progresivo  á  mejoras  continuas  y  sustanciales* .  £n 
ninguna  ocasión  se  manifestó  tan  á  las  ciaras  el  gran  poder  de  aquel 
ffobiemo, la  exactitud  con  que  eraobedecido  y  el  respeto  con  qüesus 

tas.  Era  aquella  comunidad  religiosa  rica,  poderosa^  sumamente  res* 
petada  y  estimada: elrey  Carlos  III,  siguiendo  ágenos  influjos,  resuel- 
ve extinguirla  en  sus  Estados,  por  un  acto  de  autoridad  que  la  pos^ 
teridad  imparcial  ha  calificado  de  injusto  y  arbitrario:  facnlta  para 
dictar  las  medidas  conducentes  para  su  ejecución  al  conde  dé  Araá- 
da  su  ministró:  circula  éste  á  las  más  remotas  partes  de  la  monar- 
quia  las  órdenes  para  aprehender  á  los  jesuítas,  conducirlos  á  lo^ 
depósitos  en  donde  habían  de  embarcarse  para  ser  conducidos  á 
Italia^  y  secuestrar  sus  bienes:  los  pliegos  cerrados  que  contenían  es- 
tas órdenes,  habian  de  abrirse  en  todas  portes  en  dia  y  hora  detor-» 
minada:  muchos  de  los  que  habian  de  ejecutarlas  eran  amigos^  pa- 
rientes ó  adictos  á  los  jesuítas.  Sin  embargo,  la  hora  suena^  los 
pliegos  se  abren,  los  jesuítas  son  presos  y  aquel  instituto  prodigio- 
so desaparece  como  por  encanto  de  la  inmensa  extensión  de  todos 
los  Estados  espafloles,  prohibiéndose  aim  hablar  de  las  causas  que 
habian  motivado  tal  disposición.  Es  menester  que  un  gobierno  es- 
té muy  seguro  de  su  fuerza  para  intentar  y  ejeratar  tales 


HISTQEIA  DE  itóXICO.  1J18 


Esl^e  sistema  de  gobierno  no  habia  sido  obra  de  una  sola  concep- 
ción, ni  procedía  de  teorías  de  legisladores  especulativos,  que  pre- 
tenden sujetar  al  género  humano  á  los  principios  imaginarios,  que 
quieren  hiacer  pasar  como  oráculos  de  incontrastable  verdad:  era 
el  resultado  del  saber  y  de  la  experiencia  de  tres  siglos,  y  ante*  dp 
llegar  á  los  resultados  que  se  babian  obtenido,  habia  sido  menes- 
ter pasar  por  largas  y  rpiteradas  pruebas*  Los  i^yes  de  la  casa  de 
Austria-española  habían  levantado  en  dos  siglos  el  laborioso  edifi- 
cio de  las  leyes  recopiladas  en  el  código  de  Indias:  los  soberanos 
de  la  familia  de  Borbon  que  ocuparon  el  trono  español  después  de 
aquellos,  guiados  por  más  ilustrados  principios,  hicieron  eñ  ellas 
grandes  alteraciones  y  mejoras,  que  recayeron  sobre  lo  accesorio 
de  la  admialstracion  política  y  de  hacienda,  pero  dejando  siempre 
subsistente  lo  demás.  El  gobierno  de  América  habia  participado 
del  desmayo  y  desorden  de  que  adoleció  toda  la  monarquía  en  los 
reinados  de  los  dos  últimos  príncipes  de  la  dinastía  austríaca:  co- 
menzó á  mejorar  bajo  Felipe  V,  el  primero  de  los  monarcas  de  la 
casa  de  Borbon:  adelantó  mucho  en  el  reinado  de  Fernando  VI,  en 
el  memorable  ministerio  del  marqués  de  la  Ensenada,  (61)  y  llegó 
al  colmó  de  su  perfección  en  tiempo  de  Carlos  III,  lo  que  en  gran 

(61)  Por  orden  del  marqués  de  la  Ensenada,  fueron  comisionados  al  Perú 
D.  Jorge  Juan  y  D.  Antonio  Ulloa,  entonces  jefes  de  escuadra  y  después  te- 
nientes generales  de  la  real  armada,  para  informar  sobre  el  estado  de  aquel 
reino  en  todos  sus  ramos:  hiciéronlo  de  la  manera  mas  completa  é  imparcial, 
presentando  un  cuadro  fidelísimo  del  estado  de  opresión  de  los  indios,  de  los 
abusos  de  los  que  gobernaban  y  de  la  corrupción  del  clero,  especialmente  re- 
gular, exceptuando  los  jesuítas,  de  quienes  hicieron  el  mayor  elogio.  Este  in- 
forme, sacadb  clandestinamente  de  las  secretarias  del  gobierno  de  Madrid,  se 
publicó  en  Londres  en  1826,  en  un  tomo  en  folio,  por  D.  David  Barry,  con  el 
título  de  Noticias  secretas  de  América;  mas  como  el  objeto  del  editor  fué  fo- 
mentar la  revolución  de  América  con  la  relación  de  los  abusos  observados  por 
los  comisionados  y  expuestos  por  ellos  con  grande  fuerza  y  energía,  para  que 
teniéndose  por  una  confesión  de  parte  de  los  mismos  españoles,  se  considera- 
se como  una  prueba  de  la  opresión  en  que  estaban  los  americanos  y  demos- 
trase la  justicia  de  sus  quejas,  nada  dijo  de  las  medidas  tomadas  en  aquel  mis- 
mo reinado  y  en  el  siguiente  para  remediar  aquellps  males,  y  este  es  el  modo 
capcioso^  itifiel  y  parcial  con  <][ue  se  ha  procedido  en  los  últinios  tiempos  en 
todo  lo  relativo  a  la  América  española,  engañando  cuando  parece  que  se  dice 
más  sinceramente  la  verdad,  con  el  artificio  de  callar  los  tiempos  y  circuns- 
tancias, y  dando  por  existentes  los  mismos  abusos  que  habian  sido  ya-reme- 
diadofl. 

TOMO  I. — 15 


114  HISTORIA  D£  MÉXICO. 


manera  se  debió  á  la  visita  que  hizo  en  Nueva  España  D.  José  de 
Galvez,  que  fué  después  ministro  universal  de  Indias,  con  el  título 
de  marqués  de  la  Sonora.  Su  decadencia  y  ruina  en  el  de  Carlos 
IV  y  Femando  Vil  es  el  objeto  de  esta  obra;  pero  antes  de  tratar 
de  él,  veamos  el  estado  en  que  el  país  se  hallaba  y  la  prosperidad 
á  que  habia  llegado  en  todos  los  ramos  administrativos  por  efecto 
del  gobierno,  cuya  organización  acabamos  de  examinar. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  116 


CAPITULO  III. 

Estado  de  la  Nueva  España  en  1808. — Variación^  en  el  sistema  político  y  administrativo,  á  úonM 
caencía  del  cambio  de  dinastía  á  principios  del  siglo  XTIII. — Visita  de  Galvez  en  Nueva  E'« 
paAa. — Cesación  de  los  arrendamientos  de  las  rentas^  poniéndose  ¿stas  en  administración . — 
Aumento  rápido  de  loa  productos  de  la  Nueva  España.— Sistema  do  la  real  hacienda. — Bamos 
de  la  masa  común. — Inversión  de  sus  productos. — Ramos  destinados  á  España — Bamos  age- 
nos. — Remesas  á  España. — Dinero  asistente  en  la  tesorería  de  México  en  1808. — Fomento  de  la 
miBería  y  aumento  de  ésta. — Cantidades  acuñadas  en  oro  y  plata  en  Nueva  España,  desde 
el  año  de  169^iasta  el  de  1823. — Prosperidad  de  las  minas. — ^Familias  enriquecidas  por  ellas. 
— Efectos  del  aumento  de  la  minería  sobre  la  agricultura  é  industria. — Aumento  del  valor  de  todas 
las  cosas. — Comercio  exterior. — Prohibiciones. — Alzanso  todas  las  que  eran  perjudiciales. — Com- 
pensaciones que  habia  por  las  que  quedaron  subsistentes. — Adelanto  general  del  país. — Escuelas. — 
Jardín  botánico. — Vacuna. — Edificios  públicos  y  particulares. — Estatua  ecuestre. — Monedas  y  me- 
dallas— ^Aumento  de  la  ilustración. — Periódicos. — Estado  de  la  opinión. — Fidelidad  de  la  Nueva 
España  durante  trds  siglos. — Primeras  ideas  de  independencia. — Persecución  de  los  franceses. — 
Varias  conspiraciones. — Decreto  sobre  bienes  eclesiásticos.  — Disgusto  general  que  causó. — Cantí* 
clades  percibidas  por  ol  gobierno  español  por  este  arbitrio.— Viaje  del  barón  de  Humboldt  y  su» 
efectos.— Guerra  con  Inglaterra. — Escasez  y  carestía  de  los  efectos  de  Europa. — Foméntase  con 
este  motivo  al  laborío  de  las  minas  de  azogue. — Ferretería  de  Colcoroan. — ^Temores  de  invaeion*— ^ 
Cantón  de  Jalapa. — Estado  político  del  reino. 

El  cambio  de  dinastía  en  el  primer  año  del  siglo  XVIII,  intro- 
dujo en  el  gobiertio.  de  Espafla  y  de  sus  posesiones  ultramarinas 
grandes  é  importantes  variaciones,  tanto  en  los  principios  políticos 
como  en  el  sistema  administrativo.  En  vez  de  muchas  naciones  in- 
defpendientes,  cuyas  coronas  se  hallabim  unidas  en  la  cabeza  de  un 
solo  monarca;  los  reyes  de  la  casa  de  Borbon,  cedidos  á  la  Austria 
en  la  distribución  que  se  hizo  de  los  Estados  de  la  antigua  monar- 
quía española  por  Ja  paz  de  Utrecht  en  1713  los  Países  Bajos,  Mi- 
lán, Ñapóles  y  Cerdefla,  y  la  Sicilia  al  duque  de  Saboya;  abolidos 
los  fueros  y  privilegios  de  Aragón,  Valencia  y  Cataluña,  que  en  la 
guerra  fie  sucesión  siguieron  el  partido  de  la  casa  de  Austria;  no 
consideraron  á  la  España  mas  que  como  una  sola  nación,  goberna- 
da por  la  autoridad  absoluta  del  soberano,  y  á  las  posesiones  ultra- 
marinas como  sus  colonias.  Este  nombre  que  antes  de  aquella 
época  no  se  encuentra  ni  en  las  leyes  ni  en  las  órdenes  del  gobier- 


116  HISTORIA  DE   MÉXICO. 

no,  y  ni  aun  entre  los  escritores  que  hablaron  de  América,  vino  á 
ser  desde  entonces  usual,  y  aunque  en  los  títulos  de  los  monarcas 
españoles  se  conservó  la  larga  nomenclatura  de  los  Estados  inde- 
pendientes que  estaban  bajo  su  dominio,  muchos  de  los  cuales  ha- 
bian  cesado  de  pertenecerles,  y  entre  aquellos  se  enumeraron  "las 
Indias  orientales  y  occidentales,  islas  y  Tierra  firme  del  mar  océa- 
no, n  éstas  se  tuvieron  ya  como  uña  pertenencia  de  la  nación  espa- 
fmla  toda  entera,  y  no  como  unidas  solo  á  la  corona  de  Castilla.  Para 
nada  (Je  esto  se  hicieron  declaraciones  formales,  subsistiendo  el  mis- 
mo  tenor  de  las  leyes;  pero  el  trascurso  del  tiempo  fué  consoli- 
dando este  modo  do  ver  las  cosas,  y  no  se  habló  ya  en  otro  senti- 
do que  en  el  de  llamar  ¿  las  posesiones  ultramarinas  las  colonias 
de  España,  destinadas  á  proporcionar  fondos  y  ventajas  comercia- 
les á  aquella,  que  es  el  lenguaje  común  ei^  tq(}os  los  escritores  del 
siglo  XVIII. 

Pero  si  por  esta  mutación  la  autoridad  absoluta  de  los  reyes 
gajió  mucho  estabiecicuUi)£>c  coiuo  principio,  «sta  autoridad  conso- 
lidada y  respetada,  ejercida  con  inteligencia  por  ministros  hábiles 
é  ilustrados,  vino  á  ser  el  origen  de  inmensos  beneficios  para  la  na- 
ción, y  á  proniover  en  gran  manera  el  bienestar  de  los  individuos. 
£1  despotismo  d^l  monarca  hizo  cesar  el  de  los  agentes  subalter- 
nos, y  desde  entóneos  no  se  ven  en  éstos*  aquel  jos  actos  arbitrarios 
que  se  suelen  encontrar  en  la  historia  de  los  virreyes  de  México 
del  siglo  XVII,  y  que  aunque  á  veces  ejecutados  con  buena  inten- 
ción, tienen  el  aspecto, de  caprichosos  é  injustos;  y  se  puede  decir 
que  el  poder  absoluto  que  ejprcia.el  soberano,  porfla  á  los  subditos 
ii  cubierto  de  la  arbitrariedad  de  los  que  lo  representaban  á  distan- 
cia. En  el  capítulo  anterior  hemos  visto  las  principales  variaciones 
(jue  se  hicieron  en  el  sistema  de  gobierno,  ya  modificando  el  ejer- 
cicio de  las  autoridades  establecidas,  ya  disminuyendo  el  ppder  y ' 
privilegios  exceí^ivos  de  algunas,  creando  otras  nuevas  y  formando 
un  ejército:  vamos  a  examinar  ahora  los  efectos  que  produjo  en  to- 
dos los  ramos  de  la  administración  la  máquina  cuyo  mecanismo  hc- 
mosdesci*ito,y  cómo  contribuyeron  aquellas  reformas  á  los  progresos 
de  la  nación  y  especialmente  do  la  Nueva  España.  En  ésta  los  ade- 
lantos fueron  prodigiosos,  y  habiendo  recíiido  desde  el  principio  del 


HISToklA  DE  MÉXICO.  117 

siglo,  el  empleo  de  virrey  en  una  serie  de  hombres  de  tanta  probi- 
dad como  instrucción  y  zelo,  el  aspecto  del  país  cambió,  enteramen- 
te^ lo  que  fué  en  gran  manera  debido  á  las  medidas  que  se  toma- 
ron, á  consecuencia  de  la  visita  que  hizo  desdp  1765  á  1771,  D. 
José  de  Gal  vez,  especialmente  en  el  ramo  de  hacienda, -que  puede 
decirse  haber  sido  él  el  que  la  creó.  Lo  hemos  visto  como  ministro 
universal  de  Indias,  variando  enteramente  la  administración  inte- 
rior de  las  provincias  por  medio  de  la  ordenanza  de  intendentes,  y 
erigiendo  el  cuerpo,  de  la  minería  bajo  un  plan  grandioso  y  bien 
concebido:  como  visitador,  lo  veremos  creando  nuevas  rentas,  esta- 
bleciendo la  administración  de  cada  uno  de  sus  ramos  y  dando  re- 
glamentos á  todos,  de  manera  que  no  se  sabe  qué  sea  más  digno 
de  admirac^n  en  este  hombre  extraordinario,  si  su  actividad  incan- 
sable ó  el  tino  y  acierto  de  sus  providencias,  de  las  que  él  mismo 
dá  una  completa  idea  en  la  instrucción  que  sobre  todos  los  ramos 
de  la  visita  dejó  al  virrey  D.  Antonio  M*  Bucareli. 

Durante  los  reinados  de  los  últimos  soberanos  de  la  casa  de  Aus- 
triaespañola,  casi  todas  las  rentas  habian  sido  arrendadas,  síntoma 
cierto  de  la  debilidad  ó  incapacidad  de  un  gobierno:  pero  restable- 
cida la  paz  después  de  la  larga  y  destructora  guerra  de  sucesión, 
los  monarcas  de  la  familia  de  Borbon,  ó  los  ministros  encargados 
por  ellos  del  gobierno,  fueron  haciendo  las  reformas  mas  útiles,  y 
todos  los  ramos  que  estal3an  en  arrendamiento  se  pusieron  sucesi- 
vamente en  administración.  Echáronse  de  ver  luego  los  resultados, 
pues  las  rentas  de  la  Nueva  España  que  en  1712  al  acabar  la  gue-. . 
rra  de  sucesión  no  fueron  más  que  de  3.068.410  ps.,  en  176a,  en 
Cuyo  año  comenzó  la  visita  de  Galvez,  ascendieron  ya  á  6.141,981 
ps.,  y  en  1781,  cuando  todas  las  medidas  tom¿idas  por  éste,  en  vir- 
tud de  las  amplias  facultades  que  se  le  dieron,  habian  tenido  ya 
su  cumplido  efecto,  llegaron  á  18.091.639  ps.,  siendo  al  fin  del  si- 
glo de  20,000.000,  y  esto  mismo  era  lo  que  producían  eri  18C8. 

Los  ingresos  estaban  divididos  en  tres  ramos:  la  masa  común  de 
real  hacienda:  los  ramos  destinados  á  España,  y  los  ramos  agen  o?, 
que  no  perteneciendo  al  gobierno,  eran  administrados  por  éste  ó 
bajo  su  inspección.  (1)  Correspondían  á  la  masa  común,  los  quii) 
tos  ó  derechos  del  oro  y  plata  que  se  extraía  de  las  minas  y  pro- 


Il8  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

ducian  3.500,000  ps.;  los  tributos  que  pagaban  los  indies  y  mula- 
tos, regulados  en  1.200,000;  el  almojarifazgo  ó  derecho  de  introduc- 
ción délos  efectos  venidos  por  mar,  qué  no  producía  más  que  500,060 
ps.,  por  pagarse  en  los  puertos  de  España  el  derecho  de  introduc- 
ción en  ellos;  las  alcabalas  y  derechos  sobre  pulque  y  aguardiente 
de  cafla,  que  ascendían  á  4.000,000;  papel  sellado;  lotería;  los  dos 
novenos  que  el  gobierno  tomaba  de  la  mitad  que  quedaba  de  los 
diezmos,  separada  la  cuarta  episcopal  y  otra  cuarta  para  el  ca^ 
bildo  eclesiástico,  que  por  un  término  medio  pueden  regularse  en 
184.000  ps.;  los  producto»  de  la  casa  de  moneda,  que  ascendían  á 
1.500,000;  los  de  la  venta  de  la  pólvora;  las  salinas;  las  medias- 
anatas,  y  otra  multitud  de  ramos  menores  ó  de  artículos  estanca- 
dos en  beneficio  del  Erario.  De  estos  ramos,  los  tres  primeros  eran 
los  más  antiguos:  provenían  desde  el  establecimiento  del  gobier- 
no español  en  América  y  no  habían  sido  arrendados:  las  alca- 
balas lo  estuvieron  por  mucho  tiempo,  pero  comenzaron  á  admi- 
nistrarse por  la  real  hacienda  desde  1776,  y  desde  entonces  fueron 
en  aumento  hasta  producir  cerca  de  3.000,000  de  pesos  libres  anua- 
les, habiendo  sido  el  total  producto  líquido  en  los  años  que  corrie- 
ron desde  1777  hasta  1809,  90.693,654  ps.  4  rs.  (2)  El  importe  de 
los  ramos  de  la  masa  común  puede  regulai-se  en  12.000,000  de  pe- 
sos, de  que  deducidos  los  gastos  de  administración  y  las  cargas 
particulares  de  algunos,  quedaban  libres  10.000,000.  De  est(,s  se 
.  pagaban  los  gastos  de  gobierne,  guerra  y  administración  de  justi- 
cia, que  ascendían  á  5.000,000,  y  quedaban  otros  cinco  que  se  in- 
vertían en  los  situados  ó  auxilios  que  í^e  remitían  á  la  Habana, 
Puerto  Rico,  Santo  Domingo  y  otras  posesiones  de  América  y  Asia, 
que  subían  á  4.500,000,  resultando  un  corto  sobrante,  que  variaba 
según  eran  mayores  ó  menores  los  gastos  de  guerra. 

(1)  Véase  para  todo  lo  relativo  á  rentas  de  la  Nueva  España,  el  informe 
de  Gal  vez  al  virrey  Bucareli,  que  existe  en  el  archivo  general  y  de  qae  tengo 
una  copia'  antigua,  MS.:  el  Compendio  de  la  historia  de  la  real  hacienda  de 
Nueva  España,  escrito  en  1794  por  D.  Joaquín  Maniau,  MS.:  Humboldt,  Es- 

r  sai  politique,  tom.  6?,  lib.  4?,  todo  el  capítulo  13,  en  el  que  la  mayor  partees 
tomado  del  compendio  de  Maniau  y  la  Instrucción  de  Revilla  Gigedo,  especial- 
mente desde  el  párrafo  938  hasta  el  ñn  de  la  obra. 

(2)  Véanse  en  el  apéndice  documento  núm.  2,  los  estados  de  los  productos 
de  las  alcabalas,  pulque  y  aguardiente  de  caña,  desde  1777,  los  dos  primeros 
artículos,  y  el  último  desde  1796,  que  se  permitió  bu  fabricación. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  llft 

Los  ramos  destinados  á  España  eran  los  estancos  del  tabaco, 
naipes,  y  azogue;  las  bulas,  vacantes  eclesiásticas  y  otros  de  menor 
cuantía,  que  tenian  destinos  especiales.  De  los  tres  primeros,  el 
estanco  del  tabaco  que  era  el  principal,  aunque  mandado  ya  esta- 
blecer, no  había  tenido  efecto,  hasta  que  se  planteó  por  Galvez  en 
1765.  En  su  informe  al  virrey  D.  Antonio  Bucareli,  refiere  el  mis- 
no  Galvez  muy  menudamente  todas  las  providencias  que  dictó,  y 
diicultades  que  tuvo  que  superar  para  la  organización  de  este  ramo, 
sin  perjudicar  á  los  .que  antes  ejercian  libremente  esta  industria, 
sienlo  este  uno  de  los  puntos  más  interesantes  de  aquel  importan- 
te d<»cumento.  El  tabaco  en  rama  se  compraba  á  los  cosecheros  de 
Cói^oba  y  Orizaba  y  de  los  pueblos  inmediatos  de  Songolica  y 
HuAtusco,  á  los  que  se  limitó  el  cultivo,  por  precios  determinados, 
3n  la  cantidad  que  era  necesaria  para  las  labores  de  las  fábricas 
iue  se  establecieron,  j  se  hacia  venir  de  la  Habana  el  que  se  usa-  ^ 
bi  en  polvo.  Las  utilidades  líquidas  que  este  estanco  produjo  fue- 
ren tales,  que  en  los  cuarenta  y  cinco  años  que  duró,  desde  el  de 
suestabledimiento  hasta  1809,  ascendieron  á  123.8Q8,685  ps.  2  rs. 
8,gi,  y  en  la  época  de  que  se  trata  producía  de  3.500,000  á  4.000,000 
de  (esos  anuales  (3).  Estas  utilidades  correspondían  á  137  ^/5  por 
100  \el  capital  empleado,  teniendo  ademas  existencias  muy  valio- 
sas e^  los  almacenes,  las  cuales  en  fin  del  año  de  1789  importaban 
16.31^101  ps,  4  rs.  1  gs.  (4)  Esta  renta  podía  ser  considerada  co- 
mo um  gran  especulación  industrial,  que  empleaba  en  su  adminis- 
tracionen  el  mismo  año  de  1789,  cinco  mil  doscientas  veintiocho 
persone»,  ademas  de  doce  mil  veintiocho  que  trabajaban  en  las  fá- 
bricas etablecídas  en  México,  Puebla,  Oaxaca,  Orizaba,  Queréta- 
ro  y  Gudalajara,  lo  que  hace  el  total  de  diez  y  siete  mil  doscien- 
tos cincuenta  y  seis  individuos,  que  se  pueden  regular  en  otras 
tantas  faailias  que  subsistian  á  expensas  de  este  ramo,  sin  contar 
los  labracores  de  los  puntos  cosecheros,  que  por  este  cultivo  habían 
llegado  á  la  alto  grado  de  prosperidad,  y  la  muchedumbre  de  arrie- 

(3)  VéaBem  el  apéndice  de  esta  obra,  en  el  que  he  creído  conveniente  pre- 
sentar en  fo^a  de  estados,  los  resultados  de  estas  grandes  operaciones  de 
Galvez,  el  doumento  núm.  3. 

(4)  Oompedio  de  la  historia  de  la  real  hacienda  de  Nueva  España.  MS. 


} 


120  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


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ros  empleados  en  conducir  papel  y  tabacos  á  las  fábricas,  y  de  és- 
tas los  labrados  á  los  lugares  de  consumo.    Los  naipes  se  traian 
dé  Macharaviaya,  habiendo  querido  Galvéz  dar  di  privilegio  de  fií- 
bricarlos  á  aquel  lugar,  inmediato  á  Málaga,  de  donde  era  origina- 
rio. El  azogue  no  era  más  que  el  retorno  del  precio  á  que  se  vendia 
á  los  mineros,  el  que  se  les  repartía  de  Alemania  ó  de  las  minas 
del  Almadén.  Los  demás  ramos  de  productos  remisibles  á  EspaRi 
tenian  aplicaciones  especiales  para  objetos  piadosos.    Aunque  3I 
Correo  pertenecía  también  á  las  rentas  comprendidas  en  esta  áH- 
sion»  no  se  contaba  entre  las  de  Nueva  España,  y  las  dos  admiiis- 
traciones  principales  en  que  se  hallaba  dividido  su  manejo 'que  e^an 
las  dé  México  y  Veracruz,  dependían  directamente  de  la  dirección 
general  que  estaba  en  Madrid  á  cargo  del  ministro  de  Estado,  de 
quien  el  virrey  era  subdelegado,  y  por  esta  razón  las  cuentas  de 
este  ramo,  en  vez  de  llevarse  en  moneda  mexicana,  se  llevaban  en 
reales  de  vellón. 

La  tercera  clase  de  ramos,  conocidos  con  el  nombre  de  agenoj 
no  pertenecían  propiamente  á  la  real  hacienda,  aunque  se  admini- 
traban  por  el  Gobierno,  y  consistían  en  los  montepíos  militar,  ie 
ministros  y  de  oficinas,  formados  para  el  socorro  de  las  viudí  y 
huérfamos  de  estas  clases  de  empleados,  con  los  descuentos  qií  se 
hacían  en  sus  sueldos,  y  algunos  auxilios  del  gobierno:  los  pr<pios 
y  arbitrios  de  los  Ayuntamientos:  el  fondo  piadoso  de  Califoiíiías: 
los  bienes  de  difuntos:  espolios,  inválidos,  y  otros  destinado  á  fi- 
nes particulares. 

Se  ve  por  lo  dicho  hasta  aquí,  que  la  hacienda  propiamate  tal 
de  la  Nueva  España,  la  formaban  los  ramos  comprendido-  en  la 
denominación  de  masa  común:  de  ésta  salían  los  gastos  d<la  ad- 
ministración particular  y  se  sostenían  los  establecimientos  é  Amé- 
rica y  Asia,  que  tenian  señalados  situados  sobre  las  cajas  ó  Méxi- 
co, con  cuyos  auxilios  ^  levantaron  las  magníficas  obras  le  forti- 
ficación de  la  Habana  y  Puerto  Rico,  y  se  mantuvieron  üs  guar- 
niciones, y  las  de  la  Luisiana  y  la  Florida:  el  remanente  satgregaba 
á  lo  remisible  á  España.  Los  ramos  de^inados  especialm^te  á  este 
objeto,  constituían  la  utilidad  directa  que  el  gobierno  e^añol  per- 
cibía de  la  Nueva  España,  y  sus  productos  nunca  se  diiraian  del 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  1¿Í 

objeto  á  que  estaban  consignados.  Los  de  la  tercera  división  ó  ra- 
mos ágenos,  se  aplicaban  exclusivamente  á  los  fines  para  que  ha- 
bían sido  cíeados.  Algunos  de  los  ramos  de  las  tres  divisiones  te* 
nian  direcciones  propias,  y  eístos  eran  las  alcabalas,  el  tabaco  y  la 
pólvora:  otros  estaban  encargados  a  los  administradores  de  algunos 
de  aquellos,  tales  como  el  papel  sellado  y  los  naipes:  muchos  como 
los  quintos  ó  derechos  de  platas,  tributos  y  otros  menores,  estaban 
á  cargo  de  los  oficiales  reales  de  las  cajas  de  las  provincias,  bajo  l«t 
inspección  de  los  intendentes,  y  todos  presentaban  sus  cuentas  al 
tribunal  establecido  para  examinarlas,  glosarlas  y  aprobarlas,  ó  so- 
meter á  juicio  á  los  delincuentes. 

Todos  los  ramos  que  componían  la  real  hacienda  en  sus  diferen- 
tes secciones,  estaban  perfectamente  reglamentados,  y  cada  uno 
tenia  sus  cargas  propias  y  pagos  asignados  por  diversas  pensiones 
ó  erogaciones  que  debia  satisfacer  el  gobierno.  Las  reformas  y  me- 
joras  de  que  eran  susceptibles,  habian  sido  propuestas  por  el  mis- 
mo Galvez,  y  posteriormente  por  él  conde  de  Revilla  Gigedo,  en  la 
instrucción  á  su  sucesor,  en  la  que  examinó  cuidadosamente  el  es- 
tado de  cada  una  de  estas  rentas,  y  propuso  la  supresión  de  todos 
aquellos  ramos  menores,  cuyos  productos  eran  insignificantes,  y  no 
servían  más  que  de  embarazar  la  libertad  del  comercio,  como  los 
estancos  de  colores  y  cordobanes,  ó  gravar  á  los  eontribnyetites 
con  poco  provecho  del  erario:  de  manera  que  en  está  parte  im]por- 
tantísima  del  manejo  de  la  hacienda,  no  solo  se  habian  llevado  to- 
das las  cosas  á  un  alto  grado  de  perfección,  sino  que  estaba  pre- 
venido lo  que  sé  debía  de  hacer  para  llegar  al  último  punto  de  que 
eran  susceptibles. 

El  aprovechamiento  que  España  sacaba  de  sus  posesiones  ultra- 
marinas; había  sido  proporcional  á  los  progresos  que  las  rentas  ha- 
bian tenido  en  ellas.  Durante  el  gobierno  de  los  príncipes  austría- 
cos, los  envíos  de  reales  de  Nueva  España  por  cuenta  de  la  real 
hacienda  fueron  cortos,  y  hasta  mediados  del  siglo  XVIII  no  exce- 
dieron de  un  millón  auual,  pues  que  el  arzobispo  Bizarron,  en  las 
cartas  que  dirigió  al  rey  Fernando  VI  en  8  y  12  de  Setiembre  de 
1740,  dándole  cuenta  de  su  gobierno  durante  el  tiempo  que  obtuvo 
el  virrajnato  de  México,  asienta,  nque  sus  remisiones  en  los  aftos 

TOMO  I. — 1 6 


122  HISTORIA   D£    MÉXICO. 


de  su  servicio,  habian  correspondido  uno  cou  otro  á  esta  sania, 
siendo  entre  todos  los  pasados  virreyes  el  que  habia  heqho  al  rey 
más  cuantiosos  y  más  continuados  socorros,  al  mismo  tiempo  qu» 
habia  sido  el  que  más  habia  gastado  en  los  extraordinarios  aicaeci* 
miantos  de  su  servicio,  el  que  habia  dejado  mayor  existencia  de 
caudal  físico  en  su  entrega,  aun  respectivamente  á  todos  los  virre- 
yes de  cien  años  atrás,  y  singularmente  entre  todos  ellos  el  único 
que  no  habia  empeñado  sorda  ó  sensiblemente  el  erario  n  (5).  Esto 
lo  dice  con  motivo  de  que  sus  antecesores,  sin  excepción  de  ningu- 
no, para  las  remesas  que  habian  hecho,  habían  echado  mano  de  los  * 
fondos  ágenos,  tales  como  cajas  de  depósitos,  espolies,  y  otros  des- 
tinados á  objetos  determinados,  aunque  dando  órdenes  para  su 
reintegro,  que  nunca  llegaban  á  tener  efecto.  En  todo  este  periodo, 
pues,  la  utilidad  que  España  sacó  de  México,  fué  principalmente 
los  derechos  que  en  la  península  pagaban  los  efectos  extranje- 
ros que  se  remitían  para  consumo  de  este  reino,  y  los  situados  que 
de  él  salían  para  sostener  los  diversos  puntos  de  América  que  ne- 
CMÍtaban  estos  auxilios;  pero  desde  la  mitad  del  siglo  XVIII,  los 
envíos  á  España  fueron  en  aumento,  y  en  la  época  de  que  habla- 
mos, ademas  de  los  situados,  que  como  hemos  dicho,  importaban 
4.500,0001  ps.  aúnales,  los  ramos  cuyos  productos  estaban  destina- 
dos á  España^  dejaban  un  líquido  remisible  de  6  á  7.000,000  de  ps*, 
y  si^ido  lo  que  el  gobierno  español  recibía  de  toda  la  Ainérica  8 
á  9.000,000  de  ps.  anuales,  las  remesas  de  Nueva  España  formaban 
las  dos  terceras  partes  de  .esta  suma  (6). 

Ademas  de  esf^as  remesas  ordinarias,  habia  las  procedentes  de 
causas  extraordinarias,  tales  como  los  donativos  en  ocasiones  de 
guerra  ú  otras  urgencias  de  la  corona,  y  entre  ellas  se  copaprende 
la  venta  de  los  bienes  ó  temporalidades  de  los  jesuítas,  de  los  que 
iban  remitidos  hasta  80  de  Junio  de  1794,  fecha  del  informe  de 
Bevilla  Gigedo  á  su  sucesor,  3.372,662  ps.,  y  quedaban  por  recojer 
por  parte  de  precio  de  fincas  vendidas  ó  capitales  impuestos, 

(5)  Estas  cartas  se  imprimieron  en  México,  aunque  no  se  expresa  en  elIaB 
el  lugar  de  la  Impresión,  y  contienen  una  relación  muy  extensa  del  estado  de 
la  hacienda  de  Nueva  España  en  1740. 

(6)  Humboldt.  Essai  politique,  tomo  5%  lib.  6",  cap.  XIV,  fol.  36. 


HISTORIA 'BE  MÉXICO:  128 

2.^1,000  ps.,  lo  que  hace  un  total  de  cosa  de  6.000,000  de  ps.  (7) 
En  la  época  á  que  nos  contraemos,  no  habiendo  podido  verificarse 
las  remesas  anuales  por  impedirlo  la  guerra  que  á  la  sazón  habia 
con  Inglaterra,  se  hallaban  depositados  en  la  tesorería  general  de 
México  en  pesos  efectivos,  14.000,000  en  espera  de  ocasión  segura 
de  remitirlos. 

El  aumento  de  las  sumas  remisibles  á  España,  era  la  prueba  y 
la  medida  del  que  habia  tenido  la  prosperidad  del  país,  que  proce- 
dió principalmente  del  que  tuvieron  los   productos  de  las  minas. 
El  fomento  de  este  ramo  habia  sido  el  objeto  principal  del  gobier- 
no, 7  para  esto  se  habian  empleado  con  el  mayor  tino,  todos  los 
medios  que  en  época  posterior  ha  consagrado  como  principios  la 
ciencia  de  la  economía  política.  Todo  vasallo  de  la  corona,  de  cual- 
quiera clase  y  condición  que  fuese,  era  libre  para  poder  adquirir, 
poseer  y  disfrutar  minas  por  denuncia,  ó  por  algún  otro  de  los  mo- 
dos establecidos  por  la  ley;  pero  este  usufruto  se  entendía  mien- 
tras mantenían  en  activo  trabajo  la  negociación,  pues  desamparán- 
dola ó  dejándola  llenar  de  agua,  cualquiera  otro  tenia  derecho  para 
hacerse  dueflo  de  ella:  los  mineros  estaban   declarados  nobles;  (8} 
no  podían  ser  presos  por  deudas,  ni  tampoco  sus  dependientes, 
guardando  carcelería  en  las  mismas  minas  ó  haciendas  en  que  ser- 
vían; gozaban  otros  muchos  privilegios  y  preferencias,  y  ellos,  y  svs 
hijos  y  descendientes,  debían  ser  atendidos  en  la  provisión  de  em* 
pieos  políticos,  militares  y  eclesiásticos  de  la  América,  informando 
el  tribunal  por  conducto  del  virrey,  de  los  méritos  contraidos  por 
sus  padres.  Todas  las  materias  primeras  é  ingredientes  necesarios 
para  el  laborío  de  las  minas  y  beneficio  de  los  metales,  estaban  li- 
bres de  alcabala:  el  azogue  se  repartía  á  los  mineros  por  ei  gobier- 
no, en  proporción  de  la  plata  que  cada  uno  habia  sacado,  dándoles 
el  de  Alemania  por  sus  costos,  y  el  de  Almadén  por  un  precio  muy 
moderado,  con  un  año  de  plazo  paca  pagarlo,  (9)  siendo  el  alterar 

(7)  Revilla  Gigedo,  párrafo,  139. 

(c)  Véase  sabré  todo  esto  el  tit.  19  de  la  OrdeDanza  de  minería. 

(9)  El  azogue  de  CarÍDthiaó  Idria,  del  que  por  contrata  venían  12,000  quin- 
tales cada  año,  se  daba  á  63  ps.,  que  era  su  costo:  el  de  Almadén  á  41  ps.,  2 
rs.,  11  gs.,  y  el  de  HuancaveUca  en  el  Perú,  cuando  venia,  al  costo  que  sacaba. 
Compendio  de  la  Historia  de  la  Real  Hacienda.  M.S. 


ISi  HISTORIA  DE  ^MÉXICO. 

este  orden  de  repartimiento,  uno  de  los  arbitrios  que  empleaban 
los  virreyes  que  abusaban  de  su  puesto  para  enriquecer,  coino 
Branciforte  é  Iturrígaray;  y  para  que  abundase  este  ingrediente 
indispensable,  no  solo  se  alzaron  todas  las  antiguas  prohibiciones 
de  descubrir  y  trabajar  minas  de  este  metal,  declarando  por  ban- 
do del  virrey  D.  Martin  de  Mayorga,  de  18  de  Noviembre  de  1779, 
con  voto  consultivo  del  real  acuerdo,  libre  para  todos  este  género 
de  laborío,  bajo  las  mismas  reglas  que  las  minas  de  plata  y  oro,  si- 
no que  no  siendo  bastante  á  impulsar  su  beneficio  esta  absoluta 
libertad,  se  mandaron  por  el ,  gobierno  peritos  alemanes  que  reoo- 
nociesen  y  trabajasen  las  que  presentasen  mejores  esperanzas  de 
buen  éxito,  en  lo.  que  se  gastaron  sin  fruto  por  la  real  hacienda, 
grandes  sumas.  El  aumento  de  productos  de  plata  compensaba  con 
exceso  todas  estas  gracias,  por  el  de  los  derechos  que  los  metales 
extraídos  causaban;  pero  aún  en  estos,  se  coneediab^ja  ó  dispensa 
absoluta  á  aquellas  negociadones  que  eran  gravosas  á  sus  dueñosi, 
y  que  por  su  importancia  convenia  fomentar.  (10)  El  ^ecto  de  to- 
das estas  acertadas  medidas,  fué  un  aumento  de  productos  de  oro 
y  plata  tal,  que  desde  cuatro  á  cinco  millones,  que  se  acuñaban  á 
principios  del  siglo  anterior  en  la  casa  de  Moneda  de  México,  úni- 
ca que  entonces  habia,  subieron  ¿  27  en  los  primeros  años  del  pre- 
BGOíe,  y  en  los  que  corrieron  desde  1690,  desde  cuya  época  hay  da- 
tos seguros  hasta  1 822,  se  acuñaron  en  México  y  en  latí  diversas  casas 
que  después  se  fueron  estableciendo,  1.674.029,630  ps.  O  rs.  7gs.'(ll) 
Cada  real  de  minas  de  los  principales,  era  un  centro  de  prospe- 
ridad para  el  país,  y  una  fuente  de  crecidos  ingresen  para  el  erario. 
Gtúinajuato,  en  los  veintidós  años  corridos  desde  1760  hasta  1781 , 
produjo  para  la  corona,  de  derechos  de  platas,  tabacos,  tributos, 
póltora  y  naipes,  la  cantidad  de  23.143.921  ps.,  1  rs.  2/8  gs.  Estos 
productos  fueron  en  aumento  en  los  años  siguientes,  y  como  los 
gastos  de  administración  eran  muy  reducidos,  aquella  provincia, 
sola  dejaba  al  erario  un  sobrante  de  más  de  1.100.000  ps.  anuales. 
(12)  Esta  fué  la  época  de  su  mayor  prosperidad:  á  las  grandes  bo- 

(10)  Xia  mina,  del  Pabellón  en  Sombrerete,  de  la  casa  de  Fagoaga,  disfrató 
esta  gracia. 

(11)  Véase  en  él  apéndice  el  documento  núm.  4» 

(12)  Apéndice,  documento  núm.  5. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  125 


r-  _r-  _r_-,-_ii-ii_i-     I-     |-i«-ir-ir—     —    i—     ~>ii-     i-i~     ~i~i~     ~     ~     ~    ^~     **     ■"     ^    "'     —    "     "*     "     "     "     "     " 


naojsas  de  las  minas  de  Cata  y  de  Mellado,  pertenecientes  al  mar 
(|nés  dp  S.  Cl0mente,  (13)  siguieron  las  de  Santa  Anita  y  Bayas, 
la  última  de  la  íamlia  de  Sardaneta,  que  tomó  más  tarde  el  titulo 
ele  marqués  con  el  nombre  de  esta  mina^  y  á  mediados  del  siglo  co- 
menzó á  prosperar  Valenciana,  que  duró  muchos  anos  en  bonanza, 
y  en  los  diez  que  corrieron  desde  5  de  Abril  de  1738  hasta  20  de 
Marzo  de  17^8,  produjo  á  sus  dueños,  el  conde  de  aquel  título  (lé) 
y  los  dos  hennanos  Oteros,  (lo)  8.000.000  de  utilidad  líquida.  (16) 
La  riqueza  de  Zacatecas  habia  sido  anterior  á  la  de  Guanajuato: 
comenzó  en  los  tiempos  de  la  conquista,  y  en  los  180  afios  qorridos 
desde  el  descubrimiento  de  sus  vetas  hasta  el  de  1732,  habia  pro- 

ducido  832.232.880  ps..  de  los  cuales  percibióla  real  hacienda 

46.323.000  ps.  por  quiu tos  ó  derechos  de  platas,  además  de 

24.239.000  ps.  que  importaron  los  azogues  consumidos.  (17)  De 
estas  minas  salieron  las  opulentas  casas  de  los  condes  de  San  Ma- 
teo Valparaiso,  Santa  Rosa,  Santiago  de  la  Laguna  y  otras  mu- 

(13)  Este  título  caducó  desde  mediados  del  HÍglo  anterior,  pero  de  este  ori- 
gen proceden  varias  de  las  principales  familias  de  Guanajuato.  La  casa  del 
marqués  de  S,  Clemente  era  la  que  fué  después  de  los  condes  de  YaleDciana^ 
posteriormente  do  la  familia  de  Irizar,  y  en  la  actualidad  es  del  gobierno  del 
Estado,  la  "CuestP  del  marqués"  en  que  está  situada,  á  la  entrada  de  la  pkasa 
de  la  ciudad,  tomó  de  aquel  su  nombre,  y  la  capilla  del  camarin,  ahora  bau- 
tisterio de  la  parroquia  de  Guanajuato,  en  la  que  se  conserva  el  retrato  del 
marqués,  fué  construida  por  éste  para  sepulcro  suyo  y  de  sus  descendientes. 

(14)  Del  primer  conde  de  Talenciana  ealieron  tres  casas:  la  de  aquel  título, 
y  la  de  los  condes  de  Pérez  Galvez  y  de  casa  Rui;  la  primera  por  D.  Antonio 
Obregon  hijo  del  conde,  y  las  otras  por  sus  dos  hijas  Doña  Gertmdis  y  Doña 
Ignacia,  casadas  con  D.  Antonio  Pérez  Galvez  y  D.  Diego  Rui. 

(16)  Los  Oteros  eran  dos  hermanos:  D.  Pedro  Luciano,  cuyos  hyos  fueron 
D.  Mariano  y  el  general  D.  Pedro,  que  murió  el  año  de  1832  en  una  ¿Lcoion, 
cerca  de  S.  Luis  Potosí.  D.  Manuel  murió  sin  sucesión. 

(16)  Apéndice.  Documento  núm.  6,  tomado  de  la  preciosa  colección  de  no- 
ticias y  apuntes  sobre  mineria,  que  reunió  el  padre  del  autor  de  esta  obra,  y 
se  hayan  en  su  poder. 

(17)  Todas  estas  noticias  están  tomadas  de  la  Descripción  de  Zacatecas, 
publicada  en  1732  por  el  conde  de  Santiago  de  la  Laguna,  obra  rara  y  muy 
curiosa  por  la  multitud  de  datos  que  contiene  sobre  la  historia  de  aquellas 
minas,  sus  productos  y  consumos,  y  sobre  los  hombre<i  distinguidos  de  aquella 
ciudíid,  que  tuvo  principio  por  el  establecimiento  que  en  ella  comenzó  en  8 
de  Setiembre  de  15'46.  Joannes  de  Tolosa,  casada  con  Doña  Isabel  Cortés 
Moctezuma,  hija  natural  de  D.  Femando  Cortés,  de  quien  procedieron  las  fa- 
milias de  OPate,  2aldÍTat)  y  otras  muy  ilustres  de  aquel  mineral. 


126  HISTORIA  D£  MÉXICO. 

chas.  (18)  £n  el  afio  1728,  Zacatecas  producía  1.800.000  ps.  anua- 
les, que  era  la  quinta  parte  de  la '  cantidad  total  que  entonces  se 
acuñaba:  (19)  sus  productos  aumentaron  después^  j  en  el  año  de 
1808  casi  igualaban  á  los  de  Guanajuato,  por  la  bonanza  de  la  mi- 
na de  Quebradilla  perteneciente  á  D.  Fermín  de  Apezechea  y  sus 
socios.  En  otros  minerales  florecieron  otras  minas,  como  la  de  Bo- 
lafios  de  los  marqueses  de  Vivanco,  el  Pabellón  en  Sombrerete  de 
la  familia  Fagoaga,  y  en  el  Beal  del  Monte  las  del  conde  de  Ee- 
gla.  Todos  estos  mineros  afortunados,  fueron  el  origen  de  macbas 
de  las  principales  familias  del  pais,  algunas  de  las  cuales  existen 
todavía,  y  vinieron  á  ser  los  principales  propietarios  territoriales, 
habiendo  comprado  algunos  de  ellos  las  más  valiosas  haciendas  de 
los  jesuítas.  (20) 

Las  grandes  sumas  qne  se  derramaban  de  los  reales  de  minas,  se 
difundían  á  muchas  leguas  á  la  redonda,  fomentando  la  agricultu- 
ra y  la  industria  cou  los  consumos  de  los  productos  de  la  una  y  de 
la  otra  que  se  hacían  para  el  laborío,  desagües  y  beneñcio  de  los 
metales:  el  espíritu  religioso  de  aquel  siglo,  y  aún  la  misma  prodi- 
galidad de  que  eran  notados  los  mineros,  contribuían  á  este  fomen- 
to, inviertiendo  los  dueños  de  las  minas  una  parte  de  sus  utilida- 
des en  construir  á  toda  costa  templos,  monasterios  y  hospitales, 
(21)  y  los  operarios,  que  en  aquel  tiempo  trabajaban   á  partido  en 

(18)  La  casa  de  los  condes  de  S.  Mateo  Valparaíso  la  fundó  D.  Fernando  de 
la  Campa  Cos,  dueño  que  fué  de  la  mina  de  Veta  Grande.  Esta  casa  es  hoy 
la  de  Moneada,  marqueses  que  fueron  del  Jaral  de  Berrio. 

(19)  En  la  1*  Gazeta  que  se  publicó  en  México  con  este  título,  en  fin  de 
Enero  de  1728  se  dice,  que  en  20  de  aquel  mes  llegó  la  conducta  de  Zacate- 
cas con  72,265  j  medio  marcos  de  plata,  que  valen  623,289  ps.,  7  rs.,  y  coiuo 
venían  tres  conductas  en  el  año,  suponiendo  que  cada  una  trajese  igual  canti- 
dad de  plata,  harían  entre  todas  1.800,000  ps.,  y  siendo  lo  que  en  aquel  año  se 
acalló  9.200,000  ps.,  los  productos  de  Zacatecas  corresponden  á  la  quinta  par; 
te  de  la  amonedación  total. 

(20)  Las  haciendas  de  Guanamé  y  Tetillas  pasaron  á  las  casas  de  Pérez  Gal- 
vez  y  Rui;  Chapingo  á  los  marqueses  de  Vivanco  y  Jalpa,  S.  Javier  y  otras 
muchas,  á  la  casa  de  Regla. 

(21)  Pueden  verse  en  los  Comentarios  de  Gamboa,  los  grandes  gastos  hechos 
en  fundaciones  y  objetos  piadosos  por  Borda  y  Terreros,  y  en  la  obra  citada 
del  conde.de  Santiago  de  la  Laguna,- las  de  los  mineros  de  Zacatecas.  Entre 
estas  hay  una  singular,  que  pinta  el  carácter  del  siglo:  D.  Manuel  Correa 
construyó  los  claustros  y  escalera,  del  convento  de  San  Agustin  de  aquella  ciu- 
dad, invirtiendo  en  esto  18,000  pesos  que  ganó  en  una  'noche  á  los  albures. 


filSTOBIA  DE  MÉXICO.  127 


todas  las  minas,  arrojando  á  manos  llenas  el  precio  de  la  «venta 
de  la  pjarte  de  frutos  ó  minerales  que  les  tocaba.  (22)  De  ^uí 
resultó  el  rápido  aumento  de  valor  de  todas  las  fincas  rústicas,  en 
el  radio  á  que  alcanzaba  más  inmediatamente  el  influjo  de  las  mi- 
nas, y  así  vemos  que  en  el  bajío  d^  Guanajuato,  el  de  las  hacien- 
das y  las  rentas  que  producían  se  duplicaron  y  aun. más,  en  el  cur- 
so de  pocos  años. .  (23)  Todos  los45omestibles  subieron  on  la  misma 
proporción,  y  esto  hizo  que  fuese  preciso  aumentar  los  sueldos  de 
los  empleados.  (24) 

No  puede  calcularse  exactamente  el  valor  anual  de  los  produc- 
tos de  la  agricultura  en  Nueva  España  á  fines  del  siglo  XVIIl, 
pues  aunque  como  se  ha  visto,  (25)  los  diezmos  de  todas  las  dióce- 
sis ascendían  á  1.800.000  ps.,  lo  que  daría  un  valor  do  18.000.000, 
es  menester  advertir  que  los  indios  estaban  exceptuados  del  pago 
de  esta  contribución;  que  muchos  artículos  no  pagaban  diezmo  en- 
tero sino  cuatro  por  ciento  los  azúcares  y  casi  nada  las  mieles,  y 
otros  como  la  grana,  estaban  enteramente  libres  de  él.  Por  todas 
estas  circunstancias  no  parece  excesivo  el  suponer,  que  este  valor 
ascendía  á  30.000.000  de  pesos.  Algunos  de  los  artículos  producid 

(22)  Para  formarse  alguna  idea  de  esta  prodigalid&d  de  la  gente  operada 
de  las  minas,  léase  el  '^Rasgo  breve  de  la  grandeza  guanajuateña,^^  ó  descrip- 
ción de  las  fiestas  que  se  hicieron  para  la  dedicación  de  la  iglesia  de  la  com- 
pañía, el  año  antes  de  la  expulsión  de  los  jesuítas,  impreso  en  Puebla  en 
la  imprenta  del  real  colegio  de  S.  Ignacio  en  1767.  La  fundación  de  la  ca^a 
de  aquella  orden  en  Guanajuato,  la  hizo  en  el  año  de  1732  la  Sra.  Doña  Jo- 
sefa Teresa  de  Bustos  y  Moya,  hermana  del  marqués  de  S.  Clemente,  y  viu- 
da de  D.  Gonzalo  de  Aranda,  dando  para  ello  la  caim  de  su  habitación  que  fie 
hizo  colegio,  y  su  hacienda  de  Aguas  Buenas:  la  fundación  la  aumentó  D.  Pe- 
dro Bautista  de  Retana,  dejando  todos  sus  bienes  para  cátedras  y  colegiales, 
llamándose  el  colegio  de  la  Purísima  Concepción:  la  magníñca  iglesia  de  que 
no  existe  mas  que  la'  mitad,  habiéndose  caido  la  cúpula  y  cruceros  en  1807, 
»e  hizo  en  su  mayor  parte  por  los  mineros  de  Rayas,  y  por  la  casa  de  Sarda- 
neta  dueña  de  esta  mina. 

(23)  En  las  inmediaciones  de  Celaya  la  hacienda  llamada  ^^cl  Cerrito  de 
los  puercos,"  perteneciente  á  los  Camargos,  comprada  en  el  año  de  1 735  par 
menos  de  500  ps.;  se  avaluó  en  1760  en  mas  de  30,000.  Asi  consta  de  unas 
actuaciones  jurídicas  seguidas  por  el  marqués  de  Bélgica,  conde  de  los  A  pa- 
seos, contra  un  propietario  de  aquel  distrito  sobre  censos;  pero  este  aumento 
de  valor  ^»  tan  extraordinario,  que  parece  ha  debido  influir  en  él  alguna  cir- 
cunstancia particular.  :  . 

(24)  Véase  el  documento  núm.  7,  del  apéndice. 

(25)  Arriba,  fol.  68. 


1^9  filSTOEIA  DE  MÉXICO. 


ii^^t^^^^^^^^^^^^^^^»^^^m0^^^^^'i^^*^^^^^m^*^^^^^^^^^^^^^^0^^ 


tos  eran  explotables,  lo  que  aumentaba  su  valor  y  producción,  y 
de  ellos  la  grana  era  un  ramo  de  riqueza  peculiar  de  lá  intenden- 
cia de  Oaxaca:  su  valor  anual  era  en  la  época  de  que  hablamos, 
de  cosa  de  1.200.000  ps.,  pero  había  sido  mucho  más  en  los  años 
anteriores,  pasando  en  muchos  de  31000.000:  su  baja  comenzó  con 
el  establecimiento  de  las  intendencias,  pues  habiendo  cesado  el 
trabajo  á  que  los  alcaldes  mayores  obligaban  por  su  propio  prove- 
cho á  los  indios,  estos  no  se  ocuparon  ya  con  la  misma  eficacia  de 
un  cultivo  que  exije  tan  prolija  dedicación.  (26) 

El  interés  de  la  agricultura  y  comercio  de  la  metrópoli  habia  he- 
cho que  se  prohibiesen  diversos  ramos  de  cultivo  y  de  industria 
agrícola.  Entre  estos  el  principal  era  el  de  los  aguardientes:  no  so- 
lamente se  prohibió  destilarlos  de  la  miel  de  caña,  maguey  y  de- 
más plantas  susceptibles  de  producirlos,  sino  que  para  hacer  más 
efectiva  la  prohibición,  se  estableció  nu  juzgado  privativo  llamado 
de  "bebidas  prohibidas,  n  que  se  encargó  al  capitán  de  la  Acorda- 
da, (27)  para  cuyos  gastos  se  impuso  un  derecho  sobre  los  aguar- 
dientes de  EspaTia  introducidos  en  Veracruz:  los  muchos  depen- 
dientes que  la  Acordada  tenia,  distribuidos  en  todo  el  reino,  no  so- 
lo perseguian  con  el  mayor  empeño  las  fábricas  de  este  licor,  sino 
que  si  alguno  se  hacia,  particularmente  el  moscal  ó  de  maguey  sil- 
vestre, que  se  destilaba  entre  los  montes  con  alambiques  muy  sen- 
cillos y  portátiles,  cuando  era  cojido  se  derramaba  en  las  poblacio- 
nes y  sus  conductores  eran  castigados  con  graves  penas.  En  las 
instrucciones  dadas  á  los  virreyes,  se  les  había  prevenido  que  no 
permitiesen  el  aumento  de  los  plantíos  de  viñas,  ni  la  renovación 
de  las  que  se  envejeciesen,  y  en  cuanto  á  los  olivos  solo  se  les  de- 
jó subsistir,  por  estar  destinados  sus  productos  á  fines  piadosos  ó 
fundadas  obras  pías  sobre  los  olivares;  pero  habiéndose  aumentado 
en  el  Perú  no  obstante  esto,  considerablemente  los  viñedos,  dio 
motivo  esta  circunstancia  á  que  se  recordase  la  prohibición  en  la 
Recopilación  de  leyes  de  Indias,  permitiendo  quedasen  en  pié  las 

(26)  Véase  en  el  apéndice,  documeato  núm.  8,  en  el  Estado  que  mapifíes- 
t&rel  número  de  tercios  de  grana  y  sus  valores,  desde  el  año  de  1758  que  se 
establepió  el  registro,  hasta  el  de  1815. 

(27)  Véase  antes,  fol.  54. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  129 

plantaciones  ya  hechas,  pero  sujetándolas  á  una  contribución,  á 
manera  de  censo  aifíteútico  de  dos  por  ciento  anual,  y  la  prohibi- 
ción se  hizo  absoluta  para  los  nuevos  plantíos  de  ambos,  por  real 
cédula  de  17  de  Enero  de  1774.  (28) 

En  todas  estas  medidas  restrictivas  había  habido  grandes  varia- 
ciones. La  prohibición  de  fabricar  aguardiente,  que  era  la  más 
gravosa,  pues  por  ella  se  obligaba  á  los  cultivadores  de  caña  á  de- 
rramar un  fruto  ya  cosechado,  cual  era  la  miel,  de  la  que  se  sacaba  • 
por  este  motivo  muy  corto  aprovechamiento,  se  alzó  desde  el  año 
de  1796,  imponiendo  na  derecho  de  seis  pesos  por  barriL  (29)  Los 
viñedos  habían  progresado  mucho  en  diversos  puntos,  en  especial 
en  Parras,  y  se  aprobó  por  el  rey  el  permiso  dado  para  plantar 
otros  nuevos  en  la  provincia  de  Guanajuato,  (30)  cuyo  intendente 
favorecía  este  género  de  industria,  que  se  aumentaba  también  en 
la  de  S.  Luis  Potosí,  (31)  y  se  habían  hecho  plantío^}  de  olivos  á 
la  vista  de  la  capital,  en  la  hacienda  de  los  Morales,  no  solo  con 
aprobación  del  virrey  Iturrigaray,  sino   dispensando  éste  el  más 

(28)  Véase  sobre  todo  esto  á  Solórzano:  Política  indiana,  en  los  artículos 
respectivos,  y  la  ley  18,  tit.  17  lib.  4?,  de  la  Reo.  de  Ind. 

(39)  Bando  del  virrey  marqués  de  Branciforte,  de  9  de  Diciembre  da  1796. 
Este  bando  se  publico  en  este  dia  por  ser  cumpleaños  de  la  reina  D?  María 
Luisa  de  Borbon,  y  en  el  mismo  se  colocó  la  estatua  ecuestre  provisional  en 
la  plaza  de  México,  y  se  comenzó  el  camino  á  Yeracruz. 

(30)  En  la  Gaceta  de  México  del  sábado  11  de  Mayo  de  1803,  tom.  11, 
ntim.  36,  fol.  296,  se  publicó  la  real  cédula  de  21  de  Julio  del  año  anterior, 
por  la  que  se  aprobaron  las  licencias  dadas  por  el  virrey  marqués  de*  Branci- 
forte,  en  28  de  Julio  y  4  de  Agosto  de  1796,  á  D.  José  Joaquín  Márquez  y  ü 
D.  Fernando  Movellan  y  D.  Ignacio  de  Celis,  para  los  plantíos  de  viñas  que 
habían  hecho,  el  primero,  en  la  hacienda  de  Planearte  cerca  de  Celaya,  y  los 
segundos  en  las  tierras  realengas  que  compraron  en  Tétela  del  Rio;  el  asesor 
general  Mena,  en  su  parecer,  expuso  qxie  consideraba  derogadas  las  prohibi- 
ciones de  plantar  viñas  y  hacer  vino  y  aguardiente,  por  el  permiso  concedido 
para  destilar  f^aardiente  en  el  reino,  y  por  loa  muchos  ejemplares  qae  citó 
para  probar  que  la  prohibición  hacia  tiempo  que  habia  caído,  en  desuso;  sin 
embargo  de  lo  cual  se  previno  en  lá  real  cédula,  que  no  concediesen  los  virreyes 
permisos  p  ara  nuevas  plantaciones^  sino  que  instruyesen  expedientes  sobre  las 
licencias  que  se  pidiesen,  dando  cuenta  al  consejo,  é  informando  sobre  la  ne- 
cesidad que  de  ellas  hubiese,  sin  que  esto  se  entendiese  respecto  á  las  planta- 
ciones que  hiciesen  para  solo  comer  uvas,  "por  no  haber  razón,  dice  el  rey,  pa- 
ra que  aquellos  mis  vasallos  se  vean  privados  de  un  fruto  natural,  criado  co- 
mo iodos  los  demás,  para  uso  y  regalo  de  los  hombres." 

(31)  Eli  la  hacienda  de  Bledos  habia  un  gran  viñedo  y  se  hacía  cantidad 
considerable  de  vino. 

TOMO  I. — 17 


130  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


señalado  favor.  (32)  Estos  permisos  prueban  que  la  prohibición 
existia,  aunque  habia  decaido  en  desiiso,  pero  ella  recaia  sobre  ob- 
jetos que  la  naturaleza  favorece  poco  en  el  país»  y  asi  es  que  no 
han  progresado,  aun  cuando  ha  habido  plena  libertad  para  estos 
ramos.  (33)  Otros  fueron  especialmente  favorecidos  como  el  del  li- 
no y  del  cáñamo,  para  los  cuales  se  mandaron  labradores  de  Espa- 
ña que  enseñasen  el  cultivo,  que  establecieron  en  la  hacienda  de 
S.  José  de  Chalco,  y  se  llegaron  á  hacer  algunos  tejidos  ordinarios 
de  estas  materias;  pero  ni  este  rsmo  ni  el  de  la  seda  fomentado 
con  empeño  por  el  conde  de  Revilla  Gigedo,  llegaron  á  prosperar, 
aunque  de  este  último  se  ocupaban  en  el  período  á  que  me  con- 
traigo, con  esperanzas  de  buen  éxito,  varios  individuos  en  algunos 
-puntos.  Más  adelante,  y  con  oportuna  ocasión,  volveré  á  tratar 
más  extensamente  esta  materia  de  prohibiciones  y  fomento  de  al- 
gunos ramos. 

La  misma  política  que  influyó  para  restringir  el  cultivo  de  algu- 
nos artículos,  hizo  que  se  limitase  la  industria  con  sujeción  á  las 
y  ventajas  de  las  fábricas  y  comercio  de  España.  tiNo  debe  perderse 
de  vista,  decia  el  conde  de  Revi  lia  Gigedo,  que  esto  es  una  colonia 
que  debe  depender  de  su  matriz  la  España,  y  debe  corresponder  á 
ella  con  algunas  utilidades,  por  los  beneficios  que  recibe  de  su  pro- 
tección, y  asi  se  necesita  gi*a^  tino  para  combinar  esta  dependencia 
y  que  se  haga  mutuo  y  reciproco  el  interés,  lo  cual  cesaría  en  el 
momento  que  no  se  necesitase  aquí  de  las  manufacturas  europeas 
y  sus  frutos  11  (34).  Según  este  principio,  y  para  conciliar  el  interés 
de  las  fábricas  y  comercio  de  la  metrópoli,  con  el  objeto  no  menos 

(32)  DI  virrey  Iturrigaray  permitió  á  D.  José  Garay,  dueño  de  esta  hacien 
da,  cortar  uno  de  los  más  hermosos  ahuehuetes  de  Chapultepec  para  la  pren- 
sa del  aceite. 

(33)  La  circunstaneia  de  coincidir  en  las  provincias  centrales  el  tiempo  de 
la  madurez  de  la  uva  con  las  grandes  lluvias,  hace  que  aquella  no  adquiera 
la  cantidad  de  azúcar  necesaria  para  la  fermentación  vinosa,  con  lo  que  nun- 
ca puede  hacerse  buen  vino,  sino  empleando  mucho  arrope,  y  en  Parras  y  las 
ptovincias  del  Norte  en  que  las  lluvias  no  son  tan  abundantes,  los  vinos  que 
se  producen  son  blancos  y  por  esto  de  poco  uso.  Los  olivos  están  muy  suje- 
tos á  la  enfermeded  llamada  ^^pasmo"  que  destruye  en  poco  tiempo  los  árbo- 
les, cuyo  crecimiento  es  por  otra  parte  muy  rápido  y  U  fructificación  muy  pre- 
coz. He  hecho  yo  mismo  la  costosa  experiencia  de  lo  que  aquí  asiento. 

(34)  Revilla  Gigedo:  Instrucción  á  su  sucesor,  párrafo  364. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  131 

importante  de  dar  ocupación  á  multitud  de  personas  de  todos  sexos 
y  edades,  se  permitia  todo  lo  que  era  relativo  á  la  fabricación  de 
géneros  ordinarios  de  lana  y  algodón,  de  los  que  usaba  para  vestir- 
se la  clase  común,  y  aunque  por  la  cédula  ya  citada  de  17  de  Ene- 
ro de  1774,  se  habia  prohibido  dar  permiso  para  formar  nuevos 
obrajes,  éstos  habian  ido  en  aumento,  y  los  tejidos  hechos  en  ellos 
hablan  llegado  á  im  grado  considerable  de  perfección.  Muchas  po- 
blaciones disfrutaban  grande  prosperidad  y  riqueza  con  las  fábricas 
establecidas  en  ellas  de  ^géneros  de  la  tierra,»  con  cuyo  nombre  se 
conocían  esta  clase  de  tejidos:  Puebla,  y  sus  inmediaciones,  Tex- 
cuco  y  otros  muchos  lugares  tenían  en  actividad  multitud  de  tela- 
res para  tejidos  de  algodón,  en  que  se  ocupaba  gran  número  de 
-   personas,  no  conociéndose  entonces  la  maquinaria  moderna,  que 
ha  sido  tan  útil  para  multiplicar  y  abaratar  los  productos  en  bene- 
ficio de  los  consumidores  y  de  algunos  pocos  empresarios,  como 
perjudicial  a  la  clase  productora  cuya  miseria  ha  causado.  Queréta- 
ro,  Acámbaro,  S.  Miguel  el  Grande,  el  Saltillo  y  otros  puntos,  eran  el 
centro  de  un  gran  comercio  de  efectos  de  lana,  y  el  consumo  que  se 
hacia,  especialmente  por  la  gente  del  campo,  de  las  pieles  curtidas 
que  usaban  para  vestirse  en  vez  de  paños,  contribuía  mucho  á  la 
importancia  que  entonces  tenían  las  haciendas  de  matanza  de  chivos. 
Todo  lo  que  era  artículos  de  consumo  de  otra  especie,  estaba  reser- 
vado al  comercio  é  industria  de  España,  y  por  esto  se  habian  he- 
cho cesar  los  muchos  telares  que  hubo  en  algún  tiempo  en  México 
en  que  se  trabajaban  tejidos  de  seda  de  todas  especies,  de  que  aun 
quedan  muestras,  (35)  y  aunque  el  alto  precio  que  tomaban  los 
efectos  europeos  en  las  guerras  marítimas  que  impedían  su  venida, 
hacía  que  se  fomentase  la  fabricación  de  algunos  á  su  imitación, 
como  los  pintados  de  algodón,  al  restablecimiento  de  la  pa»  toda 
esta  industria  efímera  desaparecía,  no  pudíendo  sostener  la  compe- 
tencia con  los  productos  de  la  europea.    «'El  único  medio  de  des- 
truir las  fcibricas  del  reino,  decía  Revilla  Gigedo,  hablando  del  au- 

(35)  En  la  Biblioteca  de  la  catedral  de  México,  entre  los  papeles  que  fue- 
ron de  D.  Silvestre  Diaz  de  la  Vega,  director  de  tabacos,  se  conservan  las 
maestras  de  todos  los  tejidos  de  seda  que  se  hacían  en  los  telares  de  México, 
que  son  notables  por  su  variedad  y  perí*eccion.  La  seda  mixteca  era  un  ar- 
ticulo común  de  comercio. 


182  HISTORIA   DE    MÉXICO. 

mentó  de  éstas,  no  obstante  las  prohibiciones  de  establecerlas  y  de 
fabricar  en  ellas  géneros  finos,  es  el  que  vengan  á  precios  más  có- 
modos de  Europa  los  mismos  efectos  ú  otros  equivalentes.  Así  ha 
sucedido  con  la  íííbrica  y  gremio  que  habia  de  todas  especies  de 
tejidos  de  sedas,  de  que  apenas  queda  memoria,  y  otro  tanto  se  ha 
verificado  con  las  fábricas  de  estampados,  que  solo  sirven  para  al- 
gunos pintados  azules  y  para  dar  salida  por  este  medio  á  algunos 
lienzos  averiados  blancos,  desfigurándolos  con  el  arbitrio  do  la  pin- 
tura, n  (36)  Mas  para  no  llegar  al  extremo  de  hacer  uso  do  este 
medio  de  destruir  las  fábricas  nacionales,  aquel  virrey  proponía  se 
fomentasen  aquellos  ramos  que  no  fuesen  perjudiciales,  sino  antes 
bien  benéficos,  á  la  industria  y  comercio  de  la  metrópoli;  pero  lo 
que  se  trataba  de  evitar  con  este  prudente  temperamento,  se  ha 
adoptado  después  de  hecli .  la  independencia,  sin  mira  política  al- 
guna y  solo  por  seguir  principios  mal  aplicados  de  las  teorías  eco- 

» 

nómico-políticas,  y  la  miseria  que  con  esto  se  causó  ha  sido  espan- 
tosa. (37) 

El  extenso  sistema  colonial  de  España,  prQporcionaba  por  otra 
parte  grandes  y  valiosas  compensaciones  por  las  prohibiciones  que 
imponía.  Si  se  echa  la  vista  sobre  la  balanza  de  comercio  de  Ve- 
racruz,  único  puerto  habilitado  en  aquella  época  para  el  comercio 
de  Europa  é  islas  Antillas,  correspondiente  al  ano  de  1803,  uno  de 
los  últimos  de  paz  cofi  Inglaterra,  (38)  se  verá  que  sobre  una  ex- 
portación para  España  de  12.000,000  de  pesos,  más  de  la  tercera 
parte,  esto  es  4.500,000  fueron  en  frutos,  contándose  entre  éstos  no 
solo  27,000  arrobas  de  grana  con  valor  de  2.200,000  ps.,  sino  tam- 
bién 150,000  libras  de  añil,  que  importaron  260,000  ps.  y  600,000 
arrobas  de  azúcar  por  valor  de  1.500,000  ps.,  además  de  26,600 

(36)if  Revilla  Gigedo:  Instruc.  párrafo  375,  pero  debe  verse  todo  lo  relativo 
íi  esta  materia  de  fábricas,  desde  el  párrafo "363  hasta  el  398. 

(37)  En  las  varias  Memorias  que  presenté  al  gobierno,  como  director  que 
luí  de  la  industria  nacional  desde  1844  á  4G,  pueden  verse  los  esfuerzos  que 
fué  meuester  liacer  para  restablecer  este  ramo  y  su  estado  en  aquellos  años. 

(38)  Véahc  en  el  apéndice  documento  núm.  9  este  balance  copiado  del  su- 
plemento íl  la  Gaceta  de  México  de  18  de  Febrero  de  1801,  tom.  12,  mim,  6, 
fol.  41  y  .siguientes.  En  lo  que  aíjuí  se  dice  se  han  puesto  las  cantidades  por 
mayor,  y  podrün  verse  en  diclio  documento  las  que  exactamente  correspon- 
dan á  cada  renglón « 


HISTORIA   DE   MÉXICO.  133 


quintales  de  palo  de  tinte  y  17,000  de  algodón,  y  en  la  exportación 
para  varios  puntos  de  América  se  notan  20,000  tercios  de  harina, 
14.700  varas  de  jerga,  1,300  de  bayeta,  1,760  cajones  de  jabón  y 
hasta  700  cajas  de  loza  ordinaria  de  Puebla:  todo  lo  cual  con  otros 
artículos  menores  dá  ua  importe  de  mas  de  600,000  ps.  anuales, 
valores  todos  que  han  desaparecido  hoy  de  la  extracción  de  efec- 
tos del  país,  pues  careciendo  la  agricultura  mexicana  desde  la  in- 
dependencia, del  mercado  privilegiado  do  España  para  las  azúca- 
res, y  del  exclusivo  de  la  Habana  para  las  harinas,  en  la  actualidad 
se  tienen  que  pagar  en  numerario  todas  las  importaciones  de  efec- 
tos extranjeros,  y  habiéndose  hecho  extensiva  esta  aun  á  los  más 
ordinarios  del  consumo  del  pueblo,  que  antes  estaban  reservados 
á  la  industria  mexicana,  se  arruinaron  así  dcltodo  las  manufactu- 
ras del  país,  que  ha  sido  harto  difícil  restablecer.  El  efecto  do  aque- 
llas exportaciones  fué  dar  gran  valor  a  las  haciendas  productoras 
del  azticar,  y  haciendo  refluir  á  Veracruz  las  harinas  de  Puebla, 
tanto  para  el  consumo  de  aquella  plaza,  como  para  el  de  la  Haba- 
na, de  las  demás  islas  y  Yucatán,  dejar  libre  el  surtimiento  de  Mé- 
xico para  los  trigos  de  Querétaro  y  de  Guanajuato,  lo  que  hacién- 
dolos valer  hacia  prosperar  las  fincas  que  en  aquellas  provincias  se 
ocupan  en  este  cultivo,  proporcionando  todo  este  tráfico  animación 
y  vida  al  comercio  interior.  La  agridViltura  mexicana  cambiaría  hoy 
con  gusto  la  estéril  libertad  de  cultivar  vidas  y  olivos,  por  una  ex- 
portación de  500,000  arrobas  do  azúcar  y  20,000  tercios  de  ha- 
rinas. 0 

El  comercio  con  España,  único  que  fuese  permitido,  estuvo  limi- 
tado hasta  el  año  de  1778  á  solo  el  puerto  de  Cádiz,  en  el  que  se 
reunían  bajo  la  inspección  de  la  Audiencia  y  casa  de  la  contrata- 
ción de  Sevilla,  todos  los  efectos  destinados  Vi  América,  á  la  que 
se  despachaban  en  las  flotas  que  salían  cada  ano  y  cuyo  derrotero 
estaba  menudamente  prefijado  por  las  leyes  (39)  y  en  el  interme- 
dio no  habia  más  comunicación  que  la  de  los  buques  de  avisos  y  las 

(39)  En  el  libro  9**  de  la  Recopilación  de  ludias,  se  prescribe  todo  lo  reía 
tivo  á  armadas  y  flotas,  y  en  el  título  36  del  mismo  está  preveoido  lo  concer 
niente  á  la  navegación  y  viaje;  en  el  45  se  trata  del  comercio  de  Filipinas, 
China,  Nueva  España  y  Perú. 


184  HISTORIA  I>£  MÉXICO. 

urcas  destinadas  á  conducir  azogues.  A  la  llegada  de  las  flotas  se 
hacia  una  gran  feria.  Este  orden  de  cosas  daba  lugar  á  un  doble 
monopolio;  el  que  ejercían  las  casas  de  Cádiz  y  Sevilla  que  hacian 
los  cargamentos,  y  el  que  después  aseguraban  en  las  ferias  los  co- 
merciantes de  América,  poniéndose  de  acuerdo  para  hacerse  due- 
ños de  determinados  renglones,  que  no  habiendo  de  volver  á  venir 
en  largo  tiempo,  estaba  en  sus  manos  hacer  subir  á  su  voluntad, 
de  donde  procedían  los  altos  precios  que  algimos  llegaban  á  tener, 
especialmente  cuando  las  guerras  marítimas  impedían  por  algunos 
años  la  llegada  de  las  f lotas^  y  esto  daba  motivo  á  las  providencias 
arbitrarias  que  á  veces  tomaban  los  virreyes,  fijando  en  favor  de 
los  consumidores  los  precios  de  venta,  como  lo  hizo  en  México  el 
segundo  duque  de  Alburquerque  en  1703.  El  comercio  del  Asia  es- 
taba reducido  á  la  nao  de  China,  que  se  despachaba  anualmente 
de  Manila,  y  pasando  á  la  vista  de  San  Blas,  llegaba  á  Acapulco, 
á  donde  concurrían  los  compradores  á  la  feria  que  allí  se  hacia,  y 
volvia  á  salir  con  el  retomo  en  dinero  de  los  efectos  que  habia  con  - 
ducido,  el  situado  con  que  las  cajas  de  México  auxiliaban  ér  las  de 
Manila,  y  los  presidiarios  condcmados  á  servir  en  aquellas  islas  y 
también  los  jóvenes  descarriados,  4  quienes  sua  familias  despacha- 
ban á  este  género  de  expatriación  por  vía  de  corrección  doméstica, 
lo  que  se  llamaba  "echar  á  Ohina."  El  comercio  entre  Nueva  Es- 
paña y  el  Perú,  Guatemala  y  Nueva  Granada  por  el  mar  del  Sur 
estaba  prohibido  con  diversos  motivos.  Por  el  reglamento  de  12 
de  Octubre  de  1778,  todo  este  sistema  de  comercio  con  la  Europa 
se  mudó.  Las  flotas  cesaron  de  venir,  habiendo  sido  la  última  la 
que  llegó  á  Veracruz  en  Enero  de  aquel  año,  bajo  el  mando  de  D. 
Antonio  de  UUoa,  tan  célebre  por  sus  viajes  en  el  Perú,  é  informe 
secreto  hecho  al  rey  sobre  el  estado  de  aquel  reino:  el  comercio  que- 
dó libre  para  todos  los  buques  españoles  que  saliesen  de  los  puertos 
de  la  península  que  se  designaron,  pero  haciéndose  solamente  en 
Nueva  España  por  el  de  Veracruz,  y  sin  que  pudiesen  conducirse 
efectos  de  Europa,  de  la  Habana  ni  otros  puntos  de  América,  debién- 
dose llevar  directamente  de  los  puertos  de  España.  Los  resultados  de 
esta  variacion^^fueron  muy  importantes,  no  solo  por  la  abcmdancia 
(le  efectos  y  baja  de  precios  que  produjo,  sino  porque  Iací^i(5ndosQ^ 


HISTORIA  DE  M¿XICO.  185 

por  ella  imposible  el  monopolio  y  las  cuantiosas  utilidades  que  con 
poco  trabajo  daba  á  los  que  lo  ejercian,  los  nflotistas^tf  nombre  con 
que  se  designaba  á  los  que  se  ocupaban  de  ese  giro,  se  retiraron 
do  él  y  emplearon  sus  capitales  en  la  agricultura  y  la  minería^  dan- 
do con  ellas  grande  impulso  especialmente  á  la  última,  con  lo  que 
destinándose  al  comercio  mayor  número  de  individuos,  que  para 
conseguir  adelantos  en  él  necesitaban  trabajar  con  actividad,  en 
lugar  de  pocos  y  gruesos  caudales  que  antes  se  formaban,  se  fue- 
ron creando  por  todas  partes  muchos  capitales  menores,  que  dis- 
tribuidos en  todas  las  poblaciones,  contribuyeron  mucho  á  las  me- 
joras de  estas.  Por  el  mismo  tiempo  se  alzaron  las  odiosas  prohibi- 
ciones de  comerciar  entre  sí  las  provincias  ó  reinos  de  América,  y 
por  real  cédula  de  17  de  Enero  de  1774,  fecha  en  el  Pardo,  se  con- 
cedió la  libertad  de  hacerlo  por  el  mar  del  Sur,  aunque  solo  con 
los  efectos,  géneros  y  frutos  respectivos,  la  que  por  declaraciones 
posteriores  se  amplió,  derogando  las  restricciones  que  por  esta  cé- 
dula se  establecieron  acerca  de  los  efectos  de  Europa  y  Asia.  »(40) 
Estaban,  pues,  remediados  por  esta  serie  de  bien  entendidas  pro- 
videncias los  pasados  errores,  y  reformados  los  añejos  abusos.  Ha- 
bíanse correjido  los  que  al  principio  del  siglo  anterior  notaba  el 
duque  de  Linares  en  la  administración  de  justicia  y  en  el  servicio 
de  las  oficinas:  los  magistrados  habían  adquirido  el  decoro  necesa- 
rio para  el  desempeño  de  sus  funciones:  la  justicia  se  administra- 
ba con  imparcialidad,  aunque  con  la  lentitud  que  exigían  las  com- 
plicadas formas  establecidas;  pero  estas  no  impedían  que  sin  fal- 
tar á  ellas,  cuando  en  lo  criminal  el  caso  lo  pedia  por  su  gravedad 
ó  atrocidad,  los  procesos  se  abreviasen  y  la  severidad  y  prontitud 
del  castigo  satisfaciese  la  vindicta  pública,  como  sucedió  en  el  ho- 
rroroso asesinato  de  D.  Joaquín  Dongo  y  toda  su  familia,  habien- 
do comenzado  la  justa  celebridad  del  segundo  conde  de  Revilla  Gi- 
gedo,  por  la  vigilancia  y  actividad  con  que  procedió  para  el  des- 

(40)  Por  bando  de  17  de  Diciembre  de  1803,  inserto  en  la  Gaceta  de  Méxi 

00  de  7  de  Enero  de  1804,  tom.  12  núm.   1  fol.  3,  se  publicó  la  real  cédula  de 

^3  de  Julio  de  1803  concediendo  peimiso  para  llevar  por  mar  desde  Acapulco 

á.  los  puertos  de  Guatemala  géneros  asiáticos.  En  las  gacetas  de  6  de  Octubre 

del  mismo  afío  y  suplemento  á  esta,  pueden  verse  todas  las  providencias  que 

ucesivamente  se  dictaron  sobre  estos  puntos. 


136  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


cubrimiento  de  los  criminales,  todos  europeos,  que  subieron  al  pa- 
tíbulo quince  dias  después  de  perpetrado  el  crimen.  (41)  Las  ofi- 
cinas estaban  serrvidas  con  regularidad  é  inteligencia,  y  en  ellas 
se  atendia  no  menos  á  la  comcKlidad  del  público,  que  á  los  adelan- 
tos de  las  rentas.  nTx)das  las  clases  de  que  se  compone  la  población 
de  estos  reinos,  van  aupirando  por  las  causas  expuestas,  decia  el 
conde  de  Bevilla  Gigedo,  á  mejorar  su  suerte,  excepto  los  indios 
que  con  mucha  dificultad  y  lentitud  saldrán  de  su  esfera,  costum- 
bres y  usos,  porque  ellas  mismas  las  separan  de  aspirar  á  lograr  de 
mejores  comodidades. h  (42)  Aun  éntrelas  castas  y  la  raza  española 
habia  cierta  propensión  de  imion,  y  el  tiempo  habia  hecho  desapa- 
recer gradualmente  Las  odiosas  privaciones  que  las  leyes  imponían 
á  los  mulatos.  Todo  esto  unido  á  la  abundancia  y  prosperidad  que 
se  disfrutaba,  constituia  un  bienestar  general  que  hoy  se  recuerda 
en  toda  la  América,  como  en  la  antigua  Italia  el  siglo  de  oro  y  el 
reinado  de  Saturno,  y  más  bien  se  mira  como  los  tiempos  fabulo- 
sos de  nuestra  historia,  que  como  una  cosa  que  en  realidad  hubo  ó 
que  es  posible  que  existiese. 

Fomentábanse  también  los  adelantos  de  la  sociedad  por  medio 
de  la  enseñanza,  y  por  las  mejoras  introducidas  en  la  clase  del  pue- 
blo. En  las  gacetas  de  los  primeros  anos  de  este  siglo  se  nota  el 
establecimiento  de  muchas  escuelas  de  primeras  letras  en  todos  Ips 
barrios  de  la  capital  y  en  diversas  poblaciones,  y  se  ven  con  fre- 
cuencia los  ejercicios  públicos  que  en  ellas  se  hacian  con  concurren- 
cia de  las  autoridades,  en  los  que  se  encuentra  por  la  primera  vez 
el  nombre  de  D.  Juan  López  Cancelada,  que  veremos  en  la  serie 
de  esta  obra  hacer  tan  señalado  papel,  costeando  los  premios  en 

(41)  £1  Lie.  D.  Carlos  Mana  de  Bustamante,  cuyas  uumerosas  obras  ten- 
dré con  frecuencia  ocasión  de  citar,  publicó  en  las  "Efemérides  historico-poll- 
ticas,"  1835,  el  memorial  ajustado  de  esta  célebre  cansa.  Aldama,  Blanco  y 
Q^uintero,  tres  españoles  perdidos,  asesinaron  en  la  noche  del  23  de  Octubre 
de  1789,  en  su  casa  de  la  calle  de  Cordobanes  núm.  13,  á  D.  Joaquin  Dongo, 
comerciante  rico,  dando  muerte  á  todos  sus  dependientes  y  criados,  y  en  se- 
guida robaron  el  dinero  y  alhajas  que  habia,  llevándolo  todo  á  una  accesoria 
de  la  calle  del  Águila.  El  juez  que  practicó  las  primeras  diligencias  para  el 
descubrimiento  de  los  reos,  fué  el  alcalde  de  corte  D.  Agustín  de  Emparan  y 

Orbe. 

(42)  R« villa  Gigedo:  Instrucción,  párrafo  160.  , 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  187 

unos  exámenes  en  Silao  de  la  provincia  de  Guanajuato,  y  excitan- 
do con  un  discurso  la  aplicación  de  los  niños.  (43)  En  las  fabricas 
de  tabaco  se  hablan  puesto  también,  para  que  quedasen  en  ellas» 
los  hijos  de  los  que  trabajaban  en  sus  labores  durante  el  tiempo 
qué  empleaban  en  éstas,  y  en  la  de  México  so  habia  formado  un 
banco  de  ahorros  con  el  nombre  de  *da  Concordia,  n  El  conde  de 
Revilla  Gigedo  habia  procurado  correjir  el  vicio  de  la  embriaguez, 
mejorando  los  reglamentos  de  las  pulquerías;  y  remediar  la  desnu- 
dez del  pueblo,  haciendo  se  vistiesen  los  que  estaban  ocupados  en 
la  misma  fábrica,  y  prohibiendo  la  entrada  al  paseo  de  la  Alameda 
y  otras  concurrencias  públicas,  á  los  que  no  se  presentasen  decen- 
temente vestidos;  y  Flon  en  Puebla  habia  dictado  con  igual  objeto 
otras. medidas  semejantes,  haciendo  todos  reiterados  esfuerzos  para 
mejorar  la  condición  de  esta  clase  de  la  sociedad. 

En  otros  conocimientos  más  elevados,  el  gobierne  no  solo  costeó 
las  expediciones  botánicas  para  formar  la  Flora  Mexicana  y  Perua- 
na, sino  que  dispuso  se  estableciese  un  jardin  botánico  en  México, 
bajo  la  dirección  de  un  distinguido  profesor  (44),  para  reunir  en  él 
las  plantas  jpeciiliáres  de  esto  país  y  hacer  experimentos  de  sus 
usos  en  la  medicina  y  en  las  artes;  pero  habiéndose  vacilado  sobre 
el  lugar  en  que  convendría  situarlo,  si  en  el  potrero  de  Atlampa  en 
el  que  se  levantó  el  edificio  destinado  á  fábrica  del  tabaco,  ó  en 
Chapultepec,  se  pasó  el  momento  en  que  se  tenia  empefk)  en  ello 
y  quedó  reducido  al  jardin  del  palacio  délos  virreyes,  en  que  se 
ha  continuado  dando  las  lecciones. 

Las  frecuentes  epidemias  qne  en  diversas  épocas  se  habían  su- 
frido, habían  sido  no  solo  un  obstáculo  para  el  aumento  de  la  po- 
blación, sino  una  de  las  causas  de  la  diminución  de  ésta  en  la  dase 
de  los  indios,  especialmente  las  viruelas,  que  desconocidas  antes  de 
la  conquista,  se  habían  presentado  pocos  años  después  de  termi- 
nada ésta.  Para  precaver  sus  estragos,  luego  que  se  verificó  en  In- 
glaterra el  importante  descubrimiento  de  la  vacuna,  el  virrey  Itu- 
rrif^aray  con  laudable  zelo  la  hizo  llevar  de  la  Habana  y  propagar 
en  México,  haciendo  el  primer  experimento  en  su  hijo  D.  Vicente, 

(43)  Suplemento  á  la  Gaceta  de  8  de  Enero  de  1805,  tom.  12  n.  27  f.  232. 

(44)  D.  Vicente  Cervantes,  que  fué  el  fundador  de  esta  ciencia  en  México. 

TOMO  I. — 1 8 


188  HISTOKIA  DE  M¿XICO. 

de  edad  de  veintiún  meses  (45),  y  después  se  comunicó  el  pus  de 
brazo  á  brazo  desde  España,  por  medio  de  niños  conducidos  á  este 
efecto,  en  la  expedición  que  por  orden  el  rey  se  hizo,  bajo  la  di- 
rección de  D.  Francisco  Javier  Baimis,  habiéndose  generalizado 
después  eñ  toda  la  América,  por  otras  expediciones  sucesivas,  este 
benéfico  preservativo. 

Al  mismo  tiempo  se  trabajaba  con  grande  empeño  en  mejorar 
la  policía  y  ornato  de  las  poblaciones,  construyéndose  en  todas  las 
principales,  grandes  y  magníficos  edificios.  No  es  mi  objeto  entrar 
en  todos  los  pormenores  relativos  á  este  asunto,  sobre  el  que  se 
extiende  mucho  el  virrey  conde  de  Revilla  Gigedo,  en  la  instrucción 
que  dejó  á  su  sucesor  (46),  que  he  tenido  tantas  veces  ocasión  de  ci- 
tar: haré  solo  una  breve  indicación  de  lo  más  notable,  y  que  carac- 
teriza  mejor  este  período  de  verdadero  y  sólido  progreso.  La  capi- 
tal  del  virreinato  carecía  de  paseos  proporcionados  á  su  población  y 
riqueza,  no  habiendo  habido  por  mucho  tiempo  otro  que  el  de  la 
Alameda,  formado  por  D.  Luis  de  Velasco,  segundo  virrey  de  este 
nombre.  El  virrey  marqués  de  Croix,  la  hizo  ampliar  en  los  años 
de  1768  y  69,  dándole  doble  extensión  y  haciendo  desaraparecer 
el  horrible  espectáculo  del  brasero  6  quemadero  de  la  Inquisición,  ^ 
que  estaba  entre  la  parte  antigua  de  este  paseo  y  el  convento  de 
S.  Diego.  Tratábase  después  de  extenderla  aún  más,  gobernando 
el  virrey  Iturrigaray,  bajo  la  dirección  del  oidor  D.  Cosme  de  Mier, 
juez  conservador  de  los  propios  del  Ayuntamiento,  para  lo  que  es- 
taban formados  y  aprobados  los  planos  (47).  Otros  paseos  se  abrie- 
ron, y  se  plantaron  hermosas  arboledas  en  las  entradas  principales 
de  la  capital,  bajo  el  gobierno  de  los  virreyes  Bucareli,  Eevilla  Gi- 
gedo y  Azanza.  El  segundo  fué  el  que  más  eficazmente  contribuyó 
á  la  hermosura  y  aseo  de  la  ciudad,  aumentando  y  perfeccionando 
lo  que  habia  sido  ya  comenzado  por  sus  antecesores  los  condes  de 

(45)  Suplemento  á  la  Gaceta  de  México  uum.  12  de  26  áe  Mayo  de  1804* 
tom.  12  fol.  93. 

(46)  Véase  por  el  índice  en  todos  los  artículos  relativos. 

(47)  En  el  suplemento  á  la  Gaceta  de  4  de  Junio  de  1805,  tom.  12  foL  306 
en  la  noticia  de  los  servicios  hechos  á  la  ciudad  de  México  por  el  Sr.  D.  Coa- 
me  de  Mier  y  Trespalacios,  que  falleció  el  3  de  Mayo  d^  aquel  aRo,  e8t&  el 
proyecto  de  la  extensión  y  adornos  dQ  la  Alame^f^. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  189 

Fuenclara  y  de  Galvez  para  el  empedrado  y  alumbrado  de  ésta, 
dando  á  la  plaza  mayor  la  amplitud  y  forma  que  después  tuvo  y 
arreglando  la  policía  de  seguridad.  El  agua  para  el  uso  de  una  po- 
blación tan  numerosa  habia  estado  reducida  á  la  cañería  antigua 
de  Santa  Fé,  construida  en  tiempo  del  marqués  de  Guadalcázar,  á 
la  que  se  añadió  la  de  la  fuente  de  Chapultepec,  que  llevó  hasta 
S.  Juan  de  la  Penitencia  el  marqués  de  Mancera,  y  que  hizo  con- 
ducir sobre  arcos  hasta  la  plaza  del  Salto  del  Agua  el  duque  de 
Linares,  costeando  la  obra  con  los  productos  del  estanco  de  nieve, 
que  quedó  después  aplicado  á  les  rentas  reales  como  uno  de  los  ra- 
mos del  fondo  común;  pero  siendo  todavía  escasa,  se  aumentó  con- 
siderablemente con  nuevas  vertientes  recojidas  en  los  montes  de 
Coajimalpa,  cuya  importante  obra  se  ejecutó  bajo  la  dirección  del 
síndico  D.  Juan  Francisco  Azcárate,  habiendo  comenzado  á  correr 
el  21  de  Enero  de  1805,  para  celebrar  el  cumpleaños  de  la  virreina 
D*  María  Inés  de  Jáuregui. 

El  siglo  de  la  conquista  y  el  siguiente  habían  sido  la  época  de 
los  monumentos  religiosos,  habiéndose  levantado  en  ellos  magnífi- 
cas iglesias  y  conventos:  el  inmediato  fué  el  de  los  edificios  públi- 
cos y  particulares,  sin  dejar  por  esto  de  construirse  también  nuevas 
iglesias  y  de  adornar  con  mejor  gusto  las  antiguas.  Reparado  el 
palacio  de  los  virreyes  que  habia  sido  quemado  en  el  motin  de  8 
de  Junio  de  1692,  siendro  virrey  el  conde  de  Galve,  y  restablecida 
la  casa  del  Ayuntamiento  que  corrió  igual  suerte  en  aquella  revo- 
lución; durante  el  gobierno  del  marqués  de  Casafuerte,  se  constru- 
yó por  la  real  hacienda  la  casa  ile  moneda,  y  por  el  Consulado  que 
tenia  entonces  en  arrendamiento  las  alcabalas,  el  vasto  edificio  de 
la  aduana.  Levantáronse  después  la  cárcel  de  la  Acordada,  y  más 
adelante  el  Hospicio  de  pobres,  la  escuela  patriótica  y  la  extensa 
fábrica  de  tabacos  (48).  Muchas  casas  particulares  fueron  adornan- 
do las  principales  calles  de  la  capital  y  últimamente  se  erigió  el 
suntuoso  edificio  del  colegio  de  Minería.  Un  viajero  inglés  que  ha 
dicho  que  México  es  una  ciudad  de  palacios,  no  ha  estado  distante 
de  la  verdad,  atendida  la  extensión,  solidez  y  magnificencia  de  mu- 

(48)  Sobre  la  coostruecion  de  ésta  véase  lo  que  dice  Revilla  Gigedo  en  su 
Instrucción. 


t-* 


140  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


chas  casas  particulares  y  aun  el  general  aspecto  de  la  población; 
pero  no  era 'solo  la  capital  la  que  de  esta  manera  se  adornaba  y  ex- 
tendia,  sino  que  iguales  adelantos  se  •  notaban  en  casi  todas  las 
capitales  de  provincia  y  aun  en  muchas  poblaciones  de  segundo 
orden. 

El  lujo  de  las  artes  se  manifestó  también  en  producciones  de 
mero  ornato,  como  la  magnífica  estatua  escuestre'de  bronce,  única 
hasta  ahora  en  América,  que  el^  marqués  de  Branciforte  hizo  eri- 
jlr  á  sus  expensas  en  la  plaza  de  México  á  Carlos  IV,  con  una  es- 
paciosa plazoleta  adornada  con  balaustrada,  hermosas  fuentes  y 
puertas  de  hierro,  (49)  todo  dirigido  por  el  célebre  D.  Manuel  Tol- 
sa.  Para  que  la  moneda  mexicana,  que  era  la  de  mayor  circulación 
en  el  universo,  correspondiese  por  su  forma  á  lo  extendido  de  su 
uso,  Carlos  III  mandó  á  México  al  insigne  grabador  en  hueco  D. 
Jerónimo  Antonio  Gil,  uno  de  los  más  hábiles  artistas  de  su  géne- 
ro en  Europa,  el  cual  no  solo  abrió  los  troqueles  de  la  moneda,  si- 
no que  perpetuó  con  excelentes  medallas  los  principales  sucesos  de 
aquella  época,  tales  como  la  que  hizo  acufiar  el  tribunal  de  -  mine- 
ría, con  ocasión  del  nacimiento  de  Fernando  VII,  y  la  posterior 
por  la  muerte  de  Carlos  III,  en  que  representó  á  las  Bellas  Artes 
llorando  al  rededor  del  sepulcro  de  su  ilustre  protector.  (50)  Gra- 
bó después  Gil  las  medallas  que  las  principales  ciudades  y  corpo- 
raciones del  reino  hicieron  acuñar  para  la  jura  del  rey  Carlos  TV, 
época  de  la  mayor  grandeza  y  lujo  de  la  Nueva  España,  y  la  que 
el  marqués  de  Branciforte  mandó  hacer  en  1796,  con  motivo  de  la 
erección  de  K  estatua  ecuestre.  La  fundación  de  la  Academia  de 
S.  Carlos  reunió  en  México  muy  distinguidos  profesores  de  las  be- 
llas artes,  mas  por  desgracia  no  formaron  una  escuela  digna  de  su 
saber  y  conocimientos,  y  pocos  años  después  de  la  muerte  de  Gil, 
las  medallas  que  como  veremos,  se  acuñaron  en  gran  número,  for- 
man con  las  suyas  un  triste  contraste. 

Todas  estas  públicas  solemnidades  daban  lugar  á  certámenes'  li- 
terarios, en  que  para  obtener  los  premios  ofrecidos  y  todavía  más 

(49)  Ea  la  Gaceta  de  7  de  Enero  de  1804,  tom.  12  n.  3  fol.  19,  está  la  re- 
lación por  menor  de  la  conducción  y  colocación  de  esta  estatua  por  el  virrey 
Iturrigaray,  habiéndose  puesto  una  provisional  de  yeso  por  Branciforte. 

(50)  Qui  ingenuas  revocavit  artes^  se  puso  con  razón  en  la  medalla. 


.»• 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  141 

por  la  gloria  de  merecerlos,  competían  los  poetas  y  los  oradores  en 
composiciones  castellanas  y  latinas,  muchas  de  ellas  muy  aprecia- 
bles  y  sobre  iodo  las  últimas  muy  superiores  á  lo  que  pujjiera  pre 
sentarse  hoy  en  aquella  línea.  La  afición  á  la  lectura  se  iba  exten- 
diendo, abundando  los  buenos  libros  por  el  aumento  que  el  comer- 
cio de  ellos  habia  tenido  en  Madrid  y  otras  ciudades  de  España,  y 
no  era  raro  encontrar  bibliotecas  bien  compuestas  en  las  casas  de 
1d.«  particulares,  no  solo  en  la  capital,  sino  también  en  las  ciudades 
de  provincia.  (51)  Los  libros  prohibidos,  no  obstante  las  escrupu- 
losas pesquisas  de  la  Inquisición,  circulaban  bajo  de  mano  y  algu- 
nas personas  aun  eclesiásticas  los  leian,  (52)  pocos  con  licencia,  y 
los  más  sin  formar  mucho  escrú])nlo  de  hacerlo  sin  ella.  Esta  clase 
de  lecturas  habia  ido  difundiendo,  aunque  todavía  entre  pocas  per- 
sonas, los  principios  y  máximas  de  los  filósofos  del  siglo  pasado,  y 
la  Inquisición,  que  hasta  entonces  no  habia  tenido  que  perseguir 
más  que  á  los  judíos  portugueses,  bigamos  y  frailes  apóstatas,  tu- 
vo esto  nuevo  campo,  que  por  desgracia  vino  á  ser  tan  fructífero, 
que  algunos  años  después  los  inquisidores  solicitaron  que  se  les 
aumentase  el  sueldo,  por  el  gran  aumento  de  trabajo  que  el  liber- 
tinaje y  la  incredulidad  les  daba,  pues  tenían  mas  de  mil  causas 
pendientes.  (53)  Entre  los  presos  y  procesados  por  aquel  tribunal, 
por  adictos  á  las  opiniones  de  la  escuela  filosófica  de  aquel  siglo, 
fáé  uno  el  catedrático  de  matemáticas  del  colegio  do  Gruanajuato, 
Rojas,  qiie  después  del  autillo  y  reclusión  á  que  fué  condenado,  se 
huyó  á  Nueva  Orleans. 

El  rumbo  que  así  iban  tomando  las  cosas,  puso  en  alarma  al  go- 
bierno, que  quiso  contener  el  impulso  ya  recibido,  impidiendo  en 
Venezuela  el  estudio  de  la  filosofía  moderna,  y  haciendo  cesar  en 
Guatemala  la  sociedad  patriótica  y  el  periódico  que  ésta  publica- 

(.51)  Eq  Guanajuato  habia  cuatro  bibliotecas  de  más  Je  rail  volúmenes 
entre  particulares,  ademas  de  las  muy  selectas  del  intendente  Riañoy  del,  cu- 
nx  Dr.  D.  Antonio  Labarrieta, 

(52  El  ob.  Abad  y  dueipo  estaba  en  este  núm.  y  fu6  uno  de  los  puntos  de 
la  denuncia  que  corjtraél  hicieron  á  hi  inquisición  los  carmelitas  de  Valladol id. 

(.53)  Esta  solicitud  la  recomendó  el  virrey  Ituvrigaray  al  ministro  Caballé 
ro,  en  carta  núm.  303  que  se  halla  en  el  tomo  220  de  la  correspondencia  de 
los  vireyes  con  la  corte,  en  el  archivo  general.  El  sueldo  de  los  inquisidores  era 
3.140  ps.  y  casa. 


142  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^m^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^»^^*^^^^^^ 


ba.  En  México,  este  género  de  impresos,  los  más  á  propósito  pa- 
ra difundir  rápidamente  las  ideas  buenas  ó  malas,  y  con  más  fre- 
cuencia éstas  que  aquellas,  vino  á  ser  materia  de  rigurosa  vigilan- 
cia. Durante  los  dos  siglos  de  la  dominación  austríaca,  no  hubo 
otros  papeles  públicos  que  las  gacetas  generales  o  relaciones  de  los 
sucesos  de  flota  á  flota,  en  que  la  parte  principal  la  ocupaban  las 
provisiones  de  empleos,  mitras  y  canongías,  especialmente  de  la 
Nueva  España,  dándose  razón  separadamente  de  alguna  batalla 
famosa,  de  la  aparición  de  algún  cometa  ú  otro  suceso  notable.  En 
1728,  í'D.  Juan  Francisco  Sahagun  de  áirévalo.  Ladrón  de  Gue- 
vara, clérigo  presbítero  del  arzobispado  y  primer  historiador  y  cro- 
nista de  la  ciudad  de  México,  n  (54)  comenzó  á  publicar  una  gace- 
ta mensual,  que  contenia  las  noticias  de  las  elecciones  anuales  de 
los  alcaldes  y  regidores  de  los  Ayuntamientos  y  prelados  de  las  re- 
ligiones, la  muerte  de  las  personas  principales  y  todos  los  suce- 
sos notables  del  reino,  con  muy  poco  de  Europa  y  algunas  noti- 
cias históricas,  y  así  continuó  hasta  fin  del  año  1739;  mas  des- 
de el  año  de  40  cesó  la  publicación  y  ya  salió  solamente  un  núme- 
ro mensual  para  los  tres  años  de  40,  41  y  42.  Antes  que  el  P.  Sa- 
hagun, habia  escrito  también  algo  de  este  género  el  lUmo.  Sr.  D. 
Juan  Ignacio  Castoreña  y  Ursúa,  originario  de  Zacatecas  y  nom- 
brado obispo  de  Yucatán  en  1739,  de  quien  Beristain  en  su  Bi- 
blioteca dice  haber  sido  "el  primero  que  publicó  en  México  gacetas 
ó  periódicos,  II  pero  sin  dar  otra  noticia  de  cuales  fueron  estos,  y  en 
1768  el  presbítero  D.  Antonio  Álzate,  nacido  en  Ozumba  cerca  de 
Chalco,  empezó  ádar  á  luz  las  "gacetas  de  literatura  (55)  que  contri- 
buyeron mucho  á  esparcir  buenos  conocimientos,  particularmente 
sobre  las  ciencias  exactas  y  naturales,  á  cuyo  estudio  se  habia  apli- 
do  el  autor,  el  cual  mereció  por  sus  diversas  obras,  ser  nombmdo 
socio  corresponsal  de  la  Academia  de  las  ciencias  de  Paris. 

No  contribuyó  menos  al  mismo  objeto  el  doctor  en  medicina  I). 
José  Ignacio  Bartolache,  con  su  Mercurio  volante,  que  contiene 
noticias  importantes  y  curiosas  sobre  física  y  medicina,  y  comenzó 

(64)  Son  los  títulos  que  él  mismo  se  da  en  su  gaceta. 
(56)  Esta  obra  se  reimprimió  en  Puebla  por  el  Dr.  Troncoso,  eu  cuatro  to- 
mos en  4''  en  el  año  de  1831,  en  la  impronta  del  hospital  de  San  Pedro. 


HISTORIA  D£  Ml^^ICO.  14S 

á  salir  en  1772.  (56)  Desde  Enero  de  1764  se  publicó  la  gaceta  con 
nn  pliego  pequeño  cada  quince  dias,  de  que  tenia  privilegio  á  prin- 
cipios del  siglo  presente,  Don  Manuel  Antonio  Valdés,  pero  desde 
Enero  de  1806,  habiéndose  encargado  de  la  redacción  Don  Juan 
López  Cancelada,  se  publicaron  dos  números  semanarios,  reducién- 
dose en  su  mayor  parte,  á  la  reimpresión  de  las  noticias  insertas  en 
las  gacetas  del  gobierno  de  Madrid.  El  Diario  de  México,  estable- 
cido por  el  alcalde  de  corte  Villa  Umitia,  que  empezó  á  salir  en 
1**  de  Octubre  de  1805  en  medio  pliego  pequeño,  y  el  de  Veracruz 
en  la  misma  forma,  no  contenian  mas  que  piezas  de  poesía  y  noti- 
cias literarias  6  estadísticas,  y  el  segundo  estaba  dedicado  especial- 
.  ment^  al  comercio.  Un  oidor,  que  solia  ser  el  decano,  era  el  censor 
de  la  gaceta,  y  el  virrey  Iturrigaray  se  encargó  de  serlo  personal- 
mente del  Diario,  cuando  permitió  su  publicación  después  de  ha- 
berla suspendido  por  algún  tiempo.    Los  catecismos  y  libros  ele- 
mentales y  el  calendario,  se  publicaban  por  privilegio,  y  todos  los 
demás  escritos  se  sometían  untes  de  su  impresión  á  examen  por  la 
autoridad  civil  y  la  eclesiástica,  y  para  que  saliesen  á  luz  era  nece- 
saria la  licencia  de  ambas. 

El  largo  hábito  de  la  obediencia  absoluta  al  monarca,  habia  he- 
cho de  ésta  un  principio  asentado  y  por  todos  reconocido.  Sin  em- 
bargo, se  veia  con  disgusto  por  los  mexicanos  la  continua  salida  de 
dinero  para  la  metrópoli  y  para  los  situados  de  América  y  Asia,  y 
entre  las  personas  ilustradas  se  comenzaban  á  difundir  algunas  es- 
pecies poco  favorables  á  la  autoridad  de  los  reyes  de  España,  mu- 
cho más  cuando  algún  incidente  particular  excitaba  la  rivalidad  en- 
tre europeos  y  americanos,  que  aunque  en  muchas  poblaciones  co- 
mo en  Veracruz  y  Guanajuato,  casi  no  era  conocida  entre  la  gente 
principal,  en  otras  se  manifestaba  con  viveza.  Así  fué  como  en  Va- 
lí adolid  de  Michoacan,  habiendo  vacado  dos  plazas  de  regidores 
(le  aquel  Ayuntamiento,  hizo  postura  á  la  una  D.  José  Joaquin  de 
Itarbide,  europeo,  y  á  la  otra  á  D.  José  Bernardo  Foncerrada, 
criollo,  y  habiéndose  presentado  á  competir  con  éste  D.  José  An- 

(56)  BeriBtain,  t<Mn.  Vt  en  el  art.  relativo  fol.  167,  compara  á  Bartolache 
con  el  ángel  que  movia  las  aguas  en  la  piscina,  por  los  baenos  efectos  qñe 
produjo  el  impulso  que  dio  á  las  ciencias  con  este  periódico.  . 


;«* 


144  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

tonio  Calderón,  europeo  también,  Foncerrada  se  irritó .  tanto,  que 
hizo  subir  la  postura  á  una  cantidad  exorbitante,  en  términois  que 
el  virrey  Mayorga,  para  cortar  la  contienda,  creyó  pfudente  man* 
dar  que  se  fíjase  por  tasación  el  precio  del  empleo,  y  este  se 
sortease  entre  los  contendientes  Foncerrada  y  Calderón,  y  habién^ 
dolé  tocado  á  este  último,  Foncerrada  se  expresó  agriamente  con- 
tra los  europeos  y  contra  la  autoridad  y  derechos  del  rey,  de  lo  que 
hizo  denuncia  en  18  de  Julio  del  afio  1785,  el  Padre  prior  del 
Carmel  de  Valladolid  Fr.  José  de  S.  Martin,  (57)  al  ministro 
de  Indias  Gal  vez,  y  éste  mandó  por  rea)  orden  de  11  de  Marzo  de 
1786,  dirijida  al  virrey  su  sobrino  conde  de  Galvez,  que  informase 
reservadamente  el  corregidor  de  aquella  ciudad  D.  Policarpo  Dá- 
vila.  El  denunciante  decia  que  si  Foncerrada,  que  no  tenia  á  su 
disposición  más  que  los  rancheros  de  mangas  que  formaban  la  com- 
pañía de  milicias  de  Tancitaro,  agregada  después  al  regimiento  de 
Pátzcuaro,  contase  con  mayores  medios,  era  capaz  de  hacer  una 
revolución.  El  informe  de  Dávila  fué  prudente  y  las  cosas  no  pa- 
saron adelante. 

Estas  opiniones  sin  embargo  eran  enteramente  aisladas  y  reduci- 
das á  pocos  individuos,  y  la  fidelidad  de  la  Nueva  España  perma- 
necía inalterable,  como  lo  habia  sido  durante  tres  siglos.  Las  revo- 
luciones que  en  este  largo  período  hubo,  si  se  exceptúa  la  que  tra- 
maron los  hijos  de  los  conquistadores  pai*a  conservar  los  reparti- 
mientos de  indios,  no  fueron  mas  que  motines  accidentales,  exci- 
tados por  causas  pasajeras  y  en  que  solo  tomó  parte  la  plebe,  como 
los  ocurridos  en  México  en  1692  por  la  escasez  y  carestía  do  co- 
mestibles, y  en  Guanajuato  y  San  Luis  Potosí  por  la  expulsión  de 
los  jesuítas.  Durante  la  guerra  de  sucesión,  la  América  toda  se 
conservó  adicta  á  la  casa  de  Borbon,  cuyo  dominio  tuvo  tiempo  de 
afirmarse  antes  de  comenzar  las  hostilidades,^  y  Felipe  V,  ocupado 

(57)  La  denuncia  y  todo  lo  actuado  en  consecuencia  de  ella,  está  en  el  ar 
chivo  reservado  de  los  virreyes.  El  Foncerrada  de  que  se  trata,  fué  padre  de 
D.  Melchor  de  Foncerrada,  oidor  de  México,  nombrado  después  consejero  de 
Estado  y  de  D.  José  Cayetano,  canónigo  de  México  y  diputado  en  las  cortes 
de  Cádiz.  El  mismo  D.  José  Bernardo  hizo  en  Valladolid  la  jura  de  Carlos 
iV  en  1791,  cerno  alférez  real,  y  con  este  motivo  hizo  acuñar  con  su  nombre 
nna  medalla  por  Gil. 


J 


HISTORIA  DE  MÉnCO.  145 

Madrid  por  dos  veces  por  las  tropas  aliadas  que  sostenian  los  de- 
rechos de  la  casa  de  Austria,  creyendo  no  poderse  conservar  en  el 
trono  de  España,  pensó  en  trasladarse  á  México  y  hacer  de  esta 
ciudad  la  capital  de  sus  dominios  ultramarinos.  *E1  mismo  gobier- 
no  español  fué  el  que  estableció  el  principio  y  origen  de  donde  ha- 
bia  de  dimanar  la  pérdida  de  hus  posesiones  en  el  continente  de 
América:  celebrado  imprudentemente  por  Carlos  III  el  pacto  de 
familia  tan  funesto  para  España,  ésta  se  vio  arrastrada  contra  sus 
intereses  verdaderos  á  todas  las  guerras  que  se  suscitaron  entre  la 
Francia  y  la  Inglaterra,  y  añadiendo  error  á  error,  favoreció  y  au- 
xilió por  esta  misma  causa  la  revolución  de  las  colonias  inglesas 
de  América.  Apenas  se  habia  firmad-cr  el  tratado  de  París  de  1783, 
por  el  que  fué  reconocida  la  independencia  de  los  Estados-Unidos 
cuando  el  ministro  mismo  que  acababa  de  celebrarlo  por  (Srden  de 
la  Corte,  el  conde  de  Aranda,  manifestó  al  rey  en  una  exposición 
,  que  pudiera  llamarse  prof ética,  las  consecuencias  inevitables  que 
iba  á  tener  el  paso  imprudente  que  contra  su  opinión  se  habia  da- 
do, y  desarrollando  con  admirable  perspicacia  cuál  habia  de  ser  la 
política  ambiciosa  de  la  nueva  república,  y  los  deseos  de  imitarla 
que  indispensablemente  hablan  de  nacer  en  las  colonias  españolas, 
propuso  con  el  acierto  y  previsión  digna  de  un  hombre  de  Estado, 
^1  único  remedio  que  en  su  concepto  quedaba  para  asegurar  á  la 
España  las  ventajas  del  Nuevo  Mundo,  dando  á  las  posesiones  que 
en  éste  tenia,  ima  forma  capaz  de  resistir  los  embates  de  una  nue- 
va naturaleza  á  que  el  dominio  español  iba  á  verse  expuesto,  esta- 
bleciendo para  ello  tres  de  los  infantes  sobre  loa  tronos  que  hablan 
de  erijirse  en  México,  el  Perú  y  Nueva  Granada,  tomando  el  rey 
de  España  el  título  de  emperador  y  ligando  por  convenientes  con- 
diciones todas  las  cuatro  monarquías,  de  suerte  que  no  pudiesen 
salir  de  la  familia  real  de  España,  y  se  mantuviesen  siempre  uni- 
das por  la  reciprocidad  de  los  intereses.  (58)  Estos  prudentes  con- 

(58)  Esta  Memoria  del  conde  de  Aranda  ha  sido  publicada  por.Coxe,  en  su 
excelente  ^^Historía  do  Espafia  bajo  el  gobierno  de  los  reyes  de  la  casa  de 
Borbon,"  tomo  6*?,  capítulo  3?  adicional,  fol.  45  de  fá  traducción  francesa  de 
I>.  Andrés  Muriel,  con  muy  interesantes  adiciones  del  traductor.  París  1827. 
Seta  misma  Memoria  fué  traducida  y  publicada  en  el  periódico  de  México  ti- 
tulado "-£/  Tiempo'''  en  el  año  de  1846. 

TOMO  I. — 19 


146  HISTORIA  BE  MÉXICO. 


^^^^^'^^^^^«^^^i^^^N^^K^^^^^^^^^%^^^^^^^^^^^P^^^^^^^^^^^«^^*^^^*^t^^^^^^^^^^^lta^^^^^^^^^^^^*^^^^^^^^^#*^^^^^^^^ 


V 


sejos  no  fueron  escuchados,  y  aunque  en  Nueva  Espafía  por  la  di- 
ficultad de  las  comunicaciones  y  el  cuidado  vigilante  en  embara- 
zarlas, el  ejemplo  de  la  nueva  república  no  hubiese  producido  un 
efecto  muy  inmedlatoi  se  echó  de  ver  luego  su  influencia  en  Nue- 
va Granada  y  Venezuela,  y  aunque  más  lentamente  en  México  tam- 
bién, comenzando  desde  aquella  época  á  manifestarse  intentos  de 
revolución,  de  otra  naturaleza  muy  diversa  de  los  que  hasta  enton- 
ces habían  aparecido. 

'  La  vigilancia  del  gobierno  fué  por  esto  mismo  mayor,  y  sus  te- 
mores parece  que  excedieron  del  motivo  que  realmente  habia  de 
tenerlos.  Aumentáronse  estos  con  la  revolución  de  Francia,  y  por 
las  doctrinas  sediciosas  que  por  ella  se  propagaron,  lo  que  hizo  que 
el  virrey  marqués  de  Branqiíorte  excitase  repetidamente  el  zelo, 
no  muy  tibio  por  cierto,  de  la  Inquisición,  para  no  dejarlas  echar 
raíz,  persiguiendo  de  acuerdo  ambos  autoridades  á  los  franceses, 
que  no  obstante  la  severa  prohibición  de  no  dejar  entrar  extranje- 
ros en  el  país,  con  diversos  pretextos  se  hablan  ido  introduciendo, 
muchos  de  los  cuales  fueron  llevados  á  las  cárceles  de  la  Inquisi- 
ción, otros  á  la  de  la  Corte,  y  todos  con  muy  pocas  excepciones 
obligados  á  salir  del  reino.  Extendióse  la  persecución  á  varios  es- 
pañoles y  mexicanos,  y  entre  éstos  fué  comprendido  más  adelante 
como  se  ha  dicho  D.  José  Antonio  Rojas,  el  cual  desde  Nueva  Or- 
leans  á  donde  pudo  retirarse,  dirigió  á  todas  las  autoridades  y  mul- 
titud de  personas  particulares,  una  relación  impresa  de  los  proce- 
dimientos de  que  habia  sido  víctima,  explicándose  de  la  manera 
más  cáustica  contra  los  que  entendió  hablan  sido  sus  delatores,  y 
terminando  con  presentar  á  sus  paisanos  el  cuadro  de  la  felicidad 
de  los  habitantes  de  los  Estados-Unidos,  y  los  artículos  esenciales 
de  su  Constitución,  que  debian  ser  objeto  de  la  imitación  délos  me- 
xicanos. Este  papel  fué  prohibido  por  un  edicto  fulminante  de  la 
Inquisición  y  recojidos  bajo  pena  de  excomunión,  todos  los  ejem- 
plares que  hablan  venido;  pero  todo  esto  iba  produciendo  un  efec- 
to acaso  más  profundo,  por  lo  mismo  que  era  más  lento.  Las  cau- 
sas de  infidencia  vinieron  á  ser  frecuentes,'iy  de  las  mas  notables  de 
ellas  será  conveniente  dar  alguna  noticia.  (59) 

^69)  En  el  archivo  secreto  de  los  vlrrojres,  se  encuentra  la  correspondeaGÍa 


HI6T0KIA    DE    MÉXICO.  147 

La  primera  fué  la  que  se  comenzó  en  1794  contra  D.  Juan  Gue- 
rrero y  socios,  por  el  intento  que  concibieron  de  alzarse  con  el  rei- 
no. El  autor  de  la  conspiración  y  los  principales  cómplices  eran 
europeos.  Guerrero  era  natural  de  Estepona  en  el  reino  de  Gra- 
nada, y  habia  venido  de  Filipinas  en  calidad  de  contador  de 
la  nao  S.  Andrés.  Se  quedó  en  Acapulco  por  enfermedad,  y 
habiendo  subido  á  México,  solicitó  se  le  pagase  su  sueldo,  lo 
que  se  le  negó  por  el  virrey  Revilla  Gigedo,  diciéndole  que 
ocurriese  á  ManiFa.  La  miseria  á  que  quedó  reducido  le  hizo 
proyectar  una  revolución,  y  habiendo  pensado  apoderarse  de  la 
nao  á  su  vuelta  á  Manila,  para  ir  á  conquistar  con  ella  íilguna  pro- 
vincia de  China,  se  fijóen  el  plan  de  sorprender  una  noche  al  ma- 
yor de  plaza  de  México  amenazándole  quitarle  la  vida  para  obli- 
garle^á  firmar  una  orden  en  virtud  de  la  que  se  pusiesen  á  su 
disposición  ciento  cincuenta  hombres  de  alguno  de  los  regimientos 
de  la  guarnición,  y  dejando  á  aquel  jefe  bien  asegurado,  marchar 
con  esta  tropa  á  la  cárcel  de  la  Acordada:  poner  en  libertad  ocho- 
cientos criminales  que  en  ella  habia:  hacer  lo  mismo  en  la  cárcel 
de  Corte  y  en  la  de  ciudad,  y  con  estos  forajidos,  hacere  de  las  per- 
sonas del  virrey,  del  arzobispo  y  de  los  oidores:  echarse  sobre  los 
caudales  de  la  casa  de  moneda,  de  la  tesorería  y  de  los  más  ricos 
comerciantes:  levantar  en  el  palacio  una  bandera  llamando  al  pue- 
blo á  la  libertad,  y  conceder  á  los  indios  la  de  los  tributos:  de  Ve- 
racruz  creia  apoderarse  con  solo  mandar  un  enviado,  y  abrir  el 
puerto  á  los  buques  do  todas  las  naciones,  sin  dejar  salir  ninguno 
para  que  no  llegase  la  noticia  á  España,  aunque  temia  poco  de  la3 
tropas  que  de  allá  pudiesen  venir,  estando  aquel  gobierno  ocupa- 
do en  otras  atenciones.  Comunicó  este  plan  al  presbítero  D.  Juan 
Vara,  capellán  del  regimiento  de  la  Corona,  gallego,  aunque  habia 
recibido  las  órdenes  en  México,  á  quien  ofreció  hacerlo  Arzobispo, 
y  á  D.  José  Rodríguez  Valencia,  andaluz,  de  profesión  peluquero, 
mayordomo  que  habia  sido  del  regente  de  Guadalajara  Beleña,  el 

seguida  por  Branciforte  con  la  laquisicion  sobre  todos  estos  incidentes, 
y  hay  también  ejemplares  del  atroz  papel  de  Rojas.  Todas  las  causas  de  que 
bablo  se  hallan  en  el  archivo  general,  y  son  muy  voluminosas,  habiéndose  sa- 
cadki  de  {días  teétimonios  hasta  por  triplicado  para  remitir  á  Ésp&ña. 


148  HISTORIA  PK  MÉXICO. 

cual  debia  ser  nombrado  embajador  á  los  Estados-Unijios  para 
pedir  auxilios,  ofreciendo  á  aquel  gobierno  grandes  ventajas.  Eii- 
traron  también  en  la  conspiración  D.  Antonio  Reyes,  alias  Obispo; 
oficial  retirado  de' dragones  de  Espaila,  de  cuyo  cuerpo  habia  sali- 
do" con  licencia  absoluta;  D.  Mariano  de  la  Torre,  guarda  del  taba- 
co, y  D.  José  Tamayo,  maestro  barbero:  estos  tres  últimos  ameri- 
canos. El  P.  Vara  dio  conocimiento  de  lo  que  se  intentab.ít,  á  D. 
Antonio  Recarey  Caamafio  su  paisano,  en  cuya  casa  vivía,  que  era 
uno  de  los  principales  plateros,  arte  que  entonces  estaba  florecien- 
te, y  Caamaño  hizo  inmediatamente  la  denuncia  al  alcalde  de  Cor- 
te D.  Pedro  Valejazuela,  y  persuadió  al  P.  Vara  á  que  se  denun- 
ciase él  mismo  al  arzobispo  Haro.  Preso  Guerrero  en  15  de  Se- 
tiembre de  aquel  año,  lo  fueron  en  seguida  los  demás  cómplices, 
y  después  de  largas  actuaciones,  en  las  que  el  fiscal  Borbon  pi- 
dió so  pusiese  á  Guerrero  á  cuestión  de  tormento,  la  audiencia 
acordó  se  diese  cuenta  al  rey,  sin  proceder  á  imponer  castigo 
alguno  en  espera  de  su  resolución,  lo  que  dio  motivo  á  la  re- 
al  orden  de  27  de  Marzo  del  ano  1800,  por  laque  se  dispu- 
so, con  consulta  del  Consejo  de  Indias,  en  atención  á  la  larga 
prisión  y  padecimientos- de  los  reos,  que  Guerrero  fuese , destinado 
por  seis  afios  al  presidio  del  Perlón  en  la  costa  de  África,  del  que 
no  pudiese  salir  aun  después  de  concluida  su  condena,  sin  real  per- 
miso y  noticia  de  su  enmienda;  que  el  P.  Vara  se  remitiese  bajo 
partida  de  registro  á  Galicia,  encargando  al  arzobispo  de  Santiago 
que  luego  que  llegase,  lo  pusiese  recluso  en  un  convento  ó  casa  do 
ejercicios  espirituales,  por  todo  el  tiempo  que  estimase  suficiente 
hasta  que  diese  señales  de  verdadero  arepentimiento,  con  perpe- 
tua prohibición  de  volver  á  la  América;  en  cuanto  á  D.  José  Ro- 
dríguez Valencia,  se  le  desterró  perpetuamente  de  todos  los  domi- 
nios de  Indias,  mandándolo  bajo  partida  de  registro  á  su  patria, 
que  era  Cártama  en  el  reino  de  Granada.  Tamayo  habia  muerto 
en  la  prisión;  Torre  fué  destinado  también  al  Pefton  por  dos  aüoa 
y  Reyes  habia  sido  remitido  ya  á  España.  Al  ejecutar  estas  dis- 
posiciones resultó  que  el  presbítero  Vara  se  habia  fugado  del  Cas- 
tillo de  San  Juan  de  TJlúa,  en  donde  estaba  preso:  Guerrero  se  de- 
tuvo por  enfermedad  en  Perote,  y  su  genio  enredador  preyaleció 


HISTORIA  DE  MIÉXÍOO.  I4d 

de  tal  manera  sobre  la  bondad  del  gobernador  D.  Jayme  Alzubi- 
de,  que  este  le  confió  su  correspondencia,  y  lo  detuvo  á  pretexto 
de  enfermedad,  cuando  sus  compañeros  marcharon  á  Vera  cruz,  lo 
que  hizo  que  el  ministro  contador  D.  José  Govantes  informase 
reservadamente  de  lo  que  pasaba  al  virrey  Marquina,  quien  dio 
orden  terminante  para  que  se  le  hiciese  salir,  como  se  verificó, 
y  todos  fueron  embarcados  para  sus  destinos  en  Enero  de  1802. 

Por  este  mismo  tiempo  otro  aventurero  español,  D.  Francisco 
Antonio  Vázquez,  oficial  de  marina,  denunció  una  conspiración  tra- 
mada, según  decia,  entre  las  personas  más  notables  del  reino  para 
entregarlo  á  los  ingleses,  con  cuyos  auxilios  contaban,  estando  á  la 
sazón  aquella  potencia  en  gueira  con  la  España.  Para  hacerse  de 
la  confianza  del  conde  de  Pérez  Galvez,  el  denunciante  fingió  ser 
su  pariente,  tomando  el  nombre  de  Benitez  Galvez,  y  supuso  que 
éste  y  la  familia  de  Barragan,  una  de  las  más  acaudaladas  de  Rio 
Verde,  estaban  en  la  conjuración. 

Si  el  plan  de  Guerrero  no  era  más  que  una  fantasía  de  una  ima- 
ginación andaluza  excitada  por  la  miseria,  impracticable  en  su  eje- 
cución, para  la  que  no  contaba  con  medios  algunos,  de  que  aun  él 
mismo  parecia  haber  desistido  cuando  fué  preso,  y  por  lo  mismo 
ftté  excesiva  la  pena^ue  se  le  impuso  después  de  ocho  años  de  pri- 
sión, y  de  estos,  cuatro  en  uñ  calabozo,  y  algún  tiempo  con  grillos; 
la  conspiración  denunciada  por  Benitez  Galve¿,  no  parece  haber 
sido  otra  cosa  que  un  medio  forjado  para  adquirir'  el  mérito  de  la 
delación.  Después  de  muchas  trámites,  el  virrey  Marquina  en  1801 
remitió  á  España  bajo  partida  de  registro  al  denunciante. 

Más  formalidad  tuvo  la  conspiración  llamada  ndelos  machetes,  n 
tramada  por  D.  Pedro  Portilla,  cobrador  de  los  derechos  déla  ciu- 
dad de  México,  en  la  plazuela  de  Santa  Catarina.  Dio  conocimien- 
to de  ella  al  virrey  Azanza  en  10  de  Octubre  de  1799,  D.  Isidoro 
Francisco  de  Aguirre,  recien  llegado  á  México  de  Guadalajara, 
donde  habia  estado  empleado  en  el  resguardo  del  tabaco,  y  siendo 
primo  de  Portilla,  éste,  creyéndole  quejoso  del  gobierno,  lo  puso 
en  el  secreto  de  lo  que  se  intentaba.  Los  conspiradores'  eran  trece, 
todos  parientes  ó  amigos  de  Portilla,  algunos  de  ellos  guardas  de 
las  plazas  de  la  ciudad,  y  otros  oficiales  de  relojeria  y  platería.  Tsf 


150  HISTORIA  DE  M¿SIOO. 


^^^^^^^^^^^^^^^^* 


^^^^^^^^^^ 


nian  sus  juntas  en  una  casa  que  para  este  objeto  habian  tomado 
en  el  callejón  de  los  Gachupines  número  7,  y  habían  comprado  y 
hedió  afilar  algunos  machetes,  de  donde  esta  conjuración  tomó  su 
nombre.  El  objeto  de  ella  era  hacer  una  revolución  para  apoderar- 
se del  reino,  echando  de  él  ó  dando  muerte  á  los  gachupines  toman- 
do por  insignia  una  venera  ó  medalla  con  la  imagen  de  la  Virgen 
de  Guadalupe.  Los  medios  de  ejecución  venian  á  ser  los  miamos 
proyectados  por  Guerrero,  y  se  reduelan  á  apoderarse  de  las  car- 
celes,  poner  en  libertad  á  los  presos,  y  con  éstos  hacerse  dueños 
del  palacio  y  las  oficinas:  prender  á  las  autoridades  y  á  los  euro- 
peos, tomándoles  sus  caudales,  y  convocar  al  pueblo  por  una  pro^ 
clama,  dejando  para  después  resolver  si  el  gobierno  habia  de  ser 
un  congreso  como  en  los  Estados  Unidos,  ii  otra  forma  que  se  eli^ 
giese.  II  Aunque  las  circunstancias  de  los  sujetos  que  habian  forma- 
do este  proyecto,  dice  el  virrey  Azanza  en  el  informe  reservado  que 
hizo  al  rey  en  30  de  Noviembre  del  mismo  aflo,  me  debieron  dar 
poco  cuidado,  pues  ni  por  su  crédito,  ni  por  sus  facultades,  ni  por 
su  talento  eran  propios  para  una  empresa  de  esta  especie;  pero  co- 
mo por  una  grande  fatalidad,  existe  en  esta  América  una  antigua 
división  y  arraigada  enemistad  entre  europeos  y  criollos,  enemistad 
capaz  de  producir  las  más  funestas  resultas,  y  ^ue  siempre  debe 
ser  temible  por  ellas  al  gobierno,  tuve  por  preciso  mirar  seriamen 
te  este  asunto,  y  tomar  activas  providencias  para  cortar  el  mal  an- 
tes que  adquiriese  incremento.»  Siguiendo  el  virrey  por  medio  de 
Aguirre  el  hilo  de  la  trama,  cuando  consideró  que  era  ya  ticimpo 
de  asegurar  á  los  reos  y  proceder  contra  ellos,  convocó  una  junta 
del  regente  de  la  audiencia  y  de  varios  ministros  de  ella;  en  la  que 
se  acordó  se  procediese  á  la  prisión,  verificándola  en  el  acto  de  es- 
tar reunidos  los  conspiradores,  y  asi  se  efectuó  en  la  noche  del  9 
de  Noviembre  sin  ruido  ni  escándalo,  por  el  alcalde  de  corte,  D. 
Joaquin  de  Mosquera  y  Figueroa,  natural  de  Caracas,  y  á  quien 
veremos  en  el  curso  de  esta  historia  ocupar  má^  altos  puestos,  n Tú- 
vose el  mayor  cuidado,  dice  el  virrey  en  su  citado  informe,  en  ocul- 
tar al  pueblo  el  motivo  de  la  prisión  para  evitar  hablillas  y  reflexio- 
nes peligrosas,  y  pávulo  al  encono  que  desgi'aciadariiente  reina 
entre  europeos  y  criollos,  n  y  aunque  asegura  que  consideraba  con 


HISTORIA  DE  MÉXTÓO.  151 

esto  'cortada  en  su  origen  una  conspiración  que  califica  por  nde 
mala  naturaleza,  por  la  disposición  que  habia  en  el  pueblo  á  divi- 
dirse en  los  partidos  de  gachupines  y  crioUos^n  se  tiene  entendido 
que  Azanza  veia  próximo  un  movimiento,  y  estaba  ansioso  de  dejar 
el  mando.  La  causa  se  siguió,  no  solo  con  la  lentitud  que  requie- 
ren los  trámites  en  negocios  en  que  se  hallan  complicados  varios 
reos,  sino  con  la  que  exigía  la  circunstancia  de  procederse  con  el 
miramiento  que  pedian  las  consideraciones  de  la  política;  por  lo 
que  según  en  ella  se  adelantaba,  se  daba  cuenta  al  virrey  por  el  juez 
comisionado,  y  se  acordaba  en  la  junta  de  ministros  que  éste  habia 
formado  desde  el  principio,  lo  que  con  venia  seguir  haciendo,  no  ha- 
biéndose llegado  á  pronunciar  sentencia,  que  los  fiscales  de  lo  cri- 
minal y  lo  civil  pidieron  fuera  meramente  consultiva,  dándose  con 
ella  cuenta  al  rey,  y  aguardando  su  resolución.  Varios  de  los  reos 
murieron  en  la  prisión,  y  otros  continuaron  en  ella,  sin  que  en  los 
cumulosos  autos  que  se  formaron,  se  vea  cual  fué  la  terminación. 
El  principal,  Portilla,  ha  vivido  hasta  estos  últimos  tiempos,  y  he- 
cho algún  papel  después  de  la  independencia. 

En  el  gobierno  del  virrey  Marquina  so  descubrió  ima  conspiríi- 
cion  de  indios  en  la  Nueva  Galicia,  suscitada  por  uno  de  ellos  Jla- 
mado  Mariano,  hijo  del  gobernador  del  pueblo  de  Tlaxcala,  que 
pretendia  hacerse  rey,  y  tenia  relaciones  con  los  pueblos  de  Colo- 
tlan  y  Nayarit.  Se  suponia  que  era  fomentado  por  una  persona  ti- 
tulada de  México,  que  se  creia  ser  el  conde  de  !Mira valles,  dueño 
de  considerable  extensión  de  tierras  en  las  inmediaciones  de  Te- 
pie,  y  que  todo  se  hacia  con  conocimiento  y  auxilio  de  los  ingleses: 
la  mujer  de  José  Jerónimo  Pérez,  indio  del  pueblo  de  Izcatlan,  que 
se  hallaba  preso  en  Tepic  á  causa  de  la  conspiración,  comunicó  á 
Manuela  Maldonado  que  el  dia  de  la  Virgen  de  Guadalupe  del  afio 
de  1800,  habian  de  alumbrar  en  la  festividad  de  su  santuario  inme" 
diato  á  México,  unos  cirios  compuestos  de  mixtos  incendiarios,' 
ofrecidos  de  limosna,  para  que  á  cierta  seflal  aludiese  el  templo,  y 
en  medio  de  la  confusión  que  esto  causase,  se  haría  volar  el  pala- 
cio del  virrey,  que  estaría  de  antemano  minado  por  sus  cuatro  án- 
gulos, y  que  los  indios  en  general  estaban  en  comunicación  con.  los 
tlaxcaltecas  y  los  de  la  Sierra.  Esta  misma  especie  difundió  en  Te- 


152  HISTOBJA  BE   MÉXICO. 

pie  xm  transeúnte  desconocido  que  pasaba  á  Sonora.  La  .Maldpnia 
do  puso  todo  en  conocimiento  de  D.  José  Maldonado,  vecino  de 
Tepic,  en  cuya  casa  se  había  criado  y  cuyo  nombre  había  tomado 
por  este  motivo,  y  éste  dio  parte  al  comandante  de  aquel  punto, 
quien  á  su  vez  lo  dio  al  presidente  de  Guadalajara,  D.  José  Fer- 
nando Abascal,  el  cual  comisionó  en  30  de  Abril  de  1801  al  admi- 
nistrador de  rentas  de  Ahuacatlan,  D.  Ramón  Moran  de  la  Ban- 
dera,  para  que  pasase  á  .Tepic,  y  con  todas  las  precauciones  que  se 
le  previno,  procediese  á  hacer  una  información  sumaría.  Nada  re- 
sultó  probado  por  esta,  habiéndose  tomado  muchas  declaraciones, 
ni  tampoco  se  pudo  averiguar  cosa  alguna  en  el  proceso  que  en 
Guadalajara  se  formó  contra  José  Simón  Méndez,  monaguillo  de 
la  Catedral,  al  cual  se  encontró  una  proclama  sediciosa.  El  movi- 
miento intentado  se  reprimió,  habiendo  sido  aprehendidos  porción 
de  indios,  que  fueron  conducidos  á  las  cárceles  de  Giiadal¿\jara  y 
Tepic,  en  donde  murieron  en  el  hospital  muchos  de  enfermedad  y 
entre  ellos  el  José  Jerónimo  Pérez,  que  habia  sido  el  que  había 
andado  poniendo  en  comunicación  á  los  de  Colotlan,  é  igualmen- 
te su  mujer,  que  habia  dado  el  aviso  á  la  Maldonado,  y  aunque  se 
creía  que  la  conspiración  se  extendía  á  los  indios  yaquis  y  mayos 
en  Sínaloa,  el  comandante  militar  de  aquella  provincia  D.  Alejo 
García  Conde,  en  parte  dado  al  presidente  de  Guadalajara  desde. 
Arizpe  en  2  de  Julio  de  1801  asegura,  que  todas  las  noticias  que 
sobre  la  conjuración  se  habían  dado  eran  abultadas,  probándolo  el 
hecho  de  que  el  capitán  D.  Pedro  Villaescusa,  á  quien  habia  en- 
cargado procediese  á  hacer  una  averiguación  de  los  hechos,  se  ha- 
llaba con  toda  seguridad  en  el  centro  de  los  pueblos  que  so  decía 
estaban  de  mala  fé,  con  solo  una  escolta  de  veinticinco  hombres. 
El  mérito  contraído  por  Abascal  en  reprimir  esta  conspiración,  lo 
fué  premiado  con  el  virreinato  de  Buenos  Aires  y  después  con  el 
del  Perú.  (60) 

(60)  Ademas  de  los  expedientes  que  sobre  todas  estas  conspiraciones  se  for- 
maron y  se  hallan  en  el  archivo  general,  puede  verse  lo  que  aceroi  de  la  de 
los  indios  de  Nueva  Galicia  dice  D.  (>árlo8  María  Bustamante,  en  el  suplemen- 
to á  la  historia  del  P.  Cavo,  de  los  tres  siglos  de  México  durante  el  gobierno 
español,  tomo  3",  fol  194»  La  corona  con  que  se  habia  de  coronar  Mariano,  á 
quien  llamaban  máscara  de  oro,  era  la  de  una  imagen  áe  Sx^  S.  José  de  un^ 


HISTORIA  D£  MáXKKK  16S 

Aunque  est^s  conspiracionos  fuesen  por  si  mismas  poco  temibles, 
la  repetición  de  ellas  manifiesta  que  se  iban  acumulando  materiales 
para  más  formales  intentos,  y  la  importancia  que  el  gobierno  les  da- 
ba, prueba  que  conocia  el  peligro  á  que  se  hallaba  expuesto.  Sin 
embargo^  la  corte  de  Madrid,  en  el  conñicto  en  que  la  ponia  su 
propia  prodigalidad  y  las  exijencias  continuas  é  imperiosas  de  su 
aliado  Napoleón,  se  aventuró  á  dar  un  motivo  poderoso  de  descon 
tentó,  mandando  por  real  cédula  de  26  de  Diciembre  de  1804,  ex^ 
virtud  de  Breves  pontificios,  que  se  enagenás  en  las  fincas  de  funda- 
ciones piadosas  y  se  recogiesen  los  capitales  impuestos,  cuyas  es- 
enturas  estuviesen  cumplidas,  para  hacer  entrar  t<Klos  estos  fondos 
en  la  *>caja  de  consolidación  de  vales  reales, n  con  destino  á  la 
amortización  de  estos,  á  cuyo  fin  habían  de  remitirse  á  España, 
obligándose  el  erario  á  reconocerlos  capitales  y  pagar  los  réditos 
con  hipoteca  de  las  rentas  reales.  Aunque  en  España  se  habia  to- 
mado una  medida  semejante,  (61)  pudo  considerarse  hasta  cierto 
punto  como  benéfica»  pues  recayendo  sobre  bienes  raices  que.se 
pusieron  en  venta,  asegurando  al  clero  rentas  equivalentes  á  las 
que  estos  producian,  aquellas  propiedades  saliendo  de  manos  exen- 
tas, notólo  se  hacian  más  productivas  pasando  á  los  nuevos  pro- 
pietarios, sino  que  entrando  en  la  clase  de  contribuyentes,  aumen- 
taban 1%  suma  de  las  contribuciones,  por  las  que  comenzaban  á  pa- 

« 

iglesia  de  Tepic.  En  la  declaración  que  se  tora6  á  María  Manuela  Maldonado 
en  22  de  Julio  de  1801,  en  el  pueblo  de  8.  Pedro  Incatan  donde  estaba  casada, 
dijo  ésta  coDt«8tando:  4  la  sexta  pregunta  que  se  le  hizo  por  D,  Gregorio  Pé- 
rez, teniente  de  gobernador  y  comandante  do  Colotlan  y  Nayarit,  que  José  Je- 
rónimo Pérez  le  dijo  qne  "el  rey  indio  habia  de  coronarse  en  Tlaxcala,,  por  ser 
el  que  faltaba  de  los  que  fueron  á.  Belén  á  adorar  á  Dios.*'  Esta  especie  pro- 
cedía sin  duda  de  la  id^a  vulgar,  que  los  tres  reyes  magos  eran  el  uno  espaflol, 
el  otro  moro,  y  el  otro  indio;  y  habiendo  habido  en  Espafia  rtyes  de  las  dos 
primeras  naciones,  faltaba  el  de  la  tercera.  La  Tlazcala  de  que  se  habla,  no 
es  la  antigua  ciudad  de  Tlaxcala  cerca  de  Puebla,  sino  una  de  las  colonias  sa 
cadas  de  ella  para  establecerla  en  las  provincias  del  interior. 

(61)  La  eédula  pata  la  venta  de  los  bienes  eclesiásticos  en  España,  es  de 
15  de  Octubre  de  1805,  y  es  la  ley  1",  del  título  6*  del  libro.l?  del  suplemen- 
to do  la  Novísima  Recopilación,  tomo  4?,  p&gina  6?  La  cantidad  que  el  Sumo 
Pontífice  permitió  vender  de  los  bienes  de  las  iglesias  de  Espafia,  por  su  Bre- 
ve de  13  de  Junio  del  mismo,  fué  la  correspondiente  á  la  renta  anual  de  200,000 
dncados  de  oro  de  cámara,  que  equivale  i  6.460,000  reales  de  vellón,  qne  son 
320,000  pesos  íoertas  aúnales, 

TOMO  I.— 90 


154  HISTOllIA  DE  MÉXICO. 

gar  desde  que  mudadán  de  poseedor;  poro  en  México  el  caso  era 
absolutamente  diverso. 

Según  en  su  lugar  hemos  visto,  con  el  trascurso  de  los  aftos  se 
habia  ido  acumulando  aquel  género  de  fundaciones,  á  las  que  re- 
conocían capitales,  en  sumas  muy  cuantiosas,  casi  todos  lo.*  propie- 
tarios de  fincas  rústicas  y  urbanas,  las  cuales  se  hallaban  afectas  á 
estas  hipotecas;  y  como  una  vez  hecha  la  imposición,  que  era  por 
nueve  años,  nunca  se  exigia  la  devolución  del  capital  mientras  se 
pagaban  con  puntualidad  los  réditos,  las  más  de  las  escrituras  se 
hallaban  cumplidas,  ó  debían  estarlo  dentro  de  poco  tiempo;  de 
donde  resultaba,  que  todos  los  propietarios  iban  á  tener  que  exhi- 
bir sumas  muy  considerables  que  no  estaban  en  estado  de  pagar, 
con  lo  que  haciéndose  efectivas  las  hipotecas,  habíanse  de  poner  en 
venta  multitud  de  fincas,  no  de  bienes  eclesiásticos,  sino  de  hacen- 
dados particulares,  arruinando  gran  número  de  familias  y  haciendo  ' 
bajar  el  precio  de  las  mismas  fincas,  por  las  muchas  que  se  habían 
de  sacará  pregón,  con  perjuicio  gravísimo  de  la  agricultura,  del 
comercio,  dé  la  minería,  y  en  último  resultado  de  las  rentas  reales, 
cuya  dimittucion  había  de  ser  una  consecuencia  precisa  de  la  ruina 
de  los  propietarios.  Para  la  ejecución  de  estas  providencias,  se  es- 
tablecieron juntas  en  las  capitales  do  cada  virreinato  y  de  los  res- 
pectivos obispados,  compuestas  de  las  principales  autoridades  civi- 
les y  eclesiásticas,  y  de  los  comisionados  regios  que  se  nombraron 
especialmente  para  este  objeto;  y  para  estimular  el  zelo  de  todos 
estos  funcionarios,  se  les  asignaron  considerables  tantos  por  ciento 
sobre  los  fondos  que  recogiesen.  El  virrey  Iturrigaray  encontró  en 
esto  una  ocasión  de  manifestar  su  zelo  por  el  cumplimiento  de  las 
disposiciones  de  la  corte,  y  de  satisfacer  á  un  tiempo  su  codicia,  y 
así  se  llevó  adelante  la  ejecución  con  el  mayor  empeño.  Grande 
fué  el  disgusto  que  tales  medidas  causaron  tanto  entre  los  propie- 
tarios, que  quedaban  arruinados,  como  en  el  clero,  que  no  consi- 
deraba segura  Ja  nueva  imposición  que  se  le  obligaba  á  hacer  de 
sus  fondos.  Hiciéronse  varias  representaciones,  especialmente  por 
los  labradores  y  comerciantes  de  Michoacan,  redactada  la  de 
é  stos  por  D.  Manuel  Abad  y  Queipo,  quien  estando  después  en 
España  en  1807,  presentó  lina  Memoria  sobre  el  n^ismo  asunto  á 


HISTORIA  BE  MÉXICO.  15& 


^^^^^^ta'^^^^^^^^^^^'^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^i^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^w^^^^^^^^^^^^^^^^^^'^^^^^^^^^^^^w^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^Nrf^^^^^^^'^^^^^ 


D.Manuel  Sixto  Espinosa,  director  de  la  caja  de  amortización:  (62) 
otra  exposición  se  hi^o  por  el  tribunal  de  minería,  demostrándose 
en  todas  el  grave  perjuicio  que  iban  á  resentir  la  agricultura  y  las 
artes,  para  las  cuales  los  fondos  piadosos  eran  un  banco  siempre 
abierto,  del  cual  con  corto  interés  sacaban  los  fondos  necesarios 
para  el  fomento  de  todas  las  negociaciones;  lo  cual  era  asi,  aunque 
también  la  abundancia  de  estos  fondos  y  la  facilidad  de  obtenerlos, 
era  un  motivo  de  ruina  para  las  familias,  pues  con  la  desgraciada 
propensión  dVlos  mexicanos  á  gastar  pródigamente  cuanto  tienen, 
sin  pensar  en  el  porvenir,  iban  gravando  las  fincas  de  que  solo  eran 
nominalmente  dueños,  para  venir  á  parar  en  quiebras  que  los  de- 
jaban arruinados.  Estas  representaciones  no  solo  quedaron  desa- 
tendidas, sino  que  sabiendo  Iturrigaray  que  el  Lie.  D.  Miguel  Do- 
mínguez, corregidor  letrado  de  Querétaro,  que  á  la  sazón  se  halla- 
ba enfermo  en  la  capital,  era  quien  habia  redactado  la  deKtribunal 
de  minería,  lo  suspendió  de  aquel  empleo,  y  no  quiso  reponerlo,  ni 
aun  habiendo  recibido  orden  del  rey  para  ello,  la  que  fué  menes- 
ter se  reiterase  para  ser  obedecida.  La  suma  que  el  gobierno  espa- 
ñol percibió  por  este  arbitrio,  ascendió  á  la  cantidad  de  10.666,00o 
pesos,  (63)  y  para  recojerla,  aunque  se  hicieron  muchas  composifcio- 
nes  por  las  juntas,  concediendo  esperas  y  señalando  plazos  á  los 
que  habian  de  hacer  exhibiciones,  se  hizo  también  uso  de  la  violen- 
cia, y  en  las  gacetas  de  aquel  tiempo  son  frecuentes  los  anuncios 
de  las  fincas  sacadas  á  pregón,  para  rematarlas  en  hasta  pública» 
por  no  poder  sus  dueños  enterar  los  capitales  con  que  estaban  gra " 
vadas. 

Como  sí  no  bastasen  estas  disposiciones  para  irritar  los  ánimos 
de  los  habitantes  de  la  Nueva  España,  al  comunicarlas  al  virrey  de 

(62)  Véanse  estas  representaciones  en  ]a  colección  de  sus  obras,  publicada 
en  ¡VTéxico  en  1813;  la  de  los  labradores  de  Michoacan,  fecha  24  de  Octubre 
de  1805  fol.  66,  j  la  Memoria  á  Espinosa,  con  quien  tuvo  tlonbien  una  confe^ 
rencia,  fol.  93  á  11*2,  En  esta  conferencia  ofreció  Espinosa  que  se  concederían 
á  las  Américas  todas  las  gracias  que  Abad  y  dueipo  pedia  en  su  favor,  pero 
que  f\  estado  de  los  negocios  no  permitía  suspender  lo  dispuesto  sobre  capita- 
les piadosos. 

(63)  Bustamante:  Suplemento  á  la  Historia  del  P.  Cavo,  tom.  3?,  fol.  260, 
quien  saco  las  constancias  de  los  papeles  de  la  secretaria  del  virreinato.  El 
mismo,  por  lo  relativo  &  Domínguez,  foK  222. 


-   V 


159  HISTOItlA  DE  MÉXICO. 

México  en  r^dai  orden  de  28  de  Didembre  del  mismo  año,  se  exci- 
tó su  zelo  para  que  no  permitiese  se  entorpeciese  ó  dilatase  su  cum- 
plimiento, facultándolo  para  resolver  cualquiera  duda  que  ocurrie- 
se, y  se  le  recomendó  como  cosa  en  que  hária  un  servicio  muy  dis* 
tinguido,  que  entre  tanto  se  comenzaban  á  percibir  los  productos 
de  esta$  exacciones,  recojiese  y  mandase  los  caudades  que  hubiese 
en  las  cajas  de  comunidades  y  censos  de  indios,  así  como  los  per- 
tenecientes úé  los  Santos  Lugares,  redención  de  cautivos  y  otros  des- 
tinos semejantes,  haciéndose  con  puntualidad  el  reintegro;  fundan- 
do estas  disposiciones  ^  que  la  paz  se  habia  conservado  á  fuerza 
de  millQneSj  y  que  eran  necesarios  otros  muchos  para  cubrir  los 
que  se  debían,  según  los  compromisos  ya  contraidos.  Asi  fué  que 
de  1a3  sumas  recogidas^  entregó  á  Napoleón  D.  Eugenio  Izquierdo, 
agente  particular  de  Godoy  en  !Paris,  en  lÓ  de  Mayo  c^e  180£,  por 
convenio  que  celobró  aun  sin  estar  autorizado  para  ello;  pero  que 
fué  aprobado  por  Godoy,  veinticuatro  millones  de  francos,  que  ha- 
cen cerca  de  cinco  millones  de  pesos.  (64.) 

Al  mismo  tiempo  adquirían  los  mexicanos  idea  de  la  riqueza  de 
su  pais  y  de.  la  importancia  que  podría  tener  entre  las  naciones.  El 
gobiei:no  de  Madrid,  desestimando  el  recelo  y  precaución  con  que 
hasta  entonces  se  habia  procedido,  evitando  que  los  extranjeros 
tuviesea  conocimiento  de  las  cosas  de  América,  permitió  que  el  ba- 
rón de  Humboldt,  célebre  viajero  prusiano,  visitase  las  principales 
provincias  de  Venezuela,  Nueva  Granada,  el  Perú  y  México,  man- 
dando se  le  diesen  en  las  oficinas  todos  los  datos  que  necesitase. 
Sus  observaciones  fueron  no  solo  astronómicas  y  físicas,  sino  tam- 
bién políticas  y  económicas,  y  los  extractos  que  publicó  estando  en 
el  país,  y  despue;s  su  i<  Ensayo  político  sobre  la  Nueva  España,  n 
que  salió  á  luz  en  París  en  1811,  hicieron  conocer  esta  importante 
posesión  á  la  España  misma,  en  la  que  no  se  tenia  idea  exacta  de 
ella;  á  todas  las  nadones,  cuya  atención  se  despertó;  y  á  los  mexi- 
canos, quienes  formaron  un  concepto  extremadamente  exagerado 
de  la  riqueza  .de  su  patria,  y  se  figuraron  que  ésta,  siendo  indepen-* 
diente,  vendría  á  ser  la  nación  más  poderosa  del  universo. 

^  (64)  Historia  del  levantamiento,  guerra  y  revolución  de  Espaüa,  por  el  con* 
de  de  Toreno.    México,  imprenta  dO'^Oalvan  1838;  tom.  Vy  lib.  1?,  fol.  12, 


HISTORIA  DB  MÍXICO.  107 

Las  guerras  con  Inglaterra  habían  sido  írecuemtes  en  los  reina- 
dos de  los  Monarcas  de  la  casa  de  Borbou,  y  más  especialmente 
desde  el  de  Carlos  III,  y  sus  consecuencias  eran  muy  funestas  pa- 
ra la  Nueva  Espafia,  no  solo  por  la  escasez  y  alto  precio  de  los  efec- 
tos do  Europa,  que  causaba  la  interrupción   de  las  comunicaciones 
marítimas,  ^ino  por  la  falta  de  azogue,  fierro,  acero  y  demás  mate- 
rias necesarias  para  el  laborío  de  las  minas.  Tratóse  de  remediar 
en  alguna  manera  este  grave  mal  y  proveer  á  las  necesidades  de 
la^  provincias  ultramarinas,  permitiendo  por  real  orden  de  18  de 
Noviembre  da  1797,  la  introducción  de  efectos  do  propiedad  espa 
tk>la,  bajo  pabellón  neutral,  pero  las  dificultades  que  la  ejecución 
de  esta  medida  ofrecía,  la  hicieron  casi  infructuosa.    Sin  embargo, 
la  necesidad  kabia  llegado  á  ser  extrema,  pues  según  el  informe 
que  el  virrey  Azanca  hizo  al  ministro  de  hacienda  en  26  de  Noviem- 
bre de  1798,  en  todo  aquel  afio  no  habían  llegado  á  Veracruz  mas 
que  diez  y  nueve  barcas  y  otros  buques  pequeños,  que  habían  po- 
dido escapar  á  la  vigilancia  de  los  cruceros  ingleses,  siéndola  cpnse- 
cuencia^  que  el  precio  de  los  efectos  de  Europa  había  subido  extraor- 
dinariamente: que  los  productos  de  la  agricultura' del  país  estaban 
sin  salida,  habiendo  existentes  en  Veracruz  más  de  ocho  mil  zurro- 
nes de  grana,  y  que  los  derechos  de  introducción  y  las  alcabalas 
interiores  habían  sufrido  una  baja  considerable.  Por  estas  razones 
Azanza  se  ví(S  precisado  á  hacer  las  ampliaciones  que  creyó  indis- 
pensables, en  el  comercio  de  neutrales,  con  lo  quecom^íizaron  á  ve- 
nir bastantes  buques,  especialmente  de  los  Estados  Unidos,  propo- 
niendo á  la  corte  se  permitiese  de  preferencia  el  conducir  desde  la 
Habana  géneros  extranjeros,  los  que  hacia  tiempo  '-  era  admitidos 
en  aquel  puerto..  El  comercio  de  Cádiz,  que  veia  con  recelo  todo  lo 
que  podía  perjudicar  al  monopolio  que  ejercía,  se  resintió  de  estas 
medidas,  temiendo  que  el  mercado  se  hallase  de  tal  manera  provis- 
to por  los  neutrales,  que  cuando  llegase  á  hacerse  la  paz,  los  géne- 
ros estuyiesen  á  bajo  precio  y  no  pudiesen  venderse  los  efectos  qtie 
se  remitiesen  de  aquel  puerto,  lo  que  obligó  al  virrey  á  escribir  una 
carta  á  un  comerciante  del  mismo,  para  que  la  circulase  entre  los 
demás,  sincerando  su  conducto  y  manifestando  por  la  lista  de  bu- 
ques neutrales  admitidos  y  nota  de  precios  que  remitió,  que  aque- 


158  HISTOBIA  D£  MÉXICO. 

Uos  temores  eran  infundados  (65).  La  paz  de  Amiens  vino  á  poner 
término  á  estos  males,  pero  su  corta  duración  volvió  á  causarlos 
de  nuevo,  habiéndose  roto  las  hostilidades  entre  España  é  Ingla- 
terra en  1805,  á  consecuencia  de  haber  sido  tomadas  en  plena  paz 
por  la  marina  inglesa,  cinco  fragatas  españolas  que  conducian  cau- 
dales dOiBuenos  Aires,  una  de  las  cuales  fué  volada  en  el  combate. 
Volviéronse  á  conceder  con  este  motivo  los  permisos  á  los  neutra- 
les, lo  que  fué  para  el  virrey  Iturrigaray  otra  ñiente  de  riqueza 
habiéndose  permitido  también  la  extracción  de  caudales  á  la  casa 
holandesa  de  Hoppe,  relacionada  con  la  de  Gordon  y  Murphy  de 
Londres,  y  ésta  con  la  de  D.  Tomás  Murphy  de  Vera  cruz,  por  cu- 
yo medio  se  hicieron  todas  estofi  lucrativas  operaciones. 

Para  proveer  á  la  minería  de  azogue  y  fierro,  que  eran  los  artícu- 
los de  que  mas  necesidad  tenia,  se  emprendió  con  empeño  el  la- 
borío de  las  minas  del  primero  de  estos  metales,  habiéndose  traba- 
jado por  cuenta  de  la  diputación  de  minería  de  Guanajuato,  las  del 
Durazno  y  S.  Juan  de  la  Chica,  en  el  reverso  de  la  Sierra  que  atra- 
viesa aquella  provincia,  y  aunque  se  extrajo  alguna  cantidad  de  azo- 
gue, se  vio  que. no  podian  fundarse  sobre  ellas  esperanzas  ningunas. 
£n  cuanto  al  fierro,  se  estableció  por  el  tribunal  general  de  mine- 
ría la  ferretería  dé  Coalcoman  en  la  i)rovincia  de  Michoacan,  cer- 
ca de  Colima,  y  bajo  la  dirección  de  D.  Andrés  del  Rio  se  cons- 
truyeron los  hornos  y  todas  las  oficinas  necesarias  para  las  multipli- 
cadas manipulaciones  que  este  metal  requiere,  y  comenzaron  á  la- 
brarse con  buen  éxito  barras,  almadanetas  y  otros  útiles  de  mayor 
consumo  en  la  minería.  Tratóse  también  de  hacer  papel  de  ma- 
guey para  la  fábrica  de  tabacos,  y  se  aumentaron  mucho  los  consu- 
mos délos  tridos  del  país,  que  con  este  motivo  tuvieron  notables 
mejoras. 

Durante  el  largo  tiempo  de  la  dominación  española  en  América, 
no  parece  que  ninguna  de  las  potencias  con  las  que  estuvo  en  gue- 
rra aquella  nación,  formase  ningún  proyecto  serio  de  invadir  el 
Continente,  aunque  muchas  de  las  islas  del  archipiélago  de  las  An 

(66)  MauascritoB  en  poder  del  autor,  de  la  colección  de  doeumenttos  sobre 
minería  y  comercio,  formada  por  el  padie  del  mismo. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  159 

tillas  fueron  sucesivamente  ocupadas:  (66)  solo  la  Holanda  se  apo" 
deró  de  la  costa  del  Brasil,  cuando  éste  pertenecía  á  la  Espafia  como  / 
parte  de  la  corona  de  Portugal.  Heclia  la  independencia  de  los  Esta- 
dos-Unidos, algunos  aventureros  de  aquel  pasi  fueron  intentando  di- 
versas excursiones,  siendo  el  primero  Felipe  Nolland,  que  á  prin- 
cipios del  año  de  1801  se  introdujo  hasta  Nuevo  Santander,  á  pre- 
texto de  comprar  caballos.  Diéronse  por  el  virrey  Marquina  las 
órdenes  más  estrechas  para  prenderlo  al  coronel  D.  Félix  Calleja, 
comandante  dd-la  brigada  de  S.  Luis  Potosí,  en  cuya  consecuen- 
cia marchó  una  división  volante  bajo  el  mando  del  teniente  D.  Mi- 
guel Muzquiz,  quien  atacó  á  Nolland  el  21  de  Marzo,  en  unos  pe- 
queflos  fortines  que  habia  levantado  en  territorio  de  la  tribu  taca- 
huana,  y  habiendo  sido  muerto  el  mismo  Nolland,  sus  compañeros 
se  dispersaron  ó  fueron  hechos  prisioneros.  Sin  embargo,  se  receló 
que  este  no  fuese  más  que  el  principio  de  más  serias  empresas,  y 
para  estar  prevenido  para  lo  que  pudiese  ocurrir,  se  reunió  en  S. 
Luis  Potosí  alguna  fuerza,  con  compañías  sacadas  de  los  cuerpos 
provinciales  de  caballería  ¿e  las  demarcaciones  inmediatas.  Pocos 
años  después,  el  coronel  Burr,  vice-presidenté  de  los  Estados-Uni- 
dos, intentó  invadir  la  provincia  de  Texas, .  objeto ,  desde  entonces 
de  la  ambición  de  aquella  República,  convocando  aventureros  para 
establecerse  en  ella,  lo  que  obligó  á  inaudar  á  aquella  frontera  las 
compañías  de  milicias  de  Nuevo  León  y  Nuevo  Santander,  á  las 
órdenes  del  coronel  Cordero. 

La  Inglaterra  con  más  extensas  miras  que  las  que  hasta  enton- 
ces habia  tenido,  hizo  en  1806  un  ataque  formal  á  Buenos  Aires, 
con  el  objeto  de  establecerse  en  las  provincias  del  Rio  de  la  Plata  ^ 
y  aunque  el  ejército  que  llegó  á  ocupar  aquella  ciudad  en  1807  se 
vio  obligado  á  capitular,  se  preparaba  otro  que  debia  haber  man- 

(66)  Los  ingleses  tomaron  la  Bermuda  en  1612.  Los  holandeses  en  1623  á 
Curazao  y  otros  islotes  frente  á  la  costa  de  Venezuela.  Los  franceses  la  Mar- 
tinica y  Guadalupe  en  1635.  Los  ingleses  la  Jamaica  en  1662.  En  1740  ata- 
caron á  Cartagena:  en  17^3  á  Manila  y  la  HahfiAA^  de  que  se  apoderaron  y  las 
volvieron  á  la  paz,  y  en  1798  á  Puerto  Rico.  Los  franceses  se  habían  hecho 
dne&os  con  sus  flibnstietos  de  una  parte  de  Santo  Domingo,  y  se  l^s  cedió  to- 
da en  la  paz  de  Basilea.  Después  se  cedió  á  Napoleón  la  Luisiana,  y  antes  lo 
habia  sido  la  isla  de  la  Trinidad  á  la  Inglaterra,  y  el  territorio  de  Walis  aun- 
que solo  para  el  eorle  de  madera. 


yy 


160  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

dado  Sir  Arturo  Wellesley,  tan  famoso  después  con  el  título  de 
Lord  Wellington,  y  cuyo  destino  se  dudaba  si  era  para  el  mismo 
Buenos  Aires  ó  para  Nueva  España.  Por  estos  amagos  formó  el. 
virrey  Iturrigaray  desde  el  año  de  1806,  un  cantoü  de  tropas  en 
Jalapa,  Perote  y  otros  puntos  inmediatos,  en  el  que  se  reunieron 
cosa  de  catorce  mil  hombre,  tanto  de  cuerpos  veteranos  como  de 
milicias,  dando  á  la  capital  al  paso  dé  algunos  de  los  cuerpos  que 
marchaban  al  cantón,  el  espectáculo  nuevo  de  un  simulacro  de  ba- 
talla, no  habiendo  quedado  en  ella  más  guarnición  que  el  regimien- 
to del  Comercio,  formado  por  soldados  que  ponian  á  sus  expendas 
los  comerciantes  en  lugar  de  servil*  personalmente,  y  cuya  oficiali- 
dad  era  toda  de  europeos,  y  el  escuadrón  urbano  organizado  en  los 
mismos  términos  por  los  panaderos  y  tocineros.  El  mando  de  este 
cuerpo  de  tropas,  el  mayor  qué  habia  en  la  América  española  desde 
la  conquista,  se  le  dio,  como  segundo  del  virrey,  ál  brigadier  D. 
García  Dávila,  gobernador  de  la  plaza  de  Veracruz,  en  la  que  quedó 
en  su  lugar  el  coronel  D.  Pedro  Alonso. 

Ejercitábanse  asiduamente  estos  cuerpos  en  evoluciones  milita- 
res y  en  el  manejo  de  las  armas,  y  en  el  mes  de  Enero  de  1808,  es- 
tuvo el  virrey  á  hacerlos  maniobrar  todos  juntos  como  en  una  fun- 
ción de  guerra,  en  la  llanura  del  Encero,  á  pocas  leguas  de  Jalapa, 
en  la  que  se  reunieron  veinte  batallones  de  infantería,  veinticuatro 
escuadrones  de  dragones,  y  un  tren  de  treinta  y  cuatro  piezas  de 
artillería.  Así  se  prepararon  las  tropas  de  Nueva  España  para  las 
operaciones  de  la  campaña;  se  formó  eii  ellas  un  espíritu  militar 
que  antes  no  habia;  los  jefes  y  los  soldados  se  conocieron  y  se  pu- 
sieron en  comunicación  unos  cuerpos  con  otros,  excitándose  una 
noble  rivalidad  y  un  empeño  de  distinguirse,  hasta  entonces  des- 
conocidos en  estos  países,  que  por  tantos  años  hablan  disfrutado  de 
una  profunda  paz  (67). 

(67)  £a  la  Gaceta  de  México  del  17  de  Febrero  de  1808,  tom.  15,.  núm,  15, 
£6).  115,  0e  halla  el  diario  de  las  operaciones  de  las  tiK)pas  acantonadas,  y  de 
las  evolucipnes  mandadas  eo  persona  por  Iturrigaray,  fornido  por  el  capitán 
]>.  Cristóbal  Domínguez,  ayudante  del  cuartel  maestre  general  D.  ]Vl^ueI  Cons* 
tjanzo,  brigadier  de  ingtniefos.  El  Tirrey  habia  destinado  el  batallón  de  Gua- 
najuato  al  servicio  de  la  artillería  por  ser  de  gente  minera,  y  qued6  ne  solo  sa- 
tisfecho  de  su  buen  comportamiento,  sino  de  la  buena  voluntad  con  que  se  ofre- 


HISTORIA  BE  WfÉXICO.  161 

Ei  plan  de  defensa  que  el  virrey  se  habia  propuesto,  se  reducía 
á  conservar  la  tropa  acantonada  en  los  climas  templados,  dispues- 
ta á  socorrer  la  plaza  de  Veracruz  ú  otro  punto  que  fuese  atacado, 
y  si  aquella  se  perdiese,  defender  el  tránsito  al  país  sano,  valiéndo- 
se de  las  muchas  posiciones  ventajosas  que  presenta  el  declive  de 
la  cordillera,  muy  rápido  por  aquella  parte,  para  contener  al  ene- 
migo en  el  país  en  que  se  padece  el  vómito  y  otras  enfermedades, 
donde  éstas  lo  consumiesen.  Este  plan,  aprobado  por  el  gobierno 
de  España,  y  el  más  prudente  que  se  pudiera  adoptar,  no  gustó  al 
Ayuntamiento  y  comercio  de  Veracruz,  empeñados  en  que  se  fortifi- 
case la  ciudad  y  se  guarneciese  con  muchas  tropas,  no  obstante 
haber  visto  perecer  éstas  en  gran  número  cuando  se  hizo  así  por  el 
virrey  Azanza,  y  estas  contestaciones  fueron  el  principio  d%  la  ri- 
validad de  aquel  Ayuntamiento  con  Iturrigaray.  El  plan  del 
virrey  era  sin  duda  muy  acertado,  y  es  seguro  que  con  las  tropas  que 
tenia  reunidas,  disciplinadas  como  estaban,  y  con  losjefesqueá  sufren- 
te  se  hallaban,  el  enemigo  no  habría  logrado  ocupar  la  capital,  como 
variadas  las  circunstancias,  se  ha  verificado  con  mengua  de  la  nación. 
/La  reunión  de  tropas  en  el  cantón  de  Jalapa  habia  hecho  conce- 
bir alta  idea  de  la  fuerza  militar  del  país,  y  los  que  tenian  algún 
pensamiento  de  independencia,  veian  en  aquel  ejército  el  medio  de 
efectuarla  y  sostenerla;  aun  se  dice  que  esto  era  materia  de  con- 
versación entre  los  mismos  jefes  de  los  cuerpos;  pero  no  obstante 
todas  estas  circunstancias  reunidas,  el  largo  hábito  de  obedecer  á 
los  monarcas  españoles,  cuya  autoridad  se  hacia  más  respetable 
por  lo  mismo  que  se  ejercía  desde  tan  lejos;  (68)  la  Inquisición  que 
castigaba  como  herejía  cualquiera  duda  sobre  la  legitimidad  de  los 
derechos  de  aquellos  soberanos,  y  el  clero  cuya  influencia  se  em- 
pleaba en  sostenerlos  en  nombre  de  la  religión,  hubieran  hecho 
permanecer  por  muchos  años  á  la  Nueva  España  bajo  el  cetro  de 
los  royes  de  la  antigua,  si  no  hubieran  venido  á  interrumpir  este 
curso  tranquilo  de  cosas,  los  grandes  acontecimientos^^  de  que  va- 
mos á. ocuparnos  en  el  capítulo  siguiente. 

ció  á.  conducir  á  brazo  por  falta  de  muías,  el  tren  de  artillería  del  Encero  á  Ja- 
lapa, lo  que  hicieron  en  cuatro  horas  y  media,  llevando  cuesta  arriba  12  caño- 
nes de  á  6,  y  2  de  á  4.  Véase  dicha  Gaceta,  fol.  123. 
(68)  Cni  major  e  longinquo  reverentia.  Tacitus.  Ann.  Lib.  1",  cap.  47. 

TOMO  I. — 21 


\ 
\ 


HISTORIA   DE   MÉXICO.  163 


\ 


CAPITULO  IV. 

Estado  do  Espafis  en  1808. —Reinado  de  Carlos  IV.— Valimiento  de  Godoy.— Tratos  secretos  de  éste 
contra  Kapoleon,  emperador  do  los  franceses. — Eesuelre  Kaftoleon  la  ruina  de  los  Borbonee  de  Es- 
]>•&&  y  Portugal.— Tratada  de  Fontainebleau  para  la  díTision  de  Portugal.— Entrada  de  las  tropas 
fstnoMaa  eu  Espalta— Disansionea  de  la  familia  real.— Causa  del  Escorial. — Invasión  de  Portugal* 
— "No  cumple  Napoleón  las  condiciones  del  tratado.— Desengaño  de  Godoy. — Trata  de  trasladar  a 
México  la  &milia  real.— Revolución  de  Ara^Juez.— Caída  del  yalido. — Dimisión  de  <Járlo8  IV. — 
— PxDQlasiaciondB  Fenumdo  VIL— Entiuiasmo general  que  excitó.— Perfidia  de  Napoleón.— Obli- 
ga á  renunciar  la  corona  en  au  favor  á  todoa  los  príncipes  de  Eapa&a. — Convoca  un  congreso  en 
Bayona.— -Nombra  rey  de  Eapa&a  á  su  hermano  Jasé. — Levantamiento  general  de  España  con« 
ti'a  los  franceses. — Creación  de  las  juntas  en  cada  provincia. — La  de  Sevilla. — ^Recíbese  en 
México  la  noticia  de  la  oaida  de  Oodoy. — Sospechaa  contra  el  virrey ^ — Sábenae  las  renuncias  y  pri^ 
sion  de  la  familia  real. — JBensacion  que  produce. — Consulta  el  virrey  con  el  acuerdo. — Resuelve  el 
Ayuntamiento  de  México  hacer  una  representación  al  virrey,  é  ir  en  cuerpo  de  ciudad  á  ponerla  en 
sus  manos. — Contenido  de  la  representación. — Pásala  e!  virrey  al  acuerdo. — Propone  éste  entre 
otraa  rosas  se  suspenda  la  ejecución  de  la  cédula  sobre  la  caja  do  consolidación. — Opiniones  que 
ae  formaban  en  el  público. — Desarrollo  de  los  partidos. — Recíbense  las  noticias  del  levantamiento 
de  España  contra  los  franceses. — Entusiasmo  general  que  excitan. 

Tal  era  el  estado  de  la  Nueva  España  cuando  la  caída  del  trono 
español  en  1808,  conmovió  hasta  sus  cimientos  y  arrastró  en  su 

•  

ruina  aun  á  lad  más  remotas  partes  de  la  monarquía;  La  España 
se  habia  conservado  en  paz  con  la  Francia,  desde  el  tratado  que  ' 
celebró  en  Ba&ilea  en  1796,  cuando  aquella  se  gobernaba  bajo  la 
forma  republicana,  y  durante  el  reinado  de  Napoleón  estuvo  so- 
metida á  la  más  ignominiosa  y  destnictora  dependencia  de  éste, 
cuyo  poder  fomentó  con  sus  tesoros  y  sostuvo  con  sus  escuadras  y 
se  sangre,  arruinando  su  propio  comercio  y  comprometiendo  sus 
posesiones  ultramarinas  en  una  guerra  con  la  Grran  Bretaña,  que 
para  ella  no  tenia  objeto  y  de  que  no  podia  prometerse  ventajoso 
resultado  (1).  Ocupaba  el  trono  español  Carlos  IV,  príncipe  de  es- 
casa capacidad,  poco  inclinado  al  trabajo,  y  que  dejaba  todo  el  pe- 
so del  gobierno  en  manos  de  D.  Manuel  Godoy,  su  valido^  que  lo 
era  todavía  más  de  su  esposa  D.»  María  Luisa  de  Borbon,  por  me- 

(1)  Ea  el  tomo  3?  de  mis  Disertaciones,  puede  verse  la  historia  de  Espalda, 
anterior  á  este  periodo,  en  cnanto  tiene  relación  con  la  América» 


164  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


dios,  que  si  se  ha  de  dar  crédito  á  la  voz  general,  eran  poco  hon- 
rosos á  la  dignidad  real.  Godoy  se  habia  elevado  desde  guardia  de 
corps  á  los  más  altos  puestos  de  la  monarquía:  creado  príncipe  de 
la  Paz,  nombrado  generalísimo  de  los  ejércitos  y  almirante  de  la 
escuadra,  colmado  de  honores  y  riquezas,  enlazado  con  la  familia 
real,  pretendia,  lisonjeando  las  ambiciosas  miras  de  Napoleón,  no 
solo  consolidar  su  grandeza,  sino  también  colocarse  en  el  rango  so- 
berano (2).  La  elevación  le  habia  suscitado  enemigos,  los  cuales  • 
formaron  un  partido  que  le  era  contrario,  uniéndose  con  el  prínci- 
pe de  Asturias,  Fernando,  heredero  de  la  corona,  quien  creía  ver 
en  Godoy  un  rival,  y  consideraba  en  peligro  su  vida  y  sus  derechos 

al  trono. 
Desde  el  año  de  1806  habia  tenido  Napoleón  motivos  de  recelar 

de  la  buena  fe  y  sinceridad  del  gabinete  de  Madrid.  Habiendo  des- 
pojado del  trono  de  Ñapóles  al  rey  Fernando,  hermano  de  Carlos 
IV,  éste  habia  rehusado  reconocer  á  José,  que  lo  era  de  Napoleón 
que  le  habia  dado  aquella  corona.  Godoy  por  otra  parte,  frustrado 
en  sus  esperanzas  de  mayor  y  más  brillante  fortuna,  habia  entrado 
en  relaciones  con  las  potencias  del  Norte,  aliadas  entonces  contra 
la  Francia,  y  aun  habia  intentado  entablarlas  con  Inglaterra,  avan- 
zándose á  publicar  una  imprudente  y  desacordada  proclama  (3),  en 
que  excitaba  el  entusiasmo  de  la  nación  para  una  guerra  que  no 
decia  cual  fuese,  pidiendo  auxilios  contra  un  enemigo  que  no  se 
designaba,  pero  que  Napoleón  comprendió  que  no  era  otro  sino  él. 
Luego  que  éste  triunfó,  y  por  la  paz  de  Tilsit,  firmada  en  7  de  Ju- 
lio de  1807,  se  aseguró  de  las  potencias  del  Norte,  volvió  sus  miras 
hacia  el  Mediodía,  y  no  puede  dudarse  que, desde  entonces  tenia 
resuelta  la  ruina  de  las  ramas  de  la  estirpe  de  Borbon  que  ocupa- 
ban los  tronos  de  España,  Portugal  y  Etruria,  y  las  disensiones  de 
la  familia  real  de  España  que  habían  ido  creciendo,  favorecian  ma- 
ravillosamente estos  intentos. 

Para  llevarlos  á  efecto,  el  emperador  de  los  franceses  celebró  con 
España  un  tratado  secreto,  que  se  firmó  en  Fontainebleau  en  27 

(2)  Todo  lo  concerniente  á  estos  sucesos  do  España,  está  sacado  de  la  histo- 
ria del  conde  de  Toreno,  edición  de  México  de  1839,  y  puede  verse  en  el  tora, 
r,  lib.  r 

(3)  Fecha  6  de  Octubre  de  1806 


HISTORIA  D£  MÉXICO.  165 


^^»Vii»^^»i^>. 


f 


de  Octubre  de  1807,  en  virtud  del  cual  )as  fuerzas  unidas  de  Fran- 
cia y  España  habían  de  invadir  á  Portugal,  cuyas  provincias  se  dis- 
tribuianen  tres  partes:  las  del  Norte  se  destinaban  á  la  reina  de 
Etruria,  hija  de  Carlos  IV,  con  el  nombre  de  reino  de  la  Lusitania 
septentrional,  en  compensación  de  la  Toscana,  que  se  unia  á  la 
Francia;  con  las  del  Mediodía  se  habia  de  formar  un  Estado  inde- 
pQpdiente  para  Godoy,  con  la  investidura  de  príncipe  de  los  Alfí;ar- 
'  bes;  las  del  centro  habian  de  quedar  administradas  por  la  Francia 
hasta  la  paz,  y  Carlos  IV  tomaba  el  título  de  emperador  de  las  dos 
Araéricaá,  en  remuneración  del  despojo  á  que  contribuia  de  la  fa- 
milia reinante  de  I^ortugal,  ligada  con  él  con  próximo  parentesco. 
No  estaba  todavía  concluido  y  firmado  el  tratado,  cuando  ya 
Napoleón  habia  hecho  entrar  sus  tropas  en  España,  en  mucho  ma- 
yor número  que  lo  que  se  habia  estipulado:  éstas  siu  sujetarse  al 
derrotero  que  se  habia  señalado  por  ua  convenio  particular,  inva- 
dieron la  frontera  de  España  de  uno  á  otro  mar,  se  apoderaron 
traidoramente  do  las  plazas  fuertes,  y  estaban  en  el  corazón  del  ^ 

reino,  cuando  los  ruidosos  acontecimientos  del  interior  del  palacio 
vinieron  á  presentar  á  Napoleón,  que  probablemente  no  tenia  to- 
davía premeditado  j)Ian  alguno,  un  medio  de  llevar  á  efecto  sus 
miras. 

El  príncipe  de  Asturias  estaba  en  correspondencia  con  los  ene- 
migos de  Godoy:  por  dirección  de  éstos  habia  solicitado  el  apoyo 
de  Napoleón  contra  el  poder  del  favorito,  adelantándose  á  escribir 
á  aquel,  sin  conocimiento  del  rey  su  padre,  pidiéndole  por  esposa 
alguna  de  las  princesas  de  su  familia.  Descubiertas  estas  tramas,  el 
rey  sorprendió  en  el  cuarto  de  su  hijo  varios  papeles  y  cifras,  que 
aunque  de  poca  importancia,  se  consideraron  como  pruebas  de  mi- 
ras é  intenciones  altamente  criminales.  El  príncipe  quedó  preso  en 
su  cuarto,  en  el  palacio  del  Escorial  en  que  estaba  la  corte;  fueron 
arrestados  sus  [amigos  yj  confidentes;  el  rey  denunció  á  la  nación 
por  una  proclama  tan  impolítica  como  indiscreta,  las  tramas  sub- 
versivas atribuidas  á  su  hijo,  y  el  Consejo  de  Castilla  tuvo  el  en- 
cargo  de  instruir  proceso  contra  éste  y  contra  los  demás  reos.  Todo 
este  aparato  amenazador  desapareció  cincoMias  después:  el  prínci- 
pe, con  la  más  ignominiosa  debilidad,  entregó  á  todos  sus  amigos, 


r  T  ^•r'^r 


156  HISTORIA  D£  MÉXICO. 

y  el  temor  de  comprometer  el  nombre  dé  Na{)oleon^  por  la  carta 
que  el  príncipe  confesó  haberle  escrito,  hizo  que  Godoy  tratase  de 
poner  fin  á  este  escandaloso  negocio,  con  una  nueva  proclama  del 
rey,  en  que  invocando  los  sentimientos  paternales,  declaraba  que 
perdonaba  á  su  hijo,  con  la  que,  no  menos  que  con  la  primera,  se 
degradó  altamente  la  dignidad  real,,  se  hizo  pública  la  deplorable 
disensión  de  la  familia,  y  la  reputación  de  Fernando  habría  queda- 
do destruida,  si  no  hubiera  estado  tan  fascinada  en  su  favor  la  na- 
ción, que  no  veia  en  todo  esto  nuls  que  una  trama  indigna  del  fa- 
vorito, de  que  era  víctima  aquel  inocente  príncipe  (4). 

Mientras  la  Corte  de  Madrid  se  ocupaba  en  estas  intrigas  del  pa- 
lacio, se  habia  llevado  al  cabo  la  invasión  de  Portugal  por  las  tro- 
pas  francesas  y  españolas.  La  familia  real  abandonó  el  reino,  em- 
barcándose para  el  Brasil,  y  la  capital  fué  ocupada  por  las  ti  opas 
francesas  y  españolas.  Sin  embargo,  Nopoleon  que  habia  despoja- 
do á  la  reina  de  Etruria,  de  acuerdo  con  el  gobierno  español,  inva- 
diendo la  Toscana  sin  que  aquella  princesa  tuviera  siquiera  noti- 
cia de  lo  que  se  habia  convenido  acerca  de  ella,  en  nada  menos  pen- 
caba que  en  cumplir  el  tratado  de  Fontainebleau,  en  lu^ar  de  lo  cual 
presentaba  nuevas  y  degradantes  propuestas.  ^Godoy,  viendo  des- 
vanecidas sus  ambiciosas  esperanzas;  invadida  la  España  por  los 
ejércitos  franaeses,  que  se  hallaban  á  pocas  leguas  de  Madrid,  co- 
noció demasiado  tarde  el  abismo  en  que  se  habia  precipitado,  y  cre- 
yó que  el  único  camino  que  le  quedaba,  en  las  difíciles  circuns- 
tancias en  que  él  mismo  se  habia  puesto,  era  poner  en  salvo  á   la 
familia  real,  como  habia  hecho  la  de  Portugal,  trasladándola  pron- 
tamente á  Sevilla,  mientras  se  disponía  el  embarque  para  Nueva 
España.  (5)  ^ 

Proyecto  era  este  que  hubiera  producido  los  más  grandes  resul- 
tados, y  que  un  siglo  antes  concibió  Felipe  V,  cuando  creyó  perdida 
su  causa  en  la  península,  durante  la  guerra  de  sucesión.  La  inde- 
pendencia de  México  se  hubiera  hecho  sin  violencia  ni  sacudimien- 

(4)  Véanse  en  la  Historia  4e  Toreno,  lib.  1?,  fol."  36  y  37,  1^  proclama  le 
Carlos  IV,  de  15  de  Noviembre  de  1807,  y  en  ella  cartas  dirigidas  por  el  prín- 
cipe Fernando  á  sn  padre  y  madre,  cjue  son  un  ejemplo  ncabado  de  bajeza, 
cobardía  y  miseria. 

(5)  Toreno,  lib.  2?,  tomo  1%  folio  81. 


HISTOBIA  DE  MÉXICO.  16' 

tos,  como  ha  sucedido  en  el  Brasil;  pero  acaso  entonces  no  se  hu- 
biera manifestado  en  España  con  tanta  fuerza,  el  entusiasmo  que 
produjo  algunos  dias  más  adelante  el  glorioso  alzamiento  de  la  na- 
ción contra  los  franceses.  El  proyecto  de  Godoy  estaba  bien  fundado 
en  ios  cálculos  de  la  política;  (6)  pero  bastaba  que  fuese  suyo,  pa- 
ra que  en  las  circunstancias  fuera  mal  recibido,  atribuyéndolo  á  \^ 
sus  miras  personales:  el  príncipe  y  todo  su  partido  lo  resistían:  opo- 
•  níanse  igualmente  todos  los  empleados  en  el  palacio,  y  en  la  cor- 
te, cuya  suerte  venia  á  ser  muy  incierta  con  tal  novedad. 

Esta  oposición  causó  un  movimiento  popular  en  Aranjuez,  en 
donde  se  hallaba  la  corte,  que  aunque  calmado  momentáneamen- 
te per  una  proclama  del  rey,  en  que  negaba  tener  intención  de  eje- 
cutar el  proyectado  viage,  se  renovó  con  la  mayor  violencia  el  18 
de  Marzo  y  terminó  con  la  caída  del  favorito,  que  á  duras  penas 
pudo  salvar  su  vida  de  la  saña  popular,  y  con  la  abdicación  de 
Carlos  IV  el  19  del  mismo  mes,  siendo  en  consecuencia  pro- 
clamado n^y  el  príncipe  de  Asturias,  con  el  nombre  de  Feman- 
do VIL 

Grande  fué  el  entusiasmo  que  estos  sucesos  excitaron  en  toda 
España;  formábanse  las  más  lisonjeras  esperanzas  del  nuevo  rei- 
nado; creíase  que  él  seria  una  época  de  orden,  de  prosperidad  y  de 
gloria  para  la  nación;  prometíase  la  reforma  de  todos  los  abusos 
introducidos  en  la  larga  privanza  del  favorito,  y  sin  conocer  al  nue- 
vo  monarca  más  que  por  las  desgracias  que  había  sufrido,  y  que 
le  habían  atraido  el  interés  y  amor  general,  no  se  reparaba  en  la 
v«rgonzosa  debilidad  é  inconsecuencia  que  había  manifestado,  ni 
en  la  capacidad  de  que  habian  dado  tantas  pruebas  los  que  lo  ha- 
bían dirigido  y  que  iban  á  formar  el  nuevo  gabinete. 

Napoleón  habia  fomentado  por  medios  indirectos  el  proyecto  de 
evasión,  por  el  que  le  quedaba  libre  España  para  hacer  de  ella  lo  ^ 
qie  le  conviniese,  según  lo  habia  verificado  en  Portugal;  pero  este 
pHn  habia  quedado  desconcertado  con  la  revolución  de  Aranjuez 
y  uis  consecuencias.  En  los  mismos  dias  en  que  esta  se  operó,  sus 
trooas  ocuparon  á  Madrid,  bajo  las  órdenes  de  su  cuñado  Joaquín 

(Q  Toreno^  lib.  2""  fol.  84:  véanse  allí  las  juiciosas  observaciones  qne  el  antor 
hace  sobre  este  proyecto. 


168  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


Murat,  gran  duque  de  Berg,  y  obligado  á  dar  nueva  dirección  á  sus 
manejos,  tuvieron  estos  por  objeto  fomentar  las  disensiones  de  la 
familia  real,  inducir  á  Carlos  IV  á  protestar  contra  la  abdicación 
que  de  la  corona  habia  hecho,  pretendiendo  que  habiasido  un  ac- 
to contrario  á  su  voluntad,  y  á  que  fué  obligado  por  el  riesgo  cu 
que  estuvo  su  vida  y  la  de  la  reina  su  esposa  en  el  motin  de  Aran- 
juez;  mantener  á  Fernando  en  la  incertidumbre  de  ser  reconocido 
rey,  lo  que  se  le  hacia  esperar,  así  como  la  deseada  mano  de  una 
princesa  francesa,  si  se  adelantaba  á  salir  á  recibir  á  Napoleón,  cu- 
ya próxima  venida  se  anunciaba,  y  por  éstas  y  otras  miserables  ar- 
terías, reunir  en  territorio  francés  á  toda  la  -familia  real  de  Éspaila 
para  despojar  de  la  corona  á  todos  los  individuos  los  unos  por  los 
otros,  y  hacerla  recaer  en  la  persona  de  su  estirpe  á  quien  Napo- 
león quisiese  darla. 

En  este  estado  de  incertidumbre  se  pasó  todo  el  mes  de  Abril, 
durante  el  cual  se  manifestaron  muy  á  las  claras  los  síntomas  del 
descontento  con  ijue  la  nación  veia  unos  manejos,  quo  solo  eran 
oscuros  para  Fernando  y  sus  consejeros.  Al  salir  éste  de  Madrid 
á  encontrar  á  usu  íntimo  aliado,  m  como  entonces  se  llamaba  á  Na- 
poleón, dejó  formada  una  junta  de  gobierno,  ú  cuya  cabeza  quedó 
de  presidente  el  infante  D.  Antonio,  tio  del  rey,  hombre  de  men- 
guada capacidad;  mas  dominada  esta  junta  par  Murat,  no  hizo  otra 
cosa  que  acceder  á  todas  las  exigencias  de  éste,  una  de  ellas  fué 
la  entrega  de  Godoy,  que  habia  permanecido  preso  en  el  castillo 
de  Villaviciosa  desde  el  motin  de  Aranjuez,  y  la  salida  á  Bayona  de 
tod(ts  los  individuos  que  quedaban  de  la  familia  real.  Al  verificarse 
el  dia  2  de  Mayo  la  del  infante  D.  Francisco  de  Paula,  el  pueblo 
de  Madrid  con  noble  indignación  la  resistió  y  echó  manode  las  ar- 
mas, lo  que  dio  lugar  á  una  sangrienta  refriega,  en  que  las  tropas 
francesas  se  condujeron  con  increíble  atrocidad  y  perfidia.  (7) 

Reunidos  en  Bayona  todos  los  individuos  de  la  familia  real  d# 
España,  Napoleón,  quo  también  habia  concurrido  á  aquella  c¡uda(, 

(7)  Véanse  todos  estoH  micesos  referidos  muy  par  menor  en  el  Hb.  2'*  <leia 
historia  del  conde  de  Toreno,  quien  erf  el  apéndice  al  mismo  libro,  ha  puíli- 
cado  en  el  núm.  10  fol.  338  á  378,  la  vero;onaosí\  correspondencia  seguida  )or 
la  reina  María  Luisa  y  su  hija  la  reina  de  Etruria  con  Murat,  que  no  tine 
loas  objeto  que  tratar  de  poner  en  salvo  á  Godoy  y  acriminar  4  Fernando 


HISTOBIA    DE    MÉXICO.  169 

puso  en  juego  todos  los  resortes  del  odio  que  existia  y  que  él  había 
fomentado  con  tanto  empeño,  entre  los  reyes  padres  y  su  hijo  Fer- 
nando: éste,  amedrentado  con  las  increpaciones  y  denuestos  de  que 
lo  cargaron  aquellos  en  presencia  de  Napoleón,  y  conduciéndose 
con  la  misma  debilidad  de  que  tan  señaladas  pruebas  había  ya  da 
do  en  la  causa  del  Escorial,  renunció  la  corona  en  su  padre,  (8) 
quien  por  medio  de  im  tratado  celebrado  con  Napoleón  la  cedió  á 
éste,  (9)  en  cuyo  favof  renunciaron  sus  derechos  el  mismo  Feman- 
do como  príncipe  de  Asturias,  y  los  infantes  D.  Carlos  y  I).  Anto- 
nio, no  habiéndole  exigido  lo  mismo  á  D.  Francisco,  quizá  por  su 
corta  edad.  Napoleón  confirmó  por  lugarteniente  del  reino  á  Mu- 
rat,  que  habia  sido  nombrado  por  Carlos  IV,  (10)  quien,  desde  la 
salida  de  Madrid  del  infante  D.  Antonio,  se  habia  hecho  por  pro- 
pia autoridad  presidente  de  la  junta  de  gobierno,  y  para  dar  á  to- 
dos estos  actos  de  usurpación  un  viso  de  legalidad,  convocó  un  con- 
greso ó  junta  de  ciento  cincuenta  flotables,  que  se  reunió  en  Bayo- 
na, concurriendo  á  él  seis  representantes  por  las  Américas,  (11)  é 
hizo  que  el  Consejo  de  Castilla,  el  Ayuntamiento  de  Madrid  y  otras 
corporaciones,  le  pidiesen  por  rey  á  su  hermano  José,  que  á  la  sa- 
zon  lo  era  de  Ñapóles,  cuyo  trono  pasó  á  ocupar  Murat. 

Tal  fué  la  serie  de  perfidias,  engaños  y  violencias  con  las  cuales 
Napoleón  pretendió  hacer  pasar  la  corona  de  España  é  Indias  á  su 
familia:  ¡negra  é  indeleble  mancha,  que  no  puede  borrar  con  toda 
su  gloria!  (12)  Sin  embargo,  una  nación  generosa,  poseída  de  no- 

(8)  La  primera  reDUDcia  de  Fernando  fué  en  1?  de  Mayo  de  1808,  con  va- 
rias limitaciones,  entre  otras,  que  se  convocasen  cortes:  la  segunda,  sin  restric- 
ción, es  de  6  del  mismo  mes.  Véase  una  y  otra  en  el  apéndice  al  lib.  2?  de  la 
historia  de  Toreno,  fol.  393  y  siguientes. 

(9)  La  fecha  de  este  tratado  es  de  5  de  Mayo,  Lo  firmó  Godoy,  como  pleni- 
potenciario de  Carlos  IV,  colmando  con  este  último  acto  de  su  privanza,  la 
medida  de  los  males  que  causó  á  España.   Tor.,  apénd.  lib.  2?,  fol.  409. 

(10)  Decreto  de  Carlos  17  de  4  de  Mayo.  Tor.  id.  fol.  419. 

(11)  Véase  en  Tor.  apénd.  lib.  2",  fol.  420,  la  convocatoria.  Fué  nombrado 
pQr  la  Nueva  España  el  Dr.  D.  José  María  del  Moral  y  Larrasquito,  natuml 
de  Tehuacan  de  las  Granadas,  en  el  obispado  de  Puebla,  do  familia  rica  y  dis- 
tinguida, canónigo  de  México  que  residja  en  Madrid. 

(12)  D.  Carlos  María  Bust amante,  en  su  historia  de  las  campañas  de  Calle- 
ja, impresa  en  México  en  la  imprenta  del  Afc^ila  en  1828,  y  dedicada  al  Con- 
,gre80  del  Estado  de  Zacatecas,  con  motivo  de  estos  sucesos  de  Aranjuez  y  Ba- 
yona, que  dieron  el  primer  impulso  á  la  independencia  de  América,  dirija  á 

TOMO  I. — 22 


170  HISTORIA  DE  MÉXICO; 


ble  orgullo,  amante  de  su  independencia  y  que  en  su  historia  en- 
cc>ntraba  tantos  ilustres  dQchados  que  imitar,  no  podía  someterse 
humildemente  á  ser  el  juguete  de  tan  indignas  tramas.   La  sangre 
derramada  en  Madrid  el  2  de  Mayo  y  las  renuncias  de  los  príncipes 
de  la  familia  real  en  Bayona,  excitaron  en  todas  partes  una  indigna- 
ción general.  Todas  las  provincias  de  España,  casi  simultáneamente 
y  sin  ponerse  de  acuerdo  entre  sí,  en  los  últimos  días  do  Mayo  y 
en  los  primeros  de  Junio,  alzaron  el  grito  de  muerte  y  venganza, 
siendo  la  primera  Asturias,  como  lo  fué  también  mil  aflos  antes,  en 
levantar  la  bandera  de  la  independencia  contra  los  invasores  mu- 
sulmanes.   El  entusiasmo  por  el  joven  rey  Fernando  era  extremo: 
la  debilidad  con  que  se  condujo  en  todos  estos  sucesos,  renuncian- 
do la  corona  en  favor  de  su  padre  y  todos  sus  derechos  á  ella  en  el 
de  Napoleón,  dando  á  éste  las  gracias  por  haberla  puesto  en  la  ca- 
beza de  su  hermano  José  y  felicitíindo  á  éste  por  haberla  obtenido, 
(13)  ó  era  poco  conocida,  ó  atribuyéndola  á  su  posición  y  riesgo,  no 
había  bastado  para  menoscabar  el  interés  que  sus  desgracias  exci 
taban.    A  un  pueblo  conmovido  por  fuertes  pasiones,  en  el  primer 
ardor  de  éstas,  nada  es  capaz  de  apartarlo  del  objeto  de  su'  amor: 
muchos  y  dolorosos  desengaños  son  necesarios  para  destruir  el  en- 
canto de  sus  primeras  impresiones.  Por  desgracia  este  movimiento 
tan  glorioso,  no  se  verificó  en  todas  partes  sin  que  su  lustre  se  em- 
pañase con  crueles  y  atroces  asesinatos,  especialmente  en  Valen- 
cia, en  donde  fueron  muertos  á  sangre  fría  más  de  trescientos  fran- 
ceses transeúntes  6  avecindados  en  aquella  ciudad,  por  órdeii  de  D. 
Baltasar  Calvo,  canónigo  de  la  colegiata  de  San  Isidoro  de  Ma- 

Napoleón  las  siguientes  palabras,  fol.  5.  "Napoleón  Bonapartc.  . . .  Permíta- 
seme qne  repita  este  nombre  dulce  para  mi  corazón  y  memoria,  y  que  sí  acaso 
su  sombra  generosa  gira  en  torno  de  nii  cabeza,  la  salude  respetuoso  y  le  di- 
ga. ...  á  tí,  genio  inmortal,  á  tí  debe  la  América  la  libertado  independencia 
que  hoy  disfruta!  Tu  espada  dio  el  primer  golpe  á  la  cadena  que  ligaba  á  los 
dos  mundos:  quéjense  otros  de  tu  tiranía  y  despotismo,  maldíganlo  y  exécren- 
lo; la  América  se  confiesa  deudora  a  él  de  la  dicha  que  ahora  posee,  y  exclama 
como  los  romanos  del  siglo  de  'Octavio  —  *'iJtípiter,  sí  el  mundo  se-  ha  de  re- 
gir por  un  tirano,  haz  Ijue  lo  sea  por  hombres  como  Augusto!"  Es  la  única 
apología  que  he  visto  de  semejantes  horrores.  Siento  tener  que  hacer  esta  y 
otras  citas  semejantes  de  las  obras  de  Bustamante,  pero  á  ello  ma  obliga  el 
inmenso  mal  que  ha  hecho  con  sus  opiniones,  imprudentemente  sembradas  en 
sus  escritos. 

(13)  Toreno,  tomo  1?,  fol.  195. 


HISTORIA  DE   MÉXICO.  171 

drid,  que  logró  apoderarse  por  algunos  dias  de  la  dirección  de  la 
revolución  en  aquella  capital,  ctiyos  crímenes  fueron  después  seve- 
ramente castigados. 

Hallándose  la  junta  de  gobierno  sometida  á  los  franceses;  no  ha- 
biendo tenido  efecto  la  instalación  de  otra  que  se  habia  acordado 
por  orden  de  Femando  en  algún  punto  libre  del  dominio  de  aque- 

m  _ 

líos,  ni  tampoco  la  convocación  de  Cortes  que  el  mismo  Fernando 
previno  desde  Bayona  se  hiciese  por  el  Consejo  de  Castilla,  (14)  el 
cual  reconoció  y  pidió  por  rey  á  José  Napoleón,  aunque  con  reser- 
vas más  propias  de  las  sutilezas  de  un  pleito  ordinario,  que  de  un 
acto  solemne  de  un  cuerpo  tan  respetable  que  pretendía  ser  el  de- 
positario de  la  soberanía;  las  provincias  se  vieron  obligadas  á  crear 
gobiernos  que  las  guiasen  en  la  noble  carrera  que  se  habían  decidi- 
do á  seguir.  Asturias  convocó  la  diputación  de  sus  concejos,  cuya 
institución  se  habia  dejado  existente;  Aragón  instaló  sus  anti- 
guas Cortes  por  estamentos,  y  en  todas  las  demás  se  formaron  jun- 
tas, según  las  circunstancias  de  cada  una  lo  permitieron.  Andaban 
en  Andalucía  movidos  los  ánimos  como  ea  todas  partes,  y  no  ne- 
cesitaban mas  que  una  mano  resuelta  que^  supiese  darles  impulso 
decisivo,  cuando  se  presentó  en  Sevilla  un  hombre  oscuro,  de  ejer- 
cicio contrabandista,  que  én  pocos  dias  se  atrajo  y  ganó  el  afecto 
del  pueblo,  al  que  en  calles  y  plazas  halblaba  con  calor  sobre  el  es- 
'  tado  de  las  cosas  públicas,  sin  ninguna  mira  personal,  sino  con  el 
sano  objeto  de  hacer  se  declarase  contra  los  franceses.  Llamábase 
Nicolás  Tap  y  Núñez,  y  puesto  de  acuerdo  con  el  conde  de  Tilly, 
á  quien  no  dirigían  motivos  tan  puros,  (15)  excitaron  una  conmo- 
ción popular  el  26  de  Mayo,  y  el  27  celebraron  en  la  sala  del  Ayun- 
tamiento una  reunión  de  diversas  personas,  á  las  que  propusieron 
se  formase  una  junta  de  gobierno,  y  llevando  ya  Tilly  la  lista  de 

(14)  Véase  en  la  historia  de  Toreno,  apead,  al  lib.  3",  tom.  1?,  fol.  415,  la 
proclama  de  Femando  Vil  A  los  españoles,  para  que  obedeciesen  á  Napoleón, 
y  en  el  apénd.  al  lib.  4?,  tom.  2*,  fol.  343,  la  carta  del  mismo  Fernando  VII  á 
Napoleón.  La  que  escribió  á  José  la  oyeron  todos  los  diputados  Bayona.  ídem, 
fol.  348. 

(15)  El  conde  de  Tilly  era  hermano  del  Gusman,  tan  célebre  en  la  revolu- 
ción de  Francia,  que  fué  guillotinado  con  Hebert,  y  los  demás  de  la  facción  de 
la  municipalidad. 


172  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


« 


los  individuos  que  habian  de  componerla,  se  proclamaban  por  Tap 
su^s  nombres,  y  sin  más  votación  se  daban  por  nombrados.  Tilly  no 
dejó  de  comprenderse  en  el  número,  y  como  Tap  á  nadie  conocia, 
resultaron  elegidas  varias  personas  que  no  merecían  el  aprecio  pú- 
blico, de  lo  que  instruido  Tap,  propuso  á  la  junta  ya  instalada  se 
excluyesen  algunas,  lo  que  le  atrajo  una  prisión  en  un  castillo  de 
Cádiz.  (16)  Añadiéronse  otros  vocales,  que  por  el  concepto  de  hon- 
rados y  sabios,  podian  dar  lustre  á  la  corporación,  (17)  la  cual  nom- 
bró por  presidente  á  D.  Francisco  Saavedra,  antiguo  ministro  de 
hacienda,  que  estaba  desterrado  en  Andalucía  por  la  voluntad  ar- 
bitraria, de  Godoy.  La  junta  se  declaró  á  sí  misma,  ««Suprema  ck 
España  é"Indias,ti  fuese  por  jactancia  andaluza,  ó  porque  no  tenien- 
do noticia  del  movimiento  verificado  on  las  demás  provincias,  cre- 
yó ser  la  primera  que  se  habia  formado,  y  que  siendo  reconocida 
en  lugar  de  la  de  Madrid,  se  sujetaría  á  ella  toda  la  monarquía;  pe- 
ro solo  fué  obedecida  por  Córdova,  Jaén  y  Cádiz,  pues  lo  rehusó 
Granada  que  estableció  la  suya,  aunque  formando  parte  de  la  mis- 
ma Andalucía,  y  estuvieron  á  punto  de  romperse  por  esta  ocasión 
las  hostilidades  entre  una  y  otra.  Las  juntas  de  las  provincias  con- 
tinuaron obrando  con  independencia  unas  do  otras,  hasta  el  estable- 
cimiento de  la  central;  orden  de  gobierno  que  hubiera  sido  im- 
practicable  por  largo  tiempo,  y  que  causó  no  pequeños  inconvenien- 
tes en  el  corto  que  duró,  pero  á  vuelta  de  los  cuales,  produjo  tam- 
bién grandes  ventajas,  multiplicando  los  centros  de  acción,  fomen- 
tando el  entusiasmo  y  proporcionando  j-ecursos,  que  no  hubieran 
estado  al  alcance  de  una  sola  autoridad,  por  activa  y  enérgica  que 
se  le  suponga. 

La  escasa  comunicación  que  permitía  entre  España  y  las  provin- 
cias de  ultramar  el  estado  de  guerra  con  Inglaterra,  hizo  que  los 

■ 

(16)  "Suerte  ordinaria,  dice  Toreno,  tom.  V\  fol.  240,  de  lea  que. entran  de- 
sinteresadamente 6  inexpertos  en  las  revolnciones:  los  hombres  pacíficos  loa 
miran  siempre,  aun  aplaudiendo  sus  intentos,  como  temibles  y  peligrosos,  y 
los  que  desean  la  bulla  y  las  revueltas  para  crecer  y  medrar,  ponen  sú  mayor 
conato  en  descartarse  del  único  obstáculo  á  sus  pensamientos  torcidos." 

(17)  Ademas  de  lo  que  dice  Toreno  sobre  la  creación  de  la  junta  de  Sevilla, 
tom.  1?,  fol.  237  al  243,  he  tenido  presente  la  relación  de  Blanco,  (White)  tes- 
tigo presencial,  en  el  núm.  1*^  del  Español,  pág.  12,  13  v  19,  notas,  y  al  Dr. 
Mier,  Lib.  2?,  tom.  r,  fol.  37.  '  '  . 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  173 


■  ii^^i«^^*i»%.  •■ 


grandes  sucesos  que  dieron  motivo  al  alzamiento  de  la  nación,  no 
se  supiesen  en  Nueva  España  sucesiva  y  gradualmente,  en  el  orden 
de  los  acontecimientos,  sino  en  conjunto,  por  dos  ó  tres  barcos,  que 
llegando  con  bastante  intervalo  de  tiempo  entre  sí,  dejaron  mucho 
espacio  para  inquietar  y  hacer  vacilar  los  ánimos.  Habiase  sabido 
la  entrada  de  las  tropas  francesas,  pero  la  n Gaceta»  del  gobierno, 
único  periódico  que  entonces  habia  que  tratase  de  materias  políti- 
cas, aunque  de  una  manera  muy  incompleta,  presentaba  la  marcha 
de  aquellas  como  un  movimiento  combinado  entre  el  gobierno  es- 
pañol y  el  emperador  Napoleón  su  íntimo  aliado,  con  el  objeto  de 
invadir  á  Portugal  y  tomar  á  Gibraltar  para  restituirlo  á  España: 
mirábase,  pues,  todo  este  gran  aparato  militar  como,  un  incidente 
de  la  guerra  que  no  tenia  relación  alguna  con  la  América.  Mayor 
iáipresion  habia  hecho  la  cara  del  Escorial,  pero  no  ha\)iéndose 
publicado  por  el  virrey  los  manifiestos  de  Carlos  IV  relativos  á  ella, 
pocas  personas  habían  tenido  conocimiento  de  este  escandaloso  su- 
ceso, y  los  ánimos  permanecian  tranquilos,  si  bien  esperando  algún 
ruidoso  desenlace,  y  atribuyendo  la  acusación  intentada  contra  el 
príncipe  heredero  á  manejos  del  favorito  Godoy,  cuya  elevación  y 
grandeza  habían  sido  vistas  con  toda  la  indiferencia  con  que  se  mi- 
raba en  América  todo  lo  que  no  tocaba  directamente  al  país,  pero 
cuyo  gobierno  era  detestado  desde  que  se  hizo  sentir  el  mal  de  cer- 
ca, por  la  ocupación  de  bienes  de  fundaciones  piadosas  para  la  ca- 
ja de  consolidación. 

Recibiéronse  en  México  el  8  de  Junio  de  1808,  las  noticias  de 
los  sucesos  de  Aranjuez  de  18  y  19  de  Marzo,  que  condujo  á  Ve- 
racruz  la  barca  Atrevida,  salida  de  Cádiz  el  21  de  Abril.  Grande 
fué  el  gozo  que  causó  la  caida  de  Godoy  y  la  proclamación  del  nue- 
vo monarca:  el  nombre  de  Fernando  era  aclamado  con  júbilo  gene- 
ral, y  todos  se  felicitaban  mutuamente,  sin  distinción  alguna  entre 
europeos  y  americanos.  Acaeció  ser  aquel  día  domingo  de  Pascua 
de  Espíritu  Santo,  durante  la  cual  hagr  gran  concurrencia  de  gente 
de  la  capital  en  el  inmediato  pueblo  de  San  Agustín  de  las  Cuevas, 
que  ahora  se  llama  Tlalpam,  en  donde  se  tienen  bailes,  juego  de 
naipes,  peleas  de  gallos  y  otras  diversiones.  El  virrey,  según  su  cos- 
tumbre, habia  concurrido  á  ellas  y  allí  recibió  las  nGacetasn  deMa- 


174  HISTORIA  DE  MÉXICO* 


drid  que  contenían  la  abdicación^  de  Carlos.  IV,  la  exaltación  de 
Fernando,  y  algunos  do  los  primeros  decretos  de  éste  que  hizo  leer 
al  público  en  el  palenque  de  gallos:  notóse  que  todo  le  habia  cau- 
sado indisplicencia,  la  que  se  atribuía,  así  como  algunas  expresio- 
nes indiscretas  de  la  v'n'eina,  (18)  al  disgusto  que  les  causaba  la  caida 
de  su  favorecedor  Godoy;  presunciones  que  recibían  una  grande 
apariencia  de  probabilidad,  viéndole  en  tales  circunstancias  per- 
manecer ausente  de  la  capital  todavía  por  tres  días  más,  llamando 
mucho  la  atencicn  el  que  no  hubiese  mandado  solemnizar  tan  plau- 
sibles noticias  con  las  salvas,  repiques  y  misa  de  gracias  que  se 
acostumbraban  en  menos  importantes  ocurrencias,  con  la  frivola  dis- 
culpa de  haber  otras  ocupaciones  en  la  iglesia  catedral.  Estas  pri- 
meras sospechas  fueron  en  lo  sucesivo  creciendo,  y  tomaron  ttiás 
cuerpo  con  nuevos  motivos  de  desconfianzas  y  temores.  (19) 

Por  la  barca  »» Corza,  n  salida  de  Cádiz  el  14  de  Mayo,  se  tuvíe- 
ron  las  noticias  de  la  partida  de  la  familia  real  para  Bayona,  y  de 
la  sublevación  de  Madrid  el  2  de  aquel  mes.  El  virrey  las  recibió 
por  extraordinario  en  la  madrugada  del  23  de  Junio,  día  en  que 
habiendo  concurrido  al  palacio  todas  las  autoridades  por  ser  la  oc- 
tava de  Corpus,  les  dio  conocimiento  de  ellas,  leyendo  las  gacetas, 
y  estando  los  ánimos  mal  prevenidos,  algunos  de  !ós  concurrentes 
creyeron  que  lo  hacía  de  una  manera  placentera,  y  que  no  le  era 
desagradable  la  idea  de  continuaren  el  virreinato,  merced  á  la  con- 
fusión en  que  veia  se  iba  envolviendo  España. 

(18)  "Nos  han  puesto  la  ceniza  en  la  frente,"  dijo  la  virreina  oyendo  las 
gacetas,  y  el  regidor  Azcárate  que  se  las  leia,  ]as  tirO  al  suelo  y  las  pisó.  El 
redactor  de  la  placeta,  Cancelada,  quo  habia  ido  á  pedir  permiso  para  publicar 
las  noticias  recibidas,  lo  presenció  y  lo  declaró  todo  en  la  causa  del  virrey. 

Tóase  el  informe  de  la  audiencia  de  México  á  la  regencia  publicado  por 
Juan  Maitiñena,  doc.  núm.  89,  foL  24  del  "Verdadero  origen  de  la  revolución 
de  Nueva  España,"  obra  que  dio  motivo  á  tanta  irritación  cuando  se  publicó, 
y  que  es  muy  apreciable  porque  contiene  documentos  que  no  se  hallan  en  nin- 
guna otra,  etc.  Cancelada:  sus  dos  cuadernos<)ontra  Iturrigaray  publicados  en 
Cádiz,  y  la  contestacien  de  Lizarza,  así  como  el  Dr.  Mier  en  los  8  primeros  li- 
bros de  su  hiscoriá. 

(19)  Para  referir  estos  y  los  sucesos  siguientes,  he  tenido  á  la  vista  el  in- 
forme de  la  audiencia  de  9  de  Noviembre  de  1807  publicado  por  Juanmartiñe- 
na:  la  "Verdad  sabida^'  de  Cancelada:  la  réplica  á  este  de  Lizarza  y  la  contes- 
tación de  Cancelada:  la  obra  de  Mier:  otros  muchos  impresos:  y  sobre  todo  la» 
cansas  de  Azcárate,  del  P.  Talamantes  y  otros  documentos  del  archivo  g^ne 
ral. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  176 

No  obstante  lo  desasosegados  que  andaban  los  espíritus  con  es- 
tas novedades,  se  e3taba  preparando  la  solemnidad  de  la  procla- 
mación y  jura  del  nuevo  rey,  para  las  que  solo  se  esperaban  las  co- 
misiones oficiales  que  aun  no  se  habian  recibido,  cuando  el  14  de 
Julio  llegaron  á  México  las  gacetas  de  Madrid,  conducidas  por  la 
barca  Ventura,  que  salió  de  Cádiz  el  26  de  Mayo,  que  contenian 
las  renuncias  de  todos  los  individuos  de  la  familia  real  y  el  nom- 
bramiento del  duque  de  Berg,  como  lugarteniente  general  del  rei- 
no, mandado  reconocer  por  circular  del  Consejo  real.   Difícil  es 
pintar  la  profunda  sensación  que  tales  aconntecimientos  causaron, 
y  los  diversos  intereses  que  estas  noticias  pugieron  en  acción.  Es- 
te fué  el  momento  crítico  en  que  se  comenzaron  á  desarrollar  las 
semillas  de  las  turbulencias  que  después  tuvieron  tanto  y  tan  fu- 
nesto crecimiento.  Considerábase  acéfala  la  monarquía:  las  renun-  ,. 
cias  de  Bayona  se  miraban  como  unos  actos  de  la  violencia  y  arte-  ^ 
rías  de  Napoleón,  cuya  perfidia  era  objeto  de  general  aborreci- 
miento y  detestación. .  ¿Cuál  debia  ser  en  tales  circuntancias  la 
suerte  de  la  Nueva  España?   ¿Cuáles  las  medidas  que  convendría 
tomar  en  un  caso  tan  extraordinario  y  do  que  no  habia  anteceden- 
teni  ejemplar  en  lahistoriadela  monarquía?  Estas  eran  las  cuestiones 
que  por  todas  partes  se  agitaban,  y  el  modo  mismo  en  que  la  pu- 
blicación se  habia  hecho  por  el  gobierno,  daba  motivo  á  grandes  in- 
quietudes, pues  sin  indicar  resolución  alguna  en  un  corto  píreám- 
bulo  de  la  gaceta  en  que  se  insertaron  aquellos  documentos,  se  de- 
cía: iique  después  de  madura  conferencia  con  los  señores  ministros 
del  real  acuerdo,  y  de  conformidad  con  su  uniforme  dictamen,  ha- 
bía dispuesto  el  virrey  la  publicación  para  noticia  y  conocimiento 
de  todo  el  reino,  ti  (20) 

Aun  estas  mismas  palabras  fueron  motivo  de  sospechas  y  con- 
testaciones: el  virrey  pasó  las  gacetas  de  Madrid   en  que  consta- 
ban las  renuncias  de  la  corona,  al  acuerdo,  el  cual  viendo  la  impor- 
.  tancia  y  gravedad  de  la  materia,  le  invitó  á  asistir  á  la  sesión.    En 
ella,  el  fiscal  de  lo  criminal  Eobledo,  propuso  y  se  acordó  que  se 

(20)  Gaceta  de  México  de  16  de  Julio  de  1808,  tom.  15,  fol.  465:  en  ella  se 
insertaron  los  documentos  constantes  en  las  gacetas  de  Madrid,  números  46, 
47  y  48,  del  13,  17  y  20  de  Mayo. 


176  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^^^^^^^^^^^•^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^t^^'^^^^^^^^^^^^^m^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^a^ 


prestase  juramento  de  guardar  sigilo  enlo  que  allí  se  acordara;  si- 
guió él  mismo  probando  la  nulidad  de  las  renuncias,  y  pro- 
puso se  tratase  con  los  ingleses  para  que  trajesen  á  Mé- 
xico á  D.  Pedro,  infante  de  Portugal,  que  estaba  en  el  Bra- 
sil, y  por  último,  se  resolvió  á  no  dar  cumplimiento  á  nin- 
guna orden  del  duque  de  Berg  y  mantener  el  reino  en  de- 
fensa en  espera  del  curso  que  tomasen  las  cosas.  La  Audien- 
cia en  su  informe  al  gobierno  de  España,  dice,  que  propuso  al  vi- 
rrey que  al  publicar  las  renuncias,  se  hiciese  una  proclama  dirigi- 
da á  manifestar  la  disposición  en  qu#  estaban  el  mismo  virrey  y  el 
real  acuerdo,  para  no  reconocer  dominación  alguna  extranjera,  y 
que  el  virrey  dijo  que  no  era  tiempo.  Tampoco  se  manifestó  dis- 
puesto á  admitir  lo  que  el  acuerdo  habia  propuesto,  acerca  de.sus- 
pender  la  enagenacion  de  fincas  para  los  capitales  de  la  caja  de 
consolidación,  que  la  audiencia  conocia  ser  motivo  de  gran  disgus- 
to que  debia  removerse  en  aquellos  momentos.  El  virrey  no  habla 
de  esta  circunstancia  en  los  varios  papeles  publicados  en  su  defen- 
sa. La  introducción  de  la  gaceta  que  se  ha  copiado  arriba,  fué  man- 
dada al  editor  por  lá  secretaría  del  virreinato,  y  habiendo  creído 
conveniente  el  oidor  Aguirre,  que  era  el  revisor  de  aquel  periódico 
sustituir  en  vez  de  »* uniforme  dictamen,»  las  palabras  "que  el  vi- 
rrey y  el  real  acuerdo  estaban  penetrados  de  unos  mismos  nobles 
y  leales  pensamientos,  n  el  virrey  lo  llevó  á  mal  diciendo  que  se  le 
llevaba  de  encuentro  y  rompió  con  indignación  el  borrador. 

En  este  estado  do  inquietud  y  vacilación  tomó  la  iniciativa  el 
Ayuntamiento  de  México.  Reunido  el  dia  15  para  asistir  á  la 
función  de  S.  Camilo,  propuso  el  regidor  Lie.  Azcárate,  qlie  en 
un  dia  de  fiesta,  á  la  hora  de  corte,  se  presentase  el  Ayunta- 
miento bajo  de  mazas,  con  uniforme  de  gala,  y  en  presencia  de  to- 
dos los  concurrentes  se  leyese  una  representación  que  él  mismo 
formaría,  y  que  en  seguida,  hincada  en  tierra  la  rodilla,  y  puestos 
los  sombreros,  con  la  mano  sobre  la  espada,  (21)  hiciesen  juramen- 

(21)  El  Dr.  Mier,  toiu.  T,  prólogo,  fol.  37,  explicii  el  extraño  ceremonial  que 
Azcárate  propoaiaal  Ayuritatniento  diciendo,  que  el  jurameato  entre  españo- 
les siempre  se  presta  de  rodillas,  y  que  el  Ayuntamiento  debía  jurar  cubierto 
por  los  honores  que  tenia  de  grande  de  España,  y  sus  individuos  como  caba- 
lleros, debían  poner  la  mano  en  la  espada.  Puede  ser  que  tales  fuesen  los  mo- 


HISTOBIA  DB  MÉXICO.  177 


to  ante  el  rirrey  de  ser  fieles  al  rey  Femando,  y  no  reconocer  á 
Napoleón  ni  á  ninguno  de  su  familia.  No  pareció  bien  esta  idea, 
pero  sei  acordó  celebrar  cabildo  el  dia  siguiente,  en  el  cual  Azcára- 
te  leyó  la  representación  que  traía  formada,  y  habiéndola  impug- 
nado el  alcalde  primero  Fagoaga  y  el  alguacil  mayor  Urrutia,  st 
hicieron  en  ella  algunas  variaciones,  con  las  que  quedó  resuelta  sa 
presentación;  El  1*  por  la  tarde  se  vio  salir  á  esta  corporagion  dé 
las  casas  municipales,  que  se  conocen  con  el  nombre  de  nía  Dipu- 
tacion,!f  y  dirigirse  en  coches,  bajo  de  mazas,  rodeada  de  numeroso 
pueblo,  que  acudió  á  la  novedad  del  espectáculo,  al  palacio  del  ví* 
rrey,  en  el  que  contra  el  uso  establecido,  se  fe  hicieron  á  la  entra- 
da y  salida  honores  militares,  y^cibida  por  el  virrey,  puso  en  sus  ^ 
manos  la  representación  que  tenia  acordada.  En  ella  manifestaba 
el  asombro  con  que  la  ciudad  de  México  había  visto  las^  renuncias 
arrancadas  por  la  violencia  á  la  real  familia;  fundaba  la  nulidad  é 
insubsistencia  de  ellas,  y  que  por  la  ausencia  ó  impedimento  de  los 
legítimos  herederos,  residia  la  soberanía  representada  en  todo  él 
reino  y  las  clases  que  lo  formaban,  y  con  más  particularidad  en  los 
tribunales  superiores  y  en  los  cuerpos  que  llevaban  la  voz  pública, 
quienes  la  conservarían  para  devolverla  al  legítimo  sucesor,  cuan- 
do se  hallase  libre  de  fuerza  extranjera  y  apto  para  -  ejercerla,  de- 
biendo guardarse  entre  tanto  él  reino  regido  poí*  las  leyes  estable- 
cidas: que  en  consecuencia  de  estos  principios,  la  ciudad  de  Méxi- 
co, en  representación  de  todo  el  reino,  como  su  metrópoli,  sostén* ' 
dria  los  derechos,  de  la  casa  reinante^ry  para  llevar  á  efecto  aquella 
resolución,  pedia  que  el  irirrey  conjíinuase  provisionalmente  encar- 
gado del  gobierno  del  reino,  como  virrey,  gobei'nador  y  capitán 
general,  sin  entregarlo  á  potencia  alguna,  cualquiera  que  fuese,  ni 
á  la  misma  España,  mientras  ésta  estuviese  bajo  el  dominio  fhincés, 

tivos  que  Azcárate  tuviese,  pero  es  mas  verosímil  que  esto  procedió  más  bien 
de  8U  cavzlcter,  pues  era  aficionftdísimo  á  todas  estas  pompas  teatrales.  La  idea 
del  oidoi  Aguirre,  que  la  audiencia  manifiesta  en  su  iníorme,  párrafo  16  fal. 
2S,  de  los  documentos  en  el  cuaderno  de  Juanmartiñen.a,  de  que  con  doblar  la 
'odilla  el  Ayuntamiento  tributaba  al  virrey  honores  de  soberano,  es  absurda 
Aguirre  sin  embargo  la  dijo  al  virrey,  estando  en  el  acuetdo  del  dia  20,  quien 
según  dicho  informe,  respondió  fríamente,  sonriéndose  y  poniéndose  las  ma- 
nos en  la  cara:  ^' Jesús,  Jesús;  Dios  me  libie/'  Niñerías  insignificantes,,  á  que 
sin  embargo  dio  gran  valor  el  espíritu  de  partido. 

TOMO  I. — 23 


17^  HISTORIA  DE  MÍXIM. 

ui  admitir  tampoco,  otro  virrey,  ni  ejercer  este  encargo  en  virtud 
de  nuevo  nombramiento  que  se  le  diese  por  el  gobierno  intruso, 
prestando  ante  el  real  acuerdo  y  en  presencia  del  Ayuntamiento  y 

• 

de  los  tribunales,  juramento  de  gobemiar  conforme  ¿  las  leyes  es- 
tablecidas, de  mantener  á  los  tribunales  y  otras  autoridades  en  el 
ejercicio  de  sus  funciones,  y  defender  el  reino  conservando  su  se- 
guridad y  sus  derechos:  que  igual  juramento  prestasen  todas  las 
autoridades  eclesiásticas,  civiles  y  militares;  y  por  último,  con  las 
frases  más  pomposas,  que  han  venido  á  ser  después  tan  comunes 
en  todos  estos  casos,  y  de  tan. poco  efecto  que  han  perdido  ya  to- 
do crédito,  ofrecía  las  vidas  y  haciendas  de  todos  los  habitantes, 
deseosos  de  sacrificar  uno  y  otro  en  defensa  de  sus  soberanos  y  en 
prueba  de  su  constante  fidelidad,  congratulándose  por  tener  al  fren- 
te en  tales  circunstancias  un  capitán  tan  experto  y  valeroso  como 
el  actual  virrey,  y  en  la  audiencia  ministros  tan  int^ros  y  ^sabios, 
que  sabrían  sostener  los  derechos  del  soberano  y  de  su  real  fami- 
lia. (22) 

Nada  podia  ber  tan  lisonjero  para  Iturrigaray,  como  el  que  se  le 
asegurase  la  permanencia  en  ol  virreinato,  de  una  manera  indepen- 
diente de  las  vicisitudes  de  España,  en  donde  Murat  traficaba  con 
este  apetecido  empleo,  ofreciéndolo  como  premio  al  general  Casta- 
ños y  á  otros  jefes,  que  creia  importante  ganai*  en  favor  del  orden 
de  cosas  que  se  pretendía  establecer.  (28)  Terminó,  pues,  esta  es- 
cena, en  la  que  todo  estaba  convenido  de  antemano  entre  el  virrey 
y  Azcárate,  contestando  el  primero  nque  su  pensamiento  y  reso- 
lución eran  tan  leales  como  los  del  Ayuntamiento,  hasta  derramar 
la  última  gota  de  su  sangre,  y  que  estaba  pronto  por  su  parte  á 
prestar  el  juramento  de  seguridad  del  reino  en  todos  los  puntos 
que  comprendía,  n  £1  Ayuntamiento  se  retiró  entonces  en  medio 
de  los  aplausos  del  pueblo,  al  que  se  dijo  habérsele  repartido  al 
gun  dinero;  aplausos  que  los  regidores  le  mandaron  dirigiese  al  so  • 
berano,  y  que  se  repitieron  al  bajar  cada  uno  de  ellos  las  escale- 
ras de  la  Diputación  para  retirarse  á  sus  casas. 

(22)  y^ase  la  represe^eacion  integra  en  la  historia  del  P.  Míer,  tom.  I",  lib. 
1?,  fol.  2  á  10,  de  donde  se  ha  extractado  lo  que  aquí  se  dice,  y  en  lacolecciotí 
de  documentos  publicada  con  el  título  de'^Xealtad  española/' 

(23)  Toreno,  lib.  3?,  tomo  1?,  folio  244. 


HISTORIA  DE  MÉJICO.  179 

£1  virrey  pasó  la  representación  del  Ayuntamiento  el  día  mismo 
en  que  la  recibió,  en  consulta  al  real  Acuerdo.  Este  se  tuvo  el  día 
biguiente  y  fué  pleno,  habiéndose  llamado  á  él  á  los  alcaldes  de  cor- 
teque  noguerón  convocados  para  el  del  dia  15.  (24)  Chocó  desde  lue- 
go á  todos  los  ministros,  el  carácter  que  el  Ayuntamiento  preten- 
dia-tomar  en  representación  de  todo  el  reino,  y  el  nuevo  gobierno 
provisional  que  con  voz  de  éste  quería  establecer:  (25)  el  AlCwilde 
de  Corte  Villa  Urrutia  propuso,  que  por  todas  vias  se  llamase  al 
infante  D.  Pedro,  que  gobernase  como  regente,  para  reunir  la  opi- 
nión y  evitar  el  germen  de  las  divisiones;  mas  no  habiendo  encon- 
trado  apoyo  esta  idea,  porque  el  oidor  Carvajal  dijo  que  el  virrey 
tino  soltaría  prendas; lArotó  Villa  Urrutia  con  varios  de  los  indi-  L  " 
viduos  del  Acuerdo,  que  pues  no  habia  autoridad  en  Espafla  que 
debiera  reconocerse,  ni  tampoco  alguna  en  México  que  pudiera 
contener  al  virrey,  el  cual  no  solia  embarazarse  mucho  con  las  con- 
sultas del  Acuerdo,  el  único  medio  que  podia  emplejtrse  para  evi- 
tar los  desastros  que  amenazaban^  era  reunir  una  junta  represen- 
tativa del  reino,  declarando  al  virrey  la  autoridad  suprema  en  la 
necesario,  y  por  el  tiempo  que  las  circunstancias  lo  requiriesen,  y 
poniéndole  con  una  junta  permanente  el  contrapeso  correspondien- 
te, lo  que  tampoco  fué  bien  recibido.  (26)    i 

El  Acuerdo  resolvió  contestar  á  la  consulta  del  virrey,  extrañan- 
do que  el  Ayuntamiento  tomase  la  voz  de  todo  el  reino,  y  desapro- 
bando el  juramento  y  formación  de  gobierno  provisional  que  pre- 
tendía, pues  no  habiéndose  alterado  nada  en  el  orden  do  las  po- 
testades establecidas  l^itimamente,  éstas  debían  continuar  en  el 
ejercicio  de  sus  funciones,  como  que  habian  sido  nombradas  por  la 
autoridad  real,  y  hecho  el  juramento  de  fidelidad  á  sus  reyes:  que 
aquel  nombramiento  provisional  y  juramento,  debilitarían  más  bien 
que  afirmarían  aquellos  sagrados  é  inalterables  vínculos,  y  consti- 
tuirían un  gobierno  precario,  expuesto  á  variaciones  y  tal  vez  á  ' 
caprichos,  por  lo  que  este  paso,  además  de  ilegal,  seria  impolítico 
y  de  consecuencias  muy  trascendentales.    Mas  para  proceder  de 

(24)  Apuntes  hist.  de  Villa  Urrutia,  citados  por  Mier,  t.  1?,  lib.  1?,  f.  34. 

(25)  Informe  de  la  audiencia,  muchas  veces  citado,  párrafo  16. 

(26)  Mier,  tora.  1"  lib  V-  fol.  34.    • 


180  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


'    M    '       IBI^N^* 


couformidad  con  el  virrey¿  que  fué  llamado  á  concurrir  el  21,  se  le 
propu30  respondiese  á  la  ciudtxl,  dándole  las  gracias  por  el  acriso- 
lad patriotismo  que  en  su-exposicion  manifestaba,  y  comunicán- 
dole lo  resuelto  en  el  Acuerdo  d^l  dia  15>  previniéndole  que  ex- 
cu,9ft$e  en  lo  sucesivo  tomar  la  voz  que  no  le  pertenecia  por  todas 
la^'demás  ciudades  del  reino,  y  asegurándole  nque  cuando  convinie- 
se y  Ib&  circunstancias  lo  e:!i^igiesen^  no  se  detendrian  el  virrey  y 
real  Acuerdo  en  convocar  al  cuerpo  cintero  ó  á  sus  representan- 
tep^ii  (27)  Tratando  de  otros  puntos  relativos  al  grave  negocio  que 
á  todos  ocupaba,  el  Acuerdo  propuso  al  virrey  comunicase  á  todos 
los  demás  virreyes,  gobernadora  y  autoridades  civiles  y  eclesiás- 
ticas de  toda  la  América,  é  islas  Filipinas,  la  resolución  en  que  la 
Nueva  España  estaí)a  de  sostener  los  derechos  de  la  casa  de  Bor- 
bon,  por  lo  que  interesaba  que^  todos  procediesen  con  uniformidad; 
que  se  hiciesen  públicas  rogativas  para  satisfacer  el  doseo  que  en 
el  público  se  manifestaba;  y  para  remover  el  descontento  y  agita- 
ción que  causabci  el  tumplimionto  que  se  estaba  dando  á  la  real 
cédula  de. 26  de  Diciembre  do  1804,  respectiva  á  la  enagenaciou 
de  fincas  y  exhibición  de  capitales  de  obras  pías  para  el  fondo  de 
consolidación,  se  suspendiesen  desde  luego  sus  efectos,  anuncián- 
dose asi  al  público,  y  acordándose  los  medios  de  indemnizar  á  tos 
partícipes,  pues  estándose  en  el  casó  de  asegurar  la  fidelidad  y 
atraer  la  benevoleaicia  de  los  habitantes  del  reino,  lío  se  podía  en- 
contrar otro  m^edio  más  adecuado  y  eficaz.  (28) 

Posteriormente,  con  motivo  de  la  sensación  que  en  el  público 
habla  causado  la  venida  del  Ayuntamiento  todo,  á  poner  en  manos 
del  viiToy  su  exposición,  advirtió  á  éste  por  medio  del  oidor  Agui- 
rre>  que  para  evitar  estos  actos  estrepitosos,  seria  conveniente  se 
entendiese  con  aquel  cuerpo  por  medio  de  una  comisión;  pero  el 
Ayuntamiento  teniéndolo  á  desaire,  insistió  en  presentarse  en  for* 
ma  de  ciudad,  y  comisionó  para  tratar  sobre  este  punto  con  el  vi- 
rrey, al  marqués  de  Uluapa  y  al  síndico  Verdad,  los  cuales  habien- 
do viíelto  á  la  sala  capitular,  se  dio  por  seguro  que  Uluapaj  infor- 
mando á  la  corporación  del  resultado  de  su  conferencia,  habia  ase- 

(27)  Mier,  tom.  H,  lib.  I?,  fol.  15. 

(28)  Mier,  lib.  IV,  tom.  1",  foL  11  á  17,  en  que  está  copiado  todo  el  acuerdo. 


HISTORIA   DE   MÉXICO.  181 


~i_i~  _i~^„i — ii^ 


gurado  «^que  se  habiioi  aventajado  más  en  aquella  media  bora,  qne 
en  doscientos  años,  y  que  había  protestado  al  virrey,  que  el  Ayun- 
tamiento no  desoansaria  hasta  colocarlo  sobre  el  trono,  n  {29)  En 
el  mismo  día,  que  fué  el  23,  el  Ayuntamiento  en  cuerpo  volvió  al 
palacio,  para  que  el  virrey  le  comunicase  lo  resuelto  en  el  acuerdo 
acerca  de  su  exposición.  (30)  Túvose  á  mal  por  la  Audiencia  esta 
condescendencia  del  virrey,  así  como  que  en  la  minuta  del  acuerdo 
del  dia  21  hubiese  sustituido,  que  la  comunicación  á  todas  las  au- 
toridades de  América  se  haría  i»oportunamente,ii  ed  lugar  de  "in- 
mediatamente, 1 1  como  so  habia  resuelto.  El  Acuerdo,  haciendo  que 
el  virrey  asistiese  á  sus  deliberaciones,  y  evitando  diferencias  en  co- 
'  sas  de  poca  mojjta,  procuraba  que  procediesen  con  uniformidad^ 
la  cual  en  aquellas  circunstancias  era  más  necesaria  que  en  ningu- 
nas otras,  por  lo  que  el  oidor  Aguirre  le  dijo  *»que  estuviese  en  la 
inteligencia  segura  que  el  virrey  sin  el  Acuerdo  nada  valia,  y  el 
Acuerdo  sin  el  virrey  menos,  ti  (31) 

Como  nada  de  esto  se  publicaba,  y  aun  en  el  acuerdo  del  dia  16 
se  habia  exigido  juramento  de  guardar  secreto,  que  después  se  le- 
vantó,  mandando  se  comunícase  al  Ayuntamiento  lo  que  en  aquel 
dia  se  habia  resuelto,  eran  varias  las  voces  que  se  esparcían  y  los 
rumores  á  que  se  daba  lugar.  Los  europeos  comenzaron  á  sospe- 
char que  la  representación  del  Ayuntamiento  ocultaba  miras  de  in^ 
dependencia,  y  tuvieron  por  criminal  en  aquel  cuerpo  el  haberla 
presentado,  y  en  el  virrey  haberla  admitido,  y  no  rechazádola  sin 
demora  y  castigado  A  sus  autores.  Los  americanos  por  el  contrario, 
creían  percibir  en  la  resistencia  del  Acuerdo  á  unas  pretensiones 
que  creían  justas,  el  intento  de  imitar  la  conducta  de  los  consejos 
de  Madrid,  y  tergiversar  con  el  objeto  de  conservar  siempre  la 
América  unida  á  España,  cualquiera  que  fuese  la  dinastía  que  en 
eUa  dominase,  como  habia  sucedido  en  la  guerra  de  sucesión  á 
principios  de  aquel  siglo.  Establecióse  con  esto  la  desconfianza  en- 
tre unos  y  otros;  formáronse   los  partidos  que   fueron  en   seguida 

(29)  Así  lo  aúrmó  el  alcalde  Fagoaga  en  la  declaración  que  par  oficio  sé  le 
piiio,  pero  los  demás  negaron  haber  oído  esta  especie. 

(30)  Informe  de  la  audiencia,  párrafos  16  á  19  en  el  cO^d^ino  fle  Jimhniar- 
tifiena,  documentos  fols.  28  y  29. 

(31)  Informe  de  la  audiencia,  párrafo  16,  fol.  28. 


182  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


exacerbándose,  hasta  llegar  á  un  rompimiento.  Esto  era  sin  em- 
bargo todavía  solo  entre  personas  de  la  capital,  que  procuraban 
hacel*se  de  prosélitos  en  las  provincias,  comunicando  los  america- 
nos copias  de  la  representación  del  Ayuntamiento,  y  circulando 
los  europeos  las  consultas  del  Acuerdo.  La  idea  de  la  convocación 
de  una  junta  ó  congreso  d©  todo  el  reino,  que  el  alcalde  de  corte 
VilJa  Urrutia  habia  propuesto  á  varios  ministros  de  'la  Audiencia, 
y  que  ésta  no  parecia  desechar  según  el  acuerdo  del  dia  24,  se  ha- 
bia presentado  casi  simultáneamente  á  varios  Ayuntamientos  en 
puntos  muy  distantes  y  sin  ninguna  comunicación  entre  sí.  El  de 
Veracruz,  compuesto  casi  todo  de  europeos,  decía  al  virrey  que  los 
votos  de  la  Nueva  Espafia  por  conservar  la  fidelidad  debida  á  sus 
monarcas  eran  unánimes,  ««como  lo  acreditaría  si  tenia  á  bien  con* 
vocar  á  sus  representantes: n  (S2)  lo  mismo  había  hecho  el  de  Ja- 
lapa adelantándose  á  nombrar  sus  diputados,  (33)  y  el  de  Queré- 
taro  ofreció  mandarlos  luego  que  se  le  previniese.  (34) 

En  cuanto  á  lo  propuesto  por  la  Audiencia,  relativamente  á  la 
enagenacion  de  bienes  de  fundaciones  piadosas,  no  pareció  al  vi- 
rrey deber  suspender  del  todo  el  cumplimiento  de  la  real  cédula 
relativa,  pero  sí  se  dispuso  por  acta  de  la  junta  superior  de  hacien- 
da de  22  de  Julio,  que  no  se  procediese  á  la  venta  de  fincas  y  re- 
caudación de  capitales  que  no  fuesen  voluntarias,  con  lo  que  cesa- 
ron desde  luego  las  violentas  exacciones,  que  tenian  consternados 
á  muchos  propietarios.  Punto  era  este  muy  delicado  para  el  virrey, 
pues  ademas  de  intervenir  en  él  su  interés  personal,  se  hallaba  con 
las  prevenciones  más  estrechas  de  la  Corte,  y  entre  sus  papeles  se 
encontraron  cartas  de  los  ministros  de  España,  en  que  le  pedían 
ui^entemente  9.000,000  de  ps.,  y  le  decían  que  tenian,  si  no,  el  pu- 
ñal de  Napoleón  en  la  garganta.  (35) 

En  este  caso  se  hallaban  las  cosas  cuando  llegó  á  Veracruz  la 
barca  h Esperanza,  tt  salida  de  Tarragona  el  7  de  Junio,  por  la  que 

(32)  Suplemento  á  la  gaceta  d«  México  de  5  de  Agosto  de  1808,  núm..  72? 
tom.  15»  fol.  ñ30. 

(33)  Suplemento  á  la  gaceta  de  10  de  Setiembre,  publicada  el  13,  f.  663. 

(34)  Gaceta  de  México.  Suplemento  á  la  de  31  de  Agosto,  publicada  en  2  de 
Setiembre.  Núm.  87,  fol.  624. 

(35)  Mier.  Tom.  1%  fol.  27,  nota. 


HISTORIA  DB   MlbciCO.  183 

vino  la  noticia  dol  levantamiento  en  masa  de  toda  España  contra 
Napoleón.  El  aviso  se  recibió  en  México  el  28  por  la  noch«,  y  al 
amanecer  el  29  los  repiques  y  salvas  de  artillería  con  que  el  virrey 
mandó  anunciar  tan  gloriosos  sucesos,  dieron  principio  al  movimien- 
to de  entusiasmo  universal,  que  comenzando  en  la  capital,  se  di- 
fundió luego  por  todo  el  reino.  No  parecía  sino  que  un  acceso  de 
delirio  se  experimentaba  por  todas  partes.  Pro^^lamábase  á  Fer- 
nando VII;  juraban  todos  defenderlo  hasta  la  muerte;  se  sacaban 
en  triunfo  sus  retratos,  acompañados  con  largas  procesiones,  en  que 
el  europeo  iba  al  lado  del  americano,  el  eclesiástico  se  confundía 
con  el  comerciante,  el  rico  con  el  pobre:  el  veneno  de  la  discordia 
no  se  había  difundido  todavía,  y  cualquier  intento  de  sembrarla 
hubiera  sido  sofocado  en  medio  del  entusiasmo  general.  Este  no  era 
un  trasporte  de  estéril  patriotismo,  sino  que  se  hacían  de  buena  fé 
los  más  generosos  ofrecimientc»s:  el  arzobispo  y  cabildo  de  México 
fueron  los  primeros  en  ofrecer  todos  los  bienes  y  rentas  de  la  Igle- 
sia: siguió  este  ejemplo  el  obispo  y  c*abildo  de  Puebla  y  todos  los 
demás,  haciendo  lo  mismo  muchas  corporaciones  é  individuos  (36). 
Hacíanse  correr  las  más  absurdas  noticias  (37),  y  todas  eran  creí- 
das, y  se  tenia  por  traidor  al  qu«  manifestaba  dudar  de  ellas.  Pre- 
sentábase como  el  héroe  de  la  revolución  española  al  duque  del 
Infantado  (38),  mientras  éste  se  humillaba  ame  Napoleón  en  Ba- 
yona, y  acompañ^iba  á  su  hermano  José  en  Madrid  en  calidad  de 
coronel  de  sus  guardias:  contábausse  por  recobradas  laa  plazas  fuer- 
tes ocupadas  á  traición  por  los  franceses  en  la  frontera:  suponíase 
muerto  al  duque  de  Berg,  lugarteniente  del  reino,  y  que  los  ejérci- 
tos enemigos,  desbaratados  en  todas  partes,  huían  delante  de  his 

(36)  Suplemento  á  la  |i;aceta  de  México  de  3  de  Agonto  de  1808.  Tom.  15 
núm.  69,  fol.  627. 

(37)  Véanse  las  gacetas  de  aquel  tiempo,  desde  la  de  30  de  Julio  en  que  se 
publicaron  las  noticias  traídas  por  la  goleta  Esperanza. 

(38)  En  el  teatro  de  México,  entre  otras  canciones  sobre  los  sueesos  de  Es- 
paña, se  cantaba  la  siguiente  cuarteta: 

Viva  el  del  Infantado,  • 

Ta»  raro  en  el  obrar, 

Que  por  salvar  á  Espafía 

Tuvo  que  mendigar.  . 
Porque  se  contaba,  que  con  disfraz  de  mendigo,  había  salido  de  Bayonit  para 
poner  en  movimiento  á  la  nación. 


184  HISTOBIA  BE  MÉXICO. 

triunfantes  y  numerosas  huestes  españolas  que  marchaban  á  poner 
en  libertad  á  su  rey,  el  cual,  según  una  noticia  que  se  imprimió  é 
hizo  circular,  estaba  ya  libre  en  España  (39).  Sueftos  todos  de  un 
entusiasmo  descompasado,  pero  sueños  que  manifiestan  la  unifor- 
midad de  opinión  que  hasta  entonces  habia  en  la  totalidad  del  país; 
vamos  á  ver  en  seguida,  cuan  presto  desapareció  y  con  cuánta  vio- 
lencia volvieron  á  germinar  las  semillas  de  división  sembradas  en 
el  corto  pero  decisivo  período  del  15  al  29  de  Julio  de  1808  (40). 

(39)  E«tíinotioia  la  publicó  el  editor  tle  la  gaceta,  Cancelada,  en  el  núni. 
67  de  2  de  Agosto,  con  aprobación  del  oidor  revisor.  .El  virrey  disjrustado  por 
esta  publicación,  reprendió  8everaraent€[  al  editor,  le  hizo  que  desdijese  la  no- 
ticia en  él  núm.  siguiente,  y  se  reservó  la  revisión  de  la  gaceta.  La  audiencia 
en  eu  informe  par.  21  habla  de  este  incidente,  con  el  que  dice  "se  dio  lugar  á 
siniestras  interpretaciones  sobre  la  conducta  del  virrey,  creciendo  la.descon- 
fianza  que  se  iba  formando  de  su  conducta."  Sin  embargo,  en  este  punto  obró 
pnidentemeate,  evitando  que  se  abusase  de  la  credulidad  pública  con  tales  no- 
ticias. 

(40)  Son  muy  numerosos  los  impresos  de  aquel  tiempo,  en  que  se  deporibep 
el  entusinsmo  y  solemnidades  con  que  én  toda  la  Nueva  EppaSa  pe  celebró  el 
levantamiento  de  la  antigua.  Las  musas  me^^icanas,  que  hasta  entonces  se 
habían  ocupado  casi  exclusivamente  de  asuntos  devotos  y  poesías  eróticas,  re- 
cibieron mas  altas  inspiraciones,  y  en  composiciones,  algunas  de  ellas  excelen 
tep,  cantaron  los  loores  del  nuevo  monarca,  y  pintaron  la  perfidia  del  opresor, 
-con  el  negro  colorido  que  merecia.  Eos  pulpitos  resonaron  con  los  mismos  ar- 
gumentos, y  formaron  no  pequefía  parte  en  estos  impresos,  los  sermones,  dis- 
cursos y  exhortaciones  hechas  con  este  motivo.  Yo  tengo  una  colección  nume- 
rosa de  estos  impresos  que  componen  varios  tomos. 

D.  Carlos  María  Bustamante,  que  poco  tiempo  antes  habia  contribuido  á 
que  se  celebrasen  en  la  parroquia  de  S.  Miguel  solemnes  sufragios  por  los  que 
habían  muerto  en  Buenos  Aires,  defendiendo  aquella  capital  contra  loa  ingle- 
ses, para  los  cuales  compuso  las  inscripciones  de  la  pira  en  latin  y  castellano, 
é  hizo  se  pusiesen  en  mexicano,  promovió  se  acufíase  por  suscricion,  una  me- 
dalla que  perpetuase  la  memoria  de  la  fidelidad  del  pueblo  mexicano,  cuya 
descripción  se  hace  al  fin  de  esta  nota.  Es  notable  que  esté  monumento  sea 
obra  del  escritor  que  con  más  vehemencia  ha  atacado  después  á  Fernando  Vil 
y  sus  derechos,  y  que  más  daño  ha  hecho  á  los  españoles  y  ú,  sus  descendientes 
con  sus  publicaciones. 

Descripción  db  la  medalla  patriótica,  acüS ada  por  D.  Carlos  María 

bubt amante  en  i8o8. 

Representa  por  el  anverso  el  busto  de  Femando  TU  con  este  lema:  "Fer- 
nando VII  el  deseado,  rey  de  España  y  de  Isla  Indias,  padre  de  un  pueblo  li- 
bre" con  el  nombre  del  grabador  "Tomas  Suria."  Por  el  reverso  se  ven,  entre- 
un  trofeo  de  armas  y  banderas,  el  león  de  España  y  el  águila  de  México,  sobre 
los  cuales  se  levanta  una  asta  sostenida  por  tres  manos  enlazadas  por  una 
guirnalda  de  rosas,  en  cuyo  extremo  aparece  la  corona  imperial  circundada  de 
resplandores,  con  esta  inscripción.  "Siempre  fieles  y  siempre  uñidos.'*  "Bu6ta- 
mantt  erigió.  México,  1808.'^ 


HISTORIA  DE   MÉXICO.  185 

La  medalla  se  distribuyó  son  el  soneto  siguiente: 

EXPLICACIÓN   DE   LA   MEDALLA    PATRIÓTICA. 

^^  Siempre  fieles  y  siempre  finidos"^ 

He  aquí  tres  manos.  El  amor  constante 

Y  la  fidelidad  las  han  unido'. 

¿dué,  en  las  tres  y  en  su  union^  no  has  conocido 
Al  español,  al  criollo,  al  indio  amante? 
Los  tres  á  punta  de  asta  fulgurante,  • 

Y  á  costa  aun  de  su  sanare,  han  convenido 
En  guardar  A  su  rey  esclarecido 

La  debida  diadema  rutilante. 

La  sSguila  mexicana,  el  león  hispano^ 
Siempre  defenderán  con  ardimiento 
La  relij^ion,  la  patria,  el  soberano. 

Y  de  esta  Union^  fidelidad  y  aliento, 
En  el  orbe  sent  de  roano  en  mano 
Esta  medalla  eterno  monumento. 

Lie.  Carlos  María  de  Bustamante. 

Puede  coRciderarse  la  medalla  como  un  monumento  de  todo  lo  contrario  que 
dice  el  soneto,  y  también  de  la  movibilidad  é  inconsecuencia  de  principios  de 
su  autor. 


TOMO.  I — 24 


J 


HISTORIA  DS  MÉXICO.  187 


CAPITUIX)  V. 

Oo&tíntiacion  d«-lo9  moviinientos  de  México,  á  conseeaencia  de  los  sucesos  de  Eapafia  de  1808 — In^ 
fuste  el  Ayuntamiento  de  México  en  .la  convocación  de  una  junta  de  las  autoridades  de  la  capital- 
—Miras  del  Ayuntamiento. — Escritos  del  P.  Talamantes. — Quién  era  éste. — Miras  del  virrey. — 
Secíbense  órdenes  deMurat. — Comunicaciones  del  gobierno  francés. — Motin  excitado  en  Veracruz 
por  la  ll^;tda  de  la  goleta  Yaillante  que  las  condujo. — Consideraciones  sobre  la  independencia.— 
Convoca  el  virrey  la- junta  general  de  las  autoridades. — Protestas  de  la  audiencia. — Celebración  de 
la  junta  .el  9  de  Agosto. — Deliberaciones  de  ésta. — Promuévese  el  reconocimiento  de  la  junta  de 
Sevilla.— Sesistelo  el  virrey. — Forma  en  que  se  declaró  la  guerra  á  Francia. — Acuerdos  de  la  jun- 
ta.— Protestas  contra  el  acta  que  se  extendió. — Jura  de  Fernando  Vil,  é  incidentes  ocurridos  en 
ella. — Llegada  de  los  comisionados  de  la  junta  de  Sevilla.— Junta  del  31  de  Agosto,— Becíbensa 
pliegos  de  los  comisionados  en  Londres  de  la  junta  de  Asturias.  —Convota  el  virrey  la  tercera  jun- 
ta para  el  1.  ^  de  Setiembre. — ^Trata  el  virrey  do  dejar  el  mando.— Cuarta  junta  celebrada  el  9  de 
Setiembre. — ^Resolueion  del  virrey  de  convocar  el  congreso. — Exasperación  del  paiüdo  europeo. 

El  glorioso  levantamiento  de  la  nación  española  habia  venido  á 
producir  un  cambio  muy  esencial  en  la  opinión;  pero  las  dificulta- 
des causadas  por  la  ausencia  y  prisión  del  monarca,  no  solo  que- 
daban en  pié,  sino  que  aparecian  en  toda  su  gravedad,  por  las  cir- 
cunstancias mismag  en  que  la  metrópoli  se  hallaba.  Eñ  el  movi- 
miento casi  simultáneo  de  todas  las  provincias  de  España,  cada  una 
habia  establecido  un  gobierno  local,  que  atendiese  á  las  necesida- 
des del  momento  que  en  ellas  ocurrian,  pero  no  habia  habido  tiem- 
po ni  oportunidad  para  formar  un  gobierno  general  que  reempla- 
zase á  la  junta  de  Madrid,  que  por  todos  habia  sido  desconocida; 
y  aunque  para  los  europeos  la  cuestión  estaba  decidida,  pues  ha- 
biendo Qií  la  península  una  autoridad  que  gobernase  en  nombre  de 
Femando  VII  les  bastaba  para  creer  que  debia  ser  reconocida;  pa- 
ra los  americanos  la^  cosas  no  habian  variado,  y  por  esto  el  Ayun- 
tamiento de  México,  que  habia  indicado  ya  al  virrey  desde  23  de 
Julio,  al  comunicarle  éste  la  consulta  del  Acuerdo  del  21,  que  era 
necesaria  la  reunión  de  todas  las  autoridades  del  reino,  y  en  lo 
pronto  por  la  urjencia,  la  de  las  de  la  capital,  para  el  caso  de  que 
libasen  órdenes  del  gobierno  intruso;  cumpliendo  con  lo  que  el 


188  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


virrey  le  previno,  sin  embargo  de  las  noticias  recibidas  desde  aque- 
lla fecha,  expuso  en  dos  representaciones  que  dirigió  en  3  y  5  de 
Agosto,  las  razones  en  que  fundaba  su  opinión.  Eran  estas  el  ejem- 
plo de  lo  que  habían  hecho  las  varias  provincias  de  Espafia;  la  ne- 
cesidad de  ponerse  en  estado  de  defensa,  pues  aunque  por  los  su- 
cesos recientes  habia  cesado  el  peligro  ejecutivo  que  amenazaba, 
no  debia  sin  embargo  prescindirse  de  hacer  los  preparativos  necc- 
diarios,  y  porque  *para  llenar  el  vacío  inmenso  que  la  íalta  d^í -íno 
narca  dejaba  entre  la  autoridad  del  virrey  y  la  soberanía,  era  pre- 
ciso recurrir  al  reino^  representado  en  lo  ejecutivo  porcias  autori- 
dades y  europeos  existentes  en  la  capital,  en  unión  de  la  ciudad 
como  su  metrópoli,  reconociendo  sin  embargo,  que  aai  »el  virrey  eo- 
mo  todos  los  tribunales,  tenían  expedito  el  poder  que  las  leyes  les 
concedían  (1). 

Ahora  que  tenemos  ya  presentada  de  lleno  4a  idea  y  objeto  á  que 
el  Ayuntamiento  de  México  se  encaminaba,  la  cual  habia  sido  apo- 
yada por  el  virrey,  cuando  le  previno  que  la  fundase  por  escrito,  y 
que  ella  va  á  ser  el  punto  de  contraste  de  los  partidos,  examinemos 
cuál  era  la  importancia  que  cada  uno  de  ellos  le  daba,  y  las  miras 
que  se  proponía;  este  examen  facilitará  mucho,  ó  más  bien,  dará  la 
llave  de  la  inteligencia  de  todos  los  sucesos  que  van  á  segiurse. 

Tanto  el  virrey  como  los  licenciadoa  Azcárate  y  Verdad  que  di- 
rigían al  Ayuntamiento,  estaban  en  la  persuasión  de  que  ]España 
no  podría  resistir  á  los  franceses,  y  el  virrey  con  poca  circunspección 

• 

lo  manifestaba  así  en  sus  tertulias  y  conversaciones,  lo  que  habia 
hecho  que  trascendiese  en  el  público,  el  que  daba  por  «sto  poco 
crédito  á  sus  demostraciones  de  entusiasmo,  como  las  que  hizo  cuan- 
do se  recibieron  las  noticias  del  levantamiento  de  España,  pasean- 
do por  ías  calles  el  retrato  de  Fernando  Vil,  y  echai^do  dinero  ai 
pueblo.  (2)  Era,  pues,  el  plan  <le  los  individuos  influyentes  en  la 
municipalidad,  aprovecharlas  circunstancias  en  que  España,  se  ha- 

(1)  Las  áos -repi^sentaciones  áel  - AyuutAmilento-  ti(}u{  citudad,  nelialiaa  in- 
sertas en  la  histotia  da  Míer^  tom  F,  lib.  1?,  fol.  22,  la  da  2  de  iL^éto;  j  lih. 
2"^,  fol.  41,  ía  de  5  del  mismo  mes. 

'<¿)  ÍÍIiiér,  tom.  1%  lib.  I-*,  fol:  2^.  El  vitiey  fné  A  dto  {(tttcítóí  ftl  «tóíüWio 
3b  fitfadaQufie;  y  mcüM  M  retrirto  dr.  i^mmdo  TiJ^  iqbe  haU»  «ida  fíAMAd<» 
por  el  pueblo,  para  ponerlo  en  el  balcón  de  palacio. 


HISTORIA    DE    MÉXICQ.  189 

liaba  para  hacer  la  independencia;  mas  como  la  opinión  no  estaba 
de  ninguna  manera  preparada  para  ello,  este  plan  no  podia  presen- 
tarse á  las  claras,  por  estar  muy  arraigada  en  los  ánimos  del  pue- 
blo la  fidelidad  del  monarca,  de  que  acababa  de  dar  tan  señaladas 
pruebas.  Preciso  era,  pues,  comenzar  por  establecer  con  otros  pre- 
textos, lisonjeando  las  inclinaciones  del  virrey  para  contar  con  su 
apoyo,  una  junta  nacional  que  ejerciese  la  soberanía,  y  á  poco  an- 
dar, á  favor  de  las  circunstancias,  la  independencia  quedaría  hecha 
por  sí  misma;  y  que  éste  fuese  el  intento,  por  más  que  entonces  se 
negó  con  las  más  ardientes  protestas  de  fidelidad,  ha  venido  á  po- 
nerlo en  claro  la  serie  misma  de  los  sucesos,  y  aquellos  de  sus  au- 
tores que  han  vivido  hasta  después  de  hecha  la  independencia,  lo 
han  hecho  así  público,  y  por  ello  han  sido  considerados  y  premia- 
dos, aunque  el  licenciado  Azcárate  estando  preso  y  procesado  como 
tlespues  veremos,  enfermo  y  en  artículo  de  muerte,  hizo  una  solem- 
ne protesta  de  la  pureza  de  sus  intenciones  y  fidelidad  acendrada 
á  Fernando  VII.  (3) 

Vése  también  con  claridad  lo  mismo,  por  Ips  planes  que  ae  le  co- 
jieron  en  el  acto  de  su  prisión  á  Fr.  Melchor  Talamantes.  Era  és- 
te un  religioao  mercedario.  de  aquellos  que  de  su  profesión  no  con- 
servan más  que  el  hábito:  habia  venido  del  Perú  su  patria,  para  pa- 
sar á  España  por  disturbios  en  su  provincia,  pero  se  habia  ido  que- 
dando en  México,  en  donde  vivía  fuera  de  su  convento,  frecuentan- 
do las  casas  de  juego  y  petardqando  para  hacerse  de  dinero.  Se  le 
habia  encargado  por  el  virrey  el  deslinde  dq  la  provincia  de  Texas, 
para  fijar  los  límites  de  ésta  y  asegurar  su  posesión  contra  los  inten- 
tos de  los  Estados-Unidos,  y  habia  formado  también  un  plan  de 
defensa  del  reino,  que  presentó  al  oidor  Carvajal  por  quién  fué 
bien  recibido;  con  motivo  de  las  recientes  ocurrencias,  escribió 
unos  apuntes  sobre  el  modo  de  convocar  el  congreso  general  del  rei- 

« 

no,  y  objetos  de  que  éste  habia  de  tratar,  con  otras  memorias  en  que 
examinaba  más  á  fondo  la  misma  materia,  (4)  de  que  hizo  circular 

(3)  Existe  original  en  su  causa,  en  el  archivo  general. 

(4)  Véase  cu  el  apéndice  documento  nüm.  9.  Sobre  el  P,  Talamantes,  véase 
á  Cancelada,  conducta  del  virrey  Itarrigaray,  en  contestación  á  su  vindicación, 
fol.  119.  Cádia  1812. 


190  HlSTOEU  DB  MÉXICO. 

copias  y  presentó  una  con  nombre  fingido  al  Ayuntamiento,  dándo- 
se á  conocer  por  autor  á  los  amigos  que  en  aquella  corporación  te- 
nia.. Era  hombre  despejado,  y  tenia  en  asuntos  políticos  aquella 
instrucción  indigesta  que  da  la  lectura  de  los  libros  de  la  revolución 
francesa,  y  que  basta  entre  el  vulgo  para  ser  considerado  por  hom- 
bre ilustrado.  Un  escritor  más  reciente  pero  bien  impuesto  de  los 
sucesos  de  aquel  tiempo,  confiesa  también  que  el  objeto  de  las  jun- 
tas que  el  Ayuntamiento  promovia,  (5)  no  era  otro  que  el  de  la  in- 
dependencia. 

La  reunión  de  la  junta  lisonjeaba  sobremanera  los  intereses  y 
ambición  del  virrey,  sin  que  por  esto  entrase  en  las  miras  ulterio- 
res de  los  promovedores  del  plan.  Pai\a  quien  ejerce  una  autoridad 
suprema,  es  molesto  todo  lo  que  se  encamina  á  limitarla,  y  para 
Iturrigaray  lo  era  la  intervención  del  Acuerdo,  en  todos  los  nego- 
cios graves  en  que  por  las  leyes  debia  consultarlo,  aunque  no  estu- 
viese obligado  á  conformarse  con  su  dictamen.  Persuadiósele  que 
la  reunión  de  la  junta  no  solo  no  debilitaba  su  autoridad,  sino  que 
la  afirmaba  y.  consolidaba,  haciéndola  independiente  do  las  vicisi- 
tudes á  que  estaba  expuesta  la  España,  en  el  estado  de  revolución 
en  que  se  hallaba:  hízosele  creer  que  el  voto  de  la  junta  había  de 
ser  meramente  consultivo  como  el  del  Acuerdo,  y  aunque  parezca 
monstruosa  la  idea  de  una  junta  convocada  para  llenar  el  hueco  que 
dejaba  en  la  monarquía  la  ausencia  y  cautividad  del  monarca,  con 
solo  voto  consultivo,  (6)  nada  tenían  dificultad,  en  prometer  los  que 
nada  pensaban  cumplir;  funesto  sistema,  que  se  ha  seguido  después 
en  casi  todas  las  variaciones  políticas  del  país:  y  el  virrey  sin  cono- 
cimientos en  estas  materias,  daba  fácil  asenso  á  cuanto  le  sugerían 
los  que  se  servían  de  su  credulidad  para  otras  miras,  y  que  sabian 
lisonjear  sus  pasiones,  presentándole  no  solo  un  medio  de  humillar 
á  los  oidores,  abatiendo  su  influjo  preponderante,  y  de  afianzaren 
sus  manos  la  autoridad  y  con  ella  los  arbitrios  de  continuar  enri- 
queciéndose por  un  tiempo  ilimitado,  sino  también  haciéndole  es- 

(5)  Bustámante:  Suplemento  á  los  Tres  siglos  de  México,  tomo  3?,  folio 
278. 

(6)  El  virrey  lo  repite  eu  muchos  lugares  de  la  contestación  .quedi6  en  Cá- 
diz á  su  nombre,  á.  la  ^Terdad  sabida^'  de  Cancelada,  D.  Facundo  Lízarsa. 
Véase  especialmente  fol.  36,  par.  62,  y  fols.  41  y  42  par.  61. 


HISTORIA   DE   MÉXICO.  191 


perar  que  podría  ser  el  ««primer  rey  de  la  Nueva  España  hecha  in- 
dependiente, i?  (7)  Combinábanse,  pues,  bien  los  intereses  del  virrey 
con  los  del  partido  que  proinovia  la  convocación  de  la  junta,  aun 
cuando  no  estuviesen  de  acuerdo  en  el  fin  particular  que  cada  uno 
se  proponía  y  que  ocultaba. 

El  alcalde  de  corte  Villa  Urrutia,  único  que  en  todo  esto  obra- 
ba de  buena  fe,  sospechaba  que  el  virrey  no  tenia  más  plan  que 
"hacerse  de  cartas  de  todos  palosu  para  conservarse  á  todo  trance 
en  el  puesto.  (8)  Hay  un  incidente  que  dá  mucha  verosimilitud  á 
esto  concepto.  Llegó  á  Veracruz  algunos  días  antes  que  la  goleta 
Esperanza  el  bergantín  Centinela,  por  el  cual  recibió  el  virrey  co- 
raunicaciones  de  Murat,  dándose  á  conocer  por  lugarteniente  ge- 
neral del  reino,  las  cuales  el  virrey  quemó  por  su  mano  en  el  sa- 
lón de  su  palacio,  delante  de  varios  jefes  y  dejó  por  muchos  días  la 
ceniza  para  que  todos  la  viesen.  (9)  Algún  tiempo  después  arribó 
al  mismo  puerto  la  goleta  francesa  de  guerra  uVaillante,  proceden- 
te de  la  Guadalape,  conduciendo  un  pliego  del  ministro  de  relacio- 
nes exteriores  del  imperio  francés,  fecho  en  Bayona  en  17  de  Mayo 
y  dirigido  al  "intendente  general  de  Veracruz, n  (empleo  que  no 
existia),  por  el  que  se  le  comunicaba  el  llamamiento  al  trono  de 
España  do  José  Napoleón,  se  confirmaban  en  su  nombre  todas  las 
autoridades,  aun  las  eclesiásticas,  y  se  le  encargaba  la  custodia  de 
estos  dominios,  haciéndole  responsable  de  la  obediencia  y  quietud 
de  ellos.  La  llegada  de  este  buque  causó  un  motín  en  Veracruz,  pues 
el  pueblo  creyó  que  habia  venido  en  élD.  Miguel  José  de  Azanza, 
que  fué  virrey  de  México,  y  era  actualmente  ministro  del  rey  José, 
y  que  estaba  oculto  en  la  casa  del  capitán  del  puerto  D.  Ciríaco  de 
Cevallos,  quien  por  otros  motivos  era  aborrecido,  y  en  esta  ocasión 
su  casa  fué  invadida  y  saqueada,  perdiéndose  las  cartas  que  tenía 
trabajadas  para  el  depósito  hidrográfico  de  Madrid,  y  á  duras  pe- 
nas pudo  salvar  su  persona  en  el  castillo  de  Ulúa,  de  donde  pasó 
á  los  Estados-Unidos  habiendo  sido  necesario  que  el  cura  sacase 

(7)  Son  las  mismas  palabras  dfel  P.  Talamantes,  en  uno  de  sus  escritos  di- 
rijido  al  virrey.  ^ 

(8)  Así  lo  dice  en  sus  apuntes  históricos  citados  por  Mier. 

(9)  Lizarza.  fol.  19,  par.  23.  El  arzobispo  vio  la  ceniza  y  certifico  el  hecho 
en  una  carta  pastoral. 


192  HISTORIA  BE    MÉXICO. 


al  Santísimo  Sacramento  para  sosegar  la  asonada,  con  cuya  demos- 
tración y  uu  aguacero  que  oportunamente  cayó,  se  disipó  el  pue- 
blo, que  quería  matar  á  Cevallos  y  á  los  franceses  venidos  en  la 
goleta.  (10)  La  correspondencia  venida  por  este  buque,  tuvo  la 
misma  suerte  que  la  recibida  por  el  Centinela,  habiendo  sido  que- 
mada por  mano  deLvirrey;  (11)  pero  cuando  éste  fué  preso,  se  ha- 
lió  entre  sus  papales  el  nombramiento  que  le  mandó  Murat  y  que 
no  quemó  con  lo  demás,  sin  duda  por  tener  esta  carta  á  ese  palo, 
para  usar  de  la  misma  comparación  de  Villa  Urrutia.  (12) 

Penetraban  perfectamente  los  oidores  Aguirre  y  Bataller,  que 
desdo  ahora  consideraremos  como  los  jefes  del  partido  europeo,  el 
fin  á  que  se  encaminaban  los  promovedores  de  la  junta,  y  todos 
sus  esfuerzos  se  dirigieron  á  contrariarlos.  Mientras  no  se  sabia  el 
levantamiento  de  las  provincias  de  Espafia,  los  europeos  y  la  Au- 
diencia, que  era  el  órgano  de  sus  intentos,  se  hablan  reducido  a  un 
sistema  negativo,  que  consistía  en  no  reconocer  al  gobierno  intru- 
so, reservar  estos  dominios  para  algún  individuo  de  la  familia  rei- 
nante que  tuviese  derecho  á  ellos,  y  aguardar  la  serie  de  aconteci- 
mientos: pero  una  vez  alzado  en  España  el  estandarte  nacional  y 
conocidas  las  miras  del  Ayuntamiento  de  México,  no  pretendían 
otra  cosa  que  sujetar  á  la  Nueva  España  al  reconocimiento  y  obe- 
diencia de  cualquiera  autoridad  establecida  en  la  Península,  que 
tuviese  algún  viso  de  legitimidad  y  supremacía,  para  conservar  así 
la  dependencia,  que  veían  claramente  perdida  con  las  novedades 
que  se  intentaban.  Esto  explica  por  qué  el  Ayuntamiento  de  Vera- 
cruz,  compuesto  de  europeos,  promovió  la  reunión  de  un  congreso 
nacional,  al  que  manifestó  estar  pronto  á  mandar  sus  diputa- 
dos, (13)  mientras  creyó  que  con  esto  se  procedía  de  buena  fé,  y  el 

>  (10)  Mier,  lib.  7",  fol.  223,  en  donde  refiere  el  suceso,  atribuyendo  el  motín 
á  la  enemistad  de  los  comerciantes  de  Veracruz  con  Cevallos,  por  los  permi- 
sos de  buques  ingleses  que  durante  la  guerra  se  concedieron  á  la  casa  de  Mur- 
phy.  Cevallos  se  indemnizó  y  fué  declarado  inocente  algún  tiempo  después. 

(11)  Lizarza,  foL  19,  par.  23. 

(12)  Cancelada,  (Contestación  á  Iturrigaray,  tol.  130,  par.  60.  No  ha  contra- 
dicho el  hecho  el  P.  Mier,  que  escribiá  después  de  Concelada  en  defensa  de 
Iturrigaray,  lo  que  da  gran  peso  a  la  especie,  aunque  8<flo  Cancelaílaha  habla- 
do de  este  incidente. 

(13)  Atrás,  fol.  176. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  193 


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mismo  cuerpo  fué  después  el  más  decidido  enemigo  del  virrey, 
cuando  llegó  á  entender  cuáles  eran  las  miras  que  en  ello  se  lleva- 
ban. Los  europeos  atribuían,  sin  embargo,  á  Iturrigaray  intentps 
más  avanzados  que  los  que  sin  duda  tenia:  daban  por  cierto  que  de  . 
acuerdo  con  el  Ayuntamiento,  intentaba  nada  menos  que  colocar- 
se en  el  trono:  decíase,  como  hemos  visto,  que  asi  se  lo  hablan 
ofrecido  los  regidores:  que  se  le  habia  aclamado  por  algunas  voces 
con  el  nombre  de  José  I,  y  que  la  virreina  admitía  de  sus  domés- 
ticos el  tratamiento  de  majestad,  especie  á  que  se  dio  tanto  crédi- 
to, no  solo  por  el  vulgo  sino  aun  por  los  magistrados,  que  fué  uno 
de  los  puntos  sobre  que  el  gobernador  de  la  sala  del  crimen,  pidió 
informe  al  secretario  del  virreinato  Velazquez.  (14) 

La  importancia  que  se  daba  á  la  convocación  de  la  junta  promo- 
vida por  el  Ayuntamiento,  no  consistía  pues  en  la  junta  misma,  si- 
no en  los  designios  ulteriores  que  en  ella  estribaban,  considerándo- 
la como  principio,  de  la  independencia.  Esta  es  una  inclinación  tan 
natural  y  noble  en  las  naciones  como  en  los  individuos,  que  una 
vez  despierta  la  idea  de  conseguirla,  se  desarrolla  con  fuerza  irré- 
.sistible,  mucho  más  cuando  se  presenta  un  porvenir  lisonjero  y  se 
ofrecen  á  la  vista  grandes  6  incalculables  ventajas.  Para  promo- 
verla en  aquella  sazón  no  se  presentaba  otro  motivo  que  la  facili- 
dad que  para  obtenerla  ofrecía  el  estado  en  que  se  hallaba  la 
metrópoli,  pues  no  solo  no  habia  ningún  nuevo  agravio  de  que  que- 
jarse^ ningún  acto  de  arbitrariedad  que  autorizase  una  resistencia 
legal,  sino  que  se  habia  removido  el  justo  motivo  de  queja  que  da- 
ba la  exacción  de  capitales  para  la  caja  de  consolidación.  £1  Dr. 
Mier,  que  escribió  en  Inglaterra  su  historia  de  la  revolución  de  la 
Nueva  España,  conociendo  que  en  un  pueblo  donde  las  leyes  son 
tan  respetadas  como  en  el  inglés,  era  menester  fundar  la  revolución 
de  las  posesiones  españolas  dQ  América  en  la  infracción  de  un  pac- 
to, para  darle  el  mismo  origen  que  tuvo  la  de  las  colonias  inglesas, 
que  hoy  son  los  Estados-Unidos;  (15)  extractó  del   código  de   In- 

(14)  Wiefy  documento  núm.  1,  al  fin  del  primer  tomo,  fol.  14. 

(15)  Es  bien  sabido,  que  las  colonias  inglesas  del  Norte- América,  se  esta- 
blecieron medíante  un  pacto  expreso  con  la  metrópoli,  constante  en  las  cartas 
6  constituciones  que  á  cada  una  le  le  dieron;  pacto  que  era  obligatorio  por  una 

TOMO  I. — 25 


104  HISTORIA  BE   MÉXICO. 

dias  todo  lo  que  podia  parecer  pacto  fundamental,  y  pretendió  hacer 
pasar  por  tal  los  contratos  que  se  hacían  con  los  conquistadores,  que 
en  Nueva  España  no  los  hubo,  y  los  privilegios  y  ventajas  declara- 
das en  favor  de  los  hijos  de  aquellos,  en  compensación  de  (ístos 
mismos  contratos  que  no  pudieron  cumplirse,  firmando  con  todo 
esto  una  especie  de  Constitución  de  la  América  española,  que  nun- 
ca llegó  á  existir,  ó  que  estaba  olvidada  largos  años  hacia,  y  en  la 
infracción  de  ésta  funda  el  derecho  de  la  independencia.  (16)  Pe- 
ro estos  contratos  para  la  conquista,  en  donde  los  hubo,  eran  me- 
ramente personales  con  los  conquistadores,  y  no  habia  ya  parte  que 
tuviese  derecho  á  reclamarlos,  y  el  que  hubiesen  caido  ep  desuso 
algunas  leyes,  no  era  un  agravio  reciente  y  que  pudiese  con  justi 
cia  reclamarse,  sino  una  costumbre  que  habia  venido  á  ser  invete- 
rada, habiéndose  sustituido  á  la  antigua  una  nueva  legislación  por 
todos  reconocida. 

Hánse  alegado  también  las  razones  generales  del  derecho  impres- 
criptible que  las  naciones  tienen,  para  reclamar  en  cualquier  tiem- 
po su  independencia  y  libertad,  cuando  la  han  perdido:  do  la  im- 
posibilidad é  inconvenientes  que  ofrecia  el  que  mías  posesiones  tan 
extensas  fuesen  regidas  desde  una  metrópoli  distante,  á  la  que  se 
dirigían,  como  una  vena  inagotable  de  plata  y  oro  los  tesoros  de 
toda  la  América,  sin  enriquecer  y  fecundar  los  países  de  su  proce- 
dencia; pero  estas  razones  son  las  unas  insubsistentes  y  las  otras 
de  mera  conveniencia.  No  eran  los  restos  de  las  naciones  que  antes 
dominaron  en  el  país,  las  que  promovían  la  independencia,  ni  esta 

y  otra  parte.  Las  colonias  pretendieron  que  la  Inglaterra  lo  habia  violado,  es- 
tableciendo sobre  ellas  contribuciones  que  no  estaban  obligadas  á  pagar,  si  do 
eran  decretadas  por  los  congresos  ó  legislaturas  provinciales,  establecidas  por 
sus  cartas.  Esto  hizo  legal  la  resistencia  que  opusieron  en  defensa  de  sus  de- 
rechos, y  esta  defensa  terminó  en  la  independencia. 

(16)  Todo  el  libro  14  del  tomo  2*  del  P.  Mier  tiene  este  objeto,  y  es  muy 
instructivo,  aunque  obre  enteramente  contra  su  intento.  En  este  mismo  libro 
que  cita,  pretende  fundar  D.  Carlos  Bustamante  la  vindicación  de  Iturbide 
por  el  pronunciamiento  ó  revolución  dé  Iguala,  después  de  haber  censurado 
fuertemente  su  conducta.  Véase  el  Cuadro  histórico,  tom*  6?,  México  1827, 
imprenta  de  Ga  van,  fol.  32  y  siguientes  de  la  conclusión  de  la  carta  16.  Es 
cosa  singular  que  habiendo  declamado  tanto  contra  la  conquista,  se  pretenda 
fundar  la  justicia  de  la  independencia  en  la  infracción  de  los  pactos  hechos 
con  los  conquistadores,  para  ejecutar  esa  misma  conquista. 


HISTORIA    DE    MÉXICO.  195 

tenia  por  objeto  reponerlas  en  sus  derechos  usurpados  por  la  con- 
quista; promovíanla  los  descendientes  de  los  conquistadores,  que  no 
tenian  otros  derechos  que  los  que  les  habia  dado  esa  misma  conquis- 
ta, contra  la  cual  han  declamado  con  una  especie  de  frenesí  impo- 
sible de  explicar,  como  si  fuesen  los  herederos  de  los  pueblos  con- 
quistados y  estuviesen  en  la  obligación  de  vengar  sus  agravios  (17). 
Las  razones  de  conveniencia  eran  pues  las  únicas  que  habia,  y  és- 
tas eran  decisivas  y  evidentes;  pero  cuando  España  se  veia  invadi- 
da por  un  euemigo  do  tan  gran  poder,  parecía  muy  poco  generoso 
pretender  apartarse  de  una  nación  con  la  que  México  estaba  ligado 
por  tres  siglos  con  tan  íntimas  y  estrechas  relaciones,  negándole 
los  auxilios  que  pedia  en  su  mayor  apuro,  para  sostener  una  gue- 
rra en  que  se  bailaba  empeñada  por  necesidad  y  que  se  habia  de- 
cidido á  hacer  por  un  acto  admirable  de  heroísmo.  Las  razones  en 
que  cada  partido  fundaba  sus  pretensiones,  procedian  de  los  varios 
conceptos  bajo  los  cuales  las  posesiones  españolas  de  América  ha- 
bían sido  consideradas  en  diversos  tiempos.  La  audiencia  y  los 
españoles  miraban  á  la  Nueva  España  como  una  colonia  de  la  an- 
tigua, según  los  principios  adoptados  durante  el  gobierno  de  los 
Borbones,  y  el  Ayuntamiento  y  los  americanos  se  apoyaban  en  las 
leyes  primitivas  y  en  la  independencia  establecida  por  el  código  do 
Indias,  ademas  de  las  doctrinas  generales  de  los  filósofos  del  siglo 
anterior,  sobre  la  soberanía  de  las  naciones,  aunque  todas  las  apli- 

(17)  Hablando  cou  el  general  D.  Manael  Teran,  hombre  de  muy  perspicas 
ingenio  y  que  abundaba  en  dichos  agudos,  Á  quien  tendré  frecuente  ocasión 
de  citar  en  el  curso  de  esta  obra,  en  conversación  que  tuvimos  en  el  año  de 
1814,  estando  ambos  e»  el  ministerio,  sobre  este  extravío  de  razón  por  el  cuaí 
los  descendientes  de  los  españoles  pretenden  ser  los  herederos  do  los  derechos 
de  Moctezuma,  lo  que  da  lugar  á  tuntas  declamaciones  insensatas  en  los  dis- 
cursos patrióticos  de  la  fiesta  del  16  de  Setiembre  de  cada  año,  medeciar^Yo 
no  me  he  considerado  nunca  mas  que  como  español  rebelado.'' 

El  P.  Mier,  el  más  jnstruido  de  los  escritores  nacionales,  sobre  cosas  mo- 
dernas de  América,  tocó  este  punto  do  la  dificultad,  y  para  salir  de  él  supone 
que  los  descendientes  de  los  españoles  tenion  derecho  á  pretender  la  indepen- 
«leneia,  no  por  representación  de  sus  padres,  sino  de  sus  madres,  que  en  gran 
parte  fueron  indias,  lo  que  se  demuestra  por  la  pequenez  de  las  manos  y  píes 
de  la  raza  hispanoamericana.  ¡Triste  prueba  por  cierto!  sacada  del  inñujo  del 
clima  meridional,  sobre  todas  las  razas  que  lo  habitan.    ¡Y  todo  esto  cuando 
IsLñ  tres  quintas  partes  de  la  población  no  pueden  pretender  otro  origen  que 
Jgí  conquistal 


196  HISTORIA  DE    MÉXICO. 

oaciones  que  de  éstas  hadan,  suponían  que  México  fuese  ya  inde- 
pendiente y  pudiese  obrar  como  nación  soberana,  que  era  precisa- 
mente lo  que  otros  resistían  é  impugnaban. 

Sigamos  ahora  la  narración  de  los  sucesos,  qué  vendrán  á  ser  de 
muy  fácil  inteligencia  después  de  las  observaciones  que  preceden. 
El  virrey,  accediendo  á  lo  que  se  le  proponia  por  el  Ayuntamiento 
en  la  representación  do  5  de  Agosto,  comunicó  al  Acuerdo  en  aquel 
mismo  dia  la  resolución  en  que  estaba  de  convocar  la  junta  gent^- 
ral  de  las  autoridades  de  la  capital,  pidiéndole  que  acordase  y  ex- 
pusiese el  modo  y  términos  en  que  debiese  concurrir  á  ella  la  au- 
diencia, manifestando  al  mismo  tiempo  por  voto  consultivo,  cuanto 
le  pareciese  conveniente  acerca  de  las  dos  representaciones  del 
Ayuntamiento,  que  al  efecto  acompañó  (18).  La  resolución  del  vi- 
rrey era  anterior  á  estas  representaciones  y  resultado  de  lo  que 
habia  ofrecido  al  Ayuntamiento  desde  23  del  mes  anterior,  pues 
en  cartas  particulares  fechas  el  28,  encontradas  entre  sus  papeles 
cuando  fué  aprehendido,  al  comunicar  la  resolución  tomada  en  el 
acuerdo  del  15,  de  no  reconocer  al  gobierno  intruso  de  España, 
agregaba  nsolo  falta  sancionarla  en  una  junta  general  que  se  va  á. 
celebrar  en  México,  entre  tanto  pueda  convocarse  la  de  todos  los 
lugares  del  reino,  situados  á  largas  distancias  (19).  £1  Acuerdo,  en 
vista  de  la  resolución  del  viiTey,  le  dijo  en  contestación  que  con- 
vendria  suspender,  de  todas  maneras  la  celebración  de  la  junta,  no 
pudiendo  consultar  cosa  alguna  sobre  lo  que  se  le  pedia,  mientras 
no  estuviese  instruido  de  lo  que  el  virrey  tenia  determinado,  en 
razón  de  los  cuerpos  y  personas  que  habian  de  concurrir  á  ella, 
para  qué  fines  y  con  qué  representación  y  voto,  añadiendo  que  nun- 
•  ca  estaría  de  acuerdo  en  que  la  junta  se  formase  bajo  los  principios 
que  establecía  y  para  los  objetos  que  manifestaba  el  Ayuntamiento 
en  sus  exposiciones.  ^ 

No  obstante  lo  expuesto  por  la  audiencia,  el  virrey  insistió  en  la 
reunión  de  la  junta  de  una  manera  tan  resuelta,  que  en  su  contes- 

(18)  YéaDse  todas  estás  comunicaciones  en  el  cuaderno  de  Martiüena,  des- 
de elnúm.  21  fol  4,  de  los  documentos,  en  ^adelante. 

(19)  Martiñena:  Nota  primera  á  la  relación  formada  por  laaudieneia^d^  los 
pasajes  mas  notables  ocurridos  en  las  juntas.  Doc.  núm.  99,  fol.  34. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  197 

tacíon  dijo  al  Acuerdo,  que  se  habia  de  celebrar  el  dia  9  de  Agosto, 
y  que  en  ella  podría  manifestar  aquel  cuerpo  cuanto  le  pareciese, 
indicando  que  las  materias  que  habían  de  tratarse  en  ella  eran: 
.  sobre  la  estabilidad  de  las  autoridades  constituidas;  sobre  la  orga- 
nización de  un  gobierno  provisional  para  los  asuntos  que  exigían 
resolución  soberana;  sobre  hacer  el  virrey  todo  cuanto  haría  el  rey 
si  estuviese  presente,  y  sobre  la  distribución  do  las  gracias  que  hu- 
biesen de  concederse,  y  otras  materias  semejantes,  Bien  veían  los 
oidores  que  esto  era  asentar  las  bases  de  la  intlepeadencia;  aunque 
con  el  título  de  provisional  y  á  pretexto  de  las  circunstancias,  pero 
siendo  fija  la  determinación  del  virrey,  y  estando  ya  circulados  los 
oficios  de  citación  á  las  corpomciones  y  personas  que  habian  de 
concurrir  á  la  junta,  no  les  quedó  otro  arbitrio  que  manifestar  al 
virrey,  que  no  les  parecía  que  hubiese  necesidad  alguna  do  la  junta 
que  tenia  resuelto  celebrar,  fundándose  en  que  las  leyes  de'  Indias 
tenían  previsto  todo  lo  necesario  para  casos  como  el  pre.-eute,  pues 
revistiendo  á  los  virreyes  con  plenitud  de  facultades,  se  disponia 
en  ellas  que  en  las  materias  arduas  é  importantes  consultasen  con 
el  real  Acuerdo,  y  que  siendo  tan  diversas  las  circunstancias  en.que 
se  hallaba  la  península  de  las  que  felizmente  existían  en  América, 
la  reunión  de  la  junta  no  solo  no  produciría  ventaja  alguna,  sino 
que  estaría  expuesta  á  gravísimos  y  muy  trascendentales  inconve- 
nientes. La  audiencia,  sin  embaído,  ofreció  asistir,  pero  bajo  la  pro- 
testa de  que  no  se  la  considerase  nunca  responsable  de  los  males 
que  de  la  junta  pudiesen  resultar;  que  la  autoridad  del  virrey,  au- 
diencia y  demás  constituidas,  no  habian  de  tomar  fuerza  y  subsis- 
tencia, ni  depender  para  su  conservación  de  aquella  junta  ni  do 
otra  ninguna,  pues  como  dimanadas  del  soberano  y  de  las  leyes. 
se  habian  de  mantener  en  sus  respectivas  facultades  y  funciones,  y 
que  por  consiguiente  nada  debería  tratarse  de .  los  puntos  que  el 
virrey  indicaba  sobre  organización  de  gobierno  provisional,  ni  so- 
bre ninguna  otra  cosa  que  pudiese  hacer  creer  que  la  autoridad  del 
virrey,  del  real  Acuerdo  y  demás  constituidas,  necesitasen  consoli- 
darse por  .otro  principio  que  el  solo  y  único,  que  como  derívadas 
del  trono  prescriben  las  leyes;  que  de  ninguna  manera  ^  habia  de 
tratar  en  la  junta  punto  alguno  que  tocase  á  la  soberanía  ó  supre- 


198  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

macia-del  poder  del  Sr.  D.  Fernando  VII,  ni  tampoco  se  había  de 
desconocer,  sino  por  el  contrario  respetar  y  obedecer  la  autoridad 
de  la  junta  de  Sevilla,  ó  de  cualquiera  otra  que  representase  legíti- 
timamente  al  monarca;  y  por  último,  que  aquel  voto  consultivo  se 
babia  de  leer,  con  las  protestas  que  iucluia,  al  principio  de  la  junta 
y  antes  de  proceder  á  tratar  en  ella  materia  alguna  (20). 

Celebróse,  pues,  la  junta  el  dia  9  de  Agosto  á  las  nueve  de  la 
mañana.  Destinóse  para  ella  el  salón  principal  del  palacio,  y  es- 
tando dentro  de  este  varios  tribunales  y  oficinas  cñ  que  se  reúnen 
muchos  empleados,  litigantes  y  otros  concurrentes,  todos  se  cerra- 
ron, no  dejando  entrar  en  él  á  ninguno  de  éstos,  ni  aun  á  los  es- 
cribanos de  cámara  de  la  audiencia,  sino  á  las  personas  citadas, 
doblándose  las  guardias.  (21)  El  virrey  se  colocó  debajo  del  dosel: 
á  su  derecha  en  sillones,  la  audiencia  con  sus  fiscales;  á  la  izquier- 
da el  arzobispo,  canónigos,  inquisidores  y  el  Ayuntamiento,  y  en 
el  resto  del  salón  los  jefes  de  oficinas,  prelados  de  las  religiones, 
varios  títulos  y  vecinos  principales,  los  diputados  del  Ayuntamien- 
to de  Jalapa,  gobernadores  de  las  parcialidades  de  indios  de  S. 
Juan  y  Santiago  y  otros  funcionarios  públicos,  que  en  todo  hacian 
el  número  de  ochenta  y  dos  individuos. 

I  No  se  espere  encontrar  en  la  relación  que  voy  á  hacer  de  esta 
y  las  siguientes  juntas,  una  deliberación  arreglada  y  luminosa  so- 
bre los  graves  asuntos  que  iban  á  debatirse.  Siendo  una  cosa  en- 
teramente nueva  en  el  país  una  reunión  numerosa  para  tratar  de 
asuntos  públicos,  todos  eran  extraños  al  arte  de  seguir  sin  confu- 
sión una  discusión  complicada;  pero  además,  estando  prevenidos  de 
antemano  los  ánimos  de  los  concurrentes,  sospechando  los  unos  de 
las  intenciones  de  los  otos,  no  podia  haber  la  buena  fe  necesaria  en 
una  deliberación  eu  que*  solo  se  busca  el  acierto^ 

Abrió  el  virrey  la  sesión  manifestando,  que  aunque  su  objeto  en 
convocar  la  junta,  habla  sido  solamente  realizar  los  ofrecimientos 
que  se  le  habían  heaho  por  corporaciones  é  individuos,  y  atender  á  la 

i20)  Véase  el  voto  consultivo,  con  otras  protestas  menos  importantes  6  com- 
prendidas en  lo  dicho  en  el  cuaderno  de  Martifiena,  núm.  58,  fol.  8. 

(21)  Cancelada.  Contestación  al  virrey,  fol.  60,  refiriéndose  ú  certificación 
de  9  de  Octubre  de  1808,  de  los  escribanos  de  cámara  Gallardo  y  Jiménez. 


HISTORIA   DE  MÉXICO.  Ift9 

defensa  del  reino,  supuesto  el  estado  crítico  de  España;  pero  que 
el  real  Acuerdo  con  las  protestas  que  había  hecho,  habia  dado  mo- 
tivo á  que  sé  tratase  de  todo  lo  contenido  en  el  expediente  que  se 
habia  formado  con  las  representaciones  del  Ayuntamiento  y  votos 
consultivos  del  Acuerdo,. que  mandó  leer.  Concluida  la  lectura,  el 
regente  de  la  audiencia  notó  que  faltaba  la  minuta  de  la  comuni- 
cación en  que  el  virrey,  insistiendo  en  la  reunión  de  la  junta  con- 
tra lo  que  el  Acuerdo  habia  expuesto,  señalaba  los  puntos  que  ha- 
bían de  tratarse,  y  esta  observación  causó  grande  incomodidad  al 
virrey.  (22)  Este,  en  seguida,  invitó  al  licenciado  Verdad,  síndico 
del  Ayuntamiento,  para  que  hablase:  hízolo,  explicándolas  razones 
que  la  ciudad  habia  tenido  para  presentar  sus  exposiciones;  fundó 
ésta»,  en  que  por  la  falta  del  monarca  la  soberanía  habia  vnelto  al 
pueblo,  (23)  y  apoyó  la  necesidad  de  formar  un  gobiomo  provisio- 
nal en  la  ley  de  Partida  que  previene,  que  en  caso  de  quedar  el  rey 
en  edad  pupilar,  sin  haberle  su  padre  nombrado  tutor  ó  regente, 
se  lo  nombre  la  nación  junta  en  cortos;  de  lo  que  concluía,  que  lo 
mismo  se  debía  verificar  en  el  evento  de  ausencia  ó  cautiverio  del 
monarca.  Propuso  en  conclusión,  (24)  que  el  virrey  y  la  junta  pro- 
clamasen y  jurasen  por  rey  de  España  y  de  las  Indias  á  Fernando 
VII:  que  jurasen  igualmente  no  reconocer  monarca  alguno  que  no 
fuese  de  la  estirpe  real  de  Borbou,  defender  el  reino  y  no  entre- 
garlo á  potencia  alguna,  ó  a  ctra  persona  que  no  fuese  de  la  real 
familia. 

Notando  el  arzobispo  que  la  discusión  seria  interminable  si  no 
se  reducían  las  explicaciones  y  votos  á  lo  esencial,  lo  propuso  así; 
pero  el  virrey  llevó  á  mal  esta  indicación,  y  le  contestó  con  enfado, 
fique  allí  cada  uno  tenia  libertad  de  hablar  lo  que  quisiese,  y  que 

(22)  En  la  acta  de  la  junta,  que  se  imprimió  y  se  baila  en  el  cuaderno  de 
Martinena  nüin.  63,  fol.  17,  se  dice  que  el  virrey  abrió  la  sesión  por  un  dis- 
curso enérgico,  en  que  manifestó  el  estado  actual  de  España,  etc.;  pero  eldis 
curso  se  redujo. á  lo  dicho.  Sigo  en  la  relación  de  lo  ocurrido  en  está  y  en  las 
siguientes  juntas,  el  informe  de  la  audiencia,  fundado  en  documentos  incon^ 
testables,  teniendo  presente  todo  cuanto  ha  escrito  el  Dr.  Mier  en  defensa  de 
Iturrigaray. 

(23)  Relación  de  la  audiencia  sobre  los  pasajes  más  notables  de  las  juntas. 
Martinena,  documento  núm.  90,  fol.  24,  par.  3. 

(24)  Mier,  lib.  2%  tom,  1?,  fol.  58. 


200  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^■«i^^^^^^^^^^^*^^^^^ta^^^^^^^^^^^k^^^^^^^^a^^^^^^^^^^^^^«^^«^^^^^«^^^^^^^^«^^^^^«^^^^^a 


\ 


8i  le  parecia  larga  la  junta,  desde  luego  se  podría  marchará  su  ca- 
sa.» (26)  El  inquisidor  decano  D.  Bernardo  de  Prado  y  Ovejero, 
calificó  de  proscrita  y  anatematizada  por  la  Iglesia  la  proposición 
de  la  soberanía  del  pueblo,  que  habia  asentado  el  síndico.  (26)  Pre- 
guntó á  éste  el  oidor  Aguirre,  ¿cuál  era  el  pueblo  en  quien  habia 
recaído  la  soberanía?  y  habiéndole  contestado  que  eran  las  autori- 
dades constituidas,  le  replicó  Aguirre  que  éstas  no  eran  el  pueblo 
y  llamó  la  atención  del  virrey  y  de  la  junta  sobre  lo  que  se  debia 
entender  por  pueblo  en  el  sentido  que  le  daba  el  síndico,  sin  acla- 
rar más  su  concepto,  por  parecerle  peligroso  hacerlo  delante  de  al- 
gunos de  los  concurrentes,  indicando  sin  duda  álos  indios. 

Hablaron  en  seguida  los  tres  fiscales  de  la  audiencia,  impugnan- 
do las  pretensiones  del  Ayuntamiento  y  las  razones  en  que  las  fun- 
daban. Como  una  de  las  que  este  tenia  para  proponer  el  estableci- 
miento del  gobierno  provisional,  era  el  ejemplo  de  lo  que  se  sabia 
haber  hecho  varias  provincias  da  España,  los  fiscales  creían  que 
las  circunstancias  en  que  aquellas  se  habian  hallado  eran  muy  di- 
ferentes de  las  de  América:  en  aquella,  decían,  casi  en  todas,  la 
revolución  había  comenzado  por  deponer  á  las  autoridades  exis- 
tentes, y*  era  menester  sustituir  otras  en  su  lugar;  m  uchas  tenían 
los  ejércitos  franceses  ó  dentro  de  sí  mismas,  ó  las  estaban  ama- 
gando de  cerca,  y  era  de  urjente  necesidad  tomar  prontas  y  extra- 
ordinarias medidas  para  repelerlos,  y  todas  tenían  que  atender  á  la 
defensa  común,  siendo  para  todas  igualmente  próximo  el  riesgo. 
Nada  de  esto  existia  con  respecto  á  la  Nueva  España:  protejida 
por  un  espacioso  mar  y  por  la  vigilancia  de  las  escuadras  inglesas 
contra  cualquier  intento  de  Napoleón,  habia  además  reunido  un 
ejército  de  catorce  mil  hombres,  acantonado  de  antemano  en  los 
puntos  más  ventajosos  parala  defensa,  se  contaba. con  caudales 
más  que  suficientes  para  atender  á  todos  los  gastos,  y  para  pro- 
veer por  largo  tiempo  á  todas  las  necesidades  ocurrentes.  Los  ha- 
bitantes habían  manifestado  con  el  mayor  y  más  universal  entu- 
siasmo, la  unánime  resolución  de  no  reconocer  á  Napoleón,  y  de 

(25)  Relación  de  la  audiencia,  Marfciñena,  donde  arriba  par.  3. 

(26)  ídem  par.  4. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  ^  201 

sostener  los  derechos  de  la  dinastía  legítima,  ofreciendo  para  ello 
sus  vidas  y  caudales:  existian  autoridades  constituidas,  revalida- 
das en  el  ejercicio  de  sus  funciones  por  el  nuevo  monarca,  recono- 
cidas y  acatadas  por  todos,  y  en  las  que  según  el  ínismo  Ayunta- 
miento rio  debia  hacerse  variación.  Cuando,  pues,  no  habia  que  te- 
mer del  enemigo,  y  se  contaba  con  todos  los  medios  necesarios 
para  la  defensa,  ¿qué  necesidad  urjente  podía  haber,  para  hacer 
alteraciones  de   tanta  trascendencia  en   el   orden  actual  de  las 

cosas? 
En  cuanto  á  la  ley  de  Partida  citada  por  el  síndico,  por  la  que 

se  previene  que  á  los  reyes  menoies  se  les  nombren  por  la  nación 
tutores  ó  guardadores,  si  no  los  hubieren  nombrado  sus  padres;  los 
fiscales  decían  que  eran  diversos  los  casos,  porque  el' rey  pupilo 
no  tenia  edad  para  aprobar  los  ministros,  gobernadores,  jefes  y 
demás  funcionarios  de  la  monarquía,  y  en  el  caso  actual  Fernando 
VII  antes  de  su  prisión  en  Bayona,  aprobó  y  confirmó  todas  lá  \ 
autoridades  establecidas,  por  lo  que  cada  uno  en  su  respectiva  pro- 
vincia, estaba  autorizado  con  todo  el  poder  que/  le  era  necesario. 
Que  por  otra  parte,  aquella  ley  y  aquellas  doctrinas  citadas  por  el 
síndico,  eran  contraidas  á  un  pueblo  principal,  que  tiene  derecho 
dé  juntarse  on  cortes  y  nombrar  en  ellas  los  guardadores  del  rey 
niño,  ó  llámense  gobernadores  del  reino;  pero  no  á  una  parte  sola 
de  este  mismo  reino,  á  un  pueblo  subordinado  y  que  no  Iñene  de- 
recho de  ser  convocado  á  Cortead;  y  (Jue  si  un  pueblo  así  subordi- 
nado y  colonial  como  era  esté  de  la  Nueva  España,  se  entrometiese 
á  nombrar  tales  guardadores  ó  gobernadores,  aunque  fuese  provi- 
sionalmente, por  ese  mismo  hecho  asnrparial  un  derecho  de  sobe- 
ranía que  jamas  ha  usado  ni  le  compete,  y  si  lo  hacia  por  si  solo  y 
para  sí,  ya  este  era  un  acto  de  segregación  é  independencia  prohi- 
bido por  la  propia  ley  que  se  quería  hacer  valer.-  «Nosotros  esta- 
mos sujetos  á  la  metrópoli,  dijo  el  fiscal  de  lo  criminal  Robledo; 
quien  manda  en  ella  con  legítima  autoridad,  nos  debe  gobernar; 
no  nos  es  permitido  otro  sistema,  n 

£1  hueco  inmenso  que  el  Ayuntamiento  encontraba  entre  el  vi- 
rrey y  el  trono,  no  parecía  á  los  fiscales  tan  grande,  ni  menos  tan 
urgente  el  llenarlo.  Las  leyes  de  Indias,  teniendo  en  consideración 

TOMO.  1—26 


/ 


202  HI8T0EIA  DE  MÉXICO. 

la  distancia  de  estos  dominios  y  las  frecuentes  y  largas  interrupcio- 
nes de  comunicación  que  las  guerras  causaban  con  el  gobierno  su- 
premo, habian  provisto  á  estos  inconvenientes  de  una  manera  apli- 
cable á  las  circunstancias  presentes:  habian  depositado  en  el  virrey 
/  una  autoridad  casi  igual  á  la  del  monarca;  le  habian  dado  en  el 
real  Acuerdo  un  consejo  con  quien  consultar  en  las  materias  arduas 
y  difíciles;  habian  prevenido  el  modo  de  suplir  la  falta  de  los  oi- 
dores, de  los  canónigos,  de  todas  las  autoridades,  de  una  manera 
que  no  pudiese  seguirse  embarazo  alguno  en  la  administración  de  la 
justicia,  en  elgobierno  eclesiástico,  ni  en  el  servicio  délas  oficina^y  del 
ejército:  quedaba,  pues,  solo  de  las  facultades  exclusivas  de  la  so- 
beranía que*  no  estuviesen  suplidas  por  las  leyes  de  América,  la  de 
declarar  la  guerra  y  hacer  la  paz,  conceder  ciertas  gracias  y  pre- 
sentar para  los  obispados,  nada  de  lo  cual  era  urgente  en  las  cir- 
cunstancias en  que  la  Nueva  £spaña  se  hs^llaba,  formando  todo  esto 
una  diferencia  muy  esencial  con  respecto  á  las  provincias  de  Espa- 
ña, en  donde  con  la  cercanía  del  soberano,  no  se  habia  provisto  por 
las  leyes  en  manefa  alguna  á  su  falta. 

El  ñ^cal  de  real  hacienda  D.  Francisco  Javier  de  Borbon,  con- 
cluyó su  discurso  dirigiendo  al  virrey  estas  palabras:  "Alejemos, 
pues,  de  nosotros,  señor  excelentísimo,  todo  otro  sistema  que  no 
sea  el  de  vivir  obedeciendo  cpn  sencillez,  y  nivelando  por  las  leyes 
nuestro  público  y  privado  manejo:  con  Jo  cual,  y  con  que  el  reino 
observe  que  Y.  E.,  lleno  de  satisfacción  y  confianza  hacia  el  acier- 
to, consulta  las  materias  graves,  obedeciendo  lo  que  el  rey  manda, 
con  este  real  Acuerdo»  compuesto  de  ministros  los  m^  sabios,  ze- 
losos,  prácticos  é  integérrinios,  verá  V.  E.  que  en  todo  se  regene- 
rará aquella  quietud,  buen  orden,  tranquilidad  y  sosiego  públicos 
que  felicitan  los  Estados,  y  á  cuya  sombra  desaparece  la  agitación 
y  confusiones  á  que  dá  margen  toda  novedad,  siempre  arriesgada 
en  materias  de  fidelidad  y  religión,  debidas  á  ambas  majesta- 
des, n  (27) 

(27)  Los  tres  fiscales,  D.  Francisco  Javier  Borbon  de  hacienda,  D.  Ambro- 
sio Sagarzarrieta  de  lo  civil,  y  D.  Francisco  Robledo  de  .lo  criminal,  pusieron 
por  escrito  y  presentaron  al  virrey  lo  que  habian  dicho  en  la  junta.  Cnademo 
de  Martiñena,  documento  núm.  62,  fol.  11,  y  de  aquí  he  sacado  todo  lo  rela- 
tivo á  esta  discusión,  y  es  también  conforme  con  lo  que  refiere  el  P,  Mier. 


HISTORIA  DS-  MÉXICO.  208 


^1  ^^^  >i^^^^^^^^ 


El  virrey,  sin  duda  disgustado  por  estas  expresiones,  dijo  con 
tono  irónico  y  como  por  zaherir  á  los  oidores:  »» Señores^  aun  esta- 
mos en  tiempo  de  reconocer  al  duque  de  Berg;  ¿qué  dicen  V.  SS?it 
Muchas  voces  respondieron:  «»No,  señor;  no  señor;it  y  como  se  hi- 
ciese notable  el  ardor  con  que  con  este  motivo  se  produjo  el  oidor 
decano  D.  Ciríaco  González  Carvajal,  le  dijo  el  virrey:  »»¿y  qué  di- 
rá V.  S.,  si  lo  vé  autorizado  con  la  firma  del  Sr.  PorlierTn  (28) 
«í Tampoco,  tampoco,  n  contestó  Carvajal,  y  el  regente  Catani  hizo 
entonces  presente,  que  desde  el  acuerdo  de  15  de  Julio,  se  habia 
comprometido  el  virrey  con  el  real  Acuerdo  á  no  reconocer  ni  al 
duque  de  Berg,  ni  otra  ninguna  dominación  que  la  del  legítimo  so- 
berano. El  virrey,  ciiya empeño  parecía  ser  deprimir  á  la  audiencia 
y  lisonjear  al  Ayuntamiento,  replicó,  que  en  aquellas  circunstam- 
eias,  la  ciudad  de  México  fué  la  primera  que  se  presentó  con  reso- 
lución y  firmeza  á  ofrecer  sus  vidas  y  personas,  cuando  estos  se- 
ñores, convirtiéndose  hacia  los  oidores  i^tenian  las  caras  tan  largas, 
y  para  tratar  de  estos  asuntos  se  juramentaron  de  no  decir  nada, 
y  solo  después  que  han  visto  mejorar  las  cosas  es  cuando  están 
.  valientes,  n  •  . 

Entre  los  puntos  que  comprendia  la  protesta  de  la  audiencia, 
acerca  de  las  materias  que  se  hablan  de  tratar  en  la  junta,  era  'el 
uno  como  hemos  visto,  que  no  se  habia  de  desconocer,  sino  por  el 
contrario  respetar  y  obedecer,  lá  autoridad  de  la  suprema  junta  de 
Sevilla  ó  cualquiera  otra  que  representase  legítimamente  al  monar- 
•  ca.  Este  era  el  punto  esencial  para  todos,  y  en  realidad  el  nudo  de 
la  cuestión;  pues  para  los  unos,  el  no  reconocer  á  ninguno  de  los 
gobiernos  que  se  estableciesen  en  España,  que  no  fuesen  autoriza- 
dos por  Fernando  VII,  era  lo  mismo  que  establecer  la  independen- 
cia; y  para  los  otros,  hallar  en  España  está  autoridad,  era  resolver, 
según  lo  dicho  por  el  fiscal  Kobledo,  i*quien  debia  gobernar  en  es- 
tos dominios,  en  los  que  ño  era  permitido  otro  sistema,  n  Explicóse 
sobre  este  punto  el  virrey  de  una  manera  resuelta,  diciendo,  que  no 
recoBoceria  á  la  junta  de  Sevilla,  sino  del  mismo  modo  que  lo  ha- 

(28)  Informe  de  la  audiencia  sobre  las  juntas.  Martiñena,  n.  80,  f,  36,  par. 
6  y  7,  y  todo  lo  confirma  Iturrigaray  en  su  defensa  que  cita  el  P.  Mier.  Por- 
lier  era  ministro  de  guerra  en  Madnd. 


204  HISTORIA  DE  M¿XICÓ. 

ría  con  cualquiera  otra  de  las  de  Espafia,  y  para  excitar  los  intere- 
ses personales  en  favor  de  esta  resolución  añadió,  que  si  se  obede- 
cía á  aquella  junta  como  insinuaba  el  real  acuerdo,  ella  voiveria  á 
restablecer  la  consolidación,  cuyas  ejecuciones  sobro  los  bienes  de 
los  que  reconocian  capitales  piadosos  acababan  de  hacerse  cesat,  y 
y  dirigiéndose  hacia  el  arzobispo,  le  dijo:  ««quitará  á  V.  S.  lUma.  y 
pondrá  al  P.  Gil,  (29)  y  tiambie^  me  quitará  á  mí  poniendo  otro^e 
su  devoción,  y  lo  mismo  hará  con  otros  empleados.  En  cuanto  á 
socorros,  los  remitiré,  pero  ni  un  real  del  fondo  de  consolidación, 
so  pena  de  quedar  responsable  y  pagarlo  de  mi  bolsillo,  según  las 
órdenes  que  tengo,  tt  (30)  Estas  pocas  palabras  manifiestan  bastan- 
te los  motivos  que  dirigian  en  todo  esto  la  conducta  de  Itúrriga^ 
ray  La  remoción  á  que  estaba  expuesto,  era  el  punto  esencial  de 
sus  miras,  como  que  continuar  siendo  virrey,  era  lo  único  que  le 
interesaba.  Algunos  de  los  ministros  dé  la  adiehcía  (ujeron,  que  no 
se  hablan  fijado  precisamente  en  la  junta  de  Sevilla,  sino  en  ella, 
ó  en  cualquiera  otra  que  representara  legítímameiite  la  soberanía, 
en  cualquiera  parte  del  reino  que  residiera;  y  habiendo  el  oidor 
Aguirre  puesto  por  ejemplo  la  misma  jniita  de  Sevilla,  si  constase 
que  habin  sido  erigida  ó  aprobada  por  Fernando  VII,  el  virrey  in- 
dicó que  en  ese  caso  estaría  dispuesto  á  reconocerla. 

No  se  manifestaba  -en  ^sta  párfe  el  virrey  muy  consecuen- 
te consigo  mismo,  pues  pocos  días  antes,  el  P  de  Agosto,  habia 
publicado  la  guerra  al  emj^érador  de  los  franceses,  con  el  maní' 
fiesto  que  la  junta  de  SeviHa  hizo  en  nombre  de  Fernando  Vil' 
y  al  prevenir  su  cumidimiento,  decia  que  esta  declaración  sancio- 
nada iipor  la  suprema  junta  de  nuestra  monarquid,ii  habia  sido  ya 

(29)  Era  el  P.  Manuel  Gil,  de  los  clérigos  regulares.  Godoy  lo  mandó  á  la 
'  casa  de  reclusión  llíinxada  de  los  Toribios.  en  Sevilla,  eréyéndolo,  aunque  sin 

fundamento,  compUoado  en  la  intriga  que  para  derribarlo  habia  urdido  en  el 
alio  de  1795,  la  marquesa  de  Matallana  y  el  marino  Mala-Espina.  Por  la  to- 
putacíon  que  tenia  de  literatura  y  J^atríotismo,  fué  nombrado  para  la  juntude 
Sevilla,  cuatado  Be  trató  de  ha,CQt  eutriu:  en  ella  indiyiduocr  que  le  diesen  cré- 
dito. Toreno,  tom,  1?,  fol.  241. 

(30)  Para  que  los  fondos  destinados  á  la  consolidación  llegasen  íntegros  á 
Madrid,  estaba  mandado  que  be  renoitiesen  coü  entera  independencia  de  los 
procedentes  de  las  rentas  de  la  corona,  conminando  á  los  virreyes  j  demás  au- 
ridades,  con  que  tendrián  que  fepnoner  de  su  propio peculiocualquier  desfalco, 
que  és  ft  lo  que  alude  a<ftií  Ituririgarayj 


atSTORiA  DB  &I¿XICO.  SÍ05 


^*i^^^^^^^0^4i^^^^^h^^^^^«^^i^^^^%^ 


el  o)>jeto  del  deseo  me^iHeBf^ado  por  el  zelo  y.  fidelidad  de  estos  ha- 
bitantes, lo  que  pruebn  la  iucertidumbre  con  que  caminaba,  cedien- 
do á  ajcjnas  iufluiencias.  ^31) 

Aunque  habian  siilo  varios  los  puntos  tocados  en  la  junta,  no 
hubo  votación  formal  de  ninguno  de  ellos,  ni  por  personas  ni  por 
cuerpos,  ni  aun  se  esperó  á  que  estos  manifestasen  su  opinión.  (32) 
£1  regidor  Méndez  Prieto  pidió  que  hablara  la  ciudad,  después  de 
lo  expuesto  por  los  fiscales;  á  lo  que  éstos  se  opusieron,  por  el  de- 
recho que  tenian  para  qué  ¿nadie  se  oyese,  con  ppsterioridad  ¿  la 
voz  de  su  oficio,  (33)  lo ;  cual  ;^staba  establecido  para  los  ale- 
gatos en  los  tribunales,  pero  no  podͣ^  sff  aplicable  4  una  junta  en 
que  debia  ser  franca  la  deliberación.  Aprobóse  por  aclamación  que 
se  proclamase  por  rey  á  Fernando  VII,  on  lo  que  todos  estaban  de 
acuerdo,  porque  esto  entraba  ealas  mii^.  de  todos  los  partidos. 
£1  Ayuntamiento  lo  había  pedido  asi  en.  representación  hecha  al 
virrey  en  V  de  Agosto,^  «formada  por  el  regidor  Azcárate,  en  un 
éxtasis  de  amor  y  fidelidad,  u  (34)  Satis&oiase  de  este  modo  al  en- 
tusiaspio  y  lealtad  de  la  generalidad  de  1^.  n^on;  los  promovedo- 
res de  la  independencia  llevaban  adelan(;6  su  intento,  baja  un  nom- 
bre que  no  presentaba  ninguna  realidad  para  ellos:  el  virrey  logra- 
ba su  fin  de  hacerse  bigo  el  mismo  nombre  independiente  de  toda 
autoridad  peninsular  que  no  procediese ¡  del  monarca,  )a  que  él.  sa- 
bia que  no  existia:  y  los  europeos,  con  aquella  fé  con. que  sus  pai- 
sanos en  la  península  creyeron  siempire  ayeiguro  el  triunfo,. aun  en 
medio  de  los  mayores  reveses;  fé  qué  produjo  la,  constancia  heroi- 
ca que  les  dio  por  fin  la  victoria,  persuadidos  que  Fernando  volve- 
ría pronto  á  su  trono,  debiendo  su  libertad  al  valor  y  lealtad  espa- 

(31)  Gaceta  extraordinaria  de  México  del  martes  2  de  Agosto  de  1808,  ntm. 
67,  toro.  15,  fol.  621.  El  acta  de  esta  junta  se  imprimió  también  separada- 
mente. 

(32)  Asi  lo  juraron  los  individuos  del  Ayuntamiento  en  la  sexta  de  las  ra- 
zones por  que  protestaron  contra  el  acta  de  esta  junta.  Mier  las  copia,  así  co- 
mo las  protestas,  t.  1**,  f .  62  y  siguientes. 

(33)  Es  el  cuarto  de  los  motivos  de  las  protestas  del  Ayuntamiento.  El  mis- 
mo tom.  1"?,  fol.  64. 

(34)  Asi  lo  dice  Mier  en  el  tom.  1?,  fol.  30,  citando  el  cabildo  de  la  ciudad 
de  1?  de  Agosto  y  la  representación  de  Azcárate  al  gobierno  de  EspaBa^  de 
qut  tenia  copias. 


200  HISTORIA  I>£  MÉXICO. 


ñola,  86  lisonjeaban  de  afirmar  sus  derechos  á  los  dominios  de  esta 
parte  de  América,  con  la  proclamación  y  juramento  que  iba  á  pres- 
tarse. Del  mismo  modo  se  aprobaron  los  demás  puntos  propues- 
tos por  el  síndico;  pero  al  tratarse  de  la  defensa  de  estos  dominios 
y  del  modo  en  que  todos  debían  comprometerse  á  ella,  hubo  un  in- 
cidente que  prueba,  cuan  desconfiados  y  desabridos  andaban  los 
ánimos:  levantóse  en  la  junta  un  rumor  sordo,  repitiendo  varias 
voces  que  esta  defensa  habia  de  ser  i>para  Fernando  VII,  para 
Fernando  VII,!!  y  ei  oidor  Aguirre,  excitado  por  algunos  de  los 
concurrentes,  dijo,  dirigiéndose  al  virrey:  "¡Señor  excelentísimo! 
la  resolución  de  defender  estos  dominios  necesita  alguna  explica- 
ción,!! i  lo  que  él  virrey  irritado,  contestó:  "No  hay  necesidad  de 
explicación;  el  que  no  lo  entienda,  que  se  vaya,  abierta  tiene  la 
puerta.!!  Sin  embargo,  continuó  el  mismo  magistrado  sosteniendo 
que  la  defensa  no  podía  tener  otro  objeto  que  para  Femando  VII, 
á  lo  que  manifestó  su  aprobación  la  junta. 

Esta  reconoció,  como  la  audiencia  habia  protestado,  la  perma- 
nencia  de  todas  las  autoridades,  y  habiéndose  hablado  de  la  conve- 
niencia de  formar  juntas  parciales  para  tratar  de  materias  de  co- 
mercio, tnineria  y  otras,  no  se  contradijo  la  facultad  que  el  virrey 
tenia  para  nombrarlas;  con  cuya  ocasión  manifestó  el  virrey  su  de 
seo  de  dejar  el  gobierno  y  retirarse  con  su  familia  á  Toluca  á  hacer 
una  vida  privada,  (35)  y  levantando  la  sesión,  citó  para  el  dia  16  • 
á  todos  los  cuerpos  é  individuos  que  habían  asistido,  para  que  con- 
curriesen á  firmar  el  acta.  (36) 

Extendióse  esta  por  el  oficial  mayor  del  oficio  de  gobierno  D. 
Félix  Sandoval,  y  corrijió  el  borrador  el  secretario  del  virreinato 
D.  Manuel  Velazquez,  dictando  el  virrey  mismo  las  reformas  que 
habian  de  hacerse,  (37)  y  como  todas  las .  votaciones  habían  sido 
sobre  proposiciones  verbales,  sin  asentar  nada  por  escrito,  pudo  ha- 
cer redactar  los  acuerdos  en  el  sentido  que  convenia  ,á  sus   inten  - 

(35)  Informe  de  la  Audiencia  sobre  las,  juntas.  Martiñena,  núin.  90  f.36. 

(36)  Protesta  de  la  ciudad.  Mietr,  tom.  1*,  fol.  65^  rason  sétima. 

(37)  Declaración  del  secretario  del  virreinato  D.  Manuel  Yelasquezde  Leon> 
en  la  causa  de  infidencia  del  virrey  copiada  por  MartiRena,  núm.  98,  fol.  46 
al  fin. 


HISTORIA  Dx  Másaco*  207 

tos.  £n  ella  se  asentó,  además  de  lo  acordado  sobre  jurar  ¿  Fer- 
nando Vil,  y  no  reconocer  otra  estirpe  que  la  real  de  Borbon,  que 
la  junta  había  resuelto  y  jurado  ^^que  entro  tanto  el  rey  no  se  res- 
tituía á  su  reino,  que  tan  vivamente  lo  deseaba,  no  se  obedecerían 
órdenes  ningunas  del  emperador  de  los  franceses^  de  sus  lugarte- 
nientes, ni  de  ninguna  otra  junta  ni  aotoridad  que  no  emanase  del 
soberano  legítimo,  en  la  forma  y  modo  establecido  por  las  leyes: 
que  la  misma  junta  babia  reconocido  que  el  virrey  era  el  legal  y 
verdadero  lugarteniente  del  rey  en  estos  dominios;  que  la  real  Au- 
diencia y  los  demás  tribunales,  magistrados  y  autoridades  consti- 
tuidas, subsistían  en  toda  su  plena  autoridad  y  debían  seguir  sin 
variación  en  el  uso  y  ejercicio  de  esta,  y  que  la.  conservación  del 
reino  y  su  defensa,  dignamente  confiadas  al  virrey  por  la  mano  mis- 
ma del  monarca,  eran  la  áncora  sagrada  de  la  esperanza  de  la  Pe 
nínsula,  y  el  consuelo  de  todos  los  habitantes  de  estos  domi- 
nios.u  (38)  Aunque  en  la  junta  habían  sido  nombrados  para  autor 
rizar  sus  actos  el  marqués  de  S.  Boman,  superintendente  de  la  ca- 
sa de  moneda,  y  el  oidor  Villafafte,  que  tenían  título  de  secretarios 
del  rey,  el  primero  no  certificó  el  acta,  sino  en  cuanto  á  lo  relativo 
al  juramento  de  Femando  VII. 

En  vez  de  reunirse  nuevamente  la  junta  el  día  16  para  firmar  el 
acta,  como  la  había  citado  el  virrey,  hizo  este  que  se  llevase  á  casa 
de  cada  uno  de  los  concurrentes  para,  reoojer  las  firmas,  y  antes  de 
estarlo,  publicó  la  proclama  de  que  se  hablará  luego,  relativa  al 
contenido  de  la  misma  acta.  Por  esto,  por  no  hacer  más  pública  la  * 
ontradiccioii  en  que  estaba  el  virrey  con  la  Audiencia,  y  por  estasr 
ya  firmada  por  aquel,  la  firmaron  los  individuos  de  esta;  pero  ha" 
ciendo  una  protesta  reservada  contra  todo  lo  que  se  suponía  veta- 
dlo y  jurado  en  orden  al  reconocimiento  déla  junta  de  Sevilla  y 
otras  que  se  formasen  en  España.  (39)  Protestó  también  el  Ayun- 
tamiento, aunque  en  sentido  contrarío  de  la  Audiencia,  reservando 
sus  protestas  para  elevarlas  á  su  tiempo  á  la  noticia  del  sobera- 
no. (40)  En  ellas,  redactadas  por  Azcárate,  dice,  que   <»  siempre  se 

(38^   Véase  toda  el  acta,  publicada  y  circnlada  entonces,  y  que  inserta  Mar- 
tiñena,  nám.  63,  fol.  17. 

(39)  Informe  de  la  aadienoía.  Martiftenaf  núm.  89,  fol.  31,  párrafo  26. 

(40)  Protestas  del  Ayuntamiento  ineertas  originales  por  Mier,  tom.  1.^ 
foL  62  7  ñgaientes. 


208  míncmÉL  de  m^xíoo. 


mf^mni^'*^m^^^^ii^m^mt''n0i^0^i"w'»*'^  ■■ 


infi^atendrá  dependiente  de  la  E&paOa,  pero  que  no  reconocerá  á 
niiiguna  de  las  juntas  supremas  qu9  ep  ella  se  han  establecido,  si- 
no en  el  único  y  preciso  caso  de  que  alguna  esté  autorizada  legíti- 
mamente, de  un  modo  expreso,  claro,  inkergiyersable,  comprobado 
y  cierto  por  el  Sr.  D.  Femando  VII,  y  por  su  muerte  natural  A  ci- 
vil por  su  sucesor  legítimo  de  la  familia  de  Borbon  de  la  rama  de 
España;  pues  aunque  sea  colonia^  no  por  eso  carece  el  reino  de  de* 
recho  para  reasumir  el  ejercicio  de  la  soberanía,  como  lo  tienen 
expedito  los  reinos  de  conquista  en  la  Península,  como  se  ve  en 
Granada,  Sevilla,  Murcia  y  Jaén,  que  lo  son  de  Castilla,  y  en  el 
de  Valencia  que  lo  es  de  Aragón.  Protestó  igualmente,  que  aun- 
que siempre  obedecería  al  virrey,  pero  que  esto  seria  según  las  le- 
yes, órdenes  y  cédulas  que  Umitan  sus  facultades,  y  según  las  ins- 
trucciones que  recibía  cuando  fué  nombrado  virrey,  gobernador  y 
capitán  general:  todo  lo  cual  la  junta  no  había  podido  violar  ni 
transgredir,  porque  la  extensa,  extraordinaria  y  grande  facultad 

•  que  la  junta  dio  al  virrey  en  el  hecho  de  reconocerle  teniente  gene- 
ral de  S.  M.  en  el  reino,  con  todas  las  facultades  convenientes  pa- 
ra llenar  el  hueco  existente  entre  las  autoridades  constituidas  y  la 
soberanía,  era  opuesta  á  las  leyes  y  perjudicial  á  los  derechos  del 
reino,  con  cuyo  voto  no  se  hábia  contado,  sino  solo  con  el  de  los 
tribunales  y  cuerp<^  de  la  capital  interesados  en  esta  declaración; 
y  con  este  motivo  discurre  sobre  la  alteración  que  se  habia  hecho 
-  en  el  acta^  pues  habiéndose  reconocido  en  la  junta  al  virrey  por 
H  verdadero  tt  lugarteniente  del  rey,  en  el  acta  se  habia  agregado  la 
voz  idegalii  que  alteraba  mucho  el  sentido. 

'f  El  objeto  principal  con  que  la  junta  se  convocó,  que  era  resolver 
sobre  las  representaciones  del  Ayuntamiento,  solo  se  había  llenado 
en  cuanto  á  la  proclamación  y  jura  de  Femando  VII:  las  demás 
cuestiones  de  más  grave  importancia  en  el  momento,  habían  que- 
dado no  solo  en  pié,  sino  definidas  de  una  manera  que  hacia  impo- 
sible ningún  medio  de  avenencia.  El  A3runtamiento  habia  reduci- 
do á  tales  términos  las  condiciones  de  reconocimiento  á  cualquier 
gobierno  que  se  estableciese  en  España,  que  venia  á  ser  imposible 
mientras  no  saliesen  del  poder  de  Napoleón  los  príncipes  de  la  ra- 
ma de  España,  de  lo  que  no  había  la  menor  probabilidad.    La  Au- 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  '  209 

diencia  por  su  parte  había  manifestado  bastante  claramente  incli- 
nación á  reconocer  á  la  junta  de  Sevilla,  y  esto  éralo  que  quería  to- 
do el  partido  europeo,  mientras  que  el  Virrey  dando  al  título  de  lu- 
garteniente del  reino  una  significación  que  importaba  el  poder  ab- 
soluto, no  buscaba  mas  que  medios  de  asegurarse  en  él.  En  esto 
mismc»  fundó  su  defensa,  cuando  en  la  causa  de  infidencia  negó  te- 
ner  noticia  de  las  exposiciones  del  Ayuntamiento  de  3y  5  de  Agosto, 
y  que  el  Ayuntamiento  hubiese  tenido  el  objeto  de  formar  junta  pro- 
visional ni  soberana,  pues  estrechado  con  la  presentación  de  aque- 
llas, dijo  qiie  las  había  considerado  como  una  continuación  de  la  de 
19  de  Julio,  y  que  nunca  se  conformó  ni  adhirió  á  aquel  proyecto, 
pues  consideraba  que  con  él  se  disminuirian  las  facultades  adheren- 
tes  á  su  empleo.  (41) 

El  virrey  anunció  lo  resuelto  en  la  junta,'  por  una  proclama  que 
publicó  el  12  de  Agosto,  en  la  que  se  hicieron  muy  notables  las  si- 
guientes palabras:  "Concentrados,  decia,  en  nosotros  mismos,  nada 
tenemos  que  esperar  de  otra  potestad  que  la  legítima  de  nuestro 
católico  monarca  el  Sr.  D.  Fernando  Vil,  y  cualesquiera  juntas 
que  en  clase  de  supremas  se  establecieren,  para  aquellos  y.  estos 
dominios,  no  serán  obedecidas  si  no  fuesen  inauguradas,  creadas  ó 
formadas  por  S.  M.  ó  lugarestenientes  legítimos  auténticamente, 
y  íi  las  que  así  lo  estén,  prestaremos  la  obediencia  que  se  debe  á 
las  órdenes  de  nuestro  rey  y  señor  natural,  en  el  modo  y  forma 
que  establecen  las  leyes,  reales  órdenes  y  cédulas  de  la  materia." 
(42)  Los  europeos  vieron  en  <ístas  expresiones,  la  prueba  de  lá 
complicidad  dej  virrey  con  los  intentos  del  Ayuntamiento,  y  desde 
entonces  no  pensaron  mas  que  cu  asegurar  á  toda  costa,  la  obedien- 
cia de  la  Nueva  España  a  cualquiera  gobierno  que  en  la  Antigua 
existiese,  en  nombrq  de.  J'ernando  VII. 

Se  procedió  en  consecuencia  de  lo  acordado  en  la  junta,  á  la  pn; 
clamacion  y  jura  solemne  del  nuevo  rey  en  México,  el  13  de  Agos- 

(41)  Martiñena  ha  copiado  toda  la  declaración  de  Iturrigaray  sobre  este  pun- 
to, en  la  nota  al  fin  de  la  relación  délas  juntas  hecha  por  la  audiencia.  Núm. 
90,  fol35. 

(42)Bsta  proclama  ee  publica  en  Ja  g^aceta  extraordinaria  de  México,  de  12 
de  Agosto  de  1808.  Tom.  15,  n.  77,  fol.  668.  Se  halló  con  notas  entre  los  pa- 
peles del  P.  Talamanteíí.  Véase  apéndice  nám.  10. 

TOMO.  I — 27 


210  HISTORIA  DE  MÉXIQO. 

to,  aniversario  de  su  conquista  por  Hernán  Cortés,  dia  de  S.  Hipó- 
lito, que  con  este  motivo  es  su  patrono  y  sucesivamente  se  hizo  lo 
mismo  en  las  demás  poblaciones  del  reino,  y  en  todas  se  volvió  á 
encender  con  mayor  fuerza  el  entusiasmo  que  excitaba  el  solo  nom- 
bre de  Fernando.  Aunque  fué  tan  corto  el  tiempo  que  hubo  para 
disponer  esta  función,  hízose  en  México  con  gran  solemnidad,  es- 
merándose los  vecinos  á  porfía  en  el  adorno  é  iluminación  de  sus 
casas,  como  por  despedida,  siendo  el  último  de  los  monarcas  espa- 
ñoles á  quien  hablan  de  hacerse  estos  obsequios.  (43)  El  virrey  ti- 
ró al  pueblo  monedas  con  la  efigie  del  soberano,  sin  esperar  de 
España  las  matrices  como  estaba  prevenido,  y  en  detestación  de 
los  franceses,  no  quiso  que  en  ellas  apareciese  con  el  pelo  cortado, 
aunque  así  lo  usase  él  príncipe.  (44)  En  la  tarde  del  segundo  dia 
de  la  solemnidad,  él  mismo  aunque  enfermo,  se  puso  á  caballoa 
frente  de  los  jóvenes  que  andaban  eíi  tropel  formando  soldadesca, 
y  con  la  música  del  regimiento  de  caballería  de  Pázcuaro,  anduvo 
por  las  calles  y  paseos  con  una  columna  numerosa^  á  que  se  fueron 
agregando  militares,  clérigos,  frailes  y  aun  un  canónigo,  vitorean- 
do al  nuevo  monarca,  y  al  despedir  en  los  patios  del  palacio  á  esta 
comitiva,  la  invitó  á  organizar  compañías  formales,  con  el  nom- 
bre de  Fernando  VII  para  la  defensa  del  reino,  como  se  verifi- 
có. (45) 

(43)  Hizo  la  proclamación  D.  Manuel  Gamboa, .  alférez  leal  en  turno  del 
•  Ayuntamiento¡de^México,  que  tenia  paralizada  una  pierna;  con  alusión  á  esto, 
y  á  las  circunstancias  en  que  «1  juramento  se  prestaba,  pusieron  en  su  casa  un 
pasquín  en  el  que  aplicando,  con  la  gracia  epigramática  en  que  suelen  distin 
guirse  los  mexicanos,  la  pregunta  del  catecismo  del  P.  Ripalda  que  es  el  usual 
en  México,  sobre  el  juramento  con  duda,  se  le  decia: 

'^Señor  alférez  real  de  la  pata  seca. 

El  que  jura  con  duda,  ¿qué  tanto  peca?^^ 

(44)  Véase  la  declaración  del  secretario  del  viireinato  Velazquez,  al  fin  del 
tom.  V.  del  P.  Mier;  en  el  apéndice  doc.  nám.  1. 

(45)  Mier,  tom.  1",  fol.  79.  Era  tal  el  tpmulto  popular,  que  el  marqués  de 
Rayas,  escribiendo  en  estos  dias  al  corregidor  de  Querétaro,  Domínguez,  le 
decia  que  liabiéndose  asomado  al  balcón,  le  había  parecido  ver  una  ciudad  de 
locDs,  y  aludiendo  á  la  incertidumbre  con  que  se  juraba  á  un  príncipe  que  no 
babia  probabilidad  de  que  llegase  á  reinar,  le  agregaba:  ^^Hijo  no  tenemos.  Á 
nombro  le  ponemos,'^  haciendo  aplicación  al  caso  de  este  adagio  vulgar.  Cons- 
ta en  la  información  hecha  en  duerétaro  contra  Dominguez  y  su  mujer,  por 
el  juez  coniiaíonado  Lopetedi,  de  que  se  hablará  mas  adelante. 


HISTOKIA  DE  MÉXICO.  211 

En  ^1  día  siguiente  15^  ocurrieron  incidentes  que  dieron  un  tér 
mino  funesto  á  la  solemnidad.  La  vin^eina  desde  uno  de  los  balco- 
nes del  palacio,  llamó  con -un  pañuelo  á  la  gente  del  pueblo,  que 
se  halla  siempre  en  gran  número  en  la  plazuela  contigua  del  Vola- 
dor en  que  está  el  mercado.  Preaentóse  después  el  virrey  y  echó 
dinero  á  la  muchedumbre  asi  reunida,  que  lo  siguió  cuando  salió 
en  su  coche  al  paseo,  en  el  que  era  grande  el  concurso  por  ser  dia 
de  la  Asunción,  que  es  de  mucha  festividad  en  México.  Notóse  que 
el  virrey  se  empeñaba  en  atraer  y  ganar  al  pueblo  que  lo  aplaudia 
aun  con  actos  desusados  y  poco  decorosos  á  su  dignidad,  todo  lo 
que  sus  contrarios  atribuyeron  á  siniestras  miras.  (46)  En  la  noche, 
uno  de  los  pelotones  de  gente  en  que  habían  andado  unidos  con  el 
pueblo  algunos  4^  los  españoles,  al  tiempo  que  éstos  entraron  en 
casa  de  D.  Ai^tonio  Uscola,  contratista  para  la  conducción  de  di  * 
ñero  á  Veracruz  que.  vivia  en  la  calle  de  D.  Juan  Manuel,  de  quien 
aquellos  eran  dependientes,  quiso  entrar  con  ellos,  lo  que  resistie- 
ron. Si  el  pueblo  con  este  motivo  tiró  ó  no  piedras  á  la  casa,  es 
imposible  averiguarlo,  pues  en  estos  casos  cada  partido  atribuye  al 
contrario  el  primer  acto  de  provocación:  pero  de  los  balcones  dis- 
paoraron  dos  tiros,  con  que  fueron  muertos  dos  del  pueblo,  que  con 
esto  se  disipó.  (47)  Esta  fué  la  primera  sangre  que  se  derramó  en 
la  lucha  que  se  empeñaba,  y  en  la  que  después  corrió  tan  copiosa- 
mente. 

En  uso  de  las  facultades  que  se  habian  declarado  al  viiTey  por 
la  junta,  como  lugarteniente  del  reino,  publicó  im  indulto  general^ 
como  los  reyes  acostumbraban  hacerlo  en  sus  inauguraciones,  con 
motivo  de  la  del  jiuevo  monarca^  y  habiendo  consultado  con  la  sa- 
la del  crimen  los  términos  en  que  habia  de  concederse  aquella  gra- 
cia, esta  le  dijo  que  seria  conveniente  lo  hiciese  con  el  real  Acuer* 
do,  por  haber  ofrecido  consultar  con  él  todas  las  providencias  que 
dictase,  y  así  lo  verificó.  (48) 

(46)  Informe  de  la  Audiencia.  Martiñena,  núm.  89,  fol.  32,  par.  33,  en  que 
se  describe  todo  el  pormenor  de  este  paseo. 

(47)  He  seguido  la  relación  de  este  suceso  que  hace  el  virrey  en  su  defen- 
sa, fol.  28,  y  copia  el  P.  Mier,  toni.  1*,  fol.  81,  por  parecerme  muy  verosímil  la 
causa  á  que  lo  atribuye.  Todos  están  conformes  en  el  hecho,  aunque  Cance- 
lada dice  que  no  hubo  mas  qne  un  muerto,  y  no  explica  satisfactoriamente  el 
origen  de  la  riña. 

(48)  Gaceta  extraordinaria  de  7  de  Setiembre,  núm.  81,  f.  647,  tom,  16. 


í¿212  HISTORIA  DE   MjfexjCO. 


^■^^  ^'— ^^«  ^'■■i.^*  .1^— 


El  acta  de  la  j  unta  se  comunicó  á  las  autoridades  de  las  provincias 
por  el  virrey,  y  con  ella  la  proclama  que  con  aquel  motivo  publicó. 
El  conde  de  la  Cadena,  intendente  de  Puebla,  manifestó  los  males 
que  en  su  concepto  debian  resultar  de  la  convocstcion  délos  diputados 
de  las  ciudades  para  la  junta  general  de  Méitieo,  que  de-antemano 
tenia  anunciada  el  virrey,  agregando  que  los  indios,  desde  que  sti- 
•pieronpor  ia  ^ceta  de  México  de  16  de  Julio,  las  renuncias  de 
kws  príncipes  españoles,  habian  resistido  pagar  el  tributo  diciendo 
que  no  tenían  rey;  pero  que  había  logrado  calmarlos.  El  intenden- 
te de  Guanajuáttó,  Biafio,  supendió  circular  á  las  autoridades  su- 
4>alternas  aquellos  documentos,  é  informó  al  virrey  del  mal  efecto 
que  creía  debian  producir  las  palabras  de  su  proclama  que  arriba 
se  han  copiado,  siendo  la,  opinión  de  aquella  provibcia  el  conservar 
una  estrecha  únion  con  la  junta  ó  juntas  formadas  en  España. 
Más  lejos  fué  )a  a^udiencia  de  Guadalajara,  la  cual  oído  su  fiscal, 

•  V  * 

protestó  contra  la  junta,  qiie  estimó  nula,  creyendo  que  ella  ú  otra 
de  la  misma  naturaletzni  podia  ]m)ducír  consecuencias  graves.  (49) 
El  Ayuntamiento  de  Quérétaro,  invitado  por  el  corregidor  Domín- 
guez para  que  firmase  una  representación  que  él  mismo  corregidor 
formó,  pidiendo  la  junta  general,  á  la  que  como  ya  se  ha  visto  ha- 
bía ofrecido  mandar  su  procurador,  lo  rehusó  en  esta  vez,  temeroso 
de  los  resultados  que  pudiera  traer.  (50)  Así,  pues,  la  medida  por 
la  cual  el  virrey  se  prometía  reunir  y  concentrar  todas  'las  opinio- 
nes, iba  produciendo  el  efecto  contrario,  según  lo  temía  el  oidor 
Carbajal,  en  carta  confidencial  que  escribió  al  virrey  el  día  antes 
de  la  celebración  de  la  junta  para  disuadirle  de  eltu.  (51) 

Crecían  entre  tanto  en  la  capital  la  inquietud  y  la  desconfianza: 
multiplicábanse  los  pasquines  que  cada  dia  aparecían,  amenazán- 
dose uno  á  otro  partido:  los  europeos  creyéndose  en  riesgo,  se  arma- 
ban y  municionaban,  siendo  tanta  la  cantidad  de  pólvora  que  com- 

(49)  Martiñena  ha  pablicado  todos. estos  documentos  con  los  números  60, 
86  y  87,  fol.  9  y  21,  y  también  los  publicó  Cancelada  en  su  contestación  al 
papel  de  Lizarza.  -  '     . 

(60)  Consta  en  la  información  hecha  contra  Domínguez  y  su  mujer.  LíE 
mayoría  de  los  regidores  de  duerétaro  eran  europeos,  y  en  ellos  se  verifico  el 
mismo  cambio  que  en  el  Ayuntamiento  de  Veracruz. 

(51)  Véase  esta  carta  en  el  cuaderno  de  Martiñena.  núm.  91,  fol.  40. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  213 

praHan,'  que  llamó  la  atentíion  del  administrador  del  ramo  y  dio 
parte  al  virrey.  Este,  creyendo  que  -  las  noticias  que  imprudente- 
mente se  publicaban  én  la  gaceta,  sobre  el  regreso  de  Femando  á 
España,  excitaban  al  partido  eutopeo,  avocó  á  sí  la  revisión  de 
aquel  periódico,  quitando  el  encargo  al  oidor  Aguirre  que  lo 
desempeñaba:  re{)íendió  ftiertemente  al  editor  Cancelada,  lo  ame- 
nazó oen  ponerle  en  un  calabozo,  y  acabó  por  desterrarlo  á  Valla- 
dolid,  dé^cuya  pena  se  libró  por  ruegos  de  la  virreina;  pero  prohi- 
biendo el  vin*ey  que  se  le  permitiese  entrar  en  los  cafés,  cuya  or- 
den cDmunícó  al  dueño  del  más   concurrido,  que  era   el   de  Me- 

r-— 

dina,  por  uno  de  los  ayudantes  de  plaza.  La  Inquisición  hizou' 
tambieií  uso  de- su  autoridad,  y  por  su  edicto  de  27  de  Agosto,  de- 
claró heretical^  y  condenadas  por  la  Iglesia,  las  especies  que  se  iban 
difundiendo  y  que  se  habian  manifestado  en  la  junta,  sobre  sobe- 
ranía del  pueblo./  (52)  La  misma  agitación  que  se  notaba  entre  los 
europeos  de  la  capital,  se  observaba  en  los  de  Veracruz,  Zacatecas 
y  otros  lugares  en  que  los  había  en  gran  número,  y  puestos  en  co- 
municación con  los  de  México,  los  incitaban  continuamente  á  re- 
sistir los  intentos  del  virrey,  cuya  conducta  hacian  parecer  aque 
líos  mas  y  más  sospechosa  en  las  provinwas,  comunicando  á  los  de 
fuera  las  ocurrencias  de  la  capital.  (53) 

Llegaron  eñ  estas  circunstancias  dos  comisionados  de  la  junta 
de  Sevilla.  Éranlo  el  coronel  D,  Manuel  de  Jáuregui,  hermano  de 
la  virreina,  y  el  capitán  de  fragata  D.  Juan  Gabriel  Javat,  que 
se  agte^  á  la  comisión  á  propuesta  del  primero.  El  objeto  de  su 
viaje  era  hacer  que  se  jurase  á  Fernando  Vil  y  que  se  reconociese 
la  autoridad  de  aquella,  junta,  la  cual  los  facultó  ampliamente  pa- 
ra deponer  al  virrey  en  caso  de  negarse  á  tal  reconocimiento,  (54) 

(52)  Gon  motivo  dé  este  edicto,  el  fiscal  Sagazurrieta  á  q[uien  el  P.  Tala- 
mantes había,  dado  unesotito  titnlado,  "congreso  nacional, ^Vraandó  llamar  al 
autor  para  proponerle  que  61  mismo  entregase  el  papel  á  la  Inquisición,  por 
fundarse  en  los  principios  que  habían  sido  condenados  por  esta,  ^  y  convinie- 
ron en  romperlo  y  queSagarzurrita  diese  aviso  al  inquisidor  Prado  de  haberlo 
hecho  aaí,  como  «e  verifico.  Sin  embarco,  el  P.  Talamantes  habia  dadb  co{>ia9 
íi  otros  sujetos,,  como  á  Villa  Urrutia,  las  cuales  no  se  rompieron.  Consta  en 
la  causa  de  dicho  religioso. 

(5$)  Todo  esto  lo  refiere  Cancelada  en  su  primer  cnademo  "Verdad  laiablda" 
fol.  31,  y  lo  confirma  Mier,  tom.  1?,  fols.  61  y  62, 

(54)  Así  lo  dice  el  mismo  Jáuregui  en  el  informe  que  dio  A  la  junta  central 
y  copia  Mier,  tom.  1",  apéndice  núm.  2,  fol.  6. 


214  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


y  también  en  el  de  que  reinase  contra  él  algún  disgusto,  que  pu  . 
diese  servir  de  pretexto  para  algún  alboroto  ó  sedtcion  que  aca- 
rrease á  la  España  la  pérdida  de  estos  dominios .  Los  comisionados, 
á  su  llegada  á  Veracruz,  detuvieron  la  goleta  que  el  virrey  despa- 
chaba á  España  con  las  noticias  de  la  jura  de  Fernando  Vil,  es- 
cribiendo por  ella  á  todas  las  juntas,  y  mandando  cien  mil  pesos, 
por  no  poder  cargar  más  aquel  pequeño  buque,  cuyo  flete  pagó  pa* 
ra  que  la  suma  llegase  integra  á  su  destino^  entregaron  pliegos  al 
Ayuntamiento  de  Veracruz,  y  se  encaminaron  para  México,  ea 
donde  pusieron  en  manos  del  virrey  las  comunicaciones  de  la  jun- 
ta que  los  habia  comisionado,  revalidando  á  todos  en  sus  empleos 
y  mandando  se  le  remidiesen  todos  los  caudales  del  rey  y  de  dona- 
tivos, con  otras  disposiciones  gubernativas,  sobre  todo  lo  cual  con- 
testó el  virrey  asegurándoles,  que  este  reino  estaba  decidido  á  sos- 
tener la  causa  por  la  que  se  habia  declarado  la  nación  española,  y 
que  auxiliaria  á  la  metrópoli  con  cuantos  recursos  le  fuese  |>osible; 
pero  que  en  cuanto  á  reconocer  á  aquella  junta,  no  hacerlo  por  ha- 
berse decidido  en  la  celebrada  el  dia  9,  que  no  se  reconociese  á 
ninguna  que  no  estuviese  expresamente  creada  por  Femando  VII 
ó  sus  legítimos  lugartenientes;  que  convocaría  otra  y  les  cont^sta-^ 
ria  conforme  á  su  resolución. 

No  habia  necesidad  alguna  de  convocar  ósta^  pues  conforme  al 
acta  de  la  primera,  la  cuestión  habia  sido  resuelta,  porque  aunque 
hubiesen  protestado  la  audiencia  y  el  Ayuntamientp,  estas  protes- . 
tas  eran  reservadas  y  no  tenia  el  virrey  noticia  de  ellas.  Quiso  sin 
embargo  volver  á  poner  en  discusión  un  punto  tan  delicado  y  con- 
vocó la  junta  para  el  dia  31  de  Agosto,  aunque  sin  expresar  en  los 
oficios  de  citación  el  objeto,  como  tampoco  se  habia  hecho  al  citar 
para  la  primera.  El  virrey  expuso  á  la  junta  el  motivo  de  la  veni- 
da de  los  comisionados  y  las  órdenes  que  traían,  majiifestándose 
resentido  de  la  irregularidad  de  sus  procedimientos,  pues  habían 
entregado  pliegos  á  las  autoridades  de  Veracruz  directamente,  sal- 
vando el  conducto  legal  que  era  el  virrey.  A  petición  del  fiscal  Ro- 
bledo fueron  llamados  á  la  junta  los  comisionados,  quienes  trata- 
ron de  fundar  sobre  diversas  razones  el  reconocimiento»  que  solici- 
taban, y  entie  otras  cosas  dijeron,  que  las  demás  junCasde  Espa^ 


HI8T0BIA  BE  MÉXICO.  215 

fla  la  habían  reconocido  ya,  y  que  las  que  no  lo  habían  hecho,  ha- 
bía sido  por  las  distancias  y  la  dificultad  de  las  comunicaciones,  lo 
cual  era  enteramente  falso,  pues  ni  aun  las  provincias  todas  de  An- 
dalucía la  habían  reconocido,  y  Granada  lo  había  resistido  tan 
abiertamente,  que  las  contestaciones,  llegaron  á  punto  de  decidirse 
por  las  armas:  no. obstante  esto,  habiendo  insistido  el  oidor  Bata- 
11er  en  la  pregunta  de  si  todos  reconbcií^n  en  España  á  la  junta  de 
Sevilla,  el  comisionado  Javat  no  dudó  contestar  con  aseveración, 
que  sí.  Hiciéronseles  algunas  otras  preguntas,  y  contestadas  por 
ellos,  se  retiraron  por  disposición  del  vin^ey  para  dejar  libre  la  de- 
liberación. 

En  este  estado  del  negocio,  el  oidor  Aguirre,  los  fiscales  y   de- 
más individuos  de  la  Audiencia,  fueron  de  opinión  que  se  obede- 
ciese á  la  junta  de  Sevilla  como  soberana,  solo  en  cuanto  á  Hacien- 
da y  Guerra,  lo  que  hizo  decir  al  marqués  de  Rayas  quo  la  sobera- 
nía era  por  su  naturaleza  indivisible.     El  virrey  observó  entonces, 
que  el  reino  de  Nueva  España  dependía  inmediatamente  del   de 
Castilla  conforme  á  las  leyes,  á  lo  que  se  opusieron  los  oidores,  que 
.  no  reconocían  la  absoluta  supremacía  de  Sevilla,  sino   únicamente 
en  lo  que  tocaba  á  Hacienda  y  Guerra,  y  que  en  cuanto  á  lo  per- 
teneciente á  Gobierno  y  Justicia,   la  reconocerían  cuando  constase 
que  lo  habían  hecho  las  juntas  de  Castilla,  oque  estuviese  á  su 
frente  el  principe  de  Sicilia  D.  Francisco  Genaro,  qiie  según  ínfor- 
5naban  los  comisionados,  habia  sido  llamado  por  la  junta  misma 
ara  que  la  presidiese.  Habiéndose  objetado  entóneos  contra  el  vo- 
^klel  oidor  Aguirre,  el  juramento  prestado  en  la  junta  anterior, 
^^  o  reconocer  junta  alguna  como  suprema  que  no  estuviese   au- 
^^^^Ma  por  Fernando  VII,  lo  que  no  había  en  la  de  Sevilla,  negó 
que  ^hubiese  prestado  tal  juramento,  como  sin  duda  por  equivo- 
cación i^Q\y[Q^  asentado  en  la  acta  que  corría  impresa;  pero  habién 
doseles  agentado  á  los  oidores  sus  propias  firmas  en  la  actaorigi- 
nal,  sm  ds^^^j.^^.  ^^  protesta  secreta  que  tenían  formada,  propuaíe- 
^^^  ^^®      obispo  relajase  el  juramento,  como  ofreció  hacerlo- 
La  discus^  tomó  muy  diverso  giro,  por  el  voto  que  presentó 
el  alcalde  de  ^^  yj^^  Urrutía.  Este  fue,  qua  se  diesen  todos  los 
auxilios  a  la  ^A^p^u^  ^^  j^  p^^^.^  q^^  estuviese  libre  de  france- 


216  HISTORLA.  DE  MÉXICO. 


ses,  para  que  pudiera  seguir  su  gloriosa  lucha,  dándosele  desde  lue- 
go á  la  junta  de  Sevilla,  tanto  del  tesoro  real  como  de  los  donati- 
vos hechos  por  los  particulares.  Que  en  cuanto  al  reconocimiento, 
no  siendo  cosa  urgente,  no  se  le  prestase  hasta  constar  haber  sido 
aquella  junta  autorizada  por  el  rey  Fernando  VII  para  el  gobier- 
no de  todos  sus  reinos;  pero  que  como  esta  declaración  no  seria  su- 
ficiente  que  se  hiciese  por  aquella  junta,  tanto  para  este  como  para 
otros  puntos  de  igual  gravedad  que  podrían  ofrecerse,  era  necesa- 
rio que  el  virrey  convocase  una  diputación  general  de  todo  el  rei- 
no, y  que  entretanto  esto  podia  verificarse  en  razón  de  las  distan- 
cias, formase  otra  provisional  poco  numerosa,  que  en  el  modo  po- 
sible representase  todas  las  clases,  la  que  auxiliase  al  virrey,  pro- 
poniéndole y  consultándole  lo  que  juzgase  conveniente. 

Todos  los  individuos  del  Ayuntamiento,    excepto  el  alcalde   D. 
José  Juan  de  Fagoaga  y  el  regidor  Villanueva,  se   adhirieron  al 
voto  de  Villa  Urrutia, '  como  también  otros  de  los  concurrentes; 
siempre  prevaleció  el  de  Aguirre  y  quedó  acordado  por  la  mayoría, 
quft  se  reconociese  á  la  junta  de  Sevilla  como  soberana  on  los  ra- 
mos de  Hacienda  y  Guerra,  y  por  uniformidad,  que  se  remitiesen  • 
á  España  todos  los  caudales  posibles,   sin  que  hubiese  necesidad 
de  la  confirmación  de  empleos  que  la  junta  hacia.     ¡Tanto  inflnia 
entonces  el  voto  de  un  oidor,  y  tanto  prevalecia  sobre  todas  las  ra- 
zones más  plausibles,  la  consideración  do  reconocet  cualquiera  au- 
"    toridad  existente  en  España,  para  no  dar  lugar  A  la  independencia! 
Leyó  el  virrey  en  esta  junta  la  carta  que  on  20  de  aquel  mes  e? 
cribió  á  la  de  Sevilla,  fundando  los  motivos  por  que  no  se  le  re^' 
nocía,  conforme  á  lo  acordado  en  la  primera  sesión,  y  anadia  .^® 
si  se  llevaba  adelante  el  tratar  do  paz  con  Inglaterra,  creia  d  ^^' 
so  advertir,  que  en  el  actual  estado  de  la  monarquía,  no  se  ^^-s© 
tratado  ninguno  definitivo  con  respecto  á  esta  América,  ^®^  ^^ 
que  examinado  por  el  virrey,  prestase  su  anuencia  y  con.^^^^®^" 
to.  Estas  expresiones  llamaron  la  atención  del  canónigo^*  Matías 
Monteagudo,  quien  hizo  algunas  observaciones  sobre/^®'  ^  ^®®* 
pues  hau  sido  motivo  de  severa  acriminación  contra  Z^^^^^'  ^^  ^^ 
que  no  parece   haya  habido   fundamento,   pues   ^^       escnbió 
aquella  carta,  la  juntado  México  habia  declarad^  reconocer  á 


HISTORIA  DE  M¿XICO.    •  217 

la  de  Sevilla,  y  había  reconocido  al  virrey  como  lugarteniente  del 
rey  en  este  reino,  cuyo  carácter  le  daba  derecho  á  lo  que  en  aque- 
lla carta  pretendía. 

En  la  noche  de  aquel  mismo  dia,  recibió  el  virrey  un  extraordi- 
nario de  Veracruz  con  cartas  venidas  por  Jamaica,  de  los  comisio 
nados  mandados  á  Londres  por  la  junta  de  Asturias,  (55)  á  tratar 
de  la  paz  y  á  pedir  auxilios  al  gobierno  inglés.  En  ellas  informa- 
ban al  virrey  de  la  instalación  de  la*  junta <le  Oviedo,  á  consecuen- 
cia del  levantamiento  general  del  principado,  y  le  instruían  del  es- 
tado general  de  las  cosas  en  la  peftiínsula  española,  limitándose  á 
decir,  que  habian  sido  bien  recibidos  en  Inglaterra,  y  á  pedir  auxi- 
lios para  la  continuación  de  la  guerra  que*  aquella  junta  había  de- 
clarado á  la  Francia. 

Con  este  nuevo  incidente,  convocó  el  virrey  á  junta  para  el  dia 
inmediato  1^  de  Setiembre,  y  dando  cuenta  en  ella  con  los  pliegos 
que  había  recibido,  dijo  que  se  había  verificado  lo  que  en  la  sesión 
anterior  había  anunciado;  que  en  Espafia  todo  era  juntas,  y  que  por 
lo  mismo  á  ninguna  se  debía  obedecer.  Las  noticias  comunicadas 
por  los  comisionados  de  Asturias,  ponían  en  efecto  de  manifiesto 
que  en  España  no  solo  cada  provincia,  sino  aun  cada  ciudad;  había 
formado  su  junta,  y  que  ninguna  de  ellas  reconocía  supremacía  en 
las  otras;  Era,  pues,  claro,  que  en  México  no  habia  por  qué  recono- 
cer más  á  la  una  que  á  la  otra,  y  esto  había  venido  á  ser  de  tal  ma- 
nera evidente,  que  los  mismos  fiscales  que  el  día  anterior  habian 
sostenido  el  reconocimiento  á  la  junta  de  Sevilla,  prepusieron  aho- 
ra se  suspendiese  hasta  recibir  otras  noticias,  y  así  se  acordó  por 
casi  todos  los  concurrentes,  habiendo  sostenido  su  anterior  voto  los 
oidores  Bataller  y  Aguírre;  éste  por  la  razón  de  que  aunque  había 
muchas  juntas  en  España,  solo  la  de  Sevilla  habia  tomado  el  título 
de  suprema  de  España  é  Indias,  como  si  bastase  tomar  arbitraria- 
mente un  título,  para  adquirir  con  él  un  derecho.  El  virrey,  que 
consideraba  todos  los  acuerdos  de  la  junta  como  meras  consultas, 
que  no  le  estorbaban  resolver  lo  que  tuviese  por  mejor,  jHdió  que 

(55)  Estos  comisionados  fueron  D.  Andrés  Ángel  de  la  Yega  y  el  vizconde 
de  Matarrosa,  que  heredo  después  el  títnlo  de  conde  de  Toreno,  con  el  que 
tanto  ha  figurado  en  la  historia  moderna  de  España. 

TOMO  I. — 28 


218  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

cada  uno  de  los  concurrentes  pusiese  su  voto  por  escrito,  resumien- 
do en  uno  el  que  habian  dado  en  las  dos  juntas  para  instruirse  me- 
jor, y  señaló  el  dia  9  para  tener  otra  sesión,  con  el  fin  de  recojer  y 
examinar  los  votos  que  así  se  le  presentasen.  Hizo  leer  en  seguida 
la  contestación  que  iba  á  dar  á  los  comisionados  de  Sevilla,  redu- 
cida á  decirles,  que  estando  concluida  su  comisión,  podian  volver- 
se en  el  mismo  buque  que  habian  venido,  ó  esperar  al  navio  San 
Justo,  cuya  próxima  llegada  con  cargamento  d©  azogues  estaba 
anunciada;  y  habiendo  recomendado  la  pronta  conclusión  de  las  cues- 
tiones sometidas  á  la  deliberación  de  la  junta,  para  arreglar  el  man- 
do, en  lo  que  se  interesaba  la  quietud  pública,  pues  todos  los  dias 
recibía  anónimos  y  pasquines  amenazantes,  se  le  contestó  como 
otras  veces,  que  en  él  residía  la  autoridad  suprema;  lo  que  dio  oca- 
sión para  decir,  »«pues  señores,  yo  soy  gobernador  y  capitán  gene- 
ral del  reino;  cada  uno  de  V.  SS.  guarde  su  puesto  y  no  se  extrañe 
si  con  alguno  ó  algunos  tomo  providencias,  n  (56) 

Estas  palabras  amenazadoras,  que  los  oidores  creyeron  haberse 
dicho  por  ellos;  el  modo  en  que  la  junta  se  terminó,  pidiendo  Az- 
cárate  que  se  declarase  aprobado  por  aclamación  lo  que  se  habia 
tratado  en! ella,  á  lo  que  el  oidor  Aguirre  se  opuso  diciendo,  que 
nada  se  habia  aprobado,  pues  no  habia  habidb  votación  alguna;  la 
brusca  despedida  de  los  comisionados  de  Sevilla;  la  discordancia  de 
opiniones  que  comenzaba  á  notarse  en  el  seno  de  la  misma  audien- 
cia;  y  más  que  todo,  la  convocatoria  dirigida  á  los  Ayuntamientos 
de  todo  el  reiuo,  el  mismo  dia  I""  de  Setiembre,  para  que  los  de  las 
capitales  de  provincia,  con  poder  de  los  demás,  nombrasen  quien 
los  representase  en  México;  convencieron  á  los|europeos  y  á  los  oi- 
dores de  que  no  les  quedaba  más  arbitrio  que  apelar  á  medidas  ex- 
tremas. A  ellos  se  unió  uno  de  los  comisionados  de  la  junta  de  Se- 
villa. Javat,  quien  se  habia  alojado  en  casa  del  oidor  Aguirx'e,  (57) 

(56)  He  sacado  todo  lo  relativo  á  estas  dos  juutas,  de  la  relación  de  la  au 
diencia.  (Martifiena  fol.  37  y  38)  y  del  P.  Miar,  que  trata  extensamente  de 
ellas  en  su  libro  3?  copiando  los  apuntes  históricos  de  Villa  Urrutia  y  la  defen- 
sa del  virrey.  Todos  están  conformes  en  los  hechos  principales,  que  comentan 
según  su  partido. 

(57)  Tivia  el  oidor  Aguirre  en  la  segunda  calle  de  Ua  Danjas,  enla  caca 
que  hace^esquina  á  la  de  Ortega. 


HISTORIA    DE    MÉXICO.  219 

y  viendo  desairada  su  misión,  entraba  en  todos  los  planes  que  coh- 
.  tra  el  virrey  se  formaban;  el  otro  comisionado  Jáuregui,  aunque  no 
era  partícipe  de  estos  secretos,  por  su  parentesco  estrecho  con  el 
virrey,  procuraba  influir  en  esta  para  lograr  el  objeto  de  su  comi- 
sión, y  sus  esfuerzos  también  habian  sido  sin  el  éxito  que  de- 
seaba. 

'A  los  comisionados  de  la  junta  de  Asturias  en  Londres,  contes-   1^ 
tó  el  virrey  en  3  de  Setiembre,  de  conformidad  con  lo  acordado  en 
la  junta  del  dia  1^  exponiéndoles  las  razones  por  las  cuales  se  ha- 
bia  resuelto  no  reconocer  á  ninguna  de  las  juntas  establecidas  en 
España}  J^ndicaba  en  la  misma  carta  el  temor  de  que  la  desiinion 
que  habia  comenzado  entre  las  provincias  de  aquella,  se  hiciese 
trascendental  á  México,  atizando  el  fuego  de  la  discordia  los  mis- 
mos europeos  residentes  en  el  país,  diversamente  adheridos  á  las 
provincias  de  su  nacimiento,  si  se  hubiese  decidido  reconocer  á  la 
junta  de  alguna  de  aquellas  provincias  de  preferencia  á  las  otras; 
temor  que  el  virrey  fundaba  en  las  rivalidades  que  existían  entre 
montañeses  y  vizcaínos,  que  con  tanto  ardor  se  manifestaban  en  la 
elección  de  oficios  del  Consulado.  (58)  /Expresaba  también  el  riesgo 
que  se  corría  por  haberse  comenzado  á  esparcir,  sorda,  pero  peli- 
grosamente, la  idea  de  la  independencia  y  del  establecimiento  de  un 
gobierno  republicano,  á  imitación  del  de  los  Estados-Unidos,  y  por- 
que habiéndose  difundido  el  principio  de  la  soberanía  del  pueblo 
en  calidad  de  tutor  del  rey  durante  su  ausencia,  esta  especie  podría 
tomar  mayor  vuelo,  reconociendo  la  autoridad  de  unas  juntas,  que 
no  tenían  otro  título  para  ejercerla.  (6&)  j 

De  esta  contestación,  y  de  la  que  dio  á  la  junta  de  Sevilla  de  que 
arriba  se  ha  hecho  mención,  circuló  el  virrey  copias  al  Ayunta- 
miento de  Veracruz,  á  varias  autoridades  del  reino,  y  á  los  virre- 
yes j  capitanes  generales  de  las  otras  provincias  de  América  y  Asia. 
Publicáronse  después  en  extracto  por  su  sucesor,  como  una  de  las 
más  claras  pruebas  de  la  criminalidad  de  su  manejo,  (60)  y  el 

(68)  Mier,  tom.  1?,  fols.  214  y  215. 

(59)  El  mismo,  idem  fol.  215. 

(60)  Gaceta  de  1?  de  Octubre  de  1808,  tom.  15,  núm.  105,  fol.  735.  El 
marqués  de  Rajas,  apoderado  de  Iturrígaray,  se  quejó  de  que  estas  cartas  do 
50  hubiesen  publicado  enteras  sino  en  extracto:  con  cu  jo  motivo  dice  Cancela- 


^y^ 


220  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


Ayuntamiento  de  Veracruz,  en  una  acalorada  exposición  que  diri- 
gió al  gobierno  establecido  después  de  la  caída  del  virrey,  da  por 
agraviada  su  fidelidad  por  solo  el  hecho  de  habérsele  dirigido  co- 
pias de  tales  cartas,  en  que  se  imputa  a  los  europeos  la  calumnia 
de  estar  dispuestos  a  avivar  el  fuego  de  la  discordia,  y  pide  sé  le 
permita  quemarlas  públicamente  en  la  plaza  do  armas  de  aquélla 
ciudad  por  mano  de  verdugo,  y  á  presencia  del  mismo  Ayunta- 
miento. (61)  Era  sin  duda  infundado  el  temor  del  virrey,  de  que  se 
suscitasen  las  rivalidades  que  indicaba;  porque  en  las  circunstan- 
cias, poseidos  los  españoles  residentes  en  América  de  un  entusiaártio 
moyor  si  cabe,  que  el  que  en  España  habia  por  la  guerra  contra 
los  franceses,  esto  solo  los  ocupaba  y  no  daba  lugar  á  otro  pensa- 
miento, cuando  por  otra  parte,  estas  rivalidades  de  provincia  nunCa 
les  hablan  hecho  olvidar  los  intereses  de  su  nación;  pero  el  hecho 
mismo  de  circular  estos  documentos  llenos  por  otra  parte  de  buen 
sentido,  manifestaba  que  en  su  redacción  podría  haber  error,  pero 
no  siniestra  intención  y  menos  un  fin  criminal,  que  mereciese  una 
demostración  como  la  que  el  Ayuntamiento  do  Veracruz  pedia  se 
hiciese. 

A  más  de  los  100,000  pesos  que  el  virrey  habia  despachado  en 
una  goleta  á  la  junta  de  Sevilla,  como  antes  se  ha  dicho,  puso  en 
camino  para  Veracruz  2.000,000  de  pesos,  de  los  14.500,000  que 
habia  en  la  tesorería,  con  objeto  de  que  se  embarcasen  en  el  ntivíó 
San  Justo  que  en  breve  se  esperaba,  habiendo  circulado  oficios  pi- 
diendo  en  todo  el  reino  donativos  para  auxiliar  á  la  Metrópoli  (62); 
todo  conforme  á  lo  acordado  en  las  juntan  celebradas,  en  que  se 
habia  resuelto  auxiliar  á  todas  las  de  España,  sin  reconocer  á  nin- 
guna. Estas  invitaciohes  produjeron  cuantiosas  sumas,  que  aun 
antes  de  dirigirlas  á  las  corporaciones  y  particulares  hablan  sido 
ofrecidas,  siendo  notable  el  donativo  que  el  tribunal  de  minería  hi- 
zo, de  cien  cañones  construidos  a  expensas  de  aquel  cuerpo  para 
la  defensa  del  reino;  sirviendo  en  calidad  de  artilleros  é  ingenieros 

da,  que  aunque  hubiesen  contenido  el  credo  ó  los  articnlos  de  iajé^  siempre  era 
un  crimen  el  acusar  á  los  europeos  injustamente,  y  dirigirlas  á  las  demás  pro- 
vincias de  América.  Verdad  sabida.  Documentos  fol.  61,  en  la  nota. 

(61)  Martiñena,  dóc.  núm.  94,  f  42. 

(62)  Mier,  tom.  l^  fol.  105. 


HIBTaitlA  DS  Ml^Op.  221 


los  alumnos  del  colegio  (63).  Al  mismo  tiempo  se  levantaban 
compañias  de  voluntarios  de  Femando  VII,  y  el  virrey  cuidaba  de 
su  organización.  Pero  nada  de  esto  bastaba  para  que  todas  las  pro- 
videncias que  se  tomaban  por  Iturrigaray,  dejasen  de  ser  interpre- 
tadas siniestramente.  Habiendo  enfermado  por  estos  dias  D.  Pedrx) 
Alonso,  gobernador  interino  de  Veracruz,  el  virrey  quiso  aprove- 
char esta  ocasión  para  relevarlo  de  aquel  mando,  pues  estaba  des- 
contento de  su  conducta  en  la  asonada  que  hubo  en  aquel  puerto, 
de  que  arriba  se  habló,  y  con  este  objeto  hizo  venir  de  San  Luis 
Potosí  al  comandante  de  aquella  brigada,  D.  Félix  Calleja,  que 
aSos  delante  adqiurió  tanta  nombradla  en  las  revueltas  que  en  el 
reino  se  siguieron:  creyóse  que  lo  llamaba  para  hacerle  tomar  parte 
ea  1^  revolución,  y  la  respuesta  honrosa  que  se  le  atribuyó  y  que 
el  virrey  dice  ser  falso  diese,  nque  su  honor  le  impedia  comprome- 
terse, y  que  no  se  contase  con  él  para  otra  cosa  que  para  contribuir 
á  conservar  estos  dominios  á  su  legítimo  soberano  Femando  VII,  n 
avaloraba  la  sospecha.  Este  nombramiento  no  llegó  á  tener  efecto, 
habiéndose  restablecido  en  breve  Alonso. 

AuíKjue  para  el  virrey  era  cosa  resuelta  la  reunión  de  una  junta 
general  ó  congreso  de  toda  la  Nueva.  España,  para  la  cual  habia  ya 
convocado  á  los  Ayuntamientos  desde  1.**  dt.  Setiembre,  dudaba 
sobre  la  forma  en  que  habian  de  hacerse  las  elecciones  de  los  indi- 
viduos que  habia^n  de  componerlo,  y  sobre  esto  consultó  al  acuerdo 
en  2  del  niismo  mes,  preguntándole  si  ^e  consideraba  necesaria  la 
concurrencia  de  los  diputados  de  todos  los  Ayuntamientos,  ó  si  bas- 
taría que  éstos  diesen  sus  poderes  á  los  de  las  capitales  de  provin- 
cia, los  cuales  los  sustituyesen  en  las  personas  que  hubiesen  de  ser 
nombrados  por  aquellos  (64).  Previendo  el  virrey  estfi  oposición, 
para  sondear  mejor  la  disposición  en  que  estaban  los  oidores,  ó  pa- 
ra excitar  la.  voz  popular  en  su  favor,  y  acaso  también  sinceramente 
y  porque  los  hombres  de  carácter  débil,  cuando  se  encuentran  en 
una  posición  difícil,  pretenden  muchas  veces  salir  de  ella  dejando 
el  puesto,  más  bien  que  haciendo  frente  con  resolución  al  peligro; 
antes  de  recibir  la  consulta  del  acuerdo  sobre  el  punto  de  la  con- 

(63)  Suplemento  á  la  gaceta  de  6  de  Agosto,  tom.  15,  Qúm.  47,  fol.  643. 

(64)  Véase  esta  consulta  que  inserta  Marteñena.  Doc.  núm.  63,  fol.  19.    ' 


222  HISTORIA  DE^MÉXIOO. 


vócatoria,  le  pasó  un  oficio  de  su  puflo,  manifestando  su  resolución 
de  dejar  el  mando,  esperando  que  si  habia  para  ello  algún  inconve- 
niente, lo  allanase  el  Acuerdo.  Este,  en  la  crítica  situación  en  que 
las  cosas  se  hallaban,  y  temiendo  las  graves  consecuencias  que  pre- 
veía de  la  reunión  del  congreso,  creyó  encontrar  en  la  renuncia  fiel 
virrey  el.  único  camino  de  salvación  que  podia  presentarse.  Contes- 
tóle, pues,  que  podia  hacer  dejación  del  mando  supremo,  entregán- 
dolo como  él  mismo  habia  propuesto,  al  mariscal  de  campo  D.  Pe- 
dro Garibay,  que  era  el  jefe  de  mayor  graduación  y  antigüedad  (66). 
Con  tal  contestación  del  Acuerdo,  el  secretario  del  virreinato  Ve 
lazquez  de  León,  escribió  al  Ayuntamiento  una  carta  reservadísi- 
ma, imponiéndole  de  lo  que  pasaba  y  excitándolo  á  que  se  opusiese 
á  la  resolución  del  virrey.  Este  pretende  que  este  paso  lo  dio  Ve- 
lazquez  sin  su  conocimiento:  Velazquez  dice  que  se  lo  propuso,  y 
que  no  habiendo  juzgado  decoroso  que  lo  diese  con  su  anuencia,  lo 
dejó  sin  resolución  alguna,  lo  que  en  tales  materias  equivale  á  una 
resolución  afirmativa  (67).  Estas  pláticas  secretas  con  los  individuos 
principales  del  Ayuntamiento  eran  frecuentes,  pues  según  las  de- 
claraciones de  Velazquez,  ellos  influían  en  las  disposiciones  del  vi- 
rey,  y  aun  formaban*  las  minutas  de  algunas  de  las  más  importan- 
tes comunicaciones  (6»).  El  Ayuntamiento,  recibida  la  carta  de 
Velazquez,  nombró  por  acuerdo  del  mismo  dia  7  en  que  toda  esta 
intriga  se  verificó,  una  comisión  que  suplicase  al  virrey  no  efectua- 
se la  renuncia,  y  éste  convino  en  suspenderla  por  respeto  á  la  ciu- 
dad quí5  en  ello  se  interesaba,  hasta  hacer  ver  en  una  junta  las  ra- 
zones que  tenía  para  hacerla.  La  comisión  le  pidió  que  no  lo  hiciese 
en  la  que  estaba  citada  para  el  próximo  dia  9,  no  obstante  lo  cual, 
vamos  á  ver  lo  que  sobre  este  punto  pasó  en  aquella  sesión  (69). 

(66)  JGIl  parecer  de  los  fiscales  se  halla  en  Martiñena.  Núm.  65,  fol.  19  y  2(1 
El  acuerdo  lo  aprobó  unánimemente. 

(66)  El  acuerdo  en  su  informe  asegura  que  el  virrey  lo  propuso  así:  el  vi- 
rrey lo  niega  en  los  escritos  publicados  en  su  defensa.  Es  mas  de  creer  io  que 
dice  el  acuerdo,  que  tenia  á  la  vista  la  comunicación  del  virrey,  y  porque  este 
no  siempre  es  exacto  en  lo  que  dice  en  su  favor. 

(67)  Véasela  declaración  entera  de  Velazquez  publicada  por  Martiñena, 
núm.  98,  fol.  45. 

(68)  Consta  en  la  misma  declaración  de  Velazquez,  núm.  48,  fol.  46. 

(69)  Informe  de  la  audiencia.  Mier  y  Lisarza,  conformes  todos  en  los  hechos. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  223 

En  ella  se  leyó  el  extracto  de  los  votos  de  las  dos  juntas  anterio- 
res, que  se  presentaron  por  escrito  como  el  virrey  habia  dispuesto, 
arreglílndolos  por  clases,  sobre  lo  que  se  hicieron  reclamos  por  al- 
gunos de  los  votantes  que  pidieron  se  Iey(5sen  sus  votos,  para  rec- 
tificar las  listas,  en  las  que  resultó  una  grand^  mayoría  de  confor- 
midad con  las  ideas  manifestadas  por  el  alcalde  tje  corte  Villa 
Ufrutia.  Este  pidió  que  se  leyese  su  voto,  porque  dijo  que  un  vocal 
autorizado  de  la  junta  lo  habia  interpretado  mal:  el  inquisidor  de- 
cano repuso,  que  ese  vocal  á  quien  Villa  ürrutia  hacia  referencia 

4 

era  él,  que  habia  impugnado  el  voto  salvíindo  la  intención,  y  que 
siempre  sostendría  que  las  juntas  que  Villa  Urrutia  proponía,  eran 
por  su  naturale;sa  sediciosas,  ó  á  lo  menos  peligrosas  y  del  todo 
inútiles:  porque  si  no  habían  de  tener  más  carácter  que  el  de  con- 
sultivas, no  salvaban  la  responsabilidad  del  virrey;  y  si  decisivas, 
cambiaban  la  naturaleza  del  gobierno  en  una  democracia,  para  lo 
que  el  virrey  no  tenia  autoridad,  ui  el  que  hablaba  podía  recono- 
cerla (70).  El  virrey  dijo  que  habla  expediente  formado  sobre  la 
convocación  de  la  junta  del  reino,  que  se  leería;  que  él  lo  que  de- 
seaba saber  era  quien  tenia  el  voto  del  reino,  pata  proceder  con  su 
acuerdo  y  quedar  en  todo  caso  á  cubierto,  porque  así  como  hablan 
venido  comisionados  de  la  junta  de  Sevilla  para  que  ^e  la  recono- 
ciese, podrían  venir  también  de  la  reina  de  Portugal,  del  rey  de 
NApoles,  ó  de  Napoleón  y  del  duque  de  Berg,  ó  acaso  también  re- 
cibir una  orden  reservada  de  Fernando  VII,  cosafe*  todas  en  extre- 
mo delicadas  y  extraordinarias  para  resolver  por  sí  solo  (71).    Los 
fícales  en  su  consulta  al  real  Acuerdo  (al  que  no  habian  sido  lla- 
mados los  alcaldes  de  corté,  sin  duda,  por  serlo  Villa  ürrutia),  se 
oponían  á  la  reunión  del  congreso,  porque  el  convocar  éstos  es  propio 
solo  de  la  autoridad  del  rey;  porque  así  estaba  prevenido  en  la  ley 
misma  que  declara  á  México  el  primer  lugar  en  los  que  en  Xueva 
Espada  se  celebrasen;  porque  las  leyes  prohiben  tales  reuniones,  y 
aun  las  de  las  cofradías  y  otras  corporaciones  piadosas,  sin  real  li- 
cencia; y  por  último,  porque  en  Améríca  no  habia  necesidad  de 
estas  juntas,  estando  provisto  a  todas  las  necesidades  ocurrentes  con 

(70)  Informe  de  la  audiencia  sobre  las  juntan  Martí  fíena,  nám.  90,  f.  38. 

(71)  Lizarza  y  Mier  que  copia  lo  que  este  dice,  tom.  1?,  fol.  102. 


224  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


la  autoridad  del  virrey  y  las  consultas  del  Acuerdo,  terminando 
con  presentar  el  ejemplo  de  las  consecuencias  que  habia  traido  en 
Francia  la  convocación  de  los  Estados  en  1789,  que  condujo  á  la 

r 

ruina  de  la  monarquía,  para  probar  el  riesgo  á  que  el  reino  se  ex- 
ponía con  la  convocación  de  la  junta  resuelta  por  el  virrey  (72). 

El  oidor  Bataller  dijo  entonces,  que  pues  el  alcalde  de  corte  Villa 
Urrutia  era  quien  habia  promovido  la  idea  de  la  convocación  de 
aquella  junta,  á  él  le  tocaba  contestar  á  lo  expuesto  por  los  fiscales, 
á  lo  que  el  oidor  Aguirre  agregó,  que  para  evitar  confusión,  los 
promovedores  de  la  junta  del  reino  debian  contraerse  á  estos 
puntos:  autoridad  para  convocarla,  necesidad  de  la  convocación,  su 
utilidad,  personas  que  á  ella  habian  de  concurrir  y  de  qué  clase, 
estado  ó  brazos;  si  los  votos  habian  de  ser  consultivos  ó  decisivos. 
Estos  puntos  contenían  en  efecto  toda  la  dificultad  de  la  cuestión, 
y  á  todos  ofreció  Villa  Urrutia  contestar  por  escrito,  dándosele  tres 
dias  de  tiempo  (73). 

Como  entre  los  puntos  indicados  por  Agdirre  era  el  uno,  qué 
personas  debian  asistir  á  la  junta  del  reino,  y  el  virrey  en  su  con- 
vocatoria solo  hubiese  llamado  á  los  apoderados  de  los  Ayunta- 
mientos, se  notó  en  la  junta  que  éstos  no  pódian  representar  más 
que  al  estado  llano;  y  habiendo  contestado  el  procurador  general 
de  la  ciudad  D.  Agustin  Eivero,  que  si  bien  el  síndico  no  podia 
tomar  la  voz  sino  por  los  plebeyos,  él  por  la  investidura  de  su  em- 
pleo podia  representar  á  las  demás  clases,  estas  expresiones  cau- 
saron ima  desaprobación  tan  general,  que  el  Arzobispo,  cuya  opi- 
nión hasta  entonces  habia  estado  por  la  reunión  de  la  junta,  viendo 
la  dificultad  que  este  solo  punto  ofrecía,  dirigiéndose  al  virrey  le 
dijo:  trSi  el  tratar  solamente  de  las  juntas  del  reino  produce  esta 
división,  ¿hasta  dónde  llegará  si  se  realizan?  y  así  yo  desde  ahora 
me  opongo  á  tal  convocación,  y  deseo  que  V.  E.  consulte  con  el 
real  Acuerdo,  n  Con  lo  cual,  tanto  el  Arzobispo  como  su  primo  ol 
inquisidor  Alfaro,  reformaron  el  voto  que  tenían  presentado  por 
escrito,  y  se  adhirieron  al  parecer  de  los  fiscales  (74). 

(72)  Véase  todo  el  pedimento  fiscal  que  copia  Martiñena,  num.  15,  fol.  19 
y  20. 

(73)  Informe  de  la  audiencia  sobre  las  juntas.    Mart.  niim.  90,  fol.  88,  y 
Micr,  lib.  4?  al  principio,  tom.  1?,  fol.  101. 

(74)  Infonne  de  la  audiencia  sobre  las  juntas.  Mart.  lugar  citado. 


HISTORIA  DE  M^IXICO.  226 

Sin  llevar  más  adelante  esta  materia,  porque  todas  lae  discusio- 
nes era  incompleta?,  no  viniendo  prevenidos  para  ellas  los  concu- 
rrentes á  las  juntas,  á  los  que  no  se  daba  aviso  previo  de  lo  que  en 
ellas  se  había  de  iratar,  y  habiendo  por  otra  parte,  poco  uso  de  ha- 
blar en  público  y  niénos  sobre  asuntos  de  Estado,  el  regidor  decano 
D.  Antonio  Méndez  Prieto,  que  presidia  el  Ayuntamiento  por  no 
haber  asistido  los  alcaldes,  los  cuales  no  estaban  de  acuerdo  con 
las  miras  de  la  corporación,  pidió  que  se  cerrase  la  puerta  del  sa- 
lón, que  desde  la  segunda  junta  habia  estado  abierta  para  todos, 
lo  cual  hecho,  se  dirijió  al  virrey  en  nombre  de  la  ciudad  diciendo: 
qurt  ésta  tenia  entendido  por  conducto  seguro  y  respetable,  (75)  que 
estaba  resuelto  á  dejar  el  mando  del  reino,  cuando  pocos  dias  ha- 
cia que  habia  hecho  juramento  de  defenderlo  aun  á  costa  de  su  vi- 
da y  conservarlo  para  Fernando  VII;  por  lo  que  la  ciudad,  á 
nombre  del  mismo  reino,  lo  requeria  para  que  desistiese  de  aquel 
intento,  y  lo  hacia,  si  en  éL  persistía,  responsable  de  las  resultas. 
En  seguida  tomó  la  palabra  el  síndico  Verdad,  insistiendo  en  las 
mismas  razones  expuestas  por  Prieto,  y  añadiendo  que  se  perdería 
no  solo  el  reino,  sino  también  la  religión,  y  habría  una  conmoción 
en  la  ciudad,  pues  si  intentaba  salir  de  ella,  el  pueblo  cortaría  los 
tirantes  del  coche,  como  habia  hecho  el  de  Vitoria  con  Fernando 
VII  para  impedirle  salir  á  Francia.  Lo  mismo  apoyó  el  regidor  Bi- 
vero,  pero  los*  demc'ls  concurrentes  pareció  que  tomaban  poco  inte- 
res  en  la  cuestión,  con  lo  que  el  virrey  cortó  la  discusión,  y  trató  de 
satisfacer  por  lo  que  en  la  junta  anterior  habia  dicho  y  que  habia 
alarmado  á  los  oidores,  acerca  de  que  haría  que  cada  uno  guardasesn 
puesto,  asegurando  que  habia  estado  muy  distante  de  pensar  en 
amenazar  á  ningún  individuo  de  la  junta,  pues  todos  juntos  y  cada 
uno  de  ellos  eran  muy  dignos  de  su  consideración:  que  ^aquellas 
expresiones  solo  se  habian  dirigido  contra  los  autores  de  pasquines 
y  anónimos  que  continuamente  recibía,  los  cuales  tenían  llena  de 
amargura  á  su  familia,  y  a  ól  mismo  le  habian  hecho  desear 
el   disfrutar   de  una    vida  más  tranquila,    pues  en  la  avanzada 

(76)  Era  lacftifca  del  gecretario  Velazquez,  de  fjue  arriba  se  ha  hablado. 

TOMO.  I — 29 


226  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

edad  de  sesenta  y  seis  afios  que  tenia»  no  estaba  para  tantos  azares 
y  contrastes.  (76) 
^  .  rTConcluyóse  la  junta  sin  dejar  nada  determinado:  todas  las  cues- 
J  tiones  se  habian  movido  y  ninguna  resuelto.  Los  partidos  habían 
puesto  en  evidencia  sus  miras,  y  se  echaba  ya  de  ver  bastante  ia 
gran  discrepancia  de  opiniones  que  prevalecia,  aun  entre  los  mis- 
mos que  promovían  la  reunión  de  la  junta,  del  reino.  £1  Ayunta- 
miento de  México  tomaba,  cuando  le  convenia,  la  voz  del  reino, 
porque  en  los  tiempos  próximos  á  la  Conquista,  cuando  todavía  no 
habia  leyes  que  determinasen  la  esfera  de  cada  autoridad,  esta  cor- 
poración habia  ejercido  un  poder  absoluto,  (77)  y  queria  que  las 
juntas  de  los  procuradores  de  las  poblaciones  españolas,  que  en 
.  aquella  remota  época  se  habian  celebrado  únicamente  para  pedir 
al  rey  lo  que  convonia  á  los  intereses  de  la  naciente  colonia,  se  res> 
tableciesen  para  ejercer  las  mismas  facultades  que  las  leyes  de  Cas- 
tilla dan  á  las  Cortes  de  aquel  reino,  para  nombrar  tutores  del  rey 
menor,  cuando  no  los  ha  dejado  designados  su  padre,  y  para  ejer- 
cer todas  las  atribuciones  de  un  congreso  de  una  nación  indepen- 
diente. El  Acuerdo  sostenía  que  tales  juntas  no  podian  celebrarse, 
sino  por  orden  de  un  rey  que  moralmente  no  existia,  y  por  su  par- 
te ampliaba  el  círculo  de  sus  facultades,  para  que  el  viiTey  con  su 
consujlta  y  acuerdo  pudiese  hacer  todo  lo  que  el  rey  haría,  si  pre- 
:  senté  estuviese.  El  virrey  queria  un  congreso  consultivo,  que  lo 
dejase  en  el  ejercicio  de  un  poder  absoluto:  Villa  Urrutia  pretendía 
que  este  poder  se  restringiese,  quitándole  al  virrey  el  manejo  de  la 
hacienda  pública  y  toda  intervención  en  la  administración  de  jus- 
ticia; que  se  estableciese  una  junta  gubernativa  y  además  un  con- 
greso por  estamentos^  erigiendo  también  un  consejo  que  desempe- 
ñase las  funciones  del  de  Indias  en  las  apelaciones  y  demás  nece- 
sario. (78)  El  viiToy  citaba  á  este  congreso  á  solo  los  procuradores 

(76)  Informe  de  la  audiencia.  Mait.  núm.  90,  íol.  39.  P.  Mier,  su  libio  4- 
trata  enteramente  de  esta  cuarta  y  última  junta. 

i^l)  Véase  en  mi  Disertación  9^,  tom.  2V,  fols.  304  .y  siguientes,  todo  lo 
que  hizo  el  Ayuntamimiento  México,  usando  de  facultades  legislativas,  en  lo» 
años  inmediatos  á  la  conquista. 

(78)  Véase  el  papel  que  tenia  formado  para  contestai-  á  los  fiscales,  que  ha 
impreso  el  P.  Mier,  tom.  1?,  fols.  112  á  116,  que  es  el  fin  del  libro  4?  En  cuan- 
to á  la  necesidad  de  suplir  la  falta  del  consejo  de  Indias,  para  los  negocios  que 


1 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  227 

de  los  Ayuntamientos  de  las  capitales;  el  P.  Talamantes  en  sos 
apuntes,  por  los  que  se  dirijia  el  Ayuntamiento  de  México,  no 
quería  que  eu  estas  elecciones  hubiese  nada  de  popular,  para  no 
dar  lugar  á  los  exceso?  de  la. revolución  de  Francia;  (79)  él  corre^ 
gidor  de  Querétaro,  Domínguez,  en  la  representación  que  formó  y 
que  el  Ayuntamiento  de  aquella  ciudad  no  quiso  firmar,  disputafa» 
al  do  México  el  derecho  con  que  pretendía  hacerse  representante 
del  reino,  y  proponia  que  el  congreso  se  fof  mase  de  los  tres  brazos, 
nobleza,  clero  y  estado  llano.  (80)  Todo  era  pues  confusión,  y  !<► 
único  que  podia  evitar  un  tr^torno  era  que  el  virrey,  sosteniendo 
su  autoridad  hasta  ver  el  desenlace  de  las  cosas  de  España,  gober-. 
nase  conforme  á  las  leyes  existentes,  sin  pretender  introducir  nover 
dades  peligrosas,  que  no  podian  producir  más  que  su  propia  ruinju  / 

Los  espíritus  se  enardecían  más  y  más  con  cada  nuevo  inciden- 
te: el  virrey  confirió  el  empleo  de  mariscal  de  campo  al  comandante 
de  las  tropas  acantonadas  en  las  villas  D.  García;  Dávila,  y  dio  la 
administración  de  la  aduana  de  México  con  honores  de  intmdenv 
te,  al  ministro  de  las  cajas  de  esta  capital  D.  José  M"^  Lazo:  en  loa 
mismos  dias  concedió  al  consulado  de  Veracruz,  para  continuar  el 
camino  que  estaba  haciendo  á  aquel  puerto,  cuatrocientos  mil  pe- 
sos de  la  real  hacienda^  sin  que  hubiese  para  ello  aQuerdo  de  lajun^ 
ta  superior  de  ésta.  (81)  Tales  disposiciones  se  citaban  como  ejem-^ 
piaros  del  poder  soberano  que  empezaba  á  ejercer  el  virrey  y  cornos 
escalones  para  el  trono  á  que  intentaba  subir;  pues  aunque  «1  nom- 
bramiento de  Dávila  se  habia  hecho  como  provisorio  y  d^endiente 
de  lá  aprobación,  real,  nunca  los  virreyes  habían  conferido  estos  al- 
tos grados  en  la  milicia,  y  fué  muy  inoportuno,  é  impedente  el  ha- 
berlo hecho  en  tales  circunstancias.  En  el  vulgo  de  uno  y  otro  par- 
tido se  decia,  que  serian  removidos  de  sus  empleos  los  oidoras  que 
hacían  resistencia  al  virrey,  y  que  en  sh  lugar  serian  nombrados  los 

pasabao  á  61  en  apelación  era  tan  poco  urgente,  que  el  físcal  do  lo  civil  dijo, 
que  en  veintidós  año5  que  ejercía  aquel  empleo,  no  habia  visto  mas  que  un 
solo  caso  de  apelación  el  consejo. 

(7X))  Apéndice  á  este  libro,  número  9. 

(80)  Esta  representación  existe  manuscrita  en  poder  del  Sr.  D.  Mariano  Do- 
mínguez, hijo  del  corregidor,  quien  me  lo  ha  comunicado.  ^ 

(81)  Véase  el  informe  de  la  audiencia  sobre  ías  juntas,  muchas  veces  citado.. 


; 


228  HISTORIA  DE   MÉXICO. 


regidores  Azcáxate  y  Verdad;  (82)  que  no  se  mandaría  ya  más  dine- 
ro á  España,  y  que  el  que  había,  se  gastaría  en  caminos  y  otras  obras 
de  utilidad  del  reino;  que  habría  princesas  de  Tacuba;  que  el  virrey 
para  dar  principio  á  la  revolución  iba  á  quemar  el  santuario  tan  ve- 

r 

uerado  de  Guadalupe,  y  que  para  ello  tenia  prevenidas  las  teas  (83). 
Si  estas  especies,  muchas  de  ellas  absurdas,  no  podían  merecer 
mas  que  el  dei^recio  de  los  hombres  sensatos  del  partido  europeo, 
otras  había  que  les  causaban  temores  más  fundados  y  que  les  ha- 
cían pecelai*  cada  noche*un  movimiento.  (84)  En  ía  última  junta, 
durante  el  altercado  más  bien  que  discusión,  á  que  dio  lugar  lo  di- 
cho por  el  regidor  Rivero  sobre  las  clases  que  debían  ser  represen- 
tadas en  la  junta  general  del  reino,  se  oyeron  algunas  voces  que  de- 
cían: «»Si  no  se  convoca  a  las  ciudades,  ellas  se  juntarán,  n  lo  que 
hizo  temer  que  hubiese  ya  entre  ellas  algún  convenio:  (85)  pero 
más  que  todo  aceleró  las  medidas  violentas  que  los  europeos  tenían 
decididas,  el  saber  que  el  virrey  hacia  venir  á  la  capital  el  regimien- 
to de  infantería  de  Oelaya,  que  estaba  en  el  cantón,  y  de  Tierra 
adentro  el  de  dragones  de  Aguascalieu tes,  de  que  era  coronel  D. 
Ignacio  Obregon,  íntimo  amigo  del  virrey.  (86)  La  llegada  de  es- 
tas trqMts  desconcertaba  todos  sus  intentos,  y  excitados  por  los 
comerdantes  de  Veracruz,  corrian  entre  ellos  las  voces  de  que  era 
menester  matar  al  virrey,  ya  en  el  paseo,  ya  al  salir  del  teatro;  todo 
lo  cual  anunciaba  la  proximidad  de  alguna  ruidosa  catástrofe,  que 
pusiese  termino  á  un  estado  de  cosas  tan  violento. 

(82)  Esta  espeole  no  era  tan  solo  del  vulgo;  halló  cabida  aun  en  la  audien' 
eia,  que  tomó  sobre  ella  declaración  al  secretario  del  virreinato  Yelazquez- 
Mier  copia  esta  declaración  de  Yelazquez,  que  es  favorable  al  virrey,  en  el  núm. 
1  del  apéndice  del  primer  tomo:  la  audiencia  publicó  otra  declaración  del  mis- 
mo Yelazqaez,  que  también  he  citado,  que  no  le  era  tan  ventajosa. 

(83).  Cita  este  hecho  Jáuregui  en  su  informe  á  la  junta  central,  que  copió  el 
P.  Mier  en  el  apéndice  al  tom.  P,  núm.  ¿.  Era  el  colmo  del  absurdo  tal  supo- 
sición, pero  con  ella  se  quería  hacer  á  Iturrigaray  odioso  al  pueblo. 
.  (84)  Cancelada  dice,  que  los  europeos  se  acostaban  todas  las  nckshes  temien- 
do despertar  con  el  grito  de  ^*viva  José  I.^'  Como  él  estaba  muy  relacionado 
con  sus  paisanos,  lo  que  acerca  de  esto  dice  prueba  que  este  temor  era  general 
entre  ellos. 

(85)  Refieren  los  oidores  el  hecho,  hablando  de  la  juntado  9  de  Setiembre, 
en  la  relación  que  de  ellas  formaron,  publicada  por  Cancelada  y  Martiñena. 

(86)  JD.  Ignacio  Obregon  estaba  emparentado  próximamente  con  la  familia 
de  los  condes  de  Yalenciana,  que  tenían  el  mismo  apellido.  Se  había  enrique-  ' 
cido  en  las  minas  de  Catorce,  y  pasaba  por  ser  favorecido  especialmente  por 
la  virreina,  en  cuyo  obsequio  gastó  grandes  sumas. 


HI3T0RIA  DE  MÉXICO.  229 


CAPITÜWVI. 

Conspiración  contra  el  virr«y  Itum'garay. — Póneso  al  frente  de  la  conspiración  D.  Gabriel  de  Yer« 
mo. — Motivos  á  que  atribuyó  Jturrígaray  la  resolución  de  éste.  Insnbaistencia  do  tales  motÍTM. — 
Medidas  de  Termo. — Ganad  los  oficiales  de  la  guardia  del  palacio. — Júntamelos  conspiradores.— 
Prenden  al  virrey,  ásu  n^iger  é  h^os. — Llavan  al  virrey  á  la  Inquisicton  y  á  la  virreina  al  convento 
de  San  Bernardo. — Declara  la  audiencia  virrey  á  D.  Pedro  Garibay. — Varisa  prisiones. — Volunta- 
rios de  Fernando  Vil. — Proclama  déla  andiencia. — Reconocimiento  del  nuevo  virrey. — Muere 
Verdad  «n  la  prisión,  7  el  T*  Tkjlamantes'en  San  Juan  de  Ulúa— £a  ti-asladado  Iturrígaray  al  con^ 
vento  de  Belemitas. — Embaí^  do  sus  bienes. — Condúcesele  á  Varacruz.— Sigúelo  la  virreina.— 
Embárcaseles  para  España. — Secuela  de  la  causa. — Amnistía  en  que  se  le  declara  comprendidc» 
respecto  á  la  acusación  de  infidencia. — Causa  de  residencia. — Si  condenade  en  ésta  el  pago  de 
gruesas  sqsna0.-**Mnere  y  su  familia  viene  d  México  donde  obtiene  no  so  «jecute  la  sentencia. — 
—Acusadores  y  defensores  de  Iturrígaray, 

Fórmahse  generalmente  las  revoluciones,  ó  por  la  influencia  de 
algún  jefe  atrevido  quo  constituyéndose  en  cabeza  de  ellas,  por 
amaños  y  sugestiones,  despertando  las  esperanzas  y  lisonjeando  las 
pasiones  de  los  individuos,  de  las  masas  populares  ó  de  la  fuerza 
armada,  consigue  formar  uu  partido  que  sirve,  á  sus  intentos,  mien- 
tras espera  ver  medrados  los  propios:  ó  por  un  camino  inverso,  mu- 
chos individuos  que  tienen  entre  sí  los  mismos  intereses,  en  quie- 
nes dominan  las  misüías  opiniones,  ó  á  quienes  unen  los  mismos 
lazos,  viendo  comprometidos  aquellos,  combatidas  las  otras,  ó  próxi- 
mos á  romperse  los  últimos,  acaso  sin  ponerse  de  acuerdo  entre  sí, 
pero  dirigidos  por  los  mismos  principios,  conspiran  todos  á  un  fin» 
á  todos  mueven  igualen  deseos,  todos  caminan  al  mismo  objeto.  Si 
en  éstas  circurtátattcias  se  presenta  nn  hombre  de  capacidad  y  re- 
solución, que  dé  dirección  á  los  comunes  esfuerzos,  la  revolución  es 
hecha  y  viene  á  ser  irresistible,  si  los  intereses  comprometidos  abra- 
zan á  un  gran  número  de  personas,  ó  si  éstas  por  9u  audacia  y  la 
oportunidad  de  sus  medidas,  suplen  á  la  cortedad  del  número. 

En  este  último  caso  se  hallaban  los  españoles  en  México.  Todos 
veian  claramente  que  la  reunión  del  congreso  convocado  por  el  vi- 
rrey, iba  á  poner  fin  á  la  dominación  española  en  estas  regiones; 
(jue  el  plQU  formado  paríi.  hacer  por  este  inedio  la  iiídependppciai 


280  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


■^^^^■^^^^ 


lio  se  fundaba  en  otro  apoyo  que  en  el  favor  que  el  virrey,  cualquiera 
que  fuese  el  principio  por  que  procedia  prestaba  á  aquella  idea;  que 
todo  estribaba  en  su  persona  y  que  quitada  esta  del  medio,  la  in- 
tentada revolución  caia  por  sí  misma,  pero  que  para  evitar  ésta  era 
necesario  un  golpe  pronto  y  decisivo.  Todos  estaban  resueltos  á 
darlo,  pero  les  faltaba  cabeza  que  los  dirigiese  y  pronto  la  encon- 
traron. 

Estaba  avecindado  en  la  capital  un  español  natural  de  Vizcaya, 
de  edad  madura;  respetado  por  su  conducf^  y  por  el  caudal  muy 
considerable  que  habia  recibido  de  su  mujer  y  aumentado  mucho 
con  su  industria  y  trabajo;  de  grande  influjo  en  la  Tierra  caliente 
del  valle  de  Cuernavaca,  donde  tenia  extensas  haciendas,  y  en  ellas 
gran  número  de  esclavos,  á  quienes  dio  libertad  con  motivo  del 
nacimiento  de  su  hijo  mayor,  y  por  esto  mismo  contaba  mascón  su 
adhesión  y  fidelidad.  No  se  habia  hecho  notar  hasta  entonces  mas 
que  por  su  vida  activa  y  laboriosa,  que  pasaba  en  el  seno  de  su 
familia,  atendiendo  al  fomento  de  sus  cuantiosos  intereses,  porque 
era  de  suyo  emi)rendedor  y  aficionado  á  nuevas  especulaciones.  (1) 
Llamábase  D.  Gabriel  de  Yermo,  y  sobre  él  fué  sobre  quien  echa- 
ron los  ojos  los  principales  comerciantes  que  formaban  el  partido 
espíiñol,  no  dudando  que  tendría  las  mismas  ideas  que  ellos,  yjuz- 

(l)  D.  G<ibri€l  Joaquin  de  Yermo,  nació,  en  el  lugar  de  Sodnpe^  en  las  in 
mediaciones  de  Bilbao;  el  día  10  de  Setiembre  de  1767.  Casó  en   México  con 
D*  María  Josefa  Yermo,  su  prima  hermana,  que  había  heredado  de  su  padre 
D.  Juan  Antonio,  vecino  antiguo  y  acaudalado  de  México,  las  ricas  liaciendas 
de  ca&a  de  Temisco  y  iS.  Gabriel  en  el  valle  de  Cuernavaca,  censuatarias  del 
marquesado  del  Valle  de  Oaxaca.   Cuando  nació  su  hijo  mayor  D..  José  María 
en  1790,  puso  en  libertad  á  cuatrocientos  y  tantos  esclavos  negros  y  mulatos, 
en  aquellas  haciendas;  y  en  1797;  que  compró  la  de  Jalmolonga\  cpio  era  da 
las  temporalidades  de  los  jesuítas^  hizo  lo  mismo  cosL^inaa  de  doscientos  que 
allí  habia.  No  prevalecía  entonces  todavía  en  Inglaterra  el  zelo  que  después 
ha  habido  por  la  libertad  de  los  esclavos,  y  el  hecho  de  Yennó  vale  más  que 
las  declaraciones  de  las  sociedades  negreras.  Eer  cosa  notable,  que  de  tanto  es- 
clavo libertado  por  Yermo,  uno  solo  salió  de  su  servicio:  todos  los  demás  perma- 
necieron en  sus  haciendas,  quedando  adictos  con   tal  fidelidad  á  su  amo  y  al 
rey  de  Espafia,  que  todavía  sostuvieron  la  causa  de  éste,  ooando  estaba  del  to- 
do perdida  y  que  habían  faltado  a  ella  muchos  generales  y  funcionarios  naci- 
dos en  Espafia.  Entre  las  empresas  agrícolas  notables  de  Yermo,  son  dignas 
de  atención  las  obras  para  riegos  que  hizo  en  las  haciendas  de  Temisco  y  Jal- 
molonga,  abriendo  canales  costosísimos  dignos  de  un  principe,  con  los  que  hixo 
productivos  terrenos  eriales,  é  introdujo  en  ellos  el  cultivo  del  trigo  y  del  añil. 


o 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  231 

gándolo  por  su  respetabilidad  y  energía,  muy  propio  para  poderlo 
á  su  cabeza. 

Dirigiéronse  á  él  con  este  objeto  D.  Santiago  Echeverría,  D,  Jo- 
sé Martínez  Barenque  y  otros,  que  tenían  con  él  relaciones  de 
amistad,  y  sin  tener  que  entrar  en  largas  explicaciories,  como  que 
todos  pensaban  del  mismo  modo,  les  manifestó  Yermo  con  la  inge- 
nuidad y  decisión  que  formaban  su  carácter:  «'que  estaba  bien  pe- 
netrado  de  que  la  Nueva  España  se  perdía,  si  no  se  tomaba  un 
pronto  remedio;  pero  como  era  cosa  que  debía  tocar  en  violencia, 
necesitaba  consultarlo,  para  asegurar  su  alma  de  rosponsabilidad, 
y  pensar  en  la  ejecución  sin  efusión  de  sangre,  i»-  Con  esta  respues- 
ta contaron  ya  por  cierto  los  que  habían  concurrido  á  la  ccnferen- 
cia,  con  que  Yermo  se  pondría  á  su  cabeza,  quizá  porque  estaban 
seguros  de  la  opinión  que  habían  de  darle  los  eclesiásticos  con  quie- 
nes presumían  había  de  consultar;  pero  no  atinaban  con  el  plan 
que  se  propondría  seguir,  para  lograr  su  intento  sin  efusión  de  san- 
gre. (2)  Otras  noticias  igualmente  fidedignas,  me  persuaden  que, 
si  bien  pudo  haber  la  conversación  que  he  referido  con  Echeverría 
y  Barenque,  no  fueron  éstos  los  que  movieron  á  Yermo  á  ponerse 
al  frente  de  la  conspiración,  y  que  más  bien  éste  los  excitó  á  tomar 
parte  en  la  ejecución. 

Yermo  consultó  con  su  confesor,  el  P.  Campos,  (3)  mexicano, 
del  orden  de  la  Merced,  y  aun  pasó  algunos  días  de  retiro  en  aquel 
convento,  y  tomada  su  resolución,  dijo  en  otra  conferencia  á  los 
que  habían  concurrido  á  la  primera,  que  estaba  dispuesto  á  ser  su 
caudillo,  bajo  la  condición  de  que  no,  se.  había  de  tratar  de  satisfa- 
cer resentimientos,  ni  de  otra  cosa  que  de  evitar  el  mal  que  ame- 
nazaba, sin  hacer  daño  a  nadie,  debiéndose  ejecutar  en  una  sola 
noche,  desde  las  12  en  adelante,  el  prender  al  virrey  y  poner  otro 
en  su  lugar,  de  acuerdo  con  la  audiencia. 

Iturrigaray  y  los  que  han  escrito  en  su  defensa,  atribuyen  la  de- 

(2)  Sigo  en  esta  relación  de  la  conspiración,  principalmente  á  Cancelada, 
que  fué  uno  de  los  conspiradores  y  estaba  muy  impuesto  de  todo.  Véase  eu 
^'Verdad  sabida," 

(3)  El  P.  Mier  supone  que  el  eclesiástico  consultado  fué  el  Dr.  Monteagu- 
do,  con  quien  estaba  mal  por  consecuencia  de  las  actuaciones  á  que  dio  lugar 
el  sermón  de  Guadalupe,  de  que  hablaré  en  la  biografía  de  dicho  Mier. 


^ 


232  HISTORIA  Di;  MÉXICO. 


cisión  de  Yermo  á  motivos  personales  é  interesados.  Dicen  que 
Yermo  tenia  resentimientos  con  el  virrey,  porque  siendo  contratis- 
ta de  carnes  en  México,  el  virrey  habia  prohibido  que  introdujese  á 
las  carnicerías  los  toros  muertos  en  los  potreros,  y  habia  mandado 
que  los  toreros  en  las  corridas,  vendiesen  los  toros- que  mataban  en 
la  plaza  á  quien  quisiesen,  sin  estar  obligados  á  hacerlo  al  contra- 
tista del  abasto:  que  reconociendo  sus  fincas  de  campo  mas  de 
400,000  ps.  á  fundaciones  piadosas,  estaba  interesado  en  hacer  ce- 
sar el  fondo  de  amortización,  cuya  junta  le  estrechaba  á  la  exhibi- 
ción de  aquella  suma;  y  por  último  que  consistiendo  su  giro  princi- 
pal en  el  cultivo  de  la  caña  de  azúcar  en  sus  haciendas,  tenia  el 
mayor  interés  en  hacer  cesar  el  gravamen  que  reportaba  el  aguar- 
diente de  caña  desde  que  se  permitió  su  fabricación,  acerca  de  lo 
cual  se  seguía  un  pleito  ruidoso  por  los  fabricantes  de  aquel  licor, 
en  el  que  Yermo,  en  representación  de  los  demás  interesados,  se 
habia  excedido  tanto  en  los  escritos  que  habia  presentado,  que  ha- 
bia llegado  á  darse  orden  por  el  virrey  para  su  prisión,  de  que  so- 
lo so  habia  librado  por  el  influjo  y  relaciones  de  uno  de  sus  paisa- 
nos amigo  del  virrey. 

De  todos  estos  puntos,  el  relativo  al  abasto  de  carnes  é  intro- 
ducción de  animales  muertos  para  consumo  déla  ciudad, es  insub- 
sistente. Yermo  introducía  las  reses  muertas  no  por  un  abuso,  sino 
porque  así  estaba  expreso  en  el  remate  que  hizo  con  el  Ayunta- 
miento,  y  la  orden  de  Iturrigaray  impidiéndoselo,  fué  enteramente 
arbitraria,  y  la  disposición  para  que  los  toreros  vendiesen  á  quien 
quisiesen  los  toros  que  mataren  en  la  plaza,  era  de  demasiada  poca 
¡mpoi*tancia  para  producir  una  queja  grave.  Todo  esto  además  era 
cosa  olvidada,  y  tanto  (^ue  Yermo  se  habia  vuelto  á  encargar  del 
abasto,  concluido  el  término  de  su  retnate,  por  instancia  de  la  ciu- 
dad é  interposición  del  mismo  virrey,  con  quien  habian  mediado 
otros  oficios  amistosos.  (4)  Tampoco  podia  ser  motivo  para  decidir 
á  Yermo,  el  riesgo  en  que  se  supone  estaba  de  un  embargo  por  lo 
que  reconocía  de  capitales  piadosos,  pues  además  de  que  tenia  he- 

(4)  Véase  el  artículo  ©rigiual  del  remate  y  todo  lo  concerniente  A  él,  en 
Maitiñena,*  doc.  101,  fol.  55,  en  la  nota.  Yermo  habia  regalado  li  Iturrigaray 
deipnei  de  todo  esto,  una  exquisita  escopeta,  conociendo  su  afición  ála  caza. 


BI8T(t(BIA  DE  SfitelOO.  9K 


cho  un  convenio  para  la  exhibición  graliual  de  éstos  á  la  junta  de 
amortizaélon  se  habian  suspendido  todos  lOs'  prdeédintíeáitos  eje 
cutivos  de  ésta,  á  propuesta  del  Acuerdo  como  hemos  dicho  arriba, 
y  el  virrey  para  disuadir  del  reconocimiento  á  la  junta  de  Sevilla, 
que  Yermo  y  los  españoles  querían  que  se  hiciese,  habia  procurado 
insinuar  el  temw,  d«  que  aquella  mandaría  restablecer  en  todo  su 
vigor  la  caja  de  amortización.  (5.) 

* 

En  cuanto  al  tercer  punto,  es  menester  entrar  en  más  menudas  ex- 
plicaciones. Cuando  por  real  orden  de  19  de  Marzo  de  1796,  se  de- 
claró libre  la  fabricación  yla  venta  del  aguardiente  de  eafl  a,  prohibido 
hasta  entonces  severísimamente  en  beneficio  del  aguardiente  traído 
de  España,  el  marqués  de  Branciforte  que  era  á  la  sazón  virrey,  le 
puso  el  exhovbitante  derecho  de  seis  pesos  porbarrH,eii  lugar  de  uno 
indicado  en  la  real  orden,  sin  haber  dado  cuenta  al  rey  para  la  apro 
bacion,  como  estaba  prevenido.  Sobre  esto  representaron  los  fabri- 
cantes, y  habiendo  pagado  muchos  de  ellos  los  derechos,  por  igua- 
las concertadas  con  el  administrador  del  ramo,  se  les  exigía  en  el 
expediente  que  se  seguía,  la  totalidad  de  aquellos,  los  que  ascendían 
á  sumas  que  debían  arruinarlos.  Yermo  no  estaba  comprendido 
entre  ellos,  y  ni  esta  ni  las  otras  causas  expuestas  cuya  falsedad 
él  mismo  ha  demostrado,  hubieran  bin  duda  bsistado  para  atribuir 
su  conducta  en  esta  ocasión  á  sórdidos  y  bastardos  Motivos,  cuan- 
do todo  por  el  contrario  persuade,  que  su  résolilci<>n  fué  efecto  del 
espíritu  que  animaba  á  los  españoles,  y  á  él  más  que  á  otros  por  el 
temple  peculiar  de  su  carácter. 

Iturrigaray  le  ha  hecho  otras  imputaciones  aun  liiás  odiosas,  acu- 
sándolo de  haber  engrosado  su  fortuna  con  tratos  u&turarios,  y  con 
el  contrabando  que  facilitaba  el  desorden  de  lít  guerra  marítima; 
que  arruinó  á  otrí>s  para  medrar  con  su  sfastWiciA;  y*  que  se  apro- 
vechó de  los  caudales  destinados  al  fblido  de  cóiisolidaeíon.  A  es- 
to ha  contestado  Yermo,  invocando  el  testimonio  de  toda  la  Nue- 
va España/ ^que  en  la  monarquía  española  no  había  subdito  alguno 
á  quien  con  menos  fundamento  pudiesen  hacerse  tales  imputaciones; 

(5)  Junta  de  9  de  Agosto.  El  P.  Mier  dice  equivocadamente,  qiio  los  co- 
merciantes españoles  eran  los  interesados  en  que  se  llevase  adelante  la  conso- 
lidación. Eranlo  mucho  más  lop  ftgríoultor^s,  y  éstos  por  la  mayor  parte  eran 
macanos, 

Toico  |.— 3Q 


284  HISTORIA  DE  MÉSICO. 

que  habiendo  sido  siempre  un  labrador  industrioso,  su  riqueza  di- 
manaba únicamepte  de  los  frutos  de  sus  haciendas,  extraordina- 
riamente mejoradas  desde  que  estaban  en  su  poder:  que  nuncd  ha- 
bía dado  dinero  á  usura,  ni  sacado  aprovechamiento  alguno  del  fo- 
mento que  habia  procurado  á  muchos  individuos,  tanto  europeos 
como  mexicainos,  que  se  habian  enriquecido  con  su  protección:  que 
nunca  habia  tenido  ni  aun  ocasión  de  hacer  contrabando,  no  habieiir 
do  tenido  giro  marítimo,  y  que  si  por  aprovecharse  de  los  cauchales 
de  la  consolidación  se  entendia,  reconocer  capitales  de  fondos  pia* 
dosos,  en  el  mismo  caso  se  hallaban  casi  todos  los  propietarios  de 
bienes  rústicos,  siendo  aquellos  capitales  los  que  habian  heciu) 
florecer  la  agricultura  en  Nueva  España.  1 1  Concluye  su  contes- 
tadon  con  estas  notables  palabras:  ''Debo  desafiar  á  Itunriga- 
ray,  á  su  mordaz  abogado,  y  á  todos  los  malignos  satélites  compriO- 
metidos  aquí  y  allá  en  su  defensa  y  mi  difamación,  á  que  justifi- 
quen un  solo  hecho  de  esas  proposiciones^  y  desde  ahora  me  obligo 
para  tal  caso  á  regalarles  cien  mil  ps."  (6)  Este  reto  no  fué  contesta- 
do y  él  ^s  de  tal  naturaleza^  que  hubiera  sido  sin  duda  admitido,  si 
hubieran  tenido  fundamento  las  inculpaciones  que  se  ba^nan  á 
Yermo. 

Una  vez  tomada  por  éste  su  resolución:  todo  su  empeño  se  diri- 
gió á  preparar  los  medios  de  ejecución,  y  acelerar  el  mom^ito  de  és- 
ta, de  lo  que  pendia  especialmente*  el  éxito,  pues  se  acercaban  á  gran 
prisa  las  tropas  que  el  virrey  hacia  marchar  ala  capital.  De  las  po- 
cas que  á  la  sazón  guarnecian  esta,  daba  la  guardia  del  palacio  del 
virrey,  el  ri^mienta  urbano  de  infant^a  del  Comercio,  compues- 
to como  se  ha  dichpi  de  soldados  puestos  y  pagados  por  los  comer- 
ciantes, y  cuyos  oficíales  eran  individuos  de  esta  misma  dase,  to- 
dos, con  solo  alguna-excepcion,  del  partido  europeo..  Entraba  de 
servicio  cada  dia  una  compañía  de  este  cuerpo,  y  habia  ademas  en 
el  mismo  palado  un  destacammito  de  artilleros  y  un  piquete  de 
caballería.  El  plan  de.  la  conspiración  consistía,  pues,  en  ganar  á 
los  oficiales  de  la  guardia  y  echarse  sobre  la  persona  del  virrey  y 
sobre  su  familia,  con  un  número  suficiente  de  los  conjurados  bien 
armados. 

(6)  Véase  todo  esto  ea  la  vindicación  de  Yermo,  extractada  por  Martifiena, 
en  varios  lugares  del  cuaderqo  4e  éste,  pero  especialmei^te  fol.  70. 


msTMtLík  cüE  M¿xieo.  286 

Tenían  conocimiento  de  este  plan  ei  Arzobispo  y  án  primo  el  in- 
quisidor AiSáxo:  teniéndolo  igualmente  los  príneipales  de  los  oido^ 
res,  y  los  más  de  los  comerciantes  f  hacendados  espatkoles.  Proce- 
díase también  de  concierto  oon  el  corowcio  de  Veraoruz,  habien- 
do llegado  á  la  capital  en  estos  días,  el  capitán  de  artillería  D. 
Manuel  Gil  de  lu.  Torre»  que  aunque  mexicano,  merecía  mucha 
confianza  á  los  europeos  de  aquel  puerto^  quienes  io  mandaron 
^1  comisión  á  tratar  con  ks  de  México,  así  oomo  á  otros  varios  in- 
dividuos. El  comisionado  de  Sevilla  Javat,  era  de  los  más  ardien- 
tes en  promover  la  conspiración»  y  aun  se  orae  que  no  la  ignora- 
ba su  compañero  el  coronel  Jáur^fui»  quien  no  obstante  su  intimo 
parentesco  con  el  virrey»  y  ló  que  después  ii^rmó  en  la  junta  cen*- 
tral,  no  encontraba  por  entonces  otro  medio  que  el  que  Yermo  em- 
pleó para  salvar  los  objetos  de  su  comisión. 

Por  grande  que  sea  la  xeserva  y  las  precauciones  que  se  tomen 
para  tener  oculta  una  conspiración  en  que  entra»  muchas  pt^rsonas» 
es  raro,  que  no  esté,  por  mil  incidentes»  a  nesgo  dé  ser  descubierta. 
£1  virrey  en  su  defensa  r^ere,  que  desd^  muy  al  principio  de  su 
formación,  se  le  presentó  un  joven  desconocido»  que  lo  esperó  al 
subir  la  escalera  del  palacio  y  le  avisó  que  la  audiencia  trataba  de 
prenderlo»  lo  que  no  quiso  creer  y  lo  comunicó  al  fiscal  Borbon» 
quien  acaso  de  buena  fé»  pues  no  era  de  las  personas  de  quienes 
mayor  confianza  hax^ian  los  conjurados»  le  aseguró  ser  laba  tal  es- 
pecie: que  poco  tiempo  después»  el  coronel  Obregon  recibió  un 
anónimo»  al  parecer  mandado  de  Tacnba»  en  el  que  se  le  daba  avi- 
so de  la  tal  conspiración,  (7)  La  tarde  misma  que  precedió  á  la 
prisión  del  virrey»  Yermo  concurrió  con  D.  Martín  Micháus  amigo 
SUJO  y  sargento  mayor  del  regimientOf  del  Comercio»  á  quien- estuvo 
para  comunicar  todo  lo  que  se  intentaba/  y  por  su  conducto  lo  ha- 
bría sabido  el  virrey»  por  quien  Micháus  se  dedáró»  lo  que  no  pre- 
sumía entonces  Yermo»  creyéndolo  animado  de  los  mismos  senti- 
mientos que  la  generalidad  de  sus  paisanos:  la  llegada  de  otra  per- 
sona menos  conocida  impidió  el  que  Yermo  hiciese  esta  confianza, 
(8)  El  P.  Mier  asegura  haber  conocido  al  joven  que  dio  aviso  al 

(7)  Mier,  tona.  1%  fol.  170. 

(8)  T6Dgo  esta  noticia  por  un  conducto  de  la  mayor  veracidad. 


íí§6  HfÉ^ORtA  DE  MÉXICO. 


virrey^  en  CácMz,  á  donde  fbé  llevado  preso,  el  cual  le  dijo,  que 
aunqueya  86  recataban  dé  él  los  europeos  que  lo  habían  tenido 
por  uno  de  elloB,  supo  cuando  se  iba  á  ejecutar  la  prí jion,  pero  no 
pudo  avisarlo  al  virrey,  aunque  lo  procuró.  De  tales  accidentes  de- 
penden los  mas  importantes  sucesos* 

Disponíase  la  ejecución  dd  plan  concertado  para  la  noche  'del  14 
de  Setiembre,  pero  no  pudo  verificarse  porque  D.  Juan  Gallo,  ^'' 
pitan  de  la  compaHia  que  estaba  de  s^vicio,  solicitado  para  que 
franquease  la  entrada  á  los  conjurados,  se  rehusó  á  ello,  aunqtié  sé 
comprometió  á  guardar  el  secreto.  Igual  oposición  manifestaba  el 
capitán  D.  Santiago  García,  d  quien  tocó  entrar  de  guaidía  al  día 
siguiente;  pero  el  teniente  de  la  misma^  compañía  D.  RañielOtidrae- 
ta,  lo  persuadió  con  el  argumento  deque  la  fidelidad  que  pretemüa 
guardar  al  virrey,  era  en- aquel  caso  contraria  á  la  qu^  debía»  ¿su 
soberano,  para  quien  se  trataba  de  conservar  estos  dominios,  y  que 
esta  es  la  obligación  con  que  debe  cumplir  todo  buen  vasallo  y  en 
especial  todo  militar.  Razones  ciertas  alguna  vez,  pero  de  bien  pe- 
ligrosa aplicacixm,  y  que  ^n  la  latitud  que  después  se  les  ha.  dado, 
se  ha  acabado  por  destruir  todo  principio  de  obediencia  y  dé  disci* 
pHna  müitar.  Cotitábase  también  con  él  capitán  de  artillería  D. 
Luis  Granados,  al  que  según  ha  publicado  Iturrtgaray,  se  le  dieron 
ocho  mil  pesos:  no  he  podido  asegurarme  del  hecho,  que  es  de 
aquellos  de  difícil  indagación;  pero  personas  fidedignas  me  han  ase- 
gurado ser  falso,  y  que  Granados  no  era  hombre  que  se  dejase  se* 
ducir  con  dinero,  aunque  es  cierto  que  el  virrey  Garibay,  descon- 
fiando sin  duda  de  él  por  lo  que  habia  acaecido  con  su  antecesor, 
lo  destifió  á  Acapulco,  donde  murió  poco  tiempo  después. 

Seguro  ya  Yermo  de  no.  encontrar  oposición  en  la  guardia  del 
palacio,  hizo  que  se  previniesen  para  la  noche  del  15  de  Setiembi>e 
los  dependientes  de  las  tiendas  ó  cajones  que  en  México  llaman 
cajeros  (9),  y  preguntándole  si  serían  suficientes  trescientos»  con- 
testó: II  Es  bastante,  si  Dios  nos  ayuda,  n  Señaló  por  punto  de  reu- 
nión los  portales  de  Mercaderes  y  de  las  Flores,  pues  aunque  el 

(9)  Ituríigarayjr  elP,  Mier  dicen  qae  fueron  los  criados  dé  ias  tiendas,  por 
usar  de  una  expresión  denigrante,  pues  nunca  se  han  conocido  con  ese  noni- 
bre,  y^  en  todas  partes  este  género  de  dependiente^,  se  considera  de  una  Gt^se 
superior  $  los  citiados. 


primero  esté  frontero  al  palacio^  ik>  se  pedia  ver  degde  éste  lo  que 
pasaba,  por  impedirlo  el  Parían,  (10),  edificio  grande  que  6i]^óxices 
existía  en  el  intermedio.  £n  el  portal  de  las  Flores,  la  virreina  al 
reponerse  notó  desde  el  balcón  qne  hábia  reimioii  considerable  d^ 
gente  y  lo  advirtió  á  su  marido,  quenofai¿>oaBO  dél«viso.  Amboa 
babian  estado  aquella  noche  en  d  teaiarp,  y  se  babian  retinado  k  la 
hora  acostumbrada. 

Muchos  de  los  conjurados  se  juntaron  en  la  casado  Yermo  (11), 
quien  los  hizo  pasar  á  la  deshilada  al  punto  de  reunión,  y  los  siguió 
él  mismo  dejando  al  salir  encomendada  aa  fanñlia,  para  el  casó  de 
un  éxito  desgraciado,  á  un  eclesiástico  ^e  sus  pacientes  (12).  Jun^ 
tos  todos  á  la  hora  designada,  que  fué  las  doce  de  la  noche,  en  nú- 
mero que  no  llegaba  ¿  trescientos  y  entre  dios  solo  dos  ó  tres  me* 
xicanos  (13),  se  dirigió  Yermo  con  ellos  silenciosamente  háoia  el 
palacio:  el  mayor  de  plaza  Noríega  había  dado  orden  para  que  la 
tropa  no  saliese  de  los  cuarteles,  y  había  mudado  elsai^to  y  la  oop- 
traaeOa:.  García  había  encerrado  á  los  soldados  de  la  giiardiailos 
centinelas  de  la  puerta,  según  la  orden  qtte  tenían  no  hiciearon  mo- 
vijtniento  alguno;  pero  en  la  cárcel  de  corté,  qué- hace  parte  de  aquel 
edificio  por  el  lado  del  Norte,  y  que  ahora  es  un  cuartel,  había  una 
guardia  con  la  que  no  se  había  contado,  porque.se  hábia  creído  que 
dependía  de  la  del  palacio,  y  que  siendo  del  mismo  cuerpo^  ganado 
el  jefe  de  la  de  aquel,  nada  había  que  temer  de  eUa.  Esta  inadver* 
tenda  pudo  haber  frustrado  el  plan^  porque  el  gvanadetro'que  estaba 
de  centinela  en  aquel  puesto,  viendo  reuní(m  de  gente,  dio  la  voz 
de  ri quién  vive,ii  y  no  contestándosele,  tiró  algunos,  tiros  aunque 

(10)  Era  el  Pariaa  un  edificio  cuadrado  con  muchos  cajones  de  ropa,  que 
hizo  derribar  el  general  Santa  Anna  en  1843.  Yéáse-Ta  historia  y  Aesori^cbn 
de  este  edificio,  en  mi  l)¡sertac.  8f  tom.  2?  fols.  239  á246.  No  habia .entonces 
guardia  en  la  Diputación,  que  está  inmediata. 

(11)  La  casa  de  Yermo  era  en  la  calle  de  Cordobanes,  esquina  á  la  de  San- 
to Domingo,  en  la  que  han  permanecido  sus  hijos. 

(12)  Este  eclesiástico  fué  D.  José  Saturnino  Di^z  de  SoUano.  Yermo  tenia 
una  familia  de  nueve  hijos. 

(13J  El  P.  Mier  niega  que  hubiese  ningún  mexicano*  hubo  tres  6  cuatro,  y 
entre  ellos  D.  Agustín  Pagasa,  que  estuvo  casado  con  una  hija^^  la  marque- 
sa de  Selvanevada.  He  visto  también  en  el  archivo  general  la  solicitud  de 
dos  colegiales  de  S.  Ildefonso,  mexicanos,  pidiendo  premio  por  haber  asis- 
tido á  la  prisión  del  virrey,  con  un  tío  suyo  europeo. 


ái8  HWlfiOttIA  DB  ÜÉtaCO. 

sm  efecto^  haMa  que  ubo  de  los  conjurados  le  disparó  uno,  con  que 
le  tendió  muerto  en  tierra  (14).  . 

Franqueada  así  la  puerta  y  asegurado  el  piquete  de  caballeria, 
cuyo  comandante  «e  liabia  fiado  en  que  Ondraeta  le  habia  asegu- 
rado que  él  Telaba;  sin  moTerse  los  artilleros  que  velan  á  su  capi- 
tán'Graooados  entre  lo»  conjurados,  quedaron  estos  dueños  del  pa- 
lacio. Yermo  se.  situó  con  los  más  de  ellos  en  la  sala  de  alabarde- 
ros^ en  donde  dormían  dos  de  éstos,  uno  de  los  cuales  que  intentó 
hacer  idguna  resistencia  fué  herido  levemente^  y  desde  alh'  estuvo 
dando  orden  en  todo  lo  que  habia  de  hacerse:  otros  entraron  á  las 
piezas  interiores,  dirigidos  por  D.  Juan  Antonio  Salaberría,  que  es- 
taba bastante  reladonado  con  la  familia  y  era  teniente  del  escua- 
drón urbano,  y  por  D.  Bamon  Boblejo  Lozano,  relojero  de  profe- 
sión, que  en  aquella  misma  noche  tuvo  noticia  de  la  conjuración  y 
tomó  parte  en  ella.  (16)  £1  virrey  estaba  en  la  cama,  y  levantándose 
so})resaltadOy  preguntó  quién  dirigia  aquel  movimiento,  y  pareció 
serenarse  habiéndosele  dicho  que  era  D.  Grabríel  de  Yermo.  Entre- 
gó  las  llaves  de  las  gavetas  de  sus  papeles  á  Lozano,  y  en  un  coche 
fué  llevada  oo^  sus  dos  hijos  mayores  á  la  Inquisición,  acompasán- 
dolo el  alcalde  de  corte  D.  Juan  Collado.  Como  tardasen  en  abrir 
la  puerta  y  viniese  ya  el  dia,  el  mismo  virrey  indicó  á  Collado  par 
donde  podrían  introdudrlo,  para  no  dar  lugar  á  que  la  tropa  co- 
menzase  á  sáUr  de  los  cuarteles  y  causase  algún  alboroto,  y  se  le 
puso  en  la  habitación  del  inquisidor  Prado  con  el  c'ecoro  debido  á 
su  persona,  aunque  quedó  rodeado  de  centinelas  de  los  conjurados. 
La  virreina  con  sv  hija  é  hijo  pequeño,  fué  conducida  en  una  silla 
de  manos  al  convento  de  monjas  de  San  Bernardo,  (16)  inmediato 
al  palacio;  en  el  que  el  arzobispo  dio  orden  para  que  fuese  recibida. 

(14)  El  desgraciado  granadero  que  murió,  se  llamaba  ^^Miguel  Garrido," 
seguu  dice  D.  Cirios  M.  Bustamante.  Sup.  á  la  hist.  de  los  tres  siglos,  totu. 
3?  fol.  237:  el  que  lo  mató  fué  D.  José  María  Marari.  Es  falso  lo  que  dice  el 
P.  Mief,  que  el  arzobispo  diese  la  bendición  á  los  conjurados:  aquel  prelado 
permAnecio  bien  encerrado  en  su  palacio,  durante  el  acto  de  la  prisión. 

(15)  Asi  lo  refiere  Yermo  en  su  vindicación.  Sin  embargo,  Lozano  preten- 
dió en  l^spaña  alzarse  con  todo  el  mérito  del  suceso,  lo  que  dio  lugar  á  infor- 
mes contradictorios,  pedidos  por  la  regencia  de  España,  que  publicó  el  P. 
Mier. 

(16)  El  P.  Mier  refiere  haberle^dicho  la  virreina,  que  los  conjurados  la  hi- 
cieron vestir  á  su  presencia,  y  como  la  sacasen  llorando  en  la  litera  del  arzo* 


HISTORIA  DB  MÉXICO.  239 


^««i^k^^N^^^^^^^ta^^i^^^^%^^^^^^^^^^«^^««^^^^^^^^^^^^^^^ 


Mientras  se  hizo  la  prisión  del  virrey  7  sa  finnilia,  otros  de  los 
conjurados  condujeron  á  la  sala  del  acuerdo  á  los  oidores,  al  arzo- 
bispo, y  á  otras  autoridades,  que  declararon  á'Iturrigaray  separado 
del  mando,  y  que  este,  en  virtud  de  lo  prerenMo  en  la  real  orden* 
de  30  de  Octubre  de  1806,  había  recaído  en  el  mariscal  de  campo 
D.  Pedro  Garibay,  Ínterin  se  abría  el  pliego  de  providencia:  (17) 
pocos  dias  después  resolvieron  qué  no  debia  abrirse  este,  porque 
siendo  nombrado  el  sucesor  por  Godoy,  podria  ser  que  la  elección 
hubiese  recaído  en  alguno  de  sus  parciales,  que  no  convendría  po- 
ner en  aquel  alte  puesto  en  las  circunstancias.  Por  orden  del  nuevo 
virrey  y  oidores,  y  á  petición  de  los  conjurados  que.  tomaban  la  voz 
del  pueblo,  se  procedió  por  estos  á  la  prisión  délos  licenciados 
Verdad  y  Azciirate  quefnoron  llevados  á  la  cárcel  del  arzobispado, 
en  la  que  también  fué  puesto  el  secretario  de  cartas  D.  Bafael  Or- 
tega, y  aunque  buscaron  en  su  casa  al  coronel  D.  Ignacio  Obregon, 
no  lo  encontraron,  habiendo  saltado  por  la  azotea  á  una  casa  veci- 

bispo^  el  inquisidor  Alfaro  se  llegó  á  ella  y  le  dijo  bruscamente.'  "Cállese  vd., 
que  ya  he  rogado  á  estos  señores  que  perdonen  la  vida  d  su  marido.'*  Todos 
los  informes  que  he  tomada  convencen  qne  do  hubo  tal  coaa,  y  que  no  ocurrió 
mas  que  lo  que  he  dicho  en  el  texto. 

(17)  Llamábase  pliego  de  providencia  ó  de  mortaja,  el  que  tenian  cerrado 
los  virreyes  con  el  nombramiento  de  las  persoiias- que  habían  de  sucederlesen 
caso  de  muerte  ú  otro  accidente  que  les  impidiese  goben^ar.  No  habiendoes- 
te  pliego,  entraba  la  audiencia  al  gobierno,  recayendo,  la  capitanía  general  y 
superintendencia  de  hacienda  en  el  decano,  y  desde  que  se  establecieron  los 
regentes,  en  estos.  Siendo  ministro  de  Indias  D.  José  de  Gal^ez,  marqués  de 
Sonora,  murió  su  sobrino  D.  Bernardo  de  Galvez,  conde  de  Gralvez,  virrey  de 
Méiúcp,  que  no  había  traído  pliego  de  providencia,  y  la  audiencia  que  por  tal 
motivo  entró  á  gobernar,  por  no  dar  direotamente  al  tío  la'notícia  de  la  mnerte 
de  su  sobrino,  dio  aviso  de  ella  al  conde  de  Floridablanca^  rninistro  de  estado, 
qaien  aprovechó  la  ocasión  para  nombrar  virrey  á  D.  Manuel  de  Flores.  Sin 
embargo  de  haber  apresurado  este  su  viaje,  ya  le  había  precedido  una  real  6rden 
despachada  por  el  marqués  de  Sonora^  que  di6  el.  interino  al  arzobispo  Haro, 
despojando  á  la  anc^iencia,  y  previniendo  que  en  casos  semejantes  la  capita- 
nía general  recayese  en  el  militar  más  antiguo.  La  audiencia  hizo  sus  repre- 
sentaciones y  consiguió  que  la  capitanía  recayese  en  todo  aquel  cuerpo,  y  que 
el  militar  mas  antiguo  fuese  solo  comandante  general,  y  después  se  expidió  la 
real  orden  citada.  Mier,  tom,  1?,  fol  14,  en  la  nota 

£n  este  caso  habla  un  militar  mas  antiguo  con  el  mismo  grado  de  mariscal 
cíe  campo,  que  era  D.  Pedro  Davales,  pero  era  tan  anciano  que  se  le  conside- 
ró incapaz  de  gobernar.  En  el  pliego  de  providencia,  según  Iturrigaray  dijo 
en  la  junta  de  9  de  Setiembre,  venian  nombrados  el  oapitan  general  de  la 
Habana,  marqués  de  Someruelos,  y  el  presidente  de  Guatemala  Sáravia. 


240  HISTOBIA  D£  MÍXICO. 

na,  en  cuyo  acto  se  lastimó  nna  pierna,  y  después  no  hubo  ya  empefio 
en  prenderlo.  £n  eldia  siguiente  fueron  también  aprehendidos  el 
abad  de  Guadalupe  D.  José  Cisneros,  el  canónigo  D.  José  María- 
no  Beristaíny  él  Lio.  D.' José  Antonio  Cristo,  que  habia  sido  nom- 
brado auditor  dé  guerra,  y  el  P.  Talamantes,  el  cual  fué  llevado  al 
convento  dé  San  Femando,  y  en  la  noche  siguiente  á  la  Inquisición. 

£1  nuevo  virrey  comenzó  inmediatamente  á  ejercer  sus  funciones, 
y  Yermo  declaró  fenecidas  las  suyas,  haciendo  antes  que  los  que 
habian  concurrido  á  la  prisión  de  Iturrigaray,  á  los  que  se  unieron 
después  otros  muchos,  se  oi^nizacen  en  compañías  eligiendo  ellos 
mÍ8i]^os  sus  jefes,  con  lo  que  se  formó  un  cuerpo  llamado  de  *>  Vo- 
luntarios de  Finando  Vil,  n  al  que  el  público  dio  el  nombre  de 
los  tt chaquetas, H  por  ser  este  el  traje  que  usaban:  nombre  que  des- 
pués se  aplicó  á  todo  el  partido  europeo. 

Con  él  objeto  de  crear  afectos  al  gobierno  que  so  acababa  de 
instalar,  promovió  Yermo  que  ml  nombre  del  pueblo  se  pidiese  al 
acuerdo,  no  solo  que  se  moderase  la  pensión  del  aguardiente  dé  ca- 
ña, sino  también  que  cesase  el  cobro  de  la  anualidad  establecida 
sobre  los  beneficios  eclesiásticos,  porque  recayendo  sobre  sujetos 
pobres,  era  para  ellos  muy  gravosa  y  de  poco  producto  para  el  era- 
rio; qué  se  suspendiese  por  igual  motivo  el  cobro  del  15  por  100 
sobre  capitales  destinados  á  fundación  de  capellanías^  y  por  último, 
que  se  declarase  la  libertad  de  toda  clase  de  industria,  fábricas  y 
plantaciones  de  vinas  y  olivos,  fundándose  en  que  si  bien  no  exis- 
tia  de  hecho  impedimento  alguno,  convenia  quitar  todo  motivo  de 
queift  de  que  pudiera  abusarse,  mientras  las  prohibiciones  existie- 
ran.píS)  Todas  estas  solicittides  tenian  sin  duda  un  objeto  politi- 
co  muy  importante,  y  aunque  ellas  redundaban  en  su  beneficio  co- 
mo agricultor,  este  b^ieficio  entraba  en  el  general  del  país.  El  fis- 
cal  pidió  que  se  recomendasen  todos  estos  puntos  á  la  corte,  encon- 
trando lo  que  se  solicitaba  muy  justo  y  fundado. 

AI  amanecer  del  dia  16  los  habitantes  de  la  capital  supieron  con 
asombro  todo  lo  que  habia  acontecido  en  la  noche  anterior,  y  con 
mayor  asombro  todavía  vieron  que  se  quería  persuadir  que  el  pue- 

(18)  Véase  todo  esto  en  la  vindicación  de  Yermo  extractada  por  Martiñena 
¿Q  varios  lugares  del  cuaderno  de  este. 


mSTORIA  DE  MÉXICO.  241 


blo  lo  habia  hecho,  en  la  siguiente  proclama  que  el  nuevo  virrey  y 
la  audiencia  publicaron:  nHabitantes  de  México,  de  todas  clases  y 
condiciones:  lu  necesidad  no  está  sujeta  á  las  leyes  comunes.   El 
pueblo  se  ha  apoderado  de  la  persona  del  Exmo.  Sr.  virrey:  ha  pe- 
dido imperiosamente  su  separación,  por  razones  de  utilidad  y  con- 
veniencia general:  ha  convocado  en  la  noche  precedente  á  este  diá 
al  real  Acuerdo,  lUmo.  Sr.  Arzobispo  y  otras  autoridades:  se  ha' 
cedido  á  la  urgencia,  y  dando  por  separado  del  mando  á  dicho  virrey, 
ha  recaído,  conforme  á  la  real  orden  de  SO  de  Octubre  de  1806,  eil 
el  mariscal  de  campo  D.  Pedro  Garibay,  ínterin  se  procede  á  la 
apertura  de  los  pliegos  de  providencia.    Está  ya  en  posesión  del 
mando;  sosegaos,  estad  tranquilos:  os  manda  por  ahora  un  jefe  acre- 
ditado  y  á  quien  conocéis  por  su  probidad:  descansad  sobre  la  vigi- 
lancia del  real  Acuerdo:  todo  cederá  en  vuestro  beneficio.  Las  in- 
quietudes no  podrán  servir  sino  de  dividir  los  ánimos  y  causar 
dafios  que  acaso  serán  irremediables.  Todo  os  lo  asegura  el  expre* 
sado  jefe  interino,  el  real  Acuerdo  y  demás  autoridades  que  han 
concurrido.  México,  16  de  Setiembre  de  1808.  Por  mandado  del 
Exmo.  Sr.  presidente,  con  el  real  Acuerdo,  lUmo.  Sr.  Arzobispo  y 
demás  autoridadesn  (19).    Así  la  audiencia  que  con  tanto  tesón  se 
habia  opuesto  á  la  reunión  de  un  congreso^  reconocía  en  actos 
tumultuarios  la  voluntad  del  pueblo,  cuyo  nombre  tomaba  el  relo- 
'  jaro  Lozano,  pidiendo  en  el  Acuerdo  al  frente  de  los  conspiradores, 
todo  lo  que  habia  sido  decidido  en  el  plan  de  la  conjuración.  ¡A 
tales  contradiciones  arrastran  las  revoluciones! 

Veíase  al  mismo  tiempo  á  los  voluntarios  en  aspecto  amenazador 
custodiando  el  palacio,  dueños  de  la  artillería  que  habían  sacado 
á  la  plaza,  haciendo  apartarse  con  palabras  imperiosas  á  todos  los 
que  por  allí  transitaban,  y  nadie  podia  acabar  de  persuadirse  que 
aquel  puftado  de  comerciantes  hubiese  podido  intentar  y  ejecutar 
una  acción  tan  atrevida  como  apoderarse  de  la  primera  autoridad 
del  reino,  en  medio  de  una  capital  populosa,  despojarla  del  mando 
y  nombrar  otro  en  su  lugar.  Los  más  ilustrados  recordaban  haber 
sucedido  un  caso  semejante,  cuando  fué  depuesto  y  aprisionado  en 

(19)  Gaceta- extraordinaria  de  16  de  Setiembre,,  tomo  15,  núm.  97,  fol.  679. 
Ssta  proclama  la  redacto  el  oidor  Aguirre,  segim  entonces  se  dijo. 

TOMO  I.— 31: 


242  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


«ar 


1642,  el  virrey  D.  Diego  Pacheco,  duque  de  Escalona,  por  la  sos- 
pecha de  que  intentaba  alzarse  con  el  reino,  como  lo  habia  hecho 
con  el  de  Portugal  el  duque  de  Braganza  su  cufiado;  pero  aquel 
atropellamiento  no  fué  efecto  de  una  conspiración  á  que  se  quiso 
dar  el  aire  de  un  movimiento  popular,  sino  que  se  procedió  á  su 
ejecución  por  el  obispo  de  PueblaD.  Juan  dePalafox,  el  cual  estando 
revestido  con  el  carácter  de  visitador,  obraba  en  nombre  do  la  au- 
toridad real,  y  como  en  ejercicio  de  las  funciones  de  su  empleo. 
En  esta  vez,  para  que  no  se  dudase  quien  fué  el  pueblo  que  se  apo- 
deró de  la  persona  del  virrey,  el  editor  de  la  gaceta,  Cancelada, 
hablando  de  estos  sucesos  en  la  de  17  de  Setiembre,  anotó  esta  fra- 
se diciendo,  nque  la  Nueva  España  sabría  con  el  tiempo  lo  mucho 
que  debia  á  todo  nel  comercio  de  Méxicon  por  esta  acción,  sabien- 
do portarse  así  la  juventud  española  para  exterminar  los  malva- 
dos:i.  por  cuyas  expresiones  fué  severamente  reprendido,  y  se  le 
mand  quóe  las  corrigiese  en  una  gaceta  extraordinaria  y  que  no 
volviese  á  imprimir  nada,  sin  la  aprobación  del  oidor  encargado  de 
la  censura  del  periódico. 

Díjoso  entonces  que  los  voluntarios  habian  cometido  en  el  pala- 
cio muchos  desórdenes,  y  que  so  habian  tomado  las  alhajas  de  la 
virreina  y  unas  perlas  compradas  para  la  reina  María  Luisa,  lo  que 
se  imputó  especialmente  á  Lozano.  No  puede  dudarse  que  hubie- 
se algún  desmán  entre  tantas  personas,  sin  más  respeto  que  el  que 
imponia  en  el  momento  un  jefe  de  revolución,  y  en  el  archivo  ge- 
neral existen  las  sumarias  que  se  formaron  por  la  audiencia,  para 
averiguar  el  paradero  de  algunas  cosas  extraviadas,  más  bien  por 
los  mismos  criados  y  dependientes  de  la  cada,  que  por  los  conjura- 
dos; pero  tampoco  hay  duda  en  que  hubo  mucha  exageración  en  lo 
que  sobre  esto  se  dijo  por  los  amigos  de  Iturrigaray.  En  cuanto  á 
las  alhajas  de  la  virreina,  ésta  declaró  habérselas  llevado  consigo  y 
estar  en  su  poder:  las  perlas  hacían  parte  de  las  que  se  habian  com- 
prado por  más  de  60,000  pesos  de  valor  para  mandarlas  á  la  reina, 
y  luego  que  supieron  los  sucesos  de  Bayona,  el  virrey  las  recogió 
de  las  cajas  reales  en  donde  estaban  depositadas,  y  las  conservaba 
en  su  poder.  Con  los  comisionados  nombrados  para  inventariarlas 
alhajas  y  papeles  del  virrey,  que  lo  fueron  el  oidor  Villafañe,  el  fis- 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  243 

caJ  de  lo  civil  y  varios  individuos  que  intervinieron  en  la  prisión  á 
quienes  Lozano  entregó  las  llaves  que  habia  recojido,  (20)  concu- 
rrió también  el  contador  mayor  del  tribunal  de  cuentas  D.  Pedro 
Monterde  y  otros  empleados  de  hacienda,  los  cuales  revisando  las 
perlas  que  habian  entregado,  echaron  de  menos  un  hilo  y  algunos 
granos  sueltos,  que  todo  importaba  7,250  pesos:  dióse  por  supuesto 
que  el  extravío  habia  sido  en  el  acto  de  la  prisión  del  virrey,  y  asi 
se  dijo  en  el  Diario  de  México  do  9  de  Diciembre  de  aquel  año,  en 
el  aviso  que  se  publicó  para  que  se  presentasen;  pero  habiéndose 
hecho  averiguación  jurídica  por  la  Audiencia,  ésta  declaró  por  auto 
que  se  publicó  en  la  gactta  (21),  que  no  resultaba  fundamento  para 
creer  que  el  extravío  de  esas  alhajas  se  hubiese  verificado  en  la  no- 
che de  la  prisión  del  virrey,  no  habiendo  tampoco  constancia  algu- 
na de  que  en  aquel  acto  estuviesen  en  poder  de  éste,  habiéndose 
encontrado  cabales  todas  las  demás  que  tenia  en  su  papelera;  y  co-* 
mo  los  partidos  son  fecundos  en  recriminaciones,  los  voluntarios 
no  dejaron  de  imputar  á  la  virreina  ser  ella  la  que  sacó  las  perlas 
de  que  hacia  uso  para  su  adorno,  cuando  llevó  sus  propias  alha- 
jas. (22). 

Pocos  dias  después  murió  en  la  prisión  el  Lie.  Verdad,  lo  que  en 
el  ardimiento  de  los  partidos  no  dejó  de  atribuirse  á  veneno,  aun- 
que sin  el  menor  fundamento  (23).  Fueron  puestos  en  libertad  casi 
inmediatamente  los  dos  canónigos,  contra  quienes  uo  habia  otra  acu- 
sación que  su  trato  fatniliar  con  el  virrey,  pues  aunque  se  dijo  que 
Beristain  habia  ido  á  Puebla  ocultamente  á  trabajar  en  favo;  de 
éste^  tal  especie  no  tenia  otro  principio  que  el  de  haber  estado  al- 
gunos dias  sin  salir  de  su  casa  por  motivo  de  enfermedad,  y  con  la 
prisión  del  abad  de  Guadalupe  acaso  se  quiso  dar  algún  colorido 
de  fundamento  á  las  voces  esparcidas  del  intentado  incendio  del 

(20)  Véase  el  inventario  de  los  bienes  embargados,  en  el  apéndice  n.  11. 

(21)  Gaceta  de  México  de  23  de  Noviembre  de  1810.  fol.  980. 

(22)  Así  lo  dice  Cancelada  en  su  segundo  cuaderno. 

(23)  Bastamante.  Suplemento  á  la  historia  do  sos  tres  siglos,  fol.  253.  Ver- 
dad fué  visitado  y  asistido  por  su  familia,  y  enterrado  por  sus  amigos  en  la 
capilla  del  sagrario  de  Guadalupe.  Dejó  una  hija  que  casó  con  un  tal  Flores, 
pasante  de  su  padre.  La  junta  patriótica  para  celebrar  la  fíesta  de  la  indepen- 
dencia en  el  año  de  1846,  dio  ú,  esta  señora  una  suma,  en  consideración  á  los 
servicios  d«  su  padre. 


2i4  HISTORIA  DB  M^l^ICO. 

Santuario.    El  Lie.  Azcárate  faé  trasladado  á  los  Belemitas  y  se 
instruyó  contra  él  un  voluminoso  proceso,  aunque  no  habia  otra 
cosa  de  que  acusarlo  que  de  haber  formado  las  exposiciones  del 
A3runtamientOy  no  obstante  lo  cual  continuó  preso  hasta  Diciembre 
de  1811,  que  fué  puesto  en  libertad  como  en  su  lugar  veremos. 
Menos  afortunado  anduvo  el  P,  Talamantes,  quien  permaneció  en 
las  cárceles  secretas  de  la  Inquisición  hasta  6  de  Abril  de  1809,  en 
que  por  providencia  de  Garibáy  y  de  la  Audiencia,  fué  conducido 
para  Yeracruz  para  ser  embarcado  para  España  con  su  c^usa  á  dis- 
posición de  la  junta  central;  pero  detenido  mientras  se  le  embarcaba 
en  el  castillo  de  S.  Juan  de  UJúa,  murió  víctima  déla  epidemia  re- 
gional del  vómito,  que  á  vec(>s  comienza  muy  temprano  en  la  pri- 
mavera, sin  que  se  le  hubiesen  quitado  los  grillos  que  tenia  pues- 
tos,.segiui  entonces  sedijo,  sino  despiufs de  muerto.  El  Lie.  Cristo, 
que  habia  figurado  muy  poco  en  esta  revolución,   fué  igualmente 
puesto  en  libertad,  pero  quedo  privado  de  la  auditoría  de  guerra, 
y  el  coronel  Obre{4on  se  vvili^  á  la  provincia  de  Guanajuato  su  pa- 
tria, en  donde  falleció  ulgiin  tiempo  desputv's  en   una  de  sus  ha- 
ciendas. 

No  faltaron  algunos  intentos  de  reacción,  pero  insignificantes,  y 
no  solo  esto.;,  sino  aun  las  palabras  de  descontento  ó  desaprobación 
que  á.  algunos  se  escapai^ou,  fueron  castigadas.    Túvose  entendido 
que  el  capitán  del  regimiento  de  Celaya,  D.  Joaquin  Arias,  que  se 
hallaba  cerca  de  la  capital  con  el  primer  trozo  de  aquel  cuerpo,  lla- 
mado á  ella  por  el  virrey,  estuvo  de  acuerdo  con  los  demás  oficiales 
para  poner  en  libertad  a  Iturrigaray,  cuando  lo  encontrasen  en  su 
tránsito  á  Veracruz:  dentro  de  la  capital  intentó  lo  mismo  D.  Vi- 
cente Acuna,  y  descubierto  fué  preso  y  después  mandado  á  Espa- 
rta (24).  El  coronel  del  regimiento  del  comercio  D,.  Joaquin  Colla, 
europeo,  fué  suspendido  de  su  empleo,  porque  manifestando  desa- 
probación de  lo  acontecido,  dijo,  que  si  se  le  daba  orden  para  ello, 
con  solo  las  dos  compañías  de  granaderos  de  su  cuerpo,  disiparía  á 
todos  los  voluntarios,  no  obstante  los  cañones  que  tenian  (25),  y 
el  mayor  del  mismo  cuerpo  I).  Martin  Ángel  Michaus,  también 

(24)  Bustamaute,  suplemeiito  á  los  tres  siglos,  fol.  243. 

(25)  Mier,  totu  1",  fol.  199. 


HISTORIA    DE    MÉXICO.  245 

europeo,  fué  mandado  al  castillo  de  Perote,  porque  dijo  que  el  ca- 
pitán García  debia  ser  juzgado  en  un  consejo  de  guerra  por  ha- 
ber entregado  la  guardia,  y  que  si  el  virrey  era  traidor  como  los 
oidores  afirmaban,  bastaba  que  se  le  hubiese  mandado  prender, 
lo  que  habría  hecho  en  la  mitad  del  dia,  con  los  soldados  de  su 

cuerpo. 

El  nuevo  virrey  fué  reconocido  sin  contradicción  por  todas  las  au- 
tííridades  del  reino:  las  de  la  capital  lo  hicieron  en  la  mañana  del 
mismo  dia  16,  y  sucesivamente  verificaron  lo  mismo  las  de  las  pro- 
vincias. El  coronel  del  regimiento  de  JPátzcuaro  que  se  hallaba 
en  México,  puso  este  cuerpo  á  disposición  del  gobierno  que  se  aca- 
baba de  establecer.  [El  Ayuntamiento  de  Veracruz  y  los  vecinos 
principales  de  Zacatecas,  dirigieron  exposiciones  al  virrey  y  al 
Acuerdo,  encareciendo  el  mérito  de  la  heroica  acción  del  pueblo  de 
México,  y  el  primero  hizo  valer  el  que  había  contraído  solicitando 
en  la  corte  de  nnicho  tiempo  atrás,  el  relevo  de  Itun  i^mray.  No 
menor  zelo  y  decisión  manifestaron  los  Ayuntamientos  de  Guada- 
lajara  y  Durango,  el  cabildo  eclesiástico  de  Michoacan  y  todas  las 
demás  corporaciones  en  que  prevalecían  los  europeos  (26).  El  bri- 
gadier Dávila,  que  mandaba  las  tropas  acantonadas,  manifestó  su 
adhesión  á  todo  lo  que  se  había  hecho  en  la  capital,  y  expuso  que 
habiendo  sido  nombrado  mariscal  de  campo  por  el  virrey  depuesto, 
sí  bien  no  había  debido  rehusar  la  gracia  que  se  le  había  hecho  en 
nombro  del  soberano,  no  continuaría  en  el  uso  de  aquel  empleo,  si 
el  nuevo  virrey  y  las  autoridades  que  habían  concurrido  á  hacer  las 
variaciones  que  se  habían  efectuado  no  lo  tenian  por  conveniente, 
á  lo  que  se  lo  contestó  sin  resolver  positivamente  sobre  este  punto, 
que  se  i-ecomendaria  á  la  corte  su  procedimiento,  para  que  se  le 
aprobase  aquel  grado  como  en  efecto  se  verificó  (27).  Más  explíci- 
to fué  todavía  en  su  comunicación  dirigida  al  nuevo  virrey  el  briga- 
dier D.  Miguel  Constanzó,  jefe  de  los  ingenieros,  que  mandaba  las 
tropas  que  había  en  Jalapa  (28),  pues  en  ella  dijo  que  todos  los 

(26)  Todas  estas  exposiciones  se  hallan  en  las  gacetas  de  aquellos  días,  y 
las  han  reimpreso  Canceladi  y  Martíñena  en  sus  obras. 

(27)  Gaceta  de  2Í  de  Setiembre,  n.  101,  tom.  15,  fol  700.  El  viri^ey  dice  en 
8u  defensa,  qne  Dávila  no  solo  aceptó  el  empleo,  sino  también  el  obsequio  de 
la  banda  que  lo  hizo  la  virreina. 

(28)  Martiñena,  núm.  96,  fol.  44. 


246  mSTOMA  D£  MÉXICO. 


jefes  habían  estado  de  conformidad  con  el  real  Acuerdo,  desde  que 
habían  tenido  conocimiento  do  los  votos  consultivos  dirigidos  por 
aquel  cuerpo  al  virrey.  En  la  capital  se  apresuraron  á  ofrecer  sus 
servicios  al  nuevo  gobierno  todos  los  militares  residentes  ó  tran- 
seúntes en  ella,  y  entre  los  oficiales  recomendados  en  las  gace- 
tas por  esta  circunstancia,  se  ve  por  la  primera  vez  el  nombre  de 
D.  Agustín  de  Iturbide,  subteniente  entonces  del  regimiento  de 
infantería  provincial  de  Valladolid. 

Tres  días  después  de  su  prisión  fué  trasladado  Iturrigaray  de  la 
casa  del  inquisidor  Prado  al  convento  de  Belemitas.  Lleváronlo  con 
sus  hijos  de  noche,  con  una  fuerte  escolta,  con  cañones  de  artillería 
delante  y  detrás  del  coche  en  que  iba,  y  allí  se  le  detuvo  con  centine- 
las de  vista,  que  no  solo  le  impedían  todo  trato  con  personas  de 
fuera,  sino  aun  hablaren  voz  baja  con  sus  hijos.  En  aquel  conven- 
to tuvo  una  conferencia  con  el  virrey  Garibay,  en  que  ofreció  á  és- 
te  satisfacer  cumplidamente  todos  los  cargos  que  se  le  hacian  y  des- 
vanecer las  prevenciones  concebidas  contra  él;  (29)  pero  las  cosas 
habían  ido  ya  demasiado  lejos  para  poder  contener  por  estos  me- 
dios el  curso  que  habian  tomado.  El  mismo  Garibay  visitó  también 
á  la  vin^eina  en  el  convento  de  San  Bernardo,  en  donde  fué  tratada 
con  toda  consideración.  Para  instruir  el  proceso  de  Iturrigaray  fué 
comisionado  el  oidor  Bataller,  y  por  avisos  publicados  en  la  gace- 
ta (:-50)  se  previno,  que  todos  los  que  tuviesen  bienes  de  su  perte- 
nencia los  presentasen  al  gobierno,  por  haberlo  mandado  así  el  real 
Acuerdo,  presidido  por  el  nuevo  virrey  á  petición  del  pueblo. 

En  la  madrugada  del  21,  salió  el  depuesto  virrey  con  sus  dos  hi- 
jos del  convento  de  Belemitas,  teniendo  que  pasar  por  entre  la  guar- 
dia de  voluntarios  que  ascendía  á  unos  cien  hombres,  formados  en 
dos  filas;  en  la  puerta  lo  esperaba  un  coche  de  camino  y  en  él  el 
oficial  de  tocineros  Salaberria,  que  debía  conducirlo  á  Veracruz. 
Escoltábanlo  sesenta  voluntarios  alas  órdenesde  Pasarin,  y  cin- 
cuenta dragones  del  regimiento  de  Pátzcuaro  á  las  del  capitán  Co- 
sío. Al  tránsito  por  Perote  se  reunió  alguna  gente,  más  por  la  cu- 
riosidad de  ver  tan  nuevo  espectáculo,  que  por  ningún  otro  moti- 

(29)  Asi  lo  dice  Iturrigaray  en  su  defensa,  y  lo  repite  el  P.  Mier  copíAndo* 
lo.  No  lo  he  visto  en  otra  parte. 
'  (30)  Gaceta  de  24  de  Setiembre,  tom.  15,  núm.  102,  fol.  708. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  247 

vo;  lo  que  los  voluntarios  que  acompañaban  al  virrey  hicieron  valer 
como  prueba  del  odio  con  que  el  pueblo  lo  miraba,  y  el  virrey  como 
manifestación  del  interés  que  por  su  suerte  tenia.  Desde  aquel  pun- 
to hasta  el  Encero,  habia  diversos  cuerpos  de  las  tropas  que  forma- 
ban el  cantón,  y  para  evitar  todo  accidente  se  tomó  la  precaución 
de  tener  á  los  soldados  encerrados  en  los  cuarteles  al  paso  del  pre- 
so^ el  que  á  su  llegada  á  Veracruz  fué  puesto  en  el  castillo  de  San 
Juan  de  Ulúa. 

La  virreina  salió  de  la  capital  el  6  de  Octubre,  acompañándola 
el  capitán  de  artillería  D.  Manuel  Gil  de  la  Torre  y  D.  José  Ig- 
nacio Auricena,  oficial  de  voluntarios,  hombres  ambos  de  bue- 
nos modales,  que  la  trataron  durante  todo  el  viaje  con  la  atención 
debida  á  su  sexo  y  al  alto  puesto  que  habia  ocupado.  Antes  de  su 
salida,  solicitó  que  se  le  devolviesen  muchas  alhajas  que  habian  si- 
do embargadas,  la  vajilla,  y  otros  bienes  de  su  marido,  así  como 
también  una  escritura  de  100,000  pesos  de  la  minería  que  estaba  en 
su  nombre  y  otras  de  sus  hijos,  por  haber  sido  obsequios  particu- 
lares que  á  ella  se  habian  hecho  y  fruto  de  sus  economías,  y  aun- 
que la  audiencia  no  accedió  á  esta  pretensión,  mandó  que  se  le  de- 
volviese la  plata  labrada  y  alhajas  de  su  uso  perspnal.  (31)  Escol- 
tábanla cincuenta  dragones  y  reunida  en  Ulúa  con  su  marido,  se 
embarcaron  ambos  en  el  navio  San  Justo  que  salió  para  Cádiz  el 
6  de  Diciembre,  mandado  por  el  marqués  del  Real  Tesoro,  dejando 
Iturrigavay  nombrado  por  su  apoderado  al  marqués  de  San  Juan 
de  Rayas,  cuyo  encargó  rehusaron  admitir  otras  muchas  personas. 
¡Tal  era  el  temor  que  tenían  al  partido  contrario!  (32) 

Aunque  la  prosecución  y  fin  de  la  causa  formada  á  Iturrigaray 
corresponda  á  los  aflos  sucesivos  de  los  que  crmprende  esta  histo- 

(31)  Esta  solicitad  y  expediente  formado  ea  consecuencia,  está  en  el  archi- 
vo general,  con  todo  lo  relativo  á  la  prisión  de  Iturrigaray. 

(32)  Yermo  se  encargó  de  disponer  todo  lo  concerniente  al  viaje  á  Veracru? 
fiel  virrey  y  su  esposa,  y  se  hizo  expléndídamente,  habiéndose  gastado  en  el 
del  primero  y  regreso  de  sus  criados,  8,125  ps.  4^  rs.,  y  en  el  de  la  segunda, 
1,137  ps.  5  rs.,  haciendo  ambas  partidas  9,292  ps.  6^  rs.:  solo  el  alquiler  de 
once  coches  costó  4,280  ps.  7  rs.  Ademas  importaron  6,494  ps.  4  rs.,  las  cuen- . 
tas  de  sus  gastos  particulares  que  presentaron  ios  voluntarios  que  fueron  es- 
coltándolo, cuya  lista  publico  Mier,  tom.  1%  doc.  núm.  4,  al  fin  del  tom.  El 
total  importó  $14,757  2J,  que  se  pagaron  de  los  bienes  embargados  al  mis- 
mo Iturrigaray. 


■I^I.^*H^^M^^»^^P^^^^P^^^>^ 


243  HISTORIA  DE  MÍXICO. 

ri^,  no  teniendo  una  conexión  inmediata  con  los  sucesos  de  que  en 
ella  he  de  ocuparme,  me  ha  parecido  más  conveniente  reujiir  aquí 
todo  lo  relativo  á  este  negocio  para  no  volver  á  hablar  de  él  en 

^delante. 

Llegado  Iturrigaray  a  Cádiz  fué  puesto  en  el  castillo  de  San  Se- 
l^agtian,  del  que  se  le  trasladó  al  de  Santa  Catalina.  No  habiéndo- 
le formado  en  México  la  sumaria  en  términos  legales,  pues  de  lo 
que  se  había  tratado  únicamente  habia  sido  de  despacharlo  pron- 
tamente á  España,  creyendo  peligrosa  su  permanencia  en  el  país, 
la  audiencia  procuró  suplir  esta  falta  remitiendo  un  informe  sobre 
los  hechos,  comprobado  con  los  documentos  que  acompañó.  El  fis- 
oal  del  Consejo  de  España  é  Indias  al  que  todo  se  pasó,  pidió  en 
J6  de  Agosto  de  1809,  que  se  practicasen  todas  las  diligencias  que 
se  habían  omitido  y  propuso  que  se  distinguiesen  en  diversas  cau- 
jsas  los  puntos  de  infidencia,  de  los  que  debian  servir  para  el  jui- 
cio'de  residencia,  encargando  al  juez  que  para  ésta  se  nombrase,  la 
práctica  de  las  diligencias  que  pedia.  Oidos  los  descargos  del  reo 
en  la  confesión  que  se  le  tomó,  presentó  su  defensa  al  Consejo  en 
9  de  Noviembre  del  mismo  año,  en  la  que  distingue  las  acusaciones 
que  tienen  relación  á  la  infidelidad  de  que  se  le  argttia,  las  que 
dice  habia  dejado  desvanecidas  ante  la  sección  de  gracia  y  justicia 
y  de  la  junta  central,  de  los  cargos  de  residencia  que  no  debian  ha- 
C^sele  entre  prisiones,  depuesto  de  todos  sus  empleos  con  desho- 
nor y  peligro  tantas  veces  de  su  vida,  con  sus  sueldos  suspensos  y 
todos  sus  bienes  embargados,  y  concluyó  pidiendo  se  le  permitiese 
residir  en  alguno  de  los  puntos  inmediatos  á  Cádiz  que  designó, 
que  se  le  pagasen  sus  sueldos  caídos  y  que  se  devengasen,  ó  que 
se  le  dejase  libre  la  percepción  de  los  réditos  de  los  capitales  que 
tenia  impuestos,  y  que  se  reuniesen  á  la  causa  los  documentos  que 
señaló  como  necesarios  para  comprobar  su  inocencia. 

Sin  que  hubiese  recaído  resolución  sobre  esta  solicitud,  hizo  Itu- 
rrigaray otra  á  la  regencia  instalada  en  la  isla  de  León,  pidiendo 
permiso  para  pasar  con  su  familia  á  la  Habana,  desde  donde  pro- 
movería lo  conducente  á  su  causa,  en  la  que  tenia  pedido  se  diese 
un  corte  y  se  le  abonase  su  sueldo,  ó  se  le  entregase  el  rédito  de 
sus  bienes  embargados,  sobre  lo  caal  la  Regencia  pidió  informe  al 


HISTORIA  D£  MÉXICO.  ^tt9 

consejo  y  antes  de  recibirlo  mandó  se  asistiese  á  Iturrigaray  con 
su  sueldo  de  cuartel  y  se  le  permitiese  residir  en  la  provincia  del 
reino  que  eligiese  ó  en  las  islas  Baleares,  (33)  y  dos  dias  después, 
dispuso  la  misma  regencia  que  se  alzase  el  secuestro  de  los  bienes, 
quedando  solo  depositados  cuarenta  mil  pesos  con  que  tenia  afian- 
zadas las  resultas  del  juicio  de  residencia.  (34)  El  consejo  se  opu- 
so y  pidió  se  derogasen  estas  disposiciones  que  eran  incompatibles 
con  el  estado  y  gravedad  de  la  causa,  (85)  y  aunque  la  segunda  re- 
gencia de  conformidad  con  este  prdimento,  mandó  que  fuese  res 
tituido  Iturrigaray  á  la  prisión,  que  de  nuevo  se  embargasen  sus 
bienes  y  se  le  suspendiese  el  pago  de  sueldos,  (36)  esto  fué  muchos 
meses  después  de  las  primeras  órdenes  que  tuvieron  todo  su  efec- 
to, habiendo  establecido  su  residencia  en  Algeciras  y  después  ^en 
Tarifa,  y  dictádose  la  providencia  para  que  en  México  se  le  entre- 
gasen sus  bienes. 

Gran  disgusto  causó  entre  los  europeos  de  esta  capital  tal  dispo- 
sición^ lo  que  dio  motivo  á  que  la  diputación  de  minería  de  Guana- 
juato  representase  oponiéndose  á  su  cumplimiento^  (87)  porque 
los  cuarenta  mil  pesos  que  quedaban  para  asegurar  las  resultas  de 
la  residencia,  no  eran  suficientes  ni  aun  para  cubrir  las  que  debian 
tener  los  reclamos  hechos  por  aquella  corporación  por  la  ilegalidad 
en  la  distribución  de  los  azogues,  no  obstante  lo  cual  se  verificó  la 
devolución  délos  bienes,  excepto  los  fondos  impuestos  en  minería 
que  ascendían  ¿  cuatrocientos  mil  pesos,  porque  el  estado  de  aquel 
establecimiento  no  permitió  la  exhibición. 

Habíanse  entretanto  instalado  las  Cortes  en  24  de  Setiembre  de 
1840,  y  por  su  decreto  de  15  de  Octubre  inmediato  mandaron,  que 
en  las  provincias  de  América  y  Asia  use  olvidase  todo  lo  anterior- 
mente ocurrido  en  las  turbaciones  políticas  de  algunas  de  ellas,  n 
En  consecuencia,  habiendo  dado  cuenta  la  regencia  en  16  de  No- 
viembre con  lo  que  habia  dispuesto  el  dia  anterior  respecto  á  la 

(33)  Real  orden  de  10  de  Febrero  de  1810,  en  Martiñena  núm.  99,  fol.  48. 

(34)  ídem  dé  12  de  Febrero  de  ídem  idem. 

(¿¿5)  Acuerdo  del  consejo  de  22  de  Febrero,  idem. 

(36)  Real  acuerdo  de  15  de  Noviembre  de  1810,  idem  fol.  50. 

(37)  Representación  segunda  de  la  minería  de  Guanajuato,  en  Cancelada, 
fol.  92,  contestación  á  la  vindicación.  Véase  apéndice  núm.  12. 

TOMO.  I — 32 


260  HISTORIA  BE  MÉXICO. 


^^^^^^^^^^^^ 


persona  y  bienes  de  Iturrigaray,  de  conformidad  con  lo  pedido  por 
el  consejo  entonces  reunido  de  Es.pana  é  Indias;  resolvieron  en  29 
del  mismo  mes,  tique  sin  perjuicio  de  la  residencia  que  estaba 
mandada  tomar  y  debia  seguirse  con  la  más  exacta  escrupulosidad 
según  las  leyes  de  Indias,  se  sobreseyese  en  la  causa  formada  al 
virrey  que  habia  sido  de  México  D.  José  Iturrigaray  con  motivo 
de  la  infidencia  que  se  le  atribula,  poniendo  en  general  olvido  to- 
do lo  ocurrido  en  aquel  reino  sobre  este  particular,  para  confor- 
marse y  que  tuviese  efecto  el  decreto  de  15  de  Octubre  ante- 
rior.ii  (38) 

Concluida  do  este  modo  la  causa  de  infidencia,  se  siguió  la  de  resi- 
dencia, para  la  que  fué  nombrado  juez  el  alcalde  do  corte  de  Mé: 
xico  D.  Bamon  Oses,  hombre  de  acrisolada  integridad  y  que  no 
siendo  individuo  de  la  Audiencia  en  tiempo  de  la  prisión  del  vi- 
rrey, ño  podia  ser  considerado  como  parcial.  Condenóle  éste  á 
pagar  á  la  real  hacienda  119,000  pesos,  cantidad  en  que  vendió, 
según  la  cuenta  original  del  comisionista  encargado  del  negocio, 
la  factura  de  géneros  que  cuando  vino  al  virreinato  trajo  con  el  nom- 
bre de  ropa  sin  hacer,  que  se  le  permitió  introducir  por  real  orden 
de  12  de  Setiembre  de  í  8OI7  á  cuya  sombra  cometió  aquel  abuso. 
Lo  condenó  también  á  pagar  con  el  doble  9.684  onzas  de  oro  y 
4.000  pesos  que  el  mismo  Iturrigaray  ó  su  mujer  hablan  recibido 
por  gratificaciones  en  repartimientos  desazogues  y  en  contratas  de 
papel  para  las  fábricas  de  tabacos,  imponiéndole  la  misma  pena 
con  respecto  á  las  sumas  percibidas  por  la  concesión  de  diversos 
empleos  y  gracias  que  se  especifican  en  la  sentencia,  (89)  todo  con 
aplicación  al  fondo  de  penas  de  cámara  y  gastos  de  justicia  con 
arreglo  á  la  ley.  Por  la  suspensión  arbitraria  de  empleo  que  hizo 
á  D.  Miguel  Domínguez  corregidor  de  Querétaro,  por  haber  escri- 
to la  representación  que  el  tribunal  de  minería  presentó  contra  el 
decreto  de  aplicación  de  los  fondos  piadosos  al  de  consolidación  de 
vales  reales,  se  mandó  que  reintegrase  á  Domínguez  los  sueldos  de 
que  habia  sido  privado,  y  los  daflos  y  perjuicios  que  por  esta  sus- 

(38)  Véase  el  decreto  publicado  por  Martiñena,  fol.  15. 

(39)  Apéndice  núm.  14,  en  el  que  se  copia  la  parte  relativa  déla  sentencia. 
La  sama  total  en  que  fué  condenado,  asciende  á.  384^%4l  pesos,  QAatanaantev 
Cuadro  histórico,  2*  edición,  tomo  IV,  página  9. 


HISIORIA  D£  MÉXICO.  .  261 


pensiones  se  le  habían  originado.  Para  cumplimiento  de  esta  sen- 
tencia se  mandaron  aplicar  las  cantidades  que  tenia  impuestas  en 
el  tribunal  de  minería,  que  importaban  400,000  pesos,  y  fué  con- 
firmada por  el  consejo  de  Indias  adonde  apeló  de  ella  Iturrigaray 
por  antoje  17  de  Febrero  de  1849,  y  después  por  el  tribunal  su- 
premo de  justicia  establecido  según  la  constitución  de  Cádiz  de 
1812,  é  iba  á  tener  su  ejecución  cuando  se  hizo  la  independencia 
en  1821. 

Iturrigaray  habia  muerto  entretanto,  y  su  viuda  é  hijos  pasaron 
á  México  á  solicitar  que  no  se  diese  cumplimiento  á  esta  sentencia, 
para  lo  cual  hicieron  valer  los  méritos  que  su  marido  y  padre  habia 
.contraído,  habiendo  sido  el  primer  autor  y  promovedor  de  la  inde- 
pendencia. Los  defensores  de  Iturrigaray  mudaron  entonces  abso- 
lutamente de  lenguaje:  hasta  aquel  tiempo  habian  sostenido  que 
Iturrigaray  habia  sido  un  fiel  vasallo,  que  no  habia  intentado  otra 
cosa  que  conservar  á  Fernando  VII  la  rica  joya  de  la  Nueva  Es- 
pafia^  y  acusaban  á  Yermo  y  al  partido  español  de  haber  causado 
la  revolución  con  el  paso  temerario  de  separarlo  injustamente  del 
mando:  ahora  se  le  presentaba  como  la  primera  víctima  de  la  inde- 
pendencia, y  á  Yermo  y  á  los  suyos,  que  con  esta  confesión  queda- 
ban plenamente  justificados  en  todos  sus  procedimientos,  se  les 
llamaba  enemigos  de  la  misma  independencia  y  que  para  evitarla, 
cuando  Iturrigaray  iba  á  hacerla  por  medio  del  congreso  que  habia 
convocado,  se  habian  echado  sobre  su  persona  y  privádolo  de  su 
libertad  y  bienes.  De  este  modo,  haciendo  valer  una  traición  que 
Iturrigarayhabia  negado  siempre,  consiguieron  su  viuda  é  hijos  que 
se  les  dejase  el  fruto  del  peculado  que  no  podía  ponerse  en  duda,- 
porque  en  este  siglo  que  se  llama  filosófico,  destruida  toda  idea  de 
honor  y  de  fidelidad,  no  ha  quedado  más  que  lo  físico  y  lo  positivo, 
á  lo  que  se  sacrifican  aquellos  principios  que  fueron  antes  el  ci- 
miento de  la  sociedad,  y  que  han  venido  á  quedar  reducidos  á  va- 
nos  é  insignificantes  nombres.  El  congreso  mexicano  en  1824,  man- 
dó que  se  sobreyese  en  el  cumplimiento  de  la  sentencia,  y  que  se 
dejasen  libres  á  la  familia,  de  Iturrigaray  los  cuantiosos  fondos  im- 
puestos en  minería  (40);  pero  D.  Miguel  Domínguez  no  quiso  por 

(40)  D.  Carlos  Bastamante,  que  fué  uno  de  los  mas  ardientes  defensores  de 


^SS  •  HISTORIA  D£    MÉXICO.  . 


SU  parte  contribuir  á  esta  generosidad  del  congreso,  y  reclamó  el 
cumplimiento  de  la  sentencia  en  lo  que  le  era  reativo:  la  viuda  é 
hijos  de  Iturrigaray  lo  resistieron,  y  siguieron  un  pleito  en  la  corte 
suprema  de  justicia,  el  que  perdieron  en  todas  sus  instancias,  y  fue- 
ron además  condenados  en  las  costas,  con  lo  que  tuvieron  -que  exhi- 
bir á  Domínguez  cosa  de  12,000  ps.  La  ex-virr^ina  murió  en  Mé- 
xico algunos  años  después,  y  sus  hijos,  al  regresar  á  Europa,  pfetra 
dejar  mejor  asegurados  sus  intereses,  hicieron  sacar  del  archivo  de 
la  audiencia  de  México,  que  se  conservaba  en  el  tribunal  superior 
del  departamento,  la  causa  formada  contra  su  padre  y  se  ileVáron 
los  autos  dejando  comprometida  la  responsabilidad  de  la  gente  Qtiiol 
quo  los  sacó,  por  lo  que  fué  procesado  (41). 

Los  europeos  residentes  en  Nueva  España  creian  que  Iturrigaray 
sería  severamente  castigado,  y  persuadidos  que  no  se  le  impondría 
menor  pena  que  la  capital,  para  no  contribuir  á  ella  é  incurrír  en 
irregularidad,  ni  el  ar^robispo,  ni  los  demás  eclesiásticos  que  asis- 
tieron alas  juntas,  quisieron  firmar  el  informe  que  acerca  de  ellas 
hizo  la  Audiencia,  aunque  lo  revisaron^  corrigieron  y  manifestaron 
estar  coaformes  con  su  contenido:  mucha  fué,  pues,  su  sorpresa  é 
indignación,  viendo  la  lenidad  con  que  fué  tratado  por  la  regencia 
y  las  cortes.  £1  mismo  Iturrigaray  temió  más  graves  consecuenciaá, 
y  así  cuando  la  segunda  r^encia  mandó  sq  le  restituyese  á  la  pri- 
sión, hallándose  en  Tarifa  se  pasó  á  la  costa  dé  África,  entre  tanto 
que  su  mujer  y  amigos  obtenían  la  derogación  de  aquella  providen- 
cia. El  comercio  de  México,  como  en  su  lugar  veremos,  envió  dos 
apoderados  para  informar  contra  el  al  gobierno,  los  cuales  murieron 
en  la  narración  ó  antes  de  salir  del  puerto;  pero  los  reemplazó 
con  ventaja  en  Cádiz  el  editor  que  habia  sido  de  la  gaceta  de  Mé 
xico,  D.  Juan  López  Cancelada,  quien  se  constituyó  en  sü  más  te- 
naz acusador,  así  como  los  diputados  mexicanos  que  por  aquel  tiem- 
po llegaron  á  las  Cortes,  se  hicieron  sus  defensores.  Cancelada  pu- 

Iturrigaray,  pretende  haber  apoyado  la  devolución  de  los  bíene»,  porque  no 
queria  que  á  titulo  de  residencia  se  castigase  en  Iturrigaray  el  favor  que  pres- 
tó á  la  independencia.  Si  en  la  sentencia  hubiese  habido  algo  arbitrario,  po- 
dría decirse  que  lo  uno  era  pretexto  para  lo  otro,  pero  todo  recayó  sobre  abu- 
sos bien  probados. 

(41)  El  señor  senador  Olaguibel,  que  fué  el  defensor  de  Guiol,  me  ha  au- 
torisaao  á  citarlo,  en  comprobax^ion  del  hecho.. 


HISTORIA  DE  M¿SIC0.  ^gj^ 

blicó  contra  Iturrigaray  un  folleto  titulado:  n  Verdad  sabida  y  buena 
fé  guardada,  II  en  que  daba  razón  de  todos  los  sucesos  de  Mé^co, 
al  que  contestó  Iturrigaray  con  otro  folleto,  que  aunque  se  publicó 
en  nombre  de  D.  Facundo  Lizarza,  abogado  de  Iturrigaray,  fué  esr 
crito  por  D.  José  Belle  de  Cisneros,  diputado  por  México  en  las 
Cortes  de  Cádiz  y  hermano  del  Abad  de  Guadalupe,  que  fué  presp 
al  mismo  tiempo  que  el  virrey,  y  esto  provocó  un  nuevo  cuaderno 
de  Cancelada,  reducido  casi  únicamente  á  publicar  los  inform  es  de 
la  Audiencia  y  otros  documentos  remitidos  de  México,  con  un  acre 
comentario.  Pero  el  principal  defensor  de  Iturrigaray,  fué  el  Dr, 
D.  Servando  Míer,  cuya  historia  de  la  revolución  de  Nueva  Espafla 
tuvo  por  primer  objeto  la  defensa  de  aquel  virrey,  quien  lo  sostuvo 
en  Londres  y  costeó  líi  impresión,  hasta  que  viendo  que  declinaba 
demasiado  on  apología  de  la  independencia,  lo  que  no  entraba  en 

■ 

sus  miras,  retiró  á  Mier  los  auxilios  que  le  franqueaba.  Esta  obra, 
escrita  con  elegancia  y  dispuesta  con  mucho  artificio,  será  siempre 
apreciable  por  la  multitud  de  noticias  qiie  contiene  y  por  el  talento 
con  que  el  autor  trata  las  materias  de  que  se  ocupa,  dejando  apar- 
te todo  lo  ([ue  es  hijo  do  las  circunstancias  y  obra  del  espíritu  de 
partido  que  reinaba  en  el  momento. 

Iturrigaray  en  sus  defensas  hace  mucho  caudal  de  los  motivos 
(le  desazón  que  durante  su  gobierno  habia  tenido  con  los  vecinos 
de  Zacatecas,  con  el  comercio  de  Veracruz,  con  Yermo  y  otras  per- 
sonas, y  pretende  persuadir  que  todos  éstos  no  obraban  contra  él 
más  que  por  miras  interesadas,  como  si  éstas  pudiesen  excitar  tan 
vivamente  las  pasiones,  ó  se  necesitase  de  ellas  en  tiempos  en  que 
las  conmociones  políticas  agitan  los  espíritus  de  una  manera  irre- 
sistible. A  esté  solo  principio  debe  atribuirse  la  revolución  de  que 
fué  víctima,  que  fué  excitada  y  sostenida  por  el  grande  interés  que 
los  europeos  tenían. por  que  no  se  desmembrasen  los  dominiofcí  que 
en  América  poseía  la  corona  de  España  su  patria,  aumentado  en 
aquellas  circunstancias  hasta  el  grado  del  más  vivo  entusiasmo,  por 
los  sucesos  recientes  de  la  usurpación  de  Napoleón.  En  la  causa 
de  residencia  pretendió  excusar  las  gratificaciones  que  recibió  por 
la  distribución  de  azogues  y  otros  motivos,  como  costumbres  esta- 
blecidas por  sus  antecesores;  pero  aunque  alguno  de  éstos,  como  el 


2Í54  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

marqués  de  Branciforte,  hubiese  cometido  los  mismos  abusos,  se 
mantuvieron  exentos  de  ellas  todos  los  virreyes,  que  como  Revilla 
Gigedo,  Azanza  y  Marquina,  fueron  ejemplos  de  pureza  é  integri- 
dad (42).  En  cuanto  al  crimen  de  infidencia  que  se  le  atribula  era 
imposible  probarlo,  pues  el  único  cargo  que  con  fundamento  podia 
hacérsele,  era  el  intento  de  reiinir  una  junta  ó  congreso,  y  este  que- 
daba desvanecido  con  el  ejemplo  que  habian  dado  en  iguales  cir- 
cunstancias todas  las  provincias  de  España,  y  si  habia  habido  una 
intención  siniestra  y  miras  torcidas  y  traidoras,  no  era  posible  ave- 
riguarlo por  los  medios  que  puede  emplear  la  justicia  de  los  hom- 
bres. Debo  agregar  que  vi  y  traté  á.  Iturrigaray  en  Madrid  el  año 
de  1814,  y  aunque  fuese  tan  grande  la  diferencia  de  edad  que  pa- 
recía no  dejar  lugar  á  muy  franca  comunicación,  este  obstáculo  lo 
habian  hecho  desaparecer  las  recomendaciones  con  que  le  fui-pre- 
sentado (43),  y  en  las  muchas  veces  que  hablamos  sobre  los  suce- 
sos de  México,  siempre  me  aseguró  que  no  habia  tenido  el  pensa- 
miento de  hacer  la  independencia  como  se  le  atribula,  y  aun  me 
dijo  haber  ofrecido  al  rey  Fernando  VII,  restablecido  entonces  en 
el  trono,  pasar  á  Nueva  España  si  se  lo  mandaba,  creyendo  que 
solo  su  presencia,  por  el  influjo  que  se  imaginaba  tener  en  el  país^ 
bastaría  para  poner  fin  a  la  revolución  y  asegurar  la  obediencia  á 
su  autoridad,  en  lo  que  ciertamente  se  engañaba. 

Este  ruidoso  suceso  de  la  prisión  de  Iturrigaray  ha  sido  presen- 
tado por  los  americanos  como  la  primera  causa  de  la  revolución,  y 
por  los  españoles  como  lo  i\níco  que  por  entonces  la  evitó  y  contu- 
vo: conviene,  pues,  examinarlo  con  algún  detenimiento.  Que  Itu- 
rrigaray, con  sanos  ó  siniestros  fines,  tuviese  resuelta  la  reunión  de 
un  congreso,  no  puede  dudarse,  como  ni  tampoco  que*  este  intento 

(42)  El  gobernad©!-  y  república  de  un  pueblo  de  indios  de  los  Llanos  de 
Apam,  hizo  á  Aevilla  Gi^edo  el  obsequio  de  un  ramo  d«  flores  con  unas  on- 
zas de  oro.  Revilla  Gigedo  hizo  que  el  subdelegado  lo  devolviese  publicamen- 
te á  los  que  se  lo  habian  remitido,  advirtiéndoles,  que  no  volviesen  á*  valerse 
de  tales  medios  para  recomendar  sus  negocios.  Está  el  expediente  en  el  archi- 
vo general,  índice  virreyes. 

(43)  Yo  tenia  entonces  veintidós  años,  é  Iturrigaray  setenta  y  dos.  Me  re- 
comendó á  él,  el  marqués  de  Rayas,  que  era  su  apoderado.  Mucho  siento  que 
la  verdad  histórica  me  haya  obligado  A  tratar  con  severidad  ú,  un  hombre,  á 
quien  en  lo  particular  debí  muchas  consideraciones.  - 


HISTORÍA  DE  MÉXICO.  256 

quedó  del  todo  frustrado  con  su  prisión:  lo  que  hay,  pues,  que  exa- 
minar es,  cuáles  hubieran  sido  las  consecuencias  de  la  reunión  de 
aquel  cuerpo,  en  las  circunstancias  en  que  iba  á  verificarse.  Iturri- 
garay,  en  el  cuaderno  de  su  defensa  publicado  por  Lizarza,  (44) 
pretende  que  esta  reunión,  en  el  estado  en  que  España  se  hallaba, 
era  absolutamente  indispensable  y  no  daba  lugar  á  peligro  algu- 
no, porque  además  de  ser  tan  recientes  las  pruebas  de  lealtad 
acendrada  que  acababan  de  dar  todos  los  habitantes  de  Nueva  Es- 
paña, la  mayoría  de  los  individuos  que  habian  de  componer  el  con- 
gi'eso  seria  probablemente  de  españoles;  que  este  cuerpo,  con  solo 
voto  consultivo,  no  podia  resolver  la  separación  de  la  metrópoli, 
porque  no  la  habria  permitido  el  virrey  que  habia  de  tener  el  voto 
decisivo  y  conservar  el  mando  de  las  armas,  y  que  por  último,  las 
noticias  que  pocos  dias  después  se  recibieron  del  triunfo  obtenido 
por  las  tropas  españolas  en  Baylen,  entrada  de  éstas  en  Madrid,  y 
establecimiento  de  la  junta  central  y  unión  de  toda  España,  ha- 
brian  llegado  muy  oportunamente  para  desvanecer  cualquier  inten- 
to de  independencia. 

Estas  razones  podrían  tenerse  á  lo  más  por  prueba  del  alucina- 
miento  y  engaño  con  que  Iturrigaray  procedia,  pero  están  muy  le- 
jos de  ser  suficientes  para  convencer  que  no  habia  el  riesgo  que  los 
españoles  recelaban  y  que  los  hizo  tomar  tan  atrevida  resolución. 
Aun  cuando  los  promovedores  de  la  reunión  del  congreso  no  hu- 
biesen puesto  en  cl^ro  después  de  hecha  la  independencia,  que  es- 
ta era  el  objeto  que  desde  entonces  tenian,  ó  que  pudiera  tenerse 
esta  declaración  por  sospechosa,  pretendiendo  con  ella  hacerse  un 
mérito  de  lo  que  acaso  no  habian  imaginado,  hay  muchos  hechos  y 
documentos  contemporáneos  que  prueban  que  tal  fué  el  intento 
que  se  llevaba.  Entre  los  papeles  cojidos  al  P.  Talamantes  en  el 
acto  de  su  prisión,  de  los  que  antes  se  ha  hablado,  se  encontró  una 
instrucción  sobre  el  modo  de  proceder  á  la  reunión  del  congreso  y 
sobre  las  facultades  que  éste  habia  de  ejercer,  en  que  se  leen  es- 
tas notables  palabras:  "aproximándose  ya  el  tiempo  de  la  indepen- 
cia  de  este  reino,  debe  procurarse  que  el  congreso  que  se  forme, 
lleve  en  sf  mismo,  sin  que  pueda  percibirse  de  los  inadvertidos,  la 

(44)  Párrafo  74  del  cuaderno  de  Lizarza. 


2(56  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


semilla  de  esta  independencia  sólida,  durable,  y  que  pueda  soste- 
nerse sin  dificultad  y  sin  efusión  de  sangre,  n  y  las  facultades  que 
designa  al  congreso  de  variar  muchos  puntos  de  la  legislación,  tra- 
tar con  las  potencias  extiwinjeras  y  arreglar  la  sucesión  al  trono, 
son  todas  correspondientes  al  ejercicio  pleno  y  entero  del  poder  so- 
berano. El  alcalde  de  corte  Villa  TJrrutia,  aunque  sin  ir  tan  lejos  en 
sus  intentos,  trataba  según  manifiesta  en  sus  apuntes  y  queda  di- 
cho arriba  de  hacer  un  cambit)  esencial  en  el  gobierno  establecido, 
pues  contando  con  ser  individuo  del  congreso  cuya  forma  y  com- 
posición no  estaba  determinada  y  por  lo  mismo  cada  uno  se  la  fi- 
guraba según  su  idea,  y  la  de  Villa  Urrutia  era  que  debia  concurrir 
á  él  la  audiencia  de  que  era  miembro,  se  proponía  promover  desde 
la  primera  sesión,  que  se  le  quitase  al  virrey  todo  conocimiento  en 
materias  de  hacienda  y  de  justicia,  reduciendo  sus  facultades  á  solo 
lo  gubernativo  y  militar.  No  era,  pues,  el  congreso  que  iba  á  reu- 
nirse tal  como  Iturrigaray  se  lo  figuraba,  ni  era  tampoco  cierto  que 
la  mayoría  de  los  individuos  que  habian  de  componerlo  '^hubiese 
de  ser  de  europeos,  pues  no  habiendo  sido  convocados  mas  que 
los  procuradores  ó  apoderados  de  los  Ayuntamientos,  las  elecciones 
habrían  recaído  casi  todas  en  mexicanos,  como  que  lo  eran  la  ma- 
yor parte  de  los  regidores  perpetuos  y  lo  eran  también  la  mitad  de 
los.alcaldos  y  regidores  que  cada  ano  se  variaban  y  casi  siempre 
los  síndicos;  y  aunque  algunos  Ayuntamientos  como  el  de  Veracruz 
y  Zacatecas  estuviesen  fuera  de  esta  regla,  estas  excepciones  eran 
muy  poco  numerosas  y  no  podían  hacer  cambiar  el  sentido  en  que 
hubiera  estado  la  mayoría  de  los  votos,  con  tanta  más  razón  cuan- 
to que,  aunque  en  las  provincias  no  se  hubiesen  propagado  todavía 
las  ideas  turbulentas  de  la  capital,  es  muy  verosímil  que  venidos  á 
ella  los  diputados,  se  uniesen  al  partido  ya  formado  por  el  Ayun- 
tamiento de  ésta,  que  ejercía  tanto  influjo  y  gozaba  entonces  de 
tanta  consideración. 

Todo  inclina,  pues,  á  persuadir,  que  apenas  se  hubiese  reunido 
el  congreso,  se  hubiera  declarado  soberano:  que  como  se  verificó 
más  tarde  en  idénticas  circustancias  en  Buenos  Aires,  Santa  Fé  y 
Caracas,  habría  depuesto  al  mismo  virrey  que  lo  convocó,  y  ha- 
bría rehusado  reconocer  á  cualquier  gobierno  establecido  en  Espa- 


HI8T0BIA  BE  wkxieo.  2fi7 

fia,  que  no  hubiese  sido  el  mismo  Fernando  Vil,  y  esto  solo  mien- 
tras se  tenia  por  seguro  que  no  saldría  nunca  del  poder  de  Napo- 
león. Aun  el  Dr.  Arechederreta,  hermano  del  que  esto  escribe,  que 
en  su  historia  manuscrita  habla  con  tanto  ardor  y  acrimonia  con- 
tra los  aprehensores  de  Iturrigaray,  porque  en  su  opinión,  de  k) 
que  éste  trataba  era  de  iiprocurar  la  quietud  y  buen  orden,  ponién- 
dose de  acuerdo  todas  las  autoridades,  y  formando  un  gobierno  le* 
gítimo,  en  cuyas  manos  descansara  confiadamente  la  Nación,  ti  re- 
conoce que  ttreunido  el  congreso,  era  muy  probable  que  en  ese  ca- 
so, la  América  (45)  hubiera  pensado  en  realizar  la  independencia 
de  España,  á  lo  menos  Ínterin  duraba  la  cautividad  del  soberano,  ti 
y  ya  hemos  visto  que  por  esto  se  entendía  una  cosa  que  no  había 
de  tener  término,  y  así  es,  que  según  se  prevenía  en  los  apuntes 
del  P.  Taimantes,  uno  de  los  objetos  del  eongreso  habia  de  ser,  de- 
darar  quién  habia  de  ser  sucesor  de  Femando  Vil. 

£1  gran  resentimiento  que  los  americanos  mostraron,  por  haber- 
se impedido  por  los  europeos  -con  la  prisión  de  Iturrigaray  la  reu- 
nión del  congreso,  demuestra  también  cuales  eran  las  esperanzas 
que  en  aquel  se  fundaban.  Si  en  realidad  no  se  hubiera  tratado  de 
otra  cosa  que  de  formar  un  gobierno  provisional  cuya  duración  ha- 
bia de  ser  solo  hasta  que  se  estableciese  una  autoridad  general  en 
España,  reconocida  por  toda  ella;  la  instalación  de  la  junta  central 
se  verificó  tan  próximamente,  que  el  congreso  no  hubiera  llegado 
ni  aun  á  reunirse,  y  poco  motivo  habia  de  queja.  Este  gran  senti- 
miento, lo  duradero  de  él,  las  calunmias  y  exajeraciones  prodiga- 
das contra  los  aprehensores  del  virrey,  los  excesos  que.se  les  im- 
putaron ó  que  se  presentaron  con  tanto  aumento  y  acrimonia,  (46) 

(45)  Era  may  común  entre  los  mexicanos  hablar  de  toda  kt  América  cuan- 
do se  trataba  de  México,  fuese  por  -jactancia,  ó  porque  siendo  México  niia 
parte  tan  principal  de  la  América,  se  creía  que  ésta  habia  de  seguir  sn  ejeai- 
plo  en  todo.  Vino  después  otra  época  de  que  hablaremos  en  su  lugar,  «n  que 
la  antigua  Nueva  España  se  {denominaba  '^el  septentrión",  vob  <psB  eeiÜTo 
muy  en  boga  quizé  por  lo  sonoro  de  ella,  como  si  en^a  América  septentiionAl 
Dio  se  comprendiesen  también  los  Estados-Unidos.  Todo  esto  prueba  la  idea 
exageradísima  que  los  mexicanos  se  hacian  de  la  importancia  de  su  país.  ]£lué 
triBte  ha  sido  el  desengaño! 

(46)  Después  de  todas  las  declamaciones  de  violencias,  desórdenes  j  robe» 
de  los  voluntarios,  todo  lo  que  í).  Carlos  Bustamante  dice  que  importa  lo  ro- 
bado segua  la  carta  n.  608,  t.  236  de  la  correspondencia  de  los  virreyes,  (Sup. 

TOMO.  I — 33 


268  HISTORIA  D£  ^LÉXICO. 

todo  demuestra  que  hubo  un  grande  interés  frustrado,  grandes  es- 
peranzas desvanecidas,  una  profunda  herida  en  el  orgullo  na- 
cional. 

Uno  de  los  argumentos  que  los  defensores  de  Iturrigaray  hacían 
con  más  triunfo,  mientras  sostuvieron  que  aquel  no  había  intentado 
nada  contrarío  á  la  fidelidad  que  debía  á  su  patria  y  á  su  sobera- 
no era,  que  ¿cómo  podía  concebirse  que  hubiese  formado  una  cons- 
piración de  tanta  trascendencia,  cuando  no  aparecieron  otros  cóm- 
plices que  dos  regidores,  un  abogado,  dos  canónigos  y  un  religioso, 
que  son  los  que  tueron  presos,  y  de  estos  los  más  quedaron  luego 
en  libertad?  Pero  la  conspiración  en  ([ue  Itnrrigaray  había  entrado 
sin  conocerlo,  no  consistía  en  reunir  cierto  número  de  personas  que 
le  auxiliasen  á  dar  un  golpe  de  manó,  sino  en  establecer  un  princi- 
pio que  había  de  ser  fecundo  en  consecuencias,  y  en  dar  impulso 
al  espíritu  de  independencia  con  la  reunión  del  congreso.  El  me- 
dio de  ejecución  eia,  pues,  el  ejercicio  de  su  autoridad  suprema,  y 
por  esto  comprendieron  muy  bien  sus  contrarios,  que  el  privarlo  de 
esta  bastaba  para  cortar  en  su  origen  unos  intentos  que  soto  ha- 
bían nacido  y  progresado  por  ella. 

No  falta  quien  piense  que  si  la  independencia  se  hubiese  hecho 
por  Iturrigaray  ó  por  el  congreso  que  él  había  convocado,  hubiera 
podido  consolidarse  mejor  y  se  hubieran  evitado  todos  los  males 
que  se  han  seguido,  porque  entonces  se  habría  efectuado  por  toda 
la  gente  respetable  reunida,  teniendo  al  frente  al  mismo  que  ejer- 
cia  la  autoridad  suprema,  y  antes  que  las  Cortes  de  Cádiz  hubie- 
sen esparcido  con  la  constitución  de  1812  la  semillado  la  anarquía 
que  ha  producido  tan  copiosa  y  funesta  cosecha.  Me  parecen  poco 

á  los  tres  sigles,  t.  3?,  f.  238,)  suponiendo  que  lo  fuesen  las  perlas  de  que  he- 
neas hecho  mención,  fueron  $,  11,244  Nótese  que  había  en  la  tesorería 

14.600,000  $,  enteses  fuertes,  y  que  en  la  vivienda  de  Iturrigaray  se  encon- 
traban la  multitud  de  alhajas,  vajilla,  oro,  plata,  onzas  y  pesos  que  se  ven  en 
el  inventario.  De  todo  esto  solo  se  echaron  de  menos  esas  perlas,  y  nada  ten- 
dría de  extraño  que  entre  tanta  gente  como  allí  entró,  hubiese  uno  menos  es- 
crupuloso que  se  las  tomase;  pero  esta  prueba  que  todos  los  demás  eran  gen- 
te pundonorosa,  4  quien  no  movían  intereses  rateros  ni  miras  siniestras.  Si 
hubiesen  existido  estos  tesoros  en  palacio  en  Diciembre  de  1828;  en  todo  el 
afio  de  1833;  en  Julio  de  1840  y  en  Agosto  y  meses  siguientes  de  1847,  ¿qué 
hubiera  quedado  de  ellos  en  manos  de  las  patriotas,  que  se  apoderaron  de  aqvel 
adifido? 


HISTORIA  D£  MÉXICO.  269 

/ 

fondadas  todas  estas  razones:  la  unión  que  se  pretende  entre  la 
gente  respetable  no  existia,  ni  hubiera  podido  conservarse  aun 
cuando  la  hubiese:  las  mismas  deliberaciones  de  la  junta  manifies- 
tan que  no  habia  uniformidad  de  miras  ni  un  plan  concertado,  ni 
aun  una  idea  clara  de  lo  que  se  pretendía  hacer:  se  deseaba  vaga- 
mente la  independencia,  como  un  medio  de  hacer  recaer  todos  los 
empleos  en  los  americanos  y  de  apoderarse  de  la  administración 
pública  pero  ni  el  virrey  ni  la  gente  respetable  hubieran  podi- 
do resistir  á  los  embates  del  aspirantismo^  y  este,  sin  necesidad 
de  la  constitución  de  Cádiz,  hubiera  sabido  hacerse  camino  al 
poder,  siendo  muy  probable  que,  con  anunciaba  como  funesta 
previsión  uno  de  los  escritores  del  partido  europeo,  se  habría  se- 
guido desde  entonces  nía  anarquía  más  feroz  y  destructora,  quo 
habría  sido  y  será  siempre  sin  remedio,  el  término  de  los  congresos 
amerícanos,  y  de  la  pretendida  independencia:  profecía  política  aña- 
de, de  que  Dios  no  permita  que  tengan  que  acordarse  con  estéríl 
arrepentimiento,  los  preocupados  motores  de  tales  proyectos,  n  (47) 
¡Cuan  literal  y  terrible  ha  sido  el  cumplimiento  de  esta  pro- 
fecía! 

Veamos  ahora  cuáles  han  sido  para  España  y  para  México  las 
consecuencias  de  la  prisión  de  Iturrigaray.  Para  la  primera  nada 
habría  sido  tan  funesto  como  la  independencia  de  México  en  el  tiem- 
po en  que  se  promovió,  pues  habría  carecido  de  los  inmensos  re- 
cursos que  recibió  la  junta  central  en  las  circunstancias  que  más 
necesidad  tenia  de  ellos:  porque  rotos  y  desbandados  los  ejércitos 
que  se  levantaron  en  el  prímer  entusiasmo  del  movimiento  general; 
ocupadas  casi  todas  las  provincias  por  las  numerosas  tropas  que 
condfhjo  Napoleón  en  fin  del  año  de  1808;  habría  sido  imposible  re- 
parar tantas  pérdidas,  sin  los  muchos  millones  que  mandó  el  go- 
bierno establecido  en  México  á  consecuencia  de  la  prisión  de  Itu- 
rrigaray, tanto  de  los  existentes  en  la  tesorería  cuanto  do  lo  colee 
tado  por  donativos,  que  no  se  habrían  remitido  si  el  congreso  hu- 
biera llegado  á  instalarse.  España  debió,  pues,  al  oportuno,  bien 
meditado  y  ejecutado  golpe  de  Estado  de  D.  Gabriel  de  Yermo, 
haber  conservado  por  algunos  años  más  esta  importante  parte  do 

(47)  Martifiena  101,  folio  63,  conclasion. 


260  HÍSTORTA  DE   IfiCfctlCO. 


^■^^^«'^^^^^^^^^^^^^^^^^^■^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^■«^^^^^^^^^'^^^^^^^«^^^^^'^■'^^^^^^^^^^^^^^•^^^ 


SUS  dominios,  sacando  de  ellos  muy  cuantiosos  rectorsos  en  el  tiem- 
po que  más  los  necesitaba,  y  este  gran  servicio  que  Yermo  le  pres- 
tó, nunca  ha  sido  reconocido  como  merecía,  y  lo  que  fué  toda- 
vía peor  para  España,  tampoco  fué  aprovechado  como  era  nece 
sarlo. 

Eñ  cuanto  á  México,  la  revolución  se  impidió  por  un  medio  na- 
da costoso  ni  sangriento,  en  el  momento  mismo  en  que  era  inmi- 
nente é  inevitable,  y  se  retardaron  por  dos  años  los  sucesos  lamen- 
tables de  que  sé  habrá  de  tratar  en  el  curso  de  esta  obra.  Esto  fué 
lo  que  causó  la  gran  exasperacioA  del  partido  americano,  que  im- 
paciente é  irritado  contra  todo  lo  que  oponia  un  obstáculo  4  la  in  • 
dependencia,  miraba  con  odio  implacable  á  todos  los  que  por  ofi- 
cio, ó  por  sentimientos  de  origen  y  adhesión  á  los  intereses  de  su 
patria,  estaban  en  el  deber  de  impedirla.  Aumentáronse  pues  con 
este  golpe  las  rivalidades,  recrudeciéronse  los  odios  y  se  multiplica- 
ron los  conatos  de  revolución,  que  terminaron  en  una  abierta  y  de- 
sastrosa guerra,  favorecidos  por  las  circunstancias  qué  se  fueron 
complicando,  como  voy  á  manifestar,  volviendo  á  tomar  el  orden 
cronológico  de  los  sucesos. 


HlftXOBU.  m  MÉXICO.  2ftl 


CAPITULO  vn. 


Gobiemo'del  mariscal  de  campo  D.  Pedro  Garibay. — Influjo  de  la  audiencia  y  de  loe  vüluntarioa» — 
AnyHdráéMuiM  nÍMTO  titrey.—DiMi^lvefii»  el  cantón .—AuziHofl  remitidos  á  £sptftft.— InAlaoii^ 
da)|ijil]|1^  o^ntiial  em  ,Aiai\|ttez. — ^Saoeaos  deagradados  en  España.  — Dásc  á  la  Aroirioa  parte  eorci 
gobierno  de  la  monarquía. — Convocación  de  las  Cortes. — Difúndese  el  etípírítu  de  independencia. — 
líedidas  represivas.— Junta  de  seguridad. -—Prisión  del  general  firancés  Dalvimar.— Es  Secutado 
aá  laiHtblúU  Don  Xosé  JLlei&ai. — Pretensiones  de  la  infanta  Do&a  Carlota. -»Fiji  del  gobierno  do 
Garibay. — Gobierno  del  aX50bÍ8|)o  Lizana.— Remesas  de  raudales  á  España.— Prestamos  y  donati- 
vo».— Nombramiento  de  vocal  para  la  junta  central. — Providencias  del  arzobispo  contra  los  eepa- 
fides.— Beetáerro  de  Cancelada.— Destierro  del  oidor  Agairre  y  su  regreso.— Conspiración  en  Valía* 
^lU^.'BeTeaee  rafirklq^  en  espolia.— 'Besuél veso  la  convocación  de  Us  Caries  para  1^  de  Mayo  4^ 
1J5JQ. — Eitablecimiento  de  la  primera  regencia.— Precipitada  remoción  del  arzobispo  Lizana  — Go* 
biemo  de  la  audiencia. —Donativos  para  armamento  y  otros  objetos. — Junta  para  un  préstamo  de 
Telóte  miOonea^ — Oonróoa&aa  las  Oorte8.-^KoBibramiento  de  diputados. — Instalación  de  kfi  ów^ 
t($i..^£a  noQ^rado  virrey  D.  Francisco  Javier  Yenegas. — Su  llegada. — Providencias  que  tnyo. — 
Indignación  que  causaron. — Conclusión  del  libro  primero. 

El  mariscal  de  campo  D.  Pedro  Garibay,  que  entró  á  ejercer  el 
mando  supremo  de  la  Nueva  España  por  la  prisión  de  D.  José  de 
Iturrígaray,  era  ui^  anciano  de  más  de  sesenta  años,  establecido  lar- 
go tiempo  hada  en  México  en  donde  estaba  casado  y  había  hecho 
su  carrera.  Gran  prestigio  daba  á  la  autoridad  de.lgs  virreyes  du- 
rante, el  dominio  de  la  línea  austríaca  de  España,  el  brillo  de  las' 
ilustres  familias  á  que  pertenecían,  y  llegando  con  un  gran  nom- 
bre á  un  país  en  el  que  no  tenian  ningunas  relaciones,  eran  mirados 
como  si  fuesen  de  una  especie  privilegiada  y  destinada  por  el  cielo 
á  gobernar  á  los  hombres.  Desde  el  establecimiento  de  la  disnastia 
de  Borbon,  los  virreyes  no  se  sacaron  ya  exclusivamente  de  la  gran- 
deza de  España,  sino  de  la  clase  militar,  á  la  que  también  acompa- 
ñaba la  distinción  del  nacimiento  aunque  no  fuese  de  la  primera 
nobleza,  prenda  que  era  sobreabundantemente  compensada  por  la 
grande  instrucción  y  suma  probidad  que  distinguió  á  los  virrey¡es 
nombrados  en  los  reinados  de  Felipe  V,  Fernando  VI  y  Carlos  III. 
Esta  última  calidad  tan  esencial  en  todo  empleado  público,  y  que 
lo  es  más  cuanto  m^s  alta  sea  la  dignidad  de  que  se  baila  revestí- 


263  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


do,  faltó  absolutamente  en  dos  de  los  nombrados  eu  la  infeliz  épo- 
ca de  Carlos  IV,  y  en  lugar  de  la  veneración  que  conciliaba  la  in- 
tegridad y  pureza  de  tantos  hombres  respetables  como  por  ella  se 
distinguieron,  la  venalidad  y  el  peculado  de  Branciforte  é  Iturriga- 
ray  se  habian  grangeado  el  desprecio  que  es  siempre  el  resultado 
de  aquellos  vicios  vergonzosos,  no  quedándole  á  la  autoridad  supre- 
ma más  prestigio  que  el  que  daba  la  novedad  de  la  persona  y  su 
falta  df  relaciones  en  el  país.  Aun  estas  circunstancias  faltaron  en 
D.  Pedro  Garibay,  hombre  de  honor  y  estimable  por  sus  costum- 
bres y  conducta  privada,  pero  á  quien  su  escasa  suerte  obligaba  con 
frecuencia  á  ocurrir  á  todos  los  que  conocia,  á  pedirles  pequefios 
préstamos  para  salir  de  apuros  y  compromisos  diarios. 

Esta  falta  completa  de  prestigio  personal  y  su  corta  capacidad, 
se  hacían  notar  más  particularmente  en  los  momentos  críticos  en 
que  tomaba  el  mando.  Elevado  á  él  por  una  revolución,  tenia  que 
condescender  con  los  que  habian  puesto  en  sus  manos  la  autoridad. 
Como  en  todos  los  cambios  políticos  se  pasa  siempre  de  un  extre- 
mo á  otro,  la  audiencia,  tan  poco  considerada  por  Iturrígaray,  era 
no  solo  consultada  en  todos  los  negocios  graves,  segim  lo  prevenido 
por  las  leyes,  sino  que  el  nuevo  virrey  no  daba  paso  alguno  quo  no 
fuese  de  acuerdo  con  ella,  y  así  se  decia  en  todas  las  providencias 
que  se  publicaban,  lo  que  equivalía  á  haber  trasladado  la  autoridad  d 
aquel  cuerpo.  Los  voluntarios  por  otra  parte,  tomando  el  nombre  del 
pueblo,  entraban  á  la  sala  del  acuerdo  y  sus  capataces  pedían  imperio- 
samente que  se  dictasen  las  órdenes  que  les  parecía  conveniente 
exigir.  Además  de  este  doble  y  poderoso  influjo,  estaba  sometido 
el  anciano  virrey  al  de  su  mujer  y  al  lie  algunos  individuos  de  la 
familia  de  ésta,  y  todo  concurria  á  hacer  débil  é  incierta  una  auto* 
rídad  que  hubiera  debido  ser  firme  y  enérgica. 

Las  primeras  providencias  del  nuevo  gobierno  fueron  hijas  de  la 
revolución,  y  como  hemos  visto  en  el  capítulo  anterior,  tuvieron 
por  objeto  asegurar  la  persona  y  bienes  del  virrey  depuesto,  remi- 
tirlo á  España,  y  poner  en  prisión  á  todos  los  que  habian  contri- 
buido á  promover  la  reunión  del  congreso,  ó  que  se  creía  auxilia- 
ban los  intentos  que  se  atribuían  á  Iturrígaray.  Prevínose  que  to- 
dos los  habitantes  de  la  capital,  en  prueba  de  su  fidelidad  y  amop 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  298 

á  Fernando  VII,  llevasen  um  distintivo  que  expresase  el  nombre  de 
este  soberano,  (1)  y  el  haber  tenido  que  mandarlo,  podría  tenerse 
por  una  indicación  de  que  en  pocos  dias  se  habia  enfriado  mucho 
el  entusiasmo,  que  poco  antes  hacia  que  todos  se  pusiesen  volun- 
tariamente este  género  de  emblemas.  La  misma  orden  se  dio  á  las 
corporaciones,  (2)  y  éste  fué  el  origen  de  que  varias  de  ellas  hicie- 
sen acuñar  medallas  que  llevaban  sus  individuos  en  el  cuello.  (3) 
Mandáronse  recojer  las  copias  de  las  cartas  escritas  por  Iturrigaray 
á  las  juntas  de  Sevilla  y  Asturias,  que  él  mismo  como  hemos  visto, 
habia  remitido  á  diversas  autoridades  y  corporaciones,  y  ¿  esto  se 
dio  tal  importancia  que  se  previno  no  quedasen  ni  aun  copias  en 
sus  archivos,  y  se  publicaron  estas  disposiciones  »en  honor  de  los 
fidelísimos  habitantes  de  todo  el  reino,  y  en  particular  de  esta  ca- 
pital tr  (4) 

Habian  continuado  dando  el  servicio  de  la  Plaza  los  voluntarios, 
pero  el  gobierno  creyó  necesario  teñera  su  inmediación  otro  género 
de  tropa  y  retirar  á  aquellos,  como  lo  hizo  al  cabo  de  poco  tiempo. 
Al  efecto,  el  virrey  mandó  formar  una  columna  de  granaderos  con 
las  compañías  de  todos  los  cuerpos  provinciales  de  infantería  que 
estaban  en  el  cantón,  la  cual  y  el  regimiento  de  dragones  de  Méxi- 
co, pasaron  á  formar  la  guarnición  de  la  capital.  D.  García  Dávila 
volvió  al  gobierno  de  Veracruz,  habiéndolo  pedido  aquellos  vecinos 
y  como  él  mismo  lo  deseaba,  y  el  mando  del  cantón  se  confirió  al 
brigadier  conde  de  Alcaraz,  coronel  de  dragones  de  España,  pero 
esto  solo  fué  para  disolver  aquel  ejército  y  hacer  que  los  cuerpos 
volviesen  á  sus  provincias  respectivas.  El  motivo  que  para  esto  se 
pretextó  fué  proporcionar  mayores  auxilios  pecuniarios  para  Espa-- 
ña,  excusando  el  gasto  que  causaba  aquella  reunión  de  tropas,  que 
habia  venido  á  ser  inútil  después  de  hecha  la  paz  con  Inglaterra, 
y  lo  era  en  efecto  considerada  solo  bajo  este  aspecto;  pero  ón  las 
circimstancias  en  que  el  país  se  hallaba,  hubiera  sido  prudente  con- 

(1)  Bando  del  alcalde  Fagoaga  del  mismo  dia  16  de  Setiembre,  en  que  se 
hizo  la  prisión  de  Iturrigaray.  Gac.  del  17  tom.  5%  núm.  98,  fol.  687. 

(2)  Orden  al  consulado  de  la  mimo  fecha.  Gaceta  del  21,  núm.  101,  fol.  699. 

(3)  Tengo  una  colección  de  estas  medallas,  casi  todas  muy  mal  grabadas, 
y  que  prueban  que  D.  Gerónimo  Antonio  Gil  no  dejo  discípulos  dignos  de  su- 
cederle. 

(4)  Gaceta  de  1?  de  Octubre  tom.  15,  núm.  105,  fol.  735. 


hL 


264  HISTORIA  DE  M¿XIOO. 

servar  una  fuerza  respetable  de  que  el  gobierno  hubiera  podido 
disponer  prontamente  en  cualquiera  ocurrencia,  y  no  se  pasó  mu- 
cho tiempo  sin  que  hubiese  ocasión  de  conocer  el  error  que  se  habia 
cometido.  Sin  embargo,  entonces  era  un  punto  harto  dudoso,  si 
estas  tropas  eran  motivo  de  confianza  ó  de  temor.  Los  americanos 
censuraron  agriamente  la  medida,  pues  que  según  decian,  quedaba 
con  ella  el  reino  expuesto  á  ser  invadido  por  los  franceses;  pero  en 
realidad  porque  esperaban  que  las  tropas  del  cantón,  por  ser  todos 
los  soldados  mexicanos,  serian  un  apoyo  de  la  independencia:  eáto 
mismo  recelaban  los  europeos,  sin  reflejar  unos  y  otros  que  unas 
tropas  cuyos  jefes  eran  en  gran  parte  españoles,  acostumbradas  á 
la  obediencia  militar  con  la  disciplina  que  hablan  recibido  en  el 
cantón,  no  era  fácil  que  faltasen  al  gobierno.  A  los  voluntarios  fX 
retirarlos,  se  les  dieron  las  gracias  por  sus  buenos  servicios,  y  se 
hizo  público  su  buen  comportamiento  (5),  no  obstante  lo  cual  reci- 
bieron muy  mal  esta  providencia,  atribuyéndola  á  desconfianza  qua 
de  ellos  se  tenia. 

Para  expeditar  el  despacho  de  los  negocios  se  autorizó  al  virrey 
para  firmar  con  estampilla,  en  los  mismos  términos  que  la  habia 
usado  el  virrey  Flores  (6),  y  con  el  mismo  fin  se  declaró  por  la  au- 
diencia, que  la  subdelegacion  de  correos  y  la  superintendencia  de 
la  real  hacienda  hablan  recaído  en  el  nuevo  virrey,  con  todas  las 
demás  facultades  anexas  á  este  empleo,  tanto  por  la  necesidad  de 
que  en  las  circunstancias  todo  girase  por  una  sola  mano,  cuanto 
fipor  haber  acreditado  aquel  su  adhesión  al  real  Acuerdo  en  cuan- 
to habia  ocurrido,  n  Esta  declaración  tuvo  su  origen  en  la  pretensión 
del  regente  Catani,  que  sostenía  que.  estos  ramos  debian  correr  á 
su  cargo,  por  haberlo  prevenido  así  las  reales  órdenes  de  22  de  Di- 
ciembre de  1772, 4  de  Febrero  de  1773, 16  de  Marzo  y  11  de  Setiem- 
bre  de  1805,  sin  reparar  que  estas  prevenciones  eran  para  el  caso 

(5)  La  orden  para  el  retiro  de  los  voluntarios  se  dio  i3n  15  de  Octubre,  fun- 
dándola en  que  habiendo  llegado  á  la  capital  el  regimiento  de  Celaya,  la  ma- 
yor parte  de  la  columna  de  granaderos  j  el  regimiento  de  dragones  de  Méxi- 
co, no  era  ya  necesario  que  siguiesen  aquellos  distrayéndose  de  sus  atencio- 
nes, con  perjuicio  de  sus  interesos.  Las  gracias  en  nombre  del  rey,  se  les  die- 
ron en  la  gaceta  de  19  de  Octubre. 

(6)  Bando  de  26  de  Setiembre. — Gaceta  de  28  del  mismo,  núm.  102,  fol. 
716. 


HISTORIA  DE  M¿XIOO.  266 


de  que,  por  falta  de  virrey  y  de  pliego  de  providencia,  recayese  el 
gobierno  en  la  Audiencia.  Como  todo  se  hacia  por  medio  de  peti- 
ciones con  muchas  firmas,  Catani  para  apoyar  su  pretensión,  hizo 
se. presentase  al  real  Acuerdo  una  que  firmaron  algunos  individuos 
por  instancias  de  un  fabricante  de  indianas,  catalán,  paisano  del 
regente,  y  el  haberse  desatendido  la  solicitud  de  éste,  fué  el  prin- 
cipio de  que  se  separase  de  sus  compañeros  y  de  que  se  declarase 
enem^o  de  Aguirre  y  de  Yermo,  dirigiendo  á  la  corte  un  informe 
en  que  acusó  á  éstos  de  ser  la  causa  de  la  revolución  que  habia  ya 
estallado,  por  haberla  impulsado  con  la  prisión  de  Iturrigaray  (7), 
en  la  que  el  mismo  Catani  habia  estado  de  acuerdo  mientras  sus 
intereses  no  lo  habían  puesto  en  choque  con  aquellos.  ¡Tan  cierto 
es  que  en  todas  las  revoluciones,  los  que  las  hacen  están  conformes 
hasta  obtener  el  triunfo,  y  que  este  es  el  principio  de  la  división 
entre  los  que  vencieron!  En  este  y  otros  muchos  casos,  la  Audien- 
cia hacia  uso  de  una  autoridad  extraordinaria  y  que  pudiera  decir- 
se soberana,  definiendo  y  ampliando  las  facultades  del  virrey,  é  in- 
terpretando las  leyes  que  las  determinaban. 

En  cuanto  al  punto  que  habia  sido  el  motivo  del  rompimiento 
con  Iturrigaray,  esto  es,  el  reconocimiento  de  la  junta  de  Sevilla, 
no  se  hizo  declaración  alguna  explícita;  el  virrey,  conforme  á  lo  que 
la  Audiencia  habia  propuesto  á  Iturrigaray,  consultando  con  el 
Acuerdo,  siguió  gobernando  en  nombre  de  Femando  VII,  y  prove- 
yendo sin  restricción  á  todo  lo  que  las  circunstancias  exigian,  aun- 
que se  publicaron  todos  los  decretos  y  manifiestos  de  aquella  junta, 
/  se  les  dio  entera  obediencia.  Los  sucesos  de  España  vinieron  á 
sacar  al  gobierno  de  este  estado  incierto,  y  á  dar  gran  impulso  y 
á  inspirar  grande  confianza  al  partido  español.  La  victoria  de  Bai- 
len y  el  levantamiento  general  de  las  provincias,  obligaron  á  los 
franceses  á  abandonar  á  Madrid  y  retirarse  á  la  ribera  izquierda 

(7)  El  Dr.  Mier  ha  hecho  mucho  uso  de  este  informe  en  defensa  de  Iturri- 
garay, considerándolo  como  el  mas  imparcial  que  pudiera  presentarse  por  ser 
de  un  europeo,  y  nada  menos  que  regente  de  la  audiencia.  Sin  embargo,  por 
el  origen  que  tuvo,  podrá  calificarse  la  fe  que  merece.  Debe  llamar  la  aten- 
ción que  entré  las  acciones  de  Yenno  que  Catani  censura  acremente,  es  una 
el  pedimento  que  hizo  al  Acuerdo  para  renovar  todas  las  trabas  impuestas  á 
la  agñcaltura  é  industria,  y  hasta  esto  aplaude  Mier,  acaso  por  no  haberlo 
visto  con  la  debida  atención. 

TOMO  I.— 34 


266  HISTORIA  D£  MÉXICO. 

del  Ebro,  con  lo  que  poniéndose  de  acuerdo  entre  sí  las  juntas  de 
las  provincias,  no  sin  muchas  dificultades  y  contradicciones  crearon 
la  central,  que  se  instaló  en  Aranjuez  el  25  de  Setiembre,  la  que 
habiendo  sido  reconocida  por  todas,  lo  fué  también  en  México  y  en 
toda  la  América  española. 

El  grande  objeto  entonces  del  virrey  Garibay,  de  la  Audiencia 
y  de  todas  las  autoridades,  fué  auxiliar  con  todas  las  sumas  que 
pudieron  á  los  gobiernos  establecidos  en  España.  Antes  de  que  se 
supiese  la  instalación  de  la  Junta  central,  llegó  a  Veracru¿  el  na- 
vio San  Justo  enviado  por  la  de  Sevilla,  y  su  comandante  el  mar- 
qués del  Real  Tesoro,  haciendo  un  informe  circunstanciado  y  lison- 
jero del  estado  en  que  las  cosas  quedaban  en  España  á  su  salida 
de  Cádiz,  expuso  que  el  objeto  de  su  venida  era  llevar  todos  los 
caudales  que  se  pudiesen  remitir,  (8)  y  sin  demora  se  pusieron  en 
camino  nueve  millones  de  pesos,  de  los  catorce  y  medio  existentes 
en  la  tesorería,  pues  no  habian  llegado  á  salir  los  dos  que  habi^ 
dispuesto  despachar  Iturrigaray,  y  de  ellos  se  embarcaron  seis, 
con  dos  más  de  particulares,  en  el  niismo  navio,  y  los  tres  restan- 
tes en  dos  fragatas  de  guerra  inglesas,  que  á  la  sazón  llegaron  á 
Veracruz.  El  virrey  publicó  una  proclama  (9)  exhortando  á  contri- 
buir á  la  justa  guerra  que  la  España  habia  emprendido,  franquean- 
do con  generosidad  recursos  pecuniarios,  ya  que  la  distancia  impe- 
dia hacerlo  con  las  personas,  á  lo  que  todos  se  habian  manifestado 
dispuestos.  El  arzobispo  circuló  una  pastoral  con  el  mismo  objeto, 
(10)  y  los  efectos  correspondieron  á  estas  invitaciones.  En  los  tiem- 
pos presentes,  en  que  los  corazones  están  cerrados  á  todo  movi- 
miento generoso;  en  que  en  las  mayores  necesidades  de  la  nación 
el  gobierno  no  encuentra  recursos  sino  comprándolos  con  enormes 
sacrificios,  y  en  que  se  pretende  descargar  sobre  el  clero  el  peso  de 
proveer  á  las  necesidades  del  Estado,  apenas  se  puede  creer  la  ge- 
nerosidad de  que  entonces  se  dio  prueba  por  las  corporaciones  y 

(8)  El  oficio  del  marqués  del  Real  Tesoro,  ñe  publicó  en  la  gaceta  de  19  de 
Octubre  núm.  115,  fol.  801.  Habla  principalmente  de  la  victoria  de  Bailen  y 
otros  sucesos,  y  del  entusiasmo  con  que  se  recibieron  en  la  Habana  estas  noti- 
cias, 

(9)  Gaceta  de  4  de  Octubre,  tomo  15,  núm.  106,  739. 

(10)  Gaceta  de  24  de  Setiembre,  tom.  15,  núm.  102,  fol  703, 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  267 


por  los  particulares,  tanto  en  la  capital  como  en  las  provincias,  con 
una  especie  de  emulación,  suscribiéndose  con  cisantiosos  donativos 
de  cuyas  listas  están  llenas  las  gacetas  de  aquella  época.  Distinguié- 
ronse especialmente  los  acaudalados  españoles,  tanto  del  comercio 
como  de  otros  giros.  [Tal  era  la  abundancia  que  en  el  país  habia, 
•  y  tal  el  interés  que  se  tenia  Ror  la  conservación  de  un  gobierno  an- 
tiguo y  respetado! 

Dictáronse  también  varias  providencias  para  ganar  el  favor  po- 
pular y  remover  los  motivos  de  descontento  que  habian  nacido  de 
algunas  disposiciones  del  gobierno  anterior.  Hiciéronse  algunas  re- 
formas benéficas  á  los  consumidores  en  el  abasto  de  carnes,  y  lo  que 
que  fué  de  mayor  consecuencia,  se  decretó  la  absoluta  cesación  de 
todos  los  efectos  de  la  real  cédula  de  26  de  Diciembre  de  1804,  ao- 
bre  enagenacion  de  fincas  y  amortización  de  capitales  piadosos: 
Iturrigaray,  desde  22  de  Julio  habia  mandado  suspender,  como  an- 
tes vimos,  las  enagenaciones  y  recaudaciones  forzosas,  pero  quedó 
vigente  en  cuanto  á  que  no  se  pudiesen  hacer  nuevas  imposicio- 
nes sino  en  la  caja  de  consolidación,  y  como  ningunas  se  hacian, 
Garibay  de  acuerdo  con  la  Audiencia  y  con  la  junta  de  amortiza- 
ción, resolvió  la  cesación  absoluta  de  aquella  real  cédula,  por  de- 
creto de  8  de  Octubre.  Lo  mismo  habia  hecho  en  España  la  junta 
de  Sevilla  por  su  decreto  de  4  de  Junio,  pues  allá  como  en  Amé- 
rica era  igualmente  odiosa  aquella  disposición,  que  en  una  y  otra 
parte  se  han  renovado  después  de  una  manera  mucho  más  des- 
tructora. 

Pero  ninguna  de  estas  medidas  era  bastante  para  contener  el  im- 
pulso dado  á  los  espíritus,  ni  para  volver  á  unir  los  ánimos  una  vez 
divididos.  La  prisión  de  Iturrigaray  habia  impedido  por  el  mo- 
mento la  revolución;  pero  el  germen  de  ésta  existia  y  continuaba 
desenvolviéndose  con  mayor  fuerza.  Pasada  la  primera  sorpresa, 
los  americanos  habian  vuelto  á  tomar  aliento,  y  como  en  los  parti- 
dos numerosos  no  es  posible  que  todos  se  conduzcan  con  pruden- 
cia, muchos  europeos,  sobre  todo  los  más  jóvenes,  con  el  orguMo  del 
triunfo  insultaban  á  los  del  partido  opuesto  en  los  cafés  y  en  las 
concurrencias,  de  lo  que  se  originaban  mil  lances  que  daban  á  co- 
nocer la  irritación  de  los  espiritusí  Uno  de  estos  ocurrió  en  el  úl^ 


^68  HISTORIA  DB  HÍXIOO. 

timo  dia  de  Octubre  en  el  célebre  Santuario  de  Guadalupe,  con 
motivo  de  una  solemne  misa  de  acción  de  gracias  que  hicieron  ce-' 
lebrar  los  voluntarios  que  hablan  conducido  á  Iturrigaray  á  Vera- 
cruz,  por  la  felicidad  de  la  expedición:  una  riña  casual  entre  un 
músico  y  un  cantor,  en  que  intervino  y  fué  herido  un  español  que 
quiso  poner  paz,  dio  motivo  á  que  el  abad,  ofendido  con  los  voluu; 
tarios  por  la  prisión  en  que  lo  habian  puesto,  informase  al  virrey 
que  aquellos  habian  excitado  una  gran  conmoción,  con  lo  que  Ga- 
ribay  irritado,  hizo  extender  un  oficio  al  consulado,  previniéndole 
agriamente  que  reprendiese  y  apercibiese  á  los  que  costeáronla  fun- 
ción, el  que  no  llegó  á  remitirse  por  haberse  desengañado  de  la 
exajeracion  del  informe  que  se  le  habia  hecho  por  el  abad.  (11) 
Volvieron  á  aparecer  los  pasquines,  y  una  mañana  se  vio  fijada  en 
la  puerta  de  la  catedral  una  proclama  que  resultó  ser  del  Lie,  D. 
Julián  Castillejo,  y  por  último,  se  hicieron  caer  en  la  misma  iglesia 
y  en  las  otras  de  mayor  concurso  en  los  dias  de  Semana  Santa  del 
año  siguiente,  multitud  de  cédulas  impresas,  invitando  al  pueblo  á 
la  independencia,  y  representando  de  la  manera  más  despreciable 
la  autoridad  de  la  junta  central.  £1  virrey  por  bando  que  publicó 
en  20  de  Mayo  de  1809,  ofreció  un  premio  de  2,000  pesos  al  que 
descubriera  quien  fuese  el  autor  de  estas  cédulas,  y  otro  tanto  al 
que  delatara  á  los  que  habian  hecho  en  el  busto  del  soberano  en 
la  moneda  que  circulaba,  señales  en  el  cuello  como  si  estuviese  de- 
gollado, y  otras  con  criminal  falta  de  respeto  á  la  majestad,  (12)  á 
cuyo  ofrecimiento  agregaron  otros  5,500  pesos  unos  particulares 
que  por  entonces  ocultaron  sijs  nombres,  pero  que  después  publi- 
có Cancelada  que  eran  cuatro  de  los  europeos  más  ricos  de  Zaca- 
tecas. (13) 

(11)  Martiñena  refiere  por  menor  todo  estesaceso  en  una  carta  que  inserta 
en  8U  cuaderno  fol.  67,  y  puede  verse  todo  lo  relativo  á  él,  en  el  fol.  75,  £1 
músico  de  la  pendencia  se  llamaba  Anaya,  y  era  pariente  de  los  Yillagranes 
de  Huichapan  que  tanto  papel  hicieron  después  en  la  revolución;  el  nombre 
del  cantor  era  Ordoñez. 

(12)  Gaceta  de  20  de  Mayo  de  1809,  tom.  16,  núm.  63,  fol  422.  Ya  antes 
se  habia  publicado  otra  providencia  sobre  pasquines,  anónimos,  etc.  Gaceta 
de  8  de  Octubre  de  1808,  tom.  15,  núm.  109,  fol.  791. 

(13)  Gaceta  de  10  de  Junio,  nim.  70^  fol.  H5.  Cancelada,  contestación  al 
virrey  Iturrigaray,  nota  al  fin,  fol.  126, 


fiíSTORIA  JXR  MÉXICO.  269* 


Nuevo  impulso  vinieron  á  dar  á  los  conatos  revolucionarios  los 
desgraciados  sucesos  ocurridos  en  España  á  fines  del  afio  1808. 
Retirados  como  arriba  se  ha  dicho,  los  franceses  á  la  ribera  iz- 
quierda del  Ebro,  los  ejércitos  que  se  habian  levantado  en  las  di- 
versas provincias  de  EspaQa  marcharon  en  su  seguimiento  j  fue- 
ron ocupando  una  línea  muy  extensa,  hacia  la  margen  derecha  del 
mismo  rio.  Creyéndose  bastantes  fuertes,  emprendieron  moverse 
contra  el  enemigo,  el  cual  se  mantuvo  sobre  la  defensiva  hasta  que 
entró  en  España  Napoleón  con  un  poderoso  ejército,  que  dividido 
en  diversos  cuerpos  mandados  por  los  generales  de  mayor  nom- 
bradia,  arrolló  todo  lo  que  se  le  presentó,  y  habiendo  batido  las 
fuerzas  españolas  en  Espinosa  y  on  la  acción  decisiva  de  Tudela, 
pasó  el  puerto  de  Somosierra  y  se  presentó  delante  de  Madrid,  que 
después  de  una  corta  resistencia  se  entregó  por  capitulación  al  ven- 
cedor. La  junta  central  se  retiró  á  Sevilla,  en  donde  tampoco  hu- 
biera podido  sostenerse,  si  los  nuevos  cuidados  que  suscitaron  á 
Napoloen  en  el  Norte  de  Europa  la  guerra  inesperadamente  decla- 
rada por  el  Austria  y  la  política  dudosa  de  la  Rusia,  no  le  hubie- 
ran obligado  á  dejar  con  precipitación  la  España,  sacando  de  ella 
una  gran  parte  de  sus  tropas,  sin  intentar  por  entonces  la  invasión 
de  las  Andalucías,  habiéndose  contentado  con  destruir  el  ejército 
inglés  que  habia  penetrado  hasta  Castilla,  y  cuyos  restos  á  duras 
penas  pudieron  embarcarse  en  la  Coruña.  Esta  oportuna  retirada 
de  Napoleón  dio  lugar  á  que  con  los  grandes  auxilios  que  la  junta 
central  recibió  de  América,  los  ejércitos  españoles  se  rehiciesen  y 
con  el  apoyo  del  ejército  inglés  de  Portugal,  obtuvieron  ventajas 
muy  importantes  en  el  curso  del  año  de  1809,  habiéndose  aproxi- 
mado á  Madrid  de  cuya  capital  hubieran  logrado  apoderarse,  si  hu- 
biesen seguido  en  sus  movimientos  un  plan  mejor  conbinado  y  hu- 
biesen obrado  con  más  acuerdo  con  las  tropas  inglesas,  las  que  en 
vez  de  seguir  unidas  con  las  españolas  después  de  la  sangrienta 
batalla  de  Talavera,  conservaron  sus  posiciones,  y  de  éstas  retro  - 
cedieron  en  seguida  á  Portugal. 

En  la  situación  apurada  en  que  las  cosas  se  hallaban  desde  la 
retirada  de  la  junta  central  de  Sevilla;  empeñada  la  nación  espa- 
ñola en  una  lucha  que  sostenía  con  .  más  heroísmo  que  fortuna  y 


270  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

cuyo  éxito  parecía  á  la  sazón  si  no  desesperado  por  lo  menos  muy 
dudoso;  aquella  junta  trató  de  asegurar  la  unión  de  las  provincias 
de  ultramar,  dándoles  parte  en  el  gobierno  supremo.  Con  este  fin 
expidió  el  decreto  de  22  de  Enero  de  1809,  por  el  que  reconociendo 
ttque  los  vastos  y  preciosos  dominios  de  Indias  eran  una  parte  esen- 
cial é  integrante  de  la  monarquía,  para  corresponder  á  la  heroica 
lealtad  y  patriotismo  do  que  acababan  de  dar  tan  distinguidas  prue- 
bas, en  las  circunstancias  más  críticas  en  que  se  habia  visto  nación 
alguna,  II  declaró,  que  debían  tener  representación  nacional  é  inme- 
diata á  la  real  persona  y  constituir  parte  déla  junta  central  guber- 
nativa del  reino,  por  medio  de  sus  correspondientes  diputados,  á 
cuyo  fin  habia  de  ser  nombrado  uno  por  cada  uno  de  los  virreina- 
tos de  México,  Perú,  Nueva  Granada  y  Buenos  Ayres,  y  por  las 
capitanías  generales  independientes  de  la  Isla  de  Cuba,  Puerto 
Rico,  Guatemala,  Chile,  Venezuela  y  Filipinas.  El  modo  de  elec- 
ción que  se  previno  fué,  que  en  las  capitales  de  las  provincias,  in- 
clusas para  este  fin  en  Nueva  España  las  internas,  el  Ayuntamiento 
de  cada  una  de  ellas  eligiese  tres  individuos  de  los  cuales  se  sor- 
tease uno,  y  el  virrey  con  el  real  Acuerdo  debería  escojer  tres  entre 
los  sorteados  en  las  provincias,  para  sacar  por  suerte  entre  estos  el 
que  había  de  ser  miembro  de  la  junta  central.  (14) 

Por  decreto  de  22  de  Mayo,  la  misma  junta  dispuso  que  se  res- 
tableciese la  antigua  representación  legal  y  conocida  de  la  monar- 
quía, convocando  las  Cortes  para  el  año  siguiente  ó  antes  si  se  pu- 
diesen reunir,  y  entre  los  puntos  de  que  debía  ocuparse  la  comi- 
sión que  se  nombró  para  preparar  los  trabajos  de  aquellas,  se  con- 
taba el  de  proponer  la  parte  que  las  Américas  debían  tener  en 
aquel^  congreso.  (15)  Aunque  este  decreto  por  entonces  no  tu- 
vo resultado  ninguno,  pues  haciendo  la  central  contra  sus  inclina- 
ciones esta  concesión  á  la  opmion  que  se  había  formado  en 
las  publicaciones  que  empezaron  á  salir,  no  se  apresuró  en  los 
trabajos  preparatorios  necesarios  para  que  la  reunión  de  laa 

(14)  Toreno.  Suplemento  al  lib.  8?,  tom.  3",  fol.  307,  y  gaceta  de  México 
de  15  de  Abril  de  1809,  tora.  16,  núm.  49,  fol.  326, 

f  15)  Toreno  ha  dado  todos  los  pormenores  de  las  discusiones  que  hubo  en 
la  junta  central  sobre  la  convocación  de  Cortes.  El  decreto  citado  se  halla  en 
el  apénd.  á  su  lib.  8?,  tom.  3?,  fol.  319. 


HISTORIA  DE  MÉXlCÓ.  27l 


^^^^^^^^ 


Cortes  tuviese  efecto;  pero  este  sin  embargo  fué  el  principio  de  las 
alteraciones -que  más  adelante  se  hicieron  en  la  constitución  de  la 
monarquía,  y  en  el  sistema  de  gobierno  de  sus  posesiones  ultra- 
marinas. Hizose  desde  entonces  una  muy  esencial,  porque  habien- 
do dispuesto  la  junta  central  el  restablecimiento  de  los  consejos 
cuyos  individuos  hablan  salido  de  Madrid,  se  reunieron  estos  en 
uno  solo  que  se  llamó  consejo  supremo  de  España  é  Indias,  (16) 
con  lo  que  desapareció  la  entera  independencia  de  la  adminis- 
tración de  estas  últimas,  que  con  tauto  empeño  se  habia  estableci- 
do en  su  código  particular. ' 

El  virrey  Garibay  hizo  conocer  por  ima  proclama  los  desastres 
sufridos  por  las  armas  españolas,  disminuyéndolos  en  cuanto  era 
posible,  y  excitando  á  contribuir  para  repararlos  con  los  oportunos 
auxilios  de  dinero.  Cuál  fuese  la  disposición  en  que  el  gobierno 
quería  que  los  habitantes  de  Nueva  España  esperasen  el  resultado 
de  la  guerra  de  la  metrópoli,  se  ve  por  la  contestación  que  el  gober- 
nador de  la  parcialidad  de  indios  de  San  Juan  dio  al  virrey  con 
motivo  de  esta  proclama,  dictada  sin  duda  por  el  asesor  del  juzga- 
do de  naturales,  que  era  el  oidor  Aguirre.  nAun  cuando  no  hubie- 
se en  España,  dice  (17),  más  que  un  pueblo  libre  de  los  enemigos, 
donde  residiese  aquel  cuerpo  nacional  (la  junta  central),  á  éste  se 
debe  reconocer  como  lugarteniente  de  S.  M.,  y  no  pueden  (los  in- 
dios) tener  otro  rey  que  el  inmediato  sucesor  de  la  casa  de  Borbon, 
á  quien  donde  quiera  que  se  hallare,  debe  reconocérsele  como  due- 
flo  de  estos  vastos  dominios,  como  su  padre,  su  soberano  y  su  le- 
gítimo señor,  n  Pero  el  espíritu  público  habia  cambiado  demasiado 
para  poder  dar  lugar  á  estos  sentimientos:  la  independencia  se  pre-" 
sentaba  á  la  imaginación  de  los  mexicanos  como  un  campo  de  flo- 
res sin  riesgo  de  encontrar  ninguna  espina:  no  deteniéndose  á  pen- 
sar en  el  sistema  que  habia  de  adoptarse,  y  sin  temer  tampoco  las 
difíciiltades  que  presentaba  el  establecimiento  de  un  gobierno,  no 
veian  delante  de  sí  más  que  empleos,  honores  y  riquezas,  exclusiva- 

(16)  Aunque  este  decreto  se  dio  en  3  de  Marzo  de  1809,  no  se  cumplió  has- 
ta 26  de  Junio  del  mismo  año.  Toreno.  Tom.  3?,  fol.  226. 

(17)  La  proclama  de  Oaribay  se  publico  en  la  gaceta  de  29  de  Abril  de  1809 
tom.  16,  núrn.  55,  fol.  395.  La  contestación  de  D.  Francisco  Antonio  Galicia, 
gobernador  de  S.  Juan,  en  la  de  17  de  Mayo,  núm.  62,  f.  415. 


272  HISTORIA  DS  M¿XICO. 

mente  para  la  raza  española^  y  como  el  único  obstáculo  que  impe- 
dia el  disfrutar  de  estas  ventajas,  era  la  resistencia  que  la  Espafla 
seguia  haciendo  á  los  franceses,  deseaban  su  completa  subyugación, 
aplaudían  y  exageraban  los  reveses  de  las  armas  españolas^  y  se 
burlaban  de  las  ventajas  que  éstas  obtenian.  Este  espíritu  se  había 
extendido  en  las  provincias,  en  especial  en  la  de  Guadalajara,  como 
se  ve  por  la  proclama  que  en  15  de  Mayo  publicó  el  presidente  de 
aquella  Audiencia  D.  Eoque  Abarca  (18),  previniendo  á  aquellos 
habitantes  contra  la  seducción  que  atribuía  á  emisarios  de  Napo- 
león que  no  había,  ni  tampoco  seducción  alguna  que  temer  en  favor 
de  aquel. 

Fué,  pues,  necesario  ocurrir  á  medidas  de  severidad,  para  lo  que 
se  estableció  en  Junio  de  1809  una  junta  consultiva  compuesta  de 
tres  oidores,  corriendo  por  este  conducto  todas  las  causas  de  infi- 
dencia, cuyo  conocimiento  se  quitó  á  la  sala  del  crimen,  terminán- 
dolas el  gobierno  con  acuerdo  de  la  misma  junta.  Hiciéronse  al- 
gunas prisiones  y  varios  individuos  fueron  despachados  á  España, 
sin  que  se  procediese  á  imponer  otro  castigo  más  severo.  Sí  se  hu- 
biese de  dar  crédito  á  las  declamaciones  á  que  dio  motivo  el  esta- 
blecimiento de  esta  junta  y  sus  procedimientos,  las  cárceles  estaban 
llenas  de  hombres  inocentes  arbitrariamente  detenidos,  y  multitud 
de  familias  tenían  que  llorar  la  ausencia  del  esposo,  del  padre  ó 
del  hijo  enviados  á  España  por  meras  presunciones;  pero  en  reali- 
dad fueron  muy  pocas  las  personan  que  se  encontraron  en  este  caso, 
y  aunque  he  procurado  indagar  los  hechos  positivos  en  que  aque- 
llas declaraciones  se  fundan,  no  encuentro  nominalmente  designa- 
dos  más  que  al  padre  franciscano  Sugasti,  remitido  directamente  á 
Veracruz  de  las  provincias  del  interior,  á  D.  José  Luís  Alconedo, 
platero,  que  se  decía  estar  haciendo  la  corona  con  que  se  había  de 
coronar  á  Iturrígaray,  el  escribano  Peimbert,  D.  Antonio  Calleja 
(alias)  Zambrano,  el  cura  Palacios,  Acuña  y  Castillejos  (19),  todos 
acusados  y  muchos  convencidos  de  ser  autores  de  papeles  ó  maqui- 
naciones sediciosas.  Estos  actos  de  severidad  bastaron  para  solapar 

(18)  Gaceta  de  3  de  Junio,  Dúm.  68,  fol.  464. 

(19)  Yéase  Bustam.  continuacioD  de  loa  tres  siglos,  fol.  253,  y  Mart.  &1. 81. 
He  reunido  aqui  todas  las  personas  que  ellos  citan,  pues  hay  discordancia, 
pero  de  las  que  uno  y  otro  señalan,  no  resultan  mas  que  las  dichas. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  273 


por  entonces  el  espíritu  de  revolución  que  habia  vuelto  á  asomar, 
pero  no  obstante  ellos,  las  ideas  de  independencia  se  propagaron 
rápidamente,  y  los  hombres  reflexivos  veian  prepararse  grandes 
alteraciones,  que  solo  podian  precaverse  por  medidas  eficaces  y  ex*- 
¿raordinarias.  Con  este  motivo  D.  Manuel  Abad  y  Queipo,  que  go- 
bernaba el  obispado  de  Michoacan  en  calidad  de  vicario  capitular 
hizo  á  la  Audiencia  como  directora  de  todas  las  operaciones  dd. 
virrey,  en  16  de  Marzo  de  1809(20),  una  representación  en  que  sin 
atreverse  á  indicar  los  peligros  interiores  que  eran  su  verdadero 
motivó,  sino  insistiendo  solo  en  el  riesgoque  podia  correrse  de  una 
invasión  francesa,  manifestó  la  insuficiencia  de  las  medidas  dicta- 
das para  la  defensa  del  país,  reducidas  á  empadronar  á  toda  la  cas- 
ta española,  de  la  que  debían  formarse  los  cuerpos  del  ejército  y 
milicias,  aumentando  cada  compaflía  con  diez  hombres,  y  demostró 
al  mismo  tiempo  la  necesidad  de  volver  á  reunir  los  regimiefntos 
provinciales,  que  dispersos  en  las  provincias  habían  sufrido  una 
gran  baja,  y  de  aumentar  el  ejército  á  cuarenta  mil  hombres,  ad* 
mitiendo  para  formarlo  á  las  castas  tributarias,  declarando  libre  de 
esta  pensión  á  todo  el  que  sirviese  en  las  armas  por  más  de  cuatro 
años,  y  distribuyendo  estas  fuerzas  en  dos  cantones,  uno  de  vein- 
ticinco mil  hombres  en  San  Luis  Potosí,  y  otro  de  quince  mil  en  la 
provincia  de  Puebla,  proveyéndose  en  Jamaica  y  en  los  Estados 
Unidos  de  municiones  y  pertrechos  de  guen*a;  pero  estos  pruden- 
tes consejos  no  fueron  escuchados,  y  se  dejó  crecer  el  mal,  sin  co- 
nocer acaso  toda  su  gravedad. 

Entre  los  acontecimientos  que  más  llamaron  la  atención  durante 
el  gobierno  de  D.  Pedro  Garibay,  fué  uno  de  los  más  ruidosos  la 
aprehensión  del  general  francés  Octaviano  Dalvimar.  Se  presen- 
tó este  en  el  pueblo  de  Nacodoches  en  la  frontera  de  Texas,  el  dia 
6  de  Agosto  de  do  1808,  gobernando  todavía  Iturrigaray,  y  habién- 
dosele exigido  pasaporte  por  el  oficial  del  destacamento  que  allí 
habia,  lo  extrañó  mucho,  porque  según  dijo  tenia  órdenes  de  Na- 
poleón para  pasar  á  México  á  las  del  marqués  de  San  Simón,  que 
suponía  hallarse  de  virrey.  El  que  presentó  habia  sido  expedido  en 

(20)  Se  imprimió  con  las  demás  obras  suyas,  y  ]a  reimprimió  Mora  en  Pa- 
rís, tom.  1?  de  sus  obras.  Escritos  de  Abad  y  Q,ueipo,  fol.  119. 

TOMO.  I — 35 


274  HISTORIA   DE   MáxICO. 


Burdeos  en  25  de  Noviembre  de  1807,  para  pasar  á  los  Estados- 
Unidos.  Conducido  á  Mondo  va,  se  obligó  por  escrito  bajo  su  pa- 
labra de  honor,  á  permanecer  allí  como  prisionero,  no  obstante  lo 
cual  se  fugó,  y  habiendo  salido  á  su  alcance  un  piquete  de  tropa, 
intentó  defenderse  y  fué  reaprehendido.  £1  comandante  general  de 
Provincias  internas  dio  parte  al  virrey  de  todo  lo  ocurrido,  y  gober- 
nando ya  Garibay  con  el  real  Acuerdo,  éste  opiné  que  Dalvimar 
fuese  conducido  al  castillo  de  Perote  como  prisionero  de  guerra,  si 
el  examen  de  sus  papeles  no  daba  motivo  para  otra  providencia. 
De  ellos  no  resultó  otra  cosa,  sino  que  vino  á  Santo  Domingo  con 
la  expedición  del  general  Le  Clerc,  cuñado  de  N9,poleon,  de  quien 
pretendía  ser  pariente;  que  en  el  año  de  1802  estuvo  en  Caracas  y 
otros  puntos  de  la  Costa  firme  en  busca  de  auxilios  para  aquel 
ejército,  con  cuyc  motivo  residió  también  en  la  Habana;  pero  en  el 
caso  presente  no  apareció  que  tuviese  instrucciones,  ni  objeto  es- 
pecial en  su  viaje,  y  todo  iudicaba  que  era  una  especie  de  aventu- 
rero que  habia  venidí)  a  aprovechar  de  las  circuns''ancias.  Trasla- 
dado al  castillo  de  San  Juan  de  Ulúa,  se  le  quitó  allí  el  dinero  y 
alhajas  que  tenia  y  so  le.  remitió  á  España  en  un  buque  iuglés,  con 
lo  que  no  pudo  tener  efecto  la  orden  que  de  allí  vino  para  que  se 
le  juzgase  como  espía.  Volvió  después  de  hecha  la  iodependenciia, 
haciendo  reclamos  de  grandes  sumas  por  las  que  se  le  habían  qui- 
tado en  San  Juan  de  Ulúa,  y  con  pretensiones  de  ser  empleado  en 
altos  grados  en  el  ejército,  que  no  fueron  atendidas  ni  aun  por 
Iturbide,  tan  propenso  á  emplear  á  todos  los  aventureros  que  se  le 
presentaban.  (21) 

£ran  reiteradas  las  prevenciones  que  el  gobierno  de  México  re- 
cibía del  de  España,  para  estar  en  vigilancia  contra  los  emisarjlos 
de  Napoleón.  De  estos  fué  aprehendido  y  ahorcado  en  la  Habana 
un  joven  mexicano  llamado  José  Alemán^  que  habiendo  ido  á  Es- 
paña ¿  pretensiones  de  empleo,  creyó  aventajar  su  suerte  admitieu- 

(21)  Todafl  las  noticias  relativas  á  Dalvimar,  las  he  tomado  del  suplemen- 
to á  los  tres  siglos  de  D.  Carlos  Bust.  tom.  3*,  fol.  259  á  261,  quien  las  Kacó 
de  los  papeles  de  la  secretaría  del  virreirtato  y  merecen  por  lo  mismo  entera 
confianza.  Lo  que  se  le  quito  en  S.  Juan  de  Ulúa,  fueron  2941uÍ8es  dobles, 
que  valían  2940  ps.,  y  un  cofrecillo  de  alhajas,  con  algunas  armas  curiosas 
que  se  le  cojieron  en  iVTonclovn,  todo  lo  que  em  el  motivo  de  las  reclamacio- 
nes. 


mSTOTlIA  BE  MÉXICO.  275 


^^^^^^^^^^^^^^ 


do  la  comisión  que  para  México  le  (lió  el  ministro  Azaüza,  cuyas 
instrucciones  6  impresos  que  las  acompañaban  se  encontraron  en 
el  doble  fondo  de  un  baúl,  al  visitar  su  equipaje  en  la  aduana  de 
aquel  puerto.  (22)  Dictáronse  providencias  de  vigilancia  sobre  los 
pocos  franceses  residentes  en  el  país^  á  quienes  se  mandó  presen- 
tarse á  las  autoridades,  y  habiendo  corrido  la  voz  que  estaba  oculto 
en  México  el  general  Moreau,  fué  preso  un  pobre  sastre  que  se  di- 
jo se  le  parecia  y  que  se  puso  en  espectáculo  en  la  cárcel  de  corte  á 
donde  muchos  fueron  á  examinar  su  fisonomía,  comparándola  con 
los  retratos  de  aquel  célebre  guerrero.  Ignoro  qué  suerte  corrió 
este  desgraciado.  (23) 

La  junta  central  temia  otro  género  de  arterias  de  Napoleón,  y 
habiendo  llegado  á  recelar  que  aquel  intentaba  mandar  á  México 
aV  rey  Garios  IV,  para  que  reinando  en  esta  parte  de  los  dominios 
españoles  introdujose  una  división  en  la  monarquía,  hizo-  al  virrey 
las  prevenciones  que  creyó  necesarias,  para  que  si  el  anciano  rey  se 
presentase  en  las  costas  y  puertos  de  Nueva  España,  ne  le  prohi- 
biese  desembarcar,  y  si  lo  hiciese,  se  le  arestase.  Garibay,  oído  el 
voto  del  Acuerdo,  circuló  las  órdenes  convenientes,  y  habiendo  pro- 
puesto el  gobernador  de  Veracruz  algunas  dudas  sbre  su  cumpli- 
miento, con  consulta  del  mismo  Acuerdo  se  le  resolvieron.  (24) 

Llegó  a  Veracruz  en  13  de  Marzo  de  1809,  el  bergantín  de  gue- 
rra inglés  Sapho,  conduciendo  pliegos  de  la  infanta  D*  Carlota  Joa- 
quina, hermana  de  Fernando  VII,  residente  en  Rio  Janeiro,  dirigi- 
dos á  las  audiencias,  gobernadores  y  Ayuntamientos  de  Nueva  Es- 
paña, pretendiendo  se  admitiese  en  calidad  de  regente  y  lugar  te- 
niente del  reino  á  su  hijo  el  infante  Don  Pedro.  El  virrey  y  acuerdo, 
creyendo  de  mucha  importancia  y  de  grave  riesgo  en  las  circuns- 
tancias estas  comunicaciones,  las  reservaron  hasta  de  los  emplea- 
dos en  la  audiencia,  y  más  adelante  se  contestó  á  la  infanta  en  tér- 
minos de  mera  cortesía.  (25)  La  misma  pretensión  tuvo  en  las  Cor- 

(22)  Era  hijo  de  D.  José  Alemán,  dueño  de  la  botica  de  la  primera  calle  de 
Plateros.  El  padre  murió  de  pesar  y  vergüenza,  por  la  muerte  ignominiosa 
del  hijo. 

(23)  Bastara.,  obra  citada,  fol.  261. 

(21)  Bastara.,  obra  citada,  fol.  261,  todo  sacado  de  las  constancias  áelmn^ 
cretarla  del  virreinato. 
(25)  Bastam.,  idem  el  mismo  folio. 


2>76  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

tes  de  España  y  en  la^  provincias  de  la  América  del  Sur,  en  las  que 
sus  manejos  dieron  lugar  á  serias  inquietudes. 

Aunque  la  representación  de  Abad  y  Queipo  no  fué  atendida 
como  debía,  Garibay  creyó' sin  embargo  oportuno  proveerse  como 
enella  se  proponia,  de  algún  armamento  y  pertrechos,  con  cuyo  fin 
y  aprovechando  la  buena  disposición  de  las  autoridades  inglesas, 
mandó  á  Jamaica  al  teniente  coronel  de  artillería  D.  Julián  Busta- 
mante,  quien  condujo  á  Veracruz  cerca  de  ocho  mil  fusiles  en  la 
fragata  («Franchise:  medio  de  hacerse  de  armas  mucho  más  con- 
veniente  y  económico,  que  el  de  las  contratas  que  se  ha  seguido 
después  de  la  independencia,  y  que  ha  sido  tan  ruinoso  para  el 
erario  como  productivo  para  las  manos  que  han  andado  en  estos  ne- 
gocios.  (26)  Se  había  comenzado  á  construir  por  este  mismo  tiempo 
los  cien  cafiiones  de  artillería  de  campaña  que  para  la  defensa  del 
reino  ofreció  á  Iturrigaray  el  tribunal  de  minería,  cuyo  costo  aseen 
dio  á  trescientos  mil  pesos,  corriendo  la  ejecución  á  cargo  del  cé- 
lebre artista  D.  Manuel  Tolsa,  el  mismo  que  fundió  la  estatua 
ecuestre  de  Carlos  IV.  Estos  cañones  tuvieron  más  adelante  un 
uso  muy  diverso  del  que  se  proponían  los  que  los  ofrecieron  á  Itu- 
rrigaray. (27)  ¡Así  sucede  muy  frecuentemente  en  las  cosas  huma- 
nas! 

Yermo  y  los  españoles  que  hicieron  virrey  á  Garibay,  no  habían 
considerado  nunca  esta  medida  sino  como  cosa  meramente  provi- 
sional é  hija  de  las  circunstancias,  y  habían  recomendado  al  gobier- 
no de  España,  que  ji  quería  asegurar  la  tranquilidad  de  México, 
mandase  sin  demora  un  virrey  de  energía  y  resolución,  apoyado  en 
una  fuerza  de  cuatro  ó  seis  mil  hombres  de  tropas  penisulares.  Ha- 
blan reiterado  estas  instantes  recomendaciones  á  vista  de  la  mar- 
día  vacilante  de  Garibay,  quien  débil  por  la  edad,  incierto  por  los 
diversos  y  contrarios  consejos  que  recibía,  llegó  á  desconfiar  de  los 

(26)  BuBtam.,  saplemento  ú,  los  tres  siglos,  tom.  3"?,  fol.  2«?1. 

(27)  Como  en  otra  parte  se  dijo,  era  administrador  general  de  minería  el 
marqués  de  Rayas,  y  D.  Ignacio  Obregon  eia  diputado  del  mismo  cuerpo,  am- 
bos de  la  intima  confianza  de  Iturrigaray.  Muy  lejos  estaban  de  pensar  amb^s, 
cuando  ofrecieron  en  nombre  de  los  mineros  estos  cafíones,  que  ellos  habían 
de  servir  contra  los  independientes.  El  taller  de  ToUa  en  que  ee  hicieron  es- 
tos cañones  y  la  estatua  ecuestre,  estaba  detras  del  colegio  de  S.  Gregorio,  en 
donde  todavía  de  ven  restos  de  los  hornos  en  que  se  fundieron. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  277 

mismos  que  le  habían  puesto  en  el  mando,  y  en  la  noche  del  30  de 
Octubre  de  1808,  se  puso  en  defensa  dentro  del  palacio,   persua- 
dido que  iba  á  ser  depuesto  como  su  antecesor.  Por  el  partido  con- 
trario se  informaba  á  la  junta  central,  que  el  descontento  que  se 
manifestaba,  y  los  síntomas  de  revolución  que  aparecían,  no  tenian 
otro  principio  que  el  disgusto  que  causaba  á  los  mexicanos  el  ver 
el  gobierno  en  manos  de  la  facción  que  había  hecho  dudar  de  su 
fidelidad,  y  había  irritado  los  odios  casi  amortiguados  con  la  pri- 
sión de  Iturrigaray  y  de  otras  muchas  personas  estimadas  en  el 
país.  Dudosa  lá  junta  por  estos  informes  contradictorios,  no  llegó 
á  confirmar  á  Gafibay  en  el  virreinato  y  creyó  salvar  todas  las  di- 
ficultades confiriéndolo  al  arzobispo  D.  Francisco  Javier  de  Lizana  y 
Beaumont,  de  cuya  acendrada  fidelidad  no  podía  dudarse  y  que  era 
generalmente  respetado  por  sus  virtudes.  Garibay  entregó  el  man- 
do el  19  de  Julio  de  1809,  y  al  cabo  de  diez  meses  de  un  brillo  T)a- 
sajero,  volvió  á  su  antigua  oscuridad  tan  pobre  como  do  ella  salió, 
y  para  poderse  sostener  con  el  decoro  correspondiente  al  empleo 
que  acababa  de  ejercer,  fué  menester  que  Yermo  y  sus  amigos  le 
auxiliasen  con  una  asignación  de  500  pesos  mensuales.  Después  se 
le  dio  el  empleo  de  teniente  general  y  la  gran  cruz  de  Carlos  III', 
con  una  pensión  de  10,000  pesos  anuales,  que  se  disfrutó  hasta  su 
muerte  acaecida  poco  tiempo  después.    Su  engrandecimiento  no 
cambió  su  género  de  vida  modesto  y  retirado:  su  única  distracción 
mientras  estuvo  en  el  virreinato  y  después  de  su  salida,  era  pasar 
las  tardes  en  una  reja  del  convento  de  la  Encarnación,  en  conver- 
sación con  una  hija  que  allí  tenia  monja.  En  su  gobierno,  como  su- 
cede  á  todos  los  que  mandan  en  tiempos  de  partidos  sin  tener  la 
energía  y  poder  necesarios  para  dominarlos,  no  contentó  á  ningu- 
no. Los  americanos  lo  acusaron  de  no  haber  sido  mas  que  un  ins- 
trumento de  persecución  puesto  en  manos  de  sus  enemigos  los  es- 
pañolea: éstos  no  quedaron  satisfechos  del  que  había  sido  elevado 
al  poder  por  su  obra,  porque  no  hizo  todo  lo  que  era  necesario  en 
su  concepto,  para  dar  seguridad  al  dominio  español  en  este  país,  y 
afirmar  la  revolución  que  tuvo  este  objeto. 

Frecuentes  habían  sido  los  ejemplares  de  haberse  encargado  el 
virreinato  si  los  arzobispos  de  México;  que  lo  habían  desempeñado 


278  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


con  acierto;  pero  en  las  difíciles  circustancias  en  que  se  le  confirió 
al  Sr.  Lízana,  no  era  de  esperar  un  buen  resultado  de  tal  medida, 
atendido  el  estado  cdmplicado  de  las  cosas  y  el  carácter  personal 
de  aquel  prelado.  (28)   En  la  proclama  que  publicó  dándose  á  re- 
conocer con  la  nueva  autoridad  de  que  liabia  sido  revestido,  mani- 
festó las  miras  de  benignidad  y  conciliación  con  que  se  proponía 
ejercerla,  no  habiéndola  admitido  por  otra  razón,  que  por  no  rehu- 
sarse á  servir  en  lo  que  el  gobierno  lo  creia  útil  en  las  penosas  cir- 
cunstancias en  que  se  hallaba  la  nación,  pues  débil,  anciano  y  en~ 
fermOy  no  bastaba  ni  aun  á  soportar  el  peso  de  la  mitra,  que  habia. 
estado  inclinado  á  renunciar.    Todas  estas  frases,  que  han  venido 
á  ser  puramente  de  estilo  y  que  han  perdido  toda  su  fuerza  y  todo 
derecho  á  ser  creídas  á  fuerza  de  prodigarse,  eran  ciertas  y  since- 
ras en  aquel  virtuoso  prelado,  quien  para  dar  ejemplo  del  dedpren^ 
dimiento  á  que  excitaba  en  la  misma  proclama,  cedió  para  la  gue- 
rra de  Espafia  el  sueldo  que  coifto  virrey  debia  disfrutar,  asi  coma 
antes  había  cedido  para  el  mismo  objeto  todos  los  sobrantes  de  su 
renta  episcopal. 

Para  dedicarse  enteramente  á  los  negocios  del  virreinato,  el  ar- 
zobispo encargó  el  gobierno  de  la  mitra  á  su  primo  el  inquisidor 
Alíáro,  el  cual  no  se  limitaba  á  la  dirección  de  los  asuntos  edesiáS' 
ticos,  sino  q^e  también  intervenia  en  todos  los  del  gobierno  políti* 
co,  y  muy  poco  dispuesto  á  dividir  su  poder  con  nadie,  alejó  entera- 
mente el  de  los  oidores  que  habían  predominado  en  el  virrey  ante- 
rior. Aprovecháronse  de  la  debilidad  de  carácter  del  Arzobispo  y 
del  estado  de  enfermedad  en  que  se  hallaba,  que  frecuentemente 
le  obligaba  á  hacer  el  despacho  en  la  cama,  muchas  personas  in- 
fluentes del  partido  americano,  en  especial  D.  Manuel  de  la  Bodega, 
que  habiendo  estado  privadp  de  la  toga  por  algunos  años  por  haber- 
se casado  sin  licencia  del  rey  (29),  había  sido  repuesto  en  ella  por 

(28)  D.  Carlos  Biistamante  lo  elogia  diciendo  (Sup.  fi  los  Tres  siglos,  foL 
244,)  que  era  "tan  candoroso  como  un  niño."  jCiué  calidad  para  gobernar  en 
las  circunstancias  en  que  tomaba  el  mando! 

(29)  D.  Manuel  de  la  Bodega  y  Mallioedo  fué  privado  de  la  toga  por  haber- 
se casado  con  Dofia  Soledad  Mrldonado  de  Puebla.  Era  natural  del  Perü,  y 
entre  las  comisiones  importantes  que  desempeño  niendo  oidor,  fué  una  la  de 
formar  la  causa  del  asesinato  ruidoso  del  gobernador  de  Yucatán  D.  Lrtcasde 
Galreí,  para  lo  que  pasó  á  aquella  península.  Su  reposición  e»  verifico  en  19 

S'Abril  de  1809. 


HISTOBIA   DE   MÉXICO.  279 

este  tiempo  por  influjo  del  oidor  Aguirre,  y  volvió  desde  entonces 
á  figurar  en  el  teatro  político,  en  el  que  lo  veremos  continuar  ha- 
ciendo distinguido  papel.  Por  efecto  de  todas  estas,  influencias  el 
arzobispo,  que  habia  propendido  á  la  convocación  de  un  congreso 
nacional;  que  arredrado  por  las  dificultades  que  su  sola  composición 
presentaba,  habia  vuelto  atrás  y  se  habia  declarado  por  el  extremo 
opuesto;  que  habia  estado  de  acuerdo  con  el  partido  que  se  declaró 
contra  Iturrigaray,  á  cuya  prisión  y  deposición  contribuyó,  aunque 
obrando  con  tal  pusilanimidad,  que  en  el  acto  de  hacerla  mandó 
cerrar  las  puertas  de  su  palacio,  las  visitó  cuidadosamente,  dejó  en 
guarda  de  ellas  gente  de  su  confianza,  y  haciendo  celebrar  misa  á 
la  media  noche,  recibió  la  sagrada  comunión  como  viático;  ahora 
por  un  nuevo  cambio  de  principios,  se  declaró  contra  el  partido  que  , 
antes  siguió,  manifestó  según  so  asegura  su  error  y  an^epentimien-'^ 
to,  y  comenzó  á  perseguir  á  los  que  eran  el  .único  apoyo  de  la  do- 
minación española  en  México,  para  entregarse  en  manes  de  los  que 
querían  destruirla.  Este  cambio  de  principios  del  arzobispo  virrey 
en  tan  delicadas  circunstancias,  dio  el  mayor  impulso  á  la  revolución,  . 
pues  de  él  se  aprovecharon  diestramente  los  que  la  promovían  pa-^ 
ra  hacerle  desconocer  el  peligro,  y  le  indujeron  á  dictar  las  provi- 
dencias quo  más  directamente  conducian  á  sus  fines. 

No  por  esto  se  entibiaba  el  empeño  del  arzobispo  en  socorrer  con 
caudales  á  la  España.  Pocos  dias  después  de  haber  tomado  posesión 
del  virreinato,  llegó  á  México  el  comisionado  inglés  Cockrane  (30), 
enviado  por  su  gobierno  para  llevar  fondos,  y  fué  recibido  y  tratado 
con  más  consideración  que  si  fuese  ministro  plenipotenciario,  visi- 
tándole las  autoridades,  algunas  corporaciones,  entre  ellas  el  consu- 
ld.do,  y  muchas  personas  de  distinciou.  L43  cuantiosas  remesas  he- 
chas durante  el  gobierno  de  Garibay,  hablan  agotado  los  fondos 
existentes  en  la  tesorería,  y  no  quedando  ningunos  que  mandar  é 
instando  Cockrane  por  el  pronto  despacho  de  la  fi^agafa  de  guerra 
en  que  habia  vejiido,  el  arzobispo  se  dirigió  á  algunos  cuerpos  y 

(30)  Cockrane  llego  á  México  el  26  de  Jalio.  Véanse  las  gacetas  de  aqiiol 
tiempo  sobre  las  atenciones  que  se  le  tuvieron.  A  su  paso  por  Puebla,  halMen- 
do  manifestado  deseo  detener  dos  de  los  mejores  cuadros  de  la  vida  de  la  %it' 
gen,  de  Murillo,  que  está  en  el  convento  del  Carmen,  se  le  regalaron  inmedia* 
t  fomente. 


280  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


particulares  para  que  hiciesen  un  préstamo  ó  adelanto  de  treá  mi- 
llones de  pesos,  reembolsables  con  los  primeros  ingresos  en  las  cajas 
reales.  La  prontitud  con  que  franquearon  sus  fondos  los  principa- 
les comerciantes  españoles  y  algunos  ricos  mexicanos,  y  las  cuan- 
tiosas sumas  que  en  pocos  dias  exhibieron,  prueban  tanto  la  dispo- 
sición que  habia  para  servir  al  gobierno,  como  la  confianza  que  éste 
inspiraba  y  los  grandes  caudales  que  entonces  existían  (31).  Entre 
las  personas  que  más  se  distinguieron  se  ven  los  nombres  de  D. 
Antonio  Basoco,  que  prestó  200,000  ps.:  igual  suma  el  prior  del 
consulado  D.  Francisco  Alonso  de  Terán  y  su  hermano  D.  Antonio; 
150,000  D.  Tomás  Domingo  de  Acha;  D.  Gabriel  de  Iturbe  y  D. 
Sebastian  de  Heras  100,000  ps.  cada  uno;  el  juzgado  de  capellanías 
75,000;  D.  Ensebio  García  60,000;  el  cabildo  eclesiástico  de  Méxi- 
co, el  consulado.  Yermo,  Escalante,  Eguía  y  Noriega  50,000  ps.  ca- 
da uno,  y  otros  muchos  comerciantes  30,000  y  25,000,  y  otras  su- 
mas considerables;  el  marqués  del  Apartado  80,000,  y  el  de  Guar- 
diola  10,000,  estos  dos  últimos  mexicanos,  siendo  pocos  los  que  de 
entre  estos  contribuyeron  y  con  cantidades  comparativamente  mó- 
dicas. De  este  modo  se  reunieron  en  breve  tiempo  3.176,835  ps., 
en  los  que  se  comprendieron  400,000  ps.  que  el  arzobispo  hizo  to- 
mar por  fuerza  de  la  casa  del  duque  de  Torranova,  marqués  del 
valle  de  Oaxaca,  descendiente  de  Hernán  Cortés,  aunque  en  la  lista 
aparecieron  como  préstamo  voluntario  de  D.  Manuel  Santa  María, 
gobernador  de  su  Estado  y  marquesado  (32).  El  reintegro  de  estas 
sumas  comenzó  á  hacerse  aun  antes  del  tiempo  ofrecido,  y  desde  6 
3<3  Setiembre  de  aquel  aflo,  se  publicó  aviso  para  que  ocurriesen  á 
recibirlas  los  que  no  quisiesen  dejarlas  a  rédito  á  6  por  100  (33). 
Estos  actos  de  generosidad  se  repitieron  bajo  diversas  formas:  para 
las  viudas  y  huérfanos  de  los  que  morian  en  la  guerra,  para  zapa- 

(31)  La  lista  de  los  prestamistas  consta  en  la  gaceta  extraordinaria  de  Mé- 
xico de  11  de  Agosto  de  1809,  tora.  16,  núm.  102,  fol.  761,  y  gaceta  de  23  del 
mismo,  ndm.  106,  fol.  787.  Véanse  en  el  apéndice  nüm.  14,  las  sumas  dadas 
en  esta  y  otras  ocasiones  por  Basoco  y  Yermo. 

(82)  Toreno  en  su  historia  tom,  3?,  fol.  110.  Ap.  ndm.  3,  fol.  306,  presenta 
este  despojo  como  uno  de  los  actos  de  generosidad  de  los  españoles  residen- 
tes en  América,  y  el  gobierno  de  España  lo  creyó  así,  pues  premió  á  Santa  Ma- 
ría con  la  Cruz  de  Carlos  III. 

(33)  Gaceta  de  6  de  Setiembre,  tom.  16,  nñm.  110,  fol.  826. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  281 

tos  para  el  ejército  que  combatia  con  los  franceses,  para  socorro  de 
los  vecinos  de  Zaragoza  y  otrosobjetos  de  igual  naturaleza.  Varias 
señoras  de  México  excitaron  á  hacer  un  donativo  á  las  personas  de 
su  sexo,  y  aunque  la  colectación  solo  se  verificó  en  la  capital,  Gua- 
dalajara  y  Sombrerete,  se  reunieron  29,000  ps  (34).  Aun  las  pobres 
indias  del  pueblo  de  Huautla,  invitadas  por  el  cura,  recogieron  entre 
sí  diversas  sumas  que  se  comprendieron  en  el  donativo  general  (35). 

Aunque  habían  sido  tan  considerables  las  remesas  de  fondos  que 
se  habían  hecho  á  España,  las  necesidades  habían  ido  siempre  en  / 
aumento  y  la  junta  central  tuvo  que  ocurrir  á  medios  extra ordi- 
narios.  Uno  de  estos  fué  negociar  un  empréstito  voluntario  de 
20.000,000  de  pesos  en  Nueva  España,  para  lo  que  se  comunicaron 
órdenes  al  arzobispo.  Nada  en  las  circunstancias  podía  aumentar 
tanto  el  descontento  como  esta  demanda  de  dinero,  siendo  la  salí-  v 
da  continua  de  él  uno  de  los  motivos  de  queja  de  los  americanos, 
y  era  ademas  impracticable  la  reunión  de  esta  suma,  como  manifes- 
tó Abad  y  Queipo  en  una  exposición  que  dirijió  al  arzobispo  virrey 
en  12  de  Agosto,  proponiendo  otros  arbitrios  (36).  Todo  esto  lo 
hizo  presente  á  la  junta  central  el  arzobispo,  ofreciendo  hacer  sin 
embargo  cuanto  pudiese  para  que  el  préstamo  se  verificase,  mas 
por  entonces  no  dio  otro  paso  en  esto. 

Diéronse  también  órdenes  por  el  gobierno  de  España  para  la 
confiscacion.de  bienes  del  marqués  de  Branciforte  y  del  duque  de 
Terranova;  el  primero  por  haber  seguido  á  loa  franceses  en  su  re- 
tirada de  Madrid,  y  el  segundo  por  haber  admitido  el  nombra- 
miento de  embajador  en  París  de  Murat  rey  de  Ñapóles,  que  era 
donde  el  duque  residía.  Del  primero  casi  no  hubo  bienes  que  re-  . 

• 

cojer,  y  en  cuanto  al  segundo  hizo  proceder  el  arzobispo  al  embar- 
go, no  solo  de  lo  que  era  perteneciente  al  duque,  sino  que  también 
hizo  llevar  á  la  tesorería  los  fondos  del  hospital  de  Jesus  del  pa- 
tronato de  éste,  los  de  las  cajas  de  comunidad  de  los  pueblos  del 
marquesado  del  Valle,  y  hasta  los  depósitos  de  sueldos  de  los  em- 

(34)  Gaceta  extraordinaria  de  13  de  Noviembre  de  18U9,  tom.  16,  núm.  137, 
fol.  1024. 

(35)  Gaceta  de  23  de  Agosto,  id.  id.,  núm.  105,  fol.  786  á  787. 

(36)  Colección  de  sus  obras  desde  el  fol.  122  en  adelante.  México,  impren- 
ta de  Ontiveros  1813:  y  Dr.  Mora  en  el  lugar  arriba  citado. 

TOMO  I. — 36 


284  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

proveyó  del  más  activo  y  eficaz  que  pudieran  desear,  en  la  persona 
de  D.  Juan  López  Cancelada,  editor  de  la  gaceta  do  México.  Ha- 
bia  sido  este  uno  de  los  más  acérrimos  enemigos  de  Iturrigaray,  y 
después  de  la  prisión  de  éste,  presentó  á  la  audiencia  un  escrito 
tan  cáustico  contra  el  alcalde  de  corte  Villa  Urrutia,  pidiendo  se 
le  declarase  traidor  y  se  le  castigase  como  tal,  por  el  voto  que  fir- 
mó para  la  reunión  del  congreso,  que  aquel  tribunal  mandó  se  ta- 
chase todo  por  calumnioso,  y  condenó  al  autor  á  pagar  quinientos 
pesos  de  multa  ó  á  dos  meses  de  prisión.  Resentido  con  el  arzobispo 
por  ciertas  contestaciones  que  concurrieron  sobre  inserción  de  las 
listas  de  donativos  en  la  gaceta,  y  exasperado  como  todo  el  partido 
español,  por  la  polítixsa  que  aquel  prelado  seguía,  &e  desató  contra 
él  en  términos  tan  descompasados  en  las  conversaciones  y  con- 
currencias, que  el  arzobispo  mandó  prenderlo  y  que  se  le  formase 
causa  por  "la  junta  de  seguridad  y  buen  orden,  n  de  que  luego  ha- 
blaré. Presentáronse  muchas  personas  contra  él  por  insultos  y 
agravios  que  les  habia  inferido,  entre  otros  el  mismo  Villa  Urrutia, 
y  el  fiscal  Robledo  pidió  que  como  reo  de  calumnia  grave,  conti- 
nuase  preso  hasta  la  finalización  de  la  causa,  que  terminó  con  man- 
darlo á  España  bajo  partida  de  registro  en  el  navio  Algeciras. 
Llegado  á  Cádiz,  fué  puesto  en  libertad  y  comenzó  á  escribir  so- 
bre asuntos  de  América,  de  los  cuales  se  tenia  en  España  muy  es- 
caso conocimiento.  Cancelada  no  tenia  instrucción  alguna;  escribia 
mal,  en  estilo  tosco  y  con  voces  groseras,  pero  lo  animaba  aquel 
fuego  de  la  convicción  que  á  veces  compensa  estas  faltas.  Sus  es- 
critos produjeron  tal  efecto,  que  su  primer  opúsculo  sobre  la  pri- 
sión de  Iturrigaray  y  sucesos  que  la  precedieron,  (41)  estuvo  muy 
cerca  de  causar  un  motín  popular  en  Algeciras,  en  donde  al  ex- 
virrey residía^  en  que  su  vida  habría  corrido  riesgo.  El  Ayunta- 
miento de  México  hizo  una  representación  con  motivo  de  este  im- 
preso, ofreciendo  presentar  un  manifiesto  para  vindicar  su  conduc- 
ta, y  pidió  que  entre  tanto,  se  asegurase  la  persona  de  Cancelada, 
Los  diputados  que  fueron  de  Nueva  España  á  las  Cortes  de  Cá- 

(41)  El  título  era  *Terdad  sabiba,  y  buena  fe  guardada.  Origen  de  la  es- 
pantosa revolución  de  Nueva  España,  cometizada  en  16  de  Setiembre  de 
1810."  Cádiz,  inaprenta  de  D.  Manuel  Santiago  de  Quintana,  1811.  Todas 
las  noticias  relativas  á  Cancelada  referidas  aquí,  están  sacadas  del  prólogo  del 
t  orno  V  de  la  obra  de  Mier. 


HISTORIA    DE    MÉXICO,  285 

diz  y  el  Dr.  Mier,  tomaron  con  empeño  no  solo  contestar,  sino  cu- 
brir de  injurias  al  autor  de  aquel  papel,  que  habia  hecho  conocer 
el  verdadero  espíritu  qne  se  llevaba  en  las  juntas  convocadas  por 
Iturrigaray;  pero  Cancelada  siu  arredrarse,  siguió  escribiendo  en 
un  periódico,  que  tituló  uTelégrafo  americano, n  9I  que  contrapuso  el 
fi Censor,  II  el  diputado  Alcocer.  Pocas  personas  han  servido  á  Es- 
paña con  tanto  zelo  como  Cancelada,  sin  haber  recibido  remunera- 
ción alguna:  Fernando  VII  a  sii  regreso  le  hizo  poner  en  un  con- 
vento, y  después  no  he  oido  que  haya  vuelto  á  figurar. 

Otro  destierro  se  hizo  en  persona  de  más  alta  categoría.  El  Af^ 
zobispo  desazonado  por  la  censura  que  de  sus  providencias  hacia 
el  oidor  Aguirre,  de  que  se  le  daban  informes  exagerados,  (42)  ó  te- 
meroso de  otros  intentos  que  se  le  atribuían  á  aquel  magistrado 
por  los  que  rodeaban  al  prelado  virrey  y  á  cuyas  insinuaciones 
prestaba  demasiado  fácil  asenso,  le  mandó  salir  para  Puebla  á  pre- 
texto de  una  comisión,  y  aun  se  dijo  que  iba  á  enviársele  á  Espa- 
ña. La  irritación  que  tal  medida  causó  en  el  partido  español  y  la 
desaprobación  que  de  ello  hicieron  los  mismos  americanos,  á  lo  me- 
nos los  moderados,  obligaron  al  Arzobispo  á  derogarla.  Aguirre 
volvió  pocos  días  d  espues  de  su  salida  y  fué  recibido  en  triunfo  por 
su  partido,  con  gran  descrédito  del  Arzobispo,  quien  con  esta  faci- 
lidad en  dictar  providencias  contrarias,  daba  á  conocer  que  ó  no  me: 
ditaba  debidamente  lo  que  hacia,  ó  que  después  de  hecho  no  te- 
nia valor  para  sostenerlo.  Túvose  por  cierto  que  todo  este  inci- 
dente fué  originado  de  intriga  fraguada  por  una  señora  de  una  fa- 
milia distinguida,  célebre  en  aquel  tiempo  por  su  belleza,  á  quien 
el  Arzobispo  desterró  en  seguida  á  Querétaro.  Estas  providencias 
arbitrarias  se  atribuían  al  influjo  que  el  inquisidor  Alfaro  ejercía  so- 
bre el  Arzobispo,  y  ellas  hacían  que  los  españoles  de  México  es- 
cribiesen desfavorablemente  contra  éste,  tanto  á  la  junta  central 
como  en  sus  correspondencias  particulares  con  los  comerciantes  de 
Cádiz.  Apoyaba  estas  noticias  siniestras  un  individuo  de  su  mis- 
ma casa  y  familia,  D.  Pedro  José  de  Fonte,  canónigo  lectoral  que 

(42)  Dícese  que  Aguirre,  hablando  del  arzobispo,  lo  llamaba  por  desprecio 
*'el  colegial,"  por  alusión  á  su  impericia  en  el  gobierno.  Aguirre  previ<i  la  per- 
secución de  que  seria  objeto  gobernando  el  arzobispo,  pues  pocos  dias  antes 
de  que  éste  tomase  posesión  del  virreinato,  solicitó  su  jubilación. 


286  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^^ta^^M^"^B^^«^^^^^k^^^^^«^^ta^^«^^^^^»^^%^^«^^^^^*í^^Mi^^N^^N^^N^^l^^^^ifM^^ 


habia  venido  de  España  con  el  Arzobispo  á  quien  debía  su  fortu- 
na y  ascensos,  y  que  después  fué  Arzobispo  de  México,  el  cual 
dio  aviso  á  la  junta  central  ó  á  algún  individuo  de  ella,  de  todo  lo 
que  estaba  pasando  en  México:  dícese  que  alguno  da  los  emplea- 
dos en  la  Secretaría  envió  este  informe  al  Arzobispo,  quien  tuvo 
por  ello  tal  sentimiento,  que  aun  en  su  última  enfermedad  prohi- 
bió que  Fonte  entrase  á  su  cuarto.  (43)  No  es  creible  tal  extremo 
pues  el  Arzobispo  era  varón  humildísimo,  y  muy  lejos  de  llevar  tan 
adelante  sus  resentimientos,  estuvo  á  visitar  al  oidor  Aguirre  cuan- 
do se  enfermó  de  muerte. 

No  obstante  las  condescendencias  que  el  Arzobispo  virrey  teniacon 
el  partido  americano,  el  espíritu  de  independencia  crecia  por  todas 
partes,  por  lo  que  aquel  prelado,  aunque  no  daba  toda  la  impor- 
tancia que  tenían  Á  los  movimientos  que  ya  asomaban,  creyó  nece- 
sario reglamentar  y  dar  una  forma  permanente  á  la  junta  consul- 
tiva formada  por  Garibay,  para  entender  en  las  causas  de  infiden- 
cia. Hízolo  así  por  decreto  de  21  de  Seti(;mbre  de  1809,  denomi- 
nándola iijunta  de  seguridad  y  buen  orden,  n  debiendo  componerse 
del  regente  de  la  audiencia,  un  oidor  y  un  alcalde  de  Corte  con  un 
fiscal,  quedando  sujetos  á  este  tribunal  privilegiado  ntodos  los  que 
tratasen  dé  Itorarlapazy  fidelidad  del  reino,  ó  manifestasen  adhesión 
ul  partido  francés  por  medio  de  papeles,  conversaciones  ó  murmu- 
raciones sediciosas,  n  (44)  Compusieron  este  tribunal  el  regente 
Catani,  los  oidores  Calderón  y  Blaya  y  el  fiscal  Robledo. 

El  mismo  mes  de  Setiembre  tuvo  principio  la  conspiración  que 
se  formó  en  Valladolid,  capital  del  Obispado  y  de  la  provincia  de 
Michoacan.  (45)  Por  la  disolución  del  cantón  habian  vuelto  á  ésta 
los  dos  regimientos  provinciales  de  infantería  y  caballería  forma- 
dos en  ella,  y  se  juntaban  en  aquella  ciudad  D.  José  María  Gar- 
cía Obeso,  capitán  del  primero,  Fr.  Vicente  de  Santa  María  religioso 

■ 

(43)  Así  lo  refiere  el  Dr.  Mier,  quien  atribuye  la  comunicación  del  informe 
de  Fonte  al  ministro  Sierra. 

(44)  Gaceta  de  México  de  23  de  Setiembre  de  1809,  tom.  16,  núm.  116, 
fol.  866. 

(45)  Todo  lo  relativo  á  esta  conspiración,  lo  he  sacado  de  la  causa  instrui- 
da á  los  conspiradores,  que  se  halla  en  el  archivo  general,  y  de  la  correspon- 
dencia reservadísima  que  sobre  este  asunto  siguió  el  asesor  de  la  intendencia 
Tetan,  con  el  arzobispo  virrey. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  2^7 


«»^^^^^^ 


franciscano,  y  otros  sujetos,  quienes  en  sus  reuniones  hablaban  de 
los  sucesos  políticos,  que  eran  el  asunto  de  todas  las  conversa- 
ciones. Llegó  por  aquel  tiempo  á  Valladolid  D.  José  Mariano 
de  Mictíelena  natural  de  la  misma  ciudad  y  teniente  del  regi- 
miento de  infatería  de  línea  de  la  corona,  que  iba  á  enganchar  gen- 
te para  su  cuerpo.  Fogoso  y  emprendedor  por  carácter,  Michelé- 
na  redujo  á  un  plan  formal  de  conspiración  lo  que  hasta  enton- 
ces no  habia  sido  más  que  meras  conversaciones,  y  tomaron  parte 
en  el  proyecto  el  cura  de  Huango  D.  Manuel  Ruiz  de  Chavea,  el 
Lie.  D.  Jesé  Nicolás  de  Michelena,  hermano  del  militar,  el  Lie. 
Soto  Saldafia,  el  teniente  D.  Mariano  Quevedo,  que  habia  ido  á  re- 
clutar  para  su  regimiento  de  Nueva  España,  y  otros  muchos.  Co- 
menzaron á  solicitar  á  otros  en  los  pueblos  de  la  provincia,  con 
el  objeto  de  formar  en  la  capital  de  ella  una  junta  ó  congreso 
que  gobernase  eu  nombre  de  Fernando  VII,  si  España  sucumbía 

i 

al  poder  de  Napoleón,  lo  que  entonces  se  daba  por  seguro:  conta- 
ba para  realizar  sus  intentos  con  el  regimiento  provincial  de  infan- 
tería, habiendo  entrado  en  la  conspiración  muchos  de  los  oficiales 
de  él,  especialmente  Mier  y  Muñiz,  capitanes  de  las  compañías  de 
la  ciudad;  con  los  piquetes  que  mandaban  Michelena  y  Quevedo 
y  con  los  indios  de  los  pueblos  inmediatos,  cuyos  gobernadores  es- 
taban en  comunicación  con  García  Obeso^  que  era  considerado  co- 
mo el  jefe  principal  de  la  conjuración,  aunque  el  alma  de  todo  era 
Michelena.  Tratóse  en  las  Juntas  de  que  el  primero  tuviese  el 
mando  político  y  el  segundo  el  militar,  pero  temiendo  los  incon- 
venientes de  esta  separación,  se  resolvió  que  García  Obeso  ejer- 
ciese una  y  otra  autoridad,  y  que  Michelena  con  los  dos  regimien- 
tos provinciales  saliese  á  la  intendencia  de  Giianajuto  á  propagar 
en  ella  la  revolución,  excitando  á  los  indios  con  la  dispensa  del  pa- 
go del  tributo,  con  lo  que  estaban  seguros  de  que  en  breve  tendrían 
diez  y  ocho  ó  veinte  mil  hombres.  La  revolución  debia  estallar  en 
Valladolid  el  21  de  Diciembre,  sorprendiendo  al  asesor  D.  José 
Alonso  Je  Terár.,  que  estaba  haciendo  de  intendente,  y  al  coman- 
dante de  las  armas  Lejarza;  un  herrero  declaró  que  im  sargento  de 
Nueva  España  le  habia  mandado  hacer  porción  de  puñales  para 
matar  ¿  los  europeos. 


288  HISTORIA  DE    MÉXICO. 


Aunque  el  asesor  habia  tenido  anuncio  de  la  conspiración  desde 
el  14  de  Diciembre,  habia  permanecido  en  observación  sin  proceder 
á  la  aprehensión  de  los  conjurados;  pero  advertido  de  la  proximi- 
dad del  riesgo  en  la  mañana  del  21  por  el  mismo  que  habia  dado 
el  primer  aviso,  que  fué  el  cura  del  sagrario  de  aquella  catedral  D. 
Francisco  de  la  Concha,  á  quien  lo  comunicó  en  conciencia  el  cura 
de  Celaya,  residente  en  Vallad olid,  que  lo  sabia  por  D.  Luis  Co- 
rrea, uno  de  los  asistentes  á  las  juntas,  mandó  prender  al  P.  Santa 
María  y  en  seguida  á  los  demás.  Las  declaraciones  de  varios  de  los 
presos  y  la  denuncia  espontánea  que  otros  hicieron,  pusieron  en 
claro  todo  lo  que  se  intentaba,  sosteniendo  los  conjurados  que  el 
plan  no  tenia  otro  objeto  que  defender  los  derechos  de  Fernando 
VII,  y  evitar  que  el  reino  fuese  entregado  á  los  franceses  por  los 
españoles  residentes  en  él.  El  Lie.  Soto  quiso  excitar  un  movimien- 
to en  los  barrios,  sabiendo  la  prisión  de  sus  compañeros,  pero  fué 
sin  efecto  y  tuvo  que  ocultarse.  La  causa  siguió  instruyéndose  con 
empeño  por  el  asesor  Terán,  quien  daba  frecuente  aviso  de  su  es- 
tado al  arzobispo  virrey.  Este,  creyendo  que  un  procedimiento  ri- 
guroso podría  precipitar  la  revolución,  dispuso  en  Enero  del  año 
siguiente,  que  García  Obeso  pasase  á  servir  en  el  cantón  que  se  ha- 
bia de  formar  en  San  Luis  Potosí,  á  las  órdenes  del  coronel  Empá- 
ran;  Michelena  al  de  Jalapa,  en  que  se  habían  de  nuevo  reunido  al- 
gunas tropas,  y  los  demás  que  aparecían  como  reos  principales  se 
presentasen  en  México  á  donde  la  causa  se  remitió,  dándose  á  to- 
dos los  restantes  por  prisión  la  ciudad  do  Valladolid  y  sus  arraba- 
les, i&arcía  Obeso  confirió  su  poder  á  D.  Carlos  Bustamante,  quien 
obtuvo  del  arzobispo  que  se  le  permitiese  pasar  á  México  y  allí 
permaneció  libre  con  todos  los  demás,  hasta  que  comenzada  la  re- 
volución del  cura  Hidalgo,  fueron  todos  reaprehendidosy  el  teniente 
Michelena  puesto  en  el  castillo  de  San  Juan  de  Ulúa.  Volvióse  á 
seguir  entonces  la  causa  por  la  junta  de  seguridad,  sin  que  se  des- 
cubriese conexión  alguna  entre  la  revolución  intentada  en  Vallado- 
lid  y  la  que  habia  estallado  en  Dolores,  en  lo  que  fundaron  los  pre- 
sos la  solicitud  del  indulto  que  se  les  aplicó  en  el  año  de  1813,  ha- 
biendo sido  remitido  antes  á  España  á  continuar  sus  servicios  con- 
tra los  franceses  el  teniente  Michelena,  y  los  demás  fueron  puestos 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  S89 

en  libertad,  aunque  con  restricciones  que  ho  se  alzaron  del  todo 
hasta  Julio  de  1817.  El  P.  Santa  María  se  habia  huido  del  conven- 
to de  San  Diego  en  donde  estaba  preso,  y  murió  en  Acapulco  á 
donde  fué  á  unirse  con  el  cura  Morolos  que  estaba  sitiando  aquel 
castillo.  García  Obeso  falleció  poco  tiempo  después,  (46)  y  casi  so- 
lo D.  José  Mariano  do  Michelena  sobrevivió  hasta  ver  la  indepen^ 
dencia,  que  fué  el  primero  en  promover  con  un  plan  formal  de  cons- 
piración, por  lo  que  obtuvo  á  su  regreso  á  México  el  empleo  de  ge- 
neral de  brigada. 

Háse  pretendido  que  D.  Agustín  de  Iturbide,  teniente  entonces 
del  provincial  de  Yallíidolid,  entró  en  esta  conspiración  y  que  fué 
quien  la  denunció,  descontento  con  sus  compañeros  porque  no  le 
ofrecían  el  alto  grado  que  pretendía  obtener  entre  los  jefes  que  se 
habian  de  nombrar,  conforme  el  plan  de  empleos  y  sueldos  que  se 
encontró  entre  los  papeles  de  los  conspiradores;  pero  en  la  causa  no 
solo  no  se  halla  indicio  alguno  de  tal  complicidad  y  denuncia  de 
Iturbide,  que  asienta  por  cierta  D.  Carlos  Bustamante  en  su  Cua- 
dro Histórico,  fundado  en  una  instrucción  que  le  dio  el  general 
•  Michelena,  sino  que  so  hallan  las  pruebas  de  todo  lo  contrarío.  El 
asesor  Terán,  en  nota  reservada  al  arzobispo  virrey  de  8  de  Enero 
de  1810,  recomendó  á  Iturbide  por  su  eficacia  en  la  aprehensión 
de  Correa*  habiendo  tenido  para  verificarla  que  andar  veinticinco 
leguas,  y  propuso  á  aquel  prelado  le  escribiese  una  carta  particular 
dándole  las  gracias,  y  es  claro  que  si  Iturbide  hubiese  sido  el  de- 
nunciante de  la  conspiración,  el  asesor  en  una  comunioacion  reser- 
vada no  hubiera  omitido  hacer  mérito  de  ello,  cuando  recomendaba 
un  servicio  de  menor  importancia.  Además,  el  mismo  Iturbide  apa- 
rece entre  los  testigos,  declarando  que  concurrió  por  casualidad  á 
la  casa  del  Lie.  Michelena  en  donde  se  tenían  las  juntas,  y  habien- 

(46)  D.  Gaspar  Ceballo8,  espafiol,  dependiente  qne  habia  sida  del  pudro  de 
García  Obeso,  español  también,  y  á  cuyo  servisio  empezó  á  hacor  aii  fortuna^ 
paso  A  México  para  auxiliar  al  hijo  de  su  amo  en  su  trabajo,  y  fué  su  fiador 
para  que  saliese  de  la  prisión:  sostúvole  en  esta  á  sus  expensas,  y  después  de 
su  muerte  si^juió  manteniendo  á  su  hermana,  á  la  que  dejó  parte  de  bu  fortu- 
na, que  repartió  entre  esta  señora,  unos  sobrinos  suyos,  el  hospital  de.S.  Juan 
de  Dios  de  México,  encargado  á  las  Hermanas  de  la  Caridad,  al  que  hizo  mu- 
cho bien  durante  su  vida,  y  los  pobres  de  Morelia  en  donde  hizo  su  caudal. 
Estos  ejemplos  de  lealtad  y  generosidad,  eran  frecuentes  entre  los  españoles 
viejos  residentes  en  México. 

*  TOMO  I. — 37 


290  HISTORIA   DE    MÉXICO. 


do  encontrado  en  ella  á  varios  de  los  que  las  formaban,  estos  pare- 
cieron desconcertados  con  su  presencia  y  afectaron  estar  en  conver- 
sación sobre  cosas  indiferentes.  Si  Iturbide  hubiera  estado  en  el 
secreto,  sus  compañeros  viéndole  entre  los  testigos  que  depo- 
nían contra  ellos,  no  hubieran  dejado  de  echarle  en  cara  su  felonía, 
tanto  más  que  no  anduvieren  escasos  en  mutuas  recriminaciones. 
Es  pues  claro  por  todo  lo  dicho,  que  Iturbide  no  tuvo  parte  en  la 
conspiración,  y  que  obró  leal  y  francamente  contra  ella,  lo  que  es- 
tá en  consonancia  con  todos  sus  procedimientos  en  aquella  época. 

En  la^misma  instrucción  dada  por  el  general  Michelena  á  Busta- 
mante  se  dice,  que  entraban  en  esta  conspiración  los  capitanes  del 
regimiento  de  la  reina,  Allende  y  Abasólo;  que  Micheleha  pasó  á 
Querétaro  á  tener  una  conferencia  con  el  primero,  y  que  el  segundo 
debia  haberse  presentado  en  las  juntas  de  Valladolid  y  que  por  no 
haber  podido  verificarlo,  dirigieron  ambos  una  carta  manifestando 
estar  de  acuerdo  en  todo  lo  que  se  intentaba,  la  que  por  estar  en 
cifra  no  pudo  ser  eutendidn  por  ol  asesor  Terán  que  mandó  agre- 
garla á  la  causa.  No  hay  en  ella  el  menor  indicio  de  todo  esto, 
aunque  por  no  haberse  instruido  completamente,  quedaron  sin  des- 
cubrirse las  ramificaciones  que  el  plan  tenia  en  otros  puntos,  espe- 
cialmente en  la  capital  y  Querétaro;  mas  sin  embargo,  es  de  notar 
que  en  los  autos  que  se  formaron  y  se  hallan  íntegros  en  el  archivo 
general,  no  hay  carta  alguna  en  cifra  y  que  el  mérito  eñ  que  los 
conspiradores  fundaron*  su  solicitud  para  el  indulto,  según  arriba  se 
ha  dicho,  fué  la  ninguna  conexión  que  su  proyecto  tuvo  con  la  re- 
volución que  se  había  verificado,  no  haciendo  tampoco  referencia 
alguna  á  la  conjuración  de  Valladolid  los  jefes  de  aquella  en  sus 
respectivas  causas.  Pudo  sin  embargo  haberse  ocultado  la  conexión 
de  una  y  otra  por  la  interrupción  de  la  sumaria,  que  dio  lugar  á  que 
los  conspiradores  quedando  en  libertad,  siguiesen  trabajando  para 
la  ejecución  de  su  plan  con  más  experiencia  y  precaución. 

Para  calmar  la  inquietud  que  causaron  estos  sucesos,  el  arzobis- 
po virrey  en  su  proclama  de  23  de  Enero  de  1810  dice  con  referen- 
cia 4  ellos:  ü  Yo  lo  publico  y  declaro  con  suma  complacencia:  en  el 
tiempo  de  mi  gobierno  en  este  virreinato,  ni  en  la  capital  ni  en  Va- 
lladolid, ni  en  Querétaro,  ni  en  otro  pueblo  en  que  ha  habido  algu- 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  291 

nos  leves  acaecimientos  y  rumores  de  desavenencias  privadas,  he 
encontrado  el  carácter  de  malignidad  que  los  ^oco  instruidos  han 
querido  darles,  pues  ellos  no  han  nacido  de  otro  origen  que  de  la 
mala  inteligencia  de  algunas  opiniones  relativas  al  éxito  de  los  su- 
cesos de  España,  ó  de  falsas  imposturas,  en  que  se  ha  desahogado 
el  resentimiento  personal,  y  en  esta  inteligencia  he  procedido  y  pro- 
cederé en  semejantes  particulares  acontecimientos,  en  cuanto  baste 
á  acrisolar  la  conducta  de  los  inocentes,  y  á  corregir  las  equivoca- 
ciones y  ligereza  de  los  otros,  y  pues  vuestro  virrey  esti  tranquilo, 
vivid  vosotros  bien  seguros,  n  Con  esta  falsa  confianza  y  dando  la 
bendición,  como  dijo  en  otra  proclama,  i» con  el  bastón  de  virrey  en 
una  mano,  y  el  báculo  pastoral  en  la  otra,  n  creia  el  buen  prelado 
afianzar  la  tranquilidad  de  un  país,  en  que  el  fuego  revolucionario 
que  desde  la  capital  se  atizaba,  iba  cundiendo  con  tanta  más  cele^ 
ridad,  cuanto  que  con  el  resultado  de  la  conspiración  de  Valladolid 
y  con  estas  proclamas,  se  daban  á  los  conspiradores  todas  las  segu- 
ridades que  podian  apetecer,  y  se  arredraban  los  que  pudiesen  de- 
nunciarlos. 

Tomábanse  entretanto  por  el  arzobispo  medidas  de  defensa,  á  lo 
que  le  inducian  los  que  influían  en  sus  resoluciones,  contando  con 
que  las  tropas  tjue  se  levantasen,  serian  otros  tantos  apoyos  de  la 
independencia,  en  cuya  idea  se  confirmaban  viendo  complicados  eu 
la  conspiración  de  Valladolid  varios  oficiales  de  aquel  regimiento 
provincial,  y  aun  los  de  línea  que  estaban  allí  de  bandera.  Mandá- 
ronse pues  reunir  algunos  cuerpos  de  milicias,  y  se  arreglaron  en 
batallones  las  compañías  sueltas  que  Iturrigaray  habia  creado  en 
varios  pueblos,  las  que  hasta  entonces  eran  imaginarias,  no  habien- 
do tenido  aquel  más  objeto  que  recibir  gratificaciones  con  la  pro* 
visión  de  los  empleos  de  esta  clase  que  eran  entonces  estimados,  y 
este  es  el  origen  de  los  batallones  de  Tula,  Cuautitlan,  Tulancingo 
y  otros:  se  aumentó  un  batallón  á  los  dos  que  formaban  el  regi- 
miento Fijo  de  Veracruz,  y  se  comenzó  á  levantar  un  cuerpo  de 
infantería  con  el  nombre  de  Fijo  de  Santo  Domingo,  destinado  á 
j^amecer  la  parte  de  aquella  isla  cedida  á  la  Francia  por  el  tratado 
de  Basilea  que  sé  acababa  de  recobrar,  cuyo  cuerpo  nunca  llegó  á 
salir  para  su  destino.   Compráronse  armas  en  los  Estados  Unidos; 


292  HISTORIA  BB  MÉXICO. 


ae  despachó  un  bergantín  de  guerra  á  Manila  para  traerlas  de  allá, 
y  se  iba  á  mandar  un  comisionado  á  Londres  con  el  mismo  objeto, 
á  cuyo  fin  se  abrió  una  suscricion  que  produjo  considerables  su- 
mas (47).  Ademas  de  los  cien  cañones  de  artillería  que  estaba 
construyendo  D.  Manuel  Tolsa  por  cuejuta  del  tribunal  de  minería, 
pioaentó  un  proyecto  D^  Francisco  Rengel  para  establecer  una 
fundición  jén  que  se  haría  un  canon  semanario,  y  necesitándose 
8,000  ps.  para  habilitar  los  moldes  y  damas  útiles,  los  franqueó  el 
cabildo  eclesiástico  de  Michoacan  por  medio  del  Lie.  D.  Carlos 
Mai^a  Bustamante,  quien  autorizado  por  el  gobierno  siguió  cotec- 
tando  otías  sumas  con  el  mismo  objeto  (48). 

Nuevos  y  muy  graves  acontecimientos  de  España  complicaron 
más  y  más  el  estado  de  las  cosas  en  México.  Se  ha  dicho  más  arri 
ba  que  la  guerra  de  Austria  en  1809  obligó  á  Napoleón  á  retirar 
sus  ejércitos  de  España,  reduciendo  sus  operaciones  á  una  mera 
•guerra  defensiva.  Aprovechando  estas  circunstancias,  avanzó  co- 
mo también  hemos  visto,  (ú  ejórcitó  inglés  que  á  las  órdenes  de  Lord 
Wellington  ocupaba  á  Ppi  tugal,  y  siguiendo  el  curso  del  Tajo  se 
situó  en  Talavera,  unido  con  el  ejército  español  del  manda  de  D. 
Gregorio  de  la  Cuesta,  mientras  que  otro  ejército  español  á  cuya 
cabeza  estaba  D.  Francisco  Javier  Venegas,  se  extendió  en  Aran- 
iuéz  amenazando  á  Madrid.  Aunque  el  ejército  aliado  rechazó  con 
gloría  á  los  franceses  en  Talavera,  no  solo  no  aprovechó  aquella  ven- 
taja, sino  que  como  sucede  casi  siempre  cuando  obran  juntas  tro- 
pas de  diversas  naciones  sin  reconocer  á  un  solo  jefe,  los  ingleses 
desavenidos  con  los  españoles  se  retiraron  á  Portugal,  y  dieron 
ocasión  á  que  los  franceses  cargasen  con  todas  sus  fuerzas  sobre 
Venegas,  quien  imprudentemente  se  aventuró  á  dar  la  batalla  de 
Almonacid  en  la  que  fué  derrotado.  Los  franceses  no  emprendie- 
ron sin  embargo  por  entonces  nada  sobre  las  Andalucías,  con  lo 
que  los  restos  del  ejército  retirados  á  Sierra  Moiena,  se  rehicieron 
y  aumentaron  en  término  de  avanzar  de  nuevo  sobre  Madrid,  cu- 

(47)  En  la  gaceta  de  México  de  30  de  Marzo  de  1810,  toia.  1%  núm.  35,  f. 
1€9  puede  verse  la  circular  del  arzobispo  virrey,  en  que  especifica  las  diapo- 
siciones  tomadas  para  aumentar  tropas  y  proporcionar  armamento. 


(48)  Véabe  en  las  gacetas  de  23  de  Marso,  tom.  1°,  núm.  .32,  fol.  247,  y  lU 
\  Abril,  tom.  1?,  n.  40,  f.  303,  lo  relativo  á  esta  fandicion  de  cañones. 


HISTORIA    DE    MÉXICO.  298 

ya  ocupación  se  tenia  por  tan  segura,  que  los  empleados  que  se 
hallaban  en  Sevilla,  ansiosos  de  volver  á  la  capital,  estaban  ya 
disponiendo  su  marcha. 

No  escarmentados  los  generales  españoles  con  el  mal  éxito  de 
cuantas  batallas  habían  dado,  excepto  la  de  Bailen,  aventuraron  la 
de  Ocaña  en  la  que  el  ejército  español  fué  completamente  desba- 
ratado y  puesto  en  fuga.  Era  ya  para  entonces  concluida  la  gue- 
rra de  Austria,  con  lo  que  Napoleón  habiendo  aumentado  sus  tro- 
pas en  España,  determinó  que  éstas,  á  cuya  cabeza  se  puso  su  her- 
mano José,  invadiesen  las  Andalucías:  los  españoles  no  pudieron 
defender  las  gargantas  de  Siena  Morena  y  los  franceses  se  deira- 
maron  por  todas  aquellas  provincias,  no  habiéndose  salvado  mas 
que  la  isla  gaditana  por  la  oportuna  retirada  del  duque  de  Al- 
burquerque,  que  contraviniendo  á  las  órdenes  que  se  le  habían 
dado,  con  una  marcha  rápida  vino  á  cubrirla  con  el  ejército  que 
mandaba  en  Extremadura,  y  llegó  al  puente  de  Suazo  cinco  días  an- 
tes que  los  franceces  que  marchaban  á  ocuparlo. 

La  junta  central,  al  acercarse  los  franceses  á  Sevilla,  dispuso  re- 
tirarse á  la  isla  de  León  que  hace  parte  de  la  gaditana/  pero  ape- 
nas habían  empezado  á  salir  algunos  de  sus  miembros,  cuando  la 
facción  que  le  era  contraria  en  la  junta  de  aquella  capital,  se  de- 
claró contra  ella  y  quiso  constituirse  en  juRta  soberana,  cuyas  fa- 
cultades ejerció  hasta  que  los  franceses  ocuparon  la  ciudad.  ¡La- 
mentable efecto  de  los  excesos  á  que  conducen  las  disensiones  in- 
testinas, que  no  basta  á  apagar  ni  aun  el  común  é  inminente 
riesgo!  Los  individuos  de  la  central  al  trasladarse  á  la  isla  de  León 
corrieron  gran  peligro  de  sus  vidas  y  á  duras  penas  pudieron  lle- 
gar á  aquel  punto,  donde  para  evitar  un  motín  popular  que  hubie- 
se terminado  de  una  manera  violenta  In,  existencia  de  aquel  cuer- 
po, (49)  tuvieron  que  disolverse,  creando  en  sus  últimos  momen- 
tos una  regencia  de  cinco  individuos,  que  salvase  á  la  nación  de  la 

(49)  Machos  de  loa  individuos  que  compoDÍrn  la  junta  fueron  perseguidos. 
El  conde  de  Tilly  murió  preso  en  el  castillo  de  Santa  Catalina  de  Cádiz,  acu- 
sado de  que,  de  acuerdo  con  el  duque  de  Alburquerque,  había  intentado  em- 
barcarse para  América  con  una  parte  de  las  tropas  que  aquel  mandaba,  Vien- 
do perdida  á  Sevilla.  Otros  sufrieron  otros  indignos  tratamientos,  que  puedan 
verse  en  Toréno,  tom.  4?,  lib.  15,  fol.  133. 


294  HISTORIA  D£  M¿ZIGO. 


anarquía  procediendo  con  más  prontitud  y  enerjía  que  un  cuerpo 
numeroso,  y  convocando  las  Cortea  para  cuya  instalación  señala- 
ron el  1°  de  Marzo  siguiente,  determinando  en  su  decreto  de  29  de 
Enero  de  1810  la  forma  que  habían  de  tener  y  el  orden  de  proce- 
der en  ellas,  que  no  tuvo  efecto  porque  la  regencia  no  lo  publicó,  y 
ajjn  se  supuso  haberse  extraviado. 

/     Las  noticias  de  la  invasión  de  las  Andalucías  y  de  la  disolución 
de  la  junta  central  recibidas  en  América,  causaron  la  revolución 
de  Buenos  Ayres,  Caracas  y  Santa  Fé,  en  donde  se  establecieron 
juntas  que  gobernasen  durante  la  ausencia  de  Fernando  VII,  con- 
y  vocadas  por  los  mismos  virreyes  y  autoridades  españolas,  que  fue- 

ron luego  depuestos  declarándose  poco  tiempo  después  la  indepen- 
da; del  mismo  modo  que  se  intentó  hacer  en  México  con  la  junta 
que  iba  á  reunirse  por  orden  de  Iturrigaray.  A  Veracruz  llegó  el 
aviso  do  estos  sucesos  el  25  de  Abril  de  1810,  por  el  bergantin  S, 
Francisco  de  Paula  salido  el  2  de  Febrero  de  Málaga,  en  donde  en 
aquella  fecha  no  se  sabia  todavia  el  establecimiento  de  la  RegenciaJ 
y  el  gobernador  de  aquella  plaza  tuvo  por  tan  sospechosos  al  capi- 
tán y  conductores  de  tan  tristes  nuevas,  que  los  hizo  quedar  presos 
á  bordo,  asi  como  toda  la  tripulación,  haciendo  antes  una  prolija 
visita  y  examen  de  sus  equipajes.  HDábase  por  perdida  la  causa  de 
España,  y  así  lo  creyeron  el  arzobispo  y  los  oidores,  que  en  tres 
I  acuerdos  continuos  y  secretos,  trataron  de  lo  que  en  tales  circuns- 
tancias debia  hacerse,  habiéndose  decidido  á  invitar  á  la  Infanta 
D*  Carlota  Joaquina,  que  antes  habia  pretendido  ser  reconocida 
regente  por  ausencia  de  su  hermano  Femando  VII,  para  que  con 
esta  investidura  viniese  á  gobernar  estos  dominios.  (50)  Las  noti- 
cias que  en  seguida  se  recibieron  de  la  instalación  de  la  Begencía 
impidieron  se  llevase  á  efecto  esta  resolución,  frustrándose  por  la 
segunda  vez  el  establecimiento  pacífico  de  una  monarquía,  con  lo 
que  la  independencia  se  habría  hecho  por  sí  misma,  sin  los  sacu- 
dimientos violentos  que  la  nación  ha  sufrido  y  que  tendrá  todavía 
que  sufrir  por  largo  tiempo.  \ 

(60)  Aunque  no  consta  este  hecho  en  ninguno  de  los  libros  impresos,  lo  ha- 
llo oonsignado  en  los  apuntes  manuscritos  de  mi  hermano  el  Dr.  Areohederre- 
ta,  quien  tenia  intima  amistad  con  el  oidor  D.  Tomás  González  Calderón, 
hombre  de  influjo  en  la  audiencia  de  la  que  después  fué  regente,  y  por  quiea 
hubo  de  saberlo  habiéndose  tratado  todo  esto  con  mucha  reserva. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  295 

• 

Los  individuos  nombrados  para  la  Regencia  fueron  el  obispo  de 
Orense,  D.  Pedro  de  Quevedo  y  Quintano,  célebre  porque  llamado 
al  congreso  de  Bayona,  contestó  con  dignidad  y  firmeza,  comba- 
tiendo los  intentos  de  Napoleón  por  quien  fué  proscrito;  D.  Fran- 
cisco de  Saavedra,  presidente  que  habia  sido  de  la  junta  de  Sevi- 
lla y  ministro  de  hacienda  de  la  central;  D.  Francisco  Javier  Cas- 
taños, á  quien  honraban  los  laureles  de  Bailen,  aunque  algo  mar- 
chitos con  la  derrota  de  Tudela,  y  D.  Antonio  Escaílo,  oficial  dis- 
tinguido en  la  marina:  la  elección  del  vocal  que  debia  ser  americano 
recayó  en  D.  Esteban  Fernandez  de  León,  del  consejo  de  Indias, 
pero  por  no  haber  nacido  en  América  aunque  su  familia  estaba  ra- 
dicada en  Caracas,  y  por  la  oposición  que  mostró  la  jimta  de  Cádiz, 
fué  inmediatamente  subrogado  por  D.  Miguel  de  Lardizabal  y  Uribe, 
vocal  nombrado  para  la  junta  central  para  la  Nueva  España.  La 
regencia  fué  solemnemente  reconocida  y  jurada  en  México,  (51)  y 
se  mandó  por  el  arzobispo  virrey  que  lo  fuese  por  todas  las  autorida- 
des y  corporaciones  del  reino,  como  se  verificó  y  se  procuró  alentar 
de  nuevo  la  confianza  perdida  con  los  recientes  acontecimientos, 
publicando  las  disposiciones  del  nuevo  gobierno  para  continuar  con 
empeño  la  guerra;  sin  embargo,  la  impresión, que  aquellos  habian 
producido  no  podia  desvanecerse  con  estas  esperanzas,  y  solo  los 
españoles  se  prometian  ver  salir  á  su  patria  triimfante  de  entre  tan- 
tas desgracias,  pero  en  los  americanos  habia  la  persuasión  contra- 
ria, y  eu  verdad  era  difícil  figurarse,  ni  aun  con  la  mas  ardiente 
imagina^jion,  que  de  la  isla  gaditana  y  de  las  líneas  formidables  de 
Torresvedras,  (52^  á  fuerza  de  constancia  y  heroica  resistencia,  ha- 
bia de  salir  el  fuego  que  cundiendo  por  toda  la  Europa  y  enlazán- 
dose unos  sucesos  con  otros,  habia  de  acabar  por  echar  por  tieiTa 
aquel  coloso  de  poder  que  parecía  entonces  invencible.  (53) 

(51)  Se  prestó  el  juramento  por  el  arzobispo  virrey,  audiencia  y  demás  autori- 
dades superiores  el  7  de  Mayo  de  1810,  y  semand.6  solemnizar  el  acto  con  repi- 
ques, iluminación  y  demás  regocijos  públicos.  Gacetade  8  de  Mayo.tom.l?,  núm. 
52,  fol.  384,  y  en  la  misma  se  insertó  la  real  cédula  comunicando  la  instalación 
de  la  Regencia,  y  mandándola  reoonocer.  En  las  gacetas  siguientes  se^ezprosaa 
todas  las  autoridades  que  fueron  reconociéndola  en  todas  las  provincias. 

(52)  Lineas  de  defensa  formadas  en  las  inmediaciones  de  Lisboa  por  lord 
Wellington,  en  las  que  se  estrellaron  los  esfuerzos  de  Massena,  que  tuvo  que 
emprender  una  desastresa-  retirada. 

(53)  Véase  para  todo  lo  relativo  á  sucesos  de  España,  la  historia  del  QODde 
de  Toreno,  de  la  que  he  extractado  lo  que  aquí  refiero. 


296  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

Al  mismo  tiempo  que  la  Regencia,  se  estableció  en  Cádiz  una  jun- 
ta elegida  popularmente,  que  aunque  al  principio  no  tuvo  más  ob- 
jeto que  atender  á  la  defensa  de  la  plaza,  vino  á  hacerse  superior 
y  más  poderosa  que  la  Regencia  misma.  Compuesta  de  comercian- 
tes relacionados  con  los  de  México,  é  impuestos  por  éstos  de  lo  que 
pasaba  bajo  el  gobierno  del  arzobispo,  hicieron  que  la  regencia  le 
removiese  del  mando  que  se  le  previno  entregase  á  la  audiencia,  y 
aunque  esto  se  hizo  con  el  pretexto  honroso  de  su  edad  y  enferme- 
dades, (54)  y  remunerando  sus  servicios  con  la  gran  cruz  de  Carlos 
III,  no  por  eso  dejó  de  sentir  este  desaire,  que  sufrió  con  cristiana 
resignación,  pero  que  le  hizo  declararle  más  contrario  á  Yermo  y 
á  los  españoles  á  cuyo  influjo  lo  atribuia. 

£1  arzobispo  en  su  administración  política  se  habia  dedicado  á  to- 
dos aquellos  ramos  que  de  más  cerca  se  tocaban  con  su  oficio  pasto- 
ral. LarS  heladas  extemporáneas  habian  hecho  perder  en  el  año  de 
1809  mucha  parte  de  los  maices,  alimento  principal  del  pueblo,  que 
quedaba  expuesto  á  la  escasez  y  carestía  para  el  año  siguiente,  y 
trató  por  prudentes  reglamentos  de  evitar  estos  males,  impidiendo 
el  monopolio  de  la^  semillas  que  pudiera  haberlos  aumentado.  Cui- 
dó de  remediar  los  desórdenes  del  juego  y  otros  escándalos  públi- 
cos, pero  quiso  trasladar  las  virtudes  de  la  mitra  á  las  funciones 
del  gobierno  político,  lo  que  ha  hecho  que  la  audiencia  de  México 
haya  dado  á  su  gobierno  el  nombre  de  *» pontificado,»  en  un  informe 
célebre  hecho  á  las  cortes  de  Esparta,  de  que  tendré  que  ocuparme 
en  su  lugar.  (55)    El  arzobispo  reconoció  cuando,  la  revolución  es- 

(54)  Véase  el  oficio  que  se  le  dirigió  por  el  marqués  de  las  Hormazas,  mi- 
nistro de  la  regencia,  fecha  22  de  Febrero  de  1810.  Gao.  de  México  de  15  de 
Mayo  1810,  tom.  1",  núm.  53,  fol.  391.  Los  tomos  de  la  gaceta  empezaron 
nueva  numeración  desde  Enero  de  1810. 

(65)  Representación  de  la  audiencia  de  México  á  las  cortes  de  España,  so- 
bre no-poderse  observarla  Constitución  de  1812.  Lo  ha  impreso  en  la  carta  2* 
del  tomo  4?  de  la  2?  edición  del  Cuadro  histórico,  D.  Carlos  María  Bustaman- 
te,  quien  atribuye  la  redacción  de  este  importante  documento  al  oidor  D.  Pe- 
dro de  la  Puente,  calificándolo  por  esto  sólo  de  hombre  de  talento,  aunque 
malvado.  Puente  no  tenia  ni  el  talento  ni  la  instrucción  necesaria  para  escri- 
bir este  papel,  que  es  obra  del  Lie.  D.  José  María  Torres  Cataño,  relator  de 
la  misma  audiencia  y  del  real  Acuerdo,  cuya  confianza  merecía.  £1  Lie.  D.  Jo- 
sé Bernardo  Couto,  que  fué  pasante  de  Torres  Cataño,  me  ha  asegurado  ha- 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  297 

talló»  que  había  sido  engañado  en  el  sistema  que  en  su  gobierno 
siguió,  y  entonces  veremos  que  quiso  remediar  con  excomuniones 
y  pastorales  el  mal  que  había  precipitado  pt)r  imprevisión.  Murió 
un  año  después  estimado  por  sus  virtudes,  reconociendo  hasta  sus 
más  decididos  contrarios  que  si  habia  errado,  había  sido  por  equi- 
vocación, pero  sin  que  jamás  se  sospechase  de  su  lealtad  y  recta 
intención.  (56) 

Si  habia  sido  un  error  de.  la  junta  central  conferir  el  mando  déla 
Nueva  España  el  arzobispo  Lizana  en  las  críticas  circunstancias  en 
que  se  le  entregó,  fué  todavía  mayor  el  de  la  primera  Regencia  en 
confiarlo  á  la  audiencia  en  momentos  más  difíciles,  pues  una  cor- 
poración de  letrados,  lentos  eu  sus  procedimientos  y  acostumbrados 
á  las  ritualidades  del  foro,  no.  podía  ser  adecuada  para  gobernar  en 
tiempo  en  que  se  requería  toda  la  actividad  y  expedición  do  un 
hombre  solo  y  enérgico.  Aun  en  tiempos  ordinarios  y  tranquilos,  se 
habían  echado  de  ver  los  inconvenientes  que  resultaban  del  gobier- 
no de  las  audiencias,  en  los  casos  en  que  el  virrey  moría  sin  que 
hubiese  pliego  de  providencia,  como  se  habia  acostumbrado  y  pre- 
venían las  leyes;  por  lo  que,  como  antes  hemos  visto,  se  habia  man- 
dado que  en  tales  ocurrencias  el  mando  recayese  en  el  militar  de 
mayor  antigüedad  y  graduación.  No  paxece  sino  que  la  Eegencia  en 
esta  ocasión,  inüuida  por  la  junta  de  Cádiz,  no  trató  de  otra  cosa 

ber  visto  en  su  estudio  el  borrador  de  esta  representación.  Torres  Cata&o  ha 
muerto  en  1846,  y  siempre  fué  tenido  por  uno  de  los  letrados  mas  distinguí- 
dos  de  México.  El  párrafo  en  que  la  audiencia  califica  de  pontificado  el  gobier- 
no del  arzobispo,  es  el  36,  fol.  43  de  dicho  tomo. 

(56)  La  misma  equivocación .  que  en  lo  político,  padeció  el  Sr.  Lizana  en 
otros  puntos.  A  todos  los  juzgaba  por  sí  mismo;  en  todo  creía  que  se  obraba 
con  buena  intención  y  esto  hacia  que  en  todo  se  engañase  fácilmente.  Viendo 
las  frecuentes  pérdidas  que  los  bienes  eclesiásticos  sufrían  perlas  quiebras  de 
los  mayordomos  y  atrasos  de  los  capitalistas  que  reconocían  fondos,  se  llegó 
á  persuadir  que  la  imposición  más  segura  era  la  real  hacienda,  y  así  protegió 
con  el  mayor  empeño  el  plan  de  la  consolidación,  creyendo  que  al  mismo  tiem- 
yo  hacía  un  servicio  a  la  corona  y  aseguraba  aquellos  bienes.  Todo  lo  que  le 
tocó  de  su  tanto  por  ciento  lo  destinó,  porque  era  desinteresadísinio,  á  fundar 
la  octava  de  Corpus,  que  debía  celebrarse  en  la  catedral  con  la  misma  solem- 
nidad que  el  mismo  día  de  Corpus,  é  impuso  el  capital  necesario  en  las  cajas 
reales,  como  estaba  mandado.  No  tuvo  el  gusto  de  ver  celebrar  su  función  ni 
aun  una  vez,  pues  desde  el  primer  año  cesó  el  pago  de  los  réditos,  y  ese  y  los 
demás  capitales  que  entraron  en  el  fondo  de  consolidación,  quedaron  perdi- 
dos. 

TOMO.  1—38 


298  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

que  de  remover  cuanto  antes  al  arzobispo,  sin  pensar  mucho  en 
quien  habia  de  sucederle.  Puede  también  ser  que  debiendo  durar 
corto  tiempo  el  gobierno  de  la  audiencia,  no  se  creyese  que  habia 
inconveniente,  viendo  que  aquella  corporación  habia  sido  el  apoyo 
del  partido  español,  y  la  que  habia  dictado  todas  las  primeras  pro- 
videncias después  de  la  prisión  de  Iturrigaray ;  pero  desde  entonces 
habian  ocurrido  alteraciones  de  mucha  importancia  en  el  seno  mis- 
mo de  aquel  cuerpo.  El  regente  Catani,  sobre  quien  debia  recaer 
el  peso  principal  de  la  administración,  era  un  anciano  octogenario, 
sometido  á  iguales  influencias  que  el  arzobispo,  sin  el  mismo  des- 
prendimiento de  ambición  é  intereses  mundanos  que  aquel  pre 
lado,  y  estaba  además  enemistado  con  el  oidor  dec  no  Aguirre, 
habiéndose  formado  cada  unojsu  partido  y  entrado  á  engi*osar  el 
opuesto  á  Aguirre  el  oidor  Bodega,  que  habia  gozado  de  mucho 
crédito  con  el  arzobispo.  Existia,  pues,  una  discordia  declarada  en- 
tre los  mismos  que  iban  á  ejercer  la  autoridad^  y  de  ella  se  resin- 
tieron  todos  los  actos  de  ésta. ' 

El  8  de  Mayo  entró  la  audiencia  en  ejercicio  del  poder  supremo, 
y  en  9  del  mismo  organizó  su  gobierno,  procurando  darle  la  activi- 
dad y  expedición  que  era  posible  en  una  corporación  numerosa. 
Declaróse  que  conforfne  á  las  leyes  y  disposiciones  de  la  materia, 
el  gobierno  superior  del  reino  y  la  capitanía  general  pertenecían  á 
la  audiencia  en  cuerpo,  y  que  la  presidencia  de  ésta,  la  superinten- 
dencia de  real  hacienda  y  subdelegacion  de  correos,  habian  recido 
en  el  regente.  Que  éste  despachase  por  sí  solo  y  como  delegado  de 
la  audiencia,  todas  las  providencias  diarias  y  las  que  estimase 
urgentes,  dando  en  seguida  cuenta.  Que  en  el  ramo  militar  se  con- 
sultase para  mayor  acierto  con  una  junta  de  jefes,  y  que  eu  todos 
los  demás  despachasen  por  sí  los  oidores  comisionados,  y  para  que 
quedasen  expeditos  el  regente  y  los  dos  oidores  ocupados  en  la  jun- 
ta de  seguridad,  ésta  se  compusiese  del  gobernador  de  la  sala  del 
crimen  y  de  los  dos  alcaldes  de  corte  más  antiguos,  quienes  habian 
de  consultar  con  el  Acuerdo  de  providencias  meramente  guber- 
nativas, quedando  expedita  la  jurisdicción  de  la  sala  para  las  de 
justicia.  (57) 

(67)  Véase  él  auto  de  la  audiencia  de  9  de  Mayo,  inserto  en  la  gaceta  de  18 


HISTORIA  D£  WtOCO.  290 


Se  continuó  colectando  el  donativo  para  procurar  armamento, 
pero  no  se  mandó  el  comisionado  que  habia  de  ir  ¿  comprarlo  á  In« 
glaterra.  Este  donativo  produjo  más  de  doscientos  mil  pesos,  y  al 
mismo  tiempo  se  recojia  otro  que  fué  todavía  más  cuantioso,  para 
mandar  zapatos  á  los  ejércitos  de  Espafia,  donde  se  dificultaba  ha* 
cerlos,  según  manifestó  á  la  audiencia  él  comandante  del  navio  in« 
glés  Baluarte,  Flemming,  invitando  á  una  suscricion  con  este  obje* 
to;  y  otra  se  hizo  en  Veracruz  para  pagar  el  flete  de  un  buque 
que  condujo  á  Cádiz  azufre  y  plomo  para  las  fábricas  de  municio- 
nes: todo  lo  cual  manifiesta  cuanto  abundaba  el  dinero,  no  obstan- 
te las  grandes  sumas  que  se  habian  remitido  á  España  y  las  que  se 
estaban  sacando  para  Inglaterra  por  el  giro  de  letras,  autorizado 
por  la  Regencia  hasta  la  cantidad  de  diez  millones  de  pesos,  (58)  y 
no  menos  la  generosidad  con  que  se  daba  para  estos  objetos  patrió- 
ticos, especialmente  por  los  europeos  establecidos  en  el  país.  La 
Regencia  mandó  al  arzobispo  diese  gracias  á  los  que  habian  contri- 
buido á  los  donativos  y  préstamos  anteriores,  proponiendo  los  pre* 
mios  de  que  juzgase  dignos  á  los  que  más  se  habian  distinguido,  y 
la  audiencia  cumplió  la  primera  parte  de  esta  disposición/  publi- 
cando en  la  gaceta  la  real  orden  para  satisfacción  de  los  interesa- 
dos. (59) 

Para  realizar  el  préstamo  de  veinte  millones  solicitado  por  la 
junta  central,  se  habia  procedido  gobernando  el  arzobispo  á  nom- 
brar los  comisionados  de  los  consulados  de  México,  Veracruz  y 
Guadalajara,  que  debian  componer  la  junta  que  se  habia  de  esta- 
blecer en  México.  Reunidos  éstos,  se  instaló  la  junta  el  19  de  Ma* 
yo  presidida  por  el  regente  Catani,  y  en  su  primera  sesión  hizo  el 

del  mismo,  tom.  1?,  nüm.  66,  fol,  411,  en  el  qae  están  por  menor  todas  estas 
disposiciones. 

(58)  Se  ooDcedió  este  permiso  por  real  orden  de  13  de  Marzo  de  1810,  pu- 
blicada en  la  gaceta  de  México  de  19  de  Junio,  tom.  1?,  núm.  60,  fol.  605. 
El  encargo  del  giro  de  letras  lo  tuvo  la  casa  de  D.  Tomps  Murphy. 

(59)  Dos  fueron  las  reales  órdenes  expedidas  con  este  motivo:  la  una  en  9 
de  Febrero,  relativa  al  préstamo  de  tres  millones  para  despachar  á  Cockráne, 
y  la  v'^tra  de  17  del  mismo,  sobre  los  donativos  en  general,  ambas  publicadas 
en  la  gaceta  de  29  de  Mayo  tom.  1?,  núm.  60,  fol.  443.  Después  se  hizo  otro 
préstamo  de  pronto  reembolso  de  556,000  ps.  entre  pocos  individuos,  para 
despachar  el  navio  inglés  Baluarte.  Gaceta  de  31  de  Julio,  tom.  1^  núm.  83, 
fol.  617, 


SQO  HISTOBIA  DE  M±SICO. 

nombramiento  de  secretario  y  tesorero,  acordó  los  puntos  princi 
pales  que  hablan  de  servir  de  base  de  sus  operaciones,  y  pidió  los 
datos  necesarios  sobre  los  productos  de  los  ramos  que  se  habían  de 
hipotecar  para  el  pago  de  los  intereses,  á  todo  lo  cual  s^  dio  publi- 
cidad, invitando  á  que  concurriesen  con  sus  luces,  todos  los  que  pu- 
dieran contribuir  al  acierto  en  tan  delicada  materia.  No  se  proce- 
dió por  entonces  á  más,  y  los  acontecimientos  sucesivos  impidieron 
absolutamente  que  tuviese  efecto  este  empréstito,  que  siempre  se 
tuvo  por  irrealizable.  (60) 

Hemos  visto  én  su  lugar  que  la  junta  central  al  disolverse,  acor- 
dó las  medidas  que  tuvo  por  conducentes  para  acelerar  la  reunión 
de  las  CSortes.  Desde  que  aquella  se  hallaba  en  Aranjuez,  propuso 
se  convocasen  D.  Gaspar  Melchor  de  Jovellanos,  y  antes  lo  habia 
dispuejto  en  Bayona  Femando  VII,  encargando  la  ejecución  al 
Consejo  de  Castilla.  La  experiencia  de  los  negocios,  que  suele  ca- 
lificarse de  rutina  y  adhesión  á  añejas  ideas,  habia  hecho  que  se 
opusiese  constantemente  el  conde  de  Florida-blanca,  pero  muerto 
éste  en  Sevilla  á  donde  la  central  se  trasladó,  se  volvió  á  promover 
la  reunión  é  hizo  pi*op08Ícion  en  forma  D..  Lorenzo  Calvo  de  Bozas, 
Ja  que  después  de  largo  examen  y  opuestos  pareceres  se  aprobó,  y 
en  22  de  Mayo  de  1809  se  publicó  el  decreto  de  que  se  ha  hecho 
mención,  limitado  á  declarar  el  restablecimiento  de  la  representa- 
ción legal  de  la  monarquía  ea  sus  antiguas  Cortes^  y  á  formar  una 
comisión  de  cinco  individuos  que  fíjase  la  forma  que  éstas  habían 
de  tener,  materias  de  que  se  hablan  de  ocupar  y  parte  que  la  Amé- 
rica habia  de  tener  en  ellas. 

A  grandes  dificultades  estaba  sujeto  el  arreglo  de  estos  puntos, 

(60)  FneroD  los  comisionados  por  el  consulado  de  México,  D.  Gabriel  de 
Yermo  y  el  conde  de  la  Cortina;  por  el  de  Veracauz  D.  José  Ignacio  de  la  To- 
rre y  P.  Pedro  Miguel  de  Echeverría;  por  el  de  Guadalajara,  D.  Juan  José 
Cambero  y  D.  Eugenio  Moreno  de  Tejada:  como  ministro  de  real  hacienda 
B.  Antonio  de  Medina,  contador  de  las  cajas  del  mismo  Guadalajara.  Fneron 
nombrardos  secretario  D.  José  María  Quiroz,  que  lo  era  del  consulado  de  Ye- 
racruz,  y  tesorero  D.  Patricio  Humana,  oficial  mayor  de  la  secretaría  del  vi- 
rreinato. Véase  la  gaceta  de  8  de  Junio,  tom.  1*,  núm.  66,  fol.  474,  en  la  que 
está  inserta  la  real  orden  de  10  de  Enero  que  contiene  todas  las  instnicctones 
sobre  el  modo  de  proceder  á  levantar  el  empréstito,  dadas  por  el  marqués  Ae 
las  Hormazas,  ministro  de  hacienda  de  la  junta  central. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  SOI 

y  para  vencerlas  era  menester  comenzar  por  formar  una  especie  de 
constitución,  por  la  que  se  reuniesen  en  un  solo  cuerpo  los  diversos 
reinos  que  en  diferentes  tiempos  y  con  particulares  motivos,  reca- 
yendo en  una  misma  persona,  habian  venido  á  formar  la  actual  mo- 
narquía española.  Cada  una  de  sus  paites  tenia  su  legislación  es- 
pecial y  en  tiempos  antiguos  habia  tenido  sus  Cortes,  á  las  que 
generalmente  concurrían  los  tres  brazos  de  la  nobleza,  eclesiástico 
y  del  estado  llano,  representado  éste  por  los  procuradores  que  nom- 
braban los  Ayuntamientos  de  las  ciudades  y  villas  que  tenian  este 
derecho  ó  que  eran  llamadas  por  los  reyes,  y  estos  Ayuntamientos 
eran  de  elección  popular.  Las  alteraciones  que  todo  esto  habia  su- 
frido, habian  reducido  la  celebración  de  Cortes,  desde  el  estableci- 
miento de  la  dinastía  de  Borbon,  á  la  concurrencia  en  Madrid  de 
los  diputados  de  algunas  ciudades  de  Castilla  y  de  Aragón  para  la 
jura  del  príncipe  de  Asturias.  Navarra  habia  conservado  las  suyas 
con  los  tres  brazos;  Vizcaya  sus  juntas  populares  bajo  del  célebre 
árbol  de  Garníca,  y  Asturias  las  de  los  diputados  de  sus  consejos. 
La  junta  central  habia  resuelto  que  las  cortes  fuesen  de  dos  cá- 
maras, formada  la  una  por  los  diputados  nombrados  popularmente, 
y  la  otra  por  la  reunión  de  los  dos  estamentos  de  la  nobleza  y  el 
clerOf  siguiendo  los  principios  que  sostuvo,  Jovellanos,  y  en  este 
concepto  se  expidió  la  convocatoria  para  la  elección  de  diputados 
de  las  provincias  de  España,  los  que  debian  hallarse  reunidos  en  la 
isla  de  León  para  1.^  de  Marzo  de'  1810:  se  dejó  para  después  el 
citar  á  los  individuos  que  habian  de  componer  la  cámara  de  los  pri- 
vilegiados por  creerlo  más  pronto,  y  nada  se  resolvió  en  cuanto  á 
la  representación  dé  la  América.  Estaj  en  el  decreto  de  31  de  Ene- 
ro, dado  por  la  central  en  el  momento  de  su  disolución,  se  deter- 
minó fuese  por  entonces  solamente  supletoria,  sorteando  entre  los 
naturales  de  América  residentes  en  España,  cuarenta  individuos 
entre  los  que  habian  de  sortearse  veintiséis  diputados,  y  lo  mismo 
se  previno  respecto  á  las  provincias  de  España  que  no  podían  ha- 
cer elección  por  estar  ocupadas  por  los  franceses.  Este  decreto  no 
habiéndose  publicado,  y  no  teniendo  empeño  la  Kegencia  en  la  pro&- 
ta  reunión  de  las  Cortes,  por  real  orden  de  14  de  Febrero  mandó 
se  procediese  á  la  elección  directa  de  diputados  en  las  provincias 


802  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


de  Asia  y  América,  nombranclo  el  Ayuntamiento  de  las  capitales 
de  las  provincias  tres  individuos,  de  entre  los  cuales  se  habia  do 
sortear  el  que  habia  de  ser  diputado^  Estos  se  previno  concurriesen 
en  la  isla  de  Mallorca,  donde  esperarían  Itv  reunión  de  la¿  Cortes, 
que  los  sucesos  de  la  guerra  obligaban  á  dilatar  hasta  que  pudiera 
hacerse  con  la  seguridad  y  solemnidad  conveniente.  La  Audiencia 
hizo  publicar  i)or  bando  esta  disposición  en  16  de  Mayo  (61),  y 
mandó  se  procediese  á  la  elección  de  diputados  por  las  provincias 
del  virreinato  sin  comprender  las  internas  que  independientemente 
la  hicieron,  y  contando  entre  aquellas  para  este  efecto,  aunque  no 
eran  intendencias,  á  Querétaro,  Nuevo  León  y  Nuevo  Santander 
y  también  á  la  ciudad  de  Tlaxcala,  por  las  consideraciones  que  siem- 
pre se  le  habian  guardado,  por  los  servicios  hechos  por  los  antiguos 
tlaxcaltecas  en  la  época  de  la  conquista.  Hiciéronse  las  elecciones 
en  cumplimiento  de  esta  orden  y  recayeron  en  su  mayor  parte  en 
eclesiásticos,  cuyo  influjo  era  grande  en  aquel  tiempo,  y  que  veían 
en  la  diputación  un  camino  abierto  á  ¿  las  canongiaa  y  otros  ascen- 
sos de  la  carrera,  ó  en  jóvenes  abogados  que  residían  en  E^aña 
pretendiendo  empleos  (62).  Muchos  de  los  diputados  se  embarca- 
ron en  el  navio  inglés  Baluarte,  y  cada  uno  llevó  consigo  algunos 
parientes  ó  recomendados  á  quienes  proporcionar  empleo  con  el 
influjo  legislativo,  sin  que  se  opusiese  á  este  espíritu  de  pretender 
empleos  en  Espafla  el  deseo  de  hacer  la  independencia  en  América, 
pues  se  contaba  con  hacer  valer  en  esta  y  que  quedase  subsistente 
lo  que  se  hubiese  obtenido  en  aquella. 

Pero  mientras  la  Regencia  llevaba  tan  despacio  la  reunión  de  las 
cortes^  nuevos  incidentes  la  obligaron  á  acelerarla.  Los  diputados 
de  algunas  juntas  provinciales  que  estaban  en  Cádiz,  presentaron 
á  la  Regencia  en  17  de  Junio  por  mano  de  dos  d«  ellos  (68),  una 
animada  exposición,  recordando  la  olvidada  promesa  de  la  pronta 
reunión  de  aquel  cuerpo,  objeto  entonces  de  los  deseos  y  esperanzas 

(61)  Gaceta  de  18  de  Junio,  tom.  1?,  núm.  56,  fol.  413. 

(62)  Véase  en  el  apéndice  núm.  16,  la  lista  de  los  diputados  que  entonces 
se  nombraron. 

(63)  Los  dos  encargados  de  esta  comisión  fueron  D.  Guillermo  Hualde 
hantre  de  Cuenca,  y  el  conde  Toreno,  autor  de  la  historia  de  que  he  cacado 
odos  estos  hechos. 


HISTORIA  DE  ICÉXICO.  303 


de  la  nación.  Después  de  una  disputa  no  poco  acalorada,  la  Regencia 
dio  una  respuesta  satisfactoria,  y  amedrentada  por  la  agitación  que 
se  advertia  en  los  espíritus  y  por  las  repetidas  exposiciones  de  la  jun- 
ta del  mismo  Cádiz,  promulgó  el  18  del  propio  mes  de  Junio  un 
decreto  por  el  que  mandó  se  procediese  sin  demora  á  las  elecciones 
de  diputados  en  donde  no  se  hubiesen  verificado;  que  éstos'estuvie- 
sen  en  la  isla  de  León  en  todo  el  mes  de  Agosto  inmediato,  y  que  las 
sesiones  se  abriesen  luego  que  hubiese  reunido  un  número  suficiente 
de  ellos.  El  modo  de  elección  que  se  estableció  fué,  que  las  ciuda- 
des de  voto  en  Cortes  nombrasen  un  diputado,  otro  cada  junta  de 
provincia,  y  uno  en  fin  por  cada  50,000  personas,  teniendo  voz  en 
la  elección  los  españoles  de  cualquiera  clase,  avecindados  en  el  lugar 
donde  aquella  se  hacia,  do  más  de  25  años  y  con  casa  abierta,  no 
queriéndose  tampoco  ninguna  otra  condición  en  los  elegidos.  Para 
suplir  por  las  provincias  de  España  ocupadas  por  los  franceses,  se 
juntaron  en  Cádiz  los  nativos  de  cada  una  de  las  que  estaban 
en  este  caso,   presididos  por  un  consejero  de  Castilla,  y  nom- 
braron un  diputado  por  la  respectiva,  y  en  cuanto  á  las  Américas  y 
Asia,  no  pudiendo  llegar  á  tiempo  los  diputados  que  se  habia  man- 
dado nombrar,  se  eligieron  28  nacidos  en  ellas  que  residían  en  Cá- 
diz, presididos  por  el  consejero  de  Indias  D.  José  Pablo  Valiente,  y 
estos  suplentes  quedaron  ejerciendo  todo  el  tiempo  que  permane- 
cieron estas  Cortes,  por  no  haber  llegado  á  ellas  nunca  todos  los 
propietarios. 

La  Kegencia  se  dejó  arrastrar  por  la  opinión  que  por  entonces  pa- 
recía preponderante,  y  hallando  encontrados  los  pareceres  del  con- 
sejo y  de  las  diversas  personas  que  sobre  ello  consultó,  desoyendo 
el  voto  respetable  del  ilustre  Jovellanos,  decidió  que  no  se  convo- 
case la  cámara  en  que  la  central  habia  querido  se  reuniesen  los  dos 
estamentos  de  la  nobleza  y  del  clero.Tnstaláronse,  pues,  las  Cortes 
en  el  teatro  de  la  Isla  de  León  el  24  de  Setiembre  de  1810  con  una 
sola  cámara,  en  la  que  predominando  las  ideas  más  exaj eradas  de 
reformas  é  innovaciones  y  tomando  por  modelo  la  Asamblea  nacio- 
nal de  Francia,  se  vieron  asomar  luego  los  proyectos  más  avanza- 
dos, no  para  remediar  los  muchos  y  graves  males  de  que  ciertamen- 
te adolecía  la  monarquía,  sino  para  arruinar  á  ésta  por  sus  cimien- 


304  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

tos  y  dar  principio  á  la  guerra  civil,  á  la  ruina  y  confusión  en  que 
cayó  aquella  desgraciada  nación  y  de  que  ha  sido  víctima  por  tan- 
to tiempo,  propagando  con  los  mismos  principios  iguales  males  en 
las  provincias  de  ultramar,  las  cuales  al  separarse  de  su  metrópo- 
li quedaron  en  posesión  de  tan  funesta  lierencia^^ 

La  Regencia  al  comunicar  á  la  audiencia  el  decreto  de  14  de  Fe- 
brero en  que  se  mandaba  proceder  á  la  elección  de  diputados,  di- 
rigió una  proclama  á  los  americanos.  En  ella  se  repetia  la  declara- 
ción ya  hecha  por  la  junta  central,  de  que  los  dominios  de  Améri- 
ca y  Asia  eran  parte  integrante  de  la  monarquía;  que  como  tales 
les  correspondían  los  mismos  derechos,  y  que  en  consecuencia,  de 
bian  mandar  sus  diputados  al  congreso  nacional,  n Desde  este  mo- 
mento, españoles  americanos,  n  decia  la  Regencia,  '»os  veis  elevados 
á  la  dignidad  de  hombres  libres:  no  sois  ya  los  mismos  que  antes, 
encorvados  bajo  un  yugo  mucho  más  duro  mientras  más  distantes 
estabais  del  centro  del  poder;  mirados  con  indiferencia,  vejados 
por  la  codicia  y  destruidos  por  la  ignorancia. i?  Apenas  se  puedo 
creer  que  hubiese  españoles  que  desconociesen  hasta  este  punto  la 
historia  de  la  dominacit)n  de  su  patria  en  América,  y  que  en  un 
documento  tan  importante,  se  atreviesen  á  censurar  de  una  manera 
tan  ofensiva,  todo  cuanto  se  habia  hecho  por  sus  antepasados  duran- 
te tres  siglos.  Los  extraujeros  enemigos  de  España  y  los  america- 
nos en  sus  declamaciones  contra  ésta,  no  han  usado  de  frases  más 
fuertes  que  las  que  ofreció  por  modelo  la  Regencia  misma  en  sn 
proclama.  He  oido  que  la  redactó  el  poeta  D.  Manuel  José  Quin- 
tana, y  en  verdad  que  este  hecho  no  prueba  mucho  en  favor  de 
la  intervención  de  este  género  de  literatos  en  materias  políti- 
cas. (64) 

/TTa  Regencia  se  engañaba  creyendo  que  los  americanos  quedaban 
satisfechos  con  estas  concesiones,  como  ni  tampoco  con  las  que 
más  adelante  decretaron  las  Cortes.  Espíritus  fuertemente  excita- 
dos por  un  poderoso  interés  y  movidos  por  grandes  miras  políticas, 
no  se  satisfacen  nunca  sino  logrando  su  intento^ La  revolucioi. 

(64)  Véase  esta  proclama  en  la  gaceta  de  México  de  18  de  Mayo  de  181 
tom.  1*?,  fol  413.  Ha  sido  copiada  y  comentada  en  todos  los  pápele»  de  los  i 
dependientes,  como  una  confesión  de  parte  que  no  admite  réplica. 


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HISTORIA  DE  MÉXICO.  SOS 


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pues,  continuó  tomando  mayor  incremento,  durante  los  cuatro  me- 
ses del  gobierno  débil  y  flojo  de  la  audiencia:  diéronseá  ésta  repe- 
tidos avisos  de  la  conspiración  que  se  tramaba  en  Queré^uro  y  otros 
lugares,  pero  creyó  que  bastaban  para  contener  tan  graves  morí-  . 
mientes,  las  providencias  que  dictase  la  junta  de  seguridad.  La 
conspiración  tuvo,  pues,  tiempo  de  formarse  y  ramificarseí  cuando 
llegó  á  Veracruz  el  nuevo  virrey  nombrado  por  la  regencia,  D.  Fran- 
cisco Javier  Venegas. 

Si  hemos  de  ^  creer  que  los  trastornos  de  la  naturaleza  son  un 
anuncio  de  los  políticos,  y  que  ciertos  acontecimientos  extraordina- 
rios son  avisos  que  la  Divina  Providencia  da  á  los  hombres  para  pre- 
venirlos de  los  males  que  tienen  sobre  su  cabeza,  como  lo  creían 
las  antiguos  cuyas  historias  están  llenas  de  estas  noticias,  diremos 
que  en  la  noche  del  19  de  Agosto,  un  viento  impetuoso,  del  Norte 
que  cambió  luego  al  Sur  con  aguaceros  y  fuerte  marejada,  hizo  se 
perdiese  en  Veracruz  mucho  número  de  buques  y  puso  én  conflicto 
la  población;  el  mismo  fenómeno  se  observó  en  Acapulco,  siendo 
grande  el  número  de  casas  de  madera  que  fueron  arrasadas,  (65)  y 
antes  en  la  tarde  del  20  de  Mayo  cayó  un  rayo  en  la  ermita  de  los 
Remedios,  lo  que  hizo  trasladar  la  santa  Imagen,  antiguo  objeto  de 
veneración  de  los  mexicanos,  á  la  catedral  y  en  seguida  fué  llevada 
á  diversas  iglesias,  adornándose  extraordinariamente  las  calles  del 
tránsito,  (66)  lo  que  si  es  para  muchas  personas  un  acto  devoto  de 
culto  religioso,  para  las  mas  no  es  otra  cosa  que  ocasión  de  lujo 
y  entretenimiento,  á  que  se  da  el  nombre  de  piedad  y  devo- 
ción. 

Habíase  distinguido  el  nuevo  virrey  en  la  guerra  que  á  la  sazón 
tenia  España  contra  Napoleón.  Al  principio  de  ésta  era  teniente  co- 
ronel retirado  de  las  mih'cias  de  Ecija  y  concurrió  á  la  victoria  de 
Bailen:  mandó  después  el  cuerpo  que  se  formó  para  protejer  la  re- 
tirada de  los  restos  del  ejército  batido  en  Tudela  y  tuvo  á  sus  ór- 
denes una  división  del  que  se  organizó  con  las  reliquias  de  aquel 

(65)  La  noticia  du  estos  huracanes  dada  por  los  gobernadores  de  Yeracrus 
y  Acapulco,  se  publico  por  orden  de  la  audiencia^en  la  gaceta  de  24  de  Agos- 
to, tom.  1?,  núm.  92,  fol.  586. 

(66)  D.  Carlos  Bustamante  publicó  en  aquel  tiempo  una  memoria  con  la  r«- 
lacioii  de  estas  solemnidades,  impresa  en  casa  de  Ontiveros. 

TOMO  1.-^39 


306  HISTORIA  D&  MÉXICO. 

< 

y  que  mandó  el  duque  del  Infantado,  á  quien  pudo  con  fundamen- 
to imputarse  el  triste  resultado  de  la  batalla  de  Uclés,  en  que  fué 
completamente  desbaratado  el  cuerpo  que  estaba  á  cargo  de  Vene- 
gas.  Diósele  en  seguida  el  mando  en  jefe  del  ejército  de  la  Man- 
cha, y  después  de  muchos  movimientos  y  operaciones  sobre  Aran- 
juez  y  Toledo,  fué  derrotado  en  Almonacid,  sobre  lo  que  le  hizo 
varios  cargos  el  General  Cuesta  en  un  manifiesto  que  publicó,  y 
al  que  contestó  Venegas  en  México.  Cuando  se  verificó  la  invasión 
de  las  Andalucías  y  la  disolución  de  la  junta  central,  se  hallaba 
Venegas  de  Gobernador  en  Cádiz,  á  cuya  junta,  y  Í  la  circusntau- 
cia  íle  ser  sobrino  de  D.  Gonzalo  de  Saavedra,  individuo  de  la  re- 
gencia que  acababa  de  nombrarse,  debió  el  nombramiento  de  vi- 
rrey de  Nueva  Espafia,  cuyo  empleo  se  dice  estaba  destinado  por 
la  junta  central  para  D.  José  de  Bustamante,  que  pasó  á  ser  capi- 
tán general  de  Guatemala. 

Llegó  Venegas  á  á  Veracrüz  en  la  fragata  .Atocha  el'  dia 
25  de  Agosto  y  tardó  en  el  viaje  á  la  capital  más  de  lo  que  ha- 
bían acostumbrado  sus  antecesores,  instruyéndose  en  el  camino  del 
estado  de  las  cosas  y  relacionándose  con  las  personas  que  le  pare- 
ció oportuno,  especialmente  con  el  Obispo  de  Puebla  Campillo, 
con  quien  contrajo  amistad  estrecha,  y  con  el  intendente  de  aque- 
lla ciudad  Flon  que  lo  acompañó  á  México.  £1 18  de  Setiembre 
le  entregó  la  Audiencia  el  mando  en  la  villa  de  Guadalupe,  y  el  dia 
siguiente  hizo  su  entrada  pública,  con  las  solemnidades  y  pomipa 
acostumbrados. 

Venegas  estaba  en  la  medianía  de  la  edad;  tenia  buenos  moda- 
les y  la  revolución  y  la  guerra  de  Espafla  le  hablan  hecho  adquirir 
el  conocimiento  de  los  hombres,  expedición  en  el  trabajo  y  una  ac- 
tividad en  el  despacho  de  los  negocios  de  que  pocos  de  sus  prede- 
cesores hablan  dado  ^emplo.  Tenia  probidad  y  desinterés,  y  si  las 
circunstancias  en  que  tuvo  que  ejercer  el  mando  hubieran  sido  más 
felices,  se  le  habría  contado  sin  duda  entre  los  mejores  virreyes  de 
Nueva  España.  Su  traje  sencillo  y  trato  fácil,  llamaron  mucho  la 
atención  de  los  habitantes  de  la  capital,  acostumbrados  á  ver  á  los 
virreyes  vestidos  y  peinados  como  en  la  corte  de  Espafia,  que  ha- 
bía conservado  los  usos  de  la  de  Francia  antes  de  la  revolución,  y 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  SQ7 

observando  en  el  palacio  un  ceremonial  imitado  del  de  los  monar* 
cas  españoles,  que  lo  habían  continuado  sin  alteración  desde  los 
príncipes  de  la  dinastía  austríaca,  con  lo  que  se  extrañaba  mucho 
que  se  presentase  con  el  pelo  cortado,  sin  polvos  y  con  bciWs  y 
pantalón,  el  alto  funcionario  revestido  de  la  suprema  dignidad  (67) 
£1  primer  acto  público  del  nuevo  virrey  fué  convocar,  tres  diaa 
después  de  su  llegada,  una  junta  muy  numerosa  presidida  por  él 
mismo,  que  se  reunió  en  el  salón  principal  del  palacio.  Al  lado  del 
virrey  estaban  en  sillones  con  cojín  delante,  el  Arzobispo,  el  ex^vi- 
rrey  Garibay,  y  el  capitán  general  nombrado  para  Guatemala, 
Bustamante:  seguían  la  real  Audiencia,  los  diputados  elegidos  pa- 
ra las  Cortes  que  se  hallaban  en  México,  las  principales  dignida- 
des eclesiásticas  y  prelados  de  las  religiones,  jefes  militares  y  de  ofi- 
cinas, títulos  y  varios  propietarios  y  comerciantes.  Venegas  hizo 
leer  la  proclama  que  con  fecha  5  de  Mayo  dirigía  la  Begencia  á  los 
americanos,  pues  aunque  la  había  recibido  la  Audiencia,  no  había 
hecho  uso  de  ella  en  espera  de  la  llegada  del  virrey  que  estaba 
próxima,  en  la  que  manifestando  la  Begencia  el  estado  de  la  gue- 
'  rra,  pedia  los  auxilios  necesarios  para  continuarla:  leyóse  también 
la  lista  de  las  gracias  concedidas  á  diversos  sujetos  de  la  capital 
por  los  donativos,  préstamos  y  otros  servicios  hechos  á  la  causa  de 
la  patria,  del  rey  y  de  la  rehgíon;.en  seguida  se  procedió  á  exami^ 
nar  el  plan  presentado  por  los  fiscales  para  realizar  un  donativo 
que  habia  de  colectarse  por  clases  y  profesiones,  y  además  por  ba- 
rrios y  por  manzanas,  nombrando  comisionados  al  efecto.  Todo  lo 
aprobaron  los  concurrentes  y  aun  algunos  se  suscribieron  inmedía- 
tamente,  como  lo  hizo  el  Arzobispo  con  treinta  mil  pesos,  y  el  ar^ 
cedíano  Berístaín  con  una  sortija  de  brillantes  que  llevaba  en  la 

(67)  Siendo  entonóos  moy  frecaente  el  nso  de  los  pasquines,  que  ocupaban 
el  lugar  de  la  libertad  de  imprenta,  apareció  uno  referente  al  traje  del  virrey 
qao  decía: 

Con  botas  y  pantalón 
Hechura  de  Napoleón. 

Porque  aun  en  estas  cosas  menudas  se  quería  mantener  la  idea  de  que  se 
trataba  de  entregar  el  reino  á  los  franceses.  Los  virreyes  hasta  Venegas,  síeti- 
do  de  la  clase  de  tenientes  generales  y  alguno  de  ca])itan  general,  usaban 
el  nnifonne  riguroso  de  su  empleo,  que  era  calzón  corto  y  chupín  encarnado, 
casaca  azul  con  vuelta  encarnada,  con  los  bordados  de  oro  del  grado  respecti- 
vo. Generalmente  estaban  condecorados  con  cruces  que  realzaban  su  dignidad. 


dOft  HISTORIA  rm  MÉnco. 

mano,  apreciada  en  mil  doscientos  pesos,  y  otros  lo  hicieron  después 
aunqne  con  sumas  menos  considerables  que  las  de  los  donativos 
anteriores,  lo  que  probaba  que  á  fuerza  de  tanto  pedir  para  tan- 
tas y  "diversas  cosas,  habia  disminuido  la  voluntad  de  dar  y  no 
menos  los  medios  pecunarios  para  hacerlo.  (68) 

Esta  nue^a  demanda  de  dinero  y  la  lectura  de  lista  de  gracias, 
produjeron  el  más  mal  efecto  en  el  espíritu  de  los  americcnos. 
Aunque  se  decia  que  las  gracias  habian  sido  concedidas  por  los  do- 
nativos y  préstamos  hechos  para  auxiliar  á  la  Espafla,  y  estaban 
en  general  calculadas  según  la  importancia  de  de  éstos;  recayendc> 
muchas  de  ellas  en  los  principales  autores  y  cooperadores  á  la  pri- 
t^ion  de  Ituarrigaray,  se  tuvieron  como  premios  de  ésta.  Concedíase 
la  gran  Cruz  de  Carlos  III  á  los  dos  ex-virreyes,  el  Arzobispo  y 
Garibay;  títulos  de  Castilla  á  D.  Gabriel  de  Yermo,  D.  Diego  de 
Agreda,  D.  Sebastian  de  Heras  y  D.  José  Mariano  Fagoaga:  diver- 
sos honores,  distinciones  y  grados  á  otras  muchas  personas,   sien- 
do de  notar  que  se  dio  el  grado  inmediato  á  D.   Juan  Gallo,  que 
no  quiso  entregar  la  guardia  de  Iturrigaray,  y  no  se  le  dio  á  D. 
Santiago  García  que  lo  hizo,  no  obstante  haberse  distinguido  con 
considerables  donativos  y  préstamos,  y  que  la  misma  gracia  se  con- 
cedió á  Salaberria  y  Ondraeta,  que  tanta  parte  tuvieron  en  la  pri- 
sión del  virrey.  (69)  Yermo  no  quiso  admitir  el  título,  tanto  por 
sostener  que  no  habia  sido  guiado  en  sus  procedimientos  por  inte- 
rés alguno,  cuanto  por  no  perjudicar  á  sus  hijos  con  el  mayorazgo 
de  cien  mil  pesos  que  era  menester  fundar  en  favor  del  primogénito, 
y  Fagoaga  tampoco  usó  de  él.  Al  mismo  tiempo  que  estas  gracias 
vino  la  jubilación  del  regente  Catani,  que  aunque  debia  conside- 
rarse como  un  favor,  habiéndosele  concedido  con  todo  su  sueldo  y 
en  la   edad  avanzada* que  tenia,  se  tuvo  como  ün  castigo  y 
como  un  medio  de  dejar  vacante  la  Regencia  para  D.  Guillermo  de 
Aguirre,  ^ue  disfrutó  corto  tiempo  este  honroso  empico,  habiendo 
muerto  poco  después.  El  Alcalde  de  Corte  Villa  Urrutia  fué  nom- 

(68)  Véase  la  acta  de  la  janta,  la  proclama  de  la  Regencia  j  la  real  orden 
oon  que  la  acompafiaba  el  ministro  Sierra,  asi  como  también  la  lista  de  loa 
asistentes  a  la  junta,  en  la  gaceta  de  26  de  Setiembre  de  1810,  tom.  1?,  núm. 
107,  fol.  776. 

(69)  Gaceta  de  21  de  Setiembre,  toro.  1%  núm.  101,  fol.  734. 


HISTORIA    I>£    MÉXICO.  SOO 


^^^^^^^^^^^^^^^^■^^■^k^*^^^^>^^^a^^^^^ta 


brado  oidor  de  la  Audiencia^  de  Sevilla,  residente  en  Cádiz,  lo  que 
se  reputó  un  destierro  honroso,  y  como  no  habian  venido  los  des- 
pachos de  las  gracias  concedidas,  sino  solo  la  lista  de  ellas  que  el 
virrey  leyó  en  la  junta  y  todo  se  atribula  á  la  j.unta  de  Cádiz,  com- 
puesta de  comerciantes  corresponsales  de  los  de  México,  se  dijo, 
no  sin  chiste,  que  tales  gracias  habian  venido  en  factura,  á  estilo 
de  comercio.  La  indignación  que  todo  esto  excitó  en  los  america- 
nos dispuso  mucho  la  opinión  eu  favor  de  la  revolución,  que  cuan- 
do la  junta  se  celebraba  habia  comenzado  ya  en  el  pueblo  de  Do- 
lores, de  la  provincia  de  Guanajuato,  en  la  madrugada  del  dia  16  « 
de  Setiembre,  el  cura  D.  Miguel  Hidalgo,  cuyo*  principio  y  curso 
hasta  la  muerte  de  éste  y  de  sus  primeros  compañeros,  será  el  asun- 
to del  segundo  libro  de  esta  historia.  Echemos,  antes  de  concluir 
el  presente,  una  ojeada  sobre  los  sucesos  que  él  abraza. 

Llamaban  los  antiguos  fatalidad,  ó  decretos  irrevocables  del  des- 
tino, á  este  encadenamiento  de  sucesos  que  naciendo  Ins  unos  de 
los  otros,  parece  que  van  arrastrando  los  primeros  á  los  que  si- 
guen y  ^stos  á  los  últimos  de  una  manera  irresistible,  contribuyen- 
do á  precipitar  a  una  nación  á  su  final  exterminio  los  errores,  las 
omisiones,  los  crímenes  y  hasta  las  virtudes  de  los  hombres,  y  sir- 
viendo para  llevar  las  cosas  al  último  extremo,  aquellos  mismos 
nidios  que  se  emplearon  para  evitarlo.    Nosotros,  guiados  por  las 
Terdades  de  la  fé  cristiana,  debemos  reconocer  y  adorar  en  todos 
los  sucesos  humanos  los  decretos  de  la  Providencia  divina,  que 
por  fines  inexcrutables  á  nuestra  limitada  capacidad,  deja  en  jue- 
go las  pasiones  de  los  hombres  hasta  que  le  conviene  contenerlas, 
y  desbaratando  sus  planes  por  los  medios  más  inopinados,  sabe 
sacar  bien  del  mal  y  todo  lo  conduce  por  senderos  que  no  podemos 
penetrar.    Hemos  visto  un  ^gobierno  establecido  y  sucesivamente 
mejorado  por  la  sabiduría  y  experiencia  de  tres  siglos;  consolidado 
por  el  hábito  de  una  larga  obediencia;  afianzado  en  el  respeto  y 
amor  de  los  subditos,  repentinamente  conmovido  por  una  causa 
muy  agena  de  toda  previsión:  y  mientras  todo  el  pueblo  fiel  á  su 
soberano,  manifiesta  su  lealtad  de  una  manera  la  más  entusiástica 
al  saber  su  prisión  y  ofrece  con  decidida  voluntad  sus  personas  y 
haberes  para  sostener  sus  derechos,  pocos  individuos  proyectan 


^- 


810  HISTORIA  DE  MÉXIOO. 

aprovechar  estas  mismas  circunstancias  para  hacer  la  independen- 
cia.   Encuentran  abrigo  estas  ideas  en  una  corporación  entonces 
muy  considerada;  foméntalas  un  virrey  engallado  ó  seducido;*des- 
piértanse  las  propensiones  que  todas  las  colonias  tienen  y  que  más 
*  ó  menos  tarde  se  desenvuelven,  á  separarse  de  sus  metrópolis;  to- 
das las  pasiones  vienen  en  su  apoyo,  la  ambición  de  honores,  de 
empleos,  de  riquezas;  la  desconfianza  y  las  rivalidades  nacen  cuan- 
do más  asegurada  parecía  la  unión  y  la  obediencia  al  soberano;  en 
nombre  de  éste  se  trama  la  desmembración  de  sus  dominios,  y 
cuando  un  golpe  atrevido  parecía  haber  sofocado  estos  intentos,  el 
gobierno  de  Espafia,  en  vez  de  aprovechar  los  momentos  para  ase- 
gurar, por  medios  oportunos  y  que  estaban  muy  en  su  posibilidad, 
una  dominación  que  se  le  escapaba,  deja  caer  durante  dos  aflos 
enteros  las  riendas  del  gobierno  en  manos  débiles  é  incapaces,  y 
queriendo  recobrar  un  prestigio  perdido  por  medio  de  concesiones 
que  hubieran  acaso  lisonjeado  en  otras  épocas,  pero  que  eran  apre- 
ciadas en  muy  poco  cuando  se  tenia  ante  los  ojos  la  independen- 
cia, apoya  con  expresiones  indiscretas  todas  las  quejas  de  los  ame- 
ricanos; confirma  y  avalora  éstas  como  justas,  sin  acertar  á  satisfa- 
cerlas con  el  remedio  que  para  en  adelante  propone.  Parece  pues  que 
todo  Conspiraba  á  la  ruina  del  dominio  español  en  Nueva  España; 
pero  éste  habia  sido  fundado  sobre  tan  sólidos  cimientos;  tal  había 
sido  la  prudencia  con  que  se  habia  conservado  y  afirmado  en  aque- 
llos siglos,  que  las  orguHosas  pretensiones  del  nuestro  se  atreven 
á  calificar  de  bárbaros  é  ignorantes,  que  todavía  pudo  resistir  por 
largo  tiempo  á  los  más  furiosos  embates,  y  fueron  necesarias  otras 
nuevas  é  imprevistas  causas  para  hacerle  dar  en  tierra:  semejante 
á  aquel  antiguo  roble  de  que  habla  Virgilio,  (70)  que  atacado  por 
los  lefiadores  que  á  porfia  intentan  derribarlo,  aunque  casi  cortado 
su  tronco,  resiste  todavía  á  los  repetidos  golpes  de  la  hacha;  sacude 
con  majestad  sublevada  copa,  y  vencido  por  fin,  arrastra  en  su 
caída  á  los  mismos  que  lo  derribaron. 

(70)  Eneida,  lib.  2,  vers.  686. 


LlÜfcO  SEGUNDO. 


Revolución  del  cura  D.  Miguel  HmALCo  hasta  la  muerte 

DE  ÉSTE  Y  DE    SUS  COMPAÑEROS. 

CAPITULO  I. 

Cofispiracion  en  Qaerétaro. — Sa  prindpio. — Farort^eela  el  corregidor  Domínguez. •-^Personas  oom- 
prometídas  en  ella.  — Hidalgo.-^ Allende.  — Aldama.  — Abasólo. — Denv  acia  de  Calvan.  -—  Provlden- 
dtt  que  w  toman. — ^Denuncias  de  Garrido  en  Guansgnato  j  de  Arias  en  Qnev¿taro.-^Dá8e  axiao 
al  rknj  Yenofcas. — Otra  denuncia  en  Querétaro. — Procede  el  corregidor  i  la  prisión  de  loe 
eonspiradorea. — La  esposa  del  corregidor  da  aviso  á  Allende- — Prisión  do  Arias  3^'  del  corregidor  de 
Qosi^taio. — £1  alcalde  de  corte  Collado  va  á  Querétaro  á  formar  la  cauM  de  los  conspiradores. — 
Decídese  Hidalgo  á  comenzar  la  revolución.  —Principio  de  ésta  en  Doloret<. — Prisión  de  los  eoxo^- 
peos.-»-I>xr(¡ese  Hidalgo  i  San  Miguel. — Grito  do  guerra. — Entra  Hidalgo  en  San  Miguel. -^Saqueo. 
-^Hítesele  el  regimiento  de  caballería  de  la  Reina. — Intimación  i  Celaja. — Entra  Hidalgo  en  esta 
eindtd  j  e8iat>eIamado  general. — Reúne  el  virrey  tropas  en  la  capital. — Marcha  Flon  á  Querétaro. 
— Pénense  sobre  las  armas  las  brigadas  de  San  Luis  y  Guadaligara.— Marchan  á  sus  puestos  el  ip 
tendente  de  Yalladolid  y  el  coronel  de  aquel  regimiento  praviucial. ^Formación  de  los  cuerpos  de 
patriotas  de  Femando  Vil. — ^Abolición  de  los  tributos. — Excomulga  el  obispo  de  Mlchbacan  á 
Hidalgo  y  sus  secuaces  — Edicto  de  la  Inquisición. — Manifiestos  y  proclamas  de  varisa  corporaoio- 
usa  y  particulares  —Ofrece  el  virrey  premio  á  los  que  entregasen  i  Hidalgo  y  sus  compafterca.— 
— Protestas  de  fidelidad. — Fuerza  y  denominación  de  los  partidos  contendientes. — Fin  de  la  causa 
de  los  oonapiradores  do  Querétaro. 

La  conspiración  mal  apagada  en  Valladolid  y  ciiya  importancia 
y  ramificaciones  quedaron  encubiertas,  por  no  haberse  continuado 
la  causa  que  se  comenzó  á  instruir  contra  los  conspiradores,  habia 
ido  progresando  y  extendiéndose  durante  el  gobierno  del  Arzobis- 
po virrey  y  de  la  audiencia  que  le  sucedió  en  el  mando.  El  centro 
de  ella  estaba  en  Querétaro,  lugar  que  proporcionaba  grandes  co- 
modidades para  las  comunicaciones  y  correspotndencias  con  la  ca- 
pital y  las  provincias,  por  ser  el  punto  de  donde  salen  los  caminos 
para  todas  las  principales  ciudades  del  interior  y  tránsito  preciso 
de  todos  los  correos.  Contaban  además  los  conspiradores  con  el 
apoyo  del  corregidor  de  letras  de  aquella,  ciudad  D.  Miguel  Do- 
mínguez que  favorecía  la  revolución,  y  con  mayor  y  más  decidido 
empefio  su  mujer  D*.  María  Josefa  Ortíz.  Era  Domínguez  umna- 
gistrado  apreciable  por  sus  conocimientos  é  integridad;  habia  esta- 


812  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^»^».«>K«ll.^fcil     ^>^l"   ■■     «M!^.^! 


do  encargado  en  México^  en  calidad  de  oñcial  mayor,  de  uno  de 
•los  oficios  de  gobierno,  que  eran  por  los  que  despachaban  los  vi- 
rreyes todos  los  negocios  administratfics  y  de  particulares,  y  esta 
circunstancia  le   hizo  conocer  y  estimar  por  el  virrey  Marquina, 
quien  sin  solicitud  suya,  le  nombró  para  el  Corregimiento  de  Que- 
rétaro,  empleo  distinguido  y  lucrativo  que  era  considerado  como 
una  intendencia  (1).  Estando  desempeñándolo,  fué  Dominguez  en- 
cargado por  el  virrey  Iturrigaray  del  arreglo  de  los  obrajes  de  pa- 
fios,  en  los  que  sufrían  dura  servidumbrelos  que  entraban  á  traba- 
jar en  ellos,  vendiendo  su  libertad  por  un  adelanto  de  dinero  y  que- 
dando en  prisión,  tratados  como  esclavos,  hasta  que  pagaban  aque- 
lla sum'a:  este  arreglo  no  se  hizo  sin  grande  oposición,  y  Domin- 
gaez  se  contrajo  la  enemistad  de  los  dueños  de  aquellos  estableci- 
mientos, que  eran  todos  europeos.  Mejoró  también  mucho  la  policía 
de  la  ciudad  y  procuró  á  ésta  grandes  comodidades  y  ventajas,  con 
la  bien  dirigida  aplicación  del  caudal  de  la  Sra.  I)^  Josefa  Verga- 
ra,  duefla  de  la  hacienda  de  Esperanza,  que  dejó  aquella  finca  y 
todos  sus  bienes  para  objetos  de  beneficencia  y  utilidad  pública: 
todo  lo  cual  habla  hecho  apreciar  á  Dominguez  por  aquellos  habi- 
tantes.   Hemos  visto  en  el  libro  anterior  que  Iturrigaray  lo  sus- 
pendió del  empleo  y  con  qué  motivo,  y  que  hubo  de  reponerlo  por 
órdenes  reiteradas  de  la  Corte,  siendo  condenado  en  el  juicio  de 
residencia  á  pagarle  el  sueldo  del  tiempo  de  la  suspensión  y  los 
perjuicios  que  con  ella  le  causó.    Vimos  también  que  Dominguez 
promovió  en  el  Ayuntamiento  de  Querétaro,  la  convocación  del 
congreso  que  Iturrigarray  trataba  de  reunir,  (2)  y  desde  entonces 
parece  que  siguió  trabajando  por  la  independencia. 

Con  el  nombre  de  Academia  literaria,  se  habia  establecido  ea 
Querétaro  una  reunión  á  que  concurría  el  corregidor  y  otras  muchas 

(1)  D.  Juan  Calado  que  lo  obten ia,  murió  en  Tala  al  venir  á  México  á  cu- 
rarse, y  luego  que  el  virrey  Marqnína  supo  su  fallecimiento,  dio  el  empleo  á 
Dommo^uez  totes  de  que  se  presentasen  otros  pretendientes.  El  corregimien- 
to de  Querétaro  tenia  de  sueldo  cuatro  mil  pesos,  y  con  los  derechos  de  visi- 
ta de  los  obrajes  y  los  que  se  causaban  en  la  administración  de  justicia,  su- 
bia  á  ocho  mil  pesos  anuales. 

^  (2)  Estábase  tratando  de  esto  en  el  cabildo  en  el  momento  que  entro  el  ad- 
ministrador de  correos  con  la  noticia  de  la  prisión  de  Iturrigaray,  con  lo  que 
Domhiguez  rocogió  el  borrador  de  la  representación  que  proponía  se  hiciese, 
y  las  cartas  de  varios  sujetos  de  México  que  apoyaban  la  idea. 


HI8T0RU  DB  MÉXICO.  313 


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personas  que  profesaban  las  mismas  opiniones.  Estas  reuniones  se 
tenían  en  casa  del  presbítero  D.  José  María  Sanche^s,  y  en  la  del 
Lie.  Parra  habia  juntas  secretas  (3),  á  que  asistían  el  mismo  Parra, 
los  licenciados  Laso  y  Altamirano,  el  capitán  Allende  del  regimien- 
to de  la  Beina,  y  el  de  la  misma  clase  D.  Juan  Aldama»  que  iban 
secretamente  de  S.  Miguel  el  Grande.  Contábanse  entre  ilos  con- 
jurados el  capitán  D.  Joaquín  Arias,  del  regimiento  de  Celaya,  que 
con  algunas  compafiías  de  ésta  se  hallaba  de  guarnición  en  aquella 
dudad;  varios  oficiales  del  mismo  cuerpo;  Lanzagorta  del  de  Sierra 
Gorda;  los  dos  hermanos  Epigmenio  y  Emeterio  González,  y  otros 
muchos  de  menos  importancia  (4).  El  cura  de  Dolores  D.  Miguel . 
Hidalgo  fué  oculto  á  Querétaro  á  principios  de  Setiembre,  invi- 
tado por  Allende,  y  habló  con  Epigmenio  González;  pero  poco  sa- 
tisfecho por  entonces  de  los  medios  con  que  contaban  los  conjura- 
dos,  no  se  decidió  á  tomar  parte  en  la  revolución  que .  intentaban, 
lo  que  más  adelante  hizo,  habiéndole  dado  Allende  informes  más 
satisfactorios  (5).  Aunque  el  corregidor  no  asistía  á  estas  juntas 
secretas,  Allende  iba  á  su  casa  de  noche  siempre  que  venía  de  S. 
Miguel,  y  era  el  medio  de  comunicación  con  el  cura  Hidalgo,  y  co- 
mo estos  con  Aldama  y  Abasólo  vinieron  á  ser  los  principiíles  jefes 
de  la  revolución,  antes  de  pasar  adelante,  será  bien  dar  alguna  idea 
de  fius  personas. 

(3)  Otras  vects  se  reanian  en  la  calle  del  Serafín,  en  casa  de  la  madre  del 
boticario  Estrada. 

(4)  Todas  las  noticias  relativas  al  principio  de  la  conspiración,  su  progre- 
so y  descubrimiento,,  están  sacadas  del  proceso  formado  contra  la  corregidora 
D?  Josefa  Ortiz,  por  orden  del  virrey  Calleja.  El  jaez  de  letras  de  dueréta- 
ro  á  quien  se  dio  la  comisión,  Dr.  D.  Agustín  Lopetedi,  en  el  cuaderno  6"  de 
los  autos,  tomó  declaración  á  multitud  de  sujetos,  de  las  cuales  he  saca  do  to- 
dos los  hechos  conducentes  á  la  historia  de  estos  sucesos.  Todo  lo  referido 
hasta  ahora  ha  sido  sacado  de  la  declaración  del  escribano  D.  Juan  Femando 
Domínguez. 

(5)  Asi  lo  declaro  Hidalgo  en  su  causa.  Lo  mismo  dijo  Abasólo  en  la  suya, 
enya  declaración  se  halla  unida  á  la  causa  de  la  corregidora  de  duerétaro.  Es- 
tas son  las  únicas  causas  de  los  primeros  jefes  de  la  revolución  de  1810,  que 
•xisten  en  el  archivo  general,  hallándose  unidas  á  la  de  Abasólo  las  de  otros 
menos  notables.  Todas  las  demás  se  han  extraviado,  habiendo  constancia  de 
qne  estaba  la  de  Allende,  y  también  de  la  persona  á  quién  se  entregó  de  orden 
del  gobierno  hace  años.  Las  de  otros  individuos  las  han  ido  sacando  sus  pa- 
rient-ea  y  quedándose  con  ellas,  como  si  fuese  cosa  que  les  pertenece,  lo  que 
hará  en  lo  sucesivo  imposible  encontrarlas. 

TOlíb. 


814  HISTORIA  D£  M¿XICO. 


Nació  D.  Miguel  Hidalgo  y  Costilla  el  aflo  de  1747  en  el  pue- 
blo de  Pénjamo,  en  la  provincia  de  Guanajuato  (6).  Su  padre  D. 
Cristóbal  Hidalgo,  era  nativo  de  Tejupilco  en  la  intendencia  de 
México,  y  habiéndose  establecido  en  Pénjamo,  casó  allí  con  D.»  Ana 
María  Gallagamandarte,  de  quien  tuvo  cuatro  hijos,  el  segundo  de 
los  cuales  fuéD.  Miguel,  y  de  otros  matrimonios  sucesivos  tuvo 
otros  muchos,  de  donde  proceden  los  descendientes  que  hay  con 
diversos  apellidos.  D.  Cristóbal  se  trasladó  con  su  primera  miyer 
y  los  cuatro  hijos  que  en  ella  tenia,  á  la  hacienda  de  Corralejo,  de 
la  que  fué  nombrado  administrador,  y  en  ella  se  educaron  éstos,  de- 
dicados á  las  ocupaciones  del  campo.  Mandólos  después  á  Vallado- 
lid,  destinándolos  á  la  carrera  eclesiástica,  á  la  abogacía  y  medici- 
na, que  eran  las  profesiones  que  solian  abrazar  los  hijos  de  los  que» 
como  el  administrador  de  una  hacienda,  podían  hacer  los  gastos  de 
una  educación  literaria,  para  proporcionarles  un  porvenir  que  no 
podian  prometerse  de  la  herencia  que  pudieran  dejarles.  D.  Miguel 
se  distinguió  en  los  estudios  que  hizo  en  el  colegio  de  San  Nicolás 
de  aquella  ciudad,  en  el  que  después  dio  con  mucho  lustre  los  cur- 
sos de  filosofía  y  teología,  y  fué  rector  del  mismo  establecimiento. 
Los  colegiales  le  llamaban  el  iizorro,ii  cuyo  nombre  correspondía 
perfectamente  á  su  carácter  taimado.  Por  los  años  de  1778  á  79 
pasó  á  México,  donde  recibió  las  órdenes  sagradas  y  el  grado  de 
bachiller  en  teología,  pues  aunque,  según  se  dice,  el  cabildo  ecle- 
siástico de  Yalladolid  le  franqueó  más  adelante  cuatro  mil  pesos, 
para  los  gastos  y  propinas  del  grado  de  doctor,  los  perdió  en  el  jue- 
go en  Maravatío,  al  hacer  el  viaje  á  México  para  solicitarlo.  Ha- 
biendo servido  varios  curatos,  por  muerte  de  su  hermano  mayor  el 
Dr.  D.  Joaquin  (7),  se  le  dio  el  del  pueblo  de  Dolores,  en  la  misma 
provincia  de  Guanajuato  que  aquel  servia,  y  que  producía  uñaren- 
t  a  que  ascendía  á  ocho  ó  nueve  mil  pesos  anuales.  Poco  severo  en 

(6)  Todas  estas  noticias  biográficas  del  cura  Hidalgo,  las  he  sacado  de  la 
historia  manuscrita  del  Dr.  Arechederreta  que  lo  conoció  mucho  porsonalmmi- 
te,  y  de  los  informes  de  los  parientes  del  mismo  cura,  que  con  otros  muy  im- 
portantes me  ha  proporcionado  el  P.  D.  Mucio  Faldovinos. 

U)  La  circunstancia  de  haber  sido  su  hermano  doctor  y  cura  del  miaño 
pueblo  de  Dolores,  es  lo  que  hizo  creer  que  D.  Miguel  lo  era  y  que  muchos  le 
dieran  este  titulo. 


í 


HISTOBIA  D£  M¿XI0O.  816 


sns  costumbres,  y  aun  no  muy  ortodoxo  en  sus  opiniones,  no  se 
ocupaba  D.  Miguel  de  la  administración  espiritual  de  sus  feligreses, 
que  habia  dejado,  con  la  mitad  de  la  renta  del  curato,  U  un  ecle> 
siástico  llamado  D.  Francisco  Iglesias;  pero  traduciendo  el  francés,  / 
cosa  bastante  rara  en  aquel  tiempo  en  especial  entre  los  eclesiásti-  >^ 
eos,  se  aficionó  á  la  lectura  de  obras  de  artes  j  ciencias,  y  tomó  con 
empefio  el  fomento  de  varios  ramos  agrícolas  é  industriales  en  su 
curato.  Extendió  mucho  el  cultivo  de  la  uva,  de  que  hoy  se  hacen 
en  todo  aquel  territorio  considerables  cosechas  (8),  y  propagó  el 
plantío  de  moreras  para  la  cria  de  gusanos  de  seda»  de  los  cuales 
existen  todavía  en  Dolores  ochenta  y  cuatro  árboles  plantados  por 
él,  en  el  sitio  á  que  se  ha  dado  el  nombre  de  las  Moreras  de  Hidal- 
go, y  se  conservan  los  caños  que  hizo  hacer  para  el  riego  de  todo 
el  plantío  (8).  Habia  además  formado  una  fábrica  de  loza,  otra  de 
ladrillos,  construido  pilas  para  curtir  pieles,  é  iba  estableciendo  ta- 
lleres de  diversas  artes.  Todo  esto,  y  el  ser  no  holo  franco  sino  des- 
perdiciado en  materia  de  dinero,  le  habia  hecho  estimar  mucho  de 
sus  feligreses,  especialmente  de  los  indios,  cuyos  idiomas  conocia, 
y  apreciar  de  todas  las  personas  que,  como  el  obispo  electo  de  Mi- 
choacan  Abad  y  Queipo,  y  el  intendente  de  Guanajuato  Riafio,  se 

(8)  BnBtamante  en  su  Cuadro  histórico,  atribuye  la  disposición  que  encon- 
tró el  cura  Hidalgo  en  sus  feligreses  para  entrar  en  la  revolución,  al  descon- 
tento que  les  causaba  el  no  poder  aprovechar  la  uva  para  hacer  vino,  por  las 
prohibiciones  que  habia  en  favor  de  la  agricultfiíra  de  España  y  á  la  miseria  Á 
que  por  esto  se  veian  reducidos.  Todo  esto  es  falso:  no  habia  tal  miseria,  pues 
en  toda  la  provincia  de  Guanajuato,  la  agricultura  prosperaba  por  el  influjo 
de  las  minas  de  aquel  mineral,  ni  las  cosechas  de  uva  eran  ni  son  para  fabri- 
car mucho  vino,  consumiéndose  toda  la  uva  en  grano  en  Guanajuato.  Después 
de  cerca  de  cuarenta  afios  de  completa  libertad  en  este  ramo,  no  se  hace  en 
Dolores  mas  que  poco  y  malísimo  vino,  que  no  se  usa  mas  que  para  decir  mi- 
sa en  los  pueolos  inmediatos.  D.  Agustin  Hidalgo,  sobrino  del  cura,  en  los 
apuntes  que  me  ha  dado  acerca  de  su  tio,  por  conducto  del  P.  Yaldovinos,  atri- 
buye la  resolución  de  aquel  á  hacer  la  independencia,  á  haberse  detenido  en 
la  secretaria  del  virreinato  el  pern\^80  que  habia  obtenido  del  rey,  para  el  cul- 
tivo de  la  vid:  mas  el  mismo  cura  no  dice  una  palabra  de  tal  ocurrencia  en  su 
causa,  en  que  como  veremos,  atribuye  su  resolución  al  deseo  de  Ift  indepen- 
dencia, por  razones  de  conveniencia  general. 

(9)  Estas  noticias  están  tomadas.del  informe  que  en  1845  did  4,  la  dirección 
general  de  industria,  que  estaba  entonces  á  mi  cargo,  D.  Pedro  García,  presi- 
dente de  la  junta  industrial  de  Dolores,  y  pueden  verse  en  la  Memoria  de  la 
dirección  respectiva  á  aquel  afio.  Las  moreras  que  cultivaba  el  cura  Hidalgo 
eran  de  la  especie  común  del  pais. 


316  HI8T0BIA  DB  MÉXICO. 


interesaban  en  los  verdaderos  adelantos  del  país.    No  parece  sin 
embargo  que  en  algunos  de  estos  ramos  tuviese  conocimientos  bas- 
tante positivos,  ni  menos  el  orden  que  es  indispensable  para  hacer- 
les hacer  progresos  considerables.  Preguntándole  una  vez  el  obispo 
Abad  y  Queipo,  qué  método  tenia  adoptado  para  picar  y  distribuir 
la  hoja  ¿  los  gusanos,  según  la  edad  de  éstos,  separar  la  seca  y  con- 
servar aseados  los  tendidos,  sobre  lo  que  se  hacen  tantas  y  tan  me- 
nudas prevenciones  en  los  libros  que  tratan  de  esta  materia,  le  con- 
testó quo  no  seguia  orden  ninguno,  y  que  echaba  la  hoja  como 
venia  del  árbol  y  los  gusanos  la  comian  como  querían:  ¡la  revolu- 
ción, me  decia  con  este  motivo  el  obispo,  de  quien  orígínalmente^é 
esta  anécdota,  fué  como  la  cria  de  los  gusanos  de  seda,  y  tales  fue- 
ron los  resultados!  (10)  No  obstante  esto,  habia  conseguido  muchos 
adelantos,  hasta  hacer  con  la  seda  de  sus  cosechas  algunas  piezas 
de  ropa  para  su  uso  y  el  de  la  señora  última  esposa  de  su  padre, 
Habia  aumentado  también  la  cría  de  abejas,  y  de  éstas  hizo  trasla- 
dar muchos  enjambres  á  la  hacienda  de  Jaripeo,  cuando  compró 
esta  finca.  Era  muy  afecto  á  la  música,  y  además  de  haberla  hecho 
aprender  á  los  indios  de  su  curato,  en  donde  habia  formado'  una 
orquesta,  hacia  ir  la  del  batítUon  provincial  de  Guanajuato,  a  las 
frecuentes  diversiones  que  en  su  casa  tenia.  La  proximidad  del  lu- 
gar de  su  residencia  á  aquella  capital,  hacia  que  fuese  á  ella  fre- 
cuentemente y  permaneciese  largas  temporadas,  lo  que  me  dio  oca- 
sión de  verlo  y  tratarlo  muy  de  cerca.    Era  de  mediana  estatura, 
cargado  de  espaldas,  de  color  moreno  y  ojos  verdes  vivos,  la  cabeza 
algo  caida  sobre  el  pecho,  bastante  cano  y  calvo,  como  quo  pasaba 
ya  de  sesenta  años,  pero  vigoroso,  aunque  no  activo  ni  pronto  en 
sus  movimientos:  de  pocas  palabras  en  el  trato  común,  pero  anima- 
do en  lá  argumentación  á  estilo  de  colegio,  cuando  entraba  en  el 
calor  de  alguna  disputa.    Poco  aliíüado  en  su  traje,  no  usaba  otro 
que  el  que  acostumbraban  entonces  los  curas  de  pueblos  peque- 
ños (11). 

(lU)  Me  refirió  esta  anécdota  el  Sr.  Abad  y  Queipo,  en  Madrid  en  él  afio 
de  1821. 

(11)  Era  este  traje  un  capote  de  paño  negro  con  un  sombrero  redondo  y 
bastón  grande,  y  un  vestido  de  calzón  corto,  chupa  y  chaqueta  de  un  género 
de  lana  que  venia  de  China  y  se  llamaba  Rompecoche. 


SI8T0RI A  DE  MÉXICO.  Slt™    _-,^ 

■       •  *         " 

Era  D.  Ignacio  María  de  Allende  hijo  de  un  honrado  español 
del  comercio  de  S.  Miguel  el  Grande,  en  la  misma  provincia  de  Gua- 
najuato.    Quedó  su  casa  en  estado  de  quiebra  á  la  muerte  de  su 
padre,  pero  el  dependiente  y  albacea  de  éste  D.  Domingo  Berrio, 
espaflol  también,  habiendo  manifestado  á  los  acreedores,  franca- 
mente el  estado  de  la  casa  y  ofrécídoles  pagarles,  por  la  confianza 
que  les  merecía  le  dejaron  en  el  giro  de  ella  que  siguió  por  alguno» 
años,  en  los  cuales  no  solo  cubrió  todas  las  deudas  y  mantuvo  de-      * 
corosamente  á  la  familia,  sino  que  entregó  á  D.  Ignacio  y  á  sus 
'hermanos  D.  Domingo,  que  murió  antes  de  la  revolución  (12),  y 
D.  José  María,  que  no  tomó  parte  en  ella,  no  un  caudal  cuantioso, 
pero  sí  bienes  suficientes  para  subsistir  honrosamente.  D.  Ignacio 
estuvo  casado  cou  una  bL^íiora  Fuentes,  y  era  capitán  en  el  regi- 
miento de  en  ballena  do  milicias  de  la  Reina,  cuya  demarcación  era 
S.  Migue],  siendo  entonces  más  apreciados  estos  empleos  subalter- 
nos en  los  cuerpos  provinciales,  que  lo  que  ahora  lo  son  los  más 
altos  grados  en  el  ejército:  estuvo  en  el  cantón  de  S.  Luis  á  las 
órdenes  de  Calleja  en  tiempo  del  virrey  Marquina,  y  concurrió  al 
que  se  formó  por  Iturrigaray  en  Jalapa,  en  el  que  se  distinguió  en 
todos  los  ejercicios  militares,  mereciendo  la  aprobación  de  este  vi- 
rrey: tenia  de  35  á  40  años,  era  de  hermosa  presencia,  muy  diestro 
á  caballo  y  en  todas  las  suertes  de  torear  y  otras  del  campo,  de  cu- 
yas resultas  tenia  estropeado  el  brazo  izquierdo;  resuelto,  precipi- 
tado, de  valor,  muy  inclinado  al  juego  y  á  las  mujeres  y  á  toda  cla- 
se de  disipaciones. 

En  Guanajuato,  el  cura  Hidalgo  se  alojaba  en  casa  del  de  aquella  ciudad 
r>r.  D.  Antonio  Labarrieta,  y  como  éste  comia  diariamente  en  casa  del  inten- 
dente Riatio,  lo  hacia  también  Hidalgo,  y  por  este  motivo,  teniendo  mis  pa- 
dres mucha  amistad  con  el  intendente,  tuve  ocasión  de  ver  y  tratar  frecuen- 
temente á  Hidalgo,  que  visitaba  también  mi  casa.  Cuando  estuvo  en  Guana- 
juato en  Enero  de  1810,  con  motivo  de  haber  pasado  á  aquella  ciudad  el  obis- 
po Abad  y  dueipo,  siendo  aquella  la  estación  de  los  coloquios  6  pastorelas- 
especie  de  comedias  caseras  que  se  hacen  en  las  familias  para  solemnizar  o, 
nacimiento  del  Salvador,  concurrió  á  una.de  esas^ diversiones  en  casa  de  mil  i 
primos  los  Septienes,  en  donde  estaba  alojado  el  obispo,  y  uno  de  los  cuales 
estaba  casado  con  la  hija  única  del  intendente,  y  vi  sentados  en  el  mismo  cas 
ñapé  Á  este,  al  obispo  y  al  cura  Hidalgo,  cen  una  jovialidad,  que  prueba  que 
ninguno  de  los  tres  preveía  lo  que  iba  H  suceder,  (nada  más  que  siete  meses 
después. 

(12)  De  este  D.  Domingo  proceden  todas  las  ramas  que  existen  déla  fami- 
lia de  Allende. 


818  HISTORU  BB  M¿XICO. 


D.  Juan  Aldama  era  capitán  del  mismo  cuerpo,  y  también  vecino 
de  S.  Miguel:  su  hermano,  el  Lie.  D.  Ignacio,  que  tomó  parte  en 
la  revolución  después  de  comenzada  ésta,  habia  abandonado  la  abo- 
gacía,  que  era  en  aquel  tiempo  poco  productiva  en  las  poblaciones 
del  interior  del  país,  para  dedicarse  al  comercio,  en  el  que  fomen- 
tado por  los  españoles  D.  Juan  de  Isasi  y  D.  José  Landeta,  del  mismo 
S.  Miguel,  con  su  honradez  y  laboriosidad  habia  logrado  formar  un 
capital  de  40,000  ps.  D.  Juan,  de  más  madurez  y  prudencia  que 
sus  compañeros,  conocía  el  peligro,  veia  el  mal,  pero  una  vez  lanza- 
do en  la  revolución,  siguió  á  su  pesar  el  impulso  que  á  ésta  se  le 
dio,  y  contribuyó  á  causar  todas  las  desgracias  que  no  tenia  poder 
para  evitar. 

El  más  joven  é  inexperto  de  los  conspiradores  era  D.  Marianc» 
Abasólo,  capitán  del  mismo  regimiento  de  la  Reina  y  vecino  de 
Dolores:  tenia  27  años  y  habia  heredado  de  su  ^jadre  un  caudal  con* 
siderable  (13),  al  que  habia  agregado  el  de  su  esposa  Doña  María 
Manuela  Tabeada,  con  quien  hacia  poco  tiempo  habia  casado,  sien- 
do ésta  heredera  de  un  rico  hacendado  español  de  Chamacuero. 
Abasólo  pretendió  en  su  causa  no  haber  tenido  conocimiento  de  la 
conspiración  hasta  después  de  hecha  la  revolución,  y  el  papel  poco 
distinguido  que  en  ella  hizo,  prueba  por  lo  menos  que  sus  compa- 
ñeros lo  tenian  por  muy  insignificante:  lo  conducía  el  influjo  de 
Allende,  con  quien  tenia  amistad,  al  que  se  contraponia  el  de  su 
esposa,  constantemente  opuesta  á  la  revolución  y  empeüada  en  apar- 
tarlo de  ella.  , 

Entre  los  incidentes  casuales  que  intervienen  en  los  más  grandes 
sucesos,  es  un  hecho  digno  de  notarse,  que  todos  los  conquistado- 
res de  América  y  en  especial  de  Nueva  España,  eran  naturales  de 
Badajoz  y  Medellin  en  Extremadura,  y  todos  los  que  causaron  la 
ruina  del  imperio  español  establecido  por  aquellos  en  el  Nuevo 
Mundo,  procedían  de  las  Provincias  Vascongadas,  y  aun  de  un  pe- 
queño territorio  de  ellas;  el  padro  de  Allende  era  de  Gordejuela  en 
el  señorío  de  Vizcaya,  y  los  de  Aldama  y  Abasólo  de  Oquendo  en  la 
provincia  de  Álava,  no  lejos  de  Vitoria,  lugar  muy  inmediato  á  Qor- 

(13)  Era  dueño  de  las  haciendas  del  Rincón,  Espejo,  y  S.  José  de  las  Pal- 
mas. 


HISTORIA  DB  MÉXICO.  319 


.  ■  -^IM»  ^W»' 


dejaela:  y  si  á  esto  se  agrega  que  Bolívar  procedía  del  mismaob»-:  'z. 
pado  de  Vitoria,  é  Iturbide  del  reino  de  Navarra,  parecerá  claro, 
que  las  provincias  meridionales  de  España  estaban  destinadas  á 
producir  los  hombres  que  habian  de  unir  la  América  á  aquella  mo- 
narquía, y  las  del  Norte  los  que  habian  de  separarla  de  ella. 

Desde  cuándo  comenzase  Hidalgo  á  pensar  en  ejecutar  la  revo- 
lución de  que  fué  declarado  jefe,  es  cosa  que  no  puede  determinar- 
se. Según  él  mismo  declaró  en  su  causa,  "aunque  habia  tenido  con 
anticipación  varias  conversaciones  con  Allende  acerca  de  la  inde- 
pendencia, eran  de  puro  discurso,  no  obstante  su  convicción  de  que 
la  independencia  seria  útil  al  país,  sin  pensar  nunca  en  entrar  en 
proyecto  alguno;  á  diferencia  de  Allende  que  siempre  estaba  pro- 
penso á  hacerlo,  sin  disuadirlo  tampoco  Hidalgo,  aunque  sí  le  dijo 
en  alguna  ocasión,  que  los  autores  de  semejantes  empresas  no  go- 
zaban nunca  el  fruto  de  ellas,  n  Mas  por  varios  indicios  se  tiene  en- 
tendido, que  estaba  ya  resuelto  desde  principio  del  año  de  1810. 
Estando  en  Guanajuato  en  Enero  de -aquel  año,  con  motivo  de  ha- 
ber ido  á  aquella  ciudad  el  obispo  Abad  y  Queipo,  pidió  á  D.  José 
María  Bustamante  (14)  el  tomo  de  un  Diccionario  de  ciencias  y  ar- 
tes en  que  estaba  el  artículo  de  artillería  y  fabricación  de  cañones, 
y  sé  lo  llevó  consigo  al  regresar  á  su  curato:  díjose  también  qxxe  du- 
rante su  permanencia  en  aquella  ciudad,  en  la  biblioteca  del  cura 
Labarrieta  en  cuya  casa  se  alojaba,  estuvo  leyendo  con  empeño  el 
tomo  de  la  Historia  universal  que  contiene  la  conspiración  de  Cati- 
lina.  (15)  Un  dia  que  estaba  á  la  mesa  con  el  intendente  Riafio  y 
el  obispo,  convidó  á  ambos  para  que  en  tiempo  de  la  cosecha  de 
uvas,  es  decir  en  Setiembre,  fuesen  ambos  á  pasar  una  temporada 

(14)  Este  apreciable  sujeto  fué  de  los  discípulos  mas  aprovechados  de  Ro- 
jas en  el  colegio  de  Guanajuato,  en  el  que  siguió  supliendo  por  aquel  cuando 
fué  preso  por  la  inquisición  en  3  de  Mayo  de  1804  Una  tarde,  despTies  de  co- 
mer el  cara  Hidalgo  en  las  casas  reales  con  el  intendente,  fué  &  visitar  á  D. 
Bernabé  Bustamante,  padre  de  D.  José  María,  cuya  casa  no  estaba  lejos  de 
aquellad,  y  encontrando  que  dormía  siesta,  se  entretuvo  en  registrar  los  libros 
de  I>.  José  María,  y  encontrando  el  artículo  citado,  le  dijo  con  emoción:  *'E8- 
te  tomo  me  lo  llevo.''  M^e  lo  ha  referido  D.  Benigno  Bustamante,  hermano  de 
D.  José  Maña,  sujeto  de  toda  veracidad. 

(16)  Era^esta  Historia  universal  la  traducida  del  inglés  por  una  sociedad  de 
literatos  franceses.  Edición  de  Paris  de  1779  á  91  en  126  tomos..  Esta  misma 
obra  fué  mi  primera  lectora  de  historia. 


S¿0  HISTOBtA  DE  ICÉZICO. 

áTDbiores,  para  ver  las  manipulaciones  del  vino  que  iba  á  hacer 
(16)  y  ^  estado  de  a'lelanto  en  que  tenia  la  cría  de  seda  y  las  fá- 
bricas de  loza  y  curtiduría;  (17)  convite  que  fué  aceptado,  aunque 
no  Uegó  á  tener  efecto,  y  como  la  revolución  comenzó  en  el  mes  mis- 
mo en  que  debia  haberse  verífícado,  se  creyó  después  que  el  objeto 
era  dar  priiícipio  á  ella,  asegurando  las  personas  de  las  dos  autori- 
dades eclesiástica  y  civil.  Cuéntase  igualmente  que  habiéndole  pe- 
dido el  obispo  simiente  de  gusano  de  seda  para  fomentar  este  ra- 
mo en  Valladolid,  por  liabérsele  perdido  la  que  antes  le  habia  dado, 
le  ofreció  que  de  la  cría  de  aquel  aflo  que  esperaba  fuese  copiosa, 
la  llevaría  él  mismo  tal  gusanera,  que  no  podría  entenderse  con 
ella;  expresiones  que  después  se  interpretaron  por  el  efecto,  atri- 
buyéndolas al  plan  que  tenia  formado  de  ocupar  con  sus  enjambres 
de  gente  desordenada  aquella  capital  Sea  cual  fuere  el  crédito  que 
pueda  darse  á  estas  especies,  parece  seguro  que  Hidalgo  no  se  de- 
cidió á  tomar  parte  en  la  revolución,  hasta  que  Allende  le  instruyó 
de  los  progresos  que  hacia  la  conjuración  que  se  tramaba  en  Que- 
rétaro,  y  habiendo  sido  casual  el  que  ésta  estallase  en  Setiembre, 
son  infundadas  las  inferencias  que  de  esta  circunstancia  han  que- 
rido sacarse. 

Entre  los  varíos  escrito^  que  se  han  publicado  contra  la  revo" 
lucion  del  cura  Hidalgo,  hay  algunos  en  que  se  atribuye  ésta  á  in- 
flujo francés;  y  se  dice  que  el  general  Dalvimar  á  su  tránsito  por 
Dolores,  tuvo  con  el  cura  una  larga  conferencia,  lo  que  dio  motivo 
á  que  en  las  preguntas  que  se  le  hicieron  en  su  causa,  fuese  una  si 
habia  conocido  á  aquel  gendbjl  y  qué  conversaciones  tuvo  con  él, 
á  lo  que  contestó  que  lo  habia  visto  en  su  curato  cuando  lo  traian 
preso,  pero  que  solo  había  hablado  con  él  sobre  cosas  indiferentes, 

(16)  Se  ve  por  esto  qae  no  era  la  falta  de  libertad  para  hacer  vino  lo  que 
impulsaba  la  revolución,  pues  que  la  primera  autoridad  de  la  provincia  iba  á 
presenciar  los  primeros  ensayos.  El  misnao  Riafio  fomentó  la  fabricación  de 
vino  en  la  hacienda  de  Cuevas,  inmediata  á  Ouanajuato,  cuando  lo  quiso  hacer 
D.  Josó  del  Mazo,  español,  que  administraba  aquella  hacienda  como  tutor  de 
sus  dueños  los  Oteros. 

(17)  La  seda  que  habia  sacado  el  cura  Hidalgo  era  muy  buena,  de  la  espe- 
cie de  la  Mixteca.  La  loza  que  hacia  era  mejor  que  la  que  se  hacia  en  Puebla 
y  se  vendia  con  aprecio  en  toda  la  provincia  de  Guanajuato.  Avudaba  al  cora 
Hidalgo  en  todos  estos  trabajos  D.  José  Santos  Tilla,  que  tamoien  tomó  par- 
te en  la  revolución  y  pereció  en  ella. 


D.  JOSÉ  DE  ITURRIGARAY 

Viray  d»  NuOTa  España. 

DnslunlTonneilecacibiMniaTialvs  ¿teificaarfolm  aonnú. 


HISTORIA  DS  HÉXICO.  821 

I 

y  esto  á  presencia  de  varias  perdonas.  Mil  causas  más  poderosas 
que  el  influjo  extranjero  contribuían  á  excitar  la  revolución,  y  no 
hay  necesidad  de  éste  cuando  aquellas  están  tan  á  la  vista. 

'Aunque  se  han  querido  atribuir  los  medios  que  se  emploaroú  pa- 
ra conmover  al  pueblo  y  hacerle  tomar  parte  en  la  revolución,  á  la 
necesidad  que  hubo  de  empezarla  prematuramente,  ellos  sin  em- 
bargo hacian  parte  del  plan  que  se  tenia  premeditado.  Preguntán- 
dole el  corregidor  Domínguez  á  Allende  en  una  de  las  veces  que 
concurrieron  en  Querétaro,  con  qué  fondos  contaba  para  la  ejecu- 
ción de  sus  intentos,  AUende  le  contestó  que  con  los  caudales  de 
todos  los  europeos,  lo  que  Domínguez  horrorizado  combatió  como 
atroz  é  injusto,  pero  no  por  oso  hizo  que  desistiese  de  esta  idea. 
(18)\Tambien  se  ha  dicho  que  no  se  habia  formado  plan  ninguno 
del  gobierno  que  se  habia  de  establecer  cuando  se  hubiese  hecho 
la  independencia,  y  aunque  esto  sea  cierto,  pues  ninguno  se  mani- 
festó ni  parece  se  tuviese  por  los  jefes  del  movimiento;  sin  embar- 
go, cuando  fué  preso  Epigmenio  González,  entre  los  papeles  que  se 
encontraron  en  su  casa,  uno  de  ellos  fué  el  plan  general  ó  sistema 
que  se  habia  de  plantear,  poniendo  un  emperador  y  varios  reyes 
feudatarios,  y  esto  indica  que  si  nada  se  había  resuelto,  habia  sido 
cosa  tratada  en  las  juntas,  ó  de  que  por  lo  menos  se  ocupaban  al- 
gunos de  los  concurrentes  á  ellas.  Este  plan  con  todos  los  demás 
papeles,  se  entregó  al  oidor  Collado  que  como  en  su  lugar  veremos^, 
fué  comisionado  para  estas  causas.  (IQ)--^ 

Tuvo  el  gobierno  oportuno  aviso  de  la  conjuración  por  la  denuAr 
cía  que  hizo  á  D.  Joaquín  Quintana,  administrador  de  correos  d^ 
Querétaro,  el  dependieete  de  aquella  oficina  D.  Mariano  Galvan 
que  hacia  do  secretario  en  las  juntas,  por  lo  que  se  le  preqiió  con 
el  empleo  de  tercianista  de  la  fábrica  de  cigarros.  Según  informó 
Galvan,  e\i  la^  juntas  se  trataba  de  las  personas  y  medios  con  que 
SQ  contaba  para  la  revolución,  tomando  por  punto  principal  la  se- 

(18)  Me  lo  ha  referido  asi  el  Sr.  D.  MariaDO  Domínguez,  quien  lo  oyó  con- 
tar repetidas  veces  á  su  padre  D.  Miguel,  y  lo  pyeron  también  otras  muehas 
personas  de  su  familia. 

( 19)  Proceso  de  la  corregidora:  declaración  de  D.Juan  Fernando  Domínguez. 
Para  no  confundir  á  este  con  el  corregidor,  á  éíte  le  llamaré  con  el  título  de 
8U  empleo  y  al  otro  con  su  apellido. 

TOMO  I%«^I 


322  HISTORIA   J>£  MÉXICO. 


^»^»^^   ^^fc»^   ^fc»!'^^ 


duccíon  del  pueblo  y  aprehender  á  todos  los  europeos,  quitando  la 
vida  al  que  se  resistiese:  que  Allende  y  Aldama  habian  asistido  á 
las  juntas,  llevando  una  vez  varios  soldados  y  cinco  ó  seis  sargen- 
tos de  su  regimiento,  y  que  durante  su  permanencia  de  Querétaro 
recibia  el  primero  continuamente  cartas  del  cura  Hidalgo,  las  que 
leia  para  sí,  y  que  aseguraba  que  contaba  con  varias  personas  prin- 
cipales, aunque  no  especificó  quién  ni  de  dónde  eran:  que  en  este 
orden  seguían  las  juntas,  mudando  frecuentemente  el  lugar  de  la 
reimion,  sin  que  Galvan  hubiese  podido  descubrir  más,  porque  ha- 
bian empezado  á  desconfiar  y  recatarse  de  él,  encargando  á  un  her- 
mano suyo  sacase  las  cartas  y  las  contestase,  lo  que  antes  hacia  el 
mismo  Galvan.  (20)  De  todo  dio  parte  reservado  Quintana  al  ad- 
ministrador general  de  esta  renta  en  México  Don  Andrés  de  Men- 
divil,  quien  lo  puso  en  noticia  del  oidor  Aguirre,  entregándole  la 
denuncia  firmada  por  Galvan  que  Quintana  habia  remitido  con  el 
primer  aviso;  pero  Aguirre  no  informó  de  ello  á  la  audiencia  que  á 
la  sazón  gobernaba,  probablemente  por  desconfianza  del  regente 
Catani,  previniendo  en  contestación  que  se  observasen  todos  los 
pasos  de  los  conspiradores,. lo  que  se  encargaron  de  hacer  D.  Fer- 
nando Romero  Martinez,  uno  de  los  principales  europeos  del  co  ' 
mercio  de  Querétaro,  y  D.  José  Alonso,  sargento  mayor  y  coman- 
dante de  las  compañías  del  regimiento  de  Celaya  que  estaban  allí 
de  guarnición.  Repetidos  por  Quintana  los  avisos  de  cuanto  pasa^ 
ba,  Aguirre  instruyó  de  todo  al  virrey  Venegas  que  habia  llegado 
ya  y  estaba  en  Jalapa,  á  donde  fueron  á  encontrarlo  con  estas  no- 
ticias D.  Juan  Antonio  Yandiola  y  D.  José  Luyando,  que  habian 
venido  á  México  con  el  título  de  comisarios  regios  para  varios  en- 
cargos del  gobierno  de  España  en  materia  do  hacienda. 

Trataba  entretanto  el  cura  Hidalgo  de  proveerse  de  aimas,  ha- 
ciendo fabricar  lanzas  en  la  hacienda  de  Santa  Bárbara,  pertene- 
ciente á  los  Gutiérrez,  (21)  é  intentó  ganar  al  batallón  provincial  do 
infantería  de  Guajtiajuato.  Con  esto  fin,  llamó  á  Dolores  con  pre- 
texto de  una  de  las  fiestas  que  frecuentemente  hacia,  al  tambor 
mayor  y  maestiT)  de  música  de  aquel  tuorpo  Juan  Garrido,  y  á  los 

(20)  Declaración  de  Galvan  en  el  proceso  de  ia  corregidora. 

(21)  Declaración  de  Hidalgo  en  su  proceso. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  823 

sargentos  Domínguez  y  Navarro:  propúsoles  su  plan  y  les  ofreció 
hacerlos  oficiales  de  su  batallón,  en  lugar  de  los  españoles  que  lo 
eran  y  hablan  de  ser  destituidos.  Todos  convinieron  en  ello,  pero 
de  regreso  á  Guanajuato,  Garrido  denunció  el  13  de  Setiembre  to- 
do lo  quo  liabia  pasado  con  Hidalgo,  al  capitán  de  su  batallón  D. 
Francisco  Bustamante,  quien  lo  puso  en  conocimiento  del  mayor 
del  mismo  cuerpo  D.  Diego  Berzábal,  el  cual  dio  parte  al  inten- 
dente Riaño.  Llamado  por  éste  Garrido,  confirmó  la  denuncia  y 
entregó  setenta  pesos  que  el  cura  lo  habia  dado  para  seducir  á 
la  tropa,  pidiendo  se  le  pusiese  preso  para  no  dar  á  entender  que 
era  él  el  denunciante,  puesto  que  se  iba  á  proceder  á  la  prisión  de 
Domínguez  y  Navarro.  (22)  Dícese  que  Berzábal  ofreció  al  inten- 
dente ir  con  un  piquete  á  prender  al  cura  y  demás  cómplices,  lo 
que  si  se  hubiese  hecho,  habría  cortado  de  pronto  la  conspiración; 
mas  Riano  tuvo  por  más  acertado  encargar  á  D.  Francisco  Iriarte 
que  desde  la  hacienda  de  la  Tlachiquera,  inmediata  á  Dolores  don- 
de estaba,  avisase  cuanto  ocurriese,  y  dio  orden  al  subdelegado  de 
San  Miguel  D.  Pedro  Bellojin,  para  que  de  acuerdo  con  la  autori^ 
dad  militar,  procediese  á  la  prisión  de  Allende  y  Aldama  y  pasase 
á  hacer  lo  mismo  á  Dolores  con  el  cura  Hidalgo;  orden  que  Allen- 
de interceptó,  por  aviso  que  de  Guanajuato  tuvo. 

El  capitán  Arias,  que  como  hemos  visto  arriba,  estaba  en  Que- 
rétard  con  su  compañía  del  regimiento  de  Celaya,  f23)  el  mismo 
que  según  se  dijo,  quiso  hacer  una  reacción  en  favor  de  Iturriga- 
ray  y  que  habia  tomado  tanta  parte  en  la  conjuración  que  habia  de 
ser  el  principal  ejecutor  de  ella  en  aquella  ciudad,  sospechando 
que  el  plan  habia  sido  descubierto,  creyó  que  el  mejor  medio  de  po- 
nerse en  seguro  era  denunciarse  él  mismo,  y  lo  hizo  el  dia  10  do 
Setiembre,  dirigiéndose  no  al  corregidor,  sino  al  alcalde  D.  Juan  de 
Ochoa,  europeo,  y  al  sargento  mayor  de  su  cuerpo,  Alonso,  que 
también  lo  era,  para  que  viesen  de  qué  modo  podian  evitar  el  de* 
güello  general  de  los  europeos,  que  habia  de  ser  por  donde  ha- 

(22)  Garrido  ha  muerto  hace  poco  tiempo  con  el  empleo  de  capitán,  estan- 
do de  guarniciüii  en  Perote.  Doraiuguez  y  Navarro  fueron  fusilados  en  Moü* 
clova,  por  orden  de  Elizondo,  como  en  su  lugar  veremos. 

(23)  Arias  era  vecino  de  Yuriria,  y  capitán  de  la  compañía  que  tocaba  á  aquel 
pueblo»  comprendido  en  la  demarcación  del  regimiento  de  Celaya. 


82^  *  HISTORIA  Dfi  M¿iaco. 

bia  de  dar  principio  á  ejecutar  la  conspiración.  (24)  Ochoa  despa- 
chó inmediatamente  y  á  toda  diligencia  al  capitán  D.  Manuel  de 
Arango,  á  encontrar  al  virrey  Venegas  que  estaba  en  camino  para 
la  capital,  y  darle  noticia  de  lo  ocurrido,  sin  poner  comunicación 
ninguna  por  escrito  por  no  aventurar  el  secreto;  pero  después  ha- 
biendo instruido  al  escribano  D.  Juan  Fernando  Domínguez,  uno 
de  los  más  zelosos  y  activos  del  partido  europeo,  este  redactó 
una  exposición  en  que  se  daba  cuenta  de  todo,  acompañando  lista 
de  los  conspiradores,  la  que  Ochoa  despachó  al  virrey.  Tres  días 
después,  el  12  de  Setiembre,  Arias  manifestó  á  Ochoa  y  á  Alonso 
las  cartas  que  habia  recibido  de  Hidalgo  y  Allende,  en  que  le 
hacian  prevenciones  sobre  el  movimiento  que  iban  á  hacer. 

El  mismo  dia  13  al  anochecer,  un  español  llamado  Francisco 
Bueras,  (25)  denunció  formalmente  al  cura  juez  eclesiástico  Dr.  D. 
Rafael  Gil  León,  que  habia  una  conspiración  que  iba  á  estallar 
aquella  noche  para  degollar  á  todos  los  españoles;  que  habia  aco- 
pio de  armas  en  casa  de  un  tal  Si  mano  y  en  la  de  Epigmenio  Gon- 
zález, habiéndolo  sabido  por  uno  de  los  mozos  que  habian  traba- 
jado en  hacer  cartuchos  y  que  el  corregidor  tenia  parte  en  esta  trama 
agregando  que  de  todo  habia  dado  aviso  al  comandante  de  brigada 
García  RevoUo.  (26)  El  cura  aunque  no  era  sabedor  de  la  conspira- 
ción, siendo  amigo  del  corregidor  pasó  inmediatamente  á  instruirle 
de  la  denuncia,  la  que  ponia  á  éste  en  la  precisión  de  proceder 
contra  sus  cómplices,  ó  de  ser  preso  con  ellos  por  el  comandante  de 
brigada:  lo  dijo  á  su  mujer,  anunciándole  que  se  veia  en  la  necesi- 
dad de  poner  en  prisión  á  Epigmenio,  y  recelando  alguna  impru- 

(24)  Declaración  de  Allende,  unida  á  la  causa  de  la  corregidora.  Declara- 
ción de  Domínguez,  ¡d.  . 

(25)  Por  otros  informes  tengo  entendido,  que  el  deDUDciante  fué  otro  que 
no  nombro  porque  vive  y  está  empleado.  Acaso  hubo  dos,  y  es  lo  que  me  in- 
clino á  creer.  ^  , 

(26)  El  P.  Mier  atribuye  el  descubrimiento  de  la  conspiración,  á  la  denun- 
cia que  dice  hizo  en  artículo  de  muerte  al  cura  Gil  el  canónigo  de  Talladolid 
íturriaga,  que  vivia  en  duerétaro  y  era  de  los  conspiradores,  y  lo  mismo  insi- 
núa Bustaraante,  aunque  sin  nombrar  á  íturriaga.  Este  sabia  de  la  conspira- 
ción por  el  corregidor  y  Allende,  y  aunque  rm  quiso  tomar  parteen  ella,  tam- 
poco la  denunció.  El  haber  acaecido  su  miierte  por  estos  dias,  dio  lugar  á  es- 
tas especies.  Por  otra  parte  se  vé  que  su  denuuoia,  después  de  la  de  Arias,  no 
era  importante. 


HISTOfilA  DB   MÉXICO.  ^25 


dencia  del  carácter  fogoso  de  la  señora,  al  salir  de  su  casa  cerró  el 
zaguán^  se  llevó  consigo  las  llaves  y  fué  en  busca  del  escribano  Do- 
mínguez, porque  aunque  no  estando  de  semana  no  le  tocaba  ac- 
tuar, pero  sabiendo  que  estaba  tan  relacionado  con  el  partido  euro- 
peO|  le   convenia  ver  por  su  medio  lo  que  se  hubiese  trascendido. 
Llegó  á  hablarle  á  las  once  de  la  noche,  y  le  dijo  que  un  sacerdote 
de  la  mejor  nota  le  habia  denunciado  la  conspiración  que  debía  es- 
tallar aquella  noche  y  en  la  que  estaban  camprometidos  más  de 
cuatrocientos  individuos,   pidiéndole  consejo  sobre  lo  que  debia 
hacer.  El  astuto  Domínguez,  que  por  la  denuncia  de  Arias  esta- 
ba perfectamente  impuesto  de  todo  y  de  la  parte  que  el  coregidor 
tenia  en  la  conjuración,  fingió  no  creer  nada,  para  no  darle  á  en- 
tender que  lo  sabia;  pero  insistiendo  el  corregidor  en  la  verdad  del 
hecho,  le  propuso  que  pidiese  auxilio  al  comandante  de  brigada  y 
procediese  á  catear  la  casa  de  Epigmenio  González.  Adoptó  esta 
idea  el  corregidor  y  debiendo  acompañarle  Domínguez,  quiso  éste 
que  para  mayor  seguridad,  fuesen  con  él  sus  dos  yernos,  D.  Fran- 
cisco García  y  el  capitán  D.  Juan  Nepomuceno  Rubio,  (27)  lo  que 
el  corregidor  resistió,  diciendo  que  bastaba  con  su  cochero  y  lacayo. 
Hízose  esta  resistencia  sospechosa  á  Domínguez,  recelando  se  in* 
tentase  algo  contra  su  persona;  pero  por  no  dar  indicio  al  corregi- 
dor de  que  estaba  en  el  secreto,  le  acompañó  solo,  aunque  armán- 
dose con  una  espada  y  un  puñal.    El  comandante  de  brigada,,  á 
quien  el  corregidor  y  Domínguez  instruyeron  de  lo  que  ocurría, 
(28)  hizo  que  tomasen  las  armas  cuarenta  hombres,  con  veinte  de 
los  cuales  fué  él  mismo  á  sorprender  la  casa  de  Sámano,  y  dio 
•  los  otros  veinte  al  corregidor  para  que  fuese  con  ellos  á  la  de 
Epigmenio, 

(27)  Este  Rubio  era  hermano  de  D.  Cayetano,  uno  de  los  vecinos  mas  acau- 
dalados de  México.  El  D.  Juan  se  ahog6  en  la  barra  de  Matamoros,  viniendo 
con  una  expedición  de  Nueva  Orleans.  Una  de  sus  hijas  casó  con  D.  Cayeta- 
no y  otra  con  el  Dr.  D.  LuisGordoa,  sujeto  muy  ilustrado  y  apreciable  que  la 
nación  ha  perdido,  habiendo  muerto  repen'lin» mente  é,  fines  del  año  de  1846. 
D.  Sabás  Doofin^ez,  que  ha  sido  diputado,  senador  y  gobernador  de  dueréta- 
ro,  es  hijo  de  este  D.  Juan  Fernando, 

(28)  Probablemente  no  se  habia  dado  conocimiento  de  estos  sucesos  al  co- 
mandante de  brigada,  porque  los  españoles  de  Queréti^ro  sospechaban  de  su 
Jíijo  p.  Juan  José, 


S26  HISTORIA  DB  MÉXICO. 

Grande  era  el  conflicto  en  que  el  corregidor  se  hallaba  teniendo 
que  proceder,  conforme  á  las  obligaciones  de  su  empleó,  á  la  pri- 
gion  de  los  conspiradore,s  sin  haber  podido  ni  aun  darles  aviso,  co- 
rriendo el  riesgo  de  que  ellos  lo  denunciasen,  por  lo  que  trató  de 
salvarlos  por  todos  los  medios  que  pudo.  Dirigíase  á  la  casa  de 
Epigmenio,  situada  en  la  plaza  de  S.  Francisco,  para  hacerla  abrir 
tocando  inmediatamente  á  la  puerta,  con  lo  que  habria  tenido  aquel 
tiempo  para  evadirse;  pero  el  sagaz  Domínguez  lo  impidió,  hacien- 
do que  antes  subiese  la  tropa  por  una  botica  inmediata  y  guarda- 
se las  azoteas.  Entonces  dijo  al  corregidor  que  ya  podía  hacer  lla- 
mar á  la  puerta:  Epigmenio  se  asomó  á  la  ventana  y  rehusaba  abrir 
hasta  que  se  le  amenazó  con  que  se  echaría  la  puerta  abajo,  y  se  le 
hizo  ver  la  tropa  que  estaba  en  la  azotea,  y. entonces  abrió  por  la 
tienda.     El  corregidor  contentándose  con  una  ligera  visita,  daba 
por  concluida  la  diligencia  y  quería  retirarse;  no  habiéridbsé  en- 
contrádo  nada  al  primer  golpe  de  vista.     Domínguez  insistió  en 
que  el  cateo  se  hiciese  con  más  escrupulosidad,  y  como   que 
conocia  bien  la  casa  y  estaba  seguro  de  lo  que  en  ella  se  ocultaba 
notando  que  la  puerta  que  del  comedor  daba  entrada  á  la  recá- 
mara, estaba  tapada  con  unos  tercios  de  algodón,  los  hizo  quitar  y 
entrando  á  la  pieza  interior,  se  encontró  en  ella  á  un  hombre  que 
estaba  haciendo  cartuchos,  porción  de  estos  y  gran  cantidad  de 
palos  dispuestos  para  picas  de  lanzas.  Llamó  entonces  Domingiiez 
al  corregidor  para  manifestarle  lo  que  se  habia  encontrado  en  aque- 
lla pieza,  y  cogió  al  hombre  que  hacia  los  cartuchos  para  examinar- 
le, lo  que  no  pudo  hacer  porque  el  corregidor  le  dijo  á  eso  tiempo: 
"Vamonos,  que  ya  está  descubierto  el  cuerpo  del  del¡to;ii  mas  Do- 
mínguez, no  obstante,  hizo  se  abriesen  otras  piezas  de  la  casa, 
en  la  que  se  hallaron  más  cartuchos  y  porción  de  municiones.  Con 
tal  descubrimiento  el  corregidor  se  vio  obligado  á  prender  á  Epig- 
menio González,  á  su  hermano  y  á  todos  cuantos  estaban  en  la  ca- 
sa, la  que  quedó  custodiada  •  con  tropa.    En  la  mañana  siguiente 
comenzó  el  corregidor  á  tomar  las  declaraciones  á  Icft  presos,  las 
que  interrumpió,  para  seguirlas  en  la  tarde,  en  todo  lo  cual  como 
se  deja  entender,  se  condujo  muy  flojamente.  En  la  noche  siguien- 
te mandó  el  corregidor  se  hiciese  nuevo  examen  de  la  casa,  lo  que 


HISTORIA  D£  MÉXICO.  327 


no  se  verificó  porque  Domínguez,  sabedor  de  que  en  ella  estaba 
encerraia  mucha  pólvora^  temió  un  accidente  si  se  entraba  con 
luz  artificial,  con  lo  que  se  difirió  la  práctica  de  esta  diligen- 
cia. (29) 

Mientras  el  corregidor  estaba  ejecutando  la  prisión  de  Epigme- 
BÍo,  su  esposa,  persuadida  del  riesgo  que  la  conspiración  corría  de 
frustrarse  y  todos  los  comprometidos  en  ella  do  ser  aprehendidos, 
si  no  se  tomaban  prontas  y  efidaces.  medidas,  trató  de  dar  inmedia- 
tamente aviso  á  Ailende  del  punto  á  que  habían  venido  las  cosas. 
La  recámara  de  su  habitación  caía  sobre  la  vivienda  del  alcaide 
de  la  cárcel,  la  que,  como  en  casi  todas  las  capitales  do  provincia, 
estaba  en  los  bajos  de  la  casa  del  gobierno.  Llamábase  el  alcaide 
Ignacio  Pérez,  y  era  uno  de  los  más  activos  agentes  de  la  conjura- 
ion.  La  sefla  convenida  entre  él  y  la  corregidora,  para  comunicar- 
se en  cualquier  caso  imprevisto,  eran  tres  golpes  con  el  pié  en  el 
tetio  del  cuarto  del  alcaide:  diéronse  en  esta  critica  circunstancia, 
-y  c«no  que  el  corregidor  había  dejado  cerrada  la  puerta  del  za- 
gual, á  través  de  ésta  impuso  la  corregidora  á  Pérez  de  las  ocu- 
rrenias  de  aquella  noche,  y  le  previno  buscase  persona  de  confian- 
za qxi  fuese  en  toda  diligencia  á  S.  Miguel  á  instruir  ai  Allende 
de  to¿i.  ({{0)  El  empefloso  Pérez  no  quiso  confiar  á  otro  encargo 
tan  decado;  él  mismo  se  puso  en  camino,  y  no  habiendo  encon- 
trado á^illende  en  San  Miguel  á  donde  llegó  al  amanecer  el  día  15, 
buscó  áVldama  á  quien  dio  cuenta  del  objeto  do  su  venida.  (31) 
Apenas  s^aneció  el  día  14,  la  corregidora  hizo  que  su  hijastra, 
acompañáa  del  R  Sánchez,  fuese  á  ver  á  Arias  á  quien  suponía 
ignorante  le  todos  estos  sucesos,  excitándolo  á  dar  principio  in- 
mediatamete  á  la  revolución;  pero  aquel  contestó  de  una  manera 
desabrida,  d»Jendo  que  se  veía  en  aquel  compromiso  por  haberse 
fiado  de  quies^s  no  debiera  y  que  ya  tenia  tomado  su  partido,  de 
jando  con  esti4  la  corregidora  en  cruel  íncertídumbre.  * 

(29)  Proceso  ái^  corregidora.  Declaración  muy  extensa  y  circunstanciada 
de  Domínguez. 

(30)  Como  que  «;e  edificio  permanece  hasta  ahora  en  el  mismo  estado  que 
entonces  tenia,  los  V|>íosos  pueden  visitarlo  para  recuerdo  de  estos  sucesos. 

(31)  Declaración  t  Allende,  unida  al  proceso  de  la  corregidora.    Ignacio 
>í     tez  vivió  hasta  h^  po<}o  tiempo,  y  murió  en  su  mismo  empleo  de  alcaidel 


tB96  HIBTO&IA  BE  México. 

Verificada  la  prisión  de  González,  Arias  manifestó  al  alcalde 
Ochoa  que  todo  cuanto  el  corregidor  kabia  practicado,  no  era  más 
que  una  apariencia  para  ocultar  las  maquinaciones  que  se  seguían 
con  actividad:  que  la  corregidora  le  habia  hechp  hablar  para  que 
acelerase  el  pronunciamiento,  y  que  no  podia  permanecer  por  más 
tiempo  en  la  situación  difícil  en  que  se  hallaba.  £1  alcalde,  puesto 
de  acuerdo  con  el  mismo  Arias,  dispuso  prender  á  éste,  como  se 
ejecutó  en  la  noche  del  15  á  las  nueve,  llamándolo  su  comandante 
Alonso  de  una  visita  donde  estaba,  (32)  y  en  el' acto  de  conducirlo 
el  propio  Alonso,  Ochoa  y  Domínguez  en  pn  coche  á  la  hospede- 
ría alta  del  convento  de  la  Cruz,  le  sacó  Domínguez  de  la  bolsa  de 
la  casaca  unos  papeles  que  de  propósito  se  habia  puesto  en  ella, 
entre  los  cuales  estaba  una  esquela  de  Hidalgo  á  Allende,  y  las 
dos  cartas  de  éste  á  Arias  que  ya  tenía  presentadas.    £n  la  prim^^ 
ra  decía  Hidalgo,  que  ya  no  habia  remedio;  que  el  plan  se  hal^ 
de  verificar  á  lo  más  tarde  el  1  **.  de  Octubre,  y  Allende  procuiyn- 
do  disipar  los  temores  que  Arias  le  habia  manifestado,  le  perita* 
día  que  no  tuviese  cuidado  por  que  algunos  se  hubiesen^  arreen- 
ti4o,  pues  contando  con  los  amigos  que  tenia  y  poniéndose  alA^en* 
te  de  los  suyos,  aseguraría  el  éxito  ocupando  las  avenidas  áe  la 
plaza  mayor  y  la  de  San  Francisco.  Preguntado  Arias  en  laldocla- 
racion  que  en  seguida  se  le  tomó,  por  qué  conducto  habia  i^ibido 
aquellas  cartas  y  quiénes  eran  los  amigos  con  quienes  dec^  conta- 
ba, contestó  á  lo  primero  que  se  las  habia  entregado  DÁ^^t^nio 
Tellez,  y  en  cuanto  á  lo  segundo  fiugió  eludir  la  preg^ta;  pero 
instado  nuevamente  hubo  de  contestar  como  estaba  co^enido  en 
toda  esta  comedia,  que  eran  el  corregidor  y  su  mujer^  todos  los 
demás  individuos,  que  como  en  su  lugar  se  dijo,  coiy»rrian  á  las 
juntas.    Con  esta  declaración  formal,  el  alcalde  Ocl^  libró  auto 
de  prisión  contra  todos,  pidiendo  auxilio  al  comancj^te  de  briga- 
•  da,  y  por  un  acto  irregular  autorizado  perlas  cÍDÍ^nstancias,  la 
autoridad  inferior  procedió  á  la  prisión  de  la  si/erior,  apoyado 
Ochoa  en  todos  los  españoles  de  Querétaro.    EJ^comandante  de 
brigada  pi&so  orden  al  mayor  del  regimiento  de  y  Reina  D.  Fran- 

(32)  Estaba  en  casa  de  D.  Juan  Lozada,  español,  qu^ra  la  de  más  concu- 
yrepcia  en  Querétaro  en  aqnel  tiempo.  y 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  829 

cisco  Camuñez^  para  que  prendiese  á  Allende  y  á  Aldama,  é  hizo 
partir  con  ella  al  teniente  de  dragones  de  Querétaro  D.  José  Ca- 
brera: orden  tardía,  que  si  so  hubiera  dado  como  se  debió  hacer  el 
mismo  día  10  en  que  se  tuvo  la  primera  denuncia  de  Arias,  hubie- 
ra desconcertado  enteramente  la  rerolucion  impidiendo  el  que  se 
ejecutase  en  Dolores  y  San  Miguel,  así  como  en  Querétaro  se  estor- 
bó, con  las  prisiones  que  se  hicieron,  la  explosión  que  debia  haber- 
se efectuado  allí.  A  las  cuatro  de  la  mañana  del  16  de  Setiembre 
estaban  hechas  las  prisiones  de  todos  los  conjurados  de  Querétaro: 
el  comandante  de  brigada  puso  cien  hombres  sobre  las  armas,  y  al 
primero  que  aprehendió  fué  al  oficial  de  guardia  del  cuartel  de  Ce- 
laya:  el  corregidor  fué  conducido  por  Ochoa  primero  al  convento 
de  San  Francisco,  y  tardando  mucho  en  abrir  allí,  al  de  la  Cruz: 
su  esposa  fué  puesta  en  la  casa  del  mismo  Ochoa  y  en  seguida  en 
el  convento  de  Santa  Clara,  y  los  demás  presos  en  los  conventos 
del  Carmen  y  San  Francisco.  De  todo  se  dio  aviso  al  virrey  el  16 
á  la  una  y  media  del  dia,  mandándole  testimonio  de  lo  actuado 
hasta  aquella  hora  (33). 

Este  aprobó  todo  cuanto  se  había  hecho  y  previno  se  siguiesen 
las  actuaciones,  entre  tanto  llegaba  el  alcalde  de  corte  D.  Juan 
Collado,  nombrado  ya  regente  de  Caracas,  á  quien  habia  comisio- 
nado para  seguir  las  causas.  Dícese  que  habiendo  consultado  el 
virrey  Venegas  sobre  lo  ocurrido  en  Querétaro  con  el  regente  de 
la  Audiencia  Aguirre,  como  se  le  habia  prevenido  en  Cádiz  lo  hi- 
ciese en  todas  materias,  aquel  magistrado  creyó  que  con  aquella 
providencia  bastaría,  engañándose  acaso  por  la  facilidad  con  que 
habia  sido  reprimido  el  primer  intento  de  independencia  con  solo  la 
prisión  de  Iturrigaray,  ó  por  el  bajo  concepto  que  tenia  del  carác- 
ter de  los  mexicanos,  lo  que  hizo  desechar  el  más  prudente  conse- 
jtf  del  coronel  D.  Manuel  de  Emparan,  quien  propuso  al  virrey 
marchar  él  mismo  inmediatamente  á  Querétaro  inmediatamente  con 
su  regimiento  de  dragones  de  México:  esta  sola  fuerza  hubiera  qui- 
zá bastado  para  ahogar  la  insurrección  en  su  principio.  Desde  en- 

(3J)  Todo  está  sacado  del  prooeso  de  la  corregidora,  declaración  de  Domia- 
frnez.  El  falso  papel  reprenentado  por  Arias  me  ha  sido  confirmado  por  el  Sr. 
Dr.  Osores,  que  era  entonces  cara  de  una  do  las  parroquias  de  Querétaro  y 
^l^ra  es  deán  de  esta  catedral. 

TOMO.  \—¿fi 


830  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


tónces  no  parece  que  Venegas  confiase  mucho  en  la  opinipn  y  con- 
sejos de  Aguirre,  siendo  esta  la  última  vez  que  figuró  en  lo  políti- 
co, habiendo  muerto  poco  después,  á  lo  que  no  contribuyó  poco  «1 
ver  el  progreso  de  la  revolución,  que  tanto  empeflo  habia  tenido 
en  evitar.  (34)  En  Querétaro,  en  las  primeras  declaraciones  que 
se  tomaron  á  los  reos,  todos  estuvieron  negativos  á  excepción  del 
Lie.  Parra  que  pidió  papel  para  formar  apuntes:  Tellez  en  el  ca- 
reo con  Arias  se  fingió  loco,  haciendo  que  tocaba  el  piano  y  no 
contestando  á  nada  acorde:  al  corregidor  no  se  le  tomó  declaración, 
pero  sí  se  le  hizo  abriese  las  cartas  que  habian  venida  para  él  por 
correo,  ante  el  corregidor  D.  Antonio  de  la.  Careo  va,  y  al  retirarse 
éste,  dio  el  corregidor  ocultamente  un  papel  pequeño  al  escribano 
de  cabildo  D.  Pedro  Patino  Gallardo,  que  habia  actuado  en  la  di- 
ligencia, para  que  lo  entregase  á  su  mujer,  el  cual  presentado  á 
ésta  y  abierto  por  la  hija  mayor  del  corregidor,  se  vio  que  le  pre- 
venía que  si  le  tomaban  declaración,  no  confesase  nada;  (35)  en 
este  estado  se  hallaban  las  causas,  cuando  llegó  á  Querétaro  el 
comisionado  Collado.  (36) 

Mientras  en  Querétaro  pasaba  lo  que  se  acaba  de  referir,  Allen- 
de en  S.  Miguel,  recibido  el  aviso  de  Guanajuato  de  haber  sido 
delatada  la  conjpiracion  por  Garrido,  dejó  con  un  ligero  pretexto 
la  partida  de  malilla  en  que  se  entretenía  en  casa  del  mayor  de  su 
cuerpo  Camuñez  y  salió  al  camino  á  interceptar  la  orden  para  su 
prisión,  siguiendo  luego  ocultamente  y  en  toda  diligencia  á  Dolores 
á  informar  á  Hidalgo  de  lo  que  ocurría,  habiendo  permanecido  jun- 
ios la  noche  del  14  en  que  Allende  llegó  y  todo  el  día  15  de  Se- 
tiembre, sin  resolverse  á  nada.  (37)  Era  subdelegado  de  Dolores 

34)  El  regente  Aguirre  fué  el  primero  que  se  enterro  privadamente  en  M^ 
xico,  en  la  capilla  del  hospital  de  naturales  de  que  era  protector.  Esta  capi- 
lla es  ahora  la  herrería  de  un  taller  de  carrocería,  establecido  en  aquel  lodáL 

(35)  Proceso  de  la  corregidora.  Declaraciones  de  Domínguez,  de  Cárcova  y 
del  epcribano  Patino. 

(36)  Acompañó  en  esta  comisión  á  Collado  el  escribano  D.  José  María  Mo- 
ya, hombre  honrado  6  inteligente  en  su  profesión,  que  murió  en  la  revolución 
de  México  de  Julio  de  1840,  á  resultas  de  un  balazo  que  recibió  en  un  pié, 
estando  encerrado  en  su  cana.  En  calidad  de  ministro  ejecutor  fué  D.  Antonio 
AcuRa,  que  era  capitán  de  sala,  en  la  del  crimen,  y  ha  muerto  hace  pocos  afios. 

(37)  Declaración  del  cura  Hidalgo  en  su  proceso.  Sin  embargo,  Hidalgo 
dice  que  supo  vagamente  que  la  conspiración  estaba  descubierta,  é  hizo  llar 


\ 


HISTORIA   DE  MÉXICO.  381 


D.  Nicolás  Fernandez  de  Eincon,  mexicano,  en  cuya  casa  se  ha- 
llaba alojado  D.  Ignacio  Diez  Cortina,  español,  que  habia  llegado 
á  aquel  pueblo  once  dias  antes  á  encargarse  de  los  diezmos  de 
aquella  jurisdicción,  en  lo  que  habia  tenido  grande  empeño  el 
cura  Hidalgo  que  era  amigo  de  su  familia,  y  le  habia  instado  para 
su  pronta  venida,  saliendo  á  recibirlo  hasta  la  hacienda  do  la  Erre, 
en  la  que  le  dispuso  espléndida  comida  y  le  condujo  en  su  coche 
hasta  el  pueblo.  Concurrían  por  las  nocfies  en  casa  de  Kincon  el 
cura  y  los  vecinos  principales  del  pueblo,  que  -eran  casi  todos  eu- 
ropeos, y  formaban  partidas  de  mus  y  otros  juegos  de  cartas;  el  cura 
tenia  la  suya  de  malilla  con  1>.  Encarnación  Correa,  (38)  con 
quien  habia  casado  Cortina  hacia  pocos  dias,  y  con  D*  Teresa 
Cumplido  esposa  del  subdelegado,  personas  todas  a  quienes  trata- 
ban con  la  más  estrecha  amistad.  El  15  por  la  noche  estando  ju- 
gando con  estas  señoras,  le  avisaron  á  las  diez  que  lo  buscaba  una 
persona  que  queria  hablarle  en  el  zaguán,  al  que  bajó:  después  de 
un  corto  rato  volvió  y  siguió  su  partida  hasta  las  once  que  tenia 
costumbre  de  retirarse,  y  al  hacerlo  pidió  á  Cortina  le  prestase 
doscientos  pesos,  los  que  este  hizo  le  entregase  su  mujer,  que  le 
llevó  á  tomarles  á  la  pieza  en  que  estaba  guardado  el  dinero  del 
diezmo. 

Aldama,  que  salió  de  San  Miguel  apresuradamente  luego  que 
recibió  el  aviso  que  1a  corregidora  de  Querétaró  mandaba  á  Allen- 
de con  Ignacio  Pérez,  llegó  á  Dolores  á  las  dos  de  la  mañana  del 
dia  16  y  se  fué  en  derechura  á  casa  de  Hidalgo:  éste  se  habia  reco- 
jido,  pero  habiendo  hablado  Aldama  con  Allende,  entraron  ambos 
á  su  recámara  á  instruirle  de  lo  que  pasaba.  (39)  El  cura  se  incor- 

mar  á^ Allende,  lo  que  parece  contradecir  lo  que  se  tiene  por  cierto,  que  Allen- 
de interceptó  la  orden  del  intendente  de  Guanajuato  para  su  prisión  y  la  de 
Hidalgo. 

(38)  Esta  sefíora  que  vive  todavía,  solo  pasó  cuarenta  y  cuatro  dias  en  su 
matrimonio  con  Cortina:  muerto  este,  cas6  en  Yalladolid  con  el  licenciado  Or- 
tÍ2  Izquierdo  que  fué  senador  en  el  congreso  general.  La  misma  me  ha  favo- 
recido con  una  relación  por  escrito  muy  circunstanciada  de  todos  estos  suce- 
F' s,  que  es  de  la  que  he  hecho  uso  al  referirlos.  La  malilla  era  el  juego  de 
tertulia  en  las  provincias  entre  los  americanos;  así  como  lo  era  el  mus  entre 
los  españoles  de  las  provincias  vascongadas,  de  las  que  procedían  los  mas  de 
los  residentes  en  Dolores. 

(39)  Declaraciones  del  cura  Hidalgo  en  su  causa,  y  de  Allende,  Aldama  y 


8S2  HISTOBIA  DE  MÍXIOO. 


poro,  mandó  se  sirviese  chocolate  á  Aldama,  y  oyendo  mientras  se 
vestia  la  relación  que  éste  le  hizo,  al  calzarse  las'  medias  le  inte- 
rrumpió diciendo:  «'caballeros,  somos  perdidos,  aquí  no  hay  más  re- 
curso que  ir   á  cojer  gachupines,  n    Horrorizado  Aldama  con  tal 

idea  le  replicó:  "Señor,  ¿qué  va  vd.  á  hacer? por  amor  de  Dios 

que  vea  lo  que  hace,ii  y  se  lo  repitió  dos  veces:  pero  la  resolución 
de  Hidalgo  estaba  tomada,  y  de  acuerdo  con  su  hermano  D.  Ma- 
riano y  D.  José  Santos  Villa  á  quienes  hizo  llamar,  salió  de  su  casa 
con  éstos,  con  Allende  y  Aldama  y  diez  hombres  armados  que  te- 
nia en  su  casa,  se  dirigió  á  la  cárcel  é  hizo  poner  en  libertad  á  los 
reos,  amenazando  con  una  pistola  al  alcaide  que  lo  resistía,  con  lo 
que  se  reunieron  hasta  ochenta  hombres^  que  se  armaron  con  las 
espadas  de  las  compañías  del  regimiento  de  la  Reina,  cuyo  cuartel 
franqueó  el  sargento  Martínez  reuniendo  los  soldadc»s  que  pudo: 
Allende  y  Aldama  fueron  á  casa  del  subdelegado  Rincón  y  hacién- 
dola abrir,  lo  prendieron:  pasaron  en  seguida  á  la  habitación  que 
en  la  misma  casa  ocupaba  Cortina  con  su  mujer,  entraron  en  la  re- 
cámara en  que  dormian,  y  despertando  Cortina  con  sobresalto,  le 
intimó  Allende  que  se  diese  preso  á  la  nación;  mas  queriendo  aquel 
tomar  sus  pistolas,  Rincón,  á  quien  llevaban  maniatado,  le  dijo  que 
toda  resistencia  era  inútil  y  que  con  ella  no  haría  mas  que  perder- 
se: entraron  inmediatamente  á  la  pieza  de  donde  Hidalgo  había 
sacado  los  200  pesos  que  pidió  á  Cortina  y  ^tomaron  todo  lo  que 
había,  y  la  gente  que  acompañaba  á  Allende  saqueó  tan  completa- 
mente la  habitación  de  Cortina,  que  no  le  dejaron  á  él  y  á  su  esposa 
mas  que  la  ropa  que  tenían  puesta.  £1  cura  hizo  tocar  más  tem- 
prano de  lo  regular  á  una  misa  que  se  decia  en  aquel  pueblo  en  la 
madrugada  de  los  días  de  fiesta,  para  que  siendo  domingo,  la  gente 
comenzase  á  reunirse.  £1  P.  sacristán  mayor  de  la  parroquia  D. 
Francisco  Bustamante,  español,  que  ignorante  de  lo  que  pasaba 
iba  á  decir  Ja  misa,  fué  aprehendido  por  el  padre  Don  Mariano 
Balleza  que  era  vicario,  quien  le  quitó  hs  vestiduras  sagradas  que 
había  empezado  a  ponerse  y  lo  llev()  á  la  cárcel.  El  pueblo,  puesto 
ya  en  conmoción,  corría  á  saquear  las  casas  de  los  españoles  y  á 

otros,  que  se  hallan  agregadas  á  la  causa  dA  cura.  Causa  del  sargento  Marti- 
nes y  de  Abasólo.  Relación  d^  )a  Sra,  Oor^ina  y  otros  informes  fidedígaos. 


r 


HISTORIA    DE    MÉXICO.  S33 

conducirios  á  la  cárcel,  y  unos  hombres  que  pocas  horas  antes  ha- 
bian  estado  en  la  misma  sala  de  diversión  con  su  cura,  á  quien  tra- 
tabaín  con  intimidad  y  con  quien  muchos  tcnian  las  relaciones  de 
compadrazgo,  tan  comunes  en  los  pueblos  con  el  párroco,  se  veian 
por  orden  de  éste  privados  de  su  libertad,  despojados  de  sus  bie- 
nes, y  arrancados  del  seno  de  sus  familias,  para  ser  conducidos  á 
la  prisión  de  donde  acababan  de  salir  los  criminales.  El  cura  man- 
dó entonces  juntar  á  los  principales  vecinos  y  estando  reunidos  les 
dijo:  "Ya  vdes.  habrán  visto  este  movimiento:  pues  sepan  que  no 
tiene  más  objeto  que  quitar  el  mando  á  los  europeos,  porque  éstos, 
como  ustedes  sabrán,  se  han  entregado  á  los  franceses  y  quieren 
que  corramos  la  misma  suerte,  lo  cual  no  hemos  de  consentir  ja- 
más, y  ustedes  como  buenos  patriotas,  deben  defender  este  pueblo 
hasta  nuestra  vuelta  que  no  será  muy  dilatada,  para  organizar  el 
gobierno,  u  Los  vecinos  se  retiraron  sin  dar  respuesta  alguna.  (40) 
En  vez  de  dirgiirse  Hidalgo  con  la  gente  que  había  reunido  del 
mismo  pueblo  de  Dolores  y  de  los  otros  y  haciendas  inmediatas, 
qae  ascendía  á  unos  300  hombres,  á  Guanajuato,  como  en  aquella 
ciudad  se  temió,  marchó  á  San  Miguel  el  Grande,  el  mismo  dia  16 
-  en  que  dio  principio  á  la  revolución  con  Allende,  Aldama  y  Aba- 
solo,  aunque  este  último  no  tuvo  parte  en  el  acto  del  pronuncia- 
miento. Dejó  en  libertad  al  subdelegado  Rincón  á  quién  hizo  salir 
en  el  dia  para  Valladolid,  y  al  P.  Bustamante  que  después  se  re- 
fugió á  Querétaro.  A  todos  los  demás  españoles  en  número  de  diez 
y  siete,  los  llevó  consigo  montados  en  las  muías  de  recua  que  Cor- 
tina acababa  da  comprar  para  el  servicio  del  diezmatorio,  á  la  ma- 
nera que  se  acostumbra  conducir  á  los  criminales  de  la  más  baja 
ralea.  La  esposa  de  Cortina  solicitó  con  empeño  ver  al  cura  en  aquel 
dia,  para  obtener  alguna  más  comodidad  en  favor  de  su  marido, 
sin  poder  conseguir  hablarle.    El  capitán  D.  José  Antonio  Larri- 
núa,  que  recibió  una  herida  grave  en  la  cabeza  queriendo  escapar  en 
el  acto  de  prenderlo  en  la  puerta  de  su  casa  (41),  debió  la  vida  á  este 

(40)  Está  copiado  á  la  letra  de  la  declaración  de  Abasólo  en  su  caasa. 

(41)  Hidalgo  en  su  declaración,  que  copia  Bustamante  en  el  Cuadro  hiatóri- 
co  hablando  de  este  suceso,  dice  que  solo  fueron  unos  cintarazos,  pero  fué 
una  herida  tan  grave,  que  Larrinúa  estuvo  d  riesgo  de  morir  y  tardó  muchos 
dias  en  curarse. 


384  HISTORIA  DE   MÉXICO. 


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accidente,  pues  se  le  dejó  en  Dolores  á  curarse,  y  pudo  salvarse 
uniéndose  al  ejército  de  Calleja  cuando  pasó  por  aquel  lugar,  mien- 
tras que  todos  sus  compañeros  perecieron  después  en  Guanajuato. 
Al  pasar  por  el  santuario  de  Atotonilco,  Hidalgo,  que  hasta  enton- 
ces no  tenia  plan  ni  idea  determinada  sobre  el  modo  de  dirigir  la 
revolución,  vio  casualmente  en  la  sacristía  un  cuadro  de  la  Virgen 
de  Guadalupe,  y  creyendo  que  le  seria  útil  apoyar  su  empresa  en 
la  devoción  tan  general  á  aquella  santa  Imagen,  lo  hizo  suspender 
en  la  asta  de  una  lanza,  y  vino  á  ser  desde  entonces  el  nlábaro^tf 
ó  bandera  sagrada  de  su  ejército. 

Heme  detenido  de  propósito  en  contar  menudamente  todos  los 
pormenores  de  la  conspiración  de  Querétaro  y  del  principio  de  la 
revolución  que  á  consecuencia  de  aquella  comenzó  el  cura  Hidalgo, 
sin  omitir  ni  aun  algunas  circunstancias  que  podrán  parecer,  trivia- 
les é  insignificantes,  porque  estos  hechos  no  han  sido  referidos  has- 
ta ahora  con  verdad  y  exactitud,  antes  bien  ha  habido  empeño 
particular  en  desfigurarlos  de  tal  manera,  que  han  resultado  inco- 
nocibles. D.  Carlos  Bustamante,  el  historiador  por  excelencia  de 
la  revolución,  pasa  tan  ligeramente  sobre  todos  los  sucesos  de  Que- 
rétaro, que  ni  aun  nombra  á  Arias  que  hizo  en  ellos  tan  principal 
papel,  y  la  prisión  del  corregidor  la  atribuye  á  una  facción  de  euro- 
peos, capitaneados  por  el  alcalde  Ochoa  (42).  A  esta  alteración  de 
la  verdad  histórica  se  debe  sin  duda  el  que  la  república  mexicana 
haya  escogido  para  su  fiesta  nacional  el  aniversario  de  un  dia  que 
vio  cometer  tantos  crímenej,  y  que  date  el  principio  de  su  existen- 
cia  como  nación,  de  una  revolución  que  proclamando  una  super- 
chería, empleó  para  su  ejecución  unos  medios  que  reprueba  la 
religión,  la  moral  fundada  en  ella,  la  buena  fé  base  de  la  sociedad, 
y  las  leyes  que  establecen  las  relaciones  necesarias  de  los  individuos 
eñ  toda  asociación  política.  El  congreso  consagrando,  con  la  solem- 

(42)  Bustamante  en  su  Cuadro  histórico  fol.  264,  hablando  de  los  traba" 
jos  industriales  del  cura  Hidalgo,  dice:  ^^Est^  es  aquel  párroco,  gloria  de 
Northampton,  quiero  decir,  otro  Hervey,  cuya  descripción  nos  hizo  Le  Tour- 
neur  en  estas  preciosas  palabras/'  y  copia  la  descripción  que  este  autor  hace 
de  un  párroco  consagrado  al  desempeño  de  sus  funciones  y  á  la  felicidad  espi- 
ritual y  temporal  de  sus  feligreses.  El  lector  podrá  comparar  la  exactitud  de 
la  aplicación  de  aquella  hermosa  pintura,  por  lo  que  va  dicho  en  esta  his- 
toria. 


HISTOBIA  DE  MÉXICO 


835 


nidad  de  la  faiicion  del  16  de  Setiembre,  la  infracción  de  estos  prin- 
cipios, ha  presentado  á  la  nación  como  modelo  plausible»  lo  que  no 
debe  ser  sino  objeto  do  horror  y  de  reprobación,  y  ofreciendo  como 
heroicidad  el  ejemplar  de  esta  revolución,  ha  abierto  la  puerta  y 
estimulado  á  que  se  sigan  tantas  y  tantas  de  la  misma  naturaleza, 
que  con  ellas  se  ha  llegado  al  punto  de  extinguir  toda  idea  de  ho- 
nor, de  probidad  y  de  obediencia,  haciendo  imposible  la  existencia 
de  ningún  gobierno,  ni  el  ejercicio  de  ninguna  autoridad. 

En  el  plan  de  la  revolución  siguió  Hidalgo  las  mismas  ideas  de 
los  promovedores  de  la  independencia  en  las  juntas  de  Iturrigaray. 
Proclamaba  íi  Fernando  VII:  pretendia  sostener  sus  derechos  y 
defenderlos  contra  los  intentos  de  los  españoles,  que  trataban  de 
entregar  el  paíü  á  los  franceses  dueños  ya  de  Espaila,  los  cuales 
destruirían  In  religión,  profanarían  las  iglesias  y  extinguirían  el 
culto  católico.  La  religión,  pues,  hacia  el  papel  principal,  y  como 
la  Imagen  de  Guadalupe  es  el  objeto  preferente  del  culto  de  los  me- 
xicanos, la  inscripción  que  se  puso  en  las  banderas  de  la  revolución 
fué:  »»Viva  la  religión.  Viva  nuestra  madre  santísima  de  Guadalu- 
pe. Viva  Fernando  VII.  Viva  la  América  y  muera  el  mal  gobier- 
no: n  pero  el  pueblo  que  se  agolpaba  á  seguir  esta  bandera,  simpli- 
ficaba la  inscripción  y  el  efecto  de  ella  gritando  solamente  »» Viva  la 
Virgen  de  Guadalupe  y  mueran  los  gachupines,  n  ¡Reunión  mons- 
truosa de  la  religión  con  el  asesinato  y  el  saqueo:  grito  de  muerte 
y  de  desolación,  que  habiéndolo  oido  mil  y  mil  veces  en  los  prime- 
ros dias  de  mi  juventud,  después  de  tantos  años  resuena  todavía 
en  mis  oídos  con  un  eco  pavoroso! 

No  es  extraño  que  en  un  pueblo  en  que  por  desgracia,  lareligion7 
estaba  casi  reducida  á  meras  prácticas  exteriores;  en  que  muchos 
de  sus  ministros,  particularmente  en  las  poblaciones  pequeñas,  es- 
taban entregados  a  la  vida  más  licenciosa:  cuando  el  vicio  domi- 
nante e.i  la  masa  de  la  población  es  la  propensión  al  robo,  hallase 
tan  fácilmente  partidarios  una  revolución  cuyo  primer  paso  era  po- 

¿jO  ibas  extraño  es  que  BuRtaroante  ha  tenido  á  la  vista  el  mismo  proceso 
de  la  corregidora  de  QuerStaro,  y  todos  los  documentos  originales  de  que  yo 
he  Bacado  todos  estos  datos,  y  ha  podido  preguntar  á  las  mismas  personas  fi- 
dedignas de  quienes  yo  me  he  informado,  y  el  no  haberlo  hecho,  no  prueba 
en  él  escritor  mucho  deseo  de  contar  la  verdad  con  exactitud. 


^ 


336  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


ner  en  libertad  á  los  criminales,  abandonar  las  propiedades  de  la 
parte  más  rica  de  la  población  á  un  ilimitado  saqueo,  sublevar  á  la- 
plebe  contra  todo  lo  que  hasta  entonces  habia  temido  6  respetado, , 
y  dar  rienda  suelta  á  todos  los  vicios,  prodigando  como  luego  se 
hizo  los  grados  militares,  y  abriendo  un  campo  vastísimo  á  la  am- 
bición de  los  empleos.  Así  es  que  en  todos  los  pueblos  hallaba  el 
cura  Hidalgo  una  predisposición  tan  favorable,  que  no  necesitaba 
más  que  presentarse  para  arrastrar  tras  de  sí  todas  las  masas;  pe- 
ro los  medios  que  empleó  para  ganar  esta  popularidad,  destruyeron 
en  sus  cimientos  el  edificio  social,  sofocaron  todo  principio  de  mo- 
ral y  de  justicia,  y  han  sido  el  origen  de  todos  los  males  que  la  na- 
ción lamenta,  que  todos  dimanan  de  aquella  envenenada  fuente.  / 

A  medida  que  Hidalgo  en  esta  y  en  las  siguientes  marchas  atra- 
vesaba los  campos  y  las  aldeas,  se  le  iba  juntando  gente  que  for- 
maba diversos  grupos  ó  pelotones,  que  por  banderas  ataban  en  pa- 
los ó  en  carrizos  mascadas  de  diversos  colores,  en  que  fijaban  la 
Imagen  de  Guadalupe,  que  era  la  enseña  de  la  empresa,  la  que 
también  llevaban  por  distintivo  en  el  sombrero  todos  los  que  se 
adherían  al  partido  (43).  Los  vaqueros  y  demás  gentes  de  á  caba- 
llo de  las  haciendas,  casi  todos  de  las  costas,  formaban  la  caballería, 
armada  con  las  lanzas  que  Hidalgo  habia  hecho  construir  de  ante- 
mano, y  con  la&  espadas  y  machetes  que  estos  mismos  hombres 
acostumbraban  llevar  en  sus  trabajos  ordinarios:  muy  pocos  tenian 
pistolas  ó  carabinas.  La  infantería  la  formaban  los  indios,  dividi- 
dos por  pueblos  ó  cuadrillas,  armados  con  palos,  flechas,  hondas  y 
lanzas,  y  como  muchos  llevaban  consigo  sus  mujeres  é  hijos,  todo 
presentaba  el  aspecto  más  bien-  de  tribus  bárbaras  que  emigraban 
de  un  punto  á  otro,  que  de  un  ejército ^n  marcha.  Los  caporales  y 
mayordomos  de  las  haciendas  que  habian  tomado  partido,  hacian 
de  jefes  de  la  caballería:  á  los  indios  los  mandaban  los  gobernado- 
res de  sus  pueblos  ó  los  capitanes  de  las  cuadrillas  de  las  hacien- 
das (44),  y  muchos  no  llevaban  armas  ningunas,  no  yendo  preveni- 

(43)  Pedimento  fiscal  de  la  causa  de  Hidalgo,  publicado  por  Bastamaute, 
Cuadro  histórico,  tom.  1?,  fol.  244. 

(44)  Todos  los  trabajos  del  campo  se  contratan  en  las  haciendas  con  estos 
capitanes  que  tienen  un  cierto  número  de  indios,  los  cuales  ejecutan  las  labo- 
res por  el  precio  convenido  con  el  capitán. 


D.  GABRIEL  DE  YERMO. 

Con  el  unifcrme  de  capitán  de  pairiolu  d*FemanÍB7?Jt  Méjici 


HISTORIA  DI  M¿ZICO«  337 


^^^í^^^'M^^^.Wm*»^»^^^^^^*^ 


dos  mas  qne  para  el  saqueo.  A  la  gente  de  á  caballo  se  le  pagaba 
un  peso  diario  á  cada  hombre  y  cuatro  reales  diaiios  á  los  de  á 
pié)  pero  como  no  se  hadan  nunca  revistas  ni  había  un  alistamian* 
to  formal,  se  cometían  en  esto  los  mayores  robos  y  desórdenes, 

4 

aunque  se  estableció  una  tesorería  á  cargo  de  D.  Mwiano  Hidalgo, 
hermano  del  cura.  Este  no  se  ocupaba  de  las  provisiones  y  medios 
de  si;ibsist^cía  de  esta  muchedumbre  desordenada.  En  la  mitad 
de  Setiembre  en  que  tuvo  principio  la  revoludon,  los  maíces  están 
ya  maduros  «en  los  campos,  y  en  aquella  época  de  riqqeza  y  pros- 
peridad para  la  agricultura,  en. especial  en  la  opulenta  provincia  de 
Guanajuato,  las  haciendas  abundaban  en  ganados  y  en  toda  clase  de 
mantCTiimientos.  ¡Desgraciada  la  finca  de  europeo  por  la  que  acer^ 
taba  á  pasar  Hidalgo  con  su  ejército!  á  la  voz  tremenda  de  iiYíva 
la  Virgen  de  Guadalupe  y  mueran  los  gachupines,  n  los  indios  se 
esparcían  en  los  maizales  y  la  cosecha  quedaba  bien  presto  levan- 
tada; se  abrían  las  trojes,  y  las  semillas  guardadas  en  ellas,  en  mo- 
mentos desaparecían:  las  tiendas  que  casi  todas  las  haciradas  te- 
nían, quedaban  despojadas  hasta  de  los  armazones;  multábanse  todos 
los  bueyes  que  eran  menester,  y  si  había  un  pueblo  de  indios  in-^ 
mediato,  hasta  lo  material  del  edificio  era  destruido,  parcT  aprove- 
charse d¡e  laj  vigas  y  las  puertas.  (45)  Las  haciendas  de  los  ame- 
ricanos en  los  principios  de  la  guerra  sufrieron  menos,  pero  en  el 
progreso  de  ella,  todas  fueron  tratadas  del  mismo  modo. 

£1  cara  Hidalgo  llegó  á  S.  Miguel  el  Grande  con  la  gente  que 
le  seguía  y  que  á  cada  paso  se  aumentaba,  al  anochecer  del  16  de 
Setiembre,  y  entró  sin  resistencia  en  aquella  rica  é  industriosa  po- 
blación: en  aquella  noche  y  el  día  siguiente^  fueron  saqueadas  las 
casas  de  los  europeos  y  reducidos  éstos  á  prisión;  Berrio,  Isasi  y 
Landeta,  pitra  con  quienes  Allende  y  Aldama  tenian  tan  grandes 
motÍTOs  de  reconocimiento,  no  fueron  mejor  tratados  que  los  de- 
más, y  oon  el  subdelegado  Bollogín  y  el  mayor  Camufiez,  fueipn 
destinados  á  aumentar  la  cuerda  de  españoles  presos  que  iba  si- 
guiendo al  ejército,  y  cuya  custodia  se  encargó  á  D.  Juan  Alda- 

^46)  Todo  esto  sucedió  al  pié  de  la  letra  en  la  hacienda  de  Temascatio,  en 
las  inmediaciones  de  Irapuato,  perteneciente  á  D.  Bernabé  Bastamante,  euro- 
peo, padre  de  D.  José  María  y  de  D.  Benigno,  de  quienes  he  tenido  ocasión 
de  hablar  en  las  notas  anteriores. 

TOMO  I  ,—43 


838  filSTOBLl  DE 


7.fr*«tfii 


^^^^ 


ma:  (46)  el  mismo  Hidalgo  dedde  el  balcón  de  la  casa  dé  Landéta, 
tiraba  al  pueblo  las  talegas  de  pesos  gritando:  tr cojan,  hijos,  que 
todo  esto  es  suyotti  los  criminales  que  estaban  en  la  cárcel  fueron 
y  puestos  en  libertad,  y  como  lo  que  se  hize  fen  San  Miguel  cQn  es- 
tos y  con  los  europeos,  fué  lo  mismo  que  se  practicó  en  cuantas 
poblaciones  entraron  Hidalgo  y  los  suyos,  omitiré  repetirlo,  dándo- 
lo por  supuesto.  Aquí  se  lé  reunió  todo  el  regimiento  de  cabaHe- 
ria  de  la  Beina,  predispuesto  para  ello  por  los  capitanes  y  subalter- 
nos, sin  que  hiciese  esfuerzo  para  estorbarlo  el  coronel  D.  Karciiso 
María  de  la  Canal,  que  aunque  no  tomó  parte  directa  en  lá  revo- 
lución, no  parece  que  la  ignorase  ni  la  desaprobase;  pero  como  los 
capitanes  de  aquel  cuerpo  eran  los  jefes  de  ella  y  luego  se  declara- 
ron generales,  los  sargentos  pasaron  á  oficiales,  y  así  qued(5  desor- 
ganizado en  gran  parte  el  regimiento:  también  cogió  Hidalgo  en 
este  punto  una  remesa  de  pólvora  que  iba  do  México,  destinada  á 
las  minas  •de  Guanajuato. 

Desde  S.  Miguel  siguió  Hídals^o  rodeando  la  Sierra  de  Guana- 
juato con  dirección  al  Nordeste,  quizá  porque  su  objeto  era  ocu- 
par á  Querétaro,  donde  tonia  tantos  partidarios:  al  paso  por  Cha- 
macuero  prendió  al  cura,  que  era  europeo,  y  el  jueves  20  de  Se- 
tiembre se  presentó  delante  de  Celaya.  Al  acercarse  á  esta  ciudad, 
dirigió  Hidalgo  al  Ayuntamiento  uaa  intimación  firmada  por  él 

mismo  y  por  Allende,  en  que  amenazaban  mandar  degollar  A  seten- 

« 

ta  y  ocho  europeos  que  conducían  presos  de  Dolores  y  S.  Miguel, 
si  se  intentaba  hacer  alguna  resistencia.  (47)  No  teniendo  ftienas 
para  oponerse  á  su  entrada,  ni  pudiendo  esperar  auxilios  de  Que- 
rétaro no  obstante  haberlos  pedido  con  instancia,  el  subdelegado 
Duro,  el  coronel  del  regimiento  provincial  de  infantería  de  aquella 
ciudad  D.  Manuel  Fernandez  Solano,  y  los  europeos  de  aquella 
población,  resolvieron  retirarse  á  Querétaro,  llevando  consiga  las 
compafifas  de^  su  regimiento  que  había  podido  reunir,  cotí  las  qu© ' 
se  aumentó  muy  oportunamente  aquella  guarnición.  Hidalgo  hlío 
su  entrada  en  Celaya  con  gran  solemnidad:  él  mismo  iba  á  la  ca- 

(46)  En  lo  sncesivo,  siempre  que  se  hablc.'le  Aldhma  sin  adición  de  noui 
bre,  se  deberá,  entender  D.  Juan. 

(47)  Véase  esta  intimación  ¿n  el  apéndice  documento  ñúm/ 16. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  830 

beza  de  su  gente  acompañado  de  Allende,  Aldama  j  de  los  demás 
jefes,  llevando  el  cuadro  de  la  Virgen  de  Guadalupe  tomado  en  el 
santuario  de  Atotonilco:  seguíale  la  música  del  regimiento  de  la 
Reina,  coa  unos  cien  dragones  de  este  cuerpo  á  las  órdenes  de  un 
oficial,  que  portaba  un  estandarte  con  el  retrato  del  rey  Femando 
Vil.  Venia  después  una  columna  formada  por  multitud  de  gente 
del  campo  á  caballo,  y  masas  de  indios  sin  orden  alguno.  £n  esta 
forma  se  dirigió  á  la  plaza,  y  al  pasar  por  ella  fué  muerto  de  un  ti- 
ro un  hombre  que  veia  esta  marcha  triunfal,  desde  la  azotea  de 
una  casa  inmediata  al  mesón  en  que  Hidalgo  se  alojó.  (48)  La  gen- 
te de  éste  se  espai^ció  por  la  ciudad  á  saquear  las  casas  de  los  eu- 
ropeos, con  lo  que  Aldama  que  desaprobaba  esta  orden,  manifestó 
su  disgusto  al  cura,  quien  le  contestó,  que  él  no  sabia  otro  modo 
de  hacerse  de  partidarios,  y  que  si  Aldama  lo  tenia  se  lo  propusie 
se;  la  tropa  reglada  fué  destinada  á  sacar  y  trasladar  á  la  tesorería 
el  dinero  que  los  españoles  no  habian  podido  llevar  consigo,  y  deja- 
ron oculto  en  el  convento  del  Carmen  en  los  sepulcros  de  los  reli 
giosos,  al  que  estaba  unido  el  que  habia  ido  á  recoger  el  dia  anterior 
á  Chamacuero  un  destacamento  mandado  por  D.  Antonio  Linares- 
cuyo  primer  paso  en  la  carrera  militar  fué  este;  en  aquellos  cauda- 
lea  estaba  comprendido  lo  perteneciente  á  la  testamentaría  de  Ta- 
boada,  en  que  era  interesada  la  mujer  de  Abasólo,  sin  embargo  de 
lo  cual  fué  también  tomado.  v 

£1  djia  siguiente  convocó  Hidalgo  al  Ayuntamiento,  al  que  con- 
currió el  subdelegado  que  nombró  D.  Carlos  Camargo,  los  dos  re- 
gidores que  habian  quedado  per  haber  huido  los  demás  que  eran 
europeos,  y  los  vecinos  que  fueron  citados.  Se  presentó  en  él  con 
loa  demás  jefes,  é  hizo  un  razonamiento  como  le  que  dirigió  á  los 
vecinos  de  Dolores,  con  lo  que  la  concurrencia  adoptó  su  plan  con- 
tra los  europeos,  impidiéndose  la  permanencia  de  éstos  en  el  país, 
excepto  el  monarca  si  se  presentase.    Hasta  entonces  Hidalgo  no 

(48)  Efite  hombre  se  llarnaba  José  Guadalupe  Cisneros,  y  era  cochero  de  D. 
Manuel  Gómez  Linares,  padre  del  actual  senador  del  mií^mo  nombre,  á  quien 
debo  estos  pormenores.  Cisneros  estaba  en  la  azotea  de  la  cisa  del  mismo  Li- 
nares, en  la  que  fueron  puestos  los  europeos  que  conducía  Hidalgo,  por*  lo 
que  su  cadáver  quedó  sin  poderse  sacar  para  enterrarlo,  por  tres  dias.  Abasólo 
dice  en  sA  causa  que  este  hombre  tiro  un  balazo  al  ejército  al  pasar,  lo  cual 
es  Albo. 


\ 


34tf  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

había  tenido  título  alguno  preeminente  sobre  sus  compañeros, 
aunque  éstos  por  consideración  á  su  edad,  carácter  y  reputa 
cion  de  sabiduría  le  babian  dejado  de  hecho  el  mando  principal; 
pero  en  esta  sesión  fué  declarado  general,  confiriéndose  el  empleo 
de  teniente  general  á  Allende,  y  otros  inferiores  á  los  demás  jefes. 
Concluido  este  acto,  toda  la  comitiva  dio  yueltaporlos  portales  de 
la  plaza,  llevando  Hidalgo  el  cuadro  de  la  Virgen  de  Guadalupe 
con  que  hizo  su  entrada,  el  que  colocó  en  el  balcón  del  mesón,  des- 
d^  el  cual  hizo  un  discurso  al  pueblo,  que  éste  aplaudió  con  entu- 
siasmo. Engrosó  allí  su  ejército  con  las  compañías  del  regimiento 
provincial  que  no  habían  podido  reunirse  á  su  coronel,  y  cobró  áni- 
mo para  mayores  empresas,  por  la  facilidad  que  había  tenido  has- 
ta entonces  en  todos  estos  sucesos.  Dejémosle  allí,  entre  tanto  ve- 
mos las  disposiciones  que  tomaba  el  virrey,  luego  que  tuvo  aviso 
de  haber  estallado  la  revolución. 

La  dispersión  del  cantón  (jue  Iturrigaray  había  formado,  que  co- 
mo se  ha  visto  fué  una  de  las  primeras  providencias  dictadas  en  el 
gobierno  de  Garibay,  dejó  á  Venegas  sin  un  cuerpo  de  ejército  ^úe 
poder  emplear  prontamente,  según  la  ocasión  lo  demandase,  y  ex-  ' 
puso  á  las  tropas  esparcidas  en  las  provincias,  á  ser  mas  fácilmente 
seducidas,  como  hemos  visto  sucedió  con  el  regimiento  de  la  Reina, 
y  sucesivamente  con  otros.  Venegas  se  encontraba  ademas  acabado 
de  llegar,  sin  conocer  el  país  ni  la  gente  y  muy  desconfiado  del  ejélr- 
cito,  por  la  parte  que  veía  habían  tomado  en  la  revolución  los  ofi- 
ciales de  varios  cuerpos  en  Valladolid,  Querétaro  y  San  Miguel. 

ÍEra  urgente  sin  embargo  situar  en  Querétaro  luia  fuerza  res'pe- 
table,  y  al  efecto  hizo  salir  para  aquel  punto  la  que  guarnecía  la 
capital,  dando  el  mando  en  jefe  de  ella  al  coronel  D.  Manuel  de 
Flon,  conde  de  la  Cadena,  intendente  ile  Puebla,,  que  lo  habla 
acompañado  en  su  venida  á  México:  bajo  sus  órdenes  marchó  el 
26  de  í^etiembre  el  regimiento  de  infantería  de  línea  dé  la  Corona, 
compuesto  de  dos  batallones,  (49)  y  cuatro  cartones  de  á  cuatro^ 

(49)  Budtam.  Cuadro  histórico  tom.  1"  fol.  35  dice,  que  el  virrey  cometió  la 
impolítica  de  dar  el  mando  á  Flon  3'  uo  á  i).  Nicolás  Iberri,  coronel  de  la  C3o- 
rona,  porque  era  mexicano.  Iberrrfiié  maml.i i. do  ru  cuerpo  y  Flon  mandaba 
en  jefe  y  era  ademas  coronel  mas  antiguo,  con  lo  que  no  había  agravio.  IGs 
menester  convenir,  por  otra  parte,  que  la  conducta  del  corregidor  de  Q^ueréta*  - 


HISTORIA    DE    MÉXICO.  8^1 

.  que  mandaba  el  tenÍQnte  coronel  do  artillería,  D.  Bamon  Diaz  de 

.Ortega:  dentro  de  pocos  dias  se  puso  también  en  camino  la  columna 
de  granaderos  con  dos  batallones,  cada  uno  de  siete  compaf^as, 
cuyo  mando  dio  Venegas  á  D.  José  Jalón,  oficial  que  había  venido 
con  él  de  Espafia,  y  le  siguieron  los  regimientos  de  dragonas  de 
México  de  linea  y  el  provincial  de  Puebla.  Para  reemplazar  esi^os 
cuerpos  en  la  capital  y  tener  alguna  fuerza  con  que  ocurrir  á  dón- 

^  de  fuese  necesario,  hizo  venir  á  ella  los  regimientos  provinciales  de 
iofanteria  de  Puebla  y  de  las  Tres  Villar,  quedando  en  Orizavael 
de  Tlaxcala.  Pero  como  todas  ei^tas  fuerzas  eran  sumamente. des* 
proporcionadas  para  reprimir  una  revolución  que  amena^íiba  incen- 

.  di^  todo  el  reino,  trató  de  aumentarlas  haciendo  subir  á  México 
la  tropa  de  mar  de  la  fragata  Atocha  en  que  el  mismo  Venegas 
habia  venido,  con  su  comandante  el  capitán  de  navio  D.  Rosendo 
Porlier,  de  cuya  oficialidad  salieron  algunos  jefes  que  adquirieron 
en  el  curso  de  la  guerra  mucha  nombradla,  en  especial  D.  Pedro 
Celestino  Negrete.  El  lenguaje  impío,  obsceno  y  descomedido  de 
efetos  marinos  y  todo  su  comportamiento  mientras  estuvieron  en  el 
país,  no  era  lo  que  podia  reconciliar  los  ánimos  prevenidos  coí\tra 
los  españolas,  y  así  fué  que  esta  tropa  causó  más  mal  qae  bien. 
Por  el  contrario,  la  capital  admiró  el  aire  marcial  y  severa  discipli- 
na de  los  cuerpos  provinciales  que  habian  estado  en  el  cantón, 
los  cuales  durante  toda  está  guerra  aa  portaron  con  mucha  biza- 

.  nía. 

Al  mismo  tiempo  que  el  virrey  hacia  reunir  estas  fuerzas  en  Que- 
rétaro  y  México,  ponían  sobre  las  armas  las  de  sus  brigadas  en  S. 
Luis  Potosí  y  Guadalajara  los  comandantes  de  ellas  D.  Félix  Ma- 
ría Calleja  y  D.  Boque  Abarca,  de  cuyas  operaciones  y  resultados 
se  tratará  en  sus  respectivos  lugares.  El  virrey  dispuso  también  que 
fuesen  sin  demora  á  Valladolid  D.  Manuel  Merino,  intendente  de 
aquella  provincia,  y  el  coronel  D.  Diego  García  Conde  nombrado  co- 
mandante de  las  armas,  y  que  marchase  con  estos  á  ponerse  al  fren- 
te de  su  regimiento,  que  era  el  provincial  de  infantería  de  Micbjoa^ 
can,  su  coronel  Conde  de  Casa  Rui. 

ro  y  del. coronel  de  la  Reina  en  S.  Miguel,  no  era  para  inspirar  á  YeDogas  gran 
confianza  en  los  empleados  y  jefes  mexicanos. 


842  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

Para  proveer  á  la  seguridad  interior  de  la  capital  y  dejar  expe- 
ditas para  otros  servicios  las  tropas  del  ejército,  convocó  Venegas 
una  junta  del  Consulado  y  de  varios  funcionarios,  para  que  á  la 
manera  que  se  habia  hecho  en  Cádiz,  se  formasen  cuerpos  de  ve- 
cinos que  pudiesen  servir  á  sus  expensas,  en  cuya  oonsecaencia  se 
mandó  (50)  que  todos  los  españoles  europeos  ó  americanos,  de  más 
de  diez  y  seis  aítos  de  edad,  que  pudiesen  sostenerse  sin  sueldo  en 
los  dias  de  servicio  y  costear  un  uniforme,  se  presentasen  á  la  jun* 
ta,  y  así  se  formaron  tres  batallones  de  infantería  con  quinientas 
plazas  cada  uno,  un  escuadrón  de  caballería  y  una  compañía  de  ar- 
tilleria,  cuyos  jefes  y  oficiales  se  nombraron  de  las  personas  más 
distinguidas  tanto  de  europeos  como  de  americanos,  siendo  coronel 
el  virrey.  (51) 

Con  el  fin  de  asegurar  la  fidelidad  del  pueblo  por  beneficios  po- 
sitivos, hizo  el  virrey  publicar  el  decreto  de  la  Regencia  de  26  de 
Mayo  de  aquel  año,  que  hasta  entonces  se  habia  dejado  sin  efecto, 
declarando  libres  de  tributo  á  los  indios,  el  que  hizo  extensivo  á 
todas  las  castas;  y  como  la  dotación  de  los  subdelegados  y  gober- 
nadores de  los  mismos  indios,  consistía  en  el  tanto  por  ciento  que 
de  los  tributos  se  les  aplicaba,  dio  orden  para  que  se  concluyesen 
los  expedientes  que  habia  mandado  instruir  para  asignarles  suel- 
dos por  la  real  hacienda,  y  para  restablecer  el  antiguo  sistema  de 
repartimientos  de  la  manera  que  fuese  conveniente  á  los  pueblos, 
cuya  agricultura  se  notaba  haber  disminuido  en  los  productos  des- 
de que  aquellos  se  extinguieron.  (52) 

Las  armas  de  la  Iglesia  se  empleaban  también  con  el  mayor  em- 
peño para  reprimir  la  revolución.  Luego  que  el  obispo  electo  de 
Michoacan  Abad  y  Queipo  tuvo  conocimiento  de  ella,  publicó  en 
24  de  Setiembre  un  edicto,  en  el  que  calificando  á  Hidalgo  y  á  sus 
compañeros  de  perturbadores  del  orden  público,  seductores  del 
pueblo,  sacrilegos  y  perjuros,  declaró  que  habían  incurrido  en  la 

(60)  Bando  de  5  de  Octubre  de  1810,  inserto  en  la  gaceta  extraordinaria 
del  mismo  día,  tora.  1*?,  n.  117,  fol,  837. 

(51)  AI  principio  sirvieron  personalmente  todos  los  que  s^un  el  bando,  de- 
bían componer  estos  cuerpos,  pero  en  lo  sucesivo  pagaban  quien  fuese  á  hacev 
las  ^ardías,  con  lo  que  se  perdió  la  consideración  que  se  les  tuvo. 

(62)  Gaceta  de  9  de  Octubre,  tom.  1^  núm.  119,  fol.  843. 


HISTORIA  BE  MÉXICO.  -348 


excomunión  mayor  del  canon  uSi  quis  suadente  diabolo,ii  por  ha- 
ber atentado  contra  la  persona  y  libertad  del  sacristán  de  Dolores, 
del  cura  da  Chamacuero  y  de  varios  religiosos  del  convento  del 
Carmen  de.  Celaya,  aprisionándolos  y  manteniéndolos  arrestados: 
prohibió,  bajo  1%  misma  pena  de  excomunión  mayor,  nipso  facto 
ihcurrenda,  n  que  se  les  diese  socorro,  auxilio  y  favor,  y  exhortaba 
y  requería,  bajo  la  misma  pena,  al  pueblo  que  habia  sido  seducido 
y  seguia  al  cura  con  título  de  soldados  y  compañeros  de  armas,  á 
que  lo  desamparasen  y  se  restituyesen  á  sus  hogares,  dentro  dejter- 
cero  dia  desde  el  que  tuviesen  noticia  de  aquel  edicto,  (53)  y  por 
otro  posterior  de  8  de  Octubre  confirmó  y  amplió  lo  prevenido  en 
este.  (54) 

La  circunstancia  de  proceder  estas  declaraciones  de  un  obispo 
que  no  solo  no  habia  sido  consagrado  todavía,  sino  cuyo  nombra- 
miento tenia  su  origen  en  una  autoridad  como  la  Regencia,  que 
era  dudoso  que  ejerciese  legítimamente  el  patronato  de  las  iglesias 
de  Indias  concedido  á  los  reyes  de  España,  hizo  se  suscitasen  (Ju- 
das sobre  la  validez  de  la  excomunión,  por  lo  que  el  Arzobispo  de 
México  Lízana,  en  su  edicto  de  31  de  Octubre  declaró,  que  aque- 
lla estaba  hecha  por  superior  legítimo,  con  entero  arreglo  á  dere- 
cho, y  que  los  fieles  cristianos  estaban  obligados  en  conciencia,  pe- 
na  de  pecado  mortal  y  de  quedar  excomulgados  á  la  observancia 
de  lo  que  el  edicto  del  obispo  electo  de  Michoacan  mandaba,  el 
que  hizo  extensivo  al  territorio  de  su  jurisdicción.  (55)  El  mismo 
prelado  dirigió  una  pastoral  con  fecha  18  de  aquel  mes  4  todos  los 
curas  del  arzobispado,  combatiendo  los  principios  en  que  Hidalgo 
pretendia  fundar  la  JLUsticia  de  la  revolución,  la  que  mandó  se  leye- 
se y  fijase  en  todas  las  iglesias  de  su  distrito.  (56).  Algunos  dias 
después  el  obispo  de  Puebla  Campillo,  persuadido  del  influjo  que 
el  clero  podia  ejercer,  y  para  evitar  que  el  de  su  diócesis  lo  em- 
please en  fomentar  la  revolución,  como  habia  sucedido  con  varios 
individuos  del  obispado  de  Michoacan,  convocó  una  junta  solemne 

• 

(53)  Gaceta  extraordinaria  de  28  de  Setiembre;  tom.  1*,  n.  112,  f  807.- 

(54)  ídem  de  16  de  Octubre,  tom.  !<>,  num.  121,  fol.  860. 

(55)  ídem  de  19  de  Octubre,  tom.  1?,  núm.  122,  fol.  870. 
(66)  ídem  de  23  de  idem,  núm.  123,  fol.  875. 


344  msTOBiA  DE  uÉnm. 


en  el  coro  de  la  catedral,  (57)  á  la  que  concurrieron  el  cabildo  ecle- 
siástico, los  curas  de  aquella  ciudad,  todos  los  que  habian  venido 
de  fuera  con  motivo  de  hacerse  actualmente  concurso,  y  todos  los 
ordenados  nin  sacris,ii  y  después  de  exponerles  cuáles  eran  sus 
deberes  en  las  circunstancias,  hizo  prestasen  juramento  de  no  apar- 
tarse jamas  de  la  obediencia»al  gobierno,  de  sostener  los  derechos 
del  rey  Feí'nando  y  de  sus  legítimos  sucesores,  tanto  en  los  ejer- 
cicios propios  de  su  ministerio,  como  en  las  conversaciones  familia- 
res, y  que  usarían  de  todos  los  medios  oportunos  para  dirigir  con 
rectitud  la  opinión  pública,  cuidando  de  averiguar  si  en  los  luga- 
res de  su  residencia  }iabia  algunas  personas  que  fomentasen  la  se- 
dición 6  tuviesen  juntas,  para  dar  cuenta  al  gobierno,  al  que  todos 
,  aeofrecieron  á  servir  con  sus  personas  y  facultades. 

La  Inquisición,  entonces  tan  temida,  publicó  también  un  edicto, 
en  que  hizo  cargo  á  Hidalgo  de  todos  los  errores  de  que  habia  si- 
do acusado  ante  aquel  tribunal,  y  por  los  cuales  se  habia  comenza- 
do causa  contra  él  desde  el  año  de  1800,  no  habiéndose  continuado  ni 
procedido  á  su  prisión,  por  la  reforma  que  en  él  se  habia  notado. 
Según  estos  cargos.  Hidalgo  parecia'negar  absolutamente  las  verda- 
des reveladas,  ó  propender  á  las  opiniones  protestantes,  acusándo- 
sele también  de  otros  delitos  de  tal  manera  contrarios  á  todos  los 
principios  de  moral  y  aun  de  decencia,  que  el  decoro  prohibe 
trascribirlos.  El  edicto  termina  citándolo  á  comparecer,  dentro  de 
treinta  dias,  en  la  sala  de  audiencia  del  tribunal,  so  pena  dé  seguir 
la  causa  en  rebeldía,  hasta  la  relajación  en  estatua,  imponiendo  ex- 
comunión mayor,  quinientos  pesos  de  multa  y  las  demás  penas 
que  establece  el  derecho  canónico  y  bulas  apostólicas  contra  los 
fautores  de  herejía,  á  todas  las  personas  sin  excepción,  que  apro- 
basen la  sedición,  recibiesen  proclamas,  mantuviesen  trato  ó  co- 
rrespondencia epistolar  con  Hidalgo,  ó  le  prestasen  cualquier  gé- 
nero de  favor  ó  ayuda,  así  como  también  á  todos  los  que  no  de- 
nunciasen, ó  no  obligasen  á  denunciar  á  todos  los  que  favoreciesen 
las  ideas  revolucionarias,  ó  de  cualquiera  manera  las  promoviesen 
ó  jH-opagasen,  (58) 

(57)  Se  celebró  el  día  27  de  Octubre.  Gaceta  del  30  del  mi6mo,  núm.  126, 
fol.  895. 

(68)  Gaceta  de  19  de  Octubre,  ndm.  122,  foi.  867. 


BKFCAIiL  Itt  MÉXICO.  345 


Por  temidas  que  fuesen  las  censuras  y  demás  penas  eclesiásticas, 
contrapuestas  al  espíritu  de  independencia,  y  mucho  más  á  la  li- 
cencia que  Hidalgo  daba  á  los  que  le  seguían,  para  el  saqueo  y  to- 
do género  de  excesos,  era  de  recelar  que  en  la  ocasión  no  fuesen 
de  grande  efecto.  En  los  territorios  ocupados  por  Hidalgo  nada 
de  esto  se  publicaba,  pero  en  todos  los  demás,  tales  providencias 
vinieron  á  succitar  una  división  en  las  opiniones  religiosas,  que  era 
una  consecuencia  de  la  que  habia  en  las  políticas.  Los  eclesiásti- 
cos adictos  á  la  independencia,  no  reconocían  validez  alguna 
en  ei^as  censiuras,  y  en  la  confesión  ni  daban  absolución  de  ellas, 
ni  menos  obligaban  á  sus  penitentes  á  hacer  las  delaciones  que  el 
edicto  de  la  Inquisición  prevenía.  Esto  causaba  que  los  penitentes 
buscasen  confesores  conformes  con  sus  opiniones  y  que  las  con- 
ciencias se  dividiesen  en  bandos,  que  á  veces  llegaban  á  turbar 
aun  la  paz  doméstica  en  las  familias.  Las  armas  de  la  religión  co- 
menzaron desde  entonces  á  debilitairse,  y  no  se  puede  dudar  que 
el  haberlas  empleado  en  esta  ocasión  como  auxiliareis  de  la  polí- 
tica, fué  una  de  las  principales  causas  que  contribuyeron  á .  que- 
brantar su  efecto. 

En  algunos  papeles  públicos  se  habia  dado  al  cura  Hidalgo  el 
título  de  doctor,  con  lo  que  el  claustro  de  la  universidad  en  Méxi- 
co pidió  al  virrey,  que  como  vice-^patrono  mandase  que  se  le  depu- 
siese y  borrase  si  en  ella  habia  recibido  el  grado,  ó  si  no  era  así,  lo 
hiciese  publicar  para  satisfacción  de  aquel  cuwpo  firi  y  patrio- 
ta. (59)  En  efecto,  registrados  los  libros  en  que  se  asientan  los  gra- 
dos, resultó  no  haber  recibido  Hidalgo  en  esta  universidad  ningu- 
BO  de  los  mayores,  y  según  se  averiguó  ni  aun  en  la  de  Guadalaja- 
ra;  corperaciones  que  Hidalgo  tenia  en  muy  poco,  y.  este  era  uno  de 
los  puntos  de  la  acusación  intentada  contra  él  en  la  Inquisición.  (60) 
El  colegio  de  los  abogados,  movido  por  los  mismos  principios  que 
la  universidad,  hizo  borrar  de  la  lista. de  sus  individuos  á  D.  Igna- 
cío  Aldama,  por  haber  tpmado  parte  en  la  revolución. 

(M)  Oaoeta  de  2  d«  Octubre,  tom.^1%  nilQi.Ul4,7ol.  817. 

(W)  *^Clae  ioÍ8  tan  soberbio  que  decís,  qne  no  w  habéis  graduado  de  doo- 
tor  en  esta  universidad,  por  ser  su  claustro  unacaadrilla  de  ignorantes.^'  Yéa- 
se  ^  adicto  de  la  Inquisieibn  en  que  se  comprende  este  cargo,  y  no  se  concibe 
oómo  ni  el  fiseal  en  su  pedimento,  ni  el  tribunal  en  su  decreto  pudo  tener  este 
por  error  de  ff.  * 

TOMO.  1—44 


S46  HISTORIA  DE  VÉSOBO. 


Para  unir  la  fuerza  de  la  persuaison  á  la  de  las  armas  de  la  gue- 
rra y  de  la  Iglesia,  excitó  el  virrey  á  todas  las  corporaciones  litera- 
rias y  á  los  individuos  conocidos  por  su  instrucción,  á  que  escribie- 
ran combatiendo  la  revolución.  Salieron  a  luz  con  este  motivo  ttiul- 
titud  de  manifiestos,  proclamas,  exhortaciones  dé  lá  universidad, 
colegio  de  abogados,  provinciales  de  las  Órdenes  religiosas,  cofra- 
días y  de  varios  particulares,  en  que  las  mismas  ideas  ylarguinen- 
tos  se  repetían  en  diversas  formas.  Sólo  haré  mención  especial  de 
la  alocución  del  colegio  de  abogados  de  Méjico,  por  serla  tnásiio- 
table  de  todas  estas  publicaciones,  tanto  por  su  contenido  como  por 
su  autor.  (61)  Finje  éste  que  toma  del  templo  de  la  ^famórtírlidad 
el  lienzo  que  representa  la  historia  de  la  conquista  y  de  la  domina- 
ción española  en  América:  desarróllalo,  y  en  los  diveráós  cuadros 

m 

que  contiene,  va  representando  los  beneficios  qué  el  nuevo  conti- 
nente  habia  sacado  de  su  unión  con  Espaflá^  por  el  establecimien- 
to de  la  fe  católica,  por  la  propagación  dé  ésta*  y  la  pompa  y  mag- 
nificencia  del  culto,  en  los  muchos  y  suntuosos  templos  leVantódos 
por  la  piedad  del  soberano  y  de  los  particularesj  pór  él  estableci- 
miento del  gobierno  civil  y  por  la  benignidad  dé  las  leyes,  qne  no 
tenian  más  objeto  que  la  protección  de  los  habítianteá,  resultando 
de  todo,  el  bienestar  de  ástos  y  la  ielicidad  general  qhe  se  jgozaba. 
Refiere  los  establecimientos  literarios  qt?e  se  habían'  :^madi>  para 
la  enseñanza  de  todas  las  ciencias  y  artes;  el  progreso  de  las  ma- 
nufacturas,  comercio  y  minería;  y  encaT^ánd<*e  de  la  moderación 
de  las  contribuciones,  exclama:    »iSois  efectivamente  ios'  vasallos 
menos  pensionados,  y  en  vuestro  suelo  no  se  conocen  las  capitacio- 
nes é  impuestos,  cuya  sola  enumeración  entristece.  '¿Ea  algún  tiem- 
po habéis  pagado  contribuciones  por  los  criados,  por  los  balcones 
y  ventanas  de  vuestras  casas,  jpor  los  coches,  caballos  yatift  por  los 
perros?    [Se  os  han  exigido  sobre  el  valor  dé  vuestras  heredades. 


i . 


(61)  Bustamante,  (Cuadro  histórico,  tom.  1*?,  fol.  68)  siguiendo  8U  funesta 
propensión  de  alterar  siempre  la  yerdiad,  haciottdo  deoir  6  otro^lo  que  convie- 
ne á  su  intento,  asienta  qu6  en  Qsta  alocncÍQa  quiso  .el  colegie^  de  abqgadoa 
preaeatar  '^U^s  ventajas  que. se  propuso  en  wUnwH  ^el  gobierno  a& tierno,  para 
vivir  en  paz  bajo  el  r%iinen  colonial,  y  que.e^e  se  representó  oomo  habría 
8id0|  si  se  huhieeen  oqmplido  lasleyes,''  Na4ajn^oes%u«eateiiiostíéQe  la  men- 
cionada alocución,  pues «b  una  rernúoD  dis  hi^ohoaque  i^ataJsaa.  &.^la¥kta  de 
todos.  * 


'  t» 


HISTORIA  PE  MÍSECO  S47 


^«i^^^^^^^^^^^^i 


huertas,  casas  ó  sus  arrendamientos,. ó  por  los  efectos  dei  lujo,  co- 
mo se  pagan  en  otros  países?  m  (62)  Hace  el  autor  hablar  en  segui- 
da á  España,  que  dirigiéndose  ,á  1^  ^méricsi^  le  echa  en  cara,  su  in- 
gratitud, intentando  abandonarla  en  el  momento  ea  que  combate 
por  BVL  libertad,  su  honor,  su  religipn  y  su  monarca,  y  en  que  le  dá 
parte  en  su  gobierno  y  en  sus  cortes,  y. después  *  de  ní<anifestar  to- 
dos los  males  que  serán  la  consecuencia  precisa  de  la  desunión  y  de 
la  guerra  comenzada  por  Hidalgo,  apostrofando  á  los  españoles 
americanos  y  europeos,  concluye  con  estas  notables  palabras:  »»Es- 
ta  es  una  pintura  ligera,  pero  muy  horrorosa,,  de  los  males  ^ua  ex- 
perímentareis  si  continúa  vuestra  rivalidad.  En  un  instante  desa- 
parecerá  cuanto  hizo  vuestra  prudencia  y  zelo  en  tres  siglos:  ese 
lienzo  hermoso  que  habéis  examinado,  lo. convertiréis  eoi  un  feo  bo- 
rrón; acabará  el  orden,  la  virtud  y  la  justicia;  Jas  ciudades  hermo- 
sos  se  convertirán  en  montones  de  piedras:  las  ciencias,  la?  artes^^el 
•comercio,  la  minería,  la  industria  y  la  agricultura  tendrán  ün:  vues- 
tro suelo  feraz,  pero  pobre  y  sin  cultivo,  producirá  e^pina^,  y  quie 
ra  Dios  paren  los  males  en  solo  el  trastorno  político,  y  no  trascien- 
dan al  culto  y  seáis  privados  de  la  religión  santa  qué  profesáis,  co- 
mo lo  fué  la  Asia,  la  África  y  mucha  parte  de  Ja  Europa! u  (63) 
Este  importante  y  pudiera  UamarfiOr  prc^ético  documento,  llamará 
todavía  más  la  atención  del  lector  cuando  sepa  que  su  autor  fué  el 
mismo  Lie.  D.  Juan  Francisco  Azcárate^  qi.ie'  co^  tanto  .^mpefio  pro- 
movió en  la  juntas  de  Iturrigaray  larindependejicia,  cuyas  funestas 
consecuencias  con  tanta  claridad  preveía.  Haciendo  méy  to  dé  esta 
producción,  y  cediendo  para  loa  gastos  de  la  gijerra  la  gratificación 
que  el  colegio  de  abogados  le  dio  por  eUa,  no  obstante  las  estre- 
checes á  que  la  prisión  lo  habia  reducido,  soUeitó  sale.;a¿zase  ésta, 
sin  conseguirlo  todavía  en  algún  tiempo.  (64) 

Mandó  publicar  el  virrey  y  se  imprimieron  á  expensas  de  la 
universidad,  unas  reflexiones  del  Dr.  D.  Luis  Montaña,  médico  que 

(62)  ¡A  excepción  de  las  «ontribuciones  sobre  ventana»  y  perfos,  tenemos 
hoy  en  vigor  toda  e«ta  variada  noiaenclatural 

(63)  La  fecha  de  esta  alocucioa  es  29  de  Ootubrfs  de  1810;  so  iioprimx6  en 
«qaelloB  mismos  días. 

(64)  Hállaae  la  representación  que  hizo  con  este  motivo  en  el  archivo  ge- 
neral, fecha  11  de  Enero  de  1811:  la  giatifioi^oa  que  se  le  dio  fué  de  60  ps., 
coya  cesión  no  admitió  el  virrey. 


848  HI8TOBIA  DB  U^XICO. 


■^^^^^Ni^^^^^^S^**^^^*^^^^**N<*^rf^^»^^^^H 


gozaba  de  mucha  reputación,  en  las  cuales  además  de  los  argumen- 
tos repetidos  en  todo?  los  impresos  de  aquel  tiempo,  presenta  otros 
que  prueban  qué  estrecha  era  la  esfera  de  las  ideas,  aun  entre  in- 
dividuos que  pertenecían  á  la  clase  literata.  i«¿Cuál  es  Buestra  ma- 
rina, pregunta,  para  comunicamos  con  la  silla  apostólica?»  y  por 
esta  falta  de  marina  concluye,  »»que  no  habría  obispos,  y  que  se 
♦  rompería  la  sagrada  unión  con  el  Señor  y  con  sus  santos,  n  »Por 
otia  parte,  aflude,  ¿de  dónde  sino  de  España,  vienen  los  directófes 
y  los  Operarios  de  las  artes,  los  libros  y  los  adelantamientos  en  las 
letras?  II  Tales  razones  podrían  tomarse  por  una  burla  ingeniosa  pa- 
ra fomentar  la  revolución  en  vez  de  combatirla,  si  no  agregase  el 
Dr,,  revestido  de  toda  la  importancia  de  su  profesión:  ««Voy  á.  de- 
ciros con  franqueza  mi  conjetura.  Un  largo  estudio  en  el  hombre 
mismo  fisico  y  moral,  estudio  necesario  á  mi  profesión,  me  ha  como 
forzado  á  conocerlo.  No  disimalemos  nada.  Todo  artificio  es  in- 
digno del  filósofo.  II  Después  de  tal  preámbulo,  que  hace  espetarla 
revelación  de  algún  grande  y  profundó  misterio  fisiológico,  el  Dr. 
Montaña  explica  «que  la  revolución  procede  de  que  unos  cuantds 
americanos,  aunque  leales  é  ilustrados,  no  podían  sobreponerse  al 
resentimiento  de  que  algunos  europeos  inconsiderados,  sin  sebtí 
mientos  ni  educación,  los  han  insultado.»  (65)  {Triste  radoci- 
nio!  _ 

Publicáronse  también  papeles  de  otro  género,  en  que  pretendien- 
do poner  la  razón  al  alcance  del  pueblo,  se  usaba  de  su  lenguaje,  (66) 
y  este  ejemplo  que  después  ha  sido  seguido  por  todos  los  partidos, 
no  solo  no  ha  conducido  al  fin  propuesto,  sino  muy  al  contrario, 
únicamente  ha  servido  para  aumentar  los  errores  populares,  y  ha^ 
cer  olvidar  todas  las  reglas  de  decencia  y  decoro  á  los  escritores 

(65)  Imprimióse  esta  célebre  producción  en  la  imprenta  de  Arizpe.  1810 
México. 

(66)  Bntre  estos  se  distingaió  el  diilogo  entre  el  coronel  G]\€^  Míchil|ai- 
jas  y  Pancha  la  Jorobadita,  escrito  por  el  Dr.  Pomposo  y  dedicado  al  respeta 
ble  público.  El  virrey  tuvo  el  buen  sentido  dé*  no  permitir  saliese  la  2*  parte, 
á  pesar  de  haber  pretendido  antoriear  el  escritor  el  soefe  y  chocante  lenguaje 
de  que  usó  para  el  pueblo,  con  el  verso  de  Horacio  ^'Quem  paenes  arbitriam 
est,  et  jns  et  norma  loquendi.^'  Me  he  detenido  en  dar  alguna  idea  de  eat-oB 
impresos,  porque  ellos  hacen  conocer  el  espíritu  de  aquel  tiempo,  y  se  me  áim- 
pensfirá  por  haber  empleado  algunas  páginas  en  lo  que  forma  muchos  voliUn^ 
nes. 


BüTOBIA  xa  lOÉXICO.  849 

w 

Hhj^Q  el  virrey  que  también  los  diputados  nombrados  para  las 
cortes,  dirigiesen  la  voz  á  sus  comitentes,  exhortándolos  á  perma- 
necer tranquilos  j  &  esperar  de  la  sabiduría  del  congreso  de  que 
iban  á  ser  miembros,  el  remedio  de  todos  los  males.  (67)  El  virrey, 
á  todas  las  razones  que  en  estos  escritos  se  presentaban  contra  los 
intentos  ^e,  los  revolucionarios,  quiso  agregar  otra  medida  de  que 
se  prometía  sin  duda  mayor  efecto,  y  fué  ofrecer  en  la  proclama 
con  que  hizo  saber  por  bando  el  levantamiento  del  cura  Hidalgo, 
un  premio  de  10.000  ps.  á  los  que  lo  entregasen  vivo  ó  muerto, 
con  sus  dos  compañeros  Allende  y  Aldama,  concediendo  además 
todas  las  gracias  y  distinciones  debidas  á  los  que  con  tal  hecho  se- 
rian considerados  como  restauradores  del  sosiego  público,  y  prome- 
tiendo el  indulto  á  los  que  habiendo  seguido  el  partido  de  la  revo- 
lución, entregasen  á  aquellos  jefes.  (68) 

Muchas  fueron  las  protestas  de  fidelidad  que  el  virrey  recibió  de 
yarias  corporaciones,  en  especial  de  las  repúblicas  de  indios  de 
Querétaro  ,(69)  y  sus  cercanías;  de  las  de  Chalco,  Nopalucan  y  Te- 
perica,  de  las  parcialidades  de  San  Juan  y  Santiago  de  México,  (70) 
y  del  Aymitamiento  de  Tlaxcala.  Este  recordaba  los  sefialados  ser- 
vicios y  acendrada  lealtad  de  los  antiguos  tlaxcaltecas,  (71)  y  en 
prueba  de  estar  aquel  cuerpo  animado  de  los  mismos  senj^imientos, 
entregó  á  disposición  del  virrey  dos  emisarios  de  Hidalga  que  ha* 
bian  ido  á  seducir  á  aquellos  vecinos,  llevando  papeles  revolucio- 
narios en  el  hueco  de  unas  cañas  que  les  servian  de  bastones.  (72) 
Lros  nombres  de  Magiscatzin  y  Coateutli,  tan  célebres  en  la  antigua 
república,  aparecían  ahora  entre  las  firmas,  sin  omitir  el  Dan^  que 

(67)  Exhortación  que  los  diputados  para  las  próximas  cortes  hacen  á  los 
habitantes  de  las  provincias  de  la  Nueva  España.  1810.  Imprenta  de  Arizpe. 
£s  una  especie  de  sermón  contra  la  soberbia,  origen  de  todos  los  males,  apo- 
yado en  textos  de  San  Pablo,  exhortando  á  la  concordia  y  sumisión  á  las  au- 
toridades. 

(68f)  Bando  dé  27  de  Setiembre.  Gao.  de  28  del  mismo,  núm.  110,  tom.  (?, 
fol.  606. 

(69)  Gaceta  t.  l\  ís.  898  y  127,  f.  903. 

(70)  Gaceta  núm.  110,  fol.  800,  y  núm.  119,  fol.  846.  Todas  las  gacetas  de 
aquel  tiempo  están  llenas  de  estos  documentos. 

(71)  Gaceta  nüm.  119,  fol.  847,  y  núm.  121,  fol  864. 

(72)  Gaceta  núm.  It9,  fol.  913.  Los  emisarios  se  llamaban  Pedrp  Esteban, 
§;ol>ernador  del  piieblo  de  Sichú,  y  otro  indio  del  mismo  pueblo  llamado  José 
lUarla  Santos. 


360^'  BISIÜBIA  &s  MÉnoo. 


hada  conocer  la  antigua  nobleza  heredada  de  sus  ascendientes,  á 
quienes  la  habla  concedida  Carlos  Y.  £sta#  protestas  eran  entón* 
ees  sinceras,  y  esta  disposición  de  ánimos  en  algunos  pueblos  de 
indios,  se  conservó  como  en  el  de  Zacapuaztia  y  otros,  durante  to- 
da la  revolución. 

-Por  lo  que  hasta  ahora  va  referido,  pueden  conocerle  las  fuer- 
zas, tanto  üsicai^  como  morales,  con  que  cada  partido  entraba  en 
la  lucha  que  iba  á  empeñarse.  Contaba  el  virrey  con  diez  ó  doce 
mil  hombres  distribuidos  en  diversos  puntos,  tanto  de  tropa  de  lí- 
nea como  de  milicias,  de  cuya  fidelidad  dudaba;  pero  que  no  fal- 
tando ésta  tenian  á  su  favor,  aunque  en  tan  escaso  número,  la  su- 
porioridad  de  las  armas,  el  hábito  de  la  obediencia  y  la  costumbre 
de  la  discipílina:  Hidalgo  arrastraba  tras  de  si  á  toda  la  gente  del 
pueblo,  excitada  con  el  atractivo  de  la  licencia  y  del  saqueo,  y  sn 
ejército  se  componía  de  una  multitud  de  hombres  mal  armados, 
sin  óMeñ  siti*  arregló,  y  aunque  |se  le  unieron  algunos  cuerpos  de 
milicias;' éstos  no  conservaban  su  Organización  y  espíritu*  militar. 
Sosftenia  aPjpartWo  español -errespeto  que  impone  un  régimen  an- 
tiguamente establecidos  péró  los  últimos  sucesos  habían  debilita- 
do muclío  este^restigid,  y  la  falta  de  la  persona  del  rey,  hacia  que 
no  se'tuviáaen  por  legítimos  los  gobiernos  establecidos  para  repre- 
sefitarloj  y^)q¿e  tomaban  -su  nombre:  la  revolución  tenia  en  su  apo- 
yo  él^espítltü  de  independencia,  que  en  los  dos  afios  que  habían 
trascurrido  désd^  la  prifeion  de  Iturrigaray,  se  habia  generalizado  y 
né  bastaban  á  sofoóar  todos  los  impresos  que  el  virrey  habia  he- 
cb6^ .derramar  fcopiosamente.  Uno  y  otro  partido  invocaba  la  reli- 
gión: las  armas  de  ésta  haibian  sido  empleadas  por  la  Inquisición  y 
los  obispos  en  favor  de  la  causa.de  España,  pero  el  conocimiento 
de  su»  c^n^iiras  no  alcanzaba  á  la  maaa  del  pueblo  que  habia  to- 
mado las  armas,  y  su  fuerza  se  hallaba  debilitada  por  la  opinión  de 
que  él'iiso  que  de  aquellas  se  hacia  era  ilegal,  por  emplearse  en  propio 
interés  y  en  causa  enteramente  política.  Por  una  parte,  pues,  estaba 
la  tük^Si  del  pueblo  fuertemente  movida  por  un  poderosp.  aunque 
bastando  interés;  por  la  otra  un  corto  número  desoldados'  y  todas 
los  i^uropeos,  para  quienes  era  esta  cuestión  de  vida  ó  muerte:  ésta 

ontaba  con  el  alto  clero  haciendo  tronar  los  rayos  de  las  excomu** 


HISTORIA  DE  MÍXIOO.  S61 

níones;  aquella  era  favorecida  en  gran  parte  por  el  clero  inferior 
más  en  contacto  con  el  pueblo:  la  primera  hallaba  en  todas  partes 
una  predís]^aicipn  fiíyorablei,  ipf^ienti^  que  la  segunda  tenia  que 
in^YQcaj:  principios  que  las  ciroumstaaciasi  el  amor  propio  y  la  ambi^ 
cion,  habían  ido  m^iíj.dQ  antemano  socavando. 

Pero  sjites  de  entrar  en  la  cpmplioada  reliKñon  de  los  sucesos 
que  tienen  que  ocuparnos,  ea  indispensable  izarlos  nombres  con 
que  han  de  sar  designados  estos  partidos,  que  vamos  á  ver  chocar 
uno  conotro;  .desígnaeion  que f  n  IstS  guerra»  civiles  es  una  parte  de 
la  guerra  inisma»  porque  eUa  envuelve  la  calificación  de  los  mutuos 
derechos  y  pretensiones.  La  que  frecuentOTaente  se  ha  usado  por  va^ 
ríos  escritores  posteriores  ala  itiflependenci^ide  ttespa&olesy  america- 
nosit^  no  spio  es  falsa  síqo  qu,e  induce  en  un  error  histórico  de  gra- 
ve trascendejiciai  siendo  asi  que  eran  americanas  las  tropas^  que 
por  lino  y  (ítro  }ado  combatían,  (73)  sin  más  difer^cia  que  en  las 
del  gobierno  muchos  de.  los  jefes  y  ^[Ig^nos  oUciales  eran  europeos, 
pero. Ips  iná^.dje. éstos  qf fin  ¡espaflQÍeS' americanos,  (;74)y  t<;dos  los 
soldados^  ^abos.y  sargf^ tos  pertenecían  á  la  clase  de  mestizos  ó  las 
otras  caitas,  particuIaTinente  á  la  dp  mulatas.    £1  virrey  Yenégas 
aplijcó  á  los  independientes  el  nombre  de  ninsurgentes,!!   porque 
acabando  dp  Uegar  4e  España,  h(vbia  visto  que  estp  mismo  era  el 
que  da^an  los  franceses  á,  los  espafioles  que  contra  ellos  peleaban. 
Tal  nombre  no  significo  propiamente  más  que  el  hecho  de  levan^ 
tarse,  ó  ponfxs^  en  actitud  hostil,  y  tanto  por  esto,  como  por  ser  el 
que  se.  encuenti^.ein  todos  Ips  impresos-  y  documentos  de  aquel 
tiempo,  e?  el  que  daré  á,  )ps  q^P  siguieron  el  partido  de  la  revolu- 
ción, llamando  nrpalistas  al  bando  contraarío.    £1  primero  conviene 
tanto  ^lásal  partido  que  con  él  designo,  cuanto  que.en.jsus  prínci- 
piosifTa  revolución  no.  tenia  objeto  determinado:!  los  que  la  diri- 
jan proclaipab^n.  una  co§a  00^(^*8X18;  á  la  que  era  su  intMtto-  reali- 

:(73)  AtSu.  cuando  más  adfela¿te  empezaron  á  ▼enir'  algunas  trapas  de  Espa- 
ña, el  mayor  número  era  de  americanas,  no  habiendo  pasado  nunca  aquellas 
dé  once  á  doce  tail  hombres,  mientras  que  las  mexicanas  ascendieron  ú,  treinta 
mil  y  muchos  hiás  realistas  levantados  en  las  haciendas  y  los  pueblos. 

(74)  Para  distinguir  á. los  .europeos  de  los  americano!^  en  lo  sucesivo  al 
nombrar  por  la  primera  ye2;  á  alguq  jefe,  europeo,  le  pondré  la  señal  (e)  para 
distinguirlo  d%  los  americanos,  á  los  que  no  pondré  señal  alguna^ 


S52  HISTORIA  HB  Mineo. 


^^^^^^N^ 


zar,  y  la  multitud  que  los  seguía,   no  era  movida  más  que  por  el 
atractivo  del  saqueo.  (75)J 

La  conspiración  de  Querétaro  habia  llegado  á  su  término.  De 
los  conjurados  los  unos  habían  dado  principio  á  la  revolucícm  en 
Dolores;  los  de  Querétaro  habían  sido  descubiertos  y  puestos  en 
prisión.  Veamos  ahora  cual  fué  la  suerte  de  éstos,  para  dar  fin  á 
esta  materia  de  que  no  habrá  ya  ocasión  de  ocupamos.  El  alcalde 
de  corte  Gollado,  comisionado  para  la  prosecución  de  las  causas,  á 
su  llegada  á  Querétaro  puso  en  libertad  al  corregidor  y  lo  restitu- 
yó á  &u  empleo,  ya  fuese  porque  estaba  impresionado  en  las  ideas 
que  habían  dominado  en  la  Audiencia,  durante  el  gobierno  de  és- 
ta, adhiríóndose  muchos  de  sus  individuos  al  regente  Catani,  cuya 
opinión  propendía  en  favor  de  los  americanos,  ó  porque  estando  ya 
co  meneada  la  revoludon,  creyó  que  era  menester  usar  de  modera- 
ción y  política,  intimidado  también  por  una  representación  que  hi- 
cieron los  indios  del  pueblo  de  la  Caflada,  contiguo  á  Quesétaro,  y 
por  un  anónimo  en  que  se  le  anunciaba  un  movimiento  de  éstos  en 
favor  del  corregidor  si  continuaba  preso.  También  puso  en  libertad 
á  Arias,  tanto  porque  su  prisión  no  habia  sido  más  que  fingida, 
cuanto  porque  éste  logró  persuadir  á  Coliado  que  por  su  influjo 
con  el  cura  Hidalgo  haría  que  cesase  el  movimiento  comenzado. 
Así  Arias,  habiéndose  burlado  de  todos,  fué  libremente  á  unirse 
c|(n  Hidalgo  en  Celaya,  y  aunque  visto  siempre  con  alguna  descon- 
fianza por  sus  compafieros,  gozó  el  fruto  del  doble  papel  que  habia 
representado.  Algunos  dias  después.  Collado,  temeroso  de  que 
Querétaro  fuese  invadido  por  los  insurgente^s,  regresó  á  México  y 
en  el  tránsito  fué  pf eso  por  Villagran  que  habia  tomado  ya  las  ar- 
maS|  quien  lo  hizo  llevar  á  Huichapan,  de  donde  le  dejó  volver  á 
Querétaro,  quitándole  las  causas  y  todos  los  papeles  que  llevaba. 
Supúsose  entonces  no  sin  apariencia  de  razón,  que  todo  esto  no  fué 
más  que  una  intriga  concertada  con  el  cura  Gil  que  acompañaba  á 

(75)  Un  esciitor  profundo,  é  ingenioso,  D.  Jaime  Balmes,  en  su  obra  del 
^Trotestantismo^^  dice^  que  ningún  nombre  mas  adecuado  podían  haber  toma- 
do los  ^'protestantes,'*  porque  no  teniendo  idea  fija  en  el  dogma  y  variando  ma* 
cho  las  opiniones  de  sus  diversas  sectas,  todas  concurrían  en  solo  el  punto  de 
^'protestar"  contra  la  fe  católica.  Pudiera  aplicarse  lo  mismo  á  los  insurgen- 
tes. 


HISTOBIA  DS  MÉXICO.  35$ 


^^^^^^^^^^^^^^^^^^^a^^^^^v^^^^^^^^^^^^^^^ 


Collado,  para  que  éste  se  comprometiese  para  obtener  su  libertad, . 
á  darla  á  los  reos  presos  por  la  conspiración,  (76)  como  lo  hizo 
quedando  libre  la  corregidora  que  habia  permanecido  en  Santa 
Clara  y  todos  los  demás,  á  excepción  de  Epigmenio  González  y  ^u 
hermano.  El  virrey  Venegas  llevó  muy  á  mal  este  proceder  de  Co* 
Hado  y  le  mandó  marchar  á  desempeñar  su  empleo  de  regente  de 
CaracaS;  aunque  aquella  provincia  estaba  ya  en  revolución,  por  la 
que  se  volvió  desde  Jalapa  y  siguió  funcionando  en  México.  Epig- 
menio González  y  su  hermano  estando  en  la  cárcel  se  comprome- 
tieron en  otra  nueva  conspiración,  que  descubierta,  fueron  conde- 
dados  á  la  pena  capital,  la  que  se  les  conmutó  en  destierro  á  Fili-' 
pinas,  de  donde  regresó  Epigmenio  después  de  la  independencia  y 
se  le  premió  «on  un  grado  militar  y  una  pensión  de  cien  pesos  men- 
suales que  disfruta  en  Guadalajara  donde  actualmente  reside.  Sa' 
hermano  murió  en  Filipinas. 

El  Ayuntamiento  de  Querétaro  quiso  vindicar  á  aquel  vecinda- 
rio y  desvanecer  la  voz  generalmente  propagada,  de  que  la  irevoltí'' 
clon  habia  tenido  su  origen  en  aquella  ciudad,  con  cuyo  objeto  di- 
rigió una  exposición  al  virrey,  (77)  en  la  que  manifestó  que  la  insu- 
rrección se  habia  dispuesto  y  meditado  en  Dolores  y  S.  Miguel; 
que  por  algunas  denuncias  de  lo  que  se  tramaba,  los  jueces  de  aque- 
lla ciudad  y  especialmente  el  alcalde  Ochoa,  apurando  su  zelo  y  ac- 
tividad, habian  descubierto  el  plan  é  intenciones  de  los  insurgen- 
tesy  y  arrestando  inmediatamente  á  los  que  se  tuvieron  por  sospe- 
chosos, habian  cortado  el  incendio  y  sorprendido  la  corresponden- 
cia de  Allende  y  las  armas  y  municiones  que  se  estaban  previnien- 
do: que  descubiertos  estos  preparativos,  se  tuvo  una  junta  general 
del  Ayuntamiento,  á  la  que  concurrieron  los  curas,  prelados  de  las 
religiones,  vecinos  principales  y  gobernadores  de  los  indios,  en  la 
que  se  dio  cuenta  con  todo  lo  ocurrido,  presentando  las  cartas  de 
Hidalgo  y  Allende  que  habia  entregado  Arias,  y  que  de  común 
acuerdo  se  había  resuelto  poner  la  ciudad  en  estado  de  defensa»  á 

(76)  Proceso  de  la  corregidora.  Declaración  de  Dominguez, 

(77)  Fecha  1?  de  Octubre.  Se  publicó  en  la  gaceta  de  10  del  mismo,  tom. 
1?,  utlm.  120,  foL  851'  La  contestación  del  virrey,  reducida  á  acceder  á  lo  pe* 
dido  por  e)  Ayuntamiento  para  9U  satisfacción,  se  publico  en  la  gaceta  ntin« 
127.  fol.  9ü7. 

TOMO.  Z--45 


\ 


854  HISTORIA  DB  MÉXICO. 


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lo  que  habían  contribuido  con  sus  perdonas  y  bienes  todos  los  ve- 
cinos sin  excepción;  concluyendo  con  pedir  que  esta  manifestación 
y  la  contestación  que  á  ella  diera  el  virrey  se  publicasen,  como  en 
efecto  se  verificó.  La  primera  firma  que  va  en  esta  exposición  es  la 
del  corregidor  Domínguez,  autorizándola  el  secretario  de  cabildo 
D.  Pedro  Patino  Gallardo,  que  también  habia  estado  preso,  y  á 
quien  se  encontró  un  plan  para  entregar  la  ciudad  á  Hidalgo.  (78) 
El  corregidor  Domínguez  continuó  en  el  ejercicio  de  su  empleo, 
concurriendo  á  la  defensa  de  la  ciudad  y  sirviendo  de  auditor  en 
las  causas  que  se  formaron  á  algunos  insurgentes  en  aquella  co- 
mandancia, y  su  hijo  mayor  se  distinguió  por  sus  servicios  en  el 
ejército  real:  nuevas  vicisitudes  vinieron  sin  embargo  á  reducir  al 
corregidor  y  á  su  esposa  á  un  estado  angustiado,  hasta*  que  la  in- 
dependencia lo  elevó  á  las  más  altos  é  importantes  funciones  del 
gobierno  y  del  foro,  como  á  su  tiempo  veremos. 

(78)  Proceso  de  la  corregidora.  Declaración  de  Domínguez. 


HISTOBIA  DB  MÍZICO.  355 


wnm'^^tt^^^^'»'^  ^la  i<»Mi»»'i»»i^'^»»<<»i«ii*— ^■^ii^i^»»'«*«i*»i^*^'»»'^"'*»i»'«*'^«*«'<*""' 


CAPITULO  n. 

Recibe  el  intendente  de  Gaanajnato  a,YÍao  de  haber  eitallado  en  Dolores  la  rerolaciofi.— AlármaM  U 
ejndad. — Jonta  de  las  autoridades  y  de  los  recin os. —Disposición  paia  la  dsfcnsa. — Descripción  da 
Gnaniguato. — Albóndiga  de  Grftnaditas.— Desoiipolon  de  este  odificio. — Besuelye  el  intendente 
hacerie  fuerte  en  él  —Traslada  á  la  Albóndiga  los  caudales  reales.— Opiniones  sobre  la  resolucioa 
del  intendenfe. — Opóncse  á  ella  el  Ayuntamiento — Contestación  del  intendente. — Acopio  do  ▼£- 
Tszea. — Fortiffoase  la  Albóndiga. — D.  Gilberto  Biaño  dirige  las  fotifícaciones.— Frascos  de  azogus 
coii7ertido3  en  granadas. — Abolition  de  los  tributos — Bevista.— Marcha  Hidalgo  á  Guanijuato. — 
Intima  la  rendición. — Contestación  dul  intendente. — Entran  los  insurgentes  en  la  ciudad. — Ata*» 
que  de  la  Albóndiga. — Muere  el  intendente. — Confusión  entre  los  sitiados.— Queman  los  asaltan- 
tes la  puerta  de  la  Albóndiga.— Entan  en  ella — Matanza  de  los  sitiados  .—Saqueo  de  la  Albóndiga, 
y  ds  la  ciudad.— Manda  Hidalgo  cesar  el  saqueo  y  no  ss  obedecido.— Dísposioionsí  de  Hidalgj,*- 
Convoca  al  Ayuntamiento. — Nombra  intendente  y  otros  empleados. — Levantados  regimientos  de 
infantería. — Prodigalidad  do  empleos  militards. — Fundición  de  artillería. — XJnen.se  á  Hidalgo  va- 
rias personas.— Establece  casa  de  moneda. ^Marcha  Hidalgo  á  San  Felipe.— Vuelvo  á  Guanaju*-- 
to. — Sale  de  esta  ciudad  á  continuar  su  empresa. 

El  intendente  de  Guanajuanto  recibió  el  18  de  Setiembre  á  las 
once  y  media  de  la  mañana,  el  aviso  que  le  mandó  D.  Frf  n^isco 
Iriarte  desde  la  hacienda  de  S.  Juan  de  los  Llanos,  inmediata  al 
pueblo  de  S.  Felipe,  de  todo  lo  ocurrido  eií  Dolores  en  la  mafiana 
del  16,  y  creyendo  que  Hidalgo  marcharía  sin  demora  sobre  la  ca- 
pital de  la  provincia,  luego  que  le  llegó  aquella  noticia,  bajó  al 
cuerpo  de  guardia  que  estaba  á  la  puerta  de  las  casas  reales,  reil-- 
nió  á  los  soldados  y  mandó  tocar  generala.  Sobrecojióse  de  terror 
con  esta  alarma  aquella  ciudad  opulenta  y  pacífica,  afligida  por  la 
muerte  de  uno  de  sus  mas  benéficos  vecinos,  á  quien  acababa  de  dar- 
se sepultura:  (1)  cerráronse  las  casas  y  el  comercio,  acudieron  á  la 
intendencia  el  batallón  de  infantería  provincial  que  se  habia  puesto 
sobre  las  armas  por  aquellos  dias,  los  vecinos  principales,  todo  el 
comercio,  la  minería  y  también  la  plebe,  armados  de  prisa  con  las 
armas  que  en  la  ocasión  habia  podido  cada  uno  procurarse.  Igno- 
raban todos  la  causa  de  aquella  novedad,  y  el  intendente,  infor- 
mándoles que  el  cura  de  Dolores  se  habia  levantado  con  la  gente 

(1)  D.  Martin  de  la  Riva,  amigo  intimo  del  intendente,  cuya  muerte  repen- 
tina se  atribuyó  á  la  aflicción  que  le  cauBÓ  el  conocimiento  que  por  el  inten* 
dente  tenia^  de  la  revolución  que  amenazaba  tan  próximamente. 


S56  HISTORIA  DB  BíÉXICO. 


de  aquel  pueblo  y  marchaba  sobre  la  ciudad,  dispuso  que  se  pre- 
sentasen en  el  cuartel  del  batallón  provincial  los  paisanoi^  decentes 
que  tenian  armas,  y  que  la  plebe  volviera  á  sus  ocupaciones,  es- 
tando  pronta  á  acudir  á  la  defensa,  cuando  se  tocase  la  generala.  (2) 

En  la  tarde  de  aquel  dia  el  intendente  convocó  una  junta  á  que 
asistieron  el  Ayuntamiento,  los  prelados  de  las  religiones  y  los  ve- 
cinos principales.  En  ella  leyó  los  informes  que  habia  recibido  y 
por  los  cuales  creia  ser  atacado,  y  agregó  que  dentro  de  pocas  ho. 
ras  su  cabeza  rodaría  por  las  calles  de  la  ciudad.  El  mayor  Berzá- 
bal  y  algunos  individuos  del  Ayuntamiento,  le  propusieron  que 
marchase  inmediatamente  con  el  batallón  provincial  y  los  vecinos 
armados  (í^)  á  atacar  al  cura,  que  no  habría  podido  reunir  todavía 
mucha  gente;  pero  este  consejo,  que  el  éxito  hizo  ver  que  hubiera 
sido  el  más  acertado,  pareció  por  entonces  peligroso,  no  teniendo 
conocimiento  del  número  y  clase  de  gente  qito  seguia  al  cura,  y 
cuando  para  ello  era  preciso  dejar  con  poco  resguardo  los  caudales 
públicos  que  estaban  al  cuidado  especial  del  mismo  intendente. 

Hesuelto  por  tanto  éste  á  defenderse  dentro  de  la  ciudad,  man- 
dó cerrar  las  calles  principales  con  parapetos  de  madera  y  fosos, 
formando  un  recinto  que  comprendia  la  plaza  y  la  parte  más  impor- 
tante de  la  población.  Los  paisanos  armados,  tanto  españoles  como 
americanos  unidos  al  batallón  de  infantería,  hacian  todas  las  fatigas 
del  servicio,  y  se  situaron  destacamentos  que  observasen  y  defendie- 
sen las  entradas  más  conocidas,  especialmente  en  los  caminos  de 
Santa  Rosa  y  Villalpando,  que  por  la  Sierra  conducen  á  Dolores  y 
San  Miguel,  poblaciones  que  por  aquel  rumbo  no  distan  más  que 
diez  ó  doce  leguas  de  la  capital.    Dio  también  orden  para  que  se 

(2)  Todo  lo  relativo  al  ataque  y  toma  de  Gnanajuato  lo  refiero  por  haberlo 
visto  yo  mismo,  y  por  informes  de  personas  fíde<ligDas  que  en  todo  estuvieron. 
Yo  tenia  entonces  diez  y  ocho  años,  y  de  todos  aquellos  sucesos  conservo  muy 
fresca  la  memoria.  Tengo  también  á  la  vista  la  relación  que  publicó  aquel  Ayun- 
tamiento, con  el  título  de  'Táblica  vindicación  del  ilustra  Ayuntamiento  de 
Santa  Fó  de  Gnanajuato,  justificando  su  conducta  moral  y  política  en  la  en- 
trada y  crímenes  que  cometieron  en  aquella  ciudad,  las  huestes  insurgentes 
agabilladas  por  sus  corifeos  Miguel  Hidalgo  6  Ignacio  Allende."  Impresa  eu 
México  por  D.  Mariano  do  Zúñiga  y  OíiLiv/»ro8,  1811.  Poseo  ademas  varias 
noticias  manuscritas  muy  circunstanciadas,  lorniadas  por  sujetos  de  crítica, 
verdad  é  imparcialidad,  y  que  por  lo  mismo  merecen  todo  crédito/ 

(3)  Vindicación  del  Ayuntamiento,  fol.  110. 


HISTORIA  DE  MÉXICO  357 


pusiesen  sobre  las  armas  y  acudiesen  á  la  cuidad,  los  escuadrones 
del  regimiento  de  caballería  del  Príncipe  de  los  pueblos  inmedia- 
tos, y  mandó  expresos  haciendo  conocer  su  posición  y  pidiendo 
prontos  auxilios  al  virrey,  al  comandante  de  la  brigada  de  S.  Luis, 
Calleja  y  al  presidente  de  Guadalajara. 

Está  asentada  la  ciudad  de  Guanajuato  en  el  fondo  de  un  pro- 
fundo y  estrecho  valle,  dominado  por  todas  partes  por  elevadas  y 
ásperas  montañas.    El  cerro  de  S.  Miguel  en  cuya  cumbre  se  for- 
ma una  puqueña  llanura  que  se  llama  de  nías  carreras, n  por  hacer- 
se en  ella  las  do  caballos  en  los  dias  festivos  populares,  (4)  lo  cie- 
rra al  Sur  y  por  el  Norte  el  del  Cuarto,  que  trae  este  nombre  de  ha- 
ber estado  allí  en  tiempos  antiguos,  el  cuarto  ó  pierna  de  un  mal- 
hechor ejecutado  por  la  justicia.    Al  Oriente  déla  ciudad  tiene 
principio  un  arroyo  ó  torrente  seco,  excepto  en  tiempo  de  lluvias, 
el  cual  crece  considerablemente  con  las  vertientes  de  los  cerros, 
y  en  su  curso  tortuoso  éütre  las  casas  de  la  población,  parece  que 
va  arrastrando  á  estas  en  desorden:  júntase  al  Poniente  con  otro 
arroyo  que  nace  en  los  cerros  en  que  están  situadas  las  minas,  que 
siguen  una  línea  de  N.  O.  á  S.  E.  con  respecto  á  la  ciudad  y  á  cor- 
ta distancia  de  esta.    La  estrechura  y  escabrosidad  del  sitio  hace 
que  haya  muy  pocas  calles:  la  plaza  misma,  de  una  figurra  muy 
irregular,  apenas  tiene  un  corto  espacio  llano,  ocupando  lo  demás 
de  ella  la  cuesta  ó  subida  que  se  llama  del  Marqués,  (5)  y  el  resto 
de  la  población  se  halla  como  trepada  en  los  cerros,  siendo  muy 
común  que  la  puerta  de  una  casa  venga  á  quedar  al  piso  de  la  azo- 
tea de  su  vecina.  Hay,  no  obstante  estos  inconvenientes,  hermosos 
edificios,  en  cuya  disposición  se  admira  la  habilidad  con  que  los 
arquitectos  han  luchado  con  las  dificultades  del  terreno,  y  la  eco- 
nomía con  que  han  sabido  aprovechar  los  menores  espacios  útiles 
do  este.    Ño  hay  mas  entrada  para  carruajes  que  la  continuación 
del  mismo  valle  en  que  está  formada^la  ciudad,  el  cual  con  el  nom- 
bre de  cañada  de  Marfil,  sigue  por  espacio  de  una  legua  hasta  el 
lugar  así  llamado,  en  el  que  viene  á  terminar  la  cuesta  de  Jalapita, 

(4^  Estas  festividades  son  el  dia  de  Santiago^'^  eljie  S.' J^nfK^io,  patrón  de 
la  ciudad. 

(6)  Véase  el  origen  49  pste  noipbre  en  la  nota  13,  del  cap.  III,  part,  y. 


868  HISTORIA  DE   MÉXICO. 


y  por  esta  el  camino  toma  la  dirección  de  los  llanos  de  Cuevas,  si- 
guiendo el  rio  la  de  los  campos  de  Silao  á  desembocar  en  el  rio 
Grande,  con  el  que  sus  aguas  van  á  la  laguna  de  Chápala  y  mar 
del  Sur.  Toda  esta  callada  desde  la  ciudad- hasta  Marfil  y  más 
adelante,  estaba  ocupada  por  Jas  haciendas  é  ingenios  para  bene- 
ficio de  los  metales  extraídos  de  las  minas,  y  había  otras  muchas 
en  todos  los  puntos  do  las  inmediaciones  en  que  habia  permitido 
el  terreno  construirlas.  La  población  ascendía  á  setenta  mil  habi- 
tantes, inclusa  la  de  las  minas,  de  las  cuales  la  de  Valenciana,  que 
habia  estado  por  muchos  años  en  no  interrumpida  prosperidad,  te- 
nia  cosa  de  veinte  mil.  Disfrutábase  de  grande  abundancia:  las 
gruesas  sumas  que  cada  semana  se  repartían  en  el  pueblo,  por  pa- 
go de  los  trabajos  de  las  minas  y  haciendas  de  beneficio,  fomenta- 
ban un  comercio  activo,  y  los  grandes  consumos  de  mantenimien- 
tos para  la  gente  y  pasturas  para  el  gran  número  de  caballos  y 
muías  empleados  en  las  operaciones  de  la  minería,  había  hecho  flo- 
recer la  agricultura  en  muchas  leguas  á  la  redonda.  En  líi  ciudad 
habia  "muchas  casas  ricas  y  muchas  más  que  gozaban  de  una  co- 
mida mediocridad:  el  comercio  estaba  casi  exclusivamente  en  ma- 
nos de  los  europeos,  pero  muchas  familias  criollas  se  sostenían  con 
desahogo  en  el  giro  de  la  minería,  y  todas  eran  respetables  por  la 
regularidad  de  costumbres  y  decoro  que  obse^rvaban.  El  pueblo, 
ocupado  en  los  duros  y  riesgosos  trabajos  de  las  minas,  era  vivo, 
alegre,  gastador,  valiente  y  atrevido. 

Una  ciudad  tan  populosa,  situada  entre  las  breñas  de  los  cerros, 
y  que  se  ha  comparado  con  propiedad  á  un  pliego  de  papel  arru> 
gado,  no  podía  ser  defendida  sino  por  toda  la  masa  de  los  habitan- 
tes unidos,  para  lo  que  era  menester  contar  con  la  plebe.  Ésta  se 
habia  manifestado  >)íeu  dispuesta  cuando  el  intendente  hizo  tocar 
generala  el  día  Ití:  acudió  también  en  gran  número  armada  de  pie- 
dras, y  ocupó  los  cerros,  las  calles,  las  plazas  y  las  azoteas  de  las 
casas,  en  la  madrugada  del  día  20,  cuando  pof  aviso  de  la  avanzada 
de  Marfil  se  creyó  que  Hidalgo  se  acercaba;  con  lo  que  se  dio  la 
alarma,  y  el  intendente  con  la  tropa  y  paisanaje  armado  salió  por 
la  cañada  á  encontrarlo.  Sin  embargo,  aquel  jefe  creyó,  desde  en- 
tonces observar  que  la  disposición  de  los  ánimos  estaba  cai;n]|;)iad^ 


HISTORIA  DB  MÉXICO»  859 

j  temió  que  la  plebe  de  la  ciudad  se  uniera  á  Hidalgo  cuando  este 
se  presentase,  con  lo  que  varió  su  plan,  reduciéndose  á  encerrarse 
en  un  punto  fuerte  que  Se  pudiera  sostener,  mientras  era  auxiliado 
por  el  virrey  ó  por  las  tropas  de  S.  Luis  Potosí  que  debia  reunir 
Calleja. 

Para  asegurar  la  provisión  de  maíz,  alimento  de  primera  necesi- 
dad para  el  pueblo  y  para  las  muchas  bestias  empleadas  en  las  mi- 
nas, pensó  el  intendente  en  construir  una  espaciosa  Albóndiga,  en 
que  se  pudiese  conservar  la  cantidad  bastante  para  el  consuíno  de 
un  aOo,  evitando  así  también  el  inconveniente  de  las  frecuentes  al- 
ternativas del  precio  de  esta  semilla,  causadas  en  especial  por  la 
dificultad  de  los  caminos  en  tiempo  de  lluvias,  y  este  pensamiento 
lo  tuvo  desde  el  año  de  1783,  que  por  la  mucha  escasez  que  en  él 
hubo,  es  conocido  "por  el  aflo  de  la  hambre.»  Escogió  para  levan- 
tar este  edificio  un  sitio  á  la  entrada  de  la  ciudad,  en  la  loma  en 
que  termina  hacia  el  poniente  el  cerro  del  Cuarto,  que  es  el  pun- 
to donde  se  juntan  el  rio  que  atraviesa  la  población  y  el  que  baja 
de  las  miñas,  que  por  el  nombre  de  una  de  ellas  se  llama  de  Cata. 
Kiaño  en  esta  construcción,  quiso  manifestar  no  sólo  su  próvido 
cuidado  para  el  abastecimiento  de  la  capital  de  la  provincia  que 
gobernaba,  sino  también  sus  conocimientos  y  buen  gusto  en  la  ar- 
quitectura. Es  la  Albóndiga  un  cuadrilongo  cuyo  costado  mayor  tiene 
ochenta  varas  de  longitud:  en  el  exterior  no  tiene  más  adorno  que 
las  ventanas  practicadas  en  lo  alto  de  cada  troje,  lo  que  le  dá  un 
aire  de  castillo  ó  casa  fuerte,  y  lo  corona  un  cornisamento  dórico, 
en  que  se  hallan  mezclados  con  buen  efecto  los  dos  colores  verdio- 
so y  rojizo,  de  las  dos  clases  de  piedra  de  las  hermosas  canteras  de 
Guanajuato.  En  el  interior  hay  un  pórtico  de  dos  altos  en  el  espa- 
cioso patio:  el  inferior  con  columnas  y  ornato  toscano,  y  el  superior 
dórico,  con  balaustres  de  piedra  eú  los  intercolumnios.  Dos  mag- 
níficas escaleras  comunican  el  piso  alto  con  el  bajo,  y  en  uno  y  otro 
hay  dispuestas  trojes  independientes  unas  de  otras,  techadas  con 
buenas  y  sólidas  bóvedas  de  piedra  labrada.  (6)  Tiene  este  edificio 

(6)  Véafie  la  vista  y  plano  que  se  acompafian,  sacada  la  primera  con  erda- 
guerrotipo  la  que  representa  el  costado  del  Sur  ó  la  espalda  de  la  Albóndiga 
que  mira  á  la  cuesta  de  Mondi2aba1.  Mi  pQ4re,  no  obstante  la  amistad  que 
^oia  coQ.^l  intendente,  desaprobábala  cgi^);rucQÍ0Q 49  Qpt^  edi^icao,  par^dén- 


S60  HISTORIA  DE  M¿XICO. 


al  Oriente  una  puerta  adornada  con  dos  columnas  y  entablamento 
toscano,  que  le  da  la  entrada  por  la  cuesta  de  Mendizabal  que  for- 
ma el  declive  de  la  loma  y  se  extiende  hasta  la  calle  de  Belén,  te- 
niendo á  la  derecha  al  subir  el  convento  de  este  nombre,  y  á  la  iz- 
quierda la  hacienda  de  Dolores,  situada  en  el  confluente  de  los 
ríos.  Al  Sur  y  Poniente  de  la  Albóndiga  corre  una  calle  estrecha 
que  la  separa  de  la  misma  hacienda  de  Dolores,  y  en  el  ángulo  del 
nordeste  viene  á  terminar  la  cuesta  que  conduce  al  rio  de  Cata,  en 
la  plazoleta  que  se  forma  en  el  frente  del  Norte,  donde  está  la  en- 
trada principal  adornada  como  la[del  Oriente,  en  la  que  también 
desemboca,  frente  al  ángulo  Nordeste,  la  calle  que  se  llama  de  los 
Pozitoá;  y  la  subida  de  los  Mandamientos,  que  es  el  cammo  para 
las  minas.  El  edificio  tiene  en  el  exterior  dos  altos  por  el  lado  del 
Norte  y  parte  de  los  de  Oriente  y  Poniente,  y  en  el  resto  de  estos  y 
en  el  lienzo  del  Sur  tres,  requiriéndolo  así  el  descenso  del  terreno: 
este  piso  más  bajo  no  tiene  comunicación  con  el  interior  y  en  el  ex- 
terior no  hay  mas  que  las  puertas  de  las  trojes  que  lo  forman. 

Por  la  descripción  que  acabo  de  hacer  de  la  Albóndiga  de  Gra- 
naditas,  que  tanta  y  tan  funesta  celebridad  adquirió  en  esta  oca- 
sión, se  echa  de  ver  que  este  edificio,  muy  fuerte  por  su  construc- 
ción, domina  la  entrada  principal  de  la  ciudad,  pero  que  se  halla 
dominado  por  el  cerro  del  Cuarto,  que  continúa  desde  aquel  sitio 
elevándose  al  Norte,  y  por  el  de  San  Miguel  que  queda  gil  Sor,  aun- 
que á  mayor  distancia.  Este  fué  el  punto  en  que  el  intendente  re- 
solvió defenderse,  y  en  la  noche  del  24,  sin  que  nadie  llegase  á  en- 
tenderlo, hizo  trasladar  á  él  la  tropa  y  paisanaje  armado,  todos  loa 
caudales  reales,  los  municipales  y  todos  los  archivos  del  gobierno  y 
del  Ayuntamiento.  De  las  cajas  reales  se  llevaron  allí  309  barras 
de  plata,  (7)  ciento  sesenta  mil  pesos  en  moneda  déla  misma  y 
treinta  y  dos  mil  onzas  de  oro:  de  los  fondos  de  la  ciudad,  treinta 

dolé  preferible  que  los  fondos  que  en  él  se  invirtieron,  procedentes  de  una 
contribuciou  de  dos  reales  en  cada  carga  de  maíz  que  8e  introduoia  en  Gua- 
najaato,  se  gastasen  en  hacer  el  camino  que  después  se  ha  empezado  por  los 
cerros  al  Norte  de  la  cañada,  para  evitar  el  tránsito  por  ésta,  harto  peligroso 
en  tiempo  de  aguas,  que  fué  el  objeto  con  que  la  contribución  se  impuso,  y 
censurando  con  agudeza  el  demasiado  lujo  de  arquitectura  y  ornatos,  decía 
que  el  Sr,  Riafío  estaba  haciendo  un  palacio  para  el  maíz. 

(7)  £1  peso  de  una  barra  de  plata  es  136  marcos,  j  su  valor  se  regula  en 
1|10Q  psoB  según  su  lej. 


HISTORIA    PB    MÉXICO.  861 

y  ocho  mil  pesos  de  las  arcas  de  provincia,  y  treinta  y  tres  mil  de 
las  de  cabiid(j:  veinte  mil  de  la  minería  y  depósitos,  catorce  mil  de 
la  renta  de  tabacos  y  mil  y  pico  de  la  de  correos,  haciendo  todo  una 
suma  de  más  de  seiscientos  y  veinte  mil  pesos.  (8) 

Al  amanecer  el  dia  20  quedó  sorprendida  la  población  viendo 
cegados  los  fosos,  derribadas  las  tripcheras,  y  sabiendo  todo  lo  ocu- 
rrido en  la  noche  precedeiite.  La  consternación  fué  general,  y  vien- 
do  abandonada  la  ciudad,  casi  todos  los  europeos  con  sus  caudales 
y  muchos  criollos,  se  recogieron  y  encerraron  en  la  Albóndiga,  con 
lo  que  puede  regularse  que  la  suma  que  allí  se  reunió  en  barras  de 
plata,  dinero,  azogue  de  la  real  hacienda  y  objetos  valiosos,  no  ba- 
jaba de  tfps  millones  de  pesos.  iTan  grande  era  la  riqueza  que  en-  ; 
tónces  había  en  el  país,  que  una  suma  tan  cuantiosa  se  reunía  en 
pocos  momentos  en  una  ciudad  de  provincia! 

El  Ayuntamiento  de  Guanajuato  en  la  exposición  que  dirigió  al 
virrey  vindicando  su  conducta  y  la  do  aquel  vecindario,  atribuye  á 
esta  resolución  del  intendente  la  pérdida  de  la  ciudad  y  todas  las 
desgracias  que  fueron  consiguientes,  pretendiendo  que  la  plebe  ha- 
bría permanecido  fiel  y  resuelta,  y  que  su  espíritu  no  vino  á  variar, 
hasta  que  notando  que  se  desconfiaba  de  ella,  comenzó  á  decir  que 
los  gachupines  y  señores  querían  defenderse  solos,  dejándola  aban- 
donada al  enemigo,  con  lo  que  en  grupos  se  fué  dispersando  por 
los  barrios  y  cerros.  El  mayor  Berzábal,  hombro  de  conocimientos 
y  práctica  militar,  desaprobó  la  resolución,  y  juzgando  imposible 
sostenerse  en  la  Albóndiga,  escribió  por  aquellos  días  á  su  mujer 
anunciando  lo  que  iba  á  suceder,  considerándose  como  destinado 
¿  morir  víctima  de  la  disciplina  y  subordinación  militar.  No  obs- 
tante, el  brigadier  Miguel  Constanzó,  director  de  ingenieros,  á  quien 
el  virrey  Venegas  pasó  en  consulta  la  exposición  del  Ayuntamiento, 
calificó  por  el  contrario  de  juiciosa  la  resolución  del  intendente,  y 
pesando  las  dificultades  que  ofrecía  la  defensa  de  una  ciudad  po- 

(8)  Exposición  del  Ayuntamiento,  fol.  14.  El  intendente  llevó  también  á 
Oranaditas  su  familia  y  mneblefi,  pero  habiendo  caido  enfermo  su  nieto,  en- 
tonces recien  nacido,  salió  la  familia  á  casa  de  los  Septienes,  con  nno  de  los 
cuales,  D.  Miguel,  estaba  casada  su  hija  DofiarRosa.  El  niño  que  dio  motivo 
á  ssta  variación,  es  D.  Fio  Septien,  que  es.  actualmente  ensayador  de  la  casa 
de  moneda,  y  catedrático  de  química  en  el  pplegiode  Quapajuato. 

Tono  I. —4(5 


/ 


362  HISTORIA  DB  MÉXICO. 

palosa,  sin  tiempo  para  fortificarla  y  aprovisionarla  conveniente* 
mente,  juzgó  que  el  intendente  Riaño,  »imeditando  sobre  estas 
circunstancias,  se  vería  muy  apurado  para  decidirse  sobre  el  par- 
tido que  más  le  convenia  tomar,  y  le  pareció  por  último  el  ménob 
malo,  concentrar  en  la  Albóndiga  las  pocas  fuerzas  de  que  podia  dis- 
poner, para  la  defensa  de  los  caudales  de  la  real  hacienda,  del  pú- 
blico, de  particulares  y  de  las  personas  que  pudiesen  ó  (juisiesen 
reunírsele,  lo  que  es  conforme  á  la  sana  razón  y  á  la  máxima  de  sa- 
bios militares,  que  se  reduce  á  conservar  aquello  que  sáe  puede  de- 
fender, para  no  perderlo  todo.n  (9) 

Pretendió  el  Ayuntamiento  que  el  intendente  desistiese  de  la 
resolución  que  habia  tomado,  y  con  este  objeto  acordó  celebrar  un 
cabildo  con  asistencia  de  todos  sus  individuos,  de  los  curas,  prela- 
dos  de  las  religiones  y  de  los  vecinos  principales,  invitando  al  in- 
tendente para  que  fuese  á  presidirlo  á  las  casas  consistoriales  en  la 
maflana  del  25;  pero  se  excusó  por  la  fatiga  de  la  noche  anterior, 
proponiendo  que  la  concurrencia  se  tuviese  en  Granaditas  en  aque- 
lla tarde.  Hízose  así,  y  en  ella  tomaron  la  palabra  el  alférez  real 
D.  Femando  Pérez  Marañon,  el  regidor  D.  José  María  Septien, 
los  curas  y  otros  muchos  de  los  concurrentes,  procurando  per- 
suadir al  intendente  á  que  repusiese  las  cosas  en  el  estado  en 
que  estaban;  que  la  tropa  se  volviese  á  sus  cuarteles;  que  la  ciu- 
dad se  custodiase;  que  los  caudales  reales  y  municipales  se  resti- 

* 

tuyesen  á  su  lugar;  que  él  mismo  ocupara  las  casas  consisto- 
riales y  los  vecinos  las  suyas,  y  que  se  procurara  restablecer  la 
confianza  pública,  pues  de  lo  contrario  eran  de  temer  siniestros 
procedimientos  en  la  plebe,  y  la  ciudad  indefensa  y  desarmada,  seria 
segura  presa  de  los  invasores,  sobre  lo  cual  protestaron  la  respon- 
sabilidad y  cargos  que  al  intendente  le  resultasen.  Este,  firme  en 
su  resolución,  contestó  nquepor  ningún  motivo  saldría  déla  Albón- 
diga; que  en  ella  consideraba  seguros  los  caudales  reales  que  era 
su  obligación  custodiar;  que  la  tropa  habia  de  permanecer  en  aquel 
lugar,  y  que  aun  la  poca  que  estaba  en  la  guardia  principal  y  que 
patrullaba  por  la  ciudad,  se  habia  de  recoger  á  la  j^klhóndiga,  y  que 

(9)  Inforo^e  de  Constanza  al  fií^  d^  la  ezp()8ÍcIon  del  AjaQ^miento,|foI.'74. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  363 


r^*"^^^-^ — ^'^■^S^^^g^'t  1^1  ■'^•^■~"w~'^^^i-*~tj~»_f^j'^i_i~i_j — i_i~i^j — t_f~  -■"■— i~i-^i-f~i_f~i_f~  _i~i^i~  ^ii~t_ii~»i^i~  ^<~i_r-ii_ii — ii_i — i_r*"L 


la  ciudad  y  sus  vecinos  so  defendiesen  como  pudiesen,  n  Con  tan  re- 
suelta contestación,  no  quedaba  ya  lugar  á  nueva  instancia.  (10). 

Tomábanse  las  medidas  necesarias  para  poner  la  Albóndiga  en 
estado  completo  de  defensa  y  sostener  en  ella  un  sitio,  que  no  de- 
bía ser  largo,  pues  Calleja  contestando  a  la  nueva  excitaciou  que 
Kiaño  lo  habia  hecho  el  23  para  que  viniese  prontamente  á  su  soco- 
rro, le  exhortó  á  que  se  sostuviese,  ofreciéndole  con  fecha  del  lu- 
nes 24  que  en  toda  la  próxima  semana  estaria  con  sus  tropas  de- 
lante de  Guanajuato,  avisándole  anticipadamente  su  aproxima- 
ción. (11)  Además  de  cinco  mil  fanegas  de  maíz  que  en  la  Albón- 
diga habia,  hizo  llevar  el  intendente  gran  cantidad  de  víveres  de 
toda  especie,  y  veinticuatro  mujeres  que  hiciesen  tortillas,  (12)  con 
lo  que  sobraba  para  mantener  por  algunos  meses  de  quinientos  á 
seiscientos  hombres  que  allí  se  hablan  reunido,  no  faltando  tam- 
poco agua,  pues  el  edificio  tiene  en  su  patio  un  capacísimo  algibe, 
(13)  que  estaba  en  aquella  sazón  lleno,  como  que  acababa  depasar  la 
estación  de  las  lluvias.  Más  de  treinta  salas  de  mucha  magnitud, 
todas  cubiertas  de  bóveda,  estaban  llenas  de  comestibles,  oro,  pla- 
ta en  barras  y  en  moneda,  azogue  y  otros  efectos  de  valor.  Cons- 
truyéronse tres  trincheras,  para  cerrar  las  avenidas  principales  que 
conducen  á  la  Albóndiga:  la  una  al  pié  do  la  cuesta  de  Granaditas 
entre  el  convento  de  Belén  y  la  hacienda  de  Dolores,  y  en  esta 
última  se  colocó  un  fuerte  destacamento  de  europeos  armados  tan- 
to para  sostener  aquella  trinchera,  cuanto  para  impedir  que  el  ene- 
migo, haciéndose  dueño  de  la  hacienda,  hostilizase  desde  ella  á  la 
Albóndiga:  otra  trinchera  cerraba  las  boca-calles  de  los  Pozitos  y 

(10)  Exposición  del  AyuntamieTito,  fol.  17  d  21. 

(IC)  BustRmante,  Cnadro  histórico,  tom.  1?,  fol.  25,  observa  qnó  el  correo 
de  Riaño  salió  de  Guanajuato  et  23  á  la  una  de  la  tarde,  y  la  contestación  de 
Calleja  partió  de  S.  Luis  el  24  á  las  once  de  la  noche;  admirando  con  razón 
esta  T^eleridad  de  comunicaciones. 

(12)  Por  si  esta  obra  se  leyere  fuera  de  la  República,  debo  advertir,  que 
por  tortillas  se  entiende  el  pan  Je  maiz,  que  se  dispone  moliendo  este  mojado, 
y  haciendo  con  esta  masa  tortas  delgadas, 'que  en  mexicano  se  llaman  tlaxcaíli^ 
{de  donde  viene  el  nombre  de  la  ciudad  de  Tlaxcalla.  tierra  de  pan)  lasque 
66  cuecen  sobre  la  lumbre  en  sartenes  de  barro  llamados  comales. 

(13)  No  habiendo  en  Guanajuato  mas  agua  para  beber  que  la  que  se  receje 
en  presas  que  hay  en  las  cafiadas,  6  la  de  dos  ó  tjes  ojos  pequeños  y  distantes, 
en  todas  las  casas  de  alguna  capacidad  hay  algibes,  en  donde  se  deposita  la 
que  cae  de  lüs  a^ot^s  ^  alcans^a  para  tQ4Q  ^  Hño. 


364  HISTORIA  BE  MÉXICO. 

subida  de  los  Mandamientos,  y  la  última  cortaba  la  cuesta  del  rio 
de  la  Cata.  Todas  estas  disposiciones  las  dirigía  D.  Gilberto  de  £ia- 
flo,  hijo  mayor  del  intendente,  que  con  el  grado  de  teniente,  servia 
en. el  regimiento  de  línea  Fijo  de  México  y  se  hallaba  entonces  con 
licencia  en  casa  de  su  padre,  el  cual  respetaba  mucho  sus  coijoci- 
mientes  en  estas  materias,  por  el  empefioso  estudio  que  este  bizarro 
joven  habia  hecho  de  las  obras  del  marqués  de  Santa  Cruz  y  otras 
autores  militares;  tiénese  entendido  que  la  resolución  de  abando- 
nar la  ciudad  y  concentrar  la  defensa  en  solo  la  Alhónd^,  provi- 
no del  D.  Gilberto  é  invención  suya  fué  trasformar  en  granadas 
de  mano  los  frascos  de  azogue.  Son  estos  unos  cilindros  de  fierro 
colado  de  un  pié  de  alto  y  seis  pulgadas  de  diámetro,  con  una  boca 
estrocha  cerrada  con  tornillo;  (14)  llenábanse  de  pólvora  y  metra- 
lla, practicando  un  agujero  estrecho  por  donde  pasaba  la  mecha, 
para  darles  fuego  en  la  ocasión.  Becogiéronse  á  la  Albóndiga  to- 
das las  armas  y  municiones  que  en  la  la  ciudad  habia,  y  se  cerró 
con  pared  de  adobes  la  puerta  del  Oriente,  no  quedando  más  en* 
trada  que  por  la  principal,  que  como  se  ha  dico  mira  á  la  plazole- 
ta que  está  al  Norte. 

Para  volver  á  ganar  si  era  posible,  los  ánimos  de  la  gente  del 
pueblo,  hizo  el  intendente  publicar  con  mucha  solemnidad  un  ban- 
do en  la  mañana  del  26  aboliendo  el  pago  de  tributos.  Esta  gra- 
cia, concedida  como  antes  se  ha  visto  (15)  por  la  Eegencia  desde 

(14)  Antes  se  envasaba  el  azogae  en  badanas  fat rtemente  atadas  %n  la.bc 
ca,  formando  nna  bolsa,  de  las  que  se  ponian  tres  en  cada  cajón.  Muchas  se 
rompían  6  soltaban,  de  lo  que  se  originaba  mucha  pérdida,  por  lo  que  se  les 
subtituyeron  los  frascos  de  fierro. 

(16)  Bustam.  Cuadro  histórico,  tom.  1%  fol.27,  dice  que  el  pago  del  tributo 
y  el  servscio  forzado  del  desagüe  en  las  minas,  predispusieron  á  aquel  pueblo, 
para  que  tomase  una  extraordinaria  venganza  de  sus  opresores.  Esta  predia- 
posicion  debia  por  tanto  ser  antigua,  y  entonces  no  puede  explicarse  cómo  ese 
pueblo  se  mostró  tan  bien  dispuesto  d  sostener  al  intendente  .cuando  se  tocó 
la  generala  el  dia  18.  Fué  pues  posterior  y  solo  causada  por  el  incentivo  del 
saqueo,  que  el  pueblo  empezó  á  contar  por  segiu'o,  -uego  que  supo  lo  aconte- 
cido en  Dolores  y  San  Miguel,  Es  también  digno  de  notarse,  que  la  única 
mina  en  que  habia  entoncetí  trabajo  forzado  df*!  desagüe,  era  la  de  Rayas,  ca- 
yos dueños  eran  todos  mexicanos,  y  debiendo  ser  estos  considerados  como  los 
que  ejercian  aquella  opresión,  no  fué  sobre  ellos  sobre  quienes  recayo  la  ven- 
ganza. A  este  género  de  trabajo  que  se  llamaba  'Ma  botilla'^  porque  con  estas 
se  hacia  el  desagüe  á  mano,  eran  condenados  los  vagos  y  los  que  (o^r^9Íiii)  al- 
^n  castigo  lip;ero,  y  so  cuidaba  de  que  perpianecies^n  en  este  servicio  un  cor-^ 


HISTORIA  DS  wbaco.  865 

26  dd  mayo,  no  se  había  Uerado  á  efecto  con  motivo  ó  pretexto  dé 
formar  e:2tpediente  para  su  ejecncion,  y  en  las  circunstancias  en 
que  sé  pubiicó,  no  solo  fué  vista  con  frialdad,  sino  que  en  la  plebe 
de  Guanajuato  fué  tenida  ^r  concesión  del  miedo  y  dio  lugar  á 
burlas  y  chismes,  que  acabaron  de  decidir  el  espíritu  de  la  muche- 
dumbre de  una  manera  funesta  para  el  gobierno.  En  los  momen- 
tos de  una  revolución,  las  providencias  más  benéficas  fuera  de  la 
oportunidad,  producen  un  resultado  enteramente  contrario  al  que 
se  deáea. 

En  la  tarde  del  27  hizo  muestra  el  intendente  de  las  fuerzas  que 
estaban  á  sus  órdenes.  Dejando  en  la  Albóndiga  una  corta  guarni- 
ción de  paisano^  armados,  marchó  á  la  plaza  y  formó  en  ella  en  ba* 
talla  el  batallón  de  infantería  pi*ovinciaI  con  cuatro  compañías,  pues 
la  de  granaderos  estaba  en  la  columna  de  éstos  en  México:  man- 
dábalo el  capitán  de  la  primera  compañía  D.  Manuel  de  la  Escale- 
ra, (e)  porque  su  comandante  el  teniente  coronel  Quintana  (e)  es- 
taba enfermo  en  León;  pero  el  jefe  que  tenia  el  mando  efectivo,  era 
'  el  bizarro  mayor  D.  Diego  Berzábal,  natural  de  Oaxaca,  uno  de 
los  militares  que  más  honor  han  dado  á  las  armas  hispano-ameri^ 
canas.  La  fuerza  de  este  cuerpo  llegaba  escasamente  á  trescientos 
hombres,  y  alternaban  entre  sus  ñlas  las  de  los  paisanos  armados, 
casi  todos  europeos,  que  formaban  usa  compaflia  agregada  al  mis- 
mo cuerpo,  lo  que  hacia  en  todo  unos  quinientos  hombres.  Acom- 
pañaban á  la  infantería  dos  compañías  del  regimiento  ele  caballe- 
ría ilel  Príncipe,  venidas  de  Irapuato  y  Silao,  únicas  que  habían 
podido  reunirse  en  tan  pocos  dias:  su  fuerza  no  pasaba  de  setenta 
dragones  mal  montados,  y  las  mandaba  el  capitán  D.  José  Casti* 
Ha  (e).  La  vista  de  tan  corta  fuerza,  debió  servir  sin  duda  de  nue- 
estímulo  á  la  plebe  para  abandonar  la  causa  del  gobierno. 

Hidalgo,  desistiendo  por  entonces  de  todo  intento  sobre  Queré- 
taro,  que  se  habia  puesto  en  estado  de  defensa  tal  que  le  quitaba 
toda  esperanza  de  tomar  aquella  ciudad,  revolvió  desde  Celaya 

to  ntimero  de  dias,  para  que  do  st  enfermasen.  Hoy  que  se  trabaja  la  mina  de 
la  Luz  que  está  en  mucha  prosperidad,  y  en  la  que  se  contrae  la  enfermedad 
llamada  *^de  maduros,"  la  misma  que  se  contraia  en  algunas  labores  de  Ra- 
yas, sobra  gente  voluntaria'  que  trabaja  basta  enfermarse  gravemente,  lo  que 
ha  obligado  á  los  dueños  de  aquella  negociación  á  poner  un  hospital  en  Silao, 
y  íl  mandar  muchos  enfermos  á  curarse  á  México. 


366  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


n^.r"»  _iii~i   «^^^^^1  J~>i_>r~n^~»^^iii — lili — w^~»rf^   <'~^^''^rf'fc^l>^rf^iirf''^^''^^*Ni 


sobre  Guanajuato»  aumentando  ¿  eada  paso  la  multitud  que  le  se- 
guía. Biaño  conocía  bien  toda  la  dificultad  de  la  posición  en  que 
se  encontraba.  nLos  pueblos, n  decía  á  Calleja  el  26,  nse  entregan 
voluntariamente  á  los  insurgentes.  Hiciéronlo  ya  en  Dolores,  S. 
Miguel,  Celaya,  Salamanca,  Irapuato:  Silao  está  pronto  á  ywifi^^ 
cario.  Aquí  cunde  la  seducción,  faltó  la  seguridad,  faltó  la  confian- 
za: yo  me  he  foi  tincado  en  el  paraje  de  la  ciudad  más  idóneo,  y 
pelearé  hasta  morir,  si  no  me  dejan  con  los  quinientos  hombrea 
que  tengo,  á  mi  lado.  Tengo  poca  pólvora,  porque  no  la  hay  absoluta* 
mente,  y  la  caballería  mal  montada  y  armada  sin  otra  arma  que  es* 
padas  de  vidrio,  (16)  y  la  infantería  con  fusiles  remendados,  no 
siendo  imposible  que  estas  tropas  sean  seducidas:  tengo  á  los  in- 
surgentes sobre  mi  cabeza:  los  víveres  están  impedidos:  los'  correos 
interceptados.  El  Sr.  Abarca  trabaja  con  toda  actividad,  y  V.  S. 
y  él  de  acuerdo  vuelen  á  mi  socorro,  porque  temo  ser  atacado  de 
un  momento  á  otro.  No  soy  mas  largo  porque  desde  el  17  no  des- 
canso ni  me  desnudo,  y  hace  tres  días  que  no  duermo  una  hora  se- 
guida, n  (17)  Tal  era  la  angustia  de  espíritu  y  la  fatiga  de  cuerpo 
que  aquel  jefe  sufria  en  tan  apuradas  circunstancias.  (18)  £1  desa- 
liento había  entrado  en  los  europeos,  muchos  de  los  cuales  aban- 
donaron la  ciudad  dirigiéndose  á  Quadalajara,  y  lo  mismo  hicieron 
los  que  estaban  en  las  avanzadas  de  la  sierra,  en  los  puntos  de 
Santa  Rosa  y  Villialpando,  que  quedaron  desamparados. 

£1  viernes  28  de  Setiembre  antes  de  las  nueve  de  la  mafiana  se 
presentaron  en  la  trinchera  de  la  calle  de  Belén  D.  Mariano  Aba* 
solo,  á  quien  Hidalgo  había  dado  el  empleo  de  coronel,  y  D.  Igna- 

(16)  Era  muy  malo  el  armamento  del  regimiento  del  Príncipe,  rompiéndo- 
se las  espadas  con  facilidad,  á  lo  que  alude  esta  expresión  del  intendente. 

(17)  Bustamante,  Cuadro  histórico,  tom.  1?,  fol.  24,  copia  esta  carta  que 
existe  en  el  archivo  general,  entre  los  papeles  del  antiguo  virreinato,  en  la 
carpeta  de  comunicaciones  de  Calleja. 

(18)  En  uno  de  los  días  en  que  el  intendente  estaba  disponiendo  la  defensa 
de  la  ciubad,  fué  ú.  ver  á  la  madre  del  autor,  viuda  hacia  año  y  medio,  dicien- 
do que  estaba  abatido  de  fatiga  y  que  iba  á  descansar  un  momento.  Al  doB- 
pedirse  le  dijo,  que  habia  cumplido  ya  con  lo  que  debia  é.  Dios,  habiéndose 
dispuesto  en  aquel  día  para  morir  como  cristiano,  recibiendo  los  sacramentos; 
quQ  le  faltaba  cumplir  con  lo  que  debia  al  rey,  y  que  lo  cumpliría  con  fi  elí 
dad;  indicando  en  sus  palabras  y  sensibilidad  con  que  l(>s  dijo,  que  creía  mo 
rir  en  el  ataque  que  se  preparaba.  Con  estas  convicciones,  ¿cómo  no  resolvió 
marchar  á  S.  Luis  con  la  tropa  y  caudales,  en  lo  que  no  habría  habido  difi- 
cultad alguna? 


HISTORIA  jm  icázico.  867 


^^^^^^^^•^^^■^^^^«^^^■^^^««^^^^^^^^^^^^^■^^^^■^«^^^^^«^^^^•^^^^■•^«^^^^'^M^^^M'^ia^^^^^^^^^^^^a'^^k^i^^^^^^»^^».'^!^^ 


CÍO  Camargo,  que  tenia  el  de  tenieate  coronelí  (19)  con  una  comu- 
nicacioB  del  mismo  Hidalgo,  dirigida  al  intendente  desde  la  ha- 
cienda de  Burras,  cinco  leguas  distante  de  la  ciudad,  intimándole 
se  rindiese  y  entregase  á  todos  los  españoles  que  con  él  estaban^ 
cuyos  bienes  habiau  de  ser  ocupados,  hasta  que  se  hiciesen  en  el 
gobierno  las  modificaciones  que  el  mismo  cura  creyese  necesarias, 
para  lo  que  estábil  autorizado  por  haber  sido  proclamado  capitán 
general  de  América  por  cincuenta  mil  hombres,  en  los  campos  de 
Celaya.  (20)  £1  intendente  hizo  contestar  á  los  comisionados,  que 
necesitaba  consultar  para  resolver,  con  lo  que  Abasólo  se  volvió  á 
encontrar  á  Hidalgo,  que  venia  entre  tanto  adelantando  sobre  la 
ciudad,  y  se  hallaba  cerca  de  ella  en  la  cañada  de  Marfil:  Camar- 
go,  con  los  ojos  vendados  y  demás  precauciones  establecidas  en  ta- 
les casoSi  fué  llevado  á  la  Albóndiga,  en  la  que  se  le  trató  con  ob- 
sequio y  consideración.  Hizo  formar  el  iLtendente  «obre  la  azotea 
del  edificio  separadamente  á  los  europeos  armados  y  al  batallón 
provincial:  leyó  á  los  primeros  la  intimación  de  Hidalgo  y  les  pre- 
.guntiS  cuál  era  su  resolución:  permanecieron  por  un  rato  mudos, 
sin  atreverse  á  contestar  á  una  pregunta  que  envolvía  en  sí  su  vi- 
da, libertad  é  intereses,  hasta  que  D.  Bernardo  del  Castillo,  (21) 
que  habia  sido  nombrado  capitán  d»  la  compañía  que  con  ellos  se 

(19)  En  8U  causa,  que  eatá  unida  á  la  de  Abasólo,  dice  Camárgo  que  él 
también  era  coronel,  pero  que  '^emulando  Abasólo  este  grado,"  para  desempe* 
ftar  esta  comisión,  se  qaitó  Camargo  uno  de  los  tres  galones  de  la  manga,  que 
confitituia  la  divisa  de  este  empleo. 

'20)  El  texto  de  esta  intimación  es  el  siguiente,  según  me  ha  sido  comuni- 
cado por  D.  Benigno  Bustamante,  testigo  presencial  de  todo.  ^^He  sido  electo 
capitán  general  de  América  en  los  campos  de  Celaya,  al  frente  de  cincuenta 
mil  hombres.  Con  esto  verá  Y.  S.  que  tengo  autoridad  suficiente  para  inti- 
marle me  entregue  todos  españoles  que  con  Y.  S.  se  hallan  encerrados  en  esa 
albóndiga,  ocupando  por  ahora  sus  intereses,  y  hasta  las  modificaciones  que 
pienso  hacer  en  el  gobierno. — Dios  guarde  á  Y.  S.  muchos  años.  Cuartel  ge- 
neral de  Burras,  Setiembre  28  de  1810. — Miguel  Hidalgo  j  Costilla,  capitán 
general  de  América. — Sr.  intendente  etc."  Buat.,  Cuad.  hist.  tom.  I"",  fol.  S8 
agrega  á  esto  variando  la  redacción,  que  Hidalgo  decia  en  el  oficio,  que  por 
el  nombramiento  de  generaV^estaba  bastantemente  autorizado  para  proclamar 
la  independencia  que  tenia  meditada,  y  para  la  cual  eran  un  obstáculo  los  eu- 
ropeos.'* La  sola  palabra  ^independencia"   basta  para  demostrar  la  inexacti- 
tad  de  este  relato,  pues  Hidalgo  ocultaba  este  intento  cuidadosamente,  j  nunca 
tomaba  en  boca  públicamente  esta  voz. 

(21)  Padre  de  D.  Pedro  Fernandez  del  Cantillo,  actual  ministro  de  la  teso- 
rería general,  y  que  lo  ha  sido  de  hacienda. 


368  HISTORIA  DB^ 


tAAÍWxt 


formó,  respondió  can  indignación,  que  no  habiendo  cometido  crimen 
alguno,  no  podían  someterse  á  perder  su  libertad  y  bienes,  y  para 
defender  uno  y  otro,  debían  resolverse  á  pelear  hasta  morir  ó  ven- 
cer: todos  aplaudieron  y  repitieron  estas  últimas  palabras.  ttY  mis 
hijos  del  batallón, ti  dijo  entonces  el  intendente,  dirigiendo  á  éste 
la  palabra,  n  ¿podré  dudar  si  están  resueltos  á  cumplir  con  su  de- 
ber? n  A  la  voz  de  Bérzábal,  los  soldados  contestaron  con  la  aclama- 
ción unánime  de  "Viva  el  rey.n 

Contando  así  con  la  resolución  de  la  tropa  y  paisanaje  armado, 
el  intendente,  con  la  misma  serenidad  con  que  hubiera  despachado 
un  negocio  ordinario,  puso  la  siguiente  contestación:  (t£l  intendente 
de  Guanajuato  y  su  gente,  no  reconocen  otro  capitán  general  que  al 
virrey  de  Nueva  España,  ni  más  modificaciones  en  el  gobierno,  que 
las  que  acordaren  las  cortes,  reunidas  en  la  península,  ti  (22)   Hl- 


Explicacion  del  plano  de  la  Alhóndiga  de  Granaditas  y  su9 
inmediaciones  en  la  ciudad  de  Gfuanajtiato. 

A.  Edificio  de  la  Alhóndiga. — B.  Convento  de  Belén. — C.  Casa 
de  la  hacienda  de  Dolores. — D.  D.  D.  Patio  y  oficinas  de  esta  ha- 
cienda.— E.  Noria  de  la  misma,  situada  en  el  confluente  de  los 
dos  ríos.*^F.  Trinchera  situada  al  pié  de  la  cuesta  de  Mendizabal. 
G.  Esta  cuesta. — H.  Casa  que  fué  de  Mendizabal^  que  dio  nombre 
á  la  cuesta. — I.  Trinchera  de  la  calle  de  lo  j  Pozitos. — J.  Esta  ca- 
lle.— K.  Subida  á  las  miuas  ó  de  los  Mandamientos. — ^L.  L.  Di- 
versas boca-calles  que  se  tapiaron. — M.  Bajada  al  rio  de  Cata. — 
N.  Trinchera  que  la  defendía. — O.  Puerta  principal  de  la  Alhóndiga, 
única  que  quedó  abierta. — P.  Puerta  lateral  que  se  cerró  con  mam- 
postaría. — Q.  Salida  á  la  azotea  de  la  Alhóndiga. — R  R.  Ventana 
desde  la  cual  un  soldado  de  Celaya  mató  al  intendente. — S.  Campo 
Santo  de  Balen. — S'S.*  Callejones  llamados  los  caflitos  de  Belén. 
— T.  Calle  de  Belén, — U.  Puente  y  calzada  de  Nuestra  Señora  da 
Guanajuato.  Y.  Bío  de  Guanajuato  que  baja  del  monte  de  S.  Ni- 
colás.— X.  Rio  de  la  Cata. — Y.  Puente  que  se  llamaba  de  palo  y 
que  después  se  ha  construido  do  piedra,  comenzando  en  él  el  ca- 
mino nuevo  de  Marfil,  sobre  los  cerros  á  la  derecha  del  rio. — Z. 
Hacienda  de  Granaditas  y  barrio  de  Tepetapa. — Z  Z.'  Cerro  del 
Cuarto  cubierto  do  casas  que  dominan  á  la  Albóndiga. — *  Lugar  en 
que  murió  el  mayor  Berzábal. 

(22)  Copia  que  me  ha  franqueado  D.  Benigno  Buatamante, 


«tMkUL-lA^lfitlIOO.  <1$^ 


■■«i«^^»^»»*<>i»'i^O  fc«  i.^iM»'»^'»^^*^^»»^* 


dalgo,  al  'pié  40  w  cemwQicaojbm 'ofitcifi}i  fee§fdAnd^;att  iwíjgua 
amistad  eoi)  qlri&taidtoto^  l^'Ofreda  un.  wUb.  p^ 
eu  un*  ca^  d6S|^«cta4X>.i .  Ri»Qi^  !;&  contdifttó}  qi^  $6  .lo  $[grá4e€iia^;  =  y 
que  no  obstóte  sii%opiifMtaftoi(MaiiottQ$,.lo  adqa^  ^tfüQ^e  nece- 
sario. (2$)  /£;ittÓDi0e9  dirígL6  su  áJtíma  eo«|uni<^aícioxL.  á  Calleja  Ai- 
ciéndole:  » Voy  áp^deac! porque  voy.á  ser  a*aoado  en  .este  JAetante: 
resistiré  cuaoCQ;  pyedái  fxorqUa  aoy^  hoairado ;  vu^ie  Y:  S..  á  Jlii  soco- 
rro   á  i]0ii  BQOorra    Gnauajuato,  28  de  Setic^mbre»  alas  oni)e 

de  la  maflana.!!  (24) 

Distribuyó  l^íaSío  su  tropa  para  recibir  al  enemigo,  colocando  una 
parte  del  batallón  y  paifinaaoe  armados  en  la  azotea  de  la  AIhóndig$: 
las  trincheras  desencargaron  á  destaQ^mentoa  del  batalbiü  y  la  bü- 
cienda  de  Dolores  á  los  paisanos:  puispen  la  puerta  de  la  Albóndi- 
ga una  fuerte  giAardia y  una  reserva  en  el  patio:  la  caballería  del  re- 
gimiento d^l  Principe  quedó  en  la  bajada  al  rio  de  la  Cata.  Parece 
que  el  plan  del  iptendent^  era,  dejar  en  la  Albóndiga  al  capitán  Es- 
calera con  la  f  uertza  suQcii^nte  para  sostener  ^1  puesto,  y  salir  .él  mía- 
mo  con  el  mayor,  Berzábal^  la  reserva  y  la  caballería,  á  atacar  ¿  los 
insurgentes  en  los  pfuníos  deade  dpnde  másdafiohicies  en  y  dejps  que 
conviniese  desalojarlos:  plan  ciertaiueute  de  m^iy  aventajada  eje- 
cución, con  el  corto  número  de  tropa  de  q^e  se  podia  disponer  y 
por  los  puntos  difíciles  en  que  se  habia  de  situar  el  enemigo^  pearo 
que  no  parece  dudoso  el  que  se  formó,  pues  sin  esto,  no  habría  te- 

.-  BÍdo  objeto  ninguno  fü  tener  la  caballería  en  el  paraje  en  que  la 
situó. 

La  gente  del  pueblo  de  Quanajuto  se  degaba  ver  por  las  alturas 
circunvecinas,  los  unos  ya  decididos  á  unirse  con  Hidalgo,  los  otros, 
y  no  eran  los  menos,  únicamente  ex\  observación  para  estar  prontos 
ár  la  hora  del  pillaje.  La  de  laa  minas  dejó  éstas  y  vino.á  ocupar 
el  cerro  inmediato  del  Cuarto,  principalmente  la  de  Yalmdtann., 
excitada,  por  el  administrador  de  aquella  negociación  D.  Casimiro 
Chovell,  quien  se  cree  estaba  de  antemano  de,  acuerdo  pon  H¡- 

.  dalgo.'  ,         v  • :  ^      .     . 

(23)  Así.  lo  dice  D.  Cárloi.  Bustamante,  Coad.  hist.  tom.  ,1^  fols.  29  y  29. 
Oreo  recordar  habtelo  oí(^>  decir  en  Qñanajuá'to  eñ  aquellos,  dia^. .    . 

(24) 'D.  Oárlos' Buítfiímañte, .Oüad  hÍ8t.  tOm.  1^,  fol. 26',t5bb  referencia 'á 
documento  existente  en  la  secretaría  del  rirreinato. 

TOMO  I. — 47 


S70  HmtOKÜL  J>B 


t.4  «U.f 


i^%«^«^^^«^^«^^^«i^«^k^^M«^lkaBH««0M«ak««^^ant«Mtf««MMMMMi^H«»aM^^«^M*« 


Poco  antes  da  las  doce,  se  presentó  por  la  calzada  de  Nuestra 
Sefiora  de  Guanajuato,  que  es  la  entrada  de  la  ciudad  por  la  cafia- 
da  de  Marfil,  un  numeroso  pelotón  de  indios  con  pocos  fusiles,  y 
los  más  con  lanzas,  palos,  hondas  y  flechas.  La  cabeza  de  este  gru- 
po pasó  el  puente  del  mismo  nombre  que  la  calzada,  y  llegó  hasta 
frente  á  la  trinchera  inmediata,  al  pié  de  la  cuesta  de  Mendízabal. 
D.  Gilberto  de  Biafto,  á  quien  su  padre  había  confiado  el  mando 
de  aquel  punto  por  creerlo  de  mayor  riesgo,  mandó  hacer  alto  en 
nombre  del  rey,  y  como  el  pelotón  siguiese  avanzando,  dio  la  orden 
de  romper  el  fuego,  con  lo  que  habiendo  caido  muertos  algunos 
indios,  retrocedieron  los  demás  con  precipitación.  En  la  calzada,  un 
hombre  del  pueblo  de  Guanajuato  les  dijo  que  á  donde  debian  ir 
«era  al  cerro  del  Cuarto  y  él  mismo  los  condujo.  Los  demás  grupos 
de  la  gente  de  á  pié  de  Hidalgo,  que  ascendía  á  unos  veinte  mil  in- 
dios,  á  que  se  unió  el  pueblo  de  las  minas  y  la  plebe  de  Guana]  uato, 
iban  ocupando  las  alturas  y  todas  las  casas  fronterizas  de  Granadi- 
tas,  en  las  que  so  situaron  los  soldados  de  Celaya  armados  con  fu- 
siles, mientras  que  un  cuerpo  de  cosa  de  dos  mil  hombres  de 
caballería,  compuesto  de  gente  del  campo  con  lanzas,  mezclada  en- 
tre las  filas  de  los  dragones  del  regimiento  de  la  Reina  á  cuyo  fren- 
te estaba  Hidalgo,  subiendo  por  el  camino  llamado  de  la  Terba- 
buena,  llegó  á  las  carreras,  y  de  allí  bajó  á  la  ciudad,  quedándose 
Hidalgo  en  el  cuartel  de  caballería  del  regimiento  del  Príncipe,  en 
«donde  permaneció  durante  la  acción;  (25)  la  columna  continuó  atra« 
vesando  toda  la  población  para  irse  á  situar  en  la  calle  de  Belén  y 
á  su  paso  saqueó  una  tienda  en  que  se  vendian  dulces,  (26)  y  puso 
«n  libertad  á  todos  los  presos  de  ambos  sexos  que  estaban  en  la 
cárcel  y  recogidas,  que  no  bajaban  de  trescientas  á  cuatrocientas 
personas,  entre  ellos  reos  de  graves  delitos,  haciendo  marchar  á  loa 
hombres  al  ataque  de  la  Alhóndiga. 

£1  intendente,  notando  que  el  mayor  número  de  los  enemigos  se 

^  (25)  A  tí  lo  dice  Abasólo  en  bu  cansa:  el  mismo  Abasólo,  segan  su  declara- 
cioD,  ee  fué  i  tomar  chocolate  á  casa  de  su  amigo  D.  Pedro  Ofcero,  y  tampoco 
vio  la  acción. 

(26)  Esta  dulcería  era  perteneciente  á  D.  Diego  Centeno,  teniente  coronel 
del  regimiento  del  Ptlncipe,  y  estaba  en  la  plasuela  de  la  Compa&ia,  frente 
6,  la  i^esia. 


HISTOBU  BE  México  371 

-  -    -        -  /       .  ■    -         ,   ^  rjf  j      »    »     •  " 


tmm^^^m  ^11^  ^^^^■^^»^^^^^^^^^^^^rf^^»^>^^>» 


agolpaba  por  el  lado  de  la  trinchera  de  la  boca-cajle  de  loa  Po^:!- 
tos,  en  qué  mandaba  el  capitán  D.  Pedro  Telmo  Primo,  (e)  (27) 
creyó  necesario  reforzar  aquel  punto  tomando  veinte  infantes  de  la 
compañía  de  paisanos  agregada  al  batallón,  y  con  mis  arrojo 
que  prudencia,  fué  él  mismo  con  ellos  á. situarlos  en  el  puestp  á 
que  los  destinaba,  acompañándole  su  ayudanta  P.  José  M^  Busta- 
mante:  al  volver,  pisando  ya  los  escalones  de  l?i  puerta  de  la  Al- 
bóndiga, recibió  una  herida  de  bala  de  fusil  sobre  el  ojo  izquierdo, 
de  que  cayó  muerto  inmediatamente:  el  tiro  partió  dé  la  ventana 
de  una  de  las  casas  de  la  plazoleta  de  la  Albóndiga  que  tienen  vis- 
ta  al  Oriente,  y  se  dijo  que  lo.habia  disparado  un  cabo  del  regimíen- 
to  de  infantería  de  Celaya.  Así  terminó  con  una  muerte  gloriosa 
una  vida  sin  mancha,  el  capitán  retirado  de  fragata  D.  Juan  An- 
tonio de  Eiaño,  caballero  del  hábito  de  Calatravá,  intendente,  co- 
rregidor y  comandante  de  las  armas  de  Guanajuato.  Nació  en  Lier- 
ganes  en  las  montañas  de  Santander,  el  dia  16  de  Mayo  de  1757:: 
hizo  su  carrera  en  la  marina  con  honor,  hallándose  en  las  principa- 
les funciones  de  guerra  de  su  tiempo,  (28)  y  obtuvo  después  diffv 

(27)  D.  Carlos  Bustamante,  Caad.  hist.  tom.  1?,  fot.  38,  refiere  div^ergameQ" 
te  la  muerte  del  iuteodeute  Riaño.  Dice  que  notando  éste  que  el  centiuela 
de  la  puerta  habia  abandonado  el  fucil,  lo  tomó  y  onrpezo  4  tirar  balasof  qón 
él.  Extraño  hubiera  sido  que  un  jefe  como  Riaño,  abandonando  otras  atencio- 
nes muy  preferentes,  se  hubiese  entretenido  en  tales  momentos  en  estar  tiran- 
do balazos;  tanto  mas  que,  aun  cuando  fuese  cierto  que  el  centinela  hubatse* 
abandonado  el  puesto,  tenia  con  quien  reemplaeai^lo,  pues  el  mismo  autor,  sin^ 
tener  presente  lo  que  ha  dicho  una  linea  antes,  cuenta  qne  con  la  propia  ba- 
la con  que  Riaño  fué  muerto  quedó  herido  un  cabo  que  estaba  á  en  lado.  E» 
esto  D.  (darlos  Bustamante  no  es  culpable,  mas  que  por  haber  dado  crédito  i 
una  relación, que  le  comunicaron  de  Guanajuato,  que  hé  tenido  á  la  vista,  pe^ 
ro  que  una  sana  crítica  debia  bastar  para  procurar  rectificarla. 

(28)  Riaño  estuvo  en  la  desgraciada  expedidion  del  conde  de  O-Relly  caiH 
tía  Argel,  y  después  en  la  del  conde  de  Galvez  en  la  Florida  y  toma  de  Pan^ 
zacola.  Bust.  Cüad.  hist.  tom.  1?,  fol.  45,  tributándole  el  honor  que  le  es  4o* 
bido,  dice  sin  embargo,  que  siendo  su  opinión  contraria  é  la  causa  que  de-- 
íendia,  *'murió  como  los  suizos,  por  el  que  h  pagaba.^^  S>  menester  decir 
que  Riaño  nunca  fu&favorable  á  la  idea  de  la  in  dependencia,  la  que  oombá^ 
tió  desde  que  empezó  á  asomai-,  como  lo  hemos  visto  en  el  lib.  1*,  cap.  61^ 
hablando  de  las  juntas  de  ItniVigáraf ,  á  cuya*tel«braaión  le  opuso:  su  muer- 
te no  fué  la  de  un  meroenatio  que  vende  su  vida  por  intéf es;  fué  la  de  un  mi- 
litar  de  honor  que  fiel  á  los  principios  que  habia^^rofesado  toda  su  vida,  sa- 
crificó intereses,  familia  y  existencia  al  eumrpKmieritb  de  sub  deberes^  qne  M 
lo  qué  constituye  el  lionor  de  la  mUicia,  la  eua^  nq  ee  tpae  que  un  tíL  tr^BcOi 
cuando  se  aparca  de  esta  norma^ "       . 


372  HISTORIA  DS  MÍklGÓ. 


1  ■ « 


tapgaidos  empleos  en  el  ramo  administrativo. .  Integro,  ilustrado  y 
activo  como  ma^strado,  no  menos  que  dedicado  á  la  literatura  y  á 
las  bellas  artes;  cuando  la  revolución  le  obligó  en  sus  últimos  dias 
á  ceñir  dé  nuevo  la  espada,  ganó  cóiíio  militar  el  justo  renombre  de 
valiente  y  denodado,  dejando  en  una  y  otra  carrera  ejemplos  quo 
admirar  y  un  modeló  digno  que  seguir  á  la  posteridad. 

La  muerte  del  intendente  introdujo  la  división  y  la  discordia  en- 
tre ios. defensores  de  la  Albóndiga,  en  el  momento  que  más  nece- 
sitaban proceder  con  unión  y  firme  resolución.    El  asesor  de  la  in- 
tendencia Lie.  D.  Manuel  Pérez  Valdés,  (e)  fundado  en  que  por  la 
Ordenanza  de  intendentes,  el  ejercicio  de  este  empleo  recae  en  el 
asesor  por  la  falta  accidental  del  propietario,  pretendia  que  resi- 
diendo en  él  la  autoridad  superior  de  la  provincia,  nada  debia  ha^ 
cerse  sino  por  su  mandado  y  propendía  á  capitular:  el  mayor  Ber- 
zábal  sostenía,  que  siendo  aquel  un  mando  puramente  militar,  con- 
forme á  la  ordenanza  él  debia  tomarlo  por  ser  el  oficial  veterano  de 
lífiayor  graduación  y  estaba  resuelto  á  la  defensa.  Sin  que  esta  dis- 
puta pudiera  decidirse,  la  confusión  Jel  ataque  hizo  que  todos  man- 
dasen y  que  en  breve  ninguno  obedeciese,  excepto  los  soldados  que 
siempre  reconocían  á  sus  jefes.  La  muchedumbre  reunida  en  el  ce- 
rró del  Cuarto,  comenzó  una  descarga  do  piedras  á  mano  y  con 
hondas  tan  continua,  que  excedía  al  más  espeso  granizo,  y  para  te- 
ner provistos  á  los  combatientes;  enjambres  de  indios  y 'de  la  gente 
de  Qijañajusito  unida  con  ellos,  subiaii  sin  cesar,  (leí  rio  de  Cata  las 
piedras  rodadas  que  cubren  el  fondo  de  aquel  torrente:  tal  tué  el 
núínero  de  piedras  lanzadas  en  el  corto  rato  que  duró  el  ataque, 
que  el  piso  de  la  azotea  de  la  Albóndiga  estaba  levantado  cosa  de 
una  cuarta  sobre  su  ordinario  nivel.  Imposible  fué  sostener  las  trin- 
cheras, y  manda  retirar  la  tropa  que  las  guarnecia,  hizo  cerrar  la 
puerta  de  la  Albóndiga  el  capitán  Escalera  que  estaba  de  guardia 
en  ellí^,  con  lo  que  los  europeos  que  ocupaban  la  hacienda  de  Do- 
lores, quedaron  aislados  y  «in  más  recur90  que  vender  caras  sus 
vidas,  y  en  la  misma  ó  peor  áitúacion  la  caballería  que  estaba  en  la 
cuesta  del  rio  de^ta.  Tampoco  pudo  defenderse  largo  tiempo  la 
didtea,  dominada  por  el'  c«rro  del  Cuarto  y^  tsmbíen  por  el  do  San 
Miguel,  aunque  por  la  mayor  distancia  era  menor  el  daño  que  des- 


i 


HISTORIA  DB  MÍZICO*  373 

•  -     .         .  í 

de^áffi  sé  recibía,  j  nó  obstante  el  estrago  que  causaba  eT  fuego 
continuo  de  la  trdj^a  que  la  guarnecía,  erarán  grabde'  el  áútnéró  de 
los  asaltantes,  que  los  que  caian  eran  bien  presto  reempl^ados  pdf 
otros  y  no  se  hacia  notar  su  falta.  '     ' 

Abandonadas  las  trincheras  y  retirada  la  tropa  que  defendíala 
azotea,  se  precipitó  por  todas  las  avenidas  aquella  confusa  muche- 
dumbre hasta  el  pié  del  edificio:  los  que  delante  estaban  eran  em- 
pujados por  los  que  los  seguían,  sin  que  les  fuese  posiMe  volver 
atrás,  como  en  una  tempcfsted  las  olas  del  mar  son  impelidas  las 
unas  por  las  otras  y  van  ¿estrellarse  contra  las  rocas.  Ni  el  valien- 
te podía  manifestar  su  bizarría,  ni  al  cobarde  le  quedaba  lugar  para 
la  huida.  La  caballería  fué  completamente  orroUada,  sin  poder  ha- 
cer uso  de^sus  armas  y  caballos:  el  capitán  Castilla  murió;  algunos 
soldados  perecieron;  Ibs  más  tomaron  partido  con  los  vencedores.*  So- 
lo el  bizarro  D.  José  Francisco  Valenzuela,  revolviendo  su  paballb,  - 
recorrió  por  tres  veces  la  cuesta,  abriéndose  camino  con  la  espada, 
y  arrancado  de  la  silla  y  suspendido  por  las  puntas  de  las  lanias 
de  los  que  en  gran  número  le  rodeaban,  todavía  dio  la  muerte  á 
algunos  de  los  más  inmediatos  antes  de  recibir  el  golpe  mortal,  gri- 
tando Hviva  Espafla,!!  hasta  rendir  el  último  aliento.  Efti  nativo  de* 
Irapuato  y  teniente  de  la  compañía  de  aquel  pueblo.  ' 

Había  una  tienda  en  la  esquina  que  forman  lá  calle  dé  los  Pozi- 
tós  y  la  subida  de  los  Mandamientos,  en  la  que  se  vendían  rajas  de ' 
ocote,  (29)  de  que  se  proveían  los  que  subían  de  noche  á  las  minas 
para  alumbrarse  en  el  camino.  Bompió  las  puertas  la  muchedum- 
bre y  cargando  con  todo  aquel  combustible,  lo  arrimaron  á  la  puer- 
ta de  la  Albóndiga  prendiéndole  fuego,  (30)  mientras  que  otros, 
prácticos  en  los  trabajos  subterráneos,  acercándose  á  la  espalda  del 

(29)  Llámase  asi  una  especie  de  pino,  tan  resinoso  que  sirve  para  alum- 
brarse, de  que  se  hace  uso  en  las  minas. 

(30)  D  Cárlps  Bustamante,  Cuad.  bist.  tom..  1?,  fol.  39,  cuenta  que  Hidal* 
¿^o,  rodeado  de  un  torbellino  de  plebe,  dirigió  la  voz  á  un  hombre  que  la  re- 
gentaba y  le  dijo:  *Tipila,  (nombre  con  que  aquel  era  conocido),  la  patria  ne- 
cesita de  tu  valor.  ¿Te  atreverás  a  prender  fuego  i  la  purta  de  la  Alhóndi-- 
ga?'' .  Q.ue  con  esta  exhortación  Pipila  fué  á  gatas,  cubierto  con  una  losa,  y 
con  un  ocote  pegó  luego  á  la  puerta.  Esta  relación  es  del  todo'  falsa,  pues  el 
cura  Hidalgo  habiendo  permanecido  euel  cuartel  de  caballería,  en  el  extremo 
opnesto  de  la  ciudad^  no  podía  dar  orden  alguna:  el  nombre  de  Pipila  es  9^ié- 

amenté  desconocido  en  Guanajuato. 


374    .  HISTORIA  1>E  M¿xica 

•  •  r  ■  I 

edificio  cubietrtos  can  cuaa*tones  de  losas,'  comp  los  romanos  coa  la 
testudo,  empe^oxf  á  practic9.r  bacreno^  para  socavar  aquel  por  los 
cimientos.  Arrojaban  por  las  ventanas  los  ^e  dentro  sobre  la  mul- 
titud los  frascos  de  fierro,  de  que  se  ba  hablado;  éstos  al  hacer  la 
explosión  echaban  por  tierra  á  muchosi  pero  inmediatamente  vol- 
viíjk  á  cerrarse  el  pelotón  y  sofocaban  b^jo  los  pies  á  los  que  habían 
caido»  que  es  el  motivo  porque  hubo  tan  pocos  heridos  de  los  asal- 
tantes, habiendo  sido  grande  el  número  de  iquertos.  £1  desacuerdo 
de  los  sitiados  hacia  que  al  mismo  tiempo  que  D.  Gilberto  Kiaño, 
sediento  de  venganza  por  la  muerte  de  su  padre»  y  D.  Miguel  Bus- 
tamante  que  lo  acompañaba,  («U)  arrojaban  con  otros  los  frascos 
sobre  los  asaltantes",  el  asesor  hacia  poner  un  pañuelo  blanco  en  se- 
ñal de  paz,  y  el  pueblo  atribuyendo  á  perfidia  lo  que  no  era  mas  . 
que  efecto  de  la  confusión  qne  habia  en  el  interior  de  la  Albóndi- 
ga, redoblaba  su  fmor  y  se  precipitaba  al  combate  con  mayor  en- 
carnizamiento. £1  asesor  hizo  entonces  descolgar  por  una  ventana 
á  un  soldado  que  fuese  ¿  parlamentar;,  el  infeliz  llegó  hecho  peda- 
zos al  suelo:  intentó  entonces  salir  el  P,  D.  Martin  Septien,  con- 
fiado en  su  carácter  sacerdotal  y  en  un  Santo  Cristo  que  llevaba  en 
las  manos;  la  imagen  del  Salvador  voló  hecha  astillas  á  pedradas, 
y  el  Padre  empleando  la  cruz  que  le  había  quedado  en  La  mano  co- 
mo arma. ofensiva,  logró  escapar,  aunque  muy  herido,  por  entre  la 
muchedumbre.  (Ü2)  Los  españoles  entretanto,  no  escuchando  más 
voz  que  la  del  terror,  arrojaban  los  unos  dinero  por  las  ventanas, 
por  si  la  codicia  de  recocerlo  podía  aplacar  á  la  multitud;  otros  pe- 
dían á  gritos  que  se  capitulase,  y  muchos,  persuadidos  de  que  era 
llegada  su  última  hora^  se  echaban  á  los  pies  de  los  eclesiásticos 
que  allí  habia  á  recibir  la  absolución.. 

Berzábal,*  viendo  arder  la  puerta,  recogió  los  soldados  que  pudo 
del  batallón  y  los  formó  frente  A  la  entrada.'  consumida  aquella  por 
el  fuego,  mandó  hacer  una  descarga  cerrada,  con  que  perecieron  mu- 
chos de  los  asaltantes,  pero  el  impulso  de  loa  de  atrás  llevó  aden* 

—  r 

(31)  H.a  lauerto  haca  dos  años,  'siendo  catedrático  del)otáii¡ca  del  jardín 
de  México.  '  '         * 

(32)  Este  eQleáiistico  eratio  mío,  j  á  la  media  noche  de  Qsto  día  fué  á  mi 
casa  disfrazado  con  el  traje  dé  la  gente  del  puehlo,  li  que  se/c  curasen  las  heri- 
das, y  fué  el  primero  por  quien  se  supo  en  mi  faniilia  el  pormenor  de  todo  lo 
ocurrido  en  la  Albóndiga. 


HKTftBiA  DI  idbaoo.  S75 

tro  á  los  que  estaban  delante  pasando  por  sobre  los  muertos,  y  arro** 
Uándolo  todo  con  ímpetu  irresistible,  se  llenó  muy  pronto  de  indios 
7  plebe  el  patio,  las  escaleras  y  los  corredores  de  la  Albóndiga. 
Berzábal,  retirándose  entonces  con  un  pufiado  de  hombres  que  le 
quedaban,  á  uno  de  los  ángulos  del  patio,  defendió  las  banderas  de 
su  batallón  con  ios  abanderados  Marmolejo  y  González,  y  habiendo 
caído  muertos  estos  á  su  lado,  las  recojió  y  teniéndolas  abrazadas 
con  el  brazo  izquierdo,  se  sostuvo  con  la  espada,  y  rota  ésta,  con  una 
pistola  contra  la  multitud  que  le  rodeaba,  hasta  que  cayó  atravesa- 
do por  muchas  lanzas,  sin  abandonar  sin  embargo  las  banderas  que 
había  jurado  defendet^.  (33)  ¡Digno  ejempln  para  los  militares  me- 
xicanos, y  justo  título  de  gloria  para  los  descendientes  de  aquel  va- 
liente guerrero!  (34)  Cesó  con  esto  toda  resistencia  y  no  se  oian  ya 
mas  que  algunos  tiros  de  alguno  que  aisladamente  se  defendía  to- 
davía, como  un  español  Ruymayor,  que  no  dejó  se  le  acercasen  los 
indios,  hasta  haber  consumido  todos  sus  cartuchos.  £n  la  hacienda 
de  Dolores,  los  europeos  que  allí  estaban  intentaron  ponerse  en  sal- 
vo  por  una  puerta  posterior  que  da  al  puente  i^de  palon  sobre  el  rio 
de  Gata,  pero  la  encontraron  ya  tomada  por  los  asaltantes,  con  lo 
que  se  fueron  retirando  á  la  noria,  en  que  por  ser  lugar  alto  y  fuer- 
te, se  defendieron  hasta  que  se  les  acabaron  las  municiones,  cau- 
sando gran  mortandad  en  los  insurjentes,  pues  se  dijo  que  solo  D. 
Prancisco  Iriarte,  el  miamo  que  dio  aviso  al  intendente  desde  San 
Juan  de  los  Llanos  del  principio  de  la  revolución,  que  era  excelen- 
te tirador,  mató  diez  y  ocho.  (35)  Los  pocos  que  quedaron  vi- 
vos cayeron  ó  se  echaron  en  la  noria,  en  la  que  perecieron  ahoga- 
dos. 

La  toma  de  la  Albóndiga  de  Granaditas  fué  obra  enteramente 
de  la  plebe  de  Guanajuato,  unida  á  las  numerosas  cuadrillas  de  iur 
dios  conducidas  por  Hidalgo;  por  parte  de  éste  y  de  los  demás  je- 
fes sus  compañeros,  no  hubo  ni  podo  haber,  jnas  disposiciones  que 
las  muy  generales  de  conducir  la  gente  á  los  cerros  y  comenzar  el 

(33)  Asi  consta  de  una  información  judicial  hecha  á  pedimento  de  su  fami- 
Jsa,  que  he  visto. 

(34)  Véase  1«  genealogía  de  Berzábal,  en  el  apéndice  número  17. 

(35;  Bnstamante,  Coad.  hiit.  tom.  1?,  fol.  40.  Beto  mismo  dicen  los  tpnn- 
tes  que  tengo  manuscritos. 


8í^j         HigyftiWA.  W8  ¥éWQ»> 

ataque:  pero  empezado  éht9,  ni  biu  posible  dar  drden  alguna  ni  ha- 
bia  nadre  xfuo  la  recibiese  y  cumpliese,  pues  lio  había  arganizacion 
ninguma  en  aquella  confusa  mucHeüuittbre,  ni  jefes  subastemos  que  . 
la  dirigiesen.  Precipitándose  con  extraordinario  valor  á  tomar  par* 
te  en  la  primera  acción  de  guerra  -que  <iiabian  Visto,  inna  rez  com- 
prometidos en  el  coriabate  los  indios  y  gente  del  pueblo;  no  babia 
que  voliner  atrá^/pues  la  mu^heduníbre  pesando  sobre  los  que  pre- 
ciídían,  les  obligaba  á  ganar  terrena  y  :oeupaba  emel'instanter  el  es- 
pacio que  dejaban  los  que  morían.  La  f esistenoia  de  Ids  sitiados, 
aunque  denodada,  era  sin  orden  ni  plan,  por  haber  muerto  el  in- 
tendente antes  que  ningún  otro,  y  á  esto  debe  atribuirse  la  pron- 
ta terminación  de  la*  acción,  pues  á  las  cinco  de  la  tardfe  estaba  todo 
concluido. 

Dueñ03  los  insurgentes  de  la  Albóndiga,  dieron  rienda  suelta  á 
su  venganza:  los  rendidos  imploran  en  vano  la  piedad  del  vencedor, 
pidiendo  do  rodillas  la  vida:  una  gran  parte  de  los  soldados  del  ba- 
ilón fuefon  muertos;  otros  escaparon  quitándose  el  uniforme  y  mez- 
clándose entre  la  muchedumbre.  Entre  lo«  oficiales  peí'acidron  mu- 
chos jóvenes  de  las  más  distinguidas  £stTniIías  d'é  la  ciudad  y  que 
daroh  ¡btros  heridos  gravemente,  entre  ellos  D.  Gilberto  Riaílo  que 
murió  á  pocos  dias,  y  D*  José  María  y  D.  Benigno  Bústamante: 
dé  los  españoles  murieron  muchos  de  los  ftiás  >  ricos  y  principales 
vecinos:  fué  muerto  también  un  comerciante  italiano  llamado  Rei- 
naldi,  quepor  aquellos  dias  había  ido  á^Guanuajoato  con  mía  memo- 
ria de  mercancías,,  y  con  él  un  niño  de  ochó  aíios;  hijo -suyo,  que  los  ' 
jiñdios  estrellaron  cóbtra  el  suelo  y  atrojaron  del  corredor  aba- 
o:  (36)  algunos  procuraron  ocultarse  en  la  troje  número  21  en  que 
estaba  el  cadáver  del  intendente  con  los  de  otros,  pero  descubier- 
tos luego  eran  muertos  sin  misericordia.    Todí»' fueron  despojados 
de  sus  vestidos  y  al  desnudar  el  cadáver  de  D,  José  Miguel  Carri-  • 
ca^  (e)  se  halló  ctíbierty  gle .silicios,  lo  quAhi^  c(>^^^^  Ja  voz  de  que-: 
sé  habla  encontrado^u^  gachupín. satifcó.»   %a*q  que.qljed^rpn  vivos, . 
desijudos,  llenos  de  heridas,  atados  en  cuerd^,  fu^ejrou  llevados  á 
la  cárcel  pública,  que  habia  quedado  desocupada  por  haber  puesto 

(36)  Lá  TÍoda  d#  Rf  iaaldi,  que  ero:  hailarioih- Solvió' á  este  ejercicio  en  el 
teatro  de  México,  en  que  esturo  mucho  tiempo  coael-ñomibre  ide  la  Fa^lott  > 


SIXSfftOÁ.  xa  liÍ3^99^r;  37? 


-  * 

en  libertad  á  los  .reos,  teniendo  que  atravesar  el  largo  espacio  que  ^ 
hay  desde  la  Albóndiga  para  lUgar  á  ella,  por  entr-e.unamfiltitud. 
desenfrenadaque  á  cada  paso  los  ame^azab^  cpn  la  muerte.  Cuéntase 
que jpara  evitada,  el  capitán  I).  José  Joaquín  P,elaez  (o)  logró  ppr- 
suadir  á  los  que  lo  conducían,  que  .Hidalgo  Ijabia  ofrecido  unr pre- 
mio en  dinero ,  porque  se  lo  presentasen  vivo,  y  que  así  consiguió 
ser  custodiado  con  maypp  cuidado  en  aquel  tránsito  peligroso.  (37), 

Calcúlase  variamente  el  número  .de  muertos .  qu^  hubo  por  una  y 
otra  parte:  el  de  los  insurgentes  se  tuvo  empeño  enocultariqylos;  ente- 
rraron aquella  noche  en  zanjas  que  se  abrieron. én  el  rio  de  Cata,  al 
pié  de  la  cuesta.  El  Ayuntamiento  en  su  cxposici6n,'Jo  hace  subir  á 
tres  mil;  Abasólo  en  su  causa  dice  que  fueron  muy  pocosv:  esto,  no 
me  parece  probable  y  lo  primero  lo, tengo  por  muy  exagerado.  De 
los  soldados  murieron  unos  doscientos,  y  ciento  cinco  empanóles.  (38) 
Los  cadáveres  de  éstos  fueron  llevados  desnudos,  asidos  por  Ips 
pies  y  manos  ó  arrastrando,  al  próximo  camposanto,  de  Belén  en 
el  que  fueron  enterrados:  el  del  ^ntendentp. estuvo  pbrdos  ilias  ex- ' 
puesto  al  ludibrio  del  populacho,  que  queria  sátisfacersp .  por  sí  . 
mismo  de  la  fábula  absurda  que  se  habia  hecho  correr,  de  que.  te- 
nia  cola  porque  era  judío,  la  que  np  dejó  por  esto  eje  conservarse/ 
en  crédito:  (39)  fué  después  sepultado  en  una  mala  mortaja  que  le 
pusieron  los  religiosos  d«  aquel  convento,  aüi  recibir  el  honor  que 
hubiera  debido  tributar  á  sus  restos  ^nortales  un  vencedor  genero- 
so. Ninguna  soflal  de  compasión  e^^^  permitida,  y  á  una  jhújer  del 
pueblo  que  manifestó  condolerse  al  ver  conducir  el  cadáver  de  un 
europeo,  los  que  lo  llevaban  le  dieron  una  herida  en  la  cara. 

Entregóse  la  plebe  al  pillaje  de  todo  cuanto  se  habia  reunido  en 
la  Albóndiga,  y  todo  desapgtreció  en  pocos  momentos:  Hidalgo  qui- 
so  reservar  para  sí  las  barras  de  plata  y  el  dinero,  pepo  no  pudo 
evitar  que  lo  sacasen  y  despueíj  se  les  quitaron  algunas  de  aqueílas 

(37)  Biistamante,  Cuadro  bistórico,  tom.  1?,  fol.  43.  El  autor  se  lamenta 
de  que  Pelaez  no  hubiese  perecido  entonces,"  por  los  servicios  ^ue  presto  des- 
puefl.;al  f^obierno.  ..'ir        ,  *"  -       -     • 

(33)  Bustamante,  Cuadro  bistórico,  toip.  1%  fbl.,  41.  Creo  que  murió  ma-. 
yor  núnjero  de  españoles. 

(39)  Esta  misma  fábula  ridicula  oorrió  en  ol  popnlücbo  aoercA  dé  todos  ios 
españoles^ y  esto  que  b^bioru  visto  sua cfujáv^es  áesa^oñ, ¡TAl^sUignorAB^ 
cia  del  tuIao 

TOMO.  I— 4& 


878  HinoRLá.  DB  idbnco. 


t 

á  los  que  se  les  pudieron  encontrar,  como  pertenecientes  á  la  teso* 
rería  del  ejército  y  que  por  esto  no  debían  ser  comprendidas  en  el 
saqueo.  £1  edificio  de  la  Albóndiga  presentaba  el  más  horrible  es- 
pectáculo: los  comestibles  que  en  él  se  habian  acopiado  estaban  es* 
parcidos  por  todas  partes:  los  cadáveres  desnudos,  se  hallaban  me- 
dio enterrados  en  maíz,  en  dinero,  y  todo  manchado  de  sangre. 
Los  saqueadores  combatían  de  nuevo  por  ef  botín  y  se  daban  muer- 
te unos  á  otros.  Corrió  entonces  la  voz  de  que  había  prendido  fue- 
go en  las  trojes  y  que  comunicándose  á  la  pólvora,  iba  á  volar 
el  castillo,  que  era  el  nombre  que  el  pueblo  daba  á  este  edificio: 
los  indios  se  pusieron  en  fuga  y  los  de  á  caballo  corrian  á  escape 
por  las  calles,  con  lo  que  la  plebe  de  Guanajuato,  que  acaso  fué  la 
que  esparció  esta  voz,  quedó  sola  dueña  de  la  presa,  hasta  que  los 
demás,  disipado  el  temor,  volvieron  á  tomar  parte  en  ella. 

La  gente  que  habia  permanecido  en  los  cerros  en  espectativa  del 
resultado,  bajó  para  participar  del  despojo,  aimque  no  habia  con- 
currido  al  combate,  y  unida  con  la  demás  y  con  los  indios  que  ha- 
bían venido  con  Hidalgo,  comenzó  en  esa  misma. tarde  y  continuó 
por  toda  la  noche  y  dias  siguientes  el  saqueo  general  de  las  tien- 
das y  casas  de  los  europeos  de  la  ciudad,  más  desapiadadamente 
que  lo  hubiera  podido  hacer  un  ejército  extranjero.  Alumbraban 
la  triste  escena  en  aquella  funesta  noche  multitud  de  teas  ú  ocotes, 
mientras  que  no  se  oia  más  que  los  golpes  con  que  echaban  abajo  las 
puertas,  y  los  feroces  alaridos  del  populacho,  que  aplaudia  viéndo- 
las caer,  y  se  arrojaba  como  en  triunfo  á  sacar  efectos  de  comercio, 
muebles,  ropa  de  uso  y  toda  clase  de  cosas.  Las  mujeres  huian  des- 
pavorí ias  á  las  casas  vecinas  trepando  por  las  azoteas,  y  sin  saber 
todavía  si  en  aquella  tarde  habian  perdido  á  un  padre  ó  á  un  es- 
poso en  la  Albóndiga,  veían  arrebatarse  en  un  instante  el  caudal 
que  aquellos  habian  reunido  en  muchos  años  de  trabajo,  industria 
y  economía.  Familias  enteras  que  aquel  dia  habian  amanecido  ba- 
jo el  amparo  de  sus  padres  ó  maridos,  las  unas  disfrutando  de  opu- 
lencia, y  otras  gozando  de  abundancia  en  una  honrosa  mediocri- 
dad, yacían  aquella  noche  en  una  deplorable  orfandad  y  miseria, 
sin  que  en  lugar  de  tantos  como  habian  dejado  de  ser  ricos,  hubie- 
se ninguno  que  saliese  de  pobre,  pues  todos  aquellos  caudales  que 


HISTORIA  DE^dkxiCO.  S70 

en  manos  activas  é  industriosas  fomentaban  el  comercio  y^  la  mine- 
ría, desaparecieron  como  el  humo,  sin  dejar  mas  rastro  que  la  memo* 
ria  de  una  antigua  prosperidad,  que  para  volver  á  restablecerse  ha 
necesitado  el  trascurso  de  muchos  anos,  el  grande  impulso  que  des- 
pués ha  recibido  Guahajuato  por  las  compaflias  extranjeras  de  mi- 
nas, y  la  casualidad  de  las  grandes  bonanzas  de  algunas  de  éstas. 

Arrebatábanse  los  saqueadores  entre  sí  los  efectos  más  valiosos,  y 
la  plebe  de  Guanajuato;  astuta  y  perspicaz,  se  aprovechaba  da  la 
ignorancia  de  los  indios  para  quitaries  lo  que  habían  cojido,  ó  para 
cambiárselo  por  vil  precio.  Persuadiéronles  que  las  onzas  de  oro  , 
no  eran  moneda,  sino  medallas  de  cobre,  y  se  las  comprábanla  dos 
ó  á  tres  reales,  y  lo  mismo  hacian  con  las  alhajas,  cuyo  valor  aque- 
llos no  conocían.  El  dia  20  en  que  el  cura  Hidalgo  celebraba  sus  diasi 
Guanajuato  presentaba  el  más  lamentable  aspecto  de  desorden,  . 
ruina  y  desolación.  La  plaza  y  las  calles  estaban  llenos  de  frag- 
mentos^de  muebles,  de  restos  de  los  efectos  sacados  de  las  tiendas, 
delícores  derramados despuesdehaberbebtdoel pueblo  hasta  la  sacie- 
dad: este  se  abandonaba  á  todo  género  deexcesos,  y  los  indios  de  Hi^ 
dalgo  presentaban  las  más  extrañas  figuras,  vistiéndose  sobre  su 
traje  propio,  la  ropa  que  habian  sacado  de  las  casas  de  los^ euro- 
peos, entre  la  que  había  uniformes  de  regidores,  con  cuyas  casacas 
bordadas  y  sombreros  armados  se  engalanaban  aquellos,  llevándo- 
las con  los  pies  descalzos,  y  en  el  más  completo  estado  de  embria- 
guez. ^ 

£1  pillaje  no  se  limitó  á  las  casas  y  tiendas  de  los  europeos  en  la 
ciudad;  lo  mismo  se  verificó  en  las  de  las  minas,  y  el  saqueóse  1»- 
zo  extensivo  á  las  haciendas  de  beneficiar  metales.  La  plebe  de 
Guanajuato,  después  de  haber  dado  muerte  en  la  Albóndiga  á 
aquellos  hombres  industriosos,  que  en  estos  establecimientos  le 
proporcionaban  ganar  su  sustento  con  los»  considerables  jornales 
quejen  ellos  se  pagaban,  arruinó  los  establecimientos  mismos,  dan- 
do un  golpe  de  muerte  al  ramo  de  minería,  fuente  de  la  riqueza  no 
solo  de  aquella  ciudad,  sino  de  toda  la  provincia.  En  toda  esta  mi-  . 
na  iban  envueltos  también  los  mexicanos,  por  las  relaciones  dq  ne- 
gocios que  tenían  con  los  espafioleá,  especialmente  en  ed  givo  de 
beneficio  de  metaleSi  para  el  cual  algunas  casas  de  banco  de  aque- 


n/ 


/ 


880  HISTORIA  DE  MÉXICO, 


líos,  adelantaban  fondos  con  un  descuento  en  el  valor  de  la  plata 
que  en  pago  recibían,  (40)  según  las  reglas  establecidas  en  lá  orde- 
nanza de  minería  paía  avíos  4  precio  de  platas. 

Quiso  Hidalgo  hacer  cesar  tanto  dfesórden,  para  lo  que  publicó 
un  bando  el  domingo  80  de  Setiembre;  pero  no  solo  no  fué  obe- 
decido, sino  que  no  habiendo  quedado  nada  'en  las  casas  y  en  las 
tiendas,  la  plebe  había  comenzado  á  arrancar  los  enrejados  de  fie- 
rro de  los  balcones,  y  estaba  empeñada  en  entrar  en  algunas  casas 
de  mexicanos,  en  que  se  le  había  dicho  que  había  ocultos  efectos 
pertenecientes  á  los  europeos.  Una  de  las  que  se  hallaban  amena- 
zadas de  este  riesgo  era  la  de  mi  familia,  en  cuyos'  bajos  estaba  la 
tienda  de  un  español,  muerto  en  la  noria  de  Dolores,  llamado  D. 
José  Posadas,  que  aunque  habia  sido  ya  saqueada,  ün  cargador  de 
la  confianza  de  Posadas  dio  aviso  de  que  en  un  patio  interior  habia 
una  bodega  con  efectos  y  dinero  que  él  mismo  habia  metido.  Muy 
difícil  fué  contener  á  la  plebe,  que  por  él  entresuelo  habia  penetra- 
do hasta  el  descanso  de  la  escalera,  corriendo  yo  mismo  no  poco 
peligro,  por  haberme  creído  europeo.  (41 ).  En  este  conflicto  mi  ma- 
dre resolvió  ir  á  ver  al  cura  Hidalgo,  con  quien  tenia  antiguas  rela- 
ciones de  amistad  y  yo  la  acompañé.  Grande  era  para  una  persona 
decentemente  vestida,  el  riesgo  de  atravesar  las  calles  por  entre 
una  muchedumbre  embriagada  de  furor  y  licores:  llegámoá,  sin  em- 
bargo, sin  accidente  hasta  el  cuartel  del  regimiento  del  Príncipe, 
en  el  que  como  antes  se  dijo  estaba  alojado  Hidalgo:  Encontramos 
á  éste  en  una  pieza  llena  de  gente  de  todas  clases:  habia  en  un  rin- 
cón una  porción  considerable  de  barras  de  plata,  recegidas  de  la 
'Albóndiga  y  manchadas  todavía  con  sangre,  en  otro,  una  cantidad 
de  lanzas,  y  arrimado  á  la  pared  y  suspendido  de  una  de  estas,  el 
cuadro  con  la  imagen  de  Guadalupe,  que  servia  de  enseña  á  la  em- 
presa. El  cura  estaba  sentado  en  su  catre  de  caminí)  con  una  mesa 
pequeña  delante,  con  su  traje  ordinario  y  sobre  la  chaqueta  un  taha- 

(40)  Este  era  el  giro  principal  de  mi  casa  y  el  de  otras  muchas  de  la  ciudad, 
y  como  el  premio  del  dinero  era  muy  moderado,  fue  lo  que  mas  contribuyo  al 
progreso  de  la  minería  de  Guanajuato. 

(41)  Una  porción  de  indios  echó  mano  de  mí  en  el  descanso  de  la  escalera 
de  mi  casa,  y  me  sacaba  por  el  entresuelo  que  comunica  con  él,  cuando  los  cria- 
dos y  algunos  de  la  plebe  de  Guanajoato  que  me  oonocian,  íes  hicieron  quo 
me  d^sen  en  libertad. 


historia' DB    BIÉXICO.  881 

ii  morado,  que  parecia  ser  un  pedazo  de  estola  de  aquel  color.  Re- 
ctbi6ii08  con  agmdb,  aseguró  á  mí  madre  de  su  antigua  amistad,  é 
impuesto  á^  lo  que  se  temía  en  la  casa  nos  dio  una  escolta,  manda- 
da por  un  arriero  vecino  del  rancho  del  Cacalote,  inmediato  á  Sal- 
vatierra, llamado  Ignacio  Centeno,  á  quien  habia  hecho  capitán,  y 
al  cual  dio  orden  de  defender  íni  casa  y  custodiar  los  efectos  de 
la  propiedad  de  Posadas,  haciéndolos  llevar  cuando  se  pudiese  al 
alojamiento  de  Hidalgo,  pues  los  destinaba  paro  gastos  de  su  ejér- 
cito. Centeno,  teniendo  por  imposible  contener  el  tumulto  que  iba 
en  aumento,  pues  se  reunia  á  cada  instante  más  y  más  gente  em- 
peñada en  entrar  á  saquear,  dio  aviso  con  uno  de  sus  soldados  á 
Hidalgo,  el  cual  creyó  necesaria  su  presencia  para  contener  el  de- 
sorden que  no  habia  bastado  á  enfrenar  el  bando  publicado,  y  se  di- 
rigió á  caballo  á  la  plaza,  donde  mi  casa  estaba,  (42)  acompañado 
de  los  demás  generales.  Llevaba  al  frente  el  cuadro  de  la  Imagen 
de  Guadalupe,  con  un  indio  á  pié  que  tocaba  un  tambor:  seguían 
Jtorcion  de  hombres  del  campo  á  caballo  con  algunos  dragones  de 
la  Reina  en  dos  líneas,  y  presidia  esta  especie  de  procesión  el  cura 
con  los  generales,  vestidos  éstos  con  chaquetas,  como  usaban  en 
las  poblaciones  pequeñas  los  oficiales  de  los  cuerpos  de  milicias,  y 
en  lugar  do  las  divisas  de  los  empleos  que  tenían  en  el  regimiento 
de  !a  Reina,  se  hábian  puesto  en  las  presillas  de  las  charreteras 
linos  cordones  de  plata  con  Borlas,  como  sin  duda  hablan  vis- 
to en  algunas  estampas  que  usan  los  edecanes  de  los  generales 
franceses;  todos  llevaban  en  el  sombrero  la  estampa  de  la 
"Virgen  de  Guadalupe.  Llegada  la  comitiva  al  paraje  donde  es- 
taba  fil  mayor  pelotón  de  plebe,  delante  de  la  tienda  de  Posa- 
das,  (43)  se  le  díó  orden  al  pueblo  para  que  se  retirase,  y  no  obe- 
deciéndola,  Allende  quiso  apartarlo  de  las  puertas  de  la  tienda 
metiéndose  entre  la  muchedumbre:  el  enlosado  de  la  acera  forma 
allí  nú  declive  bastante  pendiente,  y  cubierto  entonces  con  todo  gé- 

(42)  Esta  casa  está  én  la  cuesta  del  Marqués,  en  la  plaza,  frente  al  palacio 
del  Eatado.  Qa  pertenecido  despaes  á  la  compañía  anglo-mezicana  de  minas 
que  tuvo  en  contrato  la  casa  de  moneda  de  Gaanajuato,  la  cual  la  ha  vendido 
después  á  un  vecino  de  aquélla  ciudad. 

(43)  Esta  tienda  es  la  última  de  lá  casa  hacia  abajo.  Yo  vi  toda  eafs  esce- 
da deed^  un  balcón  situado  sobre  la  tienda  misma  á  cuya  puerta  se  piesen- 
taba. 


S82  ttlSTOBtA.  D£  tfáxXCO. 

ñero  de  suciedades,  estaba  muy  resbaldizo:  Allende  cayó  con  el  ca- 
ballo/y  haciendo  que  éste  se  levantase,  lleno  de  ira  sacó  la  espada 
y  empezó  á  dar  cou  ella  sobre  la  plebe,  que  huyó  despavorida,  ha- 
biendo quedado  un  hombre  gravemente  herido.  Siguió  Hidalgo  co* 
rriendo  la  plaza  y  mandó  hacer  fuego  sobre  los  que  estaban  arran- 
cando los  balcones  de  las  casas,  con  lo  que  la  multitud  se  fué  disi- 
pando, quedando  por  algún  tiempo  grandes  grupos,  en  los  que  se 
vendian  á  vil  precio  los  efectos  sacados  en  el  botin. 

A  este  pillaje  desordenado  de  la  plebe,  siguió  el  más  regulariza- 
do que  Hidalgo  hizo  practicar  de  todo  aquello  que  se  habia  ocul- 
tado al  pueblo.  Quedo  en  mi  casa  el  capitán  Centeno  por  algunos 
dias  con  una  guardia,  á  expensas  de  mi  familia,  y  en  ellos  se  ocu- 
pó en  hacer  sacar  los  efectos  y  dinero  pertenecientes  á  Posadas 
que  estaban  en*  la  bodega  interior,  todos  los  cuales  fueron  llevados 
,  al  cuartel  de  caballería,  y  se  reguló  que  valdrían  cosa  de  cuarenta 
mil  pesos.  Familiarizado  en  e^te  intermedio  Centeno  en  mi  casa, 
se  le  preguntó  una  vez  quáles  eran  sus  miras  en  la  revolución  en  que 
habia  tomado  parte,  y  contestó  con  la  sinceridad  de  hombre  del 
campo,  que  todos  sus  intentos  se  reduóian  ná  ir  á  México  á  poner 
en  su  trono  al  señor  cura,  y  con  el  premio  que  éste  le  diese  por  sus 
servicios,  volverse  á  trabajar  al  campo. n  Lo  que  se  verificó  en  |ini 
casa  con  los  efectos  de  la  propiedad  de  Fosadas,  se  repitió  en  otras 
muchas,  pues  aunque  hubo  criados  fieles  que  ayudaron  á  salvar  al- 
^  gunos  restos  de  los  caudales  de  sus  amos,  otros  hicieron  traición  y 
denunciaron  los  parajes  en  donde  aquellos  habian  ocultado  dinero 
ó  alhajas.  En  la  casa  de  D.  Bernabé  Bustamante,  éste  con  sus  hi- 
jos y  un  solo  criado  en  quien  tenia  entera  confianza,  habia  arroja- 
do al  algibe  cantidad  de  dinero  y  barras  de  plata,  pero  dado  aviso 
por  el  criado.  Hidalgo  mandil  vaciar  el  agua  y  sacar  el  dinero  y  las 
barras.  En  vano  los  hijos  de  Bustamante  le  representaron  que  aquel 
era  patrimonio  de  ellos  más  bien  que  propiedad  de  su  padre,  pues 
todo  lo  que  lograron  fué  que  les  mandase  volver  algunos  muebles 
de  poéo  valor,  pero  en  cuanto  al  dinero  y  plata,  dijo  que  lo  necesi- 
taba y  que  lo  pagaria  cuando  hubiese  dado  próspero^  fin  á  su  em- 
presa. (44)  ^ 

(44)  Lo  sacado  de  casa  de  Bustamante  fueron  cosa  de  40,000  ps.  en  dinero: 


HarraRiA  db  lebaoo.  S8S 

Los  prisioneros  de  Granaditas  fueron  llevadosi  como  arriba  se  ha 
dicho,  á  la  cárcel  y  en  ella  pasaron  la  noche,  sin  alimentos,  sin  ser 
curadí^s  sus  heridas,  y  aun  sin  agua  con  que  apagar  la  sed,  viendo 
morir  á  algunos  de  sus  compañeros,  y  amenazados  todos  de  pere- 
cer á  manos  de  los  mismos  que  los  custodiaban.  No  era  Guanajua- 
to  población  en  que  la  funesta  rivalidad  entre  criollos  y  gachupi- 
nes hubiese  echado  hondas  raíces:  por  el  contrario,  los  españoles, 
relacionados  de  parentesco  y  amistad  con  las  familias  del  país,  eran 
una  misma  cosa  con  ellas  y  sus  infortunios  tocaban  muy  de  cerca 
á  éstas.  Por  efecto  de  este  interés,  muchos  vecinos  americanos  fue- 
ron al  siguiente  dia  á  visitar  á  los  presos,  á  llevarles  auxilios  y  con- 
suelos y  á  solicitar  en  su  favor  con  Hidalgo.  (45)  Este  mandó  que 
se  pusiesen  desde  luego  en  Ubertad  todos  los  americanos  que  ha- 
blan sido  presos  en  la  Albóndiga,  (46)  á  excepción  del  tambor  ma- 
yor Garrido,  á  quien  reservaba  para  hacer  en  él  un  severo  castigo, 
que  sin  embargo  no  ejecutó.  En  los  dias  sucesivos  se  permitió  vol- 
ver á  sus  casas  á  varios  de  los  principales  europeos,  y  los  d^nás 
fueron  distribuidos  en  el  cuartel  de  infantería  los  que  estaban  sa- 
nos ó  ligeramente  heridos,  y  los  de  más  gravedad  en  la  Albóndiga. 
Mandábanseles  alimentos  y  otros  auxilios  de  algunas  casas  parti- 
culares, y  además  se  les  asistía  en  general  de  orden  de  Hidalgo  con 
todo  lo  que  necesitaban.  En  la  misma  Albóndiga  se  reunieron  des- 
pués todos  los  europeos  presos,  y  á  ella  fueron  llevados  también 
los  que  se  recogieron  en  los  pueblos  por  donde  habia  pasado  Hi- 
dalgo y  que  habia  conducido  con  su  ejército.    Los  de  los  demás 
puntos  de  la  provincia  emigraron  á  Querétaro,  Yalladolid,  San  Luis 

treinta  y  tantas  barras  dt  plata  y  un  barretón  de  oro  de  sesenta  marcos.  El 
criado  infiel  qne  dio  el  aviso,  se  llamaba  Tomás  y  era  muy  antiguo  en  la  casa. 

(45)  Sntre  las  personas  que  mas  se  distinguieron  por  su  caridad  en  esta 
ocasioh,  fueron  las  Sras.  D^  Josefa  y  D!  Francisca  Irizar,  que  no  solo  manda- 
ron á  los  presos  toda  la  ropa  útil  de  sus  hermanos,  sino  también  la  que  que- 
daba de  'SUS  píadres  y  abuelos,  y  como  entre  esta  hubiese  muchos  vestidos  an- 
tiguos de  tisú  y  terciopelo  galoneado,  se  veian  entre  los  presos  espaftoles,  las 
mismas  extrañas  figuras  que  entre  los  indios. 

(46i  D.  José  María  Bustamante  fué  sacado  herido  de  la  Albóndiga,  por  un 
soldado  del  batallón,  que  era  su  asistente,  llamado  García,  quien  envuelto  en 
una  frazada  lo  llevó  á  la  casa  del  mismo  García,  en  donde  lo  tuvo  oculto:  D. 
Benigno,  D.  Pablo  y  D.  Miguel  sus  hermanos,  con  su  padre  D.  Bernabé^  fue- 
ron llevados  á  la  cárcel;  este  últii^o  quedó  en  ella  como  europeo,  aunque  se 
dio  orden  para  poner  en  libertad  á  los  primeros,  habiéndose  obtenido  también 
despnes  para  D.  Bernabé. 


9^é  'Émmalí  i>É'i(¿ztoo. 

Ó  Giíadáláj  ara/ según  ía  proximidad,  6  se  presentaron  á  Hidalgo, 
quien  úió  &  áígtirios  papel  lie 'resguardo  y  les  permitid  quedarse  en 
sus' xíasaá,"  póf  enípefto  de  sus  familias  ó  por  recomendación  de  sus 
amigos.  Alá  viuda  del  intendente  Riafio  que  habia  perdido  toda  su 
ropa  y  ñlueMes  en  la  'Albóndiga,  lé  nlandó  dar  una  barra  de  plata, 

*^'á  su  hijo  13.  Gilberto,  que*  sé  creyó  por  algunos  días  que  podría 
restablecerjsexíe'su^herida^,  le  hizo  proponer  una  alta  graduación 
si  se  adhería  á  su  partido,'  lo  que  aquel  no  quiso  ni  aun  oir. 
'  Soségadoálgun  tanto  el  tumulto  de  la  toma  y  saqueo  de  la  ciu- 

"  áM,  alojó  á  la  getite  de  á  caballo  que  lo  acompañaba  en  las  hacien- 
das saqueadas:  los  indios  se  quedaron  esparcidos  en  las  calleé,  y 

'muchos  de  estos,  contentos  con  la  presa  que  habían  hecho,  se  reti- 
rarón  desde  allf  á  sus  pueblos  y  rancherías,  deserción  que  no  le  da- 

'  ba  cuidado  aíguno  al  cura,  poixjiie  estaba  seguro  de  hacer  nuevos 

•  reclutas  én  todos  íós  pueblos  que  atravesase.  Reunió  con  mucho 
empeño  íos  soldados  qne  hablan  quedado  del  batallón  provincial, 
para  destinarios  al  manejó  de  la  artillería  que  trataba  de  fundir, 
en  cuyo  servicio  se  habian  ejercitado  en  él  cantón  de  Jalapa,  y  co- 

•  mo  con  la  torfia  dé  la  capital  toda  la  provincia  se  declaró  por  él, 
dispuso  se  presentasen  á  aumentar  su  ejército  los  tres  escuadrones 

•'del  regimiento  déí  Príncipe,  que  no  habia  habido  tiempo  para  que 
Uégaáen  á  ponerse  á  íás  órdenes  dbl  intendente. 

Hidalgo,  conforme  á  lo  que  habia  ^practicado  en  Celaya,  quiso 
que  su  áutorídlad  ftiése  reconocida  por  el  Ayuntamiento  de  Guana- 
juató,  y'á  este  ñn  hizo  que  se  reuniese  (47)  en  la  sala  de  sus  cíibil- 
áos.  ^Pfesentóse  en  ella  escoltado  por  una  guardia  compuesta  de 
hombres  de  todas  .caSitas  y  trages  militares  y  campesinos,  y  colo- 
cándose bajo  el  dosel,  se  dirigió  á  la  corporación  diciendo,  que  ha- 
hiendo  ¿ido  proclamado  én  Celaya  por  más  de  cincuenta  mil  hom- 
bres,, capitán  general  de  América,  debia  el  Ayuntamiento  recono- 

(47)  El  Ajrnntamientt)  encontró  en  esta  ocasión  un  medio  de  derramar  lá- 
grimas, en  teBtimonio.de.su  fidelidad  al  rey,  sin  que  pudiese  darse  por  ofendi- 
da'Hídál^o.  ^Entramos  áilasala  de  cabildo,*' dice  el  mismo  Ayuntamiento 
éií  su  exposición  ál  virrey  fol.  31  •  "liías  np  para  hablar,  sino  para  derramar 
copiosas  Mgrioías,  que  oprimidas  ué  la  fuerza  y  tiranía  de  aquel  déspota,  ft> 
podiáh' salir  por  nuestros  ojjos  y  yoWian  á  caer  sobre  nuestros  corazones.*'  Es- 
te ^inódo  de  líorar'ihterior,  fodria  librar  jde  más  de  un  compromiso. 

(4'8)  Exposición  del  Ayuntamiento,  .fols.  31  y  32. 


msTOBiA  DE  Manco.  385 

cerle  con  aquel  carácter,  y  sin  esperar  resolución  ni  contestación  se 
retiró.  (48)  Algunos  dias  después,  habitando  ya  en  la  casa  de  D. 
Bernardo  Chico,  (49)  hizo  concurriese  á  ella  el  Ayuntamiento  con 
los  curas  y  algunos  vecinos  principales,  cdn  el  objeto  de  tratar  del 
arreglo  del  gobierno  civil  de  la  provincia  y  del  estabjecimiento  de 
una  casa  de  moneda.  Dirigiéndose  al  regidor  alférez  real  Lie.  D. 
Femando  Pérez  Marañen,  le  instó  para  que  admitiese  el  empleo 
de  intendente  y  comandante  general,  ofreciéndole  el  grado  hasta 
de  teniente  general.  Marañon  ló  rehusó,  y  lo  mismo  hicieron  otros 
capitulares  á  quienes  hizo  igual  propuesta,  con  cuya  negativa  irri- 
tado dijo,  que  no  la  podia  atribuir  más  que,  ó  á  im  vano  temor  de 
que  su  empresa  no  tendría  buen  resultado,  ó  á  una  neutralidad  que 
castigaría  como  una  parcialidad  efectiva.  (50)  El  cura  Dr.  Laba- 
rríeta  y  los  regidores  que  habían  manifestado  esta  resistencia,  ex- 
pusieron que  ella  se  fandaba  en  la  dificultad  que  encontraban  pa- 
ra conciliar  las  ideas  de  independencia  que  vertía,  con  el  juramen- 
to de  fidelidad  que  tenian  prestado  al  rey,  y  aun  con  la  inscripción 
que  tenia  puesta  la  imagen  de  Guadalupe  que  servia  de  estandar- 
te á  su  ejército.  (51)  Hidalgo  lleno  de  indignación  por  esta  obser^ 
vacion  prorrumpió  diciendo,  que  Fernando  VII  era  un  ente  que  ya 
no  existia;  que  el  juramento  no  obligaba,  y  que  no  se  le  volviesen 
á  proponer  semejantes  ideas,  capaces  de  seducir  á  sus  gentes,  por- 
que tendrían  mucho  que  sentir  los  que  tal  hiciesen,  con  lo  que  se 
levantó  y  disolvió  la  junta. 

Sin  contar  ya  con  el  Ayuntamiento,  procedió  Hidalgo  á  nombrar 
intendente,  cuya  elección  recayó  en  D.  José  Francisco  Gómez,  que 
habia  sido  ayudante  mayor  del  regimiento  de  infantería  provincial 
de  Valladolid,  y  era  actualmente  administrador  de  tabacos  de  Gua- 
najuato.  Le  dio  también  el  grado  de  brígadier  y  nombró  por  asesor 
al  Lie.  D.  Carlos  Montesdeoca,  mandando  á  ambos  que  admitie- 
sen estos  umpleos,  sin  excusa  ni  pretexto  alguno.  Previno  al  Ayun 
tamiento,  por  ser  una  de  sus  facultades,  que  nombrase  alcaldes, 
cuya  elección  recayó  en  D.  José  Miguel  de  Rivera  Llórente  y  en 

(48)  Exposición  del  Ayantamíento,  fols.  31  y  32. 

(49)  Esta  casa  está  en  la  plaza,  contigua  á  las  que  fueron  cajas  reales. 

(50)  Exposición  del  Ayuntamiento,  fols.  33  y  34. 
(61)  Exposición  del  ayuntamiento,  fols.  36  y  37. 

TOMO.  1—49 


886  HlfSTORIA  DE  MáXIGO. 

D.  José  María  Chico.  Levantó  dos  regimientos  de  infantería,  el 
uno  en  Valenciana,  y  nombró  por  su  coronel  á  D.  Casimiro  Cho- 
yell,  administrador  de  aquella  mina;  el  otro  en  la  ciudad,  cuyo 
mando  dio  á  D.  Bernardo  Chico,  hijo  de  un  europeo  del  mismo 
nombre,  único  de  las  familias  respetables  de  Guanajuato  que  to- 
mó parte  en  la  revolución,  y  eligió  por  secretario  á  otro  de  los  hi- 
jos del  mismo  D.  Bernardo,  el  Lie.  D.  José  Maria.  El  armamento 
de  estos  regimientos  se  reducía  á  lanzas,  y  para  sustituir  á  los  fu- 
siles se  inventó  quitar  el  fondo  á  los  frascos  de  ñerro  del  azogue, 
fijándolos  horizontalmente  por  el  tornillo  que  les  sirve  de  cerradu- 
ra en  un  madero  perpendicular,  y  por  un  oído  que  se  les  abrió  se 
les  daba  fuego;  invención  que  no  produjo  ningún  efecto,  pues  los 
frascos  reventaban  al  disparar,  ó  arrojaban  las  balas  con  que  se  car- 
gaban á  manera  de  metralla,  á  muy  corta  distancia. 

Fué  grande  el  número  de  empleos  militares  que  Hidalgo  dió,^  pues 
para  obtenerlos  no  habia  más  que  pedirlos,  y  cuando  todavia  no 
había  nada  que  pudiese  merecer  el  nombre  de  ejército,  abundaban 
ya  los  coroneles  y  oficiales  de  todas  graduaciones,  y  las  promocio- 
nes se  hacian  por  ligerísiraos  motivos.  D.  José  Maria  Liceaga,  ca- 
dete que  habia  sido  de  dragones  de  España,  de  cuyo  cuerpo  fué 
despedido,  á  quien  más  adelante  veremos  hacer  un  papel  muy  prin- 
cipal en  el  curso  de  la  revolución,  fué  entonces  nombrado  capitán, 
y  habiendo  hecho  presente  á  Hidalgo  que  en  Guanajuato  no  habia 
galoneros  que  supiesen  hacer  las  charreteras,  distintivo  de  aquel 
empleo,  lo  ascendió  á  teniente  coronel,  porque  era  más  fácil  encon- 
trar galones  para  ponerse  en  la  manga  los  dos  que  eran  la  divisa 
de  este  grado.  (52)  Todo  este  desconcierto  desacreditaba  la  revo- 
lución, y  él  y  los  saqueos  y  crímenes  que  en  todas  partes  la  acom- 

« 

(6I)  Casi  no  hubo  yago  ó  truhán  en  la  ciudad,  que  no  obtuviese  el  empleo 
de  capitán.  Uno  de  éstos,  llamado  D.  Rafael  Morales  yporsobre  nombre  ^^Cu> 
chimona,"  habia  sido  nombrado  por  el  intendente  Riafío  subdelegado  en  el 
Rincón  de  León,  de  cuyo  empleo  tuvo  que  removerlo,  por  queja  de  los  veci- 
nos del  pueblo,  y  ganaba  su  vida  haciendo  de  bufón  entre  los  jóvenes  de  Gua- 
najuato. Cuando  D.  Benigno  Bustamante  fué  á  solicitar  del  cura  Hidalgo  que 
permitiese  sacar  de  la  cárcel  á  su  padre,  lo  encontró  de  centinela,  con  las  pre- 
sillas de  capitán,  á  la  puerta  de  la  pieza  donde  Hidalgo  estaba,  y  felicitándo- 
lo por  su  pronto  ascenso,  le  contesto  con  desenfado,  que  era  ^'capitán  y  conde." 
Indultado  después,  estuvo  sirviendo  de  vigía  en  la  torre  de  León,  para  avilar 
con  una  bocina  cuando  se  avistaban  los  insurgentes. 


hutoria  bb  líÉnco.  $87 


««^«^^^■^Pi«^^'^^^«^« 


pafiaban,  eran  un  obstáculo  que  impedia  tomar  pan©  en  ©Ha  á  nin- 
guna persoila  respetable. 

La  fundición  de  cañones  se  encargó  á  D.  Eafael  Dávalos,  alum- 
no del  colegio  de  minería  de  México,  que  hacia  su  práctica  en  Va- 
lenciana j  daba  el  curso  de  matemáticas  en  el  colegio  de^  Guana- 
juato.  Diósele  el  empleo  de  capitán  de  artillería  con  el  grado  de 
coronel,  y  se  destinaron  á  la  fundición  las  capellinas  de  las  hacien- 
das de  los  españoles.  (53)  Los  cañones  resultaron  muy  imperfectos, 
y  uno  de  grandes  dimensiones  al  que  se  dio  el  nombre  de  m  Defen- 
sor de  la  América,  II  casi  del  todo  inservible.  Hiciéronse  también 
algunos  de  madera  reforzados  con  aros  de  fierro  en  el  exterior,  que 
no  fueron  de  mucho  uso.  Otro§  de  los  alumnos  del  mismo  colegio 
que  estaban  pn  Guánajuato  admitieron  diversos  empleos,  y  el  uno 
de  ellos,  D.  Mariano  Jiménez,  siguió  á  Hidalgo  habiéndosele  con- 
ferido el  grado  de  coronel.     ^ 

Uno  de  los  objetos  más  importantes  era  el  establecimiento  de 
una  casa  de  moneda,  para  poner  en  circulación  la  plata  en  pasta  que 
habia,  y  la  que  las  minas  continuaban  produciendo.  Destinóse 
para  ella  la  hacienda  de  S.  Pedro,  perteneciente  á  Joaquín  Pelaez, 
(54)  Entre  los  presos  que  fueron  puestos  en  libertad  á  la  entrada 
de  Hidalgo,  había  unos  que  estaban  procesados  por  monederos  fal- 
sos: éstos  fueron  llamados  para  plantear  el  establecimiento,  y  un 
herrero  joven,  que  habia  dado  muestras  de  habilidad  en  el  graba- 
do en  acero,  hizo  los  troqueles.  (55)  La  dirección  se  confió  á  D. 
Francisco  Kobles.  Mucho  honor  hace  á  los  artesanos  de  Guana- 

(53)  Lldmanse  capellinas  los  cilindros  de  cobre  dentro  de  los  cuales  se 
separa  por  la  evaporacien  el  mercurio  que  se  emplea  en  la  amalgamación. 

(54)  Pelaez  estuvo  casado  con  una  sobrina  de  la  condesa  de  Valenciana,  lo 
que  le  proporcionó  la  protección  de  aquella  casa  poderosa.  Con  el  fomento 
que  de  ella  recibió  adquirió  la  hacienda  de  que  se  trata,  y  dio  el  primer  im- 
pulso para  renorar  el  laborío  de  la  mina  antigua  y  abandonada  de  Mellado, 
que  ha  producido  después  tantas  riquezas.  Fué  hombre  de  talento  é  instruc- 
ción. ^ 

(55)  £u  los  primeros  años  de  mi  juventud,  intenté,  unido  con  los  hijos  de 
Riaño  y  D.  Bernabé  Bustamante,  formar  un  establecimiento  de  grabado  de 
mtisica,  que  era  entonces  muy  escasa  y  cara,  y  adiestramos  á  este  joven  ^n  gra- 
bar los  pttiiíKones,  que  fué  la  escuela  en  que  se  formó  para  grabar  los  troque- 
les de  la  casi^  de  moneda.  Todavía  conservo  entre  mis  papeles  música  graba- 
da  con  los  punzones  que  hizo.  No  he  podido  recordar  su  nombre  ni  saber  qufi 
muettQ  corrió. 


^88  HISTORIA  DE  M¿aOO. 


juato  la  prontitud  7  habilidad  con  quo  montaron  este  estableci- 
miento^ que  en  poco  más  de  dos  meses  estaba  á  punto  de  comen- 
zar á  trabajar^  siendo  las  máquinas  que  se  construyeron,  s^nn  las 
estampas  de  un  diccionario  de  artes,  más  perfectas  y  mejor  ejecu- 
tadas que  las  de  la  casa  de  moneda  de  México.  Nada  se  cambió 
eu  el  tipo,  pues  en  el  sistema  adoptado  para  la  rerolucion,  entraba 
esencialmente  conservar  el  nombre  del  rey  Fernando  y  el  escudo 
de  sus  armas. 

En  medio  de  su  triimfo,  Hidalgo  veia  con  desasosiego  los  pre- 
parativos de  guerra  que  se  hacian  en  S.  Luis  Potosí  por  ^  coman- 
dante de  brigada  Calleja,  y  cuando  éste  sacó  á  la  hadenda  de  la 
Pila  las  tropas  que  habia  reunido  para  disciplinarlas  mejor  en 
aquel  punto,  receló  que  iba  á  marchar  en  seguida  sobre  Guanajua- 
to,  y  por  la  noticia  que  corrió  de  que  Calleja  se  acercaba  y  aun 
que  estaba  en  Valenciana,  hizo  Hidalgo  poner  en  armas  su  gente 
el  dia  2  de  Octubre  á  las  nueve  de  la  noche,  mandando  que  se  ilu- 
minase la  ciudad  para  que  hubiese  menos  confusión  en  los  movi- 
mientos de  aquella  multitud  desordenada,  con  parte  de  la  cual  salió 
él  mismo  por  el  camino  de  Valenciana  y  regresó  á  poco  rato. 
Sin  embargo,  para  no  acobardar  á  su  gente,  mucha  de  la  cual  se 
ocultó  para  no  salir  con  él  á  Valenciana,  no  se  dijo  que  Calleja 
amagase  á  Guanajuato,  sino  que  venia  á  unirse  con  Hidalgo  una  fa- 
mosa barragana,  dueña  de  grandes  haciendas  en  E.io  Verde,  que 
conduela  mucho  número  de  indios  con  flechas,  y  aunque  nunca  se 
veriñcó  la  llegada  de  esta  amazona,  la  fábula  de  su  venida  sirvió  pa- 
ra entretener  por  muchos  dias  al  pueblo  de  Guanajuato  y  hacerle 
olvidarse  de  Calleja.  Hidalgo,  para  cersiorarse,  mejor  de  los  movi- 
mientos de  éste  y  combatirlo  en  su  marcha,  dando  por  cierta  la 
victoria  soberbio  con  el  triunfo  de  Granaditas,  hizo  salir  el  dia  3 
sus  cuadrillas  de  indios  para  la  Sierra  y  las  siguió  él  mismo  con  la 
caballería:  pero  habiendo  llegado  hasta  la  hacienda  de  la  Quema- 
da, y  cerciorádose  de  que  Calleja  no  habia  hecho  movimiento  al- 
guno, regresó  á  Guanajuato  con  parte  de  su  gente  dejando  la  de- 
más bajo  las  órdenes  de  Aldama,  quien  recorrió  todos  los  pueblos 
de  la  falda  de  la  Sierra  desde  S.  Felipe  pasando  por  S.  Miguel, 
tanto  para  estar  en  observación  de  lo  que  Calleja  intentase,  cuan- 


HISTORIA  DE    MÉXICO.  889 


to  para  reunir  mayores  fuerzas,  con  las  cuales  fué  á  unirse  de  nue- 
vo á  Hidalgo,  siguiendo  su  marcha  por  Chamacuero  y  Celaya.  Hi- 
dalgo, concluidas  las  disposiciones  que  le  convino  tomar  en  Guana- 
juato,  las  que  tuvieron  su  complemento  durante  su  ausencia,  re- 
solvió marchar  á  nuevas  empresas,  con  las  mayores  fuerzas  y  re- 
cursos que  le  habia  procurado  la  ocupación  [de  aquella  opulenta 
ciudad.  Veamos  ahora  cuáles  eran  los  aprestos  que  habia  hecho  el 
comandante  de  brigada  de  S.  Luis  Potosí,  y  cuales  [sus  combina- 
ciones con  otros  jefes  del  partido  real. 


J 


! 


mSTOBIA  BE  MÉXKX).  391 


CAPITULO  in. 

Btcibe  ariflO  d«  la  revolución  el  oomandanto  da  la  brigada  de  San  Luía  Potoaí  D.  Félix  Calleja.— 
Benne  la  tropa  de  la  brigada. — ^Levanta  gente. — Forma  oficiales. — Oampamento  en  la  hacienda  de 
la  Pila. — Fondos  de  que  dispuso.— Medidas  que  tomó. — Llega  Flon  á  Querétaro. — Acción  del  puer- 
to de  Carroza. — Karcha  Hidalgo  á  Valladolid. — Únese  Aldama  con  ¿L — Prisión  de  Garda  Conde* 
Rui  y  Merino  cerca  de  'Acámbaro. — Hnjen  de  Valladolid  el  Obispo  y  el  intendente  y  es  oogido 
éste. — Salida  de  Iturbide. — Entra  Hidalgo  en  Valladolid. — Levántase  la  excomunión. — Saqueo  de 
algunas  casasen  Valladolid.— Aumenta  Hidalgo  sus  fuerzas. — Sus  disposiciones  en  Valladolid.— 
Sale  para  México. — Revista  en  Aeámbaro  en  que  se  le  nombra  generalísimo. — Sale  Flon  á  unirse 
con  Calleja. — Proclama  de  Flon  á  los  habitantes  de  (Juerétaro. — Reúnanse  en  Dolores. — Saqueo  de 
varias  casas  en  San  Miguel  y  Dolores. — Toma  Calleja  el  mando  en  jefe. — Extiéndese  la  revolución 
en  Huichapan. — ^Ataca  Sánchez  i  Querétaro. — Muerte  de  Sánchez. — Sigue  Hidalgo  su  marcha  á 
México. — ^Batalla  del  monte  de  las  Cruces. — Sus  consecuencias. — Conflicto  de  la  capital. — Parla- 
mentarios de  Hidalgo. — No  son  recibidos  por  el  virrey. — Disposiciones  da  éste. — Retirada  de  Hi- 
dalgo.— £1  P.  Balleza  en  Toluca. — Encuéntrase  Hidalgo  eon  Calleja. — Enemistad  entre  Hidalgo.y 
Allende. — Batalla  de  Acúleo. — Consecuencias  de  éata. — Estado  del  país  despuea  de  la  batalla  de 
Acúleo. 

Entre  los  muchos  emisarios  que  Hidalga  envió  por  todas  partes 
para  propagar  la  revolución,  buscando  quien  la  apoyase  y  se  decla- 
rase en  su  favor  luego  que  él  diese  la  voz,  fué  uno  el  mozo  llamado 
i'Cleto,it  de  la  hacienda  de  Santa  Bárbara  cercana  á  Dolores,  el  cual 
se  dirigió  el  15  de  Setiembre  á  D.  Vicente  Urbano  Chaves,  de  la  ju- 
risdicción de  Santa  María  del  Eio,  informándole  de  lo  que  el  cura 
intentaba,  é  invitándole  á  tomar  parte  en  el  movimiento  que  debia 
verificarse  el  28^  y  ocurriendo  en  seguida  á  la  hacienda  de  Santa 
Bárbara  donde  habia  un  gran  depósito  de  armas,  monturas  y  caba- 
llos prevenidos  al  intento.  Chavez  condujo  á  Cleto  á  hablar  con  D. 
José  Gabriel  Armijo,  quien  procuró  tomar  de  él  una  completa  in- 
formación, y  no  satisfecho  con  las  noticias  que  le  dio,' le  pidió  al- 
guna constancia  por  escrito  del  mismo  cura  para  decidirse  por  la 
empresa.  Cleto  ofreció  traer  lo  que  se  le  pedia  el  lunes  17  á  me. 
dia  noche.  Armijo  y  Chavez  pusieron  todo  lo  ocurrido  en  conoci- 
miento del  subdelegado  del  pueblo  D.  Pedro  García,  quien  por  me- 
dio  del  capitán  D.  Pedro  Meneso,  dio  inmediatamente  parte  al  co- 
mandante de  la  brigada  de  San  Luis  Potosí,  brigadier  D.  Félix  M* 
Calleja,  Cleto  volvió  como  habia  prometido,  trayendo  no  ya  la  cons 


392  HISTORIA  DS  MÉZÜGO. 

tancia  que  se  le  pidió,  sino  la  noticia  de  haber  comenzado  la  revo- 
lución en  la  madrugada  del  16,  según  un  papel  que  presentó  firma- 
do por  Hidalgo.  (1) 

Con  el  primer  aviso,  Calleja,  que  se  hallaba  en  la  hacienda  de 
Bledos,  perteneciente  á  su  esposa,  se  trasladó  á  San  Luis  muy  opor- 
tunamente, pues  dos  horas  después  de  haber  salido,  llegó  una  par- 
tida que  Hidalgo  habia  enviado  en  su  busca,  j  con  la  noticia  que 
recibió  el  19  en  la  mañana  de  haber  comenzado  la  revolución,  pasó 
al  Valle  de  San  Francisco  para  imponerse  de  máí  cerca  del  estado 
d©  las  cosas.  Vuelto  á  San  Luis,  sin  esperar  órdenes  del  virrey  y 
haciendo  uso  de  la  plenitud  de  facultades  que  era  indispensable, 
para  proceder  con  la  actividad  que  las  circunstancias  lo  exigian, 
mandó  se  pusiesen  sobre  las  armas  los  dos  regimientos  de  drago- 
nes provinciales  de 'San  Luis  y  San  Carlos,  y  por  circulares  dirigi- 
das á  los  pueblos  y  haciendas  de  su  distrito,  pidió  toda  la  gente 
armada  que  de  cada  punto  pudiese  sacarse.  Era  operación  lenta 
reunir  los  cuerpos  provinciales  de  caballería,  porque  además  de  es- 
tar las  compañías  distribuidas  en  diversas  poblaciones,  los  caballos 
estaban  repartidos  en  las  haciendas  de  campo  que  tenían  cargo  de 
mantenerlos;  pero  la  actividad  de  Calleja  hizo  que  todos  estuviesen 
dispuestos  á  marchar,  y  como  en  la  provincia  de  San  Luis  !a  pro- 
piedad territorial,  por  la  naturaleza  del  clima  y  escasa  población, 
se  halla  repartida  entre  poci  s  individuos,  todos  estos  ricos  propie- 
tarios se  apresuraron  á  mandar  gran  número  de  gente  á  su  servi- 
cio, á  las  órdenes  de  los  mismos  dueños  ó  de  sus  principales  depen- 
dientes. Entre  todos  se  distinguió  D.  Juan  Moneada,  conde  de  San 
Mateo  Valparaíso  y  marqués  del  Jaral  de  Berrio,  con  quien  Allen- 
de habia  dicho  á  Hidalgo  que  contaba  para  su  empresa;  pero  ya 

(1)  D.  Carlos  María  Bustamante  ha  publicado  en  1828  un  cuaderno  dedi- 
cado al  congreso  de  Zacatecas,  con  el  título  "Campaláatf  del  general  Calleja,"- 
sacado  de  las  constancias  y  comunicaciones  que  existen  en  la  antigua  secreta- 
ría del  virreynato,  y  en  lá  segunda  edición  de  su  Cuadro  histórico  ha  repetido 
el  contenido  de  aquel  opúsculo,  al  que  me  refiero  para  todo  lo  relativo  á  las 
disposiciones  de  Calleja,  habienbo  consultado  en  el  archivo  las  constancias 
originales.  Bustamante,  con  su  original  empeño  de  que  los  españoles  hubie- 
sen de  ser  los  que  hiciesen  la  independencia,  6  por  lo  menos  que  no  pusiesen 
obstáculo  á  ella,  censura  fuertemente  á  Calleja,  por  no  haber  aprovechado  la 
ocasión  que  se  le  presentaba,  y  por  haber  empleado  contra  los  independientes 
los  grandes  recursos  que  tuvo  en  sus  manos.  Cuadro  histórico,  tom.  1%  foL60. 


HISTORIA.  BB  MÉXICO.  893 

sea  que  esto  fuese  falso  y  solo  inventado  para  dar  mayor  importancia 

á  la  empresa  misma,  ó  que  el  marqués  cambiase  su  resolución,  no 

solo  puso  á  las  órdenes  de  Calleja  mucho  número  de  sus  criados 

armados,  sino  que  él  mismo  tomó  el  mando  de  ellos,  por  lo  que  se 

lejdió  por  el  virrey  el  empleo  de  coronel. 

Además  de  los  oficiales  que  Calleja  formó  de  los  dependientes  de 

las  haciendas  y  minas  que  condujereis  la  gente  que  de  todas  partes 
habia  pedido,  escójió  otros  de  diversas  profesiones,  y  obligó  á  de- 
tenerse con  el  mismo  fin,  á  los  europeos  que  sallan  huyendo  de  la 
provincia  de  Guanajuato  y  que  intentaban  dirigirse  á  la  costa.  No 
tenían  conocimiento  alguno  en  la  milicia,  pero  podia  contar  con  su 
fidelidad  y  esto  era  lo  esencial.  De  esta  escuela  salieron  los  jefes 
más  distinguidos  del  ejército,  que  veremos  hacer  el  papel  principal 
en  todos  los  sucesos  antes  y  después  de  la  independencia.  Meneso, 
Armijo,  Orrantia  (e),  Aguirre  (e),  Barragan,  los  Béisteguis  (e),  Ma- 
drid (e),  Bustamante,  que  era  entonces  cirujano  del  regimiento  de 
San  Luis;  Gómez  Pedraza,  que  salió  á  tomar  por  la  primera  vez  las 
armas  de  una  hacienda  de  su  familia  inmediata  á  Bi  o  Verde,  y  tan- 
tos otros  que  fueron  por  mucho  tiempo,  más  bien  que  los  defen- 
sores del  gobierno  español,  los  apoyos  de  la  civilización,  del  or- 
den y  de  la  propiedad. 

Para  organizar  convenintemente  el  ejército  que  levantaba,  sa- 
lió Calleja  á  situarse  eu  la  hacienda  de  la  Pila  inmediata  á  San 
Luis.  Allí,  colocado  el  retrato  de  Femando  VII  bajo  un  dosel, 
exigió  de  nuevo  el  juramento  de  fidelidad  á  aquel  soberano;  dirigió 
una  proclama  á  las  tropas  instruyéndolas  de  la  revolución  comen- 
zada en  Dolores  que  atribuyó  á  influjo  de  Napoleón,  y  exhortán- 
dolas á  defender  los  objetos  más  sagrados  para  el  hombre,  que  son 
la  religión,  ley  y  patria,  les  dice:  "Vamos  á  disipar  esa  porción  de 
bandidos  que  como  una  nube  destructora  asolan  nuestro  país,  por- 
que no  han  encontrado  oposición.  Yo  estaré  con  vosotros  á  vuestra 
cabeza,  y  partiré  con  vosotros  la  fatiga  y  los  trabajos:  solo  exijo  de 
vosotros  imion,  confianza  y  hermandad.  Contentos  y  gloriosos  por 
habar  restituido  á  nuestra  patria  la  paz  y  el  sosiego,  volveremos  á 
nuestros  hogares  á  disfrutar  el  honor  que  solo  está  reservado  á  los 

valientes  y  leales."  (2) 
(2)  Esta  proclama  es  fecha  en  San  Luis  en  2  de  (>otubre. 

TOMO  i.^^$o 


394  HISTORIA  DB   MÉXICO. 


No  habiendo  en  la  brigada  de  San  Luis  cuerpo  ninguno  de  infan- 
tería, formó  un  batallón  de  esta  arma  con  la  gente  que  recibió  de 
la  hacienda  de  Bocas  y  del  pueblo  del  Venado,  y  este  cuerpo  cono- 
cido con  el  nombre  de  los  » tamarindos,  n  por  haberlo  uniformado 
con  gamuza  que  tiene  el  color  de  aquel  fruto,  adquirió  en  esta  cam- 
paña justa  nombradla  por  su  valor,  de  que  dio  señaladas  pruebas. 
El  mando  se  le  dio  á  D.  José  Antonio  Oviedo,  administrador  de 
la  hacienda  de  Bocas,  á  quien  por  esta  circunstancia  llamaban  los 
soldados  ^el  amo  Oviedo,  n  No  teniendo  bastante  armamento  para 
toda  la  gente  que  se  le  habia  presentado,  hizo  volver  á  sus  casas 
mucha  de  ella  y  con  la  que  retuvo  formó  cuerpos  de  caballería  ar- 
mados con  lanzas,  que  distribuyó  en  escuadrones,  de  los  que  más 
adelante  se  formó  el  regimiento  de  "Fieles  de  Potosí, ti  que  fué  el 
cuerpo  de  caballería  más  afamado  del  ejército.  Fundió  también  ar- 
tillería, de  la  que  tuvo  en  su  ejército  cuatro  piezas,  dos  de  á  4  y  dos 
de  á  6,  y  quedó  la  fundición  en  actividad  para  aprestar  otras  más. 

P^ara  proveer  á  los  gastos  muy  considerables  que  todos  estos  pre- 
parativos requirieron,  hizo  Calleja  uso  de  todos  los  fondos  que  ha- 
bia en  las  cajas  reales,  que  ascendían  á  382,000  pesos)  los  que  pu- 
so á  su  disposición  el  intendente  D.  Manuel  de  Acevedo  (e).  Man- 
dó volver  á  San  Luis  é  ingresar  en  las  mismas  cajas  la  conducta  de 
platas  que  caminaba  á  México,  que  habia  sido  detenida  en  Santa 
María  del  Rio  por  el  subdelegado  García  luego  que  supo  el  movi- 
miento de  Hidalgo,  para  impedir  que  cayese  en  poder  de  éste:  en 
ella  se  remitían  un  tejo  de  oro  y  815  barras  de  plata,  de  las  cuales 
eran  94  pertenecientes  al  erario.  Varios  particulares  le  franquearon 
también  cuantiosas  sumas,  principalmente  un  vecino  del  Valle  del 
Maíz,  llamado  Ortiz  de  Zarate,  y  D.  Fermín  Apezechea  (e),  D.  Ber- 
nardo de  Iriarte  (e)  y  D.  Julián  Pemartin  (e),  mineros  ricos  de  Za- 
catecas que  al  primer  amago  de  revolución  se  retiraron  de  aquella 
ciudad  dirigiéndose  por  Cedros  hacia  la  costa  para  poner  en  segu- 
ridad sus  personas  y  caudales,  le  entregaron  con  calidad  de  reinte- 
gro que  se  les  hizo  en  México  por  el  virrey,  225,000  pesos  en  reales, 
94  barras  de  plata  quintada  y  2,800  de  la  misma  en  pasta.  Por  es- 
tas considerables  sumas,  y  las  que  en  su  lugar  hemos  visto  qae  se 
reunieron  exj  Guanajuato  cuando  el  intendente  Biaflo  se  hizo  fuer- 


HISTORIA  DE  MÉXICO  ^  395 


^^^^^■M»^^i^É^^ 


te  en  la  Albóndiga  de  Granadítas^  se  echa  de  ver  la  abundancia  de 
la  plata  y  numerario  qne  entonces  habia,  en  especial  en  las  provin- 
cias mineras»  y  los  muchos  y  cuantiosos  caudales  que  en  ellas  exis- 
tían pemecientes  á  particulares,  tanto  comerciantes,  como  mineros 
y  agricultores.  Con  tales  recursos,  Calleja  no  solo  pudo  hacer  con 
amplitud  todos  sus  preparativos  de  guerra,  sino  que  también  tuvo 
los  fondos  suficientes  para  los  gastos  de  la  campaña  por  algún 
tiempo. 

A  esta  abundancia  de  fondos  de  que  Calleja  pudo  disponer,  á  su 
extraordinaria  actividad  y  al  influjo  que  ejercia  en  la  provincia  de 
San  Luis^  en  la  que  sus  órdenes  eran  obedecidas  puntualmente,  de- 
bió el  virrey  Venegas  tener  un  ejército  que  oponer  al  torrente  de  la 
revolución:  los  medios  ordinarios  no  bastaban;  las  tropas  que  el 
virrey  podia  emplear  eran  en  demasiado  corto  número,  y  sin  las 
fuerzas  que  Calleja  levantó  y  organizó,  es  muy  probable  que  el 
triunfo  de  Hidalgo  hubiera  sido  pronto  y  completo,  y  que  la  anar- 
quía, que  habría  sido  la  consecuencia  precisa  de  él,  hubiera  devas- 
tado todo  el  reino.  Venegas  le  habia  prevenido  en  17  de  Setiem- 
bre, que  pasase  inmediatamente  á  Querétaro  para  asegurar  aquel 
punto,  llevando  consigo  solo  una  escolta,  y  que  sin  demora  le  si- 
guiesen los  regimientos  de  S.  Luis  y  S.  Carlos.  Esta  orden  proce- 
día de  haberse  descubierto  la  conspiración  formada  en  aquelia  ciu- 
dad, y  Venegas  ignoraba  entonces  que  la  revolución  hubiese  esta- 
llado en  Dolores:  cuando  Calleja  la  recibió,  las  cosas  habian  variado 
notablemente,  por  lo  que  manifestó  al  virrey,  que  no  le  era  posible 
apartarle  de  S.  Luis,  en  donde  habia  descubierto  una  conspiración 
tramada  por  algunos  oficiales,  que  habian  ofrecido  á  los  insurgen- 
tes pasarse'  con  los  cuerpos  que  mandaban  en  el  momento  de  una 
acción,  descubrimiento  que  habia  hecho  por  la  fidelidad  de  un  sar- 
gento: que  un  clérigo  comprometido  en  aquella  trama,  se  habia 
quitado  él  mismo  la  vida  viéndose  descubierto,  y  que  en  los  luga- 
res más  públicos  de  S.  Luis,  se  habian  fijado  pasquinas  que  indi- 
caban una  muy  próxima  explosión.  Ofreció  sin  embargo  al  virrey 
que  se  reuniria  con  el  conde  de  la  Cadena,  que  marchaba  á  Queré* 
taro  para  seguir  el  plan  que  Venegas  le  proponía,  ocupándose  en- 
tretanto de  arreglar  y  disciplinar  \q^  cuerpos  que  habia  levantado^ 


396  HISTORIA  DE  M¿XIGO. 


^^S^^^^^^tf^^^^«^^ta^^«^^ta^^a^^hi^^^*^^^ta^^^^^^^^^^^ 


que  estaban  todavía  informes,  como  compuestos  de  gente  recien 
reunida.  El  virrey  en  vista  de  esta  exposición,  le  dejó  seguir  el 
plan  que  habia  formado. 

Como  la  revolución  se  propagaba  con  velocidad  por  todas  partes, 
para  evitar  una  invasión  en  S.  Luis,  cubrió  Calleja  con  parte  de 
sus  fuerzas  los  caminos  principales,  situando  en  el  puerto  de  S. 
Bartolo  y  otros  puntos,  dos  escuadrones  de  caballería  provincial 
con  cuatrocientos  lanceros  de  las  haciendas  del  Jaral  y  Barrancas, 
y  para  dejar  resguardada  la  ciudad,  dispuso  quedasen  en  ella,  á 
las  órdenes  del  comandante  D.  Toribio  Cortina,  setecientos  hom- 
bres, entre  los  cuales  se  contaban  trescientos  cincuenta  infantes, 
una  compañía  montada  de  cuarenta  hombres,  otros  setenta  que 
allí  habia  y  tres  compañías  de  urbanos  que  levantó.  Habia  man- 
dado además  que  fuesen  á  aquella  ciudad  doscientos  hombres  de 
Colotlan,  lo  que  no  llegó  á  tener  efecto. 

Entretanto  que  Calleja  se  ocupaba  de  levantar  estas  fuerzas, 
Flon  habia  llegado  á  Querétaro  con  las  que  salieron  de  México 
bajo  su  mando.  Los  insurgentes  se  acercaron  á  aqueUas  imnedia- 
ciones  por  el  camino  de  S.  Miguel  el  Grande,  y  Flon  destacó  con- 
tra ellos  una  división  de  seiscientos  hombres,  á  las  órdenes  del  sar- 
gento mayor  D.  Bernardo  Tello,  compuesta  de  infantería  de  Cela- 
ya,  dragones  de  Sierra  Gorda,  la  compañía  de  voluntarios  de  Ce- 
laya  formada  en  Querétaro  con  los  europeos  fugados  de  aquella 
ciudad,  de  que  fué  nombrado  capitán  D.  Antonio  Linares,  y  dos 
cañones.  Tello,  creyendo  que  la  fuerza  de  las  enemigos  no  excedía 
de  trescientos  hombres,  se  dirigió  á  buscarlos;  pero  encontrando 
que  no  bajaban  de  tres  mil,  ventajosamente  situados  en  el  puerto  de 
Carroza,  la  divisipn  se  dispersó,  no  quedando  más  que  ciento  ochen- 
ta hombres  sin  más  oficial  que  Linares,  el  cual  avanzó  al  ataque, 
con  lo  que  dio  lugar  á  que  la  división  se  rehiciese  y  en  la  tarde  del 
6  de  Octubre  sostuvo  una  acción,  en  la  que  los  indios,  no  conocien- 
do el  efecto  de  la  artillería,  se  precipitaban  sobre  ella  creyendo  de- 
fenderse con  presentar  á  las  bocas  de  los  cañones  sus  sombreros 
de  paja:  (3)  así  fué  grande  la  mortandad  que  tuvieron,  siendo  com- 

(3)  Este  hecho  apenas  creíble,  me  ha  sido  asegurado  por  todos  los  que  han 
tenido  conocimiento  del  suceso. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  897 

pletamente  desbaratados,  sin  mas  pérdida  de  los  realistas  que  la 
de  un  soldado  de  Celaya,  muerto  por  casualidad  por  su  misma  ar- 
tilleríai  (4)  Aunque  de  muy  poca  importancia,  este  reencuentro 
fué  aplaudido  como  una  victoria,  por  ser  la  primera  acción  dada  á 
los  insurgentes  en  campo  raso,  y  se  la  miró  como  un  feliz  presagio 
de  las  sucesivas.  Tello  recomendó  al  gobierno  el  buen  comporta- 
miento de  los  soldados  de  Celaya,  do  cuya  fidelidad  se  dudaba  por 
estar  con  Hidalgo  una  parte  considerable  de  aquel  cuerpo,  y  por 
este  suceso  se  pudo  ver,  que  la  tropa  seguiría  el  partido  á  que  se 
adhiriese  el  punto  en  donde  se  encontrase  y  que  sus  jefes  abraza- 
sen. (5) 

Por  la  llegada  del  conde  de  la  Cadena  á  Querétaro,  Hidalgo  se 
encontraba  en  Guanajuáto  colocado  entre  aquel  y  Calleja,  y  si  hu- 
biera  sido  tal  la  gente  que  habia  juntado,  que  se  hubieran  podido 
emprender  con  ella  operaciones  regulares  de  un  plan  sistemático  de 
guerra,  debiera  haber  impedido  la  reunión  de  las  fuerzas  del  ene- 
migo, cayendo  todas  las  suyas  sobre  Calleja,  cuyo  ejército  se  com- 
ponía en  su  mayor  parte  de  gente  bisofia,  que  estaba  recibiendo 
las  primeras  lecciones  del  manejo  de  las  armas,  para  echarse  en 
seguida  sobre  Flon  y  destruidas  así  todas  las  tropas  de  que  el  vi- 
rrey podía  disponer,  le  quedaba  abierto  el  camino  de  la  capital,  cu- 
ya toma  hubiera  sido  fácil  y  hubiera  coronado  su  triunfo:  pero  no 
confiaba  bastante  en  su  ejército  para  presentarlo  en  campo  abierto 
contra  tropas  mejor  disciplinadas,  y  todo  se  lo  prometía  del  pro- 
greso que  la  revolución  por  sí  misma  iba  teniendo.  Por  otra  parte, 
Calleja  y  Flon,  por  un  movimiento  combinado  sobre  Guanajuáto, 
hubieran  podido  extinguir  ésta  casi  en  su  origen;  pero  el  secreto 
de  la  debilidad  de  los  insurgentes  no  estaba  descubierto  todavía,  y 
Calleja  no  había  concluido  sus  preparativos,  ni  Flon  debía  empren- 

(4)  Gacetarde  9  de  Octubre,  tomo  1?,  núm.  119,  fol.  849. 

(5)  La  relación  que  he  hecho  de  eBta  acción,  es  tomada  de  una  representa- 
ción que  hizo  al  virrey  Apodaca  D.  Antonio  Linaree,  exponiendo  sus  servicios, 
de  que  tengo  copia.  La  que  se  publicó  en  la  gaceta  citada  es  falsa,  merecien- 
do mas  confianza  lo  que  dice  Linares,  quien  agrega,  que  satisfecho  de  sus  ser- 
vicios y  del  comportamiento  de  su  compañía,  el  conde  de  la  Cadena  hizo  que 
siguiese  Linares  con  ella  en  el  ejército  que  se  llamó  del  centro,  copiándole  el 
difícil  servicio  de  las  descubiertas.  Esto,  sin  variar  el  resultado,  hace  muy  di- 
verso el  orden  de  la  acción.  Tello  disimula  lo  ocurrido  diciendo  en  su  parte, 
que  quiso  retirarse  por  acercarse  la  noche. 


y 


398  HISTORIA  DE  MÉQCO. 

der  nada  por  sí  solo  antes  de  su  reunión  con  aquel,  según  el  plan 
de  operaciones  que  se  les  habia  comunicado  por  el  virrey.  Recelo- 
sos así  unos  de  otros,  como  sucede  cuando  todavía  no  se  sabe  de 
lo  que  es  capaz  un  enemigo;  asegurado  Hidalgo  de  que  Calleja  no 
se  movería  en  algún  tiempo,  y  esperando  acaso  que  no  le  permiti- 
rían hacerlo  las  inquietudes  que  se  suscitasen  en  S.  Luis  por  las 
inteligencias  que  allí  tenia,  resolvió  ponerse  en  marcha  sobre  Va- 
Uadolid,  dejando  á  Guanajuato  enteramente  á  disposición  del  ene- 
migo, pues  eran  insignificantes  los  medios  de  defensa  que  allí  que- 
daron. Entraba  también  sin  duda  por  mucho  en  esta  determinación, 
la  satisfacción  de  presentarse  como  vencedor  en  la  ciudad  en  que 
habia  pasado  como  estudiante  sus  primeros  años,  y  hacerse  acatar 
en  ella  por  aquellos  altivos  canónigos,  ante  los  cuales  tantas  veces 
el  humilde  cura  tenia  que  presentarse  como  suplicante:  lisonjas  del 
amor  propio  y  pequeneces  de  los  hombres,  que  á  veces  influyen 
más  que  otros  motivos  en  sus  más  importantes  acciones. 

El  lunes  8  de  octubre  salió  de  Guanajuato  una  vanguardia  de 
tres  mil  hombres,  á  las  órdenes  de  D.  Mariano  Jiménez  hecho  co- 
ronel por  Hidalgo,  y  éste  le  siguió  con  los  demás  generales  y  toda 
su  gente  el  dia  10,  llevándose  todo  el  dinero  que  tenia  y  treinta  y 
ocho  españoles:  los  demás,  con  los  que  se  continuaron  trayendo  de 
todos  los  puntos  de  la  provincia,  quedaron  en  la  Alhóndiga,  en  la 
que  se  reunieron  hasta  el  número  de  doscientos  cuarenta  y  siete 
Díjose  que  la  marcha  era  sobre  Querétaro;  pero  tomando  hacia  el 
Sur  dividida  la  gente  en  dos  trozos,  se  dirigió  á  Valladolid  por  el 
Valle  de  Santiago  y  Acámbaro,  (6)  engrosando  su  número  los  in- 
dios y  gente  del  campo  de  todos  los  lugares  del  tránsito.  Aldama 
con  las  fuerzas  que  habia  recogido,  siguió  desde  Celaya  á  Indapa- 
rapeo,  donde  se  reunió  á  Hidalgo. 

Tratábase  en  Valladolid  de  hacer  resistencia,  contando  con  el  re- 
gimiento  de  infantería  provincial  y  con  las  compañías  que  se  co* 
menzaron  á  levantar  desde  que  se  supo  el  movimiento  de  Hidalgo 
en  Dolores,  á  cuya  cabeza  estaba  el  prebendado  D.  Agustín  Ledos, 
porque  en  aquella  población  enteramente  levítica,  los  canónigos 
eran  todo.  Dispúsose  también  fundir  artillería  bajo  la  dirección  del 

(6)  Apuntes  manuscritos  del  Dr.  Arechederreta. 


HI8T0BIÍL  DB  Mineo.  '  899 

obispo  Abad  y  Queipo,  y  al  efecto  se  bajó  el  esquilón  mayor  de 
las  torres  de  la  catedral:  (7)  pero  todas  estas  disposiciones  se  enti- 
biaron, luego  que  se  supo  que  los  coroneles  García  Conde  y  Rui  y 
el  intendente  Merino,  que  como  hemos  visto  habían  sido  despacha- 
dos aceleradamente  por  el  virrey,  para  poner  en  estado  de  defen- 
sa aquella  capital  y  provincia,  hablan  sino  aprehendidos  cerca  de  , 
Acámbaro  por  el  torero  Luna,  quien  los  mandó  a  Celaya  á  disposi- 
cian  de  Aldama  que  se  hallaba  en  S.  Miguel,  á  dónde  éste  dio  or- 
den se  les  condujese;  pero  encontrándolos  en  el  camino,  los  hizo 
volver  atrás  y  seguirlo  hasta  ponerlos  en  Indaparapeo  en  poder  de 
Hidalgo.  (8)  Al  aproximarse  éste,  viendo  la  insuficiencia  de  tales 
preparativos  y  desconfiando  del  pueblo  y  del  regimiento  provincial, 
cuya  oficialidad  estaba  en  gran  parte  comprometida  en  la  revolu- 
ción desde  que  se  formó  la  conspiración  en  aquella  ciudad  en  fin 
del  año  de  1809,  el  asesor  que  funcionaba  de  intendente,  D.  José 
Alonso  Terán,  el  obispo,  varios  canónigos  y  muchos  de  los  europeos 
avecindados  allí,  emprendieron  retirarse  á  México;  mas  no  pudien- 
do  seguir  el  camino  directo  por  ser  el  mismo  que  Hidalgo  traia 
desde  Aciimbaro,  tomaron  divers.is  direcciones,  llegando  á  la  capi- 
tal el  obispo  con  los  que  le  acompañaban;  pero  el  asesor  con  otros 
muchos  fué  detenido  en  Huetamo  por  el  cura,  que  puso  en  alarma 
al  pueblo,  y  de  allí  fué  vuelto  á  Valladolid  y  puesto  en  manos  de 
Hidalgo.  D.  Agustín  Iturbide  salió  de  la  ciudad  con  setenta  hom- 
bres de  su  regimiento  que  quisieron  seguirlo,  y  aunque  Hidalgo  le  ^ 
hizo  proponer  el  empleo  de  teniente  general  si  quería  unirse  á  él, 
Iturbiie  lo  rehusó  y  continuó  su  marcha  á  México  á  presentarse 
al  virrey.  (9) 
Una  comisión  compuesta  del  canónigo  Betancourt,  del  capitán 

(7)  BuBtamante,  Cuadro  histórico,  tom.  1?,  fol.  70. 

(8)  García  Conde  escribió  una  relación  de  todo  lo  ocurrido,  mientras  estu- 
vo prisionero  con  sus  compañeros  siguiendo  el  ejército  de  Hidalgo,  que  por 
ser  interesante  para  conocer  bien  esta  primera  época  de  la  revolución,  se  ha 
puesto  en  el  apéndice,  señalada  con  el  núm.  18. 

(9)  Así  lo  dice  el  mismo  Iturbide  en  su  manifiesto,  y  por  esto  se  vé  cuan 
íalso  es  lo  que  asienta  Rocafuerte  en  un  folleto,  que  con  el  título  "del  Pig- 
malion  americano,''  imprimió  en  los  Estados-Unidos  contra  Iturbide  en  1824, 
cuando  dice  que  éste  no  abrazo  el  partido  de  la  revolución,  porque  no  podia 
obtener  en  ella  los  ascensos  que  en  los  tropas  reales.  {Tantos  desaciertos  hace 
decir  el  espíritu  de  partídol 


400  *  HISTOEIA  DE  IffÉXICO. 

D.  José  María  Af ancibia  y  del  regidor  D.  Isidro  Huarte,  salió  á 
recibir  á  Hidalgo  al  pueblo  de  Indaparapeo,  á  cinco  leguas  de  Va- 
lladolid.  El  15  de  Octubre  entró  en  aquella  ciudad  el  coronel  Ro- 
sales, el  16  Jiménez  con  la  vanguardia  que  mandaba,  y  el  17  Hidal- 
go con  todo  el  grueso  de  su  gente,  y  fué  recibido  con  repique  de 
campanas  y  demás  solemnidades  en  tales  casos  acostumbradas.  Pa- 
sando delante  de  la  catedral,  se  apeó  del  caballo  para  entrar  á  dar 
gracias,  y  encontrando  la  iglesia  cerrada  se  irritó  mucho  y  manifestó 
con  dureza  su  desagrado  contra  los  canónigos,  declarando  vacantes 
todas  las  prebendas  menos  cuatro;  y  este  enfado  no  se  calmó  ni  aun 
cuando,  alojado  en  la  casa  del  canónigo  Cortés,  fué  visitado  por  los 
individuos  del  cabildo  á  quienes  trató  mal,  y  aunque  se  dispuso  que 
en  el  siguiente  dia  se  celebrase  una  misa  solemne  de  acción  de  gra- 
cias, no  asistió  á  ella  Hidalgo  sino  solo  Allende.  (10) 

Habia  quedado  por  gobernador  de  la  mitra,  á  la  salida  del  obis- 
po, el  canónigo  conde  de  Sierra  Gorda,  quien  esti^echado  por  Hi- 
dalgo, alzó  la  excomunión  impuesta  por  el  obispo  contra  éste  y  los 
que  le  siguiesen,  y  esta  declaración  se  circuló  por  cordillera  á  todos 
los  curas,  para  que  la  leyesen  en  sus  parroquias  en  un  dia  festivo. 
(11)  Mucho  debieron  perder  de  su  fuerza  las  armas  de  la  Igle- 
sia, viéndolas  emplear  así  á  discreción  de  los  partidos.  El  conde 
de  Sierra  Gorda,  llamado  después  á  México  por  el  gobierno,  se  dis- 
culpó del  cargo  que  se  le  hizo  por  esta  conducta. 

Aunque  á  la  entrada  de  Hidalgo  no  hubiese  habido  saqueo,  ha- 
biéndose así  convenido  con  los  comisionados  que  salieron  á  recibirlo, 
no  pudo  evitarse  en  el  dia  de  la  solemnidad  de  la  misa  de  gracias.  Los 
indios  se  echaron  tumultuariamente  sobre  las  casas  de  algunos  es- 
pañoles, especialmente  las  del  asesor  Terán,  del  canónigo  Barcena, 
de  las  de  Aguilera,  Olarfee,  Losal  y  Aguirre,  sacando  todo  cuanto 
en  ellas  habia,  y  rompiendo  y  destruyendo  los  adornos  y  pinturas 
que  no  se  pudieron  llevar.  Para  contener  este  desorden,  Allende 
hizo  loa  mayores  esfuerzos  y  mandó  disparar  un  cañón,  siendo  muer- 
tas ó  heridas  muchas  personas,  y  con  este  estrago  se  sosegó  el  tu  - 
multo,  que  estuvo  á  punto  de  volver  á  comenzar,  porque  habiendo 

(10)  Bastamante,  Cuadro  histórico,  tom.  V  fol.  72. 

(11)  Arechederreta,  Apuntes  históricos  manuscritos. 


HISTORIA  DE  M^XIOO.  401 


^»^^j^^Ni^i^^^4fc^»p 


muerto  algunos  indios  por  los  excesos  que  cometían  comieiido  por- 
ción de  frutas  y  bebiendo  cantidad  de  licores,  cuyo  fennento  lea 
era  mortal,  corrió  la  voz  de  que  estaba  envenemado  el  ngaárdiento 
de  una  tibiida.  El  mismo  Allende,  para  hacer  yer  que  era  falso,  bebió 
de  él  á  la  vista  de  todos,  con  lo  que  se  calmó  la  gente.  (12)  El  fu- 
nesto impulso  que  Hidalgo  habia  dado  al  desorden,  consicieránde* 
lo  como  único  medió  de  hacer  progresar  la  revolución,  era  tal,  que 
á  nadie  le  era  ya  posible  contener  estos  excesos.  El  mismo  recono- 
ció e\i  Valladolid  que  tales  medios  le  habían  conducido  á  un  tér- 
mino, en  que  ya  no  podia  sobreponerse  á  la  tempestad  que  habia 
levantado:  estaba  en  aquel  convento  del  Carmen  Fr.  Teodoro  de 
la  Concepción,  que  secularizado  años  después,  volvió  á tomar  su  nom- 
bro de  familia  do  Zimavilla  y  murió  hace  poco  tiempo  siendo  cura 
de  S.  Felipe:  este  religioso  en  una  misa  de  rogación  pocos  dias  an- 
tes de  la  entrada  de  Hidalgo,  habia  predicado  con  vehemencia  con- 
tra él  y  su  proyecto:  siendo  condiscípulo  y  amigo  de  Hidalgo  sintió 
éste  mucho  la  severidad  con  que  lo  habia  tratado  el  predicador, 
y  reconviniéndole  por  ello  cuando  hubo  entrado  en  la  ciudad,  JFr- 
Teodoro  le  contestó,  que  si  se  habia  expresado  en  términos  tan 
fuertes,  cuando  no  habia   conocido   por  sí  mismo  lo  que  era  la 
revolución  que  habia  promovido,  mucho  más  debería  hacerlo  ha* 
biéndolo  visto;  y  preguntándole  á  Hidalgo  ¿qué  intentaba  y  qué 
era  aquello?  lo  contestó  con  sinceridad,  que  más  fácil  le  sería  decir 
lo  que  habia  querido  que  fuese,  pero  que  él  mismo  no  comprendía 

(12)  Biistam.,  Cuad.  hist.  tom.  1*?,  fols.  74  y  75,  para  tener  ocasión  de  com- 
parar á  Alléhde  con  el  grande  Alejandro,  cuando  ente,  en  una  grave  enfernae* 
dad,  no  dudó  tomar  la  bebida  que  le  presentó  su  médico  Filipo,  aunque  habia 
"^recibido  aviso  de  estar  emponzoñada,  cuenta,  que  para  averiguar  si  el  aguar- 
diente estíiba  envenenado,  fué  Allende  á  la  tienda  de  D.  Isidro  Huerta,  pidió 
un  vaso  de  aquel  licor  y  bebiéndolo,  dijo  al  que  se  lo  presentó:  ^^Si  este  aguar- 
diente, está  eriveneuado  y  obra  en  mí  su  terrible  efecto,  vd.  dispóngase  para 
morir/'  La  comparación  no  puede  ser  más  absurda.  Alejandro  tenia  necesidad 
de  tomar  aquella  medicina  para  i*e8tablecer  prontamente  su  salud,  y  daba  una 
pmeba  de  cQufíaiiza  á  su  médico,  desmintiendo  con  esto  las  sospechas  que  se 
lenabian  iuí^pirado  sobre  su  fidelidad.  Nada  comprometía  á  Allende  á  tomar 
de  affuel  aguardiente,  y  no  tenia  motivo  alguno  de  confianza  en  un  vinatero 
que  le  era  desconocido.  La  intimación  ú,  éste  era  muy  superfina,  pues  con  ba- 
cerle  beber  al  mismo  el  aguardiente,  se  calificaba  el  crimen  y  quedaba  casti- 
gado en  el  mismo  acto.  Lo  que  fué  pues  heroico  en  Alejandro,  no  fué  mas  que 
una  temeridad  absolutamente  superfina  en  Allende. 

TOMO.  1— 51 


402  QI8T0BIA  DE  UÉXÍIOQ. 


•^^^ 


realmente  lo  qué  era.  (18)  Tales  son  siempre  las  revoluciones 
mal  calculadas,  y  en  que  no  se  cuenta  con  los  medios  de  ejecución 
suficientes  para  una  empresn  atrevida. 

La  toma  de  YaUadolid  dio  á  Hidalgo  un  aumento  muy  conside- 
rable de  fuerzasy  recursos.  Uniósele  allí  él  regimiento  de  infante- 
ría provincial,  compuesto  de  dos  batallones;  las  ocho  compaflias  de 
infantería  que  do  nuevo  se  habian  levantado,  y  todo  el  regimiento 
de  dragones  de  Michoacan,  más  comunmente  conocido  con  el  nom- 
bre de  Pátzcuaro,  por  ser  esta  ciudad  la  de  su  ubicación.  De  los  fon- 
dos existentes  en  las  arcas  de  la  catedral,  que  ascendian  á  cua- 
trocientos doce  mil  pesos,  inclusas  algunas  cantidades  que  los 
europeos  habian  depositado  para  mayor  seguridad,  tomó  cuatro- 
cientos mil  y  dejó  los  doce  restantes  para  los  gastos  de  la  iglesia 
(14)  Con  semejantes  recursos  hemos  visto  que  Calleja  levantó  un 
ejército:  en  manos  de  Hidalgo  todo  despareció  confundido  en  la 
masa  informe  á  que  daba  el  nombre  de  tal.  El  sargento  mayor  de 
aquel  regimiento  provincial  de  infantería,  D.  Manuel  Gallegos,  á 
quien  hizo  coronel  do!  cuerpo,  le  manifestó  la  inutilidad  de  tales 
masas,  y  le  dijo  que  si  iiubiera  sabido  quégente  era  la  que  componía 
el  ejército,  con  solosu  regimiento  le^hubiera  impedido  entrar  en  la 
ciudad;  le  propuso  que  entresacase  de  aquella  confusa  multitud 
catorce  mil  hombres,  y  retirándcise  con  ellos  á  la  Sierra  de  Pátzcua- 
ro,  en  dos  meses  podrian  organizarse  y  disciplinarse  para  presen- 
tarse en  oampafia;  pues  de  lo  contrario  lé  anunció,  que  en  la  pri- 
mera derrota  que  sufriese,  se  quedaría  solo,  ytoda  aquella  muche- 
dumbre huiría  como  palomas,  (15)  todo  lo  cual  comprobaron  den- 
tó de  breve  los  sucesos:  pero  ni  Hidalgo  creía  necesarias  aquellas 
medidas,  esperándolo  todo  de  la  fuerza  expansiva  de  la  revolución, 
ni  era  ya  tiempo  de  detenerse  en  la  carrera  comenzada. 

Hidalgo  conocia  la  importancia  de  aprovechar  los  momentos  pa- 
ra ocupar  á  México,  antes  que  Calleja  y  Flon  se  moviesen.  Ha- 
biendo nombrado  intendente  á  D.  José  Mariano  Anzorena,  de  una 
familia  respetable;  provisto .  los  empleos  vacantes  por  la  fuga  ó 

(13)  Lo  sé  originalmente  ])or  el  niisiii'  cnvji  Zimavilla. 

(14)  Bustamante,  Cuadro  histórico,  t..ni.  l?^  fo).  75. 

(15)  Bustamante,  Cuadro  Wstóiíoo,  ti>m.  1?  fol  73, 


BsmxyáíA  i»  uÉsaco.^  408 

dBStitueion  de  los  españoles,  y  tomado  otras  tnédidas  para  el  go- 
bierno de  la  provincia,  salió  de  Valladolid  el  19  de  Octubre  y  vol- 
vió á  Acámbaro,  en  donde  bizó  una  revista  genéral'de  su  ejército, 

que  aácendia  á  más  de  ochenta  mil  Hoinbres,  "TaTitd'4í^  caballería 
como  de  infantería,  el  que  dividió  en  regimientos  de  á  mil  hombres. 
Allí  fué  proclamado  generalísimo,  y  en  la  promoción  que  se  hizo, 
se  dio  el  empleo  de  capitán  general  á  Allfeñüé,  y  fueron  nombrados 
tenientes  generales  Aldaraa,  el  P.  Balleza,  Jiménez,  y  aquel  mismo 
D.  Joaquin  Arias,  á  quien  hemos  visto  hacer  tautos  y  tan  diversos 
papeles  en  Querétaro;  Abasólo,  Ocou,  los  dos  Martínez  y  otros,  ob- 
tuvieron el  grado  de  mariscales  de  campó.  A  todo  el  í^ue  presenta- 
se mil  hombres,  se  le  ofreció  el  empleo  de  coronel  coh  el  sueldo  de 
tres  pesos  diarios,  qiie  fué  el  mismo  que  se  asignó  á  los  capitanes 
de  caballería,  sin  señalar  ninguno  álos  empleos  superiores.  Hidal- 
go se  presentó  con  el  uniforme  de  su  nuevo  empleo,  que  era  casaca 
azul  con  vueltas  encarnadas  con  bordados  de  oro  y  plata,  tahalí  de 
terciopelo  negro  bordado,  y  en  el  pecHo  una  imagen  grande  de  oro 
de  la  Virgen  de  Guadalupe.  Los  demás  grados  se  distinguieron  con 
profusión  de  galones  y  cordones.  Todo  se  solemnizó  con  misa  dé 
gracias.  Te  Deum,  repiques  y  salvas.  (16) 

En  los  mismos  dias  que  Hidalgo  emprendió  su  marcha  sobre  la 
capital,  el  conde  de  la  Cadena  salió  de  Querétaro  para  irse  á  reunir 
con  Calleja  en  Dolores.  No  es  fácil  comprender  qué  razones  le  de- 
cidieron á  emprender  en  tales  circunstancias  uh  movimiento  ente- 
ramente sin  objeto,  dejando  sin  defensa  á  Querétaro  en  cuyas  in- 
mediaciones ge  hallaba  Hidalgo,  y  alejándose  de  la  capital  á  donde 
éste  evidente  marchaba,  y  para  cuya  defensa  contaba  el  virrey  con 
muy  escasas  fuerzas.  A  pesar  de  estos  motivos,  que  hubieran  de- 
bido decidirle  á  permanecer  en  Querétaro  6  á  acercarse  á  México 
en  observación  de' Hidalgo,  salió  de  aquella  ciudad  el  22  de  Octu- 
bre dirigiendo  á  sus  habitantes  la  siguiente  proclama,  que  he  creí- 
do deber  insertar  á  la  letra,  porque  ella  pinta  el  carácter  del  Jiom- 
ore  y  el  género  de  guerra  qué  se  proponía  hacer. 

(17)  "El  conde  de  la  Cadena^  comandante  en  Jefe  de  la  primera 

(16)  Yéase  en  el  apéndice  el  Diario  de  García  Cande. 

(17)  Gaceta  de  26  de  Octubre,  tom.'l?  núm.  124  fol.  886. 


404  hutqbu.  mi 


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NiW^<^«i^»<'»«^^^^V^W^i^»^^»»<i  .^ 


V 


división  del  ejército  de  S,  M,  el  Sn  D.  Femando  Vn  (Q.  D.  a)' 
destinado  por  el  Ezmo.  sefior  virrey  para  ani^quilar  la  gavilla  de 
ladrones  que  han  reunido  los  dos  monstruos  americanos  cura  de  Do- 
lores y  Allenda-^A  los  ciudadanos  <Jc  Querétaro, — Queretanos: 
Vuestro  proceder  durante  la  resideoocia  de  mi  ejército  en  esta  ciu- 
dad: vuestra  sumisión  á  las  legítimas  autoridades:  vuestro  empeño 
y  eficacia  en  defender  la  ciudad  y  la  buena  causa,  me  han  lle\)ado 
de  satisfacción  y  exijen  que  os  corresponda,  noticiándoos  que  sal- 
go mañana  á  convertir  en  polvo  esa  despreciable  cuadrilla  de  mal- 
vados. Es  de  mi  obligación,  y  la  cumpliré,  el  instruir  al  superior 
gobierno  de  vuestra  fidelidad:  p€)¡i^o  algunos  genios  suspicaces  quie- 
ren atribuir  muestra  docilidad  á  las  fuerzas  que  tengo  en  ésta:  no 
pienso  yo  de  esta  manera  y*  en  prueba  de  ello,  dejo  la  ciudad  con- 
fiada á  vosotros  y  á  la  guarnición  valiente  que  os  queda.  Vosotros 
habéis  de  ser  también  los  defensores;  pero  si  contra  mi  modo  de 
pensar  sucediese  lo  contrario,  volveré  como  un  rayo  sobre  ella, 
quintaré  á  sus  individuos,  y  haré  correr  á  arroyos  de  sangre  por 
las  calles. — Querétaro,  21  de  Octubre  de  1810. — Ei  conde  de  la  Ca- 
dena, n 

Al  paso  por  San  Miguel  el  Grande  abandonó  Flon  á  sus  solda- 
dos para  que  saqueasen  las  casas  del  coronel  de  la  Beina  Canal,  de 
Allende  y  de  Aldama;  el  primero  se  puto  en  salvo  yéndose  á  Gua- 
na] uato,  con  lo  que  dio  mayor  peso  á  las  sospechas  que  se  tenian, 
de  que  habia  favorecido  ocultamente  la  revolución. 

Calleja  dejó  su  campamento  de  la  hacienda  de  la  Pila  al  24,  y 
para  asegurar  mejor  la  tranquilidad  en  San  Luis,  puso  presos  en 
el  convento  del  Carmen  á  varios  individuos  que  le  eran  sospecho- 
sos, estableciendo  una  junta  de  seguridad  á  la  que  pidió  al  virrey 
concaüesé  facultad  para  castigar  hasta  con  la  pi^na  de  muerto.  La 
fuerza  que  habia  organizado  en  menos  de  un  mes  y  que  saco  con- 
sigo, además  de  la  que  como  hemos  visto  dejó  de  guarnición  en 
San  Luis^  ascendía  á  cosa  de  tres  mil  caballos,  seiscientos  infantes 
y  cuatro  cañones.  El  28  se  reunió  con  Flon  en  Dolores,  y  tomó  el 
Hiapdo  en  jefe  4el  ejército  según  por  su  graduación  le  correspondía, 
quedando  Flon  en  calidad  de  se^utido.  En  Dolores  se  entregó  al 
pillaje  la  casa  de  Hidqlgo,  como- lo  habían  sido  en  San  Miguel  las 


HISTOBIA  DS  M¿OC0.  405 


denlos  otros  jefes  de  la  revolacion.  Este  ejército,  que  tomó  el  nom- 
bre dé  it  Ejército  de  opeflraciones  sobre  los  insurgentes,  n  constaba 
de  unos  dos  mil  infantes,  en  los  tres  cuerpos  de  la  Columna  de  gra- 
nadero¿4  (Dorona  y  batalfen  ligero  de  San  Luis,  comunmente  t>los 
tamarindos: II  la  caballería  era  en  doble  número  que  la  infantería, 
desproporción  que  en  su  lugar  veremos  los  graves  inconvenientes 
que  prodiigo,  y  la  componian  el  regimiento  de  dra^gones  de  México 
y  un  escuadrón  del  de  Espafia,  de  linea;  los  provinciales  de  Fue- 
Wa,  San  Luis,  San  Carlos,  frontera  de  Rio-Verde,  parte  del  de 
Queiétoro,  dos  compafiías  de  voluntarios  espafioles  y  l(»s  lanceros 
levantados  por  Calleja  en  San  Luis:  haciendo  la  fuerza  total  de  seis 
á  siete  mil  hombres,  con  ocho  cañones  de  á  4. 

Estas.fuerzasno  solo  atravesaron  sin  la  menor  resistencia  toda 
la  provincia  de  Guanajuato,  sino  que  el  Ayuntamiento  de  aquella 
capital  mandó  á  San  Miguel  una  comisión,  de  dos  regidores  á  in-. 
vitar  al  conde  de  la  Cadena,  ílon,  para  que  entrase  eu  la  ciudadj 
llevándole  un  oficio  firmado  por  el  mismo  Ayuntamiento  y  por  los' 
curas  y  algunos  de  los  vecinos  en  que  así  se  lo  pedian,  é  indicando 
se  tomasen  laS'  precauciones  convenientes  para  evitar  cualquiera 
oposición  jde  la  plebe,  aunque  poco  t^nible  por  estar  desarmada; 
(18)  pero  cuando  la  comisión  llegó,  ya  Flon  se  habia  unido  á  Ca- 
lleja y  ambos  estaban  en  marcha  para  Querétaro,  en  donde  entra- 
ron el  1^  de  Noviembre. 

Esta  ciudad  entre  tanto  había  sufrido  un  ataque  que  le  dio  el  30 
D.  Miguel  Sánchez,  quien  con  la  gente  del  campo  de  la  hacienda 
de  San  Nicolás  de  los  Agustinos  de  Michoacan,  dio  la  voz  por  la 
insurrección  y  ocupó  á  Huichapan  y  demás  pueblos  circunvecinos, 
apoderándose  también,  aunque  por  poco  tiempo,Me  San  Juan  del 
Rio.  Uniósele  D.  Julián  Villagran,  capitán  de  la  compañía  de  mi- 
licias de  Huichapan,  que  hacia  parte  del  batallón  de  Tula.  Era  es- 
te un  arriero  acomodado,  cuyo  ramo  era  considerable  en  aquel  pue- 
blo: hombre  feroz,  dado  á  la  embriaguez  y  á  todos  los  vicios,  y  to- 
mó también  parte  en  la  revolución  el  hijo  de  D.  Julián,  Francisco, 
llamado  h Chito, h  que  andaba  entonces  prófugo  por  haber  asesina- 
do á  un  D.  N,  Chaves,  dándole  una  puñalada  á  traición  por  la  es- 

(18)  Exposicicn  del  ayuntamiento,  fohi.  40  y  41. 


40ft  HI8T0BIA  BE  BCÉ3I00. 


^^^^^h^^^S^^^^^^i^ 


palda,  estando  sentado  á  su  mesa  y  recibiendo  la  hospitalidad  en 
su  casa.  Villagran  en  sas  correrías  en  el  camino  de  México,  había 
preso  al  alcalde  de  corte  Collado  cuando  regresaba  á  la  capital,  co- 
mo en  su  lugar  se  drjo.  Sánchez,  aprovechando  la  oportunidad  que 
le  presentaba  la  corta  fuerza  que  quedó  en  Querétaro,  intentó  apo* 
derarse  de  aquella  ciudad,  de  la  que  fué  rechazado  con  considera- 
ble pérdida,  no  habiendo  sufrido  ninguna  los  defensores,  que  pelea- 
ban con  superioridad  de  armas  sobre  los  indios  que  solo  tenían  hon- 
das y  piedras.  (19)  £1  comandante  Gkircia  Bevoilo,  en  el  parte  que 
dio  al  virrey,  hizo  especial  recomendación  del  xelo  y  actividad  con  que 
el  corregidor  Domínguez  contribuyó  á  la  defensa  con  sus  acertadas 
providencias,  así  como  también  del  buen  comportamiento  de  la  tro- 
pa de  Gelaya,  que  con  el  batallón  urbano  recden  levantado,  los  es- 
pañoles armados  que  servian  la  artillería,  y  algunos  dragones  de 
Sierra  Gorda,  era  toda  la  guarnición  que  había.  (20)  Foco  tiempo 
después  de  esta  acción,  ofendido  Villagran  con  Sánchez  por  ligero 
motivo,  se  propuso  matarlo  en  la  primera  ocasión,  y  ésta  se  le  pre- 
sentó en  casa  del  cura  de  Alfajayucan,  donde  lo  encontró  acompa- 
ñado de  un  tal  Cisneros  y  otro.  Vills^ran  á  caballo,  con  la  laaza  en 
la  mano  y  algo  tomado  de  vino,  se  echó  sobre  ellos  y  les  quitó  á 
todos  la  vida. 

Mientras  que  Calleja  y  Flon  operaban  su  reunión  en  Dolores» 
marchaba  Hidalgo  por  Maravatío  é  Ixtlahuaca  sobre  México.  E^ 
virrey  Venegas  destacó  para  que  observase  sus  movimientos  y  lo 
detuviese  si  era  posible,  al  teniente  coronel  D.  Torcuato  Trujillo, 

(19)  Bastamante,  Cuadro  histórico,  tom.  1^  fol.  88,  atribuye  est»  ataque  de 
duerétaro  y  su  mal  suceso  al  t^rato  doble  deD.  Antonio  Acuña,  teniente  de 
corte  de  la  sala  del  crimen,  que  acompañó  á  Querétaro  al  alcalde  de  corte  Co- 
llado, y  que  cojiMo  con  este  y  llevado  á  Huichapan,  por  obtener  su  libertad, 
ofreció  á  Sánchez  que  lo  entregaría  la  ciudad,  y  que  sería  la  sefial  de  que  po- 
dría ei'trar  un  cañonazo  tirado  en  el  alto  de  la  Cruz,  donde  está  el  colegio  de 
este  nombre,  en  vez  de  lo  cual  dio  aviso  para  que  se  pusiese  la  ciudad  en  de- 
fensa. No  parece  probable  esta  relación,  pues  ni  AcuAa  tenia  influjo  alguno  en 
la  ciudad,  para  poder  ofrecer  oon  probabilidad  lo  que  se  le  atribuye,  ni  Sán- 
chez en  sus  disposiciones  parece  que  contó  con  ninguna  inteligencia  inte- 
rior. 

(30)  Bustaro.,  Cuad.  hist.,  tom.  1?  fol.  136.  La  causa  de  la  desazón  de  Vi- 
llagran con  Sánchez  se  atribuyó  á  haberse  puesto  éste  á  su  derecha,  pasiean- 
do  por  las  calles  de  Huichapan;  pero  el  motivo  verdadero  fué,  el  desh^perae 
4e  él  par^  quedarso  pon  el  maudo, 


«v  \  .  r  t 


HISTORIA  DB  M±i:iCO.  407 


(e)  que  había  venido  con  él  de  España,  poniendo  á  sus  órdenes  el 
regimiento  de  infantería  provincial  de  Tres  Villas,  de  dos  batallo-* 
nes  con  ochocientos  hombres  al  mando  de  su  mayor  Don  José  de 
Mendival  natural  de  Yeracruz,  y  algunos  dragones  de  España.  D. 
Agustín  de  Iturbide  solicitó  ser  empleado  en  esta  división  y  acom- 
pañaba á  Trujillo.  Habia  colocado  éste  una  avanzada  en  el  puente 
de  D.  Bernabé,  sobre  el  rio  Grande  ó  de  Lerma,  y  salió  de  Toluca 
el  27  con  intento  de  atacar  á  Hidalgo  en  Ixtlahuaca,  cuando  se 
encontró  con  la  partida  que  habia  abandonado  el  puente  y  venia 
en  fuga,  por  la  que  se  supo  que  Hidalgo  se  adelantaba  con  todas^ 
sus  fuerzas.  Contramarchó  entonces  á  Lerma  y  tomó  posición  en  la 
orilla  del  mismo  rio  Grande,  que  pasa  por  aquella  pequeña  ciudad, 
formando  una  isleta  en  que  está  construida  la  población,  y  dispuso 
abrir  una  cortadura  y  levantar  un  parapeto,  para  poderse  sostener 
con  poca  tropa  en  el  puente.  No  avistándose  los  insurgentes  el  dia 
28,  Trujillo  presumió  que  se  habian  dirigido  al  puente  do  Atengo, 
situado  algunas  leguas  más  arriba,  con  el  fin  de  pasar  por  él  el  rio 
y  envolverlo  por  la  espalda.  (21)  Destacó  entonces  alguna  fuerza 
para  defender  aquel  punto,  y  dio  orden  al  subdelegado  de  Tian- 
guistengo,  para  que  cortase  el  puente,  lo  que  no  se  ejecutó  con  pun- 
tualidad. El  29  se  dejó  ver  la  gente  de  Hidalgo  por  el  camino  de 
Toluca,  pero  Trujillo  sospechó  que  no  era  mas  que  un  ataque  fal-^ 
so,  y  que  el  verdadero  se  haría  sobre  el  puente  de  Atengo,  como 
se  lo  confirmó  el  parte  que  recibió  del  oficial  destacado  allí  que  pe- 
dia refuerzo,  y  aunque  se  le  mandó,  llegó  tarde,  pues  los  insurgen- 
tes habian  forzado  ya  la  posición  y  marchaban  á  ocupar  el  camino 
por  donde  únicamente  podia  retirarse  Trujillo  á  México.  Esto  le 
obligó  á  abandonar  el  puente  de  Lerma,  replegándose  con  uno  de 
los  batallones  de  Tres  Villas  al  monte  de  las  Cruces,  (22)  fuerte 
posición  á  seis  leguas  de  la  capital,  que  domina  el  camino  de  Tolu- 
ca, á  donde  dispuso  que  volviesen  dos  compañías  del  provincial  de 

(21)  Véase  el  plano  que  se  acompaüa  sacado  de  la  historia  de  Torrente, 
Trujillo  no  conocia  el  terreno  en  que  tenia  que  operar,  y  según  Bustamanto 
Cuadro  histórico,  tom.  1*  fol.  80,  quien  le  dio  todas  estas  noticias,  fue  el  cu- 
ra de  Lerma  Yiana. 

(29)  Llámase  así  porque  siendo  parage  en  que  eran  frecuentes  los  ataques* 
de  bandidos,  habia  muchas  cruces  que,  según  la  costumbre  del  pais,  séllala 
bftu  )pi  lagares  e^  qu9  ^abia^  aido  muertos  ppf  ellos  Algunos  pasajeros, 


408  HISTORIA  DB  MÉXICO. 


^^^^^^"^^^•«^^«^^^^^«^^^^^M^^^^^ta^^ha^^H 


infantería  de  México  que  el  virre  y  mandaba  de  refuerzo,  señalando* 
lo  como  punto  de  reunión  para  todas  las  tropas  de  su  mando.  Que- 
dó defendiendo  el  puente  de  Lerma  el  otro  batallón  de  Tres  Villas 
mandado  por  Mendívil,  con  un  piquete  de  dragones  de  España  á  I 
las  órdenes  del  capitán  D.  Francisco  Bringas,  el  que  sostuvo  la  re- 
tirada que  Mendívil  emprendió  á  las  cinco  do  la  tarde,  dejando  to- 
davía en  el  puente  al  capitán  D,  Pedro  Pino,  quien  aunque  tenia  á 
su  frente  una  columna  de  dos  mil  enemigos,  no  se  retirfS  hasta  muy 
entrada  la  noche.  La  retirada  de  Trujillo  á  ocupar  el  monte  délas 
Cruces  fué  tan  oportuna,  que  media  hora  después  so  presentaron 
con  el  mismo  intento  los  de  Hidalgo,  á  quienes  contuvo  con  el  fue- 
go de  su  gran  guardia  y  avanzadas. 

El  30  á  las  ocho  de  la  mañana  empezaron  la  acción  las  g.uerri- 
Has,  pero  perseguido  por  ústas  un  trozo  de  caballería  qua  ,se  presen- 
tó por  el  camino  de  Toluca,  se  retiró  dejando  algunos  muertos  y 
prisioneros,  uno  de  loa  cuales  avisó  á  Trujillo  que  dentro  d©  po- 
cas horas  seria  atacado  por  todo  el  grueso  del  ejército  de  Hidalgo, 
Con  tal  aviso  ordenó  sus  tropas  para  recibir  al  enemigo,  y  excitán- 
dolas con  la  esperanza  del  premio  á  que  se  harían  acreedoras,  con- 
testaron todos  que  no  querían  otra  recompensa,  que  pelear  como 
soldados  fieles  á  su  rey  y  á  su  patria.  En  momento  tan  crítico  re- 
cibió el  oportuno  refuerzo  que  el  virrey  le  mandó,  que  consistía  en 
dos  cañones  de  á  4  dirigidos  por  el  teniente  de  navio  D.  Juan  Bau- 
tista de  Ustariz,  (e)  y  para  cuya  escolta  venían  cincuenta  volunta- 
rios con  el  capitán  D.  Antonio  Bringas,  (e)  y  los  mulatos,  criados 
de  las  haciendas  de  D.  Gabriel  Yermo  y  de  D.  José  María  Manza- 
no, armados  de  lanzas.  (23)  Componíase,  pues,  el  pequeño  ejército 
de  mil  infantes  escasos,  cosa  de  cuatrocientos  caballos  y  dos  piezas 
de  artillería  de  corto  calibre.  Todos  los  que  lo  formaban  eran  me- 
xieanos,  á  excepción  de  Trujillo,  Ustariz,  D.  Antonio  Bringas  y 
sus  voluntarios,  algunos  pocos  oficiales  y  los  dependientes  de  Yer- 

(23)  Trujillo  en  su  parte  dice  que  fueron  150,  pero  Yermo  en  una  relación 
de  sus  servicios  que  publicó,  asienta  que  fueron  279,  en  lo  que  parece  no  haber 
duda,  y  ademas  concurrieron  otros  50  de  Manzano,  mexicano,  dueño  de  las 
haciendas  de  Atlihuayan  y  Apanquesalco,  quien  reclamo  por  qué  on  el  parte 
de  Trujillo  no  se  habla  hecho  mención  mas  que  de  los  criados  de  Yermo  y  no 
de  los  suyos,  por  lo  que  se  hizo  la  rectificación  en  la  gaceta,  de  orden  del  vi- 


HISTORIA  DE    MÉXICO.  409 

mo.  Esta  era  la  primera  acción  que  todos  habian  visto  y  en  la  que 
su  valor  iba  á  ser  puesto  á  una  fuerte  prueba. 

A  las  once  de  la  mañana  presentó  Hidalgo  su  columna  de  ata- 
que. Veíanse  á  su  cabeza  el  regimiento  de  infantería  de  Vallado- 
lid,  parte  del  de  Celaya  y  del  batallou  de  Guanajuato^  y  por  los 
costados  y  retaguardia  los  regimientos  de  caballería  de  la  Reina, 
Príncipe  y  Pátzcuaro,  tropas  que  excedían  al  doble  en  número  y 
eran  de  igual  calidad  á  aquellas  con  que  iban  á  batirse,  con  las 
que  habian  estado  en  el  cantón  de  Jalapa  y  habian  tomado  par- 
te con  ellas  en  los  mismos  simulacros  marciales;  pero  que  habien- 
do abrazado  el  partido  de  Hidalgo,  se  hallaban  sin  jefes,  y  ha* 
bian  perdido  su  disciplina  y  moralidad:  traían  á  su  frente  cua- 
tro malos  cañones,  dos  de  ellos  de  madera,  manejados  por  sol- 
dados de  Guanajuato.  Seguía  á  Hidalgo  una  muchedumbre  de 
indios  que  no  bajaban  de  ochenta  mil,  armados  de  lanzas,  piedras 
y  palos,  tan  prevenidos  para  el  saqueo  de  México,  que  traían  con- 
sigo los  sacos  para  llevarse  lo  que  cojíesen:  estos  ocuparon  todas 
las  alturas  inmediatas,  y  con  continuos  gritos  y  alaridos,  trataban 
de  inspirar  terror  y  pavor  á  los  contraríos.  Tal  número  de  gente, 
sus  descompasados  gritos,  y  una  fuerza  de  tropas  disciplinadas  que 
excedía  á  la  que  con  ella  iba  á  combatir,  hubieran  sido  bastantes 
para  arredrar  á  tropas  más  aguerridas;  pero  el  valor  y  resolución 
que  los  mexicanos  manifestaron  en  esta  memoaable  batalla,  prue- 
ba que  son  capaces  de  los  más  heroicos  hechos,  siendo  conducidos 
por  jefes  denodados  é  instruidos  en  el  arte  de  la  guerra.  (24) 

Colocó  Trujillo  los  dos  cañones  que  acababa  de  recibir  en  los  pun- 
tos más  ventajosos,  y  para  aprovechar  mejor  sus  tiros,  haciendo 
que  el  enemigo  se  acercase  con  confianza  no  sabiendo  que  los  tu- 
viese, los  hizo  c  ubrir  con  ramas  y  dispuso  que  las  guerrillas  se  fue- 
sen  replegando  en  orden  á  su  línea  de  batalla,  sin  empeñar  la  ac- 
ción hasta  que  estuviesen  inmediatos  los  insurgentes,  para  causar 
en  ellos  mayor  estrago.  Mandó  entonces  hacer  fuego  á  metralla, 
con  lo  que  puesta  en  desorden  la  cabeza  de  la  columna  enemiga, 

(24)  Bust.,  Cuad.  histórico,  tom.  1?,  fol.  76,  califica  á  Trujillo  de  "joven 
alquitranado  y  cruel  y  de  consiguiente  cobarde."  Nada  parece  mas  impropio 
qae  aplicar  este  último  adjetivo  al  jefe  que  mando  en  esta  acción. 

TOMO  1.-^52 


410  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^^ii^^*^^^^.^ 


ésta  retrocedió  y  comen^  á  hacer  uso  ele  su  artillwía,  sin  que  su 
infantería  intentase  nuevo  ataque.  Advertido  esto  por  Trujillo,  hi- 
zo nn  movimiento  por  sus  dos  costados,  disponiendo  que  por  el  iZr 
quierdo  atacase  á  la  derecha  de  los  insurgentes  el  capitán  D.  An- 
tonio Bringas  con  sus  voluntarios  y  los  lanceros  de  Yermo,  soste- 
nido por  dos  compañías  de  Tres  Villas  á  las  órdenes   del  subte- 
niente D.  Ramón  Reyes,  mientras  que  otras  dos  eompafiíás  del 
mismo  cuerpo  y  una  del  provincial  de'México  ocupaban  á  la  dere- 
cha un  monte  inaccesible,  cubierto  de  pinos  y  de»  mucha  pendien- 
te, para  romper  desde  él  el  fuego  dominando  la  izquierda  del  ene- 
migo.   Conduela  á  estas  últimas  D.  Agustin  de  Iturbide,  quien  á 
pesar  de  ser  esta  la  primera  acción  de  guerra  en  que  se  encentra— 
ba,  ejecutaba  todas  las  órdenes  de  Trujillo,  con  inteligencia  y  se- 
renidad admirables.    El  ataque  sobre  la  derecha  de  los  indepen- 
dientes tuvo  todo  su  efecto,  causándoles  mucha  perdida;  pero  la 
sufrió  también  muy  considerable  la  tropa  de  Bringas  y  él  mismo 
cayó  herido  gravemente,  lo  que  desalentó  algo  á  su  gente,  á  la  que 
siguió  animando,  puesto  de  nuevo  á- caballo,  y  se  retiró  en  buen  or- 
den á  su  posición.    Iturbide,  habiendo  encontrado  á  los  insurgen- 
tes que  subían  al  mismo  monte  que  él  iba  á  ocupar,  rompió  sobre 
ellos  el  fuego  y  los  rechazó,  pero  desconcertado  con  la  herida  de 
Bringas  el  designio  de  Trujillo,  tuvo  que  reconcentrar  su  línea  en 
el  pequeño  llano  que  hay  sobro  el  camino  real,  en  el  que  tenia  si- 
tuado un  caflon.  Con  el  otro  defendía  Mendívil  la  avenida  princi- 
pal, que  sostuvo  hasta  acabar  las  municiones  de  artillería  que  te- 
nia, haciendo  él  mismo  fuego  á  pesar  de  estar  herido,  por  haber 
caido  á  su  lado  todos  los  artilleros. 

No  pudiendo  avanzar  los  insurgentes  por  el  camino  real,  tan  bi- 
zarramente defendido  por  Mendívil,  al  abrigo  de  los  bosques  fue- 
ron rodeando  la  posición  de  Trujillo,  reduciéndolo  á  un  pequeño 
espacio,  y  hallándose  tan  cerca  que  se  podia  entrar  en  contesta- 
ciones, lo  invitaron  á  que  abrazase  su  partido,  con  proposiciones 
tales  que  algunos  de  sus  oficiales  teniéndolas  por  justas,  le  hicieron 
salir  hasta  por  tres  veces  á  oirías  al  frente  de  su  línea  con  el  ayu- 
dante mayor  de  Tres  Villas  D.  José  Maldonado;  pero  hallándolas 
incompatibles  con  los  principios  4©  la  ftdolidad  y  honor  militar,  loa 


HISTORIA  DS  México.  411 

atrajo  con  estas  pláticas  hasta  muy  cerca  de  sus  bayonetas,  y  ha- 
ciendo que  el  teniente  coronel  D.  Juan  Antonio  López,  recojiese 
un  estandarte  que  traían  con  la  Imagen  de  Guadalupe,  mandó  ha- 
cer fuego  sobre  ellos,  con  lo  que  hizo  caer  un  gran  número:  hecho 
á  todas  luces  reprensible,  y  con  que  empañó  el  brillo  de  tan  seíia- 
lada  acción.  (25) 

Habiendo  sostenido  el  combate  en  esta  posición  hasta  las  cinco 
y  media  de  la  tarde;  estando  muerta  ó  herida  la  tercera  parte  de 
su  gente;  y  cuando  á  la  infantería  no  le  quedaban  más  que  cinco 
cartuchos  por  hombre;  estrechado  por  todos  lados,  viendo  ademar 
que  los  insurgentes  iban,  cargando  en  gran  número  por  el  camino 
que  conduce  á  México,  y  hablan  situado  sobre  su  derecha  una  ba- 
tería que  enfilaba  la  línea  de  batalla,  resolvió  Trujillo  retirarse;  mas 
para  poder  emprender  la  marcha  con  menos  riesgo,  hizo  antes  callar 
los  fuegos  de  la  batería  que  más  daño  le  causaba,  incendiando  uu 
cañón  de  madera  y  desmontando  otro  de  bronce,  y  entonces,  aban- 
donando las  dos  piezas  que  tenia,  (26)  se^  puso  al  frente  de  dos 
compañías  de  Tres  Villas,  para  desalojar  á  los  contrarios  que  ce- 
rraban el  camino  por  donde  habia  de  retirarse,  y  abriéndose  paso 
á  viva  fuerza  y  siguiéndole  en  columna  cerrada  el  resto  de  sus  tro- 
pas, combatiendo  siempre,  llegó  hasta  la  venta  do  Coajimalpa,  en 
donde  tomó  posición  para  rechazar  ün  trozo  de  caballería  que  le 

(25)  He  copiado  casi  literalmente  la  relación  que  hace  el  mismo  Trujillo 
de  este  suceso.  En  el  Semauario  patriótico  de  Cádiz,  núm.  45  de  14  de  Febre- 
ro de  1811,  ge  censuró  con  razón  la  conducta  de  Trujillo,  calificando  que  el 
hecho  de  hacer  fuego  sobre  los  insurgentes,  aunque  se  les  llamó  rebeldes  por 
los  editores  de  aquel  periódico,  no  fué  justo,  ni  honesto,  ni  político.  El  virrey 
Venegas  quiso  vindicar  á  Trujillo  en  la  Gaceta  de  20  de  Abril  de  aquel  año 
oúm.  47  fol.  348  tom.  2",  fundándose  en  la  relación  de  Trujillo,  para  probar 
que  no  habia  habido  verdadero  parlamento,  sino  solo  intentos  de  seducción. 
Sea  cual  fuere  el  carácter  que  quiera  dársele,  "á  un  amigo,  como  dicen  los 
editores  del  Semanario  patriótico,  6  no  se  le  oye,  ó  si  se  le  oye  se  le  guarda  el 
seguro."  El  P.  Mier  asienta,  que  no  solo  hubo  verdadero  parlamento,  sino  que 
infiere  por  las  expresiones  de  Trujillo,  que  éste  fué  el  que  presentó  la  bandera 
coa  la  imagen  de  Guadalupe;  pero  bajita  para  convencerse  de  que  no  pudo  ser 
así,  el  que  ni  Trujillo  habia  de  llevar  á  prevención  tal  bandera,  ni  allí  habia 
con  que  formarla. 

(26)  Trujillo  dice  en  su  parte,  que  dio  orden  para  que  la  artillería  fuese 
clavada,  desfondada,  y  luego  despegada;  y  i^unque  dice  que  supo  fué  ejecuta- 
do como  lo  previno,  esto  no  se  verificó,  puej  luegq  veremos  que  I03  4^?  pai^o* 
pes  fueroa  recobrados  sin  lesión, 


412  HISTORIA  DE   MÉXICO. 


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perseguía  con  tesón,  y  que  mezclándose  con  sus  soldados  procura- 
ba seducirlos.  Iturbide  sacó  en  3u  caballo  y  llevó  él  mismo  á  Hen- 
dí vil  mal  herido.  Desde  Coajimalpa.  se  Vetiró  Trujillo  sin  ser  mo- 
lestado hasta  Santa  Fé,  donde  pasó  la  noche,  y  el  dia  siguiente  en- 
tró en  México,  con  lo?  restos  de  su  pequeña,  pero  bizarra  división. 
En  el  parte  que  dio  al  virrey  desde  Chapultepec  el  6  de  Noviem- 
bre, (27)entre  los  oficiales  que  mas  especialmente  recomienda  es  el 
primero  D,  Agustín  de  Iturbide,  quien  dice  que  cumplió  con  tino 
y  honor  cunto  le  mandó,  y  no  se  separó  de  su  lado  en  la  difícil  re- 
tirada que  emprendió. 

Por  parte  de  los  insurgentes  dirigió  la  acción  Allende,  y  sus  dis- 
posiciones fueron  tomadas  con  acierto  para  cortar  á  Trujillo  en 
Lerma,  así  como  en  el  acto  del  combate,  y  en  la  colocación  de  la 
batería  cuyos  fuegos  molestaron  tanto  á  los  realistas  enfilando  su 
llnoa,  la  que  fué  establecida  por  Jiménez.  Dícese  que  Allende  se 
condujo  con  valor  y  que  le  mataron  el  caballp  que  montaba.  (28) 

Aunque  Trujillo  tuvo  que  abandonar  el  campo,  perdiendo  su 
artillería  (29)  y  gran  parte  de  su  gente,  la  batalla  de  las  Cruces 
produjo  para  los  realistas  todos  los  efectos  de  una  decisiva  victo- 
V  ria.  Intimidíidos  los  insurgentes  con  tan  empeñada  resistencia; 
aterrados  los  indios  con  el  terrible  efecto  que*  la  artillería  habia 
hecho  en  sus  apiñadas  masas:  Hidalgo  detuvo  su  marcha  en  Coa- 
jimalpa y  no  emprendió,  el  ataque  de  la  capital,  la  cual  debió  su 
salvación  á  aquella  valiente  división,  que  á  fuerza  de  gallardía, 
^/  contuvo  el  ímpetu  del  torrente  devastador  que  se  precipitaba  so- 
bre ella.  Leónidas  en  las  Termopilas  no  consiguió  tan  gran  resul- 

(27)  He  seguido  el  parte  de  Trujillo  en  la  descripción  de  esta  batalla,  por 
haberme  dicho  el  mismo  Mendivil  que  es  exacto.  Bustamante  lo  ha  seguido 
también,  auuque  comentándolo  á  su  manera. 
^  (28)  No  tengo  mas  autoridad  que  la  de  Bustamante,  Cuadro  histórico  tomo 
1"  fol.  82^  El  autor  gusta  siempre  de  que  los  generales  hagan  lo  que  no  les 
toca,  y  así  como  puso  al  intendente  Riaño  á  tirar  balazos  en  la  puerta  de  la 
./  Albóndiga  de  Granaditas,  ocupa  en  esta  acción  ¿  Allende  en  estirar  la  artille- 
ría, como  si  no  tuviese  á  sus  órdenes  ochenta  mil  indios  que  lo  hiciesen, 

(29)  Bustamante,  Cuadro  histósico,  tomo  1?  fol.  85  dice,  que  también  per- 
.dio  las  banderas  de  Tres  Villas  y  que  se  bendijeron  nuevas  algún  tiempo  des- 
pués. Interesa  muy  poco  que  se  perdiesen  6  no,  para  el  gran  resultado  que 
produjo  esta  acción.  Dice  igualmente  que  la  retirada  se  hizo  en  desorden,  lo 
que  no  puede  ser,  pues  no  se  hubiera  salvado  uu  solo  hombre,  y  menos  los  he- 
ridos que  sin  embargo  llegaron  á  México. 


iOKrOBIA  DI  icÉnco.  41S 


^■^^^^N^^^^— ^  t^^  «^^h^^fc^l  >■  ^^  ^^^^^^^^.^b^^  ^  ■!!  «^^^^^M^  M  ^  N^^<^^^^*^^»^^^^«^^>*»^^^^^^i^^Í^"^^**^^ 


tado,  pues  no  obstante  su  heroico  sacijfiQio^  los  persas  penetraron 
en  Grecia  y  se  hicieron  dueños  de  sus  ciudades,  y  sin  embargo  fué 
considerado  como  el  libertador  de  su  patria.  Por  esto  la  batalla  de 
las  Cruces  fué  mirada  como  un  triunfo,  y  su  aniversario  se  celebró 
en  el  año  inmediato  con  solemnidad,  y  por  esto  también  el  comer- 
cio de  Veracruz  hizo  acuñar  una  medalla,  .que  conservase  la  me- 
moria de  aquel  suceso.  (30) 

Conocía  bien  el  virrey  Venegas  toda  la  importancia  de  detener 
á  los  insurgentes  en  su  marcha  para  salvar  á  la  capital,  cuando  es- 
cribiendo á  Trujillo  en  carta  ¡particular  ledecia:  n Trescientos  años 
de  triunfos  y  conquistas  de  las  armas  españolas  en  estas  ^regiones 
nos  contemplan;  la  Europa  tiene  sus  ojos  fijos  sobre  nosotros;  el 
mundo  entero  va  cá  juzgarnos;  la  España,  esa  cara  patria,  por  la  que 
tanto  suspiramos,  tiene  pendiente  su  destino  de  nuestros  esfuerzos 
y  lo  espera  todo  de  nuestro  celo  y  decisión.  Vencer  ó  morir  es 
nuestra  divisa.  Si  á  vd.  le  toca  pagar  este  tributo  en  ese  punto, 
tendrá  la  gloria  de  haberse  anticipado  á  mí  de  pocas  horas  en  con- 
sumar tan  grato  holocausto:  yo  no  podré  sobrevivir  á  la  mengua 
de  ser  vencido  por  ge.ite  vil  y  fementida. m  (31)  Esta  acción  deci- 
dió para  Venegas  un  punto  de  la  mayor  importancia;  la  tropa  me- 
xicana se  batia  contra  sus  paisanos,  de  lo  que  antes  habia  estado 
muy  incierto,  y  con  esto  comenzó  á  tomar  sus  disposiciones  con 
más  confianza. 

(30)  El  reversp  de  esta  medalla  se  ve  en  el  ángulo  inferior  del  plan  de  la 
batalla  que  se  acompaña. 

(31)  Torrente  tom.  1?  fol.  133.  Es  lo  único  que  he  copiado  de  este  autor, 
pues  en  todo  lo  que  refiere  hay  tales  errores  y  equivocaciones,  que  no  se  pue- 
de comprender  como  ha  podido  caer  en  ellas,  teniendo  á  la  vista  los  documen- 
tos del  ministerio  de  la  guerra  en  España,  cuando  bastaba  haber  vieto  las  gace- 
tas de  México  para  no  cometerlos.  Zagala  se  burla  de  esta  carta,  consideran- 
do una  presunción  extravagante  el  creer  que  la  Europa  estuviese  pendiente 
de  estos  sucesos:  pero  esto  no  les  quita  la  importancia  qiie  en  sí  mismos  te- 
nían, y  mucho  menos  respecto  á  España  y  al  virrey.  Atendidas  todas  las  cir- 
cunstancias, las  expresiones  de  Venegas  no  pueden  tenerse  por  una  vana  jac- 
tancia, sino  como  una  manifestación  verdadera  de  la  resolución  que  tenía  de 
perecer,. si  el  éxito  de  la  acción  no  era  favorable,  pues  no  podía  esperar  soste- 
nerse en  la  ciudad.  No  me  he  detenido  en  hacer  conocer  los  errores  de  Torren: 
te,  porque  seria  menester  una  nota  á  cada  palabra  del  autor,  y  porque  no  son 
de  trascendencia,  por  ser  su  obra  muy  poco  leída,  1q  que  no  sucede  con  las  de 
Bustamante,  que  han  venido  á  ser  el  único  texto  de  la  historia  dd  la  revolu- 
ción de  México. 


\1 


414  mgro&iÁ  i>b  utaoo. 


El  3  de  Noviembre  mntió  el  capitán  D.  Antonio  Bringas  á  con 
secuencia  de  la  herida  que  recibió  en  el  vientre  en  la  acción.  Tan- 
to por  ser  el  primer  oficial  de  distinción  que  habia  muerto  en  la 
capital,  cuanto  por  el  bizarro  comportamiento  que  habia  tenido,  el 
virrey  creyó  deber  honrarlo  con  un  magnífico  entierro  que  se  hizo 
en  la  catedral,  convidando  á  él  en  nombre  del  virrey  el  canónigo 
Beristain,  todo  lo  cual,  como  sucede  siempre  en  las  guerras  in- 
testinas, dio  motivo  á  las  hablillas  y  censura  del  partido  contra- 
rio. (32) 

Para  premiar  al  regimiento  de  Tres  Villas  y  demás  tropa  que 
habían  concurrido  á  la  acción,  concedió  el  virrey  un  distintivo  aná- 
logo, dirigiendo  con  este  motivo  á  los  soldados  de  aquel  cueipo  una 
proclama,  (83)  en  que  les  dice  que  la  capital  les  reconoce  por  sus 
defensores,  y  para  hacerles  apreciar  el  escudo  que  hbian  de  lle- 
var, agrega:  nEn  ese  distintivo  tenéis  grabados  los  blasones  de 
vuestra  fidelidad,  de  vuestro  valor  y  de  vueátra  gloria.  Tened  siem- 
pre presente  el  gran  precio  de  esta  adquisición:  que  nel  Monte  de 
las  Crucesii  sea  vuestro  grito  guerrero  en  el  momento  de  vuestro^ 
futuros  combates,  y  la  voz  que  os  conduzca  á  la  victoria:  temed 
oscurecer  por  un  porte  menos  digno,  la  fama  que  conquistáis  á 
tanta  costa,  ü  D.  José  de  Mendivil,  ascendiendo  á  teniente  coronel 
y  comandante  del  cuerpo,  dio  las  gracias  en  nombre  de  este,  pro- 
testando su  firme  adhesión  á  la  causa  real,  y  la  resolución  de  sus 
soldados  para  sacrificarse  por  ella  y  por  la  seguridad  de  la  capital 
que  los  reconocía  por  sus  defauaores,  sin  pretender  otra  recompen- 
sa que  la  de  ser  llamados  fieles  vasallos  del  rey,  perdiendo  antes 

(32)  Murió  pocos  dias  después  otro  oficial  que  se  enterró  sin  pompa  ningu- 
na. Sste  era  mexicano  y  Bringas  europeo:  esto  basto  para  que  se  pusiese  al 
virrsy  un  pasquin  que  decía: 

¿Bringas  era  gachupín? 
Su  entierro  fué  un  San  duintin. 
¿N.  era  americano? 
Su  entierro  fué  liso  y  llano. 
Este  convite  y  otros  actos  de  adhesión  de  Beristain  al  gobierno,  eran  inter- 
pretados por  los  americanos  como  efecto  de  baja  adulación.  Estoy  sin  embar- 
go persuadido  que  Beristain  era  sinceramente  contrario  á  la  revolución,  tal 
como  Hidalgo  la  estaba  hacienda,  aunque  su  opinión  fuese  por  la  independen- 
cia. 

(33)  Es  su  fecha  3  de  Febrero  de  1811,  inserta  en  la  gaceta  d«  8  del  mismo, 

núm.  18,  tom.  2?,  fol.  117". 


HISTORIA  DS  MÉXICO  415 

la  vida  que  desmentir  el  concepto  de  que  el  virrey  y  la  ciudad  los 
había  juzgado  dignos.  (34)  A  Iturbide  se  le  ascendió  á  espitan, 
dándole  la  compañía  de  Huichapan  del  batallón  de  Tula,  vacante 
por  haberse  declarado  por  la  revolución  Villagran  que  la  obtenía. 
No  se  prodigaban  entonces  los  empleos  y  íos  grados,  como  des- 
pues  se  ha  hecho,  para  ruina  de  la  república  y  mengua  del  ejército, 
y  el  estímulo  del  honor  era  el  más  poderoso  para  excitar,  los  cora- 
zones generosos. 

Con  la  aproximación  del  ejército  de  Hidalgo,  la  tranquila  capital 
de  la  Nueva  España,  de&pues  de  largos  años  de  profundo  sosiego 
y  dulce  paz,  se  .veía  amenazada,  no  ya  de  los  males  de  la  guerra, 
tal  como  ésta  se  hace  entre  las  naciones  civilizadas,  sino  de  una 
irrupción  de  bárbaros  quo  todo  lo  arrasaban  sin  respeto  alguno  á 
la  propiedad  ni  á  las  personas.    Los  sucesos  funestos  de  Guana- 
juato,  Valladolid  y  de  todas  las  poblaciones  en  que  Hidalgo  había 
entrado  con  sus  desoladoras  huestes,  hacia  temer  iguales  ó  mayo- 
res desórdenes  en  una  ciudad  tan  populosa,  á  la  que  se  dirijia  una 
inmensa  muchedumbre  ansiosa  del  saqoeo,  con  la  cual  era  muy  de 
temer  se  uniese  la  plebe  de  la  ciudad  misma,  estimulada  por  el 
propio  interés. •Todo  era  pues  inquietud,  teniores,  desasosiego:  unos 
ocultaban  su  dinero  y  alhajas  preciosas;  otros  las  llevaban  á  los 
conventos  creyendo .  que  éstos  serian  más  respetados,  y  muchas 
señoras  buscaban  asilo  en  los  de  religiosas,  esperando  todos  de 
un  instante  á  otro  el  ataque.  En  tiempos  posteriores,  por  el  estado 
de  continua  turbación  en  que  el  país  se  ha  hallado  hace  ya  muchos 
años,  la  repetición  de  estas  inquietudes  las  ha  hecho-  ya  en  cierta 
manera  familiares  á  los  habitantes  de  la  capital:  pero  entonces, 
saliendo  por  la  primera  vez  de  su  habitual  sosiego  y  seguridad,  la 
confusión  y  el  susto  eran  mucho  mayores,  especialmente  en  las  casas 
y  familias  de  los  europeos,  para  las  cuales  el  riesgo  era  más  grave  y 
próximo.  A  cada  momento  se  circulaban  noticias  funestas  ,de  la 
aproximación  de  los  insurgentes:  los  partidarios  que  éstos  tenían 
dentro  de  la  ciudad  exajoraban  su  número  y  fuerzas,  y  el  temor 
creció  todavía  más  viendo  entrar  el  81  de  Octubre  los  restos  de  la 
división  de  Trujillo,  y  sabiendo  que  Hidalgo  con  toda  su  gente,  se 
hallaba  en  Coajimalpa  á  la  vista  de  la  capital. 

(34)  Gaceta  núm.  23,  tom.  2",  fol.   148  de  15  de  Febrero  de  1§1L 


./ 


N 


41G  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

Para  que  estuviese  pronta  para  acudir  á  donde  conviniese,  des- 
de  que  se  supo  con  certeza  que  Hidalgo  se  dirigía  á  México,  hizo 
el  virrey  acampar  la  tropa  de  que  podia  disponer,  en  el  paseo  nue- 
vo ó  de  Bucareli  y  en  la  calzada  de  la  Piedad.  Situó  artillería  en 
Chapultepec,  y  cuando  Hidalgo  estuvo  cerca,  destacó  partidas  que 
observasen  sus  movimientos.  AL  aproximarse  el  riesgo,  D.  Gabriel 
de  Yermo  puso  á  disposición  del  virrey  cuatrocientos  sirvientes 
de  sus  haciendas,  y  ciento  más  [de  las  de  su  hermano,  que  fue- 
ron conocidos  con^el  nombre  de  los  unegros  de  Yermoii  quien 
los  mantuvo  á  sus  expensas  durante  toda  la  guerra,  en  Ja  que  pres- 
taron muy  importantes  hervicios:  parte  de  ellos  hemos  visto  que 
concurrieron  á  la  acción  de  las  Cruces  y  los  demás  estuvieron  des- 
tacados en  diversos  puntos.  El  interior  de  la  ciudad  se  confió  al 
regimiento  del  Comercio,  escuadrón  urbano,  y  á  los  cuerpos  de  pa- 
triotas nuevamente  levantados,  de  los  que  poco  so  podia  esperar 
cuando  todavía  no  estaban  instruidos  en  el  manejo  de  las  armas. 
La  tropa  útil  para  la  defensa  de  la  ciudad  expedia  íipenas  de  dos 
mil  hombres,  (35)  y  siendo  tan  escaso  su  número,  el  virrey  dio  or- 
den al  general  Calleja  para  que  apresurase  su  nmrcha,  dispuso  que 
pasase  prontamente  á  la  capital  el  regimiento  de  infantería  da  To- 
luca  que  estaba  en  Puebla,  y  mandó  en  posta  á  Veracruz  al  capi- 
tán D.  Rosendo  Porlier  para  que  reuniese  é  hiciese  subir  á  Méxi- 
co los  tripulaciones  de  los  buques  que  allí  se  encontrasen. 

A  las  tres  y  media  de  la  tarde  del  mismo  dia  31,  se  vio  bajar 
por  el  camino  de  Coajimalpa  un  coche,  escoltado  con  cuatro  drago- 
nes, que  traia  una  bandera  blanca.  En  él  venia  el  general  Jimé- 
nez con  o*ros  tres  oficiales  de  graduación  encargados  de  entre- 
gar un  pliego  al  virrey.  Detenidos  en  Chapultepec  por  el  oficial 
que  mandaba  en  aquel  punto,  [se  remitió  al  virrey  el  pliego,  cu- 
yo contenido,  aunque  no  se  hizo  público,  se  entendió  era  una  inti- 
mación á  la  manera  de  la  que  se  hizo  al  intendente  de  Guanajua- 
to.  El  virrey  no  dio  otra  contestación  sino  mandar  que  se  volyie- 

(35)  Bustamante,  Cuadro  histórico,  para  hacer  subir  este  número  á  siete 
mil  hombres,  caenta  con  la  tropa  que  quedó  en  el  interior  de  la  ciudad,  que 
era  muy  poco  útil,  y  con  el  regimiento  de  Toluca  que  estaba  en  Puebla.  Are- 
chederreta  en  sus  apuntes  históricos  dice,  que  apenas  llegaban  á,  mil  hombres, 
pero  ciertamente  eran  mas  y  quedan  los  dos  mil  que  he  dicho,  deduciendo 
del  cálculo  de  Bustamante,  todo  lo  que  no  estaba  en  el  campamento. 


HISTOBIA  DB  idXICO.  417 

sen  los  parlamentarios,  y  aun  se  agrega  que  dio  orden  para  que  se 
les  hiciese  f^ego  si  no  se  marchaban  pronto.  (86) 

Beceloso  el  virrey  de  que  Hidalgo  se  apoderase  en  el  santuario 
de  los  Bemedios  de  la  sagrada  imagen  que  en  él  se  venera  con  es- 
ta advocación  y  que  es  objeto  del  piadoso  culto  de  los  mexicanos, 
la  hizo  trasladar  á  á  la  catedral  en  la  tarde  del  mismo  dia  31,  y  po- 
niendo á  sus  pies  el  bastón,  la  declaró  generala  de  las  tropas  rea- 
listas, y  la  adornó  con  la  banda  de  tal.  La  presencia  de  la  imagen 
reverenciada,  alentó  las  esperanzas  y  animó  el  espíritu  de  los  me- 
xicanos,  siendo  notable  la  mejor  disposición  que  desde  entonces  se 
advirtió  en  el  pueblo,  y  como  Hidalgo  traia  en  sus  banderas  la  ima- 
gen de  Guadalupe,  y  la  de  los  Bemedios,  cuyo  origen  viene  de  los 
tiempos  de  la  conquista,  era  considerada  como  la  protectora  espe- 
cial de  los  españoles,  para  el  vulgo  ignorante  vino  á  levantarse  ban- 
dera contra  bandera  y  altar  contra  altar.  (37)  La  devoción  á  la  Vir- 
gen de  los  Bemedios  creció  entre  los  realistas,  y  asi  como  se  ha- 
blan levantado  batallones  de  Fernando  Vil,  se  alistaron  las  seño- 
ras de  aquel  partido,  á  invitación  de  la  Señora  D^  Ana  Iraeta,  viu- 

(36)  En  el  discuiso  que  leyó  en  México  en  la  fiesta  cívica  el  16  de  Setiem- 
bre de  1331  el  Lie.  D  Francisco  Molinos  del  Campo,  insertó  la  intimación 
qae  dice  fué  hecha  por  Hidalgo  y  Allende  al  virrey,  por  medio  de  los  parla- 
mentarios enviados  4  la  capital;  pero  basta  leerla  para  conocer  que  el  docu" 
mentó  es  no  solo  apócrito,  sino  que  el  que  lo  inventó,  no  tenia  conocimiento 
de  la  revolución,  pues  introdujo  en  él  las  frases  de  ^^constitución  nacional,"  y 
otras,  de  que  ni  aun  idea  había  en  aquel  tiempo,  pues  no  se  introdujeron  en  el 
idioma  revolucionario,  hasta  que  las  pusieron  á  la  moda  las  cortes  de  Cádiz. 
En  este  documento  se  dice  también  que  Hidalgo  y  Allende  ofrecieron  tratar 
á  los  europeos  que  no  se  opusiesen  á  su  proyecto,  como  ^'á  hermanos  tierna- 
meitlie  amados^'  y  por  la  intimación  hecha  á  la  ciudad  de  Celaya  que  se  ha  in- 
sertado en  el  apéndice  con  el  núm.  16,  y  que  es  auténtica,  se  podrá  calificar 
la  verdftd  d^  tales  expresiones.  Aquella  intimación  contiene  cl  espíritu  ver- 
dadero de  la  insurrección,  y  todo  lo  demás  no  son  mas  que  las  fábulas  de  que 
se  ha  querido  llenarla  historia  de  la  revolución,  paja  quitar  déla  vístalo 
horroroso  del  fondo  del  cuadro  que  presenta  la  verdad  de  los  hechos. 

(37)  D.  Carlos  Bost amante,  que  había  descrito  en  un  opúsculo  la  piedad  del 
pueblo  mexicaDO)  cuando  se  Uevé  á  la  capital  pocos  meses  antes  la  sagrada 
imagen,  atribuye  su  traslación  en  esta  vez,  nada  menos  que  ^^al  diablo,  que 
no  duerme  y  que  escogió  el  mejor  medio  de  alborotar  al  pueblo  y  hacerlo  que 
santaiMute  armase  i^nnoevo  molote*  Apareciese,  dice,  nuestra  señora  de  los 
Remedios;  pero  no  por  los  aires,  como  cuentan  las  leyendas  de  ahora  tres  si- 
glos, echando  tierra  á  los  indios  mexicanos  en  los  ojos;  sino  en  coche  y  en  ma- 
nos del  P.  Capellán  de  su  santuario."  {Tantas  inconsecuencias  puede  produ* 
oír  el  espirito  de  partido,  aun  en  hombres  que  hacen  profesión  de  piadosos! 

TOMO  I. — 53 


418  HISTOBIA  DE  MfelCO. 


da  del  oidor  Mier,  con  el  nombre  de  npatriotas  mañanas, n  para  ve 
lar  por  sus  turnos  á  la  santa  imagen,  y  como  en  los  patriotas,  enti- 
biado después  el  entusiasmo,  ya  no  se  hacia  el  servicio  personal, 
sino  que  se  pagaban  las  guardias,  sucedió  lo  mismo  entre  estas  se- 
ñoras, proporcionando  así  un  modo  de  vivir  honesto  á  varias  muje- 
res, piadosas,  que  por  una  limosna  reemplazaban  en  las  guardias  á 
las  señoras  á  quienes  el  turno  tocaba.  £1  ejemplo  de  la  capital  fué 
seguido  por  las  ciudades  y  pueblos  de  las  provincias,  y  bien  presto 
fueron  proclamadas  generalas  y  ataviadas  con  la  banda  y  bastón  de 
este  empleo,  las  imágenes  de  más  especial  culto  en  cada  una  de 
ellas.  El  virrey  quiso  también  trasladar  á  México  la  imagen  de  Gua- 
dalupe, pero  no  se  verificó  por  la  resistencia  del  cabildo  de  la 
colegiata,  habiendo  cesado  después  el  motivo  que  había  hecho  pen- 
sar en  esta  medida. 

No  habiendo  sido  admitidos  los  parlamentarios  de  Hidalgo,  te- 
níase por  cierto  que  éste  marcharía  en  seguida  contra  la  capital. 
Con  este  temor  se  pasó  la  noche  del  31  con  la  mayor  vigilancia,  sin 
apartarse  Venegas  de  las  tropas  del  campamento,  ni  dejar  éstas  las 
«armas  de  la  mano.    El  dia  siguiente  1*  de  Noviembre,  que  era  la 
festividad  de  Todos  Santos,  contribuyó  i  aumentar  el  desasosiego 
é  inquietud  pública:  anuncióse  varias  veces  que  los  insurgentes  ba- 
jaban los  montes:  cualquiera  polvo  levantado  casualmente  que  se 
descubría  á  lo  lejos,  hada  creer  á  las  imaginaciones  exaltadas  que 
era  el  enemigo  que  se  aproximaba:  en  aquella  tarde  especialmente, 
habiéndose  acercado  hasta  la  fábrica  de  pólvora  de  Santa  Fé,  de  la 
que  de  antemano  se  habia  retirado  toda  la  pólvora,  una  partida  de 
Hidalgo,  hubo  una  grande  alarma;  se  tocó  la  generala»  las  gentes 
corrían  despavorídas  á  encerrarse  en  las  casas,  y  no  se  oia  otra  oo* 
sa  que  el  estrépito  de  la  puertas  que  de  golpe  se  cerraban  y  atran* 
caban.  Sin  embargo,  la  noticia  que  en  esta  misma  «tarde  recibió  el 
virrey  por  extraordinario  violento,  de  que  Calleja,  verificada  su  reu- 
nión con  Fion,  se  adelantaba  á  marchas  dobles  al  socorro  de  la  ca- 
pital, comenzó  á  serenar  los  ánimols  y  á  presentar  una  esperanza 
de  salvación. 

Hidalgo  permaneció  en  Coajimalpa  sin  hawr  movimiento  alguno 
los  dias  31  de  Octubre  y  1*  de  Noviembre,  aunque  sus  partidas  se 


HISTORIA  DE  MÉXICO,  419 


extendieron  por  los  pueblos  de  Coyoacan,  San  Ángel,  y  San  Agus- 
tín de  las  Cuevas,  en  los  que  fueron  aprehendidos  algunos  de  los 
de  su  gente.  Entre  estos  fué  cogido  en  Cuyoacan  por  el  gobernador 
de  los  indios  de  aquel  pueblo,  que  era  decidido  realista,  el  desgra- 
ciado Centeno»  quien  con  el  sargento  Martínez,  ascendido  á  maris* 
cal  de  campo,  fué  ahorcado  en  México  en  Febrero  del  año  siguien- 
te. (38)  Se  habia  hecho  esperar  á  Hidalgo  que  su  aproximación  á 
la  capital  bastaría  para  decidir  un  movimiento  en  ella,  y  que  sin 
necesidad  de  tirar  un  tiro,  entraría  triunfante  en  una  ciudad  que 
habiendo  sido  el  foco  principal  de  la  revolución,  contenia  más  que 
ninguna  otra  los  elementos  de  ella.  Sin  embargo,  no  solo  no  se  no- 
tó movimiento  alguno,  sino  que  ni  aun  de  los  pueblos  inmediatos 
se  presentó  nadie  á  engrosar  sas  masas,  y  sus  mismos  agentes  se- 
cretos, intimidados  con  las  providencias  del  virrey,  no  se  atrevie- 
ron ni  aun  á  recibir  sus  comunicaciones,  y  mucho  menos  á  mandar^ 
selas.  (39)  Arredrábanle  también  las  disposiciones  militares  del 
virrey,  y  después  de  la  gran  pérdida  que  habia  experimentado  en 
ia  acción  del  monte  de  las  Cruces,  creia  sin  duda  aventurado  ex- 
poner sus  masas  atemorizadas  con  aquel  combate,  al  que  era  me- 
nester dar  para  entrar  en  la  capital.  En  esta  perplejidad,  tuvo  co-. 
nocimiento  por  un  correo  que  sus  partidas  interceptaron,  de  la  mar- 
cha  de  Calleja,  y  juzgó  muy  critica  su  situación  si  venia  á  encon- 
trarse entre  las  fuerzas  que  aquel  general  conduela  y  las  que  el 
virrey  tenia  reunidas,  ó  si  reciente  todavía  el  triunfo,  si  lograba 
tomar  la  ciudad,  era  atacado  por  Calleja,  en  medio  del  desorden  y 
de  la  confusión  que  su  entrada  en  la  capital  debia  producir.  Estas 
consideraciones,  de  mucho  peso  sin  duda,  fueron  las  que  probable- 
mente  le  decidieron  á  levantar  su  campo  y  retirarse,  y  no  el  temor 
de  que  entregándose  al  saqueo-  las  masas  indisciplinadas  que  for- 

(38)  CenteTio  ib6  oojklo  por  haber  bajado  á  Coyoacan  á  buscar  un  herrero 
para  componer  un  coche.  Conducido  a  la  cárcel  de  corte  é  instruido  bu  proce- 
so, fué  ahorcado  en  el  Egido  de  México  el  dia  V  de  Febrero  de  1811.  José 
Antonio  Martines,  sargento  del  regimiento  de  la  Reina,  de  la  compañía  de 
AbasolOf.que  babia  ascendido  hasta  manscal  de  campo,  fué  aprehendido  en 
Chalco  después  de  la  batalla  de  Acúleo.  Diario  de  México  de  I?  de  Febrero 
de  1811,  tom.  14,  núm.  1,948. 

(39)  Bustamante,  Cuadro  histórico,  tom.  1"",  fol.  86,  cita  un  ejemplo  nota- 
bla  de  la  timidez  de  los  agentes  secretos  de  los  insurgentes. 


420  HISTORIA  DB   MÉXICO. 


•^^•t^tt^tml^^»  ■»■■ 


maban  su  ejército,  desacreditasen  enteramente  la  causa  de  la  insu- 
rreccion,  como  ha  dicho  un  escritor,  ni  menos  es  cierto  que  se  ha- 
llase escaso  de  municiones,  como  dice  el  mismo  autor.  (40)  Aquel 
temor  no  podia  caber  en  Hidalgo,  pues  el  saqueo  y  el  desorden  era 
el  medio  esencial  de  ejecución  de  su  empresa,  y  no  se  habia  arre- 
drado por  aquella  causa  en  Guanajuato  y  demás  puntos  que  habia 
invadido,  y  en  cuanto  á  lá  escasez  de  municiones,  ella  probaria  una 
excesiva  imprevisión,  en  quien  se  dirigia  á  una  empresa  tal  como  la 
toma  de  México,  y  no  traia  municiones  mas  que  para  uü  dia  de 
combate. 

Allende,  que  andaba  ya  desabrido  con  Hidalgo  por  celos  de  au- 
toridad, porque  ««desde  los  primeros  pasos  se  apoderó  este  de  todo 
el  mando  político  y  militar,  n  (41)  tuvo  con  esta  ocasión  nuevos  mo- 
tivos de  descontento,  ya  fuese  porque  no  aprobaba  la  retirada,  ó 
porque  Hidalgo  no  accedió  á  lo  que  aquel  propuso,  acerca  de  tra- 
tar con  el  virrey  por  medio  de  García  Conde  y  sus  compañieros,  (42) 
y  esta  contrariedad  de  (ipinion  indispuso  más  los  ánimos  entre  ellos, 
que  fueron  en  adelante  agriándose  hesta  llegar  á  un  declarado  rom- 
pimiento. La  marcha  se  emprendió  el  dia  2;  volviendo  el  ejército 
por  el  ipismo  camino  que  habia  venido  hasta  Ixtlahuaca,  desde  don- 
de tomó  la  dirección  á  Querétaro,  intentando  sin  duda  Hidalgo 
aprovechar  para  ocupar  aquella  plaza,  á  que  dio  siempre  una  gran- 
de importancia,  la  oportunidad  que  le  ofrecía  el  haberse  alejado  de 
ella  Calleja.  En  la  retirada  se  redujo.á  la  mitad  la  masa  de  gente 
que  le  seguía,  habiéndose  vuelto  á  sus  hogares  los  indios  de  los 
pueblos  del  tránsito,  que  se  habían  agregado  al  ejército  por  el  po- 
deroso atractivo  del  pillage  de  México  que  se  prometían! 

Al  salir  Hidalgo  de  Toluca  para  el  monte  de  las  Cruces,  se  que- 
dó en  aquella  ciudad  con  un  trozo  del  ejército  el  teniente  general 
Balleza,  que  custodiaba  á  García  Conde  y  demáa  priBÍoneros.  Rl 
populacho  se  arrojó  á  saquear  la  casa  de  un  europeo,  pero  fué  con- 

(40)  Buit.,  Ciiad.  hÍBt.,  tom.  1?,  fol.  86,  dice  que  no  le  quedaban  mas  qixe 
30  tiros  de  cafiou.  Mas  adelante  veremos  que  no  habia  tal  falta  de  municio- 
nes. 

(41)  Estas  palabras  están  copiadas  de  la  declaración  que  Allende  dio  en  bu 
causa. 

(42)  Diario  de  García  Conde. 


HISTORIA  D£    MÉXICO.  421 

tenido  |)or  la  guardia  de  Balleza  y  reducido  al  cementerio  de  la  pa- 
rroquia, en  donde  este  jefe  le  dirigió  un  discurso  excitándolo  con- 
tra los  europeos  y  para  disuadirlo  del  saqueo  le  aseguró^  que  el  ob- 
jeto de  la  empresa  no  era  otro  que  hacer  una  distribución  igual  de 
bienes  entre  todos,  en  los  términos  que  pudiera  prometerla  el  más 
extremado  comunista  ó  socialista  de  nuestros  dias.  Balleza,  para 
hacer  más  persuasiva  su  elocuencia,  interrumpía  de  cuando  en  cuan- 
do su  discurso  para  arrojar  puflados  de  dinero  al  pueblo,  para  quien 
sin  duda  era  más  convincente  este  argumento  que  las  razones  del 
orador.  Concluido  au  discurso,  marchó  en  seguimiento  de  Hidalgo, 
y  durante  la  acción  en  la  que  no  tuvo  parte  alguna,  como  en  ningu- 
na orta,  pues  nunca  dio  pruebas  de  valor,  colocó  á  los  prisioneros 
entre  los  cajones  del  parque,  para  volarlos  si  la  batalla  se  per^^ 
dia.  (43.) 

Calleja,  después  de  su  reunión  con  flon,  se  había  propuesto  di- 
rigirse desde  Dolores,  por  Celaya  y  Acámbaro,  al  valle  de  Tolucíi, 
con  el  objeto  de  atacar  á  Hidalgo,  sabiendo  que  éste  marchaba  so- 
bre la  capital;  pero  avisado  por  el  comandante  de  Querétaro  del 
riesgo  en  que  ae  hallaba  aquella  ciudad,  atacada,  como  se  ha  refe- 
rido, por  Sánchez,  el  dia  mismo  que  se  dio  la  batalla  del  monte  de 
las  Cruces,  se  encaminó  á  ella  adelantando  para  socorrerla  una  co- 
lumna de  mil  y  trescientos  caballos,  á  las  órdenes  del  coronel  Don 
Manuel  Pastor.  (44)  A  su  llegada  con  el  ejército  el  1*  de  Noviem- 
bre, recibió  las  comunicaciones  del  virrey  en  que  se  le  ínstruia  del 
estado  critico  en  que  se  hallaba  la  capital,  y  le  prevenía  marchase 
prontamente  á  su  socorro,  con  lo  que  salió  el  dia  8  en  cumplimien- 
to de  estas  órdenes. 

En  la  mañana  del  6,  las  avanzadas  de  Calleja  se  encontraron  con 
las  de  Hidalgo  en  las  inmediaciones  de  Arroyozarco,  y  habiéndoles 
hecho  algunos  muertos  y  prisioneros,  se  supo  por  estos  que  Hidal- 
go con  toda  su  gente  se  hallaba  en  el  pueblo  inmediato  de  San  Ge- 

(43)  Diario  de  García  Conde;  Por  esto  y  lo  que  después  se  dirá,  se  vé  que 
no  faltaba  el  parque,  como  dice  Bnstamante. 

(44)  He  tomado  la  relación  de  la  marcha  de  Calleja  y  batalla  de  Acuko 
del  parte  circunstanciado  del  mismo  Calleja  inserto  en  la  gaceta  de  20  de  No- 
viembre núm.  137^  Suplemento:  de  donde  también  la  tomó  Bustamante,  Cuad. 
hist.  tom.  1"?,  fol.  91. 


422  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

rónimo  Acúleo.  Encontráronse  así  inmediatos  los  dos  ejércitos,  ig- 
norando enteramente  Calleja  la  dirección  que  Hidalgo  traia,  así 
como  éste  tampoco  contaba  tener  tan  cerca  á  su  contrario.  Calleja, 
para  informarse  mejor,  mandó  una  descubierta  de  mil  y  doscientos 
caballos  con  dos  cañones  violentos,  al  mando  del  coronel  Emparan, 
y  con  las  noticias  que  éste  le  dio,  avanzó  cou  todo  su  ejército,  to- 
mando posición  á  dos  leguas  del  enemigo.  En  las  inmediaciones  de 
Acúleo  se  incorporó  al  ejército  de  Hidalgo  el  Lie.  Aldama,  que  con 
su  familia,  la  de  su  hermano  J).  Juan  y  alguna  gente  venia  de  San 
Miguel.  En  la  noche  que  precedió  á  la  acción  estuvo  á  verlo  Hi- 
dalgo, y  el  Lie.  Aldama  le  refirió  los  excesos  que  por  todas  partes 
se  cometian,  habiendo  visto  él  mismo  cerca  de  San  Felipe  los  cadá- 
veres dd  tres  europeos  y  un  americano,  los  primeros  con  papel  de  res- 
guardo del  cura,  atrozmente  asesinados  por  los  indios  que  impidieron 
al  cura  del  pueblo  darles  sepultura,  todo  lo  cual  exigia  pronto  reme- 
dio. Hidalgo  comtestó  con  frialdad  que  era  menester  pasar  por  esos 
males,  pues  si  se  trataba  de  castigar  á  los  proparadores  de  tales 
crímenes,  no  podrían  contar  con  gente  ninguna.  Retirado  Hidalgo, 
Allende  y  los  Aldamas  siguieron  hablando  del  estado  de  las  cosas,  é 
imputando  la  culpa  de  todo  á  Hidalgo,  de  quien  Allende  no  habla- 
ba sino  llamándole  »»el  bribón  del  cura.»  Los  Aldamas  estaban  ad- 
heridos á  Allende  y  participaban  de  sus  opiniones.  (45)  Entre  tan- 
to, habiendo  resuelto  esperar  á  los  realistas,  lo  que  tampoco  podian 
evitar,  se  tomaron  las  disposiciones  necesarias  para  recibir  el  ata- 
que, que  todo  indicaba  que  iba  á  verificarse  muy  pronto. 

La  posición  que  ocupaban  los  independientes  era  una  loma  casi 
rectangular  que  domina  al  pueblo  y  toda  la  campiña,  circundada 
por  los  dos  costados  de  Oriente  y  Norte  por  un  arroyo  y  barranca 
de  difícil  paso,  aun  para  la  infantería:  el  costado  menor,  que  no 
excede  de  cuatrocientas  varas  de  extensión,  toca  á  un  cerro  alto  y 
aislado  que  se  une  á  la  serranía  de  montes  más  elevados,  y  el  otro 
costado,  que  puede  tener  mil  y  quinientas  varas,  forma  el  descen- 
so suave  de  la  misma  sierra,  que  á  media  legua  de  distancia  em^ 
pieza  á  ser  escabrosa.  (46)  Sobre  la  eminencia  do  esta  loflja  se  for- 

(45)  Diario  de  García  Conde. 

(46)  Yéase  el  plano  de  eata  batalla,  en  la  obra  de  Torrente, 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  423 


marón  los  insurgentes  en  dos  lineas,  y  entre  ellas  una  figura  oblon- 
g9^.  apiñada  de  gente:  en  los  bordes  se  colocó  la  artillería  que  cons- 
taba de  doce  piezas,  (47)  quedando  á  la  espalda  una  multitud  de 
gente  en  desorden  que  no  bajaba  de  cuarenta  mil  hombres,  pues 
aunque  habia  sido  considerable  la  deserción  en  la  retirada,  todavía 
quedaba  un  número  considerable.  Del  pueblo  á  la  loma  habia  una 
^ea  de  batalla,  que  fué  desapareciendo  al  aproximarse  los  rea- 
listas. 

Dispuso  Calleja  el  ataque  en  tres  columnas  de  infantería,  for- 
madas por  los  dos  batallones  de  granaderos  de  la  Columna  y  el  re- 
gimiento de  la  Corona,  con  dos  piezas  de  artillería  cada  una:  los 
dos  costados  los  formaban  dos  fuertes  secciones  de  caballería  con 
dos  cañones  ligeros  la  de  la  derecha,  dejando  una  reserva  y  un 
cuerpo  de  infantería  ligera,  para  emplearlo  según  la  ocasión  lo  de* 
mandase. .  Hizo  Calleja  avanzar  sus  columnas,  desplegando  en  ba- 
talla  la  infantería  al  acercarse  á  tiro  de  cañón,  para,  disminuir  el 
efecto  d^  los  fuegos  del  enemigo.  Estas  maniobras  y  los  movimientos 
de  la  caballería,  ejecutados  con  la  precisión  y  serenidad  que  en  una 
parada,  llenaron  de  terror  á  los  insurgentes,  para  los  cuales  este  es- 
pectáculo eranuevo.  Rompieron  éstos  los  fuegos  de  su  artillería,  aun- 
que por  lo  alto  de  la  puntería  sin  causar  daño  en  los  realistas,  sobre 
cuyas  cabezas  pasaban  las  bala&  Hizo  entonces  Calleja  disparar  la 
suya  y  mover  al  mismo  tiempo  la  caballería  de  su  izquierda,  amena- 
zando rodear  la  retaguardia  enemiga.  Esto  decidió  la  batalla:  los 
insurgentes  se  pusieron  en  precipitada  fuga  al  primer  cañonazo, 
siendo  los  generales  los  primeros  en  huir,  y  fué  tal  la  dispersio.n, 
que  cuando  llegó  á  lo  alto  de  la  loma  el  primar  batallón  de  la  Co- 
lumna de  granaderos,  mandado  por  el  coronel  D.  José  María  Fa- 
Ion  y  desplegó  en  batalla,  ya  no  encontró  enemigo  ninguno  á  quien 
combatir.  Los  demás  cuerpos  de  infantería  fueron  llegando  suce- 
sivamente y  formando  en  batalla,  para  sostener  la  persecución  del 
enemigp  por  la  caballería  que  los  siguió,  siendo  el  primero  el  con- 
de de  S.  Mateo  Valparaíso  con  sus  lanceroa  del  Jaral. 

La  pérdida'del  ejército  real  se  seredujo  á  un  dragon^[de  S.  Luis, 
muerto,  y  un  granadero  de  la  Segunda  compañía  de  Toluca,  heri- 

(47)  Probablemente  el  anmento  de  piezas  fué,  por  a}gap%9  fvu[^4idaB  ^^  Yñ 
Uadolid  7  remitidas  al  ejército. 


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424  HISTORIA  DS  MÉXICO. 

da,  llamado  Mariano  Islas,  el  que  habiendo  recibido  al  principto 
de  la  acción  un  golpe  de  metralla  en  la  frente,  no  quiso  retirarse, 
por  lo  que  el  virrey,  además  de  un  premio  pecuniario,  le  concedió 
llevar  en  el  brazo  izquierdo  un  escudo  con  la  inscripción:  nHerido 
en  Acúleo  no  abandonó  sus  filas,  n  Se  creyó  entonces 'por  los  adic- 
tos á  la  independencia,  y  lo  ha  repetido  después  un  escritor,  que 
Calleja  ocultó  su  pérdida  y  que  fué  mayor  que  lo  que  dice  en  su 
parte;  pero  ciertamente  no  pudo  ser  otra  que  la  que  expresa  aquel 
documento,  porque  no  hubo  nada  que  pudiera  causarla,  pues  en 
realidad  no  hubo  acción:  el  terror  de  la  batalla  de  las  Cruces  y  h 
vista  del  ejército  marchando  al  ataque;  bastó  para  poner  en  fuga 
á  los  insurgentes,  y  donde  no  hubo  resistencia  no  pudo  haber  pér- 
dida ninguna  del  que  atacó.  La  de  los  independientes  ftié  causada 
en  el  alcance  que  siguió  la  caballería  realista  por  dók  leguas  y  me- 
dia, hasta  que  lo  escabroso  del  terreno  le  impidió  continuaria:  Ca- 
lleja la  regula  en  diez  rail  hombres,  pero  este  cálculo  es  excesiva' 
mente  exagerado;  pues  según  el  parte  que  le  dio  el  justicia  de 
Acúleo,  (48)  el  número  de  muertos  que  hizo  recojer,  inclusive  los 
de  la  escaramuza  con  las  avanzadas  cerca  de  Arroyozarco,  fueron 
ochenta  y  cinco  y  cincuenta  y  tres  heridos,^de  los  que  murieron 
diez.  Algunos  más  quedarían  en  los  montes,  pero  siempre  el  nú- 
mero es  muy  distante  del  que  Calleja  asienta.  Estas  exageraciones 
fueron  tales  en  el  progreso  de  la  guerra,  que  habiendo  un  curioso 
resumido  en  un  estado  el  número  de  muertos  que-  referian  los  par- 
tes  de  los  jefes  realistas,  resultaba  una  cantidad  tal,  que  á  ser  cier- 
ta, la  población  hubiera  disminuido  de  una  manera  notable.  £1  re>- 
dactor  de  este  resumen  se  dice  que  fué  reprendido  y  aun  castigado 
por  haberlo  formado.  (49) 

Recobró  Calleja  en  esta  acción  los  dos  cationes  que  Trujillo  de- 
jó abandonados  en  el  monte  de  las  Cruces,  con  un  carro  de  muni- 
ciones que  también  dejó,  y  tomó  además  ocho  cañones  de  á  cua* 
tro,  uno  de  á  ocho  que  se  quedó  en  el  campo  de  batalla  por  estar 

(48)  Este  parte  fecha  IS  de  Noviembre,  firmado  por  el  justicia  D.  Manuel 
Perfecto  Chavez,  se  halla  entre  los  papeles  de  la  secretaría  del  virreinato,  en 
el  legajo  de  la  compañía  de  Calleja,  y  á  él  se  refiere  BustamantOi  Cuadro  his* 
tfirico,  tomo  1?,  folio  03. 

(49)  No  es  esto  inverosímil,  pues  el  conde  de  Yalenciana  fué  reprendido, 
según  él  mismo  me  dijo,  porque  no  creía  las  gacetas. 


HISTORIA  DE  M¿XICO.  426 


deamuftonado  y  embalado  y  otro  de  regular  calibre  que  se  desba^ 
rranoó;  ciento  veinte  cajones  de  pólvora,  (50)  cuarenta  cartuchos 
de  bala  y  metralla,  tres  cajones  de  municiones,  cincuenta  balas  de 
fierro  tomadas  en  las  Cruces  de  las  seis  mil  que  se  hicieron  venir 
de  Manila  en  1809,  diez  racimos  de  metralla,  dos  banderas  del  re- 
gimioBto  de  Celaya,  (51)  una  del  de  Valladolid,  cuatro  peculiares 
de  los  insurgentes,  y  diez  cajas  de  guerra.  Cojiéronse  también  un 
carro  de  víveres,  mil  doscientas  cincuenta  reses,  mil  seiscientos 
cameros,  doscientos  caballos  y  muías,  trece  mil  quinientos  cincuen- 
ta pesos  en  reales,  porción  de  fusiles,  equipajes,  ropa,  papeles  y 
diez  y  seis  coches  de  los  generales,  en  los  que  iban  ocho  mujeres 
jóvenes  de  buen  parecer,  que  Calleja  llama  el  serrallo  de  los  in- 
surgentes; varios  eclesiásticos  que  seguían  á  Hidalgo,  aunque  siu 
empleo  militar,  y  entre  ellos  el  Dr.  D.  José  María  Castañeta,  (52) 
que  le  acompafiaba  desde  Valladolid,  y  el  Br.  D.  José  María  Abad 
y  Cuadra,  con  otros  menos  notables.  Los  coroneles  Conde  de  Casa 
Rui  y  Garda  Conde  y  el  intendente  de  Valladolid  Merino,  que 
Hidalgo  conducía  con  su  ejército,  quedaron  libres  con  esta  victo- 
ria, y  por  su  empeño  se  dejó  en  plena  libertad  á  las  familias  de  los 
Aldamas.  Se  hicieron  unos  seiscientos  prisioneros,  entre  ellos 
veintiséis  soldados  de  los  cú&rpos  provinciales  que  habian  abraza^ 
do  el  partido  de  Hidalgo:  estos,  con  dictamen  de  asesor,  fueron 
quintados  y  aquellos  en  quienes  cayó  la  fatal  suerte,  pasados  por 
las  armas;  los  demás  condenados  á  presidio  por  diez  años.  Lq9 
eclesiásticos  y  personas  de  alguna  distinción,  fueron  conducidos  á 
Qoerétaro  y  puestos  en  diversos  conventos;  al  común  de  los  demás 
prisioneros  se  le  dejó  en  libertad. 

Hidalgo  y  Allende  tomaron  en  su  fuga  diversos  rumbos,  mani- 
festándose hasta  en  esto  la  división  que  entre  ellos  habia  y  que 
cada  incidente  hacia  cada  vez  mayor.  Hidalgo  se  dirigió  á  Vallado- 

(50)  Se  vó  por  esto,  que  no  fué  la  falta  de  municiones  la  que  decidió  á  Hi- 
dalgo, á  retirarse  de  delante  de  México. 

(51)  Las  otras  dos  banderas  de  este  regimiento,  estaban  en  duerétaro  con 
el  batallón  qne  se  hallaba  allí.  Las  balas  de  cañón  tomadas  en  las  Cruces, 
hacen  ver  que  Trujillo  tenia  todavia  cuando  se  retiró  más  municiones  que  las 
que  en  su  parte  dice. 

(62)  £1  Dr.  Castañeda  era  primo  hermano  mío:  tendré  ocasión  de  volver  á 
hablar  de  ¿1  varias  veces  en  la  serie  de  esta  hiitoiia. 

TOMO.  1—54 


426  HISTORIA  DÉ  MÉXICO. 

lid  con  solo  cinco  ó  seis  personas  que  le  acompañaban,  habiendo 
perdido  hasta  la  ropa  de  su  uso,  y  fué  sin  embargo  recibida  con 
pompa  y  aplauso  de  vencedor.  Allende  se  retiró  á  Guanajuato,  y 
Calleja,  habiendo  recogido  los  presos,  bagajes,  ¡artillería,  y  demás 
tomado  en  la  acción,  marchó  el  dia  siguiente  de  ésta  hacia  Queré- 
taro,  con  el  designio  de  perseguir  á  los  indei)endientes  para  »o  de- 
jar que  se  rehiciesen,  y  ocupar  la  ciudad  de  Guanajuato.  A.  su 
tránsito  por  S.  Juan  del  Bio,  cuando  se  dirigia  á  México  antes 
de  la  batalla  de  AquIco,  con  motivo  de  haber  auxiliado  algunos  ve- 
cinos de  este  lugar  á  los  insurgentes  que  acababan  de  salir  de  él 
con  sus  personas,  con  gente  y  con  armas,  publicó  un  bando  (53)  en 
el  que  dijo,  que  aunque  este  delito  exigia  un  ejemplar  cast^^  de- 
seando dar  una  prueba  de  la  benignidad  paternal  del  gobierno,  en 
nombre  del  virrey  perdonaba  á  todos  los  habitantes  de  aquel  pue- 
blo que  hubiesen  tomado  parte  en  la  insurrección,  con  tal  que  en- 
tregasen ó  delatasen  á  los  principales  jefes,  y  presentasen  dentro 
de  seis  horas  las  armas  que  tuviesen,  inclusos  los  cuchillos  y  los 
machetes,  intimando  que  la  benignidad  de  que  entonces  había  usa- 
do se  convertiría  en  rigor,  si  volviesen  á  delinquir,  y  que  si  toma- 
sen las  armas,  ó  de  algún  modo  favoreciesen  á  los  insurgentes,  ó 
no  hiciesen  lo  que  de  su  parte  estmñese  para  la  deCíinsa .  de  Ja  po- 
blación ó  de  los  derechos  del  soberano  legítimo,  serian  tratados  sin 
conmiseración  alguna,  pasados  á  cuchillo  y  el  pueblo  reducido  á 
cenizas.  A  su  vuelta  al  mismo  lugar  después  de  la  victoria  de  Acal- 
co, creyendo  que  por  efecto  de  esta,  intimidados  los  que  habían  to* 
mado  parte  en  la  revolución,  estarían  más  dispuestos  á  separarse 
del  partido  que  habian  seguido,  dándoseles  seguridades  suficientes 
publicó  otro  bando,  (64)  en  que  fundándose  en  el  tríunfo  completo 
que  acababa  de  conseguir,  en  el  derecho  de  la  guerra  y  en  el  que 
tenia  el  gobierno  para  castigar  severamente  á  los  que,  faltando  a 
sus  juramentos,  intentaban  establecer  la  anarquía  en  un  país  hasta 

(53)  En  4  de  Noviembre.  Gac.  de  13  del  mismo,  tom.  1*,  nüm.  134,  foL  946. 

(64)  Fecha  9  de  Noviembre,  inserfco  en  la  gaceta  citada^  Bn  eete  bando  di- 
ce Calleja  que  la  pérdida  de  los  insurgentes  en  Acúleo  fu^  de  tres  mil  hom- 
bres, y  en  el  parte  fechado  en  Cluerétaro  el  16  del  mismo  mes,  la  hace  subir  ¿ 
diez  mil.  Una  diferencia  de  siete  mil  es  demasiada  para  quesea  error  de  c¿lca- 
lo,  y  prueba  la  poca  confianza  que  merecen  este'  género  de  notioiaa,  A:mboa 
Clámenlos  se  itsertaron  en  las  gacetas  del  gobierno. 


HISTORIA  DE  MÉXICO  ASfí 


'>^  —  "mii  >■■ 


entonces  el  más  feliz  del  mundo,  encarecía  la  moderación  con  que 
las  tropas  del  rey  se  habian  conducido,  y  manifestalKi  que  desean- 
do restablecer  la  tranquilidad  por  medio  de  la  benignidad,  según 
las  intenciones  del  gobierno  superior,  concedia  en  nombre  del  vi- 
rrey, indulto  y  perdón  general  á  todos  los  que  hallándose  en  el 
ejército  de  los  insurgentes,  lo  abandonasen  y  se  retirasen  á  sus  ca- 
sas, asegurando  que  no  serian  molestados  en  sus  personas,  hacien- 
das é  intereses,  exceptuando  de  esta  gracia  á  solo  los  principales 
jefes,  por  los  cuales  prometió  de  nuevo  lo  remunera cioh  de  diez  mil 
pesos  ya  antes  ofrecida  por  la  cabeza  de  Hidalgo,  Allende,  los  dos 
hermanos  Aldamas  y  Abasólo.  El  virrey  por  otro  bando  publicado 
en  México  en  12  del  mismo  Noviembre,  en  que  Inserta  los  dos  de 
Calleja,  aprobó  y  confirmó  las  providencias  en  ellos  contenidas,  ha- 
ciéndolas extensivas  á  todos  los  lugares  del  reino  á  donde  hubiese 
llegado  la  revolución,  con  tal  que  los  que  quisiesen  disfrutar  del 
indulto  se  presentasen  dentro  de  ocho  dias,  entregando  las  armas 
sin  retener  ningunas  bajo  el  pretexto  de  ser  instrumentos  del  uso 
de  laceradores,  gaflanes  y  operarios,  reservándose  dictar  las  provi- 
dencias oportunas  para  la  provisión  de  estos  útiles,  cuando  los  in- 
dultados hubiesen  regresado  á  sus  territorios  y  domicilios.  En  cuan- 
to á  los  jefes  exceptuados,  se  les  ofreció  también  el  indulto  por  es- 
te bando,  en  cuanto  á  la  pona  capital,  entregando  á  sus  compañe- 
ros ó  á  alguno  de  ellos.  (55) 

La  condición  que  el  virrey  establecía  para  disfrutar  el  indulto, 
de  presentarse  á  pedirlo  dentro  del  octavo  día  desde  la  publicación 
hacia  casi  infructuosa  esta  gracia  por  ser  tan  corto  el  tiempo  en 
que  se  podía  solicitar;  pero  esta  condición  nunca  se  observó,  que- 
dando el  tiempo  limitado  y  abierta  permanentemente  la  puerta  pa- 
ra pedirlo  mientras  la  revolución  duró.  No  obstante  la  amplitud 
de  la  concesión,  sus  efectos  no  se  percibieron  hasta  algunos  años 
después,  porque  en  los  principios  de  una  revolución,  mientras  cada 

(65>  Bustamante,  Cuadro  histórico  tom.  1"^,  fol.  94,  con  las  infieles  reticen- 
cias que  acostumbra,  cita  estos  bandos  en  solo  la  parte  relativa  á  la  entrega 
de  \ü%  armas,  y  calla  absolutamente  todo  lo  relativo  al  indulto.  Esto  hace  su 
narración  de  los  hechos  tan  infiel,  que  no  me  atrevo  á  citar  ninguno,  descan- 
sando en  solo  su  testimonio.  Por  esto  no  he  hablado  del  robo  que  dice  hicie* 
ron  las  tropas  reales  de  la  custodia  de  la  pc^rroquia  de  Acúleo,  cuyo  hecho  ase- 
gura se  prob$  en  el  ^risobispado,  y^quedp  iippuné  por  no  disgustar  al  gobierno. 


428  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


partido  se  cree  seguro  del  triunfo  y  todo  lo  espera  de  la  fuerza  de 
las  armas,  las  medidas  de  lentitud  son  despreciables,  considerán- 
dolas efecto  de  la  debilidad  del  contrario  y  no  de  su  moderación: 
mucho  tiempo  de  sangre  y  de  desgracias  so  necesita,  pai'a  que 
el  cansancio  y  el  desaliento  induzcan  al  más  débil  á  aprovecharse 
de  ellas. 

La  victoria  de  Acúleo  hizo  desapareoer  como  el  humo  la  fuerza 
principal  de  los  insurgentes,  habiéndose  dispersado  enteramente 
los  cuarenta,  mil  hombres  que  Hidalgo  conservaba  y  presentó  en 
ella,  entre  los  cuales  se  cotanban  quince  mil  de  caballería;  pero  no 
por  eso  terminó  la  revolución,  como  algunos  se  habian  lisonjeado 
que  sucedería.  Mientras  Hidalgo  se  dirigia  á  la  capital  y  al  retirar- 
se de  delante  de  ella  era  su  ejército  batido  y  dispersado^  el  fuego 
de  la  insurrección  se  propagaba  rápidamente  en  las  provincias  del 
Norte  y  en  las  confinantes  con  el  mar  Pacifico.  La  Nueva  Gkdicia, 
Zacatecas,  S.  Luis  Potosí  y  las  provincias  internas  de  Oriente,  ha- 

» -  •     •  • 

bias  sido  agitadas  por  diversos  agentes  enviados  por  Hidalgo,  y  la 
revolución  habia  triunfado  en  ellas,  abriendo  un  nuevo  campo  y 
proporcionando  mayores  recursos  á  los  insurgentes  para  la  conti- 
nuación de  la  guerra»  así  como  presentando  nuevas  dificultades  al 
ejército  real  y  exigiendo  una  serie  no  interrumpida  de  marchas  y 
combates,  A  las  espaldas  mismas  de  Calleja,  Yillagran,  dueño  de 
Huichapan  y  de  sus  inmediaciones,  tenia  interceptado  el  camino  á 
la  capital,  en  el  que  tomó  un  convoy  con  municiones  para  el  ejér- 
cito, dando  muerte  al  Dr.  D.  José  Ignacio  Velez  (56)  que  iba  nom- 
brado asesor  de  aquel  general,  y  á  dos  empleados  deatinado3  para 
su  secretaría;  y  al  Sur  de  la  intendencia  de  México,  iba  adquirien- 
do fuerzas  y  ganando  fama  é  influjo,  el  enemigo  más  formidable 
que  habia  de  tener  ia  causa  espaflola  en  Nueva  España.  La  revor 
lucion  pues,  en  el  espacio  de  dos  meses,  habia  tomado  gran  cuerpo 
propagándose  en  las  más  ricas  provincias  y  extendiéndose  en  la 
mitad  del  reino,  contribuyendo  á  su  incremento  el  estímulo  pode- 
roso del  saqueo  que  se  of recia  al  pueblo,  y  las  groseras  falsedades 
con  que  se  le  engañaba  y  seducía:  (57)  pero  como  en  cada  una 

(ñ6)  Era  hermano  del  Dr.  D.  Pedro  Velez,  que  ha  muerto  poco  tiempo  ba, 
*BÍendo  magistrado  de  la  corte  suprema  de  justicia. 

(67)  Véanse  en  el  apéndice  núm.  18  las  cartas  dirigidas  por  Anaya,  á  losgcH 
beraadorea  de  los  indios  de  Ixmiquilpan  y  Jilbtepec. 


HISTORIA  DB  MÉXICO.  429 

de  aquellas  se  promovió  con  independencia  de  las  otras,  trataré 
con  separación  en  los  capítulos  siguientes,  de  lo  ocurrido  en  cada 
una  en  particular,  lo  que  dará  mucha  mayor  claridad  al  conjunto  de 
los  sucesos  de  todas. 


y 


RETRATOS 

Y  OTRAS   ESTAMPAS  CONTENIDAS  EN   ESTE  TOMO. 


PRMERA. 

D.  José  de  Itukrigaray,  virrey  de  Nueva  EspaSa.'íCoii  el  uni- 
forme de  carabineros  reales  de  cuyo  cuerpo  fué  coronel.  Sacado 
del  retrato  que  pintó  al  óleo  D.  Rafael  Jimeno,  director  de  pintu- 
ra de  la  Academia  de  Bellas  Artes  de  San  Carlos  de  México,  para 
colocarlo  en  la  sala  de  juntas  de  la  misma,  como  vice-patroüo  de 
aquel  establedmiento. 

SEGUNDA 

D.  Gabriel  Joaquín  de  Yermo.  Con  el  uniforme  de  los  bata- 
llones de  patriotas  de  Fernando  VII  de  México,  de  que  fué  capi- 
tán. Es  topiado  de  un  tetrato  al  pastel,  de  tamaño  natural,  hecho 
por  el  mismo  Jimeno,  que  conserva  la  familia.  Detras  tiene  escrito 
el  nombre  de  Yermo  y  la  noticia  que  nació  en  Sodupe,  en  el  seño- 
río de  Vizcaya,  en  10  de  Setiembre  de  1757,  y  murió  en  México 
en  7  de  Setiembre  de  1813  á  los  56  años  menos  tres  dias  de  edad. 

TERCERA. 

El  arzobispo  D.  Francisco  Javier  de  Lizana  y  Beaümont, 

-  • 

Virrey  de  Nueva  España.  Pintado  por  el  mismo  Jimeno,  para  co- 
locarlo en  la  Academia. 

cuarta; 

D,  Miguel  Domínguez,  corregidor  de  Querétaro,  nativo  de 
GuanajuatO;  sacado  de  un  retrato  de  cera  hecho  por  Eodriguez, 
hábil  artista  mexicano,  que  tiene  su  familia. 

QUINTA. 

Doña  María  Josefa  Ortiz.  Esposa  de  D.  Miguel  Domínguez, 
corregidor  de  Querétaro.  Tomado  de  un  retrato  en  cera  del  mismo 
Rodríguez,  que  tiene  la  familia. 


482  HISTORIA  DK  MÉXICO. 


^^^^^^^^»^^^B»^^^^^^^^^^^^^^^^*^^^^^i^^^^^^—^^^^^ 


SEXTA. 

Vista  db  la  Albóndiga  de  Granaditas  en  Guanajüato,  toma- 
da por  el  lado  del  Sur,  por  el  que  se  vé  también  el  convento  de 
Belén  y  cuesta  de  Mendizábal,  y  al  Norte  de  la  Albóndiga  los  ce- 
rros que  la  dominan  y  desde  los  cuales  fué  batida.  En  los  mismos 
se  descubren  las  minas  de  Valenciana  y  Mellado.  Esta  vista  ha  si- 
do sacada  con  el  Daguerrotipo  por  D.  María  Homero. 

SÉTIMA.- 

Pn^NODE.LALíiSMA  AiHÓNDiOA^  y  de  SUS  íumediacioneSi  para  la 
inteligencia  del  ataque  dado  á  aquel  edificio  por  la  gente  del  cora 
Hidalgo  y  plebe  de  Guanajuato  el  dia  28  de  Setiembre  de  1810. 
Levantado  con  mucha  exactitud  por  el  mismo  Romero.  Aunque 
este  plano  representa  el  piso  bajo  ó  patio,  se  han  demarcado  los 
segundos  tramos  de  las  escaleras  y  la  subida  á  la  azotea  que  co- 
responden  á  los  pisos  superiores,  para  hacer  más  comprensible  la 
explicaciour 

OCTAVA. 

D.  Miguel  Hidalgo,  cura  del  pueblo  de  Dolores  en  la  pro- 
vincia de  Guanajuato.  Copiado  del  que  publicó  B.  Carlos  María 
Bustamante,  y  aunque  no  dice  qué  autenticidad  tenga,  es  sin  duda 
muy  parecido. 

NOVENA. 

Plano  de  la  batalla  del  monte  de  las  Cruces  y  operaciones 
que  le^recnsdieron.  Sacado  del  que  publicó  D.  Mariano  Torrente 
en  su  historia  de  la  revolución  hispano-americana^  tom*  1*  foL  152. 
Este  autor  habiendo  tenido  á  su  disposición  los  documentos  del 
ministerio  de  la  guerra  en  Madrid,  los  planos  que  ha  publicado 
mereceA  entera  confianza. 


APÉNDICES- 


*OMo,  1—55 


\ 


ADVERTENCIA. 


Pw  juzgar  de  escast  interés  en  la  época  actual  los  Estados  pu- 
blicados por  el  Sr.  Alanan^  en  el  XTÍSDiCE-del  1er.  tomo^  los  supri- 
mimos en  la  presente  ediion,  y  solo  reproducimos  los  siguientes  do^ 
os  históricos. 


mimos 

eumentos  históricos. 


HISTOKIA  DE    M¿XICO.  485 


i^^^»»^^^^^^^^^^^p^^p^^^ 


DOCUMENTO  NUM.  9. 

LlB.  !•  CAP.  5? 

Apuntes  para  el  plan  de  independeiicia,  que  se  hallaron  entre  ¿os  pa- 
peles del  P,  Fr.  Melchor  Talamantes  el  dia  de  su  prisión,  escritos  de 
su  letra,  y  se  uriieron  á  la  causa  que  se  le  formó  por  la  audiencia  de 
México. 

El  congreso  nacional  americano  debe  ejercer  todos  los  derechos 
de  la  soberanía,  reduciendo  sus  operaciones  á  los  puntos  siguien- 
tes: 

1.  Nombrar  al  virrey  capitán  general  del  reino  y  confirmar  en 
sus  empleos  á  todos  los  demás. 
. .  2.  Proveer  todas  las  vacantes  civiles  y  eclesiásticas. 

3.  Trasladar  á  la  capital  los  caudales  del  erario  y  arreglar  su 
administración. 

4.  Convocar  un  concilio  provincial,  para  acordar  los  medios  de 
cumplir  aquí  lo  que  está  reservado  á  Su  Santidad. 

5.  Suspender  al  tribunal  de  la  Inquisición  la  autoridad  civil,  de-, 
jándole  solo  la  espiritual,  y  ésta  con  sujeción  al  metropolitano. 

6.  Erigir  un  tribunal  de  revisión  de  la  correspondencia  de  Eu- 
ropa, para  que  la  reconociese  toda,  entregando  á  los  particulares- 
las  cartas  en  que  no  encontrase  reparo,  y  reteniendo  las  demás. 

7.  Cc»nocer  y  determinar  los  recursos  que  ías  leyes  reservaban  á 
S.  M- 

».  Extinguir  todos  los  mayorazgos,  vínculos,  capellanías  y  cuales- 
quiera otras  pensiones  pertenecientes  á  individuos  existentes  en 
Europa,  incluso  el  Estado  y  marquesado  del  Valle. 

9.  Declarar  terminados  todos  los  créditos 'activos  y  pasivos  de 
la  metrópoli,  con  esta  parte  de  las  Américas. 

10.  Extinguir  la  consolidación,  arbitrar  medios  de  indemnizar 
á  los^perjudicados,  y  restituir  las  cosas  á  su  estado  primitivo. 

11.  Extinguir  todos  los  subsidios  y  coutribucii^ies  eclesiásticas^ 
excepto  las  de  media-anata  y  dos  novenos. 


436  HISTORIA  DE  MÉXICO, 


*m^^^^^^^^^^ 


12.  Arreglar  los  ramos  de  comercio,  minería,  agricultura,  é  in- 
dustria, quitándoles  las  trabas, 

13.  Nombrar  embajador  que  pasase  á  los  Estados-Unidos  á  tra- 
tar de  alianza  y  pedir  auxilios. 

Hecho  todo  esto,  debe  reservarse  (decia)  para  la  última  sesión 
del  congreso  americano,  el  tratar  de  la  suceáion  á  la  corona  de  Es- 
paña y  de  las  Indias,  la  cual  no  quiere  que  se  decida  con  la  prisa  y 
desasosiego  que  lo  hizo  México  el  dia  29  de  Julio  de  1808,  (1)  y  to- 
das las  demás  ciudades,  villas  y  lugares  de  la  Nueva-España,  sino 
con  examen  muy  detenido;  porque  considera  la  cuestión  tan  gra- 
ve y  complicada,  que  en  su  concepto  no  era  posible  señalar  el  nú- 
mero de  sesiones  que  serian  necesarias  para  resolverla. 

Si  al  fin  se  resolvia,  se  debia  reconocer  al  declarado  por  el  con- 
greso americano  soberano  legítimo  de  España  y  de  las  Indias,  pres- 
tando antes  varios  juramentos,  de  los  cuales  debia  ser  uno,  el  de 
aprobar  todo  lo  determinado  por  el  congreso  de  Nueva-España,  y 
confirmar  en  sus  empleos  y  destinos  á  todos  los  que  hubiesen  sido 
colocados  por  él. 


r 

Ad^ef^tencias  reservadas  sobre  la  rgunion  de  córUs  en  Nueva-- 

España f  por  el  mismo  Talamantes, 

"Aproximándose  ya  el  tiempo  de  la  independencia  de  este  reino, 
debe  procurarse  que  el  congreso  que  se  forme  lleve  en  si  mismo, 
sin  que  pueda  percibirse  de  los  inadvertidos,  la  semilla  de  esta  in- 
dependencia; pero  de  una  independencia  sólida,  durable,  y  que 
pueda  sostenerse  áin  dificultad  y  sin  efusión  de  sangre,  n  Para  ello 
aconsejaba  que  los  Ayuntamientos  se  conservasan  •en  la  tranquila 
posesión  popular,  sin  pretender  hacer  elecciones  de  representantes 
del  pueblo,  ni  usar  de  sistemas  algo  parecidos  á  los  de  la  revolu- 
ción francesa,  que  no  servirían  sino  para  inquietar  y  poner  ea  alar- 
ma á  la  metrópoli. 


(1)  El  29  de  Julio  fué  cuando  llegaron  á  México  las  noticias  del  levanta- 
miento en  masa  de  fispaña  contra  Napoleón,  j  el  aplauso^  el  entusiasmo  ge- 
neral con  que  fueron  recibidas,  «s  á  lo  que  alude  el  Padre  Talamantes  cuando 
habla  de  prisa  y  desasosiego.  Por  el  art.  10  de  éste  plan,  se  conoce  el  disgus- 
to general  que  habia  por  el  establecimiento  de  la  caja  de  Consolidación. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  437 

Instrucciones  al  Ayuntamiento  de  México^  por  el  mismo  P. 

Talamantes. 

r 

Se  reducían  á  encargar  gran  reserva  con  el  virrey,  sobro  el  obje- 
to de  la  convocación  del  gran  congreso.  Proponia  todos  los  pasos 
que  á  este  fin  debían  dar  para  evitar  el  influjo  y  maniobras  de  los 
oidores:  que  dados,  debía  extender  S.  E.  la  convocatoria,  exponien- 
do todos  los  trámites  que  había  corrido  este  gran  negocio,  y  resol- 
viendo  á  consecuencia  la  convocación  de  cortes,  etc. 

Todo  lo  que  precede  está  copiado  del  cuaderno  segundo  de  Can- 
celada, titulado;  "Conducta  del  Ecxmo.  Sr.  D.  José  de  Iturrigaray, 
etc.ii  "Cádiz,  imprenta  del  Estado  Mayor,»  folio  119  á  124;  pero  se 
ha  confrontado  con  los  apuntes  originales  del  P.  Talamantes,  que 
existen  de  su  letra  en  su  causa,  en  el  archivo  general. 

En  los  cumulosos  autos  que  se  formaron  por  los  jueces  comisio- 
nados, que  lo  fueron  el  oidor  decano^D.  Ciríaco  González  Carbajal 
y  el  provisor  Dr.  D.  Pedro  Forte,  se  encuentran  reunidas  las  obras 
y  apuntes  que  el  P.  Talamantes  había  escrito  sobre  materias  polí- 
ticas, las  que  los  jueces  distinguieron  en  dos  épocas:  la  primera  que 
comprende  desde  que  se  supo  en  México  la  abdícacípn  y  renuncias 
de  los  Berbenes  de  España,  hasta  que  se  recibieron  las  noticias  del 
levantamiento  general  contra  los  franceses,  en  cuyo  período  no  se 
tenia  por  criminal  discurrir  sobre  lo  qué  debía  hacerse  en  Nueva- 
Espafia,  estando  la  antigua  ocupada  por  los  franceses;  pero  en  la 
segunda,  que  comienza  en  el  recibo  de  estas  noticias,  ya  se  creyó . 
que  no  debía  tratarse  mas  que  de  obedecer  á  las  autoridades  esta- 
blecidas en  la  península.  De  las  obras  del  P.  Talamantes  la  más 
importante  es,  sin  duda,  la  que  tiene  por  título:  Representación  \de 
las  colonias^  qtte  dedicó  al  Ayuntamiento  de  México,  con  el  nombre 
supuesto  de  Irza,  verdadero  patriota.  Establece  en  ella  doce  casos 
en  que  las  colonias  pueden  legítimamente  separarse  de  sus  metró- 
polis, y  son  los  siguientes:  1°  Cuando  las  colonias  se  bastan  á  sí 
mismas.  2""  Cuando  las  colonias  son  iguales  ó  más  poderosas  que 
sus  metrópolis.  8*  Cuando  las  colonias  difícilmente  pueden  ser  go- 
bernadas por  sus  metrópolis.  ^  Cuando  el  gobierno  de  la  metró- 
poli es  incompatible  con  el  bien  general  de  la  colonia.  5""  Cuando 
las  metrópolis  son  opresoras  de  sus  colonias.  O""  Cuando  la  metro* 


438  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^^^te^^^^^^^^M^^M^^N 


poli  ha  adoptado  otra  constitución  política.  T  Cuando  las  prime- 
ras provincias  que  forman  el  cuerpo  principal  de  la  metrópoli,  se 
hacen  entre  sí  independientes.  8**  Cuando  la  metrópoli  se  sometie- 
se voluntariamente  á  una  dominación  extranjera.  V  Cuando  la  • 
metrópoli  fuere  subyugada  por  otra  nación.  10*  Cuando  la  metró- 
poli ha  mudado  de  religión.  11*  Cuando  amenaza  la  metrópoli  mu- 
tación en  el  sistema  religioso.  12*  Cuando  la  separación  de  la  me- 
trópoli es  exigida  por  el  clamor  general  de  los  habitantes  de  la  co- 
lonia. Todos  estos  casos  los  aplica  á  las  circunstancias  en  que  se 
hallaba  la  Nueva  Esparta.  El  examen  más  detenido  de  esta  obra, 
me  ha  hecho  formar  de  ella  y  de  la  instrucción  del  autor,  un  con- 
ct'pto  mucho  más  aventajado  que  el  que  manifesté  en  el  lugar  res- 
pectivo del  texto  de  esta  historia. 

Para  el  desempeño  de  la  comisión  de  la  fijación  de  los  límites  de 
Texas,  el  virrey  habia  dado  al  P.  Talamantes  un  escribiente,  á  quien 
empleó  en  sacar  copias  de  todas  estas  obras,  cuyos  originales  son 
todos  de  letra  del  Padre,  muy  pequeña  y  metidíi,  y  manifestando 
temor  el  escribiente  de  ocuparse  en  copiar  tales  escritos,  el  Padre 
lo  animó  inspirándole  grandes  esperanzas,  para  cuando  establecido 
el  congreso  en  México,  fuoáe  el  Padre  enviado  á  los  Estados  Uni- 
dos, y  después  de  su  prisión  este  escribiente  fué  su  principal  acu- 
sador. Sus  defensas  se  redujeron  á  pretender,  que  todos  estos 
tos  escritos  no  eran  mas  que  sofismas  que  habia  asentado,  para 
combatirlos  en  otras  obras  que  tenia  intención  de  escribir.  Todas 
las  personas  á  quienes  trataba  y  que  fueron  llamadas  á  declarar, 
sostuvieron  que  no  tenían  trato  íntimo  con  él  y  los  preiados  de  su 
orden  dieron  contra  él  un  informo  muy  desventajoso:  la  causa  ter- 
minó con  la  resolución  de  mandarlo  á  España,  pof  temor  de  que 
86  suidase  en  la  prisión,  como  habia  amenazado  hacerlo. 

DOCUMENTO  NUM.  10. 

LlB.  I?  CAP.  5' 

Proclama  del  virrey  D.  José  de  Iturrigaray,  non  notas  de 

Fr.  Melchor  Talamantes. 

Habitantes  de  México:  la  junta  general  celebrada  en  9  del  co- 
rriente, ha  acordado  se  satisfaga  vuestra  expectación,  enterandooa 


HISTORIA  DS  MÉXICO.  439 


»^'w  w  »M  ^»^<»^^^^a*»^^ 


de  su  resultado,  como  va  á  hacerse  y  era  justo,  porque  los  leales 
sentimientos  que  habéis  mostrado  por  el  rey  y  por  la  metrópoli,  han 
sido  muy  generosos  y  enérgicos.  (1) 

Peneti*ado  de  los  mismos,  aquel  respetable  congreso  que  presidí, 
por  tm  trasporté  el  más  vivo  y  notable,  rompió  en  aclamaciones  del 
"joven  monarca"  de  las  Españas,  el  Sr.  D.  Fernando  VII.  (2)  Las 
elevó,  sí,  al  augusto  rito  de  jurarle,  prestando  obediencia  á  S.  M., 
que  aclamó  rey  de  Espafia  y  de  las  Indias.  ^  Juró  no  conocer  otro 
soberano,  y  en  su  caso  á  sus  legítimos  sucesores  de  la  estirpe  real 
de  Borbon.  Por  el  mismo  sagrado  vínculo  se  obligó  á  no  prestar 
obediencia  á  ninguna  de  las  órdenes  de  la  nación  opresora  de  su  li- 
bertad, por  cualesquiera  medios  y  artes  que  se  dirijan:  resistir  las 
fuerzas  con  que  se  intenten,  (3)  y  los  tratos  y  coaliciones  que  con- 
cierte,  hasta  satisfacer  vuestro  deseo. 

Habitantes  de  estos  dominios;  será  cierta  vuestra  seguridad;  ees- 
cansad  en  el  seno  de  ia  patria.  (4)  Debo  velar  por  ella.  (5)  El  pre- 
cioso depósito  de  su  defensa,  que  la  mano  misma  del  monarca  con- 
fió á  las  mias,  será  desempafiado  con  todos  mis  esfuerzos.  (6)  Aun- 
que no  me  es  desconocido  el  horroroso  estruendo  del  cañón  en  la  cam- 
paflai  clamaré  constanti^mente  al  "Dios  de  los  ejércitosn  arme  mi 

(1)  Hubieran  BÍdo  mucho  mas  generosos  y  enérgicos,  bí  el  pueblo  estuviese 
aaiiafeoho  del  gobierno: 

vf  (2)  Mas  honor  hubiera  hecho  á  Fernando  YII  haber  agitado  y  ierminano  la 
cuestión  de  la  legitimidad  de  su  ingreso  al  trono,  y  procedido  después  á  su 
proclamación,  no  haciéndola  atropelladamente,  como  se  hizo.  Esta  cuestión, 
que  á  las  provincias  de  Espafia  no  es  fácil  decidir  hoy  pacificamente,  debió 
haberse  decidido  en  América  con  toda  reflexión  y  sosiego.  ^ 
'.    (3)  Es!|e  pensamiento  esti  mal  explicado. 

(4)  No  es  ahora  tiempo  de  descansar,  sino  de  trabajar  extremamente  en  la 
seguridad  del  reino  y  en  su  organización. 

(5).  Es  verdad^  jpsro  qué  debe  esperarse  de  vos,  que  habéis  velado  hasta 
ahora  sobre  vuestros  propios  intereses  y  sobre  los  del  reino  y  en  [su  organiza- 
ción: qué  no  habéis  tenido  otra  ley  que  vuestros  caprichos;  que  solo  habéis 
consultado  á  vuestnas  diversiones  y  paseos,  mirando  con  indiferencia  la  admi- 
nistracion  pública?  ¿?odri  ei  pueblo  tener  gonfianza  de  vuestras  promesas?  iT 
¿no  debe  temer  justamente^  que  quien  ha  mostrado  tanta  afición  por  el  oro, 
se  rinda  á  las  lisonjeras  promesas  de  |a  Francia?  ¿Clué  ser&  del  reino  en  ese 
lance?  |Clué  deberá  resultar  de  esa  vuestra  decantada  vigilancia? 

(6)  Cónfiandoos  el  rey  la  defensa  del  reino,  na  pudo  quitar  d  éste  la  obli- 
gación y  el  4orecho  esencial,  que  tiene  de  consultar  á  su  propia  defensa;  pero 
esta  defensa  no  está  asegurada,  habiéndoseos  dejado  en  la  independencia  que 
lograsteis,  por  medió  de  la  junta  general. 


440  HISTORIA  DIB  MÉXICO. 

f^j->  rii^i  ir».*"»,»-».*"!  <~  ■i~>.r'»ii~i«TwTi  ir:^~>»~^t~ii  <~i  iii~i  ~i  i~  i~m~ii~    ~  ~   ~iif~ir~»i~  i~>ii~  ~t<~n~i~ii~» — ■'~>^Ti'~"««'^ii'~MTyTW^ '~»"~wiwlT»Th'~- '~ati<''—T>r-l>*'^ 

corazón  del  valor  que  solo  deriva  de  su  poder,  para  defensa  de  sus 
aras,  de  la  justicia  y  de  la  inocencia.  (7)  £1  taller  de  Marte  no  tie- 
ne ai  mas  más  poderosas.  (8) 

Están  aceptados  vuestos  ofrecimientos,  j  en  la  junta  general 
todoi  ao  han  obligado  á  realizarlos.  £s  ya  esta  una  obligación  so* 
cial  y  sagrada,  de  que  solo  se  usará  en  la  necesidad. 

Entre  tanto,  la  seguridad  del  reino  está  asagtii'ada;  (9)  las  i^to<i 
rídades  constituidas  son  legitimas,  (10)  y  subsisten  sin  yariacionen 
el  uso  y  ejercicio  que  les  conceden  las  leyes  patrias,  su§  res{>6Ctivos 
despachos  y  títulos. 

De  lo  exterior  del  reino  os  he  asegurado  que  la  fuerza  será  ror 
sistida  con  la  fuerza,  (11)  y  obrará  entonces  vues^tro  valor,  ordcoaux* 
do  el  ímpetu  noble  que  le  anima,  porque  en  las  operaciones  sin  or- 
ganización no  preside  la  virtud.  (12)  . 

La  ciudad  capital  de  estos  reinos,  en  las  primeras  noticias  da  las 
desgracias  de  Espafia,  y  cuando  el  riesgo  se  presentaba  mayor,  ocu- 
rrió á  mí,  pidiéndomo  por  gracia  (13)  dispusiese  él  sacrificio  de 
cuanto  le  pertenecía,  para  la  conservación  y  defensa  de  estos  domi- 
nios á  su  soberano. 


. .  (7)  Todí^  la  pericia  militar  qu^  puedq  desearse,  no  bsstaria  para  dtspep 
al  virrey  de  este  recurso  religioso:  así  esta  cláusula  tiene  de  más  el  aunque  con 
qoe  comienza,  pe  Iturri^aray  se  non  ha  dipho  que  ha  sido  buvD  soldado;  pe- 
ro ¿sabemos  que  haya  tenido  jumas  la  reputación  de  general?  Y  cuando  no 
podemos  fífü*  de  sa  táetica*  militar,  ¿podremos  tener  confiansa  en  sns  oracio* 
ne?  Dfgalo  su  buena  vida. 

(8)  ¡Qué  comjTaracion  esta  del  Dios  de  los  ejércitos  coa  el  Marte  dtl  genti- 
lismo! iqué  pedantería  tan  dislocada! 

^  (9)  Esta  proposición  es  falsa:  no  hay  tranquiUdad  sin  ordon;  no  bsy  6rdM 
sin  leyes,  sin  tribunales  que  las  hagan  observar,  y  faltando  la  metrópoli  nos 
faltan  todos  loa  tribunales  supremos,  quedan  consistencia  y  firmeza  á  loa  me- 
nores. Este  defecto  no  se  ha  reparado.  ¿Cómo  habrá,  pivps,  tranquilidadf  j06- 
mo  Ta  tendrán  tantos  pretendientes  y  litigantes  del  reino,  ei^as  apelaciones 
y  recursos  están  detenidos  ó  embarazados? 

(10)  Ann  cnando  se  cor  ceda  que  son  legítimas,  son  sieropne  defectuosas, 
-porque  no  pueden  alterar  les  leyes  para  coya  observan eí»  se  han  instituida 

(11)  El  gobierno  exterior  del  reino  tiene  dos  ramos:  ano  aietivo,  qoe  es  la 
aliansa  y  correspondencia  con  las  naciones  extranj^huü;  el  otro  pasivo,  que  as 
la  resistencia  á  los  enemigo^.  PermitaQK)8  que  esté  bien  admini^rado  este  se- 
gundo, aunque  nos  consta  que  no;  pero  ¿qué  hay  del  primero  que  «s  el  mm 
esencial,  y  para  el  cual  el  virrey  y  las  audiencias  no  tienen  autoridad  alguna? 

(12)  A  qué  vendrá  aquí  ese  porgue  tan*  mal  encadenado,  pava  encajar  un 
concepto  tan  lleno  de  hinchazón. 

(13)  No  hablaría  un  déspota  con  mas  orgullo;  fidiénd^méforgrMar.  pc^P* 
tar  una  oferta  generosa  á  favor  del  reino!  |Rara  arrogancia! 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  441 

.  Es  constante  ya  por  los  papeles  públicos,  cuales  han  sido  los  sen- 
timientos y  obligaciones  de  las  municipalidades,  cuerpos,  prelados, 
estado  noble,  común  y  llano,  y  os  creo  convencidos  de  que  iguales 
sentimientos  doniman  á  los  demás* 

Concentrados  en  nosotros  mismos,  nada  tenemos  que  esperar  de 
otra  potestad  (14)  que  de  la  legitima  de  nuestro  católico  monarca 
el  Sr.  D.  Femando  VII,  y  cualesquiera  juntas  que  en  clase  de  su- 
premas se  establezcan  para  aquellos  y  estos  reinos,  no  serán  obede- 
cidas si  no  fuesen  inauguradas,  creadas  ó  formadas  por  S.  M.  ó 
lugares-tenientes  legítimos  auténticamente,  (15)  y  á  las  que  así 
lo  estén,  prestaremos  la  obediencia  que  se  debe  á  las  órdenes  de 
nuestro  rey  y  señor  natural,  en  el  modo  y  forma  que  establecen 
las  leyes,  reales  órdenes  y  cédulas  de  la  materia.  (16) 

La  serie  futura  de  los  sucesos  que  presenten  los  heroicos  esfuer- 
zos de  la  nación  española,  la  suerte  de  ellos  ó  los  intentos  y 
maquinaciones  del  enemigo,  exigirán  sin  duda  otras  tantas  provi- 
dencias y  deliberaciones  que  se  meditarán  y  ejecutarán  con  la  ma- 
yor circunspección  y  dignidad,  tocando  á  la  mia  vice  regia  (17)  ins- 
truiros por  ahora  de  las  presentes,  pues  amo  á  un  pueblo  tan  fíel  y 
laal,  (18)  á  quien  siempre  he  juzgado  digno  y  acreedor,  como  lo  ha 

(14)  Luego  en  el  reino  de  Nueva  Espalia  no  hay  autoridad  alguna  que  pue- 
da sujetar  al  virrej:  ¡pobre  reino  que  sufre  pacientemente  semejante  declara- 
cíodI 

(16)  El  rey  no  existe  para  nosotros:  el  mismo  viiTpy  ha  publicado  su  prí- 
8Íon  y  ]a  difioultad  de  que  salga  de  ella:  lo  mismo  debe  creerse  de  los  deroas 
individuos  de  la  familia  real  que  pasaron  á  Francia.  Luego  jamás  llegará  el 
caso  se  que  el  virrey  obedezca  las  órdenes  del  monarca.  Y  ¿qué  deberemos 
4»romeÉeraos  estando-  él  en  esa  independencia,  y  sujetos  nosotros  á  sus  capri- 
chos? 

(16)  Aun  la  obediencia  que  se  prestará  al  rey,  caso  que  vuelva  al  reino,  no 
eeabselata,  síiio  qttcse  sujetará  á  formalidades:  'queda  á  discreción  del  viiTcy 
interpretarlas. 

(17)  No  habiendo  rey  legítimo  en  la  nación,  no  puede  haber  virreyes:  no 
hay  apoderado  sin  poderdante:  el  obispo'  auxiliar  cesa  faltando  el  diocesano, 
y  así  de  lo  demás.  Esta  verdad  la  han  conocido  las  provincias  de  España,  y 
por  esto  han  nombrado  jutitas  gubeniativas  que  las  dirijan.  El  que  se  llama- 
ba, pues,  virrey-de  México,  ha  dejado  de  serlo  desde  el  momento  que  el  rey 
ha  quedado  impedido  para  mandar  en  la  nación.  Si  tiene  al  presente  alguna 
autoridad,  no  puede  ser  otra  sino  la  que  el  pueblo  haya  querido  concederle; 
y  conío  el  pueblo  no  es  rey,  así  como  tampoco  es  república,  el  que  gobierne 
por  consentimiento  del  pueble  no  puede  llamarse  virrey. 

(18)  El  pueblo  no  ignora  lo  poco  o  nada  que  lo  amáis;  sabe  que  vuestro 

TOMO  1. — $6 


442  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


B>^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^*^^'Sp^^^^^irt*^^^H^^^^^M^^^^^^^^^^^ 


visto,  de  comunicarle  todas  las  noticias  que  por  su  calidad  no  me- 
rezcan reserva,  n  (19) 

Dado  en  en  el  real  palacio  de  México,  á  12  de  Agosto  de  1808. 

Esta  proclama  está  copiada  en  la  Gaceta  extraordinaria  de  Mé- 
xico, del  viernes  15  de  Agosto  de  1808,  tom  15,  núm.  77,  fol  560. 
La  publicó  con  las  notas  del  P.  Talamantes,  Martifiena,  foL  9,  do- 
cumento núm.  61,  y  se  halla  en  la  causa  de  dicho  Padre,  con  cuyo 
original  de  su  letra  se  ha  confrontado.  Por  estas  notas  se  vé  en 
qué  bajo  concepto  era  tenido  el  virrey,  que  sin.  embargo,  el  dipu- 
tado Cisneros  y  otros  escritores,  han  querido  representar  después 
como  poseyendo  el  aprecio  de  los  mexicanos;  y  Cambien  se  ve  que 
los  que  intervenían  en  estos  asuntos,  no  estaban  contentos  de  lo 
que  se  pretendia  por  el  virrey,  sirviéndole  este  únicamente  de  me- 
dio para  miras  mucho  más  avanzadas. 

DOCUMENTO  NUM.  11. 

LlB.    I?  CAP.  7? 

Inventario  de  las  alhajas  y  otros  bienes  que  se  hallaron  en  las  pie- 
zas de  despacho  del  virrey  D.  José  de  Iturrigaray  después  de  su 
prisión^  al  que  se  procedió  por.  orden  del  nuevo  tii^ey  2?.  Pe- 
dro  Garibay^  con  asistencia  del  oidor  comisionado  D,  José  Arias 
de  Villa/añe,  del  fiscal  de  lo  civil  D,  Ambrosio  SagarzurHeta^ 
del  patriota  D:  Marcos  Berazaluce,  y  en  repre90ntaeiún  del  Sr. 
Ituriñgaray  su  mayordomo  /).  Antonio  Paul.  Asistieron  asimis- 
mo el  contador  mayor  del  tribunal  de  cuentas  D.  Pedro  Mon- 
terde,  el  ojicial  real  D.  José  Vildósola,  el  escribano  de  las  cajas 
realeSy  y  por  parte  de  los  que  verificaron  la  prisión  del  virrey, 
D.  Bamon  Robkjo  Lozano,  D.  Andrés  de  Meoqtd  y  tm  despen- 
diente del  comerciante  Pasquel 

Verificada  la  prisión  del  virrey  D.  José  de  ItoiTÍgmuy  en  la  no* 
che  del  12  de  Setiembre  de  1808,  D.  Ramón  Roblejo  Lozano  le 

amor  eetá  reconcentrado  en  vos  mismo,  y  qne  no  habéis  aspirada  á  otra  cosa 
que  á  alimentaros  de  su  ''sustancia  y  de  arruinarlo  para  haceros  teliz.  Digaa- 
lo  las  providencias  que  tomasteis  y  las  graves  ÍDJifsticias  que  cometisteis  pa* 
ra  establecer  la  junta  de  consolidación,  contra  las  pretensiones  y  vivos  cía 
mores  del  pueblo. 

(19)  Esta  reserva  es  la  cnpa  con  que  encubrís  al  pueblo  las  noticias  que 
puedan  perjudicaros.  Así  habéis  ocultado  las  reales  ordenes  que  no  os  han  si- 
do tavorablofi:  así  ocultareis  las  noticias  públicas  que  viniesen  de  Europa,  y 
templareis  á  los  habitantes  de  Nueva  España  del  modo  máa  conforme  i  vues- 
tras miras  y  caprichos. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  443 

exigió  las  llaves  de  su  despacho  y  entregcS  una  diciendo,  que  bajo 
de  ella  estaban  las  de  las  tres  piezas  de  su  uso  privado.  Lozano, 
poniendo  centinelas  en  las  puertas  de  ellas,  presentó  esta  Have  y  las 
de  la  secretaría  del  virreinato  y  secretaría  particular  del  vin'ey  que 
había  recogido  también,  al  real  Acuerdo  que  se  hallaba  reunido,  el 
cual  le  mandó  que  las  <íonservase  en  su  poder,  manteniendo  en  las 
puertas  las  centinelas,  hasta  que  se  procediese  jl  hacer  formal  inven- 
tario y  reconocimiento  de  todo.  Nombrados  al  efecto  los  comisiona- 
dos arriba  dichos,  los  oficiales  reales  recogieron  las  perlas  que  se 
hablan  comprado  para  la  reina,  cuyo  valor  ascendía  á  60,000  ps., 
las  cuales  estaban  en  las  cajas  reales,  de  donde  las  hizo  sacar  el 
virrey  luego  que  supo  los  sucesos  de  Bayona  y  las  tenia  en  su  po- 
der, habiéndose  echado  de  menos  al  revisarlas  en  las  cajas,  el  hilo 
y  perlas  sueltas  que  dieron  motivo  á  tantas  contestaciones.  Todo 
lo  demás  que  se  encontró,  se  inventarió  y  depositó  en  el  orden  si- 
guiente: 

Una  crecida  cantidad  de  brillantes — 2  cruces  de  la  Orden  de 
Santiago,  todas  guarnecidas  de  brillantes — 4  cajas  de  polvo  de  oro 
macizo;  las  dos' con  el  retrato  de  su  mujer,  guarnecidas  de  brillan- 
tes de  primera  labor — ^2^ temos  de  hebillas  de  oro — 1  polvorín  de 
oro — 86  cucharas  de  tomar  café  todas  de  oro — 1  ídem  para  el  azú- 
car— un  plato  grande  con  ramilletes,  todo  de  oro — 4  platos  de  oro 
de  distintas  labores,  algunos  hechos  á  trojel — 49  cubiertos  de  oro 
macizo  y  de  distintas  labores,  con  inclusión  de  cuchillos  cabos  de 
oro — ^9  mancerinas  de  distintas  labores,  algunas  con  taza,  todas  de 
oro — una  palangana,  2  pescaderas,  1  azafate  y  1  escribanía  comple- 
ta, todo  de  oro — 1  canasto  de  oro  con  varias  labores — 2  espadines 
de  oro — 6  bastones  con  puño  decoro,  incluso  uno  guarnecido  de 
piedras*—!  gran  cigarrera  para  puros  y  otra  para  cigarros,  de  oro, 
con  trofeos  de  lo  mijmo — 1  collar  con  seis  cascabeles,  y  un  meda- 
llón colgado  todo  de  orp. 

En  una  gaveta  se  encontró  una  gran  cantidad  de  onzas,  medias 
onzas  y  gran  número  de  monedas  de  oro.  A  la  espalda  donde  el 
virrey  se  sentaba  en  su  despacho,  se  halló  un  cajoncito  con  un  le- 
trero que  decia:  nDulce  de  Querétaro.n  Al  ir  á  alzarlo  no  lo  pudo 
mover  un  hombre:  llamó  la  atención  de  los  circunstantes^  y  manda- 


444  HISTORU.  DE  MÉXICO. 


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do  abrir  por  el  juez  comisionado,  se  hallaron  dentro  de  él  7,383 
onzas  de  oro.  Al  querer  también  mudar  un  baúl,  se  halló  la  mis- 
ma dificultad  que  con  el  cajón  contenía  un  gran  tejo  de  oro,  y  de  este 
propio  metal  otras  piezas  como  piletas  de  agua  bendita,  campanil 
lias,  mancerinas,  collares  con  aretes,  y  una  flecha  de  Cupido,  aya- 
guales,  marcos,  piedras  ó  granos,  y  otra  infinidad  de  piezas  de 
oro¿ 

Encontráronse  además  las  piezas  de  plata  siguientes:  50  docenas 
de  platos  con  cucharas,  tenedores,  cuchillos,  etc., — 5  cucharones 
—•3  bombillas — 2  trinchadores — 3  docenas  cucharitas  de  café — 2 
dichas  sobredoradas — 10  soperos  grandes  con  tapas  y  tinas  de  va* 
ríos  tamaños  y  figuras — 2  docenas  de  grandes  fuentes  hechas  á  cia« 
cel,  de  varios  tamaños  y  figuras — 3  docenas  do  pescaderas  de  va- 
ríos  tamaflos — 12  ensaladeras — 6  platones — 5  saleros — 14  cande- 
leros — 1  escribanía  oompleta — 5  azucareros  de  varias  figuras — 8 
floreros — 5  salvillas — 3  vinajeras — 1  conservera — 2  jarros  de  bar- 
ba— 1  ponchera — 5  cafeteras — 1  chocolatera — 2  cajas  cuadra- 
das para  tocador,  de  distintos  tamaflos — ^varias  piletas  de  agua 
bendita — ^varios  azafates — escupideras,  orinales,  etc.,  etc., — ^la  es- 
tátua  de  Carlos  IV  á  caballo,  con  su  pedestal  bocho  á  martillo — 
29  piedras  de  mina  grandes  de  mucho  valor — 1  sagrario — 9  piezas 
de  plata  copella  con  varias  figuras — 11  piezas  de  ramilletes  de  her- 
mosa hechura  y  de  plata  maciza,  para  cubrir  las  mesas,  y  otras  va- 
rias figuras,  marcos,  medallas,  etc.,  etc.,  que  constan,  en  el  inven- 
tario de  recibo  que  firmaron  los  oficiales  •  reales  como  depofátaños 
de  todo. 

Asimismo  se  encontraron  las  escrituras  de  capitales  impuestos 

á  réditos  en  el  tribunal  de  Minería,  de  á  100,000  pesos,  para  cada 

uno  de  sus  cuatro  hijos,  y  otra  escritura  más  de  12,000  pesos^que 

todas  hacían  412,000  pesos,  y  36,110  posos  hallados  por  los  rinco^ 

nes  en  talegas. 

Este  inventario  se  ha  sacado  del  cuaderno  2\  do  Cancelada,  ti- 
tulado: ''Conducta  del  Excmo  Sr.  D.  José  de  Iturrigaray,  etc.," 
fol.  85,  cuyo  artículo  lleva  el  epígrafe:  '^Resultados  de  la  avaricia 
del  Sr.  Iturrigaray."  Se  ha  confrontado  con  el  inventarío  original 
que  existe  en  el  archivo  general,  con  muchos  pormeuores  que 
omitió  Cancelada  y  que  no  han  parecido  necesarios. 


HISTORU  BE  México.  4|5 


.  No  se  comprendieron  en  el  inventario  las  alhajas  que  se  llevó 
consigo  la  virreina  en  la  noche  de  su  prisión,  ni  tampoco  lo  que 
habia  en  otras  piezas  del  palacio,  que  la  misma  virreina  hizo  extraer 
en  los  dias  inmediatos,  y  aun  acusó  á  uno  de  los  pajes  del  virrey 
de  haberse  tomado  una  gruesa  suma  de  una  cantidad  de  onzas  que 
estaban  ocultas  bajo  el  entarimado  de  la  ropería,  sobre  lo  que 
se  formó  expediente,  sin  haberse  podido  probar  el  robo. 

Entre  los  papeles  que  se  inventariaron,  de  que  hay  noticia  en  el 
expediente  relativo  en  el  archivo  general,  no  aparece  el  despacho 
que  Cancelada  dice  haber  recibido  y  conservado  Iturrigaray,  expe- 
dido por  Murat,  nombrándolo  virrey  de  Nueva  Espafla,  y  aunque 
no  por  esto  pueda  asegurarse  que  el  hecho  es  falso,  pues  no  exis- 
te la  causa  por  los  motivos  referidos  en  otro  lugar  de  este  tomo, 
me  inclino  á  creer  que  no  se  encontró  tal  despacho,  porque  la  Au- 
diencia no  hace  mención  de  él  en  su  informe,  y  era  cosa  demasia- 
do grave  para  haberla  pasado  en  silencio. 

DOCUMENTO  NUM.  12. 

LlB.  1?  CAP.  6? 

Jtepresentacion  que  la  diputación  de  Minería  de  Chianajuato  hizo  al 
virrey  D.  Pedro  Garibay  en  21  de  Octubre  de  1808,  sobre  los  abu- 
sos cometidos  por  su  antecesor  D.  José  de  Iturrigaray  y  en  el  re- 
partimiento  de  azogues. 

Después  de  referir  por  menor  todos  los  excesos  del  virrey  para 
sacar  dinero  de  todo,  sigue  la  diputación  de  Guanajuato  expo- 
niendo los  abusos  cometidos  en  el  repartimiento  de  azogues  y 

dice: 

uPara  que  de  algim  modo  se  forme  idea  de  todo,  aunque  sea  en 
globo,  debe  notarse  que  solo  á  individuos  comprendidos  en  la  ma- 
trícula, se  han  repartido  en  asignaciones  extraordinarias  4,863  qq. 
24¿  lib.  de  azogue  desde  el  año  de  1803,  hasta  Marzo  del  corrien- 
te, según  se  percibe  de  la  lista  que  debidamente  se  presenta.  En 
los  dos  semestres  del  de  1807,  apenas  se  destinaron  para  esta  Mi- 
nería para  los  repartimientos  generales  1,971  J  qq.,  cuando  al  mis- 
mo tiempo  consiguieron  extraordinariamente  solamente  seis  perso- 
nas 970  qq.  En  estos  mismos  semestres  se  manifestaron  en  las  rea- 
les cajas  543,327  marcos  de  plata,  de  los  cuales  solamente  118,995 


M6  HISTORIA  D£  MÉXIOO. 


«^■»»^^^^^^^^^^^^»N^^^^#^^^^i 


marcos  fueron  introducidos  por  los  seis  agraciados;  y  de  aquí  se  de- 
duce, que  sin  embargo  de  haber  recibido  entre  los  seis  casi  la  mi- 
tad del  azogue  que  entró  en  Guanajuato,  su  introducción  apenas 
equivale  á  la  quinta  parte  de  la  totalidad  de  las  platas  manifesta- 
das, debiendo  ser  la  mitad,  y  ssto  aun  sin  computar  los  azogues 
que  les  cupo  en  los  repartimientos  que  los  ministros  de  la  real  ha- 
cienda y  la  diputación  hicieron. — En  el  presente  afto,  se  destinaron 
por  la  superintendencia  general  del  ramo,  para  todo  el  común ,  de 
esta  numerosa  minería,  que  es  la  principal  del  reino,  1,050  qq.  en 
dos  remesas,  y  en  México  á  solos  cuatro  individuos  se  les  asigna- 
ron 540  qq.  Ambas  partidas  forman  la  de  1,590  q(j.,  de  los  que 
percibieron  los  cuatro  agraciados  casi  una  tercera  parte,  y  debien- 
do ser  proporcional  la  manifestación  de  platas,  resulta  por  el  con- 
trario una  diferencia  enorme,  pues  de  los  317,167  marcos  sobre  que 
ha  girado  el  repartimiento  hecho  en  Agosto  último,  apenas  corres- 
ponden á  los  de  la  asignación  extraordinaria  46,668  marcos;  es  decir, 
poco  más  de  un  sétimo  de  la  manifestación  total,  debiéndose  las 
otras  seis  partes  á  los  que  injustamente  fueren  perjudicados.    (1) 
¿Puede  llegar  á  más  alto  grado  el  exceso?  ¿Cuándo  jamás  se  han 
acumulado  tanto  escándalo  y  desarreglo?  ¿Xi  quién  pudiera  creer,  á 
no  verlo,  que  en  un  tiempo  en  que  ya  no  habia  existencias  de  azo- 
gues en  las  cajas  foráneas,  ni  en  los  almacenes  generales,  y  en  el 
que  aun  la  esperanza  nos  faltaba  de  que  pudiese  venir  alguno  de 
la  península,  se  asignaran  660  qq.  á  cinco  individuos  desde  19  de 
Diciembre  último,  cuadno  para  el  común  de  más  de  200  indivi- 
duos, apenas  se  pudo  obtener  la  mezquina  asignación  1050?  n 

Sacado  del  citado  cuaderno  de  Martiñena,  doc.  num.  88,  fol.  22 
y  23. 

(1)  En  el  original  dice  agraciados,  lo  quo  es  evidentemente  error  de  pluma 
y  que  debió  decir  ''perjudicados^^  como  se  ha  sustituido,  ú  otra  palabra  equi- 
valente. 


«    HISTORIA  DB  MÉXICO  447 


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DOCUMENTO  NUM.  13. 

LlB.  1?  CAP.  6? 

Eastracto  dé  la  sentencia  pronunciada  pm*  el  consejo  de  Indias  con-- 

tra  el  mn*ey  D.  José  de  Iturrigaray,  en  la  catisa  de  su  7*esidencia, 

•    en  la  parte  relativa  á  las  sumas  que  debia  pagar  á  la  real  hacienda. 

Se  condena  á  D.  José  Iturrigaray,  virrey  que  fué  de  México,  ó 
los  que  su  causa  hubieren,  á  la  pérdida  de  119,125  pesos  fuertes, 
importe  de  la .  memoria  de  efectos  que  llevó  á  la  América  cuando 
fué  á  posesionarse  de  su  destino,  y  que  forma  la  materia  del  pri- 
mer cargo  de  este  juicio  de  residencia,  por  el  abuso  criminal  que 
hizo  de  la  real  orden  de  12  de  Setiembse  de  1802,  en  que  S.  M.  le 
concedió  que  llevase  en  piezas,  las  ropas  que  necesitase  para  su 
uso  y  el  de  su  familia,  cuya  cantidad  se  aplica  á  la  real  hacienda. 

Se  le  absuelve  de  los  demás  cargos  desde  el  2  hasta  el  11  ambos 

inclusive. Se  absuelve  asimismo  á  Iturrigaray  del  cargo  12, 

declarándose  insuficientes  los  fundamentos  que  en  él  se  aducen, 
para  dar  por  probada  su  mala  fé  pública  y  de  mal  adquirido  el  to- 
do de  su  caudal;  y  por  lo  respectivo  á  los  cargos  13  y  14,  que  en 
sustancia  forman  uno  solo,  se  le  condena  únicamente  á  la  pérdida 
de  600  pesos  entregados  á  la  ama  de  leche  de  uno  de  sus  hijos, 
por  la  concesión  del  estanquillo  á  D.  Juan  de  Dios  Eeyna:  la  de 
14,000  pesos  entregados  por  D.  Juan  Antonio  Ayerdi  al  secretario 
del  virrey  D.  Bafael  Ortega,  para  la  virreina,  por  el  pronto  despa- 
cho del  expediento  que  siguió  con  el  marqués  de  Inguanzo,  sobre 
administración  de  bienes  de  Dofia  Josefa  de  Arguelles:  la  de  20 
onzas  de  oro  entregadas  á  Doña  Joaquina  Aranguren,  por  el  em- 
pleo de  solicitador  de  indios  en  favor  de  D.  Joaquín  Pérez  Gavi- 
lán; y  la  de  25  onzas  entregadas  á  la  misma  Doña  Joaquina,  por 
la  licencia  concedida  al  Lie.  Fernandez  Almansa,  vecino  de  Pue- 
bla, cuyas  cantidades  con  el  doblo,  se  aplicarán  del  mismo  modo  á 
penas  de  cámara  y  gastos  de  justicia,  con  arreglo  á  la  ley,  reser- 
vándose las  demás  condenaciones  que  por  estos  cargos  se  le  impo- 
nen, con  referencia  á  las  demandas  públicas  que  no  se  tienen  á  la 
vista,,  á  lo  que  en  ellas  se  determine,  ó  guardándose  lo  que  hubie- 
re determinado. 


448  HISTORIA  BS 


.lL+.<(tíl 


En  cuanto  los  cargos  15  y  16,  que  también  vienen  á  formar  uno 
solo,  se  le  condena  con  el  doblo  é  igual  aplicación,  á  la  pérdida  de 
las  cantidades  siguientes:  Primera:  la  de  4,000  pesos  entregados 
por  D.  Ignacio  García  Saenz  al  capitán  D.  Felipe  Zabalza,  para  la 
virreina,  por  el  repartimiento  del50  qq.  de  azogue  á  D.  Fernando 
Alfaro.  Segunda:  lade  150  onzasjentregadas  á  la  virreina^por  el  mis- 
mo Zabalza,  por  concesión  de  igual  número  de  quintales  de  azogue 
á  D.  Tomás  Eodriguez  y  D.  Rafael  Morales.    Tercera:  la  de  160 
onzas  que  dio  á  la  Do  fia  Aranguren  Joaquina  D.  Francisco  Bar- 
bosa, por  igual  reparto  de  otros  tangos  quintales  para  D.  Francisco 
Iribarren  y  D.  Juan  Ventura  Batiz.  Cuarta:  la  de  76  onzas  dadas 
á  D.  Gabriel  Palacios,  marido  de  la  Aranguren,  por  el  mismo  mo- 
tivo de  repartimiento  de  azogues.    Quinta:  la  de  201  onzas  entre* 
gadas  á  la  virreina  por  el  teniente  coronel  D.  Ángel  Michaus»  por 
el  reparto  de  otros  tantos  quintales  de  dicho  ingrediente.  Sexta:  la 
de  500  onzas  entregadas  al  secretario  Ortega  por  el  propio  motivo^ 
Sétima:  la  de  400  onzas  entregadas  por  D.  José  María  Fagoaga»  á 
nombre  del  conde  de  Bassoco,  por  otros  tantos  quintales.  Octava: 
la  de  800  onzas  entregadas  al  secretario  Ortega  por  D.  José  Este- 
ban Huarriz,  y  á  cuenta  de  D.  Toribio  Cortina,  por  igual  número 
de  quintales.    Novena:  la  de  200  onzas  que  dio  Juan  Lama  á  la 
Aranguren,  para  el  virrey  ó  la  virreina,  por  repartimiento  de  otros 
tantos  quíntalos.  Y  décima:  la  de  75  onzas  entregadas  á  la  virrei- 
na por  D.  Juan  Francisco  de  Azcárate,  por  repartimiento  de  60 
quintales  de  azoge,  á  razón  de  onza  y  media  de  oro  por  cada  uno;  y 
de  las  demás  cantidades  en  que  se  ha  condenado  en  estos  cai^g^os, 
se  le  absuelve  mediante  á  no  estar  justificados. 

En  orden  al  cargo  17  se  condena  á  Iturrigaray  á  la  pérdida,  con 
el  doblo,  y  á  la  misma  aplicación  de  6,6^3  onzas  de  oro  que  reci- 
bió de  gratificación  la  virreina,  por  las  dos  contratas  de  papel  que 
se  hicieron  en  los  años  806  y  807  para  las  fábricas  de  cigarros.  (1) 
Se  declara,  por  último,  sin  lugar,  la  nulidad  intentada  por  parte 
de  Iturrigaray,  de  este  juicio  de  residencia,  y  en  estos  términos, 
en  lo  que  fuere  conforme  esta  sentencia  con  la  apelada,  se  ccmfirmiet, 

(1)  La  fábrica  abonó  d  los  vendedores  el  papel  á  13  ps.  resma,  siendo  el 
precio  convenido  á  12,  y  la  diferencia  de  un  peso  en  resma^.  se  daitin6  para 
gratificación  del  virrey. 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  449 

y  en  lo  que  no  se  revoca.  Expídanse  los  despachos  que  resulten 
cometido  el  principal  al  virrey  de  México,  para  que  proceda  al  co- 
bro de  las  condenaciones  insertas  del  tribunal  de  minería,  donde 
se  hallan  depositados  los  caudales  de  Iturrigaray. 

El  resumen  de  las  cantidades  en  que  Iturrigaray  fué  condenado, 
es  el  siguiente: 

Importe  de  la  memoria  de  efectos  vendida  eu 

Veracruz 119,125 

Por  cohechos  para  nombramientos  de  empleo», 

en  plata  y  oro 15,200 

Por  el  doblo  de  esta  suma 15,200 

Por  gratificación  en  plata  por  asignación  ilegal 
de  azogue 4,000 

Por  el  doblo,  de  dicha  suma 4,000 

Por  8,648  onzas  de  oro  por  el  mismo  motivo  in- 
clusas 6,683  de  las  contratas  de  papel  para  la 
fabrica  de  tabacos,  á  $16 *. 138,944 

Por  el  doblo  de  esta  suma 138,944 

Total 435,413 


Bustamante  en  el  lugar  citado,  fol.  265,  dice  que  el  total  en  que 
fué  condenado  ascendió  á  384,241,  aunque  no  da  los  pormenores: 
sin  embargo,  del  texto  de  la  sentencia  resulta  la  suma  de  arriba, 
y  esto  sin  comprender  la  indemnización  de  Domínguez. 

Sacado  del  cuaderno  de  Juan  Martifiena,  i? Verdad  sabida,  m  fol. 
24  de  los  documentos,  nota  2*  al  doc.  núm  89. 


DOCUMENTO  NUM.  14. 

LlB.  1?  CAP.  7? 


Préstamos^  donativos  y  otros  servicios  hechos  pm^"  D.  Antonio  Bassocv, 
conde  que  fué  de  BassocOj  y  por  D.  Gabriel  de  Yermo. 

El  primero  prestó  en  diversas  épocas  desde  el  ano  de  1778,  sin 

interés  alguno,  gruesas  cantidades  de  100  y  200,000  pesos  para  la 

fwio.  I — 57 


450  HISTORIA  DE    MÉXICO. 


habilitación  del  cambio  en  la  casa  de  mocada,  despacho  de  buques 
coii  caudales,  y  otros  objetos  de  real  servicio. 

Jín  el  mismo  período  dio  en  diversos  donativos  115,000  pesos. 

En  1787  fué  nombrado  comisionado  para  el  acopio  de  semillas 
y  provisión  de  la  Albóndiga  de  la  capital,  lo  que  hizo  con  su  pro- 
pio caudal  y  tomando  bajo  su  responsabilidad  considerables  sumas. 
En  1797  suplió  á  la  ciudad,  sin  premio,  para  el  abasto,  $25,000. 
Otro  tanto  hizo  en  el  de  1806,  y  para  el  de  1807  ofreció  prestar, 
sin  premio,  lo  que  se  necesitara,  y  en  1809  prestó  con  el  mismo  ob- 
jeto $26,000. 

Suplió  para  la  reedificación  del  convento  de  la  Enseñanza  $70,000 
de  lo  que  todavía  se  debe  á  su  casa  la  mayor  parte,  y  en  la  obra 
del  colegio  de  la  misma  Enseñanza  invirtió  más  de  $110,000.  En 
la  iglesia  de  Loreto  gastó  como  $300,000,  y  habiendo  sido  tesorero 
de  la  casa  de  la  Cuna,  esta  le  quedó  debiendo  como  $40,000. 

Habiendo  fallecido  sin  sucesión  su  esposa,  la  Sra.  Castañiza,  dejó 

todo  su  crecido  caudal  para  una  obra  pía.  (1) 

Apuntes  que  me  han  sido  franqueados  por  D.  José  María  Basso- 
co,  sobrino  de  D.  Antonio. 


i>.  Gabriel  de  Yernio,  en  los  años  de  1808  y  9  hizo  un  donativo 
de  8,000  arrobas  de  azúcar,  que  se  remitieron  á  Cádiz  en  los  navios 
San  Justo  y  San  Francisco  de  Paula,  siendo  las  4,000  arrobas  que 
despachó  en  el  San  Justo,  el  primer  donativo  que  se  hizo  en  la 
Nueva-España. 

En  Agosto  de  1809  prestó  para  despachar  caudales  á  España, 
$50,000. 

En  Octubre  del  mismo  año  dio  su  esposa  $2,000  para  el  donati- 
vo de  las  señoras,  que  ella  misma  promovió  con  otras  cuatro,  y  pro- 
dujo 80,000. 
En  Diciembre  del  mismo  hizo  Yermo  otro  préstamo  de  12,000. 
Contribuyó  con  $500  para  los  defensores  de  Zaragoza,  y  con 
2,000  para  zapatos  para  los  soldados  de  los  ejércitos  de  España. 

En  Noviembre  de  1810  dio  4,000  pusos  para  el  fondo  que  se  for- 
mó para  premiar  á  los  individuos  que  más  se  distinguiesen  en  la 
guerra  contra  los'Jnsurgentes. 

(1)  Escribo  Bassoco  con'^^  porque  asi  se  firmaba  el  mismo. 


HISTORIA  DS  MÉXICO.  451 

£a  el  mismo  mes  prestó  al  gobierno  100,000  pesos.  "^ 

En  Marzo  de  1811  dio  2,400  pesos  para  la  mantención  por  un 
año  de  veinte  soldados  en  España.  • 

En  Agosto  de  1812  prestó  10,000  pesos. 

'Para  las  tropas  del  ejército  de  D.  Gabriel  de  Mendizábal  dio 
300  tercios  de  azúcar  con  2,400  arrobas,  cuyo  valor  se  graduó  en 
6,000  pesos. 

Nombrado  vocal  de  la  junta  para  el  préstamo  de  20  millones, 
presentó  en  frutos,  dinero  y  vajilla  una  suma  de  340,000  pesos, 
aunque  no  llegó  á  efectuarse  la  exhibición,  por  no  haber  convenido 
la  junta  en  los  precios  de  los  efectos,  que  después  vendió  Yermo 
con  mayor  ventaja. 

Posteriormente  hizo  otro  préstamo  de  15,000. 

Luego  que  comenzó  la  revolución  en  1810,  ofreció  al  virrey  Ve- 
negas  presentar  400  hombres  de  sus  haciendas,  montados,  armados 
y  pagados  á  sus  expensas,  y  mandados  por  sus  dependientes,  y 
otros  cien  de  la  hacienda  de  San  Nicolás,  de  su  hermano  D.  Juan 
Antonio,  y  admitida  la  oferta  por  el  gobierno,  sirvieron  durante  to- 
da la  guerra,  siendo  conocidos  con  el  nombre  de  ulos  negros  de 
Yermo,  n 

Informe  del  mismo  Yermo  en  su  defensa  contra  Iturrigaray,  pu- 
blicado por  Martiñena  fol.  56  de  los  documentos. 

Los  demás  españoles  residentes  en  el  país,  aunque  en  menor  es- 
cala, prestaban  iguales  servicios,  sin  mas  remuneración  que  darle» 
el  virrey  las  gracias  y  ofrecerles  ponerlo  en  conocimiento  de  S.  M.^ 
sirviéndoles  de  mérito  para  pretender  alguna  cruz  ó  título  hono- 
rífico. 

DOCUMENTO  NUM.  15. 

LlB.  1?  CAP.  7? 

Diputados  de  las  provincias  del  wrreynato  de  Nueva-España 

para  la^s  Cortes  nacionales, 

Méxicí».  El  Sr.  Dr.  D.  José  Beye  de  Cisneros,  (1)  Eclesiás- 
tico. 

Guadalajara.  El  Sr.  Dr.  D.  José  Simeón  de  Uría,  canónigo  pe^ 
nitenciario  de  aquella  Santa  Iglesia.  (2)  ídem, 

(1)  Volvió  á  México,  en  donde  murió. 

(2)  Murió  en  su  iglesia. 


452  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

Valladolid.  El  Sr  Lie.  D.  José  Cayetano  de  Foncerrada,  canóni- 
"go  de  México.  (3)  ídem. 

Puebla.  El  Sr.  Dr.  D.  Antonio  Joaquin  Pérez,  canónigo  magis- 
tral de  aquella  iglesia.  (4)  ídem. 

Veracruz.  El  Sr.  D.  Joaquin  Maniau,  contador  general  de  la  ren- 
ta del  tabaco.  (5) 

Mérida  de  Yucatán.  El  Sr.  Dr.  D.  Miguel  González  Lastiri,  (6) 
Eclesiástico.    . 

Guanajuato.  El  Sr.  D.  Octaviano  Obregon,  oidor  honorario  de 
la  real  audiencia  de  México,  residente  en  España.  (7) 

San  Luis  Potosí.  El  Sr.  D.  José  Florencio  Barragan,  teniente 
coronel  de  milicias.  (8) 

Zacatecas.  El  Sr.  Dr.  D.  José  Miguel  de  Gordoa,  catedrático  de 
prima  del  seminario  de  Guadalajara.  (9)  Eclesiástico. 

Tabasco.  El  Sr.  D.  José  Eduardo  de  Cárdenas,  curado  Gnndua 
can.  (10)  ídem. 

Querétaro.  El  Sr.  Dr.  D.  Mariano  Mendfola,  (por  renuncia  del 
K,  P,  Fr.  Lúeas  Centeno,  agustino.)  (11) 

Tlaxcala.  El  Sr.  Dr.  D.  José  Miguel  Guridi  y  Alcocer,  cura  de  la 
villa  de  Tacubaya.  (12)  Eclesiástico. 

Nuevo  reino  de  León.  El  Sr.  D.  Juan  José  de  la  Garza,  canóni- 
go de  Monterrey.  (13)  ídem. 

Oaxaca.  El  Sr.  Lie.  D.  Juan  María  Ibañez  de  Corvera,  su  regi- 

(3)  Fué  nombrado  por  Fernando  YII  deán  de  Lérida  en  CataluTia,  por  no 
haber  querido  volver  á  bu  pala. 

(4)  Fué  nombrado  por  Fernando  VII  obispo  de  Puebla,  y  murió  después  de 
la  independencia. 

(5)  Perseguido  y  preso  como  liberal,  fué  después  nombrado  director  de  ta- 
bacos; y  murió  en  México  con  este  empleo. 

(6)  Ignoro  su  carrera  ulterior. 

(7)  Fué  hombrado  oidor  de  Guadalajara,  y  obtuvo  otros  empleos  después 
de  la  independencia.  Murió  en  León,  en  la  provincia  de  Guanajuato  de  donde 
es  originaría  su  familia. 

(8)  No  llegó  á  ir  á  las  Cortes. 

(9)  Fué  nombrado  por  Fernando  YII  canónigo  de  Guadalajara,  y  después 
de  la  independencia  fué  obispo  de  la  misma  Iglesia,  en  cuya  dignidad  murió. 

(10)  Ignoro  su  suerte  ulterior. 

(11)  Fué  nombrado  oidor  de  Guadalajara. 
(12^  Murió  siendo  canónigo  de  México. 
(13)  Ignoro  el  fin  que  tuvo. 


HISTORIA  DB  MÍXIGO.  453 


^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^tf^^^^^^^i 


dor  honorario,  (por  renuncia  de  D.  Manuel  María  Mejía,  cura  de 
Tamasulapa.)  (14) 

PROVINCIAS  INTERNAS. 

Sonora.  El  Sr.  Lie.  D.  Manuel  María  Moreno,  racionero  de  la 
Santa  Iglesia  de  Puebla.  (15.) 

Durango.  El  Sr.  Dr.  D.  Juan  José  Gttereña,  doctoral  de  la  San- 
ta Iglesia  de  Puebla  y  provisor  de  aquel  obispado.  (16) 

Coahuila.  El  Sr.  Dr.  D.  Miguel  Ramos  de  Arizpe,  cura  del  Real 
de  Borbon.  (17) 

Todos  los  diputados  que  comprende  esta  lista,  sacada  de  las  ga- 
cetas del  gobierno  de  México,  fueron  americanos,  y  con  solo  una 
excepción,  nativos  de  las  provincias  que  los  eligieron. 

DOCUMENTO  NUM.  16. 

LlB  2"  CAP  1* 

Intimación  de  Hidaigo  y  Allende  al  Ayimtamiento  de  Celaya. 

Nos  hemos  acercado  á  esta  ciudad  con  el  objeto  de  asegurar  las 
personas  de  todos  los  españoles  europeos:  si  se  entregasen  á  discre- 
ción serán  tratadas  sus  personas  con  humanidad,  pero  si  por  elcontra- 
rio,  se  hiciere  resistencia  por  su  parte  y  se  mandare  dar  fuego  con- 
tra' nosotros,  se  tratarán  con  todo  el  rigor  que  corresponda  á«su  re- 
sistencia: esperamos  pronto  la  respuesta  para  proceder. — Dios  guar- 
de á  VV.  muchos  años.  Campo  de  batalla,  Setiembre  19  de  l&lO. 
— Miguel  Hidalgo. — Ignacio  Allende. — P.  D.  En  el  mismo  momento 
en  que  se  mande  dar  fuego  contra  nuestra  gente,  serán  degollados 
setenta  y  ocho  europeos  que  traemos  á  nuestra  disposición. — Hi- 
dalgo.— Allende. — Señores  del  Ayuntamiento  de  Celaya. — Es  copia 
fiel  do  su  original  á  que  me  remito. — Celaya,  19  de  Setiembre  de 
\S\0.—Duro. 

Es  copia  á  la  letra.  Querétaro,  setiembre  20  de  1810. — A  las 
cinco  de  la  mañana. — (Siguen  las  rúbricas  de  los  individuos  del 
Ayuntamiento.) 

(14)  No  fus  á  las  Cortes. 

(15)  Mariú  en  sa  catedral. 
(14)  Murió  en  Eipafta. 

(17)  Fernando  VII  lo  pombro  Cí^ngnigo  de  Puebla,  y  murió  Riendo  deán  df 
fuella  iglesia, 


454  HISTOKIA  DE  MÉXICO. 


Nota.  Está  tomada  del  aviso  dado  al  virrey  Venegas  por  el 
Ayuntamiento  de  Querétaro  el  20  de  Setiembre,  á  las  tres  de  la 
mañana,  trasladando  el  que  se  habia  recibido  del  de  Celaya  del  19 
pidiendo  armas  y  municiones. 

Hállase  en  el  expediente  titulado:  nPartes  del  Ayuntamiento  de 
Querétaro,  en  que  dá  cuenta  de  la  proclamación  de  independen- 
cia, n  en  el  archivo  general,  procedente  de  la  secretaría  del  virrei- 
nato. 


DOCUMENTO  NUM.  17. 
LiB.  2?  CAP.  2" 

Noticia  sobre  la  familia  y  carrera  de  D.  Diego  Berzábal,  sargento 
mayor  delhataUonpi^odncial  de  Guanajuato. 

D.  Baltazar  Berzábal,  Infanzón  de  Aragón,  vino  á  México  el 
afto  de  1743,  á  los  diez  y  siete  de  su  edad,  en  la  comitiva  del  virrey 
conde  de  Fuenclara,  con  el  empleo  de  alférez  de  la  guardia  de  ca- 
ballería del  real  palacio:  el  año  siguiente  ascendió  á  capitán  de  la 
guardia  de  infantería,  en  cuyo  empleo  permaneció  algunos  afios,  y 
habiéndose  retirado,  obtuvo  varias  comisiones  y  alcaldías  mayores. 
Fué  á  tomar  una  residencia  á  Zacatecas,  y  allí  casó  con  Doña  Jua- 
na Duarte,  viuda  de  D.  Eafael  Garay,  señora  de  noble  familia.  D. 
Baltazar,  siendo  corregidor  de  Oaxaca,  murió  dejando  seis  hijos; 
de  ellos  cuatro  varones  y  dos  hembras,  llamadas  estas  Doña  Fran- 
cisca y  Doña  Luisa:  la  primera  murió  sin  tomar  estado,  y  la  se- 
gunda tomó  el  hábito  en  el  convento  de  la  Enseñanza,  fué  de  fun- 
dadora á  Irapuato,  y  murió  de  sub-priora  en  1837.  De  los  varones, 
D.  Miguel  murió  de  capitán  del  regimiento  de  México:  D.  Igna- 
cio, de  oficial  mayor  de  las  cajas  de  Manila:  D.  José,  de  sargento 
mayor  del  fijo  de  Veracruz;  y  D.  Diego,  de  sargento  mayor  del  ba- 
tallón de  Guanajuato.  Este  nació  en  Oaxaca  el  dia  12  de  Noviem- 
bre de  1769:  á  los  doce  años  de  edad  tomó  los  cordones  de  cadete 
en  el  regimiento  de  Granada  y  pasó  á  España,  cuando  regresó  di- 
cho regimiento,  con  sus  hermanos  D.  Miguel  y  D.  José:  estuvo  en 
la  península  algunos  años,  y  casó  en  la  Corufia  con  Doña  Tibalda 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  465 


I  ir~"  _  t^i,  ^~ii  . 


'  Sánchez  Boado,  hija  del  señor  del  Coto  y  jurisdicción  de  Villanue- 
va  de  Rañoa. 

En  el  año  de  1789  se  crearon  los  regimientos  de  Nueva-Espafia, 
Puebla  y  México,  y  fueron  colocados  los  Berzábales  uno  en  cada 
regimiento,  tocando  á  D.  Diego  el  de  Nueva-España,  en  el  que 
sirvió  hasta  la  clase  de  capitán,  obteniendo  los  cargos  de  más  con- 
fianza, pues  fué  habilitado  y  capitán  de  cajero. 

Siendo  teniente  cuando  la  revolución  de  la  isla  do  Santo  Domin- 
mo,  fué  allá  con  su  regimiento;  asistió  al  sitio  y  toma  de  Bayajá  y 
otras  varias  acciones  de  guerra,  en  las  que  se  señaló  por  su  valor 
y  actividad,  como  constaba  en  sus  hojas  servicio'. 

En  el  año  de  1809,  estando  por  comisión  en  la  mesa  de  guerra 
de  la  secretaría  del  virreinato,  fué  ascendido  á  sargento  mayor  del 
batallón  provincial  de  Guanajuato,  marchó  á  dicha  ciudad,  y  se  de- 
dicó á  arreglar  su  batallón,  que  puso  en  un  pié  brillante. 

Ejerciendo  este  empleo,  hizo  el  tambor  mayor  Garrido  la  denun- 
cia de  la  conspiración  del  cura  Hidalgo,  de  que  Berzábal  dio  par- 
te al  intendente,  y  él  mismo  contribuyó  á  la  defensa  de  la  ciudad 
y  Albóndiga  de  Granaditas,  de  la  manera  que  se  ha '  dicho  en  el 
texto.  No  siendo  de  opinión  de  encerrarse  en  aquel  punto,  disua- 
dió á  que  lo  hiciesen  á  sus  conocidos  que  no  teniañ  que  ir  á  él  por 
obligación,  y  murió  obedeciendo  y  abrazado  con  las  banderas  de 
su  cuerpo. 

Así  acabó  IL  Diego  Berzábal,  á  los  cuarenta  y  un  años  de  su 
edad  y  veintiocho  de  buenos  servicios,  sin  haber  sufrido  japaás  un 
arresto  ni  tenido  una  nota  en  sus  hojas  de  servicio.  A  su  muerte 
dejó  cuatro  hijos,  un  varón  y  tres  hembras.  Estas  fueron  Doña 
María  del  Carmen,  casada  con  D.  José  Agustín  de  Arrangoiz,  co- 
mandante que  fué  del  resguardo  de  Veracruz,  y  murieron  ambos 
en  el  año  de  1819  envenenados  por  un  contrabandista,  dejando  tires 
hijos,  de  los  cuales  el  uno,  D.  Francisco  José,  ha  sido  cónsul  de  la 
República  en  Nueva  Orleans  y  la  Habana,  ministro  de  hacienda  y 
es  actualmente  regidor  del  Ayuntamiento  de  México,  y  los  otros 
dos  se  llaman  D.  Francisco  de  Paula  y  D.  Agustín. 

Doña  Basilia,  que  casó  con  D.  Francisco  Frera,  empleado  en  la 
casa  de  moneda  de  esta  capital,  y  actualmente  es  viuda  y  tiene  un 
hijo  llamado  D.  Benito. 


456  HISTORIA  DJB  1Í¿ZIC0. 


Doña  Soledad,  casada  con  D.  Francisco  Eduardo  Romero,  em- 
pleado del  gobierno  general. 

£1  varón  se  llama  D.  José  María:  pasó  á  España  para  entrar  en 
un  colegio  militar,  y  habiéndose  efectuado  la  independencia  al  mis- 
mo tiempo  que  él  salió  del  colegio,  ya  no  pudo  verificar  su  regreso 
y  continuó  sus  servicios  en  España:  fué  capitán  de  la  guardia  real, 
y  últimamente  se  halla  en  Barcelona  de  comandante  de  batallón 
del  regimimiento  de  infantería  de  Burgos,  casado  y  con  dos  hijos, 
D.  Bonifacio  y  D.  Luis. 

La  señora  viuda  de  Berzábal  promovió  en  el  año  de  1811  dos 
informaciones  sobre  el  buen  comportamiento  de  su  marido,  como 
mayor  del  batallón  de  Guanajuato  y  sobre  su  heroica  muerte:  la 
una  en  Guanajuato  ante  el  intendente  Marañen,  en  fines  de  Febre- 
ro de  aquel  año,  quien  comisionó  para  ella  al  escribano  D.  José  Ig- 
nacio Rocha,  y  la  segunda  en  fines  de  Marzo  siguiente,  ante  el  ge~ 
neral  Calleja  que  se  hallaba  á  la  sazón  en  S.  Luis  Potosí  con  el 
ejército  del  centro. 

De  ambas  resultó  comprobado,  por  la  declaración  de  los  testigos 
que  se  examinaron,  que  fueron  en  Guanajuato  cuatro  de  los  veci- 
nos principales,  y  los  alcaldes,  ministros  de  real  hacienda  y  diputa 
dos  de  minería  de  aquella  ciudad,  y  en  San  Luis,  los  oficiales  del 
batallón  que  quedaron  vivos,  y  otros  del  regimiento  del  Príncipe 
que  se  hallaron  en  la  defensa  de  Granaditas,  ó  tuvieron  noticia  de 
ella,  que  Berzábal  fué  un  jefe  muy  instruido  y  celoáo:  que  puso  el 
batallón  en  buen  pié,  habiendo  sido  por  su  empeño  vestido  y  arma- 
do de  nuevo,  á  expensas  de  los  fondos  municipales.  Que  hallándose 
mandando  el^cuerpo,.por  estar  ausente  hacia  tiempo  su  comandan- 
dante  D.  Manuel  García  de  Quintana,  sobrevino  la  revolución  de 
Hidalgo,  y  queseen  la  mayor  actividad  cooperó  á  la  defensa  de  la 
ciudad,  y  habiendo  recaído  en  él  el  mando  de  Granaditas  por  la 
muerte  del  intendente,  se  sostuvo  con  el  mayor  valor  durante  cua- 
tro'^horas,  animando  á  la  tropa  con  su  ejemplo  y  pabtbras;  hasta 
que  habiendo  entrado  los  insurgentes  en  aquel  edificio  quemada  la 
puerta,  reunió  en  el  patio  la  tropa  que  quedaba  y  algunos  eiuro- 
peos,  V  ^siidQ][ppn  ls\i^  banderas  de  su  batallón  (otros  testigos  dicen 
con  univ  bandera  que  tomó  por  haber  caído  muerto  el  alférez)  9n  1a 


0 

HISTORU  DS  MÉXICO.  457 

una  manOy  y  una  pistola  en  la  otra,  se  defendió  hasta  que  cayó 
muerto  atravesado  con  muchas  heridas.  Los  testigos  militares  que 
declararon  en  San  Luis,  dicen  que  tenia  abrazadas  las  dos  bande- 
ras. 

Uno  de  los  testigos  examinados  en  San  Luis,  fué  el  tambor  ma- 
yor  del  batallón.  Garrido,  que  era  á  la  sazón  músico  de  la  Columna 
de  Granaderos,  á  quien  en  las  diligencias  se  dá  el  nombre  de  José 
María,  el  cual  dijo  haher  sido  él  (Garrido)  el  primero  que  dio  avi- 
so al  gobierno  de  la  revolución  que  tramaba  el  cura  Hidalgo^  de 
que  dio  cuenta  á  Berzábal,  quien  iastruyó  por  medio  de  declara- 
ciones y  datos  la  denuncia  que  se  hizo^  y  por  no  dejar  expuesto  á 
Garrido,  de  acuerdo  con  el  intendente,  lo  tuvieron  en  un  calabozo 
hasta  la  víspera  de  asaltar  los  insurgentes  la  ciudad. 

Todas  estas  noticias,  así  como  las  dos  informaciones  reunidas  en 
un  cuaderno,  existen  en  la  familia  y  me  las  ha  franqueado  el  Sr. 
D.  Francisco  J.  Arrangoiz,  quien  me  honra  con  su  amistad. 


DOCUMENTO  NUM.  18. 

LiB.  2?  CAP.  2" 

Relación  que  hizo  al  virrey  Venegas  el  coronel  D.  Diego  García  Con- 
de^ de  todoi  los  sucesos  ocurridos  en  el  ejército  de  Hidalgo  desde  el 
dia  n  de  Octubre^  en  que  el  mismo  Garda  Conde  y  sus  compañeros 
fueron  aprehendidos  en  las  inmediaciones  de  A  cámbaro  por  el  torero 
Luna^  hasta  el  7  de  Noviembre  en  que  quedaron  libres  en  Acúleo  y  á 
consecuencia  de  la  victoria  ganada  en  aquel  punto  por  el  ejército 
real,  bajo  las  órdenes  del  brigadier  D,  Félix  María  Calleja. 

Exmo.  Sr. — ^Después  de  la  feliz  victoria  de  Acúleo  que  me  dio 
milagrosamente  la  libertad,  pensé  pasar  á  esta  ciudad^  para  dar 
á  V.  S.  noticias  exactas  y  circunstanciadas  del  manejó  y  proyecto 
de  los  enemigos  que  me  habían  llevado  con  su  ejército  á  todas 
partes,  durante  el  mes  completo  de  mi  prisión;  pero  mejor  aconse- 
jado por  el  riesgo  de  volver  á  caer  en  sus  manos,  lo  suspendí  pro- 
poniéndome dar  á  Y.  E.  por  escrito  puntual  noticia  de  todos  mis 
sucesos. 

Las  ocupaciones  4e  mi  empleo,  la§  marchas  no  interrumpidas, 

JOMO  X.— 53 


458  HISTORIA  DB  M¿xieo. 

y  la  falta  de  comodidad  en  el  campo,  no  me  lo  han  permitido  has- 
ta  tanto  que  el  dia  de  descanso  que  tenemos  hoy  en  esta  ciudad, 
adonde  hemos  regresado  del  campo  de  Marfil,  me  proporciona  así 
la  digresión  como  la  falta  de  elegancia,  en  honor  de  la  verdad,  de 
cuanto  me  ha  acaecido.  (1) 

Después  que  meirecí  á  V.  E.,  el  ascenso  á  coronel  de  Dragones 
Provinciales  de  Puebla,  y  el  mando  de  las  armas  de  la  provincia 
de  Michoacan,  salí  de  esta  capital  en  compañía  de  los  Sres.  Rui  y 
Meriuo  el  dia  3  de  Octubre  para  la  ciudad  de  Valladolid,  dia  jus- 
tamente en  que  salía  el  correo  de  esa  capital,  lo  que  aumentaba  el 
riesgo  de  caer  en  poder  de  los  insurgentes,  por  la  noticia  que  nos 
habían  dado  de  estar  interrumpida  la  comunicación  en  Acámbaro: 
llegamos  felizmente  á  la  hacienda  de  Apeo,  distante  dos  leguas  de 
Maravatío,  el  dia  6,  y  por  las  cartas  de  recomendación  quo  llevába- 
mos, adquirimos  noticia  de  los  administradores  de  las  hacien 
das  inmediatas,  para  disponer  nuestro  tránsito  con  menos  riesgo. 

Todos  unánimes  nos  dijeron  que  el  pueblo  de  Acámbaro  estaba 
tranquilo,  qu©  iban  y  venían  coches  sin  la  menor  novedad,  y  aun- 
que fui  de  opinión  que  tomásemos  caballos  en  Marabatío  y  cruzá- 
semos la  sierra  por  no  tocar  en  Acámbaro,  se  opusieron  todos  di- 
ciendo que  seria  hacerlos  entrar  en  sospecha,  pues  se  sabia  ya 
nuestra  ida  por  el  correo,  y  que  en  el  caso  de  querernos  cojer,  sal- 
drían á  verificarlo  por  la  misma  sierra,  y  que  por  tanto  tenian  por 
más  oportuno  pasar  disimuladamente  por  el  arrabal  del  pueblo  sin 
hacer  alto  en  él,  y  apostar  tiros  en  el  camino  para  hacer  el  viaje 
con  celeridad.  Así  lo  ejecutamos,  pero  con  la  desgracia  de  estar  ya 
vendidos  por  todos,  hasta  de  los  cocheros  que  nos  pusieron  en  el 
camino,  los  que  nos  hicieron  mudar  una  muía  á  la  entrada  del  pue- 
blo y  otra  á  la  salida,  suponiendo  cansancio  y  enfermedad;  de  suer- 
te que  á  dos  leguas  de  haber  pasado  por  Acámbaro,  vimos  venir 
como  doscientos  hombres  á  caballo  para  cortamos,  y  más  de  tres- 
cientos á  pié  por  la  cañada,  habiéndonos  abandonado  diez  y  seis  va- 
queros que  pedimos  de  escolta,  y  sin  más  defensa  para  la  resis- 
tencia, que  la  que  podíamos  hacer  los  seis  individuos  que  íbamos 
en  dos  coches. 

(1^  dniio  decir  sin  duda,  que  por  el  escaso  tiempo  que  le  daba  la  corta  di- 
gresión que  hacia  en  sus  ocupaciones  en  aquel  dv^  dQ  descanso»  dispensase  el 
virrey  la  falta  de  elegancia  en  su  narración. 


HISTORIA  DB  MÉXICO  469 


Nos  apeamos  prontamente,  y  yo  sin  sombrero  por  no  detenerme  á 
cogerlo,  teniendo  en  una  mano  una  «pistola  y  desenvainando  parte 
del  sable,  para  hacer  más  pronto  uso  de  él  en  caso  necesario,  hice 
que  todos  los  demás  se  pusiesen  detras  de  mí,  y  apuntando  la  pis- 
tola al  torero  Luna  que  veia  capitaneando  su  gente,  le  mandé 
hacer  alto  á  cosa  de  diez  pasos,  preguntándole  qué  quería  y  á  quien 
buscaba;  pero  á  una  seña  que  no  advertí  y  que  hizo  á  los  indios 
otro  que  venia  á  caballo  junto  á  él,  empezaron  á  llover  piedras  ti- 
radas con  hondas  sobre  nosotros,  y  al  querer  sortear  una  que  ve- 
nia directamente,  me  ganó  Luna  la  acción  por  detras,  dándome 
una  lanzada  en  la  cabeza  que  me  tiró  redondo  en  el  suelo  sin  sen- 
tidos, y  cuando  volví  en  mí  ya  me  encontré  todo  chorreado  de 
sangre,  y  desarmado,  y  rodeado  de  gente  á  pié  y  á  caballo,  que  me 
dieron  una  pedrada  en  la  mano  izquierda,  otra  en  cada  espaldilla, 
una  cuchillada  en  la  mano  derecha,  y  otra  en  la  oreja  'zquieráa;  de 
suerte  que  aquella  infernal  canalla,  á  pesar  de  verme  indefenso,  se 
saciaba  en  matirízarme;  me  ataron  fuertemente  con  una  reata,  y 
llegando  otro  de  sus  mandones  que  les  reprendió  el  trato  que  me 
daban,  me  hizo  entrar  en  el  coche  con  Ruí  y  Merino,  éste  grave- 
mente herido  en  el  costado  izquierdo,  y  Rui  con  una  cuchillada  en 
la  cabeza. 

Entramos  á  la  cinco  de  la  tarde  en  Acámbaro,  en  medio  de  la 
gritería  de  inmenso  pueblo  que  pedia  nuestras  cabezas  y  acabar 
con  todos  los  gachupines;  creímos  que  nos  despedazaban,  pero  se 
reservaron  nuestras  vidas  para  mayores  y  repetidos  insultos. 

Nos  metieron  en  un  cuarto  del  mesón  rodeados  de  centinelas,  y 
vino  un  cirujano  á  reconocernos  las  heridas:  fué  necesario  confesar 
á  Merino,  al  cocinero  de  Rui  y  á  su  asistente,  y  aunque  primero 
determinaron  dejar  á  Merino  en  el  pueblo  hasta  su  restablecimien- 
to, lo  hicieron  salir  poco  después  con  nosotros,  haciéndonos  conti- 
nuar la  marcha  á  las  once  de  la  misma  noche  para  Celaya,  donde 
llegamos  á  la  una  del  dia  inmediato,  desfallecidos  y  consternados, 
tanto  de  los  dolores  que  las  heridas  nos  causaban,  como  por  ver  la 
infamia  de  la  plebe  que  nos  amenazaba  con  las  expresiones  más  in- 
decentes que  pueden  imaginarse. 

Allí  fué  donde  nos  vimos  del  todo  saqueados,  sin  tener  ropa  que 
mudarnos  y  sólo  con  el  colchón  que  nos  quisieron  dejar;  pero  Dios 


460  HISTOBIA  DE  MÉXICO. 

nos  deparó  para  nuestro  consuelo  al  Lie.  Carlos  Camargo,  que  nos 
atendió  en  cuanto  pudo,  facilitándonos  un  buen  cirujano  con  todos 
los  ingredientes  necesarios  á  nuestra  curación  y  el  método  que 
debíamos  observar^  una  muda  de  ropa  á  cada  uno  que  rescató 
de  los  acambareños,  y  cien  pesos  para  lo  que  se  nos  pudiese  ofre- 
cer. 

La  mafiana  siguiente  salimos  para  San  Miguel  el  Grande,  con 
los  mismos  insultos  de  la  plebe  y  aun  mayor  riesgo,  porque  íba- 
mos encontrando  las  divisiones  del  ejercito  de  Aldama,  y  todos 
nos  recibían  con  los  mismos  vituperios  y  amenazas. 

A  las  seis  de  la  tarde  llegamos  á  una  y  media  legua  de  San  Mi- 
guel, donde  encontramos  á  Aldama,  mariscal  de  campo  entre  ellos 
y  general  de  su  ejército,  á  caballo,  en  mangas  de  camisa,  con  sa- 
ble  y  un  par  de  pistolas  de  gaucho  en  el  cinturon,  sombrero  blan- 
co, y  una  manta  ó  frazada  sobre  el  arzón  de  la  silla,  quien  después 
de  habernos  hecho  reconocer  para  ver  si  traíamos  alguna  arma  ocul- 
ta, con  palabras  muy  indecentes  nos  hizo  volver  atrás,  entrando 
nuevamente  en  Celaya  á  la  una  de  la  noche,  sin  darnos  otro  ali- 
mento que  un  pocilio  de  chocolate  al  recojemos,  desde  otro  igual 
que  al  amanecer  nos  hablan  dado. 

Ya  desde  entonces  seguimos  con  su  ejército  por  los  pueblos  de 
Acámbaro,  Zinapécuaro  é  Indaparapeo,  donde  nos  detuvimos  dos 
dias,^  esperando  los  ejércitos  del  cura  Hidalgo  y  el  de  Allende  que 
se  nos  incorporaron. 

Este  me][fué  á  visitar  aquella  misma  noche,  acompañado  de  una 
numerosa  guardia,  y  rodeado  de  doce  ó  catorce  coroneles  y  tenien- 
tes^coroneles  de  los  suyos,  espada  en  mano,  que  siempre  le  lleva- 
ban en  medio  ^cuando  salía  de  su  habitación  para  cualquiera 
parte. 

Nos  hizo  pasar  á  Merino  y  á  mi  á  otro  cuarto  inmediato  donle 
nos  recibió  con  mucho  agrado,  y  sentados  los  tres  á  vista  de  sus 
jefes^^siempre  de  centinela,  entablamos  una  conversación  larga  so- 
bre los  motivos^de  la  insurrección:  nos  éontó  su  historieta,  pues  así 
la  Uamaba/reducida.á  que  de  resultas  de  haber  hecho  critica  de 
varias  gacetas  nuestras,  supo  que  por  el  gobierno  se  le  quería  pren- 
der,|^^quQ  po  siendo  justo  que  uq  l^ombre  de  sus  circunstancias  se 


HISTORIA  PB  idü&nco.  461 

dejase  aprisionar  por  cuatro  polizontes,  habia  dado  el  grito  con  el 
cura  Hidalgo^  con  unos  resultados  tan  felices^  que  ya  contaba  con 
más  de  80,000  hombres  sobre  las  armas  y  las  más  de  las  capitales 
de  las  provincias  ganadas  por  aquellos,  esperando  solamente  te- 
nerlos á  la  vista  para  entregarse,  como  sucederia  igualmente  con 
todas  las  tropas  poseídas  de  los  mismos  deseos,  porque  el  encono 
contra  los  europeos  era  general  y  justo,  pues  no  era  razón  que  una 
alhaja  tan  preciosa  como  esta,  se  viese  subyugada  por  unos  hom- 
bres de  tan  pocos  principios  como  los  que  generalmente  venian  de 
Europa.  Hasta  aquí  me  vi  en  la  necesidad  de  sufrirlo;  pero  tomé 
la  palabra  demostrándole,  cuan  equivocado  estaba  sobre  el  concep- 
to de  las  capitales  de  las  provincias  y  nuestras  tropas,  que  todos 
conocian  la  injusticia  de  la  insurrección  en  este  reino:  que  el  mis- 
mo principio  de  ella,  según  me  acaba  de  insinuar,  manifestaba  pa- 
tentemente los  resultados  que  debia  tener,  pues  trataba  de  ven- 
gar un  agravio  particular  con  la  ruina  del  reino,  y  que  aun  cuando 
consiguiese  el  exterminio  de  todos  los  europeos,  que  estaba  muy 
distante  de  poderse  realizar,  debian  esperar  deunaindiadayasedien- 
ta  de  sangre  que  no  se  contentaria  con  los  europeos,  sino  que  aca- 
baría con  los  blancos  del  país,  principiando  por  ellos:  que  en  pun- 
to á  la  falta  de  principios  de  los  europeos  trasladados  aquí,  merecía 
mucha  excepción,  pues  en  tiempos  antiguos,  cuando  la  navegación 
ofrecía  tantas  dificultades,  pudieron  venir  algunos  de  bajas  circuns- 
tancias, arrostrándolas  todas  por  mejorar  de  suerte;  pero  que  ya 
facilitados  los  mares  por  el  continuo  comercio  por  una  parte,  y  por 
otra  las  calamidades  ocurridas  en  la  península  en  estos  últimos 
tiempos,  habían  ocasionado  la  venida  á  este  reino  de  personas  muy 
distinguidas,  dignas  de  la  mejor  opinión  pública. 

A  estas  y  otras  muchas  razones  que  le  expuse,  hubo  de  conven- 
cerse y  confesar  ser  ciertas  las  fatales  consecuencias  que  debia  pro- 
meterse este  reino  por  la  insmreccion;  pero  que  ya  la  cosa  estaba 
hecha  y  que  no  tenia  remedio,  consolándose  con  que  en  el  caso  de 
suceder  todo  conforme  yo  lo  temía,  quedarían  estos  países  en  favor 
de  los  indios  sus  primeros  dueños:  y  ie  añadí  que  jamás  llegaría 
este  caso,  porque  aun  cuando  la  España  por  las  calamidades  del 
día,  no  pudiese  vengar  su  ofensa,  habia  otras  dos  naciones  muy 


462  HISTORIA  DB  MÉXICO. 


«  m  ^a^^l  *  wl  ^^«^* 


fuertes,  que  cualesquiera  de  ellas  impo  (liria  á  los  indios  la  po- 
sesión, y  con  unos  tratos  muy  distintos  de  los  que  recibian  de  los 
españoles. 

Interrumpió  esta  conversación  el  general  Aldama,  dándole  par- 
te, con  todo  el  tratamiento  de  excelencia,  de  haber  regresado  la 
partida  del  torero  Luna  que  habia  ido  infructuosamente  al  alcance 
del  sefior  obispo  de  Valladolid,  y  contestó  Allende  con  muchísima 
afectación,  que  sentía  mucho  se  le  hubiese  escapado,  porque  de- 
seaba ^darle  pruebas  de  su  verdadera  estimación;  con  esto  nos  des- 
pedimos; y  me  ofreció  que  respecto  á  que  marchábamos  con  el  ejér- 
ctito  nos  repetiría  sus  visitas. 

La  mañana  siguiente  llegaron  de  Valladolid  un  canónigo  por 
parte  de  la  catedral,  un  regidor  por  el  cuerpo  de  ciudad,  y  un  jefe 
militar  por  las  annas,  á  hacer  entrega  de  la  ciudad  al  cura  Hidal- 
go, adonde  nos  dirijimos  el  mismo  día  con  el  ejército,  y  según  nos 
aseguraron,  suspendió  el  citado  Hidalgo  de  sus  prebendas  á  varios 
canónigos  por  no  haber  salido  á  recibirlo;  pero  informado  de  no  ha- 
ber sido  citados  para  su  llegada,  los  volvió  á  poner  en  posesión. 

A  nosotros  nos  tuvieron  más  de  hora  y  media,  como  era  de  cos- 
tumbre, en  medio  de  la  plaza  y  calle  principal,  con  ol  pretexto  de 
no  saber  el  alojamiento,  oyendo  los  insultos  y  continua  gritería  de 
la  plebe,  hasta  que  al  fin  nos  lo  dieron  en  el  colegio  de  S.  Nicolás 
Tolentino,  donde  el  catedrático  D.  Francisco  Castañeda  nos  trató 
con  el  mayor  cariño  y  caridad. 

Desde  entonces  se  nos  trató  con  el  mayor  rigor,  quitándonos  to  • 
da  comunicación,  y  lo  atribuimos  á  que  Allende  daría  noticia  al  cu- 
ra Hidalgo  de  nuestra  conversación  en  Indaparapeo  la  noche  an- 
tes, pues  todas  las  órdenes  rigorosas  nos  venían  del  cura.  Perma- 
necimos tres  días  en  aquella  ciudad,  y  en  la  mañana  siguiente  en- 
tró en  el  colegio  el  mariscal  Balleza,  insultándonos  á  gritos  á  vista 
de  mucha  gente,  diciéndonos  que  éramos  unos  bribones,  que  ha- 
bíamos hecho  emponzoñar  el  aguardiente  de  la  tienda  de  un  euro- 
peo, que  se  habia  sabido  que  los  indios  se  estaban  muriendo  en  la 
plaza  por  nosotros,  y  que  habíamos  puesto  un  correo  á  México:  le 
contestamos  que  no  conocíamos  á  nadie  en  la  ciudad  para  tomar  se- 
mejantes providencias,  que  se  practicasen  las  diligencias  más  ex- 


HISTORIA  DE    MÉXICO.  468 

quisitas,  pues  todo  era  falso,  y  que  en  levantarnos  semejantes  tes- 
timonios, no  podía  llevar  otro  objeto  que  el  de  indignar  más  á  la 
plebe  contra  nosotros.  Entonces  cogió  la  espada  de  un  centinela 
para  dar  sobre  nosotros,  pero  al  retiramos  unos  pasos  atrás  se  con- 
tuvo, y  nos  puso  cuatro  centinelas  con  orden  de  envasamos  si  ha- 
blábamos con  alguno. 

Por  la  noche  pidió  el  conde  Rui  un  confesor,  y  el  cura  Hidalgo 
le  envió  un  fernandino,  á  quien  concluida  su  confesión  le  pidió  que 
confesase  también  á  su  hijo;  pero  estando  en  ella,  vino  una  orden 
de  Hidalgo  para  que  la  suspendiese  y  pasase  á  verlo. 

Poco  despiaes  volvimos  á  oir  alborotado  al  pueblo  y  disparar  la 
artillería:  nos  cerraron  la  puerta  del  cuarto,  dejando  las  centinelas 
de  parte  de  afuera;  nos  hincamos  á  rezar  el  rosario  y  nos  volvieron 
á  abrir  prontamente  la  puerta  poniéndonos  dentro  cuatro  centine- 
las, con  orden  de  pasarnos  de  parte  á  parte  si  nos  movíamos. 

No  les  hicimos  caso  y  seguimos  rezando,  y  al  concluir  vimos  seis 
soldados  con  hachas  encendidas,  puestos  en  semicírculo  en  la  puer- 
ta, y  entró  un  ayudante  del  cura  llamándonos  por  nuestros  apellidos, 
•íGarcía  Conde,  Rui  y  Merinon  (creíamos  que  nos  había  llegado 
la  hora)  "quédense  aquí  y  salgan  los  demás, n  que  eran  el  padre 
Ondarza  que  cojieron  con  nosotros  en  Acámbaro,  el  ayuda  de  cáma- 
ra de  Rui  y  el  hijo  de  éste,  por  quien  pidió  su  padre  se  lo  dejasen 
y  se  le  concedió;  pero  á  los  otros  dos  los  juntaron  con  una  porción 
de  europeos  que  había  en  otros  cuartos,  y  los  llevaron  todos  á  la 
cárcel,  á  incorporarlos  con  otros  muchos  que  había  allí. 

Luego  conocimos  que  el  ej  ército  marchaba  al  día  siguiente^  y 
que  nos  dejaban  allí  para  salir  con  él,  sin  embargo  de  haber  pedido 
lo  contrario,  para  podernos  curar  de  las  heridas;  pero  no  se  nos  con- 
cedió. 

Volvimos  á  Acámbaro  haciendo  mansiones  en  los  pueblos  de  In- 
daparapéo  y  Zinapécuaro,  y  allí  se  hizo  la  gran  promoción,  nom- 
i)rando  al  cura  de  generalísimo;  á  Allende  de  capitán  general;  al 
padre  Balleza,  á  Jiménez,  á  Arias  y  á  Aldama  de  tenientes  gene- 
rales; y  á  Abasólo,  á  O  con  y  á  los  dos  Martínez  de  maríscales  de 
campo,  con  cuyo  motivo  hubo  misa  de  gracias  y  Te-Deum  con 
repiques  y  salvas,  y  después  se  pasó  una  revista  al  ejército,  reducí- 


464  HISTORIA  DE  MÉXICO. 

da  á  formar  regimientos  de  á  1,000  hombres  de  á  pié  y  de  á  caba- 
llo, y  pasaban  de  80,000. 

Los  nuevamente  ascendidos  se  pusieron  sus  uniformes  y  divisas, 
siendo  el  de  Hidalgo  un  vestido  azul  con  collarín,  y  vuelta  y  sola- 
pa encarnada,  con  un-bordado  de  labor  muy  menuda  de  plata  y 
oro,  un  tahalí  negro  también  bordado,  y  todos  los  cabos  dorados, 
con  una  imagen  grande  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  de  oro, 
colgada  en  el  pecho. 

El  de  Allende,  como  capitán  general,  era  una  chaqueta  de  paño 
azul  con  collarín,  vuelta  y  solapa  encarnada,  galón  de  plata  en  to- 
das las  costuras,  y  un  cordón  en  cada  hombro  que  dando  vuelta  en 
círculo,  se  juntaban  por  debajo  del  brazo  con  botón  y  borla  colgan- 
do hasta  medio  muslo:  los  tenientes  generales  con  el  mismo  unifor- 
me, solo  llevaban  un  cordón  á  la  derecha,  y  los  mariscales  de  campo 
á  la  izquierda. 

Los  brigadieres,  á  más  de  los  tres  galones  de  coronel,  un  borda- 
do muy  angostito;  y  todos  los  demás  la  misma  divisa  de  nuestro 
uso. 

A  todo  el  que  presentaba  mil  hombres,  lo  hacían  coronel  y  tenia 
tres  pesos  diarios:  igual  sueldo  disfrutaba  el  capitán  de  caballeria: 
el  soldado  de  á  caballo  un  peso  diario,  y  cuatro  reales  el  indio  de 
á  pié;  los  generales  y  mariscales  de  campo  me  decían  que  no  tenían 
sueldo  alguno,  y  que  antes  bien  habian  gastado  todos  sus  intereses; 
pero  lo  cierto  es  que  triunfaban  y  gastaban  cuanto  querían,  como 
que  en  los  saqueos  cojian  anticipadamente  lo  mejor. 

Salimos  el  dia  inmediato  para  Maravatío,  y  de  allí  para  la  ha- 
cienda de  Tepetongo,  y  á  poco  de  haber  salido  de  esta  población 
(Maravatío)  hubo  una  alarma,  diciendo  que  los  gachupines  se  iban 
apareciendo  en  la  loma  inmediata,  con  cuyo  motivo  se  hizo  avan- 
zar el  ejército,  que  según  el  desorden  en  que  marchaba  siempre  y 
la  gran  cola  que  hacia,  e^ta  operación  era  de  muchas  horas,  pues 
los  indios  iban  cargando  á  sus  hijos,  carneros  y  cuartos  de  res,  yes 
advertir  que  de  los  saqueos  que  hacian,  se  llevaban  las  puertas, 
do  mesas,  sillas,  y  hasta  las  vigas  sobre  sus  hombros. 

Se  llegó  á  nosotros  el  general  Balleza  y  nos  hizo  atar  á  los  cua- 
tro que  íbamos  en  el  coche,  á  pesar  de  que  los  dragones  de  es- 


HISTORIA  DE  2f¿XIC0.  465 

colta  se  resistieron  á  hacerlo,  y  hasta  lloraron  al  tiempo  de  ejecu- 
tarlo. 

El  motivo  de  este  trastorno  no  fué  otro,  que  dos  europeos  esca- 
pados de  una  hacienda  que  vieron  correr,  los  que  ya  cojídos,  se  apa- 
ciguó el  alboroto  y  nos  desataron. 

Después  hicimos  las  jornadas  á  la  hacienda  de  la  Jordana,  Ix- 
tlahuaca  y  Toluca  sin  novedad  particular,  mas  de  la  corriente  de 
los  insultos  y  gritería  continua  de  la  indiada. 

A  la  salida  de  esta  ciudad,  donde  nos  quedíynos  con  el  padre 
Balleza,  después  de  haber  marchado  el  ejercito  empezó  la  plebe  á 
saquear  la  casa  de  un  europeo,  la  que  atacada  por  su  guardia,  fué 
acosada  y  encerrada  en  el  cementerio  de  la  parroquia,  desde  don- 
de el  citado  Balleza  empezó  á  predicar  contra  los  gachupines,  di- 
ciéndoles  que  no  habian  hecho  mas  que  quitarles  el  pan  de  las  ma- 
nos; pero  que  pronto  serian  los  indios  dueños  de  todo;  que  ellos  no 
trabajaban  ni  se  exponian  con  otras  ideas;  pero  que  no  por  eso  de- 
bian  saquear  las  fincas  ni  las  casas,  cuyos  productos  se  repartian 
después  con  igualdad;  que  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  era  la 
protectora  de  su  causa,  y  que  ya  que  la  habia  comenzado  felizmen- 
te, con  la  misma  felicidad  la  concluiría:  les  tiraba  puñados  de  me- 
dios de  cuando  en  cuando,  alternándolos  con  las  voces  de  »» mueran 
,los  gachupines, iT  de  suerte  que  juntó  multitud  de  plebe,  y  se  mar- 
chó con  su  guardia  dejándonos  á  su  discreción,  pues  solo  teniamos 
una  corfa  compañía  de  escolta  repartida  en  dos  coches,  muy  dis- 
tantes uno  de  otro,  amenazados  por  los  insultos  y  gritería  de  ser 
despedazados. 

Allí  me  tomaron  los  indios  de  su  cuenta,  empeñados  en  que  yo 
era  el  general  Calleja,  y  csí  se  amontonaban,  diciéndose  unos  á 
otros:  "mira  al  descolorido  y  descalabrado,  es  el  bribón  de  Calleja; 
¡ah  perrol  ahora  no  te  has  de  escapar, «?  y  otras  insolencias  mucho 
mayores,  que  obligaron  á  la  guardia  á  desengañarlos  de  que  yo  no 
era  el  que  pensaban. 

Aquel  dia  Jios  dirigimos  con  el  ejército,  no  á  Lerma  como  era 
regalar  dirigiéndose  á  México,  porque  decían  ellos  que  el  general 
Trujillo  estaba  en  aquella  ciudad,  y  que  habia  interrumpido  el  pa- 
so rompiendo  un  puente,  y  así  se  dirigieron  á  Santiago  Tianguis^ 

-•  TOMO  I. — 59 


466  HISTORIA  DS  M¿2IC0. 

tengo,  saliendo  el  día  inmediato  para  el  Monte  de  las  Cruces,  sitio 
y  acción  memorable  para  nuestras  tropas  j  armas,  que  con  otras 
dos  piezas  de  artillería  que  hubiesen  tenido  de  su  parte,  hubieran 
conseguido  la  más  completa  victoria  solos  800  hombres  contra  más 
de  80,000;  es  verdad  que  nos  hubiera  costado  las  vidas  á  los  pobres 
europeos  prisioneros;  pero  nada  importaba  esto  en  comparación  de 
la  gloria  y  utilidad  que  resultaba,  en  honor  de  una  corta  división 
de  soldados  valientes,  acreedores  á  los  más  altos  elogios  por  su 
valor. 

'tí  Sí,  señor  Excmó.  aunque  yo  no  estaba  asegurado  de  la  exacta 
fuerza  que  tenían  los  nuestros,  me  presumí  desde  luego,  por  el  co- 
nocimiento que  tenia  de  los  terrenos,  á  causa  de  haber  sido  el  di- 
rector de  aquel  camino,  que  el  corto  espacio  que  se  defendía  no  era 
capaz  de  mucha  guarnición,  y  aunque  la  situación  local  era  muy 
ventajosa,  sabiendo  á  punto  fijo  que  el  ejército  insurgente  pasaba 
de  80,000  hombres,  por  más  desordenados  é  indisciplinados  que 
estuviesen,  debia  tardar  poco  en  decidirse  la  acción;  pero  no  fué  así, 
porque  duró  más  de  seis  horas  y  media,  y  les  costó  mucha  sangre, 
confesando  ellos  mismos  que  hubieran  sido  del  todo  derrotados  y 
rechazados,  si  hubiesen  tenido  los  nuestros  otros  dos  cañones. 

Durante  la  acción,  nos  tuvieron  á  los  prisioneros  en  medio  de 
los  cajones  de  pólvora,  para  volarnos  en  caso  \iecesario,  á  donde 
venia  con  frecuencia  el  general  Balleza  á  darnos  las  noticias  segmi 
las  deseaba,  anticipando  para  ello  las  voces  de  *í¡viva  María  Santí- 
sima de  Guadalupelit  lai  cuales  repetía  yo  quitándome  el  sombre- 
ro, y  él  anadia:  »»¡que  mueran  los  gachupinesln  y  yo  le  respondía: 
«eso  sí  no  digo  yo.n  En  la  primera  embajada  no&,dijo:  «lya  murió  el 
virrey»:  no  lo  creí,  pero  me  horrorizaba  la  expresión:  en  fin,  ya  os- 
curecido, nos  pusieron  en  marcha  llevándonos  á  caballo,  y  encum- 
bramos el  cerro  de  las  Cruces,  acompañados  de  aquella  multitud 
desenfrenada  que  no  cesaba  de  repetir  infamias  contra  todos  no- 
sotros por  el  destrozo  y  mortandad  que  habían  sufridc»,  gloriándose 
al  mismo  tiempo  de  haber  muerto  á  Trujillo,  á  Mendívil,  Rodri- 
guez,  Bringas  y  á  otros  muchos;  dudas  que  yo  no  poctia  desatar  y 
que  me  llegaban  al  alma.  íbamos  pisando  cadáveres,  y  con  la  os- 
curidad se  me  representaba  en  cada  uno,  alguno  de  mis  tiernos 
amigos,  dignos  de  mejor  suerte. 


HISTORIA  DB  MÉXICO.  467 


^^^rf*^^^ 


Llegamos  á  la  una  de  k  noche  á  Cuajimalpa,  sin  otro  alimento 
que  el  de  un  pocilio  de  chocolate  que  habiamos  tomado  al  amane- 
cer, habiendo  pasado  el  dia  más  cruel,  muertos  de  necesidad  y  sin 
tener  la  menor  cosa  con  qué  alimentarnos^  ni  otro  lecho  ni  abrigo 
que  un  mal  capote. 

Por  fortuna,  nuestras  heridas  estaban  casi  buenas,  y  pudimos 
emplear  el  repuesto  de  hilas  y  vendajes  que  traiamos,  pura  las  cu- 
raciones de  Medina,  Cosío  y  otros  variosí  soldados  nuestros,  que 
supimos  estaban  heridos. 

La  mañana  siguiente,  dia  de  Todos  Santos,  se  nos  aseguró  que  el 
inmediato  entraríamos  en  esa  capital,  y  que  para  hacerlo  de  paz 
iban  á  enviar  de  embajador  al  general  Jiménez:  yo  que  conocía  al 
sugeto  y  sus  fanfarronadas  insultantes,  me  reía  de  la  propuesta  y 
más  de  la  elección.  A  éste  le  oí  decir  en  Acámbaro  con  mucha  des- 
vergüenza que  *iera  menester  quitarse  ya  el  rebozo;  que  ya  habia 
llegado  el  tiempo  de  la  felicidad  é  independa,  y  que  ya  era  menes- 
ter verificarlo  á  lo  Napoleón,  á  la  capital,  á  la  capital: ir  por  estas  ex- 
presiones vendrá  V.  E.  en  conocimiento  del  carácter  del  sugeto  ele- 
gido para  embajador,  como  ellos  le  Hamacan. 

Llegó  el  dia  inmediato,  pero  no  para  verificar  sus  diabólicos  pro- 
yectos,  sino  al  contrario.  Cuando  siempre  nos  llevaban  á  la  reta- 
guardia del  ejército,  nos  metieron  á  toda  prisa  en  en  el  coche,  mar- 
chando á  la  vanguardia  en  retirada,  para  volver  á  encumbrar  el  cerro 
de  las  Cruces,  y  dejando  á  la  retaguardia  del  ejército  todos  sus  ge* 
nerales  y  artillería,  lo  que  me  hizo  creer  que  temían  alguna  salida  de 
esa  ciudad. 

Después  nos  dieron  que  la  respuesta  de  Y.  £.  á  Jiménez  habia 
sido  de  palabra,  diciendo  "que  no  admitía  á  nadie  Y.  £.  sino  de 
guerra  y  con  las  armas;  ti  pero  según  se  me  explicaron  otros  más 
reservadamente,  lo  que  les  obligó  á  la  retirada  fué,  la  contestación 
que  recibieron  de  algunos  de  sus  emisarios:  lo  cierto  es  que  la  acción 
de  las  Cruces  á  más  de  amedrentarlos,  les  dio  de  pérdida  entre 
muertos,  heridos  y  desertores  más  de  20,000  hombres,  y  que  con  la 
retirada  que  hicieron  de  Cuajimalpa,  se  les  desertaron  otros  20,000 
hombres,  de  suerte  que  quedó  reducido  su  ejército  á  40,000  hom- 
bres, y  de  ellos  15,000  de  á  caballo,  que  era  la  fuerza  que  tenía  cuan 
do  la  acción  de  Acúleo. 


488  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


\ 


Sus  generales  dudaban  sobre  sus  resoluciones;  estaban  todos  dis- 
cordes, y  aunque  me  dijeron  que  la  detención  del  ejército  en  los 
valles  era  dar  tiempo  á  reponer  la  caballada,  no  dejaba  de  penetrar 
que  tenian  algún  otro  designio  y  que  se  hallaban  llenos  de  recelo: 
esto  les  hizo  tratarnos  con  más  humanidad;  y  aunque  varias  veces 
'   se  hablan  insinuado  disimuladamente  para  que  tomásemos  las  ar- 
mas en  su  favor,  particularmente  con  Rui,  á  quien  desde  el  primer 
día  quisieron  hacerlo  general;  la  resistencia  que  siempre  encontra- 
ron en  nosotros  y  el  desprecio  de  sus  proposiciones  los  habia  con- 
tenido; pero  en  los  últimos  dias  de  nuestra  prisión  se  declararon 
abiertamente,  hasta  llegar  á  decir  algunos  de  ellos  que  pondrían  el 
mando  del  ejército  á  mi  disposición;   desprecié  siempre  sus  ofer- 
tas, según  debia,  sin  embargo  de  que  la  triste  situación  en  que  me 
hallaba,  me  impedia  tomar  abiertamente  la  venganza  de  semejante 
agravio,  y  me  contenté  con  decirles,  que  mi  desgracia  me  habia 
puesto  en  caso  de  ser  enteramente  inútil .  para  las  armas;  pero  que 
si  me  permitían  pasar  á  la  capital,  intercedería  con  V.  E.  para  evi- 
tar el  derramamiento  de  sangre  tan  necesario  (1)  en  las  actuales 
circunstancias  para  la  seguridad  de  este  reino. 

Conocí  que  no  habían  despreciado  del  todo  mi  producción,  y 
que  el  miedo  les  haría  aprovecharse  de  cualquier  partido;  pero,  en 
fin,  llegamos  á  la  hacienda  de  San  Antonio  desde  donde  salimos  al 
inmediato  dia,  según  dijeron,  para  Arroyozarco;  íbamos  Merino  y 
yo  en  un  coche  de  muy  mal  avío,  y  viéndonos  el  maríscal  Aldama, 
nos  dijo  que  con  aquellas  muías  no  era  posible  hiciésemos  la  joma- 
da, y  le  respondí:  »»Pues  esto  es  á  la  salida  ¡qué  será  dentro  de  po- 
co tiempo  que  las  muías  se  cansenln  .Entonces  nos  hizo  apear  del 
coche  y  me  hizo  entrar  en  el  suyo,  donde  encontré  ya  á  Rui,  y  á 
Merino  lo  colocó  en  otro  coche  también  suyo  que  iba  adelante. 

En  las  conversaciones  que  se  ofrecieron,  siempre  nos  manifesta- 
ba los  deseos  de  una  composición  con  V.  E,  para  terminar  la  revo- 
lución; pero  yo  procuraba  desenteiiderme,  tanto  por  las  disparata- 
das condiciones  que  se  proponían,  como  porque  conocía  que  habia 
poco  que  confiar  en  la  inconstancia  de  su  carácter. 

(1)  Ctuiere  decir,  que  «ra  tan  necesario  evitar  en  las  circuostancias  de  te- 
ner que  estar  el  reino  prevenido  para  defenderse  de  los  franceses. 


i 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  469 

Aquella  tarde  vinieron  á  darle  aviso  de  que  venian  llegando 
unos  coches  y  gente  de  escolta,  y  dijo  Aldama:  "Este  será  mi  her- 
mano que  viene  á  reunirse  á  nosotros,  con  su  ejército  y  familia. n 
Entonces  me  pareció  regular  brindarles  á  pasar  en  el  coche  de  Me- 
rino para  dejarlos  solos,  y  accedió  á  ello  verificándolo  juntos  Rui 
y  yo.  Llegaron  en  efecto  como  unos  mil  hombres  de  á  pié  y  á  ca- 
ballo,  jel  Lie.  Aldama  y  su  mujer,  juntamente  con  sus  sobrinas  las 
hijas  de  D.  Juan. 

A  poco  rato  llegó  un  dragón  á  caballo  muy  asustado,  diciendo 
que  un  ejército  de  gachupines  iba  entrando  en  Arroyozarco;  que 
el  cura  y  el  ejercité^ habían  tomado  el  camino  de  Acúleo,  y  que  no- 
sotros hiciésemos  lo  mismo. 

Entraron  todos  en  nuevo  sobresalto,  y  como  era  tan  malo  el  ca- 
mino para  coches  y  nos  cojió  la  noche,  no  pudimos  pasar  una  ba- 
rranca para  llegar  al  pueblo,  y  nos  hubimos  de  quedar  á  hacer  no- 
che en  un  cerro  muy  elevado. 

£1  Lie.  Aldama  y  su  hermano  nos  acompañaron  en  el  coche 
grande  rato:  el  miedo  les  hacia  humillarse;  pero  sin  desprenderse 
de  echarlas  siempre  de  guapos  y  suponer  tener  asegurados  sus  pro- 
yectos, pues  aun  cuando  fuese  arrollado  su  ejército  por  una  casua- 
lidad, la  suerte  de  los  europeos  en  el  reino  seria  siempre  la  misma 
que  la  de  los  franceses  en  España:  ser  dueños  solo  del  país  que  pl« 
sásemos. 

Por  la  mañana  seguimos  el  camino  para  el  pueblo,  llevando 
nuestro  coche  por  delante  á  causa  de  que  po  tenian  escolta:  las  se- 
ñoras y  demás  comitiva  se  quedaron  en  una  casa  á  la  entrada  del 
pueblo,  sin  que  lo  advirtiésemos,  llegando  nosotros  hasta  la  casa 
del  cura  Hidalgo,  que  ya  la  artillería  y  multitud  de  indiada  nos 
impedia  el  paso.  Vimos  salir  á  Allende  con  toda  su  comitiva  y  ge- 
nerales, y  asomándome  le  dije  que  estábamos  solos  y  sin  saber 
donde  ir:  nos  hizo  apear  del  coche,  y  llevándome  á  su  lado,  me  di- 
jo al  oido:  ti¿Sabe  vd.  que  tienen  vdes.  un  ejército  en  Arroyozar- 
co?i!  y  le  respondí:  n^Está  vd.  seguro?ii  á  lo  que  añadió:  uTanto,  que 
sus  avanzadas  nos  han  cogido  anpche  dos  dragones,  n  Entonces  le 
dije  yo:  nlrán  para  México;?!  y  me  respondió:  uSí,  porque  hemos 
interceptado  un  correo  del  virrey  en  que  así  se  los  manda,  n    Y  le 


470  HISTORIA  DE  M¿XICO. 

afladi:  iiPaes  dejarlos  pasar. n  Entonces  me  dijo  él:  ii¿Y  si  nos  ata- 
can? n  A  lo  que  contesté:  uPues  qué  les  importa-  á  vdes.  teniendo 
40,000  hombres?  vdes.  deben  estarse  quietos,  y  si  pasan  á  México 
dejarlos;  pero  si  los  atacan  resistir.it  Surtió  mi  consejo  tan  buen 
efecto,  que  en  el  momento  se  dieron  órdenes  para  poner  avanzadas 
y  salir  al  campo,  y  de  lo  contrario  se  hubieran  marchado  para 
Querétaro,  que  era  lo  que  querían,  y  se  hubiera  retardado  mucho 
nuestra  victoria. 

Las  cuentas  que  yo  me  hice  fueron  estas:  si  el  ejército  viene  con 
ánimo  de  ir  á  México,  les  aconsejo  bien;  y  si  desean  atacarlos,  tam- 
bién. Me  asombro  y  bendigo  á  Dios  mil  veces,  de  ver  como  nos 
iba  proporcionando  la  libertad,  y  es  de  advertir  que  Allende  no 
nos  habia  vuelto  á  hablar,  desde  el  primer  dia  que  nos  encontró 
en  Indaparapeo. 

Llegamos  todos  á  la  casa  de  las  señoras  de  Aldama,  donde  nos 
dieron  de  almorzar,  y  entró  poco  después  el  cura  Hidalgo,  á  quien 
jamás  he  hablado,  y  abrazándole  el  Lie.  Aldama,  me  acuerdo  que 
le  dijo:  tiSr.  Excmo.  los  indios  están  muy  alzados:  al  pasar  por  el 
pueblo  de  San  Felipe,  he  encontrado  despedazados  tres  ouro- 
peos  y  un  criollo,  todos  con  un  papel  de  seguridad  de  V.  E.,  y  no 
permitieron  que  el  cura  les  diese  sepultura:  si  no  se  castigan  estos 
excesos,  estamos  mal,  y  cuando  se  quiera,  no  habrá  quien  los  con- 
tenga.!! A  lo  que  dijo  el  cura:  uNo  sefior,  es  menester  prudencia; 
nosotross  no  tenemos  otras  armas  que  nos  defiendan,  y  si  empeza- 
mos á  castigar,  al  necesitarlas  no  las  hallamos,  it  Después  afladió 
Aldama:  i\Estamos  también  rodeados  de  cobardes  y  traidores:  ese 
bribón  do  Camargo,  alcalde  de  Celaya,  es  menester  ahorcarlo;  ü  y 
el  cura  respondió:  itsí,  si,  ya  trataremos  de  eso;it  y  se  fué  á  saludar 
á  las  señoras. 

A  la  cuenta  ño  habia  advertido  que  nosotros  estábamos  allí,  j 
dijo:  nhemos  errado  enteramente  el  golpe  y  todas  nuestras  medin 
das  se  han  frustrado;  ü  pero  le  hubieron  de  hacer  una  seña,  y  aña-, 
dio:  11  porque  hemos  pasado  muchos  frios  y  malas  noches,  y  hecho, 
unas  jomadas  muy  largas:ti  quiso  remediarlo,  pero  no  pudo:  poca 
después  se  tocó  alarma,  se  marcharon  todos  precipitadamente,  y 
po0  pc^fif p^  á  }os  tres  prisioneros  á  1^  casalQOPtigu»;  pero  4f ^^^<^  ^^ 


HISTORIA  DE  MÉXICO.  471 


breves  instantes  se  regresaron  al  pueblo.  Hemos  sabido  después 
que  en  junta  que  celebraron  se  decretó,  que  en  el  caso  de  perder 
la  acción,  nos  degollasen,  dando  la  comisión  á  un  sujeto  que  no  se 
separó  de  nosotros  hasta  el  último  momento  de  nuestra  prisión,  y 
en  favor  del  cual  conseguimos  de  nuestro  general  quedase  libre. 

Aquella  noche,  víspera  de  la  batalla,  nos  visitaron  Allende,  el 
Lie.  Aldama  y  su  hermano  D.  Juan:  el  segundo  nos  leyó  un  papel 
muy  extenso,  suponiendo  estar  hecho  para  (1)  el  señor  Arzobispo 
virrey,  diciendo  en  él  mil  oprobios  de  los  europeos  y  desenvolvien- 
do toda  la  ponzoñado  su  proyecto:  quise  interrumpirle  varias  veces 
porque  no  podia  sufrir  tal  atentado;  mas  no  lo  permitió,  y  al  con- 
cluir me  solté  contra  él  con  unas  razones  tan  convincentes,  que  tan- 
to él  como  Allende  confesaron  las  fatales  consecuencias  y  resultados 
de  sus  maquinaciones,  y  concluyeron  ncon  que  la  cosa  estaba  ya 
hecha  y  que  no  tenia  remedio,  porque  se  les  habian  cerrado  las 
puertas,  n  Presumí  que  es*a  expresión  podia  dirigirse  al  sentimien- 
to que  se  habian  formado  por  no  haberse  oido  á  su  embajador  el  ge- 
neral Jiménez,  y  les  contesté:  uPues  llamar  á  la  puerta,  rempnjarla;ii 
y  ya  entonces  variaron  de  tono,  echándole  la  culpa  de  todo  al  bri- 
bón del  cura  Hidalgo  (así  le  llamaron),  pues  quisieron  desde  Cua- 
jimalpa  habernos  enviado  á  esa  capital  para  que  hubiésemos  podi- 
do mediar  con  V.  E.;  pero  que  él  se  opuso  y  no  lo  permitió,  y  que 
sin  embargo  emplearían  el  resto  de  la  noche  en  ver  de  convencer  al 
cura,  que  encaprichándose  en  una  cosa,  era  difícil  apearlo. 

Se  marcharon  al  campo,  donde  tuvieron  toda  la  noche  al  ejército 
sobre  las  armas,  y  al  amanecer  del  día  siguiente  fué  á  vernos  el  Lie. 
Aldama,  quien  nos  dijo  que  no  dudásemos  que  en  todo  el  dia  se 
nos  enviaría  á  nuestro  ejército:  continuó  un  rato  más  en  conversa- 
ción, y  á  eso  de  las  siete  de  la  mañana,  entró  muy  sobresaltado  su 
hermano  D.  Juan  con  las  señoras,  diciéndonos  que  saliésemos,  que 
ya  estaban  prontos  los  coches.  Nos  sorprendió  aquella  novedad,  y 
sin  dar  lugar  á  sacar  nuestros  colchones,  se  agarró  de  mi  brazo  la 
mujer  del  licenciado,  y  de  Rui  y  Merino  las  dos  hijas  de  D.  Juan. 

Salimos  prontamente  á  la  calle,  y  vimos  que  las  columnas  de  ca- 
ballería de  su  ejército  venían  á  todo  escape  diciendo  que  ya  estaban 
los  gachupines  en  el  pueblo;  y  era  tan  falso,  que  cuando  ménog  4^9* 

(1)  Par6co4^b«  deoir  for  j  no  para. 


472  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


^^^^^^^^^^^^^^^^^ 


taban  dos  y  media  leguas;  pero  en  fin,  con  el  mayor  riesgo  de  ser 
atrox)ella(loSj  llegamos  á  la  plaza,  donde  estaban  todos  los  coches, 
las  muías  fiin  guarniciones  y  muy  pocos  cocheros,  de  suerte  que  d 
riesgo  de  ser  atropellados  continuaba,  el  miedo  de  ser  sorprendidos 
por  nuestro  ejército  crecia,  y  en  la  gran  confusión  en  que  todos  se 
hallaban,  me  atreví  á  proporfer  que  respecto  á  que  indefectiblemen- 
te llamos  á  perecer  á  los  pies  de  sus  caballos,  tenia  por  más  opor- 
tuno salimos  al  campo,  en  donde  si  era  cierto  que  nuestro  ejército 
llegaba,  nos  recibirían  con  muchas  cortesías  y  la  mayor  atención. 

Así  lo  íbamos  á  ejecutar,  pero  fué  imposible  cruzar  una  de  las  ca- 
lies  de  travesía,  porque  las  columnas  de  caballería  lo  impedían,  y 
nos  entramos  en  una  casa,  en  donde  nos  dijeron  los  Aldamas,  que 
la  necesidad  los  ponia  en  la  obligación  de  ir  á  morir  al  pié  de  un  ca- 
ñón en  caso  necesario:  que  si  la  acción  se  decidía  en  favor  de  ellos, 
volverían;  y  que  si  la  perdian,  esperaban  que  las  señoras  serian  tra- 
tadas con  decoro.  Les  ofrecimos  cumplirlo  así,  y  mientras  se  des- 
pedian,  entró  el  torero  Luna  diciendo:  u Échenlos  fuera,  que  yo  me 
quedaré  con  mis  amas:n  y  D.  Juan  Aldama  preguntó  á  las  seño- 
ras: ti¿Qué  querían  hacer?ii  á  lo  que  respondió  la  mujer  del  licen 
ciado:  «Nosotras  queremos  quedarnos  con  estos  caballeros;ii  y  Lu- 
na, echando  fuego  por  los  ojos,  montó  á  caballo  cqmo  un  rayo  y  se 
marchó. 

Nos  repitieron  los  Aldamas  su  encargo,  y  nosotros  la  oferta  de 
cumplirlo,  dejándonos  casi  solos  con  las  señoras,  pues  la  escolta  se 
componia  de  unos  seis  hombres  con  lanzas,  el  paisano  que  las 
acompañaba  y  que  debía  degollarnos,  aunque  nosotros  lo  ignorába- 
mos, y  un  capitán. 

Dispusimos  que  nos  diesen  de  almorzar,  y  á  e^  de  las  diez  de  la 
mañana,  ya  se  oían  las  cajas  de  nuestro  ejército:  me  dijo  la  mujer 
del  licenciado  nque  como  inteligente  en  las  cosas  de  la  guerra,  le 
hiciese  favor  de  subir  á  la  azotea  y  decirle  lo  que  me  pareciese,  to- 
cante á  las  disposiciones  del  campo,  n 

Lo  hice  así  y  no  puedo  explicar  á  V.  E.  el  gusto  que  me  causó 
ver  el  buen  orden  y  seriedad  de  las  columnas  en  que  nuestro  ejér- 
cito venia  marchando.  Me  encaré  hacia  la  loma  en  donde  estaban 
situados  los  insurgentes,  corriendo  de  un  lado  á  otro  y  cou  la  mayor 


., 


HISTORIA  DE  MÉXICO  473 


>^»fc^i^«^«»,^»^i^^^^jW^»MI»»^>W»'^»^^M      ■'    M^H   * 


gritería  y  confusión,  y  se  me  representaban  una  porción  de  perri- 
llos á  vista  del  león. 

Volví  á  bajar  y  dije  á  la  mujer  del  licenciado:  n Señora,  según  la 
disposición  y  buen  orden  que  veo  en  nuestro  ejército,  y  la  confusión 
y  gritería  del  de  vds.,  creo  que  muy  pronto  tendré  la  satisfacción 
de  corresponder  á  los  favores  que  vds.  nos  han  hecho;  repito  que 
no  tengan  el  menor  cuidado,  pues  serán  tratadas  con  todo  el  deco- 
ro correspondiente.  Para  conseguirlo,  se  hace  preciso  que  desde 
ahora  tome  las  disposiciones  conducentes,  debiendo  ser  la  primera' 
desarmar  la  escolta,  ti  y  ella  me  respondió:  nhaga  vd.  lo  que 
quiera,  it 

Entonces  llevándome  al  patio  al  paisano  que  las  acompañaba,  di- 
je éí  la  escolta  que  si  no  querían  ser  pasados  por  las  armas  por  los 
nuestros,  me  entregasen  las  que  tenían,  y  obedecieron;  las  que  en- 
cerré en  una  pequeña  pieza,  y  aseguré  la  llave.  Todo  lo  iba  dispo- 
niendo la  Providencia  á  favor  de  nuestra  libertad. 

Empezaron  los  tiros  de  cañón  y  nos  pusimos  á  rezar  el  rosario, 
sacando  al  mismo  tiempo  el  reloj  para  ver  lo  que  duraba  la  bata- 
lla, y  por  los  tiros  nuestros  conocía  que  nuestra  artillería  ganaba  el 
campo. 

En  veinte  y  dos  minutos  cesó  el  fuego;  abrí  la  ventana  y  adver- 
tí el  campo  solo,  infiriendo  que  los  nuestros  se  habían  ido  persiguien- 
do al  contrarío,  y  que  solo  se  habia  quedado  una  partida  de  diez  y 
seis  hombres  de  á  caballo,  que  iban  recojiendo  prendas  perdidas. 
Deseaba  hacerles  señas  con  el  pañuelo  porque  temía  que  nos  deja- 
sen allí,  pero  no  quería  que  me  viesen  los  de  adentro;  y  en  fin,  ba- 
jó una  críada  de  la  azotea  diciendo,  que  ya  unos  gachupines  hablan 
llegado  á  la  iglesia  para  que  repicasen,  y  las  campanas  nos  confirma- 
ron inmediatamente  esta  verdad. 

Hice  que  las  señoras  entrasen  en  la  recámara,  puse  un  hombre 
junto  á  la  puerta  para  que  me  avisase  luego  que  llamasen,  provi- 
dencias que  debia  tomar  por  parte  de  la  plebe;  hasta  vernos  en  po- 
der de  los  nuestros,  y  en  efecto  no  tardó  en  llegar  una  partida  que 
golpeando  en  la  puerta,  hice  que  saliese  Merino  para  ayudarme  á 
abrirla,  y  el  capitán  Tello  que  habia  traído  de  España  de  cabo  pa- 
ra sargento,  fué  el  prímero  que  me  abrazó.   Le  dije  que  tenia  allí 

TOMO. 


474  HISTORIA  DB  MÉXICO. 


á  las  seQoras]de  Aldama,  y  envié  al  teniente  Ibarra  de  mi  regimien- 
to con  un  recado  al  general,  dicíéndole  que  ya  teniamos  la  satis- 
facción de  estar  en  poder  de  los  nuestros.  Que  igualmente  estaban 
con  nosotros  las  señoras  de  Aldama,  y  que  deseaba  se  les  tratase 
con  el  mayor  decoro. 

Al  instante  bajaron  todos,  y  el  gusto  que  tendríamos  de  verlos  y 
abrazarlos,  lo  dejo  á  la  penetración  de  Y.  E. 

Se  les  dio  á  las  señoras  su  libertad,  y  un  seguro  del  general  pa- 
ra que  se  fuesen  donde  gustasen  con  los  que  las  acompañaban,  pi- 
diendo encarecidamente  la  mujer  del  licenciado  antes  de  irse,  que 
no  olvidase  el  encargo  de  su  marido,  y  que  procurase  para  el 
efecto  marchar  á  México:  así  se  lo  ofrecí,  pero  advirtiéndole  que 
en  la  batalla  habían  sido  enteramente  derrotados^  perdiendo  en 
ella  toda  su  artillería,  provisiones,  dinero,  coches,  y  en  una  pala- 
bra, todo  cuanto  tenían,  y  que  por  tanto  lo  único  que  podría  so- 
licíLar  de  V.  E.  era  un  indulto;  y  entonces  me  añadid:  "y  vea  vd. 
que  llamen  ámi  marido  con  las  seguridades  correspondientes:"  le 
contesté  que  seria  difícil  conseguirlo^  pero  que  pondría  los  medios 
para  ello. 

Ya  he  dicho  á  V.  E.  el  motivo  que  me  impidió  el  cumplimien- 
to de  esta  promesa,  en  virtud  de  la  cual  se  servirá  V.  E.  resolver 
lo  mejor. 

Nqsotros  nos  quedamos  llenos  de  júbilo  entre  nuestros  amigos, 
no  cesando  de  dar  gracias  á  Dios  por  tantos  beneficios. 

Aunque  he  procurado  detallar  los  hechos  principales  me  habré 
dejado  mucho  por  decir,  y  por  falta  de  energía  y  de  expresión  ha- 
brán quedado  los  sucesos  débilmente  explicados;  pero  espero  que 
la  velocidad  de  las  victorias  de  nuestro  ejército  nos  conduzca  á  esa 
capital,  donde  á  voz  viva  pueda  satisfacer  mejor  la  curiosidad  de 
V.  E. — Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  Guanajuato,  12  de  Di- 
ciembre de  1810. — Excmo.  Sr. — Diego  Garda  Conde. — Excmo.  Sr. 
D.  Francisco  Javier  Venegas. 

Esta  relación  no  ha  sido  impresa:  hay  muchas  copias  manuscri- 
tas coi\  filgunas  variantes  de  poca  importancia. 


HISTO&U.  BE  üéxico.  475 


DOCUMENTO  NÜM.  1». 

LiB.  2*  CAP.  3? 

Cartas  del  comandante  de  insurgentes  José  Maiñano  Anaya^  ex- 
citando á  la  revolución  á  los  pueblos  de  lamiiquilpan  y  Jilote- 
pee.  (1) 

Sres  Gobernadores,  Eepublicas  y  Principales  del  pueblo  de  Ix- 
miquilpan. — Hacienda  del  Cazadero  y  Nov.  las  cinco  de  la  tí^rde 
del  23  de  1810. — Muy  Sres,  mios:  de  parte  de  los  Excelentissimos 
Sres.  D.  Yguacio  Allende  y  D.  Miguel  Ydalgo  Saludo  á  Vds.  y  les 
participa  que  los  quatro  Exercitos  de  D.  Narciso  Canales  y  D. 
Juan  María  Boragan  de  el  Greneralissimo  Allende  La  generala  de 
los  Yndios  flecberos  opalapas  D*  Teodosea  Rodriguez  están  ia 
prontos  para  batir  á  Queretaro  y  de  ai  seguir  á  México  á  cuidar 
al  ángulo  Americano  que  le  ba  á  atacar  sino  lo  ha  hecho  ya  la 
ciudad  de  México  y  solo  biene  para  ayudarnos  á  batirles  á  los  Ga- 
chupines que  están  en  Huichapan  D.  José  Man  el  de  la  estancia 
grande  con  quatro  mil  flecheros  por  lo  que  suplica  á  S.  £.  á  Vds. 
que  junten  toda  su  indiada  y  la  remitan  en  el  día  Sin  perdida  de 
tiempo  á  Juechitlan  á  disposición  de  los  Sres  Mendietas  quienes 
les  señalarán  paraje  para  el  acampamento  y  les  ministraran  todo 
lo  necesario  estándose  entendidos  que  los  Gachupines  les  pusieron 
un  correo  á  el  Francés  Buena  Parte  para  que  benga  á  acabar  con 
los  Criollos  cuio  correo  se  cojio  eu  el  Puerto  de  Tampico  y  lo  trae 
preso  S.  E.  con  cincuenta  hombres  que  lo  acompañaban  y  las  car- 
tas que  portaban  para  satisfacer  al  Beyno  de  que  S.  E.  no  defien- 
de otra  causa  que  la  Religión  y  la  Patria  y  quitar  de  el  Beyno  unos 
hombres  que  después  de  haberse  mantenido  en  el  con  el  Gobier- 
no y  echos  amos  ministros  tienen  balor  para  entregarlo  en  ma- 
nos de  sus  Enemigos:  haga  vd.  favor  de  poner  la  adjunta  carta  en 
manos  de  D.  Miguel  Olguin  para  que  comboque  á  todos  los  veci- 
nos de  razón  que  en  el  instante  se  junten  con  Vds.  con  sus  caba- 
llos y  armas  al  paraje  ia  citado  estando  Vds.  al  cuidado^  de  que 

(1)  Se  han  conservado  los  erroii^s  de  ortografía»  que  se  xío^tx  en  el  original, 
que  hacen  coi^ecer  \si  clase  d^  ^ugeto  quQ  fra  el  Autor. 


476  HISTORIA  DE  MÉXICO. 


*i^^^^«^^^*^^^^^k^*N^^i^^i^^i^^^^^^«^^^^«^^k^^«^"«^^^^^M^^^^k^^«i^^^^^f^a^"^i^*^^i^i^^i^^i^^a 


cumplan  con  lo  que  se  les  ordena:  espero  pronto  respuesta  y  que 
como  llevo  dicho  salgan  inmediatamente  y  manden  en  cuanto  gus- 
ten á  su  afectissimo  servidor  Q.  S.  M.  B. — ^El  comandante  de  Ame- 
rica José  Mariano  Anaya. — P.  D.  Conteste  Vd.  de  primero  de  pa- 
labra á  alguien  y  si  acaso  V.  ve  que  está  adicto  entregúele  Vd.  la 
carta  y  si  no  vea  Vd  otro  sujeto  de  su  confianza  despachando  Vd. 
inmediatamente  su  comisión  como  queda  ecc.  ecc. — ^Vale. 

Sr.  Comandante  cuyo  nombre  y  apellido  ignoro.  Xilotepec  y 
Nov.  24  de  1 810. — ^Muy  Sr.  mió  por  una  casualidad  me  ha  mani- 
festadp  hoi  el  Gobernador  de  este  pueblo  una  carta  que  por  un  co- 
rreo ha  recivido  hoy,  cuio  tenor  á  la  letra  es  como  sigue: — Sr.  Go- 
vernador  de  la  Provincia  de  Xilotepec:  Hacienda  del  Cazadero  y 
Nov.  23  de  1810. — ^Muy  Sr.  mió:  de  parte  <Je  el  Eimo.  Sr.  D*.  Ygna- 
cio  Allende:  suplico  á  vd  junte  toda  su  gente  para  el  dia  de  maña- 
na remitiéndola  á  disposición  de  los  Sres  Mendiet^s  de  la  Hacien- 
da de  Juchitlan  teniéndola  prevenida  que  luego  que  se  les  avise, 
por  que  bamos  á  dar  un  ataque  á  los  Gachupines  en  Huichapan 
con  6.^  hombres  entendidos  de  que  ia  S.  E.  con  sus  quatro  ezer 
citos  esta  pronto  para  dar  ataque  por  el  otro  lado  y  biene  también 
ú  nuestro  fabor  D.  Manuel  de  la  Estancia  grande  con  4g  hombres 
flecheros  respóndame  Vd.  á  lo  más  pronto  que  pueda  y  mande  lo 
que  guste  á  este  su  Servidor  que  S.  M.  B. — José  Maro  Anaya. 

Copias  remitidas  por  D.  José  de  la  Cruz  de  Huichapan  al  gene- 
ral  Calleja,  con  oficio  de  25  de  Noviembre. 

Estas  copias  están  sacadas,  conservando  la  ortografia,  de  las  que 
existen  en  el  archivo  general,  en  el  legajo  de  correspondencia  del 
brigadier  Cruz  desde  Huichapan. 


HISTORLá.  DE    MÉXICO.  477 


^*^Sl^^^^^>^#%— ^  M«l,ll   I 


ADICIONES  Y  REFORMAS. 


£1  nuevo  examen  de  algunos  puntos  contenidos  en  este  tomo^ 
hecho  con  motivo  de  recojer  datos  y  noticias  sobre  otros,  y  las  con- 
versaciones tenidas  acerca  de  ellos  con  sujetos  capaces  de  ilustrar 
estas  materias,  ha  hecho  necesario  rectificar  ó  dar  mayor  extensión 
á  algunas  de  las  especies  vertidas  en  él,  que  es  el  objeto  de  estas 
adiciones. 

Lib./l*  cap,  1*  Reflexionando  sobre  el  número  de  europeos  pre- 
sos al  principio  de  la  revolución  de  Hidalgo  en  las  provincias  de 
Guanajuato  y  Michoacan,  y  los  que  en  el  tomo  segundo  veremos 
haber  sido  recogidos  en  las  de  Guadalajara  ó  Nueva  Galicia  y  las 
inmediatas  á  ella,  he  acabado  por  persuadirme  que  e%  sumamente 
exajerado  el  de  70,000  que  el  Barón  de  Humboldt  supone  existen- 
tes en  Nueva  Es^mña,  y  que  siguiendo  á  este  autor  dan  por  asen- 
tado todos  los  que  después  de  él  han  escrito.  Ya  habia  hecho  notar 
este  error  D.  Fernando  Navarro  y  Noriega,  contador  general  de 
los  ramos  de  arbitrios,  en  la  "Memoria  sobre  la  población  del  reino 
de  Nueva  España,"  (1)  que  publicó  en  el  año  de  1820.  Este,  en  el 
fol.  13,  dice  lo  siguiente: 

*»Humboldt  eleva  la  ¿uma  general  de  blancos  á  1.200,000,  lo  que 
corresponde  á  20  españoles  por  cada  100  habitantes,  en  lugar  de 
los  18  á  que  yo  los  reduzco  próximamente;  pero  esta  diferencia  to- 
davía no  es  tan  reprobable,  como  la  que  produce  el  cómputo  que 
hizo  de  los  europeos^  según  el  cual  habia  en  el  reino  por  el  año  de 

» 

(1)  Impresa  en  México  en  la  oficina  de  D.  Jaan  Bautista  de  Arizpe. 


478  mSTORIA  DE  MÉXICO. 

1803  de  70  á  80,000,  ó  1  blanco  europeo  por  14  americanos.  Para 
juzgar  de  la  exageración  de  este  presupuesto  basta  saber,  que  en 
el  censo  de  1793,  resultaban  7,904  individuos  de  ambos  sexos,  y 
nadie  podrá  conceder  que  por  la  falta  de  uno  ú  otro  padrón,  y  por 
los  individuos  que  han  venido  posteriormente  á  e<áta  Nueva  Espa- 
ña, hubiese  de  hubir  el  total  á  tan  alto  punto:  mas  esta  equivoca- 
ción merece  indulgencia,  si  se  reflexiona  que  Humboldt  solo  tuvo 
en  apoyo  de  sus  cálculos,  la  proporción  que  observó  guardaban  en 
México  los  españoles  europeos  con  los  americanos;  antecedente 
que  por  sí  s^olo  no  puede  conducir  á  formar  un  cálculo  aproximati- 
vo.  Yo  opino  que  cuando  comenzó  la  insurrección,  tal  vez  no  se 
contarían  15,000  europeos,  ti 

Hasta  aquí  el  autor  citado,  .quien  por  su  empleo  y  documentos 
que  tuvo  á  su  disposición,  que  examinó  con  mucho  cuidado  y  dili- 
gencia, estaba  más  que  nadie  en  estado  de  juzgar  sobre  este  punto, 
cuya  opinión  me  parece  muy  probable  por  los  datos  ya  citados,  que 
cuidaré  de  fundar  en  las  notas,  en  la  continuación  de  esta  obra, 
según  los  casos  se  vayan  presentando. 

El  mismo  Navarro  halla  también  inexacta  la  proporción  de  los 
indios  y  castas  que  Humboldt  establece,  y  que  yo  he  seguido  en  el 
lugar  citado  al  principio  de  esta  adición.  Navarro  calcula  que  en 
1810,  la  población  de  la  Nueva-Espafla  ascendía  á  6,122,354,  y  to- 
mando por  base  la  matrícula  de  tributos  de  18C7,  haciendo  en  ella 
los  aumentos  debidos,  por  razón  del  que  hubo  en  los  individuos  de 
cada  clase  por  efecto  del  tiempo,  y  ocultaciones  ordinarias  en  estas 
operaciones,  saca  por  resultado  que  esta  masa  total  de  población 
se  hallaba  compuesta  de  la  manera  siguiente: 

Clérigos  en  lo72  curatos 4,229 

Frailes  en  208  conventos  y  165  misiones 3,122 

Monjas  en  56  conventos 2,098 

Españoles  ó  raza  blanca 1.097,928 

Indios 3.676,281 

Castas 1.338,706 


Total  de  habitantes 6.122,364 


HISTORIA  DS  MÉXICO.  479 

Que  corresponden  á  52  por  legua  cuadrada  sobre  las  118,478  en 
que  calcula  la  extensión  total  de  la  superficie  del  país;  pero  con 
respecto  á  la  extensión  total  de  cada  intendencia,  resulta  en  la  pro- 
porción de  633  en  la  de  Guanajuato,  que  es  la  que  contiene  mayor 
número  de  habitantes  en  razón  de  su  territorio;  301  en  la  de  Pue- 
bla, 269  en  la  de  México,  y  así  disminuyendo  en  las  otras  hasta 
las  provincias  internas,  de  las  cuales  en  Nuevo-México  no  ^abia 
más  que  6  habitantes  por  legua  cuadrada. — En  las  castas  calcula 
que  el  número  de  originarios  de  África  sujetos  á  tributos,  era  me- 
dio millón,  y  el  de  esclavos  de  9  á  10,000. 

Estoy  persuadido  que  este  cálculo  de  Navarro  es  á  lo  que  debe 
atenderse. 

En  el  mismo  Cap.  1*  nota  6*  ofrece  alguna  ambigüedad  lo  que 
se  dice  del  virrey  D.  Luis  de  Velasco,'  segundo  de  este  nombre, 
debiendo  entenderse  que  el  que  murió  en  México  fué  [su  padre, 
pues  él  mismo  murió  en  Madrid,  siendo  presidente  del  Consejo  de 
Indias. 

Cap.  1*  en  i  a  nota  9.  Se  omitió  decir  que  la  fundación  del  cole- 
gio de  Santa  Cruz,  en  Tlaltelolco,  para  indios  nobles,  fué  el  año  de 
1637. 

Cap.  2"  Para  la  aclaracioB  de  lo  que  allí  se  dice  sóbrela  cele- 
bración de  las  Cortes,  debe  entenderse  que  los  monarcas  ^españo- 
les de  la  dinastía  austríaca,  conservaron  la  independencia  de  los 
diversos  reinos  reunidos  en  sus  personas,  y  mientras  aquella  fami- 
lia permaneció  en  el  trono,  se  celebraron  con  separación  las  Cortes 
de  Castilla  y  de  cada  uno  de  los  Estados  que  formaban  la  corona  de 
Aragón.  Hasta  el  año  de  1707  fué  cuando  Felipe  V  anuló  los  fue- 
ros de  Aragón  y  Valencia,  y  en  las  cortes  celebradas  en  Madrid  en 
1712,  en  las  que  se  varió  el  orden  de  sucesión  á  la  corona,  concu- 
rrieron juntos  los  diputados  de  Aragón  .y  de  Valencia  con  los  de 
Castilla.  Los  fueros  de  Cataluña  fueron  anulados  en  1714  después 
de  la  toma  de  Barcelona,  quedando  toda  la  monarquía  gobernada 
como  se  dice  al  principio  del  cap.  3*  De  los  consejos  cesaron  en- 
tonces los  de  Aragón,  Flandes  é  Italia. — El  de  las  órdenes  de  que 
se  ha  hablado  en  dicho  capítulo  entendía  en  todos  lo  negocios  de 
los  caballeros  de  ellas. 
Cap.   2"*    La  deuda  del  tribunal  de  Minería  en  7  de  Ene- 


480  HISTORIA  DE   M toco. 

ro  de  1827,  que  hizo  entrega  de  los  fondos  la  junta  nombrada  para 
hacer  la  liquidación  por  haber  cesado  el  tribunal,  ascendió  á 
3.624,165.  2  por  capital,  y  á  2.233,654  6.  1  por  réditos  vencidos  y 
no. pagados,  lo  que  hace  el  total  de  5.857,820,  0.  1.  La  deuda  ac- 
tual, según  consta  en  la  exposicipn  dirijida  al  ministerio  de  rela- 
ciones interiores  y  exteriores  por  la  junta  de  minería  en  29  de 
Agosto  de  este  ano,  asciende  á  2.589,018.  0.  10  granos  por  capital, 
y  2.328,166.  0.  O  1;2  grano  por  réditos:  lo  que  hace  el  total  de 
4.917,1840.  10 1;2,  habiendo  por  tanto  una  diminución  de  940,635 
7.  2  1;2  respecto  á  su  importe  total  en  7  de  Enero  de  1827. 

A  las  obras  que  en  el  consulado  de  México  hizo,  y  de  que  se  ha- 
bla en  el  capítulo  2**  fol.  60,  deberá  agregarse  la  iglesia,  convento 
y  hospital  de  S.  Hipólito,  para  pobres  dementes,  construido  en 
tiempo  del  virrey  D.  Antonio  María  Bucareli,  según  una  inscrip- 
ción que  está  sobre  la  puerta  de  la  capilla;  obra  de  tal  magnificen- 
cia y  extensión,  que  el  costo  pasó  mucho  de  medio  millón  de  pesos: 
los  comisionados  por  el  consulado  fueron  D.  José  Gronzalez  Calde- 
rón y  D.  Ambrosio  de  Meave,  caballeros  profesos  de  la  orden  de 
Santiago.  La  obra  se  acabó  en  31  de  Diciembre  de  1776. 

Cap.  3''  Para  ampliación  de  lo  que  allí  se  dice  acerca  de  reme- 
sas á  España  de  caudales  de  América,  me  ha  parecido  con- 
veniente extractar  aquí  lo  que  publicó  D.  Martin  Fernandez  de 
Navarrete,  en  la  biografía  del  marqués  de  la  Ensenada,  ministro 
del  rey  Fenjando  VI,  impresa  con  otros  opúsculos  del  mismo  au- 
tor, en  Madrid  en  1848. 

En  el  apéndice  número  1,  forma  el  estado  siguiente  de  los  cau- 
dales que  ingresaron  en  España  durante  un  sexenio  del  ministerio 
de  aquel  célebre  ministro,  desde  9  de  Enero  de  1748  á  5  de  Marzo 
de  1754,  por  cuenta  del  rey  y  de  particulares,  tanto  en  oro  como 
en  plata,  en  moneda  labrada  y  en  pasta,  con  la  agregación  de  lo 
embarcado  fuera  de  registro  y  en  frutos,  y  con  expresión  de  los 
buques  que  lo  condujeron. 


HisMiuá.  Bt  ítÉ3ae&,  4iSí 


#^^i^^^^rf^<^^^^^ll^^i^M^^^^^^^i^g^^^^^^^^^^^^*^^i^^^^MN^^^^%^W<^^^ÍW£^¿*^>^^^^^»M^ 


Alio  de  1748 2:718,782 

174» ,;.. 30.29(^,4e6 

1760 :. 29.942,030 

1751 i«.'»eo,oe9 

1762 20.140,746 

1758 21.4SM01 

Por  una  octara  parte  calculada  fuera  de  re- 
gistro   Í4;428,27Ó 

Por  cuatro  millones  anuales  en  frutos,  se- 
gún resultó  de  tin  expediente  reservado, 

s^uido  en  el  consto  de  Indias 241000,000 


i*Ma*M*i 


Total  en  los  seis  aflos 168.844,439 


Cxf.  3^.  A  los  1.674.029,630.  0.  7.  que  en  este  lugar  se  dice  hú^ 
ber  acuñado  en  todo  el  reino  de  Nueva-Espafia  desde  1690  hasta 
1822,  deben  agregarse,  según  el  documento  núm.  4  del  apéndice 
los  3861  acuñados  en  oro  en  Guadalajara,  que  no  se  tuvieron  pre- 
seates  al  sacar  aquel  resultado:  lo  que  hace  subir  el  total  acuñado 
en  oro  y  plata  en  dicho  período  á  l.e74.03$,401.  0.  7. 

Cap.  3^  Sobre  lo  dicho  allí  acerca  de  la  prohibición  de  licores  y 
toda  clase  de  bebidas  que  podían  dis^iinuir  el  consumo  de  los  ví^ 
nos  y  a^ardientes  de  España,  comprendidos  en  la  dénominacióti 
general  de  1 1 caldos  de  Castilla,  ir  debe  agregarse:  que  la  primera  or- 
denanza  para  la  persecución  de  la  fabricación  y  venta  dé  éstas  be- 
bidas, se  publicó  por  el  marqués  de  Casafuerte  en  23  de  Diciembre 
de  1724,  y  se  reiteró  por  el  arzobispo  virrey  D.  JLuan  Antonio  Bi- 
zarroú  y  E^iliárréta  en  19'de  Febi^ero  de  1736,  y  el  mismo  por  otro  * 
bando  de  6  de  Junio  de  1^37  declaró  comprendidas  en  la  prohiKi- 
cion  las  mistelas^  en  las  cuales  con  diversas  composiciones,  se  ocul- 
taba la  clase  de  licor  con  que  estaban  hechas,  á  todo  ló  cual  áíó 
nueva  fuerza  el  virrey  conde  dé  Ftíetielárá  por  bando  de  81  dé  Di- 
ciembre de  1742,  por  él  que  impuso  la  pena  de  cuatro  años  de  pre- 
sidio y  tina  multa  á  arbitrio  del  virrey  á  todos  los  espaffoles  nobles 
ó  ptebej^S,  stn  distinción  de  dignidades,  jerarquías,  títutos  ú  ofí- 

cíosi^  ¿íbti^a' alguna^  qáe  fkbríeasen,  introdujesen  ó  protejiésen  lar 

mifo.  I— 6 1 


4^  HISTORIA  >£  JtíiSICO, 

venta  <ie  tod^a  clase  de  bebidas  prohibidas,  aum atando .  dos  años 
de  presidio  en  caso  de  no  poder  pagar  la  multai  con  la  pérdida  de 
todos  los  enseres  destinados  á  la  fabricación,  j  á  todas  las  demás 
clases  otras  penas,  incluyendo  la  de  que  todos  los  taberneros  que 
vendiesen  estas  bebidas,  no  volviesen  á  tener  taberna  abierta.    £1 
juzgado  privativo  se  estableció  por  bando  d^l  primer  conde  de  Re- 
villa-Gigedo  de  22  de  Agosto  de  1755,  á  virtud  de  las  jreales  cédu- 
as  que  en  él  inserta,  ppr  las  que  procedió  á  formar  las  ordenanzas 
que  contienen  cuarenta  articulo^.    Ademán  de  la^  penas  tejupora- 
les,  de  azotes,  galeras  y  perdimiento  de  bieldes,  que  imppnia  á  los 
que  confeccionasen  ó  adulterasen  el  pulque  con  diversas  mixturas, 
la  ley  37,  tít.  1*,  lib,  6°  de  la  Recopilación  de  Indias,  se  mandó  á 
ios  obispos  iique:  procediesen  con  censuras  públicas  asi  contra  los 
que  vendiesen,. expendiesen,  tuviesen  ó  tratasen  en  bebidas  prohi- 
bidas, como  contra  los  justicias  que  lo  disimulasen  y  fuesen  omisos 
en  su  castigo  y  corrección,  y  contra  todos  los  que  lo  supiesen  y  no 
lo  denunciasen  ante  los  magistrados  y  jueces  eclesiásticos  y  secu- 
lares respectivos.  Y  considerando,  dice,  que  el  incurrir  en  este  ex- 
ceso (el  de  la  embriaguez  fomentada  por  la  ventf^  de  dichas  belli- 
das), LO  solo  es  pecado  grave,  pero  incentivo,  y  causa  próxima  de 
otros  gravísimos  y  d^estables  delitos  contra  su  Divina  Majestad, 
en  cuyo  caso  es  muy  justa  y  debido  que  todos  los  derechos  y  leyes, 
por  la  honra  y  servicio  de  Dios,  se  junten,  y  se  armen,  y  usen  de 
la  espada,  del  castigo  y  de  la  venganza:  conviene  que  no  se  conten- 
ten solamente  los  obispos  con  la  declaración  de  las  censuras  contra 
los  susodichos  delincuentes,  tratantes  y  ocultadores  de  las  dichas . 
bebidas;  pero  que  j)asen  á  la  agravación  y  reagravación  de  ellas» . 
hasta  la  de  anatema,  pueis  ayudándose  .^pibas  jurisdicciones >  ecle- 
siástica y  real,  podrá  prometerse  seguro  el  vencimiento  de  tanto 
desorden^  y  que  tiene  echadas  tan  hondas  y  antiguas  raices,  como 
parece  de  una  real  cédula,  dirigida  á  la  real  audiencia  de  México, 
fecha  en  Toledo  á  26  de  Agosto  de  1529.  h 

Asi  se  unian  todas  las  armas  de  la  autoridad  eclesiástica  y  civil 
para  perseguir  la  fabricación  de  bebidas,  c^nelobjeto  d^  extinguir 
la  embriaguez,  que  era  el  fin  de  las  censuras,  y  de  fomentar  la  agri- 
cultura de  España,  que  era  el  que  se  proponía  la  autoridad  civil  no 


HISTORIA  DE  M¿XIGO.  483' 


^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^ 


menos  que  el  J)rimero,  pues  el  uso  de  los  licores  de  España  no  era 
tan  general  en  el  pueblo  como  el  de  los  regionales. 

Cap.  5»  Como  suele  ser  interesanse  para  los  curiosos,  saber  la  lo- 
calidad precisa  de  los  sucesos,  no  parecerá  superfluo  expresar  que 
la  casa  de  Uzeóla,  en  que  fueron  muertos  los  dos  hombres  de  que 
en  este  lugar  se  habla,  es  la  núm.  11  de  la  Calle  de  D.  Juan  Ma- 
nuel. La  contigua  núm.  10  es  en  la  que  vivia  D.  Antonio  Bassoco. 

Cap.  7°  La  junta  de  Sevilla,  por  decreto  posterior  de  6  de  Ene- 
ro de  1809,  mandó,  no  solo  suspender  la  venta  de  bienes  eclesiás- 
ticos, previniendo  que  no  solo  so  extendiesen  por  la  real  hacienda  * 
las  escrituras  de  reconocimiento  de  los  fondos  que  hubiesen  sido  ya 
enterados  por  los  compradores,  sino  que  también  hizo  cesar  la  con- 
tribución de  los  legados  y  herencias  transversales;  todo  lo  cual 
mandó  Garibay  se  cumpliese,  por  bando  de  12  de  Abril  del  mismo 
aflo. 

Cap.  T  Después  de  impreso  lo  que^  en  este  párrafo  se  dice  so- 
bre José  Alemán,  he  visto  el  extracto  de  la  causa  que  se  le  siguió 
por  la  capitanía  general  de  la  Habana,  impreso  en  aquella  ciudad 
y  reimpreso  en  México  en  la  imprenta  de  Arizpe  en  1810.  Sil  nom- 
bre era  Manuel  Rodríguez  Alemán  y  Pefia;  estaba  graduado  de 
bachiller  en  filosofía  y  teología  en  la  universidad  de  México,  y  el 
arzobispo  Haro  le  habia  dado  las  cuatro  órdenes  menores.  Sirvió* 
en  España  en  los  ejércitos  franceses  en  calidad  de  comisario  de 
guerra,  y  por  encargo  del  ministro  Azanza,  conducía  pliegos  para 
todas  las  autoridades  principales  de  la  América  española,  con  or- 
den al  virrey  de  Nueva-Espafia  para  que  le  diese  una  buena  colo- 
cación, y  le  mandase  pagar  dos  mil  pesos  de  sueldo  anual,  desde 
el  dia  de  su  embarque.  Condenado  á  la  pena  capital,  fué  ahorcado 
en  la  Habana  el  dia  30  de  Julio  de  1810. 

Cap.  2**  Entre  los  documentos  curiosos  que  he  tenido  á  la  vista 
para  escribir  esta  obra  y  que  citaré  frecuentemente,  me  ha  sido  de 
mucha  utilidad  ún  Diario  de  todos  los  sucesos  de  México,  que  lle- 
vó con  suma  exactitud  y  verdad  D.  Francisco  Riofrio,  agente  de 
negocios;  que  hacia  de  rey  de  armas  en  las  juras  de  los  reyes,  y  co- 
mo tal  proclamó  á  Carlos  IV  y  á  Femando  VII.  Lo  hallé  entre 
los  libros  de  mi  hermano  el  Dr.  Arechederreta,  y  entre  mil  cosas  ' 


484  HiqxQEíA  0K  Miéxica 

insignificantes,  contiene  muchas  de  importancia  y  curiosas,  que 
no  he  visto  en  ninguna  otra  parte.  Es  un  tomo  ^ueso^  que  com- 
prende desde  Marzo  de  1802  hasta  23  de  Octubre  de  1813.  £n  la 
relación  muy  circunstanciada  que  hace  de  las  fiestas  de  la  tra&Ta- 
c)0n  de  N.  S.  de  los  Remedios  á  diversas  iglesias,  deque  he  habla- 
do, especifica  los  regalos  que  hicieron  á  la  Santa  Imagen  en  los 
conventos  de  monjas,  los  que  por  su  cuantía  manifiestan  la  rique- 
za que  aquellos  entonces  tenían.  Las  monjas  de  la  Encarnación  le 
regalaron  seis  mil  pesos;  las  de  Santa  Clara,  coronas  y  cetros  de 
oro  para  la  Virgen  y  el  Niño;  las  de  la  Concepción,  arcos  de  bri* 
liantes  para  el  rostro,  y  en  proporción  las  demás. 

LiB.  2*  CAP.  1^  Ségun  expresa  el  escribano  Domínguez  en  sus 
declaraciones  en  la  causa  de  Doña  Josefa  Ortiz,  esposa  del  corre- 
gidor de  Querétaro^  cuando  Cabrqra  se  encaminaba  á  Dolores  á 
verificar  la  prisión  de  Allende,  vio  que  éste,  con  el  cura  Hidalgo, 
pasaba  por  la  hacienda  de  la  n Erren  en  marcha  á  S.  Miguel,  des- 
pués de  verificado  el  pronunciamiento  en  Dolores,  con  lo  que  Ca- 
brera se  volvió  á  Querétaro  con  la  partida  que  mandaba. 

Cap.  1*  A  los  europeos  que  en  este  lugar  se  expresa  que  saca- 
ron presos  de  San  Miguel  el  cura  Hidalgo  y  Allende,  debe  agre- 
garse el  teniente  coronel  del  regimiento  de  la  Beina  D.  Vicente 
Barros^  que  con  los  demás,  fué  siguiendo  al  ejército  hasta  Guana- 
juato,  y  se  le  puso  en  la  Albóndiga  de  Granaditas. 

El  mismo  capítulo.  Hablando  del  oficio  que  la  universidad  de 
México  dirigió  al  virrey,  relativo  al  título  de  doctor  que  en  algu- 
nos papeles  públicos  se  daba  al  cura  Plidalgo,  se  dice  que  aquella 
corporación  le  pidió  nque  como  vice-patrono  mandase  que  se  le 
depusiese  y  borrase,  si  en  ella  había  recibido  el  grado,  ó  si  no  era 
así,  lo  hiciese  publicar  para  satisfacción  de  aquel  cuerpo  leal  y  pa- 
triota, m  Para  rectificar  este  concepto,  se  copíalo  que  la  misma 
tmiverdad  expuso  al  virrey,  que  fué  lo  siguiente:  uLuegp  que  es- 
te ilustre  claustro  vio  que  en  los  papeles  públicos  se  le  titulaba 
doctor  á  D.  Miguel  Hidalgo,  cura  de  los  Dolores,  clamó  por  efec- 
to de  su  constante  y  acendrada  lealtad  y  patriotismo,  pidiendo  se 
le  depusiese  y  borrase  el  grado,  si  lo  habia  recibido  en  esta  univer. 
tidad,  y  en  caso  de  no  estar  graduado  en  ella,  que  se  suplícase  á 


HISTOKIA  BE  MÉXICO.  485 


V.  E.  como  vice-patrono,  para  satisfacción  de  este  cuerpo  patriota 
y  fiel.' I  En  seguida  manifiesta  que  registrado  el  archivo  de  su  se- 
cretaría, resultaba  que  líídalgo  no  había  recibido  grado  alguno  de 
los  mayores  en  esta  universidad,  y  según  se  había  indagado,  tam- 
poco en  Guadalajara,  que  eran  las  únicas  del  reino;  por  lo  que  el 
rector  á  nombre  del  claustro,  pidió  al  virrey  mandase  hacer  la  pu- 
blicación, que  era  el  segundo  iñiembro  del  acuerdo,  y  así  ordenó  el 
virrey  se  verificase,  como  se  hizo  en  la  Gaceta  de  2  do  Octubre  de 
1810.  Tom.  r  núm.  114. 

Cap.  2*"  Valenzuela.  Según  estoy  informado,  todavía  existen  indi- 
viduos de  esta  familia  en  Irapuato.  D.  Gaspar  Valenzuela,  padre 
de  D.  Francisco,  ha  muerto  pocos  años  ha  en  Celaya,  siendo  pro- 
vincial de  los  franciscanos  de  Michoacan. 

Cap.  n.  D.  Francisco  Iriarte  fué  administrador  de  la  mina  de 
Bayas,  durante  la  bonanza  de  esta  en  los  primeros  anos  de  este  si- 
glo, y  en  el  tiempo  de  su  administración  se  comenzó  el  tiro  geno- 
ral  que  hay  actualmente  en  aquella  negociación,  el  que  se  conclu- 
yó muchos  años  después. 

Cap.  3*  Oviedo,  comandante  del  batallón  ligero  de  San  Luis  o 
los  Tamarindos,  se  llamaba  D.  Juan  Nepomuceno  y  no  D.  José 
Antonio. 

El  mismo  cap.  El  cabildo  de  Valladoh'd,  según  el  uManifiesto  de 
su  lealtad  y  patriotismo,  m  publicado  en  México  en  1813,  acordó, 
por  acta  de  16  de  Octubre,  »ique  en  esta  Santa  Iglesia  no  se  le  ha- 
ga (á  Hidalgo)  recibimiento  ni  demostración  alguna,  sino  que,  con- 
cluidas las  honras  de  coro,  se  cierren  las  puertas  y  no  se  abran 
hasta  que  lo  exija  la  hora  del  coro,  y  los  señores  capitulares  se  re- 
tiren á  sus  casas.  II  Hidalgo,  en  el  oficio  que  pasó  al  cabildo  el  19 
de  Octubre,  pidiendo  los  caudales  que  estaban  en  la  clavería,  dijo: 
ii»e  pondrán  á  mi  disposición  las  llaves  de  clavería,  con  una  rela- 
ción jurada  de  los  caudales  que  hayan  introducido,  tanto  de  las 
cajas  y  rentas  reales,  como  de  los  particulares  de  esta  ciudad:  al 
mismo  tiempo  se  presentará  otra  de  los  fondos  de  esta  santa  iglesia, 
para  representar  (1)  lo  que  convenga  en  nuestras  circunstancias, 
advirtiendo  á  los  señores  claveros,  que  me  serán  responsables  in- 

.   (1)  Parece  debe  decir  determinar. 


486  HISTOBIA  DB  MÉXICO. 


mediatamente  de  la  más  ligera  cosa  que  se  averigüe  de  ocultación,  h 
£1  cabildo  en  vista  de  este  oficio,  tuvo  que  ceder  amedrentado  por  el 
mal  recibimiento  que  hizo  Hidalgo  á  dos  de  sus  individuos  que  se 
le  presentaron»  á  quienes  amenazó  hasta  con  la  muerte,  teniendo 
además  presos  á  tres  capitulares. — Todo  consta  en  dicho  mani- 
fiesto. 

Cap.  3*  Concluida  la  impresión  de  este  tomo,  hb  recibido  las 
noticias  biográficas  de  D.  José  de  Mendívil,  que  me  han  sido  co- 
municadas por  su  familia.  De  ellas  resulta  que  en  18  de  Junio  de 
1783  tomó  los  cordones  de  cadete  en  el  regimiento  de  Castilla;  uno 
de  los  que  vinieron  de  Espafia  con  el  teniente  general  Villalva, 
con  motivo  de  los  temores  que  hubo  de  inquietudes  por  la  expul- 
sión de  los  jesuita&!.  Hizo  una  carrera  distinguida,  habiéndose 
adiestrado  en  el  servicio  de  la  artillería,  cuando  se  hizo  aprender 
éste  al  regimiento  de  la  Corona  en  que  servia.  Mandaba  en  comi- 
sión el  regimiento  de  Tres-Villas  cuando  se  verificó  la  batalla  de 
las  Cruces,  y  en  esta,  Iturbide  lo  sacó  en  su  caballo  del  punto  en 
que  fué  herido,  pero  después  recibió  orden  de  retirarse  á  México 
para  su  curación,  acompañándole  solo  un  tambor  de  caballería,  á 
riesgo  de  caer  en  manos  de  una  partida  de  insurgentes  que  lo  per- 
siguió. Habiendo  quedado  inútil  para  la  campaña  á  rebulta  de  sus 
heridas,  estuvo  empleado  como  sargento  mayor  de  la  plaza  de  Mé- 
xico, desde  Abril  de  1813  hasta  la  independencia,  y  se  le  dio  por 
el  gobierno  de  España  la  cruz  de  S.  Hermenegildo.  Itiu*bide,  que 
sabia  apreciar  su  mérito,  le  nombró  oficial  mayor  del  ministerio  de 
la  guerra,  y  le  dio  el  empleo  de  coronel  y  la  Cruz  de  Guadalupe,  y 
poco  después  obtuvo  el  grado  de  general  de  brigada.  En  1826  fué 
nombrado  tesorero  de  la  lotería,  y  se  le  destinó  á  diversas  juntas  y 
comisiones  militares.  Desde  1837  á  1840  estuvo  en  el  congreso 
general  como  diputado  del  departamento  de  México^  y  murió  de 
más  de  setenta  años  en  su  empleo  de  la  lotería. 


•  é  • 


FIN. 


•.% 


índice. 


Wg»- 


Biografía  de  D.  Lúeas  Alaman 8 

Prólogo : 41 

Parte  primera. — Lib.  I** — Estada  de  la  Nueva-Espafla  en 
1808. — Sucesos  que  promovieron  lá  revolución  de  1810. 
Capítulo  I. — Virreinato  de  la  Nueva-Espafia. — ^Primitivos 
habitantes  de  ella. — Nueva  población  originada  en  la  con- 
quista. — Españoles  europeos  y  americanos. — Rivalidad 
entre  ambos. — ^Mujeres  criollas. — Nobleza. — ^Ilustración. 
— Población  total. — ^Proposición  de  las  diversas  clases: — 
Indios.— Castas. —Calidades  é  ignorancia  de  estas  dos 
clases.--^Distribucion  dé  la  población  sobre  la  superficie 
del  Reino #• 

Capítulo  //.-«*€iistama  general  adoptado  por  I09  Jle^es  4e 


488  :     HISTORIA  1$B 


ÍJ^4Í9{t 


España  para  el  gobierno  de  sus  posesiones  en  América  j 
variación  que  en  él  se  hicieron. — Consejo  de  Indias. — ^Gro- 
bierno  eclesiástico. — Gobierno  de  los  reinos  ó  provincias 
de  América. — ^Audiencias. — Virreinatos. — ^Gobierno  par- 
ticular de  Nueva  España  é  individuos  que  lo  ejercian. — 
Virreinato.— ^Virrey,  D.  José  de  Iturrigaray. — ^Audien- 
cias.— Magistrados  influentes  en  ellas. — Acordada. — 
Ayuntamiento  de  México. — Consulados  de  México  y  de 
Veracruz. — Cuerpo  de  Minería. — Clero  secular  y  regular. 
— Su  influjo. — Sus  riquezas. — ^Individuos  distinguidos  de 
él. — Inquisición. — Grobiemo  político  de  las  provincias. — 
Biaño. — Flon. — ^Fuerza  militar,— Tropas  veteranas. — ^Mi- 
licias.— ^Fuerza  total. — ^Tr(^>ás  de  provincias  imtemas  y  de 

Yucatán. — Observaciones  generales  pág 73 

Capítulo  IIL — Estado  de  la  Nueva-Espalla  en  1808. — ^Va- 
riaciones en  el  sistema  político  y  administrativo,  á  conse- 
cuencia del  cambio  de  dinastía  á  principios  del  siglo 
XVIII. — Visita  de  Galvez  en  Nueva-Espafia. — Cesación 
de  los  arrendamientos  de  las  rentas,  poniéndose  estos  en 
Administración. — ^Aumento  rápido  de  los  productos  de  la 
Niteva-Espafta. — Sistema  de  la  real  hacienda. — Ramos 
de  la  masa  común. — ^Intervención  de  sus  productos. — 
llamos  destinados  á  España. — llamos  ágenos. — Remesas 
á  España. — Dinero  existente  en  la  tesorería  de  Méxioo  en 
1808. — Fomento  de  la  Minería  y  aumento  de  ésta. — Can- 
tidades acuñadas  en  oro  y  plata  en  Nueva-España^  desde 
el  año  tle  1690  hasta  el  de'  1SS3. — Propiedad  de  las  na- 
nas.— ^Familias  enriquecidas  por  ellas. — Efectos  del  au- 
mento de  la  minería  sobre  la  agricultura  é  industria. —  { 
Aumento  d^l  valor  de  todas  las  cosas. — Comereio  exte- 
rior.— Prohibiciones. — ^Alzanse  todos  los  que  eran  perju?  . 
diciales.— Compepsacjones  que  había  pw  las  que  queda- 
ron suaisten^es.— Adelanto  general  del  pais.— £scuiria& 
Jardin  botánico.— Vacuna.— Edifieijoj  públicos  y  parti- 
onlares.— EstatQit  eci^estre.— Monedas  y.medallas.T-Au- 
niento  de  la  ilastracion.— Períódico8.-*i£8tado  d^  la  opi* 


HttTORIA  DE  MÉXICO.  489 


nion.— Fidelidad  de  la  Nueva  España  durante  tres  siglos. 
— Primeras  idees  de  Independencia. — Persecución  de  los 
franceses. — Varias  conspiraciones. — Decreto  sobre  bienes  ^^^ 
eclesiásticos. — Disgusto  general  que  causó. — Cantidades 
percibidas  por  el  gobierno  español  por  este  arbitrio. — Via- 
je del  barón  de  Humboldt  y  sus  efectos. — (Gruerra  con  In- 
glaterra.— Escasa  y  carestía  de  los  efectos  de  Europa. — 
Foméntase  con  este  motivo  el  laborío  de  las  minas  de  azo- 
gue.— ^Ferretería  de  Colcoman.— Temores  de  invasión. — 

Cantón  de  Jalapa. — Estado  político  del  reino,  pág 115 

Capítulo  IV. — ^Estado  de  España  en  1808. — Eeinado  de  Cár-^ 
los  IV. — Valimiento  de  Godoy. — Tratados  secretos  de  és- 
te contra  Napoleón  emperador  de  los  franceses. — Re- 
suelve Napoleón  la  ruina  de  los  Borbones  de  España  y 
Portugal. — Tratado  de  Fontainebleau  para  la  división  de 
Portugal. — ^Entrada  de  las  tropas  francesas  en  España. — 
Disenciones  de  la  familia  real. — Causa  del  Escorial. — In 
.  vasion  de  Portugal. — No  cumple  Napoleón  las  condicio- 
nes del  tratado. — Desengaño  de  Godoy. — Trata  de  tras- 
ladar á  México  la  familia  real. — Revolución  de  Aran  juez. 
— Caida  del  valido. — ^Dimisión  de  Carlos  IV. — Proclama- 
ción de  Femando  VII. — ^Entusiasmo  general  que  excitó. 
— ^Perfidia  de  Napoleón. — Obliga  á  renunciar  á  la  corona 
en  su  favor  á  todos  los  príncipes  de  España. — Convoca 
un  congreso  en  Bayona. — Nombra  rey  de  España  á  su 
hermano  José. — Levantamiento  general  de  España  contra 
los  franceses. — Creación  de  las  juntas  de  cada  provincia. 
— La  de  Sevilla. — Recíbese  en  México  la  noticia  de  la 
caida  de  Godoy. — Sospechas  contra  el  virrey.-— Sáben- 
se  las  renuncias  y  prisión  de  la  familia  real. — Sensación 
que  produce. — Consulta  el  virrey  con  el  Acuerdo. — Re- 
suelve el  Ayuntamiento  de  México  hacer  una  represen- 
tación al  virrey  é  ir  encuerpo  de  Ciudad  á  ponerla  en  sus 
manos. — ^Contenido  de  la  representación. — Pásala  el  vi- 
rrey al  Acuerdo. — Propone  éste  entre  otras  cosas,  se  sus- 
penda la  ejecución  de  la  cédula  sobre  la  caja  de  consolida- 

TOMO  I  •--•62 


400  HISTORIA  DE   MÉXICO. 


cion. — Opiniones  que  se  forman  en  el  público. — ^Desarro- 
llo de  los  partidos. — ^Recíbense  noticias  del  levantamien- 
to de  España  contra  los  franceses. — Entusiasmo  general 

que  excitan,  pág 163 

Capitulo  V, — Continuación  de  los  movimi^itos  de  México 
á  consecuencia  de  los  sucesos  de  España  en  1808. — ^In- 
siste el  Ayuntamiento  de  México  en  la  couTOcacion  de 
una  junta  de  las  autoridades  de  la  capital. — Miras  del 
Ayuntamiento. — Escritos  del  P.  Talamantes. — Quién  era 
éste. — Miras  del  virrey — Recibense  órdenes  de  Murat. — 
Comunicaciones  del  Gobierno  francés. — Motín  excitado 
en  Veracruz  por  la  llegada  de  la  goleta  Vaillante. — Con- 
voca el  virrey  la  junta  general  de  las  autoridadas. — Pro- 
testa de  la  Audiencia. — Celebración  de  la  junta  el  9  de 
Agosto. — Deliberaciones  de  ésta. — ^Promuévese  el  recono- 
cimiento de  la  junta  de  Sevilla. — Resístelo  el  virrey. — 
Forma  en  que  se  declaró  la  guerra  á  Francia.^ — Acuerdos 
de  la  junta. — Protestas  contra  el  acta  que  se  extendió. —  • 

Jura  de  Femando  VII,  é  incidentes  ocurridos  en  ella. — 
Llegada  de  los  comisionados  de  la  junta  de  Sevilla. — Jun- 
ta de  31  de  Agosto. — ^Recibense  pliegos  de  los  comisiona- 
dos en  Londres  de  la  junta  de  Asturias. — Convoca  el  vi- 
rrey la  tercera  junta  para  el  1*  de  Setiembre. — Trata  el 
virrey  de  dejar  el  mando. — Cuarta  junta  celebrada  el  9 
de  Setiembre. — Resolución  del  virrey  de  c»  nvocar  el  con- 

m 

greso. — ^Exasperación  del  partido  europeo,  pág 187 

Capitulo  VI. — Conspiración  contra  el  virrey  Iturrigaray. — 
Pénese  al  frente  de  la  conspiración  D.  Gabriel  de  Yer- 
mo.— Motivos  á  que  atribuye  Iturrigaray  la  resolución 
de  éste. — Insubsistencia  de  tales  motivos. — Medidas  de 
Yermo. — Gana  á  los  oficiales  de  la  guardia  de  Palacio. — 
Júntanse  los  conspiradores. — Prenden  al  virrey,  á  su  mu- 
jer é  hijos. — Llevan  al  virrey  á  la  Inquisición  y  á  la  vi- 
rreina al  convento  de  S.  Bernardo. — Declara  la  Audien- 
cia virrey  á  D.  Pedro  Garibay. — Varias  prisiones. — Vo- 
luntarios de  Fernando  VII.-^  Proclama  de  la  Audiencia, 


HISTORIA  DS    MÍXIOO.  ^01 


^v^^^^^^^*^^^^^^^^^^^^ 


— Reconocimiento  del  nuevo  virrey. — ^Muere  Verdad  en 
la  prisión  y  el  P.  Talamantes  en  San  Juan  de  ülúa. — Es 
trasladado  Iturrigaray  al  convento  de  Beleipitas. — Embar- 
go de  sus  bienes. — Condúcesele  á  Veracruz. — Sigúelo  la  '  ' 
virreina.— Embárcaseles  para  España. — Secuela  de  la  cau- 
sa.— Amnistía  en  que  se  le  declara  comprendido  respec- 
to á  la  acusación  de  infidencia. — Causa  do  residencia. — 
Es  condenado  en  ésta  al  pago  de  gruesas  sumas. — Mue- 
re y  su  familia  viene  á  México  donde  obtiene  no  se  ejecu- 
te la  sentencia. — ^Acusadores  y  defensOTes  de  Iturriga- 
ray. pág ■ .       229 

Capítulo  F//.— Gobierno  del  mariscal  de  campo  D.  Pedro 
Garibay. — Influjo  de  la  Audiencia  y  de  los  voluntarios.. 
— Providencias  del  nuevo  virrey. — Disuélvese  el  cantón. 
Auxilios  remitidos  á  España. — Dase  á  la  América  parte  en 
el  gobierno  de  la  monarquía.— Convocación  de  las  Cortes. 
— Difúndese  el  espíritu  de  independencia. — Medidas  repre- 
sivas.— Junta  de  seguridad. — Prisión  del  general  francés 
Dalvimar. — Es  ejecutado  en  la  Habana  D.  José  Alemán. 
Pretensiones  de  la  Infanta  D*  Carlota.  -Fin  del  gobier- 
no de  Garibay.— Gobierno  del  Arzobispo  Lizana.— Re- 
mesas de  caudales  á  España. — ^Préstamos  y  donativos. —  ' 

.  Nombramiento  de  vocal  para  la  junta  central. — ^Provi- 
dencias del  Arzobispo  contra  los  españoles. — ^Destierro 

'  de  Cancelada.  Destierro  del  oidor  Aguirre  y  su  regreso. 
—Conspiración  en  Valladolid.=-Eeveses  sufridos  en  Espa- 
ña.— Resuélvese  la  convocación  de  las"  Cortes  para   1°  de 
Mayo  de  1810.— Establecimiento  de  la  primera  regencia. 
— Precipitada  remoción  del  Arzobispo  Lizana.— Gobierno 
de  la  Audiencia. — ^Donativos  para  armamento  y  otros  ob-    . 
jetos. — ^Junta  para  im  préstamo   de  veinte  millone3. — 
Convócanse  las  Cortes. — Nombramiento  de  diputados.-^    • 
Instalación  de  las  Cortes.— Es  nombrado  virrey  D.  Fran- 
cisco Javier  Venegas.— Su  Uegadn.— Providencias  que  tra- 
jo.--Indignacion  que  causaron,^CIonclusion  del  libro  pri- ' 
mero  pág.. **•**. »,,.,,,..,.., , .«o, .»...•«.,•      261 


49Í  HISTORIA  BB  M&CICO. 


LiBBO  SEGUHDO.— Revolución  del  Cura  D.  Miguel  Hidalgo 
hasta  la  muerte  de  éste  y  de  sus  compañeros. — CajHtulo 
I. — Conspiración  en  Querétaro. — Su  principio. — Favoré- 
cela el  corregidor  Domínguez.— Personas  comprometidas 
en  ella. — Hidalgo. — Allende. — Aldama. — ^Abasólo. — De- 
nuncia de  Galvan. — Providencias  que  se  toman. — Denun- 
cias de  Grarrído  en  Guanajuato  y  de  Arias  pn  Querétaro. 
— ^Dáse  aviso  al  virrey  Venegas; — Otra  denuncia  en  Que- 
rétaro.— Procede  el  corregidor  á  la  prisión  de  los  conspi- 
radores,— ^La  esposa  del  corregidor  dá  aviso  á  Allende, — 
Prisión  de  Arias  y  del  corregidor  de  Querétaro. — El  alcal- 
de Collado  va  á  Querétaro  á  formar  la  causa  de  los  cons- 
piradores.— Decídese  Hidalgo  á  comenzar  la  revolución. — 
Principio  de  ésta  en  Dolores. — Prisión  de  los  europeos,— 
Dirijese  Hidalgo  á  S.  Miguel. — Grito  de  guerra.— Entra 
Hidalgo  en  S.  Miguel. — Saqueo. — Únesele  el  regimiento 
de  caballería  de  la  Reina — Intimación  á  C^elaya. — ^Entra 
Hidalgo  en  esta  ciudad  y  es  proclamado  general. — Eeime 
el  virrey  tropas  en  la  capital.— Marcha  Flon  á  Queréta- 
ro.-^Pónense  sobre  las  armas,  las  brigadas  de  San  Luis 
y  Guadalajara. — Marchan  á  sus  puestos  el  intendente  de 
Valladolid  y  el  coronel  de  aquel  regimiento  provincial. — 
Formación  de  los  cuerpos  de  patriotas  de  Fernando  VII. 
— ^Abolición  de  los  tributos.— Excomulga  el  obispo  de  Mi- 
choacan  á  Hidalgo  y  sus  secuaces.— Edicto  de  la  Inqui- 
sición.— Manifiestos  y  programas  de  varias  corporaciones 
y  particulares.— Ofrece  el  virrey  premio  á  los  que  entre- 
guen á  Hidalgo  y  sus  compañeros. — Protestas  de  fidelidad, 
— Fuerza  y  denominación  de  los  partidos  contendientes. 
— Fin  de  la  causa  de  los  conspiradores  de  Querétaro 311 

Capítulo  //.—Recibe  el  intendente  de  Guanajuato  aviso  de 
haber  estallado  en  Dolores  la  revolución. — ^Alármase  la 
ciudad.— Juntade  lasautoridades  y  de  los  vecinos— Dispo- 
sición para  le  defensa.— -DesCTipcion  de  Guanajuato.— Al- 
bóndiga de  Granaditas. — Descripcionde  este  edificio. — ^Re- 
saelve  el  intendente  hacerse  fuerte  en  él. — ^Traslada  á  la 


HI8T0BIA  ja  MÉXICO.  4dS 

Albóndiga  los  caudales  reales. — Opiniones  sobre  la  reso- 
lución del  intendenW.— Opónese  á  ella  el  Ayuntamiento. 
—Contestación  del  intendente.— Acopia  de  víveres. — For- 
tifícase la  Albóndiga.— D.  Gilberto  Biaño  dirije  las  for- 
tificaciones.— Frascos  de  azogue  convertidos  en  granadas. 
Abolición  de  los  tributos,— Revista — Marcha  Hidalgo  á 
Guanajuato. — Intímala  rendición.— Contestación  del  in- 
tendente.— Entran  los  insurgentes  á  la  ciudad. — ^Ataque 
de  la  Albóndiga,— Muere  el  intendente.— Confusión  en- 
tre los  sitiados. — Queman  los  asaltantes  la  puerta  ófi  la 
Albóndiga. — Entran  en  ella. — Matanza  de  los  sitiados. — 
Saqueo  de  la  Albóndiga  y  de  la  ciudad. — Manda  Hidalgo 
cesar  el  saqueo  y  no  es  obedecido. — Disposiciones  de  Hi- 
dalgo.— Convoca  al  Ayuntamiento.— Nombra  intendente 
y  otros  empleados. — Levanta  dos  regimientos  de  infante- 
ría.— ^Prodigalidad  de  empleos  militares. — ^Fundición  de 
artillería. — Úñense  á  Hidalgo  varias  personas. — ^Establece 
casa  de  moneda. — Marcba  Hidalgo  á  San  Felipe. — ^Vuel- 
ve á  Guanajuato. — Sale  de  esta  ciudad  á  continuar  su 

empresa,  pág. 365 

Capítulo  IIL  —Recibe  aviso  de  la  revolución  el  comandante 
de  la  brigada  de  San  Luis  Potosí  D.  Félix  Calleja. — ^Reu- 
ne  la  tropa  de  la  brigada.  — Levanta  gente.— Forma  ofi- 
ciales.— Campamento  en  la  hacienda  de  la  Pila. — Fondos 
de  que  dispuso. — Medidas  que  tomó.-^Flon  llega  á  Que- 
rétaro. — ^Accion  del  puerto  de  Carroza. — Marcha  Hidal- 
go á  Valladolid. — ^IJnese  Aldama  con  él. — Prisión  de 
García  Conde,  Rui  y  Merino,  cerca  de  Acámbaro. — ^Hu- 
yen de  Valladolid  el  obispo  y  el  intendente,  y  es  cogido 
este. — Salida  de  Iturbide.- — Entra  Hidalgo  en  Vallado- 
lid. — Levántase  la  excomunión. — Saqueo  de  algunas  ca- 
sas en  Valladolid. — Aumenta  Hidalgo  sus  fuerzas. — Sus 
disposiciones  en  Valladolid. — Sale  i)ara  México. — Revis- 
ta en  Acámbaro,  en  que  se  le  nombra  generalísimo.— 
Sale  Flon  á  unirse  con  Calleja.— Proclama  de  Flon  á  los 
habitantes  de  Querétaro. — Reúnense  en  Dolores. — Saqueo 
de  varias  casas  en  San  Miguel  y  Dolores.— Toma  Calleja 


4d4  HISTORIA  DE  jdSXlCO. 

el  mando  de  jefe. — Extiéndese  la  revolución  en  Hincha- 
pan.— Ataca  Sánchez  á  Qjierétaro.— Muerte  de  Sánchez. 
—Sigue  Hidalgo  su  marcha  á  México. — Batalla  del  mon- 
te de  las  Cruces. — Sus  consecuencias. — Conflicto  de  la  ca- 
pital.—Parlamentarios  de  Hidalgo. — No  son  recibidos 
por  el  virrey. — Disposiciones  de  éste. — Retirada  de  Hi- 
dalgo.—El  P.  Balleza  en  Tolüca. — Encuéntrase  Hidalgo 
con  Calleja. — Enemistad  entre  Hidalgo  y  Allende.— Bata- 
lla de  Acúleo. — Consecuencias  de  esta. — Estado 'del  ís 
después  de  la  batalla  de  Acúleo  pág : 391 

Retratos  y  otras  estampas  contenidas  en  este  tomo 403 

Apéndice.— Documento  núm.  9. — Libro  /,  Capítulo  F. — 
Apuntes  para  ^1  plan  de  Independencia  que  so  hallaron 
entre  los  papeles  del  P.  Fr.  Melchor  Talamantes  el  dia  de 
su  prisión,  escritos  de  su  letra  y  se  unieron  á  la  causa  que 
se  le  formó  por  la  audiencia  de  México  pág 415 

Audiencias  reservadas  sobre  la  reunión  de  Cortes  en  Nueva 

España  por  el  mismo  Talamantes  pág 436 

Instrucción  al  Ayuntamiento  de  México  por  el  mismo  Ta- 
lamantes pág...... ,, ,, 487 

Documento  núm.  XO.-^Lihro  /,  Capitulo  V. — Proclama  del 

virrey  D.  José  de  Iturrigaray  con  notas  de  Fr.  Melchor 

Talamantes  pág... 438 

Documentonám.  11.— X¿6ro/,  Capítulo  VIL — Inventario  de 

las  alhajas  y  otros  bienes  que  se  hallaron  en  las  piezas  del 
virrey  D.  Jasé  de  Iturrigaray  después  de  su  prisión,  al  que 
procedió  por  orden  del  nuevo  virrey  D.  Pedro  Garibay 
con  asistencia  del  oidor  comisionado  D.  José  Arias  de 
Villafañe^  del  fiscal  de  lo  civil  D.  Ambrosio  Sagarzurrie- 
ta,  del  patriota  D.  Marcos  Berazaluce  y  en  representación 
del  Sr.  Iturrigaray  su  mayordomo  D.  Antonio  Paul.  Asis- 
tieron asimismo  al  contador  mayor  del  tribunal  de  cuen- 
tas D.  Pedro  Monterde,  el  oficial  real  D.  José  Vildosola, 
el  escribano  de  las  cajas  reales,  y  por  parte  de  los  que  ve- 
rificaron la  prisión  del  virrey,  D.  Ramón  Robledo  Lozano, 
D.  Andrés  de  Meoqui  y  un  dependiente  del  comerciante 
Pasquelpág 442 


HISTORIA  DE  MÉXICO  495 

Documento  ni\m.  12.— Lib7^o  /,  Capitulo  F7.— Kepresenta- 
cion  que  la  diputación  de  minería  de  Guanajuato  hizo  al 
virrey  Don  Pedro  Garibay  en  31  de  Octubre  de  1808,  so- 
bre los  abuábs  cometidos  por  su  antecesor  Don  José  de 
Iturrigaray  en  el  repartimiento  de  azogues  pág 446 

Documento  núm.  l^.-^Libr o  I  Capitulo  VL — Extracto  de  la 
sentencia  pronunciada  por  el  consejo  de  Indias  contra  el 
virrey  Don  José  de  Iturrigaray  en  la  causa  de  su  residen- 
cia, en  b/jíarte  relativa  á  las  sumas  que  debia  pagar  á  la 
real  hacienda  pág 447 

Documento  núm,  14. — Libro  I,  Capitulo   F//.— Préstamos,        # 
donativos  y  otros  servicios  hechos  pqr  Don  Antonio  Ba-  ^ 
ssoco,  conde  que  fué  de  Bassoco,  y  por  Don  Gabriel  de 
Yermo  pág 449 

Documento  núm.  15. — Libro  /,  Capitulo  VIL — Diputados  de 
las  provincias  del  virreynato  de  Nueva  España  por  las 
Cortes  nacionales  pág. .    451 

Documento  núm.   1^.— Libro  II y   Capitulo  /.—Intimación 

de  Hidalgo  y  Allende  al  Ayuntamiento  de  Celaya  pág...       454 

Documento  núm.  VI.— Libro  11^  Capitulo  //.—Noticia  sobre 
la  familia  y  carrera  de  Don  Diego  Berzábal,  sargento  ma- 
yor del  batallón  provincial  de  Guanajuato  pág 453 

Documento  núm.  ^H.— Libro  II  Capitulo  //.— Eelacion  que 
hizo  al  virrey  Venegas  el  coronel  Don  Diego  García  Con- 
de, de  todos  los  sucesos  ocurridos  en  el  ejército  de  Hidal- 
go desde  el  dia  17  de  Octubre,  en  que  el  mismo  García 
Conde  y  sus  compañeros  fueron  aprehendidos  en  las  in- 
mediaciones de  Acámbaro  por  el  torero  Luna,  hasta  el  7 
de  Noviembre  en  que  quedaron  libres  en  Acúleo,  á  con- 
secuencia de  la  victoria  ganada  en  aquel  punto  por  el  ejér- 
cito real,  bajo  las  órdenes  del  brigadier  D.  Félix  María 

Calleja  pág 457 

Documento  núm.  19. — Libro  II  Capitulo  IIL — Cartas  del 

comandante  de  insurgentes  José  Mariano  Anaya,  excitan- 
do á  la  revolución  á  los  pueblos  de  Ixmilquilpan  y  Jilo- 

tepec  pág. 475 

Adiciones  y  reformas  pág 477 


D?  MARÍA  JOSEFA  ORTIZ, 

Esposa  ¿a  UMijSuel  DDinm;iTiw.Corrs¿idor  d*  Quarstar 


D.  MIGUEL  DOMÍNGUEZ, 

Corregidor  ia  QusréUro. 


D.  MIGUEL  HIDALQO, 

Curadíl  pusUo  ^DolarisinlaponRoia^  GuanajuBlo. 


3  ^ 

o         CD 


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